el loro del chocolate. chocolate zamorense. labrador

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FRAY VICENTE DE ARGÜELLES

RECETA INSTRUCTIVA Y UNIVERSALMENTE BENÉFICA

DEL NUEVO INVENTO DEL

CHOCOLATE ZAMORENSE

Edición y estudios a cargo de:

Miguel Anxo Pena González Ana Vivar Quintana Elena del Río Parra

Germán Labrador Méndez María de los Ángeles Pérez Samper

Arsenio Dacosta José Manuel Pedrosa Bartolomé

Instituto de Estudios Zamoranos «Florián de Ocampo» (CSIC) Diputación Provincial de Zamora

Zamora

2012

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ARGÜELLES, Vicente de Receta instructiva y universalmente benéfica del nuevo invento del Chocolate Zamorense / de Fray Vicente de Argüelles, editor Arsenio Dacosta. Estudios introductorios de: Miguel Anxo Pena González, Ana Vivar Quintana, Elena del Río Parra, Germán Labrador Méndez, Mª de los Ángeles Pérez Samper, Arsenio Dacosta y José Manuel Pedrosa Bartolomé. Ed. anotada -- Zamora: Instituto de Estudios Zamoranos «Florián de Ocampo», 2012 152 p.; 17x24 cm Edición y estudio a partir de la edición de Salamanca: Manuel Rodríguez y Manuel de Vega, 1798. Antropología Cultural Chocolate- Recetas de cocina Chocolate-Zamora 5101 641.5 630.915(460.184)

© Los autores Instituto de Estudios Zamoranos «Florián de Ocampo» (CSIC) Diputación Provincial de Zamora ISBN: 978-84-96100-61-9 Depósito Legal: ZA-159-2012 Imprime: De la Iglesia, Impresores

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NUEVO INVENTO DEL CHOCOLATE ZAMORENSE

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ÍNDICE

PRÓLOGO 9 EDICIÓN 11 ESTUDIOS

FRAY VICENTE DE ARGÜELLES: NOTA BIOGRÁFICA 25 Miguel Anxo Pena González

DE LOS INGREDIENTES AL PRODUCTO FINAL EN EL NUEVO INVENTO DEL CHOCOLATE ZAMORENSE 35

Ana Vivar Quintana

LA ADULTERACIÓN POR CONCIENCIA EN LA RECETA INSTRUCTIVA DE VICENTE DE ARGÜELLES 49

Elena del Río Parra EL LORO DEL CHOCOLATE. MEDICINA ÍNDICA, OPINIÓN PÚBLICA Y DIVULGACIÓN CIENTÍFICA EN LA ILUSTRACIÓN ESPAÑOLA, A PARTIR DE LA RECETA INSTRUCTIVA DEL CHOCOLATE ZAMORENSE 57

Germán Labrador Méndez

CHOCOLATE PARA TODOS 113 Mª de los Ángeles Pérez Samper

ORIGINAL Y SUCEDÁNEO: APROXIMACIÓN A UNA ANTROPOLOGÍA DEL GUSTO 123

Arsenio Dacosta PEQUEÑO CANCIONERILLO HISPÁNICO DEL CHOCOLATE 141

José Manuel Pedrosa Bartolomé

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EL LORO DEL CHOCOLATE. MEDICINA ÍNDICA, OPINIÓN PÚBLICA Y DIVULGACIÓN CIENTÍFICA EN LA ILUSTRACIÓN ESPAÑOLA, A PARTIR DE LA

RECETA INSTRUCTIVA DEL CHOCOLATE ZAMORENSE

Germán Labrador Méndez Princeton University

“Y la gente buscaba las farmacias donde el amargo trópico se fija”

Federico García Lorca1

Este trabajo se pregunta por el lugar que la Receta Instructiva del Chocolate Zamorense de Vicente Argüelles (Salamanca, 1798) ocupa en los debates públicos del tiempo de la Ilustración desde la perspectiva de su inserción local en el ámbito letrado de una ciudad de provincias como Salamanca, y a partir de la historia cultural de las solanáceas americanas, particularmente del chocolate. Para ello, se busca establecer de qué maneras la Receta se inscribe en un determinado mapa cultural y material de las relaciones imperiales entre colonia, botánica y metrópolis desde el Barroco tardío hasta la Ilustración consolidada, y en qué sentido, como género letrado, la Receta dialoga con varias tradiciones sapienciales de modo problemático: el publicismo médico barroco, la literatura higienista preilustrada y la escritura de arbitrios. Finalmente, desde la noción de medicinas poéticas, a partir de la lectura contextual de la polémica recepción de la Receta de Argüelles en el círculo ilustrado del Semanario Erudito salmantino, se propone un análisis simbólico del ámbito sociohistórico al que apelaba de la Receta, conectando tal análisis con una secuencia de más largo alcance que articula modernidad, aceleración y producción-consumo de las drogas de Indias.

1 “Paisaje de la multitud que vomita”. En Poeta en Nueva York. María Clementa Millán, ed. Madrid: Cátedra, 1988, p. 143.

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LA RECETA DE ARGÜELLES EN EL CONTEXTO GLOCAL DE LA ILUSTRACIÓN

ESPAÑOLA Y LA BOTÁNICA DE INDIAS Desde la perspectiva de la historia cultural, el problema conceptual que

enfrentamos a la hora de imaginar una entrada crítica en la Receta instructiva y universalmente benéfica del nuevo invento del chocolate zamorense (en adelante Receta), escrita por el misionero franciscano Vicente Argüelles, se refiere al énfasis interpretativo que cabe imprimir sobre un texto marcadamente menor cuando nos interrogamos por su capacidad de remitir a un contexto de época y, consecuentemente, a una problemática crítica asociada con el mismo. No se nos oculta que esta Receta constituye un opúsculo, un texto anodino, un papel que, por carecer de registro claro en los archivos más identificables de su época, ve comprometida su referencialidad, sea ésta imaginada en términos de representatividad, de singularidad o de excepcionalidad. Garantizar la capacidad de este escrito de remitir fuera de sus límites textuales, desamparado de cualquier vida social posterior, tradición crítica, legado hermenéutico, o visibilidad prolongada en su época, se nos impone como un precondición metodológica.

La vida pública de la Receta fue, como veremos, efímera: vida de la hora, vida del acontecimiento, texto del día, quedan vestigios bibliográficos de su existencia y circulación durante apenas cinco meses, después de los cuales cayó en el más absoluto de los olvidos, al que hoy se pretende hacer frente en este volumen desde la figura de su rescate crítico. Éste no puede obviar el hecho de que bajo la categoría de la curiosidad, desde la condición (local) que la Receta posee en tanto que papel curioso, se organiza y promueve la intervención académica colectiva en la que este artículo también participa. Acudimos a la Receta en la medida en que su título parece animar una curiosidad nuestra, contemporánea, por la historia, siempre agradable, de una materia afable, familiar, el chocolate, protegida por el carácter espacial de una comunidad urbana y académica –salmantina, zamorana–, donde esa historia tuvo sitio, al que hoy todavía es posible remitirse, desde instituciones y agentes que gestionan el conocimiento de los saberes históricos producidos en tales ámbitos, sean el Instituto de Estudios Zamoranos Florián de Ocampo o la Universidad de Salamanca.

Formalmente, la Receta consiste en un impreso de dieciséis páginas dedicado a la elaboración de un preparado bautizado como chocolate zamorense, siendo éste, en realidad, una pasta almendrada, que se propone como derivado, suplemento e, incluso, eventual sustituto del chocolate indiano. Este opúsculo se publicó en Salamanca en 1798 como un texto exento del Semanario Erudito y Curioso de Salamanca (en adelante Semanario), y fue puntualmente recibido y

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contestado en el ámbito avanzado del público ilustrado salmantino2. En ese particular cronotopo puede reformularse de nuevo la pregunta por la determinación epocal de nuestra Receta, por el modo en que ésta se introduce en el panorama de época, interacciona con sus palabras claves, con sus narrativas marco, sean éstas las de las Luces o las de sus crisis, las del reformismo borbónico, las del desarrollo y modernización pendiente, las de la imaginación nacional o las de la emancipación política colectiva3.

2 Sobre la naturaleza sociológica y cultural de ese público y esa revista ilustrada, sobre los que volveremos, es necesario citar el estudio inaugural de Fernando RODRÍGUEZ DE LA FLOR sobre el Semanario Erudito y Curioso de Salamanca (1793-1798) (Salamanca: Dip. de Salamanca, 1988). 3 Por más que en los últimos años, desde el ámbito de la historia de la ciencia y desde los estudios culturales cabe apreciar una creciente multiplicación de las aproximaciones, los arriba descritos han sido los enfoques que han enmarcado el siempre complicado campo de los estudios del siglo XVIII español, enfoques que es posible reconocer como subtexto narrativo en muchos de los trabajos provenientes desde el ámbito de los estudios de literatura, marcados con frecuencia por la idea metahistórica de un diferencial deficitario que caracterizaría la modernidad española. Esta idea, propiamente fundacional (desde Maravall, al menos) del área de los estudios en el ámbito del setecientos peninsular, ha sesgado marcadamente las investigaciones y seleccionado el tipo de objetos que cabía estudiar en ese siglo y el tipo de preguntas que cabía hacerles. Sobre la influencia en la longue durée del par conceptual decadencia/regeneración, véase el trabajo de Pablo SÁNCHEZ LEÓN: “Decadencia y regeneración. La temporalidad en los conceptos fundamentales de la modernidad española”. En Lenguaje, tiempo y modernidad. Ensayos de historia conceptual. Javier Fernández Sebastián y Gonzalo Capellán de Miguel, eds. Santiago de Chile: Globo editores, p. 81-212. Incluso los trabajos de ampliación de archivo que reconfiguraron el campo de la literatura del setecientos en los años de la transición española y la primera democracia, manifiestan lógicamente la impronta, invertida, de esta interrogación. Intervenciones de tipo panorámico a finales de los años 1990 siguen expresando semejante interrogación (v.g. LARUBIA-PRADO, Francisco; TORDECILLA, Jesús (eds). Razón, tradición y modernidad: re-visión de la Ilustración hispánica. Madrid: Editorial Tecnos, 1996). Incluso las importantes revisiones que han tenido lugar en el ámbito de la ciencia y del estudio de la famosa “mentalidad ilustrada”, en los estudios de la Ilustración temprana, que han marcado una dirección en el campo en la última década, no dejan de verse obligadas a responder a estas mismas preguntas, como se puede establecer a partir del análisis de Philip DEACON en un valioso artículo panorámico: “Early Enlightenment and the Spanish World". Eighteenth-Century Studies, Fall 2003, Volume 37, Number 1, p. 129-140. En esta investigación pretendo establecer un diálogo con las aportaciones realizadas en los últimos años relacionadas, de un lado, con la construcción de redes de influencia y conocimiento en el siglo XVIII y, de otro, con las discusiones en torno a la construcción de ciudadanía, articulación de esfera pública, cultura popular y paradigmas subalternos. De alguna forma, mi proyecto concibe el estudio los desarrollos de lenguaje moderno vinculados a los ámbitos de la ciencia en estrecha relación con la cultura popular, en el ámbito de lo que he llamado “representaciones demoilustradas”; cfr. “Las Luces Figuradas. Imágenes de dispositivos tecno-científicos y secularización en la España del siglo XVIII: retratos, linternas mágicas y globos”. Imágenes del siglo XVIII. Monográfico, Gloria Mora, ed., 18. Cuadernos dieciochistas, 2009, 9, p. 49-78.

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Si una primera respuesta nos invita a considerar la Receta muy escasamente conectada con preguntas estructurales por el sentido de su época, no es menos cierto que ese tipo de determinación cabe obtenerla a través de su entorno textual, pues, por aquellas mismas fechas y en las páginas del mismo Semanario, resulta fácil averiguar referencias directas a la emergencia de sucesos históricos consustanciales a la producción de nuestro imaginario dieciochista: así en 1798 cabe referir la publicación del “Real decreto para que todos los franceses salgan de toda la península”, la aparición de noticias sobre la actividad de las Reales Sociedades Económicas4 y de las fábricas valencianas, junto con referencias a la circulación de una literatura de tipo sentimental, una novela moral y discusiones sobre asuntos de decoro en los espectáculos públicos5. Conforme la situación geopolítica se vuelve más inestable, cabe registrar cierta circulación de informaciones político-militares.

Sin embargo, no todo eran ejemplos de actualidad ilustrada en las páginas del Semanario, ni de historicidad moderna. La vida local tiene definitivamente otra hora, en un mundo todavía no geosituado6, y, así, el Semanario expresa una territorialización de la información de caracter pre-nacional7. Su producción de temporalidad sobre el espacio obedece al ámbito citadino, interioriza (y normativiza) las formas de vida de su comunidad letrada8, y en ellas manda con

4 Semanario de Salamanca, sábado 30 de junio de 1798, tomo XIX, nº 551, p. 211-212. 5 Semanario de Salamanca, sábado 29 de septiembre de 1798, tomo XX, nº 577, p. 209-210. 6 El término de geo-localización o geo-situación (geolocation) pertenece al ámbito técnico de las telecomunicaciones, asociado al desarrollo de tecnologías inalámbricas. Su aplicación en el espacio de la teoría crítica es aún incipiente, pero resulta inspirador el uso que hace del término Valdimir MONTOYA ARANGO, en sus trabajos sobre cartografía social y espacialidades del poder, cfr. “El mapa de lo invisible. Silencios y gramática del poder en la cartografía”, Universitas humanística, enero-junio de 2007, 63, p. 155-179. 7 La prensa ilustrada, a diferencia de la decimonónica, no se articula todavía en un claro sentido nacional, como, por otro lado, resultaría lógico esperar siguiendo a Anderson, quien establece la construcción de identidades letradas con carácter transnacional asociadas a la estructural funcionarial de los imperios, que, en su colapso, se reterritorializan en ámbitos citadinos, y serán el germen de las comunidades productoras de imaginaciones nacionales. Considerando de modo complementario el modelo descrito por Ángel Rama para el análisis urbano del funcionamiento de la cultura letrada en los tiempos del tardoimperio español, cabe entender la circulación de la prensa ilustrada en los términos de primera articulación de comunidades imaginadas vinculadas sentimentalmente con un diseño proyectivo del país, pero carentes todavía de las condiciones de simultaneidad y contemporaneidad que Anderson reconoce como características estructurales de los imaginarios de nación (ANDERSON, Benedict. Imagined communities. Reflections on the Origin and Spread of Nationalism. New York, London: Verso, 1983. Comunidades imaginadas. Reflexiones sobre el origen y la difusión del nacionalismo. México: F.C.E., 1993). Cfr. RAMA, Ángel. La ciudad letrada. Hanover: Ediciones del Norte, 1984. 8 Sigo a RODRÍGUEZ DE LA FLOR en este punto. Op. cit.

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fuerza el tiempo local de lo litúrgico, de lo ritual (procesiones de Semana Santa, homilías, ferias...) con sus articulaciones burocráticas (ordenanzas, avisos, noticias de vacantes...)9. A la consolidación de esa temporalidad no secular contribuye, y no poco, la abundante producción lírica contenida en sus páginas: sonetos, odas y poemas litúrgicos de la Escuela del Zurguén y sus estribaciones10. Y, entre ambos tiempos, tiempos locales de la vida urbana material y simbólica, y tiempos acelerados de modernidad, emerge ese ámbito confuso y compartido de las preocupaciones ilustradas salmantinas, ámbito de textos que mencionan construcciones y proyectos de construcciones de una noria, o unos baños, o un ingenio, y donde las cuestiones vinculadas con la medicina, la higiene y la divulgación de conocimientos (para)científicos ocupan un papel muy relevante, que este artículo tratará de apuntalar. En ese ámbito, entonces, la Receta participaría de esos intereses difusos, curiosos, que articulan el espacio-tiempo ilustrado de la lecto-escritura del Semanario.

Y, sin embargo, la pregunta perdura: ¿cómo, pues, garantizamos la referencialidad de este texto remoto? ¿Cómo, y aquí resulta pertinente en término tomado de la sociología, lo glocalizamos?11 ¿Admite ese texto una entrada

9 La reflexión sobre la temporalidad ilustrada resulta una preocupación clave en los estudios culturales del periodo, desde la inflexión producida por Reinhart KOSELLECK (Aceleración, prognosis y secularización. Valencia: Pre-textos, 2003) y los desarrollos que la historia conceptual ha producido a partir de la misma, que constituyen parte de mi metodología de lectura en este trabajo. El estudio del nacimiento del vocabulario cultural moderno y la posibilidad del estudio de los cambios semánticos en tanto que cambios en las mentalidades culturales, pasa por la dotación de una teoría que explique las relaciones entre temporalidad y lenguaje. La producción discursiva de un mayor número de eventos en un menor número de tiempo, según Koselleck, corresponde a la experiencia histórica intersubjetiva de la aceleración, que habría de manifestarse de un modo epocal en los finales del siglo XVIII, en un clásico conflicto entre el tiempo lineal de la modernidad (que, para Anderson, íbid, se relaciona con la existencia de la nación como dispositivo institucional y narrativo) y los tiempos circulares, litúrgicos, sagrados de la sociedad tradicional y de las instituciones del Antiguo Régimen. El libro de Stoichita y Cordech resulta imprescindible para una entrada, a través de Goya, a la problemática experiencia estética relacionada con la vivencia histórica del conflicto entre “el fin del tiempo” y la “aceleración histórica” (los dos paradigmas de temporalidad futura que según Koselleck colisionan), en los límites de la temporalidad literaria y plebeya del carnaval que Goya capturaría en sus últimas luminarias premodernas. Cfr. STOICHITA, Víctor; CODERCH, Anna María. El último carnaval. Un ensayo sobre Goya. Madrid: Siruela, 1999. 10 De nuevo, Fernando RODRÍGUEZ DE LA FLOR (“Arcadia y Edad de Oro en la bucólica dieciochesca”, Anales de Literatura Española, 1983, 2, p. 133-153, y, del mismo, “Aportaciones al estudio de la Escuela Poética salmantina (1772-1789)”, Stvdia Philologica, 1982, 6, p. 193-229. 11 El término glocalización, ampliamente integrado dentro del vocabulario analítico de los fenómenos socioculturales relacionados con el neoliberalismo y la globalización, supuso una importante aportación a la teoría sociocultural, a partir de un artículo de Robert Robertson que proponía considerar un doble vector tiempo-espacio para introducir en la sociología de

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que, precisamente a partir de su situación incierta, lo sitúe en una topografía identificable, entre lo local y lo global, por todo lo que reúne de menor, de periférico y de específico? ¿Qué nos puede enseñar tal entrada sobre problemas históricos relativos a la interpretación cultural de textos y problemáticas asociadas a la naturaleza epocal del siglo XVIII? ¿Y, específicamente, en el ámbito de la ciencia, la medicina, la urbanidad ilustradas, en qué consiste, qué sostiene, qué garantiza una lectura glocalizada de la Receta?12

Pensamos, entonces, que no es (o no a primera vista) el gran tiempo de la modernidad, con su dialéctica entre prognosis y secularización, aquel que glocaliza este opúsculo médico-culinario. Podemos comenzar, sin embargo, por definir su entorno en relación con la circulación cultural de las drogas de Indias,

la globalización un tipo de análisis crítico que atendiese a fenómenos, experiencias y regímenes de vida específicos que no necesariamente se amalgamasen en los flujos confluentes y homogeneizadores de las perspectivas macro entonces dominantes, asociadas a un discurso celebratorio y expansivo de la modernidad ultraliberal. Creo que la aplicación del término al ámbito de los estudios históricos, en esa relación cronoespacial entre fenómenos macro y lógicas micro, puede resultar muy productiva, tal y como he tratado de hacer ver en este texto, en tanto y cuanto el estudio de las relaciones simbólicas y materiales que tenían lugar en el ámbito de los antiguos imperios, como conocimiento arqueológico, forzosamente debe afrontar una pregunta actual por su aportación teórica a las discusiones sobre globalización y altermundialismo. ROBERTSON, Robert. “Glocalization: Time-space and homogeneity-heterogeneity”. En Global modernities. Mike Featherstone, Scott Lash y Roland Robertson, eds. London; Thousand Oaks, California: Sage Publications, 1995, p. 25-44. Una versión en castellano fue incluida en Cansancio del Leviatán: problemas políticos de la mundialización. Juan Carlos Monedero, ed. Madrid: Trotta, 2003, p. 261-284. 12 Cfr. RODRÍGUEZ DE LA FLOR, Semanario Erudito y Curioso de Salamanca (1793-1798), op. cit. En este libro, que a la sazón fue la edición de una tesis doctoral, se argumentaba a favor de un modelo semejante: la posibilidad de observar la materialización menor, contradictoria, polimorfa de las problemáticas modernas en una publicación modesta y deslocalizada respecto de los (supuestos) teatros de la actualidad ilustrada, permite, sin embargo, una aproximación compleja y antigenealógica a la naturaleza histórica de fenómenos asociados estructuralmente con ficciones fundacionales y metanarrativas. Tomo pues de Rodríguez de la Flor esa temprana invitación a entrar en la Ilustración española por la puerta de servicio, aquella que conduce no a sus salones, sino a sus cocinas. Para la fundamentación teórica de modelos interpretativos desde una aplicación de la óptica local con un enfoque sociológico resulta inspirador el trabajo de Randall COLLINS: “On the Microfoundations of Macrosociology”, American Journal of Sociology, 1981, Vol. 86, 5, p. 984-1014. Siempre en la misma perspectiva metodológica, he pretendido demostrar la rentabilidad de semejante enfoque aplicada a la crítica cultural de la historiografía fundacional, a través de una noción biopolítica y glocal de la transición española desde la consigna de una reductio ad Pontevedram (LABRADOR MÉNDEZ, Germán. “Ciudadanos sin que se les note. Ciudadanía y límites de la representación en la transición española". En Lost in transitions. Representation and Political Cultures in the Spanish Transition(s) to Democracy. Princeton, Department of Spanish and Portuguese Languages and Cultures, Mars 5, 2010, texto en preparación).

