el secreto de tu eterna ausencia

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“Tu eterna ausencia” Juan José Aguilera C. 1 Contenido. Primera parte Capítulo I La huerta. 2 Capítulo II Agenda de los recuerdos 12 Capítulo III El filósofo, Joram. 19 Capítulo IV El torneo. 29 Capítulo V El día de la graduación. 35 Capítulo VI La Tía Lucía. 40 Capítulo VII Desterrado de Jantla. 49 Capítulo VIII Los nudos del pasado. 65 Segunda parte Capítulo IX La hora cero. 71 Capítulo X Sobreviviendo a los sueños. 87 Capítulo XI Las ruedas del tiempo. 97 Capítulo XII La tiranía de los recuerdos. 112 Capítulo XIII La despedida. 120 Capítulo XIV Otra vez Adiós. 128 Capítulo XV Tiempos cruzados. 139 Capítulo XVI Días, años de playa. 148 Capítulo XVII Tiempos de la ira. 159 Capítulo XVIII Alcides. 165 Capítulo XIX Tiempos de eternidad. 172 Capítulo XX El Tesoro de la montaña. 180 Capítulo XXI Lágrimas del tiempo. 198 Final del tiempo. 214 Indautor: 03 2013 080211551100 01 Juan José Aguilera C. (Autor de “Cien hijos de Elena” Editado por “LA RANA” y ASSUU.

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el amor apasionado de Lucía y Camilo es el telón de fondo de aventuras juveniles y enigmas alrededor de la graduación escolar, donde respiran en su pueblo de Jantla, un ambiente de violencia y envuelto en el drama creciente del temor a la indigencia y la incertidumbre en su futuro.

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  • Tu eterna ausencia Juan Jos Aguilera C.

    1

    Contenido.

    Primera parte

    Captulo I La huerta. 2

    Captulo II Agenda de los recuerdos 12

    Captulo III El filsofo, Joram. 19

    Captulo IV El torneo. 29

    Captulo V El da de la graduacin. 35

    Captulo VI La Ta Luca. 40

    Captulo VII Desterrado de Jantla. 49

    Captulo VIII Los nudos del pasado. 65

    Segunda parte

    Captulo IX La hora cero. 71

    Captulo X Sobreviviendo a los sueos. 87

    Captulo XI Las ruedas del tiempo. 97

    Captulo XII La tirana de los recuerdos. 112

    Captulo XIII La despedida. 120

    Captulo XIV Otra vez Adis. 128

    Captulo XV Tiempos cruzados. 139

    Captulo XVI Das, aos de playa. 148

    Captulo XVII Tiempos de la ira. 159

    Captulo XVIII Alcides. 165

    Captulo XIX Tiempos de eternidad. 172

    Captulo XX El Tesoro de la montaa. 180

    Captulo XXI Lgrimas del tiempo. 198

    Final del tiempo. 214

    Indautor: 03 2013 080211551100 01

    Juan Jos Aguilera C.

    (Autor de Cien hijos de Elena Editado por LA RANA y

    ASSUU.

  • Tu eterna ausencia Juan Jos Aguilera C.

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    Nuevamente os presentis formas areas, temblorosas, flotando a mi vista entre luz y

    oro. Intentar con mi corazn helado por la edad y las penas detener vuestro vuelo?

    Podr ser capaz de semejantes locuras y sentir las ilusiones de otros tiempos?

    Ah, venid, acercaos, como una vieja leyenda, os acompaan el primer amor y la

    amistad; el dolor se renueva; la queja vuelve a emprender el errtico camino de la vida y

    pronuncia el nombre de aquellas nobles personas que, conmovidas por la esperanza de

    los das de felicidad, se desvanecieron antes que yo! Sus almas a las que cant, ya no

    escucharn este canto, pues el eco de los primeros das, se ha perdido enteramente.

    Fausto Johann Wolfang Goethe.

    Los personajes, hechos y la trama de esta Novela son ficticios. Cualquier semejanza

    Con casos de la vida real es accidental.

    ------- Nota aclaratoria: en la obra, el lector encontrar

    varios anacronismos necesarios para fines de la narrativa.

  • Tu eterna ausencia Juan Jos Aguilera C.

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    Captulo I La huerta.

    Era imposible imaginar las aventuras que comenzaron ese da

    de Junio. Viajbamos contentos por un camino solitario en dos

    camionetas, cantando desentonados y gruendo como urracas.

    De repente, se atravesaron tres vagabundos con sombreros de

    paja y entrados en edad, y nos pidieron un aventn.

    .- Vean ustedes, no cabe aqu un alfiler.- les dijimos.

    .- Conocen estos caminos? nos preguntaron.

    .- Claro, somos trotamundos. Gustan algo, sodas o tortas?

    .- Gracias. Anden con cuidado. Es peligroso por aqu. Han

    matado a muchas personas. Vendr una tormenta por la tarde.

    Una tras otra seal supersticiosa nos amagan con desgracias,

    peligros de la misma muerte. Ni la tormenta ms furiosa

    apagar nuestros bros juveniles!

    En medio de las rfagas de viento y la metralla del sol

    candente, atravesamos por caminos enlodados, por brechas

    pedregosas y baches chapoteados por puados de huesos y

    despojos de pjaros sin ojos y perros rabiosos.

    Revisamos el mapa y la brjula. Aturdidos y extraviados en

    los cruces y veredas. Con testarudez por nuestra fiesta, por

    fin llegamos, despus de largas horas.

    .- Carajo, estamos todos? Quin carajos hizo este maldito

    croquis? - exclamamos los trece compaeros retorciendo el

    cuerpo.- Est borracho y loco el que lo hizo.

    .- La regamos; no, no es aqu, - la voz encrespada explora el

    terreno.- Dnde andamos? Con un carajo.

    .- No hay lugar ms horrible que ste. Mejor nos largamos.

    Queramos para este da tan especial, frutales jugosos,

    fueran mangos, fresnos frescos; alfombras de pasto verde,

    hamacas y sillones con ventiladores, fontanas con agua

    limpia; y topamos con minas de areniscas, la gruta de Los

    mondongos del infierno y siete volcanes secos.

    .- Esto es una huerta? No, no es una huerta, es un baldo;

    para nada sirve.- Nayeli expresa su franqueza.- Ya nos

    perdimos, qu suerte!

    .- Quin fue el imbcil que nos trajo a esta huerta?

    Volteamos alrededor, atrapados por las murallas de una isla,

    copados por la aridez de las arboledas, matorrales y

    enredaderas. No hay en el horizonte una sola huella, un eco

    de las voces de Jantla, la ciudad en que vivimos.

  • Tu eterna ausencia Juan Jos Aguilera C.

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    .- Mejor nos regresamos. No me late. - un amigo sacude con

    terror el polvo de sus ojos.- Vmonos. No hay agua, ni baos,

    ni sillas. Vmonos, aqu est de la jodida!

    La soledad y silencio del lugar se cruzan con las rfagas de

    viento y el silbido del vuelo de los cuervos. Seguimos

    alrededor del punto ciego de la huerta.

    .- Decdanse, ya llegamos.- interrumpe otro amigo. El

    bullicio de las protestas y lamentos descubra las sombras

    enanas, simulando el miedo.- A dnde iremos? Nada peor que

    regresar.

    .- No se achiquen, por algo somos jvenes! Lola la

    Cocoyoxitl impone la cordura.

    .- Tiene razn la compaera. Miren amigos, miren todos por

    favor! Interviene Stan el sabio, nuestro amigo, gritando

    con fuerza.- Nos vamos a asustar como gallinas? Venimos o

    no a la aventura?

    .- Si, vmonos. Da miedo aqu.- exclama una chica nerviosa.-

    Parece madriguera de vampiros.

    .- Miedo? No somos gallinas. Vampiros? Puros cuentos!

    Vyanse si quieren. Qu pena con ustedes!

    .- Ehy, todos, no se achiquen. No hay por qu asustarnos,

    pase lo que pase. Stan el sabio remata la discusin.-

    Votamos o renegamos? Sueen como reyes de las ranas!

    Tranquilos, toda esta huerta es para nosotros.

    Descargamos las cosas de mala gana.

    Cada uno beba su cerveza, devorando las tortas y viandas con

    el hambre de un salvaje.

    .- Hey, qu les pasa? No se manden! Faltan los dems.-

    clama una chica flirteando con la timidez del Pato.

    . - No echen culpas a nadie. - completa el Pato, suea con

    ser espa.- Es nuestra fiesta!

    Las lluvias precoces de Junio colorean las figuras plidas de

    eucaliptos, nopales, acebuches, mezquites, sauces y limones.

    Nos acomodamos en montones de piedras, salpicadas de humedad

    y tiles sillas de reposo. Hemos esperado con ansiedad por

    esta fiesta, al terminar el bachillerato. Somos trece,

    incluyendo a las chicas; pronto llegarn los dems

    compaeros.

    Quin de nosotros olvidar los trajines diarios, cruzando

    las calles con apuro a la primera clase, en el amanecer

    lluvioso? Hemos pasado cientos de noches de desvelos, para

    desenredar preguntas y tareas misteriosas. No olvidaremos

    nunca las tardes tibias, urdiendo cmo destrabar trampas y

    enredos malignos contra noviazgos de buenos amigos, con el

    fondo del susurro de guitarras. Cientos y cientos de horas,

    de domingos y tardes festivas, aorando el retorno a clases,

    a pesar de las calmas de algunos profes aburridos.

