el romanticismo escéptico: zumalacarregui (1930) de benjamín jarnés
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Citar el siguiente artículo como: Manuel Pulido Mendoza, “El romanticismo escéptico: Zumalacárregui (1930), de Benjamín Jarnés”, Letras de Deusto, vol. 39, no 122, eneromarzo 2009: 77112 ISSN 02103516 D.L. V. 1.142 – 1989 Bilbao, Universidad de Deusto N.B. Los números de las páginas vienen marcados en el siguiente texto intercalados entre corchetes y negrita. Remiten a las páginas originales de la publicación en Letras de Deusto. RESUMEN: Algunos de los aspectos históricos y literarios más interesantes de esta biografía ya han sido adelantados, pero aún cabe profundizar más en ellos y señalar otros nuevos. Tras la revisión de estas aportaciones críticas hay, al menos, tres cuestiones que invitan a ser abordadas con un mayor detenimiento. La primera de ellas es la adscripción genérica del libro, de esta biografía entreverada de literatura e historia. La segunda, es en qué medida se puede calificar de románticos al personaje y al autor. La tercera es la controvertida cuestión de la lectura ideológica de la biografía de Jarnés. Es decir, ¿cuál era el posicionamiento ideológico de Jarnés en el momento en que en España acaba un régimen estatal y otro nuevo está a punto de comenzar? PALABRAS CLAVE: Zumalacárregui, Jarnés, Ortega y Gasset, carlismo, liberalismo, biografía literaria moderna, nuevo romanticismo,TRANSCRIPT
Citar el siguiente artículo como:
Manuel Pulido Mendoza,
“El romanticismo escéptico: Zumalacárregui (1930), de Benjamín Jarnés”, Letras de Deusto, vol. 39, nº 122, eneromarzo 2009: 77112
ISSN 02103516 D.L. V. 1.142 – 1989
Bilbao, Universidad de Deusto
N.B. Los números de las páginas vienen marcados en el siguiente texto intercalados entre corchetes y negrita. Remiten a las páginas originales de la publicación en Letras de Deusto.
RESUMEN:
Algunos de los aspectos históricos y literarios más interesantes de esta biografía ya han sido adelantados, pero aún cabe profundizar más en ellos y señalar otros nuevos. Tras la revisión de estas aportaciones críticas hay, al menos, tres cuestiones que invitan a ser abordadas con un mayor detenimiento. La primera de ellas es la adscripción genérica del libro, de esta biografía entreverada de literatura e historia. La segunda, es en qué medida se puede calificar de románticos al personaje y al autor. La tercera es la controvertida cuestión de la lectura ideológica de la biografía de Jarnés. Es decir, ¿cuál era el posicionamiento ideológico de Jarnés en el momento en que en España acaba un régimen estatal y otro nuevo está a punto de comenzar?
PALABRAS CLAVE: Zumalacárregui, Jarnés, Ortega y Gasset, carlismo, liberalismo, biografía literaria moderna, nuevo romanticismo,
El romanticismo escéptico: Zumalacárregui (1930), de Benjamín Jarnés*
Manuel Pulido MendozaUniversidad de Extremadura [email protected]
Marañón ha descrito en La Nación de Buenos Aires – y ahora se entera de ello mucha gente– un nuevo romanticismo escéptico para la ciencia aséptica y materialista como el de hace 100 años fue para la Enciclopedia. Y esto está tan en el ánimo de todos, que sólo estos días he leído que se han dado en España varias conferencias sobre el tema, que suscita nuestro clima histórico1.
Justo antes de estas efemérides centenarias del romanticismo, Benjamín Jarnés había expuesto sus ideas sobre la biografía literaria en su exitoso libro dedicado a la vida de la religiosa decimonónica Sor Patrocinio. Tal fue la demanda de este libro, que llegó a reeditarse en tres ocasiones antes de la Guerra Civil2. Por esta razón, Jarnés debió de recibir el rápido encargo de otra biografía para la colección de vidas españolas que Espasa–Calpe había empezado en 1929. Según el noticiario estival aparecido en La Gaceta Literaria tras el verano de ese año, el aragonés realizó un viaje por el País Vasco y Navarra en busca de la documentación necesaria sobre los hechos y escenarios que habrían de componer su biografía sobre el militar carlista Tomás Zumalacárregui e Imaz3. Un año más tarde, daba a conocer al público las primicias de lo que ya se anunciaba como un nuevo libro biográfico de Benjamín Jarnés. En el extenso fragmento publicado en Revista [77] de Occidente se abordaba el relato del comienzo de la primera guerra carlista y la incorporación del biografiado a la causa del pretendiente don Carlos4. El relato de estos sucesos históricos representaba la aparición del héroe en escena, en medio de su genial labor en la constitución del primer ejército carlista de Navarra. El fragmento elegido correspondía a lo que más tarde serían, con muchas correcciones y algunas ampliaciones, la última secuencia de la primera parte y las tres primeras de la segunda parte, del total de tres que compondrían el volumen final de la biografía5. El fragmento iba encabezado, además, por una cita de Quevedo que se trasladaría más tarde al final de
* El presente artículo es una adaptación de una parte de mi tesis doctoral inédita La biografía moderna en España (19261936), Universidad de Extremadura, 2007.
1 Justo Gárate, “En el centenario del carlismo y del romanticismo”, Ensayos Euskarianos, Bilbao, Imprenta Mayli, 1935, p. 40.
2 Benjamín Jarnés, Sor Patrocinio, la monja de las llagas, Madrid, EspasaCalpe, “Vidas Españolas e Hispanoamericanas del Siglo XIX”, 2, 1929 (3ª ed., 1936).
3 “Benjamín Jarnés ha recorrido la ruta vital de Zumalacárregui para una próxima biografía”, “Noticiario estival”, La Gaceta Literaria. Ibérica americana internacional. Letras∙arte∙ciencia, 65 (1 de septiembre), 1929, p. 4.
4 Benjamín Jarnés, “Zumalacárregui”, Revista de Occidente, Madrid, XXX, 89 (noviembre), 1930, pp. 145176. 5 “Es libro literario y apologético, hasta el punto de comparar al biografiado con Napoleón. Jarnés lo divide en tres
partes: El Soldado, El Caudillo y el El Héroe. La primera se refiere a hechos acaecidos hasta 1833, o sea hasta el levantamiento carlista. La segunda, hasta 1834, cuando don Carlos entró en Navarra. La tercera, desde esta época hasta su muerte”, José María Azcona, “Jarnés (Benjamín). Zumalacárregui, el caudillo romántico”, en Zumalacárregui. Estudio crítico de las fuentes históricas de su tiempo, Prólogo del Exmo. Sr. Conde de Rodezno, Madrid, Instituto de Estudios Políticos, “Bibliografía Española”, 1946, p. 233.
la primera secuencia, en la edición definitiva del volumen anunciado6.
Tras este adelanto, Jarnés publicó en el mes de marzo de 1931 la primera edición de su biografía en la afamada colección de la editorial EspasaCalpe, “Vidas Españolas e Hispanoamericanas del siglo XIX”, de la que conformaba el volumen decimosegundo7. La acogida de público fue tan buena, que el libro conoció una rápida segunda edición al año siguiente8. Sin embargo, la acogida de la crítica no estuvo exenta de controversias. Tan sólo dos días después de su salida al mercado aparecieron las primeras re[78]señas en los periódicos de toda España, que fueron muy positivas, como las de José Díaz Fernández9 y Julio Angulo10. Pero la polémica no tardó en llegar con la lectura realizada por Roberto Castrovido, quien consideró a Jarnés, por su pasado seminarista, un carlista subconsciente11. No hay que perder de vista la fecha en la que se publica el artículo –15 de marzo de 1931–, a tan sólo un mes de la caída de la monarquía en España, tras la inviabilidad de la dictadura en que se había apoyado12.
Algo más comprensivo se mostró Juan Antonio Cabezas desde Oviedo. Este periodista cuenta cómo, con motivo de una visita de Jarnés al norte de España durante el verano de 1930, a su paso por Asturias, declaró estar trabajando en su biografía de Zumalacárregui, de la que ofreció unas primicias. El crítico señala la heterogeneidad de materiales utilizados por Jarnés en su biografía, que incluía, junto con la historia y la leyenda, la ironía. Para este crítico, el aragonés había conseguido “aplicar a su labor las rigurosidades científicas sin olvidar la amenidad”13. Ildefonso Manuel Gil, amigo y paisano de Jarnés, hizo una breve pero elogiosa reseña del libro y lo defendió de los prejuicios ideológicos de unos y otros:
Alguien, al reseñar este libro, ha motejado a su autor de simpatizante del carlismo. Harto ligera nos parece esta afirmación. En toda la obra se advierte el desprecio que el autor siente por el carlismo. Pero aparte de toda significación política era preciso reconocer la grandeza del biografiado. Y esto es lo que este admirable libro hace el pulcro escritor aragonés14.
6 “Su risa era muda y sin voz; juzgábanla los ojos, no los oídos. Era alegre sólo cuanto bastaba a defenderle de parecer afectadamente triste. Su persona era robusta y sufrida… QUEVEDO”. Esta cita encabeza el fragmento dado en primicia a Revista de Occidente, y se encuentra en la página 16 de la segunda edición del libro.
7 La publicidad aparecida en la prensa la anunciaba de este modo: “Acaba de publicarse la más bella y emocionante evocación del gran caudillo carlista, que tenía algo de Napoleón y de Aníbal. En fondo de Vasconia vemos surgir el 'ejército fantasma', los golpes de audacia y de ingenio, los terribles lanceros, fusilamientos y miseria, crueldades y heroísmo, Ezpoz y Mina [sic], Espartero, Don Carlos, etc. Un libro lleno de interés y vida”, “Zumalacárregui”, El Sol. Diario independiente, Madrid (13 de marzo), 1931, p. 2.
8 Benjamín Jarnés, Zumalacárregui, el Caudillo Romántico, Madrid, EspasaCalpe, “Vidas Españolas e Hispanoamericanas del Siglo XIX”, 12, 1931. (2ª ed., 1932). EspasaCalpe volverá a reeditar en formato de libro de bolsillo esta biografía durante los años setenta (Benjamín Jarnés, Zumalacárregui. El Caudillo Romántico, Madrid, EspasaCalpe, “Colección Austral”, 1511, 1972). En adelante citaremos por la segunda edición, la última revisada por Jarnés y que contextualiza la obra en un formato concreto de colección y con las ilustraciones que omite la última edición de los años setenta.
9 José Díaz Fernández, “Los libros nuevos. (Ojeada semanal)”, El Sol. Diario independiente (15 de marzo), 1931, p. 2.10 Julio Angulo, “Un libro o un tema. El caudillo romántico”, El Imparcial. Diario Liberal, Madrid (15 de marzo),
1931, p. [última].11 Roberto Castrovido, “Charla de la Semana. Los carlistas y las avanzadas de la posteridad. A propósito de un libro”,
Heraldo de Aragón, Zaragoza (15 de marzo), 1931, p. [5]. También aparecerá el mismo artículo en El Liberal, de Bilbao, el 19 de marzo del mismo año.
12 “Pero a propios y extraños aventajó el exdictador Primo de Rivera, quien olvidado del origen del marquesado de Estella, impidió en Bilbao las fiestas de los Sitios, y en Cuenca la conmemoración del vandálico saqueo y en Burjasot el recuerdo de la paella adobada por Cabrera, y así en todas partes, menos en Teruel que supo resistirse, y no contento con aplicar la historia del carlismo la previa censura, dio a los soldados liberales una boina por sombrero y erigió en lema patriótico una mixtificación del Dios, Patria y Rey (Religión, Patria y Monarquía), que agrave lo que la trinidad carlista expresaba y representaba”, ibidem.
13 Juan Antonio Cabezas, “El Libro del día. Zumalacárregui, caudillo romántico, por Benjamín Jarnés”, El Carbayón. Decano de la Prensa de Oviedo, Oviedo (22 de marzo), 1931, p. 1.
14 Ildefonso Manuel Gil López, “Un libro sensacional. Zumalacárregui, por Benjamín Jarnés”, El Mañana, Teruel (24 de marzo), 1931, p. 4.
[79] Aunque en un tono algo más contenido que el de Castrovido, días más tarde, también Darío Pérez le reprocha a Jarnés haberse alejado de la escrupulosa imparcialidad en su tratamiento enfervorizado del personaje. Al igual que Castrovido, este crítico no estaba de acuerdo con la excesiva indulgencia concedida a la crueldad del personaje y al empequeñecimiento de sus adversarios, los militares liberales. Con todo, esta opinión no sustrajo la apreciación de la calidad literaria del libro15.
Una de las críticas más interesantes que recibió la biografía de Jarnés fue la del propio director de la citada colección de EspasaCalpe. Quizás por esto sea Melchor Fernández Almagro quien, en su momento, mejor interpretó al personaje retratado por Jarnés. Lo considera un personaje con las mismas cualidades y defectos que el resto de militares españoles de comienzos del siglo XIX, que destacó sobre el resto por su “singular talento de estratega y una probada lealtad a sus principios”. Sin embargo, por su entrega a una causa históricamente inerte en el siglo XIX, –el fanatismo absolutista–, y a la superstición en el momento de ser herido de muerte –prefirió un curandero a un médico que tal vez le salvara la vida–, Zumalacárregui simbolizó la “imposible moral de la victoria” del carlismo. En referencia al grabado que aparece en la portada del libro, Fernádez Almagro resume:
A la vista del mecanismo psicológico que Benjamín Jarnés nos descubre en su libro, pensamos que, efectivamente, el brazo armado sobre un torreón derruido –blasón de Ormáiztegui– es el emblema de la vieja guerra carlista: un esfuerzo bárbaro e inútil16.
