el húsar negro

Download El Húsar Negro

If you can't read please download the document

Upload: harry-murdoc

Post on 26-Jan-2016

214 views

Category:

Documents


2 download

DESCRIPTION

.

TRANSCRIPT

  • Quiz el verdadero Carlos Beneski, terente de lance-ros hngaros, teniente coronel de hsares prusianos al servicio de Napolen, haba muerto en Waterloo, y quien se desempe en Mxico como confidente del Emperador Iturbide, no sera sino uno de los distintos Beneski que intervinieron en la guerra de liberacin de Polonia, sin embargo, para los fines de este relato -ese dato sustantivo no cuenta-, como no lo hiciese cuan-do la gran mayora de los mexicanos que haban jurado lealtad al Emperador lo abandonaran a su oscura suerte en Livorno, condenado al exilio, mientras que el fiel Beneski permaneci "en pie en un mundo de ruinas".

    Beneski, Benecke, Benechi estara por fin orgulloso del brillo de sus botas, aim cuando stas desentonaran con un ejrcito cuya tropa iba mal calzada, andando en huaraches o trotando descalza. El polaco prusiano que lleg a pertenecer al I Regimiento de Hsares de Guardia (Leib-Husarn), mejor conocido como el de los hsares negros, repas brevemente los acontecimientos jue lo haban llevado a servir a im pas extrao que se empe-cinara en negar su destino de grandeza, como si slo sir-viera para la abyeccin, segn lo haba visto de manera palpable en el ruinoso estado en que se encontraba la otro-ra poderosa Nueva Espaa. La industria, la minera y el comercio estaban en quiebra, el tesoro vaco, se contraan deudas que no se podan pagar; (males que desconoca que se haran crnicos hasta los vestigios de lo que algu-na vez fuera la nacin mexicana), mas Beneski se haba enamorado del violeta brillante de las bugambilias y del morado de los rboles de Jacaranda, desde que los vio en un libro de botrca durante su breve estancia en Es-tados Unidos, donde lo confundi que al nombre vulgar de la nochebuena se aadiese el cientfico depoin-setta (ya se enterara para su desgracia de las malas artes de Joel R. Poinsett).

    El directorio de oficiales napolenicos, que haba sido arrojado como una espuma negra por la sociedad, lue-go de la derrota de Napolen, quien encarn para el

    118

  • miembro del Leib-Husaren, el smbolo del guila, "el poder de volar y fulminar, de elevarse para dominar y destruir lo inferior", haba comisionado al oficial polaco para que buscara vma nacin con las suficientes perspec-tivas de riqueza y extensin como para poder resistir las asechanzas europeas, luego de que se liberara a Napolen de Santa Elena. Beneski (al que as llamar), eligi Mxi-co al tiempo que se estableci en Estados Unidos para en-terarse de los avances de la insurreccin mexicana. El soldado que haba roto con su sangre, su familia y su patria como un desamparado de aquellos gloriosos soli-tarios que el cautiverio de Napolen haba echado al mundo a rodar, pretendi pasar desapercibido en Nue-va Orleans, capital para Amrica de la conspiracin francmasnica.

    Inevitablemente, llam la atencin de los parroquia-nos del Hotel el Banjo. De complexin atltica, con una cicatriz que le cruzaba el mentn, de ojos cafs, grandes y expresivos, el oficial no pudo disimular la rgida escuela prusiana en la que haba sido formado, como tampoco su fervor napolenico que se delatara cada vez que rebasa-ba la quinta botella de tinto. En el restaurante, una mu-jer lo observ con cuidado, como si cumpliera con alguna consigna. De ojos verdosos, talle esbelto, piernas largas, senos de manzana, labios sensuales. Clrela Borghese haba sido enviada por la masonera yorkina de Mxico con el propsito de que siguiera los pasos del sospechoso extranjero y mantuviese informada a la logia central de sus relaciones, particularmente con los amigos del "traidor" Iturbide. Una noche en que Clareta haba acen-tuado su escote y en que se dibujaban sus piernas como sus tobillos gruesos, cubiertos por medias negras, Beneski haba ya ingerido tres botellas de vino rojo. Al mirar los ojos verdes de la espa italiana, tuvo como vma sombra del recuerdo verdinegro del ondulante ro Potomac en Was-hington, en las partes ms cubiertas de ramajes, de algu-na escoria, de pedazos podridos de mascarones, donde las gaviotas descienden en vuelos rasantes, que en el len-

