el problema de la marihuana en el imaginario de los que no fuman

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El problema de la marihuana en el imaginario de los que no fuman. “Los naturales de la India y los mexicanos-dice el doctor J. St. Arion- fuman las hojas del cáñamo indiano, o mariguana, para emborracharse. (…) El humo satura los pulmones y el fumador cae en una embriaguez particular, presentándose las alucinaciones. (…) Luego principian a manifestarse los síntomas del delirio. Un delirio animado y alegre. (…) Ríe por el motivo más sutil. En este primer periodo, el poder sensorial aumenta hasta la hiperperestesia 1 . (…) El oído se aguza hasta percibir los sonidos más insignificantes. (…) Experimenta fenómenos alucinatorios; una silla puede parecerle un automóvil o un trono; un botón, una estrella. (…) En fin, la imaginación del 1 La hiperestesia es un síntoma , que se define como una sensación exagerada de los estímulos táctiles, como la sensación de cosquilleo o embotamiento. (…) La hiperestesia por tanto es un trastorno de la percepción que consiste en una distorsión sensorial por un aumento de la intensidad de las sensaciones, en el que los estímulos, incluso los de baja intensidad, se perciben de forma anormalmente intensa. Por ejemplo, el roce de la ropa sobre la piel puede llegar a ser molesto, o la intensidad de la luz, insoportable para los ojos. Esta exagerada sensibilidad a todo estímulo sensorial aparece en delirios tóxicos, en intoxicaciones agudas producidas por la cocaína o heroína, y en enfermedades mentales como la manía y otras psicosis agudas. (Fuente www.wikipedia.org)

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Page 1: El Problema de La Marihuana en El Imaginario de Los Que No Fuman

El problema de la marihuana en el imaginario de los que no fuman.

“Los naturales de la India y los mexicanos-dice el doctor J. St. Arion- fuman las hojas del cáñamo indiano, o mariguana, para emborracharse. (…) El humo satura los pulmones y el fumador cae en una embriaguez particular, presentándose las alucinaciones. (…) Luego principian a manifestarse los síntomas del delirio. Un delirio animado y alegre. (…) Ríe por el motivo más sutil. En este primer periodo, el poder sensorial aumenta hasta la hiperperestesia1. (…) El oído se aguza hasta percibir los sonidos más insignificantes. (…) Experimenta fenómenos alucinatorios; una silla puede parecerle un automóvil o un trono; un botón, una estrella. (…) En fin, la imaginación del sujeto trabaja a velocidades vertiginosas, perdiendo la noción del tiempo y del espacio”2.

Mi hipótesis es la siguiente:

1 La hiperestesia es un síntoma, que se define como una sensación exagerada de los estímulos táctiles, como la sensación de cosquilleo o embotamiento. (…) La hiperestesia por tanto es un trastorno de la percepción que consiste en una distorsión sensorial por un aumento de la intensidad de las sensaciones, en el que los estímulos, incluso los de baja intensidad, se perciben de forma anormalmente intensa. Por ejemplo, el roce de la ropa sobre la piel puede llegar a ser molesto, o la intensidad de la luz, insoportable para los ojos. Esta exagerada sensibilidad a todo estímulo sensorial aparece en delirios tóxicos, en intoxicaciones agudas producidas por la cocaína o heroína, y en enfermedades mentales como la manía y otras psicosis agudas. (Fuente www.wikipedia.org)2 Miguel Ángel Asturias, Leyendas de Guatemala, Losada, Bs As, 1957, p. 157. La letra cursiva y en negrita no existe en el original.

El doctor mencionado por Miguel A. Asturias señala que el fumar ”mariguana” produce una pérdida del tiempo y del espacio. Desde mi punto de vista, puede entenderse que es el tiempo y el espacio común a todos lo que varía radicalmente. Es el punto que me interesa. Por otro lado, la cuestión referida al espacio común a todos, en este pequeño escrito no se tratará.

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La marihuana nos hace entrar en un tiempo similar al tiempo sagrado que narran, reactualizan o recrean lo mitos paganos, y los rituales que reactualizan los mitos, es decir, que también nos hace salir del tiempo cronológico, unidireccional, controlado e implantado desde los centros del poder industrial y teológico, tiempo ligado a la inconsciencia para la producción en serie, y ligado por otra parte, a un acontecimiento casi indiscutible, al menos en nuestra cultura, como es el nacimiento, muerte y resurrección de Cristo.