Resulta curioso, por el contraste con la prensa liberal, el enfoque que aplicó la prensa monárquica al libro de Jarnés. El extremeño José López Prudencio, desde las páginas de ABC, demuestra conocer muy bien las fuentes que había manejado Benjamín Jarnés para su biografía17. Jarnés habría escrito un retrato generosamente tolerante con su personaje, pero implacable con su ideario. En un país donde la verdadera tolerancia liberal no había podido asentarse, un libro como el de Jarnés, que literariamente gustó a todos, no satisfizo ideológicamente a nadie, ni a izquierdas, ni a derechas. En tan sólo dos semanas, por su biografía de Zumalacárregui, Jarnés había pasado de ser considerado “subconscientemente carlista” a casi un exaltado antimonárquico según López Prudencio. Curioso vaivén éste, ex[80]plicable por las ansiedades de un momento en el que un régimen se desmorona y otro está naciendo18.
Otras reseñas añadieron nuevos matices a estas primeras lecturas. El crítico del Heraldo de Madrid Miguel Pérez Ferrero, compañero generacional y de andaduras estéticas, también se muestra magnánimo con el trato implacable dado por Jarnés tanto a los monárquicos legitimistas como a los monárquicos isabelinos. Del mismo modo, participa de la comprensión de la genialidad del personaje, al margen de las banderías políticas19. Igualmente, Fernando Castán Palomar defiende el libro, incluído, para él, entre los periodísticos, de acusaciones de liviandad, de superficialidad, de falta de estilo, pensamiento y análisis. Afirma que “el reportaje puede ser tan literario, tan elevado
15 Darío Pérez, “Remembranza. Zumalacárregui, genio de la guerra”, La Libertad, Madrid (26 de marzo), 1931, pp. 1 y 2.
16 Ibidem.17 José López Prudencio, “Crítica y Noticias de Libros. Notas de Lector. Zumalacárregui, por Benjamín Jarnés. Otros
Libros”, ABC, Madrid (27 de marzo), 1931, p. 15.18 El crítico de ABC, ante la decepción mostrada ante la dictadura de Primo de Rivera, intenta diluirla en un oportuno
pesimismo antropológico que le permite dudar también de una posible regeneración democrática del país: “La soberanía, mejor dicho, la Humanidad, es la misma siempre. Las intrigas, la envidia, filtran los tentáculos de sus eficiencias a través de las sedas de los baldaquines que ornamentan todas las soberanías entronizadas, ya sean Monarcas o demos los que ocupen el solio. Este es el grillete que la Humanidad lleva en su tobillo. Son inútiles las tentativas de soltarlo cambiando de postura. Tan inútiles como el que huía de su propia sombra”, ibidem.
19 Miguel Pérez Ferrero, “Vidas de otro tiempo. El caudillo romántico”, Heraldo de Madrid, Madrid (27 de marzo), 1931, p. 9.
de pensamiento, tan bello de estilo, tan profundamente analítico, como la crónica”. Los abusos del género y la presencia de malos reporteros nada mengua el valor del reportaje como género literario, del que pone por “modelo en su género” al “reportaje grande”, que es la pintoresca biografía de Zumalacárregui20. A comienzos del mes siguiente, La Gaceta Literaria publicaba su reseña, escrita por Rafael Marquina. El crítico, además de alabar la belleza del libro, planteaba el interesante caso de estar ante una biografía sobre un personaje romántico, pero escrita por un “antirromántico” como Benjamín Jarnés21. Antonio de Obregón tampoco creía que “para escribir una buena biografía había que participar de las ideas estéticas o políticas del biografiado”22. Era comprensible, para él, que las biografías estuvieran escritas por autores que sentían afinidad con cual[81]quier personaje por su carácter o sus ideas, pero también por alguien de parecer opuesto, si era un profesional como los biógrafos modernistas europeos a los que se les copió el estilo durante estos años de entreguerras.
En el mes de abril, A. Suárez Guillén publicó un par de reseñas sobre esta biografía jarnesiana23. Tras dar publicidad a la colección de EspañaCalpe, el crítico señaló, entre los muchos méritos sobresalientes del libro, “su criterio imparcial y objetivo, el certero trazo en la interpretación del espíritu del personaje y finalmente, el hábil dominio de la pintura del suelo y el ambiente concomitante”24. En cuanto a los valores que más puede apreciar el lector de este Zumalacárregui, Suárez advirtió
su amenidad, comparable a la de una producción novelesca; su poder educativo, por virtud del cual ofrécese la exposición de tantos datos históricos desconocidos o torcidamente divulgados, y, finalmente, el anhelo patriótico y de exaltación social que el autor proclama tácitamente en ésta su admirable contribución a la literatura biográfica netamente española.
Ángel Dotor también repitió su reseña del Zumalacárregui jarnesiano en dos periódicos de provincias25. En ellas, publicadas en el ínterin político del cambio de régimen, Dotor reflexiona sobre la historia moderna de España y de sus guerras civiles desde la unificación de la nación, señalando el desconocimiento histórico existente todavía en su tiempo sobre estas luchas. Según él, solventaban parcialmente este desconocimiento sobre todo con novelas históricas y estudios biográficos escritos por autores literarios contemporáneos. Así, junto con las novelas de Baroja sobre las guerras carlistas, cita
las biografías que hoy se producen, como consecuencia de la creciente afición a su lectura que manifiéstase en las masas lectoras, lo que trae aparejado un incremento notabilísimo de su cultivo26.
Una semana después de haber sido proclamada la II República, aparece en el diario El Sol una sinopsis de la biografía de Jarnés, firmada con el [82] pseudónimo “Beti Izan”. Dicha expresión significa en lengua vasca “ser siempre”, por lo que podemos pensar que, debido a la similitud con las iniciales, bien pudiera tratarse del mismo Benjamín Jarnés. El momento político seguramente aconsejaba la prudencia de esconderse bajo pseudónimo para defender el heroísmo de un tradicionalista, aunque fuese en detrimento de los liberales monárquicos:20 Fernando Castán Palomar, “Los autores aragoneses. El caudillo romántico de la guerra carlista, visto por Benjamín
Jarnés”, La Voz de Aragón. Diario Gráfico, Independiente, Zaragoza (29 de marzo), 1931, p. 1.21 Rafael Marquina, “El Zumalacárregui de Jarnés”, La Gaceta Literaria. Ibérica americana internacional.
Letras∙arte∙ciencia, 103 (1 de abril), 1931, p. 15. Marquina se refiere a la teorización de la biografía literaria moderna considerada canónica en esta época: André Maurois, Aspects de la biographie, Paris, Au Sans Pareil, 1928.
22 Antonio de Obregón, “El Zumalacárregui de Jarnés”, Nueva España, Madrid, 38 (1 de abril), 1931, p. 23.23 A. Suárez Guillén, “Figuras españolas del siglo XIX. Zumalacárregui, el caudillo romántico”, La Defensa, Sigüenza
(9 de abril), 1931; “Zumalacárregui, el caudillo romántico por Benjamín Jarnés”, Biblión. Boletín informador de novedades bibliográficas, Madrid, EspasaCalpe, 37 (abril), 1931, p. 1.
24 Ibidem.25 Ángel Dotor, “Vida Literaria y Artística. El gran caudillo del carlismo”, El Mañana, Teruel (7 de abril), 1931, p. 2.
“El gran caudillo del carlismo”, Vida Manchega. Periódico Independiente Diario de la tarde, Ciudad Real (25 de abril), 1931, p. 1.
26 Ibidem.
¿No basta un siglo para poder alzarte al nivel de esos mismos que tú hiciste volver a Madrid avergonzados? Porque de las estatuas están llenas las ciudades de España. ¡De las estatuas de esos hombres, cuya gloria fue ganada más con genuflexiones ante un trono decadente, que con bizarras altanerías ante el puñado de hombres de que fuiste caudillo!27
Todavía durante ese año encontraremos alguna otra reseña periodística de más difícil
localización28. Trabajos algo menos conocidos que estas reseñas29 son los que el doctor Justo Gárate Arriola dedicó a la relación entre carlismo y romanticismo, así como al Zumalacárregui de Jarnés en 1935 y los que referimos a continuación30. En dicho volumen reprodujo el texto de una conferencia dictada en el Ateneo Guipuzcoano de Bilbao con el título “En el centenario del carlismo y del romanticismo”. Este autor señala que el apelativo de “romántico”, aplicado a Zumalacárregui por Jarnés, es erróneo, dado que la asociación entre romanticismo y carlismo era, cuanto me[83]nos, discutible. A diferencia del nacionalismo vasco, que sí entroncaba con los nacionalismos revolucionarios románticos, el carlismo era para Gárate un tipo de casticismo nada revolucionario, y sí muy conservador. Este movimiento político se habría aprovechado del sentimiento de defensa foral del pueblo vasco para conseguir su apoyo y llevar a cabo la primera guerra carlista31. Su reseña de la biografía de Jarnés fue publicada originalmente el 24 de marzo de 1931 en el primer número del diario bilbaíno Acción Vasca, y fue recogida en la misma colecticia de ensayos de temas vascos de 1935. Gárate declara que esperaba con interés la aparición de este libro, de uno de los “más ágiles” escritores de la nueva generación madrileña, y que “aunque los resabios de vanguardismo han de producirle numerosos enemigos, nos complace –señala Gárate– el destacar la favorable impresión que produce en un lector de obras referentes a guerras carlistas”32. El médico guipuzcoano considera a Jarnés un “enamorado de su héroe” que exagera al compararlo con Napoleón, aunque sí suscribe “sin rebozo su aserto de que es el caudillo más considerable de la edad moderna española”33, “el primer general ibérico”. Este miembro del vasquismo moderado realiza una apreciación curiosa del tratamiento ideológico dado al carlismo y al héroe. Resulta insólito comprobar hasta cierto punto las coincidencias de la visión de Jarnés con la de Gárate, federalista y estudioso de la cultura vasca34, en la crítica del absolutismo carlista y del militarismo 27 Beti Izan, “Estampas de Basconia. Zumalacárregui, el caudillo romántico”, El Sol. Diario independiente (22 de
abril), 1931, p. 2. Cfr. “¿No basta un siglo para poder alzarte al nivel de esos mismos que tú hiciste volver a Madrid avergonzados? Porque las de las estatuas de esos hombres están llenas las ciudades de España. De las estatuas de esos hombres cuya gloria fue ganada más con genuflexiones ante un trono decadente que con bizarras altanerías ante el puñado de hombres de que fuiste caudillo”, Benjamín Jarnés, op. cit., 1932, p. 14.
28 R. Solano, “Zumalacárregui”, La Voz de España, Madrid (29 de diciembre), 1931; Ricardo Gullón, “Benjamín Jarnés. Zumalacárregui”, La Mañana, León (27 de marzo), 1931.
29 Las referencias bibliográficas de los artículos sobre Jarnés expuestos hasta este punto han sido tomadas del excelente trabajo de documentación de Juan Domínguez Lasierra, Ensayo de una bibliografía jarnesiana, Zaragoza, Institución “Fernando el Católico”, 1988. No obstante, dado el volumen alcanzado hoy día por los estudios jarnesianos, esta útil guía bibliográfica va necesitando una revisión y ampliación, que incorpore los nuevos documentos descubiertos o escritos relacionados con Benjamín Jarnés.
30 Nacido con el siglo XX en Bergara, este doctor vasco se educó en Alemania. De firme formación científica y humanista, de ideas vasquistas moderadas y firmes convicciones liberaldemócratas, fue invitado a formar parte de la Agrupación al Servicio de la República de la mano de Gregorio Marañón y del partido, por entonces republicano federalistaautonomista, Acción Nacionalista Vasca. Con el comienzo de la Guerra Civil emigró con su familia a Argentina, donde desarrolló el resto de su vida profesional y familiar; vid. Justo Gárate, Un crítico en las quimbambas. Autobiografía y escritos, Epílogo y edición de José Ángel Ascunce, Bibliografía a cargo de Elías Amezaga, Bergara, Bergarako Udala / Ayuntamiento de Bergara, “La cultura del exilio vasco”, 1993.
31 Justo Gárate, “En el centenario del carlismo y del romanticismo”, Ensayos Euskarianos, Bilbao, Imprenta Mayli, 1935, p. 39 y 67.
32 Justo Gárate, “El Zumalacárregui de Jarnés”, ibidem, p. 191.33 Esta es la conclusión de Jarnés, aparecida en la última página de su libro (op. cit. p. 277) y que Gárate parafrasea en
su reseña. 34 “El separatismo me parece el aspecto más estridente y accidental [del nacionalismo vasco]. Yo no tengo tiempo de
pensar en él: tanta es la labor positiva que quiero hacer por la cultura vasca, aparte de una copiosa argumentación en su contra de que hoy voy a hacerles gracia, que me hace ser federalista. […] Por otra parte, aquí se da la curiosa
centralista de los liberales monárquicos:
Nos parece que el autor da un colorido actual al acontecimiento cuyo centenario se nos va echar encima muy en breve. También creemos que su admiración ante el héroe debiera extenderse algo más hacia el carlismo heroico y eficaz, cualidades que en vano se empeña en negar el liberalismo español, propicio en cambio, a ensalzar a generales no liberales –pues casi todos fueron luego dictadores–, sino isabelinos o alfonsinos35.
[84] El guipuzcoano, en su trabajo, corrige a Jarnés numerosas imprecisiones, algunas lingüísticas, relacionadas con el euskera, otras con la geografía local de las batallas carlistas, y otros errores históricos procedentes de las fuentes consultadas por Jarnés, que Gárate demuestra conocer con profusión erudita. Una última cuestión preocupa a Gárate: Jarnés se lamentaba en su libro de que Zumalacárregui careciera de un teatro paralelo al País Vasco en donde ejercitar la grandeza de su genio. Gárate se atreve a señalar América y sus escenarios geográficos, en los que se hubiera enfrentado a militares de reputación mundial como Simón Bolívar. En ese supuesto histórico, Zumalacárregui habría alcanzado un honor militar en el lado de los realistas de la América hispana, pero también su repulsa por su oposición a los “movimientos populares de liberación” y su entronque con el nacionalismo imperialista español: [85]
De ser así ni sentiríamos el que no hubiera partido para América, y como vascos nos complacemos en recordar su actuación precursora del nacionalismo en la defensa de los derechos de un país como el nuestro, de antecedentes democráticos. ¿Quiénes fueron más liberales, el defensor de las Juntas forales o los dictadores militares como el espadón de Loja, Espartero, O’Donnell y Serrano? […] Plazas y calles ostentan el apellido de Primo de Rivera, sobrino del marqués de Estella, que conquistó este título en la toma de Estella, ignorando que un sobrino suyo iba a instaurar un régimen seguramente más oprobioso que el que estimo pudiera haber sido el carlista.
