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GERMÁN MARTÍNEZ CISNEROS 171 REVISTA DEL INSTITUTO DE LA JUDICATURA FEDERAL 171 CONSTITUCIONAL REFORMA

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GERMÁN MARTÍNEZ CISNEROS

171REVISTA DEL INSTITUTO DE LA JUDICATURA FEDERAL

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CONSTITUCIONALREFORMA

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El juez de control en México, un modelo

para armar

Germán Martínez Cisneros*

SUMARIO: I. Introdución. II. El estado actual de las ideas refor-madoras en materia de justicia penal. III. Principales carac -terísticas del sistema acusatorio. IV. �aturaleza del juez decontrol. V. Algunas experiencias de otros países. VI. Algunos co-nocimientos básicos que debe tener el juez de control. VII. Prin-cipales actos que en la práctica judicial les corresponde resolvera los jueces de control. VIII. Los jueces de control y los jueces dejuicio oral. IX. El juez de control y la política judicial. Conclu-siones.

I. Introducción

A menos de un año de haberse reformado la Constitución Política de nues-tro país para instaurar un nuevo modelo de justicia penal de corte acusato-rio adversarial, todavía se respira entre los futuros operarios del sistema unarelativa serenidad que se apoya en la certeza de saber que tenemos un plazoaparentemente cómodo para prepararnos.

Sin embargo, los estudiosos de este tipo de cambios están alarmadosante la manifiesta inercia. Es necesario, dicen, empezar ya por familiarizary sensibilizar a quienes tendrán un rol en el proceso, con los principios sus-tanciales del nuevo sistema; urge conocer las innovadoras (en México) ca-racterísticas de las partes procesales, pues la reforma va más allá de un mero

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* Juez Sexto de Distrito en el Estado de Sinaloa.

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cambio de postura jurídica; bien entendida va a tener una fuerza que deberemover las mismas estructuras mentales de quienes intervienen en el sis-tema de justicia penal. Más que implementar sólo un modelo legal, va a im-plementarse una nueva cultura de legalidad.

Una de esas figuras novedosas en nuestro país, en el proceso penal decorte acusatorio, es sin duda el denominado juez de control, cuya existenciaserá, siempre y cuando no se desvirtué su naturaleza, determinante para al-canzar los objetivos propios de un Estado de Derecho.

Para entender la figura del juez de control y los alcances de sus faculta-des, es necesario comprender a cabalidad el sistema de enjuiciamiento penalacusatorio adversarial, recientemente incluido en las reformas constitucio-nales. Y es que dicha figura sólo puede ser concebida en un modelo que seprecie de poner los derechos fundamentales de los gobernados y de las víc-timas en el primer nivel de jerarquía.

La adecuada comprensión de tales factores implica reconocer, por unaparte, que el modelo todavía vigente, si alguna vez funcionó (desde la ópticade la verdad y de la justicia), ya ha quedado evidentemente rebasado pues nogarantiza un mínimo de respeto y observancia de los objetivos que induda-blemente se persiguen en el seno de una sociedad fincada en un Estado deDerecho; son múltiples y muy diversas las razones que se expresan paraponer en evidencia el distanciamiento del proceso penal actual de los fines“conscientemente” establecidos por el Estado en las normas legales inter-nas e incluso por su adhesión a las disposiciones internacionales. Así, sehabla de que el modelo bajo el cual se enjuicia en México es, en la práctica,netamente inquisitorio, con evidente inclinación a una absurda presunciónde culpabilidad; con la misma preocupación se dice que el diseño del proce-dimiento penal que aún rige da lugar a grandes márgenes de impunidad y co-rrupción formidablemente aprovechados por algunos operarios del sistema.

Por otro lado, no basta con admitir lo obsoleto de las formas bajo lascuales se procesa en materia penal, esto es, sería incompleta la solución si nosquedáramos en la mera condena de un diseño sin proponer una mejor al-ternativa.

Pues bien, nuestra clase dirigente, en aras de dar respuesta a los clamo-res de la sociedad, propuso una posible solución no a todos, pero sí a losprincipales males que aquejan a nuestro sistema de justicia penal. Tal solu-ción se concretó en las reformas a nuestra Constitución Federal de junio de

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2008; sin embargo, los funcionarios que estaremos involucrados en el pro-ceso de cambio alcanzamos a percibir una cierta insatisfacción e increduli-dad, incluso se respira una franca angustia en la mayoría de las personas quevan a tener un rol activo en los nuevos juicios penales. Los juzgadores nosomos ajenos a esos males. He advertido que, en general, comentamos entrenosotros de los juicios orales con un cierto dolor reflejado en el rostro y enlos casos menos graves lo hacemos con un dejo de resignación. Si tenemosla oportunidad de hablar en público no perdemos la oportunidad de expre-sar severas críticas al nuevo modelo; a veces son apreciaciones sin funda-mento, vistas objetivamente son hasta pueriles en su esencia, pero que porlas ganas de escucharlas y a fuerza de decirlas con tanta vehemencia y conuna aparente lógica más basada en falacias, no dan lugar a contradicciones.Así se dice que la mencionada reforma es inadmisible, pues tuvo su origenen una burda negociación política; igualmente se critica por el hecho de quese advierten serias contradicciones en la exposición de motivos. ¿Y quién noha escuchado la clásica descalificación basada en la innegable tradición an-glosajona de los juicios orales? En la misma línea he escuchado opinionesque revelan un marcado esceptismo en cuanto a los beneficios que ahorapodría traer otorgarles “tantas garantías a los criminales”; tampoco creemosque pueda llegar a lograrse un Ministerio Público honesto y justo, respe-tuoso de los derechos fundamentales, como lo exige el novedoso formato; niqué decir de la policía. ¿Agentes que investiguen con técnicas avanzadas?¿Sin torturar, sin incomunicar, sin sobornar? Eso —decimos— no es posi-ble en México, es un idealismo.

