el placer en fagothey

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CAPITULO 6 EL PLACER Hedonismo Utilitarismo El lugar del placer en lo vida buena PROBLEMA La vida buena podría acontecerle a alguien accidentalmente, pero las probabilidades son muy contrarias. Inclusive si una persona se viera favorecida por las circunstancias ideales, es posible que desaprovechara sus oportunidades a tal punto que resultara para ella una vida de fracaso y frustración. Se supone que la filosofía, en cuanto sabiduría humana organizada, ha demostrar al individuo la manera de evitar caer en cualquiera de dichos desafortunados estados y ha de ayudarle positivamente a hacer su vida todo lo satisfactoria que puede ser. En la busca de algo susceptible de hacer satisfactoria la vida, el candidato más obvio es el placer. En efecto, nadie se opone a gozar, aunque no todos encontrarán su placer en la misma cosa. El que no goza de nada se encuentra en un triste estado, ciertamente, excepto aquellas personas anormales a quienes paradójicamente les gusta sentirse miserables y, al menos, parecen gozarse en esto. Así, pues, hay un lugar para el placer en la vida buena. Algunos creen que es el único elemento en la vida buena, y este punto de vista, expresado filosóficamente, se designa como hedonismo, de la palabra griega que significa placer. El hedonismo adopta dos formas principales, según de quién se busca el placer. El hedonismo altruista busca el placer de los demás, y si abarca el de toda la raza humana, se designa a menudo como hedonismo universalista. Aquí seguiremos la práctica, general de reservar la palabra hedonismo para la variedad egoísta, llamando las variedades altruista y universalista utilitarismo. Consideramos las siguientes preguntas: 1. ¿Cuáles son las razones en favor y en contra del hedonismo egolsta? 5 7 2. ¿Cuáles son las razones en favor y en contra del hedonismo altruista o utilitarismo? 3. ¿Cuál es el lugar propio del placer en la vida buena? HEDONISMO El hedonismo es una de las teorías morales más antiguas, más sencillas y más terrenales. Ha subsistido a través de todas las edades, y muchas personas que nunca han formulado conscientemente por ellas mismas filosofía alguna de la vida viven de acuerdo con sus prin cipios. Encontramos el hedonismo propuesto primero por Aristipo, jefe de la escuela cirenaica, quien identificó la felicidad con el placer. Creía que el placer resulta del movimiento suave, y el dolor del movimiento rudo. Es bueno todo lo que produce placer, y lo mejor es lo que produ ce el placer más vívido e intenso La virtud es útil en cuanto nos protege de la pasión excesiva, que es movimiento rudo y, por consiguiente, desagradable. El hedonismo fue afinado por Epicuro quien lo añadió a las te6rías físicas de Demócrito. Se trata de la ética más concordante con el materialismo mecanicista. Para Epicuro, el fin de la vida no es el placer intenso, sino una paz permanente de la mente y un estado de tranquilidad gozosa. Ante todo debemos evitar el temor de los dioses y el temor de la muerte. Los placeres intelectuales son mejores, porque son más duraderos, pero no podemos pasamos de los placeres de los sentidos. El hombre prudente reglamenta su vida de tal manera que introduce en ella la mayor cantidad de placer y la menor cantidad de dolor. Se aconseja la moderación, para capacitar al individuo a gozar de placeres fu turos. Hemos de aprender a contener nuestros deseos dentro de los límites en los que creemos poder satisfacerlos. Es bueno aquello que aumentará nuestro placer o nuestra

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Page 1: El Placer en Fagothey

CAPITULO 6

EL PLACER

Hedonismo

Utilitarismo

El lugar del placer en lo vida buena

PROBLEMA

La vida buena podría acontecerle a alguien

accidentalmente, pero las probabilidades son muy

contrarias. Inclusive si una persona se viera

favorecida por las circunstancias ideales, es posible

que desaprovechara sus oportunidades a tal punto

que resultara para ella una vida de fracaso y

frustración. Se supone que la filosofía, en cuanto

sabiduría humana organizada, ha demostrar al

individuo la manera de evitar caer en cualquiera de

dichos desafortunados estados y ha de ayudarle

positivamente a hacer su vida todo lo satisfactoria

que puede ser.

En la busca de algo susceptible de hacer

satisfactoria la vida, el candidato más obvio es el

placer. En efecto, nadie se opone a gozar, aunque no

todos encontrarán su placer en la misma cosa. El que

no goza de nada se encuentra en un triste estado,

ciertamente, excepto aquellas personas anormales a

quienes paradójicamente les gusta sentirse

miserables y, al menos, parecen gozarse en esto. Así,

pues, hay un lugar para el placer en la vida buena.

Algunos creen que es el único elemento en la vida

buena, y este punto de vista, expresado

filosóficamente, se designa como hedonismo, de la

palabra griega que significa placer.

El hedonismo adopta dos formas principales,

según de quién se busca el placer. El hedonismo

altruista busca el placer de los demás, y si abarca el

de toda la raza humana, se designa a menudo como

hedonismo universalista. Aquí seguiremos la

práctica, general de reservar la palabra hedonismo

para la variedad egoísta, llamando las variedades

altruista y universalista utilitarismo. Consideramos las siguientes preguntas:

1. ¿Cuáles son las razones en favor y en contra

del hedonismo egolsta?

5

7

2. ¿Cuáles son las razones en favor y en contra

del hedonismo altruista o utilitarismo?

3. ¿Cuál es el lugar propio del placer en la vida

buena?

HEDONISMO

El hedonismo es una de las teorías morales más

antiguas, más sencillas y más terrenales. Ha

subsistido a través de todas las edades, y muchas

personas que nunca han formulado conscientemente

por ellas mismas filosofía alguna de la vida viven de

acuerdo con sus prin cipios.

