el placer en fagothey
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CAPITULO 6
EL PLACER
Hedonismo
Utilitarismo
El lugar del placer en lo vida buena
PROBLEMA
La vida buena podría acontecerle a alguien
accidentalmente, pero las probabilidades son muy
contrarias. Inclusive si una persona se viera
favorecida por las circunstancias ideales, es posible
que desaprovechara sus oportunidades a tal punto
que resultara para ella una vida de fracaso y
frustración. Se supone que la filosofía, en cuanto
sabiduría humana organizada, ha demostrar al
individuo la manera de evitar caer en cualquiera de
dichos desafortunados estados y ha de ayudarle
positivamente a hacer su vida todo lo satisfactoria
que puede ser.
En la busca de algo susceptible de hacer
satisfactoria la vida, el candidato más obvio es el
placer. En efecto, nadie se opone a gozar, aunque no
todos encontrarán su placer en la misma cosa. El que
no goza de nada se encuentra en un triste estado,
ciertamente, excepto aquellas personas anormales a
quienes paradójicamente les gusta sentirse
miserables y, al menos, parecen gozarse en esto. Así,
pues, hay un lugar para el placer en la vida buena.
Algunos creen que es el único elemento en la vida
buena, y este punto de vista, expresado
filosóficamente, se designa como hedonismo, de la
palabra griega que significa placer.
El hedonismo adopta dos formas principales,
según de quién se busca el placer. El hedonismo
altruista busca el placer de los demás, y si abarca el
de toda la raza humana, se designa a menudo como
hedonismo universalista. Aquí seguiremos la
práctica, general de reservar la palabra hedonismo
para la variedad egoísta, llamando las variedades
altruista y universalista utilitarismo. Consideramos las siguientes preguntas:
1. ¿Cuáles son las razones en favor y en contra
del hedonismo egolsta?
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2. ¿Cuáles son las razones en favor y en contra
del hedonismo altruista o utilitarismo?
3. ¿Cuál es el lugar propio del placer en la vida
buena?
HEDONISMO
El hedonismo es una de las teorías morales más
antiguas, más sencillas y más terrenales. Ha
subsistido a través de todas las edades, y muchas
personas que nunca han formulado conscientemente
por ellas mismas filosofía alguna de la vida viven de
acuerdo con sus prin cipios.
Encontramos el hedonismo propuesto primero
por Aristipo, jefe de la escuela cirenaica, quien
identificó la felicidad con el placer. Creía que el
placer resulta del movimiento suave, y el dolor del
movimiento rudo. Es bueno todo lo que produce
placer, y lo mejor es lo que produ ce el placer más
vívido e intenso La virtud es útil en cuanto nos
protege de la pasión excesiva, que es movimiento
rudo y, por consiguiente, desagradable.
El hedonismo fue afinado por Epicuro quien lo
añadió a las te6rías físicas de Demócrito. Se trata de
la ética más concordante con el materialismo
mecanicista. Para Epicuro, el fin de la vida no es el
placer intenso, sino una paz permanente de la mente
y un estado de tranquilidad gozosa. Ante todo
debemos evitar el temor de los dioses y el temor de la
muerte. Los placeres intelectuales son mejores,
porque son más duraderos, pero no podemos
pasamos de los placeres de los sentidos. El hombre
prudente reglamenta su vida de tal manera que
introduce en ella la mayor cantidad de placer y la
menor cantidad de dolor. Se aconseja la moderación,
para capacitar al individuo a gozar de placeres fu
turos. Hemos de aprender a contener nuestros deseos
dentro de los límites en los que creemos poder
satisfacerlos. Es bueno aquello que aumentará
nuestro placer o nuestra
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El placer paz general de la mente, y todo aquello que las
reduce es malo.
Llamamos placer el principio y fin de la vida biena-venturada. Porque es el caso que reconocemos el placer como el primer bien innato en nosotros, y por placer iniciamos todo acto de elección y evitación, y al placer volvemos nuevamente, sirviéndonos del sentimiento como de norma por la que juzgamos todo bIen. Y puesto que el placer es el primer bien y es natural en nosotros, por esta misma razón no escogemos todo placer, si no que en ocasiones prescindimos de muchos placeres, esto es, cuando se produce mayor molestia, para nosotros, como resultado de ellos ... Así, pues, todo placer es bueno a causa de su relación natural con nosotros; sin embargo, no todo placer debe escogerse de modo análogo a como todo dolor es un mal y, sin embargo, no todos los dolores son siempre de naturaleza tal que deban evitarse. Con todo, mediante una escala de comparación y mediante la consideración de las ventajas y los inconvenientes, debemos formar nuestro juicio sobre todas estas cosas ... Por consiguiente cuando sostenemos que el placer es el fin, no nos referimos a los placeres de los libertinos ni a aquellos que consisten en sensualidad ... sino a la ausencia de dolor en el cuerpo y de agitación en la mente.*
A Thomas Hobbes difícihnente se lo clasificaría
como un epicurio pero es el caso, con todo, que
adhiere a un punto de vista hedonístico con un fuerte
matiz egoísta. Cree que nada es bueno o malo en sí
mismo, sino que estos son nombres que damos a lo
que deseamos o detestamos. Deseamos aquello que
nos proporciona placer, ya sea del cuerpo o de la
mente, y detestamos aquello que nos proporciona
disgustoA' No cree que la tranquilidad elogiada por
los epicurios sea posible en este mundo de lucha,
pero la formación del estado político es nuestro
único medio de controlar la lucha y hacer soportable
la vida. La sociedad está formada no para el
beneticio de los demás o de la humanidad como tal,
sino para la paz y la seguridad de toda persona
particular que mira en primer término para sí misma.
