el singular y su rostro

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El “singular” y su rostro. Lo humano como imagen de lo divino en Edith Stein Angela Ales Bello En ninguno de los escritos de Edith Stein que conozco he encontrado un tratamiento del tema del “rostro” así como se encuentra, por ejemplo, en las obras de Emmanuel Levinas. Sin embargo, toda su producción filosófica está dedicada a la profundización de lo humano. En muchas otras ocasiones me he referido a las líneas fundamentales de la antropología de la fenomenóloga alemana. En esta ocasión en particular, en la que estamos invitados a fijar nuestra atención sobre el rostro, creo que es oportuno no sólo recoger los elementos universales que se encuentra en cualquier rostro y que permiten decir que es un rostro humano, sino sobre todo indagar la peculiaridad del rostro en su singularidad. Ningún rostro es igual a otro. Nuestra experiencia nos dice esto. ¿Cómo justificarlo? Si la investigación que llamaos filosófica apunta a la comprensión de la realidad que nos rodea y también a la clarificación de nuestra experiencia, es oportuno indagar este “fenómeno” que vivimos cotidianamente y que implica nuestra “singularidad”. Se dijo “nuestra”, y esto significa que cada uno de nosotros se siente parte de un complejo de entidades que son reconocidas como similares. Este es uno de los temas que Edith Stein, siguiendo las huellas de su maestro Edmund Husserl, ha tratado con particular atención, poniendo en evidencia la capacidad humana de reconocer inmediatamente la alteridad a través de la vivencia que se denomina Einfühlung, término que se traduce al italiano como “entropatía” o “empatía”. El reconocimiento de la alteridad puede ser examinado en su universalidad, pero los protagonistas del encuentro son siempre individuos. Procedamos, por tanto, al análisis del significado de la empatía, para así encaminar la investigación sobre el sentido de la singularidad. El yo y los otros: la cuestión de la empatía Para la comprensión del fenómeno de la empatía es fundamental y primario salir de la actitud “natural”, ingenua, según la cual las cosas, los otros y el mundo están,

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El singular y su rostro. Lo humano como imagen de lo divino en Edith SteinAngela Ales Bello

En ninguno de los escritos de Edith Stein que conozco he encontrado un tratamiento del tema del rostro as como se encuentra, por ejemplo, en las obras de Emmanuel Levinas. Sin embargo, toda su produccin filosfica est dedicada a la profundizacin de lo humano.

En muchas otras ocasiones me he referido a las lneas fundamentales de la antropologa de la fenomenloga alemana. En esta ocasin en particular, en la que estamos invitados a fijar nuestra atencin sobre el rostro, creo que es oportuno no slo recoger los elementos universales que se encuentra en cualquier rostro y que permiten decir que es un rostro humano, sino sobre todo indagar la peculiaridad del rostro en su singularidad. Ningn rostro es igual a otro. Nuestra experiencia nos dice esto. Cmo justificarlo? Si la investigacin que llamaos filosfica apunta a la comprensin de la realidad que nos rodea y tambin a la clarificacin de nuestra experiencia, es oportuno indagar este fenmeno que vivimos cotidianamente y que implica nuestra singularidad.Se dijo nuestra, y esto significa que cada uno de nosotros se siente parte de un complejo de entidades que son reconocidas como similares. Este es uno de los temas que Edith Stein, siguiendo las huellas de su maestro Edmund Husserl, ha tratado con particular atencin, poniendo en evidencia la capacidad humana de reconocer inmediatamente la alteridad a travs de la vivencia que se denomina Einfhlung, trmino que se traduce al italiano como entropata o empata.El reconocimiento de la alteridad puede ser examinado en su universalidad, pero los protagonistas del encuentro son siempre individuos. Procedamos, por tanto, al anlisis del significado de la empata, para as encaminar la investigacin sobre el sentido de la singularidad.