Sin embargo, esta crítica velada a no haber ampliado el sentido de lo heroico del biografiado al pueblo vasco, supuesto defensor de sus fueros e independencia durante las guerras carlistas36, se volvió explícita en una crítica realizada por un verdadero carlista. El historiador carlista González Echávarri comenta el libro de Jarnés en un volumen dedicado al centenario de la muerte de Zumalacárregui. Pero lo hace con tan mala gana que ni tan siquiera llega a citar al autor, el título o la editorial del libro reñado. Sin embargo, las citas extraídas no dejan duda de la procedencia de las mismas. Con intransigencia tacha al libro de Jarnés de “glosas liberales” a la vida del caudillo de la facción:
No hay que olvidar cuánto ha podido influir en el equivocado juicio de algunos biógrafos de Zumalacárregui el espíritu liberal infiltrado en los primeros trabajos sobre su vida, y coincidiendo con su Centenario, una casa editorial madrileña ha impreso un nuevo estudio de gran admiración por las dotes personales y militares del caudillo guipuzcoano, pero de una notoria injusticia en el orden de la causa tres veces santa que defendió y al Príncipe español abanderado del ejército carlista. De éste, al que dedica los epítetos más despreciables, llega a decir que …desde su reclinatorio no lograba atraer la atención del Dios de los Ejércitos, que así de enmarañada̒ suele dejar tanta real herencia’37.
paradoja de que hace falta ser más valiente para declararse federalista que separatista. Anotaré sólo nuestra incapacidad para hacer una Universidad Vasca desde el año 18 y escepticismo para que hagamos un Estado, con muchas más dificultades”, ibidem, p. 70.
35 Ibidem, p. 192.36 “Durante el periodo republicano, la prensa nacionalista concede bastante atención al tema carlista y en especial a la
Primera Guerra. José María Tápiz señala que los editoriales del Euskadi continúan hablando de dichos conflictos como ‘guerras defensivas o forales, de raíz vasca, de defensa de lo esencialmente vasco frente a lo exótico o español’, lo que supone la repetición de las mismas tesis de Sabino Arana. Junto a estas ideas señala la definición de Zumalacárregui como héroe nacional vasco, al que hace mención en numerosos artículos”, José Ramón Urquijo Goitia, “La Primera Guerra Carlista desde la ideología nacionalista vasca”, Vasconia, Cuadernos de Historia y Geografía, DonostiaSan Sebastián, Eusko IkaskuntzaSociedad de Estudios Vascos, 26, 1998, p. 77.
37 José María González de Echávarri y Vivanco, “Glosas liberales. La moral del soldado y el juego. Una orden notable”, en Centenario de la campaña carlista: Zumalacárregui. Estudios críticos a la luz de documentos inéditos. Vivanco. (Memorias de su vida militar...), Valladolid, Casa Martín, 1935, p. 24. La cita de Jarnés se encuentra en la página 65 de la segunda edición de su biografía, con la palabra “Ejércitos” en minúscula.
El crítico aporta otras citas de la biografía escrita por Jarnés para señalar el ateísmo y antimonarquismo del autor, así como su pretendida interpretación torticera de la motivación de la lucha del héroe carlista. Echávarri se muestra contrario a la opinión de que el caudillo hubiera convertido su lucha en una cuestión personal ante la esterilidad de la causa clerical y absolutista38. Tras afirmar que “nunca pudieron venir a menos ni es fácil mermar con mayor sagacidad los méritos del caudillo”39, defendió la moralidad proba de la causa tradicionalista y sus oficiales a raíz de un comentario de Jarnés sobre la actitud de Zumalacárregui contra el vicio del juego. Para ello aportó la cita de una carta inédita de Zumalacárregui, poseída en los archivos familiares de EchávarriEulate. En esta carta, el general manda “hacer castigo tan ejemplar y desconocido” ante la noticia de los excesos de todo tipo cometidos por los “probos” oficiales y soldados carlistas40.
Tras la Guerra Civil, otro erudito tradicionalista paró mientes acerca del libro de Jarnés. Cabe destacar la pequeña entrada que José María Azcona, [86] bibliófilo y compañero de colección en EspasaCalpe41, le dedica en su diccionario de fuentes bibliográficas para el estudio de Tomás Zumalacárregui. El bibliófilo afirmaba que el libro de Jarnés era “literario y apologético” con el personaje, por lo que se mostraba bastante ecuánime en su apreciación del libro, teniendo en cuenta las fechas y el contexto histórico en el que escribe estas líneas42.
Después de estas reseñas estrictamente contemporáneas, cualquier otra referencia bibliográfica relacionada con la biografía jarnesiana en general y con la de Zumalacárregui en particular, tuvo que esperar varias décadas. Sólo a partir de finales de los años sesenta se pudo comenzar la remoción del canon literario español de entreguerras43. Durante la década de los setenta, gracias a los trabajos pioneros de investigadores como Joaquín Entrambasaguas, Víctor Fuentes y María Pilar Martínez Latre44, se pudo ir creando un corpus de crítica dedicada a la obra de Jarnés. De todos ellos fue Emilia de Zuleta quien primero reparó con cierta extensión en la biografía jarnesiana que nos ocupa. De esta “vida” de Zumalacárregui destacó “la estructura acabadamente perfilada” y “el dominio completo de la materia y una voluntad estructurante” con que Jarnés la había llevado a cabo45. El romanticismo del personaje es, para Zuleta, un romanticismo de la acción y, por tanto, verdadero, frente al romanticismo de la palabra, de pose o impostado. Zuleta ve
38 Las citas que utiliza González de Echávarri –corregidas a su antojo en las mayúsculas, llenas de imprecisiones ortotipográficas, con incisos no marcados en el texto citado y sin mención expresa de la fuente de la que se extrae–, proceden todas de la biografía jarnesiana. Reproducimos las citas usadas por este “erudito” (op. cit., pp. 24 y 25) y señalamos a continuación las páginas de la biografía jarnesiana en donde se encuentra el original (2ª edición de 1932): “Causa tan alta ni baja como la opuesta” (cfr. Jarnés, op. cit., p. 141); “Gran Caudillo [sic] –escribe en otro apartado [sic]– para Causa [sic] tan pequeña” (cfr. Jarnés, op. cit., p. 180); “…si sólo un profundo acatamiento a los grandes fetiches –divinidad [(así con minúscula)] [sic] y monarquía, doble Moloc de la Historia– puede esterilizar aquella espléndida vitalidad humana” (cfr. Jarnés, op. cit., p. 191); “[Zumalacárregui descubrió] tener que resignarse a convertir aquella alta empresa Dios, Patria y Rey [sic] en cuestión personal” (cfr. Jarnés, op. cit., p. 126).
39 González de Echávarri, op. cit., p. 25.40 Ibidem, pp. 25 y 26.41 José María Azcona, “Jarnés (Benjamín). Zumalacárregui, el caudillo romántico”, en Zumalacárregui. Estudio
crítico de las fuentes históricas de su tiempo, Prólogo del Exmo. Sr. Conde de Rodezno, Madrid, Instituto de Estudios Políticos, “Bibliografía Española”, 1946, pp. 233234. Azcona había sido autor de ClaraRosa, masón y vizcaíno, Madrid, EspasaCalpe, “Vidas Españolas e Hispanoamericanas del Siglo XIX”, 49, 1935.
42 Ibidem.43 Cfr. Domingo Ródenas de Moya, “Remoción del canon: revisando la narración vanguardista”, Ínsula, 594 (junio),
1996, pp. 810.44 Para una completa bibliografía jarnesiana cfr. Juan Domínguez Lasierra, Ensayo de una bibliografía jarnesiana,
Zaragoza, Institución Fernando el Católico, 1988. También existe una actualización bibliográfica de trabajos dedicados a Jarnés volcada en los Sumarios ISOC –Ciencias Sociales y Humanidades– [en línea]. Bases de datos Bibliográficas del CSIC, Centro de Información y Documentación Científica (CINDOC), <http://bddoc.csic.es:8080/index.jsp>, [Consulta: 29 de mayo de 2008].
45 Emilia de Zuleta, Arte y vida en la obra de Benjamín Jarnés, Madrid, Editorial Gredos, 1977, p. 95.
también ecos de la obra de José Ortega y Gasset en la biografía de Jarnés.
Durante los años ochenta, numerosos artículos se aproximaron a la obra literaria de Jarnés y, coincidiendo con el centenario de su nacimiento, salieron a la luz algunos textos inéditos, se reeditaron otras obras suyas, y se le dedicaron unas jornadas monográficas. El tema de las biografías jarnesia[87]nas fue tratado por algún otro investigador46 y ponente47 de aquel centenario, pero ningún trabajo se detuvo a analizar la vida de Zumalacárregui que escribiera el aragonés. En 1989, con motivo de otro centenario, el segundo del nacimiento de Tomás Zumalacárregui, la revista de temas históricos contemporáneos Aportes le dedicó un número monográfico. En el mismo aparecen algunas referencias a la biografía de Jarnés, de la se que toman varias ilustraciones para el número de la revista y Francisco Asín Remírez de Esparza señala la influencia del tratamiento de lo heroico de la novela de Benito Pérez Galdós homónima48. En efecto, esta parece ser una referencia constante en la biografía de Jarnés. Esta coincidencia ya había sido indicada por algunas de las críticas contemporáneas de la obra que se han señalado, y por algunas posteriores, como ésta de Asín. Este análisis comparado desborda las previsiones de espacio de este trabajo, pero aguarda un estudio en donde se pueda documentar de modo más nítido la comunión de enfoque del personaje entre ambos autores. Baste, por el momento, tal y como parece sugerir Peter A. Bly para el caso de Galdós, constatar el co[88]mún tratamiento comprensivamente humano del héroe49. Ambos autores quisieron utilizar la figura de Zumalacárregui para “establecer una categoría muy suya de superhéroe espiritual”50 y, de hecho, el antecedente de los Episodios Nacionales de Galdós parece ser un referente e inspiración para toda la colección en la que se incardina la biografía de Jarnés.
Más recientementemente, algunas enciclopedias de Historia de la literatura han recogido varias notas relacionadas con la biografía de Jarnés, y señalan un similar tratamiento de lo heroico. Felipe B. Pedraza y Milagros Rodríguez, al abordar las biografías dentro de la obra literaria de 46 “Al filo de los años treinta y, cuando ‘un nuevo romanticismo’, con su vuelta al interés por lo humano, vuelve a
imponerse en el panorama artísticoliterario, la editorial EspasaCalpe lanzó su colección de ‘Vidas españolas e hispanoamericanas del siglo XIX’, de exitosa acogida entre el público lector. La impronta orteguiana, con su valoración de la vida sobre la historia, de la personalidades egregias sobre la grey, es muy visible en el lanzamiento de la colección, donde se destacan las personalidades sobre un borroso y caótico fondo histórico. Jarnés es el máximo colaborador de dicha colección, con sus cuatro ‘Vidas’: las de Sor Patrocinio, Zumalacárregui, Castelar y Bécquer. [...] Jarnés se recrea, en sus biografías del siglo XIX, en estos aspectos escenográficos y de sainete. [...] Lo que redime a sus biografías es que, bajo esto que ve como apariencias escenográficas del ‘medio ambiente’, busca los acontecimientos internos de sus biografiados: el develar y el llegar al fondo de su médula humana. En su rechazo del pasado histórico, también hay un deseo de libertar a sus biografiados de las que fueron las limitaciones de su época, y de que vivan un presente de plenitud, aunque sea sólo sea una plenitud de la escritura”, Víctor Fuentes, Benjamín Jarnés: BioGrafía y metaficción, Zaragoza, Insititución Fernando el Católico, 1988, pp. 135 y 139.
47 Francisco Yndurain, en su intervención en las Jornadas jarnesianas celebradas en Zaragoza en el año 1988, dijo, según se recoge en las actas, que “la biografía en Jarnés es un ensayo de interpretación del hombre en situaciones conflictivas y aun extremas, y también es una autobiografía, que queda señalada en la selección de los protagonistas, de sus valores. Jarnés, en este género, da muestra de una pluma finísima de muy varia modulación, lírica, enfática, doctrinal. Es un autor cimero del género, pues mientras otros se limitan a informar, las biografías de Jarnés son un trampolín, mental, sensitivo, cultural y, por supuesto, histórico”, Francisco Yndurain, “Benjamín Jarnés, biógrafo”, en Jornadas jarnesianas. Ponencias y comunicaciones, Zaragoza, Institución Fernando el Católico, 1990, p. 151.
48 Francisco Asín Remírez de Esparza, “La huella histórica de don Tomás de Zumalacárregui”, Aportes. Revista de Historia Contemporánea, Madrid, 11, 1989, p. 49. La frase entrecomillada, sin las mayúsculas, se pueden leer en la última página de la biografía escrita por Jarnés (p. 277 de la segunda edición).
49 “Regalado García fue muy duro en su crítica de la Tercera Serie […]. Yo diría todo lo contrario: estas diez novelas históricas escritas en poco más de dos años nos dan muchísimo en qué pensar y cavilar, sin que jamás se agoten todas las vías de interpretación, sobre todo en lo referente a los grandes héroes de la época, intérpretes, según Carlyle, del zeitgeist de una nación, aunque en el caso español, sería más acertado hablar de unas naciones o bandos que la componían. Lo que Galdós nos demuestra es hasta qué punto esto grandes héroes supuestamente carlylianos son hombres de carne y hueso como cualquier persona, y por ende, capaces de sublimidades lo mismo que de atrocidades y locuras”, Peter A. Bly, “De Héroes y lo heroico en la Tercera Serie de Episodios Nacionales de Benito Pérez Galdós: ¿Zumalacárregui como modelo a imitar?”, Salina, 14, 2000, p. 142.