    119

  • guaje rnico se relacionan con los viajes y el amor filial. Pas, a travs de las pestaas espesas, de los ojos que re-clamaban ya im amor, ms all de s misma y de su pro-pia conveniencia, a la imagen fugaz del canal Towpath, imo de los brazos del Potomac, a bordo del barco de va-por Georgetown, donde contempl el reflejo iridiscente del ro que ahora se apareca en los ojos de Clareta y que en Washington tendran el azul del almirante Samuel Francis Du Pont, quien le propuso organizar infructuo-samente, tm cuerpo de caballera que apoyase la secesin tejana de Mxico.

    Beneski retom sus recuerdos y los guard en su mo-chila de campaa para mirar a la italiana, abrigando la certidumbre de que sta fatalmente haba abdicado de s, pese a la tortuosa voluntad de la intriga que despren-diese de su ser un aura de irresolucin. Ella amara al hsar negro para abandonarlo ima tarde de nubes como islas, campos nevados, lneas doradas, monstruos mari-nos, bustos que se desmoronaban, dunas azules que se fugaran; cuando ella, arrepentida crey, que lo perdera para siempre.

    En sentido estricto, no fue el encargo de los oficiales napolenicos el que le hiciese viajar a Mxico, tampoco la tensin espiritual de la aventura a la que haba consagra-do su vida, sino el paisaje visto en algunas postales y a travs de varios sueos en los que haba vislumbrado la creacin de un gran Imperio, que reconstruira el sue-o napolenico, hundido en el limo en Waterloo. Cuan-do el guila imperial fue dominada por el graznido lgubre de la lechuza, "ave de las tinieblas y de la muer-te", que l escuch sobre el estruendo de la fusilera al ser aniquilada la Vieja Guardia, con su lema: "La Guardia muere, pero no se rinde". Por esos das de incertidum-bre, el padre Correa, agente del general Anastasio Busta-mante, quien pidi en su testamento que su corazn fuera enterrado al lado del cuerpo del Emperador Iturbide, como un soldado fiel a la causa, dej varios mensajes al coronel Beneski. Ambos se reunieron en un privado

    120

  • donde Correa, de cuerpo magro, escurridizo y casi invi-sible, le cor\fi las ltimas noticias ocurridas en Mxico. La proclamacin al trono de Agustn I y el deseo de su Majestad Imperial de que ste se sumara a su guardia, puesto que im oficial con mritos tan reconocidos por sus condecoraciones en las campaas de Francia, Inglaterra y Rusia era necesario en la formacin del Ejrcito Impe-rial mexicano, ya que no haba mucha distancia entre las instrucciones de origen prusiano a las que se incorpor la inantera espaola y, por ende, el ejrcito novohispa-no y su propia educacin en una escuela de exigente disciplina y sacrificio.

    El padre Correa, con su alzacuellos, ya haba sido ob-servado por Clareta Borghese quien, sin saber an por qu exclua de su informe el nombre del coronel Beneski para describirlo en trminos ambiguos como "un oficial quien estuviera al servicio del tirano Napolen y cuyo aspecto y acento haran pensar que procede de Alema-nia". Esta falta de precisin, inusual en una espa tan avezada, daba testimoro de cmo Beneski se le haba grabado como im rayo en el corazn, al punto que su in-fortimio dependera de su propia inconsistencia y de la desercin de su alma, abandono que llegara a vencer pese a s misma. Esa noche toc con dedos febriles la masa espesa de los vellos de su pubis y vio en el espejo el en-durecerse de sus pezones azafranados.

