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El Sueño de los Tiempos Víctor Chávez

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Primer parte de un libro que esta escribiendo un amigo

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Page 1: El sueño de los tiempos

El Sueño de los Tiempos

Víctor Chávez

Page 2: El sueño de los tiempos

Víctor Chávez | El Sueño de los Tiempos (Parte I) 2012

Nota previa: Esta obra, es el resultado de mucho tiempo de esfuerzo y procesos creativos. Sin embargo, cabe

mencionar, que cuenta aún con muchos errores de estructura, redacción y de ortografía, ya que es

una edición “pura”, tal cual fue escrita. Posteriormente, saldrá una edición final, editada, corregida

aumentada y debidamente estructurada. No obstante, ésta obra cuenta con los elementos

suficientes para su sencilla comprensión y se ha tratado de emplear un lenguaje claro y sencillo.

Si tú, lector, deseas colaborar con la mejora de la presente obra, puedes enviar dudas, quejas,

sugerencias, críticas y todo tipo de comentarios al correo personal del autor:

[email protected] ó [email protected]

¡Gracias por leer este libro! Eres libre de compartirlo…

La presente obra, cuenta con registro de derechos de Autor. México 2012.

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Víctor Chávez | El Sueño de los Tiempos (Parte I) 2012

Prólogo

La Luna yacía recostada sobre el manto de nubes que reflejaban su belleza, y las

estrellas adornaban su presencia, iluminando aquel paraje oscuro, tétrico.

La densa niebla cubría el frío suelo de aquel claro rodeado de árboles donde estaba

varado, confundido, contemplando la soledad. Aguzó la vista y examinó aquel

espeluznante lugar, jamás se habría imaginado estar en un lugar como aquel, sólo,

sin saber que esperar. Dio un par de pasos y al hacerlo sintió la tierra húmeda y

suave. Se detuvo para contemplar el cielo que le iluminaba, luego miró hacia abajo.

No era la niebla que danzaba a sus pies, acechándolo, ni tampoco era el vacío

lúgubre de aquel campo santo lo que causaba suspenso, sino el objeto que

vislumbró saliendo del suelo. Se agachó lentamente para poder ver bien aquello y

pudo distinguir a sus pies una pieza de piedra simétrica, uniforme, al parecer era

una placa de mármol. El color de la piedra brillaba bajo la luz lunar.

De pronto un frio interno lo estremeció al ver una inscripción en aquella piedra

que descubrió que era una lápida. Con letras en relieve, finamente talladas se

podía leer un nombre, uno que conocía muy bien.

“D.E.P.

Saori Milán

1987 — 2012”

Retrocedió un poco, asustado y con los ojos abiertos como platos, sintió que su

espíritu se congelaba. Aquel era el nombre de la mujer que amaba, quien le

regalaba sueños, esperanza, deseos y felicidad con tan sólo respirar. Estaba

desconcertado, no creía que aquello pudiera ser posible, el simple hecho de

imaginarlo era insoportable, pero ahí estaba la lápida con el nombre reluciente.

—Esto no puede estar pasando. No< no puede< ser< —se decía a sí mismo.

Se llevó las manos al rostro, todo el cuerpo y sus extremidades le temblaban

mientras un sudor frío bajaba por su sien. Trataba de aferrarse a la idea de que

aquello era una mentira, sólo un mal sueño, sin embargo, la cordura le

abandonaba. No sabía que pensar ni que creer, la única verdad era que estaba

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frente a una lápida con el nombre de su amada y poco a poco, el miedo se fue

apoderando de su mente, haciendo que su corazón se derrumbara.

—No puede estar<muerta< ¿Por qué? —susurraba para sí mismo.

Deseaba con toda su alma que aquello no fuera verdad, pero su debilidad se

manifestaba rápidamente, arrancándole una dolorosa lágrima que se desprendía

de su piel, disolviéndose en el viento que rápidamente le rodeaba. El dolor le hacía

un hueco en el pecho y lo hizo arrodillarse de sufrimiento. Con ira, con ira, hundió

sus manos en la tierra húmeda que cubría la tumba y apretó fuertemente los

puños.

El viento se tranquilizó repentinamente, era como si lo quisiera consolar, calmar su

dolor. Ya las hojas de los árboles no se movían y el silencio se apoderó de todo el

lugar, un silencio espectral.

—Alecz< Alecz< —susurró una dulce voz rompiendo el silencio.

Se viró rápidamente, buscando de dónde provenía la voz, aquella le resultaba muy

familiar. Era la voz de su amada, y al escucharla le trajo una pequeña luz de

esperanza.

—¿Saori dónde estás? —gritó pero no hubo respuesta.

Esperaba verla ahí, que lo abrazara y le hiciera saber que no había muerto, que lo

besara una vez más, adentrarse en el mar de su mirada, pero no era así, no había

nada.

—¡Saori ven a mí! No me dejes sólo< por< favor< —dijo con un hilo de voz

entrecortada.

Lo único que alcanzaba a vislumbrar, eran los árboles que le rodeaban. Sin

embargo, notó algo entre la espesura de los árboles, era una silueta de mujer, que

parecía iluminada por la luz de la luna, así que fue tras ella rápidamente. Aguzaba

la vista para poder discernir la silueta que se perdía entre la oscuridad, pero no se

detenía.

—¡Detente por favor< detente! —repetía desesperadamente.

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Y por un momento la perdió de vista, estaba sumido en el miedo de no poder

encontrarla, pero cuando se detuvo, pudo contemplar la silueta nuevamente,

estaba parada junto a un pequeño riachuelo< era ella, estaba de espaldas.

Se acercó lentamente y aquella joven mujer volteó a verle, se paró frente a él y

ambos se contemplaron por unos segundos. Pero en el rostro de ella se leía una

tristeza inmensa. Cuando estuvo a un par de metros de ella, él escuchó

nuevamente su voz.

—Te amo Alecz< adiós.

Y un eco anunció su despedida, pues de repente su imagen se disolvió en el aire

que volvía a arreciar violentamente. Las nubes que acompañaban a la luna, ahora

la eclipsaban provocando que comenzara la lluvia.

—¡No! No te vayas<no puedo estar sin< ti.

Pero era inútil, pues se encontraba nuevamente solo en las penumbras, con el

corazón hecho pedazos. Sintió cómo si una daga le atravesara el pecho y se

arrodilló una vez más ahogado en sus lamentos.

Pero sus temores no pararon ahí. Una tormenta hizo acto de presencia sobre el

lugar en el que estaba dejando caer una fuerte lluvia con viento y truenos, fue

entonces que escuchó aquella aterradora risa. La piel se le erizó al escucharla, y su

tristeza fue cambiada por miedo.

Aquella risa era demencial, y de pronto esa risa se convirtió en un pronunciado

jadeó terrorífico, tenía miedo de voltear, pero tenía que hacerlo. Tomó valor y

volteó lentamente, sentía como su corazón latía fuerte y rápidamente, hasta que

por fin vio al autor de la horrible risa.

Contempló a unos metros de él, la silueta de un hombre, parecía estar encorvado,

las ropas que le cubrían estaban hechas trizas y se podían distinguir manchas de

sangre, sangre misma que escurría entre sus manos que parecían como garras,

pero su rostro no lo pudo ver, porque estaba cubierto por una capa, sólo se veía

parcialmente una sonrisa torcida y tensa.

Al ver a aquella horrible figura se congeló de horror, su cuerpo y sus extremidades

se quedaron inmóviles, era la cosa más extraña y terrorífica que había visto en si

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vida. Los relámpagos y la lluvia eran cada vez más fuertes arremetiendo contra la

capa de aquel que parecía ser un demonio. En ese momento, la torcida y demencial

sonrisa cambió, los jadeos y las risas fueron sustituidas por un fuerte y desgarrador

gruñido, aquel demonio apretó sus puños con fuerza y se precipitó rápidamente

hacia el muchacho, quien aunque quería correr despavorido se hallaba petrificado

de terror. Sólo le quedó cerrar sus ojos mientras aquello se arrojaba a su encuentro.

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Capítulo I.- Volar

La alarma del despertador lo hizo saltar de la cama, haciéndolo caer al frio suelo,

una gota de sudor resbalaba por su frente y notó que una lágrima se secaba en su

mejilla. Respiró hondamente, su corazón estaba agitado, pero tenía un sentimiento

de alivio, se tranquilizó.

Contempló los muros de su habitación, que estaban adornados con posters de

bandas de rock y algunas piezas de arte. Entonces comprendió que aquello era

solamente un mal sueño, una pesadilla. Limpió su rostro con ambas manos y se

recostó nuevamente, miró al techo, agradecido por estar vivo un día más y por

tener la oportunidad de volver a ver a su amada. Ya más tranquilo se desperezó, se

apartó de la cara el cabello y lo amarró con un listón.

Alecz era un joven, amante de la música rock y del arte en general. Tenía su cabello

largo y ondulado, sus ojos negros y su piel morena, eran algo que había llamado la

atención de su actual novia. No era muy alto, pero su cuerpo era notablemente

atlético. Estudiaba en una de las universidades más privilegiadas y reconocidas de

la ciudad de México, estaba a unos meses de terminar su carrera. Él no tenía

madre, padre, ni familiar alguno que pudiera ayudarle a pagar una universidad

tan costosa, así que trabajaba en sus horas libres en el consultorio del Doctor Frank,

quien le pagaba muy bien por hacer ciertas tareas importantes, como comprar

materiales y medicamentos, limpiar y ordenar el consultorio, incluso hacía las

veces de secretario, archivando papeles, programando citas y atendiendo las

llamadas telefónicas. A él le gustaba mucho trabajar con Frank y no sólo por que

cubría el gasto de todas sus necesidades escolares y personales, sino porque había

comenzado a estimarlo de verdad, pues lo trataba muy bien y le había brindado un

enorme apoyo, tanto laboral como psicológico y moral, creía que era lo más

cercano que tenía a un padre.

Esa mañana, se duchó y se vistió rápidamente, se colgó una brillante arracada

plateada que le había regalado su mejor amigo y se perfumó. Entonces oyó que

sonaba el timbre del intercomunicador de su apartamento.

—Hola Alecz, ¿estás listo? —dijo una voz del otro lado del aparato.

—Ah, hola Ef, dame un minuto.

—Claro hermano, no olvides la obra de arte.

—No podría.

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Tomó su mochila de viaje y se disponía a salir del apartamento, pero algo lo hizo

volver rápidamente, pues había olvidado algo. Sobre su buró había una diminuta

caja forrada en terciopelo color marrón, lo echó en el bolsillo de su saco y salió a

toda prisa.

Afuera del edificio lo esperaba su mejor amigo, Efraín, el cual estaba dentro de su

auto dándole indicaciones a su chofer, quien salió y abrió el maletero para

depositar la mochila de Alecz. Subió al auto y se pusieron en marcha.

—Hey, ¿qué tal hermano? —preguntó Efraín.

—Todo bien Ef, sólo un poco desvelado.

—No me digas que sigues teniendo el problema con los< sueños.

—Está bien, no te lo diré.

—¿Le has dicho a Frank sobre tu problema? Quizás pueda ayudarte a solucionarlo.

—La verdad no creo que sea nada grave, debe ser a causa del estrés por la presión

de los últimos meses de la escuela< tu sabes.

—Lo único que sé es que deberías dejar que te revisaran.

—Quiz{s tengas razón, es muy extraño, es como si en realidad< sintiera lo que

sucede mientras sueño.

—Debe ser muy interesante.

—No comprendes, literalmente siento lo que sueño, ya sabes, el viento, el suelo, la

lluvia< el frío.

—¡Vaya! Eso sí es extraño —dijo Efraín un poco incrédulo.

Efraín era el mejor amigo de Alecz, iban a la misma universidad y cursaban el

mismo semestre. Efraín era hijo de un empresario acaudalado, era hijo único así

que consideraba a Alecz como su hermano mayor. En la universidad no eran parte

de ningún grupo social, no tenían más amigos que ellos mismos, siempre los

excluían de eventos sociales y fiestas comunes, pero eso no les afectaba en lo más

mínimo, pues Efraín siempre tenía los mejores lugares reservados para ver tocar a

sus bandas de rock favoritas. Muchos creían que Alecz era amigo de Efraín por

conveniencia, pues decían que un huérfano como él no podía pagarse a sí mismo

tan costosa educación y que quizás Efraín compraba su compañía, sin embargo no

era así en lo más mínimo. En una ocasión, se había ofrecido a pagar el costo de

colegiatura de Alecz, pero éste amablemente se negó, argumentando que no le

daría el mismo valor a su esfuerzo que si lo hiciera por sí mismo.

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La verdad de su amistad era que cuando recién comenzaban la universidad, un

muchacho engreído y arrogante llamado Saúl, molestaba a Efraín junto con otros

muchachos que se divertían haciéndole bromas de mal gusto, Alecz hizo frente

pues no soportaba ver tal abuso a aquel muchacho. Saúl lo miró de pies a cabeza y

lo llamó “pordiosero”, pero Alecz tranquilamente sólo pidió que dejaran en paz al

muchacho, pues no podía defenderse y que de ser posible, él lo haría. Entonces

Saúl quiso golpearlo, pero la condición de Alecz y el haber pasado su niñez

creciendo en un orfanato con muchos niños abusivos le fueron suficientes para

poner a Saúl en su lugar. Desde entonces, Saúl consideró a Alecz como su único

enemigo y cada que podía evidenciaba su condición humilde, a lo que Alecz no

prestaba la más mínima atención. Efraín agradecido, seguía a Alecz a todos lados y

le ofreció su amistad incondicional.

Llegaron al aeropuerto aún con tiempo para abordar el vuelo. El chofer sacó del

maletero la mochila de Alecz y posteriormente otras cuatro que contenían el

equipaje de Efraín. Cuando Alecz le preguntó qué era lo que llevaba en tantas

maletas, su amigo sólo contestó que era lo “esencial” para un viaje.

Abordaron el avión con destino al estado de Chiapas, el cielo se veía totalmente

listo para ser navegado. Compartieron los asientos, sin embargo, Alecz no parecía

muy feliz con su lugar que estaba junto a la ventanilla, pero no quería que su

amigo supiera que su primer viaje en avión le ponía nervioso.

—¿Te sientes bien? —preguntó Efraín viendo a su amigo nervioso.

—¿eh? Si claro, sólo es un poco de< sueño —dijo Alecz titubeando.

—¿Quieres que te cambie el asiento?

—No no, est{ bien, es sólo que< nunca me subí a un avión< jaja —dijo con un

tono divertido para despejar los nervios.

Efraín se acurrucó en su asiento y se puso los audífonos de su iPod, mientras que

Alecz sólo trataba de no pensar en el vuelo.

El avión arrancó sus motores y avanzó, mientras él apretaba su estómago, después

de alzar el vuelo se acostumbró al suave movimiento, ya con más tranquilidad, se

asomó por la ventanilla y pudo ver el resplandor de una de las ciudades más

grandes del mundo, la gente se veía cada vez más diminuta, bostezó y contempló

con calma la vista aérea.

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—“Si pudiera volar< surcar los valles sobre el cielo, acariciar las nubes y ver sobre

ellas el anochecer” —pensaba.

Desde muy pequeño, Alecz soñaba cada que veía al cielo azul, como sería si

pudiera volar sin necesitar un avión, llegar hasta cualquier parte del mundo por sí

solo, se imaginaba volando con unas enormes alas de ángel, sintiendo la brisa

chocar con su rostro, mientras la enorme luna plateada se imponía sobre su

cabeza< era sin duda uno de sus pensamientos favoritos de la niñez.

Y ahora se encontraba sobrevolando el valle mexicano, era lo más cercano que

podía estar de aquel fantasioso sueño< hasta ahora.

Por la ventanilla podía ver todo el valle, creía que la vista desde arriba era muy

rara, veía cientos de autos causando tráfico, gente caminando a prisa por todas

partes y hasta podía ver el smog en el horizonte.

—¿Cómo puede ser, que un valle tan hermoso se haya convertido en una ciudad

caótica y decadente? —se preguntaba a sí mismo.

Contemplaba nostálgicamente, bostezó un par de veces, vio cómo cada vez se

elevaba más y más el avión, una enorme nube interrumpió su vista por un instante

y cuando la nube se apartó, su aliento se contuvo.

Cuando tuvo nuevamente visibilidad, se estremeció, la ciudad se veía muy

diferente, el aire estaba muy notablemente contaminado, pues notaba un color

rojizo, las personas que se veían muy diminutas corrían despavoridas por todos

lados, muchos edificios se encontraban en llamas. Aquella era una vista

espectacularmente horrible, el caos dominaba por todas las calles de la ciudad, él

estaba completamente confundido, no tenía la más remota idea de lo que sucedía,

pero algo más robó su total atención.

Al ver el horizonte, una escena apocalíptica hizo que se quedara perplejo. Una

enorme ola de fuego arrasaba con todo a su paso, destruyéndolo. Todo cuanto

había cerca salía volando por los aires, autos, personas, escombros, etcétera. Alecz

no podía creer lo que veía, cuando pudo reaccionar, quiso alertar a su compañero.

—¡Ef, despierta! ¡Ef!< —gritaba, pero su compañero no reaccionaba—. Ef, por

favor, tienes que ver<

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Pero cuando lo quiso agitar para despertarlo, notó que el rostro de su compañero

estaba desfigurado, era como si le hubieran rociado ácido. Alecz asustado se retiró

rápidamente y quiso pedir ayuda, pero cuando miró al resto de los pasajeros, vio

que todos ellos estaban igual, con la piel derretida y con rostros desfigurados,

sintió un escalofrío.

De pronto, una alarma comenzó a sonar en el avión y notó que comenzaban a caer

en picada, la turbulencia de la caída lo hizo aferrarse de donde pudo. Por su

cabeza pasaban cientos de pensamientos por segundo, pero principalmente

pensaba en Saori y en que no llegaría a su destino para abrazarla por última vez.

La caída del avión hacía que Alecz se aterrara, pero aun peor, fue cuando vio que

la ola de destrucción se acercaba amenazante, rápidamente hasta donde el avión

estaba. Sea como fuere, no tenía salida, aquella vez moriría.

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Capítulo II.- La Ciudad Milenaria

Se despertó de súbito, contemplando la belleza del valle chiapaneco, el esplendor

verde y la ausencia de smog le reconfortaba. Lo que acababa de ver unos

momentos antes, era sólo un sueño más, y se alegraba de que sólo fuera eso, sin

embargo, le preocupaba que esos sueños fueran cada vez más tangibles. Se

preguntaba si esos sueños presagiaban algo malo, o que quizás sólo reflejaban sus

miedos. Sabía que había algo mal en su cabeza, tal vez tomaría el consejo de Efraín

y hablaría con Frank de su problema en cuanto volvieran a la capital.

Descendieron del avión y el aire les parecía más puro, aunque el clima cálido le

hizo saber a Alecz que debió de traer ropas más frescas. Aun así, ambos estaban

felices de llegar a un lugar tan limpio. El personal del aeropuerto les acompaño

hasta el taxi que los llevaría a su destino y después de dar una buena propina

partieron hacia la ciudad mística y milenaria de Palenque.

Aquella era una zona arqueológica situada al norte del Estado de Chiapas.

Palenque era antiguamente conocido por los mayas como “Otolum” que puede

significar “lugar de casas fuertes”, sin embargo, Fray Pedro Lorenzo bautizó al

lugar como Palenque, que significa fortificación, en tiempos de la colonia.

Ese era el destino de aquel par de amigos, habían planeado una excursión con

otros compañeros de clase para un proyecto de fin de curso. Alecz y Efraín habían

llegado un día después que sus compañeros, debido a que un profesor había

retrasado un examen. Pero sus compañeros, no quisieron esperarlos, alegando que

ya tenían el tiempo medido y contratado para hacer el recorrido. Era claro que no

eran de su agrado.

Momentos más tarde, arribaban a la ciudad milenaria, el esplendor y la espesa

vegetación era algo que les daba tranquilidad, creía que nada malo podía pasar en

un lugar tan tranquilo y bello< o al menos eso esperaban. Alecz pensaba que todo

sería perfecto, al menos hasta que volviera a tener esos sueños extraños, aunque la

verdad era que no pensaba dormir esas dos noches que permanecerían en el

campamento.

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Ayudó a su amigo con el equipaje, le parecía que era mucho, pero no dio queja

alguna, sólo pensaba que quizás traía consigo muchas cosas innecesarias.

—Oye hermano, creo que no debí traer tanto equipaje —dijo Efraín.

—¿En serio? —dijo Alecz con sarcasmo— Por cierto ¿Qué empacaste para venir

dos días de excursión?

—Pues< c{mara digital, baterías adicionales, ropa, bolsa de dormir, comida,

cobertor y otras cosillas.

—¿No crees que exageraste un poco?

—Ahm< veamos< no.

Buscaron el campamento de sus compañeros, anduvieron entre muchos turistas,

había gringos, argentinos, españoles y varios que parecían ser franceses. Alecz

creía que sus acentos eran muy graciosos, aunque pensaba que ellos dirían lo

mismo de él.

Un grupo de jovencitas lucían muy sensuales con sus atuendos provocadores y

cuando Alecz pudo ver, Efraín ya había echado mano de su cámara digital,

tomando muchas fotos de las jovencitas que no se cohibían.

—¿Por qué no nos acercamos Ef?

—Creo que tienes razón, si no encontramos a los demás, podríamos quedarnos con

ellas, al parecer vienen solas.

Efraín se acercó con aquellas hermosas mujeres, Alecz sólo miró. Un minuto más

tarde regresaba Efraín con una sonrisa de oreja a oreja.

—Jajaja —rió divertido Alecz— ¿Qué les has dicho?

—Pues< les dije que si podríamos unirnos a ellas.

—Y bien< ¿Qué te dijeron?

—Ahm< no estoy seguro —dijo titubeante—. No sé, creo que no se me quedaron

bien aprendidas las clases de francés< ¿o era alem{n?

—¿Y por qué sonreías entonces tanto?

—¿Porque?, tú no estuviste ahí, viendo a esas< bellezas de frente.

Escucharon un voz a sus espalda que se les hizo familiar y rápidamente dieron la

espalda a las bellas francesas, disimulando no haberlas notado siquiera.

—¡Alecz! —dijo una voz dulce y suave.

—Oh, mira eso< es< hermosa —titubeó Efraín.

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—Debe serlo< ¡Karen! —dijo Alecz fingiendo que no la había visto— los

est{bamos buscando< ¿no es cierto Ef?

—Cierto< muy cierto —contestó su amigo, nervioso.

—Bueno, supongo que esas chicas no supieron orientarlos ¿verdad? —dijo Karen

con sarcasmo señalando a las jóvenes.

—No sé de qué< hablas Karen.

—¿Ah no? Podemos preguntarle a Saori.

—No le hagas caso Karen, tú sabes que est{< jugando ¿verdad? —dijo Alecz de

pronto.

—Bien, me alegro de que hayan llegado, vamos —hizo un ademán para que le

siguieran.

Karen era una chica dulce y hermosa, su cabello era corto y oscuro, su piel era clara

y sus ojos color marrón la hacían ver muy atractiva, especialmente para Efraín que

desde que la conoció, no paraba de admirarla. Ella era la mejor amiga de la novia

de Alecz, siempre iban juntas casi a todas partes, era de las pocas personas que no

tenían ningún problema con aquellos dos recién llegados.

Después de atravesar la multitud llegaron al campamento que tenían reservado. Al

instante notaron miradas de desagrado de algunos viejos conocidos.

—Mira Alecz, están muy felices de vernos de nuevo —dijo Efraín con sarcasmo—,

especialmente Saúl.

—Es lo que veo amigo, ¿soy yo o tiene ganas de asesinarme con su mirada?

—No lo creo —susurró— más bien pareciera que tiene ganas de abrazarte.

De pronto Alecz quedó a oscuras, no veía nada. Alguien a sus espaldas le había

tapado la vista, e inmediatamente se imaginó quien era.

—¿Saori? —dijo Alecz como adivinando.

—¡Guau! ¿cómo lo supiste?

—Es fácil, si hubiera sido alguien más me hubiera estrangulado.

—Jajaja —rió divertida— Estás exagerando.

Al verla de frente, Alecz clavó su mirada en ella y recordó el sueño del cementerio.

La abrazó fuertemente, como si tuviera mucho tiempo de no haberla visto. La

estrechó con amor y la besó en los labios con pasión. Saori era la novia de Alecz

desde poco después que entraron a la universidad, era una joven hermosa, su pelo

rizado y claro brillaba bajo la luz del sol, su piel era blanca como la nieve, sus ojos

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eran del color de la miel y sus labios rojos la hacían ver como un ángel, un ángel

que hacía vibrar el corazón de Alecz como nada más lo podía hacer.

—Alecz, te extrañé mucho.

—Yo igual nena< yo igual.

Alecz y Efraín montaron su tienda de acampar, tomaron ambos sus cámaras

digitales y un par de baterías adicionales, entonces se dispusieron a unirse al grupo

de jóvenes universitarios.

El plan era hacer un recorrido a los vestigios de la ciudad maya, haciendo énfasis

en las estructuras y sus representaciones. La verdad era que la mayoría sólo

tomaban aquello como un paseo, les importaba poco lo que pudieran a prender del

viaje.

—¡Vaya!, creía que ustedes no vendrían, eso hubiera sido una pena —dijo de

pronto un arrogante muchacho a espaldas de Alecz con sarcasmo.

—Gracias Saúl, nosotros también te extrañamos —respondió Alecz con el mismo

tono.

—Seguramente te has terminado tus ahorros para hacer este insignificante viaje

¿no es así?

—A decir verdad, no me preocupa mucho, ya que tengo una beca por ser uno de

los mejores resultados< a diferencia de los estudiantes promedio.

Saúl había visto frustrado otro intento para humillar Alecz, pero había algo en su

semblante que le causaba cierta satisfacción, como si pronto sus preocupaciones

fueran a desaparecer. Pero de momento sólo dio la espalda y se retiró con

Stephanie, su pareja.

—Es tan odioso —dijo Efraín un tanto molesto—, no sé cómo lo soportan sus

propios amigos.

—Es f{cil< ellos deben ser igual a él.

—Quizás eso lo explique todo.

La expedición consistía en un recorrido detallado en las ruinas de la ciudad mística

de Palenque, dando una especial atención al Templo de las Inscripciones, el

Templo de la Cruz y el Templo del sol.

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La cultura maya, fue una de las más importantes del continente americano,

caracterizado por sus edificaciones, su agricultura y una precisión extraordinaria

del tiempo y el espacio. Era sin duda una de las culturas más maravillosas de la

historia del mundo, digna de ser estudiada y eso era lo que traía a muchos turistas

de todas partes del mundo, sin embargo, también hay muchas cosas que se

desconocen de esta parte de la historia.

Se dirigieron primero al templo de las inscripciones, subían por los escalones de

aquella pirámide hacia la entrada superior, mientras contemplaban los jeroglíficos

que se localizaban en tres paneles donde se apreciaban los relieves de estuco, a los

cuales les tomaron fotografías, Karen explicaba la arquitectura de aquel edificio,

Efraín tomaba un video de todas y cada una de sus palabras, enfocando muy a

menudo el rostro de su compañera. Saori y Alecz iban al último, jugando muy

felices, abrazados, estaban tan bien juntos que no le pusieron mucha atención a lo

que explicaba Karen, mientras Saúl y Stephanie los miraban de reojo, con envidia y

quejándose de su falta de atención.

Cuando hubieron llegado a la cúspide del templo, Karen comenzó a hablar de un

particular, un rey maya, quizás uno de los más importantes que hubo en la ciudad

de Palenque.

—El rey Pakal —explicó la joven guía— también conocido como El Señor de

Palenque fue un personaje que encerraba un gran misterio, que representaba

sabiduría, valor, supremacía e incluso magia. Fue quizás el más importante del

periodo clásico del apogeo maya. Y esta pirámide, es su tumba.

El templo de las inscripciones era también un recinto sagrado hecho de piedras

monolíticas, un sepulcro que contenía la tumba del Señor de Palenque, misma que

fue encontrada en el año 1949 por el arqueólogo Alberto Ruz Lhuillier.

Entonces vieron que dentro de la pirámide, había un pasaje escalonado que iba

hacia abajo, y bajaron formando una fila mientras Karen seguía explicando el

recorrido.

—Es probable —continuó Karen—, que las escaleras interiores haya simbolizado el

camino que recorrían al inframundo los recién difuntos.

Entraron en una estrecha estancia, donde las paredes parecían levemente

inclinadas, y dentro de la estancia había una placa de piedra, la cual parecía ser la

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tapa de un sarcófago. Aquella placa estaba grabada con una misteriosa y famosa

imagen que hacía referencia a K inich Janaab Pakal.

La imagen mostraba una escena realmente simbólica e intrigante, misma que llamó

la atención de los presentes. Karen al ver las caras de sus amigos que parecían no

comprender, comenzó a describir la imagen de la lápida.

—La imagen —dijo Karen— tiene esculpida la escena que simboliza la manera en

que trasciende K’inich Janaab’ Pakal a su muerte, convirtiéndose en la

personificación del dios K’awiil. Al igual que este dios, Pakal porta una diadema

en posición encogida, casi de recién nacido. Al centro podrán notar una figura en

forma de cruz que simboliza el Árbol del Mundo, que recorre los tres planos

cósmicos: inframundo, terrenal y celeste. El soberano se encuentra suspendido

entre estos niveles, y de acuerdo con el antiguo concepto maya, está por descender

al inframundo donde habrá de derrotar a los señores de la muerte y

posteriormente renacer como el dios del maíz, y ascender así al plano celeste, para

procurar el equilibrio del universo y garantizar la continuidad de su raza.

Todos parecían quedar absorbidos por la imagen mientras la linda guía seguía

explicando los jeroglíficos. Alecz y Saori estaban al final del gripo, por lo que no

alcanzaban a ver la lápida, sólo oían la voz de Karen.