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es decir, subsumiéndolo en el amplio caudal de prácticas culturales relacionadas con la vida material de las plantas indianas, y, más específicamente, con el comercio transatlántico de las “drogas tropicales”13 y, derivadamente, con la producción discursiva y simbólica asociada a la aculturación metropolitana de dichas sustancias y de su tráfico. El ámbito de la circulación imperial de la “farmacia utópica”14 de Indias ha contado con abundantes aproximaciones interdisciplinares, destacando entre ellas las referidas al estudio de la historia cultural de un conjunto específico de sustancias psicoactivas, relacionadas simultáneamente con la medicina, la alimentación y el placer15. Se trata del grupo de excitantes modernos formado por tabaco, café, chocolate y coca (y té, en las Indias Orientales), cuya compartida (aunque desigual) importancia para la economía y para la conformación imaginaria de los imperios de ultramar, adquiere una densidad capaz de determinar una parte considerable del flujo económico colonial, sólo superada por aquella que expresa el azúcar en su explotación y comercio, en un proceso de expansión compartida que se inicia a finales del siglo XVI, experimenta su auge durante el siglo XVII, y alcanza su

13 El concepto de “drogas tropicales” lo tomo de Sidney W. Mintz, quien, en su historia cultural del azúcar, habla de “tropical commodities” (materias o mercancías tropicales) y “drug foods” (alimentos medicinales o drogas-alimento), a propósito de este grupo de sustancias, de las que el azúcar se separa, por entrar en una regulación distinta sobre su consumo en el ámbito litúrgico (MINTZ, Sidney W. Sweetness and power. The palce of sugar in Modern History. Vermont: Viking, Elisabeth Sifton Books, 1985, p. 99-100 y 108). 14 Tomo el término de un estimulante libro de Enrique OCAÑA, El Dionisio moderno y la farmacia utópica (Barcelona: Anagrama, 1993), quien elabora conceptualmente la necesidad filosófica de los fármacos, como figuras que existen en una trama de deseos, necesidades e investigaciones filosóficas, que recubren y prefiguran la materialidad (y la psicoactivad) de las sustancias reales. Éste será un marco útil para la articulación del concepto de “medicinas poéticas” que desarrollaré después. 15 El estudio de la circulación material y simbólica de las materias y mercancías americanas ha experimentando un desarrollo muy amplio en la última década, articulando decisivamente el campo de los Transtlantic Studies. El volumen colectivo editado por Londa Schiebinger y Claudia Swan nos sitúa en los debates que hacen interaccionar el desarrollo del estudio de la botánica con la articulación política y comercial de las redes imperiales del periodo colonial (SCHIEBINGER, Londa; SWAN, Claudia (eds). Colonial Botany: Science, Commerce, and Politics. Philadelphia: University of Pennsylvania Press, 2005). Es necesario mencionar, en este contexto, el trabajo de Marcy NORTON, sobre la historia cultural del chocolate y del tabaco, con un importante tratamiento del mundo ibérico (Sacred Gifts, Profane Pleasures, a History of Tobacco and Chocolate in the Atlantic World. Ithaca: Cornell University Press, 2008). Con un amplio arco temporal en perspectiva, resulta imprescindible para el estudio de la historia cultural del chocolate el volumen colectivo editado por Louis Evan GRIVETTI y Howard-Yana SHAPIRO, Chocolate: history, culture, and heritage (Hoboken, N.J.: Wiley, 2009).

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cénit en el siglo XVIII, antes de estimular el desarrollo de pujantes ámbitos industriales ya en el siglo siguiente16.

De este modo, la historia cultural de las drogas de Indias vinculada a la imaginación imperial nos sitúa en una temporalidad más amplia, de tipo imperial (frente a una temporalidad epocal de clave barroca y postbarroca), a la que nuestro tratado se incorpora. Ello nos invita a leer la aparición de la Receta, en 1798, dentro de una tradición de prácticas culturales asociadas con la circulación de las drogas indianas, que, entonces, en la península, ya contaba con más de doscientos años de registro y de archivo, con su vocabulario complejo y articulado, con unas identidades sociales garantizadas para sus autores, y con unos horizontes de expectativas dinámicos pero establecidos para sus públicos. Al cabo, como algunos pasajes del propio Argüelles me permitirán argumentar, en 1798, el chocolate ilustrado seguirá siendo una mercancía imperial, una sustancia que mantiene una relación orgánica con la estructura material del Imperio, y una relación simbólica de dependencia con los flujos libidinales que lo sostienen y dan fábula, como han demostrado algunos autores17.

Ello, sin embargo, no evita que el tráfico de medicinas y alimentos indianos en el setecientos no desarrolle sus propias características específicas. Si hemos de seguir a Nater, éstas tienen que ver con la guerra comercial, guerra de precios, guerra de producción, que, en el espacio del Caribe y a hombros de esclavos, sostienen las monarquías inglesa y española por el control de los flujos de tabaco y de azúcar, pulso comercial que, según Nater, subyace a los conflictos geopolíticos entre isla y península, en un ámbito que, aunque sumergido, acaba por imponer su lógica de preeminencia y pujanza sobre los

16 Para una historia del comercio del chocolate en la edad moderna, que prioriza las experiencias del mundo anglosajón, véase el libro de William Gervase CLARENCE-SMITH, Cocoa and chocolate, 1765-1914 (London; New York: Routledge, 2000). Sobre este punto también resultan ilustrativos los trabajos ya citados de Mintz y Norton. 17 Desde la perspectiva de los estudios trasatlánticos y de la circulación de los saberes y prácticas sobre la botánica índica, la necesidad de adoptar una temporalidad de más amplio alcance, que entienda la estructura imperial en su larga duración, es algo que los historiadores de la ciencia y de las exploraciones científicas han puesto de relieve. Ese es el marco histórico que sostiene el volumen colectivo editado por Daniela Bleichmar, y las monografías de Antonio Barrera-Osorio o Jorge Cañizares-Esguerra. Cfr. BLEICHMAR, Daniela (ed). Science in the Spanish and Portuguese Empires, 1500-1800. Stanford: Stanford University Press, 2009; BARRERA-OSORIO, Antonio. Experiencing Nature. The Spanish American Empire and the Early Scientific Revolution. Austin: University of Texas Press, 2006; CAÑIZARES-ESGUERRA, Jorge. Nature, empire, and nation: explorations of the history of science in the Iberian world. Stanford: Stanford University Press, 2006.

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teatros militares donde ambas potencias competían18. Ello puede ponerse en relación con varios intentos de organizar el comercio de chocolate a través de su estanco.19 En todo caso, importa conectarlo con el crecimiento exponencial de las importaciones de cacao a la península que, procedentes del Venezuela, tienen lugar en el siglo XVIII.20 A partir de 1728, y como estrategia clave en ese tiempo de reordenación del comercio trasatlántico de materias primas, se organiza la Real Compañía Guipuzcoana de Caracas, dedicada la custodia, transporte y comercio del chocolate desde Venezuela a España21. Una de las primeras consecuencias de estas medidas sería la de extender de modo notable el comercio del chocolate en las ciudades españolas, y el acceso de un mayor número de personas al mismo. Sin embargo, a finales de siglo, las demoras e incidencias propias del comercio trasatlántico se dejan sentir en los mercados, que sufren desabastecimientos puntuales y eventuales variaciones en los precios, hecho que animaría la composición de la Receta, según el propio franciscano afirma (4, 9).

Si, en el plano comercial y productivo, la hegemonía británica sobre el azúcar, en detrimento de la hegemonía española sobre el tabaco, acaba por garantizar el papel rector que la corona inglesa adquiere en el control del

18 NATER, Laura. “The Spanish Empire and Cuban Tobacco during the Seventeenth and Eighteenth Centuries”. En The Atlantic Economy during the Seventeenth and Eighteenth Centuries. Organization, practice, and personnel. Peter A. Coclanis, ed. Columbia: University of South Carolina Press, 2005, p. 252-277. 19 NORTON, op. cit. dedica un capítulo de su libro al estudio del estanco del tabaco, y menciona cómo, a partir de 1629, y nuevamente de 1640, se establecen también tasas crecientes sobre el comercio del cacao, p. 206, pp. 225 y ss. Consolación MARTÍNEZ GARCÍA afirma que en 1691 hubo un intento de organizar su estanco, pero no hemos podido comprobarlo; sí seguimos sus investigaciones a la hora de afirmar el crecimiento llamativo de las importaciones de cacao venezolano a comienzos del setecientos (Drogas importadas desde Nueva España. Estudio estadístico-farmacoterapéutico. Sevilla: Publicaciones de la Universidad de Sevilla, 1992, p. 77-79). Además de dar noticia del estanco del chocolate en Navarra en 1678, muy específico e ilustrativo, para ilustrar la demanda creciente del chocolate en ámbitos urbanos, así como la articulación institucional de su comercio y negocio, resulta el estudio local de Fernando SERRANO LARRÁYOZ y Margarita VELASCO GARRO sobre “El gremio de chocolateros de Pamplona (Los capítulos y ordenanzas de 1728-1729)”, Cuadernos de etnología y etnografía de Navarra, 1997, 29, p. 77-86. 20 Además de las fuentes citadas anteriormente, véanse los estudios de Pérez Samper y el clásico de Lutgardo GARCÍA FUENTES: El comercio español con América 1650-1700. Sevilla: Diputación Provincial de Sevilla; Escuela de Estudios Hispanoamericanos, 1980. 21 Arantzazu AMEZAGA IRIBARREN ha dedicado varios trabajos a este asunto, vid. “La Real Compañía Guipuzcoana de Caracas. Crónica sentimental con una visión historiográfica. Los años áuricos y las rebeliones (1728-1751)”, Documentación y Bibliografía. Fundación Sancho el Sabio, 2005, 23, p. 167-208.

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comercio transatlántico22, en el ámbito del imaginario, podemos argumentar a favor de un movimiento análogo, donde una geopoética de lo dulce interviene reorientando la política simbólica de los imperios. Ahora estoy explícitamente en el interior del argumento del conocido ensayo de Sidney W. Mintz, Sweetness and power23, que sostiene argumentos vecinos, diseñados, eso sí, a partir de la experiencia hegemónica del imperio inglés en la gestión global del azúcar y de otros edulcorantes. Correlativamente, podemos argumentar sobre la necesidad en el ámbito español de desarrollar mecanismos simbólicos compensatorios: si también en el espacio de la monarquía católica la dulzura era poder, resulta esperable que el siglo XVIII tuviese que compensar simbólicamente sus crisis materiales, ya con una producción de discursiva de amarguras24, ya con la imaginación de una dulzura alternativa.

Así, podemos sentirnos tentados de leer la poética de la Receta, la imaginación que contiene sobre el chocolate, ese amargo trópico, en tal cruce epocal, proponiendo que una pulsión compensatoria lo anima y fija, y que es posible descubrirla tras la insistencia del franciscano en enfatizar el carácter desprovisto, arruinado, que tienen los territorios nacionales en lo alimenticio, subrayando la escasez y el alto precio del chocolate y la dificultad que existe en su acceso25, elementos todos que, declara, le mueven a comprometerse en la

22 NATER, op. cit. 23 Op. cit. 24 En un sentido más preciso, sí se ha estudiado la discursividad que procesa el colapso imperial en el siglo XVII desde esta óptica, tratando de entender cómo, desde todos los ámbitos de producción simbólica de la monarquía católica, el Barroco representa una inmensa y sofisticada respuesta melancólica, un bloqueo de la libido imperial. Sobre el carácter amargo del barroco hispano es obligatorio citar una y mil veces los trabajos de Fernando RODRÍGUEZ DE LA FLOR, desde La Península metafísica. Arte, literatura y pensamiento en la España de la Contrarreforma (Madrid: Biblioteca Nueva 1999), Barroco: representación e ideología en el mundo hispánico, 1580-1680 (Madrid: Cátedra, 2002) a Imago. La cultura visual y figurativa del Barroco (Madrid: Abada Editores, 2009) o Pasiones frías. Secreto y disimulación en el Barroco hispano (Madrid: Marcial Pons, 2005) hasta, finalmente, y de modo específico, La era melancólica. Figuras del imaginario barroco (Palma de Mallorca: José J. de Olañeta, 2007). En el ámbito del tabaco, el humo opera como un signo poderoso de esa transferencia de energías; las drogas de Indias se convierten en poderosas metonimias del descalabro del imperio cfr. GARCÍA

SANTO TOMÁS, Enrique. Espacio urbano y creación literaria en el Madrid de Felipe IV. Madrid: Iberoamericana, 2004. 25 Esa mención se incluye desde el mismo pórtico de la Receta: “Este invento del Chocolate es útil, y sirve especialmente para alivio de las personas que son de complexión débil o enfermiza, [...] como también (por ahorro) para toda clase de sujetos que hayan tenido la costumbre de tomar el Chocolate-Americano, y cuyo coste en las presentes circunstancias y en otras iguales se les haga insoportable; no dudándose, por otra parte, ser este invento suplemento o equivalente mucho menos costoso, y más proficuo que el frecuentado hasta la

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imaginación de nuevos excitantes, experimentando con sustancias y mezclas de sustancias, hasta llegar a descubrir el chocolate zamorense, chocolate sin chocolate, formado a base de almendras, de canela y de azúcar.

En la Receta, texto que participa de una tradición mucho más amplia de recetas parecidas y de pareceres semejantes, este momento epocal (caracterizado por la pérdida de hegemonía comercial trasatlántica y por el desarrollo de estrategias compensatorias en lo económico y en lo simbólico) se expresa, además, en otros dos fenómenos (o subfenómenos), igualmente útiles para glocalizar nuestro texto, y que están directamente vinculados con esta geopolítica de Indias y con su archivo científico e imperial, dos fenómenos cuyo origen es barroco pero cuyo desarrollo nos trasporta hasta el siglo ilustrado.

Al primer fenómeno que glocaliza nuestro texto ya nos hemos referido, y habremos de visitarlo específicamente: se trata de la amplia tradición de discursos sobre las drogas tropicales. Estos forman parte inicial del archivo de la conquista, particularizado en las crónicas de Indias y, desde mediados del siglo XVI, en el trabajo de estudio y compilación realizado por los médicos naturalistas. Desde comienzos del siglo XVII en el ámbito de ciudades portuarias, e, inmediatamente después, en la corte y en las capitales universitarias, proliferan impresos en romance, con frecuencia movidos por un ethos polémico, que recolectan opiniones y saberes alrededor de las solanáceas americanas. Estos textos, escritos por médicos, teólogos, publicistas, moralistas y cortesanos, dirigidos a una audiencia letrada, construyen la vida social de las drogas indianas y cristalizan algunas de las imágenes –con frecuencia negativas– con las que los excitantes ultramarinos inician su historia metropolitana. Junto a ellos, en el primer tercio del siglo XVII, poetas y dramaturgos distribuyen, corrigen o completan dichas imágenes, hasta dotar a la botica indiana de su propio imaginario peninsular26. Este entorno discursivo, paneuropeo, que cuenta con

actualidad.” (4) Es muy significativa, me parece, la mención a las “presentes circunstancias”, que encuentra ecos en otros pasajes del texto, cuando insiste en entender la abundancia de almendras como una riqueza no sólo de posible explotación, sino de explotación necesaria. 26 En un estudio sobre la historia cultural del tabaco en el Barroco, realizado en colaboración con Fernando Rodríguez de la Flor, hemos detectado y argumentado esa secuencia. RODRÍGUEZ DE LA FLOR, Fernando; LABRADOR MÉNDEZ, Germán. “Baroque Toxicology: Smoke Discussions; the Polemic surrounding Tobacco in the Hispanic XVII-Century”. En Elena del Río Parra, ed. Special Issue. Cultural Studies in the Spanish Golden Age, South Atlantic Review, 72 (2007), p. 127-162; y, de los mismos, “El peso del humo. Una polémica trasatlántica en el Barroco hispano”, Tiempos de América: revista de historia, cultura y territorio, 2006, 13, p. 41-58. Para una consideración más general sobre la dialéctica entre producción de conocimiento científico y botánica de Indias, además de la bibliografía citada, véase PARDO

TOMÁS, José. El tesoro natural de América. Colonialismo y ciencia en el siglo XVI. Madrid: Nivola libros y ediciones, 2002.

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sus flujos y reflujos en las ciudades letradas de las colonias, sigue demostrando su vitalidad peninsular a finales del siglo XVII, apreciable en la aparición de opúsculos, papeles eruditos y pareceres científicos que abordan aspectos muy particulares de los usos médicos o sociales de esas plantas y, con ellos, también se publican recetarios y textos destinados a la elaboración de preparados específicos a partir de las mismas.

Más adelante trataremos de inferir la complicada posición relacional que Argüelles ocupa en esta tradición, pero cabe comenzar por señalar que la Receta, a pesar de su brevedad, encuentra un lecho mullido en ella, al menos en su retórica, en sus tramas de conceptos, que el franciscano emplea para tratar de insertarse en un cuerpo de saberes letrados. Para ello, reproducirá residualmente el lenguaje de la botánica de Indias, y, sobre todo, adoptará el esquema genérico al que le obliga la textualidad dieciochesca emergente: el parecer médico-divulgativo. En esa operación, Argüelles entra en relación arqueológica con dos figuras, de fuerte implantación local, muy pertinentes en el ámbito de la divulgación médica premoderna: el doctor Cristóbal Hayo, en la medicina barroca, y el doctor Torres Villarroel, en el ámbito novator. Argüelles producirá una inflexión lingüística sobre los lenguajes del publicismo médico tardo-barroco y proto-ilustrado, pues articula conceptos que quieren interiorizar nociones de salud y bien públicos de carácter plenamente dieciochesco, como ilustrada resulta su apelación a “los amantes de la Humanidad” (9). Sin embargo, para algunos de sus contemporáneos, este esfuerzo lingüístico resultará insuficiente; y es que, como tendremos ocasión de comprobar, algo ha cambiado en el siglo XVIII en el espacio de la comunicación pública, causando que se extreme el interés y la polémica que acompañó la circulación de estos impresos médico-curiosos desde su inicio. Ahora, la lucha por la opinión en el espacio público se relaciona con la disputa por establecer los criterios que regirán los modos de crear información y movilizar consensos alrededor de una incipiente noción de objetividad27. En ese cruce, la Receta y el entorno polémico que expresa el Semanario salmantino resultan atravesados por vectores de lenguaje propios del mundo de la burguesía ilustrada de una ciudad letrada de provincias, en cuyo contexto Vicente Argüelles aparece y desaparece en el verano de 1798.

El segundo fenómeno que sirve para glocalizar más específicamente nuestro texto se refiere a la nueva oleada de exploraciones científicas que definen la naturaleza del proyecto borbónico para las colonias españolas, cuyas motivaciones y conexiones epocales han encontrado abundante estudio,

27 PÉREZ VALVERDE, Nuria. Actos de precisión. Instrumentos científicos, opinión pública y economía moral en la ilustración española. Madrid: CSIC, 2007.

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generando una bibliografía que establece la centralidad histórica de las expediciones ilustradas en dos sentidos: en primer lugar, en su contribución al desarrollo de la ciencia moderna y el pensamiento secular en España y Latinoamérica y, en segundo lugar, en su carácter de vehículos eficaces para medir la temperatura de las relaciones políticas y culturales entre la metrópolis y sus colonias, constituyendo incluso instrumentos de lectura fundamentales de sus procesos de independencia, en sus planos discursivos, simbólicos y político-culturales28.