  • Tu eterna ausencia Juan Jos Aguilera C.

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    Llegamos con orgullo, a la cita con el veleidoso mes de Junio

    con desvelos y sacrificios. Entonamos canciones de amores,

    entusiasmos y desengaos.

    .- Dnde andar Pancho? l que rasca la guitarra y sabe

    cantar.- extraamos a los ausentes.- Algo pas, pero vendrn.

    Nuestra graduacin no ser un final, sino la llamarada del

    nuevo ciclo, en la sucesin bulliciosa de la vida, donde los

    dioses del cielo y la luna se abochornan al chocar con el

    oleaje de los mares, voluptuosamente.

    En la esfera secreta del alma infantil, negada a morir,

    rebotan los rayos en el ocaso del sol. Y desciframos vagos

    temores que sin tregua nos persiguen. A cada paso ganado en

    la escalera evolutiva, algo dejamos atrs, pedazos de

    recuerdos y alegras. Aferrados al anhelo de vivir, ahora

    cantamos y danzamos, estrechando mano con mano, sonrisa

    franca con respuesta llana, mientras las chicas reprimen con

    su pauelo rosa, las gotas de llanto que humedecen las

    sombras del alma.

    Por instantes, volvemos la vista hacia el pozo seco de la

    entrada, a la espera de los compaeros, que no han llegado.

    Las aventuras y juegos apetecidos vacilan con lasitud, ante

    la intriga de nmeros desafortunados. Somos un grupo de

    trece estudiantes, incluyendo solo cinco chicas!

    Dos de las compaeras, con su audaz escote, lucen las huellas

    de cicatrices en sus senos. Lucharon a muerte y sangre, para

    no ser violadas en una tardeada, recientemente.

    Hacia el oriente ladran unos perros, ah donde se ve un

    edificio en ruinas, no muy distante, a unos doscientos

    metros. La espesa arboleda al fondo, junto con las cervezas

    ingeridas, disfraza imgenes extraas. En uno de los extremos

    del edificio, se puede distinguir un cuarto enorme, en un

    segundo piso, sin ventanas ni puertas, y rematado por una

    cpula antigua.

    .- Veo un raro edificio- un amigo escudria el lugar.

    .- Algo raro? Ms vale que Nayeli eche una mirada.

    .- Se ven algunos muros de adobe, otros son de mampostera.

    Es una finca en ruinas, en escombros.- comenta Nayeli, parada

    sobre una piedra llena de musgo, es la chava que estudiar

    arquitectura. Tiene una fina agudeza en sus ojos de paloma.

    Luego se trep a un mezquite seco, sin espinas.

    .- Tambin veo pilares, arcos, un viejo puente levadizo. Se

    miran bodegas y minas viejas, techados, rampas y jardines.

    Parecen escombros de una guerra! porfiada segua sentada

    en una rama. - Tambin hay un barranco, pero lo tapan los

    rboles. Tambin hubo muchos pozos.

    .- Hay alguien por ah? pregunta la Cocoya.

    .- Nadie, nada. Todo est muerto, est hecho un desastre!

  • Tu eterna ausencia Juan Jos Aguilera C.

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    .- De quin ser esta huerta? alguien insiste sobre los

    enigmas del lugar.

    .- Era El huizache, una finca agrcola, tena represas,

    ganado y caballos. Pero cambi de nombre.

    .- Le llamaban tambin La casa de las tres vrgenes, donde

    segaban frutales, nueces, aguacates y zapotes negros

    aceitosos. Una mina de oro negro! Cientos de camiones o el

    tren los llevaban a la frontera para exportacin.

    .- Hoy parece tierra de nadie.- agrega el Pato.

    .- Ahora debe pertenecer a sus herederos.- grue otro en su

    tono tan pueril.- O lo perdieron en las apuestas.

    .- No muere tan fcil el pasado! Tiene sus retoos.

    .- Herederos o retoos hicieron grandes fortunas y luego la

    arruinaron por completo. Por qu? Amantes, abusos, estafas,

    derroches en perros de pedigr, abrigos de mink, jaguares. La

    dejaron hecha un desastre.

    .- Bueno, sigamos con la fiesta.- dice Nayeli, buena amiga,

    que por complot de su madrastra, es novia de un mdico algo

    rucn. La asedia con regalillos, serenatas y un perrillo

    bichn. Le decimos el abuelo, pero slo es un treintn.

    Las chicas jugaban suspicazmente entre ellas y empezaron a

    cantar con frases entrelazadas y voces desafinadas. Y en vez

    de elogiar, nos reamos, simulando as miserablemente el

    dolor de nuestra prxima despedida.

    A lo lejos, unas volutas de humo galopan en torno a

    llamaradas alimentadas por la hojarasca. Por instantes

    aprecio la figura de un tipo, vuelto de espaldas, con un

    sombrero ancho montado en un caballo. Tal vez ese sitio sirva

    para caballeriza. Pero el grupo protesta y se burla, pues

    domina el deseo por sentirnos solos, sin testigos ni reveses.

    Todo parece una visin engaosa. Sin embargo, el llanto

    continuo de uno o ms nios resuena inconfundible, cuando el

    silencio se apodera de los vientos y del bramido del tren

    lejano.

    .- Hay hormigas... Me pican. No me matarn? - grita una

    chava, rascando las heridas en sus brazos y tobillos.- Cmo

    duele! Son alacranes?

    Sus amigas le ayudan a zarandear su ropa, pues estos insectos

    a falta de alas, corren velozmente y, muerden dondequiera,

    sin clemencia. Las cinco chicas se retiran para examinar el

    interior de su ropaje. Caminaron unos cuantos metros dentro

    de los matorrales.

    Volvi sola la Cocoya, y agarr unas latas de atn, de

    sardinas y jamn. Luego regres con las otras chavas.

    .- Miren, unos campesinos nos regalaron estas cosas.- una

    chica nos muestra azulejos con plumas de quetzal y figuras de

  • Tu eterna ausencia Juan Jos Aguilera C.

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    colibr, flores de cempaschil, unos huaraches, cintas de

    piel y muecos de cartn.

    .-Nos asustaron de repente. Parecan escondidos entre los

    matorrales. Nos hacan seas de no hacer ruido. Venan con

    sus mujeres, nos pidieron algo de comer.- clama Nayeli con la

    voz agitada.

    .- No son campesinos sino artesanos. - protesta el Pato.-

    Mi abuelo era artesano. Quizs aqu fue cementerio de sus

    familias. Les molesta que turbemos la paz de sus difuntos.

    .- Nos estn mirando?

    .- Ya se fueron. Iban a caballo y en bicicletas. Viven en

    los ranchos de Los Toriles y de Ancn.

    El olor de la tierra del cementerio antiguo arrastraba los

    hedores de la muerte. Pero la capa de la tierra fangosa y

    fra de los charcos se remova como la tapa de una tumba

    vaca; seal muy sabia de resurreccin, de volver a nacer con

    el resplandor de nuestra graduacin, o bien si antes deba yo

    vagar sin rumbo, por arenosos senderos del desierto.

    Pero la fiesta contina. Son chicas arrulladas con epopeyas

    de princesas de cuentos de hadas, ahora remotos y ausentes.

    Al recoger algunas de ellas su larga cabellera, azuzan el

    calor de la batalla. As en la toma y daca de zarpadas,

    astucias y picotazos, quedamos abatidos, en un celoso

    intercambio de compromisos a cumplir. Lo mismo podrn brotar

    afectos perennes de parejas conformes que, encuentros

    veleidosos entre la brisa del momento o furias desatadas en

    la hoguera de los celos!

    La chica alta, esbelta, intenta atrapar a Stan. Pero nuestro

    lema es cero matrimonios, cero compromisos. Somos demasiado

    jvenes! Otro compaero maniobra muy cerca del cuerpo sensual

    de La Cocoya, la ms coqueta y noviera, pero ninguno se

    atreve a separar del grupo ms all de los matorrales, ni aun

    por la conspiracin impetuosa, casi inaguantable del

    instinto. Uno o ms encontronazos o un revolcn, nada ms!

    Aunque algunos presumen de temerarios, el panorama sombro de

    la huerta nos impone y perturba.

    Intromisin de tres extraos en la fiesta.

    Por si fuera poco, la intromisin repentina de tres

    extraos infunde sospechas punzantes y corta los hilos de la

    diversin, pese a la feria musical, acarreada en los CD, s.

    Alguien de nuestro grupo les invita cerveza y vinos, que

    aceptan de inmediato.

    .- Pronto llegarn los dems.- exclama la Cocoya.

    .- Si, la fiesta sigue. Brindemos todos.

  • Tu eterna ausencia Juan Jos Aguilera C.

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    .- Alguien quiere cantar conmigo? un amigo rasca las

    cuerdas de una guitarra fingida, nervioso por las risillas

    estpidas de los extraos.- Aqu nadie nos escucha.

    .- Es lo que te preocupa? le espetan con mofa, ah en el

    silencio de la huerta.

    .- Quin escogi esta maldita huerta? la pregunta vana y

    necia rebota contra los pedruscos.