—Diversas deidades atestiguan los hechos —seguía explicando la guía—, en los

que Pakal va trascendiendo a los diferentes planos por medio del Árbol del

Mundo, el cual brota de la cabeza del monstruo de la tierra que porta un recipiente

para sacrificios. La escena está señalada por dos bandas celestes que representan

signos astronómicos, varios personajes parecen hablar y dedicar plegarias al

gobernante fallecido.

Cuando terminaron de apreciar la lápida de Pakal, el grupo salió nuevamente por

los escalones, sin embargo Alecz y Saori se quedaron con la duda sobre las

imágenes que describía Karen, así que sólo se hicieron a un lado mientras los

demás salían.

—¡Ey! No se queden atrás del grupo —dijo Efraín que iba detrás de Karen con la

cámara en mano—, vamos, dense prisa.

—Si< Gracias —dijo Saori—, en un momento estamos con ustedes.

—No te preocupes Ef, estaremos bien —exclamó Alecz.

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Cuando salieron los demás jóvenes, sólo quedaron ellos dos. Se acercaron a la

lápida grabada y contemplaron la obra de arte maya. Saori parecía no tener mucho

interés en la obra tanto como Alecz, que parecía hipnotizado por la imagen del rey

Pakal.

—¿Tú crees en eso de los dioses mayas y toda su parafernalia fantástica?

—Ahm< no —contestó Alecz, pensativo—, sólo creo que tenían mucha

imaginación.

Alecz analizaba los jeroglíficos de la piedra y la silueta de Pakal, se imaginaba la

extraordinaria semejanza de aquella representación con la historia del hombre más

grande del mundo, aquel que fue crucificado y ascendió al cielo.

Extendió su mano y sintió con sus dedos la textura lisa y fría de la piedra funeraria.

Deslizó su mano y en un instante sintió que algo cambiaba, cerró los ojos, sentía

una inmensa tranquilidad, sentía paz, como si su alma descansara del plano físico.

Cuando abrió los ojos vio a su alrededor y lo rodeaba una espesa selva con muchos

animales y frondosos árboles que alcanzaban el cielo. El cielo se veía parcialmente

nublado. Cuando se miró a sí mismo vio que sus ropas habían desaparecido, a

cambió tenía un manto blanco reluciente que le cubría desde la cintura hasta los

tobillos. En su pecho llevaba un hermoso collar con piedras de jade así como en sus

manos. Se quedó maravillado cuando vio que estaba situado en lo alto de una

pirámide, que le resultaba familiar, pero no recordaba en donde la había visto. Las

piedras que formaban aquella pirámide eran también de un blanco muy brillante.

Sin embargo, no se veía a nadie cerca de aquel lugar, estaba totalmente inhabitado.

Entonces escuchó un agudo sonido que le recordó al que hacen las copas cuando se

frota el borde con los dedos, era un sonido misterioso, pero no sabía de dónde

provenía. De pronto una luz azulina se hizo presente sobre su cabeza,

iluminándolo totalmente, cuando miró hacia arriba para ver de que causaba aquel

destello de luz, quedó cegado totalmente.

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Capítulo III.- Profecías

Abrió los ojos y descubrió que se encontraba en el interior de una tienda de

acampar, se sentía cansado, aunque no sabía el porqué. La luz que se filtraba por la

abertura de la tienda, indicaba que el crepúsculo estaba cerca. Después notó que a

su lado estaba Saori, contemplándolo fijamente, estaba esperando a que

despertara, aunque no se notaba preocupada no se había apartado de él ni un

instante.

— ¡Vaya! —Exclamó la hermosa chica— al fin despiertas bello durmiente.

— ¿Eh? Pero< ¿qué ocurrió? ¿Cómo llegué aquí? —preguntó Alecz

desorientado—. Est{bamos dentro de la tumba y luego< el sueño.

—Tranquilo, no pasa nada cielo. Sólo te has desmayado< es todo.

—Ese sueño era tan real.

— ¿A qué sueño te refieres? —preguntó Saori mientras acariciaba el rostro de

muchacho.

—Pues era, como si estuviera en la cima de una pirámide y luego algo me cubría

de luz< era tan< tranquilo.

—Tienes una imaginación muy grande Aleczito, pero lo que importa es que estás

bien.

— ¿Tú me trajiste hasta aquí?

—Pues aunque traté, no pude levantarte, Efraín y otro compañero lo hicieron,

hubieras visto sus rostros de preocupación.

—Oh, en verdad lo siento mi amor. —se disculpó el chico.

—No te preocupes. Por cierto, parecía que Efraín creía que yo te había noqueado, a

juzgar por su mirada, estaba muy nervioso.

—Jajaja —rió divertido— Me imagino que estaba más asustado que tú misma.

—Eso creo —le dijo a Alecz sin dejar de mirarle a los ojos y posteriormente cambió

de tema—. ¿Has tenido desmayos últimamente?

—Ahm< —pensó— a decir verdad< es la primera vez que me desmayo en mi

vida.

—Bien, entonces no ha sido nada.

Alecz sonrió, aquellos sueños le perturbaban, pero no quería preocupar más a

Saori explicándole aquello. Los sueños aterradores eran cada vez más frecuentes y

más reales, pero éste último fue diferente, pues no hubo nada aterrador y lo más

extraño es que soñó estando totalmente despierto y justamente cuando se

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imaginaba lo que aquella lápida pudo significar, aquello era un misterio para él,

pero trató de no pensar más en eso.

Unos minutos después empezaba a oscurecer y todos los demás universitarios

volvían al campamento. Cuando pasaron Stephanie y Saúl, vieron a Alecz y

soltaron una carcajada, burlándose de él. Luego llegó Efraín con sus pesadas

maletas al lugar donde estaba su amigo.

— ¡Ey! ¿Cómo sigues? —Preguntó Efraín tranquilamente— En verdad que me has

dado un susto.

—Todo está bien, me siento genial. ¿Y tú como te la has pasado grabando a Karen?

—preguntó Alecz.

— ¿Qué? No sé< de qué< hablas —contestó Efraín titubeando—, yo estaba<

grabando< el recorrido.

—Si, por supuesto. ¿Has grabado algo interesante?

—Pues lo único que hubiera valido la pena grabar era la manera en que te has

desmayado, pero no me ha dado tiempo de enfocar la cámara —dijo burlándose de

su amigo —. Y< ¿dónde has dejado a Saori?

—Fue con Karen, me parece que encenderán la hoguera

—Qué bueno. ¿No sabes qué fue lo que te pasó? ¿No sientes que te duele la

cabeza?

—Oh, lo que quieres saber es que si pienso que fue Saori quien me noqueó.

—Pues la verdad es que no se le veía preocupada por tu desmayo.

—Basta, no sigas diciendo tonterías. Fue un sueño.

— ¿Qué fue qué? —preguntó Efraín con extrañeza.

—Un sueño, de esos que me suelen pasar cuando duermo y que parecen muy

reales.

—Pero, ¿Qué no dijiste que sólo te pasaba cuando dormías?

—Y así era, pero, cuando toqué aquella piedra, comencé a soñar nuevamente, no

me percaté en que momento quedé dormido.

—En verdad que estás mal, esto ya se ha pasado del límite, en cuanto regresemos a

la capital, tenemos que buscar a Frank o a otro doctor que pueda ayudarte con ese

problema tuyo.

—Está bien Ef, no es grave. Pero sí, visitaré a Frank al regreso.

Ya había oscurecido y el sol se había llevado con él las decenas de turistas que

deambulaban por los vestigios milenarios, sólo quedaban pequeños campamentos

improvisados que rodeaban hogueras ardientes. El grupo que acompañaba a

Alecz, estaba conviviendo, contando historias alrededor del fuego y bebiendo

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alegremente bajo el manto estelar que adornaba la noche. Las historias relatadas

por Saúl, llamaban mucho la atención de sus acompañantes, historias sobre el

primer hombre maldito de la humanidad, y sus horribles historias, así como otras

de similar car{cter, donde hacía mención de las “bruxas”, hombres lobo y dem{s

criaturas mitológicas. Pero, cuando fue el turno de relatar de Karen, hubo una

especial atención, pues lo que estaba a punto de contar era más que simple

mitología, eran las creencias de una de las civilizaciones más importantes y

misteriosas del planeta.

—Bien —comenzó Karen—, ahora yo les contaré algo casi tan interesante como lo

que ya hemos escuchado, y es acerca de cierta profecía que dejaron los mayas antes

de desaparecer, profecía que es para muchos una realidad.

Saori puso tanta atención a lo que decía Karen, que Efraín y Alecz se interesaron en

el relato, acercándose más al círculo para escuchar mejor. Aquel era un tema al que

Efraín tenía cierto respeto y admiración, tenía siempre la ilusión de poder

presenciar aquellos sucesos que marcaban las proféticas palabras de los mayas, por

más sugestivos que fueran.

Y bajo la luna llena de aquella noche limpia e iluminada por las estrellas, el relato

comenzó y en el aire se percibía la magia.

—Estamos en el fin de un ciclo —dijo Karen a los presentes—, un ciclo que culmina

en cambio, en esperanza y oportunidad. Podemos percibir ahora, en todo el

mundo una guerra, pero no una guerra precisamente armada, biológica o nuclear,

sino una que destruye poco a poco el alma y la mente, esa guerra que toma nuestra

conciencia secuestrada y nos impide ver más allá de nuestro propio ser, una guerra

que no tiene inicio ni final, porque está en nosotros mismos. Los sabios ancestros

dijeron que este tiempo llegaría, tiempo en el que debíamos tomar una decisión,

una que tendría que marcar nuestros corazones, una decisión que sólo tiene dos

opciones, la primera es la evolución, tratar de conectar nuestra mente y espíritu,

comprendiendo que todos y cada uno somos parte de una sola entidad única y

perfecta, el universo. Mientras que la otra opción es< nuestra propia condena,

nuestro fin como especie en evolución, nuestro fin del camino hacia la perfección,

donde todo aquel que no conecte su espíritu y su mente, no tendrá lugar en el

nuevo orden del universo, pues antes que nosotros hubo otras civilizaciones, las

cuales fueron desechadas por el mismo planeta, y sólo sobrevivieron aquellos que

lograron avanzar en la escalinata de la evolución, dejando sólo restos de las

culturas de las que hoy tenemos conocimiento. Nosotros estamos en el último

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escalón, y nuestro tiempo se agota, pues el fin del ciclo galáctico está cerca y debe

volver a iniciar, para llevarnos más allá de lo que ya conocemos, para estar

conectados no sólo con nuestro planeta, sino con lo que existe en el cosmos.

Cuando dijo esto, todos se quedaron callados, las miradas se dirigieron hacia el

fuego, tratando de imaginar aquellas palabras. Saori tenía su mano estrechada

fuertemente con la de Alecz, mientras que Efraín miraba admirado a Karen, que

irradiaba su propia belleza a la luz del fuego y le tenía abstraído como un pintor a

su obra de arte.

—Pero no termina ahí todo —continuó Karen—, pues todo cambio lleva un

proceso, que a veces puede ser dramático, pero no por ello deja de ser necesario. Se

dice que al final del ciclo, nuestro sistema solar, debe conectarse con el centro de la

galaxia en la que nos encontramos. Esa energía que conectara al sistema, tendrá

cambios en nuestro sol, en nuestro planeta y< en nosotros mismos. La energía que

conectará a nuestro sol con la galaxia, será también un detonante para la mente

humana que esté preparada para la evolución, liberando un nuevo sentido, uno

que nos servirá para formar parte de lo que llamaban: El Gran Plan. Este cambio

tendrá consecuencias, pues nos facilitará a los humanos pensar como unidad y no

como individuo, apartándonos de egoísmos y diferencias innecesarias, creando la

unión y la conexión. Sin embargo, habrá quienes serán presas del miedo y la

confusión, pues no estarán preparados para el cambio, y su miedo se convertirá en

guerra, en destrucción, poniendo en riesgo el equilibrio y el camino al desarrollo

del Gran Plan. Porque esa es parte de la naturaleza humana, y sólo los humanos

debemos luchar contra eso.

La suave brisa despeinaba el pelo de la joven guía, como invitándola a continuar

hablando. Todos estaban cada vez más adentrados en lo que Karen decía,

imaginándose a sí mismos en ese proceso de cambio al que se refería.

—Pero además —continuó después de unos segundos—, no sólo habrá cambios

que afecten a la mente y al espíritu del ser humano, sino también a su hogar, su

planeta. La energía que llegará al sol, afectará en gran medida su influencia sobre

la tierra, alterando las temperaturas y causando desastres de todo tipo, naturales y

sociales, sumando a esto la incapacidad del hombre para afrontar las desgracias

mundiales. Se dice que la contaminación con la que ha contribuido el hombre no

será la causa de su destrucción, pero si lo será su ignorancia para tratar y vivir con

la naturaleza, su desprecio hacia su propio hogar. Pero se deja en claro, que este es

un proceso natural de la tierra para limpiarse y reiniciarse, por así decirlo. Como

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consecuencia de estos cambios y considerando la influencia del sol sobre la tierra,

todo aquello que dependa de la electricidad directamente, dejará de funcionar, las

telecomunicaciones y demás instrumentos tecnológicos quedarán inservibles

haciendo que el hombre saque su instinto natural para sobrevivir, acto que

ayudará en el cambio evolutivo.

Alecz trataba de no imaginar aquello con tanta sugestión, pues no quería volver a

pasar por uno de esos aterradores sueños que le robaban la calma, trataba de

apegarse a la realidad lo más posible, y Saori le ayudaba con sus caricias, sin saber

lo que a él le aquejaba.

—Serán muchos cambios en poco tiempo –complementó Karen–. Pero tendremos

para ello, la esperanza que nos dará el mismo universo, pues el nuevo sentido que

desarrollaran los que estén listos para la evolución, además de pensar como

unidad, también servirá como un poder único, ligado al conocimiento y a lo que

algunos llaman fe. De manera que con esta energía colectiva podamos librarnos del

obstáculo final, que se dice, culminará el proceso de evolución y selección. Este

último obstáculo, según la creencia maya, será una amenaza proveniente del cielo,

la cual tendrá la capacidad para acabar con todo cuanto haya sobre la faz de la

tierra. La conexión de aquellos que asimilen la evolución tendrá un increíble poder

para hacer cosas inimaginables.

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Capítulo IV.- Los Señores de la Luz

Cuando Karen hubo terminado, todos los presentes estaban como hipnotizados por la hoguera, algunos con escepticismo, otros con cierta sugestión, pero nadie dijo nada hasta que Saori atizó el fuego, removiendo las brasas. Todos se pusieron de pie y se dispersaron en el campamento. — ¿Has tomado nota de todo hermano? —dijo Efraín con sarcasmo. —Para nada —contestó Alecz—. Es sólo un cuento viejo que sirve para dormir la mente. —Pues no sé, quizás algunas cosas puedan servirnos algún día. —Lo único que me serviría en este momento sería un buen trago. Pero dudo que Saúl y sus colegas quieran invitarnos. — ¡Ey! —exclamó de pronto Efraín—, con quien crees que estás? No olvidaría algo tan importante para este viaje. —¿Qué quieres decir? Y Efraín abrió una de sus maletas, y sacó un par de botellas. —¿Prefieres Absolut o José Cuervo? —preguntó Efraín al tiempo que sostenía ambas botellas frente a Alecz que se quedó perplejo. —Pues Abs… —Ninguno… —dijo de pronto Saori que llegó hasta donde estaban los dos amigos, acompañada de Karen— No sin antes invitarnos. Aunque no lo admitiera, Efraín estaba enamorado de Karen desde que la conoció, pero él nunca tuvo el valor de decirle nada. Creía que cualquier flirteo hacia Karen sería inútil y tenía miedo de hacer el ridículo. Pero aquella noche, vio en su mirada una oportunidad y entonces, la tomó. —Muy buen relato Karen —dijo Efraín a la linda guía. —Es sólo una teoría que trata de explicar el mensaje de los antiguos mayas. —Es lo que le explicaba a Alecz —mintió—. A mí me parece un tema muy interesante. Alecz decidió no decir nada y Saori se limitó a servir las bebidas y hacer como que no prestaba atención. Alecz estaba muy nervioso, así que decidió hacer de una buena vez lo que tenía planeado hacía ya un tiempo. Buscó algo en el bolsillo de su chaqueta y lo tomó, luego tragó saliva. —Saori. —¿Si amor? —Te gustaría… ir… a dar una vuelta? —titubeó. —Claro, a donde tú quieras —dijo sonriente con su tierna voz.

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—¡Chicos! —dijo Saori a Efraín y Karen—. Iremos a dar una vuelta, volvemos en un momento. —Por supuesto, tengan cuidado con las brujas —bromeó Karen. —Si… claro. Efraín miró a Alecz con gesto de complicidad y le sonrió. Discretamente levantó el pulgar en señal de aprobación y luego continuó con el flirteo. Saori y Alecz salieron del campamento y se dirigieron hacia el lado contrario a los vestigios. Saori caminaba de la mano de Alecz, adentrándose en el bosque tropical que rodeaba la zona, subían por una vereda angosta no muy lejos del campamento acercándose a un claro, un paraje rodeado de árboles y arbustos. Alecz sentía cómo su corazón se aceleraba con cada paso, no decía nada y eso le parecía extraño a Saori. —¿Te pasa algo cielo? —¿Qué? no… no, es sólo… que me pongo nervioso… cuando estoy contigo. —No sé por qué no te creo, pero mira, ahí podemos estar solos un momento —dijo Saori señalando entre las penumbras. En aquel claro había un tronco viejo, en el cual crecía musgo y ahí se sentaron, admirando el hermoso manto estelar que precedía la luna plateada, la cual bañaba con su luz el paraje, el cielo parecía otorgar un momento memorable para aquella pareja. —Vaya, que hermoso lugar—dijo Alecz con expectación. —¿Verdad que si? Karen me dijo que había un bonito lugar por este lado, pero no pensé que fuera tan… —¿Mágico? —intervino Alecz. —Sí. Alecz temblaba un poco, pues no sabía que era con exactitud lo que debía hacer. Ella estaba frente a él, irradiando su belleza bajo la luz lunar, así que primero optó por dejarse abstraer por su mirada, que era una de las cosas que más amaba en su vida. Las miradas regaladas, de un hombre y una mujer enamorados son un leguaje oculto, que se descifran bajo la estela del amor humano, sincero. Se puede mentir con los labios, pero las ventanas del alma son innegables y penetrantes en el corazón. Alecz podía ver en ella la pasión y una eterna elevación del alma que llegaba hasta aquel estrellado cielo, y ella podía ver en Alecz la felicidad y un alma arrodillada, sólo para ella, sabía que tendría toda la devoción de un hombre con sólo una sonrisa, y eso era todo lo que él necesitaba para ser feliz. Alecz se apartó el cabello del rostro. Luego volvió a Introducir su mano en el bolsillo, acariciando la pequeña caja forrada de terciopelo. De pronto se puso de pie frente a Saori, que lo vio hacia arriba y le sonrió, sin decir nada. Acto seguido, se arrodilló y tomó sus suaves manos que eran blancas como la luna, besó su mejilla y luego sus labios, suspiró. —Saori, desde el primer instante que te vi, supe que tú eras mi destino.

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Saori clavó su mirada en los ojos de Alecz, deseó que lo que le dijera, no fuera aquello que ella tanto temía. Sintió miedo por un instante. —Eres lo único bello que he tenido en la vida. Y temo que pronto nos separemos. Ella tragó saliva, sintió que el aliento se le escapaba, pero dejó que Alecz terminara, resignada. —Pronto, terminaremos la universidad y quizás tomaremos diferentes caminos. Cuando escuchó esas palabras, Saori sintió un gran alivio, pues no era lo que ella temía. Su alma, suspiró. —Es por eso —continuó Alecz—, que quisiera pedirte una respuesta. Una respuesta sincera, pura y sin duda… verdadera. Saori lo vio con ternura y apretó aun más sus manos con las de Alecz. —Dime… ¿Qué quieres saber? Alecz sacó de su bolsillo una hermosa sortija plateada, la cual tenía una “S” incrustada en oro y dentro de la artesanía, había una pequeña leyenda que decía “Si hay tiempo, hay esperanza” y la colocó en el dedo anular de la mano de Saori. —Saori… quiero saber la naturaleza de tu amor y al mismo tiempo… entregarte mi vida, mi alma y toda mi pasión... —recitó con una voz suave y preguntó— ¿Aceptas ser mi esposa? No caben en el tiempo y el espacio, todas las palabras que pueden significar para un hombre, el regalar lo más sagrado y valioso que tiene, a la causante de sus dichas y sus desgracias. Y en ella no cabrán jamás, las palabras para describir el amor y el dolor que se debe soportar al aceptar un regalo que sólo el destino puede dar valor. –Alecz... claro… que… sí... acepto –respondió mientras resbalaba una lágrima por su mejilla y abrazaba a aquél que era el ícono de su devoción. Y ambos se entregaron en un beso apasionado, que emanaba del amor desencadenado, naciente de la noche, aquella noche, que sería muy especial... en más de una forma. Alecz tenía en mente aquel que era el momento más feliz de su vida hasta entonces, todo lo que vivió en su niñez, las carencias y tristezas, ahora se veían recompensadas. Quizás el destino existía después de todo… ¿o no? Saori y Alecz, los dos enamorados, la envidia de tantos, estaban juntos abrazando sus cuerpos y sus almas, cuando de pronto, algo ocurrió. Estaban ellos en medio de aquel paraje, cuando todo estaba ya oscuro y sólo se vislumbraba por la luz de las estrellas y la luna, cuando de pronto el cielo tuvo un cambio increíblemente repentino. Aquel cielo limpio y despejado, en menos de un minuto estaba totalmente cubierto de nubes enormes y grises. Comenzó a hacer mucho viento, parecía que estaba formándose una tormenta.

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Saori se separó un poco de su ahora prometido, observó el cielo tempestuoso y luego hacia la vereda que llevaba de vuelta al campamento. —Qué raro —exclamó Saori—, creo que será mejor que volvamos ¿No crees Alecz?... ¿Alecz? Pero no tuvo respuesta, pues cuando quiso voltear hacia su acompañante, él ya no estaba. Volteó hacia todos lados, desesperada y comenzó a gritar. —¡Alecz! ¿dónde estás? ¡Esto no es gracioso! Tenemos que volver al campamento. Y mientras el cielo ya estaba totalmente cubierto de nubes, ella seguía ahí, parada, sola. Empezaba a sentir miedo y desesperación, ¿dónde estaba Alecz?. Estaba segura de que aquello no era una broma. Ya estaba todo oscuro, apenas se podía distinguir el camino de regreso al campamento y hacia allá se dirigía, cuando alcanzó a vislumbrar una familiar silueta gracias a un relámpago que cayó cerca del lugar, iluminando todo por un segundo. Aquella silueta era la de Alecz ya llevaba una considerable distancia recorrida y se dirigía hacia lo más alto de aquella montaña, así que ella, fue detrás de él. Mientras tanto Alecz caminaba rápidamente por entre los árboles, su rostro reflejaba indiferencia, como si estuviera en algún tipo de trance. A su alrededor sólo había destellos que producían los relámpagos, pero parecía como si eso no importara en lo más mínimo. —Tengo que apresurarme… Pronto se cumplirá el mandato… Falta poco… Ellos me esperan… Hablaba en voz alta para sí mismo y no dejaba de ver hacia la cima de la colina, sin parpadear. Los relámpagos comenzaron a caer más cerca y con más frecuencia, convirtiéndose en una terrible tormenta eléctrica sobre el bosque tropical. —¡Alecz! ¡Vuelve! —gritaba Saori desesperadamente, sin embargo, aun estaba muy lejos de Alecz— ¿A dónde demonios vas? ¡Regresa! ¡Alecz! Saori corría a toda prisa por la espesura, tropezando seguido y resbalando. El lodo y las hierbas le hacían caer. Las ramas y árboles le rasgaban la piel de brazos y piernas. Aquel lugar sólo podía discernirse por momentos, mientras que la luz de los relámpagos lo permitiera y aun así ella seguía luchando por alcanzarlo, no le importaba la distancia ni las condiciones, porque debía estar con él. Ella no sabía qué era lo que estaba pasando y no sabía por qué Alecz iba hacia la cima de aquella montaña, pero estaba muy asustada, deseaba que aquello no fuera lo que temía desde hacía tiempo. —Por fin… —dijo Alecz aun en trance al llegar a lo más alto de la espesa montaña— ¡Aquí estoy! He respondido al llamado… he cumplido con la promesa… ¡aparezcan! Cuando terminó de decir esto, despertó del trance, se dio cuenta que estaba en un lugar desconocido sin saber cómo había llegado ahí. Miró a su alrededor y vio la tormenta eléctrica que

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dejaba caer su furia sobre el valle milenario, causando incendios entre los árboles a su alrededor. De pronto algo sobre su cabeza se presentó. Entretanto Saori se acercaba más a la cima, pero parecía como si la tormenta estuviera contra ella, pues los relámpagos caían cerca de ella, como impidiendo su camino, era como si el cielo no quisiera que siguiera detrás de Alecz. En la cima de la colina, Alecz estaba confundido, desorientado y una luz azulina se hizo presente entre las nubes acercándose hasta donde él estaba, y de la luz surgieron cuatro figuras que rodearon al muchacho, el cual se alarmó, estaba totalmente indefenso contra aquello que no sabía que era, pero de pronto aquel temor se fue desvaneciendo, era como si el ambiente se inundara de tranquilidad, callando todo a su paso, dejando como rastro silencio y en el aire una espesa niebla. Alecz también se tranquilizó sin saber por qué y veía lo que sucedía a su alrededor. Las siluetas luminosas adoptaron forma humana, encerrando al muchacho en el centro, que intentaba moverse, sin éxito. Uno de aquellos entes dio un par de pasos hacia el confundido muchacho, dejando ver su cuerpo y su rostro. Alecz estaba cada vez más intrigado, pero notó que ya no había miedo. Miró a aquel que estaba más cerca y comprendió que él le hablaba a través del pensamiento. —Saludos, hermano… –Alecz escuchó que alguien le hablaba, pero la voz provenía de su propia cabeza. —¿Quiénes son ustedes y que es lo que hago aquí? —Nos presentamos –dijo la voz que parecía ser telepática–, mi nombre es Akan, y ellos son Ek, Abuluk y Qob. Somos los Señores Portadores y Protectores de la Luz. Alecz recobró el movimiento poco a poco. Volteó a su alrededor y vio a las otras figuras que le rodeaban. Dos de ellos eran muy altos medían más de dos metros, sus brazos eran muy largos, al igual que sus manos. Había otro que era muy pequeño, medía al menos medio metro de altura. Y aquel que estaba frente a él era de su misma estatura, era el único que no llevaba cubierto el rostro, tenía unos profundos ojos del color azul del cielo, su cabello era muy largo y blanco con tonos igualmente azulinos, su rostro era muy fino y hermoso, su piel era blanca, tanto que casi parecía brillar. Todos ellos portaban las mismas ropas, eran mantos lisos y estrechos, el color de sus ropas también eran luminosas y azulinas, eran como la luz que había visto momentos antes, y en el pecho había un símbolo que se asemejaba al “alpha”.

—Alecz —dijo nuevamente aquella voz—, es lógico que no te acuerdes de nosotros, pero ya sabrás que no somos una amenaza. Somos guardianes del tiempo, del espacio y de la vida, procuramos la sabiduría y la evolución. —¿Qué es lo que quieren? Yo no he hecho nada malo —dijo Alecz a la defensiva. —No buscamos juzgarte ni hacerte daño, sino que venimos en el nombre de la paz, para darte el mensaje para ti y los tuyos.

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—¿De qué hablas? Y como respuesta, Alecz comenzó a ver imágenes en su mente, era el mismo escenario que vio cuando volaba en el avión. Había un lugar destrozado, con nubes negras y gente corriendo por todos lados, mientras una ola de fuego arrasaba con todo cuanto había. Se estremeció, y pensó en el significado. —Esto es lo que viene Alecz, tu pasado lo sabía, por eso estas aquí, tú has llegado aquí porque así lo pactamos antes, hace unos siglos atrás. —Pero… ¿Cómo es posible eso? ¿Cuál pasado? —Una de tus vidas pasadas —contestó la voz—, fue quien respondió al llamado. Pero acabemos pronto con esto, pues nuestros enemigos podrían atacarnos aquí mismo. —¿Qué? —preguntó Alecz cada vez más confundido— ¿de qué enemigos hablas y con que tenemos que acabar? —Será mejor que pongas mucha atención —ordenó la voz de Akan—. Eso que has visto es lo que le espera al mundo que conoces, será algo inevitable, a menos que tú, al igual que en el pasado, trabajes con nosotros, para que juntos podamos tratar de evitarlo. —Pero, ¿por qué yo? ¿y cuáles son esas otras vidas pasadas? —No tenemos más respuestas para ti, solo dinos, si estás dispuesto a ayudarnos o prefieres apartarte de la verdad. Lo demás lo sabrás a su tiempo. —¡Saori! —pensó de pronto Alecz—, la he dejado sola, tengo que volver por ella. —Te doy mi palabra —intervino Akan— de que tu acompañante estará sana y salva. Podrás estar con ella cuando volvamos. Alecz se preocupó, pues no sabía a donde lo llevarían aquellos extraños. Pero los recuerdos de aquel devastador futuro, no lo dejaban con muchas opciones, sin embargo, un sentimiento dentro de él le indicó que aceptara, y que confiara en aquellos llamados los Señores de la Luz. Saori estaba cada vez más cerca de la cima, desesperada y confundida, estaba ya muy cansada y los relámpagos no dejaban de caer. El bosque que se incendiaba le ayudaba a vislumbrar más aquel lugar y eso le ayudaba a seguir, no obstante, el humo le dificultaba respirar y apenas le permitía ver. Pero en un instante pudo ver algo, una luz que estaba cerca, era como una gran nube y dentro de ella había luz. Su instinto le dijo que ahí era donde tenía que llegar. Corrió rápidamente sacando fuerzas de su propio espíritu, se acercó lo suficiente para poder distinguir la silueta de Alecz, rodeado de luces borrosas. —¡Alecz! —gritaba nuevamente sin éxito—. ¡Aquí estoy! ¡Alecz voltea! Y trataba de llegar lo más pronto posible, al tiempo que se preguntaba que eran aquellas luces, pero no tenía miedo por eso, sino por lo que le fuera a pasar a Alecz. —¡Por favor Alecz, escúchame! —decía con una voz cada vez más débil. Pero él no escuchaba nada ni veía nada que estuviera fuera de la nube luminosa. Saori comenzó a derramar lágrimas de desesperación, de frustración y angustia, mismas que se mezclaban con la poca lluvia que bañaba su rostro.