A mí, como juez que soy, que a diario vivo el diseño actual de nuestroproceso penal, que me considero con la suficiente razón e inteligencia paraanalizar un texto legal y saber los alcances que puede tener en las accionesdiarias donde debe aplicarse, máxime si es de jerarquía constitucional, meparecen intrascendentes todos esos mitos o realidades que se cuentan res-pecto al cómo y al porqué de las reformas. Lo cierto es que existen tales cam-bios y yo, tomando en cuenta sólo el resultado plasmado en la Constitución,con la visión que pretende ser objetiva de un especialista del derecho y de lajusticia, los considero adecuados, razonables, técnicos, más apegados a unaforma civilizada y respetuosa de los derechos humanos, e incluso consideroque tendrán mayor eficacia desde la perspectiva de una política criminal in-teligente.

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Por otra parte, si consideramos que el nuevo sistema de justicia penal nova a funcionar porque los actuales operarios no estamos cultural e intelec-tualmente preparados, implica reconocer que estamos inmersos en un sistemamediocre y que es mejor seguir bajo esos parámetros para no dejar un ciertovacío. ¿Pero podríamos hablar de un vacío del que debamos preocuparnoscomo sociedad? Es explicable que en lo individual nos pudiéramos preocupar,pues corremos el riesgo de perder nuestro trabajo si no estamos a la altura,igualmente lo podrían perder muchos de nuestros conocidos. Sin embargo,eso no es algo que deba tener prioridad, si lo que realmente importa es ins-taurar un sistema que pondera los conocimientos técnicos, el respeto a los de-rechos fundamentales, el compromiso ético, la razón, la inteligencia.

Además, si eternamente vamos a estar solapando e incluso premiandola incapacidad, entonces nunca vamos a tener avances significativos en nin-gún aspecto de importancia para nuestra comunidad. En resumen, no po-demos descansar la permanencia de un sistema en argumentos tendenciosos,desprovistos completamente de sentido.

Así pues, si no ponemos nuestro esfuerzo y compromiso, si dejamospasar acciones alejadas del sentido marcado por las reformas, sin un mínimode exigencias, entonces aquello que en otras latitudes es parte de la técnicajurídica aplicada de ordinario por defensores, fiscales, policías y juzgadores,en nuestro país lo seguiremos considerando una idea irrealizable, un sueñoal que no tenemos derecho y, en el mejor de los casos, de una expectativa dederecho cuyo cumplimiento sólo podrá exigirse cuando se reúnan ciertascondiciones.

Ciertamente, no estamos preparados para el nuevo sistema, eso es in-negable, incluso es preciso partir de esa realidad. Ahora lo que sigue es pre-cisamente capacitarnos y ver que los demás hagan lo mismo en la medida enque como jueces calificamos o descalificamos sus acciones. En ese punto laactitud (y compromiso) de los jueces, sobre todo de los de control, va a sermuy importante durante el desarrollo de los procesos bajo el modelo acusa-torio, pues conforme a sus nuevas facultades, tendrán injerencia en activi-dades de otros operarios (investigadores, agentes del Ministerio Público), y loque va a valer es que realicen su labor con total apego a las disposicioneslegales, que ahora, con las reformas, van a ser indudable y manifiestamentegarantistas; lo cual va a redundar en la calificación o descalificación, igual-mente con ánimo garantista, de los actos que realicen las otras partes. Van

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a tener la oportunidad de evitar acciones fuera de la ley, opuestas a los de-rechos básicos, sin fundamentos lógicos; incluso, con apoyo en nuestra Cons-titución, podrán enmendar de inmediato las vulneraciones manifiestas, deahí que se diga que en sentido estricto van a tener una tarea que entraña uncontrol difuso de la constitucionalidad (con perdón de los que se conside-ran dueños de ese monopolio).

Es posible argumentar que ahora, bajo el modelo acusatorio, no será po-sible eludir la observancia de las garantías del debido proceso y la aplicaciónde los principios que rigen el mencionado sistema, pues precisamente paraeso se incluyeron en nuestra ley más preciada y de mayor jerarquía: la Cons-titución. Sin embargo, ello no debe dejarnos conformes, ante la aún evidentefalta de convicción de los que vamos a ser los operarios del nuevo sistema dejusticia penal y las pocas ganas de entender en toda su dimensión esas re-formas. Si no hay una solución a esa actitud apática, de nada va a servir quelas normas sean sumamente protectoras y con ánimo restaurativo, si final-mente las garantías no van a llegar a manifestarse en los actos diarios de losfuncionarios encargados de la aplicación de la ley penal, nos estaríamos en-frentando, como lo señala Alberto M. Binder, a algo que ya es común en al-gunas sociedades latinoamericanas:

normas claras, clarísimas, de nuestras Constituciones que son incumplidas sin mayor problema,derechos elementales que son considerados meras expectativas o utopías sociales (cláusulas pro-gramáticas), abusos en las relaciones sociales que contradicen normas indubitables de la legisla-ción común, ilegalidad en el ejercicio de la autoridad pública, privilegios legales o administrativosirritantes.

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Pues bien, uno de los funcionarios que va a tener en la práctica diaria, latarea probablemente más relevante para la aplicación bien entendida de losprincipios del modelo acusatorio, va a ser el denominado juez de control.Ejercidas a cabalidad su facultades, dicho juzgador va a someter a los cau-ces de la legalidad, más aún, de la constitucionalidad, las acciones de losotros operarios del sistema en la fase inicial del proceso, que es la parte másdelicada y de indeseable dificultad, pues tradicionalmente es ahí donde ocu-rren mayores abusos e irregularidades. Por tanto, dicho funcionario judicial

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1 Binder, Alberto M. “La fuerza de la Inquisición y la debilidad de la República”. En el sitio:www.inecip.org/index.

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tiene la ineludible obligación de comprender que es lo que la Constitución,la ley en general, la sociedad y su propia naturaleza esperan de él.

Cabe decir que para lograr el mejor modelo posible de juez de control,no basta con crear en la ley y en la estructura organizacional del Poder Ju-dicial, la figura y definir en las normas las tareas que le corresponden, la ideaacertada es, además de ello, expresar en la práctica diaria acciones delimita-das y motivadas por los principios que conforman el sistema acusatorio.