Salirse de este tiempo común3, único para todos, casi indiscutible, y por todo eso, esclavizante por su total uniformidad, es escapar doblemente de los poderes políticos-económicos-judiciales y religiosos oficiales, es, por lo tanto, entrar y acercarse individualmente al tiempo antiguo, pagano, amenazante.

Por otro lado y reforzando los anteriores miedos, desde los grandes medios de comunicación, se asocian la marihuana, junto a otras plantas o sustancias, al discurso de la locura, la pobreza, el salvajismo, y el crimen. Porque las anteriores asociaciones que parecen tan comunes, tan así de naturales, que parecen tan obvias a muchísima gente, por eso mismo deberían llamarnos la atención, y ya sabemos que lo más obvio esconde un trasfondo de ideologías rectoras4. Por sospechar de este otro trasfondo en el problema de la marihuana en el sentido común de numerosas personas que no la conocen, que se escandalizan al solo aleteo de su nombre, es por lo que debería, al menos, ser revisado ese conjunto fragmentario de prejuicios inciertos.

En su libro Mito y razón5, el filosofo Hans-Georg Gadamer, en una serie de ensayos publicados a lo largo de varios años, analiza la compleja relación que a lo largo de la historia occidental se desarrolló entre el concepto de mito y razón. Una de las conclusiones que nos pueden sorprender en esa

3 Para una mayor profundización en la interpretación e implicaciones de la unificación y la homogenización del tiempo y del espacio del planeta, véase el libro del sociólogo inglés Anthony Giddens Consecuencias de la modernidad, especialmente su análisis desde el apartado Modernidad, tiempo y espacio hasta el siguiente, titulado Desanclaje.4 ( La idea de, mientras a mayor obviedad de una noción más ideología esconde, pertenece al filósofo alemán Walter Benjamin)5 Hans-Georg Gadamer, Mito y razón, Paidos, Barcelona, 1997, p. 14.

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serie de escritos, es que tanto mito como razón, poseen racionalidades propias, caminos distintos de acceso al conocimiento del mundo en que vivimos. Pero para el fin de este ensayo cito algunos fragmentos de tal texto para fundamentar mejor la fuerte lucha ideológica que se dio, y que todavía subyace contra toda herencia mítica, es decir, según yo lo entiendo, no cristiana, incluido el tiempo al que refieren y reviven los mitos considerados paganos. Lucha tal vez menos tenue, pero no por eso menos constante desde las instituciones cristianas, a partir de la antigüedad, y que se continuó con más fuerza desde el racionalismo moderno, especialmente desde la revolución francesa, y los modernos sistemas estatales ateos y todas las instituciones actuales que regulan. Cito a Gadamer, cita que se continua rápidamente en el siguiente párrafo: “el mito está concebido en este contexto (el pensamiento moderno) como el concepto opuesto a la explicación racional del mundo. (…) Ahora bien, para el pensamiento científico es mitológico todo lo que no se puede verificar mediante experiencia metódica”.

Una de los planteos de este autor alemán, es que quien primero inicio esta lucha contra lo mitológico, fue el primitivo cristianismo. Lo explica así: ”pues el cristianismo ha sido quien primeramente ha hecho, en la proclamación del nuevo testamento, una crítica radical al mito. Todo el mundo de los dioses paganos, no solo el de este o aquel pueblo, es desenmascarado, teniendo presente el Dios del màs allá de la religión judeocristiana, como un mundo de demonios, es decir, de falsos dioses y seres diabólicos, y ello porque todos son dioses mundanos, figuras del mundo mismo sentido como potencia del mundo superior”6.

Para este autor habría tres grandes momentos de cumbres de ilustración, de intelectualización desacralizadora, en nuestra civilización, :“la oleada ilustrada que culminó en la sofística radical ateniense del tardío siglo cinco antes de Cristo, la oleada ilustrada del siglo 18 que tuvo su punto culminante en el racionalismo de la revolución francesa y, así se debería quizá decir, el movimiento ilustrado de nuestro siglo (20) que ha alcanzado su cumbre provisional en la<religión del ateísmo> y su

6 Ibíd., p. 15.

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fundación institucional en los modernos ordenamientos estatales ateos.(…). Concluye diciendo que:“la última y más radical oleada de ilustración haya conducido a modos y estrategias de formación de convicciones humanas que son implantadas artificialmente, es decir, que sirven a los fines del Estado y a los fines de la dominación”7.