Las distintas administraciones borbónicas invierten recursos notables en una segunda penetración cultural en los territorios tropicales americanos, situados repentinamente en una amplia zona caliente en lo científico y en lo geopolítico, en lo militar y en lo económico, en lo racial y en lo letrado29. Los esfuerzos dieciochescos por reterritorializar el imperio, en sus diversos frentes, trataron de vincular decisivamente la medición del espacio y la apropiación de su flora30. Botánicos y naturalistas, geógrafos y cartógrafos, ingenieros y militares se empeñaron en un proyecto común por trazar mapas de límites, en un común esfuerzo de tocar frontera, dirigido a aumentar los recursos naturales del imperio aumentando su territorio31. En esta recapitalización metropolitana,

28 CAÑIZARES-ESGUERRA, Jorge. How to write the history of the New World : histories, epistemologies, and identities in the eighteenth-century Atlantic world. Stanford: Stanford University Press, 2001. Véanse también las notas 29-32. En este cruce, quiero remitir a dos trabajos in progress de prometedoras perspectivas, las tesis doctorales de Felipe MARTÍNEZ PINZÓN -Tierra Caliente: Transit Narratives and the Uninhabitable Nation in Colombia (1808-1924)- y de Daylet DOMÍNGUEZ -Viajeros y exploraciones al Caribe: ciencia, imperio y proyectos nacionales-. 29 El concepto de zona caliente es algo más que una metáfora, sino que constituye territorial e imaginariamente las políticas de emancipación de las élites letradas bogotanas. Sobre este asunto, remito al trabajo pionero de MARTÍNEZ PINZÓN, Felipe. “Una geografía para la guerra: narrativas del cerco en Francisco José de Caldas”, Revista de Estudios Sociales #38. Número Especial: Las oportunidades del Bicentenario. Bogotá: Universidad de los Andes, 2010, 38, p. 108-119. 30 PIMENTEL, Juan. La física de la Monarquía. Ciencia y política en el pensamiento colonial de Alejandro Malaspina (1754-1810). Madrid: Doce Calles, 1998; Testigos del mundo. Ciencia, literatura y viajes en la Ilustración. Madrid: Marcial Pons, 2003; GONZÁLEZ BUENO, Antonio. Tres botánicos de la Ilustración: la ciencia al servicio del poder. Madrid : Nivola Libros y Ediciones, 2002. 31 Entre las acciones destinadas a tal fin, resulta particularmente conocidas las encomendadas a las Juntas de Demarcación de Límites, en la demarcación de las fronteras entre la territorialidad imaginaria entre el Amazonas español y el Amazonas portugués, tarea donde destaca el Informe elaborado por Francisco Requena. Cfr. REQUENA, Francisco et al. [1782]. Ilustrados y bárbaros. Diario de la exploración de límites al Amazonas (1782). Manuel Lucena Giraldo, ed. Madrid: Alianza Editorial, 1991. Y véase también de Manuel LUCENA GIRALDO, Laboratorio tropical. La expedición de límites al Orinoco (Caracas: Monte Ávila Editores Latinoamericana; CSIC, 1993).

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la incorporación de nuevas plantas a la botica índica fue un factor clave: impulsaron tareas de rebusque, a la expectativa de obtener y explotar una segunda generación de excitantes americanos, que, entre sus miembros generalmente humildes, encontrará probablemente en la quina su aportación más exitosa32.

Pero la inversión borbónica en el territorio americano está muy lejos de movilizar exclusivamente a un cuerpo de científicos y agentes ilustrados, formados en modernas instituciones de saber en el ámbito cortesano de una ciencia cada vez menos recreativa y más académica33, sino que afecta a todas las instituciones implicadas en la gestión colonial, y, entre las mismas, a los diferentes cuerpos eclesiásticos, particularizados en las órdenes misioneras. En las últimas décadas del siglo XVIII, sobre los territorios selváticos tropicales se proyecta una considerable energía militar, como prueban la existencia de los llamados informes de acceso, en los cuales la tarea misionera se concibe como la ocupación del territorio y reducción coercitiva de la población nómada al trabajo esclavo34. Como demuestra la abundante documentación reunida por Miguel Anxo Pena en este mismo volumen, Argüelles es un agente más en estas tramas institucionales, y cabe glocalizar la Receta en este contexto

32 Sobre la vinculación entre investigación botánicas y expectativas imeperiales, remito al libro de Mauricio NIETO OLARTE, Remedios para el Imperio. Historia natural y la apropiación del Nuevo Mundo (Bogotá: Instituto Colombiano de Antropología e Historia, 2000); y, en el ámbito específico de las investigaciones de Mutis, al de Marcelo FRÍAS NÚÑEZ, Tras El Dorado Vegetal. José Celestino Mutis y la Real Expedición Botánica del Nuevo Reino de Granada (1783-1808) (Sevilla, Diputación Provincial de Sevilla, 1994). Sobre el debate de la quina, vid. VALVERDE, op. cit. 33 PUERTO SARMIENTO, Francisco Javier. Ciencia de cámara. Casimiro Gómez Ortega (1741-1818), el científico cortesano. Madrid: CSIC, 1992; y VALVERDE, op. cit. 34 Frente a una tendencia notable en los trabajos históricos producidos desde la Península a invisibilizar la estructura política y social de la dominación ejercida contra la población indígena por las instituciones coloniales en el siglo XVIII y continuada por las élites criollas, sobre el punto en particular que aquí nos ocupa resultan inapreciables los numerosos y vertebradores trabajos de la profesora Pilar GARCÍA JORDÁN: “Vías de penetración y métodos de conquista del territorio e indígenas amazónicos. Una lectura del informe Urrutia (1808) sobre el mejor acceso a la selva peruana, y una reflexión sobre su utilidad y vigencia en 1847”, Boletín Americanista, 1997, 47, p. 127-141; “La invasión simbólica del espacio indígena. Una reflexión sobre la apropiación ideológica del espacio en las misiones guarayas”. En Lo que duele es el olvido. Recuperando la memoria de América Latina. P. García Jordán, J. Gussinyer, et al., coords. Barcelona: Publicacions i Edicions de la Universitat de Barcelona, 1998, p. 229-243; Fronteras, colonización y mano de obra indígena en la Amazonía andina, siglos XIX-XX. Lima: Pontificia Universidad Católica del Perú-Universitat de Barcelona, 1998; “El estado-nación boliviano, los Orientes y las misiones franciscanas, 1825-1939. Una propuesta investigadora”. En Sociedad, cristianismo y política. Tejiendo historias locales. C. Folquer, y S.G. Amenta, eds. Tucumán: Ed. Unsta-CEPHIA, 2010, pp. 13-31; y Cruz y arado, fusiles y discursos. La construcción de los Orientes en el Perú y Bolivia, 1820-1940. Lima: IEP; IFEA, 2001.

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específico. El propio Argüelles concibe su texto y su investigación como productos de esta experiencia: “estando yo en aquellos países de conversor misionero, llevado de la curiosidad, practiqué un ensayo [...]” (6). De este modo, en el comienzo de su Receta, introduce un párrafo completamente transparente en nuestra perspectiva:

Entre las varias calidades de cacaos que se han descubierto en ambas Américas desde sus primeras conquistas, conocidos con los nombres de Guayaquil, Caracas, Soconozco y Marañon, por producirse en estas regiones, como a mediados de este siglo se averiguó que en las conversiones de Caxamarquilla se criaba una calidad de cacao blanco tan sumamente crasiento y mantecoso que no daba lugar a la reunión que se deseaba de su masa, hasta que para verificarla se dio en mixturarlo con el áspero y agrio del de Guayaquil, y con cuya unión se le remitió al excelentísimo señor don Manuel de Amat, virrey del Perú, a cuya jurisdicción pertenecen dichas conversiones. Mas poco ha (cerca del año de 1782) se reconoció otra calidad de fruta en la misma América Meridional, hacia las partes Orientales fronterizas a la celebrada y gran cordillera de los Andes, por la derrota de la ciudad de León de Guanuco, sufragánea de la capital de los Reyes de Lima, cuando a los 9 grados y 57 minutos de la latitud Austral o Sur, forman unión los decantados ríos de Puzuzu, Ichasu y Mayro, confluentes y tributarios a engrandecer el navegable Ucayali, Marañón o Amazonas, que bañan inmensos continentes y terrenos de naciones idólatras hasta desembocar en el mar del Brasil (4-5).

En el fragmento vemos a Argüelles plenamente inserto (sumergido,

incluso) en ese cruce entre historia natural y temporalidad imperial, sensible al papel específico que tienen los esfuerzos extractivos que las instituciones españolas están llevando a cabo en el ámbito de la botánica en el más amplio mapa de las rutas expansivas del imperio. En tal lugar, la historia natural de las Indias es, en realidad, la historia de los descubrimientos botánicos como reducción material de la historia colonial. En este sentido, Argüelles es cuidadoso al mencionar cómo los trabajos de identificación de las distintas especies de cacao datan de los primeros tiempos de conquista y cómo esos esfuerzos han tenido su continuidad a mediados del setecientos, al añadir nuevas variedades y nuevos modos de elaboración al capital vegetal del territorio, siempre fiscalizado por la administración española en la zona (“cuya unión se le remitió al excelentísimo señor don Manuel de Amat, virrey del Perú”). Esa voluntad de apropiación territorial, que en este texto se performa usando topónimos y coordenadas geográficas35, se despliega sobre una topología selvática, en la amplia terra

35 Uno de los críticos de Argüelles no dudará en burlarse de la territorialidad imperial que el franciscano ha querido explicitar en su tratado: [¿por qué se dedica a?] “liquidar [...]

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incognita amazónica, abierta hacia “inmensos continentes y terrenos de naciones idólatras”, que conectan decisivamente dominación político-religiosa y descubrimiento científico, en un proceso de progresiva expansión cultural-territorial (“Mas poco ha, cerca del año de 1782”36). Es en ese límite nada casual, en el confín actual del imperio, en la confluencia de los ríos que conducen al corazón de los mundos idólatras, es donde Argüelles hace nacer para el archivo científico al árbol del zaspiri, árbol-frontera al que retrotrae sus experimentos con los derivados del cacao (5). Argüelles presenta su tarea del límite como un ejercicio que incluye no sólo la conversión, prédica, y control de la población colonizada, sino su participación activa en las tareas de identificación y estudio de la riqueza botánica del lugar con vistas a su posible explotación.

MEDICINA ÍNDICA, DIVULGACIÓN CIENTÍFICA Y ARQUEOLOGÍA DEL SABER

BARROCO EN LA RECETA Cuando Argüelles vuelve a la metrópolis, por causa de su problemática

inserción en el tejido institucional de su orden, como argumenta Miguel Anxo Pena, se va a instalar en el convento de San Francisco de Zamora. Vuelve acompañado de toda la experiencia indiana, y, particularmente, del recuerdo del árbol del zaspiri, un híbrido entre cacabal y almendro, de cuyos frutos extrajo una harina que, maridada con azúcar, canela y otras especies, producía una mezcla que Argüelles defendía como sustituto del cacao. Una vez en Zamora, el recuerdo de su aventura tropical le conduce a trasladar su deseo botánico al estudio y experimentación con la flora autóctona: “He aquí el motivo de haber emprendido la composición del nuevo invento del Chocolate Zamorense y darle este título porque en esta ciudad hice la combinación con la almendra amarga, de que abunda, como sus inmediaciones de Toro y otros lugares” (7-8).

El chocolate zamorano, inevitablemente, acude a la Receta convocado como un fantasma de las Indias, como una memoria extraña, descompuesta, de las mismas. En cierto sentido, toda la Receta es un acto de mediación, de aculturación, pero no, como sería de esperar, de una substancia, el chocolate, ya suficientemente aculturizada para entonces, sino del propio autor, él mismo convertido en un agente colonizador, que re-proyecta su líbido de saber y de

descubrimientos efímeros de minas y pedrejales, relaciones caprichosas de mapas y otras extravagancias, que no le tañen ni son de su don?” (en: “Carta firmada por Antonio Molinillo”, Semanario Erudito y Curioso de Salamanca, martes 12 de junio de 1798, nº 546, p. 170. 36 ARGÜELLES, Receta, 5. Es la fecha, por cierto, del Informe de Francisco REQUENA. Op. cit.

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reconocimiento, sobre el territorio peninsular, ámbito que, de este modo, de alguna forma, se concibe o representa como unas Indias suplementarias37.

El carácter extraño de esta operación, que va a definir la poética de la Receta y su voluntad de estilo, se deriva de la condición subsidiaria de las prácticas naturalistas que Argüelles reproduce, que constituyen, como veremos, imitaciones descompuestas de saberes científicos de su época. Esta suerte de proyección fantasmal de la máquina científica imperial sobre el territorio castellano es, de algún modo, percibida por sus contemporáneos quienes, en sus réplicas polémicas, si bien no la nombran de este modo, sí señalan el carácter extravagante del discurso y comportamiento de Argüelles, cuya presentación satírica adquiere ribetes quijotescos:

Aunque según el imponderable Kirker es casual el invento de todas las cosas, el del chocolate de almendras amargas es preciso que sea efecto de unas meditaciones muy detenidas. Todos los siglos han producido inventores estrafalarios; pero ninguno de estos ha producido al género humano un beneficio como el que experimentará con el chocolate de su nueva invención38.

Como indiqué, este desplazamiento marca también la entrada de Argüelles

en el texto, el difícil acoplamiento de su voz dentro del género literario-sapiencial del parecer médico. Argüelles quiere presentarse como un lector familiarizado con la farmacología y la botánica, que cita autoridades en latín39, y

37 Hecho, por otro lado, estructural respecto del propio proceso de fagocitación imperial de los productos indianos. En la compleja, y en ocasiones feroz, batalla por su aculturación, iniciada desde el mismo momento en que los nuevos productos de las Indias llegan a la metrópolis, la farmacia tropical habría de transformar para siempre la atmósfera metropolitana, desde sus propios paisajes sensoriales, realizando su propia conquista fantasmática, como se ha estudiado, en la forma de una herida tropical en el imaginario mesetario, en el siempre complejo juego de colonización de imaginarios y reflujos subalternos. La cuestión del efecto de las materias descubiertas por los europeos en América en su capacidad de intervenir culturalmente sobre los sentidos, y las consecuencias que ello tienen para una historia cultural, ha sido planteada de modo muy seductor por Enrique García Santo Tomás en su libro citado. A la hora de imaginar la posibilidad de una territorialización quijotesca del lenguaje de la botánica extractiva de Argüelles, me ha resultado completamente inspiradora la metodología del pensar que emplea Londa SCHIEBINGER, Plants and Empire: Colonial Bioprospecting in the Atlantic World. Cambridge, Mass.: Harvard University Press, 2004. 38 “Carta firmada por Antonio Molinillo”, Semanario Erudito y Curioso de Salamanca, martes 12 de junio de 1798, nº 546, p. 168. 39 “Así lo conceptúan los médicos, y recomienda Palacios en su Pharmacopea Matritense, como se puede ver en el folio 304, nombre Almendra: Ad dolores pleuríticos, nefríticos, colicosque mitigandos, ad alvum laxandam, leniendam acrimoniam seri urinarii, urinambque pellendam commendatur;

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se expresa con alguna solvencia en el interior de un discurso autorizado. Las distintas y contradictorias imaginaciones autoriales que confluyen en el tratado de Argüelles, su propia mise en fable como connaisseur, sirven para expresar el momento de confluencia discursiva que el texto representa, así como la falta de reflexividad del autor sobre el mismo. Argüelles por un lado se auto-presenta como un botánico de Indias, por otro lado se figura como un galeno publicista salmantino, mientras que, por último, como después veremos, se expresa como un arbitrista, aunque no alcanza a representar plenamente ninguno de esos tres papeles40.

No existen signos textuales claros que nos permitan afirmar el conocimiento por parte de Argüelles de la tratadística existente sobre las drogas tropicales. Los distintos lenguajes que operan en el interior de su escrito nos hablan de una asimilación problemática, secundaria, de algunas de sus formas residuales. Argüelles no era un erudito. En ese sentido, el texto incorpora arqueológicamente restos de la historia genérica de los tratados sobre usos y efectos de las plantas indianas, así como restos de la propia historia local del publicismo científico, vestigios que el texto manifiesta de modo indirecto. La acumulación de esos restos y su reconfiguración como tecnología hábil para la construcción de una voz autorial nos hablan más de la imaginación letrada de Argüelles en su aparición en 1798, y por extensión de la cultura letrada donde irrumpe, de la búsqueda de mecanismos de autoridad y reconocimiento en su seno, que de lo que nos hablan de la pervivencia, transformaciones y sentidos de los distintos momentos de las tradiciones publicistas que ya hemos presentado y que cabe reconocer fragmentariamente en la Receta, como fósiles barrocos.

Mencionamos que el registro escritural de la botánica indiana estuvo dominado en sus comienzos por la visibilidad de las compilaciones de los grandes médicos humanistas, entre los que destacó Monardes, orientadas hacia una comunidad científica de reticulación transnacional. Mencionamos también cómo, tras ese primer momento, sucede un tiempo segundo, peninsular, protagonizado por tratadistas locales, cuyas obras adquieren un progresivo carácter divulgativo, vienen dirigidas por su voluntad de intervención polémica en el espacio público y apelan a una audiencia letrada, pero no especialista. El linaje de los Monardes cede terreno a personajes más discretos, aunque ello no tenga por qué representar un quiebre en la tradición botánica renacentista

prodest etiam in raucedine tussi, alliisque pectoris afectibus, partum facilitat, ad dolores post partum inservit, infantibus quoque recens natis propinatur” (8). 40 En su artículo, Elena del Río Parra, también se hace cargo de la relación genealógica que sitúa en tratado de Argüelles en relación con el texto de Feijoo.

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española, ya que aquellos saberes de los humanistas del XVI circulan editados por Europa y, entre ojos de especialistas y ojos de curiosos, se van incorporando al tronco sapiencial de la moderna biología. Finalmente, a lo largo del setecientos, esos conocimientos, históricamente desarrollados durante siglo y medio, retornan a su ámbito de origen a través de las instituciones científicas borbónicas, según los historiadores de la ciencia41.

Desde la segunda década del siglo XVII, y con especial fuerza a partir de la cuarta, se abre así el tiempo barroco de estos segundos tratadistas, marcado por la aparición de monografías que, con carácter moral, apelan con mayor énfasis a las prácticas, y menos a las naturalezas de las solanáceas americanas. Estos textos se centran cada vez más en los usos sociales y, en mucha menor medida, en los usos médicos. Así, si los tratadistas son contrarios a una determinada índica censurarán los primeros en nombre de los segundos, y si, por el contrario, son favorables, redescribirán costumbres sociales como hábitos medicinales, haciendo que, para los autores panegiristas, lo agradable sea, antes que agradable, bueno.

Vemos así cómo se verificó, en el periodo barroco, la transición de un espacio discursivo constituido por una red científica humanista, con su imaginación global de la circulación del saber, al ámbito discursivo de la ciudad, movimiento que, además, suele marcarse por el paso de la compilación, de la Historia natural, al opúsculo, al parecer, a la receta médico-instructiva. En definitiva, se trató de la parcelación social de la historia natural en medicina moral, desplazamiento que, con frecuencia, se subraya además por el abandono del latín en beneficio del castellano. Lo más interesante de toda esa paraliteratura resulta frecuentemente el modo por el que el propio tratadista se introduce en el género, los mecanismos discursivos por los que éste se construye una identidad en tanto que autor, se imagina un público y logra articular una medicina poética, puesto que, usando palabras, advierte o aconseja el uso de sustancias, sin

41 El estudio de las “raíces ibéricas de la revolución científica” (“The colonial Iberian roots of the scientific revolution”. En Cañizares-Esguerra, op. cit.) ha contado con estudios recientes que subrayan la importancia de las tareas de estudio y catalogación de la “experiencia natural” de las Indias, y reclaman un entendimiento activo de su posición clave en la historia de las ciencias. Véase CAÑIZARES-ESGUERRA, Jorge. “Iberian Science in the Renaissance: Ignored how much longer?”, Perspectives on Science, 2004, 12; “Iberian Colonial Science”, Isis, 2005, 96, p. 64-70; y BARRERA-OSORIO, Antonio. Experiencing Nature. The Spanish American Empire and the Early Scientific Revolution. Austin: University of Texas Press, 2006. Para observar la complejidad de las diversas cronotemporalidades científico-seculares coexistentes en el panorama ilustrado, y sus diversos mundos de lenguaje asociados, resulta elocuente resaltar que mientras Mutis en Colombia avanza decisivamente en el conocimiento de la botánica americana y Humboldt se prepara para comenzar sus viajes por las colonias españolas, Argüelles sueña con inventar el chocolate deshaciendo almendras amargas en Zamora.

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que exista una clara referencialidad respecto de sus efectos. Si, desde mediados del siglo XVII, asistimos a la intensa circulación de pareceres en romance, será la aparición de publicaciones periódicas en el siglo XVIII la que acabe por consolidar, incrementándolo, un mercado para esos textos.