Así pues, ciertamente es fundamental entender plenamente las raícesteóricas de dichos principios, mas no quedarnos ahí con el riesgo de origi-nar una doble lógica (a veces una doble moral) sino manifestar ese entendi-miento en todas nuestras determinaciones judiciales; esto es, comprendercomo juzgadores que nosotros, con nuestro actuar diario o vamos a crear unsistema más racional, más eficiente, de respeto a los derechos fundamenta-les e incluso con un apego inteligente a una política criminal igualmente ra-zonable y eficaz, o bien vamos a quedarnos en un remedo grotesco, en unacaricatura burda de la figura que ahora se nos está dando en la máxima leyde la Nación.

II. El estado actual de las ideas reformadoras en materia de justiciapenal

Con este giro en el sistema de justicia penal, que realmente era inevitable ynecesario (aunque todavía haya muchos que no lo creen así), ya contem-plado en nuestra legislación aunque todavía no implementado a nivel fede-ral, en la práctica se creó un ambiente donde todavía coexisten tresprincipales posturas representadas por los siguientes sujetos:

1. Los que se siguen oponiendo al cambio. Estos defienden la idea deque nuestro actual sistema legal en materia penal es adecuado, y queen todo caso algunos ajustes, sobre todo en el aspecto humano, po-drían dar mejores resultados que cualquier “modelo de moda”.

2. Los que reclaman un cambio total del sistema, para hacerlo absolu-tamente acusatorio, adversarial y garantista, sin lugar a excepciones,basados en la idea de que no obstante que nuestro procedimientopenal se ostente como mixto (rasgos inquisitivos y acusatorios, con

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predominio del último), lo cierto es que el diseño legal del procedi-miento ha facilitado una práctica evidentemente inquisitiva, con ne-gación de los más elementales derechos del imputado y de la víctima,que genera inmediatas y extensas oportunidades para la corrupcióny la impunidad, sin lugar a la verdad ni a la justicia.

3. Los estudiosos del cambio de los sistemas de justicia en Latinoamé-rica más objetivos y creo que más pragmáticos, pues se fundan en lasexperiencias, algunas de muchos años, de otros países con proble-máticas y culturas muy parecidas a las nuestras, aceptan las basessustanciales del modelo acusatorio adversarial, con modificacionesaceptables motivadas por la problemática y los rasgos propios de cadapaís, siempre y cuando no desvirtúen la naturaleza del sistema encita.

Si bien hay quienes tienen la esperanza de una contrarreforma a laConstitución, lo improbable de la misma, pero sobre todo lo ineficaz del sis-tema mixto-inquisitorio que aún rige, nos lleva a prescindir de cualquierpronunciamiento respecto a la primera actitud.

La segunda postura la considero extremadamente riesgosa y, al menos enla etapa inicial del cambio, francamente irrealizable, pues implica una trans-formación también de fondo en áreas ajenas a lo legal, verbigracia: la edu-cación, la economía, la misma sociedad, los medios de información, losvalores culturales, etcétera. Sobre todo, no hay el ánimo social para aceptaren toda su magnitud la idea radical del sistema acusatorio, por el clima deinseguridad imperante por la inusitada presencia del crimen organizado, loque constituye, sin duda alguna, otra de nuestras graves realidades.

El cambio debe darse reconociendo el camino que vamos a seguir, fa-miliarizándonos con él, y familiarizando también a la sociedad a la que ser-vimos; darle la seguridad de que no vamos a abandonar una forma que hastacierto punto consideran eficaz de “hacer justicia”, por un sistema que conel fin de dar garantías al extremo, se aleje de uno de los objetivos todavía vá-lido del proceso penal: la persuasión. Considerando esos aspectos, el legis-lador puso límites al garantismo del modelo acusatorio, tan claros como losque se desprenden de la propia Constitución en relación con la delincuen-cia organizada.

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Lo que importa de todo esto es que tanto la observancia plena de lasnormas garantistas, como la aplicación del régimen de excepción serán lamateria prima con la que el juez de control va a ir construyendo un modelotangible de justicia penal, cada vez mejor en la medida en que se apegue másal verdadero espíritu de la nueva ley. Nadie como dicho juez, por la oportu-nidad y alcances de su intervención, tendrá la responsabilidad y la facultadde hacer las cosas con estrecha referencia no solamente a las formas legales,sino a la verdad, la razón y a la justicia, lo que redundará en la descalifica-ción de las acciones de las otras autoridades que no se apeguen a esas bases.Por eso he dicho que el juez de control será quien, en la fase inicial de la im-plementación, construya el verdadero sentido acusatorio y garantista delnuevo proceso penal.

III. Principales características del sistema acusatorio

Miguel Carbonell y Enrique Ochoa Reza2 señalan que la principal caracte-rística de un sistema acusatorio es que las funciones de acusar y de juzgarquedan claramente separadas entre sí; esa separación se aplica en las propiasinstituciones que intervienen, de tal manera que sea una institución la queinvestiga y acusa y otra muy distinta la que juzga. Eso aparentemente yaexiste en la ley vigente, pero lo cierto es que no se alcanza un objetivo quedebe siempre existir en el modelo acusatorio: la total imparcialidad del juezque resuelve el caso, esto es, el juez del juicio oral. Actualmente las pruebas quese recabaron en la etapa de investigación tienen un valor impensado en unsistema que se finque en las mínimas garantías de un proceso penal justo.

Además de lo antes expuesto, el sistema acusatorio ya incluido en nues-tra Carta Magna es mucho más abierto y transparente que el sistema escri -to; y, como se establece en la propia reforma, el objetivo principal no esestablecer un castigo, sino esclarecer los hechos, proteger al inocente, que elculpable no quede impune y que los daños causados por el delito se reparen;lo que significa que la meta no es dictar una sentencia condenatoria, sino entodo caso restaurar las consecuencias del hecho ilícito.

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2 Miguel Carbonell y Enrique Ochoa Reza, Qué son y para qué sirven los juicios orales.Porrúa, México, 2008.