Aunque Jeremías Bentham no limitó su
hedonismo al tipo egoísta y es considerado
corrientemente como el fundador del utilitarismo, su
enunciado del principio hedonista es clásico:
La naturaleza ha puesto a la humanidad bajo el gobierno de dos dueños soberanos. El dolor y el
* Epicuro, "Carta a Meneceo", en Diógenes Laercio, Vidas y Opiniones de Filósofos Eminentes libro X, 27. Tanto si la carta es auténtica como no' constituye un buen resumen del pensamiento d~ Epicuro
'" Hobbes, Leviathan, libro 1, cap. 6
placer. Son ellos solos los que señalan lo que deberíamos hacer y deciden lo que vamos a hacer. Por un lado la norma del bien y el mal y, por otro lado, la cadena de las causas y efectos están atadas a su trono. Nos gobiernan en todo lo que hacemos, en todo lo que decimos y en todo lo que pensamos; todo esfuerzo que hagamos para liberamos de nuestra sujeción no hará más que demostrarla y confirmarla. De palabra el individuo pretenderá acaso renegar de su dominio, pero, en realidad, permanecerá sujeto al mismo por todo el tiempo. El principio de utilidad reconoce esta sumisión y la adopta como fundamento del sistema cuyo objeto está en construir el edificio de la felicidad con las manos de la razón y el derecho.'"
En Bentham tenemos el hedonismo con el aspecto
egoísta atenuado. En nuestros días, han aparecido
varias críticas del egoísmo, con el aspecto del placer
no tan destacado. Robert Olson$ habla en favor de
una busca naturalista del bienestar tanto personal
como social, en la que el interés propio racional es el
criterio moral supremo, en tanto que la salud, la
amistad, el contento y el placer son los bienes prin-
cipales. Ayn Randj lleva el interés propio más lejos
todavía y hace del egoísmo una virtud. El supremo
valor es la supervivencia del hombre, sin la cual no
habría hombre alguno que tuviera otros valores, y
cada uno de nosotros tiene la responsabilidad de
procurarse por sí mismo los medios de sobrevivir.
Esto debe hacerse de acuerdo con los estados de la
razón, y no por capricho. Confía en que los códigos
individuales de valores, si están construidos
racionahnente no entrarán en conflicto, porque
tratamos uno~ con otros como negociantes, dando
valor por valor. Ningún sacrificio por amor del otro
es jamás necesario, sino que los compromisos que
hemos de contraer son en nuestro propio interés. Para
esto un sistema económico de capitalismo de
laissez-faire y una política de "manos afuera" por
parte del gobierno son indispensables. Si cada uno
trabaja egoísticamente pero racionahnente por su
propio interés, esto producirá automáticamente el
mejor interés para todos.
Estas muestras del punto de vista hedonístico son
suficientes para nuestros fines. Podemos resumir su
causa como sigue:
l. Más bien que tratar de demostrar por medio de
argumentos su supuesto básico en el sentido de que
todo lo que hacemos es por
'" Bentham, Introduction to the PrincipIes of Morals and Legislation, al principio.
$ Olson, The Morality of Selflnterest. j Rand, The Virtue of Selfishness.
Henodismo
59 placer, los hedonistas lo sefialan como un hecho
evidente. En efecto, ¿por qué debiera un individuo
hacer algo, excepto para satisfacer un deseo; y qué
es el deseo sino algo que yo quiero; y por qué
debería yo querer algo a menos que me ofrezca
alguna satisfacción? Algunos creen que no podemos
actuar, excepto por placer, o para evitar el dolor, que
constituye una especie de placer negativo. Otros no
insisten en la imposibilidad de actuar de otro modo,
pero afirman con todo, que no actuamos en otra
forma. Y otros más admiten que obramos a menudo
en otra forma, pero que no deberíamos hacerla,
porque privarnos a nosotros mismos de placer,
sostienen, es .un despilfarro insensato de las
oportunidades de la vida.
2. Son pocos los hedonistas que limitarían el
individuo a los solos placeres de los sentidos.
Incluyendo los placeres del intelecto, de la
imaginación y la emoción, los hedonistas no
experimentan dificultad alguna en explicar por qué
los individuos renuncian fácilmente al sentido del
placer por el cumplimiento del deber, esto es, porque
reconocen la satisfacción que experimentamos en un
deber satisfactoriamente cumplido. Hay alguna cosa
que satisface intelectualmente en una vida
armoniosa, aun si nos cuesta algo vivirla.
Sacrificamos nosotros mismos por otros, si
queremos llamarlo así, estimula nuestra imaginación
especialmente cuando nos ponemos por el
pensamiento en lugar del otro. Inclusive el heroísmo
en las circunstancias más trágicas puede ser
emocionalmente tan atrayente, que lo prefiramos a
vivir en una comodidad ignominiosa.