Encontramos el hedonismo propuesto primero

por Aristipo, jefe de la escuela cirenaica, quien

identificó la felicidad con el placer. Creía que el

placer resulta del movimiento suave, y el dolor del

movimiento rudo. Es bueno todo lo que produce

placer, y lo mejor es lo que produ ce el placer más

vívido e intenso La virtud es útil en cuanto nos

protege de la pasión excesiva, que es movimiento

rudo y, por consiguiente, desagradable.

El hedonismo fue afinado por Epicuro quien lo

añadió a las te6rías físicas de Demócrito. Se trata de

la ética más concordante con el materialismo

mecanicista. Para Epicuro, el fin de la vida no es el

placer intenso, sino una paz permanente de la mente

y un estado de tranquilidad gozosa. Ante todo

debemos evitar el temor de los dioses y el temor de la

muerte. Los placeres intelectuales son mejores,

porque son más duraderos, pero no podemos

pasamos de los placeres de los sentidos. El hombre

prudente reglamenta su vida de tal manera que

introduce en ella la mayor cantidad de placer y la

menor cantidad de dolor. Se aconseja la moderación,

para capacitar al individuo a gozar de placeres fu

turos. Hemos de aprender a contener nuestros deseos

dentro de los límites en los que creemos poder

satisfacerlos. Es bueno aquello que aumentará

nuestro placer o nuestra

Page 2: El Placer en Fagothey

58

El placer paz general de la mente, y todo aquello que las

reduce es malo.

Llamamos placer el principio y fin de la vida biena-venturada. Porque es el caso que reconocemos el placer como el primer bien innato en nosotros, y por placer iniciamos todo acto de elección y evitación, y al placer volvemos nuevamente, sirviéndonos del sentimiento como de norma por la que juzgamos todo bIen. Y puesto que el placer es el primer bien y es natural en nosotros, por esta misma razón no escogemos todo placer, si no que en ocasiones prescindimos de muchos placeres, esto es, cuando se produce mayor molestia, para nosotros, como resultado de ellos ... Así, pues, todo placer es bueno a causa de su relación natural con nosotros; sin embargo, no todo placer debe escogerse de modo análogo a como todo dolor es un mal y, sin embargo, no todos los dolores son siempre de naturaleza tal que deban evitarse. Con todo, mediante una escala de comparación y mediante la consideración de las ventajas y los inconvenientes, debemos formar nuestro juicio sobre todas estas cosas ... Por consiguiente cuando sostenemos que el placer es el fin, no nos referimos a los placeres de los libertinos ni a aquellos que consisten en sensualidad ... sino a la ausencia de dolor en el cuerpo y de agitación en la mente.*

A Thomas Hobbes difícihnente se lo clasificaría

como un epicurio pero es el caso, con todo, que

adhiere a un punto de vista hedonístico con un fuerte

matiz egoísta. Cree que nada es bueno o malo en sí

mismo, sino que estos son nombres que damos a lo

que deseamos o detestamos. Deseamos aquello que

nos proporciona placer, ya sea del cuerpo o de la

mente, y detestamos aquello que nos proporciona

disgustoA' No cree que la tranquilidad elogiada por

los epicurios sea posible en este mundo de lucha,

pero la formación del estado político es nuestro

único medio de controlar la lucha y hacer soportable

la vida. La sociedad está formada no para el

beneticio de los demás o de la humanidad como tal,

sino para la paz y la seguridad de toda persona

particular que mira en primer término para sí misma.

Aunque Jeremías Bentham no limitó su

hedonismo al tipo egoísta y es considerado

corrientemente como el fundador del utilitarismo, su

enunciado del principio hedonista es clásico:

La naturaleza ha puesto a la humanidad bajo el gobierno de dos dueños soberanos. El dolor y el

* Epicuro, "Carta a Meneceo", en Diógenes Laercio, Vidas y Opiniones de Filósofos Eminentes libro X, 27. Tanto si la carta es auténtica como no' constituye un buen resumen del pensamiento d~ Epicuro

'" Hobbes, Leviathan, libro 1, cap. 6

placer. Son ellos solos los que señalan lo que deberíamos hacer y deciden lo que vamos a hacer. Por un lado la norma del bien y el mal y, por otro lado, la cadena de las causas y efectos están atadas a su trono. Nos gobiernan en todo lo que hacemos, en todo lo que decimos y en todo lo que pensamos; todo esfuerzo que hagamos para liberamos de nuestra sujeción no hará más que demostrarla y confirmarla. De palabra el individuo pretenderá acaso renegar de su dominio, pero, en realidad, permanecerá sujeto al mismo por todo el tiempo. El principio de utilidad reconoce esta sumisión y la adopta como fundamento del sistema cuyo objeto está en construir el edificio de la felicidad con las manos de la razón y el derecho.'"

En Bentham tenemos el hedonismo con el aspecto

egoísta atenuado. En nuestros días, han aparecido

varias críticas del egoísmo, con el aspecto del placer

no tan destacado. Robert Olson$ habla en favor de

una busca naturalista del bienestar tanto personal

como social, en la que el interés propio racional es el

criterio moral supremo, en tanto que la salud, la

amistad, el contento y el placer son los bienes prin-

cipales. Ayn Randj lleva el interés propio más lejos

todavía y hace del egoísmo una virtud. El supremo

valor es la supervivencia del hombre, sin la cual no

habría hombre alguno que tuviera otros valores, y

cada uno de nosotros tiene la responsabilidad de

procurarse por sí mismo los medios de sobrevivir.