Entonces, podemos comprender que, cualquier formación cultural, o elementos o formaciones naturales que remitan a manifestaciones que se vienen combatiendo desde la antigüedad, producen un verdadero pánico en cualquier institución religiosa o política oficial.

La marihuana, como los mitos paganos que tanto se han tratado y se tratan de eliminar, o por lo menos silenciar, despierta en nosotros, y revive por lo tanto, con más intensidad, ese otro tiempo no oficial, ancestral, pagano, que llevamos en nuestra intimidad. Sobre la hipótesis de los distintos tiempos posibles de ser vivido, aún en la actualidad, me baso en las conclusiones del gran estudioso rumano de las religiones comparadas, Mircea Eliade.

En una de sus tantas obras, en este caso Lo sagrado y lo profano, comenta lo siguiente:

“El hombre de las sociedades arcaicas tiene tendencia a vivir lo más posible en lo sagrado o en la intimidad de los objetos consagrados. Esta tendencia es comprensible: para los «primitivos» como para el hombre de todas las sociedades pre-modernas, lo sagrado equivale a la potencia y, en definitiva, a la realidad por excelencia. Lo sagrado está saturado de ser. Potencia sagrada quiere decir a la vez realidad, perennidad y eficacia. La oposición sacro-profano se traduce a menudo como una oposición entre real e irreal o pseudo-real”8.

Sin entrar en los detalles de sus grandes estudios, podemos retener la noción de que existen diferentes percepciones de niveles de la realidad del mundo. Y según 7 Ibíd., p. 24.8 Mircea Eliade, Lo sagrado y lo profano, Guadarrama/ Punto Omega, cuarta edición 1981, traducción Luis Gil.

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me parece, esto persiste en nuestra intimidad, aun cuando no seamos del todo conscientes de este fenómeno.

En el capítulo 2 del citado libro de Eliade, El tiempo sagrado y los mitos, duración profana y tiempo sagrado, realiza estos análisis, que por ser muy pertinentes a este ensayo, transcribo una extensa cita:

“Como el espacio, el Tiempo no es, para el hombre religioso, homogéneo ni continuo. Existen los intervalos de Tiempo sagrado, el tiempo de las fiestas (en su mayoría fiestas periódicas); existe, por otra parte, el Tiempo profano, la duración temporal ordinaria en que se inscriben los actos despojados de significación religiosa. Entre estas dos clases de Tiempo hay, bien entendido, una solución de continuidad; pero, por medio de ritos, el hombre religioso puede «pasar» sin peligro de la duración temporal ordinaria al Tiempo sagrado.

Una diferencia esencial entre estas dos clases de Tiempo nos sorprende ante todo: el Tiempo sagrado es por su propia naturaleza reversible, en el sentido de que es, propiamente hablando, un Tiempo mítico primordial hecho presente. Toda fiesta religiosa, todo Tiempo litúrgico, consiste en la reactualización de un acontecimiento sagrado que tuvo lugar en un pasado mítico, «al comienzo». Participar religiosamente en una fiesta implica el salir de la duración temporal «ordinaria» para reintegrar el Tiempo mítico reactualizado por la fiesta misma. El Tiempo sagrado es, por consiguiente, indefinidamente recuperable, indefinidamente repetible. Desde un cierto punto de vista, podría decirse de él que no «transcurre», que no constituye una «duración» irreversible. Es un Tiempo ontológico por excelencia, «parmenídeo»: siempre igual a sí mismo, no cambia ni se agota. En cada fiesta periódica se reencuentra el mismo Tiempo sagrado, el mismo que se había manifestado en la fiesta del año precedente o en la fiesta de hace un siglo: es el Tiempo creado y santificado por los

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dioses a raíz de sus gesta, que se reactualizan pre-cisamente por la fiesta. En otros términos: se reencuentra en la fiesta la primera aparición del Tiempo sagrado, tal como se efectuó ab origine; in illo tempore. Pues ese Tiempo sagrado en que se desarrolla la fiesta no existía antes de los gesta divinos conmemorados por ella. Al crear las diferentes realidades que constituyen hoy día el Mundo, los dioses fundaban asimismo el Tiempo sagrado, ya que el Tiempo contemporáneo de una creación quedaba necesariamente santificado por la presencia y la actividad divina.