La experiencia del tabaco, de la polémica del tabaco, nos da un modelo muy específico para entender tal relación42. El tabaco, al menos en el contexto peninsular, fue el objeto principal de las tareas de aclimatación discursiva de las hierbas de Indias. Desde el principio, los estudiosos reconocieron su extraordinaria psicoactividad, al mismo tiempo que su presencia en las ceremonias indígenas y la singularidad de su administración (habitualmente en polvos por vía nasal, o en humo por vía oral) planteó no pocas dudas sobre su naturaleza moral. Si los naturalistas fueron capaces de ver en la nicociana una suerte de panakkenai, fármaco que todo lo cura, y le imaginaron aplicaciones preventivas o curativas respecto de casi cualquier dolencia, ellos mismos, y, en seguida de modo más virulento otros letrados, advirtieron sobre su eventual génesis diabólica43, y sobre sus probables efectos destructivos sobre la vida colectiva, de pronto disipada, pero, particularmente, sobre los cuerpos, convertidos repentinamente en chimeneas andantes.44

Mientras todo ello sucedía, aumentaba de modo exponencial el volumen de las importaciones de la planta, al mismo ritmo que su uso, hasta el punto en que, en 1636, la Corona crea el estanco de tabaco para fiscalizar su comercio,

42 Para un relato pormenorizado de la secuencia anteriormente descrita, remito al trabajo inicial en colaboración con Rodríguez de la Flor, ya citado, y, fundamentalmente, a la introducción de nuestra edición del tratado de Hayo, aún inédita, pendiente sólo de correcciones finales: LABRADOR MÉNDEZ, Germán; RODRÍGUEZ DE LA FLOR, Fernando. “El tratado de Hayo en el contexto de la polémica barroca sobre la introducción del tabaco”. En El tratado sobre las maravillosas propiedades del tabaco (1645) del Dr. Cristóbal Hayo. Salamanca: Ediciones de la Universidad de Salamanca. Norton en su capítulo “Consuming rituals” también ofrece abundante información sobre estas cuestiones (op. cit., p. 173-200). Aprovecho para resaltar que la historia de la divulgación científica en el tránsito del mundo barroco a la primera ilustración parece carecer todavía de estudios concluyentes. 43 MONARDES, Nicolás. Segunda parte del libro de las cosas que se traen de nuestras Indias Occidentales que sirven al uso de medicina. Sevilla: Alonso Escribano, 1571, f. 65; LEIVA Y AGUILAR, Francisco de. Desengaño contra el mal uso del tabaco. Tócanse muchas lecciones y trátanse al intento muchas dudas: con resolución las nuevas, con novedad las antiguas. Córdoba: Salvador de Cea Tesa, 1634, 5r. 44 Así, por ejemplo, el predicador Francisco Tomás Ramón llegó a dedicar al tabaco un elaborado tratado donde contraponía el polvo de salvación que unge la frente de los creyentes el miércoles de ceniza, advirtiendo contra la vanidad de todo lo mundano, y el polvo del tabaco que encarnaría por antonomasia toda la vanidad del siglo. Para las imágenes de los cuerpos chimeneas véase, de Pedro LÓPEZ DE LEÓN, su Práctica y teoría de los apostemas en general y particular. Questiones y prácticas de cirugía de heridas, llagas y otras cosas nuevas y particulares. Sevilla, 1628, capítulo 6.

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mientras proliferan las intervenciones, en prosa, verso y en el teatro, a favor y en contra de la hierba45. En un contexto multipolar de gran intensidad discursiva, en 1645, en Salamanca, el doctor Cristóbal Hayo da a la luz su Tratado de las excelencias y maravillosas propiedades del Tabaco, conforme a gravísimos Autores, y grandes experiencias, agora nuevamente sacadas a la luz, para consuelo del género humano (1645)46. En él, Hayo declara la utilidad del tabaco como “universal remedio”, planta que “cura todos los males” y recomienda, en nombre de la salud y del interés público, su uso para todas las edades y complesiones, imaginando un horizonte social donde enfermedades y daño sobre los cuerpos se vean detenidos en el mundo gracias a los efectos redentores de la nicociana. Hayo vende humo, pero con el humo que vende, vende social hopes, esperanzas sociales, elabora deseos colectivos, fascinaciones, necesidades. En ese sentido hablo de medicinas poéticas.

El tratado de Hayo no constituyó tampoco una tradición, ni consta que, más allá del intenso tiempo polémico en el que circuló, y fue considerado, gozase de una posteridad notable, aunque sí sabemos de él que se glosó y leyó, en épocas siguientes, de manera puntual, resultando incluso extractado y reeditado. Fue, en algún sentido, un texto conocido por ciertos eruditos y curiosos, destino en todo caso muy superior al que se le iba a conceder a la Receta de Argüelles. No podemos afirmar, como es probable, que el franciscano desconociese la obra de Hayo, sí podemos, en lo que nos interesa, señalar algunos rasgos estilísticos compartidos, que apuntan al conocimiento cristalizado del género al que El tratado sobre las maravillosas propiedades del tabaco pertenecía: el tratado divulgativo barroco sobre las drogas índicas.

El primero de esos rasgos tiene que ver con los modos de presentar las plantas, primero refiriendo su origen, su nombre indígena, ofreciendo una explicación del mismo, y explicando los fundamentos de su nuevo nombre (“chocolate zamorense”). En el caso de nuestra Receta, el modo de referir las diferentes características botánicas de la droga es completamente convencional. El pensamiento humoral, central en la imaginación antropológica barroca, pero

45 NORTON, “Monopolizing Vice”, op. cit., p. 201-228. En una perspectiva que obvia la naturaleza de relaciones económicas entre gravamen fiscal y política de la corona (y que ignora las respuestas civiles y mercantiles –negativas– al estanco), existe también el trabajo de Francisco COMÍN COMÍN y Pablo MARTÍN ACEÑA, Tabacalera y el estanco del tabaco en España, 1636-1998 (Madrid: Fundación Tabacalera, 1999). 46 RAMÓN, Tomás. Nueva premática de reformación contra los detestables abusos de los afeites, calzado, guedejas, guarda-infantes, lenguaje crítico, moñas, trajes y excessos en el uso del tabaco. Zaragoza: Diego Dorner, 1635.

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ya en franco retroceso y rearticulación a mediados del siglo XVIII47, subsiste muy residualmente en la Receta; es llamativo, por ejemplo, que a la hora de prescribir el medicamento, Argüelles prefiera una descripción fisiológica, “las personas que son de complexión débil o enfermiza” (4), en lugar de una tipología humoral, “las de complexión melancólica”48. A propósito del lenguaje farmacológico, sí cabe reconocer la huella barroca, como ocurre en la descripción de los modos de preparación del chocolate zamorense (7). También se percibe esa impronta barroca en el vocabulario que Argüelles emplea para consignar los modos de mezclar los ingredientes de su pasta: al hablar de sus propiedades, naturalezas, partes, espíritus y conmixtos ofrece una selección de tecnicismos de genealogía hipocrática, que continúa en su cita de la Pharmacopea de Palacios (8).

La huella retórica de la tradición divulgativa barroca resulta más reconocible a propósito de lo que podemos llamar la imaginación poética del chocolate zamorano, esto es, la parte del texto que contiene esfuerzos poéticos dirigidos a construir imágenes de la poderosa virtud que el vegetal incorpora. Un lugar retórico habitual para los panegiristas de la medicina tropical consistía en recargar simbólicamente la descripción de la planta, su retrato, presentándolo como un emblema. El retrato sería, de este modo, la anticipación orgánica de las virtudes ocultas que iban a manifestarse durante la elaboración farmacológica, que la planta, en su propia morfología, habría de encarnar analógicamente. Así, dice Argüelles:

(…) en la mencionada conjunción y límites pertenecientes a las naciones gentílicas Amage, Carapacho, Calliseca, Manoita y Coniva, abunda de un prodigioso árbol, a que estos idólatras llaman zaspiri inchato camettini, que en su idioma bárbaro significa “la mejor fruta del más hermoso árbol (5).

Hasta bárbaros e idólatras reconocen la virtud natural de la planta, cuya

natural bondad gentílica remite siempre a una plantatione Paradisi. La planta, a su vez, incorpora en su forma su virtud, y si el chocolate zamorano es producto de la fantasía de extraer cacao de un almendro, el zaspiri es ya una metonimia de esa posibilidad: “tiene notas de cacao y también de almendro” (5). Los pasajes que siguen son muy explícitos en la natural hibridez de esa planta que presagia el

47 Sobre la vida social del lenguaje humoral en el imperio hispánico, vid. RODRÍGUEZ DE LA

FLOR, Pasiones frías, op. cit. Sobre la durabilidad de ese lenguaje en relación con las estructuras de conocimiento del imperio, véase: FOSTER, George M. Hippocrates’ Latin American legacy: humoral medicine in the New World. Langhorne, Pennsylvania: Gordon and Breach, 1994. 48 Como hace, por ejemplo, Hayo: “a los de complexión melancólica les es más provechoso en polvo con menos frecuencia” (cap. “Advertencias importantes para en buen uso del tabaco”, op. cit.).

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carácter, también natural, del chocolate de Argüelles, y así, más adelante, el franciscano insiste: “por una parte el árbol del zaspiri parecía en muchas notas y caracteres cacabal, y por otra almendro” (6). Como señala en este volumen Elena del Río Parra, el pensamiento científico de Argüelles se basa en la derivación analógica, es decir, se constituye como pensamiento poético: del parecido externo se extrae la correspondencia de un parecido interno. Este modo de operación creativa es bastante frecuente en los textos de la botánica de Indias49.

Finalmente, la Receta también resiente la penetración de esa tradición publicista en su modo de fabular las propiedades del fármaco, desde la misma consideración de que la sustancia actúa tanto como medicina preventiva o como remedio curativo: “felices efectos que sentirán los que le frecuenten en su salud [uso preventivo] y achaques [uso curativo]” (14). Esa declaración de la utilidad múltiple de la planta, que, por ello mismo, resulta finalmente difusa, indefinida, es también una característica del género: en nuestro caso, al beneficio del chocolate zamorense para tratar a los melancólicos, se añade la riqueza de resultar un estimulante para letrados, o el más peculiar provecho de ser “para los cantores y músicos famosísimo, porque aclara la voz y fortifica el pecho” (4)50.

Cabe reconocer un último y más articulado topoi, también perteneciente a dicha tradición, el que se refiere a la imaginación territorial de la organicidad de las sustancias (su devenir territorio): así, a propósito del tabaco, Monardes, por ejemplo, afirmaba que la planta tiene “tantas virtudes que ponen admiración”,

49 Resulta habitual en los tratadistas barrocos la descripción por analogía para anticipar en sus narraciones, las virtudes que luego expondrían a propósito de la hierba. Un ejemplo lo encontramos en Juan de CÁRDENAS, en la sección que dedica a “La excelente y famosa planta del piciete” en su obra De los problemas y secretos maravillosos de las Indias (México: Pedro Ocharte, 1591), donde la fisionomía de la planta, ya desde la misma descripción de su semilla, se carga de connotaciones metafóricas. De la humildad de su origen («su semilla es menor que el grano de la mostaza») a su esplendor hay un proceso en el tabaco «olvida su naturaleza» y «se encumbra sobre las demás» plantas, estableciendo sobre ellas una jerarquía, una majestad. De ese relato de realeza revelada se colige, según Cárdenas, la inevitable confirmación de sus propiedades, que ya han construido socialmente un relato de deseo y esperanza, cuyo «nombre es ya celebrado así por las Españas, como por este nuevo mundo de las Indias» (CÁRDENAS, op. cit., 167v). 50 El carácter benéfico del chocolate para la región glotal había sido señalado anteriormente, por ejemplo, por el repostero Juan de MATA (“Es utilísimo hecho con la debida puridad para reconfortar el estómago, y el pecho; mantiene y restablece el calor natural; alimenta, disipa y destruye los humores malignos; fortifica y sustenta la voz”) en su Arte de reposteria (Madrid: Imprenta de Josef Herrera, 1786, p. 145).

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y, aún otras “hartas virtudes las cuales descubrirá el tiempo”51, fórmula sistemáticamente repetida por el sevillano, y que otros panegiristas de la nicociana toman, en una delicada transferencia en la cual la planta representa las Indias por sinécdoque. La experiencia histórica colonial enseña que lo ya descubierto debe ser sólo el inicio de todo lo que queda por descubrir; del mismo modo, las virtudes que las plantas indianas territorializan son sólo el comienzo de otras muchas virtudes por encontrar en ellas, como diciendo que lo mejor todavía estaba por venir52.

DIVULGACIÓN MÉDICO-CIENTÍFICA, OPINIÓN Y RES PUBLICA EN EL

SETECIENTOS GLOCAL Más allá de lo expuesto, existe una tradición de pareceres relacionados

específicamente con la aculturación del chocolate. Entre ellos, es particularmente conocido el temprano tratado del médico astigitano Antonio Colmenero de Ledesma, su Curioso tratado de la naturaleza y calidad del chocolate (1631)53. Basta con compararlo con nuestra Receta, para entender la distancia que existe entre el saber lingüístico de un médico barroco y la débil fundamentación conceptual con la que Argüelles articula su texto, por más que podamos verificar en ella la actividad estructurante de categorías médicas fosilizadas. Al cabo, el lenguaje de la medicina barroca, con su densidad de tecnicismos, a finales del siglo XVIII ya era considerado arqueología, como prueba la aparición en 1796 de un volumen singular, obra del curioso Antonio Lavedán, un Tratado de los usos, abusos, propiedades y virtudes del tabaco, café, té y chocolate54, entre cuyas páginas vemos reaparecer al doctor Colmenero o al quirúrgico Cristóbal Hayo.

Antonio Lavedán, cirujano militar, hombre de las Luces, extracta y colaciona pasajes de muchos de los autores que procesaron las drogas tropicales a lo largo del siglo XVII. Sin embargo, en lo que aquí nos importa, ese esfuerzo libresco surge de su curiosidad bibliófila, no de la necesidad o aprecio de un saber científico anterior. Así, Lavedán afirma en su prólogo, “Poca o

51 Op. cit., 32r-32v. 52 Así, Argüelles se muestra confiado de la posibilidad de acrecentar las propiedades de su mezcla, gracias al trabajo de sus imaginarios futuros seguidores. De alguna forma, Argüelles soñaba con crear escuela “Publicada esta [receta] [...], espero que los amantes de la humanidad adelantarán el discurso y llegará al colmo de su perfección; de manera que lo imiten y adapten otros reinos con distinguido aprecio” (9). 53 Curioso tratado de la naturaleza y calidad del chocolate, dividido en quatro puntos. Madrid: Francisco Martínez, 1631. 54 Tratado de los usos, abusos, propiedades y virtudes del tabaco, café, té y chocolate : extractado de los mejores autores que han tratado de esta materia... Madrid: Imprenta Real, 1796.

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ninguna aceptación merecería esta Obrita, sino [...] [por] poder ver en ella junto lo que en varios libros y papeles se lee por separado. Aficionado yo a las producciones de la tierra siempre he mirado con atención particular las del Tabaco, Café, Te y Chocolate. Penetrado de esta pasión leía y devoraba quanto se me ponía por delante”55. Tras el encuentro casual con otro bibliófilo experto en la tratadística de las solanáceas ultramarinas, Lavedán reúne el material suficiente para escribir esta obra, que podemos considerar pionera en la historia de la ciencia española, precisamente porque surge de la toma de conciencia de que, entre saber antiguo y moderno, se ha producido un corte de lenguaje: “Bien observé que el dialecto era antiguo”56.

El cambio semántico indica un corte de mundo, y entre ambos tiempos han tenido lugar una serie de cambios semánticos relacionados con el concepto de experiencia, categoría que veremos reaparecer en la Receta de Argüelles, junto con las de experimento y experimentación (3, 9). La ampliación del concepto de experiencia puede ya apreciarse en algunos de los tratados barrocos sobre la medicina índica, donde las consideraciones derivadas del ejercicio de prácticas médicas o farmacológicas entran en inevitable disputa con la lógica relacional de los conceptos que estructuran el lenguaje escolástico. Así, por ejemplo, a propósito de la consideración del tabaco, vemos cómo, en la polémica entre Leiva y Hayo, las nociones aristotélicas sobre la estructura elemental de la materia, que dividen el mundo de las sustancias simples en escalas graduales de calor y humedad, entraban en conflicto con las experiencias contemporáneas derivadas del efectivo consumo de tabaco. Consecuentemente, podríamos afirmar que, en buena medida, la polémica del tabaco es la lucha por apropiarse del sentido de esa experiencia moderna llevando hasta su límite las categorías escolásticas57. Nada dejó escrito Galeno sobre el uso del tabaco en el arte médica, y es que, precisamente, las experiencias psicoactivas de las drogas tropicales imprimieron desde sus orígenes una fuerte tensión en el lenguaje heredado de la escolástica, tensión que, en el ámbito de la moderna medicina europea, fue un poderoso estímulo creativo para forzar la ruptura de un paradigma epistemológico. En el interior de la Península metafísica, a pesar del cierre categorial que la contrarreforma efectuó sobre las disciplinas científicas, esta misma tensión permitiría a algunos tratadistas abrirse a una noción más

55 Op. cit., p. 6. 56 Op. cit., p. 9. 57 Bautizamos como “polémica del tabaco” la refutación articulada que Cristóbal Hayo dedica en su obra al ya citado texto de Leyva, en el que Leyva atacaba duramente al tabaco, desde una perspectiva médica y desde una perspectiva moral. Sobre el particular, remito a la ya citada edición del texto de Hayo.

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creativa de la experiencia, al elaborar una casuística de fenómenos relacionados con los productos indianos58.

Si la ciencia moderna despliega, también en España, aunque más tarde, a lomos del águila bicéfala de la experimentación y la experiencia, no es menos cierto que esos valores vinculados decisivamente a lo práctico, a lo vivencial y lo contemporáneo, hacen que el género de la divulgación médico-científica mute vigorosamente. El impacto de modernas nociones de saber, de modernas configuraciones simbólicas de cuerpo y de mundo, junto con el colapso del sistema lógico de la escolástica, se expresan también a escala local cuando, a inicios del siglo XVIII, los opúsculos médicos, científicos, higienistas y farmacológicos circulando intramuros efectúan un cambio categorial a la hora de dirigirse a sus audiencias locales. Este fenómeno resulta complementario a las impresiones de modernidad que, en el ámbito de los lenguajes sobre el cuerpo y la naturaleza, se estimulan desde otros focos de ciencia nueva al alba del setecientos, notablemente novatores e higienistas59, y que, en el caso de la literatura popular o de las culturas de la imagen, se derivan de la reconfiguración de un mercado editorial en transformación60.