    .- Dnde estamos? Danzaba la duda entre el grupo, huimos

    de esta interrogante.- No sabemos, nos tapan los muros.

    .- Cules muros? Stan zarande las enredaderas y

    pastizales.- Son muros postizos.

    Dispersados en corrillos, hablamos y discutimos diversas

    ideas sobre el fin de cursos, sobre nuestro futuro y otros

    temas. No faltan algunas discordias, nacidas del simple gusto

    de pelear. Todos sedientos, miramos alrededor embriagados por

    nostalgias y esperanzas.

    Enviamos numerosos mensajes por celulares, sin conseguir

    respuesta. Nos sentimos perdidos en medio del ocano, sin

    nuestros celulares.

    .- Somos libres de ir dondequiera. Tenemos al mundo en

    nuestras manos, somos los dueos. Queremos ser distintos?

    Qu cada uno haga con su vida lo que quiera o se acueste con

    la chica que le d la gana! - A exigencia de Stan, rascamos

    el tema de las reglas y prohibiciones.

    Lejos, en el horizonte, se contempla el juego de un batalln

    de nubes en movimientos caprichosos. Stan eterniza su

    discurso, limpiando sus gafas de colegial.

    Nuevamente escuchamos el llanto de los nios y el aullido de

    los perros, dominando los aires de la huerta.

    .- Son perros salvajes, nos destazarn el pellejo!- grita la

    Cocoya aterrorizada.

    .- Del pellejo? Nos devorarn completos.

    .- No, son una manada de lobos- exclama Nayeli.

    La cercana de los ladridos nos hizo sentir escalofros. Se

    escuchaban muy cerca.

    .- Las hienas y chacales se tragarn nuestros retazos.

    .- Basta ya, no ms idioteces. Aqu no hay esos animales.

    Qu bueno sera ver de cerca lobos y las hienas! Algo les

    podramos aprender.- dice Stan medio borracho.

    .- Ya prenle, no asusten a las compaeras!

    .- No las veo, andan con la Cocoya.

    .- Ella no se asusta de nada. Se ir a Durango, se va a casar

    y vivir all en los bosques ms grandes de todo el mundo.

    .- De todo el mundo?

    .- Hay que buscarla y brindar por su matrimonio...

  • Tu eterna ausencia Juan Jos Aguilera C.

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    Aun se escucha, antes de la noche oscura, el gorgoreo del

    clarn, los gorriones y cenzontles, y la brisa tibia del

    mes de junio, con sus seales de quietud.

    .- Vengan ac, el agua est muy fresca! grita una

    compaera, metiendo sus pies desnudos en pequeos arroyuelos

    y charcas de aguas cristalinas.

    Los hilos tramados en torno a la fiesta, apenas se

    desmontaban.

    El sol se despeda de la cpula de las montaas, pregonando

    el fin de la jornada. El sabor del tequila nos excitaba,

    ignorando sospechas y presagios por nuestra soberbia

    ligereza. No son duendes, ni las sombras de los sauces o de

    las acacias. Tampoco la danza primitiva de manadas de

    grillos, con su canto pagano, envueltos en patraas de

    maleficios. Mitos necios, nada ms!

    Nuestras compaeras murmuran su recelo, por las palabras

    ultrajantes y miradas vejatorias de los tres extraos, por

    cierto, treintones en edad. Nos piden estar junto a ellas,

    como escudo protector.

    La inmensa huerta sin cercado, denuncia nuestra fragilidad.

    Al fondo de la huerta, los ladridos de perros se ahogaban

    entre gritos de blasfemias y gemidos de dolor.

    Entonces corri un rumor. Tiempo atrs, en esta huerta hubo

    un convento de monjas, llamado tambin el templo rojo de los

    sacrificios, donde daban asilo a mendicantes y proscritos por

    la ley. Algunos amigos de humor denso, comenzaron a cavar la

    tierra floja, arenosa.

    .- Vean estas huellas. Eran sepulturas y huesos de seis

    mujeres y ocho varones. Slo quedan estos huesos.- El

    Trofos desbarata entre sus manos varios puos de arena.

    .- Miren, soy yo, la muerte, jo, jo, les lleg su hora en

    esta noche. .. .- tapando su rostro con un sombrero de paja,

    un compaero lanza quejidos plaideros, sacando raja del

    falso invento de huesos y crneos humanos.

    .- Ya andan borrachos!- las chicas protestan con risotadas,

    al sentir cerca los juegos ocultos dentro del complaciente

    coro del aire.

    .- Ah, no, no... As no. - exclama una chica, aventando

    hojarascas y lodo a un audaz compaero, que revolotea

    alrededor de su cintura.

    .- Que siga el juego! exclaman dos compaeros, queriendo

    trepar a las chicas en sus hombros.

    Los extraos aumentan sus alardes, gesticulando ademanes

    obscenos, injuriosos. Crece la tensin por sus movimientos

    bravucones, al aproximarse. Con cautela, comenzamos a recoger

    nuestros vveres para la retirada.

  • Tu eterna ausencia Juan Jos Aguilera C.

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    .- Diantre, vaya con los jvenes. A qu vinieron? irrumpe

    la voz arisca de uno de los extraos.

    Un repentino olor nauseabundo se respira y proviene de

    cloacas infecciosas no lejanas. Nos acercamos a indagar. Son

    aguas estancadas, reacias a fluir con el agua de los arroyos.

    El resplandor de uno, dos relmpagos bombardea aires frescos,

    reafirmando la hora de partir. Una oleada de sensaciones

    amargas, frustrantes, remata nuestras expectativas. Dejamos

    algo del vino y cerveza para los tres extraos, en argucia

    para apartarlos. Sostienen sus miradas torvas en las chicas,

    fumando sus cucuruchos, intercambiando grotescamente sus

    contorsiones y apetencias.

    Marchamos a disgusto y a tientas hacia el follaje y hojarasca

    en el tnel de la salida. Dos chicas se amparan en abrazos

    furtivos, con su compaero ms cercano, en una visin del

    futuro opaco, reflejado en la Luna. Siempre habr tiempo,

    una segunda oportunidad para los jvenes!, nos decamos.

    Unos gritos aciagos inundaron la oscuridad del camino.

    .- Oigan, esperen, no se vayan. Los extraos nos alcanzan.-

    Olvidaron sus aparatos de msica.- uno de ellos me entrega el

    reproductor de sonido.

    .- Ah, gracias. Gracias. Ya nos vamos.- ya estbamos afuera

    de la huerta, cerca de las dos camionetas.

    .- No se apuren, a eso vinimos. A cuidarlos. Somos amigos, no

    tienen por qu asustarse.

    La lluvia negra de la noche comenz con el gesto ruin del

    extrao, de nariz, frente y boca menudas, de mirada funesta.

    En su melena larga resaltan lunares huecos.

    .- Vmonos, debemos irnos.- exclama una compaera angustiada.

    .- Si, ya es noche. Vmonos.- interviene otro amigo.

    .- No, no se vayan. Echen una miradita a este crter extrao,

    pegadito aqu a la huerta. De da es opaco, pero de noche

    ilumina como miles de focos de colores. Traigan a las

    gacelitas, djenlas aqu. Una ayudadita, se las vamos a

    cuidar!

    - Miren esto, vengan! - insiste el extrao con su camisa

    abierta, desabrochada.- Contina fumando su fardo, con su

    mirada de bizco.- Se arrepentirn! Vengan a verlo.

    .- Saben quin es el dueo de esta huerta? desafiante, nos

    instiga otro extrao, con aliento alcohlico, al igual que

    nosotros. En su camisa remangada, resaltan cicatrices y

    manchas rojas como la sangre.

    .- No, no sabemos. Queremos pagar por la estancia. abre la

    boca uno de nuestro grupo.

    .- Primero, pasen a saludarlo. Vamos. Est dentro, al fondo

    de la huerta.- la voz ronca, patibularia, del tipo de nariz

  • Tu eterna ausencia Juan Jos Aguilera C.

    11

    chata, son siniestra.- Vamos a que le paguen. Somos amigos,

    cmo es que tienen miedo?

    .- Mejor nos vamos.

    Con estas palabras llenas de terror, nuestro grupo se dej

    llevar por el pnico. La mayora corri hacia una de las dos

    camionetas. Ah se fueron las cinco compaeras.

    .- Miren, otro da venimos para saludarlo. Mientras, hagan el

    favor de llevarle el pago por la estancia.- al decirlo un

    compaero, vuelve hacia nosotros para reunir un monto de

    dinero.

    .- Dinero? Lstima con estos nios pualeros! A ver, fuera

    zapatos y pantalones. O regresen a la huerta. - el tipo de

    bigotes grue con la sorna de los buitres de las montaas.

    .- El inge los quiere ver. Los recuerda con cario. Fue su

    profesor. Miren. Viene para ac.

    Detenemos el avance de un compaero, al emprender su paso

    hacia la huerta, de retorno, resignado, aterrado, en el miedo

    y desaliento por la derrota.

    .- No, no, dile al inge que regrese. Con un grito ataja el

    chato a su secuaz.- Anda mal de salud y se mueve con muletas.

    Otro da, otro da, ya vendrn! Los jvenes slo piensan en

    ellos... No, no son amigos, nos desprecian por jodidos.