El yo y los otros: la cuestin de la empataPara la comprensin del fenmeno de la empata es fundamental y primario salir de la actitud natural, ingenua, segn la cual las cosas, los otros y el mundo estn, en cuanto conjunto, ya dados, presentes sin ninguna solicitacin especfica por parte nuestra. stos nos vienen al encuentro, en primer lugar, en el plano de lo perceptivo. Tal pre-dacin nos provee de todo lo que se necesita para vivir y actuar en conexin con los otros, cuerpos como otros cuerpos, y sin embargo distintos a algunos de ellos y similares a los nuestros. El intercambio con stos es de tipo peculiar. En este punto surgen algunas preguntas: por qu en el mundo fsico (objeto de la percepcin) hay cosas que se nos presentan de modo diferenciado, dado que no son todas de la misma calidad, siendo algunas similares a m y por tanto animadas, y siendo otras caracterizadas por el crecimiento y el movimiento, pero distintas a m y a nosotros? Cmo puedo captar esa diferencia? Si nos colocamos en el marco del pensamiento occidental, sabemos que tales preguntas han sido objeto de una reflexin que se ha configurado de manera peculiar. Se puede pensar, por ejemplo, en la distincin de la vida propuesta por Aristteles entre alma vegetativa, alma sensitiva y alma intelectiva. En el mundo antiguo se ha dado la respuesta ms clara a las preguntas mencionadas, pero todo ello ha implicado un cambio de perspectiva, una operacin de reconocimiento, de visin del significado de los fenmenos que presupone un cambio de actitud: ojos nuevos para ver lo que precisamente est ah, pero que se manifiesta slo a quien est dispuesto a abrirse al significado de las cosas buscando penetrar en su esencia.Qu sucede verdaderamente cuando nos experimentamos recprocamente como similares y cuando nos distinguimos de los otros seres? Por qu nos comportamos de manera distinta? La experiencia del otro, es decir la empata, es una experiencia emprica. Pero para comprenderla en su significado ms propio es necesario poner entre parntesis la actitud natural. Es necesario operar una reduccin de todo aquello que nos obstaculiza para dar espacio a lo que nosotros, en cuanto seres humanos, vivimos en nuestra interioridad y que nos permite comprender el mundo, tener sensibilidad por las cosas, conocerlas y utilizarlas. Se trata de un excavar en nuestra estructura para captar el lugar y el origen de las emociones, las tomas de posiciones, las decisiones voluntarias, los conocimientos directos intuitivos y las reflexiones intelectuales.En nosotros sucede todo esto, pero para comprender su significado y para clarificar el sentido de la estructura lgica de nuestros procedimientos de pensamiento, como as de las diferentes expresiones culturales y tambin de las lgicas de otras culturas, debemos volver sobre las operaciones constitutivas que estn en la base de tales expresiones, lo que para la propia cultura implica empezar de s mismo. Quien hace esto, descubre que est acompaado por una luz interior que, al decir de Edith Stein, ilumina el flujo del vivir y en el defluir mismo lo aclara nuevamente para el yo viviente sin que esto sea directo. Y esa luz es la conciencia.