58 El opúsculo de Lucas de Góngora sobre el tabaco ofrece un ejemplo inmejorable de lo dicho, basando su refutación de Aguilar en una imaginación moderna del valor de la experiencia frente al lenguaje escolástico. En un momento determinado, por ejemplo, refuta una autoridad de Everto Dodoneo, diciendo, tal cual, “V. md. le añade al Tabaco astriccion, porque lo dize Dodonio: no ay tales Dodonios como los que lo mascan. A nadie he oydo quexarse de astriccion, o fruncimiento en la boca; y para estas calidades sensibles no ay mas autores que los sentidos” (en: Opúsculo médico... en que responde a las instancias que contra su parecer ha hecho el doctor Don Gonzalo de Aguilar sobre lo malo y lo bueno del tabaco. Sevilla: Gómez de Blas, 1661, 11). Una visión así hace hincapié en los cambios del lenguaje científico en un esquema de transiciones suaves y multifocales, frente a una noción de revolución paradigmática. La noción de Península metafísica está tomada del libro homónimo de RODRÍGUEZ DE LA FLOR, op. cit. 59 PÉREZ MAGALLÓN, Jesús. Construyendo la modernidad: la cultura española en el tiempo de Los Novatores [1675-1725]. Madrid: Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Instituto de la Lengua Española, 2002. Perfiles de la misma situación que se registra en la península puede reconocerse en las sociedades letradas de las colonias, como demuestra en su ensayo Jaime Andrés PERALTA: Los novatores: la cultura ilustrada y la prensa colonial en Nueva Granada (1750-1810). Medellín, Colombia: Editorial Universidad de Antioquia, 2005. 60 La nueva divulgación científica está relacionada con cambios estructurales del mercado editorial, en mutación acelerada desde comienzos del siglo. Todavía queda mucho por establecer a propósito de las relaciones entre espacio público, demanda informativa, mercado literario y formalización genérica después de los trabajos aurorales de Francisco AGUILAR

PIÑAL (La prensa española en el siglo XVIII: diarios, revistas y pronósticos. Madrid: CSIC, 1978), Iris María ZAVALA (Clandestinidad y libertinaje erudito en albores del siglo XVII. Barcelona: Ariel, 1978) y, sobre todo, la apertura que significó el texto de Joaquín ÁLVAREZ BARRIENTOS, François LÓPEZ e Inmaculada URZAINQUI (La república de las letras en la España del siglo XVIII. Madrid:

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En el ámbito salmantino, el doctor Torres Villarroel expresa prototípicamente las tensiones de estos desplazamientos paradigmáticos, incluso las tematiza; resulta a este propósito completamente pertinente la carta de despedida que un Hipócrates literario envía al personaje Torres Villarroel en su satírica obra Correo del otro mundo61. Al asociar un cambio de léxico científico con una revolución editorial, Torres efectúa, en el ámbito de la comunicación científica, una operación tan eficaz e innovadora como la que lleva a cabo en el campo de la paraliteratura.62 Torres parece entender que una cambiante esfera pública dieciochesca, en mutación acelerada desde el segundo tercio del siglo, requiere nuevos géneros para poder articular la nueva dimensión social de la opinión, el vector de la vida pública que definirá la naturaleza e interpretación de las convulsiones políticas en la era ilustrada.63 Allí, aquel agente que sea capaz de estructurar y definir las nuevas funciones, modos y estéticas de los nuevos

Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 1995). En los últimos años, en este cruce de zonas culturales cabe mencionar las más recientes aportaciones de Rocío NOGAL FERNÁNDEZ, interrelacionado esfera pública y construcción social del género (Construyendo espacios: los "papeles periódicos" y la organización de la sociedad española a finales del Antiguo Régimen. Tesis doctoral. Edición en CD. Madrid: UAM Ediciones, 2006), Inmaculada URZAINQUI (“Periodista-espectador en la España de las Luces. La conciencia de un género nuevo de escritura periodística”, El Argonauta Español, 2009 (6), publicación electrónica), trabajos variados de Álvarez Barrientos y, fundamentalmente, en nuestra perspectiva, Alberto MEDINA (Espejo de sombras. Sujeto y multitud en la España del siglo XVIII. Madrid: Marcial Pons, 2009) sobre la génesis de la esfera pública en España en relación con la emergencia de identidades colectivas y antropologías modernas (de ciudadanía y también de multitud). 61 TORRES VILLARROEL, Diego de. Correo del otro mundo (1725). Ed. anotada de Manuel Mª Pérez López. Bibliotheca Torres I. Salamanca: Fundación Salamanca Ciudad de Cultura, 2006. 62 ZAVALA, Iris. “Utopía y Astrología en la Literatura popular del setecientos: Los almanaques de Torres Villarroel”, Nueva Revista de Filología Hispánica, 23 (1984), 196-215; y LABRADOR MÉNDEZ, Germán. “El lugar de la locura. Estrategia y formas literarias en la escritura del sujeto moderno (a propósito de un almanaque de Torres Villarroel)”, Dieciocho. Hispanic Enlightment, 2008, 31.2, p. 327-48. 63 En este sentido, seguiré de cerca las investigaciones de Pablo SÁNCHEZ LEÓN a propósito de la interacción entre emergencia de públicos y formación de nociones de opinión con el desarrollo por parte de las élites ilustradas de teorías mercantiles de la sociedad y de políticas de modernización a partir de las mismas. Cfr. “Ciudadanía e individualismo en la Ilustración Española (“opinión” e “interés” en la “ciencia de la economía civil”. En Actas del Congreso Internacional Ciudadanía y Nación en el mundo hispánico contemporáneo. Vitoria: Instituto de Historia “Valentín de Foronda”; Universidad del País Vasco, 2001, p. 1-35; el mismo con Jesús IZQUIERDO, “Ciudadanía y clase social tras la comunidad”, Cuadernos de Relaciones Laborales, 2003, 21, 1, p. 61-87; “Ordenar la civilización. Semántica del concepto de policía en los orígenes de la Ilustración española”, Política y Sociedad, 2005, vol. 42, p. 139-156.

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géneros editoriales podrá asociarlos en el mercado con una marca personal, marca de autor64.

Así, por ejemplo, los Pronósticos y almanaques suponen la invención de una nueva voz autorial expresándose en el entorno de la emergente literatura vinculada a la expansión cultural de la esfera pública plebeya, voz que se corresponde con la enunciación de un rey del carnaval (un Pape des fous), que gestiona, en el límite entre la ciudad letrada y la cultura popular, saberes históricos de doble dirección.65 Correlativamente, en sus opúsculos divulgativos, Torres imagina la transmisión de conocimientos médicos más allá de ámbitos académicos y colegiales, concibiendo la medicina como un saber colectivamente necesario. En su conceptualización, Torres gestiona un imaginario cultural de nuevo signo y propone allí una medicina arcádica, una medicina plebeya y una medicina humorística.

Como ejemplo de lo expuesto, baste considerar el opúsculo que Torres Villarroel publicó en 1737, su Médico para el bolsillo, doctor a pie, Hipócrates chiquito, medicina breve66, un texto que, desde su propio título, señala una vocación nueva para el publicismo médico. Ésta se propone reducir a Hipócrates a su expresión mínima, promoviendo una medicina aplicada que renuncie a la cosmovisión antigua y que se enfoque en una comprensión empírica del cuerpo, los síntomas y de los remedios. Pero reducir a Hipócrates es también reducir al dios de los galenos, es decir, debilitar el cuerpo articulado de lenguaje institucional del que emanaba la autoridad letrada de los médicos y que, en último término, sostenía su economía. Tal parecía ser el proyecto de Torres, expresado por un género médico-publicista de nuevo cuño que ocupa hábilmente el cruce entre demanda pública de información y nueva articulación de la cultura impresa. En ese espacio editorial, y merced al entendimiento de cómo éste funciona, de qué tipo de relaciones se establecen con su público (y

64 La cuestión de las nociones autoridad y autoría a propósito de Torres Villarroel y su relación problemática con el canon de la literatura española y los (malos) hábitos hermenéuticos de la filología española se ha escrito mucho, hasta el punto de que han sido las cuestiones que han dominado las lecturas del salmantino durante muchos años. Una salida ingeniosa de las mismas, que aborda directamente el carácter central que Torres adquirió en su época, basado en su conocimiento del funcionamiento del mercado literario, también en el ámbito de la comunicación científica, la encontramos en un ensayo de Randolph POPE, “La astuta ciencia de Torres Villarroel”, Revista Hispánica Moderna, 1996, año 49, 2, p. 407-418. 65 Sobre la penetración de la cultura carnavalesca en Torres Villarroel, véase LABRADOR

MÉNDEZ, Germán. “El lugar de la locura”, op. cit.; y, del mismo, “La televisión del siglo XVIII. Retablos de maravillas y linternas mágicas en un pronóstico de Torres Villarroel y un dibujo de Goya”, Revista de Erudición y Crítica, 2007, 4, p. 75-84. 66 Salamanca: A. Villarroel, 1737, 8.°, 48 pp. S IV, 157-185.

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del valor legitimador que tienen en su interior las relaciones económicas), Torres adquiere la autoridad de pedir a los médicos que desmonten, de reclamar que se bajen de la burra, y se conviertan en doctores a pie.67 Torres está así promoviendo una imaginación popular de la medicina que se corresponda con una medicina barata, una medicina para el bolsillo, del mismo modo que el opúsculo de Torres era también un escrito que resulta a un tiempo barato y circulable.

La comunicación en la esfera pública del XVIII de asuntos relacionados con el cuidado del cuerpo y con la socialización de saberes científicos viene motivada en origen por la voluntad de arrebatar el monopolio de la producción de conocimiento sobre estos ámbitos a un cuerpo de profesionales autorizados exclusivamente por un vínculo institucional, para así tratar de convertir el cuerpo y el mundo natural en materia de res pública, y, por tanto, de comercio editorial. Ese desplazamiento pasa por una revolución en el lenguaje, a la que Torres contribuye no poco, en la ampliación del vocabulario existente para representar el organismo humano en sus interacciones con el medio o en el trabajo de crítica y cuestionamiento de la propia identidad social de los galenos. En su nuevo perfil, el hombre de ciencia es un sujeto que interviene en el espacio público para comunicar materias de utilidad compartida, sean éstas a propósito del origen de los terremotos y de los meteoritos, o versen sobre el arte de las colmenas, el cálculo de los ciclos estacionales y agrícolas, o los efectos medicinales de las aguas sulfurosas, materias todas sobre las que Torres publicó papeles68. Es cierto que Torres mostró menor interés en las drogas

67 La condición ecuestre de los doctores resulta una simple muestra de su posición social. Francisco de Quevedo ya había dedicado un soneto al “Tabaco en polvo, doctor a pie”, de donde sin duda Torres toma el título. La polémica con el estamento médico estaba plenamente de actualidad en la época y, en ese particular, Torres y Feijoo trabajan juntos. Ejemplo de la actitud defensiva del colegio médico la encontramos en la polémica entre Feijoo e Ignacio Ameller y Ros a propósito del opúsculo que el quirúgico compuso bajo el nombre de Medicina vindicata. Sobre la función de Feijoo en el ámbito de la divulgación médica popular como desencantador remitimos al artículo de Richard G. ANDERSON, “Benito Feijóo, Medical Disenchanter of Spain”, Journal of the History of Medicine and Allied Sciences, 2000, Volume 55, Number 1, p. 67-79. 68 Esos asuntos se convirtieron en el tipo de preocupaciones propias de las gacetas y semanarios a finales de siglo y comienzos del siguiente. Las referencias a los tratados de Torres, que bien pueden situarse en el inicio de un modo de escribir, discutir e informar públicamente, son: Tratado de los temblores y otros movimientos de la tierra, llamados vulgarmente terremotos. De sus causas, señales, pronósticos, auxilios e historias. Madrid: Imp. del Convento de la Merced, 1748; Discurso del globo de luz que se vio en la esfera celeste, así en esta ciudad de Salamanca como en la corte de Madrid, la noche del día 19 de octubre próximo pasado de 1726. Su autor, el licenciado don Eugenio Jiménez de la Tarfal, profesor de filosofía y matemática en esta insigne universidad. Respondiendo a la curiosidad de una dama, deseosa de saber su generación y efectos Madrid, Juan de Moya, 1726; Arte nuevo de aumentar colmenas, reglas seguras para gobernar abejas y para coger con abundancia la miel y la cera, según

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índicas que en la higiene y la medicina (a pesar de ser buen chocolatero, como consta en algunos pasajes de su obra narrativa69), pero, en lo que aquí resulta pertinente, los horizontes que Torres Villarroel imprime al género habrán de reconocerse en las matrices de pensamiento que sustentan las publicaciones de nuestro Semanario.

A propósito de las páginas elaboradas por Feijoo sobre el tabaco o sobre el chocolate, al igual que aquellas compuestas a propósito de cuestiones médico-higienistas70, puede verificarse un proceso análogo de establecimiento de nuevas condiciones para la comunicación pública (la propia estructura escritural de Feijoo se asimila textualmente al modelo del parecer), determinadas por la voluntad de mostrar una experiencia que se puede compartir y publicar, que puede resultar útil a los demás, ahorrándoles tiempo y añadiéndoles beneficio, siendo así que la divulgación científica comienza a ser concebida en términos económicos como incremento de conocimiento. Es el triunfo de una nueva personalidad pública: la del curioso, sujeto nunca completamente desvinculado del ámbito eclesial ni del ámbito académico, pero que comparte con una pluralidad de lectores imaginarios la común condición de ser sujeto letrado, condición que los nivela, aglutina e identifica71.

las nuevas observaciones y práctica de D. Francisco Moreno, vecino de la villa de Autol. Madrid, Imp. del Convento de la Merced, 1747; Uso y provechos de las aguas de Tamames y baños de Ledesma. Salamanca, A. Villarroel y Torres, 1744. 69 Así, Torres recuerda en su autobiografía su entrada en el mundo social de su juventud, en lo que constituyó su primera salida a Madrid, huyendo de las aulas salmantinas. Una breve nota nos refleja el lugar central que ocupaba el chocolate, ya en el primer cuarto del siglo, en el espacio de la sociabilidad, de las tertulias que rodean la corte borbónica, poderoso estimulante anhelado por pícaros estudiantes en busca de sustento: “Una de las primeras habitaciones, y la de mi mayor confianza y veneración, que traté en Madrid fue la de Don Bartolomé Barbán de Castro, hoy Contador Mayor de Millones. En ésta hacían una tertulia virtuosa y alegre los criados del excelentísimo señor duque de Veragua y otros prudentes y devotos sujetos de los que fui tomando la doctrina de aborrecer el mal hábito de mis locuras y desenfados. Aseguraba en esta casa, en el agasajo de la tarde, la jícara de chocolate, y me servía de alimento de todo el día. Y con este socorro y el que hallé después en casa de Don Agustín González, médico de la real familia, que fue el desayuno de la mañana, pasé algún tiempo sin especial molestia las rabiosas escaseces en que me había puesto mi maldita temeridad” (TORRES VILLARROEL, Diego de. Vida. Edición anotada de Manuel Mª Pérez López. Salamanca: Fundación Salamanca Ciudad de Cultura, 2006, p. 136). 70 Richard G. ANDERSON, op. cit. 71 PIMENTEL en Testigos del mundo, op. cit., y PUERTO SARMIENTO, op. cit. ofrecen gran cantidad de información sobre cómo las novedades técnico-científicas estimulan y articulan una curiosidad pública, que demanda información y papeles para ser saciada. La emergencia de esta curiosidad letrada, fuertemente relacionada con la condición cívica compartida de ser sujetos letrados, cristaliza en el tipo de época castigado por José Cadalso en sus Eruditos a la

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Estos rasgos se encuentran presentes también en la Receta de Vicente Argüelles, como señala en este volumen Pérez Samper. Los criterios y circunstancias que se encuentran en la base de la conducta del franciscano se corresponden, según sus palabras, con los que se suponen propios de una mente ilustrada:

Previstas, y no sin exámenes muy prolijos, con dictamen de sujetos juiciosos, tomé la resolución de afinar el compuesto agradable y salutífero, y comunicarle al público por lo infinito que le interesará su frecuencia, remitiéndome a la experiencia, y sin el menor recelo de aventurar las más felices consecuencias (...) (9). Examen crítico de un conjunto experiencias repetibles y universalizables,

dictamen crítico de sujetos terceros y autorizados, publicación del descubrimiento e invitación a su verificación... son categorías que, a priori, nos reenvían a cierta rudimentaria noción de método científico, al paradigma empírico de la ciencia ilustrada y a la imaginación de su función social. Sobre este aspecto, vemos con claridad que Argüelles comunica su descubrimiento en relación con una fuerte idea de bien común y utilidad pública, que es estructuralmente deudora de la circulación editorial de papeles curiosos y de la existencia de un público que los consuma. En otro pasaje, Argüelles llega a hablar de la necesidad de “instruir al público” (4) (es, esta, no se olvide, una Receta instructiva). Sin embargo, en la medida en que, por efecto de su participación en esa esfera pública citadina (y por la progresiva interacción entre distintos centros de producción de conocimiento en la constitución de redes de intercambio y esferas públicas con progresivo alcance nacional), ese público letrado va apropiándose de esos conocimientos –se va instruyendo– y va, además, adquiriendo la posibilidad de intervenir en semejante arena, ese público, siempre en el espacio limitado de determinados círculos intelectuales, también comienza a expresar activamente sus exigencias, sus criterios sobre el conocimiento que se le propone. Cliente y destinatario de esas publicaciones, tal público y sus valores se convierten en árbitros últimos de las disquisiciones editoriales72. Como dicen los editores de la Receta, al final de su presentación del

violeta (1781), generando unas demandas y unas censuras que tienen su eco en la polémica del chocolate zamorense. 72 No negamos que la intervención de ciertos sujetos en esas discusiones no sucede del modo horizontal que proponemos, pues, como nos informa RODRÍGUEZ DE LA FLOR, Semanario Erudito y Curioso de Salamanca (1793-1798), op. cit., las interacciones en esa publicación se estructuran mediante códigos sociales articulados y juegos de disimulación y doblez, descantando el uso de pseudónimos e identidades literarias para la expresión de jeux d’esprit cuyo significado es, en algunos casos, posible restablecer y, en otros, se ha perdido. Esta

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texto de Argüelles: “Por último decimos que el público hará lo que guste de este invento” (3).

Los ejemplos relevantes de divulgación científica aparecidos en las páginas del Semanario son, en nuestra encrucijada, múltiples. Podemos mencionar cierta cantidad de papeles aparecidos defendiendo propuestas médicas, modelos de prácticas higienistas y preparados farmacológicos. Sirvan como ejemplo las páginas dedicadas a la “Noticia de un elixir y modo de usarlo en las varias enfermedades en que se puede aplicar”.73 Un ejemplo muy llamativo, en la medida en que sus fechas coinciden escrupulosamente con las de nuestra Receta, lo constituye la poderosa invención de las “píldoras Julianas”, otro remedio milagroso, un compuesto que tiene por base polvos de mercurio y agua fuerte, también invención de un religioso, el Padre fray Julián, quien le atribuye la milagrosa curación de más de ocho mil personas, publicadas con nombres y apellidos74. Este papel, encontrará su réplica semanas después75, cuando un “Farmacéutico crítico enmascarado” arremeta con argumentos farmacológicos y con argumentos publicistas, dudando de las propiedades de esas grageas y sustituyendo la cifra de curaciones y la cifra de víctimas76. Por último, tendrá también su contradefensa, y la censura de todas sus réplicas y contrarréplicas,

consideración general, la de la oscuridad y sobresignificación de las intervenciones en ese espacio, preside mi análisis y somete todas mis conclusiones a un factor de incertidumbre importante. Sin embargo, aún en lo que tiene de irónico ese gesto, resulta notable la frecuencia con la que los autores ocultan y desactivan sus identidades antes de entrar en el espacio público, como certificando, formalmente, que aceptan intervenir en él en tanto que semejantes. 73 Semanario de Salamanca, sábado 29 de septiembre de 1798, tomo XX, nº 577, p. 212. 74 Fray Julián de SAN PASCUAL, “Medicina antigua y moderno método con que descubren las Píldoras Julianas, camino cierto y seguro para curar varias enfermedades”, Semanario de Salamanca, sábado 13 de enero de 1798, nº 503, y, su segunda parte en Semanario de Salamanca, s.d., nº 504, p. 33-39. 75 D.M.H.D.G. “Crítica de las píldoras julianas”, Semanario de Salamanca, sábado 4 de agosto de 1798, nº 561, p. 78-82; “Sigue la crítica del número anterior”, Semanario de Salamanca, sábado 11 de agosto de 1798, nº 563, p. 94-99; “Sigue la crítica del número anterior”, Semanario de Salamanca, martes 14 de agosto de 1798, nº 564, p. 101-105. Parece no existir el número 562 (¿). 76 “De las ocho mil personas que dice que ha curado con las julianas, es preciso rebaxar hasta dexarlos en el diezmo, porque los mas que las han tomado, ó no han conseguido alivio alguno, ó se han ido a la sepultura. De verdad muchos testigos Facultativos podría citar en apoyo; pero ya que el Autor nos remite a preguntárselo a los curados, que vaya él de mi parte a los muertos y a los emperodados, son en mucho mayor número, á preguntarles si yo tengo razon en lo que digo”, Semanario de Salamanca, martes 14 de agosto de 1798, nº 564, p. 101-102.

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como veremos77. Se muestra así cómo no hay autoridad letrada preestablecida y que ni las eficaces estrategias persuasivas de la divulgación barroca no son lo suficientemente eficaces, ni vale compadecer en la esfera pública con título de sacerdote, ni hacerlo en calidad de experto boticario.