50 Ibidem, p. 141.
Benjamín Jarnés, destacan, siguiendo las aportaciones anteriores de Emilia de Zuleta, el romanticismo del personaje, de actitud generosa y auténtica51. Armando Pego Puigbò, en su tesis doctoral, dedicó un documentado trabajo destinado a destacar las conexiones existentes entre las ideas de Ortega y Gasset sobre el arte, la novela y la filosofía –crisis de la representación mimética, la razón vital y el perspectivismo histórico–, y las biografías escritas por los autores del círculo de Revista de Occidente52. Siguiendo la crítica hasta entonces publicada, y las opiniones vertidas por Jarnés sobre el género biográfico, este estudioso considera las biografías jarnesianas un subgénero literario, mezcla de novela e historia, supeditado a sus concepciones estéticas de la narrativa de vanguardia. En su detenido estudio, analiza la biografía de Zumalacárregui desarrollando las ideas apuntadas por Emilia de Zuleta, haciendo especial hincapié en la concepción orteguiana de la circunstancia vital. Además del trabajo de Pego, encontramos un par de monografías que recientemente han vuelto a detenerse en la producción biográfica de Benja[89]mín Jarnés. Aunque son también excelentes introducciones a la nueva biografía literaria de entreguerras y a la obra del aragonés, las referencias que se encuentran al libro que nos ocupa son pasajeras. Enrique Serrano Asenjo se limita a mencionar el libro en su capítulo dedicado a la biografía jarnesiana53, mientras que JoséCarlos Mainer la trata en conjunto con el resto de biografías escritas por Jarnés para la colección de “Vidas…” de EspasaCalpe54.
Algunos de los aspectos históricos y literarios más interesantes de esta biografía ya han sido adelantados, pero aún cabe profundizar más en ellos y señalar otros nuevos. Tras la revisión de estas aportaciones críticas hay, al menos, tres cuestiones que invitan a ser abordadas con un mayor detenimiento. La primera de ellas es la adscripción genérica del libro, de esta biografía entreverada de literatura e historia. La segunda, es en qué medida se puede calificar de románticos al personaje y al autor. La tercera es la controvertida cuestión de la lectura ideológica de la biografía de Jarnés. Es decir, ¿cuál era el posicionamiento ideológico de Jarnés en el momento en que en España acaba un régimen estatal y otro nuevo está a punto de comenzar?
Comencemos por la primera cuestión, la adscripción genérica del libro. Como volumen aparecido en una colección literaria de “Vidas”, con una estructura narrativa predominantemente cronológica y lineal, –comienza describiendo la “cuna” y termina describiendo la “tumba”–, referida a un único personaje histórico, se trata indudablemente de una biografía. Sin embargo, no estamos ante una biografía académica, erudita o historiográfica. Aunque existe un abundante trabajo de documentación, como demuestra la presencia de numerosas citas entrecomilladas procedentes de diversos textos anteriores a la biografía, las referencias bibliográficas aparecen sin aparato crítico de notas, y sin referencias bibliográficas completas. Se alude a las fuentes, pero de modo indirecto e incompleto. Se trata, por tanto, de un texto en el que cuenta más la interpretación de las fuentes históricas que el estudio analítico, pormenorizado y exhaustivo de las mismas. Los documentos citados mantienen al texto dentro del campo referencial, aunque es tratado sin los protocolos de la rigurosidad académica. En contraste, [90] la cuidada expresión manejada por el hábil prosista aragonés nos lleva al campo de la expresión literaria. Dada la intención literaria del libro, el carácter
51 Felipe B. Pedraza Jiménez & Milagros Rodríguez Cáceres, Manual de literatura española. X. Novecentismo y vanguardia: Introducción, prosistas y dramaturgos, Pamplona, Cenlit Ediciones, 1991, p. 405.
52 Armando Pego Puigbó, “2.2.3. Jarnés, biógrafo”, La propuesta estética de Benjamín Jarnés: un proyecto narrativo, Departamento de Filología Española I, Sección de Teoría de la Literatura, Tesis Doctoral, Dos tomos,[CDROM], Madrid, Servicio de Publicaciones de la Universidad Complutense de Madrid, 1997, pp. 363394.
53 “Entre el plan de trabajo expuesto en 1929 y los centrales ensayos de 1935 que se verán, Fauna contemporánea (1933) se asoma esporádicamente a lo biográfico, cuando Jarnés ha sumado a las mezquindades de la corte de Isabel II y su religiosa predilecta un personaje respetable, Zumalacárregui, el caudillo romántico (1931)”, Enrique Serrano Asenjo, Vidas oblicuas: Aspectos teóricos de la nueva biografía en España (19281936), Zaragoza, Prensas Universitarias de Zaragoza, 2002, p. 191.
54 JoséCarlos Mainer, “La obra del escritor: ensayos, moralidades, biografías”, Benjamín Jarnés, Zaragoza, Caja de Ahorros de la Inmaculada, 2000, p. 67.
referencial del mismo se refuerza mediante otros procedimientos paratextuales o supersignificativos, algunos procedentes de las artes gráficas y del periodismo, otros procedentes de la literatura autobiográfica. Veamos a continuación cuáles son:
El volumen en su edición original se presentaba con una portada enmarcada en el diseño común a todas las biografías de la colección: dentro de un marco de filetes con linotipos de diseño decimonónico, en mayúscula, se desplegaba el título de la colección y el nombre del autor. El título del libro iba en caja baja en rojo, mientras que el subtítulo era presentado en letra gótica negra. El diseño “retro” de la portada era completado, como el resto de volúmenes de la colección, por un pequeño grabado alegórico de la vida que le seguía. En este caso aparecía el escudo de armas de Ormaíztegui, el caserío paterno del niño Tomás Zumalacárregui, descrito por Jarnés en el texto55. El sentido alegórico de la torre desmochada y la espada –los fueros medievales y el carlismo– y el lobo –el ejército liberal– se mantendrá a lo largo del libro como leitmotiv56. De hecho, el mismo motivo alegórico aparece al final del libro, cerrándose así el sentido de la obra57.
Las ediciones de los años treinta incluían otros interesantes elementos paratextuales directamente relacionados con la estructura de la biografía y el carácter referencial del género. El envés de la anteportadilla presentaba un anuncio con la lista de obras publicadas en la colección de “Vidas…” hasta el año 1930 y 1932, en la primera y segunda edición respectivamente; la página siguiente contaba con dos fotograbados de objetos personales del general con una descripción al pie. El reverso de la misma página contenía una copia de un retrato a plumilla o carboncillo del general con su boina carlista y el bigote unido a las pobladas patillas58. Venía, además, acompañada al pie de la reproducción de la rúbrica autógrafa del general59. Las fo[91]tografías e ilustraciones, eliminadas en la última edición del libro, tienen una importancia estructural básica en toda la obra, ya que condicionan el horizonte de recepción del lector hacia una lectura referencial. Las fotografías de los caseríos en los que nace y muere Zumalacárregui ilustran “su cuna” y “su tumba”, dos secuencias con descripciones de caseríos y sus alrededores con las que Jarnés abre y cierra su biografía. El soporte documental de fotografías e ilustraciones es de una vital importancia, puesto que activan el pacto de lectura referencial de la obra: la fotografía es una técnica mecánicoquímica que permite una representación gráfica veraz de un referente real e histórico de los objetos que se tratan en el libro.
El otro elemento que asegura el universo referencial –de no ficción– de la biografía es la voz diegética, identificada con la voz autorial en primera persona, del mismo modo que ocurre en los ensayos memorialísticos, autobiográficos o en los libros de viajes. Como señalamos al comienzo del artículo, existen pruebas de que Jarnés efectivamente se desplazó al norte de España para documentarse. El narrador comienza su biografía describiendo lo que parece su viaje al País Vasco en búsqueda de pruebas históricas de la vida del general. De la descripción en tercera persona de los
55 Jarnés, op. cit., p. 18.56 Véase también, ibidem, p. 64.57 Ibidem, pp. 223, 272 y 273274.58 El retrato reproducido en la biografía de Jarnés es copia del que hiciera el dibujante francés Isidoro Magués en 1837,
una vez muerto Zumalacárregui. Posiblemente utilizó como modelo el que le hizo del natural y en vida el capitán britántico Karl Ferdinand Henningsen. Cfr. “Iconografía de Zumalacárregui (recopilada por la Redacción)”, Aportes, Revista de Historia Contemporánea, 11 (octubre), 1989, pp. 1526.
59 El libro cuenta con otras cuatro láminas con ilustraciones entre las páginas 128 y 129, así como entre la 144 y la 145, con las siguientes lecturas al pie: “Espía cristino ante Zumalacárregui”, “Zumalacárregui en HuarteAraquil [/] Zumalacárregui herido”. “[Haz] Retrato de Doña Pancracia de Ollo, mujer de Zumalacárregui. [/] Miniatura de la una de las hijas de Zumalacárregui”. El envés contenía dos fotos que bien pudiera haber tomado el propio Jarnés durante su viaje de documentación al País Vasco: “Casa donde nació Zumalacárregui (Ormaíztegui). [/] Casa MazkiaranBarrena (Zegama), donde falleció Zumalacárregui”. Algunas de estas ilustraciones se reproducen en el número dedicado a Zumalacárregui por la revista Aportes (11, octubre, 1989). Tan sólo se identifica la fuente original de la ilustración con el pie “Espía cristino ante Zumalacárregui”, grabado de John F. Lewis, apaisado, de 60 x 70 cms. en su original (p. 23).
elementos del paisaje, salta a la primera persona al entrar en los edificios –iglesia y caserío–:
En Ormaíztegui no faltaron nunca maravillas. Porque sé que una de ellas fue humana, busco por todo el pueblo las huellas. […] Al salir, detrás de la puerta de la salita –y archivo parroquial– leo otro nombre, una firma. […] En la casa que fue del caudillo nos recibe un labriego […] Receloso, me muestra la alcoba histórica60.
Un narrador en primera persona, que cabe ser identificado con el autor del libro –investigador y autor de biografías–, se describe a sí mismo como un forastero que acude al encuentro de testimonios históricos a una aldea guipuzcoana. Esta voz diegética se dirige al objeto de su búsqueda en segunda persona, mientras que describe el paisaje y paisanaje vascos en tercera persona. Siempre en un presente histórico actualizador, la referencia a la carretera del pueblo y al tren enmarca la narración en el siglo XX: [92]
Sí, detrás de un arcón, el labriego busca un papel mugriento. ¡Por fin, general! ¡Detrás de un arcón! ¡Ya di contigo! Estás aquí y en la sacristía. Has venido a presidir modestamente el acto ritual de revestir una casulla. Y en tu propia casa te tienen reservado un rincón defendido de los hocicos paquidérmicos. Horas más tarde, en un tenducho […] compro una fotografía. Y a la noche, cuando desde esta hondura negra se ve pasar muy alto un trenecito de juguete […] coloco ante mí tu retrato y, un poco triste comienzo mi prólogo a una sombra61.
Dicho prólogo –¿la secuencia inicial?, ¿la totalidad del libro?– está conformado por una etopeya del militar vasco, en donde se van desnudando las claves del libro que sigue: una reflexión sobre la necesidad de un monumento al héroe, su caracterización como héroe romántico y la descripción de su carácter recto y sufrido.
La secuencia final del libro es, en cierto modo, espejo de la primera y refuerza en el libro la señalada estructura circular. El narrador, después de hacer balance de la vida del personaje con una imprecación vocativa62, cuenta en primera persona cómo llega un domingo soleado de agosto a la iglesia de Zegama, en donde se encuentra el sarcófago de Zumalacárregui. Al encontrarse con el monumento esculpido, de nuevo aparece el recurso retórico del vocativo al personaje, representado de nuevo por el retrato escultórico de su sarcófago:
Es domingo. El templo está abierto, y, desde el coche, penetro directamente en él. Bruscamente, apenas traspasado el umbral, me sale al paso Zumalacárregui. Aquí está, sobre sus propios restos, subido a un sarcófago, hecho piedra inexpresiva, helado fantasma de sí mismo. […] Después me punza de nuevo esta interrogación: –Zumalacárregui, capitán general de un milagroso ejército, ¿verdad que ante ti mismo no pasaste de coronel?63
El recurso es literario, retórico si se quiere, pero en ningún momento se produce la metalepsis típica de las novelas de vanguardia de la época. El orden espaciotemporal de la narración se mantiene en todo momento separado del espacio y el tiempo de lo narrado. Tan sólo coinciden en la secuencia prólogo de “Su cuna” y en la secuencia epílogo de “Su tumba”, únicos momentos en los que el uso de la primera y segunda personas permiten hacer coincidir el tiempo del acto de narrar con el tiempo de lo narrado. Pero de ningún modo se mezclan de forma violenta o inverosímil los dos mun[93]dos. Es referencialmente verosímil que un narrador le hable a un retrato de una persona muerta casi cien años antes. Que el retrato le conteste al narrador es un hecho que sí pertenece al mundo de la ficción, de la fabulación literaria fantástica. Pero esto nunca sucede en esta biografía de Zumalacárregui. El tiempo histórico narrado nunca se mezcla con el tiempo de la narración referencial y autobiográfica. En el segundo tiempo o espacio del libro, el personaje
60 Jarnés, op. cit., pp. 12 y 13.61 Ibidem, pp. 13 y 14.62 “Tomás Zumalacárregui: […] ¿No ha sido todo un sueño, del que te despertó el balazo de Begoña?”, Ibidem, p. 274.63 Jarnés, op. cit., p. 275. La cursiva es nuestra.
histórico aparece, más que como un donjuanesco convidado de piedra, como un convidado de papel64. Es decir, aparece como representación dentro de una representación, “hecho piedra inexpresiva, helado fantasma de sí mismo”, como acabamos de leer. Por tanto, no hay metalepsis narrativa en esta biografía. Pero, ¿estaríamos ante una estructura de relato referencial enmarcado en una ficción? En estas dos secuencias no hay trama argumental, tan sólo un narrador en primera persona que se describe a sí mismo en la búsqueda de su objeto. Los personajes secundarios tienen menor presencia que el objeto de la búsqueda. Nunca sabremos si todo lo que cuenta el narrador coincide con sucesos acaecidos al escritor Benjamín Jarnés en su labor de investigación, pero “el pacto autobiográfico”65 implícito en el uso de esa primera persona diegética, nos invita a continuar la lectura en clave referencial, y a tomar la primera persona como la representación del propio Jarnés. Parece ser que Jarnés estaba respondiendo a las cuestiones que sobre la posibilidad de usar la biografía como forma de expresión del biógrafo se había planteado66. Si hay algo de ficción en esta biografía de Zumalacárregui, no será mayor que la que hallamos en las memorias, los relatos de vida y las autobiografías en las que no se encuentra un pacto autobiográfico explícito o que incurren en la mentira.