    Al amparo de la llovizna y la luz de los relmpagos, las

    figuras aterradoras caminan desafiantes, con la mirada fija,

    el gesto fro de las serpientes, y las manos en su cintura,

    desenfundando sus cuchillas y machetes.

    Nos quedamos paralizados con un torrente de sangre helada en

    las venas, sintiendo el filo de la muerte.

    .- Si el inge estuviera bien de salud, no les cobrara nada.-

    remata un acompaante del chato.- Se enojar con nosotros,

    cuando le digamos!

    .- Queremos sus credenciales! Vacen sus bolsillos.- un

    rufin ordena con un grito salvaje. En tanto, el chato, con

    su voz y gesto infernales, alza en el aire su cuchilla.

    Al arrebatarnos el dinero, una jaura de aspecto bestial

    vocifer su aparicin con ladridos, con las orejas estiradas

    y meneando los rabos. Los extraos cuchicheaban sus secretos.

    Retornaron al interior de la huerta, al tiempo que

    aprovechamos para trepar a la camioneta. Los dems amigos se

    alejaron por fortuna y desaparecieron de nuestra vista.

    Quines son en realidad estos extraos? Qu infortunio

    nuestro de topar con este huerto, donde humillan y subyugan

    los anhelos para vivir y el amor, para la diversin, para

    deambular con libertad!

    Los llantos de los nios, atrapados al parecer por estos

    atracadores, fueron el lamento desesperado de la muerte?

  • Tu eterna ausencia Juan Jos Aguilera C.

    12

    Los artesanos slo queran advertirnos o ellos nos salvaron

    de una terrible desgracia?

    .- Vamos con la polica o a dnde? balbuce una voz

    semihumana, donde el vaco le daba su respuesta.

    Nos asaltaban preguntas y dudas sobre nuestro futuro. Por

    ahora camos en una trampa para ratoncillos, habr otras

    huertas tan nefastas? La inquietud, la sensacin de

    impotencia nos perseguir por el resto de la vida, con el

    sabor amargo del miedo.

    Entonces son el ruido de mi celular con un mensaje. Camilo,

    nos atoramos en unos baches. Se descompuso la camioneta. No

    se preocupen. Mi cabeza danzaba en mil vueltas, sin un eje

    de control. La noticia de los compaeros que no vinieron, se

    sumaba al laberinto de los enigmas. Otro sonido estruendoso

    surgi de repente, pareca el gruido de una bestia, pero

    slo era el bufido del tren.

    Un secreto a voces pregona el porvenir tan distinto que nos

    espera y perturba. Es el final de largos aos de amistad?

    Adelante, con la lluvia encima, en una calle cercana al

    centro del pueblo de Jantla, nos encontramos con hileras de

    gentes, con sombreros o gorros, ocultando sus rostros,

    arrastrando sus pies con hambre y fatiga, sin nimos para

    hablar o soar. Quiz acuden a un refugio, a cualquier

    resguardo, al no tener ni una migaja de alimentos ni

    esperanzas. Nos inquietan sus imgenes fugitivas, errantes.

    Meten sus manos callosas en las bolsas del pantaln ajado,

    esconden algo semejante al terror manso de las ovejas, en el

    viaje fatal a la boca de los lobos!

  • Tu eterna ausencia Juan Jos Aguilera C.

    13

    Captulo II Agenda de los recuerdos.

    Despus de una desvelada amarga, me asalt otra vez un hambre

    salvaje. Tom algo del refrigerador, y not en los post-it

    los reportes del banco. No me sorprendi el saldo rojo de la

    cuenta bancaria de mi padre, pero me desmoraliz haber topado

    con estos papeles. Lo percib con un enfoque distinto.

    As al despertar de una noche difcil, abrumado por el

    insomnio y pesadillas, me prepar unas tazas de caf. Mi

    instinto exploraba el origen de mis zozobras.

    Diversos cambios se aproximan, nuevas reglas, nuevos

    espacios, nuevos compaeros, nuevos inconvenientes! Y yo debo

    inventarme, igual que mis amigos, nuevas condiciones de vida

    ante esas incertidumbres, partiendo de cero por el momento.

    Me preparaba algo para comer, alguna carne seca o no muy

    fresca por la resaca. Pero el hambre desapareci. Un rato

    despus, sin pensar, tom del refrigerador un bloque de hielo

    de formas caprichosas, y lo part con un cuchillo en forma de

    hacha, en dos, tres, cuatro pedazos, para mi jarra de

    cerveza. Mi cuerpo o mi persona tambin lo sent partido en

    dos, tres, cuatro pedazos estrafalarios! Cul de esos

    pedazos se qued con mi cabeza, mis manos, mis pies y mi

    sombra? Pero yo quera ser alguien nuevo, alguien diferente,

    pero tampoco saba qu clase de persona nueva quera ser. Ni

    al menos si quera ser de hielo, el vidrio de la jarra, la

    servilleta de papel, o del aire tibio de esa maana.

    Algo me distrajo. Escurrindose por la ventana del comedor,

    los polvillos jugueteaban envueltos en un rayo de luz,

    danzando con alardes. Y un cono de luz en forma de fusil

    csmico, se proyect sobre una tarjeta, de tono brillante y

    fino, colocada sobre una mesa. La tarjeta atrajo mi atencin,

    reposando sobre un jarrn de vidrio ahumado. El texto

    decepcionaba por su anonimato y aridez. Pero dejaba clara la

    huella de una mujer. Una flor de nardo y un manojo de

    cabellos oscuros, atados con alfileres al objeto, color de la

    cscara de lima, incitaron un flujo de expectaciones.

    De: L.

    Tendr un enorme placer al saludarnos. Te espero en

    mi casa, con gran emocin e impaciencia.

    Para: C.

    La mano y sensibilidad femeninas, sin duda! Di por sentado

    que la tarjeta va dirigida a mi hermano, pues nuestros

  • Tu eterna ausencia Juan Jos Aguilera C.

    14

    nombres comienzan con la misma letra. As, qued en el

    olvido. As se diluy entre los escondrijos de mi casa. No

    hubo ms.

    Comienza una nueva era, en mi agenda. Qu puedo hacer?

    Improvisar es un arte de la vida, remando en el ro de

    seductoras canciones y palabras. Disfrazadas, se desmoronan

    contra la zona rocosa de los nmeros apretados y de estrellas

    solitarias. No es fcil el arte de improvisar, frente a las

    sorpresas. Y menos esta maana turbulenta.

    Cada da del ao transcurrido, supe cada paso a seguir, como

    farfullar la cancin de moda, como las moscas engrapadas en

    las agujas del reloj! Hoy es diferente, es final de los

    cursos, y el umbral de un nuevo tiempo, de un nuevo milenio y

    del siglo. Cercado por las paredes de la casa, envidiaba el

    encierro en las aulas de la escuela. Las vacaciones por algo

    se relacionan con el vaco y lo vano; necesitaba hablar con

    alguien del tema que fuera, menos del ilusorio tema de la

    libertad. Prisioneros desde el vientre materno, sigue uno

    aislado en la cuna, as en cadena sigue la vida amarrada a

    una atmsfera invisible de necias reglas y costumbres. Hoy en

    el fin del bachillerato, del cambio hacia una escuela lejana,

    me despertaba una ruda sensacin de soledad y abatimiento.

    Existe algo en nuestro sistema orgnico, algo en el torrente

    bioqumico de la sangre que, por error o negligencias, impide

    el imperio de nuestra conciencia y voluntad? Pues tampoco s

    si debo abandonar mi pueblo, familia y amigos. En vano busco

    algo diferente a la risa amarga del payaso, algo mejor que la

    brevedad de una meloda grandiosa, algo que siquiera me

    descubra, sin el tequila, la cerveza o el whiskey, de que el

    fin de la juventud y amistades vendr o no, como una dolorosa

    y cruel sentencia de muerte.

    Prend el televisor, el internet, la radio y ech un vistazo

    al peridico local, saturado de noticias alarmantes, robos,

    violaciones, descalabros. Luego, intent repasar mi agenda

    alrededor de la quietud, y el silencio incurable en mi casa.

    Al sentarme en una silla, ahuyent un gato desconocido,

    regordete, de rayas blancas y pardas. Ahora me mira sin

    rencor, con fastuosa indiferencia, desde el borde del sof,

    relamiendo sus bigotes. Le hice un mohn y mantuvo su gesto

    imperturbable.

    Son mi celular con un mensaje: Camilo, estamos en la

    escuela. No te hagas! Te esperamos. Son amigos. Se

    aproximaba el medioda. Me decid por salir a la calle, sin

    otro propsito que probar nuevas cosas por hacer; cosas por

    arriba de fronteras postizas. Una ligera brisa desnuda la

    presencia agonizante de Junio. Das de Junio que lo mismo

    desgranan brisas refrescantes, lluvias borrascosas, o

  • Tu eterna ausencia Juan Jos Aguilera C.

    15

    simplemente cielos despejados. Sin un pronstico de lluvias,

    vacilaba en llevar mi chamarra impermeable, con el dibujo de

    un cometa.

    Las noticias locales nos alertaban sobre una posible

    inundacin, de continuar las lluvias, principalmente aguas

    arriba y en los cerros de la comarca. Aos antes, el ro ha

    estado seco, y los temores sobre la inundacin causan

    extraeza. Sin embargo en el pasado ocurrieron, provocando

    serios desastres.