El hombre religioso vive así en dos clases de Tiempo, de las cuales la más importante, el Tiempo sagrado, se presenta bajo el aspecto paradójico de un Tiempo circular, reversible y recuperable, como una especie de eterno presente mítico que se reintegra periódicamente mediante el artificio de los ritos. Este comportamiento con respecto al Tiempo basta para distinguir al hombre religioso del no-religioso: el primero se niega a vivir tan sólo en lo que en términos modernos se llama el «presente histórico»; se esfuerza por incorporarse a un Tiempo sagrado que, en ciertos aspectos, puede equipararse con la «Eternidad»

Ahora bien: lo que se puede comprobar con relación a un hombre no-religioso es que también conoce una cierta discontinuidad y heterogeneidad del Tiempo. Para él también existe, fuera del tiempo más bien monótono del trabajo, el tiempo de los regocijos y de los espectáculos, el «tiempo festivo». También vive de acuerdo con ritmos temporales diversos y conoce tiempos de intensidad variable: cuando escucha su música predilecta o, enamorado, espera o se encuentra con la

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persona amada, experimenta evidentemente un ritmo temporal diferente a cuando trabaja o se aburre.

Pero, con relación al hombre religioso, existe una diferencia esencial: este último conoce intervalos «sagrados» que no participan de la duración temporal que les precede y les sigue, que tienen una estructura totalmente diferente y otro «origen», pues es un Tiempo primordial, santificado por los dioses y susceptible de hacerse presente por medio de la fiesta. Para el hombre no-religioso, esta cualidad transhumana del tiempo litúrgico resulta inaccesible. Para el hombre no-religioso, el Tiempo no puede presentar ni ruptura ni «misterio»: constituye la más profunda dimensión existencial del hombre, está ligado a su propia existencia, pues tiene un comienzo y un fin, que es la muerte, el aniquilamiento de la existencia. Cualquiera que sea la multiplicidad de los ritmos temporales que experimente y sus diferentes intensidades, el hombre no-religioso sabe que se trata siempre de una experiencia humana en la que no puede insertarse ninguna presencia divina”9.

“Con relación a las religiones arcaicas y paleo-orientales, así como en relación con las concepciones mítico-filosóficas del eterno retorno, tal como fueron elaboradas en la India y en Grecia, el judaismo presenta una innovación fundamental. Para el judaismo, el Tiempo tiene un comienzo y tendrá un fin. La idea del tiempo cíclico se ha superado. Yahvé no se manifiesta ya en el Tiempo cósmico (como los dioses de otras religiones), sino en un Tiempo histórico, que es irreversible. Cada nueva manifestación de Jahvé en la Historia no es redu-cible a una manifestación anterior. La destrucción de Jerusalén expresa

9 Ibíd., pp., 43-44.

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la cólera de Yahvé contra su pueblo, pero no es la misma cólera que Yahvé había manifestado con la destrucción de Samaria. Sus gestos son intervenciones personales en la Historia y no revelan su profundo sentido más que para su pueblo, el pueblo que Yahvé ha escogido. El acontecer histórico gana aquí una nueva dimensión: se convierte en una teofanía.

El cristianismo va aún más lejos en la valorización del Tiempo histórico. Por haber encarnado Dios, por haber asumido una existencia humana históricamente condicionada, la Historia se hace susceptible de santificarse. El illud tempus evocado por los Evangelios es un Tiempo histórico claramente limitado —el tiempo en que Poncio Pilato era gobernador de Judea—, pero fue santificado por la presencia de Cristo. El cristiano contemporáneo que participa en el tiempo litúrgico se incorpora al illud tempus en que vivió, agonizó y resucitó Jesús; pero no se trata ya de un Tiempo mítico, sino del Tiempo en que Poncio Pilato gobernaba Judea. Para el cristiano también el calendario sagrado reproduce indefinidamente los acontecimientos de la existencia de Cristo, pero estos acontecimientos se desarrollaron en la Historia; ya no son hechos que sucedieran en el origen del Tiempo, «al comienzo» (con la particularidad que para el cristiano el Tiempo comienza de nuevo con el nacimiento de Cristo, pues la encarnación funda una situación nueva del hombre en el Cosmos). Resumiendo, la Historia se presenta como una nueva dimensión de la presencia de Dios en el mundo. La Historia vuelve a ser Historia santa, tal como se la concebía, pero en una perspectiva mítica, en las religiones primitivas y arcaicas”10.