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Si bien todavía no se ha definido el nuevo proceso penal, pues falta porlegislarse en ese aspecto, por el hecho de ser acusatorio no cabe duda de queva a tener las cinco etapas básicas de ese tipo de modelo: 1) la de investiga-ción, 2) la de preparación del juicio oral, 3) el juicio oral, 4) la de impugna-ción de la sentencia y 5) la de ejecución de la sentencia.3

El juez de control va a tener una importante participación en las dosprimeras etapas; y resulta más significativa su labor si consideramos que enlos países donde se ha instaurado ese sistema, la gran mayoría de los casosse resuelven sin tener que llegar a la etapa del juicio oral. Cabe agregar queesa intención ya se encuentra inserta en las modificaciones a la Constitución,y constituyen las hipótesis de terminación anticipada del proceso y el prin-cipio de oportunidad del Ministerio Público.

IV. Naturaleza del juez de control

La existencia del juez de control tiene su justificación, desde una perspec-tiva doctrinaria, en la necesidad de superar necesidades específicas que tie-nen que ver más con el desarrollo práctico del sistema de justicia penalgarantista, que con la esencia misma de la figura del juez en materia penal;es por ello que tendrá especial relevancia la existencia de dicha figura judi-cial en un país, como el nuestro, donde son especialmente graves y frecuen-tes las acciones que vulneran los derechos de las partes (sobre todo delacusado y de la víctima).

Las razones que le dan connotación a este juzgador, es decir que justi-fican su existencia, son principalmente las siguientes:

a) Poner límites a las acciones de los órganos investigadores y de pro-curación de justicia, a fin de que sus acciones se sujeten a las normaslegales (con especial apego a los principios constitucionales del debidoproceso y a las garantías del acusado y de la víctima) se dice que, eneste aspecto, su función es una suerte de control difuso de la consti-tucionalidad permitida expresamente por la ley.

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3 Baytelman, A. Andrés y Mauricio Duce J. Litigación penal juicio oral y prueba. Fondo deCultura Económica e Instituto Nacional de Ciencias Penales. Primera edición. México 2005.

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b) Impedir la formación de prejuicios o influencias perniciosas en elánimo del juez que en su momento va a decidir lo que se considerael núcleo representativo del procedimiento penal: el juicio oral. Esdecir, tiene una función esencial para preservar el principio de im-parcialidad del juez que decide el juicio.

c) Llevar a cabo los preparativos para que en su oportunidad se lleve acabo el juicio oral.

d) O bien, llevar a cabo los actos o avalar las decisiones de las partespara que, en ciertos casos, aplicando el criterio o principio de opor-tunidad, no haya necesidad de llegar hasta el juicio oral, para lograrlos objetivos restaurativos del modelo acusatorio y los fines de estanueva manera de ver e impartir la justicia.

En este punto resulta interesante lo que afirma el juez oaxaqueño RenéHernández Reyes, quien distingue dos principales funciones del juez de ga-rantía (equivalente al juez de control): la primera de carácter tutelar y la se-gunda de carácter jurisdiccional. Al continuar con su exposición afirma:

las funciones del juez de garantía en este nuevo proceso son, en primer orden, la de vigilar quetodos los actos relativos a la investigación de un hecho que reviste el carácter de delito y en par-ticular sobre el probable imputado, no se vean afectados los derechos fundamentales de éste[aunque también pueden tutelarse los derechos fundamentales de la víctima, según lo aclaraeste autor], sino con estricta observancia a lo previsto por la ley constitucional y procesal. Porcuanto hace a la función jurisdiccional destacan dos momentos procesales en la aplicación delderecho con esa naturaleza: la primera consiste en el momento del dictado del auto de suje-ción a proceso [en las reformas a la Constitución se denomina “auto de vinculación al pro-ceso”], y el segundo en el momento de dirigir y llevar a cabo el juicio o procedimiento abreviado,momentos en los cuales el juez de garantía aplica sustancialmente el derecho…

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En este marco de necesidades del nuevo sistema, de objetivos y de nor-mas legales cuya directriz ya ha sido precisada por el legislador en las re-cientes modificaciones a nuestra Constitución, se entiende que el juez decontrol se va a mover en una zona de mayor amplitud a la que tenía hastaahora; no va a investigar, ni a estar presente en los cateos, ni va a realizar di-rectamente las intervenciones a los medios de comunicación, tampoco va a

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4 Hernández Reyes, René. “Los sujetos procesales en el Nuevo Proceso Penal” en Juiciooral penal. Reforma procesal penal de Oaxaca. Andrés Bello, Jurídica de las Américas. México 2008.pp. 121 y 122.

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tener para sí arraigadas a las personas para investigarlas; esto es, evidente-mente no se está configurando un juez de instrucción como ha habido y aúnexiste en algunos países, sino que la idea es dejar la función de seguridad ypropiamente investigativa a otras autoridades, sin embargo nuestros juecesde control sin duda estarán, fáctica y jurídicamente, más cercanos a dichosórganos de lo que estamos ahora, para vigilar, controlar, avalar y, en su caso,descalificar las acciones llevadas a cabo en la etapa de investigación a fin deque se sujeten a reglas más exigentes desde el punto de vista jurídico, lógicoy de respeto a los derechos humanos.

Aquí cabe comentar que con cierta negligencia hemos pensado que losproblemas de inseguridad, de impunidad y corrupción les atañen a quienestienen la dirección y mando directo de las instituciones policiales, sin po-nernos a reflexionar que ello también es responsabilidad de nosotros los juz-gadores, pues finalmente somos los que avalamos las acciones de dichascorporaciones, toda vez que lo que hacen con motivo de sus funciones es lamateria de averiguaciones previas, que son sometidas a la potestad de unjuez. Ahora, bajo el modelo naciente, esa potestad se va a hacer presente demanera más oportuna y próxima a la labor de investigación y a los actosde molestia de los gobernados y serán los jueces de control quienes tendránla obligación de calificar o descalificar tales tareas, conscientes de que deellos no se espera (ya no) que colaboren incondicionalmente con las insti-tuciones policiales y de investigación, cerrando los ojos a ciertas irregulari-dades, sino que ahora lo que se va a exigir, por mandato constitucional, esrealizar un efectivo control de las acciones de los otros operarios, para lograrque se apeguen a los principios expresamente puestos en nuestra CartaMagna.