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Estaba ya muy cerca, cuando discernió a una de aquellas luces que tenía forma humana, sintió terror, era algo de lo más extraño que había visto en su vida y quizás era lo que temía que pasara alguna vez, pensó en un segundo que aquello era su culpa. —¡Acepto! —dijo Alecz fuertemente. —Entonces, pongamos en marcha el Gran Plan. Akan extendió su mano, tratando de que Alecz hiciera lo mismo, era un pacto entre él y los Señores de la Luz, un pacto que ya no tendría vuelta atrás. —¡Alecz no! ¡Aléjate de ellos! —gritó Saori pero Alecz no escuchó. Se cayó una vez más al tropezar con una piedra, levantó la vista hacia donde estaba Alecz y un repentino resplandor inundó todo aquel lugar. Ella contempló la luz y sintió paz y tranquilidad por un momento, como si sus sentimientos se suprimieran por arte de magia. Pero cuando la luz se desvaneció dejando todo a oscuras, Alecz ya no estaba. En su lugar, había un relámpago cayendo, provocando que se incendiara aquel lugar. Saori ya no pudo levantarse, sólo vio fuego y humo. Ahí quedó, sin esperanzas, esperando a ser consumida por el fuego junto con aquellos árboles, y aceptando que su prometido ya no estaba. —A… lecz… —susurró antes de perder el conocimiento.

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Capítulo V.- Desesperación

El primer rayo de sol, se coló por la ventana, anunciando el inicio del nuevo día.

Karen y Saúl conversaban mientras esperaban alguna reacción de Saori. Habían

pasado ya tres semanas desde que encontraron a Saori al pie de la colina,

desmayada y cubierta con cenizas de los árboles

—¿Crees que va a estar bien? —Preguntó Saúl.

—Sí, al parecer no fue algo tan grave —contestó Karen—, después de los estudios

que le hicieron, resultó que sólo fue un shock.

—Debió ser una impresión muy grande como para ponerla en ese estado por estas

últimas tres semanas.

—De hecho despertó en la primera semana, pero estaba muy alterada, parecía

estar< aterrada. Gritaba y lloraba por< Alecz, parecía como si quisiera salir

corriendo. Por eso el doctor decidió tratar con tranquilizantes.

—Eso es< lamentable. ¿Crees que ella vio lo que le pasó a Alecz?

—Espero que no, pero a juzgar por sus reacciones, pareciera como si< lo hubiera

visto<

—¿morir? —interrumpió Saúl.

—Sí. Debe ser lo más horrible del mundo.

—Pero, no han sabido aún nada de él, ni una pista de si vivió o murió.

—Y< ¿cómo sabes eso?

—Efraín me lo< dijo en su última llamada.

—¿Uh? ¿Desde cuándo ustedes se dirigen la palabra?

—No, no es eso —titubeó Saúl—, sólo que< no había nadie que contestara el

teléfono y tú estabas aquí con el doctor< no quise molestar.

—Qué raro, no escuche el timbre del teléfono.

—Y por cierto< ¿Qué te dijo el doctor?

—Bueno, pues dijo que estuviéramos pendientes, que podía despertar en cualquier

momento. Según él, ya no debía estar alterada.

—Oh ya veo.

El reloj caminaba muy lento para Karen, que siempre estaba al lado de Saori,

siempre procuraba tener el medicamento a la mano, mientras que la nana

procuraba a su vez alimentos y trataba de que el padre y la tía de Saori no se

enteraran de lo sucedido, pues si lo hicieran, seguramente se la llevarían para

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siempre, y la querían demasiado para permitirlo. Saúl por otra parte, siempre

había estado al pendiente de Saori, aunque no era su mejor amigo, había llegado a

tener cierto aprecio por él, pero desde que Alecz y ella se hicieron novios, Saúl

estaba inconforme, le recriminaba su mala elección, pero Saori nunca le dio la

menor importancia.

—Alecz< —susurraba la hermosa Saori—. ¿Dónde< estas?

Cuando escuchó los susurros de su amiga, Karen se acercó para ver si despertaba.

—¡Saúl! Creo que está despertando.

—Espero que esté bien en verdad.

—Ojalá no recaiga cuando se entere.

—¿Eh? ¿enterarme de qué? —dijo de pronto Saori con una voz débil y tenue.

—Oh, Saori linda, ¿Cómo te sientes? —preguntó Karen con ternura.

—Pues< bien< supongo —contestó un poco confundida y luego intentó

levantarse—. ¿Dónde est{< Alecz?

–Tranquila linda, todo está bien, debes descansar.

—¿Descansar? —dijo Saori apenas desperezándose— ¿Ah? Hola Saúl, no sabía que

estabas aquí.

—Hola —dijo Saúl—, que bueno que estás mejor, estábamos muy preocupados por

ti.

—¿Ah, si? Y.. ¿cómo es que llegué aquí? ¿Qué ha pasado?

—Debes tener paciencia Saori, aun estas delicada, más tarde te contaremos todo.

Saori estaba confundida, había perdido la noción del tiempo, no sabía que estaba

haciendo de vuelta en la ciudad y mucho menos como era que había llegado. Pero

no quiso insistir más, pues la presencia de Saúl parecía reprimirla un poco.

Saori se alimentó debidamente y evitó los medicamentos, asegurando que estaba

mucho mejor. Una hora más tarde, Saúl se despedía.

—Bueno, me retiro, les diré a los demás que ya estás mejor.

—Gracias Saúl —dijo Saori amablemente—, por< preocuparte.

—No ha sido nada, lo que importa es que estás bien y todo lo demás también lo

estar{< ya lo ver{s.

Saori forzó una sonrisa, esperando que las noticias que le dieran no fueran malas.

Aún tenía en su mente las imágenes de Alecz, en medio de luces y una nube, le

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recorría por la cabeza aquella visión, pero no sabía si aquello había sido real< o

sólo un sueño, causado por el estado de inconciencia en el que estaba.

—Bien, ya se ha ido —dijo Karen—. Se ha preocupado mucho por ti.

—Y lo agradezco, pero quisiera que me dijeras lo que ha pasado.

—Muy bien —dijo Karen suspirado hondamente, preparándose para controlar a

Saori en caso de ser necesario—. Pero antes, debes prometer que vas a calmarte<

¿puedes?

—Sí, claro, lo prometo.

—Está bien, primero debes decirme ¿Qué es lo que recuerdas?

Trataba de recordar, intentaba separar la fantasía de la realidad, en su mente ella

creía que lo que había visto era realidad, pero ¿cómo explicarlo sin que pensaran

que estaba loca? Si hablaba con la verdad, seguramente la tratarían como una

enferma mental, no, sería mejor callar.

—Lo último que recuerdo es< Alecz y yo, en el claro de una colina, cerca del

campamento, luego todo el cielo se nubló, y comenzó a caer una tormenta eléctrica.

—Sí, eso fue precisamente lo que pasó, pero ¿Por qué no salieron de ahí cuando se

percataron de ello?

—Porque< —respondió Saori con tristeza— cuando me percate, Alecz había

desaparecido. Corrí a buscarlo, porque pensé que estaba jugándome una broma,

pero no lo encontré. Luego sólo recuerdo< {rboles incendi{ndose y mucho

humo< y luego todo es borroso.

Saori se soltó a llorar desconsoladamente, recordando lo que había ocurrido, pero

ya no dijo más, aquella sería la versión de lo que recordaba, nadie debía enterarse,

porque ella creía que su desaparición era su culpa.

—Tranquila —le dijo Karen mientras abrazaba a su amiga—. Ya pasó todo, todo

estará bien.

Cuando se tranquilizó, Saori se enjugó las lágrimas y ya más calmada continuó.

—Que ha pasado con Alecz< ¿dónde est{?

—Ahm< —titubeó Karen—. Bueno, son muchas cosas.

—¿Qué? Pero ¿Cómo es posible? ¿Hace cuánto que he estado aquí?

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Saori estaba volviendo a perder la calma, surgían muchas preguntas en su cabeza,

pero sabía que eso no la ayudaría, debía controlarse.

—Tranquila —sugirió Karen—, debes controlarte si quieres que continúe.

–Está bien, tienes razón, discúlpame.

—Está bien, bueno —prosiguió—. Comenzaré diciéndote, que de la nada, surgió

un enorme cúmulo de nubes, eso para empezar es muy extraño, luego, todos

fuimos a refugiarnos a una caseta que estaba cerca, pero faltaban Saúl, Stephanie,

Alecz y Tú.

—¿Saúl? Y ¿dónde estaba?

—Bueno, quizás estaba al igual que tú y Alecz, dando una vuelta por el lugar, sin

embargo, el volvió momentos después, pero ustedes no volvían, así que Efraín y

otro compañero salieron a buscarlos cuando aún no se disipaba la tormenta.

—Y ¿qué pasó? —preguntó intrigada— Oh Dios, espero que todos estén bien.

—Cuando volvieron, te traían en brazos, estabas inconsciente y cubierta de cenizas.

Según dijo Efraín, estabas sola en un claro, no muy lejos del campamento.

Saori recordó, ella había corrido montaña arriba para alcanzar a Alecz hasta llegar

a la cima, fue ahí donde había quedado inconsciente. ¿Cómo era que había vuelto

hasta ahí? ya no sabía que pensar, pero de pronto, una idea le surgió.

—Decidimos traerte de vuelta a la capital —continuó Karen—, y te hemos cuidado

aquí desde hace ya tres semanas.

—¿tres semanas dices? Eso< es< mucho tiempo —dijo atónita.

—Sí, bueno, no es todo —dijo Karen tomando las manos de Saori—, verás, Alecz

no ha aparecido desde entonces.

Saori atravesó el alma de Karen con su mirada, la tristeza y la angustia le impedían

hablar, pero a cambio de ello, dejó salir una lágrima que danzaba en su mejilla,

conmoviendo a su amiga, quien volvió a abrazarla con ternura.

—Es mi culpa —susurraba Saori—, no debí apartarme de él.

—Tranquila, no todo está perdido, hasta donde se sabe no se ha encontrado rastro

de él, lo más seguro es que esté aún vivo. Efraín aún sigue buscándolo en Chiapas,

las autoridades dicen que ya no hay más que buscar, pues ya han recorrido varias

veces todo el lugar, sin embargo Efraín sigue insistiendo.

—Oh Dios, hasta Efraín está envuelto en esto, ojalá esté bien.

—Lo está, tiene a varios nativos del lugar ayudándole.

—Eso debe costarle mucho dinero.

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—Por lo visto a él no le importa en lo más mínimo, con tal de recuperar a su amigo.

—Es un buen muchacho, fue por eso que te pedí que lo trataras en el viaje.

—Llama muy seguido para informarnos cómo va la búsqueda. Aún tenemos

puestas las esperanzas en él.

Saori pensaba, creía que había alguien detrás de todo esto, tendría que arriesgarse,

pero valía la pena, no podía perder nada más, después de todo, Alecz era lo único

que tenía valor para ella.

—Te agradezco mucho Karen, en verdad te debo tanto.

—No digas eso linda, estaré aquí hasta que te recuperes.

—Sí, gracias, en cuanto pueda volveremos a Chiapas a ayudar a Efraín.

—¿Qué? ¡No! Eso es< una muy mala idea.

—¿Por qué?

—Porque si lo hacemos, podríamos causarle más preocupaciones a Efraín y desde

luego a tu tía o peor aún< a tu padre. Efraín ya tiene suficiente trabajo, sólo

seríamos, una carga.

—Creo< que tienes razón, sólo queda esperar.

Karen pasó la noche en la residencia Milán, le dijo a Saori que volvería al colegio la

próxima semana y que tendría que tratar de no pensar más en las cosas malas. Sin

embargo, ella tenía ya un plan en mente, un plan que no quería ejecutar, pero el

amor que sentía por Alecz era más grande que cualquier temor, así que esperó el

momento adecuado.

Saori fingió dormir y entonces Karen se retiró a la habitación contigua, no sin antes

besar la mejilla de su amiga. Una vez que se retiró, Saori buscó el móvil y marcó a

toda prisa.

—Biiip< biiip< —sonaba el tono de llamada.

—Por favor, contesta< —susurraba

—Biip biiip<

Cada tono de espera le hacía perder poco a poco las esperanzas, pero sabía que era

lo único que le quedaba por hacer.

—¡Maldito aparato!

—Biiip< biiip<

—No puede ser —resignada suspiro, y se dispuso a colgar.

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—¿Hola? habla Richard —contestó una voz áspera del otro lado de la línea.

—¡Richard! ¡Habla Saori<!

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Capítulo VI.- Camino Galáctico

1 semana después “Esta mañana la junta de la ONU ha declarado el fallo a favor del gobierno norteamericano, para hacerse cargo de las medidas necesarias para combatir el terrorismo infundido por los cárteles de narcotráfico que se han apoderado de gran parte del continente americano y de varios niveles de autoridad. Se espera que el ejército norteamericano entre en el territorio mexicano en las próximas semanas, pues la alerta ha provocado el toque de queda en diversos puntos del país, causando problemas de educación, turismo y comercio. Algunas personas temen que con el desequilibrio de los gobiernos y su incompetencia, Estados Unidos pueda extender nuevamente su territorio, si esto fuera cierto tendríamos encima, un problema social de enormes magnitudes, por una parte: una guerra contra los narcotraficantes que parece interminable y por otra, la disputa del control de los gobiernos de los países involucrados. En otras noticias, el incendio provocado por una extraña tormenta eléctrica hace ya un mes, en la ciudad de Palenque en Chiapas, ha pasado a la historia, se ha reactivado casi por completo el acceso a esa zona, los daños causados por el fuego fueron mínimos, aunque afortunadamente no hubo víctimas de este fenómeno, los reportes indican que sólo hay una persona desaparecida, al parecer un estudiante universitario de nombre Alecz García, del cual no se ha tenido noticia alguna, les tendremos al pendiente de esto.” —¡Apá apá…! —gritaba un niño a su padre que estaba dormido en una hamaca—. Es él, es él. —¡Ey! ¿de qué hablas Paco? —El muchacho que encontramos, pasaron su fotografía en la televisión, el que se perdió hace un mes en la tormenta… es él —Estás equivocado, este no tiene facha de andar perdido en el bosque y mucho menos desde hace un mes. —Pero era él, vi su fotografía. —Está bien —dijo tranquilamente el hombre—, esperaremos a que despierte, mientras yo voy a avisar a la policía local. Un rayo de luz solar se filtraba por los muros de aquel humilde lugar, que estaba hecho de madera y paja. Despertó, como si hubiera dormido por un largo tiempo, se desperezó y frotó sus ojos y trató de levantarse, pero apenas pudo notar que estaba en una hamaca cuando perdió el equilibrio y se cayó al suelo. —Hola —dijo la voz de aquel niño. —¿Ah?... Hola, que tal, ¿quién eres y dónde estoy? —Soy Paco, mi padre y yo te encontramos anoche, en el bosque. —Oh, ¿en serio? Pues… muchas gracias. —Y ¿cómo te llamas? —Mi nombre es Alecz… Alecz García —¡Lo sabía!, mi apá dijo que no eras tú, pero te vi en la televisión.

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—¿Cómo dices? —En la televisión hablaron de ti, dijeron que habías desaparecido hace un mes. —¿Qué? ¿Hace un mes? Pero si apenas fue anoche que… Se detuvo, recordó lo que había pasado, lo que para él consideraba la noche anterior. Aún tenía puestas las mismas ropas, sus jeans, su playera sin mangas y hasta su arracada de plata que le había regalado su amigo, no tenía la barba crecida siquiera y su cabello estaba igual de largo. —No parece que te hayas perdido. —No lo estaba… —contestó asimilando la situación— Creo. ¿Estamos lejos de la ciudad de Palenque? —¿Palenque? Ehm… Como a dos horas… en auto. —Oh, ya veo… que ingenioso, Akan —susurró para sí mismo. —¿Akan? ¿De qué hablas? —¿Ah? Nada amigo, nada, sólo recordaba. Bien, puedes decirme ¿cómo llego al aeropuerto? —Mi apá sabe, pero él volverá en un rato, fue al pueblo. —Muy bien creo que tendré que esperar. Alecz estaba muy tranquilo, estaba totalmente consciente de lo que había pasado hasta esa mañana en que había despertado. Y lo único que deseaba en ese momento, era estrechar a Saori nuevamente. Un momento después, llegaba el padre de Paco. Estaba cansado a causa de la larga caminata que tenía que recorrer hasta el pueblo más cercano. Entró a la choza y vio a aquel desconocido tomando café con el pequeño Paco. —Hola, que tal señor. —Hola… Me llamo José —dijo el hombre con tono cauteloso. —José. Su hijo… Paco, me contó cómo me encontraron. Muchas Gracias jamás podré pagarle. —No fue nada —dijo José, con un tono más ameno. —Ahora, si no le importa, quiero pedirle un último favor. —Claro, si es que puedo hacerlo. —Necesito llegar al aeropuerto. —Ehm… —pensó José— creo que eso no será posible, no tengo un auto y el lugar está muy lejos. —Oh, ya veo —dijo Alecz resignado. —Pero no se preocupe, cuando fui al pueblo, avise a las autoridades que habíamos encontrado quizás al muchacho que desapareció hace un mes y vendrán a identificarte. —¡Hombre! —exclamó—, pues muchas gracias. Sólo tengo que esperar. José miró a Alecz detenidamente, frunciendo el ceño con cierta curiosidad. La forma en la que habían encontrado a aquel muchacho era todo un misterio y deseaba preguntarle sobre el hecho y sobre algunas otras cosas. —A noche cuando regresábamos del pueblo, Paco vio algo, era como una luz entre los árboles, nos llamó mucho la atención, cuando nos acercamos había lo que parecía una niebla blanca que desapareció de repente… y ¡puf! Ahí estaba de repente usted, como por arte de magia. Alecz lo miró, no tenía ninguna respuesta coherente para eso.

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—Qué extraño, no recuerdo nada —fingió. —Sí, ya veo. Y dígame —continuó el hombre—, ¿cómo es que usted se perdió hace ya un mes? No tiene la ropa sucia, ni la barba crecida y parece no estar preocupado como para haberse ausentado todo este tiempo. —¿Ah? No, jaja… —rió— Paco también me dijo lo mismo, lo cierto es que apenas anoche me he perdido, estando con unos compañeros del colegio. —Eso también es muy extraño, ya que esta no es una zona de turismo, de hecho el pueblo más cercano está a un par de horas a pie, no hay modo de que los turistas lleguen por aquí tan fácilmente. —La verdad es… —titubeó el joven— que no recuerdo nada, creo que me he golpeado la cabeza. —Y tu nombre… es igual al que dicen en la radio y la televisión. ¿Alecz cierto? —dijo Paco. Se veía en apuros con tantas preguntas, pero no quería ser grosero con aquellos que lo acogieron en su morada, así que trató de ser más prudente. —Sí, ese es mi nombre, pero quizás sea un error de información, yo estaba apenas anoche con mis colegas en una expedición… y hoy amanezco en este lugar. —Ya veo, seguro que sí se golpeó la cabeza. Aunque insisto en que son muchas coincidencias. —Eso no lo puedo negar señor José y créame que me gustaría darle más respuestas, pero… mi cabeza no da para más. La mañana transcurrió como cualquier otro día en ese pequeño pueblo. José tenía oficio como carpintero, hacía diversos muebles de distintas maderas, mientras Paco se ocupaba de los animales domésticos, como gallinas, vacas, pavos, conejos, etc… Alecz se dedicó a ayudar a Paco, quien era un niño de apenas diez años y que parecía muy trabajador y responsable. Aquel joven vio en el niño una inteligencia asombrosa, tenía creatividad e ingenio, además de que tenía un notable respeto por la vida. —Y… ¿vas a la escuela Paco? —No, aprendo el oficio de mi padre, además leo libros aquí en mi casa cada tarde. —Eso es muy interesante. ¿No te gustaría recorrer el mundo un día? —Claro, me gustaría, lo haré cuando sea más grande y pueda andar solo. —Muy bien, seguro que algún día te volveré a ver. Así transcurrió el día hasta poco antes de la puesta de sol. Paco leía un libro sobre historia, mientras que Alecz veía tranquilamente la televisión. José entró en la habitación y llamó a Alecz. —Joven, han llegado por usted —anunció el hombre. Detrás de José, entró un hombre harapiento y sucio. Alecz lo reconoció inmediatamente a pesar de su apariencia. A pesar del tiempo transcurrido, Alecz no parecía muy emocionado por volverlo a ver, pues que para él, sólo había pasado transcurrido una noche. Los ojos de aquel hombre brillaron y estaban al borde de las lágrimas, por unos segundos se detuvo su respiración, hasta que Alecz rompió el hielo. —Hermano, ¿qué haces aquí? —A…lecz —tartamudeó.

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—¿Que te ha pasado?¿por qué estás en esas fachas? Pero no contestó, sino que se acercó a él y lo abrazo con fuerza, lo abrazó cálidamente. —¿Estás bien? —volvió a preguntar Alecz. —Hermano —dijo por fin— Gracias al cielo que estás sano y salvo. —Ehm… claro… ¿Por qué no debería de estarlo? —¿Qué? —dijo confundido— ¿Te desapareces todo este tiempo y actúas como si nada? —Lo siento Efraín, ¿qué te parece si tomas asiento? Te contaré lo que quieras, pero a su tiempo. —No te imaginas lo feliz que se pondrá Saori. Tomaron asiento en la pequeña estancia sobre unas rígidas sillas de madera de roble, mientras José sólo observaba desde la entrada, intrigado. —Dime Ef, ¿ella está bien? —Pues… no la he visto, pero Karen me dijo que estaba un poco alterada, pero no es nada grave. Estará mejor cuando volvamos a la capital. —Y… ¿Qué esperamos? —Ehm… —pensó Efraín— sucede que ya es muy tarde y tenemos que caminar unas horas hasta el pueblo más cercano y luego transportarnos al aeropuerto. José se acercó y se acomodó sigilosamente junto a los dos muchachos. —Deberían pasar la noche aquí —dijo José—, es un poco peligroso caminar por estos lugares tan tarde. —Creo que será lo mejor —dijo Efraín—, he pasado mucho tiempo por estas selvas y no es muy conveniente recorrer un largo camino de noche solos. —Me parece bien —asintió Alecz—. Espero no causarle más molestias José. Aquel hombre, parecía intrigado por el recién aparecido, había algo en él que le llamaba la atención, pero no era nada malo, sino al contrario, quería saber un poco más acerca de él y su extraña aparición, y esa noche era ideal para investigarlo. Pronto oscureció y el cielo se cubría con un hermoso manto estelar que cobijaba todo el valle chiapaneco. Los jóvenes decidieron preparar una hoguera para contemplar la última noche antes de partir de regreso a la capital, José y su hijo Paco, les acompañaron, les ofrecieron comida y un exquisito café, cosa que agradecieron los invitados. Efraín notaba que había algo raro en las palabras de Alecz, pero prefirió no indagar más, no obstante, le surgían muchas incógnitas con respecto a su desaparición. ¿Cómo llegó hasta aquel lugar tan apartado? ¿Cómo sobrevivía en aquellos bosques y selvas que eran lugares peligrosos? Y lo más importante: ¿cómo había pasado tanto tiempo inconsciente y perdido sin sufrir ningún cambio mínimo en su persona? Era como si el tiempo no hubiera pasado para Alecz. —José, puede decirme ¿cómo fue que encontró a mi compañero? —dijo Efraín. —La verdad es que… solo apareció de la nada, como si lo hubieran abandonado a propósito en nuestro camino para que lo encontráramos.

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—Vaya, eso es en verdad algo muy extraño, lo que quiere decir que quien quiera que fuera, te tenía secuestrado Alecz, ¿estás seguro que te encuentras totalmente bien? ¿No hay golpes, marcas… algo? —dijo Efraín dirigiéndose a Alecz. —Estoy perfectamente, colega —contestó a su Alecz. —¿Hay algo que recuerdes? —Pues, lo único que recuerdo, es que estaba con Saori la noche anterior, y luego… luces, niebla, oscuridad… —dijo fingiendo confusión— y de repente amanezco esta mañana en la cabaña de José. —Eso resulta muy extraño, pero ya no importa. Charlaban y bromeaban a la luz de la hoguera, que daba un aire de extrañeza al momento. Alecz lucía un poco diferente y despreocupado, como si no le importara lo que le había pasado y Efraín lo notaba. José, por otro lado se limitaba a atizar el fuego, maquilando ideas en su mente. —¿Sabes hermano? —dijo Efraín— Esa noche, cuando estábamos en el campamento, fue muy extraño. Apareció una tormenta eléctrica de la nada en tan sólo unos segundos. Parecía como si te hubiera esperado para llevarte con ella. —Jajaja —rió Alecz— ¿Qué coincidencia no? Es algo que no puedo explicar. —Eso me recuerda algo —dijo José con un tono de curiosidad—. Mi abuelo, nos contaba historias, historias que le contaba su abuelo a él y así sus antepasados, historias que han pasado de boca en boca, de generación en generación. —¿Y podrías contarnos José? —preguntó Alecz. —No lo sé, son historias muy fantásticas, muy pocos creen en ellas. —Pues nos gustaría escucharlas, claro, si no le importa. —Está bien, pero les digo antes que los ancestros de estas tierras parecían tener una imaginación muy activa y quizás les parezca absurdo. —¡Para nada! —exclamó Efraín— si es parte de una cultura tan mística como la que habitaba en estas tierras, entonces debe ser algo muy interesante. José miró a los muchachos, que ponían especial atención, miró a su hijo y le pidió que atizara el fuego. —Todos sabemos —comenzó a relatar José— que cuando los españoles llegaron a estas tierras, sometieron a los pueblos y sus creencias, prohibían sus prácticas religiosas e imponían a su dios. Por ese motivo, sólo se transmitían ciertas costumbres y leyendas en forma de cuentos, de padre a hijo. Alecz escuchaba atentamente, mientras miraba hacia el cielo, observaba las brillantes estrellas, como si pudiera imaginar más fácilmente así las palabras de José. —Mi abuelo me contó —continuó José— que los fundadores de las ciudades mayas fueron grandes sabios, conocedores de la astrología, las matemáticas, la agricultura, etcétera. Pero sus conocimientos fueron mucho más allá, gracias a unos seres celestiales, dioses de las estrellas, portadores de luz y de la verdad, enviados por Hunab Ku. Ellos enseñaron mucho a los sabios y gracias a ello crearon grandes ciudades, ciudades que hoy conocemos como Palenque, Chichén Itzá, Tikal, Copán, Xunantunich, entre otras muchas. Estos seres, hablaban el idioma de los hombres, pero no hablaban con la lengua, sino con el espíritu. Algunas ciudades tenían grandes templos y edificaciones adaptadas para que los visitantes de las estrellas pudieran bajar

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cómodamente y una vez que llegaban, sólo los sabios podían verles y escuchar sus palabras y así también se hacían profetas. Una noche bajaron cuatro de estos seres de luz, eran líderes entre los cielos, y venían en una inmensa nube azul. Ellos se dirigieron hacia el gran señor de Otulum, Pakal. Le dejaron un mensaje proveniente de Hunab Ku, y le hicieron la promesa de que él, después de su muerte sería transformado en un hijo de Hunab Ku, el señor Pakal aceptó el mensaje y su destino. El mensaje que le dejaron a Pakal era que pronto, el mundo iba a cambiar, sus ciudades serían arrasadas y la naturaleza que tanto cuidaban sería dañada severamente, porque el hombre se volvería violento y ciego por el poder y el oro. Le ordenaron que llamara a todos los sabios y estudiosos, pues tenían conocimientos que el hombre violento no debía tocar y ellos serían elevados en el tiempo y el espacio, en un plano en el que el hombre por sí sólo aun no puede entrar y Pakal así lo hizo, pero el conocimiento se había extendido entre la mayoría de las personas así que se los llevaron quedando muy pocos, a quienes sólo les quedaban las palabras, los templos y las inscripciones de éstos mismos. Sin embargo, el mensaje daba una señal de esperanza, el rey Pakal regresaría entre una nube de luz para gobernar entre los hombres marcando el nuevo comienzo del mundo. Al terminar el relato, Alecz notó que le era muy familiar, de hecho parecía que estaban contándole su propia historia, pero resolvió no decir nada. Por otra parte Efraín parecía fascinado por aquellas historias que siempre le hacían sumirse en la fantasía. —Creo que ya es tarde, y debemos irnos temprano —dijo Efraín con un bostezo. —Está bien, tienes razón, a decir verdad estoy muy cansado. —He puesto algunos cobertores para ustedes en aquel granero —señaló José—, no es muy amplio, pero estarán cómodos. —Ya ha hecho mucho por nosotros José —dijo Alecz—, en verdad estamos muy agradecidos con usted y el pequeño Paco… Muchas gracias. —No es nada –dijo José alegre–, hacía tiempo que no teníamos visitas. —Permita que nosotros apaguemos el fuego. —Por supuesto. José se levantó y se dirigió hacia la cabaña, mientras que Efraín y Alecz apagaban el fuego de la hoguera. El fulgor de las estrellas se imponía sobre aquel lugar, cosa que llamaba mucho la atención de Alecz, que parecía esperar que algo sucediera en el cielo. —Es un milagro que te haya encontrado hermano, la verdad es que nunca perdí la esperanza. —Gracias Ef, jamás podré compensar todo el esfuerzo que has hecho por mí. —Ya lo has hecho. Alecz sonrió agradecido, sin dejar de ver fijamente al firmamento. Efraín apagaba el fuego tranquilamente mientras comenzaba a preguntar nuevamente. —A propósito —dijo Efraín— ¿Qué sucedió con Saori? —¿De qué hablas? —Pues, la noche que desapareciste ibas a… decirle del… compromiso. —Oh, cierto —dijo Alecz mientras se le dibujaba una sonrisa—, esa noche pude darle la sortija y… aceptó. —¡Genial hermano! No esperaba menos. Ya quiero ver su rostro cuando te vea de nuevo.