Nuestro momento histórico actual está profundamente influenciado de las concepciones temporales heredadas de los planteos judeocristianos de las manifestaciones divinas 10 Ibíd., pp., 68-69. La escritura en cursiva de las citas de Mircea Eliade han sido hechas por mí.

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en algún lugar y tiempo específicos de la historia. Pero, retomando a Gadamer, podemos al menos recordar dos ideas. Una de ellas es que tales ideologías están vinculadas fuertemente a las modernas instituciones estatales, sin embargo, y a pesar de todos los esfuerzos racionalistas y/o anticristianos, la herencia mitológica11 persiste y fundamenta nuestras concepciones del mundo, nuestros sistemas más racionalistas, como también muchas de las conductas y creencias que diariamente desarrollamos.

Por lo tanto, la posibilidad de acceder a tiempos no comunes, a otros encuentros temporales y percepciones de la realidad instituida oficialmente es claramente posible.

El tiempo y el cuerpo desacralizado.

En el tiempo de todos, ambos, el tiempo y el cuerpo, sin divinidades que los acompañen, caminan, junto a nosotros, en una lógica teleológica, caminan hacia un fin. Nuestro cuerpo es arrastrado en esa lógica unidireccional de un suceder temporal que avanza. Hileras de cuerpos linealmente caminando en los estrechos márgenes de años sucesivos. No hay aperturas en la naturaleza del tiempo histórico. Nuestros rostros tienen la aerodinámica de los vehículos que avanzan, cortando el presente vertiginoso que nos sopla el futuro. Un paso más, solo un paso más y nuestro ser y nuestro entorno, evolucionan a un estado superior. Es la dirección de la modernidad, de la pos-posmodernidad, del cristianismo. Y este maratón lo auspician las ciencias, las filosofías historicistas, las economías, las religiones de los pecados y de los reinos celestiales finales. Solo un paso más y el vértigo termina, individual o social, pero el sonido de la carrera estremece, y los pasos se continúan. Ya no caminamos más, nos subimos a vehículos que quitan la lentitud de las piernas. Aviones que se ríen de los huracanes, hasta nos burlamos de la gravedad, que mueve los cielos, los soles, las galaxias. Somos una luz corporal oscura, veloces cuervos que huyen de las fuentes que borbotean quietud.

11 El sentido del concepto “mitológico” en el citado libro de Gadamer, refiere a aquello que no es susceptible de ser comprobado por el método científico.

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La monotonía del invierno, la llovizna pesada y el gris lento de algunos días, nos pesan como montañas. Nos sentimos vacíos e inútiles, porque no rendimos. La nada, que podría ser color áureo, no tiene contempladores.

Nos preocupan los títulos que no llegan, las personas que no encontramos, el invierno demasiado largo, y el frenar del tiempo. Nuestro apuro presiona, nuestra inseguridad crece, nuestro tiempo escapa. En parte es por estar viviendo en un constante aceleramiento de los movimientos temporales que arrastran como unos tsunamis todos los hechos de nuestra percepción.

“el hombre se detiene, mira una flor y une su ser al aroma de los perfumes”

Si desde el descubrimiento del inconsciente, las divisiones seres humanos normales, seres humanos anormales, se ha disuelto, el discurso de la locura se ha enflaquecido. Sí, ha sido sacudido nuestro mirarnos, pero no tan fuerte. Cuando alguien autoproclamado“sano” declara que el otro está loco, pone a ese otro loco al límite de varias medidas correccionales, sin contar el poderoso juicio condenatorio al que somete a ese otro descarriado. Pesadez de las razones, lógica triturante de lo igual, el discurso de la normalidad rapa cabezas, y asfixia la individual creatividad. La normalidad va hacia abajo, y luego sube a un punto intermedio. Mata al cóndor y al águila, mata al puma y la serpiente, y nos deja una blanca y diminuta paloma que se nos presenta como en una filmina, diluida y sin carne en el descenso del nuevo testamento. Cambiamos la magnificencia del resplandor solar del alto vuelo del cóndor y del águila americanos, la lenta magia nocturna de los movimientos sigilosos del felino, y la percepción infrarroja, infra verde, infra violeta, certera, perfecta, y lunar de los ocultos reptiles, por un ave urbana, triste y distante, como es la paloma, ave que nunca pudo beber y crecer suficiente en los inmortales

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mares de los símbolos milenarios. En fin, no fu ni fa. Cambiamos whisky por té de tilo.