3. La voluntad de frenar nuestros apetitos para
bien común de la sociedad, se explica por el hecho
de que nosotros mismos somos miembros de dicha
sociedad y participamos en ese bien común. Así,
pues, hay siempre un interés en favor de uno mismo
en aquello que parece ser la conducta más altruista.
¿Por qué no admitirlo francamente, en lugar de tratar
de disimular esta actitud bajo una hipocresía puri-
tana? Inclusive el amor tiene su aspecto interesado y
no resulta satisfecho a menos que sea correspondido.
4. Aquellos que buscan una recompensa en otra
vida están motivados asimismo por el hedonismo.
Están dispuestos a esperar más tiempo por el goce
que anticipan, pero es esta expectativa de felicidad
futura lo que los motiva a soportar los sufrimientos
presentes. En esta forma, el cristianismo ha sido
designado como un "egoísmo con gemelos de larga
vista".
La bienaventuranza del cielo se hace atractiva
fomentando la creencia de que rebasará todo aquello
que podemos imaginar actualmente, de modo que su
posesión asegurada para siempre bien vale un precio
temporal.
Los no hedonistas no están en condiciones de
encontrar placer en estos argumentos, porque
consideran que no convencen:
l. La mera afirmación del principio hedonista no
lo hace verdadero. Que mucha gente busque el placer
todo el tiempo y que todos nosotros lo busquemos en
algún momento, esto puede concederse fácilmente,
pero hay, con todo, demasiadas excepciones
manifiestas para que esto pueda considerarse como
una regla universal. Aunque yo no pueda actuar
voluntariamente como no sea para algo que quiero,
en algún sentido de la palabra querer, y que el
lograrlo constituya una satisfacción de lo que quiero,
no se sigue de ahí, con todo, que el deseo y la
satisfacción deban ser del tipo apropiadamente
llamado placer. El que siempre actuemos por placer
puede negarse rechazando deliberadamente un
placer; si se nos dice que lo hicimos por el placer de
mostrar que nuestro opositor estaba equivocado,
entonces la palabra placer puede aplicarse a
cualquier clase de acción: el hedonismo apenas se
distingue, en tal caso, de decir que hacemos siempre
lo que hacemos.
2. El deber, la generosidad, la abnegación y el
heroísmo tienen, sin duda, su satisfacción
concomitante, ya que, en otro caso, no podrían
constituir motivos para la actividad. Sin embargo,
designar toda satisfacción de esta clase con el
nombre de placer, esto constituye un abuso de las
palabras. ¿En qué se fija la mente, en efecto: en el
deber mismo o en el placer que lo acompafia; en la
persona a quien se socorre o en el aliciente que
encontramos en socorrerla; en el acto heroico o en la
exaltación emocional de morir noblemente? Tal
parece aquí que el placer acompafiante pueda estar
ausente y que, inclusive si está presente, es
demasiado mezquino para constituir el motivo
principal. Pero, inclusive si fuera supremo, ¿qué es
lo que hace de un acto un acto moral? ¿El hecho de
que es un acto de deber, de generosidad, de abnega-
ción o heroísmo, o el hecho de que yo lo goce? Si
fuera sólo esto último, la prudencia indica que
deberíamos escoger placeres menos dolorosos.
3. Sin duda, el bien de la sociedad redunda en
bien del individuo. Pero, ¿qué ocurre cuando el bien
de la sociedad no redunda en el bien de
60
El placer este individuo, como cuando es llamado a consentir
el sacrificio supremo para provecho de los demás?
El hedonismo requiere que tracemos la línea y
cooperemos con la sociedad solamente en la medida
que podemos compartir sus beneficios. Por
supuesto, el egoísmo ilustrado ocupa un lugar, pero,
¿es acaso la sociedad misma posible en estos
términoS solamente? Esto parece ser más bien el
origen de donde resultan la mayoría de los males
para la autoridad. Y aunque haya un aspecto
interesado en todo amor, los hedonistas no son
consecuentes, a menos que lo consideren como el
único aspecto.
4. Vivir la vida moral exclusivamente por amor
de las recompensas placenteras, inclusive en la vida
futura, constituiría una forma de hedonismo. No hay
ciertamente nada mal en esperar la felicidad en el
cielo, de igual modo que tampoco lo hay en buscar el
placer legítimo en la tierra; pero esto sólo se
convierte en hedonismo si se hace del placer el fin
exclusivo. El verdadero hedonista no haría el bien ni
evitaría el mal, a menos que estuviera recompensado
por ello. En su mente no hay ni bien ni mal, excepto
en la recompensa. Así, pues, se convierte a sí mismo,
el sujeto de recompensa, en último fin y en bien
supremo. La mayoría de los que creen en una vida
futura creen también que ésta sería la forma más
segura de perder la recompensa.