Lo que sí parece claro es que ambas secuencias pertenecen a la estética propia de la época, al gusto jarnesiano y de sus contemporáneos por los incisos metarreferenciales en la narrativa67. La biografía contará con varios incisos de este tipo a lo largo de su desarrollo. Así, cuando relata la vida [94] del capitán Zumalacárregui durante la guerra de la Independencia, el narrador abrevia con un paréntesis:
(Detenerse aquí sería repetir la historia más repetida de España; y esto es, sencillamente, cierto bosquejo biográfico de uno de tantos capitanes.) […] (¿Será preciso ir anotando los menudos sucesos de la vida de guarnición en que intervino el capitán Zumalacárregui?)68
Más adelante, ante los aspectos técnicos de una batalla, de nuevo abrevia, y vuelve a esconderse en la falsa modestia del literato metido a labores de erudito y llama de nuevo “esbozo biográfico”69, “bosquejo”70, “breve ensayo” o “pequeño” al libro71. En otra ocasión considera “imposible reproducir la abundante correspondencia de Zumalacárregui”72, o comenta que no puede detenerse en una enésima batalla bajo el riesgo de hacer “esta reseña […] interminable”73. Antes de acabar el primer tercio del libro, Jarnés hace recuento de las mermadas tropas iniciales de Zumalacárregui
64 Título de una novela de Benjamín Jarnés, El convidado de papel, Madrid, Historia Nueva, 1928.65 Cfr. Philippe Lejeune, El pacto autobiográfico y otros estudios, trad. A. Torrent & Á. G. Loureiro, Madrid,
MegazulEndymion, 1994 (1975, 1980, 1986).66 “Aquí está, precisamente, la raíz del problema. En la dificultad de que el artista, cuya obra será siempre –de cerca o
de lejos– una autobiografía, puede escribir la biografía de los otros. El artista desdeña todo lo que no le sirva como medio de expresarse. La biografía, pues, la utilizará en este sentido; pero ¿es posible que puedan ir juntos el instrumento y el fin?”, Benjamín Jarnés, “Vidas oblicuas”, Revista de Occidente, T. XXVI, 77, 1929, p. 252.
67 Cfr. Víctor Fuentes, Benjamín Jarnés: Biografía y metaficción, Zaragoza, Institución Fernando el Católico, 1989; y Domingo Ródenas de Moya, Los espejos del novelista. Modernismo y autorreferencia en la novela vanguardista española, Barcelona, Península, 1998.
68 Jarnés, Zumalacárregui, 1932, p. 30 y 31.69 “(Para la vida doméstica de Tomás apenas queda lugar en este esbozo biográfico. Ni ayudaría mucho a la
interpretación del hombre saber en qué sedosos brazos se convertía en niño […])”, ibidem, p. 36.70 “Los pormenores de este encuentro –como los de muchos otros posteriores– harían interminable este bosquejo”,
ibidem, p. 93.71 “Noblezas heredadas sobran en Guipúzcoa y en España, y en este pequeño ensayo biográfico no hay por qué tener en
cuenta heráldicos pedruscos. […] Las hazañas del joven colaborador de Mina [Luis Fernández de Córdova] está minuciosamente detalladas por su hermano Fernando en las célebres Memorias. Ellas –como otros muchos libros podrán ser el complemento de este breve ensayo. […]“Ya otras veces –¡tantas incidencias se vinieron omitiendo en este breve ensayo!– le habían saludado las balas: su carne y el plomo eran viejos amigos; pero esta bala de hoy estaba resuelta a ser histórica…”, ibidem, pp.17, 199 y 267.
72 Ibidem, p. 104.73 Ibidem, p. 254.
frente al ejército de todo el Estado, y anuncia que “todo lo que sigue”, esto es, la primera guerra carlista hasta la muerte del biografiado, “es, pues, sencillamente, la demostración matemática de un genio”74. El libro cuenta cómo alguien consigue crear casi del vacío todo un ejército rebelde y muere a cambio de nada. La cuestión de los números en el debe y haber vital del personaje vuelve a aparecer más adelante y da motivo para un nuevo paréntesis catafórico75. El inventario se puede leer en las páginas finales, tras la muerte de Zumalacárregui, en la parrafada retórica en que el narradorbiógrafo76 se [95] dirige a su personaje: “Saliste de Pamplona a pie, y ahora tienes tres caballos. Esas son tus ganancias. Lo demás, un sueño. Es decir, una vida, una admirable vida”77. Jarnés termina su libro con un encantador truco de ilusionista, lleno de lirismo poético y cargado de intención metaliteraria:
En el jardinillo corto unas dalias sangrientas. Con ellas en la mano, regreso a Ormáiztegui, donde aquella misma noche comienzo –desesperanzado– cierto posible libro sobre el héroe, del cual estas páginas son apenas un tímido bosquejo78.
La broma tuvo su gracia, porque la crítica picó en el anzuelo. Muchos de los críticos no supieron ver el lirismo irónico de Jarnés, la gracia de la miseenabîme y el bucle espaciotemporal con que cerraba el libro en círculo. Por eso, muchos de ellos dieron por cierto el anuncio retórico de un segundo libro de Jarnés sobre Zumalacárregui79.
“Prólogo a una sombra”, “reseña”, “breve ensayo”, “esbozo biográfico”, “bosquejo biográfico”, ¿qué adscripción genérica daba el propio Jarnés a su libro? Ante la disparidad de pareceres que había suscitado entre la crítica la biografía de Zumalacárregui, Jarnés posiblemente sintiera la necesidad de poder explicar la verdadera intencionalidad de su libro. Él, tan aficionado a los prólogos explicativos que funcionaban a modo de manual o instrucciones de lectura de sus experimentos literarios había dejado, de modo insólito, exento de introducción teórica su volumen sobre Tomás Zumalacárregui. Esta excepcionalidad quizás se explique por el hecho de haber incluido un prólogo bastante profuso en su biografía anterior, dedicada a la monja de las llagas, y que exponía su programa teórico sobre lo que debía ser, a su entender, una biografía literaria. De este modo, Jarnés quiso terciar en la polémica para explicar su intención, y publicó en la madrileña revista Nuevo Mundo tres párrafos, desconocidos hasta el momento por la crítica jarnesiana, en donde desarrolló cuál fue su voluntad al escribir la vida del caudillo carlista. Su intención fue, ante todo “exaltar al hombre”, [96] para lo que se sirvió de la figura de Zumalacárregui como “pretexto, como un ejemplo”. En relación con el personaje Jarnés señala:
El valor de la humanidad es el más alto, quizá el único respetable de la tierra. Lo demás aún las representaciones’ de más ilustre rango, no son nada frente al valor esencial humano. El hombre, en tensión̒ máxima, sometido a pruebas extremas, puede dar rendimientos sorprendentes, como en nuestro ejemplo de Zumalacárregui. Si no los dio mayores, es porque cerca de él está siempre esos otros valores meramente representativos, lentamente creados por la historia, por la tradición, que cortan las alas de todo hombre excepcional80.
74 Ibidem, p.72.75 “(Anotemos también estas cifras, puesto que hemos de hacer, cuando muera, el copioso inventario del héroe.)”,
ibidem, p. 172.76 Tras señalar que Zumalacárregui se pierde en el bosque, Jarnés, biógrafo, se pierde: “Se perdió con sus dos
camaradas en un bosque. Y el biógrafo también se pierde”, ibidem, p. 37.77 Ibidem, p. 274.78 Ibidem, p. 277.79 “Esperamos con impaciencia la labor que nos promete sobre el mismo tema en las últimas líneas de este “ensayo”,
como él califica modestamente a su bello libro”, López Prudencio, art. cit. “Y es entonces –cuando dio cima a su minuciosa preparación– que comenzó a escribir su libro, sacrificando a la brevedad la abundancia de datos (probable andamiaje de un libro futuro) y prescindiendo de muchas filigranas literarias por atender a la solicitud narrativa”, Darío Pérez, art. cit. “Tal vez algún día, andando el tiempo y la pluma, Benjamín Jarnés nos ofrezca otro Zumalacárregui más repleto de datos, con una mayor continuidad en sus pasos y en el desarrollo de los acontecimientos que le conmovieron”, Miguel Pérez Ferrero, art. cit.
80 Benjamín Jarnés, “Escaparate literario. Autocrítica de tres libros del momento. Zumalacárregui por Benjamín
A Jarnés le interesa “lo excepcional humano”, la genialidad de los grandes personajes intelectuales, “lo único capaz de hacer soportable el mundo”. El poder del espíritu es para él el auténtico poder, el poder que procuran siempre aplastar los que dominan por la riqueza o por la ley hecha a medida:
El libro Zumalacárregui debió ser desarrollado como una biografía más, y así fue desarrollado; pero ¿quién duda que el tema pudo sugerir otro libro, aquel en que se viese, a través de la historia, o de un fragmento de ella, cómo en el mundo los valores artificiales se engullen, asesinan siempre al legítimo? Zumalacárregui, hombre excepcional, legítimo caudillo –por su bondad y por su energía nunca fanfarrona– fue mediatizado por la necedad de un hombre ‘representativo’; y fue víctima de su propia obediencia, de su amor a principios momificados81.
El aragonés explica cómo el genio de Zumalacárregui residió en su conocimiento y habilidad como estratega militar. En determinado momento, el autor llega a denominarle “Pirandello de la estrategia”. Jarnés, en su habitual tono humilde, casi de falsa modestia a lo “profesor inútil” –título de una de sus novelas–, concluye con la siguiente reflexión:
Como se ve, la materia no pudo ser más rica, pero dudo que en mi libro haya sido suficientemente aprovechado. Ahora veo todas las lagunas, todas sus deficiencias… ¡Qué tristeza no poder acabar nunca un libro! Además, ¿por qué escribiré yo biografías? El ‘hecho histórico’ sólo me interesa como materia artística, y esto equivale a… no interesarse por el hecho, o a preferir hechos falsos –falseados con arreglo a una concepción ajena a ellos–. Y transfigurar un hecho es hacerlo desaparecer como ‘dato’ por aprovecharlo como tema. La historia no tolera esos tránsitos82.
[97] Aunque la literatura sí los admite, cabe apostillar. Jarnés, que sabe que no puede o no quiere dar lecciones de historiador o de erudito biógrafo, esconde bajo la modestia su maestría como escritor de literatura, como biógrafo –ensayista y narrador– literario. Termina su “autocrítica” comparándose, de modo indirecto, nada menos que con Goethe y su Tasso, y con Schiller y su Juana de Arco. Si bien estas obras literarias son históricamente erróneas, como demuestra el hecho de que Juana de Arco muera en la batalla en vez de en la hoguera, no son menos válidas como literatura por ello. Jarnés concluye que si no todos los héroes pueden cambiar así su muerte, “–al pasar por el artista– cambian inexorablemente de vida”.
Esto mismo sucede con su Tomás Zumalacárregui: ¿por qué razón el caudillo carlista pasó a ser caudillo romántico? Como vimos, algunos de los críticos señalados cuestionó el verdadero sentido romántico del tradicionalista. Jarnés emplea el término desde el título, y cabe preguntarse en qué sentido lo aplicó a su personaje. Como todas las biografías de la colección de EspasaCalpe, los pintorescos personajes de un siglo mediocre necesitaban un subtítulo:
las biografías del siglo XIX deben llevar un subtítulo: sus nombres deben llevar apodo, un guiño anecdótico que sustituya al ausente acento categórico83.
Para el caudillo de la primera guerra carlista, Jarnés adoptó el adjetivo de “romántico”, aunque no en un sentido estético, intelectual o sentimental del movimiento cultural decimonónico, sino “por la reivindicación de sus aspectos vitales, energéticos o de pasión no esquemática”84. Frente a la inautenticidad del romanticismo de pose o de retórica, Jarnés presenta a su personaje como un romántico en un sentido activo y vital:
Eres tal vez el único auténtico romántico entre todos aquellos que tan fácilmente se agruparon en torno a la supuesta legalidad… o a la mayor seguridad de un trono sin monarca. Tu romanticismo, en todo caso, fue el más puro. El de la inquietud por la inquietud. Ese romanticismo que en los demás caudillos de tu siglo apenas fue más que postura –porque hubo también matones de la inquietud– fue en ti la noble razón de tu existir y de
Jarnés”, Nuevo Mundo (27 de marzo), 1931, [s. p.].81 Ibidem. 82 Benjamín Jarnés, art. cit., 1931, [s. p.].83 Benjamín Jarnés, Feria del libro, Madrid, EspasaCalpe, 1935, p. 194.84 Armando Pego Puigbó, op. cit., p. 98.
tu obrar. Por eso en ti el romanticismo es armónico, vital argamasa por quien toda tu estructura se explica. En nada semejante al superpuesto, al imitado de tantos rumbosos modelos de Occidente.85
La concepción del romanticismo utilizada por el biógrafo es la de la pasión matizada por la inteligencia irónica, y, como muy bien ha señalado [98] Jordi Gracia, procede del primer romanticismo alemán, todavía próximo a la Ilustración86. Esta concepción que del arte y del ser humano que tenía Jarnés, fue desarrollada algo más tarde en su conferencia “Sobre la gracia artística”:
El entusiasmo, en efecto, no es buen amigo de la técnica, como el homo románticus’ es poco amigo del homo̒ ̒ faber’; pero en el pleito, yo me decido siempre a votar por un tercero, por el románticus faber’, por la̒ vehemencia vigilante. No es esto eclecticismo, es integralismo, por llamarlo de algún modo87.