“La paloma nació en el Edén, la paloma creció en el triste Edén, la paloma huyó del oscuro Edén”.

Entonces, el discurso de la locura que pone contra la pared a aquellos a los que acaricia con sus golpes definitivos, es usado como una espada contra todo aquel que empieza a bailar, supuestamente, con seres cautivadores e imaginarios. No importa cuanto tiempo baile uno con esos amiguitos, no hay recreo posible para el tiempo social. Estar lúcido, lúcido como un hanter, o un hunter (cazador), ser un corredor que se prepara para cubrir todos los resplandecientes cuadros que embellecen los contornos del tiempo, y del espacio, es el objetivo de muchos. El Otro poderoso, los otros, incógnitos todos, regulan escrupulosamente la lucidez. No hay lentas izquierdas ni ondulantes derechas, no hay arco iris y lunas locas a los costados de nuestras percepciones. Solo un futuro final inalcanzable.

Al gran pintor del barrio de la Boca, Quinquela Martìn, en una ocasión le prohibieron que pintara en las paredes interiores de una escuela. Todo debía ser blanco, porque de lo contrario distraería la atención de las mentes burbujeantes de los niños.

“escuelas blancas, mentes blancas, desprecios y finales blancos”.

Si la marihuana da sueño, es buena para dormir, si estimula la imaginación, es buena para el arte, y si relaja, entonces es buena para el estrés. Objeciones, por mi parte, ninguna. A lo más, si usted está muy relajado, no conduzca.

A los niños se les puede dar ribrotiles12, o calmantes (en dosis infantiles, según consejo psiquiátrico), no hay problema, los no niños bolicheros juegan jueguitos con la jarra loca, los adultos pueden hacer cualquier cosa, tampoco hay problema. Alcohol (medicamente considerado un veneno) con discreción y sin discreción, tabaco fino con más de cuatrocientos

12 Nombre comercial en plural de una clase de sedantes nerviosos.

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químicos adictivos permitidos, pastillas para no soñar, y descansar mucho, pornografía libre, vidas dobles, triples cuádruples, hacer de toda la región pampeana una nueva light-hiroshima, con sus miles de litros de insecticidas, herbicidas, y sidas y cánceres y deformaciones genéticas alarmantes sobre millones de hectáreas. Nada de que preocuparse. Todo lo anterior es legal, o permitido sin represiones, sanciones o juicios de locura o de peligro. Mientras los bancos engorden como cerdos, mientras los dorados capitalistas cristianos sacien sus ansias de rojo oro vital, las leyes se hacen como abrigos de vicuña, blandas protectoras celestiales de la normalidad.

Es más dramática una planta de marihuana que kilómetros de árboles arrasados. Es más preocupante el aroma tropical, veraniego y risueño de la marihuana, que el smog y la tristeza que cubren grismente las tiendas de moda, y las ciudades de moda, que venden las primeras marcas de moda. El humo sudoroso de los autos parece no jugar ningún papel en nuestra vida. Nuestro olfato está pesado para ciertas fragancias, nuestras narices están disueltas. Nuestra evolución fabrica disolución. Pero el verde, fresco y deslizante olor del río que busca el sueño del agua eterna, y de la cannabis sativa nos atormentan, personas que se acercan al mundo del diablo, brillante cautivador de los deseos., espíritu multicolor de los árboles y la naturaleza, camina junto a nosotros, o en nosotros. Entre el smog y lusbelito, uhhh, hay que pensarlo.

“Una señal y basta, dios saca su mano y ahorca al sucio engañador”.