Esto debe hacerse de acuerdo con los estados de la

razón, y no por capricho. Confía en que los códigos

individuales de valores, si están construidos

racionahnente no entrarán en conflicto, porque

tratamos uno~ con otros como negociantes, dando

valor por valor. Ningún sacrificio por amor del otro

es jamás necesario, sino que los compromisos que

hemos de contraer son en nuestro propio interés. Para

esto un sistema económico de capitalismo de

laissez-faire y una política de "manos afuera" por

parte del gobierno son indispensables. Si cada uno

trabaja egoísticamente pero racionahnente por su

propio interés, esto producirá automáticamente el

mejor interés para todos.

Estas muestras del punto de vista hedonístico son

suficientes para nuestros fines. Podemos resumir su

causa como sigue:

l. Más bien que tratar de demostrar por medio de

argumentos su supuesto básico en el sentido de que

todo lo que hacemos es por

'" Bentham, Introduction to the PrincipIes of Morals and Legislation, al principio.

$ Olson, The Morality of Selflnterest. j Rand, The Virtue of Selfishness.

Page 3: El Placer en Fagothey

Henodismo

59 placer, los hedonistas lo sefialan como un hecho

evidente. En efecto, ¿por qué debiera un individuo

hacer algo, excepto para satisfacer un deseo; y qué

es el deseo sino algo que yo quiero; y por qué

debería yo querer algo a menos que me ofrezca

alguna satisfacción? Algunos creen que no podemos

actuar, excepto por placer, o para evitar el dolor, que

constituye una especie de placer negativo. Otros no

insisten en la imposibilidad de actuar de otro modo,

pero afirman con todo, que no actuamos en otra

forma. Y otros más admiten que obramos a menudo

en otra forma, pero que no deberíamos hacerla,

porque privarnos a nosotros mismos de placer,

sostienen, es .un despilfarro insensato de las

oportunidades de la vida.

2. Son pocos los hedonistas que limitarían el

individuo a los solos placeres de los sentidos.

Incluyendo los placeres del intelecto, de la

imaginación y la emoción, los hedonistas no

experimentan dificultad alguna en explicar por qué

los individuos renuncian fácilmente al sentido del

placer por el cumplimiento del deber, esto es, porque

reconocen la satisfacción que experimentamos en un

deber satisfactoriamente cumplido. Hay alguna cosa

que satisface intelectualmente en una vida

armoniosa, aun si nos cuesta algo vivirla.

Sacrificamos nosotros mismos por otros, si

queremos llamarlo así, estimula nuestra imaginación

especialmente cuando nos ponemos por el

pensamiento en lugar del otro. Inclusive el heroísmo

en las circunstancias más trágicas puede ser

emocionalmente tan atrayente, que lo prefiramos a

vivir en una comodidad ignominiosa.

3. La voluntad de frenar nuestros apetitos para

bien común de la sociedad, se explica por el hecho

de que nosotros mismos somos miembros de dicha

sociedad y participamos en ese bien común. Así,

pues, hay siempre un interés en favor de uno mismo

en aquello que parece ser la conducta más altruista.

¿Por qué no admitirlo francamente, en lugar de tratar

de disimular esta actitud bajo una hipocresía puri-

tana? Inclusive el amor tiene su aspecto interesado y

no resulta satisfecho a menos que sea correspondido.

4. Aquellos que buscan una recompensa en otra

vida están motivados asimismo por el hedonismo.

Están dispuestos a esperar más tiempo por el goce

que anticipan, pero es esta expectativa de felicidad

futura lo que los motiva a soportar los sufrimientos

presentes. En esta forma, el cristianismo ha sido

designado como un "egoísmo con gemelos de larga

vista".

La bienaventuranza del cielo se hace atractiva

fomentando la creencia de que rebasará todo aquello

que podemos imaginar actualmente, de modo que su

posesión asegurada para siempre bien vale un precio

temporal.

Los no hedonistas no están en condiciones de

encontrar placer en estos argumentos, porque

consideran que no convencen:

l. La mera afirmación del principio hedonista no

lo hace verdadero. Que mucha gente busque el placer

todo el tiempo y que todos nosotros lo busquemos en

algún momento, esto puede concederse fácilmente,

pero hay, con todo, demasiadas excepciones

manifiestas para que esto pueda considerarse como

una regla universal. Aunque yo no pueda actuar

voluntariamente como no sea para algo que quiero,

en algún sentido de la palabra querer, y que el

lograrlo constituya una satisfacción de lo que quiero,

no se sigue de ahí, con todo, que el deseo y la

satisfacción deban ser del tipo apropiadamente

llamado placer. El que siempre actuemos por placer

puede negarse rechazando deliberadamente un

placer; si se nos dice que lo hicimos por el placer de

mostrar que nuestro opositor estaba equivocado,

entonces la palabra placer puede aplicarse a

cualquier clase de acción: el hedonismo apenas se

distingue, en tal caso, de decir que hacemos siempre

lo que hacemos.

2. El deber, la generosidad, la abnegación y el

heroísmo tienen, sin duda, su satisfacción

concomitante, ya que, en otro caso, no podrían

constituir motivos para la actividad. Sin embargo,

designar toda satisfacción de esta clase con el

nombre de placer, esto constituye un abuso de las

palabras. ¿En qué se fija la mente, en efecto: en el

deber mismo o en el placer que lo acompafia; en la

persona a quien se socorre o en el aliciente que

encontramos en socorrerla; en el acto heroico o en la

exaltación emocional de morir noblemente? Tal

parece aquí que el placer acompafiante pueda estar

ausente y que, inclusive si está presente, es

demasiado mezquino para constituir el motivo

principal. Pero, inclusive si fuera supremo, ¿qué es

lo que hace de un acto un acto moral? ¿El hecho de

que es un acto de deber, de generosidad, de abnega-

ción o heroísmo, o el hecho de que yo lo goce? Si

fuera sólo esto último, la prudencia indica que

deberíamos escoger placeres menos dolorosos.