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— Sí, yo igual… Efraín estaba por terminar de apagar completamente la hoguera y observó a Alecz que no apartaba la vista del firmamento ni un momento, así que se paró al lado de él y lo imitó, miró al cielo tranquilamente y suspiró. —Y… ¿Qué pasó con Karen? —preguntó Alecz. —¿Eh? —titubeó—, bueno, pues… bueno, aquella noche, antes de… la tormenta, conversamos muy bien, me contó cosas sobre su vida, su familia. ¿Sabías que ha viajado a Egipto, Brasil y hasta Hong Kong? —Ni idea. —Y yo… bueno, quedé como un idiota. —¿A qué te refieres? —Pues, mi vida es tan… patética. Sin nada interesante o divertido, lo único que hago es estudiar e ir a conciertos de rock contigo. —Oh, ya veo —dijo Alecz desairado. —No es que sea algo irrelevante, sólo que no puedo comparar un concierto de Rock con un viaje de dos semanas al Cairo. —Si… lo sé. —Aunque no puedo negar que son de lo mejor. —Y… ¿en que terminó? —Pues le dije sobre que vamos a hacer un viaje a algunos lugares interesantes del mundo después de la graduación. —¿Vamos? —Sí, tú y yo. —Eso sería genial hermano, no me lo habías dicho. —Lo siento, te lo iba a decir —suspiró—. Este último año lo he pensado, y es algo que quiero hacer desde que era niño. Visitar España, Italia, Inglaterra, pero principalmente quiero ir a Nueva York, pasear por “Fifth Avenue”, tomar muchas fotografías de la ciudad cubierta de nieve y beber café en algún lugar de la Gran Manzana. —Se oye tentador. Gracias por invitarme. —Claro, todo está listo, sólo hay que esperar poco para la graduación. —Le agradas. —¿Qué dices? —A Karen, le agradas, quizás si la frecuentas… —Lo sé —interrumpió Efraín—, lo noté. Ya quiero volver a casa, para invitarla a salir. Alecz le sonrió y volvió a mirar al cielo, pero esta vez parecía que estaba concentrado en algo. —Ven, vamos a dormir— dijo Efraín mientras se dirigía al granero. Pero Alecz no hizo caso. Estaba ahí, de pie, sin decir una sola palabra, sin parpadear siquiera, incluso parecía que no respiraba. —¿Alecz? —le llamó su amigo— ¿Te sucede algo? No dijo una sola palabra, ni siquiera lo volteó a ver, sino que extendió su mano hacia arriba y señaló hacia el cielo. Efraín miró hacia donde su amigo señalaba y quedó tan estupefacto como él.

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—¡Oh, por Dios! —exclamó Efraín. En el cielo se veía cómo un cúmulo de estrellas parecía moverse, brillaban de una manera armoniosa y elegante, parecían danzar en el lienzo del espacio, formando un luminoso cuerpo celeste que se expandía. —¿Qué pasa? —preguntó José que salió acompañado de su hijo Paco al oír a Efraín. —Mire hacia allá —indicó Efraín sin apartar la vista. —¿Qué es eso? —preguntó José igualmente asombrado. —No lo sé, pero tengo que documentarlo. Y Efraín sacó de su enorme mochila una cámara, con la cual se dispuso a grabar aquel espectáculo. El cielo estaba totalmente despejado, permitiendo a los espectadores disfrutar de aquel fenómeno luminoso totalmente. El cúmulo resplandeciente parecía expandirse de manera que figuraba una estela de cristales brillantes. Los libros que había leído Efraín sobre astronomía no mencionaban nunca un fenómeno como aquel, ni siquiera parecido, no se parecía nada a una lluvia de estrellas y definitivamente no era ninguna clase de “aurora boreal”. Era más bien como un camino formándose en el cielo, un camino hecho con millones de cristales que reflejaban una luz parpadeante y dejaban un rastro luminoso a su paso, era sencillamente increíble. —¿Sabes lo que es? —preguntó Efraín a su amigo. —¿Eh? —titubeó y fingió— ni idea hermano. —Esto debe significar que algo está por pasar, algo grande —dijo José. —¿A qué se refiere? —preguntó Efraín— ¿algo bueno o algo malo?. —MI bisabuelo decía que cuando el cielo hablara, la tierra escucharía. Sin embargo, no sé decir si es bueno o malo. —Pero es fantástico… maravilloso. Aquel resplandeciente fenómeno atravesó el cielo de lado a lado, iluminando el valle chiapaneco. Paco parecía muy feliz contemplando el camino del cielo, al igual que Alecz, sin duda él sabía que aquello sucedería. De pronto sintió algo extraño, era como si una ligera corriente eléctrica recorriera todo su cuerpo, hasta llegar a su cabeza. Aunque la sensación era extraña, no le parecía incómodo o peligroso, simplemente se dejó llevar. Y recordó lo que sucedió después de que le dio la mano a Akan en la cima de aquella montaña en Palenque. Era como si lo estuviera viviendo otra vez. Revivió el momento en que los señores de la luz se lo llevaron a un lugar muy extraño. Estaba dentro de una enorme burbuja de cristal, con un piso que parecía casi invisible y que se iluminaba a cada paso que daba. Los muros de cristal le dejaban contemplar el espacio, las estrellas, incluso podía ver a lo lejos galaxias en todo su esplendor. Cerca de la burbuja, había una enorme luna

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blanca, sin duda la burbuja orbitaba a su alrededor. A pesar de ser un lugar muy extraño, Alecz no sentía temor, sino que algo controlaba su espíritu y lo confortaba. En un momento, a su alrededor aparecían pequeñas luces azulinas que lo rodeaban, era como si lo analizaran. Aquellas partículas de luz se movían en sincronía de arriba hacia abajo y luego de manera circular, hasta que se dispersaron lentamente, excepto una que revoloteaba frente a sus ojos. Alecz abrió su diestra, maravillado, y la partícula se posó en su palma, para luego disolverse en ella. Sin haberlo notado, Alecz se vio rodeado nuevamente de los cuatro seres luminosos y Akan le habló de nuevo a través del pensamiento. —Disculpa si hemos tenido que traerte con nosotros, no podemos permanecer mucho tiempo en el planeta. Nuestros enemigos nos acechan, esperando a que volvamos. —¿Sus enemigos? —Que desde luego son los tuyos. Pero no temas, te daremos dones que te protegerán de ellos. —Un momento, ¿De qué enemigos hablas? —Son hombres, a tu semejanza, pero están malditos. Es todo lo que puedo decirte sobre ellos, no preguntes más. —Está bien. Pero puedes decirme… ¿En dónde estamos? —Ésta es la fortaleza Alpha, y tú eres el segundo humano que ha estado aquí. —¿El segundo? —No necesitas saber nada más —dijo otra voz pero no supo de quién provenía. —Serás portador de luz y de un mensaje que te daré enseguida —dijo nuevamente Akan—, procura ser discreto. —Okay, ¿y qué es lo que tengo que hacer? —Sólo relájate y confía en nosotros —intervino otra voz en su mente, parecía ser del más alto que estaba a la izquierda de Akan. —Cuando despiertes —le advirtió Akan—, una señal aparecerá en el cielo, ahí, donde estés. Esa señal cambiará al mundo y lo preparará para lo que se acerca. Tu única misión es difundir el mensaje con los tuyos. —Pero… —dijo Alecz— ¿cómo se los haré saber? Me tomarán por loco, nadie me creerá lo que me ha sido revelado. —Podrás saber a quiénes darles el mensaje. Porque ellos verán en tu mente lo que tú quieras mostrarles. —Quieres decir… ¿Qué no puedo advertir a todos? —No todos pueden aceptar las verdades de esta revelación, pues su mente aún no está conectada con su espíritu, con el cosmos. Al oír esas palabras, Alecz sintió tristeza. ¿Y si no podía dar el mensaje a sus seres queridos? ¿Y si gente inocente no tuviera la oportunidad de prepararse? Sabía que podía pasar, y se lamentó por no poder dar el mensaje de salvación a todos. —No te sientas mal —le dijo Akan con una voz reconfortante— hay cosas que podemos cambiar, pero hay otras que no podemos evitar que ocurran. Tú no eres un héroe, no está sobre tus hombros la salvación de las personas, tu única responsabilidad es esparcir el mensaje.

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Aquel recuerdo lo tenía muy claro en su mente. Sólo esperaba no fallar en algo que parecía tan simple. Pero le quedaba una duda ¿Qué clase de dones eran esos con que lo habían dotado? Lo único que le quedaba era la promesa de una esperanza, sin embargo aún no sabía que era. Después de unos minutos, el fenómeno comenzó a cambiar, el camino galáctico comenzó a resplandecer con más intensidad y después se disolvió, dejando caer lo que parecían cientos de trozos de cristal, y así terminó aquel maravilloso espectáculo, uno que nunca iba a volverse a ver, o al menos no en muchos cientos de años. Los testigos de aquella maravilla estelar, no dijeron una sola palabra, simplemente se dispersaron y retiraron a descansar. Al día siguiente Alecz y Efraín se despedían de sus anfitriones en un pequeño y apartado lugar en el Estado de Chiapas, el cielo se imponía majestuoso después de haber mostrado aquel espectáculo la noche anterior. —José —dijo Alecz—, debemos irnos. Pero antes quiero agradecer todo lo que ha hecho por nosotros Siempre tendrá nuestra gratitud. —No hay problema, ha sido… interesante conocerlos. —Igual yo le agradezco por haber encontrado a mi amigo, no sabe lo agradecidos que estamos. Alecz se agachó ante Paco, que estaba silencioso al lado de su padre, puso sus manos sobre los hombros de aquel pequeño y lo miró fijamente. —Cuando crezcas espero volver a verte —le dijo Alecz—, y nunca dejes de perseguir tu deseo de recorrer el mundo. —Claro. Así lo haré. Y acto seguido, Alecz se quitó la arracada plateada y la puso en manos del pequeño paco. —Es un pequeño recuerdo que me regalo un amigo… él comprenderá. —Gracias. —dijo el chico, sonriente. Efraín sacó de su mochila una pequeña caja envuelta en un pañuelo y lo entregó a José en sus manos. —¿Y esto? —preguntó José. —Es sólo una forma de decir… gracias. —Le aseguro que no es necesario. —Tampoco era necesario que recogiera a un desconocido en medio de la nada… y aun así lo hizo. Por favor, acéptelo. —Bueno… gracias. Y se disponían a partir, cuando Alecz dio la media vuelta y sonrió. —Paco… —dijo dirigiéndose al niño— no olvides nuestro secreto. —¿Qué secreto? —preguntó Efraín con curiosidad. —Sólo es un juego de niños.

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—Tú no cambias. —¿Que le diste a José? —preguntó Alecz. —Sólo la recompensa de tu localización. —Oh, y puedo preguntar… —No es importante —interrumpió Efraín—, encontrar a mi hermano no tiene precio. —Jajaja —rió— Eres el mejor. Y se desaparecieron entre los árboles, agitando los brazos en señal de despedida. Mientras Efraín recordaba todas esas noches en la selva, Alecz pensaba que era lo que le esperaba a su regreso.

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Capítulo VII.- Ángeles & Demonios

Era extraño para Efraín volver a casa después de una par de meses, después de

recorrer toda la selva de Chiapas, abandonar el aire puro y respirar aquel maldito

smog de la ciudad. Sin embargo, no era así para Alecz, pues él tenía la noción de

habrían pasado apenas un par de días desde que vio por última vez a Saori. Su

recuerdo le inundaba, sobre todo aquel momento en que se comprometieron bajo

la luz lunar.

Al llegar al aeropuerto de la capital, Alecz tenía una sensación muy singular, pero

trató de pasarla por alto. Cuando salieron del lugar, el chofer de Efraín ya los

esperaba, y con cara de asombro saludó a los jóvenes, entonces se dirigieron a la

Residencia donde vivía Efraín.

—Espero que tu padre no me mate por haberte hecho pasar todo este tiempo allá.

—No te preocupes —dijo Efraín—, él nunca está en casa y no se interesa mucho

por lo que hago, creo que le daría igual si vuelvo o no.

—Creo que exageras hermano.

Al llegar a la residencia de la familia Rodríguez, se percataron de que no había

nadie más que el ama de llaves, quien les hizo saber que el padre de Efraín había

ido a un viaje de negocios fuera de la ciudad. Por lo que Alecz, decidió retirarse a

su departamento, no sin antes agradecer por enésima vez a su amigo.

Alecz, siempre prefería caminar por las calles de la ciudad, de alguna manera se

sentía tranquilo al andar por la acera, viendo los edificios y la gente pasar. Pero

aquel sentimiento lo asaltó nuevamente, era una sensación muy extraña, se sentía

estresado, perezoso, confundido, angustiado, excitado, alegre< todo a la vez, algo

que para él era muy difícil de comprender, pero entonces recordó unas de las

palabras de Akan: “Podr{s percibir cosas que antes no podías, y quiz{s quedes

confundido< es parte del protocolo”.

—Debe ser normal —pensó.

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Arribó a su departamento, y al entrar notó que alguien había dejado una nota, la

cual era de su casera que le recordaba muy amablemente el retraso de un mes de

renta, sin embargo, sus demás pertenencias y mobiliario estaban intactos, tal y

como lo recordaba.

Resolvió ducharse e ir inmediatamente a la Residencia Milán a buscar a Saori,

hacerle saber que estaba de vuelta y que no tenía por qué preocuparse. Y luego

tenía que visitar al Doctor Frank, para quien trabajaba, y tenía que decir algo que lo

convenciera del porqué de su ausencia, tenía que ser algo muy ingenioso, porque

el doctor, a su edad, ya debía leer muy bien las mentiras.

Al ir de camino a la residencia Milán, se percató de algo muy confortante, aunque

no sabía con exactitud que era, sabía que lo hacía sentirse con energía, totalmente

sano, como si acabara de nacer, se sentía nuevo. Pensaba que aquel encuentro en la

montaña, le traería beneficios más allá de sus contemplaciones, sólo esperaba que

no trajera consecuencias.

Al llegar a la Residencia de la familia Milán, llamó por el intercomunicador, y

rápidamente tuvo respuesta de un sirviente.

—Buen día, busco a la señorita Saori —dijo Alecz con tono amable y nervioso.

—Buen día, joven, permítame un momento —contestó la persona del

intercomunicador.

Se frotó las manos y esperó, ansioso. Se paró firmemente y se lamentó el no

haberse puesto ropa más elegante, por si acaso. La familia de Saori, ciertamente no

aprobaba la relación de ambos, pues no eran de la misma clase social. La tía de

Saori la apoyaba en lo posible, pero su padre siempre se las ingeniaba para

enterarse de todo lo que hacía, en donde estaba, con quien se relacionaba, etc.

—Hola —saludó una mujer regordeta.

—Hola —respondió Alecz, tímido—, no sé si me recuerda, soy<

—El chico de mi niña —interrumpió la mujer.

—Sí, ese< soy yo.

La mujer parecía sorprendida, era claro que sabía de su desaparición en la

expedición de Chiapas, pero se limitó a expresar una notable sonrisa de alegría.

—Lamento decirle que la niña Saori salió de viaje, hace aproximadamente un mes.

—¿Viaje?

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—Así es, cuando la trajeron de la expedición, ella< bueno< no estaba bien. Así

que lo m{s probable es que se haya tomado unas vacaciones para<

—Olvidarse< de mi —completó la frase tristemente.

—No, no diga eso, yo me refería a olvidar su pérdida. Ella estaba muy triste y

desesperanzada, y no era sano para ella. Pero estoy seguro que estará muy feliz en

cuanto se entere que volvió.

—Gracias, yo volveré luego.

Pensaba en lo mal que se encontraba Saori, por darlo por perdido, y se imaginó

que sentiría si él estuviera en su lugar, el simple pensamiento le hacía doler su

corazón. Pero pensó después que pronto regresaría, y todo mejoraría.

Después de aquella decepcionante visita a casa de Saori, se dirigió con el doctor

Frank, que quedaba un poco distanciado del lugar donde se encontraba, así que

tomó un taxi.

Creía que sería mejor, fingir que no recordaba lo que había sucedido durante esos

dos meses, y que sin embargo su salud era buena, lo demás lo dejaría al azar.

Así llegó a casa del doctor Frank Brown, sentía nervios, pues era aquel hombre

quien proporcionaba su sustento y educación, no quería mentirle, pero si le decía

la verdad, lo más probable era que lo tomara por loco y lo despidiera. Era mejor

mentir, era lo correcto en aquel momento.

Se acercó al umbral de aquella casa, que a pesar de que no era muy grande, era

muy acogedora. La puerta principal tenía un enorme vitral con figuras simétricas,

mismas que le recordaban a los círculos en los sembradíos de Inglaterra.

Alecz tocó el timbre que sonaba como un arpa y esperó a que lo recibiera. Se sentía

mal de tener que mentirle a aquel hombre, aquel que le parecía lo más cercano a un

padre, el primero que confío en él y le tendió la mano para que saliera adelante.

—¡Alecz! —Gritó un hombre al abrir la puerta.

—Doc< —dijo Alecz, titubeando.

—Hijo, es un milagro. ¿Estás bien? —dijo el hombre mientras abrazaba

fuertemente al muchacho.

—Creo que< mejor que nunca —dijo Alecz nervioso.

—Pasa, siéntate en la sala, en un momento estaré contigo.

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Cada que entraba en aquella casa, parecía como si entrara en alguna especie de

templo, pues la tranquilidad se podía respirar en el aire. Los nervios que sintió

momentos antes se desvanecían lentamente, mientras se veía más dispuesto a

decirle la verdad, por más increíble que le pareciera, era lo menos que podía hacer.

—No puedo creer que han pasado dos meses desde que desapareciste.

—Si, bueno, sobre eso< yo estuve... algo confundido.

—No importa —interrumpió con alegría—, lo que cuenta es que estás de vuelta,

sano y salvo.

—Gracias Doc, eres increíble.

—A decir verdad, sabía que sólo era tiempo para que aparecieras.

—Sí, un campesino y su hijo me encontraron inconsciente en medio de la nada,

sino fuera por ellos, aun estaría< perdido.

—Gracias al cielo que est{s aquí. Esa chica, con la que sales<

—Saori —completó Alecz.

—Sí, ella estará muy contenta cuando te vea

—Eso espero.

Alecz no quería ahondar en el tema, escuchar su nombre le hacía recordar que la

extrañaba mucho, a pesar del poco tiempo que a su parecer había transcurrido.

—Doc —continuó Alecz—, yo comprenderé si tú< ya conseguiste a alguien más

para que trabaje contigo, no hay ningún problema.

—¿Alguien más? No lo creo. No creo que nadie pueda sustituirte.

—¿Bromeas? Sinceramente no creo ser indispensable o especial.

—¿A caso no te gusta trabajar aquí?

—No no no, no es eso, me encanta estar aquí, es sólo que creo que haces más por

mí, de lo que yo hago por ti.

Frank se puso de pie y en silencio caminó hacia la ventana, miró a través del cristal

y cruzó los brazos.

—Tú sabes cuánto te estimo muchacho, ¿no es así?

—No, pero lo imagino.

—Pues hay una razón, algo que no sabes.

Alecz sintió un escalofrío, ¿que sabía Frank que él ignoraba?, un presentimiento lo

asaltó, pero aún no sabía si era algo bueno o malo.

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—¿Qué es lo que no sé?

Aquel hombre volteó a mirar con un indescriptible gesto ternura a los ojos de

Alecz y comenzó un relato.

—No puedo negar —dijo Frank—, que te he ocultado muchas cosas. Pero siempre

he esperado este momento, para decírtelo.

—Pues, te escucho Doc.

—Bien. Como ya sabrás, yo llegué a este país a principios del año de 1985, con el

fin de pasar mis últimos años tranquilamente, pero ese mismo año, hubo un

lamentable desastre en esta ciudad, causada por un terremoto. Eso ya lo sabes.

—Si, fue el mismo día en que yo nací.

—Así es. Bueno, tras el terremoto hubo réplicas y mucha gente quedó bajo los

escombros de edificios, en el subterráneo, en las calles, todos necesitaban ayuda.

Yo en ese momento formaba parte de un equipo de rescate improvisado, salvamos

a muchas personas esos días, aunque no tantas como hubiéramos deseado.

—Disculpa Doc, no quiero ser impertinente, conozco la historia de ese día, pero<

¿Qué tiene que ver conmigo?

—Eso es a lo que voy. Yo estaba buscando sobrevivientes entre los escombros, ya

era de noche y empezaba a oscurecer, así que el equipo resolvió que nos

retiráramos de ahí para evitar más pérdidas. Y cuando todos se alejaron, me

disponía a hacer lo mismo, caminaba hacia donde se reunían los demás, cuando

de pronto escuché algo que me erizó la piel. Era un llanto, el llanto de un niño.

Pedí al cielo que no fuera real, que fuera sólo mi imaginación, no soportaba la idea

de que un niño estuviera sepultado entre todo aquel desastre. Pero lo volví a

escuchar, y corrí de vuelta a los escombros, sin tomarme la molestia de avisar a los

demás. Estuve como loco, siguiendo el sonido cada vez más débil de aquella

inocente criatura, pero prefería escuchar aquel llanto, que al silencio. Por eso no

descansé hasta conseguir mi objetivo. Y por fin, pude remover los restos de un

pesado mueble y ahí< te vi. Estabas en los brazos de tu madre, que con su cuerpo

había impedido que tú quedaras aplastado, dio su vida por salvarte. Tus pequeños

y brillantes ojos al verme, me arrancaron unas lágrimas.

Alecz sostuvo el aliento. Pues lo que aquel hombre le había contado, era totalmente

nuevo para él. Y tras escuchar aquella triste historia, también dejo escapar una

lágrima. Ahora, muchas cosas le parecían que tenían sentido.

—Esa hermosa y joven mujer, dio su vida por la de su pequeño, sin dudarlo. Desde

entonces, he estado al pendiente de ti, tratando de imaginar cómo sería este mundo

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si todos nos atreviéramos a dar un poco, sólo un poco de nuestra vida, para ver

crecer a los demás.

—Es por eso< —titubeó Alecz— es por eso que eres tan noble conmigo.

—Así es, lo que tú pasaste ese día, le pasó a muchos otros, pero muy pocos fueron

salvados. Y es curioso, pero siempre he creído que tú, estás predestinado para

hacer cosas grandes< y yo estoy aquí para ayudarte.

Pensaba que Frank no sabía la mucha razón que tenía sobre él, pero logró resolver

muchas cosas que en su infancia le parecían extrañas.

—Entonces, ¿tú enviabas esos regalos el día de mi cumpleaños al orfanato?

—Así es hijo, siempre procuré que no padecieras de muchas cosas, pero tampoco

quise darte algo que te hiciera sentir muy cómodo.

—¿Qué?

—Verás. Cuando te encontré, yo personalmente te llevé a un refugio, pedí que te

pusieran el nombre de Alecz y el apellido de tu madre. Cada semana iba a

visitarte, pero no quería que te encariñaras conmigo, así que sólo te veía de lejos.

Exigía a los encargados que fueran estrictos contigo, con tus estudios. Tenía la

esperanza de que con una adecuada educación, crecieras como un hombre de

provecho. Y mírate ahora.

—Gracias Doc —dijo enjugándose las lágrimas—, ahora creo que te debo más de lo

que creía.

—Tú no me debes nada. Me diste un motivo para seguir en este mundo y ayudar a

otras personas.

—No es que no agradezca todo lo que has hecho por mí, pero, ¿porque no me

llevaste conmigo cuando me encontraste?

—Eso es fácil. La infancia y adolescencia que viviste, careciendo de bienes

materiales y de abundancia, te hizo valorar muchas cosas de la vida, eso te hizo

darte cuenta de que no es más rico aquel que tiene más, sino aquel que con lo poco

que tiene llega a hacer grandes cosas.

Alecz se puso de pie y se acercó a Frank. Lo abrazó con fuerza, lo que hizo que

aquel hombre sintiera una enorme felicidad.

—Estoy muy orgulloso de ti Alecz.

—Gracias Doc, todo es por ti.

Cuando terminaron de conversar. Alecz se disculpó, pues tenía que retirarse para

descansar, pues al día siguiente tenía que asistir a la universidad y ponerse al

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corriente. Pero antes de salir, sintió nuevamente la extraña sensación, así que se

detuvo, un tanto confundido.

—¿Te pasa algo? —preguntó Frank.

—No< es nada, sólo me siento un poco confundido y mareado.

—Espera un momento.

Después de un momento, regresó con un pequeño frasco de cristal, el cual contenía

un líquido púrpura.

—Y esto es<

—Un elixir, para prevenir daños neuronales. Aliviara cualquier síntoma de

molestia.

—No creo que sea necesario Doc.

—Créeme, es mejor tenerlo a la mano.

—Mmm —titubeó— Okay. Gracias nuevamente< eres único.

Y así, se retiró a su departamento, esperando el amanecer, para continuar con su

vida.

Mientras tanto, a cientos de kilómetros de ahí, alguien esperaba ansioso la llegada

de un sirviente.

Se reclinó en su silla de piel y miró el esplendor nocturno de la capital británica

desde el piso más alto de aquel edificio. Cuando escuchó que alguien llamaba por

el teléfono.

—Señor Richard —dijo una voz femenina en el teléfono—, un tal William, desea

hablar con usted.

—No lo hagas esperar, dile que pase.

Colgó el teléfono y juntó sus manos, impaciente. Segundos después, entró un

hombre alto y delgado, su piel era muy blanca y su cabello rubio. Vestía muy

elegante con un reluciente traje negro, daba la impresión de ser un agente secreto,

por la manera sigilosa con la que caminaba.

—Señor, traigo información reciente desde la capital de México.

—¿Y qué esperas? Dime qué es lo que tienes, y más vale que sea algo bueno.

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—El muchacho apareció, esta mañana arribó al aeropuerto, acompañado de un tal

Efraín Rodríguez.

—Menos mal, ya estaba preocupándome.

—Al parecer visitó la Residencia Milán.

—Bien. Y dime, ¿está sano y salvo?

—Parece ser que sí Señor.

—Es perfecto, espero que la señorita Milán esté complacida con su regreso.

—Aún no sabe que ha regresado.

—¿Y qué esperas? Hazlo de una vez.

—Sí señor, con su permiso.

—Como sea<

Aquel hombre alto, se retiró con su cauteloso andar, y cuando se había ido,

Richard continuó contemplando la majestuosa ciudad, sonriendo para sí mismo.

—Me alegra tanto< —dijo en voz alta— será mejor comenzar la para los

preparativos lo más pronto posible.

Tomó su teléfono rápidamente, y marcó rápidamente.

—Si, diga< —contestó un joven en el teléfono.

—Habla Richard, creo que has hecho bien tu trabajo, el muchacho apareció, sólo

mantenme informado y recibirás lo que quieres muy pronto.

—Gracias Señor, lo tendré al tanto.

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Capítulo VIII.- Misterios

Nuevamente se encontraba en aquel paraje asolador, el cual reconoció

indudablemente. Sabía que aquel era un sueño, otro como tantos, pero le parecían

tan reales. Podía sentir el viento, el frio, el suelo, su respiración, todo le parecía

real. Dio un par de pasos, e igual que la primera vez encontró entre la espesa

niebla, una lápida con el nombre de su prometida. Sabía que debía evitar que ese

augurio se cumpliera, sabía que había tiempo, tenía que hacer que aquel sueño

fuera sólo eso.

Suspiró y miró la plateada luna llena. Entonces se dispuso a mirar a su alrededor,

buscando a aquel fantasma, que como la última vez, susurrara su nombre, pero no

halló nada, comenzó a caminar hacia un costado de aquella lápida, pero tropezó.

Notó que cerca había otra lápida, pero esta estaba manchada, con un color

escarlata, era como si estuviera salpicada con sangre, aguzó la vista y leyó las

líneas, su ser se estremeció, se negó a ver lo que veía, pero era claro, aquel era otro

augurio de muerte y su alma sintió tristeza y miedo.

—No puede ser —se dijo a sí mismo—, esto no va a pasar< juro por mi alma que

impediré esto.

Estaba consciente que el sueño era un indicio del futuro, pero si de algo estaba

seguro, era que el futuro lo hace cada uno, con sus decisiones, con su propia vida.

Pensaba que todos algún día, tienen que dejar este mundo, era normal nacer,

crecer, disfrutar la vida y morir. Pero si había tenido aquellas premoniciones, era

por una cosa, tenía que prepararse, ya sea para impedirlo, o para ser fuerte en caso

de fallar.

—No dejaré que nadie muera, no aún< —susurró.

Apretó fuertemente los puños y quiso despertar, deseaba con todo su ser alejarse

de aquel lugar, con la esperanza de no ver otro sepulcro más.

—Hay cosas que no podemos evitar —dijo una voz de pronto—, será mejor hacer,

lo que estamos destinados a hacer.

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Alecz volteó para divisar al autor de dichas palabras, pero no vio a nadie. Aquella

voz le parecía familiar, pero no sabía de quien era, era una voz masculina, serena<

fría. Entonces despertó.

Abrió los ojos, sentía que todo le daba vueltas, sintió un ligero vértigo y confusión.

Entonces recordó el elixir púrpura que Frank le dio y creyó que era muy oportuno.

Bebió el líquido, su textura era viscosa, y el sabor era nauseabundo, por un

momento creyó que empeoraría e iba a vomitar, pero instantáneamente, los

mareos, las náuseas, todo desapareció, se sintió tan bien como el día anterior.