UTILITARISMO
La extensión del hedonismo más allá del placer
del individuo, hasta del placer del grupo y luego
hasta el placer de toda la humanidad, se designa
como utilitarismo. Jeremías Bentham* parte según
vimos, de la idea de que el placer y el dolor son los
únicos motivos que rigen a la humanidad y pasa a
mostrar que el placer y el dolor personales dependen
de la felicidad y la prosperidad generales de la
comunidad entera. Por consiguiente, al concebir un
punto de vista hedonístico, esto es, al calcular los
placeres y dolores inseparables de todo sistema de tal
clase, debemos considerar, entre los demás criterios
de intensidad, maduración, seguridad, proximidad,
fecundidad y pureza, también la extensión del placer
y el dolor, el número de personas afectadas por
nuestra norma de con-
* Bentham, Introduction to the PrincipIes of Morals and Legislation, caps. 1-4.
ducta. El bien moral de un acto ha de juzgarse por su
utilidad en cuanto a promover tanto el bienestar
común de todos como la ventaja personal de cada
uno. El objetivo de la vida humana se expresa en el
Principio de la Mayor Felicidad, esto es: "la mayor
felicidad del mayor número". Pero puesto que
Bentham desea promover los intereses de la
comunidad en su conjunto, sobre todo porque esto
redundará en favor de uno mismo en cuanto miem-
bro de dicha comunidad, su sistema es más egoísta
todavía que altruista.
En John Stuart MilI, el utilitarismo alcanzó su
pleno desarrollo. Este reconoció las fuertes raíces
que tiene en el hedonismo:
La creencia que acepta como fundamento de la moral la utilidad. o el principio de la mayor felicidad, sostiene que todas
las acciones son buenas en la medida en que tienden a
promover la felicidad, y malas en la medida en que tienden a
producir lo inverso de la felicidad. Por felicidad se entiende el
placer y la ausencia de dolor; y por infelicidad. el dolor y la
privación de placer. *
Pero, mientras Bentham pensaba que las
unidades de placer y dolor pueden calcularse
aritméticamente y que la ética puede convertirse en
ciencia exacta, Mill reconoció que los placeres
difieren tanto en calidad como en cantidad, y que
hay placeres superiores e inferiores, de modo que
una menor cantidad de un placer mayor es mejor que
una cantidad mayor de un placer menor, debiendo
efectuar la apreciación el individuo de cultura
susceptible de experimentar ambas cosas.
Es preferible ser un ser humano insatisfecho que un cerdo
satisfecho; un Sócrates insatisfecho que un necio sa tisfecho. * Una existencia tan libre de dolor y tan rica de goces
como posible, tanto en cantidad como en calidad,
asegurada para toda la humanidad, éste es el fin de la
actividad humana y la norma de la moralidad. Su
demostración se cita a menudo en los libros de lógica
como ejemplo de una falacia, ya que "deseable" no
significa capaz de ser deseado, sino digno de serIo
La única prueba susceptible de darse de que un objeto es
visible es que la gente lo ve realmente. La única prueba de que
un sonido es audible, es que la gente lo oye, y así también de los
demás elementos de nuestra experiencia. Sospecho que, en
forma análoga, la única prueba que es posible presentar de
* Mili, Utilitarianism, cap. 2 * Ibid.
Utilitarismo
61 que alguna cosa es deseable, es que la gente la desea realmente ... No puede darse razón alguna de por qué la felicidad general sea deseable, excepto que cada persona, en la medida en que la considera asequible, desea su
propia felicidad. Y siendo esto un hecho tenemos no sólo la prueba entera que el caso admite, de que la felicidad es un bien, si no toda la que es posible pedir, esto es: de que la felicidad de la persona es un bien para dicha persona, y
la felicidad general, por consiguiente, un bien para el conjunto de todas las personas.'
Sigue mostrando luego que la virtud, lejos de ser
contraria a la felicidad, es uno de los elementos que
la constituye, esto es: el sentimiento de satisfacción
propia, por contribuir al bienestar común aun a
expensas de uno mismo.
Al utilitarismo le imprimió un nuevo giro Henry
Sidgwick,* quien lo unió con el intuicionismo. Nos
ha prestado el servicio de exponer el utilitarismo a
un examen científico sumamente minucioso, pero
no logra encontrar para el mismo prueba alguna que
sea inatacable. El principio de la mayor felicidad no
es una inducción empírica tal como pensaba Mili. La
única forma de salvarlo como principio ético está en
convertido en una intuición racional, análoga a los
axiomas de las matemáticas. Sidgwi<k estaba
convencido de que no· hay incompatibilidad
práctica alguna entre el utilitarismo y el intui-
cionismo, aunque no pudiera encontrar teoría
positiva alguna para explicar su unión.
G. E. Moore:j: combina el utilitarismo y el
intuicionismo en una forma distinta Llama su teoría
utilitarismo ideal. Todos los actos han de juzgarse
por sus consecuencias, esto es, por su utilidad en
producir el bien ideal para la humanidad, lo que
incluye, sin duda, el placer, pero no está limitado a
él, y es una propiedad no naturalista, irreductible e
indefinible, sólo susceptible de ser conocida por
nosotros en alguna forma intuitiva.
Mucho se habla hoy de una distinción entre el
utilitarismo como acto y el utilitarismo como
nonnal.$ El primero pregunta cuál acto posee la
mayor utilidad, y el segundo cuál norma la posee.
Para el utilitarista del acto, "decir la verdad" podrá
ser una buena norma general, pero uno debería decir
una mentira si, en este
, Op. cit., cap. 4.