En el prólogo a su novela Teoría del Zumbel (1930) ya había dejado escritas algunas ideas de las que más tarde se hace eco en su conferencia y en su concepción de Zumalacárregui:
No vale planear, como el romántico, en una sola región del penacho heroico, de la luenga cabellera esparcida al huracán –región del ensueño–; ni vale maniobrar ligeramente, como el realismo, en la clara región de las horas despiertas –etapa de la vigilia–; ni navegar como el tenaz freudiano por los turbios caudales del sueño, enfangado por corrientes subterráneas de dudosa y a veces maloliente procedencia. ¿Por qué no llegar en arte a una concepción del tema que abarque las tres latitudes: el subsuelo, la tierra firme, el vago azul?88
Ésta es la propuesta estética de Jarnés: la integración de los estilos de la era contemporánea –romanticismo, naturalismo y vanguardia surrealista–, para dar una visión integral del ser humano. De este modo, pretendía prescindir de todos los ismos, trenzar en una misma obra el ensueño, la vigilia y la pulsiones de la libido. Esta concepción parece estar detrás de la teoría [99] de la personalidad desarrollada por el psicoanálisis –superego, el ego y el ello–, aplicada a la propuesta de una estética y un humanismo integral:
Nunca un tercio de hombre, sino los tres fundidos, ensamblados, armónicos. El hombre –artista, filósofo, científico– para quien la verdad y la belleza no se presentan nunca de cara, o se presentan con muchas. A quien las prolongaciones subterráneas y los penachos románticos interesan igualmente. El hombre triple, integral, gavilla de ímpetus. Algo más que todo un hombre: todo el hombre89. Esta concepción tiene una declarada inspiración en el filósofo alemán Friedrich Nietzsche,
pero sobre todo en la razón vital del maestro de Jarnés, el filósofo José Ortega y Gasset. Los ecos de sus Meditaciones del Quijote (1914) –la reapropiación de la circunstancia en la amorosa acción creadora–, están presentes en la caracterización utilizada por Jarnés:
Un sutil, un mágico extracto de masas, he aquí el genio. ¿Qué puede el hombre? ¿Qué puede un hombre? –se preguntaba Nietzsche–. Crear una síntesis de muchos. Ser su quintaesencia. Crear de lo que le rodea, no de la
85 Benjamín Jarnés, Zumalacárregui, op. cit., p. 15.86 “La postura de Jarnés es clara: su admiración por Heine, como en seguida subrayaré, traduce y refleja su propia
fidelidad a una estética que, como Ortega advirtió [en La deshumanización del arte], emparenta, salvadas las distancias, con el romanticismo alemán y singularmente, con el concepto de ironía de Friedrich Schlegel. [...] Arnold Hauser, por su parte, sitúa con precisión los supuestos de una estética irónica que Jarnés, a mi modo de ver comprendió y asumió como propia en gran parte: ‘El concepto de la ‘ironía romántica’ se basa fundamentalmente en su idea de que el arte no es otra cosa que autosugestión e ilusión, y de que nosotros somos siempre conscientes de los ficticio y de sus reproducciones [...]. La ‘conciencia’ y el ‘caracter deliberado’ de esta actitud, eran todavía, sin embargo, un rasgo del racionalismo clasicista que el romanticismo abandona con el tiempo’”, Arnold Hauser, Historia social de la literatura y el arte, Madrid, Guadarrama, Punto Omega, 20, 1968, T. II, p. 362. (Apud Jordi Gracia, La pasión fría. Lirismo e ironía en la novela de Benjamín Jarnés, Zaragoza, Institución Fernando el Católico, 1988, p. 31).
87 Benjamín Jarnés, Sobre la gracia artística, Conferencia pronunciada el 7 de mayo de 1932 en el Centro de Intercambio Intelectual GermanoEspañol, en Madrid. Madrid, Imp. Blas, 1932, pp. 1516.
88 Benjamín Jarnés, Teoría del Zumbel, Madrid, EspasaCalpe, 1930 (apud Sobre la gracia artística, p. 16)89 Ibidem, p. 17.
nada, como los entes celestiales.Gide contestó a estas dos preguntas: Para los artistas y para los hombres de acción, la cuestión del̒ superhombre no se plantea, o se encuentra enseguida resuelta. Su vida misma, su obra es una respuesta inmediata. La angustia comienza cuando la pregunta queda sin responder, o también en cuanto la pregunta precede de lejos a la respuesta. El que reflexiona e imagina sin obrar se envenena’. Zumalacárregui fue uno de estos superhombres90.
Ésta es su concepción integral del héroe, la de un superhombre en el que la voluntad de poder91 está puesta al servicio de un pensamiento estructurado:
Coherencia, flexibilidad: dotes generales de aquel ejército. Las aprendían todos del mejor maestro, de Zumalacárregui. No, no era un diablo. Era un hombre prodigiosamente estructurado: Todo el hombre92.
El equilibrio entre la vehemencia, el sueño y la razón producen la gracia, la obra artística agraciada, la condición superhumana del héroe. Su estética, pues, queda lejos del tan recurrente marbete de “deshumanizada”, y se convierte así en una estética triplemente humana.
De un rechazo visceral de lo decimonónico93, se pasó, con el cambio de [100] vectores estéticos provocado por la crisis de 1930, hacia una “rehumanización” de las vanguardias mediante contenidos de valor humanos. En los años treinta se fueron celebrando los distintos centenarios asociados con el romanticismo94, y la crítica de la época asoció el auge de la literatura biográfica, del “novelismo” histórico, con este “neorromanticismo”, también de origen francés:
La palabra romancisme [sic, según Maurice Bedel], sin entrar en la esencia de nuestra época, indica claramente una moda. Si la novela propiamente dicha se encuentra en decadencia, la forma novelesca invade los demás géneros literarios, con excepción de la poesía, que, por el contrario, quiere volver a su estado puro, a la musicalidad de las palabras. […] Jacques Bainville, que, desde luego, habla pro domo, afirma que la novela está destinada a perecer (como han perecido otros géneros literarios; léase Brunetière), y que sólo sobrevivirá en la forma de novela lírica, autobiográfica o de novela filosófica, como las de Voltaire. Podemos añadir la novela histórica, o, mejor dicho, la historia novelada. Sería curioso estudiar si ha sido la gran guerra la que ha despertado nuestro interés por la Historia o si eso se debe a algún otro fenómeno. El hecho es que jamás se publicaron tantas vulgarizaciones de episodios históricos, y sobre todo tantas biografías como ahora, obras que en el favor del público compiten eficazmente con las novelas de mayor éxito. No creo que en otra época un Strachey, un Ludwig o un Maurois hubiera alcanzado la reputación de que están gozando95.
En la reacción contra el mundo deshumanizado de la industrialización, la sociedad de masas y la guerra de destrucción masiva estaría en este renacimiento de los valores del individualismo liberal de estirpe romántica96 y del culto al héroe97, que se encontraría en las propuestas de
90 Jarnés, Zumalacárregui, ed. cit., 1932, p. 228.91 “En lo más secreto de tu voluntad de poderío –sin la cual no existe el hombre– sólo encontramos un propósito de
restablecer equilibrios perturbados, de contribuir a afirmar sobre la tierra lo que creíste el mejor derecho”, ibidem, p. 15.
92 Jarnés, ibidem, p. 256.93 V. gr. Antonio Espina, “Especulares. Cadáveres decimonónicos”, El Sol. Diario independiente (22 de junio), 1926, p.
1.94 “Desde hace unos años viene celebrándose en orden disperso, y sin programa ni sistema, un vago y contínuo
centenario del romanticismo. Del sector literario puro, desde la crítica universitaria, brotan con bastante frecuencia estudios y revisiones de grandes personalidades literarias de aquella época”, en “Larra y su tiempo hoy”, Índice Literario. Archivos de Literatura contemporánea, V, 38, [3] (marzo), 1936, pp. 4953.
95 Andrés Revesz, “Del carácter de nuestro tiempo. Romantisme y romancisme”, ABC (28 de mayo), 1929, pp. 67.96 “Gundolf ha sido el último gran representante de aquella concepción de la vida y de aquella filosofía de la historia
que el hombre liberal creó en la época del romanticismo. Una concepción aristocráticoindividualista de la vida y del hombre. Es decir, fue el epígono del romanticismo. O un seguidor del neorromanticismo del círculo de Stefan George. Por ello en la época de la postguerra su figura se alzaba en Alemania solitaria e incomprendida”, José Francisco Pastor, “Friedric Gundolf”, La Gaceta Literaria. Ibérica americana internacional. Letras∙arte∙ciencia, 111 (1 de agosto), 1931, p. 2.
97 Cfr. Paulino Masip, “Lecturas. Renacimiento del culto al héroe”, El Sol. Diario independiente (12 de agosto), 1933, p. 1.
superación del Arte puro o “deshumanizado”. Siguiendo el generalmente malinterpretado diagnóstico de Ortega, algunos autores se proponían una “rehumanización” de la que habría participado la biografía: [101]
El pueblo, frente al Arte ‘puro’, sigue prefiriendo la biografía y el tema social, es decir, lo humano genérico. Pero también frente al arte de masas sigue prefiriendo el conflicto individual, es decir, lo humano específico. Si gusta el reportaje es porque no tiene literatura; como busca lo sexual precisamente huyendo de la pornografía. Busquemos nosotros el atraer el pueblo al Arte y no hacer descender el Arte al pueblo, como quieren los literatos de ‘masas’, porque en Arte, como en todo, el pueblo sólo quiere que le repitan lo que ya conoce, quizá, como los niños los cuentos, para dormirse mejor98.
No obstante, esta mirada hacia la rehumanización de los contenidos artísticos y literarios, hacia una estética neorromántica, no fue uniforme, y participó de los conflictos ideológicos de los años treinta99. Pronto, este neorromanticismo y apuesta estética por los contenidos humanos adoptó un cariz político revolucionario marxista del que nunca participó Jarnés. Así lo expuso José Díaz Fernández en su conocido ensayo de 1930:
Esta vuelta a lo humano es la distinción fundamental de la literatura de avanzada, que agrega a su pensamiento y a su estilo las cualidades específicas del tiempo presente. Aquellos valores representados por el futurismo de Maiakovski, no han sido desempeñados por los nuevos escritores: síntesis, dinamismo, renovación metafórica […] Para eso se necesita, sencillamente, un nuevo romanticismo. Yo lo auguro para el arte y para la vida. […] Los mejores espíritus de nuestra época preconizan para hacerse cargo de esta responsabilidad histórica, una austeridad y un misticismo ejemplares. Pienso que los nuevos románticos han de parecerse muy poco a los románticos del siglo XIX. Carecerán, afortunadamente, de aquel gesto excesivo, de aquella petulancia espectacular, de aquel empirismo rehogado en un mar de retórica. Pero volverán al hombre y escucharán el rumor de su conciencia100.
El grupo de redacción de la revista Nueva cultura, ante el inminente enfrentamiento civil en ciernes, adoptó este mismo sentido revolucionario del romanticismo:
Sí, es necesario, urgente, hablar de nuevo del romanticismo. El volver a valorizar una época, al vivirse su centenario, nos obliga a confrontarnos, a mirarla de frente, a ponernos delante de su espejo y a negarla o afirmarla si nos reconocemos o no en ella. Sirven estas revisiones de propia lección, de estímulo y de auxilio. La lección romántica no podemos pasarla en silen[102]cio precisamente cuando estamos en pie de guerra y el mal del siglo –acción y pasión hasta el desfallecimiento, la agonía y la muerte– vuelve a penetrarnos con más ardor y decisión que nunca101.
Tal y como estos autores de la avanzada social señalaron, una distancia política les separaba de otros escritores que, al igual que ellos, habían reparado en la actualidad de la dimensión estética del romanticismo, aunque no en la revolucionaria102. Sin embargo, su repulsa por las ideologías
98 Pedro Caba & Carlos Caba, “La rehumanización del arte”, Eco. Revista de España, II, IX, 1934, [s.p.].99 “Podremos acercarnos, al prestar especial atención a la práctica biográfica jarnesiana, a las conflictivas relaciones
que los autores de este grupo mantuvieron con el romanticismo, casi exclusivamente el español, el cual atraía su interés en función de analizar la crisis política y social de la España contemporánea”, Armando Pego Puigbó, op. cit., p. 99.
100 José Díaz Fernández, El nuevo romanticismo. Polémica de arte, política y literatura, Edición, estudio y notas de José Manuel López de Abiada, Madrid, José Esteban Editor, 1985, pp. 56 y 57.
101 César M. Arconada, María Teresa León, Arturo Serrano Plaja & Rafael Alberti, “Romanticismo y Juventud”, Nueva Cultura, Número extraordinario (abril), 1936, p. 2.