Así pues, el juez de control, como se ha conformado en otras legislacio-nes e incluso atendiendo a las bases que ya se desprenden de nuestra propiaConstitución reformada, sólo se justifica y explica en un modelo acusatoriode juicio penal; ello es importante pues la idea es reivindicar principios biendeterminados que igualmente conforman dicho modelo: presunción de ino-cencia, legalidad, oportunidad, restauración, inmediación.

Para un ejercicio óptimo de su función, el juzgador debe contar con co-nocimientos que siempre han sido necesarios pero que ahora van a ser im-prescindibles.

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V. Algunas experiencias de otros países latinoamericanos

Es pertinente señalar que la figura del juez de control es indispensable en laconcepción del modelo acusatorio aplicado por los países latinoamericanos.En Chile lo prevé la nueva legislación, señalando las atribuciones espe cíficasdel mencionado juzgador, lo que ha llevado a la transformación profundade la etapa de investigación, que ha dejado de ser la de mayor importanciaprobatoria, para convertirse, como dicen Andrés Baytelman y MauricioDuce,5 en una etapa puramente preparatoria del juicio criminal, a cargo delos fiscales quienes deben, con el auxilio de la policía, conducir la investiga-ción de los delitos y ejercer, en su caso, la acción penal, siempre bajo la su-pervisión del juez de garantía (aquí llamado de control).

En Colombia, igualmente dicha institución ha dado, con sus altibajos,los resultados esperados, lo que se pondera en ese país, según Alberto PovedaPerdomo,6 es que gracias a él la Fiscalía General de la Nación y los fiscalesdelegados (sobre quienes recae la labor de investigar y acusar) deben cam-biar sus prácticas de manera significativa, ya que toda la actividad que des-pliegue el ente investigador será puesta en forma pronta en conocimiento deun juez que revisará la constitucionalidad y legalidad de la misma.

El juez de garantía se encargará de verificar, entre otras cosas, que a losimputados se les respeten sus derechos, todos sus derechos, sobre todocuando han sido privados de su libertad. Así como cuando se dé aplicaciónal principio de oportunidad por parte de la fiscalía, el proceso se remite aljuez de garantía, quien deberá expresar su opinión sobre lo resuelto por elente investigador.

VI. Algunos conocimientos básicos que debe tenerel juez de control

En principio, como ya lo señalé, el juez de control (y cualquier juzgador)debe lograr una aceptable comprensión del modelo acusatorio, familiarizarsecon él y convencerse de que es el mejor sistema para juzgar a los imputados;

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5 Baytelman, Andrés y Mauricio Duce, op. cit., p. 34.6 Poveda Perdomo, Alberto. “El Juez de Control de Garantías.” en el sitio: http://dere-

chopenalcolombia.blogspot.com.

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posiblemente la convicción sea un asunto personal, pero considero que alser jueces, es decir, personas que pertenecemos a una institución que tienecomo razón principal de su existencia la aplicación de la ley, máxime si es lanorma constitucional, desde el punto de vista ético tenemos la obligación deestar convencidos de la validez de esas reglas, para así poder exteriorizar entodos y cada uno de nuestros actos ese convencimiento, sin transigencias.

Además de los conocimientos netamente jurídicos (con especial apegoa los derechos fundamentales), se deben tener bases teóricas de otras ramasdel saber, que resultan relevantes para el quehacer jurisdiccional.

La necesidad de trascender ciertas fronteras del saber de los jueces, hastaahora consideradas las adecuadas (precisamente por los juzgadores), se in-fiere de un ejercicio de sentido común, que puede condensarse en la si-guiente frase: Los jueces no hacen su labor para ellos mismos, ni para el gremiode los abogados o de quienes de alguna manera se relacionan con lo jurídico. Laactividad jurisdiccional tiene como destino la sociedad.

Y si el fin y los objetivos de la función jurisdiccional no se queda en elreducto de los expertos en cuestiones jurídicas, sino que se extienden a la so-ciedad misma, ¿cómo es posible creer que se va a realizar una labor judicialadecuada, eficaz, comprometida y razonable, tan sólo con base en conoci-mientos meramente jurídicos? Al respecto me parece de suma valía lo refe-rido por el jurista español Francisco Muñoz Conde:

El Derecho, y el Derecho Penal como una parte del Derecho, no es más que un instrumentopuesto al servicio de los fines de la comunidad. Si se quiere comprender su esencia, es necesariotener en cuenta esos fines y construir el sistema jurídico no hacia adentro, sino hacia fuera,abierto a los problemas y fines sociales.

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De lo antes razonado se explica claramente la exigencia que tenemos losjuzgadores de conocer al menos lo básico de otras ciencias estrechamenterelacionadas con los motivos de la tarea jurisdiccional.

En esa tesitura, sin duda debemos entender las bases de la criminología,y prueba de esa necesidad es que a estas alturas todavía haya juzgadores quepiensen que la mejor manera de combatir el crimen y la inseguridad es creandomás figuras delictivas, mayores castigos y más leyes y acciones represivas. Por

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7 Muñoz Conde, Francisco, En la introducción de la obra: Política criminal y sistema deDerecho penal, de Claus Roxin. 2ª. edición, 2ª. Reimpresión. Hammurabi, Buenos Aires, 2006.p. 23.

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ende, siendo consecuentes con esas creencias, se sientan más cercanos a los ór-ganos de investigación y de procuración de justicia, que de los particularesafectados, siempre y cuando con ello se logre un avance meramente cuantita-tivo en materia de “seguridad”, sin que para ello les importe vulnerar derechosfundamentales. Son actitudes de “mano dura”, terminantemente rechazadasen otras latitudes por el profundo daño y los nulos resultados que causan.

El juez deberá tener nociones de técnicas de investigación y de crimi-nalística, para no ser tan fácilmente sorprendido por quienes realizan las ta-reas de investigación y para saber con qué “lenguaje” se está hablando en losactos que revise.