    La logia yorkina de Nueva Orleans, Oliverio Crom-well presion en Washington para que fuera expulsado el padre Correa y el extranjero que lo acompaaba. El forastero lleg a ser confundido con el barn alemn Anastasio von Rosemberg, quien servira bajo Agustn I, error de graves consecuencias para el que sera im muy prximo camarada de armas del coronel Beneski. El ge-neral Anastasio Bustamante, alarmado por las noticias de la expulsin del padre Correa, as como por la virulenta oposicin del congreso a Iturbide, decidi viajar al toda-va entonces muy extenso norte del pas, con el propsi-to de comentar al Emperador lo que podra esperarse de

    121

  • los enemigos. El bando iturbidista empez a desesperar-se de que no se tomaran medidas de fuerza y que la mag-nanimidad del Emperador pudiera interpretarse como sntoma de debilidad; mas an si se consideraba la in-fluencia determinante de Iturbide sobre el pueblo y el ejrcito, misma que ste pareca ignorar, sumergido en la ms fallida de sus profecas: "(he) construido im obstcu-lo que previno el derramamiento de chorros de sangre" y adormecido, a veces, entre las piernas duras y los senos frondosos de Mara Ignacia Rodrguez de Velazco.

    En un pueblo de Tejas, cuya suerte ya preocupaba a Beneski, quien inform al general Anastasio Bustamante sobre los peligrosos planes del almirante Du Pont, los cuales slo eran im fiel reflejo de las prfidas ambiciones anglosajonas contra el Imperio mexicano, estrech su re-lacin con el general Bustamante con quien comparta la entrega fervorosa hacia la causa de Iturbide. En las tar-des, cansados de las dos linicas tabernas del lugar, bebe-ran un mezcal trado de Oaxaca que llev Bustamante como uno de sus ms preciados tesoros; disfrutaran de un patio espaol, en una de las casas ms grandes; practicaran im juego que recin trajera Benesky de las campaas napolenicas y que haba alcanzado populari-dad en Europa, llamado "ruleta rusa".

    Benesky, despus de haber ingerido media botella de mezcal, invit al general Bustamante a que empuara el revlver, cargado con una sola bala, haciendo girar el ci-lindro para disparar, cada quien una vez, con el can del arma apuntado a la sien. Semejante diversin se prolon-g durante una semana, en previsin de que se agotaran las reservas de mezcal y fuera imperioso regresar a la capital donde la situacin tendera a agravarse. Los agen-tes de la espa italiana, Clareta Borghese, no podran obtener ms informacin que la muy oscura de que; "en-cerrados y bebiendo aguardientes jugaban a la "ruleta rusa" (juego que nadie ha visto) y daban vivas a Iturbide"

    A su llegada a la ciudad de Mxico, Carlos Beneski lle-v consigo varios ejemplares de la Gaceta Imperialy una

    122

  • relacin annima del milagro del Tepeyac. Decidi en-caminarse a la capilla del Pocito, antes que a la Casa de la Moneada, residencia de la familia Iturbide. Indepen-dientemente de su odio por el absolutismo, haba logra-do preservar sus creencias catlicas de raigambre polaca en el domiro protestante de Prusia, aimque nunca se ca-racteriz por la "mochera" provinciana a la que juzga-ba como vma especie de masonera al revs. Mas estaba consciente de que todos los reinos de la tierra tienden a sucumbir, que no hay gloria que los hombres crean per-durable la cual no sea derribada, y que los cimientos del Imperio ms poderoso acaban fatalmente en la ruina.

    Subi la escalera, rumbo al Pocito, cruzando los arcos cubiertos por las enredaderas, bajo el signo de Malinali. La luna, con un girn desgarrado de nubes grises que la cubran, an luchaba contra el despertar naranja del ama-necer. Percibi el silencio de la ciudad entre las sombras moradas que se dibujaban en los arcos, la masa de los durmientes a los que siempre haba despreciado, los cua-les alzaran las sbanas sobre sus pesadas cabezas ale-targadas, como el sudario de su muerte, sin que la displi-cencia del coronel pudiese turbar su eterna somnolencia y sus ronquidos. Alcanz a comprender, cuando lleg a la capilla del Pocito, que la aparicin de la virgen de Guadalupe, tal como lo haba ledo, constitua un privi-legio de esa raza mestiza y criolla, poseedora de vm enor-me territorio, dada a la molicie, incapaz de vm esfuerzo tenaz, y menos, de la exigencia que caracteriza a los me-jores. Guadalupe era el ms grande de los favores divi-nos, -se dijo para s- que al parecer se empearan en rechazar los mexicanos con la misma inconsciencia que a su destino imperial. Or y resolvi servir hasta la muerte al Emperador, como antes lo haba hecho con Napolen.

