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El ladrón de sueños

Ernesto A. Parrilla

En la penumbra de la noche, en todas las habitaciones del mundo, merodea

un ser tan repugnante como sagaz, tan malvado como perspicaz.

Tan difícil de ver como de sorprender. Valiente y osado, veloz y astuto, a

tal punto que nadie lo puede ver.

Las personas adultas dudan que sea verdad. Creen que la sola idea de

pensar en su existencia es imposible y lo atribuyen a un mero cuento de sus

abuelos, que a su vez la escucharon de sus padres y estos de los suyos, y así

durante siglos y siglos, desde que quizá el tiempo es tiempo y la luna engalana

las noches con su pálida presencia.

¿Pero para qué inventar tan terrible personaje? Es la pregunta de todo

aquel que de una u otra forma, se topa con el secreto de esa sombra nocturna

ambulante, que no tiene descanso ni tampoco lo necesita. Aquellos que se

animan a nombrarlo, le dicen El ladrón de sueños.

Si, ese ser sigiloso es aquel que por las noches se acerca a tu cama y

mientras duermes plácidamente, soñando algo hermoso, te roba tu sueño

dejando a cambio macabras pesadillas. Aunque a veces, si tienes suerte, se

olvida, evitando así que despiertes sobresaltado y a los gritos, como a todos

nos ha pasado alguna vez.

Los adultos le temen más que los niños. Porque ellos al despertar con

pesadillas intentan evitar gritar o mostrarse asustados, porque se sienten

ridículos.

La idea de ser una persona grande no les permite asumir que también

pueden sentirse aterrorizados por un mal sueño.

Seguro te estás preguntando cómo es que conozco tanto del ladrón de

sueños. Pues te contaré. Durante trescientos años, década más, década menos,

fui su ayudante.

Si, incluso el ladrón de sueños, un ser abominable, terrorífico, necesita

alguien que le ayude. No es fácil cargar con una enorme bolsa con los sueños

robados del mundo.

Necesita también que lo guíen, porque el mundo es grande y los caminos

son muchos. El ladrón de sueños no tiene descanso, porque en el planeta

siempre hay un lugar que es de noche, porque el globo terrestre gira y cuando

una parte mira al sol, la otra queda a oscuras, casi como en un acto de magia.

Es más fácil encontrar gente durmiendo de noche que de día. Y cuando

las ciudades se acuestan a dormir, el ladrón de sueños pisa sus calles y casi

como un fantasma viaja de vivienda en vivienda, de habitación en habitación,

robando los sueños de adultos y niños, de hombres y mujeres, de ancianos y

mascotas.

Esto no quita que también visite a los niños y grandes que duermen la

siesta. Después de todo, sus poderes son inimaginables.

En mi vida como su ayudante, corría a la par suya, sosteniéndole la

enorme bolsa que no parecía tener fondo, en la que iba dejando caer los sueños

arrebatados.

Tenía una habilidad extraordinaria para quitar el sueño con sus manos,

atrapándolo en el aire como si fuese una burbuja. Con el puño cerrado y el

sueño dentro, se acercaba a la bolsa y con fuerza lo arrojaba dentro, junto a

los otros que ya había atrapado. Lo hacía tan rápido que era muy difícil verlo.

La mayoría de las veces, luego de robar el sueño, metía una de sus manos

de dedos muy largos en los bolsillos y tras revolver unos instantes, sacaba una

pesadilla y la dejaba en reemplazo.

Las pesadillas solían ser horripilantes. Sus preferidas eran las que tenían

monstruos y vampiros y también aquellas en las que aparecían fantasmas.

Se vestía con un traje oscuro y una camisa del mismo tono. En los

pantalones tenía dos bolsillos por delante y dos por detrás. El saco era largo

y los botones tenían su rostro dibujado. Se había hecho hacer dos bolsillos en

la parte inferior y uno superior. Del lado de adentro también tenía bolsillos

ocultos, que utilizaba para guardar pesadillas temibles.

Usaba botas altas, donde a veces, si no tenía lugar en otra parte, también

escondía sueños malvados y despiadados.

Todo lo que hacía era por diversión, porque el ladrón de sueños era malvado

y no tenía compasión. Pero también lo hacía por una razón: su alimento

preferido eran los sueños.