* Sidgwick, The Methads al Ethics, Resumidos y
criticados en C. D. Broad, Five Types al Ethical Theary, cap. 6.
:j: Moore, Principio Ethica.
$ Véase Frankena, Ethics, págs. 30-35, que contiene un resumen lúcido.
caso particular, el bien general resultaba más
favorecido con seguridad, por medio de ella. Para el
utilitarista de la norma, en cambio, "decir la verdad"
podrá resultar ser tan necesario como norma para el
bien general, que no pueda admitirse excepción
alguna y que deba observarse inclusive en los casos
en que pueda estar llena de resultados adversos, ya
que la admisión de excepciones tendría a la larga
consecuencias más desastrosas que todas las ventajas
particulares que pudieran obtenerse de violar
ocasionalmente la norma. Los dos, sin embargo, son
formas del utilitarismo, ya que ni los actos ni las
normas tienen valor alguno por sí mismos, aparte de
las consecuencias a las que conducen. La misma
crítica puede utilizarse, con las reservas del caso,
para ambos.
Puesto que el utilitarismo ha tenido siempre
dificultades con su propia lógica, podrá tal vez hacer
su mejor defensa señalando sus propias
consecuencias útiles.
l. El utilitarismo busca una felicidad en la que
todos sean felices, más bien que sólo el pequeño
número de los afortunados. El sacrificio individual
exigido para esta contribución al bien general
constituye un precio bien pequeño a pagar y una
restricción que el placer individual debería
imponerse él mismo, en la medida en que nadie
debería sentirse feliz, sabiendo que su felicidad ha
sido comprada al precio de la miseria de los demás.
2. Como combinación ingeniosa de egoísmo y
altruismo, el utilitarismo no es más que una
expresión de la clase de vida que llevamos la
mayoría de nosotros. Reconoce que el individuo es
social, que estamos implicados en esta empresa de la
vida todos juntos, y que, al igual que los pasajeros en
un bote de salvación, la suerte de cada uno está
ligada a la de todos, el dolor evitable debería
eliminarse. El dolor inevitable puede hacerse
tolerable a condición de que nadie deba soportar más
que su propia parte. En esta forma, el utilitarismo
constituye un gran estímulo para la mejora social,
porque toma las tendencias egoístas humanas y las
pone al servicio de las necesidades sociales, ya que
cada uno ve su propia felicidad integrada en la del
grupo.
3. Los encargados del bienestar público apenas
pueden servirse de otros servicios que no sean los
principios utilitaristas ya que deben buscar el bien
común y proteger al propio tiempo los derechos
individuales. El utilitarismo da a cada persona el
derecho de buscar su propio placer y lo limita
únicamente cuando
62
El placer invadiría la esfera del derecho igual de otra persona.
El utilitarismo busca así el mayor grado de libertad
individual compatible con la mayor cantidad de
libertad pública.
4. El utilitarismo elimina el carácter burdo del
hedonismo egoísta por medio de una distinción
cualitativa de los placeres, creando así lugar para la
cultura, el gusto y la'belleza en la vida humana. Se
basa considerablemente en la educación como medio
de capacitar a un mayor número de personas para
apreciar los placeres superiores, así como en la
reforma económica y social como medio de llevar la
vida mejor al alcance de todos.
S. El utilitarismo no es contrario ni a la virtud ni
a la religión. Exige, en efecto, las virtudes sociales
que son necesarias para la vida de la comunidad y
sólo restringe aquellas pocas cuya interpretación
fanática o deformada de la virtud serían susceptibles
de conducir a actos antisociales. El principio mismo
de utilidad estimula al creyente religioso a
asegurarse para sí tesoros en el cielo, si está
convencido de una vida futura, y sólo prohibe la
imposición forzosa de semejante creencia a los
demás, por cuanto destructora de la libertad e
incapaz, de todos modos, de producir una convicción
interna.
Por estas y otras razones vemos que hay una gran
dosis de verdad en el utilitarismo, ya que, en todo
sistema de ética, debemos considerar las
consecuencias de nuestros actos, y las consecuencias
sociales son las más importantes. Si la cuestión es
únicamente acerca del bienestar público, y los
medios sugeridos para 10grarIo son todos ellos
morales en cuanto determinados por alguna otra
norma, entonces deberían escogerse para dicho fin
los medios más susceptibles de promover el
bienestar público, en la medida en que una previsión
ilustrada puede apreciarlos. Pero esto no funcionará,
con todo, como la norma básica de moralidad y, en
todo caso, no como la norma única. Entre otros, cabe
formular las siguientes críticas:
l. El hedonismo egoísta es al menos lógico al
proponer que, si el placer es el bien supremo, todo
individuo debería buscar la mayor porción que de él
pueda obtener. Pero, ¿por qué debería un individuo
renunciar a su propio placer por amor a los demás? Y
si le gusta sacrificarse por los demás, esto sigue
siendo todavía hedonismo egoísta y no utilitarismo.
Si considera, en cambio, que esto es una especie de
deber, entonces el deber deberá establecerse por
medio de un argumento más sólido que el mero
enunciado del principio de la mayor felicidad.