La conciencia es el espejo sobre el cual se reflejan todos los elementos constitutivos de nuestra compleja estructura humana. Pero a esa complejidad, de la que tenemos indicio oscuramente, slo puede accederse a travs de una reflexin sobre aquello que la conciencia nos indica. Esta es la necesaria regresin a s mismos para captar la comn estructura humana. Es la reduccin al yo de la que habla Husserl y su paradoja: cmo puedo yo que vivo entre las cosas, por tanto objeto entre los objetos, perdido e inmerso en esta realidad, volverme sujeto y juez de m mismo en primer lugar y de las cosas y de los otros?Es justamente la capacidad consciente-reflexiva la que nos permite cumplir tal operacin, con el consiguiente emerger del yo. El primado del yo no tiene que entenderse como una absolutizacin que conduce a una reduccin de toda la realidad a s mismo, an si se lo entiende de manera universal, como sucede en la corriente filosfica del idealismo alemn de los XVIII y XIX. Esta podra ser una gran tentacin como consecuencia del descubrimiento de las potencialidades del sujeto humano.El anlisis fenomenolgico nos permite rechazar esa tentacin y a la vez la tentacin solipsstica, en la cual la soledad del yo no es tanto autoexaltacin como riesgo de ilusin y relativismo. La lucha que Husserl libra contra el solipsismo en muchos lugares de su reflexin en particular en las Meditaciones cartesianas donde afronta con gran seriedad la objecin solipsista es comprensible justamente en el mbito de tal tentacin. Y aun cuando l responde sustancialmente que la tentacin se conecta con la falta de distincin entre el yo psicolgico y el yo fenomenolgico, es el primero que se finge slo y tiembla ante el pensamiento de caer en ilusiones. Pero si se cumple la operacin que conduce a la descripcin esencial del yo, aun debiendo partir de m mismo para comprender, la misma reduccin fenomenolgica me permite decir que me encuentro inmediatamente circundado por otros que me comprenden y que comprenden.Es casualidad que en los textos husserlianos se delinee un doble residuo de la reduccin: cuando pongo entre parntesis todo lo que me es dado, queda como residuo mi yo primado de lo egolgico -; pero inmediatamente me doy cuenta que la reduccin deja vivir el nosotros reduccin a la intersubjetividad. Comentemos este pasaje de Husserl que es particularmente significativo: Todo el ser fenomenolgico se reduce entonces a un (a m) yo fenomenolgico, que est marcado como percipiente y recordante, empatizante y por tanto como fenomenolgicamente reducente, y a los otros, puestos en la empata, y puestos como yo intuyentes, recordantes y eventualmente empatizantes. En primer lugar, se ve que existe una correlacin esencial entre el yo y los otros, residuo, justamente, de la puesta entre parntesis que permite evidenciar los fenmenos presentes en el yo y en los otros. Se trata, por tanto, del hecho de que la consciencia individual y la reflexin que sigue hacen emerger la presencia de vivencias, esto es, de actos que son vivencias de cada yo. En el texto citado Husserl indica aquellas ms importantes y significativas: la percepcin, el recuerdo y la empata.Entre ellos hay una profunda conexin y casi una progresiva extensin en su afinidad-diferencia. El acto o vivencia ms significativo es la percepcin porque es el instrumento que nos pone en relacin con el mundo, por tanto con las cosas y con los otros vistos en su corporeidad. Se debe notar la extraordinaria insistencia del fenomenlogo sobre la percepcin del cuerpo de los otros, que justamente a nivel perceptivo es experimentado como son experimentadas las otras cosas fsicas. Sin embargo, dado que tal cuerpo es asimilable, pero tambin distinguible en cuanto nos damos cuenta que es cuerpo viviente (Leib) similar a nuestro cuerpo viviente, descubrimos la existencia de otro acto vivenciado por nosotros que nos da la posibilidad de captar inmediatamente esta afinidad. Ese acto es, precisamente, la empata.Para describir ms a fondo la vivencia de la empata es oportuno proceder a una comparacin con las otras vivencias. Es claro que la empata presupone la percepcin, pero no se detiene en ella. Se asemeja al recuerdo, pero es distinto de l. Detengmonos en este ltimo punto: el acto de recordar es un acto de presentificacin. A travs de l me vuelvo presente aquello que he percibido en carne y hueso pero que ahora ya no es ms perceptible, y sin embargo a su modo est todava presente. La modalidad de la presencia en este caso es peculiar. Se trata de la posibilidad de hacer presente algo que no lo est. Por tanto de vivir en modo originario no el objeto de la percepcin, sino el contenido al que remite o presentifica tal objeto. Naturalmente, el recuerdo es un acto interior que hace volverse sobre s mismo. Pero entonces, qu puede tener en comn con la empata? Tiene en comn la estructura interna de la presentificacin. De hecho, cuando me