Al levantarse de su cama, se dirigió a abrir la ventana, para recibir los cálidos rayos

del sol, pero su tristeza fue ver que sólo había un montón de nubes grises sobre

toda la ciudad.

Se preparó para ir al colegio, desayunó jugosas frutas y pan tostado, se perfumó y

acomodó su largo cabello con una cola de caballo. Y así, excitado salió al encuentro

de un nuevo día, con la esperanza de ver en la universidad a su prometida, que

tanto extrañaba.

No le gustaban en lo más mínimo los días grises, creía que eran aburridos y

deprimentes. Caminaba sin embargo despreocupado, ansioso y un par de cuadras

adelante, un auto se detuvo y le abrió la puerta.

—Sube hermano.

—¡Ef! Qué gusto de volverte a ver, ¿dónde quedó tu look Hippie?

—En la bañera —contestó alegre—, ya me había acostumbrado a la barba y el pelo

largo.

—¿Listo para el primer día de clases?

—Sólo falta poco más de un mes para graduarnos, tendremos que trabajar mucho

si queremos que eso pase.

Llegaron al estacionamiento del colegio y se percataron que todos los volteaban a

ver con curiosidad.

—Parece que han visto a un fantasma —dijo Efraín.

—O a dos< —respondió bromeando.

—Tus admiradores se alegraran —dijo con sarcasmo.

—¿Te refieres Saúl y sus< borregos?

—Precisamente.

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Caminaban ambos por los pasillos del edificio, examinando los horarios y

distribuyendo el tiempo para reunirse y compartir apuntes, para ahorrar tiempo.

Sin embargo, la mente de Alecz estaba divagando. Buscaba entre las miradas a

quien tanto extrañaba, e incluso parecía ver su silueta entre las personas, pero su

decepción se manifestaba de inmediato.

—Entonces te veo en dos horas.

—Claro. No olvides< lo de Karen, la verás en la siguiente clase.

—No dejo de pensar en eso.

Desanimado, se dirigió a la primera clase, donde tenía la esperanza de encontrar a

Saori, pero no tuvo éxito. Pensaba que estaría con su padre en Europa, o quizás

con su prima que vivía en Nueva York, pero era importante estar cerca de ella,

para evitar que su sueño de hiciera real.

Así transcurrieron las dos horas y se dirigió a la cafetería escolar, donde se

encontró con su amigo. Efraín parecía algo ansioso, y discretamente lo llamó en un

rincón del lugar, donde nadie los pudiera escuchar.

—¿Lograste ver a Saori? —preguntó Efraín.

—No. ¿Tú lograste ver a Karen?.

—Sí —dijo con una amplia sonrisa—. Pero eso ahora no importa tanto, necesito

que veas algo.

Efraín sacó de entre sus cosas su laptop, al parecer había visto algo que lo había

sorprendido.

—¿Las respuestas de algún examen final tal vez?

—Nada de eso. Es mucho mejor. Hace un rato me dieron los archivos de video de

la excursión en Chiapas para editarlos y hacer el reporte del proyecto. Les di un

vistazo rápido y vi algo impresionante.

—¿En serio? —dijo Alecz, con curiosidad— ¿Qué es lo que viste?

—Sólo cállate y presta atención.

En la pantalla comenzaba el video, Efraín lo adelantó hasta la parte, donde los

muchachos estaban alrededor de la hoguera. Uno de los muchachos grababa el

momento en que todos se encontraban en lo que parecía una fiesta. Se podía

apreciar el cielo totalmente despejado, sin una sola nube. La cámara grababa a las

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chicas bailando y a los chicos bebiendo y haciendo bromas. Cuando de pronto en

la parte superior de la pantalla aparecieron cuatro esferas luminosas, las cuales

eran muy discretas. Las luces se movían rápidamente y formando una línea,

mismas que se dirigían hacia la parte superior de la montaña. La cámara perdía de

vista las luces, pues al parecer el autor del video no se había percatado de ellas, sin

embargo unos segundos después, la misma cámara dejaba ver nuevamente el cielo,

pero esta vez mostraba una inmensa nube que crecía rápidamente, advirtiendo que

una tormenta eléctrica se acercaba.

Alecz se quedó mudo. Sabía que tenía que mantener el secreto de lo que había

pasado aquella noche, sólo esperaba que su amigo no indagara más en el tema, y

mucho menos que lo relacionara con aquello que el video mostraba.

—¿Lo ves? —dijo Efraín excitado— esas luces, parecen una especie de objetos

voladores no identificados, esas esferas fueron las causantes de la tormenta

eléctrica.

—¡Shhh! —silenció Alecz a su amigo— No hagas un escándalo de esto.

—¿No te das cuenta? Esto es una prueba inédita de lo que pasó aquella noche,

cuando desapareciste.

—Espera, ¿Qué dijeron los muchachos de este video?

—Al parecer no se han percatado de ello, no han revisado este archivo, de hecho es

la única prueba, me dio la tarjeta donde estaba guardado el video.

Alecz temía que se le relacionara con aquel fenómeno, y peor aún, porque justo el

día en que Efraín lo encontró, sucedió el otro fenómeno del camino luminoso. No,

tenía que evitar que ese video lo viera alguien más.

—Efraín, escucha bien lo que te voy a decir, por favor.

—¿Qué sucede?

—Nadie debe ver esta evidencia, edita el video, has el reporte del proyecto de la

excursión, pero no muestres a nadie de esto ni hables sobre él.

—Pero< ¿porque? ¿No ves que es algo muy relevante?

—Mira, si hacemos que los demás vean ese video, pensarán que lo hacemos para

llamar la atención. Sólo mira como susurran a nuestras espaldas, como si fuera una

clase de conspiración, además, ya conoces a Saúl, va a decir que hemos falsificado

el video y nos puede afectar en los finales.

—Pero Alecz<

—Por favor hermano, no quiero que se me relacione con esas cosas< extrañas y

me señalen después, de verdad que no lo aguantaría< y menos sin< Saori.

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Víctor Chávez | El Sueño de los Tiempos (Parte I) 2012

Efraín asintió tristemente, no quería que su amigo se sintiera peor, quería dar a

conocer aquel video, pero no a costa de la imagen de Alecz, así que resolvió

conservar aquel video para otra ocasión.

—Está bien —dijo Efraín— editaré el video y esto lo guardaremos como un secreto

entre nosotros, ¿te parece?

—Gracias.

—Miren quien es —dijo una voz a sus espaldas—, el desorientado y su esclavo

indígena.

—Ahí viene tu club de Fans —dijo Efraín en broma.

—Cállate —le dijo Alecz a su amigo.

Saúl se acercaba con su grupo de amigos hasta la mesa donde estaba Alecz y

Efraín, quien cerró de inmediato su laptop.

—¿Ya te decidiste a salir de tu agujero? —le dijo Saúl a Alecz.

—Dime Saúl, ya me extrañabas ¿no?

—¿Extrañarte? Claro que no, sólo que me parece patético que te hagas el perdido

para llamar la atención.

—Me parece patético —contraatacó Alecz—, que quieras hablar sobre algo que

desconoces< pero no me extraña de ti.

—Eres tan cínico —dijo Saúl—. No sé cómo puedes tener a Saori engañada y

pretender ser uno de los nuestros.

—No creo que alguien con cerebro quiera pretender ser como tú —dijo Efraín a la

defensa de su amigo.

—¡Miren! —Saúl levantó la voz— el aborigen sabe hablar castellano.

El grupo de amigos de Saúl comenzó a reírse a carcajadas, sin duda sabían que la

ausencia de Efraín se debía a que se había quedado a buscar a su amigo, pasando

todo el tiempo en la selva chiapaneca, lo que les parecía algo exagerado y motivo

de burla.

—¡Y también sé golpear imbécil! —dijo Efraín levantándose de pronto.

Alecz tomó del brazo a su amigo, no quería que tuviera problemas dentro de la

escuela.

—Siéntate Ef —dijo Alecz con voz tranquila—. No querrás seguirles el juego a

estos macacos.

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Víctor Chávez | El Sueño de los Tiempos (Parte I) 2012

Efraín se había enojado tanto que la sangre se le subió al rostro, pero se contuvo y

regresó a su asiento.

—Muy bien —dijo Saúl—, al menos no me hago el perdido para llamar la atención.

Sé que lo haces por que tus padres te tiraron en la calle y te abandonaron como a

un perro. ¿No es así?

Alecz sintió como esas palabras le penetraban en el pecho, más aun, después de

haber escuchado la historia de Frank sobre el día en que su madre murió. Sin

embargo, no dijo una sola palabra.

—Creo que eso dolió —continuó Saúl—, nunca serás uno de nosotros, siempre

serás un perdedor, un don nadie, y no me extraña que algún día abandones a tus

hijos como lo hicieron contigo.

Alecz se levantó de pronto y con un solo movimiento tomó a Saúl del cuello

fuertemente, apresándolo contra el muro.

—No quisiera estar en tu lugar —dijo Alecz con una voz siniestra—, quizás podría

terminar en una tumba por hablar de más.

Todos los presentes se estremecieron. Alecz siempre había sido molestado por Saúl

y sus compinches desde que entró a la universidad, y nunca había actuado de ese

modo, lo que sorprendió también a Efraín, pues nunca lo había visto actuar así,

incluso temió que se le pasara la mano a Alecz y cometiera una estupidez.

—Hermano —dijo Efraín a Alecz—, suéltalo, este imbécil no es más que carroña.

Alecz miraba a Saúl como un psicópata, como si tuviera deseos de asesinarlo, pero

la voz de su amigo lo hizo entrar en razón. Así que lo soltó rápidamente y

pensativo salió de la cafetería sin voltear atrás.

Saúl se llevó las manos al cuello, respirando aliviado. Uno de sus amigos lo ayudó

a levantarse.

—Me las vas a pagar maldito bastardo< —dijo Saúl— te vas a acordar de esto.

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Víctor Chávez | El Sueño de los Tiempos (Parte I) 2012

Mientras tanto, Efraín alcanzó a su amigo y caminó a su mismo paso. Le extrañaba

el comportamiento de su amigo, aunque por una parte se alegró de que le haya

puesto una mano encima a Saúl.

—¿Estas bien?

—¿Eh? —respondió Alecz, confundido— sí, sí claro< estoy bien.

—¿Qué fue eso? ¿Por qué reaccionaste así?

—No lo sé, sentí enojo y no me pude contener, creo que no debí hacerlo.

—Pero por otro lado, fue genial, seguramente no le quedaran ganas de molestarnos

por un buen rato.

—¿si verdad? Eso espero.

—Bueno, te dejo, tengo clase en tres minutos.

Efraín se alejó rápidamente por el pasillo. Mientras que Alecz seguía pensando en

la forma en la que reaccionó. Él no era así, ni siquiera pensó en lo que hizo. Pensó

que simplemente ya había llegado a su límite, era normal reaccionar de ese modo.

—Sólo es basura, debí matarlo ahí mismo —se dijo a sí mismo en voz baja— ¿Pero

que estoy diciendo? Maldita sea...

Trató de dejar de pensar en lo que acababa de pasar y se le ocurrió algo. En su

siguiente clase, le tocaba encontrarse con Karen, quizá ella sabría algo sobre Saori.

Así que se apresuró hacia el aula.

Ahí estaba, Karen se sentaba en la última fila del aula, platicaba con una de sus

compañeras, parecían hablar de algo relacionado con Alecz, porque cuando se

percataron de su llegada, inmediatamente se separaron disimuladamente.

—Hola.

—¡Alecz! —exclamó Karen— Me alegra que estés de vuelta, ya había escuchado

que habías vuelto. Efraín me lo dijo hace un rato.

—¿Y cómo ha estado todo por aquí? —preguntó Alecz, tímido.

—En tanto a la escuela, todo está tranquilo, tú y tu amigo no tendrán problemas

para recuperarse, yo los ayudaré.

—Gracias Karen.

—En tanto a Saori< —continuó— creo que no sabe que est{s de vuelta y<

—¿Y qué?

—Creo que debemos hablar más tarde, ¿te parece cuando terminen las clases?

—Oh, bueno< est{ bien.

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Aquello le preocupaba mucho a Alecz, a juzgar por la expresión de Karen, parecía

que algo andaba mal, algo le preocupaba a ella y esa misma preocupación la sentía

él, sentía como si Karen, le contagiara su sentir de pesar, de pena, de tristeza<

angustia. Pero debía esperar a que ella hablara para saber que estaba pasando.

—No debo confiar en nadie —pensó—, todos son inútiles, sólo entorpecen mi

misión< ¿Qué me pasa? Porqué digo esas tonterías, son mis amigos, sólo quieren

ayudarme.

Así pasó el tiempo para Alecz, algo había en su entorno, pero no sabía que era, sus

pensamientos lo sumían en fantasías, en temores, los recuerdos del aquel sueño

que era un augurio de muerte.

Cuando hubo terminado el horario escolar, Alecz se dirigió al encuentro de Karen,

pero repentinamente sintió náuseas, así que rápido tomó el elixir púrpura y notó

que enseguida se sentía muy bien, no había malestares, incluso dejó de pensar

tanto en sus preocupaciones. Agradeció a Frank por sus remedios.

—¡Alecz! —gritó Karen al extremo del estacionamiento.

Él se dirigió hasta donde ella estaba, y notó que estaba acompañada por Efraín. Su

semblante estaba totalmente recuperado, volvía a ser el mismo muchacho de

siempre.

—Oye, ya te ves mejor.

—Claro, sólo fue un< impulso.

—¡Excelente! El susto que les diste a esos chicos mimados.

Karen los miró sin comprender de lo que hablaban, pero no quiso indagar y fue

directo al punto.

—Efraín —dijo Karen con una sonrisa— ¿podrías permitirnos un momento?

—Por su puesto lindura —respondió—, te espero en el auto hermano.

—Gracias.

Efraín se alejó hasta donde estaba estacionado su auto.

—Alecz —dijo Karen—, lo que te diré es únicamente lo que yo he visto, desde

luego que no sé todo lo que está ocurriendo, pero creo que es justo que lo sepas.

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Víctor Chávez | El Sueño de los Tiempos (Parte I) 2012

Saori es mi amiga y me preocupa todo lo que le pase. Así que pase lo que pase,

trata de comprenderla, por lo que ella ha pasado este tiempo.

—Claro, cuenta con eso.

—La noche de la tormenta, los muchachos salieron a buscarlos, pero sólo

encontraron a Saori inconsciente en un claro cerca del campamento, pero tú no

estabas por ningún lado. Ella no reaccionaba así que enseguida la trajimos de

vuelta a la capital para que un médico la atendiera.

—¿Ella está bien? —preguntó preocupado.

—Sí, está bien, pero espera, debo contarte todo lo que sé.

—Oh, disculpa.

—Cuando ella reaccionaba, estaba como histérica, asustada, gritaba tu nombre y

lloraba desconsolada. Así que no había otra forma de mantenerla tranquila más

que con sedantes, para que no intentara salir corriendo como loca a buscarte.

Parecía perturbada.

Alecz no sabía lo que Saori había pasado todo ese tiempo, y al pensarlo, sintió más

el peso del tiempo de lo que él había percibido.

—Hace un mes aproximadamente —continuó Karen—, Saori ya estaba estable, ya

no reaccionaba tan violentamente y dejó de susurrar< cosas<

—¿Qué tipo de cosas?

—No lo sé< susurraba tu nombre, la tormenta eléctrica y< monstruos. Sí que

estaba mal. Pero se recuperó, comprendió que estabas perdido y aunque estaba

triste, supo que sólo quedaba esperar.

—Oh, ya veo, pobre de ella, la he hecho sufrir.

—Eso no es todo, hace un par de semanas, ella ya no asistió al colegio, y no

contestaba mis llamadas. Así que la fui a buscar a su casa y ahí estaba, su mirada

parecía ausente, se veía pálida, muy triste. Ni siquiera le extrañó verme ahí, sólo

miraba por su ventana. Pero, cuando sonó su teléfono contestó rápidamente. Su

expresión cambió, la llamaba un hombre, no sé quién era, quizá alguien de su

familia. Cuando colgó, simplemente tomó una maleta y la llenó con ropa, apagó su

móvil y lo guardó en un cajón. Yo le pregunté qué pasaba, pero sólo me abrazó y

me dijo que tenía aún esperanza de verte de nuevo, me dijo que iría a Europa, pero

que regresaría, y desde entonces, no la he visto.

—Oh, bueno, me alegra saber que ya está mejor. Supongo que está con su padre.

—Lo mismo pienso.

—Cuando ella regrese, todo estar{ mucho mejor<

—Por cierto, ella me dijo<

—¿Qué cosa?

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Víctor Chávez | El Sueño de los Tiempos (Parte I) 2012

—Que se comprometieron la noche de la tormenta y que iban a casarse después de

la graduación.

—Eso es< bueno, no olvido nuestro compromiso.

—Ella no pudo encontrar a alguien mejor.

—Gracias Karen, gracias por estar al pendiente.

—Todo saldrá bien, ya verás. Pronto volverá y será como si nada hubiera pasado.

—Eso espero.

Sabiendo aquello, Alecz y Efraín se fueron en el auto. No pudieron pasar en auto

por la calle donde estaba el edificio del departamento de Alecz, pues la circulación

estaba truncada por una patrulla, así que decidió caminar y se despidió de su

amigo.

Sentía una curiosidad enorme, angustia, enojo, frustración y no sabía el porqué. Al

caminar, vio que muchas personas estaban reunidas, murmurando, parándose de

puntas para ver lo que ocurría. Cerca había una ambulancia y más patrullas de

policía, la entrada al edificio estaba limitada por las autoridades. Escuchaba

susurrar algo sobre un accidente, otros murmuraban que había sucedido un

homicidio, y otros apoyaban la idea de que había ocurrido un suicidio. No sabía

con certeza que ocurría, vio que un grupo de paramédicos sacaban en una camilla

un bulto cubierto con una sábana blanca, la gente sentía morbo de saber quién era

la persona fallecida y Alecz tenía esas sensaciones tan extrañas. Así que se

identificó y le permitieron pasar a su departamento.

—Ojalá yo no tenga que presenciar algo así —pensó.

La idea de perder a uno de los pocos seres amados que tenía le perturbaba,

deseaba con toda el alma que el “gran plan” no trajera como consecuencia algo de

lo que se debiera lamentar. Sólo el tiempo dirá.

Y así transcurrió el tiempo hasta el fin de semana. Saori no aparecía por ningún

lado, ni en la universidad ni en su casa; y Alecz trataba de concentrarse en sus

estudios. Gracias al remedio de Frank, se sentía más enfocado y tranquilo. Pero no

dejaba de pensar en ella, esperaba que pronto ella regresara a sus brazos y no

dejarla ir jam{s< o eso intentaría.

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Capítulo IX.- Recuerdos Inolvidables

Creía que todo estaba marchando bien, a excepción de una cosa. Cada que pensaba

demasiado en algo, terminaba confundido, parecía como si los demás influyeran

en su comportamiento y si se doblegaba al sentimiento, sentía náuseas y vértigo,

sin embargo, el elixir púrpura de Frank siempre lo regresaba a su estado original,

haciéndolo sentir totalmente revitalizado.

Cierta mañana, Alecz tomó la última dosis del elixir, pero sentía que cada que

recurría al él, los síntomas disminuían notablemente. Esperaba que los síntomas

fueran mínimos, para concentrarse en el colegio y después, hacer “aquella tarea”

para la que había sido elegido. Y fue inevitable, comenzó a recordar claramente, el

momento en que aquellos seres luminosos lo llevaron con ellos.

Recordaba que ahí estaba, en lo más alto de la montaña, preguntándose por el

bienestar de su prometida, pero lo que aquellos visitantes le mostraron, era algo

que no podía ignorar. Tenía una gran curiosidad por saber su pasado y todos los

misterios que envolvían la galaxia y quiz{< el futuro.

Así que decidió aceptar el pacto y enseguida aquel que se hacía llamar Acán, le

tendió su delgada y blanca mano, y Alecz, con una inmensa tranquilidad la tomó.

En un instante se encontraba en otro lugar, un lugar donde no se había imaginado

estar jamás. Daba la impresión de estar flotando en el vacío, a no ser por el reflejo

de los muros, el suelo y el techo, que parecían reflejar la poca iluminación que

había, parecía que aquel lugar estaba hecho de cristal. Entonces se sorprendió, al

ver de donde procedía la luz que había. Pudo ver el esplendor de las estrellas, que

brillaban con mucha intensidad y vio también, una luz más grande, era una

gigantesca esfera que reflejaba la luz de un sol. Entonces comprendió donde se

encontraba.

—Esto< es< impresionante —dijo maravillado—. Es un planeta, estoy en el

espacio.

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Víctor Chávez | El Sueño de los Tiempos (Parte I) 2012

Estaba totalmente impactado, sin embargo, había algo en el lugar que le impedía

sufrir un shock. La atmósfera de aquella estancia era sumamente agradable y

cálida, podía respirar sin dificultad, y se sentía muy ligero. Cuando se vio a sí

mismo en el reflejo, notó que estaba vestido con lo que parecía un traje de una

pieza, totalmente negro y ajustado, no tenía zapatos.

De pronto los cristales parecían opacarse, se oscurecía todo a su alrededor y en un

instante todo estaba oscuro. Alecz miró hacia todos lados, pero no vio nada, fue

entonces que algo se acercó hasta él, parecía una partícula de luz, era del mismo

color azulino que había visto en aquellos extraños de la montaña, era del tamaño

de una uva. La partícula se movía a su alrededor, como si lo estuviera analizando

minuciosamente, giraba en torno a él rápidamente y después de unos segundos se

detuvo frente a su rostro bajando lentamente. Alecz levantó su mano derecha a la

altura del pecho y abrió su palma, donde la partícula se posó y se fundió en ella.

—¿Acán? —dijo en voz alta — ¿Estás aquí?

Cuando preguntó aquello, apareció frente a él un cúmulo de partículas, se movían

igual que la primera, y en un destello se materializó Acán.

—¿Dónde estoy? —preguntó Alecz.

—A este lugar lo llamamos la fortaleza Alpha, y ese planeta que ves ahí, es uno de

tantos en esta galaxia, donde la vida ha evolucionado, aún más que en tu planeta.

Son seres que están muy por encima del bien y el mal, seres que se guían por el

conocimiento.

—¿Es esto< real?

—La realidad, es algo que está sujeto a lo material y a lo encarnado. Es tan real

como tus sentidos puedan percibirlo.

—No comprendo.

—A su tiempo lo entenderás. La evolución es un acto inevitable de todo cuanto

existe en el universo, cuando se emprende el camino a la evolución, no hay nada

que lo haga retroceder, sino al contrario, avanza cada vez más rápido.

—Pero< si el hombre tiene el conocimiento, ¿Por qué no evoluciona r{pidamente?

—Porque no basta tenerlo, es necesario cultivarlo, heredarlo y aceptarlo. El hombre

antepone el bien y el mal al conocimiento, antepone los bienes materiales, el

progreso tecnológico, la propiedad privada, los sentimientos< Pero eso es algo

que sólo les concierne a ustedes. Nosotros sólo queremos ayudar, para que no se

pierda lo que puede evolucionar.

—¿Es por eso que me has traído a este lugar? ¿Para hacer una clase de< héroe?

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Víctor Chávez | El Sueño de los Tiempos (Parte I) 2012

—No. Un héroe pelea contra el mal, salva vidas sin importar las circunstancias. Tú

serás un mensajero, el portador de un mensaje que activará la partícula divina que

todos los humanos tienen dentro de sí.

—Si es lo que ya he visto antes, creo que vamos a tener un problema, porque no me

atreveré a dejar que alguien m{s vea ese< terrorífico escenario<

—De ninguna manera, el mensaje que tú darás es diferente, un mensaje el cual, las

palabras no podrán contener su significado.

—Entonces ¿cómo se supone que debo transmitirlo?

—Es una tarea simple. La noche en que regreses a tu planeta, verás una señal en el

cielo.

—¿Qué clase de señal?

—Sólo es una señal, no te preocupes, estoy seguro que la verás. Lo importante es,

que esa señal indicará que la conexión entre tu planeta y el centro de la galaxia ha

comenzado. Un nuevo ciclo hará que aquellos humanos que estén listos para

evolucionar, puedan acelerar ese proceso. A ellos les será entregado el don.

—Entiendo, pero cómo podré saber a quién dar el mensaje.

—Sólo pon atención a tu alrededor.

—Muy bien. Sólo una última cuestión. Hablaste de unos< enemigos. ¿Cómo sé

que no estar{n tras de mí? ¿Cómo podré< defenderme?

—Para eso te hemos traído aquí. Tú tienes un don ancestral< El sueño de los

tiempos. Conocimiento de lo pasado y del presente.

—Pero< ¿y el futuro? ¿Qué hay de esos sueños que me acechan?

—Incluso nosotros no podemos saber con exactitud el futuro. Podemos conocer lo

que es probable que suceda en el universo, pero en las decisiones de los seres vivos

no podemos delegar, no decidimos por nadie. Tienen la libertad de hacer su propio

futuro. Es la naturaleza de la partícula divina. No hay poder alguno que pueda

destruirla o contenerla.

—Oh, entonces, los sueños, sólo son un indicio de lo que es probable que pase,

¿no? Es decir, ¿puedo cambiarlo?

—Así es, pero no dejes que los sueños influyan en ti. Debes de tomar tus

decisiones, independientemente de lo que veas.

—Comprendo.

—Y con respecto a los otros dones, podrás hacer cosas asombrosas. Pero no puedes

volar, sin primero aprender a levantarte. Así que trata de no ir tan rápido.

—Algo más que deba saber.

—Sabes lo necesario, es por eso que estás aquí.

Alecz recordaba aquello, como si lo estuviera viviendo nuevamente. Parecía que su

mente estaba desarrollándose muy rápidamente. Al recordar aquel extraño

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Víctor Chávez | El Sueño de los Tiempos (Parte I) 2012

encuentro, pensó que no había hecho nada por buscar a alguien a quien

transmitirle el mensaje. Se había estado concentrando demasiado en la escuela, en

Saori, en sí mismo; que estaba olvidando el motivo de su desaparición.

—Tengo que hacer algo —pensó— no puedo perder el tiempo en tonterías. Me

rompo la cabeza pensando en ella< quiz{s est{ felizmente con< otro. ¿Pero que

estoy diciendo? Ella me ama, tanto como yo a ella.

Sus pensamientos cada vez eran más negativos. Sabía que si no se controlaba no

iba a lograr nada. Así que aquel fin de semana iba a dedicarse a buscar a alguien a

quien le pudiera compartir el mensaje.

Él se duchó, se vistió rápidamente y se dispuso a salir al encuentro de su

encomienda. Cuando abrió la puerta, vio algo que hizo que su alma se congelara

por un momento. Parecía tan irreal que se quedó atónito.

—Hola —dijo ella con su voz tan frágil.

—¡Saori¡ —exclamó Alecz.

E impulsivamente se lanzó a los brazos de su prometido con lágrimas en los ojos.

Lo apretó con fuerza, deseando que aquel momento fuera cada vez más lento.

Alecz pensaba, que aquello era otro de sus sueños, pero las emociones eran

sorprendentemente enormes, su piel era tan suave y tibia, y sus ojos de miel le

parecían mucho más hermosos ahora que los veía después de tanto extrañarla, era

mucho más que real. Ella había regresado.

—Por Dios Alecz< —dijo entre llantos— Sabía que volverías y< y<

—Silencio amor —le interrumpió Alecz—. Todo est{ bien, ya estamos juntos< te

extrañe tanto nena.

—¿Estás bien? ¿Te hicieron algún daño?

Alecz escuchó esa pregunta, lo último que él hubiera deseado, era que Saori se

hubiera percatado del encuentro en la cima de la montaña. Eso explicaría lo que le

contó Karen sobre el shock que había tenido. Lo mejor sería sostener que no

recordaba nada y que todo estaba igual que siempre.

— Estoy muy bien amor ¿Quién< podría dañarme?

—No lo sé —contestó titubeando—, tu< ¿recuerdas algo?

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—Ahm< sinceramente, no recuerdo muchas cosas —mintió— lo siento.

—Eso es lo de menos, lo que importa es que ya estás bien. Que no se hable más de

eso. ¿está bien?

Alecz pudo sentir algo en ese momento y entonces comprendió una cosa que desde

hacía unos días no podía explicar. Era algo que pudo percibir desde el día que su

amigo lo encontró en casa de José, pro fue hasta ese momento, que pudo

comprender el por qué era más sensible a el comportamiento de los demás.

—Empatía< —pensó— puedo sentir exactamente lo mismo que los demás.

Saori< puedo sentir su emoción< su alegría< y eso< ¿es miedo?

Pensó que quizá, ella sentía miedo por volver a apartarse de él, sin embargo, no

estaba seguro, no podía leer mentes, sólo sentía las emociones de aquellos que

estuvieran cerca. Tenía que aprender a discernir y controlar esa nueva

característica.

Saori no se apartaba de los brazos de Alecz, parecía que no quería jamás apartarse

de él. Lo que ella tenía en mente, era que tenía que aprovechar todo el tiempo que

pudiera estar con él, hacerle saber que lo amaba como nunca podría amar a nadie

más.

—Déjame ver tus ojos —dijo ella—. Estás igual que como te recuerdo aquella

noche.

—Sí, es lo que me han dicho.

—¿Tienes planes para esta noche?

—Ehm< pues, sólo si es contigo.

—Perfecto, he planeado algo espontáneo para este momento.

—Parece que ya sabías que estaba de vuelta hace tiempo.

—Así es, estaba en Europa, con mi padre, y cuando me enteré que estabas aquí,

quise venir inmediatamente. Pero sabes cómo es él, comenzó a interrogarme, dijo

que en el estado en el que estaba que no era conveniente viajar, así que hice todo lo

que pude para convencerlo de que estaba bien y< aquí estoy.

—Esa es mi nena.

—Bien, pues será mejor que traigas la ropa más abrigadora que tengas.

—¿A dónde piensas llevarme?

