el impacto de la globalización en la Ética mundial

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El Impacto de la globalizaci ón en la ética mundial febrero 18 2015 Bryan Ariel Dormes Rivera 201220030075

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Page 1: El Impacto de La Globalización en La Ética Mundial

febrero 18

2015Bryan Ariel Dormes Rivera 201220030075

Page 2: El Impacto de La Globalización en La Ética Mundial

A lo largo de la historia, la ética no fue muy bien vista en aspectos económicos,

dado que los negocios se hacen por dinero. Ese fue siempre el único objetivo…

obtener ganancias monetarias.

Cuando hablamos de ética, nos referimos a la práctica de las buenas costumbres,

de los Buenos hábitos, de los valores morales, de hacer bien las cosas tomando

en consideración el bien común de personas y naturaleza.

Sin lugar a dudas, el mundo sigue siendo mundo, porque también hay personas

mal intencionadas, egoístas y de muy poco valor por la vida. Pero si la mayoría

actuamos éticamente, entonces ellos no serán un problema.

La sociedad está viviendo la globalización en su máxima expresión, provocando la

urgente aplicación de valores y principios fundamentales para evitar mayores

efectos en la economía de los países.

La ética ayuda a reflexionar acerca de los valores y las conductas que permiten

asumir responsabilidades de manera efectiva con respecto al entorno social y

empresarial entrando en el renglón la responsabilidad social y su evolución en el

emprendedor social.

Definitivamente representa grandes retos para los líderes del siglo XXI y la misma

promueve un mundo más abierto, competitivo y desafiante. Por motivo del

fenómeno de la globalización la economía tradicional sufre grandes cambios que

demandan nuevas opciones y estrategias que permitan potenciar ideas, proyectos

e inversiones siempre y cuando estas comprendan las condiciones de una

economía globalizada.

Las cuatro características con que cuenta una economía global:

-No tiene fronteras gracias al desarrollo de las telecomunicaciones las cuales no

establecen fronteras ni límites.

-Por ende es invisible

-Esta tecnológicamente conectada

Page 3: El Impacto de La Globalización en La Ética Mundial

-Se mide en múltiplos que son los que siempre ven al futuro y materializan sus

ideas y deseos

La globalización es un proceso imparable el cual está impulsado por la tecnología

y el afán humano y económico por romper las barreras, donde el que dirige es el

dinero quien es carente de toda sensibilidad ética y tiene como característica de

excelencia las injusticias sociales. En este entorno de competitividad y

consumismo los directivos de empresas necesitan afianzar sus valores, creencias

y hasta su propia personalidad para no perder la correcta orientación.

Es ahí donde se pensó en GLOBALIZAR LA ETICA. Lo que quiere decir que

debemos considerar aspectos sociales antes de tomar decisiones económicas.

Por ejemplo, si se quiere abrir una maderera, debe tenerse en cuenta que por talar

un árbol hay que sembrar 2 más. O si se quiere montar una fábrica de cualquier

tipo, esta debe tener una buena disposición de sus desechos, de tal modo que no

perjudique la naturaleza ni los habitantes.

Personalmente, interpreto el impacto de la ética mundial en el ser humano como

algo positivo y que de seguir preocupándonos por nuestra especie, nuestros

recursos, y nuestra naturaleza viviremos en paz por mucho tiempo, y ojala que se

tome muy en serio el asunto de las decisiones éticas en todo lo que hagamos y

podamos de una vez vivir en un mundo menos lleno de problema.

Por muy limitadas localmente que sean nuestras intenciones, erraríamos si no

tuviéramos en cuenta los factores globales, pues pueden decidir el éxito o el

fracaso de nuestras acciones. Lo que hacemos (o nos abstenemos de hacer)

puede influir en las condiciones de vida (o de muerte) de gente que vive en

lugares que nunca visitaremos y de generaciones que no conoceremos jamás.

Seamos conscientes o no, éstas son las condiciones bajo las que hacemos hoy

nuestra historia común. Aunque buena parte (y muy posiblemente toda o casi

toda) la historia que se va tejiendo dependa de decisiones humanas, las

condiciones bajo las que se toman estas decisiones escapan a nuestro control.

Page 4: El Impacto de La Globalización en La Ética Mundial

Una vez derribados la mayoría de los límites que antes confinaban nuestra

potencial acción a un territorio que podíamos inspeccionar, supervisar y controlar,

hemos dejado de poder protegernos, tanto a nosotros como a los que sufren las

consecuencias de nuestras acciones, de esta red mundial de interdependencias.