3. Sin duda, el bien de la sociedad redunda en

bien del individuo. Pero, ¿qué ocurre cuando el bien

de la sociedad no redunda en el bien de

Page 4: El Placer en Fagothey

60

El placer este individuo, como cuando es llamado a consentir

el sacrificio supremo para provecho de los demás?

El hedonismo requiere que tracemos la línea y

cooperemos con la sociedad solamente en la medida

que podemos compartir sus beneficios. Por

supuesto, el egoísmo ilustrado ocupa un lugar, pero,

¿es acaso la sociedad misma posible en estos

términoS solamente? Esto parece ser más bien el

origen de donde resultan la mayoría de los males

para la autoridad. Y aunque haya un aspecto

interesado en todo amor, los hedonistas no son

consecuentes, a menos que lo consideren como el

único aspecto.

4. Vivir la vida moral exclusivamente por amor

de las recompensas placenteras, inclusive en la vida

futura, constituiría una forma de hedonismo. No hay

ciertamente nada mal en esperar la felicidad en el

cielo, de igual modo que tampoco lo hay en buscar el

placer legítimo en la tierra; pero esto sólo se

convierte en hedonismo si se hace del placer el fin

exclusivo. El verdadero hedonista no haría el bien ni

evitaría el mal, a menos que estuviera recompensado

por ello. En su mente no hay ni bien ni mal, excepto

en la recompensa. Así, pues, se convierte a sí mismo,

el sujeto de recompensa, en último fin y en bien

supremo. La mayoría de los que creen en una vida

futura creen también que ésta sería la forma más

segura de perder la recompensa.

UTILITARISMO

La extensión del hedonismo más allá del placer

del individuo, hasta del placer del grupo y luego

hasta el placer de toda la humanidad, se designa

como utilitarismo. Jeremías Bentham* parte según

vimos, de la idea de que el placer y el dolor son los

únicos motivos que rigen a la humanidad y pasa a

mostrar que el placer y el dolor personales dependen

de la felicidad y la prosperidad generales de la

comunidad entera. Por consiguiente, al concebir un

punto de vista hedonístico, esto es, al calcular los

placeres y dolores inseparables de todo sistema de tal

clase, debemos considerar, entre los demás criterios

de intensidad, maduración, seguridad, proximidad,

fecundidad y pureza, también la extensión del placer

y el dolor, el número de personas afectadas por

nuestra norma de con-

* Bentham, Introduction to the PrincipIes of Morals and Legislation, caps. 1-4.

ducta. El bien moral de un acto ha de juzgarse por su

utilidad en cuanto a promover tanto el bienestar

común de todos como la ventaja personal de cada

uno. El objetivo de la vida humana se expresa en el

Principio de la Mayor Felicidad, esto es: "la mayor

felicidad del mayor número". Pero puesto que

Bentham desea promover los intereses de la

comunidad en su conjunto, sobre todo porque esto

redundará en favor de uno mismo en cuanto miem-

bro de dicha comunidad, su sistema es más egoísta

todavía que altruista.

En John Stuart MilI, el utilitarismo alcanzó su

pleno desarrollo. Este reconoció las fuertes raíces

que tiene en el hedonismo:

La creencia que acepta como fundamento de la moral la utilidad. o el principio de la mayor felicidad, sostiene que todas

las acciones son buenas en la medida en que tienden a

promover la felicidad, y malas en la medida en que tienden a

producir lo inverso de la felicidad. Por felicidad se entiende el

placer y la ausencia de dolor; y por infelicidad. el dolor y la

privación de placer. *

Pero, mientras Bentham pensaba que las

unidades de placer y dolor pueden calcularse

aritméticamente y que la ética puede convertirse en

ciencia exacta, Mill reconoció que los placeres

difieren tanto en calidad como en cantidad, y que

hay placeres superiores e inferiores, de modo que

una menor cantidad de un placer mayor es mejor que

una cantidad mayor de un placer menor, debiendo

efectuar la apreciación el individuo de cultura

susceptible de experimentar ambas cosas.

Es preferible ser un ser humano insatisfecho que un cerdo

satisfecho; un Sócrates insatisfecho que un necio sa tisfecho. * Una existencia tan libre de dolor y tan rica de goces

como posible, tanto en cantidad como en calidad,

asegurada para toda la humanidad, éste es el fin de la

actividad humana y la norma de la moralidad. Su

demostración se cita a menudo en los libros de lógica

como ejemplo de una falacia, ya que "deseable" no

significa capaz de ser deseado, sino digno de serIo

La única prueba susceptible de darse de que un objeto es

visible es que la gente lo ve realmente. La única prueba de que

un sonido es audible, es que la gente lo oye, y así también de los

demás elementos de nuestra experiencia. Sospecho que, en

forma análoga, la única prueba que es posible presentar de

* Mili, Utilitarianism, cap. 2 * Ibid.

Page 5: El Placer en Fagothey

Utilitarismo

61 que alguna cosa es deseable, es que la gente la desea realmente ... No puede darse razón alguna de por qué la felicidad general sea deseable, excepto que cada persona, en la medida en que la considera asequible, desea su

propia felicidad. Y siendo esto un hecho tenemos no sólo la prueba entera que el caso admite, de que la felicidad es un bien, si no toda la que es posible pedir, esto es: de que la felicidad de la persona es un bien para dicha persona, y

la felicidad general, por consiguiente, un bien para el conjunto de todas las personas.'