Si el espacio barroco del publicismo médico admitía notables caracteres polémicos, en él pareceres y réplicas constituían dos actos textuales editorialmente autónomos. Un siglo después, la existencia de una esfera pública, con sus limitaciones, equipara las intervenciones que tienen lugar en ella. Las democratiza. A través del espacio articulado de una publicación periódica se constituye una noción de equidistancia entre autor y público, noción central en la organización de la opinión ilustrada. El Semanario garantiza la capacidad de intervenir en igualdad de condiciones, de disputar el establecimiento de unos criterios u otros de opinión y juicio en un mismo espacio editorial y en un mismo entorno comunicativo. De este modo, la posibilidad de replicar está garantizada de partida, lo que comporta inflexiones importantes para el género: la fantasía milagrosa de los remedios medicinales que caracterizó la tratadística barroca será en tal contexto objeto sistemático de burla, y la tarea que antaño tenía reservada la poesía satírica en la red social que organiza el mentidero, más allá, en todo caso, del ámbito autorizado del tratado, ahora encuentra adversarios por escrito en el mismo espacio y en el mismo género, aunque, significativamente, siga siendo la sátira (y, más específicamente, la parodia) el género preferido para conceder réplicas también en las páginas de las revistas ilustradas78. Ese género de polémica, y ese tono, en la discusión científica, nos

77 “Avisos á el Autor de la Crítica de las Píldoras Julianas”, Semanario de Salamanca, martes 3 de julio de 1798, nº 552, p. 3-12. 78 Estoy siguiendo el brillante trabajo de Francisco Javier CASTRO IBASTETA, Monarquía satírica. Poética de la caída del Conde Duque de Olivares (Tesis doctoral. Madrid: Universidad Autónoma de Madrid, 2008), quien establece el funcionamiento político-moral de la sátira en Madrid alrededor de la estructura de los mentideros; a partir del análisis performativo de las sátiras que acompañaron el gobierno y caída de Olivares, Castro demuestra la existencia de una esfera pública en Madrid ya en el siglo XVII. Su influencia sobre espacios de producción cultural letrada resulta notable, como se puede ver en el caso de las sátiras de las drogas tropicales (LABRADOR y RODRÍGUEZ DE LA FLOR, eds. El tratado de las maravillosas propiedades del tabaco, op. cit.). El planteamiento de Castro resulta estimulante para entender el valor estructurante de la sátira (y todos los registros paródicos, burlescos y carnavalescos) en las disputas que tienen lugar en el ámbito de la paraliteratura primero y luego de la literatura de divulgación científica y, finalmente, de la literatura periódica de gacetas y semanarios. En ese sentido, sobre la sátira, de nuevo TORRES VILLARROEL es responsable de un desarrollo genérico de cuño dieciochista, estableciendo un tipo de tratado erudito de carácter satírico, como ejemplifica su Sacudimiento de mentecatos havidos y por haver (Madrid: imprenta de don Gabriel del Barrio, Librería de Fernando Monge, 1726) y otros textos vecinos. En el seno de una cultura letrada, donde la sátira cubría una función estructural, la emergencia del ensayo

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habla de la profunda penetración del estilo de Torres Villarroel, como un modo, necesariamente burlesco, de luchar por la opinión en el espacio público. La frecuencia en la aparición y desaparición de recetas y preparados, de medicinas de papel llega hasta el punto de que bajo ese signo se reconozca la propia circulación de los Semanarios, y el acto de leerlos se hace, entonces, análogo al acto de medicarse (o envenenarse) con ellos. Veamos un ejemplo muy significativo:

Señores Periódicos, y amigos míos [...] hasta ahora he estado más serio que ratón en boca de gato, mamándome Semanarios como así me las quiero, y aun con tanto escrúpulo, que he leído desde la S. hasta la A. El mérito que he tenido en esto sólo Dios lo sabe, pues unas veces mas atragantado que avaro, esforzando toda mi curiosidad me echaba al coleto tres o cuatro párrafos, que es como si dixera tres ó cuatro papeles de píldoras; [...] otras sintiendo en mi un espíritu andantescoliterario, qual infundio en don Quixote la lectura de aquellos malditos libros, me creía en la necesidad de enristrar mi enmohecida pluma, y salir a probar ventura por este necesitado siglo79.

Vemos así que un fuerte escepticismo rodea, no sólo el publicismo

médico-maravilloso, sino que ese escepticismo, de poderosa raíz ilustrada, acompaña todo acto de lecto-escritura en el espacio público, pues algo que tiene per se que ver con la fantasía, con la delusión, subraya la propia práctica, melancólica, de darse a leer o a escribir en Semanarios80. Con Derrida, el mismo fármaco que daña es el fármaco que cura, y es ese mismo principio, que subyace a la experiencia polémica del publicismo médico, el que, para muchos de estos autores, debe organizar las tareas de crítica y apologética en el espacio público81.

De este modo, el desembarco de Argüelles en la esfera pública salmantina estaba llamado a resultar turbulento, como demostrará la desastrada recepción

curioso habría de generar su dopplegänger grotesca, su variante satírica y contrahecha. Hemos ya mencionado algún ejemplo, pero el Tratado del Farinato Beltissano con el que concluiremos estas páginas constituye una muestra excepcional, tal vez la más alta cima del género. 79 Semanario de Salamanca, sábado 19 de julio de 1794, p. 41-46. La cursiva es nuestra. 80 Sobre el carácter estructural, metodológico, del escepticismo en la primera ilustración remito al trabajo de Alberto MEDINA “Torres vs Feijoo: “ensayos” y usos del escepticismo en el XVIII español”, Hispania, 2000, 83, 4, p. 745-756. 81 Se trata de la idea desarrollada por Jacques DERRIDA “La pharmacie de Platon” en La disemination (Paris: Seuil, 1972), a partir de una lectura del Fedro socrático. Resulta particularmente interesante, en mi perspectiva, que la línea de lectura que Derrida sigue es aquella que relaciona la palabra pública del filósofo en el interior de la polis como famarkon con poderes tóxicos o tonificante en el ámbito de la opinión pública.

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que ha de tener su Receta, y ello a pesar de que el franciscano había sido capaz de absorber, en algún grado, el lenguaje de la comunicación científica ilustrada, particularmente en su defensa del bien común como horizonte último de las tareas letradas. Sin embargo mencioné que existe una tercera personalidad autorial expresándose en las páginas de la Receta, de la que todavía no nos hemos ocupado: se trata del arbitrista, una figura que, en el espacio salmantino, tiene una historia específica, pues la Escuela de Salamanca fue donde se establecieron, desde principios del siglo XVI, las bases ideológicas que articulan el pensamiento de arbitrios y la literatura memorialísitica que se le asocia82.

El arbitrista construye su imaginación proyectiva en el perímetro de la patria, en un gesto poético que relaciona la solución de problemas estructurales con una noción de bien público que se despliega y se entiende en el ámbito de la administración de la monarquía absoluta. El arbitrista opera como miembro de un cuerpo al servicio de la razón de estado, a la que ofrece fábulas futuras, a partir de la puesta en espacio de creaciones compuestas mediante leyes geométricas, cálculos prácticos y nociones de gestión material de los recursos. El diálogo arbitrista es un diálogo político entre la literatura utópica y el cuerpo del rey.

La derrota del proyecto de Olivares supuso también el descrédito del arbitrismo como escuela de pensamiento, pues esta fue impulsada como un brazo administrativo a los dictados del valido en sus proyectos de racionalización y reforma de las estructuras gubernativas. La misma literatura satírica que se encargó de caracterizar el presente político monárquico como decadente y enfermo a través de la circulación de imágenes de poderosa penetración social, derivadas del cuerpo gotoso (e insaciable) del conde-duque, se empeñará en producir imágenes quijotescas de los arbitristas con el fin de desacreditar la validez de su retórica en el espacio público83. Sin embargo, el

82 El arbitrismo continúa siendo objeto de revisitaciones, cabe destacar la revalorización del proyecto teórico del arbitrismo como disciplina de estudio del mercado (GÓMEZ URDÁÑEZ, José Luis. “Teoría económica del arbitrismo”. En Arte y saber: la cultura en tiempos de Felipe III y Felipe IV. Madrid: Ministerio de Educación y Cultura, 1999, p. 117-130), y la revaloración de figuras singulares del pensamiento de arbitrios, como Rodrigo Fuenmayor o el marqués de Varinas (LORENZO CADARSO, Pedro Luis. Un arbitrista del Barroco: estudio histórico y diplomático del memorial de Rodrigo Fuenmayor. Logroño: Universidad de La Rioja, 1999; FALCÓN RAMÍREZ, Javier. Clases, estamentos y razas: España e Indias a través del pensamiento arbitrista del marqués de Varinas. Madrid: Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Centro de Estudios Históricos, 1988), quien fue, viene al caso, un notable contrabandista de cacao y de tabaco. En todo caso, resulta pertinente seguir remitiéndonos al trabajo clásico de Iris M. ZAVALA, Clandestinidad y libertinaje erudito en albores del siglo XVII, op. cit. 83 Sobre la sátira del cuerpo de Olivares, vid. Javier CASTRO, op.cit. A propósito de la construcción de una imagen satírica del arbitrismo, el estudio clásico sigue siendo el de Jean

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arbitrismo, como el sebastianismo portugués84, en ausencia de escucha real y de articulación institucional seguirá presente en las décadas, y aún siglos, siguientes, bien que de modo residual, como discursividad alternativa que, en ocasiones, encarnan oscuros escritores que dirigen, monarca tras monarca, toda clase de informes hacia su ámbito para la realización de obras públicas quiméricas y el desarrollo de invenciones y ensueños.

Así, cuando vemos los términos en los que Argüelles articula su propuesta, hay elementos narrativos suficientes para considerar la permanencia de las huellas de aquella vieja corriente de pensamiento. Dice el franciscano:

(…) mientras [el chocolate zamorense] llega a la general aceptación, que será dentro de tres a cuatro o cinco años, es fácil de que abunde con mucha mayor copia que tenemos del cacao de las Américas, puesto que propagando esta especie en los terrenos de Toro, Zamora, la Ribera del Duero, la Vera de Plasencia, Extremaduras y Andalucías, donde se desprecian en el día, son capaces de fecundar de tal manera que se pueda extraer a reinos extranjeros, sin que falte para el patricio, infiriéndose que con esto se vitaliza un ramo interesantísimo, cuyo mérito y valor estaba muerto; que se aliviarán las pesadísimas demoras de las conductas marítimas, con este suplemento (…) (13). Este es el final de la Receta, donde las dimensiones de la verdadera

inversión sentimental de Argüelles en el proyecto salen a la luz. Argüelles no sólo resuelve el problema local del abastecimiento del cacao, sino que ha calculado ya cuáles serán las siguientes fases de desarrollo del invento, de aquí a cinco años. En el mejor de sus escenarios, la plantación masiva de almendras en tierras castellanas hará emerger una industria de fábula que cura y alimenta la población de esos reinos y, mientras activa el comercio exterior, libera a la nación de su dependencia material respecto del transporte trasatlántico y la producción ultramarina. La combinación de elementos de inspiración librecambista, junto con la ausencia de todo cálculo material que caracterizan el párrafo citado, sitúan nuestro texto en el ámbito típico del arbitrismo. Y es que,

VILAR, Literatura y economía: la figura satírica del arbitrista en el Siglo de Oro (Madrid: Revista de Occidente, 1973). El argumento sería que, a propósito del arbitrismo, la máquina satírica resulta igual de efectiva que a propósito del cuerpo de Olivares. 84 El sebastianismo, como filosofía utópica portuguesa, y como lenguaje letrado subalterno, fue objeto de una importante producción académica en el ámbito portugués, justo en el melancólico contexto post-revolucionario de los años ochenta, con lo que la fábula de O Encoberto se convierte en una alegoría del 25 de Avril. Entre esa bibliografía: QUADROS, António. Poesía e filosofía do mito sebastianista. Lisboa: Gimarães Editores, 1982; SERRÃO, Joel. Do sebastianismo ao socialismo. Lisboa: Livros Horizonte, 1983; y AZEVEDO, João Lúcio. A evolução do Sebastianismo. Lisboa: Editorial Presença, Temas e documentos, 1984.

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a finales del siglo XVIII, el arbitrismo retornaba como fantasma, vagando como el recuerdo del colapso imperial, proyectando sombras muy inquietantes sobre el destino de los proyectos reformistas contemporáneos85. Sobre la poética de la ensoñación86 que se despliega a través del pensamiento arbitrista por aquel entonces, basta con referirse al pintoresco ejemplo de un Proyecto de Pez Aerostático que planifica y expone el viaje poético realizado por un tal José Patiño entre Coria y Plasencia a lomos de un pez volador en 178487. En una distancia de apenas doscientos kilómetros, mientras un sujeto inventaba ingenios voladores basados en elucubraciones desbocadas sobre la física de fluidos, otro dilucidaba el cacao sin cacao desde la imaginación fisiocrática. Para los proyectistas ilustrados, las ensoñaciones poéticas, típicamente barrocas, de los últimos arbitristas, se les aparecían propiamente como sueños de la razón88.

Argüelles participa de esa esfera pública como “Autor”, de un invento y de un texto, y así se lo reconocen los editores del Semanario, en su “Advertencia” (3). Lo notable es que Argüelles no dirigiese el discurso de su invento al ámbito del monarca, como típicamente seguían haciendo los últimos arbitristas, sino que se decida a sacarlo a la luz pública, presentándolo en las páginas del Semanario, y, en consecuencia, aceptando las reglas del juego de la opinión pública, como eran el derecho a réplica y la construcción de la opinión como esfera autónoma89.

EL LARGO VERANO DEL CHOCOLATE ZAMORANO. RECONSTRUCCIÓN DE LA

RECEPCIÓN DE LA RECETA EN EL ENTORNO TEXTUAL DEL SEMANARIO Hemos planteado las razones por las cuales el desembarco de Argüelles en

el espacio público del Semanario tenía que ser, por necesidad, complejo. Por su relevante glocalización, por la penetración cultural de los elementos fantasmales que la Receta contiene, por la multivocidad de su enunciación retórica, pero,

85 Al cabo, no en vano, esos proyectos estaban en diálogo con los sueños reformistas de Olivares, idea que tomo del trabajo de Zavala ya citado. 86 BACHELARD, Gaston. La poétique de la rêverie. Paris: Presses Universitaires de France, 1960. 87 ROLDÁN VILLÉN, Adolfo. “La aeronáutica a través de la pintura”. En: VVAA. De la Paz de París a Trafalgar (1763-1805). El acontecer bélico y sus protagonistas. X Jornadas de Historia Militar. Madrid: Ministerio de Defensa, 2002, p. 13. DEMERSON, Paula. “El buque volante de Joseph de Válgoma”. Historia 16, junio de 1996, p. 242. 88 En esta línea resulta estimulante deslizar la idea de Francisco de Goya como pintor del inconsciente arbitrista de la Ilustración, en su serie de Disparates, por sus trabajos sobre máquinas, ingenios, y estructuras, y en el engranaje de los hombres como máquinas orgánicas (niños-fuelle, hombres-batanes, etc.). 89 HABERMAS, Jürgen. The Structural Transformation of the Public Sphere. Cambridge, MA: M.I.T. Press, 1991.

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sobre todo, por la eficacia de su “medicina poética”, la aparición de este texto no habría de pasar desapercibida. La Receta gozó de momentum durante el largo verano de 1798. En algún modo, la del chocolate zamorano fue polémica estival, una, diríamos hoy, serpiente de verano, formada por su pequeña cadena de réplicas, contrarréplicas y menciones, tal y como quiero mostrar a continuación. Ello permite sostener la hipótesis inicial de que la lectura que su época hizo de la Receta es completamente tributaria de la comunidad cultural articulada alrededor del Semanario, pues, como veremos, nuestro texto carece de autonomía discursiva respecto de aquella. En algún sentido, en las idas y venidas de esta polémica, brillan los fragmentos de una crónica novelada de la sociedad letrada de su espacio-tiempo: son los letrados salmantinos los que se expresan mediante90.

La Receta, como hemos visto, hace su aparición en un ambiente a priori escéptico91, y progresivamente militante en su escepticismo, caracterizado por una desconfianza en crecimiento ante los propagandistas de remedios prodigiosos. Si la supuesta maravilla atribuida a las drogas americanas hacía tiempo que había perdido su virtualidad, este descrédito, no poco agravado por los efectos instructivos de la divulgación médica de las décadas anteriores, afectaba no sólo a la mágica botánica de Indias, sino a la medicina humoral y a las prácticas galénicas en su conjunto, y también a sus más perennes mitos: los fármacos universales92. El propio Argüelles se hace cargo de la poca receptividad que le habría de acoger cuando, curándose en salud, anticipa la posibilidad de recibir críticas injustas, unas veces con estudiada resignación

90 Ya nos hemos referido al carácter disimulador de esta cultura de coplas y pseudónimos (nota 72). 91 Si hemos de creer a Argüelles y a sus posteriores apologetas, existe toda una zona de experiencia que este texto no interroga, la que se refiere a las pruebas empíricas con el preparado real. Es decir, al hecho de que muchos de estos sujetos han realmente bebido, y varias veces, este chocolate. 92 Sobre este punto, resulta muy pertinente volver sobre la crítica de las píldoras julianas. En aquel papel polémico, el Farmacéutico Enmascarado, desde una mentalidad ilustrada, ofrecía toda una poética reflexión sobre el sueño galénico de hallar el catolicón, el fármaco universal que late en la arquitectura poética de todos los propagandistas médicos barrocos: “Casi todas nuestras enfermedades se pueden reducir y clasificar en las que nos refiere que ha curado: con que si estas curas fueran ciertas, merecia el Autor que le viviesemos eternamente agradecidos, [...] y que le colocasemos en el Parnaso de la Medicina por haber hallado el medicamento universal; pero ¡o Dios! quanto dista de nosotros esta venturosa invención. Mucho han trabajado los antiguos para hallar los remedios polycrestos que alargan la vida, de los cuales aún conservamos en nuestras oficinas para testimonio de este delirio, una tintura llamada Elixir longe vitae; pero ¡qué en vano han trabajado! La basa era de arena, y el edificio de su insaciable e indiscreta ambición se arruinó” (Semanario de Salamanca, martes 14 de agosto de 1798, nº 564, p. 102-103.

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cristiana (v.g. “Si acaso me pagaren en mala moneda los émulos. ¿Qué hombre de bien no tiene enemigos? En la resignación valen más que pesan.”, 14) y otras con indisimulada ira, acusando a sus refutadores por venir, a sus enemigos in fabula, de ser “gentes opuestas a cuanto cede en interés general”, “egoístas que, no habiendo pensado jamás en mover sola una arista a favor de la humanidad, todo lo censuran y afean” (4).

Si el propio Argüelles ya estaba advertido de la opinión escéptica que muchos mostrarían hacia el intento de reactivar la danza embrujadora de las “medicinas poéticas” en la esfera pública ilustrada, quizás sus recelos expresen alguna relación con un precedente cercano en las páginas del mismo Semanario. Me refiero a una sátira publicada en 1795, dedicada a una tertulia en la que se habló del chocolate con largueza93. Los versos en cuestión, que estarían documentando como parodia una reunión ocurrida de verdad, usaban el formato de una fábula, cuyo nombre, “El papagayo” 94, alude a su protagonista: un ave tropical que, tras mucho tiempo ausente, retorna a su nativa tierra, y repentinamente se escapa de su jaula, para acudir a una reunión de loros, queridos compatriotas, a los que promete un pormenorizado relato de sus experiencias por el mundo. Pero en vez de ofrecer un recuento ameno y variado, el pájaro aventajó la atención concedida para aturdir a sus oyentes con un discurso tedioso dedicado en exclusiva a glosar las propiedades del

93 Este tipo de ejercicio satírico, alrededor de los efectos de una droga indiana en el seno de una academia poética, no es tampoco novedoso. Hay abundante constancia de justas poéticas y juegos florales desde principios del siglo XVII donde el tema de composición era el elogio o descrédito de alguna solanácea americana, como por ejemplo una Justa en honor de San Juan de Mata y San Félix de Valois (c. 1668) (en MASS I USÓ, Pascual. Academias y justas literarias en la Valencia Barroca. Kassel: Edition Reichenberger, 1996, p. 45), cuyo premio era una tabaquera y donde algunos poemas presentados contenían alusiones a las drogas tropicales. Además, estos juegos literarios formaban parte de la atmósfera que rodeaba al Semanario, donde solían publicarse versos satíricos en los que se aludía a los miembros letrados este círculo con seudónimos. Encontramos, por ejemplo, una “Letrilla sobre el Semanario de Salamanca”, que contiene, además, otra mención al chocolate (“De noche consigo / la mete [a su perrita] en su cama, / la da chocolate/ y Lázaro clama / de cuanto con ella / consume y malgasta” (Semanario de Salamanca, martes 6 de septiembre de 1796, nº 351, p. 152). 94 “Fábula. El Papagayo”, Semanario Erudito y Curioso de Salamanca, martes 10 de febrero 1795, nº 147, p. 90-92. Loros, guacamayos y papagayos forman parte del imaginario fabulístico. Son varios los textos ilustrados que recogen ejemplos, donde, en ocasiones, estos animales sirven para vincular la facultad del habla a una circulación geopolítica en el interior del imperio. A Tomás Iriarte se le atribuye una “Fábula de los dos loros y una cotorra”, donde un loro francés (en Haití) y un loro español (en Santo Domingo) mezclan sus lenguas hasta expresarse en criollo para horror de la cotorra que les impone la norma metropolitana, de la R.A.E.