    Al salir de mi casa, caminaba sin rumbo. La excitacin del

    aire fresco me produjo una sensacin de libertad, pues las

    calles y los sueos carecen de muros grises, infranqueables.

    Sin embargo, algo extrao encontraba en la soledad de la

    calle. Qu clase de cadena amarra a la gente en su jaula o

    casa, y estando dentro, se aprisiona con candados y cerrojos?

    Un mundo de diferencia con los espacios amplios del museo,

    del jardn municipal, del bosque regional, para explorar

    fuera de su encierro y respirar otros aires! Son otra vez mi

    celular, con llamadas tozudas de mis amigos.

    .- Qu onda, Camilo? Te andamos buscando. No jodas, ya

    vente.

    .- Ando cerca. A unos pasos.- mi voz silb distante en otro

    planeta, sofocada por los ruidos callejeros, de repartidores

    del gas y de paletas, de mercaderes de fierros viejos y la

    voz gangosa en el micrfono de una escuela.

    .- Bienbxvxzzzzzsss- solo percibo por respuesta, un

    zumbido tragado entre los bufidos lejanos del tren y los

    rumores del viento.

    Entonces guard el tesoro de mi celular, un gran amigo, hora

    por hora. Sus alaridos me abrigan con una capa de

    superioridad. No lo considero un juguete, es un aliado

    incondicional y sin races naturales. La pag caro el perro

    de la casa, el duque, ahora vive olvidado, debido a mi

    celular. No me reclama ninguna aprobacin, ni herosmos.

    Mientras caminaba, di un largo rodeo, sorteando una calle de

    casas de fachada medieval, con balaustrada en sus ventanales.

    Evit topar con la chica hermosa, de ojos grandes de color

    oscuro, cabello rizado, con sus labios rosceos y, cuerpo

    envuelto en el ropaje de mangas flotantes y largas faldas,

    pero sugerente como los ngeles extraviados del edn. Su

    sonrisa tierna y seductora trastoca en alegra mis desazones,

    derribando las barreras de las suspicacias. Sus miradas

    iluminan ilusiones viajando al paraso, y me empujan a

    renovar juramentos de amor inquebrantable. Pensar ella en

    m? Ahora me revoloteaba con ms fuerza el corazn. En

    cuanto a edad, le aventajo por unos aos.

  • Tu eterna ausencia Juan Jos Aguilera C.

    16

    Un banco del jardn me la recuerda, por ser su banco

    predilecto y ningn otro le place. Vaya con su temperamento!

    Su belleza recorre desde sus ojos grandes hasta el resplandor

    de su piel oscilante entre el blanco del aire y la piel de la

    manzana, dando sentido a mi existencia. Ella es solo una

    nenita por su sonrisa, mas nada suave y dulce, sino resuelta

    y porfiada.

    Es la chica de ropaje frugal, sin reemplazo en mis sueos,

    a un paso de arrasar mi proyecto de partir a la universidad!

    Al pensar en ella, un tapn bloquea mis temples, asilados en

    una jaula del corazn. En el torrente de impaciencias, se

    agotan mis energas. Crece as mi lucha interior, entre el

    afn por el perfume de sus mejillas y sus besos, contra la

    firmeza de mis grises razonamientos.

    El divagar a solas, caminando en un pantano, en crculos

    embriagadores, revive mis recuerdos del tobogn de la feria.

    Me falla el oxgeno y procuro respirar a todo pulmn, pero

    las cuerdas y poleas de mi voluntad se atascan, mis

    intestinos se retuercen, me enredo en los movimientos de un

    caracol que se divierte, pintarrajeando espirales, en la

    misma calle que trato de esquivar.

    No es primera vez que me hundo en este fango. Qu hice, qu

    debo corregir o qu le digo a La Chiquis, como yo le digo?

    En realidad, su desdn pudo comenzar una noche, en que le

    llev serenata a su vecina; slo quise desquitarme dndole

    picones por sus coqueteos, con uno de sus amigos faroleros,

    con los que parloteaba muy a sus anchas, en su banco. Su

    silencio me tortura, extrao sus mohines ms que su

    indiferencia, pues esta s que duele. Sabe que su mirada

    penetra en lo profundo de mis fibras, y abre las puertas de

    su lecho de par en par. Ignora la confesin ante un tribunal

    secreto, de lo que tenemos en comn, as como diferencias

    entre dos seres complicados; es como el instante en que el

    mono salta entre las ramas, a caza de la linda mariposa. Pero

    esta linda criatura vuela, porque es capaz de poner de

    rodillas a la bestia.

    De modo simultneo al repiqueteo de las campanas, reapareci

    el sonido de mi celular y, me atraparon de nuevo las

    emboscadas de la realidad. Al transcurrir la pausa para el

    almuerzo, unas cuadrillas de trabajadores inundaban la calle

    con sus cascos, herramientas y mquinas, y proseguirn

    derribando paredes, techos, pisos y casas enteras. Los ruidos

    de negocios comerciales, diversin y financieros en auge, del

    trfico vehicular y de los peatones, vibraban sin parar,

    falseando la monotona, donde se embrollan los radares de

    nuestra existencia.

  • Tu eterna ausencia Juan Jos Aguilera C.

    17

    En este medioda, el espectculo solitario del jardn

    contrasta con el bullicio de las tardes, donde las familias,

    parejas y vagabundos rondan en torno a los bancos de verde

    oscuro. En ocasiones el ingenio de la banda municipal

    consigue glorificar los ruidos del ambiente, hilarantes, por

    los acentos agudos de los chiquillos, o bien los mugidos de

    motores vehiculares.

    Un chiquillo con uniforme escolar, de unos seis aos de edad,

    con carita de ngel, con un bote recolector de dinero, se

    acerca conmigo.

    .- Cmprame un boleto, anda! me dice con su sonrisa

    franca.- Anda, coopera.

    .- De qu se trata qu me ofreces?

    .- Una estrella de Orin o un pedazo de la Luna. Lo que

    quieras.

    Ya estaba rodeado de otros nios y nias con su sonrisa y

    susurros de ngeles.

    .- No traes rosas o violetas? le pregunt al vaco, los

    nios corran hacia sus padres o mentores que los cuidaban. Y

    con una sonrisa se despidieron.

    Haba pensado de repente en una flor para La Chiquis.

    Atrs de los nios, viene un grupo de jvenes de facha plida

    y marchita, cantando una meloda, triste por naturaleza. De

    sus manos bronceadas, flotando en sus cuerpos ladeados, se

    desprenden notas musicales de la guitarra y del acorden.

    Vctimas de enfermedades o accidentes acuden a los gestos

    amigos.

    En Jantla, algunas zonas guardan testimonios de su vieja

    historia. A ojos de los visitantes, la escuela preparatoria

    representa una imagen del presente, en tanto el centro

    conserva lo ms fiel del pasado en el edificio del

    Ayuntamiento municipal, el museo, los templos. Slo un centro

    comercial, con auge de negocios del caf internet, de tiendas

    de aparatos electrnicos, junto con modernos carros

    circulando, ofrecen la mercantil proyeccin del futuro.

    Sin intencin alguna, top de repente con el Casino del

    milenio, un lugar novedoso, repleto de prohibiciones vanas,

    un recinto donde cuerdos y chiflados maromean y bailan

    desnudos. Saborean sus livianos das de libertinaje,

    haciendo y diciendo lo que piensan. Embriagan su locura en

    orgas con espectros vrgenes de mil colores, con muecas de

    aire, de vidrio y arena, con el pquer de billetes de basura,

    y otras ilusiones. Disfrutan de su libertad y felicidad para

    perder. Su felicidad de mojigatos rebeldes escupe contra las

    normas y fuerzas de la razn, por el gusto de poner al mundo

    de revs. Ello me alert de mis magros ahorros, no son

    tiempos de vacas gordas. Sin embargo, al llegar a la puerta

  • Tu eterna ausencia Juan Jos Aguilera C.

    18

    del acceso, el demacrado ujier de colmillos filosos y orejas

    erizadas me neg la entrada. Desde mi credencial de

    estudiante y mi orgullo de bachiller. En vano le lanc mofas

    sobre su cmico traje de la necedad.

    En una papelera compr lpiz y papel, ya decid enviar una

    carta para La Chiquis. Al primer intento de ordenar mis

    ideas, s que juego al todo o nada al precio de nuestra

    libertad, cuando me digan qu es la libertad. Los estallidos

    volcnicos del primer amor asemejan al relmpago o la lluvia

    que une lo sublime del paraso con las llamas del mismo

    infierno; un pedazo del infierno y del edn, comienza en este

    planeta que pisamos. Extraviado entre las coordenadas de mi

    respiro, siento cabriolear entre las cuerdas de un violn

    desafinado. Qu le digo por carta para convencerla?

    No imagino una explicacin para retener el amor de Mangie,

    sin declinar mi aspiracin de colegial por el diploma.