    Visit la Casa de la Moneada para besar la mano del li-bertador de Mxico, jefe del Ejrcito Trigarante, creador de la bandera nacional y Emperador Constitucional del Imperio Mexicano, el cual se extenda desde el norte de

    123

  • San Francisco hasta las provincias de Amrica Central. Iturbide lo impresion tanto por su experiencia y tacto como por su porte: "Era relativamente joven (treinta y ocho aos), atltico, de postura militar. En la conversacin se mostraba "ameno, varonil, sencillo y directo". Para Iturbide, que saba atisbar el alma de quienes le servan, Beneski "era de una sola pieza, hombre fervoroso, sensi-ble e inteligente, cuya lealtad est unida a su sangre, a veces un tanto arrebatado". Durante la entrevista, los agentes de Clareta Borghese se llevaron otro fiasco, pues Beneski, en lugar de hablar de los peligros que vea asechaban desde el Potomac al naciente Imperio, exalt la belleza del amanecer en la ciudad de Mxico y la reve-lacin mstica del Pocito que soseg su inquietud. El Em-perador refiri como su invocacin a la Guadalupana lo haba iluminado en la batalla decisiva, en Lomas de San-ta Mara, en que derrot a Morelos, gracia por la cual fun-d la Orden Imperial de Guadalupe. Una vez ms, los agentes transmitieron sus mensajes temiendo de antema-no la ira de la italiana; pero sta descubri en esa visita al Pocito imo ms de los signos que hacan de Beneski un hombre nico, particularmente cuando lo comparaba con los frivolos polticos, los chicos bombn y los artistas del banjo que haba conocido. Se saba conquistada y no que-ra admitirlo como si tratara de escapar del filo del sable en una carga del hsar negro en cualquier bosque, y ms precisamente en el bosque de su alma. Beneski que igno-raba el inters que haba despertado en la masonera yorkina, luego de su entrevista con Iturbide fue a beber con oficiales y sargentos litros de curado en la pulquera El Gorjeo.

    Clareta Borghese, cansada de la ineficacia de sus agen-tes, consider necesario viajar a Mxico para darle cuenta directa de la situacin e informar al gran maestre Valentn Gmez Paras as como a Lorenzo de Zavala, quienes tenan peridicas reuniones con el ministro ple-nipotenciario de Estados Unidos en Mxico, Joel R. Poinsett. La espa italiana se afan en lograr una invita-

    124

  • cin a uno de los bailes de la Casa de la Moneada, mien-tras que Poinsett daba rdenes para que se tendiera una emboscada al extranjero, que por los confusos informes de Clareta an era identificado con el barn alemn Rosemberg. Los criminales deberan actuar con sigilo, acuchillndolo para fingir im asalto. Se preparaba as la cada de Iturbide, vinculada la francmasonera con los intereses de Estados Unidos. En la corte imperial se anun-ci la llegada del coronel Carlos Beneski, quien luego de rendir honores a sus Majestades Imperiales sera acapa-rado por Clareta, quien le record su estancia en Nueva Orleans. El polaco prusiano comprendi que la pasin de la italiana era distinta que aqueas carnes que se haban abierto a su deseo en los olvidados lechos de campaa, o aun en suntuosas habitaciones que tambin haban des-aparecido de su memoria.

    De manera brusca, la italiana lo invit a pasar a su al-coba donde ella misma se sinti desconcertada al poner en riesgo ima misin tan delicada. Esa noche en que sus cuerpos se fundieron, la sombra de su pubis, sus pezones azafranados, sus piernas largas y esbeltas, sus ojeras que parecan marcadas con polvo de nix agrandando sus ojos verdes, dejaran de pertenecerle. Beneski haba pe-netrado en la alcazaba de su ser, las defensas haban sido barridas por el viento y el fuego de sus sangres. Desde ese momento, Clareta viviria por Beneski como no haba que-rido, con una voluntad de sufrimiento e incondicionali-dad, como la piedra verde del jade que ata las vidas hasta la muerte.