Los árboles, montes, bosques y selvas van desapareciendo, ya no hay que alarmarse por esos espíritus evasivos, que habitan en el silencio y el rumor del viento. Habrá que preocuparse por los mosquitos llenos de enfermedades que se nos vienen porque las altas selvas ecuatoriales, tropicales y subtropicales están elevándose en forma de humo, en forma de capitalismo, en la misma dirección que el tiempo se esfuma, en la misma dirección que los árboles se hacen dólares, papel de madera verde. En Dios confío, y mato todos los árboles. Estrangulo la tierra, y a todo ser que no viva eternamente en el tiempo de la producción. Dormir para matar, matar para soñar. Lujos del tiempo histórico. Sueños de las luces

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del final, que bajan como el espíritu de la paloma, desde arriba. Luz titubiante del mañana. Lujos de los sabios. Aves del norte, que desorientan.

“Duermo soñando en cuadros de arte, camino en sentido inverso, como mi sombra”. El espíritu del viento.

Vestidos para no chocar, nos visten de afuera con chalecos de fuerza comprados con tarjetas de crédito, la moda dicta donde se puede entrar, donde no se puede entrar, qué movimientos podemos hacer, y nuestra ropa, chalecos de fuerza de seda industrial, nos cuida de expandir nuestra presencia corporal más allá de la silla o de la mesa que elegimos del restaurante. Igualmente, solo se entra a ciertos boliches con chalecos de fuerza muy caros, y zapatillas que traban el caminar. Marcas que seleccionan cuerpos y mentes desacralizados, energías inmóviles y expulsadas los sábados a las 6 de la mañana. La ropa indica bien a los guardianes quién vive sin vivir, vive sin soñar durante varias horas, y juega sin jugar más que el juego de la quietud.

La marihuana juega el juego de la libertad. Juego que no tiene más reglas que las reglas que uno le conceda. Libre sin querer de pagar por bailar, el baile considerado impropio de la marihuana es condenado, juzgado con la severidad del cemento, la fiereza del hierro, y el asco de la exactitud. Cuidadosos los empresarios de la tierra y del cielo, los coreógrafos de las bolsas comerciales y de los templos, ellos dictan la recreación social. No se juega el juego solitario, los juegos son sociales. Bailando sobre el no arte, entre cabezas llenas de cerveza, sabemos que la noche de las ciudades es de todos y es de nadie. Separados con nuestros vestiditos de moda, la ropa ha enfermado nuestros cuerpos. Baila el prisionero, infecta el maniquí alcoholizado, tose el auto su jarabe de petróleo, y está todo bien, porque está todo estadísticamente, finísimamente, controlado.

No bailes tu juego, no transpires salud, no tosas feliz en la noche, no seas un blanco en los números, no te encamines hacia la ausencia social en tu imaginación.

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“La luna mira, pero el reflejo plateado de las ciudades la tuerce. La luna sigue mirando, y ve unos chicos que fuman en la oscuridad, y se enamora de ellos, y un polvillo de amor se esparce en el aire juvenil”.

Prendo la tele, no escuchó que en la U.B.A fumen marihuana, ni que un empresario arme orgías con geishas, caros travestis y santa cocaína. A ningún científico le hacen test antidoping, menos si se viene una guerra. En ningún ladrón exitoso de bancos, en ningún gran robo están las drogas. No hay que decirlo, en los barrios marginales está el peligro. Los choros pobres usan drogas, los ladrones ricos usan inteligencia. El rico sol para los ricos, la sucia noche para los pobres. El disfrute de los ricos escondido, la vida de los pobres inmundamente presentada en los grandes medios de comunicación. La sonrisa sin causa de los ricos, los ojos extraviados, marihuaniados, drogados de los pobres.

“el sol entiende que hay dos mundos, el mundo del soborno, arriba, y el mundo de los animales, abajo”

“Silencios de las guerras arriba, roturas de huesos abajo”.

“El zapping elige por nosotros”.

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BIBLIOGRAFIA.

1. Asturias Miguel Ángel , Leyendas de Guatemala, Losada, Bs As, 1957.

2. Eliade Mircea, Lo sagrado y lo profano, Guadarrama/ Punto Omega, cuarta edición 1981, traducción Luis Gil.

3. Gadamer Hans-Georg, Mito y razón, Paidos, Barcelona, 1997.

4. Giddens Anthony , Consecuencias de la modernidad, Alianza Editorial, Madrid, 1999.