En suma, creo que es importante que dicho juzgador sea sabedor o tengala noción de lo que significa una eficaz política criminal, pues sólo así podráregir su actuación y controlar las acciones de las demás autoridades y partesque intervengan en el proceso y cuya actividad le corresponda revisar; ten-drá que hacer su tarea bajo parámetros que impliquen resultados realmenteeficientes para los objetivos del proceso penal. No caer en el error de pensar,por ejemplo, que los “asuntos chatarra” a los que con tanta profusión recu-rre el Ministerio Público y sus subordinados, donde generalmente se detienea adictos con porciones insignificantes de droga, tengan una relevancia desdeel punto de vista de política criminal.

En síntesis, entender que en el sistema de justicia penal no debemosbuscar el inicio y el fin de la actividad judicial, no es el todo, es sólo unaparte de engranajes mayores, entre ellos la política criminal, todos dirigidosa lograr un orden social. Aprovecho lo que dijo Claus Roxin, para apoyar lasideas anteriores; el teórico alemán sostuvo la siguiente afirmación:

La vinculación al Derecho y la utilidad político-criminal no pueden contradecirse, sino que tie-nen que compaginarse en una síntesis, del mismo modo que el Estado de Derecho y el Estadosocial no forman en verdad contrastes irreconciliables, sino una unidad dialéctica.

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Además de familiarizarse con los conocimientos científicos antes preci-sados, ahora más que nunca, el juez de control va a tener que recurrir a lamalicia (me refiero a la malicia, en el sentido de negación de la ingenuidad)para saber cuándo se está ante una actuación irregular de la policía, de los

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8 Roxin Claus. Política criminal y sistema de Derecho penal, op. cit., p. 49.

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investigadores o del fiscal, y hacer efectivo ese conocimiento en las deter-minaciones que realice, pues precisamente el control de legalidad es una desus principales funciones. Lo anterior implica tener conciencia (y hacer usode ella) de que hemos convivido con acciones realmente lamentables de otrasautoridades; han sido conductas de una frecuencia tal que ha llegado a con-formar la imagen institucional, en la realidad, de ciertos órganos del Estado,de corrupción, de negación de los derechos fundamentales, de impunidad, denegociaciones ilícitas.

Todo juez, pero sobre todo el juez de control debe conocer y saber iden-tificar lo que es justo, lo que es injusto, lo que es regular e irregular; unaconciencia lúcida de las acciones anómalas durante la averiguación, estarbien informado de la frecuencia de las acciones incorrectas (a veces crimi-nales) de otros actores en el procedimiento penal; distinguir las argucias, lastrampas, y llamarlas por su nombre; tener un buen uso de la lógica, del sen-tido común, del principio de presunción de inocencia e ineludible respetopor la verdad. Saber que lo mejor para la sociedad no es procesar mucho o amuchos, sino procesar bien.

Como lo dije, los jueces de control tendrán que estar muy apegados a losprincipios del nuevo sistema penal acusatorio, sobre todo al de presunciónde inocencia. Debe ser un garante, como nunca lo ha sido, de los derechoshumanos. Un juez total y completamente independiente, no con una inde-pendencia derivada de un doble discurso, sino realmente incorporada a suser de juzgador, que crea en su independencia, la reitere en sus determina-ciones y la haga respetar, pues solamente así el sistema, lo medios, el en-torno, la sociedad lo va a respetar, se va a justificar como una instituciónvaliosa.

VII. Principales actos que en la práctica judicial les corresponderesolver a los jueces de control

En principio debe dejarse en claro que la función principal del juez materiade este estudio es controlar la legalidad de la investigación que desarrolla elMinisterio Público, respecto a dos cuestiones básicas: de aquellas actuacio-nes que impliquen la afectación de derechos fundamentales del imputado ode terceros (por ejemplo la víctima), como en la resolución de solicitudesque se traduzcan en una terminación anticipada del procedimiento.

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Excepcionalmente, como dice el juez oaxaqueño Jahaziel Reyes Loaeza,9

se le atribuye competencia para resolver sobre la culpabilidad o inocenciadel acusado, como es el caso de resolver la situación jurídica del imputadopara determinar si lo sujeta o no a proceso, o en el caso del procedimientoabreviado.

Siguiendo al propio Reyes Loaeza, el juez de control debe pronunciarserespecto a las autorizaciones judiciales que solicite el Ministerio Público pararealizar actuaciones que tiendan a privar, restringir o perturbar el ejerciciode derechos constitucionales de cualquier gobernado. Dirigirá también lasaudiencias que procedan de acuerdo a la legislación procesal, como podríanser las siguientes:

Audiencia de control de la detención. Audiencia de imputación inicial. Audiencia de declaración preparatoria. Audiencia de recepción de pruebas en término constitucional. Audiencia de sujeción a proceso. Audiencia de decisión de medidas de coerción. Audiencia de sobreseimiento. Audiencia de suspensión del proceso a prueba. Audiencia de conciliación. Audiencia de recepción de prueba anticipada. Audiencia intermedia o de preparación de juicio oral. Audiencia de conocimiento de procedimiento abreviado.

VIII.Los jueces de control y los jueces de juicio oral

Para conseguir el adecuado equilibrio e igualdad en el proceso penal, haynecesidad de que el juez de control, es decir el que interviene en la fase deinvestigación y de preparación del juicio oral, que por lo tanto ya tuvo co-nocimiento del hecho que se investiga y de las evidencias recabadas, sea di-ferente al juez que va a resolver el juicio oral, para evitar cualquier influenciaperniciosa. Lo que se pretende es que no haya prejuicio alguno y que el juez

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9 Reyes Loaeza, Jahaziel, “El Juez de Garantías en el nuevo Proceso Penal Oaxaqueño”, enel sitio: http:www.juiciooraloaxaca.gob.mx/publicaciones

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que dicte la sentencia tenga conocimiento de las pruebas precisamentecuando se estén desahogando frente a él; ello logra una efectiva imparciali-dad, que constituye una importante garantía en el juicio oral.

El principio acusatorio —dice Juan Luis Gómez Colomer— garantiza esencialmente la impar-cialidad del juzgador. Esta garantía se logra, junto con las dos exigencias analizadas, mediante ladistinción entre las funciones de instrucción o investigación y de enjuiciamiento, que necesaria-mente han de recaer en órganos distintos, pues el órgano decidor perdería su imparcialidad si en-trara en contacto con las fuentes de los materiales del juicio sobre los que versa el debatecontradictorio. Esta nota se encuentra expresamente contemplada en el art. 6.1 del Convenio Eu-ropeo de Derechos Humanos de 1950, y en el art. 8.1 de la Convención Americana sobre Dere-chos Humanos de 1969.