    En la pulquera El Gorjeo, Beneski se entrevist con el barn alemn Anastasio von Rosemberg con quien haba entablado muy buena amistad, desde que, descu-bri cmo el barn dominaba el arte de la lectura rica; arte que se haba perpetuado en el ejrcito prusiano como una herencia vikinga. Al tomar Rosemberg las runas, aparecieron dos muertes que podran ser tres (ya que sta ltima estara decidida por el propio sujeto). El barn sin-ti que alguno de los dos iba a morir y rez para que la

    125

  • muerte no tocara a ninguno de sus amigos. En las rimas que "eligi" Beneski, - e n una modalidad secreta de la llamada tirada de Odn- se encontr "Haegl" (el granizo, smbolo de penalidad), el largo naufragio napoleni-co, anunciado por el graznido de la lechuza en Waterloo; "Gyfu" (la ofrenda) su servicio con el Emperador, quiz su propio sacrificio y "Sigel" (el smbolo del sol y del vue-lo del guila), -la luz en que el destino se funda-, la glo-ria del Imperio mexicano, el combate de la nobleza heroica, del "principio espiritual y celeste en lucha con-tra el mundo inferior". Sin embargo, una runa qued sin ser leda, dado que se les Uam con urgencia, "Isa" (el de-monio del hielo), que sigrf ica el veneno puesto en la copa de vino, -la traicin-, el manto quebradizo del hielo que puede tragar de forma sbita al caminante, en donde la cada es definitiva y mortal.

    Al salir de la pulquera, cuando empezaban a propa-garse rumores sobre la abdicacin del Emperador, ambos camaradas decidieron dirigirse a sus imidades. Se ente-raron entonces de que el Plan de Casa Mata haba provo-cado nuevas sublevaciones militares y que el congreso haba considerado la elevacin al trono de Iturbide pro-ducto de la fuerza. Antes de separarse, escucharon de parte de sus correos que al salir Iturbide de Tacubaya a Tulancrngo haba sido aclamado por las tropas con gri-tos de "Viva el Emperador!". Al separarse, el barn Rosemberg se encamin hacia un refugio que los iturbidistas haban preparado para intentar el rescate del Emperador; al pasar por el Salto del Agua, sinti que dos tipos lo seguan pero no les dio importancia, ensimisma-do en las terribles noticias recibidas. La punta del pual se clav en la espalda; el barn von Rosemberg que ha-ba enfrentado cara a cara a los mejores ejrcitos de Eu-ropa cay ensangrentado sobre su capote militar. Por un tiempo los yorkinos creyeron que Beneski haba sucum-bido a la cuchillada de la traicin.

    Los aciagos acontecimientos seran para Beneski, pa-radjicamente, una prueba de que la estrella de Iturbide

    126

  • segua brillando, amque todo indicara que sta se haba apagado, en medio de la persecucin, la opresin y las tinieblas. En la fragata inglesa Rawlins, rumbo a Livor-no, el Emperador y uno de sus hijos tomaron un licor preparado por su enemigo acrrimo, el fraile dominico Jos Mara Marchena, de manos callosas y mirada torva, bebida que les provoc una parlisis facial que persisti-ra algn tiempo. Pero el veneno del odio fue el que ms se virti contra el Emperador. Ms tarde, Beneski lo alcan-z pasando por su natal Polonia, en viaje de Italia a Ingla-terra. Protector de la familia imperial, que se haba visto forzada a rematar sus caballos, as como tambin sus muebles y distintas alhajas, pues el congreso nimca cum-pli con la pensin que le haba asignado, Beneski, llega-ra hasta Bath, ya que Iturbide no soport el ruido de Londres, ni sus feos edificios "carentes de grandeza", mucho menos su intensa actividad mercantil por lo que lo llam Babiln. El Gran Ducado de Toscana no haba podido proteger al Emperador y ste enterado de los planes de reconquista de Mxico por parte de la Santa Alianza, estaba dispuesto a regresar cuanto antes a su patria amenazada.

    Beneski -como Simn Bolvar- advirti claras analo-gas entre el destino de Napolen y el de Iturbide: "Bo-naparte en Europa e Iturbide en Amrica son dos hombres prdigos, cada uno en su gnero, que present la historia moderna".