    Bailamos en los aires alguna vez, me obsequi una flor y le

    correspond con otra. Fue inolvidable, me dio la flor en el

    caf Kiss me, donde sus amigas le dicen Mangie! Un caf a

    tono con sus aires de yuppie. Me lastima el riesgo de

    perderla, aunque los jvenes, todos, podemos apostar. Despus

    de meses y aos de sentirla dentro de mis venas, creo que no

    se borrar nunca en mis recuerdos. Descarto llamarla por

    telfono. Desisto, pues ella me gana esta guerra de manas,

    porque slo me habla cara a cara.

    Resulta intil mi esfuerzo por rastrear la idea central, la

    idea contundente que encienda la sal en la llaga. As ella

    comprender sus disparates y caprichos. Aprendo adems que

    antes no someta mis inquietudes a un riguroso filtro.

    Actuaba a la menor tentacin. Me invade mi otro yo. Una

    guerra contra un fantasma, la careta de mi celular, mi otro

    yo, un artefacto electrnico. Estoy tan slo a unos cuantos

    metros de la casa de la Chiquis, pero me siento a

    distancias siderales de su alma.

    Secretos y murmullos que van y vienen nos separan. Le digo

    que nuestros pequeos desacuerdos son menores y resultan de

    que, por evidencia, somos algo diferentes y desiguales; me

    replica que no, que todos somos iguales, porque lo dicen el

    Papa y su ta Teresa. No le gust mi idea, y despus de la

    ria emocional por la desavenencia, le dije otro

    razonamiento. Pues ella va al caf Kiss me, donde yo no

    voy; su capricho es porque el caf Kiss me, se lo hered la

    bisabuela del notario a su prima.

    De momento, confund a La Chiquis con otra chica, vista

    de lejos, al mirar su atuendo invariable de color de un

    castao brillante, al grado de convencerme que su orgullo

    implacable y su tozudez se nutren del mismo color. La miro

  • Tu eterna ausencia Juan Jos Aguilera C.

    19

    por todos lados! Hubiera sido feliz de verla, envuelta en

    las seales del destino! Sin embargo, el ratn estira hacia

    el queso, ms cuando suena la campana.

    Al partir de Jantla, extraar a mis amigos, Nayeli, la

    Cocoya, Estanislao, al Pato, al Trofos. Qu rumbo

    tomaremos cada uno?

    Captulo III EL Filsofo, Joram.

    Segu rondando por las calles, prestando atencin a cosas,

    jardines, portones, ventanales, escalinatas y tejados. En un

    recinto de la plaza municipal, un grupo abigarrado de gente

    se entretena en lances de gimnasia y ejercicios aerbicos.

    Con la gua del instructor, imitaban sus movimientos.

    Respirar profundo, calentar los huesos y estirar los

    msculos, aliviar tensiones y meditar, deca el mentor.

    Practiqu con ellos unos minutos y sent la corriente de la

    sangre, del calorcillo a lo largo del cuerpo.

    La sesin termin con una ovacin para el instructor. El

    grupo se desbarat y uno por uno tomaron su propio camino.

    Sin pensarlo, entr a una librera, hojeando libros y

    revistas. En cada libro, hallo algo mo, algo de lo que

    quiero. En cada pgina, hay cosas y personas diferentes Me

    lo imaginaba, ninguno como yo! Volteaba a los lados, por s

    me vean como un demente o un idiota, hablando a solas.

    .- Camilo, mira, qu bueno que te encuentro! sent la

    palmada efusiva de un tipo medio adulto, de alta estatura y

    de barba aliada. Ropa casual, pulcra y gesto cordial.

    .- Bien, bien todo.- respond al desconocido, sondeando

    pistas para identificarlo. Supongo que mis gestos denotaban

    desconcierto. El tipo se alzaba unos cuantos centmetros

    sobre sus pies, buscando algo en el fondo de la calle.

    .- Llegu antes de la cita. Bien, bien, tienes unos minutos

    para acompaarme con unas cervezas o caf? me dijo sin

    rodeos.

    .- Caf, si claro.- tras su voz, averiguo mis pistas. Llevaba

    un portafolio y botines negros de piel pulidos. Se trataba de

    un filsofo, conferencista, que en la escuela nos habl de

    cometas y migracin, sembrando lecciones duraderas.

  • Tu eterna ausencia Juan Jos Aguilera C.

    20

    .- Te parece? Cervezas, quesos y carnes. Vamos.- insista,

    mientras caminbamos hacia una calle cerrada al trfico, con

    piso de cantera y flanqueada por hileras de arboledas y

    bancos metlicos.

    El filsofo camin directo a un pequeo bar, atiborrado de

    posters, hizo el pedido y tomamos asiento. Los camareros del

    bar nos acercaron dos mesitas, cervezas y enseres del

    servicio. Nos refrescan las sombras de acacias, sauces y

    truenos.

    Por varios sitios de Jantla, vagan grupos de gente de

    cualquier edad, se apian aqu en el centro. Grupos de

    escolares, parejas de enamorados, y tambin grupos de

    indigentes y de migrantes con el rostro lleno de polvo, con

    zapatos enlodados o descalzos. Uno de ellos se acerc a

    nuestro banco y alargaba su mano. El filsofo sac del

    bolsillo unas monedas y se las entreg. El hombre pedigeo

    tentaba machaconamente sus labios con un dedo, en un gesto

    abatido, msero, de su hambre. Y el filsofo le dio uno de

    los platillos de la mesa. Al tipo lo siguieron sus tres

    compaeros, apresuraban su paso, siempre asustadizos, y se

    perdieron sin virar hacia sus espaldas.

    .- Hay muchos vagabundos en la calle! exclam entre

    dientes el camarero, antes de retirarse.

    .- Ninguno o pocos se humillan por gusto. Su drama comienza

    en la violencia de su hogar, en su orfandad. No en su cordn

    umbilical.- precis su idea el filsofo en un suspiro.- Me

    gusta tu pueblo. Aqu lo tienen todo. Pero has pensado en

    dejarlo, para irte a la universidad? Me pregunt en tono

    amistoso, alzando su copa de cerveza.- Salud, salud.

    .- Algunos nacen castigados por la pobreza. Comienzan con

    desventajas. me aferr a la idea.

    .- Y de la riqueza quin te la garantiza de por vida? La

    riqueza padece cierta debilidad, tiene miedo de los hombres,

    pero es esplndida con las mujeres; las colma de miel, de

    joyas, de perfumes, de abrigos de animales en extincin.

    Siendo adinerados, solo les importa pertenecer a ese crculo

    apiado, insultando, escupiendo y empujando, hasta meter sus

    dientes, sus uas y trasero de camellos, en el hoyo de la

    aguja. Compran caprichos con su dieta millonaria, aun

    voluntades ajenas; lo que no pueden comprar como el tiempo,

    lo simulan con puados de relojes dorados. Manifest con

    cierto enfado.- Aceptemos una cosa. No pueden, los que creen

    que no pueden.

    .- O sea, hay un tablero del destino donde se decide todo?

    Golpeando el brazo del banco, rechaz esta presuncin. El

    movimiento brusco de sus manos hizo que se derramara su taza

    de caf exprs; vino el camarero a limpiar la manta.

  • Tu eterna ausencia Juan Jos Aguilera C.

    21

    .- Teoras, slo fanfarrias! Acabar un da la pobreza?

    Cada persona es muy especial, una especie de madeja enredada

    con millones de neuronas, de venas, de experiencias. Una

    mayora sufre agravios de sus familiares o conocidos, siendo

    nios. Claro, entre esa muchedumbre, mal nutrida y

    adiestrada, hay muchos pequeos gigantes. Aspiraba con

    ahnco la taza del caf exprs.- Seamos tolerantes, que no

    recurran a la violencia por su hambre y t procura siempre

    el nivel superior de este tema.

    Dio por cerrada la cuestin con un gesto de contrariedad.

    Olvid por lo pronto el tema de La huerta y de los indigentes

    que encontramos en el camino.

    .- Sabes algo? Dice provocando mi curiosidad.- No has

    recorrido ni la mitad de tu camino todo lo que te espera!

    .- Cierto, es un nuevo camino.

    .- Es tu hora crucial, Camilo. Quin no ambiciona reinventar

    esa aventura de su vida? Imagina tu viaje en un buque

    fantstico. Y ser un navegante. - el filsofo, emocionado, no

    cesaba en su discurso.- Salud, salud por ti.

    Alz su tarro de cerveza y brindamos.

    .- Camilo, pinsalo bien. No te quedes en esta cueva. Vete a

    otro lugar, ni lo pienses. Dentro de una cueva, nunca vers

    la grandeza de las artes. Aprenders mucho, pero fuera.

    .- Cueva? Cul cueva?

    .- Tu pueblo. No te ofendas. Hay muchos afectos aqu, y te

    detienen. Ve a navegar por otros horizontes. Aqu en esta

    cueva te la pasars dando vueltas y vueltas en la oscuridad.

    Aqu no hay aire ni luz. Andars a tientas como ciego, en

    medio de alacranes, araas y serpientes. Son los amos de las

    cuevas; te asfixiarn, te usarn para sus experimentos.

    Viaja, viaja mucho, vuela con tus sueos y fantasas.

    .- Quiero ser navegante, tambin quiero quedarme... Mis

    manos descubren un gesto a la defensiva, por la confesin

    reprimida.- Aprender a navegar aunque sea en esta cueva.

    .- Vaya, qu bueno. Algo te detiene ests enamorado! Eres

    muy joven, lo mejor de la vida.