Sigue mostrando luego que la virtud, lejos de ser

contraria a la felicidad, es uno de los elementos que

la constituye, esto es: el sentimiento de satisfacción

propia, por contribuir al bienestar común aun a

expensas de uno mismo.

Al utilitarismo le imprimió un nuevo giro Henry

Sidgwick,* quien lo unió con el intuicionismo. Nos

ha prestado el servicio de exponer el utilitarismo a

un examen científico sumamente minucioso, pero

no logra encontrar para el mismo prueba alguna que

sea inatacable. El principio de la mayor felicidad no

es una inducción empírica tal como pensaba Mili. La

única forma de salvarlo como principio ético está en

convertido en una intuición racional, análoga a los

axiomas de las matemáticas. Sidgwi<k estaba

convencido de que no· hay incompatibilidad

práctica alguna entre el utilitarismo y el intui-

cionismo, aunque no pudiera encontrar teoría

positiva alguna para explicar su unión.

G. E. Moore:j: combina el utilitarismo y el

intuicionismo en una forma distinta Llama su teoría

utilitarismo ideal. Todos los actos han de juzgarse

por sus consecuencias, esto es, por su utilidad en

producir el bien ideal para la humanidad, lo que

incluye, sin duda, el placer, pero no está limitado a

él, y es una propiedad no naturalista, irreductible e

indefinible, sólo susceptible de ser conocida por

nosotros en alguna forma intuitiva.

Mucho se habla hoy de una distinción entre el

utilitarismo como acto y el utilitarismo como

nonnal.$ El primero pregunta cuál acto posee la

mayor utilidad, y el segundo cuál norma la posee.

Para el utilitarista del acto, "decir la verdad" podrá

ser una buena norma general, pero uno debería decir

una mentira si, en este

, Op. cit., cap. 4.

* Sidgwick, The Methads al Ethics, Resumidos y

criticados en C. D. Broad, Five Types al Ethical Theary, cap. 6.

:j: Moore, Principio Ethica.

$ Véase Frankena, Ethics, págs. 30-35, que contiene un resumen lúcido.

caso particular, el bien general resultaba más

favorecido con seguridad, por medio de ella. Para el

utilitarista de la norma, en cambio, "decir la verdad"

podrá resultar ser tan necesario como norma para el

bien general, que no pueda admitirse excepción

alguna y que deba observarse inclusive en los casos

en que pueda estar llena de resultados adversos, ya

que la admisión de excepciones tendría a la larga

consecuencias más desastrosas que todas las ventajas

particulares que pudieran obtenerse de violar

ocasionalmente la norma. Los dos, sin embargo, son

formas del utilitarismo, ya que ni los actos ni las

normas tienen valor alguno por sí mismos, aparte de

las consecuencias a las que conducen. La misma

crítica puede utilizarse, con las reservas del caso,

para ambos.

Puesto que el utilitarismo ha tenido siempre

dificultades con su propia lógica, podrá tal vez hacer

su mejor defensa señalando sus propias

consecuencias útiles.

l. El utilitarismo busca una felicidad en la que

todos sean felices, más bien que sólo el pequeño

número de los afortunados. El sacrificio individual

exigido para esta contribución al bien general

constituye un precio bien pequeño a pagar y una

restricción que el placer individual debería

imponerse él mismo, en la medida en que nadie

debería sentirse feliz, sabiendo que su felicidad ha

sido comprada al precio de la miseria de los demás.

2. Como combinación ingeniosa de egoísmo y

altruismo, el utilitarismo no es más que una

expresión de la clase de vida que llevamos la

mayoría de nosotros. Reconoce que el individuo es

social, que estamos implicados en esta empresa de la

vida todos juntos, y que, al igual que los pasajeros en

un bote de salvación, la suerte de cada uno está

ligada a la de todos, el dolor evitable debería

eliminarse. El dolor inevitable puede hacerse

tolerable a condición de que nadie deba soportar más

que su propia parte. En esta forma, el utilitarismo

constituye un gran estímulo para la mejora social,

porque toma las tendencias egoístas humanas y las

pone al servicio de las necesidades sociales, ya que

cada uno ve su propia felicidad integrada en la del

grupo.

3. Los encargados del bienestar público apenas

pueden servirse de otros servicios que no sean los

principios utilitaristas ya que deben buscar el bien

común y proteger al propio tiempo los derechos

individuales. El utilitarismo da a cada persona el

derecho de buscar su propio placer y lo limita

únicamente cuando

Page 6: El Placer en Fagothey

62

El placer invadiría la esfera del derecho igual de otra persona.

El utilitarismo busca así el mayor grado de libertad

individual compatible con la mayor cantidad de

libertad pública.

4. El utilitarismo elimina el carácter burdo del

hedonismo egoísta por medio de una distinción

cualitativa de los placeres, creando así lugar para la

cultura, el gusto y la'belleza en la vida humana. Se

basa considerablemente en la educación como medio

de capacitar a un mayor número de personas para

apreciar los placeres superiores, así como en la

reforma económica y social como medio de llevar la

vida mejor al alcance de todos.

S. El utilitarismo no es contrario ni a la virtud ni

a la religión. Exige, en efecto, las virtudes sociales

que son necesarias para la vida de la comunidad y

sólo restringe aquellas pocas cuya interpretación

fanática o deformada de la virtud serían susceptibles

de conducir a actos antisociales. El principio mismo

de utilidad estimula al creyente religioso a

asegurarse para sí tesoros en el cielo, si está

convencido de una vida futura, y sólo prohibe la

imposición forzosa de semejante creencia a los

demás, por cuanto destructora de la libertad e

incapaz, de todos modos, de producir una convicción

interna.