—Eso es una sorpresa.

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Subieron al auto de Saori y ella condujo hacia el norte de la ciudad. En el camino,

Alecz trataba de evitar tocar el tema de la noche de su desaparición, y era evidente

que ella también, había algo que parecía no querer recordar.

Él se concentraba lo suficiente, trataba de ordenar la percepción empática y

descifrarla lo mejor posible. Podía percibir la alegría de Saori, podía percibir en ella

algo totalmente inmenso, eso sólo podía ser el amor que sentía por él. Sentirlo

como ella lo sentía, era algo que no podía explicarse, era como si sus deseos y su

ansiedad se comprimieran en el pecho, como si una parte de su ser, quisiera

fundirse en él y estallar. Quizá él sentía lo mismo, pero no se prestaba la suficiente

atención, parecía que en él, el amor se sentía con la misma intensidad, pero de

forma diferente, más pasivo, más tranquilo y silencioso.

Él creía que no era necesario explicar o descifrar las emociones, sólo bastaba

sentirla y ponerse en el lugar del emisor.

—Si todos pudiéramos sentir lo que nuestro semejante< —pensó — este mundo

sería diferente.

Cuando Alecz se dio cuenta, ya estaban cerca de su destino. Había una pequeña

ciudad, donde las corrientes de aire eran muy frescas. Se podía respirar el aire

mucho más puro que en la capital.

Vio que unos kilómetros más adelante, comenzaban las montañas, se podía ver en

lo alto las nubes cubriendo toda la sierra. Era por eso que Saori había solicitado

que llevara ropa abrigadora, pues pensaba pasar la noche en las montañas.

—Supongo que habías venido aquí alguna vez ¿no? —preguntó Saori.

—La verdad es que no he salido mucho de la capital, como sabrás, mientras los

demás vacacionan, yo trabajo con el doc.

—Bueno, esta es la bella airosa, capital del estado de Hidalgo. Yo la llamo< La

Ciudad de los Vientos.

—No me imagino porqué —dijo sarcástico.

—Es un lugar muy tranquilo, pero no es nuestro destino. Nosotros vamos a<

—Las montañas —intervino Alecz.

—Vaya, que intuitivo.

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Víctor Chávez | El Sueño de los Tiempos (Parte I) 2012

Y llegaron a las montañas, condujeron varios kilómetros rodeando las montañas de

la sierra, Alecz se sentía nuevamente con náuseas, pero esta vez parecía ser por el

serpenteo del camino. Lamentó no haber llevado consigo más de aquel elixir.

Comenzaron a pasar por varios pueblos pequeños, había gente que parecía trabajar

en el campo, vacas que iban al lado del camino, árboles muy altos, casas hechas de

madera y pozos de agua.

Todo le parecía tan diferente a lo que estaba acostumbrado, le recordó su visita a

aquella ciudad milenaria, aunque deseó no tener que volver a pasar por lo mismo.

—A dónde vamos, es un lugar mágico, de los pocos que hay en este país.

—Eso parece —dijo contemplando el paisaje.

—Se llama Real del Monte.

—Bonito nombre.

—Es un lugar que encierra muchas leyendas. Famoso por las minas y las frondosas

reservas naturales. Cuando la temperatura desciende, incluso puede caer nieve<

es genial

—Tengo una pregunta< ¿Que nos ha traído a este lugar?

—Bueno, pensé que como hemos pasado tanto tiempo separados, deberíamos

tomarnos un tiempo para estar solos.

—¿Y se te ocurrió este frio bosque?

—No. La familia de Karen tiene una cabaña cerca, ahí podemos quedarnos esta

noche.

—Eso no me suena muy espontáneo.

—Me descubriste< —dijo ella, divertida.

Alecz comenzaba a percibir algo extraño en las emociones de Saori, una mezcla de

duda, miedo, tristeza; los cuales se alternaban con amor, tranquilidad y< algo que

parecía lujuria. Entonces pensó que era incorrecto querer irrumpir en lo más

profundo del ser que ama como un bandido. Resolvió controlar la empatía, y no

ser tan imprudente. Pero, no pudo evitar la duda.

—Linda<

—Dime ¿Qué pasa?

—Quiero preguntarte algo —dijo con seriedad—, pero necesito que contestes con

total sinceridad.

—Eh< Claro, lo que sea.

—¿Hay algo que quieras decirme?, es decir ¿hay algo que te preocupe?

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Saori no quitó la vista del camino, apretó los labios, pensando lo que iba a decir.

Alecz había intentado no apelar a la empatía, sin embargo la expresión de su

prometida parecía envolver algo. Esperó.

—Alecz< —respondió ella— Hay< ciertas cosas que me preocupan, incluso

desde antes de< lo de la tormenta. No sé cómo decirlo<

—Si quieres decirlo adelante —intervino Alecz— sino, entenderé. Estoy para

apoyarte, no para juzgarte.

—Bien. Es mi padre. Antes de conocerte, él me había< comprometido con el hijo

de un diplomático inglés.

—Oh< ya veo —dijo él con tristeza.

—Mi padre siempre ha querido controlar mi vida. Nunca le ha interesado lo que

yo piense, simplemente< decide las cosas y espera que sólo las acepte. Pero,

cuando me enteré lo del compromiso, pensé confrontarlo y decirle lo que pensaba.

Sin embargo, lo conocía y sabía que si lo confrontaba iba a presionarme más y más.

Así que hice otra jugada. Le dije que estaba cansada de estar viajando por todos

lados, que sería mejor que me quedara aquí, en la casa de la familia de mi madre,

por lo menos hasta terminar la universidad y después, regresaría a Europa.

—Yo no sabía, pero< sabes que siempre apoyare cualquier decisión tuya< lo que

sea.

—Por eso te amo. Pero como sabes, pronto nos graduaremos y él va a llevarme con

él, a menos que<

—Estés casada< conmigo.

Saori forzó una sonrisa, suspiró y detuvo el auto a la orilla del camino.

—Alecz< —dijo mirándolo a los ojos— sabes que te amo, ¿verdad?

—Vaya que lo sé.

—Pase lo que pase, prométeme< que nunca vas a olvidarlo.

—No creo que sea necesario<

—Sólo promételo —exigió.

—Lo prometo.

Después de dos horas de camino, por fin llegaron a su destino. Era un pueblo muy

tranquilo, había varias tiendas con artesanías de plata, las calles tenían baldosas de

piedra en vez de asfalto. En el aire había un aroma a tierra húmeda. Las personas

iban y venían por las callejuelas.

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Tomaron un sendero de terracería, donde había árboles altos y frondosos, los

cuales filtraban la luz del atardecer, parecía como un túnel del tiempo, porque al

final del sendero, vieron una casa grande, hecha de madera, parecía muy antigua,

pero conservada, la cual estaba rodeada por hermosos jardines coloridos con

muchos tipos de flores y árboles frutales. Los acabados de la casa parecían

coloniales y estaba rodeada por una cerca blanca igualmente de madera. En la

entrada de la propiedad había una placa de hierro muy antigua, olvidada, apenas

podía leerse: “Petal Road”.

Cuando se detuvieron, una joven salió de la casa. Era la encargada del cuidado de

la propiedad. Le entregó un juego de llaves a Saori y le dijo que la cena estaba lista.

Hecho esto, la joven se alejó por una pequeña vereda que iba entre los árboles del

bosque.

Alecz sintió curiosidad por el comportamiento de la joven en intentó practicar su

empatía. Efectivamente, pudo percibir las emociones de aquella mujer: duda,

angustia, presión, ¿miedo?... sí, sin duda aquello era miedo. Él pensó que quizá era

por desconfianza a los recién llegados, después de todo eran gente extraña para

ella, no podía permitirse andar sin cuidado.

—Este lugar es< asombroso —dijo Saori al abrir la puerta de la enorme casa.

—Sí que lo es.

Aquel lugar era muy cálido, en los muros había diversas obras de arte como

pinturas y fotografías. De entre las m{s curiosas resaltaban, “la última cena”, “el

aquelarre”, “el juicio final”, adem{s de fotografías enmarcadas de stonehenge,

Chichén Itzá, las pirámides de Egipto, etc.

Alecz se quitó su chaqueta y la colgó en el perchero de la entrada y contempló los

cuadros con curiosidad. Saori por otro lado se dirigió hacia la cocina que se

encontraba al final del pasillo principal.

—¿No te gustaría vivir en un lugar así? —preguntó Alecz.

—Sería maravilloso —contestó desde la cocina—. El silencio, la tranquilidad, el

aire puro< todo.

Pero, él no pudo evitar pensar, imaginar, una noche fría, en un lugar alejado de

todo y de todos. Sólo, con la única mujer que había amado hasta entonces. Imagino

sus rojos labios, fruto de la tentación más provocadora, fuente del elixir de su vida;

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su piel tan suave y blanca, lienzo donde se dibujaba la obra de arte más fina del

universo. Aquel aroma que embriagaba su pasión, inevitable, esencia del más puro

amor; y su mirada, esa mirada que desarmaba al más fuerte, esa mirada que era un

portal celestial, donde todo cabe y nada existe< Ella era el resplandor eterno de su

alma, y su cuerpo, la prisión del deseo mortal, su piedra filosofal.

Ella preparó la mesa, mientras Alecz encendía la chimenea, pues la temperatura

comenzaba a bajar cada vez más y ambos cenaron en silencio. Cuando terminaron,

Alecz limpió, y juntos se dirigieron hasta la estancia, donde había una cómoda sala

de piel.

Saori parecía nerviosa y no decía palabra alguna. Procuró que todas las ventanas y

puertas estuvieran cerradas, pues el viento comenzaba a violentarse.

—¿Puedo preguntar algo ahora yo? —dijo Saori.

—Desde luego.

—¿No recuerdas nada sobre la noche de la tormenta?

—Sí, recuerdo que tú aceptaste ser mi esposa.

Tomó la mano de su prometida y vio el anillo que le había regalado, la S brillaba a

la luz del fuego.

—¿Es todo lo que recuerdas?, es decir, ¿no recuerdas si alguien te hizo daño o algo

así?

—Vaya< pues< —titubeó Alecz— la verdad es que no. Sólo sé que después de

eso, desperté en casa de un campesino y su hijo, ni siquiera ellos saben cómo llegue

allí. Pero como verás, estoy totalmente sano.

—Eso era todo lo que quería saber.

—No te preocupes —dijo él—. Todo va a estar bien ahora.

Ella se abrazó a su pecho, estrechándolo con fuerza y acercó sus labios lentamente,

regalándole un tierno beso. En ese momento, Saori decidió apagar las luces de la

estancia, dejando únicamente la luz de la chimenea.

Alecz nunca había pasado una noche con Saori, aunque siempre lo había deseado.

Siempre fue muy respetuoso con ella, nunca necesitó de ella más que su amor y su

comprensión, a él le bastaba con saber que ella lo amaba. Pero aquella era una

noche perfecta para cumplir uno de sus deseos carnales más ocultos.

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Besó sus labios con pasión, y lentamente se desplazó a su cuello, sin que ella se

resistiera. Ella hizo lo mismo, lo besó con deseo, acelerando su respiración,

comenzó a quitar los botones de la camisa de su prometido.

El calor de sus cuerpos se fundía con la noche y el fuego. La juventud de sus almas

se desenvolvían con pasión, la timidez se desvanecía poco a poco, con cada beso,

con cada caricia. Si bien era cierto que el amor en ellos existía desde hacía mucho,

era ahora que se consumaba, ahora ya no había entre ellos pudor, sino un lazo más

fuerte.

Aquel era el ritual divino, la unión de dos seres, uno que iba más allá de las leyes

humanas, incluso estaba sobre cualquier sacramento religioso, para ellos no existía

en ese momento ningún pecado por el cual temer, pues habían descubierto su

verdadera libertad en la carne. Se prometían el uno al otro por siempre< hasta que

la muerte los separara.

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Capítulo X.- El Bosque Nocturno

Allí estaban, ambos recostados en la cama de la recámara principal de la casa en

“Petal Road”. Él miraba con extrema ternura los ojos claros de su amada, mientras

que ella pasaba sus dedos entre su cabello, enamorada. Entonces, un sueño se hizo

presente al instante.

Había un paisaje muy verde, mucha vegetación y muchos árboles. El cielo tenía un

color azul muy claro y el sol hacía lucir el colorido del lugar.

—¡Papá! —oyó una voz suave y frágil.

Vio que una pequeña se acercaba corriendo hasta donde él estaba. Aquella era una

niña muy hermosa, con el cabello rizado y largo; y esos ojos, le recordaban a los

suyos propios, del singular color negro. Llevaba un vestido blanco con flores

violeta y al verla de cerca, se conmovió.

—Papi< —volvió a decir la pequeña con ternura, al momento que lo abrazaba.

Aquel sentimiento de felicidad era inmenso, era aún más grande que el primer

beso que tuvo con Saori. Pero no sólo eso, sino que aquel sueño tenía un

significado mucho mayor.

—Alecz< Alecz< —le dijo Saori—. ¿Por qué lloras?

Había vuelto a la realidad. Vio el rostro de Saori y su felicidad continuaba aún en

todo su ser. Aquello significaba que Saori viviría y tendrían juntos una hermosa

hija. Aquel sueño, dónde había visto su lápida, le parecía ahora tan superfluo.

—Ehm< pues< porque me siento tan feliz ahora que est{s conmigo.

En aquel momento, estando ambos recostados, una corriente de viento provocó

que la electricidad desapareciera, dejando una espectral oscuridad. No había luces

cerca, ni del pueblo ni de ningún otro lugar, sólo se escuchaba el viento entre los

árboles.

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Alecz sintió un estremecimiento en su pecho, un sentimiento muy extraño que le

hacía presentir peligro.

Recordó las palabras de Ac{n ‹‹”Debes estar atento a tus sentidos”››. Y decidió

salir a investigar que estaba sucediendo.

—¿Que vas a hacer? —preguntó Saori.

—Sólo quédate aquí y no salgas< por favor.

—¡No! —gritó Saori— no vayas, quédate conmigo.

—Confía en mí —le exigió con seriedad—, tranquila, no pasa nada...

Y salió rápidamente, cerrando la puerta de la habitación a sus espaldas. Saori

estaba muy nerviosa, pero hizo un gran esfuerzo para no salir detrás de él.

Alecz salió de la casa, y notó que podía ver perfectamente a pesar de la oscuridad y

de la densa niebla. Caminó hacia los árboles que estaban más cerca con cautela, sin

nada en sus manos, confiaba ciegamente en las palabras de Acán, estaba preparado

para cualquier circunstancia.

—Grrrr< —se oyó un gruñido entre los árboles.

Alecz caminó hacia donde había escuchado aquel sonido espeluznante. Y notó que

algo ocurrió en su mano derecha, algo que no había notado hasta entonces.

Recordó aquella partícula de luz azul que se disolvió en ella y vio que era la misma

luz que comenzaba a emerger, pero con una forma peculiar< era el símbolo

Alpha, el mismo que vio en las ropas de los Señores de la Luz. La marca se

dibujaba en su mano y luego se apagó, dejando el símbolo tatuado en la palma.

—Si sólo supiera cómo funciona —pensó.

Trató de distinguir el paisaje, porque algo en el lugar le recordaba el sueño que

tanto le preocupaba. Pero no había luna llena, sino mucha niebla, además no había

visto ningún riachuelo cerca.

Entonces logró ver a unos metros de él una silueta, era como la de un hombre alto

y muy delgado, pero se movía rápidamente.

—¡Oye! —gritó— ¡Detente!

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Y fue a su persecución, adentrándose en el espeso bosque. Perdía de vista aquella

silueta, pero la volvía a discernir gracias a un elemento que creía descartado antes,

y que le causó un gran terror.

Una imponente luna llena hacía acto de presencia entre las nubes, iluminando con

una fina luz plateada todo aquel bosque.

—¡Sal de dónde estés! —gritaba con fuerza— ¡¿Quién eres?! ¡¿Que es lo que

buscas?!

Pero no recibió respuesta, peor aún, podía percibir que algo se acercaba hasta

donde él estaba.

—¡Grrr! —escuchó nuevamente el gruñido, que era ahora más fuerte y agresivo.

Caminó con cautela, procurando no hacer ruido. Abrió su sentido empático para

saber si aquello que lo acechaba era humano. Su sorpresa fue que sintió varias

emociones: angustia, coraje y furia.

En su caminata escuchó un sonido, era el sonido del agua en movimiento, aguzó la

vista y se estremeció. Era el riachuelo con el que había soñado.

Logró ver entonces que una criatura de casi dos metros de altura se acercaba

lentamente hasta él. Era una criatura de cuatro patas, con mucho pelo y orejas

puntiagudas, mostraba sus colmillos y en sus ojos se podía leer aquel coraje que

había presentido antes.

—¡Alecz! —gritó Saori que se acercaba detrás de Alecz.

Ella no se había percatado de la bestia. Por lo que Alecz sintió que todo su mundo

se venía abajo. Sintió la angustia que ella emanaba. La tenía que proteger a toda

costa, incluso a costa de arriesgar el Gran Plan.

—Saori —dijo con una voz nerviosa pero controlada— Tranquila, no te muevas y

no te acerques más.

—Pero< esto fue mi culpa< v{monos de aquí.

—¡No sé de qué hablas, pero no te muevas! —dijo con voz más fuerte—. Quédate

ahí, no te muevas< si te digo que corras, corre y no mires atr{s.

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Víctor Chávez | El Sueño de los Tiempos (Parte I) 2012

Aquel enorme perro se acercó lo suficiente, como para que Saori se percatara de lo

que sucedía. Entonces se acercó a su prometido y lo tomó del brazo. Él no dijo

nada más, sabía que Saori no lo dejaría ahí, con aquel monstruo. Así que se

dispuso a enfrentarlo, miró de reojo la marca de su mano y confió en que algo

bueno ocurriera, o todo estaría perdido.

Pero su empatía lo contuvo de hacer algún movimiento, aquel enorme perro dejó

de mostrar los dientes y su expresión cambió.

—Compasión< —pensaba Alecz para sí mismo—. Él siente compasión por

nosotros. No nos hará daño.

Saori se aferraba a Alecz con fuerza, el terror la inundaba. Sin embargo Alecz la

miró a los ojos y le sonrió. Saori estaba totalmente confundida ¿por qué sonreía en

aquel momento?

—Tranquila, él no nos hará daño.

—P<pero< ¿cómo dices? —dijo ella desconcertada.

—Shhh< —silenció—, no te alteres y todo estará bien.

Aquel enorme animal de pronto alzó sus orejas y mostró los dientes con coraje

nuevamente, entonces dio media vuelta y salió corriendo, dejando a los dos solos

en medio de aquellos árboles.

—Vámonos —dijo Alecz.

Saori estaba atónita, ni siquiera parpadeaba. Él tuvo que jalarla para que

reaccionara y caminara de vuelta a la casa.

Una vez adentro, cerraron las puertas muy bien, la luz había regresado. Ninguno

decía una sola palabra hasta que llegaron de nuevo a la habitación.

—Saori< Te dije que no salieras —dijo Alecz tranquilamente.

—Lo sé< es sólo que< oí aquellos gruñidos y< tuve miedo. No quiero perderte

otra vez.

—Oh, est{ bien, ya pasó todo y estamos juntos< a salvo.

—Vámonos de aquí —dijo ella.

—No, será mejor que esperemos aquí hasta que amanezca.

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Víctor Chávez | El Sueño de los Tiempos (Parte I) 2012

—Bien.

Alecz podía sentir el miedo de Saori aun, así que decidió abrazarla toda la noche.

Le decía que durmiera, que él no se iría y que la cuidaría. Pero ella no pudo

dormir, sólo fingía para que Alecz no se sintiera más preocupado por ella.

A la mañana siguiente, se dispusieron a salir. Mientras Saori terminaba de

prepararse, Alecz fue hasta la cocina y bebió agua. Al salir de la cocina caminaba

por el pasillo, cuando vio una puerta que estaba entreabierta. La curiosidad lo hizo

abrir la puerta y descubrió que era una pequeña bodega. Todo ahí estaba cubierto

de polvo, sin duda eran cosas muy antiguas. Notó fotografías muy antiguas, eran

fotografías de varios mineros, había una escopeta vieja en una repisa y un librero

de madera. Todo ello parecía que estaba olvidado y que nadie había movido nada

de ahí en mucho tiempo, a excepción de una cosa. En la parte superior del librero

había una libreta, igualmente vieja, con un encuadernado muy grueso. A pesar de

su antigüedad, aquella libreta no estaba cubierta de polvo, por lo que alguien

debió de haberlo tomado. Aquello le llamó más la curiosidad.

Con cuidado tomó la libreta, y echo un vistazo al azar. Aquello contenía apuntes

manuscritos, la caligrafía del autor era muy clara y cuidadosa, contenía recortes de

periódicos y pensamientos. Era el diario de un hombre, a juzgar por su forma de

redactar y algunos términos, podría decir que era de un hombre inglés. Pero algo

más llamó su atención.

Leyó unas líneas al azar, para conocer mejor que era lo que aquello contenía.

“Los negocios con mi colega han sido muy fructíferos. Las minas de este lugar han

beneficiado a muchas familias de mineros locales y extranjeros. Yo, por mi parte,

he podido hacer esta casa, donde vivimos mis dos hijas, mi esposa Clementine y

yo. La hemos llamado Petal Road, por su colorido de flores que Clem ha cultivado

con mucho cariño. Pero hay algo muy extraño en este lugar. Los lugareños dicen

que este lugar está lleno de cosas misteriosas, que hay lugares donde se reúnen

brujas, además de apariciones fantasmagóricas y una clase de perros infernales.

Hasta ahora me he negado a creer en esas leyendas, sin embargo, debo aceptar que

hace un par de noches me pareció ver entre la espesura del bosque una criatura

enorme, que iba con dirección al pueblo, donde al día siguiente fue encontrado

muerto el boss de la mina m{s cercana, en su storehouse<”

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Víctor Chávez | El Sueño de los Tiempos (Parte I) 2012

Alecz estaba totalmente intrigado con lo poco que estaba leyendo. Sin embargo,

Saori ya había terminado de preparar sus cosas para irse.

—¡¿Alecz?! —gritó ella desde la estancia—. ¿Estás listo? Debemos irnos.

—Claro —respondió al momento que cerraba el diario—, en un segundo estoy

contigo amor<

Salieron de la casa y cerraron con llave. La joven encargada llegaba en ese

momento. Alecz percibió en ella las mismas emociones del día anterior, y se

preguntó si ella sabía algo sobre las leyendas sobre aquel enorme perro. Sin

embargo, parecía que Saori pensaba lo mismo que él.

—Disculpen, no sabía que se irían tan temprano —dijo la joven.

—Así es —contestó Saori—. Tenemos< cosas pendientes en la ciudad.

—Ya veo, espero que todo haya estado bien.

—Si< bueno —titubeó—. Solamente que no terminamos la comida< discúlpanos.

—No hay problema.

—Oye< —dijo Saori a la joven— ¿Puedo hacerte una pregunta?

—Claro, dígame.

—Han tenido< problemas< ¿con algún animal peligroso en este lugar?

—¿Animal peligroso? —dijo la joven, con extrañeza.

—Sí, con algún perro o lobo salvaje.

—Pues< la verdad es que no, en estos lugares no ha pasado nada, incluso los

coyotes no se acercan a este lugar. ¿Hubo algún problema?

Alecz mantuvo alerta su empatía. Aquella joven estaba nerviosa y angustiada, y

por sus expresiones, era evidente que mentía.

—Sólo que anoche< nos pareció haber visto algo< —dijo Saori.

—Debió haber sido sólo un coyote que se acercó mucho, pero no se preocupen,

estaremos vigilando la zona. La próxima vez que visiten el lugar no habrá nada de

qué preocuparse.

—Por supuesto, —dijo Saori, forzando una sonrisa.

—Los amigos de la familia Bell son bienvenidos en Petal Road. Hasta pronto.

Y la joven se fue de regreso por la vereda por la que había llegado. Parecía como si

quisiera evitar más preguntas.

—Ella miente —dijo Saori a Alecz.

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—Lo sé —respondió—, pero será mejor que olvidemos esto y volvamos a casa.

—Por supuesto.

Salieron del pueblo tranquilamente, no mencionaron palabra alguna hasta que

pasaron por la ciudad de los vientos.

—¿Por qué dijiste que era tu culpa? —preguntó Alecz.

—¿Perdón? —dijo ella sin comprender.

—Anoche en el bosque, dijiste que era tu culpa.

—Oh, si< —dijo pensativa— Pues< si yo no te hubiera llevado a ese lugar< nada

de eso hubiera pasado.

—Creo que todo pasa por alguna razón.

Alecz pensaba que lo de la noche anterior, era algo demasiado extraño. Jamás

había visto o escuchado de criaturas tan grandes, sólo en leyendas y mitología. Sin

embargo, creía que desde la noche de la tormenta eléctrica, todo era posible.

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Capítulo XI.- Delirios de Amor

De vuelta en su departamento, Alecz seguía pensando en su encuentro de la noche

anterior. La imagen de aquella criatura aun lo estremecía, un perro enorme, con

afilados dientes y una sensibilidad tan humana<

Al quitarse su chaqueta, recordó que había tomado algo de la casa de Petal Road.

El viejo diario estaba guardado en un bolsillo interior, así que lo tomó y se dispuso

a leer otra parte del mismo.

“El día de hoy, asistimos al entierro de Richard Staedler. Otro de los colegas

encargados de las minas, él era un buen hombre, muy joven, un amigo desde que

nos asociamos en Liverpool. Siempre confiamos que en este lugar, nos haríamos de

una gran fortuna, aunque yo preferí una vida tranquila y libre.

Hacía unos días, que él estaba muy enfermo, el mal que lo aquejaba era muy

extraño. No probaba un solo bocado de comida, no bebía agua y no salía de día. En

una ocasión, sufrió un ataque de ansiedad, se desquició totalmente y atacó a un

obrero de las minas; afortunadamente lo pudimos controlar entre diez hombre. A

pesar de que no comía ni bebía, tenía una gran fuerza, pero pudo controlarse antes

de hacer algo que hubiera lamentado.

Staedler es la tercera persona que ha fallecido en el pueblo, sin embargo, los dos

anteriores parecían haber sido asesinados<”

—Vaya, esto sí que es de lo más extraño que he leído —pensó —Sin embargo, no

parece haber nada más sobre perros enormes o algo así.

Continuó leyendo el diario por partes, sin embargo no había muchas cosas que le

interesaran, hablaba sobre las minas de Real del Monte y sobre su familia, pero

sólo en las últimas hojas volvía a mencionar algo relevante.

“Robert Mil{n, otro de mis colegas, parece estar sumamente paranoico con las

leyendas locales. Sale muy de noche con una lámpara de aceite, una shotgun y una

muy afilada cuchilla. Dice que tiene que velar por los débiles ante los monstruos

que acechan en la oscuridad. Yo creo que es un complejo que tienen los españoles.

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Víctor Chávez | El Sueño de los Tiempos (Parte I) 2012

Ruego al cielo que no le pase nada a mi amigo en sus fantasiosas aventuras, o

cometa una locura en su empeño por cazar criaturas malignas. Dice que es por

ellas que la gente muere o desaparece en este pueblo. Lo que me preocupa es que

últimamente ha estado rondando cerca de Petal Road, será mejor que esté al tanto

de sus movimientos.”

—Robert Mil{n< —susurró— me pregunto cómo es que Saori y Karen se

conocieron, y si tiene algo que ver con que aquel enorme perro no nos atacara.

Cerró el diario y miró el nombre del autor en la primera p{gina: “Wlliam Bell”.

Además, en la parte interior de la portada había una fotografía muy antigua, de

William con su familia, en el jardín principal de Petal Road.

Cayó en la cuenta, de que no había necesitado del elixir púrpura desde la mañana

anterior. Cosa que le hizo sentirse sumamente aliviado, quizá había superado ya

esa etapa tan molesta.

—Deja de perder el tiempo< —escuchó un susurro.

Pero resolvió que era su imaginación, se había desvelado toda la noche,

manteniendo tranquila a su prometida, y eso le hacía desvariar levemente.

Tomó el diario para guardarlo en un cajón, pensó que si se daba la oportunidad de

volver a Petal Road, devolvería el artículo que había tomado prestado a su lugar.

Pero hubo algo, un deseo fugaz, de tener una regresión y revivir aquella época,

para saber qué había pasado con William Bell. Y casi de inmediato, obtuvo

respuesta.

Su vista se nubló, así que se dejó caer en su cama para evitar golpearse, como en

las ruinas de Palenque.

Abrió los ojos y contempló, había un bosque, como aquel donde había pasado la

noche anterior. Vio que un hombre se acercaba a toda prisa hasta donde él estaba,

inmediatamente lo identificó como William, el autor del diario. Tenía en sus manos

una escopeta. Aquel hombre chocaba con los árboles y las ramas de los arbustos,

parecía aterrado, desesperado por salir de aquel lugar. Cuando pasó al lado de

Alecz, era como si Alecz no existiera, como si sólo fuera una clase de holograma.

Pero enseguida se percató de la causa de la huida. Detrás de él, iba corriendo una

criatura enorme, era un perro como el que había presenciado él mismo, a

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diferencia del pelaje, que era más claro, de color blanco muy brillante. Se quedó

pasmado un instante, sin ver que ocurría, hasta que el sonido de un disparo de

escopeta lo hizo reaccionar.

Alecz corrió hacia la misma dirección donde William, y se detuvo en seco. No vio

al enorme monstruo, pero sí logro ver a William, que yacía tirado en la tierra, con

la escopeta en la mano, estaba inerte con el cuello despedazado. Luego de

presenciar aquel macabro escenario, despertó.

Cuando logro reincorporarse del sueño en el que estaba, se sintió aliviado. La

imagen de aquel cuerpo inerte y desangrado, le provocó un sentimiento de lástima

e impotencia. Desde entonces, ya no volvería a ver a Karen de la misma forma.

—Es fascinante —dijo para sí mismo, excitado—, tuve una regresión.