    .- Gracias, t tambin eres joven.- De reojo, l miraba con

    ansiedad su reloj.

    Record un trozo de su tema sobre los cometas. Nos atrap en

    su conferencia, al mostrar cunto se asemeja el curso de los

    cometas al de la juventud. De acuerdo a su ponencia, los

    cometas vuelan en lo ms alto del cielo. Y atrapados en

    rbitas cambiantes, se confunden en una absurda sensacin de

    eternidad. Pese a la seguridad de su desenlace fatal, despus

    de alcanzar su brillo entero, estos aerolitos migrantes dejan

    un caudal de desgracias y lamentos..

    El filsofo segua su discurso.

  • Tu eterna ausencia Juan Jos Aguilera C.

    22

    .- Te lleg tu hora cero, arrancas el vuelo o te quedas

    atrancado. El navegante no puede atorarse solo, en medio del

    ocano. Que la urgencia no te engae por el camino ms fcil.

    T pelears por lo que quieres. Lo vale. agregaba en tono

    pausado, indagando respuestas a sus propias meditaciones. Y

    suba el tono de su voz.

    .- Exacto, me siento obligado a elegir entre algo. - Pero

    .- Si, nadie se sacrifica a ciegas. No eres ningn esclavo.

    Dnde est tu libertad? Hizo una pausa.- Amor por

    compasin o por hacerle la guerra? Eso, nunca. Mira, ya me

    estoy arrepintiendo.- mantuvo su tono algo humorstico, pues

    unas lindas chicas pasaban cerca con sus minifaldas y

    peinados coquetos, carcajeando, desafiando al mundo.- No me

    canso nunca de admirar la belleza femenina.

    .- Si, lo he pensado mucho, tener una compaera.- dije.

    .- Espera, Camilo, vamos despacio. La soledad vale mucho.

    Aprende del yerro de Adn. Nadie ha sido tan feliz. Lo tena

    todo, sin enfermedades, ni desvelos. Se le ocurri presentar

    su queja y reclam compaa. Pese a los sabios consejos, le

    terque y lleg Eva. Justo es disculparla, pues Adn por

    ventaja de experiencia, sea por aos o por siglos, se

    obligaba a gobernar las cosas. Eran tan distintos! Ella, tan

    curiosa, quera volar como las aves. Deseaba conocer ms all

    de las puertas del paraso.

    .- Dnde viste eso?

    .- Espera. Presta atencin a los detalles. Adn comenz a

    preocuparse por ella, y los hechizos del verano lo cegaron.

    A qu hora llegar, dnde estar Eva? Por qu se demora,

    qu est haciendo Eva? Lo de la manzana roja? Fue la gota

    que derram el vaso.

    .- No entiendo lo de la gota...- le interrump.

    .- Lo siento, debes reflexionarlo. Nunca te distraigas.- al

    parecer, algo lo impacientaba.- Por ahora

    .- Ah, ya est. La serpiente adulteraba vinos y licores.

    .- claro, claro, Camilo, una vulgar traficante de vinos. La

    dominaban su furia y nimo de venganza. Quiso incendiar y

    arruinar el paraso, para imponer ah su reino. Pero,

    volviendo al tema. Las ausencias de Eva llevaron al funesto

    invento del tiempo. Sin su ausencia, Adn, cmo iba a

    imaginar este invento fatal. Pues el tiempo es el hijo

    ingrato de la ausencia. El gran pecado entre todos los

    pecados, fue este invento.

    .- Crees en la historia de Adn y Eva?

    .- Casi descubres el secreto. La verdad del paraso! Era una

    huerta de frutas deliciosas, manzanas, uvas, naranjas. Eran

    felices en la huerta! Pero la serpiente, simulada de

    farsante, era un reyezuelo enloquecido al perder su podero.

  • Tu eterna ausencia Juan Jos Aguilera C.

    23

    .- No crees en nada. Pero aqu hay una huerta que

    .- Mira, creo slo en lo que oigo y veo. Claro tambin en la

    historia, pero no hay una historia de la eternidad.

    Realmente, somos chiquillos del tiempo y del espacio.- el

    filsofo miraba a las chicas que pasaban.- Y volviendo al

    tema, qu planes tienes? Djame saberlo.

    .- Ya solicit entrar a la universidad. Quiero probar en

    otros lados. Pero- me traicion una mueca de de mis

    sentimientos.

    .- Bah. Vaya... Si que ests enamorado! Ella que te espere.-

    gru en tono firme.- No hay prisa. Pueden darse el gusto de

    una probadita. Todos lo hacen.

    .- Creo que no. Las mujeres se sienten mal, cuando no se

    casan jvenes. Ya he hablado con ella.- Entre la traicin de

    mis dudas y ademanes, el filsofo ley una pequea mentira.-

    Fue mi primera novia. Hemos cortado a veces y luego

    volvemos. He tenido algunas aventuras pasajeras. Ella cree

    tener motivos para exigirme todo a su capricho.

    .- Grandioso, qu grandes son las piruetas del amor. Cundo

    comienza esa danza de Cupido, con la mirada intensa y

    fulminante del rayo elctrico, con los primeros besos y

    caricias a la media noche, con el primer baile rumbero, con

    el primer acostn, o hasta la sentencia del juez? Nadie lo

    sabe, nos toma por sorpresa. Llega cuando menos esperamos.

    Nos enloquece la sospecha de perderla, o sufrir por celos

    estpidos. Y lo anhelamos siempre, igual que el nio espera

    el beso de su madre.- exclam pensativo, confundido entre las

    variantes del amor materno y otros signos del amor.

    .- Dame un consejo. No s qu hacer. Me faltan horas o menos

    para decidir.

    .- Hay una clave natural. Olvdate del temor de callar lo

    que te parece vergonzoso. No es fcil! Ve las cosas, algunos

    se asustan y le llaman inmundicias a sus remordimientos,

    temores, culpas. Lo peor viene cuando las ocultan. Bien, esa

    mugre es la realidad, es la condicin del ser humano, mucho

    menos perfecto de lo que creamos.

    .- Ya entiendo. Conozco las diferencias entre sexo y amor.

    Deseo amarla por siempre. mis palabras me liberaron de una

    carga que no quera confesar a nadie, ni a m mismo.

    .- Claro, todos creen que las caceras sexuales nos acechan

    en la esquina. Las confunden con mercancas del estante. Por

    estupidez, pretendemos evitar enredados cortejos, los celos

    y malicias. Por cierto, fjate que tu novia sea de las que

    llevan sangre roja en las venas, es garanta de felicidad.

    .- A la ma, hasta le sobra! Ma, ma, aun despus de das

    y semanas sin verla?

  • Tu eterna ausencia Juan Jos Aguilera C.

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    Unas chicas se acercaron cantando algo en balbuceos, hablaban

    con nosotros sin decir nada. Por su cuenta se invitaron las

    dos cervezas de la mesita. En sus brazos izquierdos llevan

    tatuajes; una de ellas, en la hendidura de sus senos

    brillantes. Pegaron sus rodillas con las nuestras y se

    retiran, saltando entre los hombros de la compaera y

    jugueteando con los paseantes. En el aire vagaba un colibr

    de vuelo rpido y de plumas brillantes, nunca parece

    aterrizar. No cesaba de moverse con celeridad, picoteando el

    nctar de las flores, y se desvaneci en el abanico del

    infinito.

    Sigui la charla.

    .- Nada es fcil. Confesarse? Nadie lo hace sin pensarlo mil

    veces. Cuntas muchachas enamoran a los andariegos? Son

    mujeres de viejas costumbres, mujeres de hogar. No les agrada

    salir del nido.

    .-No creo, desean el matrimonio por encima de todo.

    .- Claro, desean ser madres, tener hijos y criarlos. Desde

    nias juegan con sus trenzas y muecas. Luego juegan con sus

    muecos, sean los novios o el marido. Con el divorcio ya no

    juegan; afilan su cuchillo, van con su abogado para enredar

    las leyes en sus trenzas. Entonan sus tambores de guerra,

    hasta aplastar al enemigo. Bueno, tu turno. Habla de lo

    tuyo.- el filsofo engulla su torta.

    .- Sera demasiado para m pensar en hijos! Intent evadir

    con un gazapo, husmeando algo ms entre las incgnitas.

    .- No te preocupes, nadie puede hacer las preguntas y

    aclaraciones precisas. Es una rara habilidad! Aqu encontr

    otra mujer. Nortea igual que yo! A ella la estoy

    esperando.- suspiraba entre las nubes lejanas. - Me gusta.

    Quizs t mismo has visto o pensado en otra chica

    El filsofa mir su reloj con la tensin de la espera. Hace

    una pausa, limpia su barba y manos con la servilleta y bebe

    de la cerveza.

    .- No creo, la conozco bien. Le propongo algo a su capricho o

    me voy a la universidad.

    .- No, no, no te rindas tan fcil. Nadie que te quiera de

    verdad te amarra al poste. Busca otra chica. - De repente

    coloc sus manos sobre sus piernas estiradas.

    Las notas de una meloda romntica ruedan en espirales del

    aire, vibrando en un comps infinito, invisible. Las garras

    juveniles del filsofo se reblandecen en el mismo cubilete

    musical, rumiando por cualquier escape, renunciando a la cima

    de los sueos.