Por estas y otras razones vemos que hay una gran

dosis de verdad en el utilitarismo, ya que, en todo

sistema de ética, debemos considerar las

consecuencias de nuestros actos, y las consecuencias

sociales son las más importantes. Si la cuestión es

únicamente acerca del bienestar público, y los

medios sugeridos para 10grarIo son todos ellos

morales en cuanto determinados por alguna otra

norma, entonces deberían escogerse para dicho fin

los medios más susceptibles de promover el

bienestar público, en la medida en que una previsión

ilustrada puede apreciarlos. Pero esto no funcionará,

con todo, como la norma básica de moralidad y, en

todo caso, no como la norma única. Entre otros, cabe

formular las siguientes críticas:

l. El hedonismo egoísta es al menos lógico al

proponer que, si el placer es el bien supremo, todo

individuo debería buscar la mayor porción que de él

pueda obtener. Pero, ¿por qué debería un individuo

renunciar a su propio placer por amor a los demás? Y

si le gusta sacrificarse por los demás, esto sigue

siendo todavía hedonismo egoísta y no utilitarismo.

Si considera, en cambio, que esto es una especie de

deber, entonces el deber deberá establecerse por

medio de un argumento más sólido que el mero

enunciado del principio de la mayor felicidad.

2. ¿Cómo puede averiguarse el placer del grupo

y, especialmente, el de la humanidad entera? Apenas

por vía de voto. Entonces el placer común debería

ser. Henos aquí de vuelta de acuerdo con lo que le

guste pensar que el placer común debería ser. Hemos

aquÍ de vuelta al hedonismo egoísta. Además, ¿cuán

lejos debemos mirar en el futuro? En efecto, la

mayor felicidad del mayor número ha de incluir no

sólo la generación presente, sino también todas las

generaciones futuras. Ahora bien, todo acto

realizado ahora podrá tener una sucesión indefi·

nidamente larga de consecuencias, y nada hay en el

utilitarismo que nos limite a las consecuencias

inmediatamente previsibles

3. Una de las formas más sencillas de evitar el

dolor del mundo está en eliminar a los que sufren. El

infanticidio de los niños nacidos con defectos, la

ejecución indolora de los criminales empedernidos,

y la eutanasia para los enfermos incurables

reducirían indudablemente el dolor en el mundo y

aumentarían el nivel general de felicidad por encima

de la infelicidad. Pero, ¿en qué forma, aparte de un

despotismo intolerable, podría semejante programa

ser llevado a cabo? Los utilitaristas en general

rechazarían como inmoral cualquiera medida brutal

de éstas, pero, en este caso, u tilizan otra norma de

moralidad que la utilitarista.

4. La componen te altruista del utilitarismo no

está justificada por el sistema. En efecto, al menos

que haya algo en la otra persona que la haga digna de

los sacrificios que yo estoy llamado a hacer por ella,

estoy perdiendo mi placer personal en vano. Si

decimos que este algo es la dignidad de la persona

humana, entonces esta dignidad es medida por

alguna norma distinta de la utilidad, especialmente si

no contribuye en nada a mi bien personal o al bien

común. La única clase de amor que el uti· litarismo

puede admitir es un amor basado en la utilidad, lo

que constituye una clase tan pobre de amor que

difícilmente se le puede dar este nombre.

S. La virtud y la religión sólo pueden tener un

lugar periférico en el utilitarismo. En efecto, la virtud

se recomienda, no porque sea virtud, sino

simplemente porque tiene consecuencias útiles. La

posibilidad de una vida futura se tolera simplemente

como una excentricidad innocua, porque los únicos

actos moralmente buenos reconocidos en la teoría

son aquellos que llevan al máximo los placeres de

esta vida, y no tenemos manera de saber el valor de

un acto en una vida futura sin servimos de algún otro

criterio El utilitarismo es típico del ideal

Page 7: El Placer en Fagothey

El lugar del placer en la vida buena

63 burgués de la comodidad de la clase media y reduce

a dicho nivel todas las aspiraciones hacia la nobleza

y el heroísmo.

EL LUGAR DEL PLACER EN

LA VIDA BUENA

El intento de hacer del placer, ya sea del

individuo o del grupo, el propósito principal de la

vida y la norma de la moralidad se traduce en

fracaso. Pero esto no significa que el placer no sea

un elemento importante en la experiencia humana, o

que no tenga significado ético alguno. Si el extremo

del hedonismo está en convertirlo todo en placer, el

extremo opuesto que podríamos designar como el

espuitu puritano, está en considerar el placer como

mal, como si hubiera en él algo no sólo frívolo sino

también vicioso. La actitud apropiada ha de

encontrarse en algún lugar entre estos dos extre-

mos.*

No tiene objeto tratar de definir el placer.

Sabemos lo que es por experiencia, y no cabe duda

alguna acerca de esta experiencia. Las defmiciones

intentadas son puramente verbales y no hacen más

que substituir un término por otro. Los psicólogos

han escrito extensamente acerca del placer, pero es

el caso que lo que dicen tiene poca trascendencia

ética, excepto en cuanto a la paradoja hedonista,

esto es, en cuanto al hecho de que la concentración

mental intensa en el placer que uno está experimen-

tando en el momento, más bien que en el objeto

elemento de placer, hace que el placer desaparezca.

Esto confirma el siguiente análisis.

No tenemos facultad especial alguna de placer.

No podemos simplemente gozar, en efecto sino que

gozamos de esto o de aquello, lo que significa que

gozamos haciendo algo o experimentando algo. El

hacer o experimentar ha de tener lugar mediante el

uso de alguna capacidad que poseemos, cuyo

propósito principal es algo distinto del placer. El

hecho de que distingamos entre placer sensual e

intelectual muestra que el placer es un

acompañamiento del uso de otras facultades, ya

sean del orden sensual o intelectual.