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Con otras palabras, pero sin desvirtuar los conceptos esenciales del prin-cipio acusatorio, en un reciente estudio realizado por encargo de nuestra Su-prema Corte de Justicia, se establece que “el sistema acusatorio requiere, deuna de las partes, la recolección de elementos suficientes para afirmar que unapersona ha cometido un delito (investigación suficiente) y, de la otra, la po-sibilidad efectiva del ejercicio del derecho de defensa frente a la actividad deinvestigación. Para ello debe existir una división de funciones que posibiliteque personas distintas estén a cargo de la investigación y la defensa y que existaun efectivo control, un tercero que pueda garantizar que este equilibrio entreacusación y defensa se dará en la práctica del proceso penal; ese rol de controlestá destinado al Poder Judicial, que deberá ejercer dicha función en las dis-tintas fases reguladas del procedimiento penal con independencia e imparcia-lidad.”11

Pero además de ser un elemento esencial para conformar la naturalezadel sistema acusatorio, concretamente al contribuir para alcanzar la impar-cialidad, el juez de control desarrolla una actividad que se relaciona directa-mente con la realización del juicio oral: este juzgador va fijar, en la audienciaprevia al juicio oral, el objeto del debate, así como a determinar los mediosde prueba a desahogarse en el juicio oral (puede excluir los que no cumplan

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10 Gómez Colomer, Juan Luis. “La investigación criminal: Problemas actuales y perspec-tivas de Unificación Internacional”. Revista del Poder Judicial (España). No. 64, 2001. Consejo Ge-neral del Poder Judicial. p. 206.

11 El Sistema Penal Acusatorio en México: Estudios sobre su implementación en el Poder Judi-cial de la Federación. Estudio realizado por el Centro de Estudios de justicia de las Américas(CEJA). Edición a cargo de la Suprema Corte de Justicia de la Nación.

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con la ley y con el respeto a los derechos fundamentales), y a señalar el tri-bunal que conocerá del juicio.

IX. El juez de control y la política judicial

Entendida la política judicial como la instrumentación y aplicación de losmedios para lograr la función de impartir justicia, debemos examinar lo queesa actividad pudiera hacer para lograr las metas que derivan de la imple-mentación de los nuevos procesos penales.

1. Capacitación y Monitoreo. Debe capacitarse de manera concienzuda alos nuevos jueces, en cuestiones teóricas, respecto a conocimientos básicosde los cuales ya mencioné algunos en párrafos precedentes, con especial aten-ción a la comprensión del modelo acusatorio y un estudio detenido de los de-rechos fundamentales.

Sin embargo, la capacitación no será completa si no se le da una espe-cial importancia al aspecto práctico, es decir, a las específicas formas comose desarrolla o va a desarrollar la actividad del juez de control en las laboresdiarias. Para ello, en una primera fase, debe aprovecharse que ya en algunosestados de nuestro país se ha instaurado el sistema acusatorio y por tantoexisten jueces que realizan tareas análogas a las que se prevén en la Consti-tución para esa clase de jueces.

En otro nivel de capacitación, sería conveniente que los jueces que vana ser de control, sean capacitados por personas que en otros países ya han pa-sado por la experiencia de reformar sus sistemas; incluyendo la visita y es-tancia programada, de algunos juzgadores mexicanos en esos lugares,obviamente tendrían que ser las personas con mayor experiencia y grado deconocimiento, pues a la larga podría aprovecharse su bagaje para capacitarde manera adecuada a sus compañeros.

Por otra parte, los expertos señalan que no es suficiente con capacitar alos operarios del nuevo sistema penal e informarles respecto a las caracte-rísticas más importantes del modelo acusatorio; se debe tener un segui-miento constante, un monitoreo respecto a sus acciones de todos los días,pues al provenir de un diseño en el cual nacieron (no solamente profesio-nalmente), en el que se formaron y en el cual siempre habían creído, van a

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tener cierta inclinación natural para rendirse a los viejos vicios, que se puedeevitar con la supervisión continua, con el reforzamiento de los nuevos co-nocimientos, con la explicación repetida de los beneficios del sistema acu-satorio, incluso con la reiteración de que es una obligación no sólo jurídicasino moral respetar los principios garantistas.

Debe entenderse que se está sustituyendo todo un patrimonio cultural,por otro que le es casi diametralmente opuesto.

Andrés Baytelman, al analizar el tema de la capacitación para las refor-mas que implementan el sistema acusatorio, atinadamente señala:

La reforma representa, acaso más que ninguna otra cosa, un cambio de paradigma cultural res-pecto del derecho en general y del derecho procesal penal en particular. La capacitación de susactores no consiste tanto en una cuestión de información, sino en una modificación del para-digma, de la cultura, una específica forma de aproximarse al derecho en general y al proceso penalen particular, de interpretar sus normas y de aplicarlas. Más que sobre “información”, si se quiere,la reforma es —y la capacitación debe en consecuencia serlo— acerca del método. Ese método,por cierto, requiere información, pero la transmisión de esa información es el menor de los pro-blemas que enfrenta la capacitación. Lo que realmente representa una barrera difícil de superares que por primera vez requiramos una capacitación “cultural” (en todos los sentidos de la ter-cera nota al pie) más que una capacitación “legal”. El sistema de capacitación tiene que removeruna cultura y construir otra, tiene que destruir instituciones e ideas profundamente arraigadasen nuestra cultura jurídica y, en cambio, sustituirlas con otras que, sólo en la medida en que seinstitucionalicen y se instalen dentro de nuestra cultura jurídica lograrán realmente realizarse.