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chocolate. Al recordar cómo su dama le daba chocolate durante su cautiverio, al ave le venían tentaciones de volver a sus rejas. La sátira hace escuchar el diálogo imaginario entre loro y dueña, filtrado por el aburrimiento de su nueva audiencia:

Chocolate al Lorito, que regalo, Chocolate, sopitas, que está malo, Chocolate, já, já, Chocolatera Chocolate al Lorito no se muera95. El papagayo prosigue su tedioso recuento de virtudes y experiencias

chocolateras hasta que un segundo papagayo, francamente enojado, le invita a cambiar de asunto, amenazándole con abandonar la reunión de no hacerlo. La cuidadosa economía de la opinión que se despliega en los ámbitos ilustrados imprime sus normas de conducta a los modos en los que deben organizarse la atención y la escucha en los espacios públicos, sean estos tertulias o periódicos. Es, así, una cuestión de decoro la que obliga a que el interés prodigado por la audiencia sea respondido por un uso proporcional e inteligente del tiempo y de la información: no es el sermón el formato de intervención que domina en la génesis de la esfera pública moderna. Esta regla social, regla que la fábula de “El Papagayo” moraliza, es decisiva para entender el carácter duramente satírico que pueden ofrecer las publicaciones ilustradas, también el Semanario, así como la frecuencia y acidez de sus críticas internas y sus censuras mensuales, que operan como un flujo normativo de carácter corrector, necesario para garantizar la centralidad de la noción de decoro en el uso público de la palabra. La moraleja de la fábula es, como decimos, que siempre hay quien se aprovecha de disponer de la atención de los demás para abusar de la misma por su propio capricho, y que tal sujeto no está actuando de modo civil entonces. Termina el autor, enfurecido:

El demonio me tienta, Con recordar al Papagayo Orate, que tomó por asunto el chocolate96. Ya indicamos que, en el Barroco, la difusión de las drogas de Indias generó

una rica respuesta en el ámbito de la literatura popular y de la cultura carnavalesca, dirigida a desacreditar a los propagandistas de las solanáceas

95 Op. cit., p. 91. 96 Íbid., p. 92.

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americanas y a producir imágenes negativas de sus consumidores. El carácter psicoactivo de tales plantas, siempre objeto de censura moral, facilitaba la actuación de la máquina satírica del Barroco que, con gran facilidad, elaboraba como rasgos grotescos los efectos corporales de dichas sustancias sobre sus consumidores. Así, por ejemplo, si los fumadores tenían la boca o las narices sucias y estas se convertían literariamente en anos de niños97, era porque, con su indignidad moral, habían invertido el funcionamiento de su fisiología. Eventualmente, tales imágenes adquirían caracteres metaliterarios, cuando se aludía con una misma imagen tanto al panegirista como a los efectos que la hierba producía. De este modo, por caso, los apologetas del tabaco eran presentados como vendedores de humo. Respecto del chocolate, su efecto más visible sobre el organismo era la hiperactividad, que se manifestaba en aparición de glosolalias o verborreas, en el empleo incontenido de la facultad del habla98. Consecuentemente era lógico presentar a los propagandistas del chocolate como loros pasados de revoluciones. Desde esta perspectiva, podemos volver sobre un pasaje de la fábula:

El Charlatán ladino Sin concierto ni tino, Habló veloz, y atropelladamente; Su lengua era un torrente, Que rápido corría, Y a todos los oyentes aturdía. Escogió por asunto Hablar del chocolate, bello punto99. No resulta difícil reconocer tras este loro propagandista del chocolate una

figura familiar, cercana de la imagen que tenemos de fray Vicente Argüelles. ¿Será éste el papagayo que, retornado de las Indias, y repentinamente liberado de su celda, atormenta a sus congéneres hablando de su vicio, mostrando, con

97 “Quien ve las narices sucias con la basura, que no imagina que son nalgas (de niño) llenas de caca? Ombre si quires conservar tu juicio arroja el tabaco, porque si no perderas el seso, y quedara tu cabeça vana” (Bartolomé JIMÉNEZ PATÓN en su Reforma de trages. Doctrina de frai hernando de talavera primer arçobispo de grnanada ilustrada por el maestro bartolomé ximenez patón, regente de estudio de letras umanas en Villanueva de los Infantess enseñase el buen uso del tabaco. Baeza: Juan de la Cuesta, 1638, BNE R-157, fº 61v). 98 MINTZ menciona el carácter psicoactivo del chocolate, op. cit., p. 100. NORTON es algo más específica al señalar el carácter vigorizante que la cultura barroca atribuye al chocolate desde finales del siglo XVII, y relaciona su uso con la potenciación de las habilidades de artistas, predicadores y misioneros, estimulando el habla; op. cit p. 196 y s. 99 Op. cit., p. 91.

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su labia desmedida, las consecuencias indecorosas de la misma sustancia que con análogo énfasis alaba? De ser así, Argüelles tendría, al menos, el dudoso honor de ser un inspirador de la popular expresión “el chocolate del loro” en un uso relativamente diferente al que damos hoy al dicho. Tal uso nos remitiría a la historia cultural de las drogas tropicales (y a la génesis ideológica de sus necesidades100), pues estaría materialmente vinculado a la crítica de la tradición panegirista barroca y a su desplazamiento por una ideología basada en nociones modernas de opinión; entonces, el chocolate del loro señalaría aquí la pingüe ganancia que se extrae de un chocolate que no es ni más ni menos distinto a pesar de lo que un loro diga de él, es decir, el escaso beneficio material que prestan al público las medicinas poéticas y sus propagandistas.

En todo caso, será tres años después cuando por fin encontremos la primera mención explícita al tratado de Argüelles, en una breve nota del Semanario, que declara la pronta publicación de la Receta101. Ésta tendría lugar al cabo de cinco meses, de forma exenta102, tal y como el Semanario registra103. La Receta, cuando aparece, no en vano lleva una referencia a la publicación que la ampara, destacando la importancia y difusión del Semanario (16).

Dos meses más tarde, en las páginas del Semanario se publica una “Carta”, obra de un fantasmal Antonio Molinillo. Tomando una fórmula que es propia de los escritos de Torres Villarroel, muy popular en el Semanario, el autor-editor estaría acompañando a Argüelles en sus experimentos para mejorar su chocolate, cuando el franciscano recibe la visita de un mensajero portando una epístola, firmada por el tal Molinillo104. En ese papel satírico, que el autor-editor estaría transcribiendo punto por punto, el licenciado Molinillo expone sus razones disolventes, y así, por ejemplo, acusa a Argüelles de recetar el chocolate zamorano mientras él se lo toma “de tan buen cacao, canela y azúcar como cualquier Lector Jubilado”105. Si la Receta incluye las cuentas detalladas del bajo coste del preparado, en las que se basa la potencial utilidad del mismo, Molinillo

100 BEAUDRILLARD, Jean. La genèse idéologique des besoins. Pour une critique de l économie politique du signe. París: Gallimard, 1972. 101 “Noticia interesantísima”, Semanario Erudito y Curioso de Salamanca, sábado 25 de noviembre de 1797, nº 489, p. 8. 102 Como consta en el título del opúsculo “Receta instructiva y universalmente benéfica del nuevo invento del chocolate zamorense que se publicó en el Semanario de Salamanca número 489, por los impresores Manuel Rodríguez y Manuel de la Vega, año de 1798”. Lo que se publicó fue la noticia de su pronta publicación. 103 “Libros”, Semanario Erudito y Curioso de Salamanca, sábado 14 de abril de 1798, nº 529, p. 32. 104 “Carta firmada por Antonio Molinillo”, Semanario Erudito y Curioso de Salamanca, martes 12 de junio de 1798, nº 546, p. 168-71. 105 Íbid, p. 169.

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niega que sean ciertas y aún afirma que este chocolate del loro sale mucho más caro que el chocolate verdadero porque hay que añadir al coste de su preparación “4 reales de vomitivos, 16 reales de cuatro visitas de médico y una semana de refrescos”, ya que todo aquel que tomaba el chocolate zamorano sufría, según Molinillo, una terrorífica indigestión de almendras106.

Sostiene Molinillo que el único beneficio de la Receta es hacer competencia a los “vendedores fraudulentos” de chocolate, que “ya lo tienen adulterado con las malditas almendras y harina” y, por último, Molinillo recomienda a Vicente Argüelles que se dedique mejor al cuidado y salvación de su alma, y abandone sus deseos de descubrirse pastelero de papel, que ya basta de “meterse a liquidar pasta de almendras amargas, mazapán de repostería”107. Y es que, sabedor de que Argüelles no le hará caso, Molinillo se teme la invención de nuevos fármacos, no menos proveedores de ínfimas ganancias, no menos chocolates del loro: Molinillo ve a Argüelles muy capaz de tomar “otro líquido del pan de higo, añadirle unas pocas de pasas, miel de cañas, raspaduras de corteza de limón, cremor de tártaro, zarzapatilla y mercurio [...] y llamarle segundo chocolate Zamorense”108. Afirma Molinillo que los problemas médicos del país son reales y concretos como las bubas y la sífilis, que, en el país, lo que sobra es “gálico”, y que ése debe ser el objeto de la moderna medicina, mientras que los autores como Argüelles (a quien Molinillo considera un continuador de otros nocivos propagandistas locales y, entre ellos, cita al autor de la “segunda parte de[l tratado sobre] las píldoras Julianas”) no contribuyen en absoluto a solucionar problemas médicos reales con sus remedios literarios imaginarios.109

Esta dura misiva, cuyo poder retórico se basa en la eficacia de sus imágenes grotescas, recibe dos respuestas. A finales del mes llega la primera, dentro de la “Censura de los semanarios de junio”110, una sección fija del Semanario que, con carácter mensual, repasa de manera crítica las publicaciones últimas. Allí, se le dice a Molinillo “que a fe que no tiene malas ideas; pero el lenguaje y giro de proponerlas ¡Jesús qué asco!”111. Y es que el problema consiste en que, en el ámbito de la esfera pública ilustrada, el decoro es un concepto multidireccional, que tiene que ver siempre con la proporción, y que no sólo afecta a la pertinencia y economía de las intervenciones, sino también, y muy básicamente, a la adecuación del estilo, del tono y del género al asunto.

106 Íbid, p. 169-170. 107 Íbid, p. 170. 108 Íbid, p. 170-171. 109 Íbid, p. 171. 110 “[Censura] De los semanarios de junio”, Semanario Erudito y Curioso de Salamanca, sábado 28 de julio de 1798, nº 559, p. 62-4 111 Íbid., p. 62.

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Así, en una polémica entre pareceres críticos, las razones satíricas no invalidan las razones sapienciales del género tratado, al contrario, éstas se sostienen con firmeza sólo haber sucedido tal ruptura indecorosa. De este modo, los esfuerzos de Molinillo resultarían contraproducentes: “V. ha dado muy buenos triunfos a Fr. Vicente, pero con armas que cortan poco”112.

La segunda respuesta llega el 31 de julio, cuando FSF publica una refutación apologética de la sátira de Antonio Molinillo. Ésta comienza con una significativa recusación, según la cual los numerosos detractores de la Receta serían propiamente “eruditos a la violeta”113. Expone FSF las condiciones democráticas que organizan la opinión en la génesis de la esfera pública moderna: muchas serán las voces opuestas, “pero tengo la grande satisfacción de tener mi voto (valiéndome de la expresión de un filósofo) como todos, en el vasto tribunal de la crítica”114. A continuación, el texto defiende la consistencia de la imaginación arbitrista que edificó Argüelles, y, en tal lógica, afirma que el tratado contribuye “al aumento de la industria, de quien depende la riqueza de las naciones” y a “la utilidad y bien estar público”, hechos que harían a su autor digno de alabanza115.

Ambos conceptos sitúan a FSF dentro de la órbita lingüística ilustrada, pues está desarrollando argumentos muy cercanos a tesis de Campomanes sobre la ciencia de la economía civil, al sostener que, con independencia de sus resultados, hay que amparar y premiar a los sujetos que, como Argüelles, destinan sus ingenios y energías al incremento proyectivo (y, por tanto, imaginario) de la productividad nacional116, pues “¿no es una virtud suplir

112 Íbid., p. 63. 113 F.S.F. “Señor editor”, Semanario Erudito y Curioso de Salamanca, martes 31 de julio de 1798, nº 560, p. 70. 114 La expresión, antes de fosilizarse en los manuales de filosofía como un epíteto épico kantiano (“Kant sometió la metafísica al Tribunal de la Crítica”) es relativamente común en el discurso filosófico de su tiempo, aunque no por ello no deja de ser significativa. Así, por ejemplo, la utiliza FEIJOO en Ilustración apologética: “No es, pues, del caso, a quien niega un hecho con razones propias del Tribunal de la Crítica responderle con la posibilidad física del hecho (como a cada paso hace el Sr. Mañer); antes es contra toda crítica, y aun contra toda lógica, pues ésta no permite ilación de la posibilidad a la existencia” (“El uso de la mágica”. Discurso XXI, sección 3. Las cursivas son mías). 115 Op. cit., pp. 70-71. 116 Sobre este punto me oriento a partir de un inspirador trabajo de Pablo SÁNCHEZ LEÓN, “Fragmentos de otra ilustración. La ciencia de la economía civil como camino histórico suprimido” (texto inédito), donde estudia el desarrollo y contradicciones del pensamiento teórico ilustrado sobre el comercio y su capacidad de transformar moralmente la sociedad española en un horizonte renovador de matriz moderna, aunque de síntesis católica. “[Campomanes] efectuó a fines de la década de 1750 un ajuste de cuentas con las diversas tradiciones de la incipiente economía política continental y la más larga tradición arbitrista

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industriosamente los medios necesarios para la satisfacción de determinadas necesidades, por otros, sin los que indefectiblemente sucedería el dispendio y distracción de las riquezas nacionales y por último la absoluta destrucción de ellas?”. En este texto, se plantea una conexión directa entre las fantasías movilizadoras de la Receta y la ausencia real de “industria” en el país, ausencia cuyas consecuencias sólo cabe valorar “en proporción del aumento de la indigencia, parto de la inacción en la patria”117. Es decir, la Receta vendría a solucionar el problema central para los teóricos de la economía civil: la ociosidad, esto es, el hecho de que los súbditos no quieren vender su fuerza de trabajo.

Continúa FSF: Argüelles debe ser contemplado como “modelo y exemplarísimo dechado de un buen Ciudadano”. Y, ya que no se le ha recompensado por semejante aportación, al menos no se le debe importunar con escritos que “propician la ociosidad, polilla de las Sociedades”. A continuación, el papel refuta, de manera galénica, la razón última de la crítica de Molinillo, el carácter nocivo del chocolate zamorense, afirmando que el hecho de que esa pasta de almendras haya intoxicado a alguno no quiere decir que intoxique a todos, y es que “hace falta tener cerebro de Molinillo para deducir de este modo”, argumento que se defiende con una clásica, pero breve, exposición de teoría aristotélica, relato de naturalezas y complexiones enfrentadas118. Por último, frente a la ociosidad de que se acusa a Molinillo (ociosidad propia de “profesión reverenda”119), aquí se defiende que todos los individuos, reverendos o no (refutando las indicaciones de Molinillo sobre la salvación del alma de Argüelles) están obligados de tratar de ser útiles a su patria.

La historia de la recepción de la Receta terminaría con la publicación de la “Censura del mes de julio”, en la que la redacción del Semanario expresa cierto hartazgo ante la aparición de tantos papeles del chocolate, y, junto a ellos, de

nacional, para ofrecer toda una teoría de la restauración y renovación moral de los españoles por influencia de la acción del comercio sobre las costumbres. [...] Con Campomanes se produce una síntesis original que cuestiona la imagen convencional del permanente retraso de la Ilustración española: su identificación del comercio a la vez como causa y efecto de la remoralización nacional de súbditos “útiles” a la Monarquía desborda los marcos de la economía política continental pero para abrazar de un modo más radical, integrista, lo que ésta pudiera tener de ciencia. Es el alumbramiento de una “ciencia de la economía civil” a la española, vivida o imaginada con los rasgos con los que se definía la religión, pero formalmente ciencia”. 117 Op. cit., p. 71. 118 Op. cit., 72-73. 119 Op. cit., p. 74.

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tantos otros varios trabajos propagando singulares medicinas poéticas. El autor de esta “Censura” se muestra molesto, porque el Semanario se ha llenado de textos indecorosos “que dan ganas de vomitar á quantos los lean, que todo el chocolate del padre Argüelles no basta á fortificarlos un tanto”, y explícitamente menciona la defensa de la Receta del día 31 de julio, y de la réplica del 3 de julio a la “Crítica de las Píldoras Julianas”120. Así, en esta Censura, se marca una opinión contraria tanto a la publicación de “medicinas poéticas”, como al trabajo que se toman otros autores en defenderlas de críticas que cuestionan su validez y su eficacia121. El censor advierte a los editores del riesgo de deserción de los lectores, porque la naturaleza de estos materiales vuelve improductiva la necesaria disputa pública. Al cabo, en términos editoriales, los valores de decoro sirven para garantizar la relación de una publicación con sus lectores, y por tanto, para garantizar que dicha publicación ocupa plenamente su lugar en el mercado. EL SUEÑO DEL CHOCOLATE ENGENDRA FARINATOS

Sin embargo, por haberse traspapelado, según se nos dice, esa Censura no

se publica hasta finales de septiembre, y no puede hacerse cargo de un último escrito que resulta, en mi opinión, el más interesante de cuantos papeles polemizaron con Argüelles, ya que es el único que llega a deconstruir, desde la sátira, la máquina libidinal de la Receta. Se trata de un delirante parecer sobre las Maravillosas virtudes y saludables efectos, que se han descubierto en el conocido con el nombre de FARINATO BLETISSANO122, obra de un “Físico moderno y nuevo, especulador hasta lo más nimio”. Todo en este texto es parodia del género del publicismo barroco de las drogas de Indias, desde cuyos esquemas literarios se va a querer interpretar la intervención de Argüelles.

En buena lógica, esta parodia comienza con una entradilla en la que se hace hablar a su autor (trasunto literario del propio Argüelles): éste declara que, tras trece años de ocio en el convento, decidió ocupar su tiempo en algo. Éste deseo (fruto entonces de la ociosidad, y no su enemigo, como quería el franciscano) se presenta adornado de todo el vocabulario de la utilidad pública (“persuadido de la obligación que tiene el hombre hasta la sepultura de ser útil a

120 Op. cit. 121 “Censura de los semanarios del mes de julio. Fustem praesta. Horat”, Semanario Erudito y Curioso de Salamanca, sábado 29 de septiembre de 1798, nº 577, p. 204. 122 “Maravillosas virtudes y saludables efectos, que se han descubierto en el conocido como Farinato Bletissano”, Semanario Erudito y Curioso de Salamanca, martes 11 de septiembre de 1798, nº 572, p. 163-169.

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los demás [...] me entregué [...] a buscar y proporcionar un proyecto que pudiese ser provechoso a la Sociedad [...] siguiendo así el ejemplo de infinidad de Sábios”), aunque detrás de ese deseo altruista se esconda, explícitamente, la llama de la propia vanidad (“¡Y feliz yo si pudiese llegar a ocupar algún lugar entre Héroes tan esclarecidos!”)123. Cuando el autor se determinó a concretar sus deseos en un proyecto, resultó, sin embargo, que ya estaba todo inventado y que nada quedaba por hacer (“no había materia que no hubiese dejado de tocarse y por consiguiente que me faltaba sugeto a que poder dirigir mi conato”124).

Es así como este tratadista concibe su materia: “de repente se ofrece à mi imaginativa el Farinato de este País”. Ese sí es, cabe reconocerlo, un tema singular, que tiene la ventaja añadida de haber sido poco estudiado, como se nos dice. A continuación, nuestro autor se dedica a describir el modo de composición, cualidades, y virtudes del farinato, y nos advierte de que “por su medio se curan y aún precaven muchas enfermedades”. Para acabar este prólogo, nuestro falso Argüelles dirige su Receta a un Mecenas en busca de apoyos para promover el desarrollo de su invento: por medio de este rasgo se pretende desvelar al franciscano como un verdadero arbitrista. Después, la parodia continúa suplantando, punto por punto, la estructura del género de los pareceres: se comienza por declarar el origen conocido de la sustancia y de su nombre (no hay noticia “de quien hubiese podido ser su autor”, “la voz Farinato es derivada de dos latinas, quales son farina y natus, y quieren decir nacido de la harina, y con mucha propiedad”125), para, a continuación, describir literariamente la elaboración del producto, alimento surgido del hambre y de la miseria, destinado a aprovechar restos de tripa de cerdo, rellenos de miga de pan sazonado, untado con manteca de cerdo, que, sucedáneo y trampantojo gustativo, hace pasar la harina por verdadero embutido.

La deconstrucción es total. Si el chocolate zamorano pretende ser chocolate sin resultarlo, el farinato es una falsa longaniza que lo es sin pretender serlo, un honesto sucedáneo que expresa el lugar poético de una gastronomía que surge de la escasez, destinada tanto al engaño de los sentidos como al aprovechamiento de todo alimento. Es la cristalización de una economía local máximamente precaria, de una alimentación basada en la supervivencia. Desde su régimen irónico, esta parodia argumenta que el mundo plebeyo no había necesitado que viniesen los Argüelles del Siglo de las Luces a enseñarles a sacar el máximo partido de sus recursos, pues los grandes descubrimientos culturales

123 Íbid., p. 164. 124 Íbid., p. 164. 125 Íbid., p. 167.

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eran, por entonces, fruto compartido y anónimo del ingenio y del hambre, y no de la ociosidad bien alimentada de frailes retirados.