Ya que ninguna de nuestras capacidades tiene

como su propositoel placer. y nada más,

* Platón y Aristóteles nos dan un análisis muy pon-derado por sus días. Véase Platón Filebo; Aristóteles, Etiea a Nieómaeo, libro VII, caps. 11-14; libro X., caps. 1-5.

el placer no es más que un acompañamiento del

ejercicio normal de capacidades que existen para la

persecución de algún otro propósito. Comemos, en

primer lugar, para mantenemos en vida, aunque el

comer sea también placentero. Tenemos ojos para

percibir lo que necesitamos ver y guiar nuestros

movimientos, aunque la vista pueda proporcionamos

también deleite. El sexo es el medio biológico para la

reproducción de la raza, aunque tiene también su

placer. El intelecto nos capacita para vivir una vida

civilizada, y encontramos también satisfacción en un

problema resuelto acertadamente. Lo mismo puede

decirse de nuestras demás capacidades. El placer

encuentra su lugar en el orden de las cosas

induciendo la persona a ejercer una función natural

beneficiosa, por lo demás, para el individuo o la raza.

No nos tomaríamos la molestia de comer, a menos

que sintiéramos apetito y que el alimento tuviera un

sabor. Mantenemos abiertos los ojos porque

realmente nos gusta mirar. La gente no se echaría a

cuestas las responsabilidades del matrimonio, si no

fuera por los placeres de la vida conyugal.

Renunciaríamos al esfuerzo de concentramos

pensando, si no viéramos en los problemas un reto

atractivo.

Pero sería erróneo, con todo, concebir el placer

simplemente como medio para un fin. Esto es, sin

duda, lo que es objetivamente en la forma en que la

naturaleza externa está construida, y el individuo

utiliza también el placer como medio cuando lo

ofrece a otros como incentivo. Pero, el placer

considerado subjetivamente, como experiencia

personal del que lo disfruta, se busca por él mismo y

es su propio fin. Es necio preguntarle al individuo

por qué quiere gozar. Lo quiere porque le

proporciona placer.

El hecho de no distinguir estos dos aspectos del

placer, el subjetivo y el objetivo, es el que se

encuentra a la base de las dos actitudes extremas que

acabamos de mencionar. No es posible reducir el

placer a un simple medio, al menos para la persona

que lo disfruta, y ésta no puede dejar de buscarlo por

amor del mismo, puesto que es la clase de cosa que

es. Bajo este aspecto, podemos estar de acuerdo con

el punto de vista* en el sentido de que el placer

tomado como placer es siempre bueno y nunca malo.

Si un placer puede designarse como malo alguna vez,

esto no es porque el objeto que gusta sea

* Insinuado por Aristóteles, Etiea a Nieómaeo, libro VII, cap. 13; libro X, cap. 5.

Page 8: El Placer en Fagothey

64

El placer placentero, sino a causa de algunos otros rasgos

conexos que son perjudiciales o indignos, tal como

violar los derechos de .otros o impedir el desarrollo

de la personalidad de alguien otro. Así, pues, no hay

nada malo en buscar el placer por amor del mismo,

puesto que no puede buscarse en otra forma, aunque

hay que hacerla con la mesura apropiada. No es si¡lo

cuando los individuos se centran en el aspecto

subjetivo del placer de tal modo que excluyen el

objetivo, convirtiendo el placer en el único fin o el

fin principal de la vida, que excluyen el fin por el

cual el placer es adaptado por la naturaleza como

medio. Actuando en esta forma contradicen su

propia naturaleza y se hacen incapaces de realizar el

propósito para el que existen. Así, el placer es un fin

y un bien, pero no es ni el único fin ni el bien

supremo, aunque difícilmente podría haber un

último fin o un bien supremo que no estuvieran

acompañados de un grado correspondiente de placer.

Pero tampoco debemos olvidar, por otra parte, el

carácter particular del placer en comparación con la

naturaleza universal de la felicidad. En efecto los

placeres de esta vida no son asequibles por todos los

individuos en todos los momentos. Para alcanzar

algunos placeres debemos renunciar a otros. El

placer no es duradero, porque ninguna de nuestras

facultades puede soportar un ejercicio incesante.

Una complacencia excesiva convierte al placer en

empalagoso y lleva a menudo su propio castigo

consigo. La edad avanzada disminuye la posibilidad

de placer, y la muerte le pone fin. Así, pues, aunque

no haya nada mal en un placer legítimo, este no

puede con todo, satisfacer por completo.

El placer altruista, aunque se sitúe en un plano

superior al egoísta, tampoco satisface por completo.

En efecto, el placer que experimentamos en la

amabilidad en hacer presentes, en ayudar a otros, en

aliviar la miseria, en el progreso social, en las obras

de caridad y benevolencia, todo esto figura entre lo

más puro y lo mejor que podamos experimentar. Las

numerosas personas que dedican sus vidas a estas

actividades son dignas de todo elogio. Pero, una vez

más, no todo el mundo tiene los medios para

semejantes obras; el placer que se pone en ellas se ve

a menudo contrariado por la ingratitud, y muchos

proyectos para la mejora de la humanidad

desembocan en la desilusión. Al filántropo hay que

animarlo por todos los medios, pero haría mejor en

poner la mente en aquellos a quienes está ayudando y

en no espe-

rar demasiada satisfacción personal. Además, hay

algo incoherente en el ideal altruista si no está

reforzado por otros objetivos. En efecto, si existimos

por el amor de los demás hombres, en tonces, ¿para

qué son los demás? Y si todo el mundo existe por el

amor de todos los demás, entonces, cuando el

proceso ha completado el círculo, ¿para qué es la

humanidad ella misma?