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2. La burocracia judicial actual. Estructura funcional del PJF. Otra cues-tión de relevancia en cuanto a la política judicial la constituye la existenciade un número importante de funcionarios judiciales y administrativos mu-chos de los cuales francamente sólo tienen justificación en el modelo escritodel proceso penal. Si realmente se pretende llevar a un buen fin el sistemapenal materia de las últimas reformas constitucionales, lo más adecuado seráconsiderar los recursos humanos (jueces, secretarios, oficiales, magistrados,etc.) bajo la lupa de las necesidades del nuevo sistema, teniendo en cuentaque implica un diseño de menos fórmulas, que no permite delegar funcio-nes de los jueces, más racional, menos represor e inquisitivo; por tanto, enprincipio habrá menos lugar para los “casos chatarra”, sin mucho margenpara las impugnaciones innecesarias, menos papeleo y más eficiencia.

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12 Baytelman A. Andrés, “Capacitación como fútbol.” Revista: Sistemas Judiciales No. 1.Junio de 2001. Editada por el Centro de Estudios Judiciales de las Américas (CEJA) y el Insti-tuto de Estudios Comparados en Ciencias Penales y Sociales (INECIP).

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De esa manera, las decisiones actuales para la selección de juzgadores(sobre todo de jueces de control) y de otros funcionarios judiciales deben de-linearse considerando los requerimientos del sistema a instaurarse, y no bajolas exigencias del modelo basado en los expedientes escritos. Se tiene quetomar en cuenta, como lo señalan las experiencias internacionales, que unsistema acusatorio de calidad requiere de más jueces de control, que juecesde juicio oral y de magistrados de segunda instancia en materia penal e in-cluso que de juzgadores de amparo.

Por otra parte, sería un grave error pretender “acomodar a la fuerza” elnuevo modelo dentro de diseños institucionales ya establecidos, es decir, quepara no mover, o remover lo menos posible, para no prescindir de personaso de funciones, se hiciera un mero ropaje de juicio adversarial para vestir elmismo cuerpo mixto-inquisitorio; el costo judicial, social, económico, polí-tico y de credibilidad sería muy alto e irrecuperable.

Hay que destacar que si se lleva a buen logro el modelo acusatorio, ha-bría menos oportunidad de presentar medios de impugnación, incluyendoel amparo, pues el juez de control sería el encargado de constatar la legali-dad de las acciones, enmendando en algunos casos las vulneraciones a nor-mas de la Constitución. Conviene transcribir en este tema lo expresado porlos autores de la obra El sistema penal acusatorio en México: Estudios sobre suimplementación en el Poder Judicial de la Federación:

…es importante asumir que el establecimiento y regulación del Juez de control como encargadode velar por las garantías durantes la etapa previa al juicio, viene a cumplir prácticamente lamisma función que en la actualidad se cumple a partir del amparo indirecto; por ello no resul-taría procedente, a partir de la reforma, la interposición de amparos sobre cuestiones que ya hansido resueltas por el Juez de control.

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Por lo que hace a los otros medios de impugnación el mismo estudio se-ñala:

En la experiencia comparada, la mayoría de los países que han introducido la oralidad lo hanhecho sobre la base de un sistema de instancia única constituida por el juicio oral. En estos mo-delos, la posibilidad de impugnación se traduce en general en recursos de casación u otros simi-lares, en los que se pueden revisar diversos aspectos del juicio y la sentencia, pero en los que engeneral el tribunal que lo conoce tiene limitadas facultades para modificar la sentencia y lo quedebe hacer en la mayoría de las hipótesis es la realización de un nuevo juicio.

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13 Op. cit., p. 75.14 Idem. p. 73.

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En otras palabras, no deben ser los factores ya existentes los que moldeenel nuevo proceso, sino que sea éste, bien entendido (y bien comprometidostodos con su realización), el referente único para saber los requerimientos nosólo de personas, sino de infraestructura inmobiliaria y mobiliaria; hay quedarle preponderancia al modelo que se pretende; luego entonces, se debecrear una estrategia (una política judicial) que prevea tales puntos.

Insisto en la idea: Podría darse el caso que se estuviera trabajando en unapolítica judicial considerando lo que es necesario para una actividad judicialque ya se encuentra en agonía, que por disposición constitucional y de con-veniencia social prácticamente se ha considerado obsoleta, no es pues conve-niente ir disponiendo recursos (de toda índole: económicos, humanos, decapacitación, de infraestructura), para un sistema que ya se encuentra en lafase terminal. Ello no es conveniente por tres cuestiones igual de relevantes:

1. Implica un gasto innecesario.2. Se dejan de aplicar en aspectos que es importante ya ir solventando

para instaurar de manera adecuada el nuevo modelo.3. Al aplicar un gasto sin pensar en el inminente modelo, ello va a ge-

nerar espacios, bienes y puestos que no van a tener la funcionalidado utilidad considerada adecuada para el sistema reformado; de losque después va a ser difícil desprenderse.

Conclusiones

1. El juez de control surge del modelo acusatorio; luego entonces, para com-prender cabalmente sus funciones y el sentido de las mismas, debe enten-derse la naturaleza del modelo en cita, en toda su magnitud, con todos susprincipios.

2. Al juez de control le va a corresponder resolver de manera inmediatay oportuna cuestiones que impliquen posible vulneración de derechos fun-damentales de los imputados, desde la fase de investigación, así como pre-parar, en su caso, el juicio oral.

3. Las principales tareas de dicho juzgador se dividen en a) poner lími-tes a las acciones de los órganos investigadores y de procuración de justicia;b) preservar el principio de imparcialidad del juez que decide el juicio; y c)preparar el juicio oral.

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4. Hay necesidad de una adecuada y profunda capacitación de quienesvan a ser jueces de control, en conocimientos teóricos y prácticos de diver-sas disciplinas que tienen que ver con una óptima implementación del nuevosistema.

5. No va a bastar con capacitar, será necesario dar seguimiento (moni-toreo) a las tareas diarias de los jueces de control.

6. Las experiencias de otros países nos indican que la figura del juez decontrol, siempre y cuando se haga de manera comprometida con los idealesdel sistema acusatorio, ha dado los resultados deseados.

7. Se debe dar prioridad al modelo que se pretende implementar, antesque a las estructuras burocráticas o a cualquier otra fórmula que impida larealización del modelo acusatorio entendido en su justa dimensión.

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