    El hsar negro vivi junto al Emperador las cinco es-taciones de su personal Va Crucis, desde su desembar-co en Soto la Marina hasta su fusilamiento en Padilla. La traicin del general Felipe de la Garza; "la digidad he-roica habitual" con la que recibi la notificacin de su muerte; su garbo al montar que facilitara su identifica-cin: "O se es Iturbide o el diablo en su figura"; su pos-trero saludo al pueblo y al ejrcito; su rechazo a todos los cargos que le imputara el congreso, afirmando que igno-raba el decreto de su proscripcin as como el desconocer cul era el crimen atroz por el que mereca tan cruel pro-

    127

  • videncia; el reparto de tres onzas y medias de oro a la tropa que lo iba a fusilar; su ltima recomendacin al fiel hsar: "Beneski, reconcilate con Dios Todopoderoso". Desde su celda, situada a irnos 60 pasos del sitio de la eje-cucin, Beneski grit reclamando su muerte, exigiendo ser fusilado junto con el Emperador y en su desespera-cin, mir la nube violeta que oscureci el sol en el mo-mento de la descarga y escuch el grazrdo lgubre de la lechuza que anunci la muerte.

    Beneski, quien por su fidelidad a la causa imperial se-ra cuatro veces encarcelado, tres veces sujeto a la orden de deportacin y por cuya vida abog el barn von Hum-bolt, saldra al exio conducido a Nueva Orleans. All esper mejores tiempos sin saber que las runas se cum-pliran implacablemente. En una taberna que estableci cerca de los muelles, reencontr a la espa italiana, quien haba renunciado con grave peligro de su vida al rito yorkino y a su siniestra influencia sobre Mxico, luego de que abandon al hsar negro cuando todo era confusin y las lealtades ms frreas se quebrantaban para dejar solo al Emperador frente al infortunio. Afectada por el vmi-to negro que contrajo en la costa, dedic sus ltimas fuer-zas a servir a Beneski, con esa pasin incontenible que haba tratado en vano de erradicar, huyendo intihnen-te de lo mejor de s, de los colores luminosos de su alma. Una banda de msicos negros que tocaban el banjo, acompa el atad de Clareta Borghese hasta el cemen-terio que daba al mar. Fue sepultada en tierra sagrada y Beneski perdi a su caudillo y al amor de su vida entre los dolores que le impona el cumplimiento de su desti-no. Retom entonces a su patria adoptiva, puesto que los informes sobre la sublevacin de los tjanos eran cada vez ms alarmantes.

    Posteriormente, form parte del estado mayor del g e neral Antonio de Santa Anna, convencido de que la insu-rreccin de los traidores tjanos era mucho ms peligrosa que la fallida invasin del brigadier Barradas, contra la que haba luchado al lado del muy voluble e histrini-

    128

  • co Santa Anna. Vio un ejrcito desnutrido, harapiento, sin formacin militar, psimamente armado. A todo ello se svmiaba el desorden general del pas. Sostuvo una violen-ta discusin con el general Santa Arma, en la que pudo escucharse cmo el general lleg a gritar: "a la chingada Beneski!", -arrebatos que le eran conocidos-. En la noche entr a la iglesia en Saltillo, ltimo punto en que se reiman las tropas y escuch embelesado el coro del tem-plo o quiz era el eco del coro de la iglesia de Pomerania cuando nio. Mir el retrato de Clareta y se encamin a su cuarto en vma casa requisada, habiendo dado instruc-ciones para que nadie lo molestara. Haba sido atravesa-do por tres estiletes y su cuerpo estaba contaminado por tres venenos: el fusilamiento del Emperador, perpetrado por su propio pueblo; los pezones de Clareta, irrecupera-bles, como peces dorados que nadaran en el fondo del mar y la maif iesta ineptitud de los mexicanos para man-tener la voluntad imperial. Tom el revlver que le recor-d aquellos das agradables con el general Anastasio Bustamante cuando jugaban a la "ruleta rusa", al comien-zo de su aventura, bebiendo mezcal en el calor del desier-to. El estruendo del balazo reson en el cuartel. Las cachas de marfil del revlver llevaban grabado el Escudo Impe-rial Mexicano, nica herencia de quien dijo llamarse Char-les de Beneski de Beafourt, del polaco prusiano que no qued clavado en las bayonetas sobre el limo de Waterloo, el genuino Beneski que se suicid en Saltillo.

    129