Esta última es la pregunta que el egoísmo y el

altruismo, el hedonismo y el utilitarismo, y en

realidad, todas las demás formas de humanismo

naturalista son incapaces de responder. Pese a

muchas contribuciones útiles al estudio de la vida

humana, la ética del placer se dejará de lado en favor

de una filosofía mejor si es que hay manera de en

contraria.

RESUMEN

El hedonismo establece el placer egoísta como el

bien supremo del hombre. Este no necesita ser el

placer del momento o solamente el placer sensual,

sino que puede consistir en una mezcla prudente de

goces esparcidos por todo el tiempo de vida probable

del individuo.

Argumentos en favor: buscamos en realidad el

placer y eludimos el dolor, e inclusive el deber

proporciona cierta clase de satisfacción intelectual;

la conducta altruista presenta un aspecto interesado,

y los que buscan una recompensa en el más allá

esperan gozarla.

Argumentos en contra: con frecuencia

renunciamos al placer por motivos superiores; en

efecto, la satisfacción del deber cumplido no es lo

mismo que placer; el egoísmo interesado no es

nuestro motivo único, y aquellos que no quieren

hacer el bien, a menos que sea recompensado, son

indignos de la recompensa.

El utilitarismo prefiere el placer altruista de

buscar la mayor felicidad del mayor número, y mide

la moralidad de un acto por su utilidad en cuanto a

fomentar el bienestar común.

Argumentos en favor: busca la felicidad de los

demás al mismo tiempo que la propia; reconoce las

necesidades sociales del hombre; frena la ambición

egoísta del individuo; acepta diferencias cualitativas

en los placeres, y admite tanto la virtud como la

religión.

Argumentos en contra: no da razón alguna de

por qué deberíamos considerar a los demás; no

puede decidir qué es lo que hace la felicidad general;

debería de eliminar lógicamente a los que sufren; no

tiene lugar para el amor real, y

Page 9: El Placer en Fagothey

Resumen

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considera los actos más nobles no como buenos en sí

mismos, sino únicamente como medios útiles.

Conclusión. El placer falla como bien supremo,

pero es, con todo, un bien muy importante.

Constituye un estímulo del que la naturaleza se sirve

para indtarnos al uso debido de nues-

tras capacidades. Es también una experiencia

subjetiva buscada por ella misma. No hay nada malo

en buscar el placer para uno mismo, a condición de

que se mantenga dentro de los límites apropiados y

no se espere demasiado del mismo. Una actitud

puritana hacia el placer no puede elogiarse. El placer

es un bien, pero no el bien.

PREGUNTAS PARA EXAMEN

l. Si el placer se toma en un sentido suficientemente amplio, es lo mismo que el

bien, porque, ¿qué es lo bueno de un bien si no proporciona placer? Puesto que

nadie más puede gozar mi propio gozo, he de buscarlo yo mismo.

2. ¿Qué cabe decir del punto de vista según el cual cuando la vida es difícil y la

supervivencia está amenazada, ésta constituye el valor supremo, pero cuando,

en cambio, la supervivencia está asegurada y la vida es fácil, es el placer el que

asume dicho valor?

,3. La única realidad, para la sociedad, son las personas que la componen.

La sociedad no es para sí misma, sino para las personas. En todo conflicto entre

el gozo, social y el gozo personal, éste último es el que debería prevalecer.

·4. ¿No ha de servirse acaso la legislación política y social de criterios utilitarios? Si

el individuo es esencialmente un ser social, ¿no deberían regir los mismos

criterios la vida entera del individuo?

5. Los altruistas creen que el bien de los demás debería preferirse siempre al bien

de uno mismo y que la vida de abnegación y sacrificio es la vida más noble.

¿Cuáles son las razones en favor y en contra de este punto de vista?

LECTURAS

Léase el Filebo de Platón, el diálogo sobre el placer, y la parte del Gorgias, párrafos 492-500, en donde Platón sostiene que el placer no es el bien, así como las dos secciones de Aristóteles, sobre el placer, en la Etica a Nicómaco, libro VII, cap. 11-14, Y libro X, cap 1-5.

El poema De Rerum Natura (De la Naturaleza de las Cosas), de Lucrecio, proclama la filosofía de Epicuro. Cicerón examina el epicureísmo juntamente con otras filosofías antiguas, en sus Disputaciones Tusculanas y en otras obras filosóficas. Diógenes Laercio da en sus Vidas y Opiniones de Filosófos Eminentes un resumen del epicureísmo con algunas notas de los cirenaicos.

Léanse el Leviathan. de Hobbes, parte 1, cap. 6, 11; Robert Olson, The Morality of Selflnterest, y Ayn

Rand. The Virtue of Selfishness, con variedades de egoísmo.

Jeremías Bentham, Introduction to the Principies of Morals and Legislation, cap. 1-5, Y John Stuart MilI, Utilitarianism, presentan la exposición clásica del utilitarismo.

Muchos libros y artículos publican críticas detalladas del hedonismo y el utilitarismo, entre ellos también G. E. Moore, Principia Ethica.

John Rawls, "Two Concepts of Rules", en Philosophical Review, vol. 64, núm. 2 (1955), reproducido en varias colecciones, distingue los utilitarismos del acto y de la norma.

Austin Fagothey, Right and Reason-an Anthology. contienen la Etica a Nicómaco, libro VII, cap. 11-14; libro X, cap. 1-5, de Aristóteles; la Carta a Meneceo, de Epicuro; la Introduction to the Principies of Morals and Legislation, cap. 1 y 4, de Bentham, y Utilitarianism, cap. 2. y 4, de MilI.