pongo en contacto con aquello con considero otro que yo, pero similar a m, alter ego, capto, intuyo, aferro, y por tanto empatizo aquello que est viviendo, su vivencia. En este aferrar yo me doy cuenta que est viviendo, por ejemplo, una emocin, un sentimiento o simplemente una percepcin. Pero est viviendo todo eso en primera persona como hecho del todo originario para l o para ella, pero no originario para m. Para m es originario slo mi empatizar la situacin, pero ciertamente no vivo el contenido de su vivencia que es incomunicable.Se ha dicho ya que para comprender la vivencia de la empata desde el punto de vista fenomenolgico es oportuno proceder a una doble reduccin: a mi yo que siente aquello que el otro est viviendo y a mi sentir aquello que el otro est viviendo. En este caso el contenido de mi sentir no me pertenece como s me pertenece el recuerdo de un evento. Me presentifico algo que no es mo y que, por tanto, me trasciende. Su alegra puede ser captada por m como alegra, pero la modalidad, la intensidad, la calidad de su alegra me es slo dada en sombras. No podr nunca vivirla en primera persona, aun si me alegro con el otro por el mismo motivo por el cual l se alegra.Muchas consecuencias se siguen de esta descripcin aparentemente simple. En primer lugar, la posibilidad y los lmites de la comunicacin. Posibilidad: vivo aquello que el otro est viviendo, es ms, puedo invertir esa afirmacin diciendo que porque vivo aquello que el otro est viviendo, siento (flhen) que es un ser humano que se me asemeja, esto es, puede cumplir la operacin de analoga conmigo mismo en modo espontneo y no reflejo este es el ncleo profundo de la analoga que slo secundariamente puede volverse un hecho intelectual y reflejo, esto es, un razonamiento analgico sobre el cual se fundan muchas argumentaciones filosficas. Lmites: el sentir al otro, el comprender aquello que est viviendo, el establecer una relacin analgica, no implica un proceso de ensimismamiento este es el contenido de la polmica de Husserl y Stein con Theodor Lipps -. Si bien la comprensin del otro puede realizarse en profundidad, su trascendencia me es constitutiva, nunca me identificar con el otro, su individualidad y mi individualidad quedarn siempre separadas y distintas, aun si similares y comunicantes. No se trata de una teorizacin que deba luego ser confirmada por la experiencia. Se trata ms bien de un hecho experiencial que es ledo fenomenolgicamente, esto es, comprendido en su especificidad.En primer lugar, las posibilidades y los lmites de la empata son una confirmacin de la unicidad de todo ser humano. En segundo lugar, la empata es de entre todas las vivencias la que posee mayor potencialidad para una descripcin antropolgica fructuosa de la cual es oportuno partir para comprender la singularidad. La antropologa fenomenolgica de Edith SteinEl primer nivel del sentir al otro es el perceptivo, que conduce a la corporeidad. De la propia corporeidad a la corporeidad de los otros. Se puede comprender cmo en esta direccin el rol del rostro es importante. En primer lugar, yo me doy a m mismo como cuerpo, lo que significa que me descubro como punto cero a partir del cual se abre la posibilidad de tener representaciones externas de otros cuerpos, punto cero de orientacin y de movimiento. La vivencia perceptiva me permite la relacin con el mundo externo pero, como subrayaba ms arriba, la percepcin por s sola no sera capaz de distinguir entre las distintas calidades de cuerpos, cuerpos inanimados y cuerpos animados en primer lugar. Es en este punto que la empata juega un rol fundamental en cuanto que permite captar al otro como cuerpo animado viviente y poseedor de una vida que, con un trmino unitario, se puede llamar psquica, vida caracterizada por las tomas de posicin espontneas, por emociones, instintos y sentimientos. La percepcin de m mismo y de mis actos me pone en correlacin con los de los otros que comienzan a delinearse como alter ego. Todo esto emerge de toda la corporeidad, pero es en el rostro donde se manifiesta de modo particular la vida psquica del otro.Se debe subrayar el momento de la correlacin. Porque si por medio de una indagacin reflexiva y consciente es posible conducir hasta el final un anlisis de la subjetividad y descubrir que el otro, en cuanto empatizado, es ya en modo indirecto contenido en m, segn Husserl en la Quinta de sus Meditaciones cartesianas y Stein en su Disertacin, ponen de relieve que el otro tiene frente a m una funcin, por as decir, especular. De hecho, es una ayuda indispensable para nuestro autoconocimiento, permite desarrollar aquello que en nosotros est adormecido y nos clarifica aquello que somos o aquello que somos nosotros respecto de los dems y, por tanto, nos conduce tambin a una autoevaluacin. En este caso, el otro tambin me ayuda a descubrir aquello que yo siento pero que no puede ver reflejado en mi rostro.