Hay algo más. Cuesta identificar en el imaginario epocal una sustancia cuya mitología esté más enfrentada a la del chocolate que el propio farinato salmantino. Se trata de una elección muy consciente que trata de marcar el radical contraste entre un producto de las Indias frente a un alimento del Campo Charro; entre una medicina poética, con registro escrito de décadas por parte de eruditos y científicos frente a la más vulgar y popular de todas las viandas plebeyas; entre un lujo de letrados frente a una necesidad de analfabetos. La mera acción de escribir farinato en mayúsculas y cursiva, de acompañarlo de un adjetivo de linaje latino (bletisano es el gentilicio latinizante de la localidad salmantina de Ledesma) es en sí provocadora, como el hecho de que se le atribuya toda una mitología paródica alrededor. El Farinato comparece en la ciudad letrada de los divulgadores de la medicina índica como el rey del carnaval hacía su entrada en la ciudad, desnudo, borracho y sobre un asno.

Reveladas por un contemporáneo las razones de Argüelles, radiografiada la invención de su chocolate zamorano en tanto cristalización libidinal, vemos que, desde esta imaginación simbólica, chocolate y farinato están operando sobre el mismo terreno: una geografía, la salmantina, agreste y dura, baja en su demografía y depauperada126. Pero mientras el farinato surge de ese territorio como una respuesta subalterna, el chocolate zamorano lo sobrevuela como una fantasía letrada, trata de colonizarlo, de reterritorializar ese campo en la lógica discursiva del imperio. El sueño arbitrista de aumentar mágicamente su suministro calórico simplemente carece de base material. Es una ensoñación poética. Arguelles no ve el espacio de la cultura, contempla el territorio como bioprospectiva127.

Porque en realidad Argüelles, loro del chocolate, no está interesado en vender su medicina poética a los productores y consumidores del farinato, sino

126 Tal y como nos la muestra Benito GARCÍA MARTÍN (El proceso histórico de despoblamiento en la provincia de Salamanca. Salamanca: Universidad de Salamanca, 1982), y tal y como, desde las mismas páginas del Semanario habían denunciado numerosas veces los publicistas de la economía civil, el comercio y las reales sociedades, v.g. el discurso “La agricultura, el comercio y la industria” (Semanario, martes 21 de noviembre 1797, nº 448, p. 113-119), cuyo encabezado es explícito “Faltan al campo manos laboriosas, mientras en la Ciudad están ociosas” (íbid., p. 113); numerosos pasajes de este texto apelan a la herida demográfica como causa del retraso y la pobreza en el desarrollo económico y comercial “Indica el señor Jovellanos uno, que en mi concepto es enemigo capital de la agricultura: la falta de brazos para las labores. El arte de cultivar no cuenta con un número regular de manos” (íbid. p. 116), por más que sea en las ciudades donde, según el autor, se concentra el remante de brazos. 127 Tomo el término de Londa SCHIEBINGER, op. cit.

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a aquellos que, en el interior de la ciudad letrada, ven la relación entre el chocolate zamorano y el hambre como un problema abstracto. Y, a ellos, lo que Argüelles quiere vender es una medicina diferente, una droga para letrados, un fármaco que recomponga los cuerpos molidos por la vida sedentaria, el estudio, la lectura. Los inventores de medicinas índicas siempre supieron identificar los deseos de su potencial clientela a la hora de cristalizarlos en sus tratados, y ya fue Hayo el primero en decir del tabaco que ayudaba al estudio, lo que resulta significativo en una ciudad universitaria128. Argüelles va más allá: “sirve especialmente para alivio de las personas que son de complexión débil o enfermiza, y que tienen que sufrir las molestas tareas literarias; y, generalmente, para todos los que han de presentarse expeditos en los serios tribunales, cátedras y sus respectivos ministerios” (4). ¿Quiénes son los melancólicos si no son los letrados, y entre ellos, todos los que forman o quieren formar parte de la máquina institucional que organiza funcionarialmente su ciudad? Argüelles insiste más adelante, en esa conexión entre los beneficios de su invento y su target sociológico: “aventurar las mas felices consecuencias en desterrar diversas obstrusiones, y otros alifafes acarreados de las gravosas tareas literarias, y de varios achaques que sufren por precisión los que viven vida sedentaria” (9). Desde la ensoñación de ese fármaco se iluminan los deseos de sus consumidores potenciales, deseos de una droga que, hecha a su medida, sostenga e implemente la ciudad letrada en su estado actual, más allá y a pesar de los límites que imponen sus propios organismos, y más allá de sus fantasmas mayores, entre ellos el de la apoplejía.

Desde nuestra perspectiva resulta interesante que la naturaleza de esa ciudad letrada local estaba siendo puesta en cuestión desde las mismas páginas del Semanario, que acogió debates diversos sobre la productividad e improductividad de las letras y los letrados, sobre su contribución o su carga a la res publica. En el número anterior a la aparición de la primera noticia de la Receta, proféticamente, se incluyó una crítica al hecho de que una parte desproporcionada de los hombres del país fuesen destinados a las letras, en vez de dirigirlos hacia industrias y ocupaciones que puedan producir incrementos de riqueza, acusando así a la pesada máquina institucional del imperio y a sus legiones de canónigos y de profesores universitarios, de escribanos, frailes, sacerdotes, licenciados y bachilleres, de ser, en realidad, la verdadera carga

128 “Ansí mismo se ha experimentado que si uno está estudiando una cosa y se cansa de no acabar de entenderlo, tomando un poco de tabaco en polvo por las narices, vuelve sobre ello descanso y lo apercibe con más facilidad con que es visto que aviva los sentidos recrea naturaleza y la fortifica” (HAYO, op. cit., p. 12).

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pública, la verdadera clase ociosa129. En este ámbito, vemos cómo las críticas ilustradas sobre la ociosidad no tienen por objeto necesariamente al mundo plebeyo, como se interpreta con frecuencia, sino que en ocasiones se refieren explícitamente al enjambre urbano de sujetos que viven encaramados a los límites letrados de esa máquina institucional, y que, en esos mismos límites, y sin tener que trabajar manualmente, obtienen los escasos pero suficientes medios para su sustento130. Esos serían los naturales destinatarios de la imaginación poética de Argüelles.

En el curso de la polémica sobre el chocolate zamorense, en la discusión sobre la utilidad pública de los saberes letrados y médico-científicos, conviven imaginaciones modernas contrapuestas. Así, las críticas a la Receta de Argüelles aciertan a expresar que su inutilidad está directamente relacionada con el desarrollo de la ciencia de la economía civil, afirmando que es a través de su productividad real (y no a través de su deseo de ser útil) cómo los hombres se convierten en ciudadanos. Lo que estos críticos no le perdonan al arbitrismo es su carácter fantástico, improductivo, quimérico, el hecho de que produce “inventores extrafalarios”, quijotescos131. En este sentido, resulta significativo que, el contrafactum de Argüelles, el enunciador irónico que es el Inventor del Farinato Bletissano, cuando estaba buscando un objeto que inventar, una materia sobre la que escribir, tiene que recorrer el paisaje de modernidad glocal con el que su Receta no interacciona. Así, se nos dice que el inventor del farinato “no perdía de vista las muchas y distintas fábricas, máquinas y otras industrias, capaces de hacer laboriosas miles de almas.”132

Ese es el drama arbitrista: Argüelles glocaliza la producción de cacao, introduce nociones de biodisponibilidad y, a partir de su experiencia en los esfuerzos expansivos del imperio y su vivencia difusa de habitar en una temporalidad en secularización, identifica la necesidad, producto de esa lógica moderna, de desarrollar la producción del cacao en una escala entonces

129 “La agricultura, el comercio y la industria”, op. cit. 130 “Ningún destino sustrae mas hombres en España á los exercicios útiles, como la carrera de las letras. Es monstruoso el numero de los que anulamnete se dedican á ella. Parece que se tiene entendido, que la cultura y el adelanto de la Nación en la literatura, consiste en el número de gente destinada á ella. Yo dixera que la muchedumbre era buena para el Exército [...] Acaso pasan de diez mil hombres los que se matriculan cada año, para estudiar las diferentes facultades en todas las Universidades y Colegios del Reyno. Todas las clases del Estado, todos los exercicios subministran discípulos á las Aulas. El Artesano quiere que su hijo ennoblezca su casa con el estudio, el Labrador se goza extremadamente quando va á la Ciudad á ver á su hijo el colegial” (íbid., p. 118). 131 “Maravillosas virtudes y saludables efectos, que se han descubierto en el conocido como Farinato Bletissano” (op. cit., p. 169). 132 Íbid., p. 164.

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desconocida, reconociendo que sólo cabe cumplir dicha necesidad aumentando la rentabilidad de su explotación. Sin embargo, ese gesto no tiene consecuencias porque, en la Receta auténtica, el verdadero Argüelles es incapaz de ver las máquinas, resulta completamente ineficaz a la hora imaginar las circunstancias de producción adecuadas en las que el cacao, como el azúcar, se hacen rentables, a hombros de esclavos. La Receta no consigue ni vislumbrar las raíces industriales que alimentarán semejante fantasía; sí lo harán los cerebros liberales del siglo que ya alboreaba, quienes diseñarán globalmente los modos por los cuales plantaciones de gran extensión, con la introducción de los ingenios, podrán construir el paisaje demográfico del capitalismo decimonónico133.

CODA: PROGNOSIS, MODERNIDAD Y LOS FANTASMAS DEL CHOCOLATE

Pero cabría conceder una reconexión moderna al ingenio poético de

Argüelles. Donde el franciscano sí resulta proyectivo es a la hora de intuir el carácter secular del proceso a través del que es posible conectar efectivamente la aceleración histórica, el aumento demográfico y el cultivo masivo de las drogas indianas. Argüelles entiende que existe un vínculo poderoso capaz de relacionar el cacao y la modernidad; oscuramente reconoce el poder bionutricional del cacao y su productividad biopolítica134. No será hasta el siglo XX cuando la explotación industrial del chocolate y las nuevas técnicas de elaboración y conservación de alimentos den lugar a una nueva generación de pastas de cacao, de base láctea, de modo que, finalmente, una pasta de leche, cacao, azúcar y frutos secos habrá de constituir un poderoso combinado energético apto para la nutrición a gran escala, tal y como habría soñado Vicente Argüelles.

133 Sobre la aplicación de los ingenios a la explotación a gran escala del azúcar, en el espacio del Caribe, es obligado citar la lúcida y terrible obra de Manuel MORENO FRAGINÁLS, El ingenio: complejo económico social cubano del azúcar (La Habana: Editorial de Ciencias Sociales, 1978), que, en nuestra perspectiva, nos dota de una perspectiva histórica de la llegada de la tecnología industrial al mundo colonial de las plantaciones y el comercio botánico. Y, en esa misma perspectiva, es obligado citar en ensayo de 1940 de Fernando ORTIZ, Contrapunteo cubano del tabaco y el azúcar: advertencia de sus contrastes agrarios, económicos, históricos y sociales, su etnografía y su tranculturación (Madrid: Cátedra; Música Mundana Maqueda, 2002). 134 Se trata de un cambio estructural que se produce en el consumo de las plantas indianas, cuando, como documenta MINTZ, las prácticas asociadas a la prescripción médica de esas sustancias han cedido paso a una nueva función basada en su valor bioergético: “The former medicinal purposes of sugar were now assimilated into a new function, that of a source of calories” (íbid., p. 108). Otro tanto cabrá asegurar a propósito del lugar del cacao en la alimentación moderna.

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Hay una historia secreta del cacao, que relaciona íntimamente el importante desarrollo demográfico español de los años sesenta y setenta (el llamado baby boom) y el acceso masivo de los niños a las pastas chocolácteas. Desconozco el estudio que señale la importancia simbólica y nutricional que tuvo una marca como Nocilla, que acabó por convertirse en metonimia de todo un grupo de pastas de cacao, verdadera nueva generación de chocolates zamoranos135 que, en su conjunto, constituyen un importante correlato material de la imaginación demográfica que el régimen franquista y sus productores simbólicos imprimieron sobre las nuevas generaciones de españoles (“desde que inventamos Nocilla –en 1967–, corren por ahí los hombres fuertes de Nocilla”, diría el anuncio televisivo de la marca en los contornos de la transición española).

Sin embargo, esa historia secreta del siglo XX español de lo que no carece es de un relato sentimental, de una memoria poética, que elabora y transmite el grupo de punk vigués Siniestro total en 1982, con la aparición del videoclip “Nocilla, qué merendilla” (compuesto a partir del tema homónimo del disco Cuándo se come aquí)136, cuyo título recoge el lema publicitario de la marca de pasta de cacao en los años sesenta. El videoclip comienza por declinar con gran melancolía el slogan publicitario de la marca, que suena de forma póstuma: “es la merendilla que nos gusta más”; después se escucha un temblor de baterías y guitarras y las voces desgarradas de Julián Hernández, Germán Coppini y Miguel Costas estallan repitiendo entre gritos psicóticos los escasos motivos verbales de la canción (“Nocilla, ¡qué merendilla!, Nocilla, ¡qué merendilla!, Nocilla, ¡qué merendilla!”), que retorna progresivamente in crescendo hasta llegar a expresarse en una afonía agónica y sobretonal. Esos sonidos, junto con las

135 En posguerra, se abrió, en el ámbito de las drogas tropicales, un tiempo de invención popular de sustitutos y derivados del café, del tabaco y del chocolate, que afectará a una más amplia fabricación de una alimentación de reemplazo, basada siempre en el trampantojo, que caracteriza las gastronomías del hambre. A ese respecto, cabe mencionar la frecuente fabricación en la primera posguerra del “chocolate de algarroba” (AGUIRRE SORONDO, Antxon. “Los molinos en el tiempo del estraperlo”. En III Jornadas de Molinología, 10-13 octubre 2001, Cartagena. Texto presentado). El desarrollo de los derivados del cacao tiene lugar en relación con las demandas calóricas de una población en crecimiento, proceso en el que la empresa Nutrexpa tiene un papel clave con la comercialización del cacao en polvo (y su branding como Cola-Cao), elaborado a partir del procesamiento de una pasta de cacao, harina de trigo, azúcar y malta. La Nocilla aparece ya en un contexto económico y demográfico distinto, creada por la compañía Starlux, a partir del modelo de la italiana Nutella. En el mercado de los derivados del cacao bajo el franquismo no podemos obviar el papel que tenía la marca Nestlé. 136 “Nocilla”. Letra y música de Miguel Costas. Cuándo se come aquí, Mejorada del Campo, Madrid: Estudos Colores, 1982.

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imágenes de la banda tocando en directo, se intercalan entre fotogramas fijos o en movimiento, que corresponden a un retrato, en blanco y negro, de posguerra. Vemos al comienzo del videoclip a niños entrando en un colegio religioso, vemos las aulas, la disciplina, vemos secuencias de tardes de frío y de sopor, tardes autoritarias, cuerpos biopolíticos del subdesarrollo y cultura material de la pobreza. Y de pronto, la cámara se detiene en una doble secuencia: la del recortable móvil de un niño de papel, cuya boca se abre y se cierra, y la de un niño de escaso pelo, que se está comiendo con pasión y cuchara alimentos precarios.

Las imágenes escolares van especificando su temática: es que construyen un relato del hambre. Vemos niños tratando de devorar grandes bocadillos de pan y dudoso contenido, ollas de leche no menos dudosa que se reparten públicamente, niños con bocadillos en hospitales. Vemos la cultura del racionamiento y del estraperlo. La dura posguerra, los años del hambre. Vemos imágenes de hombres y mujeres con abrigos y cananas caminando en el invierno de una ciudad gris, niños rebuscando en el interior de un pocillo, colas de racionamiento, niños apurando sus tazones de leche y comedores infantiles. En este punto del relato, la letra muda para alcanzar su clímax (“Mamá, ¡más! Nocilla, ¡qué merendilla! Mamá, ¡más! Nocilla, ¡qué merendilla! Mamá, ¡más!”); la demanda propagandísitica de la marca se funde inseparablemente con el grito regresivo: mamá, hambre, mamá.137 ¿Será Nocilla el nombre del hambre?

Es esta una historia española del hambre, de la miseria, de la pobreza, aquella que se corresponde con pasajes colectivos que, justo por entonces, estaban dejando de tener cabida en tanto que representaciones de una historia compartida. En el espacio cultural de los años ochenta, las conexiones explícitas del presente reformista con sus pasados de lucha y subdesarrollo se interrumpen, o se olvidan o se institucionalizan, y ello, como regla general, es válido tanto en el ámbito de la literatura como del cine, pero también, y desde luego, de la música pop, pues, al cabo, se supone que la Movida habría representado la definitiva superación del atraso nacional en materia de (pos)modernidades138. Esa historia por entonces negada, reprimida, es

137 Sigo a Ossip MANDELSTAM en su texto “Ejércitos de poetas” (Sobre la naturaleza de la palabra y otros ensayos. Madrid: Árdora, 2005, p. 27-35), quien ve debajo de la práctica poética de la bohemia la expresión desconsolada de un grito de desamparo primordial y fundante: “un adulto llora con el mismo y antiguo llanto del recién nacido, ahogado en su pecho. El decoro social sofoca ese llanto. Este lamento es un puro abismo. La poesía de los jóvenes y de los adultos es a menudos este mismo llanto, el llanto atávico e incesante de un niño. Las palabras son lo de menos. Este llanto es eterno: vivo, quiero, estoy enfermo” (íbid., p. 33-34). 138 Sobre este particular, remito al lúcido ensayo de Rafael CHIRBES titulado “El arte de leer” dedicado a la memoria crítica y a la historia contrahegemónica de Blanco Aguinaga en

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justamente la que el vídeo convoca poética y documentalmente: al final del videoclip encontramos, primero, un plano-secuencia de una cola terrible de personas esperando su turno de distribución en el racionamiento en los años cuarenta, y, después, por último, la cámara se cierra sobre el enigma de la cara del mismo niño de pelo escaso antes aparecido, con mismo su plato y su misma cuchara, cuya mirada transmite una satisfacción alegre y cruel, la determinación de sobrevivir a cualquier precio. Memorias del subdesarrollo: ese grito primordial (Mamá, Nocilla, qué merendilla) en el videoclip encarna una ambigua rabia, pues si toda esa colección de imágenes nos habla sin ambages de negra hambre, del terror y de la miseria del primer franquismo (por citar el título de Sanchís Sinisterra), la realidad es que los niños que aparecen en ellas en ese preciso momento están comiendo. Es ese sarcasmo que Siniestro total transmite como rabia poética, la del placer sadista que surge de la satisfacción casual de esas necesidades extremas; ese es el estado emocional que configura toda una genealogía del odio, la de unos niños creciendo en medio del hambre y que, en esas imágenes, aparecen agarrándose a la vida de forma desesperada y cruel.

Sus imágenes han sido convocadas desde el oscuro y desolado escenario post-transicional. Este vídeo hace contrastar, destruye, el mundo edulcorado de los anuncios de Nocilla, con sus familias de clase alta y con sus niños rubios (demográficamente improbables), con su propaganda de los “hombres fuertes de Nocilla” dispuestos a comerse el mundo. Nos hablan del contraste esquizofrénico entre las voces de la publicidad desarrollista, y sus nuevas medicinas poéticas, y la voz desgarrada de una generación, que chocopasta mediante, sobrevivió al franquismo para morir de sobredosis en su entrada en la democracia139.

En este sentido, en la biopoética de la pasta del cacao se expresa una poderosa memoria del subdesarrollo, que funciona como contrarrelato del discurso publicitario asociado con la modernidad española de los años sesenta,

tiempos –la transición- de blanqueamiento nacional en las historias literarias (en Riff Raff. Revista de Pensamiento y Cultura, “Dossier Blanco Aguinaga”, otoño 2010, 44, p. 69-74). En general cfr. los ensayos de Por cuenta propia. Leer y escribir, Barcelona: Anagrama, 2010. Mi inspiración para una genealogía cultural del hambre proviene de un fascinante ensayo de Jorge Valadas sobre las sociedades de la periferia mediterránea, la genealogía subalterna de sus procesos de modernidad, y el corte de memoria que sucede en sus ciclos neoliberales; vid. VALADAS, Jorge. A memoria e o fogo. O Cenário Invertido da Eurolândia. S.L.: Letra Livre, 2008. Sobre ese mismo corte de memoria es donde está operando Siniestro Total. Otros exponentes de la cultura cívica y la contracultura de los años setenta también operaban en esa misma franja, baste citar la poética del hambre que anima la serie Paracuellos de Carlos Giménez a partir de 1977. 139 Cfr. LABRADOR MÉNDEZ, Germán. Letras arrebatadas. Poesía y química en la transición española. Madrid: Devenir, 2009.

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y su imaginario de nutrición y normalización, su relato de la cohesión social a través del acceso de las clases obreras a una alimentación adecuada. Esta memoria del hambre latiendo a través de las publicidades del cacao y de sus pastas derivadas, es un relato que se conecta poéticamente, en un archivo de voces y relatos espectrales, con la loca fantasía de un oscuro religioso que publicó en una revista de provincias hace más de doscientos años una breve y no menos peregrina noticia sobre un más que dudoso chocolate.

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