102 “Los escritores de Madrid que han compuesto este número, creyeron indispensable la colaboración de ciertos valores de la letras españolas que por diferencias políticas anteriores y opiniones distintas sobre la literatura actual y su necesidad de nuevo contenido y orientación no habían colaborado antes con nosotros. Estando este número en manos de los obreros y jóvenes lectores de NUEVA CULTURA este número extraodinario, pretendemos ayudarles a comprender el siglo XIX en su valoración artística y revolucionaria. Para ello, junto a los poemas amorosos de Bécquer, van las proclamas de la Commune de París, y junto a las simples ilustraciones, la representación gráfica de los movimientos insurreccionales. Una pequeña historia del movimiento obrero sigue el camino del desenvolvimiento literario. Todo ello se produjo simultáneamente, y no hemos querido quitar al Romanticismo ninguno de sus diversos matices e inquietudes”, César M. Arconada, María Teresa León, Arturo Serrano Plaja &
revolucionarias o totalitarias nunca fue una disculpa para el compromiso con la libertad democrática de Benjamín Jarnés. Lejos del apoliticismo, Benjamín Jarnés está entre los firmantes de un manifiesto político que en abril de 1929 había pedido a Ortega y Gasset la dirección de un nuevo partido de “sensibilidad liberal”, constituido como “un grupo que no adquiera con los viejos partidos históricos otro compromiso que el de la mutua ayuda en los problemas comunes, ni alce otra bandera que la del pensar libre y moderno, dentro de la soberanía fundamental del derecho”103. Dentro del mismo manifiesto se incluye la carta en la que Ortega declina la invitación a dirigir dicho partido en ciernes. Pero aconsejó a sus seguidores “intervenir enérgicamente en la vida pública”, implicarse en la fabricación de “un nuevo Estado”, puesto que “por vez primera desde hace centurias, va a ser posible un ensayo grande de reorganización nacional”104. Para esta labor hacía falta “inventarlo todo: los grandes temas, las ideas jurídicas, los gálibos de las instituciones, los sentimientos motores y hasta el vocabulario”, así como “gente magnánima y de cabeza alta, enérgica en sus ideas y en sus actos, [103] pero muy sobria en sus patetismos”105. Los consejos más urgentes que Ortega adelantó en ese momento fueron:
1º. La situación presente de la vida española exige que un grupo de hombres nuevos, seccione radicalmente toda comunicación y continuidad con el pasado de la política nacional en todas sus formas y modos.2º. Consecuencia de lo anterior, es que no pacte con la tradicional división en derechas e izquierdas, división que, ejecutada en tiempos pasados, se refiere a cuestiones viejas, y aceptada hoy retrotraerá inexorablemente la política a posiciones antiguas.3º. Que la base de la política futura ha de ser el liberalismo, y por tanto, hemos de ser liberales; pero en forma distinta de los pretéritos. […] A despecho de anécdotas transitorias, el europeo de 1929 es liberal de nacimiento106.
Jarnés sigue en su explicación de Zumalacárregui estos consejos de Ortega y Gasset. Se muestra contrario en numerosas ocasiones a la histórica división de los españoles en bandos enfrentados e irreconciliables:
La ambición, tan española, de simplificar situaciones, de definir bandos, de señalar dos caudillos, dos paquetes opuestos donde pueda encerrarse lo más dispar, siempre que pueda ser utilizado como proyectil para ofender al adversario, hizo que entonces se encerrasen en el paquete Isabel las ideas llamadas disolventes […] y en el paquete Carlos las ideas tradicionales, el viejo y sesudo monarquismo107.
Jarnés se opone al tradicional cainismo español, condensado en el tópico de las dos Españas enfrentadas a muerte:
Se iban ingenuamente definiendo dos Españas: la España negra y la España roja. La vuelta de espaldas al siglo y la que mira hacia delante sin saber apenas por qué. La desgarradura fue sangrienta. Zumalacárregui tuvo en sus manos la tela en que se iba pintando el choque de las dos fuerzas: la inercia y el impulso aventurero. Estaba en el cruce de los dos impulsos: el posesivo y el creativo. Pero una vida nacional sólo avanza por impulsos creativos, y Zumalacárregui –inconscientemente, acaso– puso la suya al servicio de la voluntad de poseer y guardar lo conservado. Nunca en España se vio un tan gran caudillo defendiendo causa tan pequeña. Con todas sus torpezas, con todas sus turbulencias, comenzaba a bosquejarse en España un sentimiento –porque aquí es inútil hablar de ideas– liberal108.
Jarnés es un partidario de las ideas y no de los sentimientos liberales. Ésta es la diferencia entre el liberalismo pretérito y el liberalismo que Jarnés, [104] junto con su maestro Ortega, defiende. Por
Rafael Alberti, “Justificación a este número”, Nueva Cultura, Número extraordinario (abril), 1936, p. [69].103 [Antonio Espina, et al.], “Señor don…”, en José Ortega y Gasset, Obras completas, tomo XI, Madrid, Alianza
Editorial, 1994 (1983), p. 102.104 Ortega y Gasset, ibidem, p. 103.105 Ibidem, pp. 104 y 105.106 Ibidem, p. 104.107 Jarnés, Zumalacárregui, ed. cit., 1932, p. 179.108 Ibidem, pp. 180181.
eso lamenta que la genialidad del hombre nuevo, creativo, moderno109, que necesitaba España, entrase en el juego histórico al lado una causa inerte:
Y Zumalacárregui, con todo su ejército de fantasmas –mucho más numeroso de lo que él pudo suponer– salía al encuentro de la emoción creadora recién nacida. Nunca se vio espíritu tan vehemente, tan impulsivo, defendiendo causa tan inerte. […] Zumalacárregui, menos D. Carlos, hubiera sido el hombre soñado por España. Así fue su general más insigne. […] Porque el Infante nada añadió a la gran figura guipuzcoana: al revés, le restó. Y, en fin de cuentas, la suprimió. Porque siempre las monarquías acaban por engullirse a sus mejores hombres. Por dejar flotando al viento un glorioso pendón, sacrifican al abanderado más ilustre110.
Si Jarnés, en cierto modo, no disculpa a Zumalacárregui por su error político, al menos no lo censura ni lo prejuzga111, sino que trata de entenderlo112, manteniendo una posición equidistante entre las versiones ideológicas encontradas113. Primero, por la capacidad creadora e inteligencia del héroe, al igual que por sus circunstancias vitales, periféricas al germen del liberalismo español. De este modo, su visión del héroe está evaluada de modo radicalmente separado del pasado de la política nacional, valorando la excepcionalidad del individuo por encima de los partidismos:
Zumalacárregui fue siempre realista por un tácito compromiso de honor. Y el no profundizar en las cuestiones políticas de su época, seguramente fue porque todo su tiempo lo gastó en la acción. Era un soldado, no un filósofo ni un apóstol. Un soldado, con todo su equipo de simplicidad ideológica. ¿Quién puede ahora preguntarle –sobre todo ahora, desde nuestros días– por qué defendió tan anquilosada tradición? ¿Conocía ideario mejor? […] Todos han conveni[105]do a reconocer la calidad de excepción del jefe guipuzcoano, aún sus mismos enemigos, extranjeros e indígenas: nadie pensó que su error de itinerario político pudiera restarle preeminencia humana. Esta suprema jerarquía del gran hombre fiel a sí mismo rebasa todo confinamiento partidista. Amaba la tradición porque hasta entonces nadie en España había lanzado una idea capaz de seducir a las gentes alejadas del hervor político. Zumalacárregui fue un hombre sin contacto con Madrid. Apenas si un día se asomó a Cádiz a recoger entre unos nombramientos su ascenso a capitán. El resto de su vida lo pasó entre cantones y vivacs, o en su remoto pupitre. Apenas leyó sino tratados de estrategia, o esa historia donde la vida de los pueblos se reduce a una lista de nacimientos, bodas y asesinatos de príncipes…114.
La segunda razón de que se sirve Jarnés para disculpar dicho error político es la incapacidad o debilidad del primer liberalismo español, un liberalismo de sentimientos y soflamas retóricas, pero no de ideas y acción creadora. La crítica de Jarnés a ese liberalismo decimonónico reside en su oportunismo político, en su constante recurso a medios nada democráticos ni verdaderamente liberales –la violencia militar–, para lograr objetivos políticos, su bajo vuelo intelectual, su despotismo115 y, sobre todo, a su incapacidad para estructurar la vida española de modo ordenado:109 “Otra vez secretario; no le abandonaron nunca la pluma y la espada… ¿Qué suerte de caudillo podrá formar esta
mezcla? Un caudillo moderno, de 1930. Zumalacárregui es acaso el único oficial español del 800 que en el 900 podría ser general europeo”, ibidem, pp. 3031.
110 Ibidem, p. 181.111 “(Si este rápido ascenso lo debe a los constitucionales, si después ha de atacarlos… pero el después lo sabemos
nosostros; para él, entonces, no existía sino una vehemente juventud, una justa ambición. No podemos censurarla desde 1930 porque ahora conozcamos el resto de su vida.)”, Jarnés, op. cit., p. 29.
112 “[Los fusilamientos] no van por orden ‘alfabético’, sino por orden de crueldad. Este no es lugar de apologías, ni siquiera de disculpas: éste sólo es lugar de ordenar y transcribir unos hechos, de apuntar –si se otean– unas causas, un enlace entre ellas. Aquí Zumalacárregui es aplastado por esa mano de hierro que gravita sobre todo engranaje humano: la tradición. El tiempo y el lugar; un código y una historia, tan cruel una como el otro”, Ibidem, p. 133.
113 “¿Cuáles fueron exactamente las frases que Zumalacárregui pronunció en aquel trágico momento? Ahí están el texto carlista y el texto cristino. Probablemente no conoceremos nunca el verdadero texto, el de Zumalacárregui”, ibidem, p. 141.
114 Ibidem, p. 45.115 “Muchos de los recién acuñados liberales de su tiempo –entre ellos su mismo hermano Miguel–, ¿podrían dale
ejemplos de claridad mental, mucho menos de heroísmo? ¿No se dejaban engañar por el despreciable adulador de los mismos invasores [franceses]? ¿No aplaudía –en lugar de suprimirlo– a un descendiente de los más petrificados déspotas, déspota él así mismo? En todo caso, la aberración de Zumalacárregui –si existe– caía fuera de su inatacable intimidad. […] ¿Y quién, lealmente, pudo entonces fijar la ruta precisa del pensamiento político español? Existía, eso sí, un vago deseo de continuar la transformación política que venía sufriendo Europa; pero, ¿quién, aparte de algunos exaltados de escasa envergadura mental, se pronunció eficazmente?”, ibidem, pp. 4445 y 4546.
Si algo había respetable en España, mal pudo entonces saberse ni nos podemos detener a averiguarlo. Apuntemos este dato: según todos los signos, la dirección de la campaña isabelina fue, españolísimamente, confiada al azar116.
Jarnés aprovechará el tema del carlismo para poder criticar la violencia bélica117 y el centralismo autoritario del Estado español en el que había caído [106] el sistema monárquico liberal durante la Restauración. Él, que había sido militar durante algunos años en Larache, sabía muy bien a qué se refería al criticar el arribismo de los militares durante la guerra colonial para conseguir ascensos y premios:
Al país rebelde acudía lo más rico en juventud de las armas españolas; en juventud y sed de gloria, porque en el Norte –luego ha sido en el Rif– podía recogerse un ascenso o una cruz a la vuelta de cualquier escaramuza118.
La dura crítica del despotismo de la monarquía –tanto la absolutista, como la constitucional–, aparece en numerosos lugares en la obra119, haciéndose extensiva al tiempo presente en el que Jarnés escribe su libro120. El autor critica tanto la pena de muerte promovida por el Estado y apoyada por el pueblo inculto121, como el irracionalismo violento del apoyo popular del carlismo122. No obstante, en ocasiones llega a mostrarse comprensivo con la causa de la defensa de los fueros, como una forma de resistencia local a la voluntad centralizadora del Estado. Jarnés encabezó su biografía con un poema en euskera, con el que demostraba cierta sensibilidad hacia el llama[107]do hecho
116 Ibidem, p. 222.117 “(Vimos, leímos las ‘relaciones de los pasados por las armas’ en 22 y 23 de abril de 1834. ¿Para qué copiar los
nombres? Nada nos dirían ya, sino aquellas palabras tan repetidas más tarde, de 1914 a 1918: ‘¡Es la guerra!’ Algo más feroz que un desquite: un sistema salvaje, entonces de rectificación imposible. Al pie de esas listas fúnebres se borra el nombre de Zumalacárregui; queda el de un general cualquiera, después de una batalla cualquiera, en una cualquiera guerra civil, es decir, insensata. Queda el de un hombre de su tiempo, no Zumalacárregui. Se mataba y se moría porque lo ordenaba la ley. Porque había sido vulnerado ‘ese derecho divino’, solemne y absurda abstracción que nos enlaza con un antropófago cualquiera de plumas en el testuz; que circula por ocultos y borrosos cauces, no del corazón, menos del pensamiento, sino de la más turbia fisiología.)”, ibidem, p. 133134.
118 Ibidem, p. 151.119 “De una y otra parte se contaron numerosas bajas, pero una feliz maniobra de Zumalacárregui decidió el éxito a
favor de la monarquía absoluta en contra de la monarquía relativa. (Porque unos y otros –¡ay!– peleaban por distintas facetas de un mismo ser: caso imprevisto en la Historia; pero España, donde las gentes siempre fueron más papistas que el Papa, ¿por qué no habían de ser, entonces, más realistas que el rey? […])”, ibidem, p. 41.
120 “(Hoy San Luis está en la reserva, pero Santiago aún persiste en activo, cerrando, como siempre, las puertas de Europa.)”, ibidem, p. 46.
121 Ibidem, p. 41.122 “Pero entonces guerrillas y tropa regular se nutrían de los mismo hombres, alternativamente, según en Cádiz o
Madrid se proclamase el pensamiento como libre o como funesta manía. El encono, la exaltación, también puede organizarse, y entonces surge una guerrilla o una banda de rateros. Se habla de pensar y en España hoy nadie piensa –¿cuándo ha pensado?–; se siente, y se lleva al extremo la pasión. Sobre todas, la pasión hacia el terruño, y si el campo y la casa y sus hombres tienen un privilegio, y alguien amenaza arrebatarlo; si en él tradición es tanto como excepción, y en el horizonte político asoma su terrible dalla un principio igualatorio, entonces esos hombres querrán huir de la nueva idea, requerirán palos y cuchillos, saldrán al campo a defenderse… Y por encima de su culto a la tierra –que es su oro y su pan– izarán todas las banderas necesarias: la de un rey u otro rey, con tal de que ese rey sepa ladinamente escribir tras de esas puertas: ¡Vivan los fueros!”, ibidem, p. 3536.
diferencial vasco123. También añadió algunas palabras apreciativas del carácter “racial” de los vascos124. En otra ocasión Jarnés se pregunta si el secreto de aquella lucha estaba en la defensa de los fueros125; más adelante señala que el ideal realista de Zumalacárregui pertenecía a una cuestión de “inercia mental”, y que ni siquiera era “achacable a ese común afán de su país por defender sus fueros –el campo, el caserío, los hombres–”126. Jarnés apunta, entre los motivos del enfrentamiento civil, la descomposición de la monarquía y del Estado tomado por los militares, que, lejos de solucionar el problema de las provincias con “cauta diplomacia”, despertaban “una vehemencia salvaje, largo tiempo oculta” que “se prendía a los nervios de España”. De este modo
[l]as provincias supuraban, encauzaban rudamente por veredas extraviadas su reserva de enconos. […] eran gentes esporádicas que poco a poco, irían sometiéndose; excepto en el Norte, [108] excepto en los bordes mediterráneos. Y apenas estas gentes, apenas dado su primer grito, sufrieron pronto un sangriento descalabro127.