Pasó el resto de la tarde, ocupándose de sus deberes escolares, tenía que hacer lo

que no hizo en el tiempo que estuvo desaparecido. Al siguiente día tenía que

levantarse temprano para ir a la universidad. Pero seguía olvidando, que tenía una

misión por cumplir y hasta ahora, no le había dado la importancia debida.

Al día siguiente se dispuso a ir al colegio, entregar sus tareas correspondientes, ver

a su amigo, a su prometida y tenía curiosidad de hacer un par de preguntas a

Karen.

Tomó el camino que habitualmente recorría. Un par de cuadras más adelante,

había nuevamente patrullas y ambulancias, pero a diferencia de la última vez,

había tres cuerpos cubiertos con sábanas blancas. Decidió irse de ahí rápidamente,

pues no le agradaba en lo más mínimo, ser testigo de cualquier evento relacionado

con muerte o violencia. Había visto suficiente.

—Pobres personas —pensó—, nadie merece que le arranquen la vida tan vilmente.

Alecz siempre había experimentado repugnancia por la violencia. Desde el

orfanato, había tenido que soportar el maltrato de los niños mayores y uno que

otro profesor.

Había un grupo de muchachos que siempre lo insultaban, lo molestaban en todo

momento y nunca hacía nada para defenderse, sin embargo, en una ocasión, vio

cómo molestaban a otro niño más pequeño, y eso lo transformó totalmente. ¿Era

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así como los demás lo veían a él? ¿Soportando los abusos y las injusticias? Entonces

fue la primera vez que reaccionó con violencia. Tomó un pupitre del salón y lo

arrojó sobre uno de los agresores que se desplomó ante el dolor. Lleno de cólera, el

pequeño Alecz se lanzó contra los otros dos, dando severos golpes por todos lados,

sin importar las consecuencias.

Los tres agresores echaron a correr y jamás se volvieron a meter con él, pero algo

salió mal. En su afán de vengarse, había lastimado también al otro niño, al cual

tenía la intención de ayudar. Esa ocasión, Alecz fue severamente castigado y nunca

volvió a reaccionar de igual manera, por temor a lastimar a alguien inocente. La

violencia le era repugnante, siempre trataba de evadirla, pero no soportaba ver que

alguien más fuera agredido.

Ese día llegó a la universidad minutos antes que su amigo y que Saori. Recorrió los

pasillos y casualmente encontró a Karen que iba caminando con un par de sus

compañeras.

—¡Karen! —le llamó Alecz.

—¿Eh? ¡Ah! —dijo Karen con alegría— Eres tú< ¿Cómo te fue ayer ah?

—Oye, ¿podemos ir a la cafetería?

—Claro, tenemos unos minutos antes de la primera clase.

Se dirigieron a la cafetería. Alecz quería preguntarle sobre cómo se habían hecho

amigas ella y Saori, pero tenía que ser discreto, pues no quería que Karen pensara

que mientras estuvo en la casa de su familia, estaba husmeando por los rincones.

—Antes que nada, quiero agradecerte por todo lo que has hecho por nosotros.

Tienes una casa muy bonita en ese lugar.

—Cuando Saori llegó de Europa, ya sabía que estabas de vuelta. Así que preferí

esperar a que ella te sorprendiera.

—Ella confía mucho en ti< ¿verdad?

—Sí, ella es mi mejor amiga. Haría cualquier cosa por ella< y por ti.

—Gracias —dijo él con una sonrisa—. ¿Puedo preguntarte una cosa?

—Por supuesto< ¿de qué se trata?

—¿Cómo es que se hicieron amigas?

—Ehm< —dijo pensativa—. Pues, no lo recuerdo exactamente, hace ya unos

años. Nuestras familias han sido muy unidas desde hace mucho tiempo.

—¿En serio? ¿Es decir que sus abuelos también se conocían?

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—Sí, según me contó mi padre, se conocen desde hace tres generaciones, nuestros

bisabuelos eran socios o algo así.

—Oh, eso sí que es muy interesante.

—Eso creo< pareciera como si ella y yo naciéramos siendo ya conocidas.

—¿Conociste a tu bisabuelo?

—No —dijo tristemente— él murió cuando mi abuela era una niña pequeña, creo

que fue un accidente en las minas.

Alecz tenía ganas de decirle la forma tan cruel en la que su bisabuelo había muerto.

Pero tenía que ser prudente, pues lo tomaría como un insulto o una burla si le

dijera lo que había visto en su último sueño.

—Debió ser un hombre muy bueno.

—La verdad es que sí. Gracias a él, nuestra familia es muy querida en aquel

pueblo. La casa que visitaste ayer la hizo él, vivió allí y allí murió. Se llamaba

William< William Bell.

—¡Vaya! Nunca había escuchado eso.

—Saori y yo nunca hemos hablado de eso, simplemente sabemos que nuestras

familias tienen una relación amistosa muy antigua. Si alguna vez tengo un hijo, lo

llamaré como mi bisabuelo.

En ese momento, sonó el móvil de Karen, que casi instintivamente lo tomó para

atenderlo.

—Bien, tengo que irme. Mi clase empieza en unos minutos.

—Gracias otra vez por todo Karen.

—Gracias a ti, por hacer feliz a mi amiga, nos vemos< ¡Ah! Por cierto, si vez a tu

amigo, dale esto<

Y de su bolsa, sacó un sobre violeta, el cual tenía dibujado un montón de

corazoncitos rosados y las letras K&E. Alecz se alegró por su amigo, que había

cumplido su sueño de tener a Karen consigo< él sabía que siempre había estado

enamorado de ella.

Alecz se retiró de la cafetería y se dirigió a su primera clase, donde se encontró con

su amigo.

—¡Hey! —le dijo su amigo—. ¿Dónde te habías metido?, tenía que pasarte un

archivo para la clase.

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—En verdad lo siento, Saori fue a mi Departamento y< bueno, no tuve tiempo de

avisarte.

—Pero que excusa tan absurda, parece que no conoces los teléfonos. Pero está bien,

te comprendo, yo hubiera hecho lo mismo. Además, te traje el trabajo con tu

nombre y todos tus datos, sólo entrégalo.

—¿Cómo supiste que no haría yo el trabajo?

—Bueno, no en vano te conozco de años, y Karen me dijo que lo que Saori tenía

preparado. Así que< aquí est{.

—No sé qué haría sin ti hermano< en verdad no sé que haría.

—Lo mismo digo< ¿Qué harías sin mí?

Así transcurrió la clase, y Alecz recordaba con ternura la noche anterior, cuando

por fin, cumplió uno de sus sueños. Imaginaba el cuerpo perfecto y suave de Saori,

sus besos húmedos y apasionados. Pero luego recordó el encuentro con el perro

gigante y le traía a la memoria la imagen del joven William.

Terminaron las clases y Alecz vio al otro extremo del pasillo, algo que alentó su

corazón. Saori estaba platicando con Karen, se veía tan bella entre los demás, él

tenía tantas ganas de abrazarla nuevamente, sentirla entre sus brazos, así que fue a

su encuentro.

Cuando Karen vio que Alecz se aproximaba, se despidió y se fue de ahí. Alecz

percibió que ella estaba confundida y algo angustiada, además de que la expresión

en su rostro lo confirmaba.

—¿Le sucede algo? —preguntó Alecz.

—No. No es nada —contestó Saori con dureza.

Alecz notó que Saori estaba muy extraña. Así que mantuvo su empatía activa,

pero había tantas personas ahí que era difícil de percibir las emociones. Lo que

hizo fue acercarse a ella y darle un beso. Ella lo correspondió, pero sin mucho

interés.

—¿Qué sucede? ¿Te han castigado por lo de ayer?

—No. No es eso.

—Te noto distraída< diferente. ¿Hay algo que pueda hacer por ti?

—Eh< Sí —dijo ella titubeante—. ¿Te parece si te veo en tu departamento en una

hora?

—Claro, pero tienes que decirme que es lo que pasa.

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—Sólo< haz lo que te digo.

—Muy bien.

Y la despidió con un beso en los labios. Sin embargo, lo notó frio, sin mucho

sentido.

Efraín llegó con Alecz y le dijo que lo llevaría a su departamento. Alecz no decía

una sola palabra, pues la actitud de Saori era en verdad muy extraña.

—¿Pasa algo hermano? —preguntó Efraín.

—Ehm< aún no lo sé. Saori se ve extraña, actúa algo fría.

—Eso es normal con las chicas. M{s si es< la primera vez.

—¿La primera vez?

—Sí< mira es algo típico. Cuando una chica tiene su< primer encuentro<

normalmente siente culpa, y más si siente que ha faltado a los principios familiares.

—Sí, lo comprendo, pero no creo que sea eso lo que le ocurre.

—Todo va a estar bien, sólo habla con ella y dile lo que piensas.

—Eso haré.

—Por cierto, ¿no crees que es muy preocupante lo de esta mañana?

—¿Eh? ¿A qué te refieres?

—Pues a que otra cosa< a lo de los asesinatos cerca de tu departamento.

—Oh, eso. Sí, es muy lamentable y preocupante.

—Tengo entendido que en el edificio donde vives también hubo un asesinato ¿no?

—Sí, así fue, pero< no sé si esté relacionado.

—¿Acaso no ves los periódicos?

—La verdad es que últimamente no veo siquiera la televisión, ni la radio<

—Pues necesitas actualizarte. La prensa dice que las personas de esta mañana

fueron asesinadas a golpes, al igual que la persona que hallaron en tu edificio.

—¿En serio? ¿Y ya hay algún sospechoso?

—Por lo que sé. Aún están investigando, pero lo más curioso es que no hay una

sola pista, ningún arma o testigo, y quien lo haya hecho, no parece buscar dinero o

algo así.

—¿Por qué lo dices?

—Bueno, ninguna de esas personas fue despojada de su billetera o de sus

pertenencias, simplemente fueron asesinadas< sin motivo aparente y todas ellas

en horas donde media ciudad duerme.

—Vaya, parece que debemos andar con cuidado estos días. Esperemos que los

detectives encuentren al culpable.

—Sí, no quisiera encontrarme con el culpable de esas horribles acciones.

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Cuando llegaron al departamento, Alecz se despidió de su amigo y se dirigió hacia

su departamento. Cuando iba a atravesar el umbral del edificio, una mujer de traje

lo abordó.

—¿Alecz García?

—A sus órdenes señorita.

—Soy la detective Amanda Bartlay —dijo mostrando una placa para

identificarse—. Trabajo para el Departamento de Asuntos Especiales.

—Oh, linda placa< ¿en qué puedo ayudarle detective?

—¿Podemos entrar en su departamento?

—Claro< desde luego.

Y entraron al departamento. Alecz esperaba que no le preguntaran nada sobre su

desaparición aquella noche en la montaña de la ciudad milenaria.

—Tome asiento detective, póngase cómoda. Disculpe el desorden.

—No se preocupe, es normal en un joven soltero.

—Dígame, ¿Qué puedo hacer por usted?

—Sólo permítame hacerle unas preguntas. Si no le importa.

—Desde luego, usted dirá.

La detective sacó un pequeño aparato, parecía ser una grabadora de audio. La

encendió y la puso en la mesilla que estaba frente a ella. Alecz la contempló y la

examinó con su empatía. Tenía los ojos azules, y su cabello era corto, era una mujer

muy atractiva, aunque su expresión era muy dura. Suponía que era normal en un

policía. Percibió en ella un poco de nerviosismo e intriga, definitivamente estaba a

la defensiva, era como si estuviera cuidándose de él.

—¿Puede decirme a que se dedica?

—Soy estudiante universitario.

—Eso lo sabemos. Pero ¿Cómo paga su renta y sus estudios en esa universidad tan

costosa?

—Trabajo para el Doctor Frank Brown. Él es además un buen amigo y me ayuda a

cubrir todas mis necesidades.

—¿Qué tipo de trabajo desempeña?

—Pues no mucho, administro documentos, proveo los medicamentos y materiales

clínicos, y lo que haga falta.

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—Parece ser un trabajo muy simple como para ganar lo suficiente y poder pagar la

escuela, la renta y lo demás.

—Cómo le dije antes, es más que mi jefe. Pero si le sirve, aquí tiene la tarjeta del

Doc, puede confirmar lo que le he dicho —dijo él mientras le daba una tarjeta de

presentación de Frank.

—Tenga por seguro que lo haré.

—¿De qué se trata todo este interrogatorio? ¿Acaso he hecho algo ilícito?

—En estos días ha habido< una serie de asesinatos cerca de esta zona.

—¿Y eso que tiene que ver conmigo?

—Aún nada, sólo descartamos posibilidades.

—¿Eso que se supone que significa?

—Usted desapareció hace dos meses en una excursión en Palenque, Chiapas. ¿No

es así?

—Sí, así es, pero no sé qué tenga que ver.

—Nosotros tampoco. Pero hay cosas muy curiosas.

—¿Ah sí? ¿Cómo que cosas?

—Las autoridades del estado de Chiapas, reportaron que usted desapareció la

noche en que una extraña tormenta eléctrica cayó sobre Palenque, y fue encontrado

por un campesino exactamente la madrugada del día en que sucedió un fenómeno

luminoso sin precedentes. Desde el día que usted volvió a la capital, es que han

comenzado los asesinatos. Los seis, han sido cerca de este departamento.

—¿Seis asesinatos? Yo sabía que sólo habían sido cuatro.

—Eso es lo que la prensa sabe, pero el primero no se dio a conocer públicamente.

Fue la noche del mismo día en que usted volvió a la capital. En tanto que el

segundo fue unas horas más tarde. Todos ellos han sido hombres, y ninguno de

ellos ha sido despojado de sus pertenencias< eso es lo m{s curioso de todo.

—¿Quiere decir que soy sospechoso de asesinato?

—No. Quiero decir, que hay cosas muy extrañas entorno a usted, pero no hay

ninguna prueba que lo señale. Aunque quizá puede ser alguien que usted conoce.

—Le aseguro que no me relaciono con gente capaz de hacer tales cosas.

—Bien, parece que usted es inocente. Sin embargo, lo tendremos vigilado< ya

sabe, por su seguridad.

—Claro, no tengo nada que esconder.

—Le recomiendo que no salga de la ciudad hasta que el responsable aparezca.

—Por supuesto< lo tendré presente.

—Por cierto< ¿Dónde estuvo todo ese tiempo que desapareció?

—A decir verdad< no tengo recuerdo de ello.

—Ya veo. Bien, cualquier cosa, póngase en contacto con el Departamento de

Asuntos Especiales.

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Y la detective se retiró del departamento. Alecz pensaba que ella no había creído lo

último, sobre que no recordaba nada de su desaparición, pero no le importó, él

sabía que no había hecho nada malo y no tenía ni idea de quién estuviera detrás de

todos los asesinatos.

Unos minutos después, alguien tocaba a su puerta. Se dirigió a ella y la abrió, y vio

a Saori que parecía algo nerviosa. Antes de entrar, ella miró hacia el pasillo, cómo

cuidando que nadie la siguiera. Entró y cuando Alecz cerró la puerta, la abrazó con

fuerza.

—Hola amor. ¿Dime, que te ocurre?

—¿Estás bien? —preguntó ella.

—¿Pero qué dices? Claro que estoy bien, excelente ahora que estás aquí.

Saori tomó las manos de Alecz entre las suyas y lo miró a los ojos. Mostraba una

expresión que Alecz nunca había visto en ella, y eso le preocupaba. Alecz sintió

que ella tenía miedo, estaba triste y angustiada. Se preguntaba porque tenía miedo

de él. Quizá la detective la había interrogado también y le había hecho pensar que

él era sospechoso de asesinato.

—Necesito decirte algo< —dijo ella fríamente.

—Claro, puedes confiar en mi.

—Ser{ mejor que tú y yo< que dejemos de vernos Alecz.

Cuando escuchó aquello, se le hizo un nudo en su garganta, sintió como si su

estómago tuviera un hueco< jam{s pensó que aquello fuera a pasar alguna vez.

—Pero< —dijo con dificultad— ¿cómo dices? ¿Es una broma< no es así?

—No. yo< lo siento mucho Alecz. No podemos seguir viéndonos.

—¿Por qué? ¿Qué ha pasado? ¿Hice algo que no debí?

—No tiene nada que ver contigo< es sólo que< tú y yo no tenemos futuro juntos.

Y notó cómo las lágrimas se desbordaban en sus hermosos ojos color miel. Ella

sufría tanto como él, pero no tenía sentido que ella dijera eso, pues él sabía cuánto

lo amaba. Había algo más.

—¿Es tu padre? ¿Tu familia? ¿Ellos te han convencido de que no soy para ti?

—Por favor, no me preguntes más. Yo no te convengo.

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Alecz pensó que sería mejor esperar, quizá en un par de días cambiaría de opinión.

—Est{ bien< Si eso es lo que quieres< sabes que puedes contar conmigo.

—Yo< lo siento Alecz.

—No te preocupes, yo entiendo.

—Bueno, tengo que irme<

—Cuídate mucho nena< no olvides lo que hemos vivido.

—Gracias por todo Alecz<

Sintió como si su corazón se rompiera en millones de pedazos. Se dio la vuelta y

miró por su ventana. Se contuvo de llorar, aunque su alma se lo pedía a gritos, ella

jamás tenía que verlo llorar.

—Una cosa m{s< —dijo ella—. No quiero que me busques o que me hables en la

universidad< así ser{ mejor.

—Por supuesto, como tú digas.

Y Saori cerró la puerta a sus espaldas, dejándolo sólo, con su dolor, con sus sueños

destrozados. Sintió como si una parte de él, oculta todo ese tiempo, saliera de

pronto.

—Siempre lo supe< —se dijo a sí mismo— ella sólo era un estorbo. No es más

que una despreciable mujer ordinaria. Es como todas las niñas ricas< creen que

son superiores que los demás.

E impulsivamente, echó todas las cosas de su escritorio al suelo, y comenzó a

golpear todo a su alrededor. La ira se apoderaba de él, se sentía desquiciado,

quería dejar salir toda la frustración que contenía en su pecho.

—¡Ójala se muera< la odio! ¡la odio!... oh, cómo la amo< ¡Maldita sea! ¡No! ¿cómo

puedo pensar eso? Yo la amo< la amo a pesar de todo< debo tranquilizarme.

Se trató de controlar. No debía perder la calma. Se sentó en su cama y se tapó el

rostro, notó cómo sus brazos temblaban incesantemente, así que trató de

descansar.

—¿No es obvio? Sólo te ha utilizado< —dijo nuevamente aquel susurró.

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Se levantó, para ubicar la procedencia del sonido. Pero no había nada ni nadie en

ese departamento.

—¿Quién eres? —preguntó Alecz, sintiéndose un poco imbécil por hablar sólo.

—Tienes un gran poder, no lo desperdicies con mortales despreciables.

Alecz sintió miedo, aquella voz la escuchaba dentro de su cabeza. Recordó la

manera en que los Señores de la Luz, a través del pensamiento se comunicaban con

él, mediante la telepatía.

—En dónde est{s< ¿Qué es lo que quieres?

—Tranquilo< yo no soy tu enemigo< son los que te rodean. Te engañan, te

humillan, te ven cómo alguien inferior< demuéstrales que est{s sobre todos ellos.

—¡C{llate! No sabes nada de ellos< ser{ mejor que no te metas conmigo.

Y aquella voz dejó de escucharse. No debía dejarse influenciar por lo que le decía.

Pero creía que esas palabras quizá tenían un poco de razón y de verdad.

Pensó en Saori, la imaginó caminando de la mano con otro hombre, uno más

elegante, quizá de su misma clase social. Imagino a aquellos dos riéndose,

haciendo mofa de él, esa idea le retorcía con fuerza cada pedazo de su destrozado

corazón.

Ya estaba oscuro afuera, así que cerró la ventana principal. Se quedó dormido en

su cama, mientras derramaba lágrimas de dolor, prefería dormir, y alejarse un

poco de la realidad.

Estaba en su cama, cuando escuchó una risa diabólica, y se le hizo conocida.

Percibió que alguien estaba cerca de su cama. Abrió los ojos, sintiendo un inmenso

miedo. Y lo que vio, fue algo que deseaba no volver a presenciar jamás.

Vio a aquel demonio que ya había visto antes en sus sueños. Tenía sangre en sus

manos, pero por alguna extraña razón, no se pudo mover, y no pudo distinguir

bien su rostro, parecía como si estuviera borroso. Sólo vio su boca, que presumía

una retorcida sonrisa y sus ojos, esos ojos que tenían un brillo como el de los

felinos en la oscuridad. Trataba con todas sus fuerzas de moverse, sin éxito.

Aquel demonio gruñía con furia y se acercó rápidamente hasta Alecz, con su mano

lo tomó del cuello y lo llevó contra el muro.

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—Eres tan patético —dijo el demonio con una voz espectral—. Eres miserable. Una

simple vida humana te destruye tan fácilmente. Será mejor que yo acabe con tu

mediocre existencia.

Y aquel monstruo, sin soltar el cuello de Alecz, levantó la otra mano, que parecía

más una afilada garra y de un solo tajo perforó su pecho. En ese momento

despertó.

El sudor frío en su frente recorrió sus sienes hasta llegar a su mentón, y notó que

estaba sólo en su habitación. En ese momento, escuchó el sonido de una

ambulancia, seguido de sirenas de patrullas. Pasaron por su edificio y siguieron

unas calles más adelante.

—Ojal{ no sea otro asesinato< —pensó.

Y volvió a recostarse, pero notó que la marca de su mano, volvía a destellar, tal

como el momento en que se encontró con el enorme perro de Petal Road. Sin

embargo, su empatía no parecía percibir nada peligroso. Era algo muy raro.

Deseaba que Acán, estuviera allí para aclarar tantas cosas. ¿Cómo identificar a sus

enemigos? ¿Sabían algo sobre el perro de Petal Road? ¿Cuántos dones podía

experimentar? ¿Quién se había estado comunicando telepáticamente con él? ¿A

caso era uno de los Señores de la Luz? ¿O algo más estaba rondando cerca?

Hasta entonces, sabía que tenía el don de la empatía y el don del sueño de los

tiempos, ambos eran poderes pasivos, pero le intrigaba la posibilidad de que

pudiera desarrollar otras habilidades. Sólo esperaba poder contar con alguna

facultad, que le permitiera defenderse ante un ataque físico.

—Estoy delirando —se dijo a sí mismo— será mejor que vaya con Frank mañana,

antes de clases, necesito más de ese elixir.

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Capítulo XII.- Instinto Asesino

A la mañana siguiente, Alecz se preparó para ir a la universidad. Pero antes tenía

que pasar con Frank, quizá el elixir púrpura lo ayudara a evitar delirar.

Por otra parte, seguía pensando en Saori, y su decisión de dejar de verse. ¿Qué

haría si la veía en los pasillos de la universidad? Lo mejor era actuar con cordura y

evitar hacer alguna estupidez.

Llegó a la casa de Frank, tocó la puerta un par de veces, pero no obtuvo respuesta.

Parecía que Frank había salido, así que decidió regresar más tarde.

Mientras caminaba por la acera de camino a la universidad, notó que alguien lo

seguía. Un auto negro avanzaba muy lento, a unos treinta metros de él. Dedujo que

quizá se trataba de la detective Bartlay, así que prefirió ser discreto y actuar con

normalidad.

Cuando arribó a la universidad, su amigo ya lo esperaba. Las clases no

comenzarían hasta después de media hora, así que fueron a la cafetería.

—Oye hermano —dijo Efraín—, ¿supiste que anoche hubo más asesinatos?

—¿Más?

—Así es, esta vez las víctimas fueron unos vándalos callejeros.

—Oh, quizá fue una riña entre bandas.

—No no no, fueron asesinados a golpes, al igual que los anteriores, los vándalos

normalmente portan cuchillos o armas de fuego. Además tampoco fueron

despojados de sus pertenencias. Es el mismo psicópata.

—Eso es terrible hermano.

—El Departamento de Asuntos Especiales ha declarado toque de queda, hasta

apresar al o los responsables.

—Por cierto —dijo Alecz—. Anoche< una detective de la DAE fue a mi

departamento.

—¿En verdad? ¿Para qué?

—Me hizo preguntas sobre mi desaparición, mis actividades.

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—¿Te dijo algo sobre los asesinatos?

—Sí. Dijo que los asesinatos empezaron desde que volví de la capital.

—Pero eso no tiene nada que ver, es totalmente absurdo.

—Sí, pero eso no es todo. Saben que desparecí la noche de la tormenta y reaparecí

el día del fenómeno luminoso, además de que todos los asesinatos han sido cerca

de mi departamento.

—No es posible, eres la persona m{s pacifista que conozco<

—Dijo, que no parece que haya sido yo el responsable, pero que estaría vigilado.

—Menos mal.

Unas jóvenes se acercaron a ellos y tomaron fotografías. Parecían muy alegres y

divertidas.

—¡Hey! ¿Qué sucede niñas? —preguntó Efraín.

—Es para el anuario escolar —contestó una de las jóvenes.

—Sonríe un poco Alecz —dijo otra joven coquetamente.

Forzó una sonrisa, para la fotografía, pero no podía disimular la tristeza que lo

inundaba.

—Si no tienes pareja para el baile de graduación, puedes llamarme —le dijo

después de tomar la foto y se alejó.

Alecz se quedó mudo, porque lo invitaría, todo mundo sabía que él y Saori eran

novios. A menos que ya se supiera que ella había terminado con él.

—¿Qué pasa hermano? ¿No sabe que eres terreno peligroso?

—Ef< quiero decirte algo.

—Adelante hermano, pero no te alargues tanto porque tenemos que entrar a clases.

—Bien. ¿Sabes? Ayer, después de que me dejaste en mi departamento, Saori fue a

verme.

—¡Excelente!, ¿Qué ha pasado?

—Pues no es muy< excelente que digamos. Ella rompió conmigo.

—¿Qué? —exclamó Efraín atónito— ¿Estás bromeando verdad?.

—Ella me dijo< que sería mejor terminar y que no la buscara ni le dirigiera la

palabra.

—Pero< pero< ¿No hiciste nada por impedirlo?

—¿Qué iba a hacer? ¿Rogarle? ¿Tirarme a sus pies e implorar que no me botara?

— Pues< no. ¿Al menos te dijo el porqué de su decisión?

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—No. Esperaré un par de días, y veré si es definitivo.

—Todo va a estar bien hermano. Sólo debe estar confundida.

—Eso espero.

—Eso explica el porqué de la invitación de esa chica. ¿Cómo es posible que se haya

enterado antes que yo de tu relación?

—Quizá Saori lo hizo público.

Al término de las clases de ese mismo día, se disponían a retirarse. Alecz había

tratado de evitar encontrarse a Saori, caminaba deprisa de un aula a otra, no

hablaba con nadie. Ni se entretenía en los pasillos.

Efraín y Alecz se dirigían al auto. Pero alguien detuvo su paso. Saúl y sus

compañeros, estaban en el estacionamiento, parecía que estaban esperándolos.

Alecz deseaba que no lo provocara, no estaba de humor para soportar sus insultos.

—Miren quien viene ahí —dijo Saúl—. El aborigen y su guardaespaldas.

Alecz lo ignoró y pasó de largo. Efraín por otra parte lo miró con desdén..

—¿Qué pasa Alecz? Ahora no te sientes muy valiente para enfrentarme< ¿verdad?

Efraín subió al auto y abrió la puerta de Alecz, que no reaccionaba a las

provocaciones de Saúl.

—Al fin Saori se dio cuenta. ¿Qué clase de mujer aceptaría a un bastardo como

pareja? ¿Sabes?, quiz{ no fuiste suficiente hombre para ella. Supe que te botó< y la

verdad es que ya se había tardado. ¿Quién querría estar con un cobarde?

Alecz se detuvo, cerró la puerta del auto y regresó a confrontar a Saúl.

—Te aconsejo —dijo Alecz—, que dejes de provocarme y te lleves a tus gorilas

contigo.

—¡Oh, miren! —dijo Saúl con sarcasmo— Parece que el niño de la calle se ha

enojado.

Alecz se enojó y tomó a Saúl de la ropa. Al instante los acompañantes de Saúl

tomaron bates de baseball, amenazantes.

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Pero Alecz no soltó a Saúl, sino al contrario, se dispuso a dar el primer golpe. Un

compinche de Saúl, impactó con el bate sobre la espalda de Alecz y al momento se

oyó un crujir de huesos, y por inercia soltó a Saúl, cayendo al suelo adolorido.

Efraín salió del auto para ayudar a su amigo, pero se contuvo.

—¡Basta! —dijo una voz femenina con enojo— Será mejor que lo dejes en paz Saúl,

o te cobraré la factura muy cara.

—¡Vaya! —exclamó Saúl—, No sabía que aun te preocupaban los indigentes, Saori.

Efraín se acercó a su amigo y lo ayudo a levantar. Pero cuando Alecz vio a Saori, se

contuvo de reaccionar y responder la agresión, simplemente la vio con desprecio y

se fue al auto sin decir nada.

—Tuviste suerte esta vez Alecz< —gritó Saúl.

—¡Cállate! —le exigió Saori.

Efraín se subió al auto y salieron del estacionamiento enseguida. Ya en el auto,

Efraín estaba preocupado por el golpe que recibió su amigo, pues había sido un

golpe muy severo, quizá tanto como para fracturarle una costilla.

—¡Vamos con Frank! —dijo Efraín preocupado— Ese golpe fue muy fuerte, ¿te

duele mucho?

—No< ya pasó el dolor.

—No te muevas demasiado, podrías empeorar la fractura.

—Te digo que ya pasó, no me duele nada y no estoy fracturado.

—¡No digas estupideces!, vi el golpe tan brutal que recibiste, no sé cómo puedes

ignorarlo.

Llegaron con Frank después de unos minutos. Efraín trató de ayudar a Alecz, que

se negó. Tocaron la puerta y salió el doctor enseguida, ya había vuelto.

—¿Qué pasa? —preguntó Frank.

—Es Alecz< —dijo Efraín— fue golpeado con un bate en la espalda, parece que se

fracturo.