2. ¿Cómo puede averiguarse el placer del grupo
y, especialmente, el de la humanidad entera? Apenas
por vía de voto. Entonces el placer común debería
ser. Henos aquí de vuelta de acuerdo con lo que le
guste pensar que el placer común debería ser. Hemos
aquÍ de vuelta al hedonismo egoísta. Además, ¿cuán
lejos debemos mirar en el futuro? En efecto, la
mayor felicidad del mayor número ha de incluir no
sólo la generación presente, sino también todas las
generaciones futuras. Ahora bien, todo acto
realizado ahora podrá tener una sucesión indefi·
nidamente larga de consecuencias, y nada hay en el
utilitarismo que nos limite a las consecuencias
inmediatamente previsibles
3. Una de las formas más sencillas de evitar el
dolor del mundo está en eliminar a los que sufren. El
infanticidio de los niños nacidos con defectos, la
ejecución indolora de los criminales empedernidos,
y la eutanasia para los enfermos incurables
reducirían indudablemente el dolor en el mundo y
aumentarían el nivel general de felicidad por encima
de la infelicidad. Pero, ¿en qué forma, aparte de un
despotismo intolerable, podría semejante programa
ser llevado a cabo? Los utilitaristas en general
rechazarían como inmoral cualquiera medida brutal
de éstas, pero, en este caso, u tilizan otra norma de
moralidad que la utilitarista.
4. La componen te altruista del utilitarismo no
está justificada por el sistema. En efecto, al menos
que haya algo en la otra persona que la haga digna de
los sacrificios que yo estoy llamado a hacer por ella,
estoy perdiendo mi placer personal en vano. Si
decimos que este algo es la dignidad de la persona
humana, entonces esta dignidad es medida por
alguna norma distinta de la utilidad, especialmente si
no contribuye en nada a mi bien personal o al bien
común. La única clase de amor que el uti· litarismo
puede admitir es un amor basado en la utilidad, lo
que constituye una clase tan pobre de amor que
difícilmente se le puede dar este nombre.
S. La virtud y la religión sólo pueden tener un
lugar periférico en el utilitarismo. En efecto, la virtud
se recomienda, no porque sea virtud, sino
simplemente porque tiene consecuencias útiles. La
posibilidad de una vida futura se tolera simplemente
como una excentricidad innocua, porque los únicos
actos moralmente buenos reconocidos en la teoría
son aquellos que llevan al máximo los placeres de
esta vida, y no tenemos manera de saber el valor de
un acto en una vida futura sin servimos de algún otro
criterio El utilitarismo es típico del ideal
El lugar del placer en la vida buena
63 burgués de la comodidad de la clase media y reduce
a dicho nivel todas las aspiraciones hacia la nobleza
y el heroísmo.
EL LUGAR DEL PLACER EN
LA VIDA BUENA
El intento de hacer del placer, ya sea del
individuo o del grupo, el propósito principal de la
vida y la norma de la moralidad se traduce en
fracaso. Pero esto no significa que el placer no sea
un elemento importante en la experiencia humana, o
que no tenga significado ético alguno. Si el extremo
del hedonismo está en convertirlo todo en placer, el
extremo opuesto que podríamos designar como el
espuitu puritano, está en considerar el placer como
mal, como si hubiera en él algo no sólo frívolo sino
también vicioso. La actitud apropiada ha de
encontrarse en algún lugar entre estos dos extre-
mos.*
No tiene objeto tratar de definir el placer.
Sabemos lo que es por experiencia, y no cabe duda
alguna acerca de esta experiencia. Las defmiciones
intentadas son puramente verbales y no hacen más
que substituir un término por otro. Los psicólogos
han escrito extensamente acerca del placer, pero es
el caso que lo que dicen tiene poca trascendencia
ética, excepto en cuanto a la paradoja hedonista,
esto es, en cuanto al hecho de que la concentración
mental intensa en el placer que uno está experimen-
tando en el momento, más bien que en el objeto
elemento de placer, hace que el placer desaparezca.
Esto confirma el siguiente análisis.
No tenemos facultad especial alguna de placer.
No podemos simplemente gozar, en efecto sino que
gozamos de esto o de aquello, lo que significa que
gozamos haciendo algo o experimentando algo. El
hacer o experimentar ha de tener lugar mediante el
uso de alguna capacidad que poseemos, cuyo
propósito principal es algo distinto del placer. El
hecho de que distingamos entre placer sensual e
intelectual muestra que el placer es un
acompañamiento del uso de otras facultades, ya
sean del orden sensual o intelectual.
Ya que ninguna de nuestras capacidades tiene
como su propositoel placer. y nada más,
* Platón y Aristóteles nos dan un análisis muy pon-derado por sus días. Véase Platón Filebo; Aristóteles, Etiea a Nieómaeo, libro VII, caps. 11-14; libro X., caps. 1-5.
el placer no es más que un acompañamiento del
ejercicio normal de capacidades que existen para la
persecución de algún otro propósito. Comemos, en
primer lugar, para mantenemos en vida, aunque el
comer sea también placentero. Tenemos ojos para
percibir lo que necesitamos ver y guiar nuestros
movimientos, aunque la vista pueda proporcionamos
también deleite. El sexo es el medio biológico para la
reproducción de la raza, aunque tiene también su
placer. El intelecto nos capacita para vivir una vida
civilizada, y encontramos también satisfacción en un
problema resuelto acertadamente. Lo mismo puede
decirse de nuestras demás capacidades. El placer
encuentra su lugar en el orden de las cosas
induciendo la persona a ejercer una función natural
beneficiosa, por lo demás, para el individuo o la raza.