No se puede hacer nada para dar marcha atrás a la globalización. Uno puede

estar 'a favor' o 'en contra' de esta nueva interdependencia mundial. Pero sí hay

muchas cosas que dependen de nuestro consentimiento o resistencia a la

equívoca forma que hasta la fecha ha adoptado la globalización.

Hace sólo medio siglo, Karl Jaspers podía aún separar limpiamente la 'culpa

moral' (el remordimiento que sentimos cuando hacemos daño a otros seres

humanos, bien por lo que hemos hecho o por lo que hemos dejado de hacer) de la

'culpa metafísica' (la culpa que sentimos cuando se hace daño a un ser humano,

aunque dicho daño no esté en absoluto relacionado con nuestra acción).

Esta distinción ha perdido su sentido con la globalización. La frase de John Donne

'no preguntes nunca por quién doblan las campanas; están doblando por ti'

representa como nunca la solidaridad de nuestro destino, aunque todavía esté

lejos de ser equilibrada por la solidaridad de nuestros sentimientos y acciones.

La Ética Empresarial en la globalización.

Durante mucho tiempo, ética y empresa han sido conceptos que se han movido en

planos de la realidad distintos. La ética se ha vinculado con lo que cada uno cree

que está bien o mal. Otros la definían como un modo de ser, de estar y de actuar

ante la realidad circundante. O incluso, como el arte de hacer las cosas bien

desde todos los puntos de vista posibles. La empresa, por el contrario, se ha

concebido como un ente objetivo, siendo una institución ligada al beneficio, y por

tanto, que requiere de criterios económicos y no morales.

Page 5: El Impacto de La Globalización en La Ética Mundial

Hoy en día la situación ha evolucionado. Congresos, conferencias o medios de

comunicación se ocupan de nuevo de unir las palabras ética y empresa, en

concreto al hablar de la ética empresarial.

Alrededor de los años 50 del siglo XX, debido a la aparición de los modelos

teóricos que desembocaron en las primeras escuelas de dirección de empresas,

se produjo el primer encuentro entre la ciencia ética y las teorías de la dirección.

Es entonces cuando se comienza a concebir a la empresa como una comunidad

de personas. Se desarrollan las teorías de la responsabilidad social; se introducen

los criterios de justicia en el reparto del valor económico añadido.

En los años siguientes en los que la oferta de formación empresarial creció, con el

influjo de los modelos anglosajones de dirección que pasaron a dominar el mundo

occidental y en consecuencia, España también, pareció que la ética estaba

ausente, y el positivismo y el pragmatismo dejaban poco espacio a las teorías

humanistas. Se puede afirmar que hay un paréntesis en el desarrollo de la ética

empresarial en España y en el mundo occidental hasta los años setenta y ochenta

del siglo XX.

Es a partir de este momento cuando se comienza a experimentar un proceso

profundo y acelerado de cambios, sin precedentes en la historia de la humanidad.

Este cambio es voraz, complejo, turbulento e imprevisible, que llega de forma

avasalladora y alcanza todos los segmentos de la sociedad. Tales mutaciones

imprimen un dinamismo tecnológico y científico, y las consecuentes revisiones de

valores, de forma jamás vista que alcanzan en pleno nuestra vida cotidiana y el de

las organizaciones empresariales.

La concepción de las empresas ha cambiado mucho en los últimos años, lo que

ha llevado a considerar que tienen una seria responsabilidad moral para con la

sociedad, independientemente de las responsabilidades individuales de sus

miembros:

Page 6: El Impacto de La Globalización en La Ética Mundial

El papel de las organizaciones como núcleo básico de las sociedades pos-

capitalistas, que hace indispensable una ética de las organizaciones para devolver

la moral de la sociedad.

La toma de conciencia de que la ética constituye una exigencia impuesta por la

propia viabilidad del sistema económico en su conjunto. Si el comportamiento

inmoral se convierte en norma acaba con la confianza y la lealtad, provocando

importantes disfunciones en el mercado.

La existencia de una conciencia de la solidaridad (el mal que se hace siempre

perjudica a alguien) y una conciencia de la alteridad, que no lleva a no hacer a los

demás lo que no deseamos para nosotros.

El miedo a la mala imagen y a las sanciones legales, que pueden derivar para la

organización el descubrimiento de su falta de ética, etc.

No puede por tanto concebirse la actividad de las organizaciones al margen de la

ética o regida por unas reglas del juego diferentes que justifican actuaciones

inaceptables desde la perspectiva de la moral individual.

Los grandes rasgos que caracterizan a la economía global y mundializada en la

cual nos desenvolvemos hoy en día son los que se nombran a continuación:

La nueva situación económica se basa en el libre mercado de manera indiscutible.

