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Page 1: EL SECRETO DEL TOREO José María Moreiro: Historia, cultura ... Gaytan.pdf · Decía Taisen Deshimaru que el Zen no es de Oriente ni de Occidente: consiste en adquirir la condición

Revista de Estudios Taurinos Sevilla,. 1995, Nº 2, págs. 215-222

EL SECRETO DEL TOREO

José María Moreiro: Historia, cultura y memoria del arte de torear, 1994, Madrid, Alianza Editorial, Colección libro de Bolsillo, 336 págs.

Ignacio Gaytan de Ayala. Fundación de Estudios Taurinos

Fig. nº 56.- Portada del libro: Historia, cultura y memoria del arte de torear, Madrid, Alianza Editorial (Apud.: Moreiro, 1994).

Confieso, después de leer este inquietante y revelador libro, no saber si el autor es español o portugués; de lo que

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estoy convencido es que este peninsular da en el clavo mien,­tras que algunos insisten en seguir batiendo la herradura. La originalísima, aunque ya intuída, relación entre los Toros y el Zen, constituye una novedad y una reflexión para estudiosos y aficionados.

La mayoría de los capítulos tratan de la historia, mitología, mitología, sociología y cultura de los Toros, Moreiro, a mi entender,. sufre de un pudor innecesario muy común entre los intelectuales aficionados tendentes a justificar la fiesta y su permanencia. Sospecho que inconscientemente sienten, padecen, que la dialéctica histórica superará a las condiciones que la han hecho existir; o, tal vez, a la luz de la teología sea un satánico entretenimiento. Poderes de la beodez.

Juegos malinventados con breve pasatiempo y daño eterno de toros acosados con vengativo cuerno arrojan tantas almas al infierno.

Por siempre y en todas épocas el poder, todo poder, ya del Estado o la Iglesia, tanto monta para este caso, trata de socializar, ordenar, siempre en su provecho, según sus criterios, y decirnos lo bueno o conveniente para nuestras almas, para nuestra salvación o para el progreso de los pueblos, etcétera, etcétera, etcétera.

Los euforizantes constituyen la mayor heterodoxia que, por las buenas o por las malas, tiene que ser erradicada. Ahora mismo él Estado libra una desesperada guera sin cuartel por el control y la prohibición de los psicotrópicos. El papel represor ha sido delegado en la ciencia -verdadero derecho divino de estos tiempos- la cual manipula y administra lo bueno y obligatorio para la salud, la educación y la adecuación. No nos

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extrañemos que los Toros, indiscutible euforizante y creador de tumulto resulten muy sospechosos para mucha gente, que considerándose de orden y de bien, pretenden reducir la cultura a una mediocridad que estaría más de acuerdo con la raza charolesa que con la casta de los toros bravos.

¿Qué la fiesta está motivada en un absurdo? No importa, si nos hace vivir por instinto, cultural y estéticamente.

Los Toros son una tautología ibérica. La evolución de la tauromaquia pasando por ~us

diversas etapas, tan bien descritas por Moreiro, nos lleva hasta lo que, en los tiempos actuales, se conoce por la corrida de toros a la española, que participando de todas las arqueologías anteriores no se entendería sin la aparición del público, de los espectadores, de los aficionados, de los afectados.

Toda la historia como la del Antiguo Testamento, parece que no hace sino anunciar la culminación de los tiempos: los aficionados que, a la manera del pueblo de Dios, reclaman y exigen de una manera interactiva lo que ahora culmina en una corrida de toros.

Cierto que siempre ha habido espectadores, pero hasta que éstos no han pasado por taquilla, y pagado una entrada, no se han emancipado de su condición de criados _:_invitados-' -como en los tiempos del toreo caballeresco, no han podido exigir la verdad reveladora del toreo moderno.

La fiesta en estos tiempos, no puede dejar de ser considerada como un arte. De la misma manera que el arte es una operación reguladora mediante la que se persigue un fin cor¡.ocido, a través del cumplimiento de unas normas, así, la tauromaquia es el desafío de un ser racional a uno irradonal efectuado con un criterio estricto, plegándose a un canon o módulo ideal, en cuya erección confluyen imaginación y

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sentimiento que conmueven a través de la vista: en esencia, una estética trágica. El toreo es creación de belleza a partir de una sociedad que lo ha inventado. Así pues, el arte de torear no sólo podría ser una o alguna de las Bellas Artes, no sólo podría ser una mezcla de escultura y danza, todo magnificado con cinema verité, sino que aunque siempre se nos escapa su determinación, surgió única e independiente.

El paralelismo entre los Toros y el Zen, o entre la tauromaquia y las artes marciales, parecerá a muchos profesio­nales, aficionados y, sobre todo, a los que se denominan del planeta taurino, la gente del toro, algo cogido por los pelos cuando no una pedantería o, peor, una relación perversa con orientalismos y sectas .. Decía Taisen Deshimaru que el Zen no es de Oriente ni de Occidente: consiste en adquirir la condición normal en aquél que lo practica. Moreiro acierta, aquí, de una manera luminosa: el aquí y ahora del Za-Zen se corresponde, asombrosamente, con el toreo.

Cuando el lidiador en el ruedo, cita a la res desde lejos, adelantando el bajo vientre en la postura y respiración correcta y acepta el embroque del toro en los tres tiempos que mandan los cánones, se corresponde inconscien, automática y natural­mente, con el Za-Zen o práctica del Zen que consiste en la concentración y la observación de la postura, la respiración y la actitud de espíritu cuando este espíritu es el de no provecho, cµando lo preside el olvido de sí mismo.