Para llegar a este nivel es necesario, sin embargo, captar el significado de algunos actos que constatamos presentes ya sea en nosotros o en los otros. Se trata de los actos valorativos, los cuales requieren una toma de posicin distinta de la espontnea e instintiva. Entramos as en el mbito de las vivencias que estn vinculadas a las motivaciones, esto es no a una relacin de causalidad psicofsica, ni a una simple reaccin recproca, sino sometidas a un anlisis, a una meditacin que indica una capacidad ulterior del ser humano: poder ejercitar su libertad. Entramos, por tanto, en el mbito que se define tradicionalmente como espiritual y personal, en el cual se manifiesta ms propiamente el ncleo individual que caracteriza a todo ser humano. Los tres momentos constitutivos de ser humano son, entonces, captados en la relacin recproca a travs del instrumento de la empata. Edith Stein haba reconocido rpidamente en su Disertacin la potencialidad de esta vivencia para una desripcin esencial de los seres humanos. Husserl, en 1932 y reflexionando sobre El sentido de una antropologa, define a esta ltima como una ciencia universal del espritu que presupone no el anlisis de la persona singular, sino el del yo y de los otros, captados esencialmente en una relacin espiritual.

Aquello que caracteriza especficamente al ser humano es su ser psicofsico, pero sobre todo su ser espiritual. Si la biologa estudia la constitucin fsica y la psicologa la constitucin de los actos psquicos, son las ciencias del espritu las que, analizando las expresiones humanas, permiten individuar su especificidad, por ejemplo en comparacin con el mundo animal. Si la empata est presente en seres dotados slo de psique, se realiza en mximo grado entre seres que son tambin espirituales, siempre a travs por medio de la corporeidad viviente animada.

Se introduce en este punto la constatacin de la presencia de una Vergemeinschaftung, del constituirse de una comunidad, que es el momento primero y tambin ms alto del proceso de asociacin humana. La Gemeinschaft, de hecho, la comunidad, se presenta como el lugar de realizacin de las individualidades humanas, cuyas vidas conducidas en soledad no son ms que abstracciones. Tambin la soledad del ermitao tiene sentido en funcin de una comunidad espiritual que supera el tiempo y el espacio. Las comunidades humanas con sus caractersticas culturales, tambin si son muy distintas, se delinean como poseedores de diferentes Weltaschauungen, visiones del mundo que son expresin de la creatividad humana y que no deben y no pueden ser ignoradas o despreciadas, pero que son reconducibles a algunas estructuras fundamentales. Y es esto lo que permite la comunicacin y el dilogo.Gnoseologa y metafsica de la singularidad

1. El ncleo personalEs oportuno retomar la investigacin sobre la modalidad del sentir al otro que es correlativa a la del sentirse a s mismo.

El anlisis fenomenolgico ha descrito al nivel de la experiencia vivida que el conocimiento del otro se instaura por medio del peculiar sentir emptico, a travs del cual se individa la propia singularidad correlativamente a la singularidad de los dems.

La experiencia de la propia individualidad se tiene en la experiencia vivida, pero si todas las vivencias son individuales, no todas tienen una peculiaridad personal, sino que slo las vivencias que provienen de lo profundo del alma llevan la impronta de su singularidad. Es en el cumplimiento de tales vivencias que advierto esta nota individual, siento que el origen est en una profundidad determinada y siento tambin el grado de profundidad.En su obra Introduccin a la filosofa Stein escribe: El ncleo de la personalidad es aquello que se despliega en el desarrollo psico-fsico de la persona emprica volvindola una persona unitaria con cualidades individuales. Toda persona manifiesta inclinaciones, disposiciones, reacciones distintas, se expresa de una manera particular. Si bien es posible reconstruir un mapa de la complejidad interior del ser humano y distinguir las operaciones y los actos que caracterizan la esfera del espritu y del nimo en su esencialidad, no es previsible, sin embargo, cules vivencias son activadas por los sujetos singulares, porque la subjetividad es en verdad algo nico e irrepetible. Nos preguntamos, entonces, de dnde deriva tal irrepetibilidad.

Ya Husserl haba indicado a la persona como un ser unitario, aun en su estratificacin y complejidad, y haba insistido sobre el tema de la individualidad hasta sostener que la ecceidad es una forma, que absoluta individuacin penetra en el yo persona y tambin que la individuacin originaria y absoluta reside en el yo mismo.