el origen de la vida
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Texto: Dr. Ernesto Contreras
Porque Dios conoce nuestra condición: se acuerda que somos polvo; que como a barro nos dio forma, y que como la hierba y la flor del
campo que pronto se marchita y se seca, todos nos volvemos polvo y
ceniza; y el espíritu vuelve a Dios que lo dio.
Desde los albores de la humanidad, sabemos que la
única diferencia entre un cadáver íntegro, con iguales huesos, músculos, nervios, y
piel, y nosotros, es que en nosotros hay vida y en el
cadáver, no.También sabemos que si
nuestro cuerpo se deshidrata, ya sea en siglos en el sepulcro,
o en minutos al incinerarse, igual se transforma en un
puñado de polvo o cenizas.
Todas las culturas antiguas sabían, aceptaban y dejaron por escrito, que sólo Dios pudo transformar el polvo y el agua inertes, en un molde
de barro, y en un ser vivo.
Fue hasta el oscurantismo de la Edad Media (siglos V al XV d.C.) que por ignorancia, se empezó a creer en la generación espontánea de la
vida: Que de la fruta o carne podrida se originaban hongos, gusanos, y moscas; que trapos sucios podían originar ratones; que del bambú se originaban pulgones; y que del fango de los ríos, se originaban peces,
sapos, y víboras (Aristóteles 384 d.C. y Jean Baptiste Van Helmont 1577 d.C.).
Gracias al Renacimiento, las ciencias progresaron, y Francisco Redi (1626-1697), y más tarde Lázaro Spallanzani (1729 a 1799), probaron
que en frascos cerrados y hervidos, la carne en putrefacción, no engendraba gusanos ni moscas.
Pero fue el famoso químico y biólogo francés Louis Pasteur (1822-1895), quien con sus experimentos, descartó definitivamente la
teoría de la generación espontánea de microbios u organismos, y estableció la Ley de la Biogénesis: “Que toda vida procede de otra
vida.”
En forma contemporánea,
el médico alemán, Rudolf Virchow (1821 a 1902), padre de
la Histopatología,
complementó esta ley con su principio que dice: “Toda
célula procede de otra célula.”
Ignorando tales principios, varios científicos fueron influenciados por los
escritos de Charles Darwin (1809-1882), y las ideas de Federico Engels
(1820-1895) sobre la evolución de lo inorgánico a lo orgánico, y de lo orgánico
a lo biológico.
Así, el investigador ruso Alexander I. Oparin
(1894-1984), junto con John B. Haldane
(1892-1964), publicaron su teoría: “Un modelo
naturalista que apoya la generación espontánea
de la vida, por un proceso de evolución química y abiogénesis (vida que NO surge de
otra vida).
Ellos propusieron que la vida se originó espontáneamente, a partir de materia inerte, en un ‘caldo prebiótico’ de agua de
mar, en una atmósfera libre de oxígeno y rica en metano, hidrógeno, y amoniaco, y
gracias a la energía recibida de fuentes naturales (un rayo), que dio como resultado al primer ser vivo unicelular,
microscópico, marino, y muy parecido a una bacteria.
A pesar de ser una clara regresión al oscurantismo, y
por más ridícula y acientífica que parezca, esta teoría sigue vigente hasta hoy como la teoría
oficial de los evolucionistas, sobre el origen de la vida.
Pero los descubrimientos hechos en los últimos 50 años por la biología
molecular, la genética, y la genómica, sobre la extraordinaria
complejidad de las proteínas, principalmente del ADN (ácido
desoxirribonucleico), han vuelto a descartar toda posibilidad de que la vida sea producto de la generación
espontánea o la casualidad.
Ninguna de las reacciones bioquímicas y funciones necesarias para mantener viva una célula, o para que se reproduzca, se puede llevar a cabo en ausencia de oxígeno, o fuera de una célula viva; y menos en
un caldo prebiótico inerte.
Georges Wald (1906-1997), investigador de Harvard, y premio Nobel de medicina y fisiología (1967), declaró: “En cuanto al origen de la vida en esta
tierra, sólo hay dos posibilidades: Creación o generación espontánea. No hay una tercera alternativa…
… La generación espontánea fue
refutada hace 100 años, lo que nos lleva
únicamente a una conclusión: La
creación sobrenatural. Como esta no
podemos aceptarla por razones filosóficas y personales, hemos escogido creer lo
imposible: Que la vida surgió
espontáneamente, y por causalidad.”
Ante las evidencias, cada vez más científicos, hemos escogido creer que el Dios que hizo el mundo y todas las cosas que en él
hay, siendo Señor del cielo y de la tierra, a todos da vida y aliento, y todas las cosas. Porque como el Padre levanta a los
muertos, y les da vida; así también Jesucristo a los que quiere da vida.
(Hechos 17:24-25 y Juan 5:21).