Dijo Belmonte: «Durante toda la faena me sentí ajeno al peligro y al esfuerzo. El toro estaba sujeto a mí y yo a él. Llegó un momento en que me sentí envuelto en el toro. Fundid.o con él. Luego, al terminar la corrida ví que el traje que llevaba estaba lleno de pelos de toro, que se habían quedado engancha­dos en los alamares».

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Francisco Ruiz Miguel afirmaba después de dos años de · retirada «vuelvo a torear para ser feliz». Ser feliz es la condi­ción normal del cuerpo y del espíritu.

No hace falta recurrir a la mística, no se trata de' una transcendencia sagrada, ni nada por el estilo, incluso se podría aceptar una explicación materialista: arrojar el cuerpo y el espíritu produce las endomorfinas natu~ales que lubrican las conexiones interlobulares.

Dice el Soto: «Estando compenetrado (con el toro), siendo con él, metiéndose dentro de él y él dentro tuyo. Cuando eso ocurre, te encuentras tan a gusto que te olvidas de todo; porque, si consigues cuajar una faena importante, no la cambias por nada del mundo. Eso es lo más grande».

El secreto del toreo no es exclusivo de éste, se transmite sin mediar palabra, va de alma a alma y .llega al espectador en forma de una hondísima emoción armonizada con el toro, con el torero y con el resto de la plaza. No puede haber otio motivo para que el aficionado, tarde tras tarde, decepción tras decep­ción, persiga un toreo, una estocada, un "pellizcó" en el que su yo pueda diluirse.

Decía Pepe Domínguez: «Toreando, el cuerpo lo organizas tú sin querer. Lo físico no importa porque sientes en el toreo algo que está por encima del propio cuerpo. Al torear; estás sintiendo que a través del toro transmites a la gente. Tú eres el actor y el toro el vehículo».

La fiesta considerada como arte no admite ya vanguar­dias, no puede evolucionar, ha cerrado un círculo que se perpetúa en sí mismo; una estocada marcando los tiempos, un natural citando por derecho, una verónica a manos bajas cargando la suerte, por citar algunos lances, están fuera del tiempo. No son ni antiguos ni modernos. Querer evolucionar el arte del toreo como pretenden. algunos, sería como añadir la

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estética del 11 Concilio al palio de la Macarena. Sin embargo, lo que relaciona la fiesta con ese otro arte de desafiar a la muerte mediante un contrato pasado por el Banco de España sí que necesita una reforma, una revolución ¡Y ya mismo!. Los toros no están amenazados por algunos parlamentarios británi­cos del Mercado Común ni por paisanos humanistas. La amenaza de adocenamiento y decadencia empezada hace cincuenta años es mucho más íntima. Los verdaderos enemigos son los llamados gentes del toro, una tropa formada por algunos toreros, ganaderos de toros y de caballería, comisionis­tas, empresarios, críticos, reventas, betuneros, familiares y un sin fin de mamporreros. Este colectivo inherente a cualquier actividad remunerada, jerarquizada, necesaria, no está desgra­ciadamente controlado por el reglamento taurino y, en conse­cuencia, se dedica a abusar de los espectadores de los, aficiona­dos-afectados.

El control, como es tradicional, del Ministerio del Interior o recientemente, de las consejerías de gobierno de las correspondientes Autonomías, se debería ejercer con la misma constancia y eficacia con que se regulan y vigilan las normas de Tráfico que afectan sin distinción a los buenos y malos conductores. Lástima que no sea así; el reglamento taurino vigente ya ha dimitido de la reforma de la suerte de varas, que se ha convertido en el espectáculo de la actuación denigrante de la acorazada de matar. El primer tercio, heredero del toreo caballeresco, ha pervertido su orígen de tal forma que los aficionados perciben inevitablemente a un noble ventajista, jinete carioca sobre 900 kg. de percherón y manguitos. ¿Y qué decir de la absurda decisión gubernativa de poner a la discre­ción de los ganaderos que se afeiten los toros coartando la labor fundamental de los veterinarios?

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· No pueden ser otros que los aficionados-afectados los que remedien tantos males, un público con conciencia social que obligue a la reforma y aplicación del Reglamento. Se ha notado desde hace años un impulso civil en la afición de Madrid que espero se contagie ímparablemente. Las instituciones públicas deben, en respuesta de lo que es un amplio clamor, cuidar de la pureza y vistosidad del espectáculo. ¿Cómo es que el Estado y las Autonomías no preservan el tesoro zoológico del toro bravo creando ganaderías que no estén suj"etas en su selección, a intereses de rentabilidad inmediata ¿Por qué las instituciones públicas no recuperan lo que antiguamente era tradición y honra de los ganaderos? ¿Cómo instituciones civiles, empresas, bancos, demandando las ayudas comunitarias correspondientes, no hacen lo mismo al servicio de un legítimo interés pero de beneficios programados a más largo plazo? Cierto que uno de los pilares de los toros es el negocio; ignorarlo es desconocer la realidad. Artísticamente cuando un torero liga sin enmendarse en un palmo de terreno una serie de naturales rematados por uno de pecho un aficionado puede exclamar ¡Ahí están los millones!

En sus clases de Estética el profesor Moreiro enseña siempre a sus alumnos que el verdadero artista se caracteriza por esa armonía de sus contrarios. Nada más Zen: abrazar las

. contradicciones para seguir el trayecto de enmedio, la vía real: el camino de la Fiesta.

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