Cada día se detenía un instante, tan solo un momento, en el que abría la

enorme bolsa y se la llevaba a la boca, como si fuese una botella gigante y de

un solo sorbo, se tragaba todo el contenido.

Con los ojos cerrados, saboreando con ganas cada uno de los sueños,

se dibujaba en su rostro una horrible sonrisa, dejando a la vista sus dientes

afilados y siniestros.

En ese único momento de la jornada en la que podía hacer un alto,

observándolo comer me hacía miles de preguntas que no tenían respuestas.

Nunca pude saber demasiado de él, tampoco logré jamás tener una

conversación larga. Con la excusa de estar muy ocupado, escapaba a todo

diálogo. Según supe, tenía más de cinco mil años y sus padres habrían sido

seres de la mitología.

No pude averiguar nunca su verdadero nombre, aunque sin necesidad de

investigar, pude darme cuenta que desde siempre fue un ser travieso.

Y el mismo ser malvado que era cuando yo estaba a su lado, lo es hoy en

día. Les voy a confesar algo. Cuando me voy a dormir, me acuesto con miedo.

Se que en algún momento el aparecerá a mi lado y sin que yo lo vea, me

robará los sueños dulces y en su lugar pondrá arañas, cocodrilos y piratas que

me perseguirán de aquí para allá, hasta lograr despertar transpirado y a los

gritos.

La historia que les voy a contar de este tenebroso personaje se remonta a

muchos años. Ya no recuerdo el nombre de la aldea donde sucedió todo. Pero

era un lugar muy pequeño, un pueblito con pocas casas y pocos habitantes.

Sin embargo, los niños de ese lugar sabían de la existencia del Ladrón de

Sueños y aunque parezca mentira, no le temían.

Incluso, para demostrar que no los asustaba con su presencia, habían

inventado una canción, que solían cantar en las calles, mientras jugaban o

paseaban en grupo.

Las voces solían recorrer el aire de la aldea llevando esta armoniosa

melodía, cuya letra decía:

De noche es invisible,

silencioso y rufián.

Se lleva lo que está a mano

sin que nadie vea su andar

No roba a cualquier persona,

solo al que se ha puesto a soñar.

Es el Ladrón de Sueños

el caminante de la noche

Es el Ladrón de Sueños

que roba sin que la luna lo note

Y cuando los sueños son de día

y con su deber ha de cumplir

escapa del sol con picardía

engañando a las sombras sin mentir

Hay quienes temen su presencia

en las noches oscuras y y sueño lerdo

debido que al despertar han notado la ausencia

de imágenes y recuerdos

Y si despiertas extraño, sintiéndote vacío

recuerda que alguien durante la luna te ha visitado

quizás sientas también miedo y algo de frío

Y nada podrás hacer, él volverá aunque pongas candado

Es el Ladrón de Sueños, es el amigo de la maldad

Es a quién debes temer cuando despiertas con fealdad

Es a quién debes culpar cuando un sueño se ha ido

Es a quién debes suplicar para que te deje tranquilo

Es el Ladrón de Sueños

el caminante de la noche

Es el Ladrón de Sueños

que roba sin que la luna lo note

A veces la cantaban haciendo una ronda, otras golpeando las palmas. En

algunas ocasiones, algún mayor del pueblo se sumaba al canto. Y en todas las

ocasiones que se entonaba, la canción terminaba con aplausos y risas.

Esos niños habían logrado enfurecer al Ladrón de Sueños. A tal punto que

se reservaba las peores pesadillas para esa aldea.

En lugar de asustarse y dejar de cantar la canción, los chicos decidieron

hacer otra cosa. Algo mucho más peligroso y a la vez, atrevido.

Decidieron enfrentar al Ladrón de Sueños, para que de una buena vez

dejara de robarles sus sueños más lindos.

Los niños fueron muy astutos, pero eso lo supimos recién cuando ya era

muy tarde.

Como cada noche, llegamos al pueblo cuando la luna brillaba con ganas y

el cielo estrellado parecía un dibujo hecho por un pintor sobresaliente.

El Ladrón de Sueños no necesitaba utilizar las puertas y mucho menos las

ventanas. Tampoco entraba por las chimeneas, como Papá Noel en Navidad ni

buscaba zapatitos fuera de las casas como los Reyes Magos.