En el momento en el que Zumalacárregui organiza su primer ejército y comienza a cosechar sus primeros éxitos militares, Jarnés comienza a entender las causas del conflicto del carlismo, más allá del huero pretendiente don Carlos y de la genialidad del estratega militar:
Fue entonces cuando Madrid se comenzó a creer que aquel conflicto era algo más que unos facinerosos. Navarra afirmaba su independencia ante el régimen nivelador, como antes la había afirmado España frente al rasero napoleónico. Sólo que en 1808 España no tenía caudillo –el mismo Fernando VII sólo sabía dirigir emboscadas domésticas–, y ahora Navarra, como el país vasco [sic], tenía a Zumalacárregui128.
En cualquier caso, además de esta valoración positiva del reclamo de la autonomía de las provincias –eco de La redención de las provincias orteguiana–, el verdadero asidero ideológico de Jarnés era el liberalismo europeo de raíz ilustrada y librepensadora que también propugnaba Ortega y Gasset en sus recomendaciones:
Las nacientes ideas 'avanzadas' –un poco tardías en España– comienzan a remecer la cuna; aún son infantiles, pero su pecho es una sonora caja donde hierven los gritos de Europa. El comandante Riego se rebela; días
123 “Zumalaren izenaEta aren omenaHourroun da bedatzenErregueren garthetanHiri eta kampanetanNork ez du aditzenZumalaz mintzatzen.
El nombre de Zumala y su fama se propagan. En la corte de los reyes, en las ciudades y en el campo, ¿hay alguien que no oiga hablar de Zumala? (De un antiguo cantar anónimo, aplicado en 18331835 a Zumalacárregui.)”, Jarnés, op. cit. p. 7. Estos versos están tomados de la canción dedicada al vizconde de Belzunce, que fue famoso a fines del siglo XVIII en el País Vasco; canción recogida en Voyage en Navarre, de Chaho y Le Pays Basque, Francisque Michel. Aparecen citados con su traducción en un trabajo del Barón de Juras Reales, Manifiesto del Derecho Sagrado con que se ciñe la Corona de España el Señor D. Carlos V de Borbón (Que Dios Guarde) por el Barón de Juras Reales, [s. l.], [s. ed.],1826. Hay variantes ortográficas en ambos textos y Juras Reales escribe noruc por nourk. (Cfr. Azcona, Zumalacárregui, op. cit., p. 235). También, unos años antes, Justo Gárate había hecho algunas correcciones al texto, propias de un periodo en el que el euskera no tenía su fijada su norma: “El libro presenta en su portada la canción de Belzunce aplicada a Zumala, y en el texto euskérico anotamos bedatzen por hedatzen (extenderse) y gartean por gortean (en las Cortes)”, Justo Gárate, op. cit., 1935, p. 192.
124 “Entre los baturros se batió gallardamente un vasco: Zumalacárregui. ‘De los grupos étnicos peninsulares sólo el vasco, a mi juicio –el juicio es de José Ortega y Gasset–, conserva aún vigorosas las disciplinas internas de una raza no gastada. Es el único rincón peninsular donde aún se encuentra una ética sana y espontánea. Las almas de Vasconia son pulcras y fuertes’. Como también las almas aragonesas prefieren la sana espontaneidad, Zumalacárregui, no menos rudo, no menos tenaz, había de ser entre estas gentes un héroe más. Zumalacárregui pudo recibir entonces el título de aragonés honorario”, Jarnés, Zumalacárregui, ed. cit., 1932, p. 25.
125 Ibidem, p. 13.126 Ibidem, p. 44.127 Ibidem, pp. 64 y 65.128 Ibidem, p. 119.
después el heredero de la corona de Francia muere en París, asesinado. […] en Francia rebullen bonapartistas y republicanos; la Joven Alemania quiere una política esencialmente liberal… El mundo entero va a cambiar de itinerario; se están encendiendo, nación a nación, todas las luces del siglo. ¿Irá España a quedarse a obscuras [sic]? Tal vez, porque la tradición es aquí una ubicua mano implacable que no perdona a ningún interruptor. Es el pulpo innumerable. Pero sólo nos atañe aquí seguir la trayectoria de Zumalacárregui129.
Como vemos, aunque Jarnés no participara de la concepción del humanismo social o colectivo de las corrientes ideológicas revolucionarias, no significa que su libro no poseyese una carga ideológica explícita. Su humanismo era más bien de tipo individualista, de entronque democrático y liberal. Su oposición a los poderes heredados, más que de un igualitarismo de origen socialista, procede de un aristocratismo bien entendido130 –etimoló[109]gica y orteguianamente entendido–. Se trata de un aristocratismo democrático y meritocrático, coincidente con el defendido por el proyecto reformista liberal de la inteligencia burguesa española:
Porque entonces [en la época de Zumalacárregui] los tronos no solían pertenecer al pueblo, sino a algunas familias distinguidas que se los iban legando como un juego de tazas de café. Tiempos lamentables en los que aun flotaban sobre la civilización en lento creciente, residuos de instituciones primitivas, tribales restos de épocas fetichistas en que una palmadita o unas gotitas de aceite conferían calidades divinas… Por fortuna, aquellas salvajes reminiscencias han desaparecido, ya el poder no se hereda como se hereda un caballo. El poder se gana, como se gana un campeonato de ajedrez. ¿Cómo pudieron soportarse aquellas épocas?131.
Su conclusión cabe enmarcarla en el contexto histórico del fin de la dictadura militar, de un ejército africanista macrocéfalo necesitado de reforma, a la que añadía las ideas redentoras de Ortega. Su concepción de la biografía compartía los conceptos desarrollados por Ortega en sus Meditaciones del Quijote (1914)132 –reapropiación vital de la circunstancia, perspectivismo radical y la aplicación de la inteligencia amorosa–:
El carlismo, antes que defensa de unos fueros, antes que fervor hacia un Monarca desconocido, creo que fue una pujante expresión de la vitalidad hispánica, organizada, encauzada, robustecida por el aliento de Zumalacárregui. Nunca el soldado español, con tan angustiosa carencias de medios, dio parejo rendimiento.Pero el soldado español persistió, persiste, es el mismo; luego –la conclusión es evidente–: Zumalacárregui fue el caudillo más considerable de la edad moderna española. (Y el más olvidado.) Así lo afirman quienes de cerca sintieron su mágica irradiación… Aunque no se trata aquí de formar a los héroes por orden de estatura, sino de irlos viendo –amorosamente– uno por uno133.
[110] Jarnés, más allá del enfrentamiento de las dos Españas, una inmovilista y otra revolucionaria, plantea la oposición entre héroe y masa, entre el hombre creativo, original, y el resto. De este modo, al margen de la ideología por la que había luchado Zumalacárregui, Jarnés lo propone como ejemplo del nuevo hombre que había auspiciado Ortega y Gasset para la República en ciernes.
Lejos de la visión del Jarnés “deshumanizado” o de vanguardista de retiro ebúrneo en su torre, no comprometido con la sociedad, esta biografía nos muestra un Jarnés muy distinto. Nada
129 Ibidem, p. 34.130 “Zumalacárregui era grande en España y en el mundo, ¿para qué serlo en ninguna parte? Era un espléndido ejemplar
humano que subyugaba –y arrastraba– a los suyos por el garbo espiritual de una evidente aristocracia. Porque ‘todo otro influjo o cracia de un hombre sobre los demás, que no sea esa automática emoción suscitada por el arquetipo o ejemplar en los entusiastas que le rodean, son efímeros y secundarios –leemos en España invertebrada–. No hay, no ha habido jamás otra aristocracia que la fundada en ese poder de atracción psíquica, especie de gravitación espiritual, que arrastra a los dóciles en pos de un modelo’. Zumalacárregui era ese modelo, ese imán. Era efectivamente ‘ridículo’ pensar en colgarle rótulos, falsos dijes”, ibidem, p. 266.
131 Ibidem, pp. 211212.132 “La teoría de la realidad radical queda, así, integrada por tres momentos: autobiografía, biognosis, biografía. No es
difícil descubrirlos ya en el primer conato sistemático de Ortega. El libro Meditaciones del Quijote parte de una autobiografía (Lector…) y se entrelazan en él una biognosis y una biografía”, Tomás Olasagasti, “La pregunta biográfica. Heidegger y Ortega”, Papeles de Son Armadans, XCIX, 1964, p. 257.
133 Jarnés, Zumalacárregui, 1932, pp. 276277.
partidario de la violencia, del arte político o del humorismo grotesco134, en su concepto del arte y la literatura defenderá por tres veces el valor social de la gracia artística:
Por eso la gracia es un valor social, puesto que sirve de sutil enlace entre el hombre “agraciado” y los demás. Luego una obra de arte, realizada en gracia o con gracia, debe, ante todo, establecer corrientes simpáticas entre autor y espectador, ambos –de uno u otro modo– artistas135.
También defenderá su valor social por su generosidad, contraria al interés material136, y su participación en ella del arte, de la vida individual y de la vida colectiva. Para él este valor es “inexplicable sin la gran simpatía, sin la simpatía entre espíritus”137. Este mismo sistema liberal, simpático, es el aplicado a su biografiado en un libro escrito en gracia.
Al igual que Zumalacárregui, Jarnés siempre fue leal a sí mismo y a sus ideas, lo que le llevó a cumplir con su deber de defender como militar la democracia republicana primero y a exiliarse en México después. Desde allí siguió comprometido con el humanismo liberal y vitalista que inspiró siempre sus obras, denunciando sin reservas la aparición de los totalitarismos criminales del siglo XX138. [111]
El libro de Jarnés está vertebrado por el programa nacional de regeneración cultural, y por tanto social, de Ortega y Gasset. No es casualidad que este proyecto editorial de biografías españolas fuese dirigido por otro de sus discípulos como era Melchor Fernández Almagro. Con él se intentaba conformar una visión de la historia reciente de España para comprender desapasionadamente los errores cometidos en el pasado inmediato. Jarnés critica a monarcas déspotas y a la turba irracional y violenta, que considera incapaces, frente a la valoración positiva de los capaces: es decir, valora la aplicación de la inteligencia creativa frente a las fuerzas destructivas. La conclusión, desde este punto de vista, era que sólo los preparados intelectualmente, los profesionales, las mentes creativas, debían tomar las riendas de España. Se trata del tan traído y llevado elitismo orteguiano, que, bien entendido, era más intelectual que económico y social. Ortega, ya desde sus primeros escritos, pide la inteligencia, la razón, la cultura científica europea, la profesionalización competente al frente de todos los puestos de responsabilidad del país. Ideas que pertenecían al proyecto burgués de regeneración nacional, y que debía ser liderado por los más capaces, los intelectuales. La oportunidad surgió con la II República, que los convocaría, con desigual éxito, a educar, formar y guiar a la sociedad española, proyecto del que participaría Benjamín Jarnés junto con el resto de la mejor intelectualidad cultural española139. La violencia política y militar, una vez más, tuvo que aplazar el salto histórico que colocara a España a la altura de los países más desarrollados de su entorno. La biografía literaria moderna, tal y como esperamos
134 En numerosas ocasiones se pronunciará en contra del arte político. V. gr. y siguiendo con su teoría sobre la gracia: “La verdadera gracia artística no invita, no puede invitar nunca al llanto: eso se queda para las plañideras de mitin o las figuras de barraca. La gracia artística desconoce el oficio de hacer propaganda, como desconoce ese poder de arrrancar lágrimas que puede tener cualquier cebolla. La gracia –máxima expresión de la vida humana– es incapaz de encadenar a nadie. Por ella, tan libre es Epícteto como César. Quien no aspire a tan alta libertad, que se encadene odiando. No le faltarán cómplices. Serán sus cómplices todos lo enemigos de la gracia. Los enemigos de la gracia se presentan desnudos o embozados. El primero es la fuerza. [El segundo]: el humorismo y la ironía”, Jarnés, “Sobre la gracia artística”, op. cit., p. 2223.
135 Ibidem, p. 9.136 Ibidem, p. 13.137 Ibidem, p. 26.138 Cfr. Benjamín Jarnés, Escuela de libertad. Siete Maestros: Bolívar Hidalgo Lincoln Martí San Martín Sucre
Washington, México, Editora Continental, 1942.139 “Pero no eran menos republicanas las páginas de Ahora, con los cavilosos artículos de Unamuno; las de Cruz y
Raya, con las ocurrencias de Bergamín (siempre al filo del dislate), o las bellísimas del poemario de Pedro Salinas, La voz a ti debida, y las de aquellas biografías y novelas de Benjamín Jarnés, que tantos admiradores jóvenes tuvieron: tan republicana era la cabalgata de objetos modernos de los versos de Salinas como la desazón espiritual de los dubitativos héroes jarnesianos”, JoséCarlos Mainer, “Memoria cultural de una época”, Babelia, (El País), 750 (8 de abril), 2006, p. 3.
haber puesto de relieve en este artículo, fue una manifestación importante de esta modernidad cultural en ciernes. Quizás los logros de la llamada Edad de Plata de la cultura y la ciencia española hayan de ser interpretados como una combinación de idealismo e inteligencia, visión que nos parece acorde con el romanticismo escéptico mostrado por Benjamín Jarnés en su original y algo olvidada biografía de Zumalacárregui. [112]