El marco presente de la economía mundializada se centra en una dimensión

internacional y en la apertura de los mercados (de productos, de factores y

capitales), frente a posturas proteccionistas.

La globalización trae consigo un incremento de competitividad entre las empresas

para conseguir adaptarse a las nuevas situaciones. Esta adaptación consiste en

reducir todo tipo de costes, apostar por la innovación tecnológica, flexibilizar los

contratos de los trabajadores, etc. Un claro ejemplo de este aumento de la

competitividad aparece en la creciente ola de fusiones, adquisiciones y alianzas

estratégicas y, en caso contrario, en el esfuerzo en crecer diversificando o

invirtiendo en abrir nuevos mercados.

Page 7: El Impacto de La Globalización en La Ética Mundial

La velocidad a la que se dan los cambios tecnológicos y organizativos no tiene

comparación a la de etapas pasadas. La microelectrónica, la biotecnología, los

nuevos materiales, las nuevas herramientas de gestión hacen que las empresas

teman el quedar anticuadas dado la rapidez a la que se producen los cambios.

Las economías industriales según entran en la dinámica de una competencia

mundializada cobra mayor importancia el sector servicios.

Son las grandes empresas y globalizadas las que más facilidades tienen para

integrarse en esta economía globalizada porque tales compañías son

organizaciones con una coordinación centralizada de redes alrededor del mundo.

En definitiva, la economía globalizada se va a centrar en el mercado y se

fundamenta en el sector privado, alcanza todo el mundo, más competitiva y

conoce cambios más rápidos, y son las grandes empresas multinacionales las

principales protagonistas ya que cuentan mayores posibilidades de operar en

dicho escenario.

La Responsabilidad Social Corporativa podrá ser un verdadero factor de cambio

en la medida que tanto empresas como sociedades la incorporen y exija

recíprocamente. Y ello tiene que ver con el nivel cultural y la conciencia adquirida

por las sociedades, muy distintas según los contextos sociopolíticos.

Hay ahí una clara interacción: no puede pretenderse un comportamiento ético de

la empresa si la sociedad que la rodea tiene bajos niveles éticos y, a su vez, una

cultura empresarial que haya integrado la ética en la gestión de todos sus

procesos será sin duda punto de referencia ético para la sociedad de que se trate.

Por eso la importancia de que en todas las sociedades se vivan procesos

democráticos y, por tanto, valores fundamentales para la ética en general y la

Responsabilidad Social Corporativa en particular.

Si queremos vivir en un mundo más humano es ineludible para la empresa el

trasladar sus códigos y estándares éticos a todos los lugares donde opera. Pero

ahí nos encontramos con el tema de qué hacer cuando en países en donde

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desarrolla su actividad empresarial faltan legislaciones sociales o incluso se

vulneran claramente los Derechos Humanos. Evidentemente, lo deseable sería

que las empresas transnacionales ejercieran el papel de transmisoras de los

Derechos Humanos. Y que, por consiguiente, las empresas que aplican criterios

de responsabilidad social en sus países de origen deberían mantenerlos también,

en países con régimen autoritario y falto de libertades. Por otra parte, a pesar de

que las leyes y el sistema de un país puedan ser antidemocráticos e ilegales, las

políticas internas de una empresa deberían ser de respeto hacia los trabajadores y

grupos de interés, ofreciéndoles un buen ambiente de trabajo, buenas condiciones

laborales, salarios justos, formación, seguridad, etc.

Este fue el caso de la multinacional Shell en la España de los años 50, que tenía

incorporadas unas políticas sociales y laborales muy avanzadas en aquel contexto

(salarios más altos que la media en España, jornadas más cortas, semana inglesa,

y otra serie de ventajas como los desayunos a media mañana, café o té por la

tarde, revisiones médicas, ayuda de estudios, excursiones, ayuda en la compra de

vivienda, etc.). En definitiva, la Responsabilidad Social Corporativa tendría que ser

un parámetro de acción de las empresas en mercados globales, donde todas para

poder competir deberían respetar y cumplir ciertos estándares y normas globales.

Ante el problema de una globalización sin o con escasas reglas democráticas, no

cabe duda que se pone de manifiesto la imperiosa necesidad de avanzar hacia un

sistema de gobernabilidad mundial, que gestione la globalización de una forma

más humana y justa, evitando las grandes desigualdades que se producen y

haciendo llegar a todo el planeta la enorme riqueza generada. Y hablar de un

sistema de gobernabilidad mundial es hablar de la creación de organismos

transnacionales, organizados de forma democrática -y ahí se encuentra hoy por

hoy la mayor dificultad que sean capaces de hacer cumplir a todos los gobiernos

del mundo unos mínimos sociales y laborales y que corrijan las disfunciones de los

mercados globales. Este es el gran reto del s. XXI.