A diferencia de ellos, al Ladrón de Sueños nadie lo quería cerca.

El tenía otras formas de llegar a las habitaciones. Se transformaba en humo

y así podía utilizar cualquier pequeña abertura para entrar.

Sus poderes eran tan fuertes que lograba transformar mi cuerpo también

en humo para que de esa forma lo pudiera acompañar en cada vivienda, junto

a la enorme bolsa en la que dormían los sueños robados.

Pero esa noche nos llevamos una sorpresa.

En las habitaciones de las personas adultas sin embargo, todo parecía estar

normal. Había sueños de todas clases: cómicos, tiernos, de amor, de peleas,

de carreras de autos, de trabajo, de vacaciones, sueños en los que estaban

durmiendo, otros en los que eran superhéroes... cientos de sueños distintos y

coloridos.

El Ladrón de Sueños no perdía mucho tiempo. Ya les conté de la habilidad

que tenía para atraparlos con sus manos. Parecía que recolectaba manzanas de

un árbol y que luego las arrojaba a una canasta sin fondo.

¿Cuál fue la sorpresa, se preguntarán? En los cuartos de los niños, no había

sueños. Si, lo vuelvo a repetir: no había sueños.

Fuimos de casa en casa y en todas la situación era la misma. A medida que

nos hacíamos humo y viajábamos a gran velocidad por las calles del pueblo,

podía darme cuenta que el Ladrón de Sueños se enfurecía más y más.

No conforme con lo que había visto, el Ladrón de Sueños quiso volver a

entrar a todas las habitaciones de los niños. El resultado fue el mismo.

En cada cuarto estaban los niños acostados en sus camas, tapados hasta

la cabeza y encima de ellos no flotaba nada, porque como sabrán, los sueños

flotan, claro que nadie los ve, salvo, el Ladrón de Sueños.

Nuestro tenebroso amigo había pasado de su color pálido habitual a un

colorado furioso. Se había disgustado con los niños de ese pueblo y ya no solo

por la canción que tanto disfrutaban cantar. Ahora habían hecho algo peor:

¡Habían logrado esconder los sueños!

¿Pero, cómo lo habían hecho? El Ladrón de Sueños no quería irse del

pueblo sin hallar la respuesta. Caminaba apresurado por las calles, yendo

de una punta a la otra del pueblo, pensando, diciendo palabrotas debido a la

bronca y la furia.

Se rascaba la cabeza mientras con sus manos buscaba en sus bolsillos las

pesadillas más tenebrosas, para tenerlas al alcance en el caso de atrapar a algún

niño soñando.

Estaba tan enojado, que temía que también se enojara conmigo. Yo lo

seguía de cerca, pero sin pronunciar palabra alguna. El silencio es la mejor

forma de pasar desapercibido.

Sin embargo, luego de tanto ir y venir, se detuvo. Giró hacia donde me

encontraba y clavó los ojos en los míos.

-¡Tú! - me gritó - ¿Sabes qué está ocurriendo aquí?

El tono de voz era tan alto que me asusté y tuve la intención de salir

corriendo. Pero recordé que le pertenecía a él y que donde fuese, me encontraría.

- Nnnno - contesté con mucho esfuerzo - No se que está pasando, señor.

Me volvió a mirar, aún más feo que antes. Frunció el ceño y desvió la mirada.

Respiré más aliviado, dejando escapar un suspiro.

Comenzó a transformarse en humo y supe entonces que volvería a entrar a

las viviendas, no conforme con la idea de marcharse del pueblo sin los sueños

de los niños, que solían ser los más lindos.

De inmediato me vi envuelto en mi propio humo y salí de prisa detrás de

su figura. Esta vez no se dirigió hacia las casas. En lugar de eso, como un rayó

se lanzó hacia el granero ubicado al final de la calle principal. Entramos por

debajo de la puerta y una vez dentro nuestros cuerpos de humo cobraron su

forma habitual.

Entonces los vimos. Todos los niños estaban allí, riendo de buena gana.

Estaban sentados a lo largo de una mesa, donde de día seguramente los hombres

del pueblo trabajaban en ese lugar.