No nos tomaríamos la molestia de comer, a menos
que sintiéramos apetito y que el alimento tuviera un
sabor. Mantenemos abiertos los ojos porque
realmente nos gusta mirar. La gente no se echaría a
cuestas las responsabilidades del matrimonio, si no
fuera por los placeres de la vida conyugal.
Renunciaríamos al esfuerzo de concentramos
pensando, si no viéramos en los problemas un reto
atractivo.
Pero sería erróneo, con todo, concebir el placer
simplemente como medio para un fin. Esto es, sin
duda, lo que es objetivamente en la forma en que la
naturaleza externa está construida, y el individuo
utiliza también el placer como medio cuando lo
ofrece a otros como incentivo. Pero, el placer
considerado subjetivamente, como experiencia
personal del que lo disfruta, se busca por él mismo y
es su propio fin. Es necio preguntarle al individuo
por qué quiere gozar. Lo quiere porque le
proporciona placer.
El hecho de no distinguir estos dos aspectos del
placer, el subjetivo y el objetivo, es el que se
encuentra a la base de las dos actitudes extremas que
acabamos de mencionar. No es posible reducir el
placer a un simple medio, al menos para la persona
que lo disfruta, y ésta no puede dejar de buscarlo por
amor del mismo, puesto que es la clase de cosa que
es. Bajo este aspecto, podemos estar de acuerdo con
el punto de vista* en el sentido de que el placer
tomado como placer es siempre bueno y nunca malo.
Si un placer puede designarse como malo alguna vez,
esto no es porque el objeto que gusta sea
* Insinuado por Aristóteles, Etiea a Nieómaeo, libro VII, cap. 13; libro X, cap. 5.
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El placer placentero, sino a causa de algunos otros rasgos
conexos que son perjudiciales o indignos, tal como
violar los derechos de .otros o impedir el desarrollo
de la personalidad de alguien otro. Así, pues, no hay
nada malo en buscar el placer por amor del mismo,
puesto que no puede buscarse en otra forma, aunque
hay que hacerla con la mesura apropiada. No es si¡lo
cuando los individuos se centran en el aspecto
subjetivo del placer de tal modo que excluyen el
objetivo, convirtiendo el placer en el único fin o el
fin principal de la vida, que excluyen el fin por el
cual el placer es adaptado por la naturaleza como
medio. Actuando en esta forma contradicen su
propia naturaleza y se hacen incapaces de realizar el
propósito para el que existen. Así, el placer es un fin
y un bien, pero no es ni el único fin ni el bien
supremo, aunque difícilmente podría haber un
último fin o un bien supremo que no estuvieran
acompañados de un grado correspondiente de placer.
Pero tampoco debemos olvidar, por otra parte, el
carácter particular del placer en comparación con la
naturaleza universal de la felicidad. En efecto los
placeres de esta vida no son asequibles por todos los
individuos en todos los momentos. Para alcanzar
algunos placeres debemos renunciar a otros. El
placer no es duradero, porque ninguna de nuestras
facultades puede soportar un ejercicio incesante.
Una complacencia excesiva convierte al placer en
empalagoso y lleva a menudo su propio castigo
consigo. La edad avanzada disminuye la posibilidad
de placer, y la muerte le pone fin. Así, pues, aunque
no haya nada mal en un placer legítimo, este no
puede con todo, satisfacer por completo.
El placer altruista, aunque se sitúe en un plano
superior al egoísta, tampoco satisface por completo.
En efecto, el placer que experimentamos en la
amabilidad en hacer presentes, en ayudar a otros, en
aliviar la miseria, en el progreso social, en las obras
de caridad y benevolencia, todo esto figura entre lo
más puro y lo mejor que podamos experimentar. Las
numerosas personas que dedican sus vidas a estas
actividades son dignas de todo elogio. Pero, una vez
más, no todo el mundo tiene los medios para
semejantes obras; el placer que se pone en ellas se ve
a menudo contrariado por la ingratitud, y muchos
proyectos para la mejora de la humanidad
desembocan en la desilusión. Al filántropo hay que
animarlo por todos los medios, pero haría mejor en
poner la mente en aquellos a quienes está ayudando y
en no espe-
rar demasiada satisfacción personal. Además, hay
algo incoherente en el ideal altruista si no está
reforzado por otros objetivos. En efecto, si existimos
por el amor de los demás hombres, en tonces, ¿para
qué son los demás? Y si todo el mundo existe por el
amor de todos los demás, entonces, cuando el
proceso ha completado el círculo, ¿para qué es la
humanidad ella misma?
Esta última es la pregunta que el egoísmo y el
altruismo, el hedonismo y el utilitarismo, y en
realidad, todas las demás formas de humanismo
naturalista son incapaces de responder. Pese a
muchas contribuciones útiles al estudio de la vida
humana, la ética del placer se dejará de lado en favor
de una filosofía mejor si es que hay manera de en
contraria.