La aparición de legislaciones favorables y habilitadoras ha dado un impulso nuevo

a la ética empresarial, que ha comenzado a practicarse, sobre todo, como modo

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óptimo de gestión de riesgos. El gobierno de los EE.UU. ha sido el pionero en la

promulgación de estas leyes, aunque tanto por su fuerza política como por la

fuerza de sus multinacionales, las disposiciones jurídicas se han ido extendiendo a

los otros países del globo. Comoquiera que se interprete el fenómeno de la

globalización -imperialismo norteamericano o cumplimiento del sueño

cosmopolita-, subraya el hecho de que nuestros sistemas socioeconómicos,

culturales y políticos son cada vez más interdependientes. Los programas de ética

corporativa, en especial, los de empresas multinacionales, podrían tener una

eficacia extraordinaria -en ocasiones, incluso superior a las políticas estatales-

para efectuar mejoras en los distintos ámbitos de la vida en este mundo

globalizado.

Después de estos últimos desarrollos en la ética empresarial, hasta podría llegar a

pensarse que se ha resuelto por fin el conflicto eterno entre los valores morales y

los beneficios económicos. Resulta que el tener un buen programa de ética

corporativa no sólo puede emplearse como una ventaja competitiva en el

mercado, como un reclamo publicitario convincente ante los consumidores y los

clientes, sino que asegura también -en la medida de lo posible- mejores

rendimientos financieros para la empresa. Entonces es cuando se plantea un

nuevo dilema. No habremos “desvirtuado” la ética, instrumentalizándola para

conseguir mayores be vulgar táctica empresarial. Y nos habremos hecho pasar,

encima, como unos profesionales excelentes y unos ciudadanos corporativos

ejemplares.

No cabe una única respuesta, en principio válida para todos los empresarios y

todas las empresas, con respecto a estas dudas. Esta indeterminación se debe a

que las respuestas dependen de la intención con que cada agente de la empresa

realice su trabajo particular, dentro del esfuerzo común y coordinado de la

sociedad. Y dejando al margen la cuestión de sí podemos o no -y si podemos,

cómo- atribuir a una sociedad o empresa una “intención” y una “conciencia”

corporativas, está claro que en estos ámbitos nadie puede emitir un juicio certero

de ningún otro, excepto de sí mismo. Los demás no tenemos otra opción que

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esperar que no nos engañen. A falta de un aparato físico que reconozca y mida

objetivamente la intencionalidad, buena o mala, de las acciones, hay que saber

confiar en los demás, aunque sin olvidarse tampoco por completo de la prudencia.

A pesar de este último riesgo que acabamos de apuntar -que las empresas en

realidad “nos engañen” con sus programas de ética corporativa-, seguimos con

buenos motivos para aplaudir el advenimiento de esta ética empresarial de

segunda generación. Las buenas obras, por fin, se incentivan y se premian,

mientras que las malas se castigan y se sancionan, con la misma moneda con que

tanto las primeras como las segundas se realizan: el dinero. Con el cuerpo de

leyes que han entrado en vigor, cuyos beneficios económicos, no habremos

trivializado la ética, convirtiéndola en una adopción por los países se ha ido

generalizando, vamos cubriendo las condiciones mínimas de ética legalmente

exigibles en la empresa.

Desde luego siempre se puede -a veces, hasta se debe- hacer más para mejorar

la calidad ética de las personas, las empresas, los distintos sectores de la

economía, los países y la sociedad globalizada. Una vez hecha esta prevención

abogaría, no obstante, en primer lugar, por un mayor esfuerzo en cultivar la

“integridad” o la “unidad armoniosa de virtudes” en el carácter y en la vida de las

personas que trabajan en la empresa. En segundo lugar, prestaría atención a los

distintos aspectos de la “ética profesional”, ligada al tipo de trabajo -directivo u

operativo, en el nivel o área funcional que sea- que desempeñan las personas

implicadas. Por último, trabajaría por alcanzar un alto grado de coherencia, no sólo

entre la “ética personal” y la “ética profesional”, sino también entre estas dos y la

“ética corporativa” de la organización entera. En esto consistiría, idealmente, el

programa de acción para una ética empresarial de tercera y última generación.

Porque para evitar que la ética se reduzca a una inocua, hay que

“institucionalizarla”. Eso significa proveerla tanto de normas e incentivos como de

patrones o modelos de conducta ejemplares; implica traducir todos estos

elementos en “estilos de buen hacer” o una “cultura empresarial”, en definitiva.