¡Habían estado jugando con nosotros! Como si fuese las escondidas.

Entonces el Ladrón de Sueños comprendió que no habían estado en sus

camas y que seguramente habían puesto almohadas debajo de las sábanas para

confundirlo.

Seguramente habían esperado a que sus padres se durmieran y luego,

teniendo todo previamente acordado, escaparon por las ventanas y se reunieron

bajo ese enorme techo, para jugarle una broma al Ladrón de Sueños.

Los niños festejaron nuestra aparición con risas y aplausos, como si

fuésemos una presentación del circo. Y sin perder tiempo comenzaron a cantar

la canción que tanto odiaba el Ladrón de Sueños.

Fue tal el enojo del Ladrón de Sueños que buscó en sus bolsillos las

pesadillas que tenía reservadas para esos chicos y las arrojó contra ellos.

Figuras fantasmales y horrorosas volaron por el aire, en dirección de

los niños. Pero las pesadillas se hicieron añicos en el aire, derrotadas por la

felicidad que bailaba en al aire.

El Ladrón de Sueños aulló de bronca, porque había sido vencido por los

niños del pueblo. Y sin siquiera intentar otro ataque salió despavorido del

granero, convertido nuevamente en humo, para perderse en la noche repleta

de estrellas.

¿Que pasó conmigo? Quedé en el granero, sin desaparecer. Y los niños me

invitaron a sumarme a su canción. ¿Y saben qué? Canté a toda voz y desde

entonces soy libre.

No recuerdo el nombre del pueblo, porque han pasado muchos años, pero

se algo: el Ladrón de Sueños jamás volvió a pisar ese lugar.

Aunque sigue merodeando todas las habitaciones del mundo, seguramente

con un nuevo ayudante, en aquella aldea fue vencido por la alegría y la

inteligencia de los niños.

Ningún miedo dura para siempre. La mejor forma de enfrentarlos no es

pensando que no existen, sino al contrario. Creer en ellos y saber que uno

puede ser más fuerte.

Para empezar, basta una canción:

De noche es invisible,

silencioso y rufián.

Se lleva lo que está a mano

sin que nadie vea su andar

No roba a cualquier persona,

solo al que se ha puesto a soñar.

Es el Ladrón de Sueños

el caminante de la noche

Es el Ladrón de Sueños

que roba sin que la luna lo note

Pero cuentan aves y lombrices

que un día al fin lograron hacerlo llorar

unos niños alegres y felices

en un pequeño y lejano lugar

Desde entonces el vil ladrón

no aparece más a saludar

y ahora los sueños son de los mejor

coloridos, únicos ¡para recordar!

Y entonan los niños contentos

una canción que lo espanta

que se escucha a cuatro vientos

porque no aparece cuando la cantan.

Es el Ladrón de Sueños

el caminante de la noche

Es el Ladrón de Sueños

que roba sin que la luna lo note

Ficha Biográfica

Parrilla, Ernesto Antonio (Villa Constitución, Argentina, 1977)

Ha sido publicado en antologías del municipio de Villa Constitución

(Argentina), en los años 2002, 2008, 2009 y 2010. En 2009 y 2010 fue

seleccionado por Editorial Dunken (Argentina) para sus antologías “Cantares

de la Incordura” y “Los vuelos del tintero”. Participó en los tres volúmenes de

“Mundos en Tinieblas” (2008, 2009 y 2010) de Ediciones Galmort (Argentina),

recibiendo una mención de honor en el tercer certamen homónimo.

En 2009 obtuvo el primer premio en el certamen “Cuentos para Cuervos”

de la revista El Puñal (Chile), el mismo año una mención especial en el

concurso provincial de cuentos de la Mutual Médica de Rosario (Argentina)

y en 2010 una mención de honor en el 2º Concurso de Jóvenes Escritores de

Ediciones Mis Escritos (Argentina).

Ha sido publicado además en la revista Redes para la Ciencia (España),

Arte de la Literatura (España), Group Lobher (España), Cryptshow Festival

(España), Revista Comunicar (España), Cuentos y más (Argentina), Diario

Tiempo Argentino (Argentina), Antología Sorbo de Letras (España) y Revista

Tintas (Argentina), entre otros.