    .- Quiero una novia amistosa, comprensible. Un noviazgo libre

    de torturas. No quiero una tirana. me siento bien al

    expresarme con franqueza.- Menos una novia tirana.

  • Tu eterna ausencia Juan Jos Aguilera C.

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    .- Claro. Las dudas enterradas son veneno. Bueno, t debes

    escoger, slo intento darte unas sugerencias. Nada ms.

    .- Agradezco tus consejos.

    .- Mira Camilo, te inquietan la pobreza y el amor. Algo debe

    haber entre las dos. Me inquietan como a ti. Pero la gente y

    yo mismo no deseamos hablar del tema.

    .- Por qu no? Es algo bueno.- exclam con indignacin.

    .- Les duele que abras las cicatrices de sus miserias eso

    que ya echaron o tratan de echar al olvido, al hoyo de sus

    miedos. No creen en la resurreccin de nadie, pues no han

    visto con sus ojos, ninguna resurreccin. No les gusta sufrir

    de ms. Lo que te diga, ponlo a prueba, para ello estn los

    libros!

    .- No, no creo. No tienen por qu asustarse de nada. De qu

    deben sentir miedo?

    .- De volverse locos o idiotas! Por qu se embriagan o se

    drogan? Exclam con vehemencia el filsofo.- El chiflado de

    Freud dice que sus sentimientos ya estn muertos. As se

    cura la locura? Te tengo confianza, por ello te digo mis

    secretos.

    .- No te entiendo, todos estamos locos?

    .- Mira Camilo, todo mundo est expuesto. Pero a unos los

    tildaban de locura por sus extravagancias. Aun a los reyes

    que usaban la espada, o la ocultaban para lograr la paz.

    .- Claro, lo vi as en la historia. Unos no reconocan ni a

    sus familiares, o echaban la gente a los leones.

    .- Muy bien. Son contados. Debe ser difcil estando como

    ellos siempre en las guerras, parados sobre alfombras

    ensangrentadas y bayonetas. Pero esas chifladuras nos pueden

    pasar a todos.

    .- Me parece de fantasa.

    .- Por qu de fantasa?

    .- Algunos se decan inmortales. Es muy difcil creerlo!

    .- Puede ser. Aun hay muchas fantasas. Seguimos siendo mitad

    humanos y salvajes, y otra mitad reyes y fantasa. Por algo,

    cada uno somos miles de millones de molculas trastornadas

    por pasiones ciegas. Camilo, hay algo de rebelin romntica

    en ti!

    .- Eso deca mi abuelo

    .- Cmo era, naci aqu en Jantla?

    .- No lo s, apena lo conoc.

    .- Tratar de explicarte, de otra forma. Puede haber una

    masa complicada de millones de molculas y ser perfecta?

    Todo puede suceder, todo es posible. Tenemos as mezclados,

    sdicos villanos, santos, mansos, chiflados, traidores y

    bohemios. Cmo hacer para que se entiendan y convivan entre

    ellos? Claro, claro. Con reyes, reinas y fantasas y magos.

  • Tu eterna ausencia Juan Jos Aguilera C.

    26

    .- Entiendo a medias. Algo se necesita entonces para ser

    hroe, mago o rey!

    .- Creo que s. Recuerda bien. Somos una masa de barro

    imperfecta con muletas y espuelas emocionales y mentales.

    Mientras seamos predecibles, todo es posible.

    .- Es lo que somos?

    .- Hoy el mundo es una fbrica de fantasas

    .- Ya comprendo. O casi te entiendo.

    .- Eso nos pasa a todos. Pregunta, discute, as se aprende.

    Pero pinsalo. Todo es posible en cada ser humano. Te duermes

    como un arcngel y despiertas como un demonio.

    .- No lo creo. La fantasa puede serlo todo? Cmo podemos

    saberlo?

    .- Camilo, vive tu fantasa. Piensa en eso.

    .- Pero no tengo fantasas... Bueno a veces.

    .- No te gustar vivir la fantasa de otro. No lo crees?

    Tras una pausa de silencio, una mujer joven, esbelta, tom

    asiento estrechamente al lado del filsofo. Sin duda es la

    mujer de la cita, se besaron y murmuraron algo. Ella se quit

    las gafas. Viste pantaln largo, negro, repujado, no lleva

    joyas, y sus zapatillas de un verde exuberante al igual que

    el sombrero de alas anchas contra el sol, descubriendo su

    simpata y encanto formidables. Viene molesta porque un

    grupito de yupis la piropearon ms de la cuenta. El filsofo

    le devuelve la calma.

    .- Mira Karen, es mi amigo Camilo. nos present algo

    descomedido. Tiene planes para ir a la universidad. Se va

    de Jantla.

    .- Cmo? Me encanta tu pueblo, yo quisiera siempre vivir

    aqu.- acariciaba al novio con su mano en la mejilla.- Vamos

    pensando en vivir aqu. Unos aos y vagamos luego por ah

    donde t decidas! corrigi ante la expresin de asombro de

    su novio, quien camin hacia el bar para el pago de la

    cuenta. Demor un poco en su quehacer.

    La novia del filsofo limpiaba sus gafas y me mir con sus

    ojos brillantes.

    .- Se conocen ustedes muy bien! Sabes? Si te vas, no te

    alejes. Tu familia y tu novia te esperarn. Ja, ja, ja, me

    paso de franca, contigo, verdad? No gusta muy bien por aqu

    la franqueza.- Pronto daba vuelo a sus ideas sin la mediacin

    de su novio.

    .- Quisiera tener una novia franca. Una que me espere,

    mientras estudio. Tu novio nos dio una conferencia en la

    escuela. Nos apantall.

  • Tu eterna ausencia Juan Jos Aguilera C.

    27

    .- Ah... Tienes un gran futuro en tu vida! Lo veo en tu

    talante. Despert su curiosidad y entusiasmo. Escudriaba

    el dorso de mi mano. - Y qu les dijo?

    .- Nos dijo que los jvenes somos como migrantes. Queremos

    vagar por todo el mundo, porque odiamos vivir en las jaulas.

    La juventud es fugaz como un cometa! Eso nos dijo.- En

    tanto regres su novio.

    .- Mrame bien a los ojos, cabroncito! Su tono de reproche

    vibraba ante el azoramiento del filsofo - Ser joven es como

    un cometa? Eso les dijiste! Crees que son suicidas?

    .- No, no exactamente en el contexto preciso...- balbuce.

    .- Ah... Ya me lo imaginaba, mi chiquillo, te duele ya no

    ser tan joven! - Lo abraz acariciando sus mejillas.- Nadie

    puede ser joven eternamente, te veo mejor que nunca!

    .- De qu estn hablando? el filsofo se transmut en un

    profesor de modales graves, circunspectos.

    .- Camilo me halaga. Le gusta mi franqueza y buscar una

    novia franca, desenvuelta. Quiere que ella lo comprenda.- La

    mujer joven voltea hacia m, mostrando una sonrisa sublime.-

    Mira, scate esa espina. Pides demasiado. Hazla tuya, toda

    tuya, el amor y las flores crecen en estos das soleados!-

    hablaba pausado, rea con frescura y cierta malicia cmplice,

    sosteniendo su mano en la pierna de su novio.- Somos

    mujeres, somos del mismo barro, necesitamos de un lecho

    clido, volcnico! Pdele a tu novia todo su tesoro por

    completo! Y vers cmo se rendir toda tuya. Ponle tus

    condiciones. Ni lo pienses, hoy mismo Camilo, anda, ve, qu

    esperas?

    .- Ah, ah, vaya, as te las gastas. La abrazaba su novio y

    la bes con alegra.- Muy pronto conocers otra chica y

    podrs elegir.- me aconsej el filsofo.

    .- Vaya descaro el tuyo. Qu traicione su chica, l sabr,

    t ni lo suees! su novia fingi un malestar coquetamente.

    Al despedirnos, el ponente me obsequi su tarjeta de

    presentacin. Entonces la pareja se levant para despedirse.

    .- Me lo llevar a la playa, a Vallarta. Qu, si no? me

    dijo Karen al odo, lanzando con energa su reto al aire. l

    no la escuchaba.- Te doy un secreto. Mi novio no es filsofo,

    es detective. Oye bien, usa el disfraz de filsofo para sus

    propsitos. Anda en la bsqueda de unos nios desaparecidos.

    Si algo sabes, dselo. Le dijeron algo de una huerta!

    .- No olvides lo que hablamos, Camilo. Escribe algo de Dante.

    Hazlo a tu modo; cambia lo que quieras, pero hazlo.- me dijo

    como despedida el filsofo.

    .- Dante? Lo que yo quiera? me agrad su idea.

    .- Si, algo del infierno. Luego me lo envas. Suerte.

  • Tu eterna ausencia Juan Jos Aguilera C.

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    Al despedirse me dio su tarjeta, vi el nombre de Joram, un

    extrao nombre del detective y filsofo; menos polica que

    amigo. Por dnde empezar o terminar este ajetreo? Pero qu

    puede ser el infierno sino el vaco de amar sin ser amado, de

    vivir sin amar con el corazn entumecido, corrodo por los

    remordimientos, de aquello que pudimos hacer y, cuando se va

    de nuestras manos, quisiramos revivirlo a nuestro antojo?