RESUMEN
El hedonismo establece el placer egoísta como el
bien supremo del hombre. Este no necesita ser el
placer del momento o solamente el placer sensual,
sino que puede consistir en una mezcla prudente de
goces esparcidos por todo el tiempo de vida probable
del individuo.
Argumentos en favor: buscamos en realidad el
placer y eludimos el dolor, e inclusive el deber
proporciona cierta clase de satisfacción intelectual;
la conducta altruista presenta un aspecto interesado,
y los que buscan una recompensa en el más allá
esperan gozarla.
Argumentos en contra: con frecuencia
renunciamos al placer por motivos superiores; en
efecto, la satisfacción del deber cumplido no es lo
mismo que placer; el egoísmo interesado no es
nuestro motivo único, y aquellos que no quieren
hacer el bien, a menos que sea recompensado, son
indignos de la recompensa.
El utilitarismo prefiere el placer altruista de
buscar la mayor felicidad del mayor número, y mide
la moralidad de un acto por su utilidad en cuanto a
fomentar el bienestar común.
Argumentos en favor: busca la felicidad de los
demás al mismo tiempo que la propia; reconoce las
necesidades sociales del hombre; frena la ambición
egoísta del individuo; acepta diferencias cualitativas
en los placeres, y admite tanto la virtud como la
religión.
Argumentos en contra: no da razón alguna de
por qué deberíamos considerar a los demás; no
puede decidir qué es lo que hace la felicidad general;
debería de eliminar lógicamente a los que sufren; no
tiene lugar para el amor real, y
Resumen
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considera los actos más nobles no como buenos en sí
mismos, sino únicamente como medios útiles.
Conclusión. El placer falla como bien supremo,
pero es, con todo, un bien muy importante.
Constituye un estímulo del que la naturaleza se sirve
para indtarnos al uso debido de nues-
tras capacidades. Es también una experiencia
subjetiva buscada por ella misma. No hay nada malo
en buscar el placer para uno mismo, a condición de
que se mantenga dentro de los límites apropiados y
no se espere demasiado del mismo. Una actitud
puritana hacia el placer no puede elogiarse. El placer
es un bien, pero no el bien.
PREGUNTAS PARA EXAMEN
l. Si el placer se toma en un sentido suficientemente amplio, es lo mismo que el
bien, porque, ¿qué es lo bueno de un bien si no proporciona placer? Puesto que
nadie más puede gozar mi propio gozo, he de buscarlo yo mismo.
2. ¿Qué cabe decir del punto de vista según el cual cuando la vida es difícil y la
supervivencia está amenazada, ésta constituye el valor supremo, pero cuando,
en cambio, la supervivencia está asegurada y la vida es fácil, es el placer el que
asume dicho valor?
,3. La única realidad, para la sociedad, son las personas que la componen.
La sociedad no es para sí misma, sino para las personas. En todo conflicto entre
el gozo, social y el gozo personal, éste último es el que debería prevalecer.
·4. ¿No ha de servirse acaso la legislación política y social de criterios utilitarios? Si
el individuo es esencialmente un ser social, ¿no deberían regir los mismos
criterios la vida entera del individuo?
5. Los altruistas creen que el bien de los demás debería preferirse siempre al bien
de uno mismo y que la vida de abnegación y sacrificio es la vida más noble.
¿Cuáles son las razones en favor y en contra de este punto de vista?
LECTURAS
Léase el Filebo de Platón, el diálogo sobre el placer, y la parte del Gorgias, párrafos 492-500, en donde Platón sostiene que el placer no es el bien, así como las dos secciones de Aristóteles, sobre el placer, en la Etica a Nicómaco, libro VII, cap. 11-14, Y libro X, cap 1-5.
El poema De Rerum Natura (De la Naturaleza de las Cosas), de Lucrecio, proclama la filosofía de Epicuro. Cicerón examina el epicureísmo juntamente con otras filosofías antiguas, en sus Disputaciones Tusculanas y en otras obras filosóficas. Diógenes Laercio da en sus Vidas y Opiniones de Filosófos Eminentes un resumen del epicureísmo con algunas notas de los cirenaicos.
Léanse el Leviathan. de Hobbes, parte 1, cap. 6, 11; Robert Olson, The Morality of Selflnterest, y Ayn
Rand. The Virtue of Selfishness, con variedades de egoísmo.
Jeremías Bentham, Introduction to the Principies of Morals and Legislation, cap. 1-5, Y John Stuart MilI, Utilitarianism, presentan la exposición clásica del utilitarismo.
Muchos libros y artículos publican críticas detalladas del hedonismo y el utilitarismo, entre ellos también G. E. Moore, Principia Ethica.
John Rawls, "Two Concepts of Rules", en Philosophical Review, vol. 64, núm. 2 (1955), reproducido en varias colecciones, distingue los utilitarismos del acto y de la norma.
Austin Fagothey, Right and Reason-an Anthology. contienen la Etica a Nicómaco, libro VII, cap. 11-14; libro X, cap. 1-5, de Aristóteles; la Carta a Meneceo, de Epicuro; la Introduction to the Principies of Morals and Legislation, cap. 1 y 4, de Bentham, y Utilitarianism, cap. 2. y 4, de MilI.