—Creo que exageras Ef —dijo Alecz.

—Déjame revisar —dijo Frank.

Alecz se quitó la camisa y se dio la vuelta, dejando ver su espalda. Su piel no

mostraba ni siquiera un moretón o rasguño alguno que confirmara el fuerte golpe.

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Frank presionó varias veces por toda la espalda, para ver si había alguna reacción,

pero no fue así.

—No puede ser —exclamó Efraín —. No tienes nada. Ni moretón, ni un solo

rasguño. Pero< yo vi el golpe y juro que escuché< los huesos romperse.

—Fue tu imaginación Ef< te digo que estoy bien.

—Pues no hay nada —puntualizó Frank —. ¿Estás seguro que lo golpearon tan

fuerte como dices?

—Yo lo vi —insistió Efraín—, estoy seguro.

—Te agradezco que te preocupes Ef, pero como dijo Frank, estoy muy bien.

Alecz sabía que era muy extraño, pues cuando lo golpearon, sintió como sus

huesos crujían. El dolor que había sentido, era muy fuerte, pero enseguida

desapareció. Quizá había descubierto otra de sus facultades.

Efraín se tranquilizó y se resignó. Se sentó en el cómodo sillón y suspiró.

—¿Qué pasa? ¿Quién quiso golpearte?

—Ehm< —dijo Alecz— No es nada, sólo un tipo de la escuela que juega bromas

pesadas.

—No creo que debas meterte en problemas. Falta poco para que te gradúes y no

querrás que te expulsen antes.

—Así es doc. No te preocupes, estaré bien.

Alecz sabía que faltaba poco para que terminara la universidad. ¿Con quién iría al

baile de graduación? Quizá era mejor no ir, no quería que todo el mundo lo

señalara y hablara a sus espaldas.

—Bien —dijo Efraín—. Tengo que irme, veré a Karen en un rato ¿quieres que pase

a dejarte?

—No, estoy bien. Me quedaré con Frank un rato.

—Entonces te veo mañana.

Efraín se retiró y Alecz se quedó con Frank. Tenía mucha curiosidad por saber qué

era lo que podía percibir en las emociones de Frank, así que se concentró. Se sentí

muy cómodo en aquel lugar, pero era la misma sensación de siempre, nada

cambiaba en absoluto. Se concentró en Frank, que acomodaba unos libros de su

escritorio. Pero no funcionó, su empatía parecía no estar bien. Quizá era por la

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adrenalina que había producido minutos atrás, o porque aquel hombre no tenía

ninguna emoción que lo dominara en ese momento.

—¿cómo te has sentido Alecz? —preguntó Frank.

—Muy bien. Su tónico me ayudó mucho.

—Eso me alegra hijo. ¿Has experimentado algún otro síntoma?

—No< ninguno en especial, de hecho las molestias desaparecieron por completo.

—Es un elixir muy bueno.

—Aunque, últimamente me he sentido un poco estresado, intranquilo. ¿Crees que

esa cosa púrpura pueda ayudarme con eso?

—Por supuesto, es un remedio que puede combatir casi cualquier molestia o

enfermedad.

—¿En serio? Es como la piedra filosofal.

—¿Cómo?

—Si, la piedra filosofal, esa que los alquimistas querían inventar para curar

cualquier enfermedad.

—Oh, si, he escuchado esos cuentos. No creo que sea tan eficiente.

—No recuerdo haber comprado ese tipo de medicamento.

—Bueno< es porque yo mismo lo fabrico.

—¡Vaya! Eso no lo sabía. ¿Ya lo has patentado?

—No, hay remedios que sería mejor reservarse. Las empresas se apropian de las

fórmulas innovadoras, las alteran y las venden muy caras.

—Tienes razón, aunque sería un bien para la humanidad.

—Quiz{ algún día< quiz{.

Frank salió de la estancia, y un momento después regresó con otro frasco del elixir

púrpura y lo puso en manos de Alecz.

—Oye Frank. Quiero decirte algo.

—Dime.

—Ayer me visitó una detective del Departamento de Asuntos Especiales. Me ha

hecho preguntas sobre mi desaparición en las montañas. Al parecer me relacionan

con los asesinatos que ha habido últimamente. Incluso esta mañana me pareció que

me seguían de camino al colegio.

—Oh, eso< Bueno, Hoy vinieron a visitarme muy temprano, me preguntaron

sobre nuestra relación laboral y personal. Tu sueldo, tu familia y tus aficiones. Pero

parece que quedaron conformes cuando les conté tu historia. Aunque no

descartemos que sigan vigil{ndote< ya sabes, el protocolo.

—¿Sabes algo de los asesinatos, Frank?

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—No, es algo muy preocupante, pero no tengo idea de que es lo que suceda,

parece un asesino serial, de esos que sólo matan por matar. Una lástima para esta

ciudad.

—Sí, así es. Ojalá que arresten pronto al o los desgraciados.

Así pasaron los días, Alecz iba del colegio a la escuela y luego al trabajo con Frank.

Trataba de ignorar a Saori cada que se encontraban en el mismo lugar, salía

rápidamente sin voltear. También trataba de ignorar a Saúl, no le daba

oportunidad de insultarlo.

Faltaban dos días para la graduación. Había decidido no asistir al baile. A pesar de

que Efraín lo había invitado, no quería causar incomodidades a Saori.

Sin embargo, su carácter parecía haber cambiado muy notablemente. Se había

vuelto frío y distante de los demás. Rehuía a las invitaciones de sus amigos y no

hablaba con nadie además de Efraín.

Últimamente, Efraín se había sentido muy preocupado por su amigo, sabía que

algo le estaba sucediendo, y lo atribuyó al rompimiento con Saori. Diario buscaba

la forma de distraerlo, pero era inútil. Alecz no tenía ganas de hacer nada, sólo

quería que terminara la universidad y entonces, se enfocaría de tiempo completo a

cumplir con su misión, que ahora le resultaba tan irrelevante.

Por otra parte los asesinatos no habían cesado, en toque de queda seguía activo en

aquella parte de la ciudad. Toda la ciudad estaba sumida en la paranoia, la policía

había arrestado a más de doscientos criminales sospechosos en esos días, pero a

ninguno se le atribuyó la responsabilidad de aquel holocausto.

Un día, estaban preparando todo lo necesario para el baile en la universidad. Alecz

había estado recibiendo invitaciones de admiradoras anónimas y otras tantas

conocidas, pero las ignoraba por completo. Sin embargo, algo en él lo impulsó a

hacer algo realmente cruel.

Sabía que Saori no tenía muchos enemigos. Pero había una chica que no soportaba.

Se llamaba Juliette, era una joven muy hermosa, pero engreída, se la pasaba

rodeada por sus amigas y presumiendo todo cuanto tenía. Hablaba mucho sobre

sus viajes por el mundo, sobre lo influyente que era su familia. Siempre trataba de

compararse con Saori, haciendo que terminaran discutiendo fuertemente.

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Por alguna razón, la última pareja de Juliette había dejado la escuela, y por

consiguiente a ella. Había inventado una historia para no quedar en ridículo,

sostenía que la familia de su pareja se había mudado a Hong Kong y él tenía que

irse con ellos, aunque muy pocos le creyeron.

Alecz pensó, que si era verdad que Saori no quería estar con él, no le afectaría que

él asistiera al baile con su enemiga y pavonearse por todo el lugar, como dando a

entender que Saori era sustituible. Era un plan desesperado, pero quería saber

hasta dónde podía llegar.

En esa ocasión, se acercó a Juliette .Parecía que ella ya estaba enterada del

rompimiento de Alecz y Saori. Le coqueteaba muy indiscretamente, como

esperando que todos se enteraran de aquel sutil flirteo. Alecz utilizó su empatía

para inducir la conversación a su conveniencia, cosa que le resultó muy fácil.

—Entonces< ¿No tienes pareja para el baile? —dijo Juliette.

—No —contestó Alecz—. Pero no importa, de todas formas no sé bailar.

—Yo tampoco —mintió—. Tenemos tanto en común< solteros, sin pareja de baile

y sin ritmo.

—¡Vaya! ¿Quién lo diría?

—¡Oye! ¿Qué te parece si vamos juntos al baile?

—¡Eso sería genial! —dijo Alecz, fingiendo emoción.

—Entonces, es un hecho. Pasa por mí a las siete en punto —E inmediatamente

anotó en una servilleta su dirección y su teléfono.

—Así será. No puedo creer que llevaré a la chica más linda del colegio.

—¡Qué lindo! —dijo Juliette con su voz aguda—. Nos pasaremos una noche

inolvidable.

Cuando Alecz le contó a su amigo lo que había hecho, él no supo que decir. No

sabía si Alecz había invitado a Juliette por que le gustaba o sólo para vengarse de

Saori.

—Sabes que tienes todo mi apoyo hermano —dijo Efraín—. Siempre y cuando no

lo hayas hecho por despecho.

—¿Cómo dices?

—Pues la verdad es que creo que has cambiado mucho, te has vuelto muy cerrado.

Tú no eras así, siempre fuiste alegre y repudiabas la venganza.

—¿Qué te hace pensar que es por venganza?

—Pues< sabes que ella y Saori no se llevan muy bien, lo tomar{ como una ofensa.

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—No me importa.

—Deberías escucharte. Tú no dirías algo así, parece que estas desquiciado.

—No todo gira alrededor de ella ¿sabes?. Además he escuchado que irá con

alguien más.

—Has lo que te parezca mejor. Pero no actúes como un patán hermano.

—No te preocupes, Janett y yo sólo nos divertiremos< eso es todo.

—Ehm< se llama Juliette —corrigió Efraín.

—Cómo sea.

Y llegó el día de la graduación. Alecz asistió a la ceremonia de graduación, sonreía

con soberbia. El asiento de Saori estaba justo detrás del asiento de Alecz y al lado

de Karen. Cuando llegó Alecz, vio a Karen, ignorando totalmente a Saori.

—Hola lindura —dijo Alecz a Karen, saludando con un beso en la mejilla— ¿Qué

cuentas?.

Saori se percató de la actitud de Alecz, así que aclaró la garganta y volteó a otro

lado.

—Hola Alecz —contestó Karen con extrañeza—. Sólo estoy aquí pasando el rato<

con mi amiga Saori.

Saori dio un codazo a su amiga, como reprochando su impertinencia. Karen sólo se

limitó a sobarse el brazo.

Un momento después, la ceremonia comenzaba, Alecz y Efraín vitorearon a Karen

cuando pasó a recibir su reconocimiento, de igual manera a un chico con el que

simpatizaban, luego, cuando fue turno de Juliette, Alecz hizo tal alboroto que la

joven se sonrojó y le mandó un beso desde el estrado. Cuando fue turno de Saori,

Alecz se silenció y detuvo a su amigo para que se contuviera, sólo se escuchó el

vitoreo de Karen. Todos los presentes, voltearon a mirar a Alecz con desdén y

susurraban cosas, pero Alecz ignoraba totalmente a todos.

Saori bajó del estrado, pero en vez de regresar a su asiento, salió del lugar.

Provocando aún más las reacciones de los presentes.

—¿Qué carajo crees que haces? —le reprochó Efraín a su amigo.

—Nada. No he hecho nada —respondió con sarcasmo.

—Creo que se te está pasando la mano.

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—No sé de qué hablas.

—Ya madura.

Efraín y Karen salieron del lugar, al encuentro con Saori. Que ciertamente le había

afectado el comportamiento de Alecz aunque no quería reconocerlo. Estaba fuera

del edificio, se enjugaba las lágrimas en silencio.

—¿Estas bien cariño? —preguntó Karen.

—Sí. Estoy bien —dijo Saori—, es sólo que<

—Se comporta como un imbécil —dijo Efraín.

—No es su culpa —intervino Saori.

—Sólo lo hace para hacerte enojar.

—Será mi mejor amigo —dijo Efraín—, pero no apoyo esto que hace, su actitud es

tan infantil.

—Nunca lo vi comportarse así —dijo Saori—. Creo que será mejor que no vaya al

baile.

—¡¿Estás loca?! —reprochó Karen— Estás hermosa hoy, no dejes que esto te afecte.

—Nosotros estaremos contigo —apoyó Efraín.

—Está bien —contestó Saori limpiando sus lágrimas—, iré, sólo por ustedes.

—Así se habla.

Cuando terminó la ceremonia, Alecz se retiró sin decir nada. Efraín creía que era

normal en un hombre dolorido, comportarse tan cruelmente.

Alecz fue a su departamento a cambiarse. Se vistió con una chaqueta blanca, una

camisa negra de licra y un pantalón negro de mezclilla. Se puso una arracada

dorada y se perfumó.

Cuando llegó a casa de Juliette, ella salió con su vestido de noche, casualmente

negro, estaba realmente bella. Sin embargo se quedó atónita cuando Alecz se bajó

de su vehículo.

—Pero< ¿Qué es eso? —dijo señalando al transporte de Alecz.

—¿Esto? Es una Tomahawk. Uno de los vehículos más poderosos que existen. No

creerías que ibas a llegar en un auto cualquiera ¿o sí?

—Pues< no, pero no creo que un caso combine con este vestido tan fino.

—No te preocupes, no necesitaremos cascos.

—Muy bien< pues v{monos.

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El baile, había ya comenzado, Saori llegó con Karen y Efraín, en una lujosa

Limousine, todos los que estaban presentes los envidiaban, Saori iba muy bella y

elegante al igual que Karen. Pensaban que eran las chicas más hermosas del baile.

Sin embargo, cuando entraban por el pórtico del edificio, escucharon el asombro

de los demás cuando llegaron los siguientes invitados.

Alecz llegó a toda velocidad en la poderosa moto, derrapando al frenarse al pie del

edificio. Se bajó y le tendió la mano a Juliette, que se había robado la atención de

los presentes.

—Nos están mirando —dijo Juliette con excitación.

—Que esperabas, eres la joya más brillante de esta noche —dijo alentador.

—¡Oye! Tú también eres el más guapo que he visto hasta ahora.

Y ambos atravesaron con arrogancia el pórtico ignorando a los demás.

—Es un arrogante engreído —dijo Karen.

—Yo iba a decir lo mismo —dijo Efraín.

—Bien, él puede hacer lo que le venga en gana —dijo Saori con enojo.

—Entremos.

Dentro del edificio, todos volteaban a mirar a Juliette con su nuevo acompañante.

Los amigos de Juliette, simpatizaron enseguida con Alecz. Invitándolo a compartir

su mesa.

Saori, Efraín y Karen estaban en una mesa del otro lado del salón. Bebían ponche

de frutas y platicaban felizmente, pero Saori no podía dejar de ver por momentos a

Alecz que fingía estar pasándola muy bien, cuando cruzaban sus miradas, él la

veía con desdén.

Juliette aprovechaba cualquier oportunidad para abrazar a Alecz, que no ponía

ninguna resistencia. Entonces Saori fue invitada a bailar por Saúl, cosa que no le

pareció muy agradable a Alecz, e inmediatamente tomó a Juliette de la mano y la

llevó a la pista de baile.

—¡Vaya! —exclamó Juliette— Creí que no sabías bailar.

—Lo mismo te digo a ti lindura.

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En esa ocasión, tocaba una banda en vivo, y cuando Alecz llevó a Juliette a la pista,

él solicitó a los músicos que tocaran una balada, a lo que cedieron con amabilidad.

Aquella balada era la misma con la que Alecz y Saori se habían enamorado,

justamente por ello, había elegido esa canción en ese momento.

Saori ya estaba hartándose de la actitud de Alecz, por lo que aceptó bailar con Saúl.

Y se dirigieron al centro de la pista. Saúl tomó a Saori de la cintura y con un

movimiento suave comenzaron a bailar.

Alecz por otra parte hizo lo mismo. Era todo un espectáculo para los demás,

presenciar la manera en que ambos infundían celos uno en el otro. Juliette bailaba

muy pegado a su pareja de baile, pero Saori era incapaz de hacer lo mismo.

Alecz percibió las emociones de Saori. Sentía tristeza, celos y una ira

extraordinaria. Pero también sentía mucho miedo, algo que le resultaba muy

extraño, pero no lo hacía contenerse de seguir con su acto de venganza.

—Está funcionando —dijo Alecz en voz baja.

—¿Perdón? —dijo Juliette con voz seria.

—Dije que< que bies estás bailando.

—Ah<

Saúl se había percatado de la cercanía de Alecz y Juliette, así que decidió hacer su

travesura de una vez. En el momento en que Juliette daba una vuelta de la mano

de Alecz, Saúl estiró su pie, y ella cayó inmediatamente, a los ojos de todos los ahí

presente. Alecz no levantó a Juliette, sino que fue directamente a Saúl y le propinó

un golpe muy fuerte en el rostro. En un par de segundos, se encontraba rodeado de

los amigos de Saúl, quienes comenzaron a golpearlo sin piedad.

—Mira, Están golpeando a Alecz —dijo Karen a Efraín, que de inmediato fue a la

defensa de su amigo.

Los amigos de Juliette y otros que simpatizaban con Alecz acudieron a la batalla

campal que se formó al centro de la pista de baile. Era un desastre total, Alecz se

reincorporó inmediatamente y comenzó a arremeter contra quien se le cruzara

enfrente, pero de reojo logró ver a aquél que le había propinado el fuerte golpe con

el bate en el estacionamiento, así que se abalanzó sobre él. Lo azotó contra el suelo

y lo comenzó a golpear como un loco, al punto que su presa ya no reaccionaba. Su

instinto asesino lo había dominado por completo, y aquel que tanto repudiaba la

violencia, parecía haber desaparecido. Saori al ver lo que hacía Alecz, temió que lo

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matara, así que lo abrazó con fuerza para detenerlo. Pero en su arranque de ira,

Alecz, de un solo movimiento aventó a Saori, que fue a dar a la mesa donde un

montón de copas de cristal se rompieron en pedazos. Cuando Alecz vio la que

había hecho, quedó petrificado, al igual que todos los presentes, que

instantáneamente dejaron de pelear.

Jamás iba a poder borrar aquel recuerdo. Saori tenía un cristal enterrado en su

brazo, y comenzó a sangrar enseguida aunque levemente. En ese momento

reaccionó, se dio cuenta de la persona en la que se estaba convirtiendo, uno más

como todos aquellos que repudiaba. Un hombre violento, despechado, sin control

sobre sí mismo. No podía creer lo que había hecho, había herido a la única persona

que amaba sobre todas las cosas, a la mujer que apenas hacía unos días, lo había

hecho el hombre más feliz sobre la faz de la tierra y quizás de la galaxia, había

sufrido por su desaparición y él sabía, que ella habría dado su vida por protegerlo

a él, en el bosque de Petal Road frente a aquel enorme perro. Y ahora estaba ahí,

tirada sobre cristales rotos, humillada y herida, sólo por sus celos y por su sed de

venganza.

—Saori< ¿est{s bien? —dijo Alecz ayudando a Saori a levantarse.

—¿Te parece que estoy bien? —dijo Saori, aventando con fuerza la mano de Alecz.

—Yo< sólo quería< desquitar estos celos.

—Pues creo que lo lograste< ¡ahora déjame en paz!

Karen asistió rápidamente a su amiga y se la llevó del lugar. Todos miraban a

Alecz, como si fuera un monstruo. Se había comportado como un completo

imbécil. Todo mundo comenzó a susurrar cosas desagradables sobre él. Excepto

Juliette, que parecía complacida por lo ocurrido.

—¿Te parece si nos vamos cariño? —dijo Juliette con su voz aguda.

—¿Te parece si me dejas en paz? —respondió Alecz, sin siquiera mirarla, y se retiró

de ahí, atravesando el silencio y la estupefacción.

Saúl estaba aún adolorido recargado en una mesa. Pero parecía que celebraba por

lo que acababa de ocurrir. Efraín salió junto con Alecz, pues él era el más

sorprendido de todos los que ahí estaban.

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Capítulo XIII.- Desastre Nupcial

— ¿Estás loco? —recriminó Efraín.

—¡Déjame sólo! —respondió Alecz mientras montaba su vehículo.

—¿Pero qué demonios te ocurre? Te estás volviendo un demente.

—Tienes razón Ef, quizá soy un peligro para ustedes.

—¿Qué estupideces dices?

—Nada< no comprenderías —dijo mientras se alejaba rápidamente.

—¡Espera<! —gritó a su amigo, pero él se había marchado en su moto a toda

velocidad.

Alecz estaba muy deprimido, tanto como nunca antes lo había estado. No se

perdonaba lo que le había hecho a Saori. Marcó a su móvil, pero ella desviaba sus

llamadas. Trató de llamar a Karen, pero se arrepintió.

Era tan extraño todo lo que le sucedía. Pensaba que quizá se estaba volviendo

realmente loco, no podía controlarse como lo había hecho siempre, incluso creía

que iba más allá de su problema con Saori, era como si algo o alguien quisiera

entrar en su cabeza para controlarlo.

Llegó a su departamento, confundido, iracundo, triste; todo al mismo tiempo, pero

no era por su empatía, sino por sí mismo. Se recostó en su cama y se dispuso a

dormir, después de todo, cada amanecer significaba una nueva oportunidad.

Al día siguiente, dejó un mensaje en la contestadora de su amigo, diciéndole que lo

disculpara por su reacción de anoche.

Se dirigió a la residencia Milán. Esperaba que Saori estuviera ahí. No sabía que iba

a decir en su defensa, tenía que confiar en sus sentidos y su intelecto. Pero tenía

que ser cuidadoso si no quería que ella pensara que se estaba burlando.

Cuando llegó a la puerta principal, sintió mucho nerviosismo, pero lo superó y

llamó por el intercomunicador.

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—Buen día ¿en qué podemos ayudarle? —dijo una voz a través del aparato.

—Hola< ehm< busco a la señorita Mil{n.

La persona que atendía a Alecz tardó un momento en contestar, eso le parecía muy

extraño, pues quienes trabajaban para la familia de Saori siempre eran muy

rápidos y además le conocían.

—En un momento le recibirán.

—Claro< Gracias.

Percibió que algo no andaba bien, podía sentir un ambiente muy tranquilo y

sospechoso. Esperó un par de minutos y momentos después, un hombre lo recibía

en la puerta. Alecz no había visto nunca a aquel hombre en la residencia de Saori,

parecía que habían contratado más sirvientes. Aquel hombre era alto y musculoso,

como esos hombres de seguridad que intimidan a todo el mundo en las discotecas.

Aquel hombre hizo un ademán indicando a Alecz que lo siguiera. Él, muy

intrigado obedeció. Cada que visitaba aquel lugar, lo recibía Saori o la sirviente

regordeta que creía simpática. Algo estaba pasando, no le quedaba duda, algo que

quizá iba a lamentar, creía. Pasaron por la estancia principal y siguieron un pasillo

al fondo que llevaba directo al estudio. Alecz jamás había entrado a aquella parte

de la residencia, y le pareció algo muy extraño. Llegaron al estudio y el sirviente

abrió la puerta.

—Tome asiento y espere un momento —dijo el sirviente, cerrando la puerta a sus

espaldas.

—Pero yo sólo quiero ver a Saori< —aclaró, pero fue ignorado totalmente.

Se sentó en una cómoda silla que estaba frente a un escritorio de caoba. Los muros

eran sustituidos por enormes libreros que llegaban hasta el alto techo.

Contemplaba toda aquella área de la residencia, y lo que llamó su atención eran

unos papeles que había sobre el escritorio.

Distinguió unos sobres plateados, con adornos en relieve de unas tórtolas, y los

sobres tenían un listón color perla; parecían alguna clase de invitación. Estiró su

mano para saciar su curiosidad pero se contuvo cuando escuchó que la puerta del

lugar se abría nuevamente. Su corazón latió rápidamente.

—¿Saori?

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—No. Lo siento mucho, tome asiento —dijo un hombre robusto y elegante.

—Pero yo sólo quería hablar con<

—¡Dije que tomaras asiento! —interrumpió con voz firme el anfitrión.

Alecz reconoció entonces a aquel hombre, lo había visto muchas veces en las fotos

de Saori. Sólo que se veía más viejo y más serio. Era el padre de Saori, quién era un

diplomático Europeo, había escuchado que era embajador, pero no había tenido la

oportunidad de verlo de frente.

—Sólo quiero verla —dijo Alecz una vez que se sentó.

—Pareces un chico comprensible, así que seré muy directo. Tú has estado saliendo

con mi hija, según sé.

—Así es.

—Cosa que yo no apruebo. Mi hija es una dama respetable, de familia distinguida.

Y creo que has recibido demasiada confianza de esta casa.

—No sé a qué se refiere con todo eso.

—Estoy enterado de que anoche, tú, salvajemente, iniciaste una violenta afrenta

contra unos jóvenes inocentes, amigos de Saori.

—Pero eso no fue así< —trató de decir.

—¡Silencio! —ordenó severamente—. Tu comportamiento tan denigrante y bajo,

provocó un desastre en el baile de la graduación de mi hija. Pero< lo que

sobrepasó los límites, fue que tú, cobardemente arrojaste a mi hija contra un

montón de cristales y eso no tiene ninguna justificación.

—Acepto que eso fue algo estúpido, pero yo no quise<

—No comprendo —volvió a interrumpir a Alecz—, por qué mi hija no ha querido

responder esa agresión y encerrarte por tu desmedida violencia. Supongo que su

noble inocencia es mayor que el rencor que te reserva. Considérate afortunado de

no estar preso por tu desagradable actuación.

—Sólo déjeme hablar con ella y disculparme.

—Créeme, no necesita de tus absurdas disculpas. Ya ha tenido bastante

últimamente. Sólo te pido que te retires de esta residencia y que no te acerques a

mi hija nunca m{s< ella no quiere saber nada de ti.

Alecz comenzaba a enojarse nuevamente. Deseaba con todas sus fuerzas ver una

vez más a Saori, así que tomó el poco valor que le quedaba.

—¡No me iré de aquí hasta hablar con ella! —dijo Alecz con enojo.

—Por favor —respondió arrogante—. No me hagas hacer que te saquen como a un

perro. Mis muchachos no son tan débiles como aquellos que agrediste anoche.

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—¡Usted es un imbécil!

—¡Basta! —dijo con una voz muy fuerte, para que lo oyeran sus hombres de

seguridad—. ¡Saquen a este delincuente de mi propiedad!

Y enseguida entraron cuatro hombres altos y fuertes como el primero, para echar a

Alecz por la fuerza. Sin embargo, el muchacho los evadió ágilmente y salió del

estudio a toda prisa.

—¡Saori! —gritó fuertemente— ¡Déjame hablar contigo por favor!

—¡Sáquenlo de aquí! —ordenaba el diplomático con furia.

—¡Por favor Saori! Sólo quiero<

Y fue de pronto atrapado por aquellos hombre que empezaron a forcejear con él.

Mientras tanto, escaleras arriba salió Saori, que estaba acompañada de Karen. Al

verla sintió un alivio, creía que ella querría escuchar lo que él tenía que decir. Pero

no fue así. Saori sólo se limitó a ver cómo aquellos hombres lo golpeaban y

trataban de sacar de la residencia.

—¡Saori! Déjame hablar contigo, sólo un minuto< por favor. He sido un idiota,

sabes que jam{s te haría daño a propósito. Por favor< por favor<

—No te atrevas a hablarle maldito —gritó el padre de Saori— lamentarás haberme

retado.

Alecz vio a Saori y supo que ella no lo ayudaría. Trataba de soltarse de sus

captores y comenzó a tirar fuertes golpes para llegar hasta las escaleras y estar

cerca de Saori. No apartaba la mirada de los ojos de ella< y sintió algo que

estremeció su alma. La empatía se había enfocado a Saori y percibió claramente

miedo< tenía mucho miedo. Pensaba que tenía miedo de él, después de todo, casi

había matado a un muchacho a golpes frente a ella, y la había aventado contra los

cristales< lastim{ndola< era normal que ahora le temiera. Así que ya no intentó

luchar, sería mejor irse y esperar que el tiempo marcara el nuevo camino.

Los hombres lo golpeaban con más fuerza, a pesar que ya no se resistía, pero no le

importaba, había perdido lo más valioso que creía tener. Así que salió por la

fuerza, pero sin dejar de contemplar la mirada de Saori. Algo llamó la atención de

pronto. Miró la palma de su mano derecha y vio que la marca “alpha” comenzaba

a brillar. Los hombres sacaron por fin a Alecz y los arrojaron al suelo. La puerta se

cerró frente a él, mientras seguía atónito. En el suelo, miró nuevamente su mano,

pero la marca ya se había desvanecido.

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Los severos golpes que le habían propinado, habían entumecido su cuerpo. Se

llevó las manos al rostro y vio que estaba sangrando. Tenía una herida en la mejilla

que sangraba mucho, sin duda le dejaría una cicatriz muy marcada.

Escuchó a lo lejos que se aproximaba una patrulla, así que decidió irse, no quería

dar motivos a la detective que lo había ido a interrogar.

Cuando volvió a su departamento fue hacia el lavabo para limpiar la sangre y

tratar de curar sus heridas. Pero al ver el espejo se sorprendió. La herida de su

rostro ya no estaba, no había más que la mancha de la sangre coagulada. Se limpió

cuidadosamente el lugar donde estaba la herida, pero no había rastro, ni tampoco

había dolor. De pronto sucedió nuevamente algo que odiaba y preocupaba.

—¿Cuántas veces más vas a humillarte? —escuchó nuevamente la voz en su

cabeza.

—¿Qué? ¿Tú de nuevo? —Dijo Alecz en voz alta.

—Estás desperdiciando tu poder con estupideces, ¿porque no haces algo de

provecho con él? Podrías tener a todos a tus pies.

—¡Sal de mi cabeza de una vez por todas!

Retrocedió un paso y miró hacia todos lados, pero no vio nada, hasta que miró

nuevamente hacia el espejo. Se estremeció, vio cómo su reflejo parecía tener vida

propia. Aquel reflejo lo miraba con una manera muy terrorífica, tenía las pupilas

de un extraño color púrpura y su expresión era perversa. Sin quitar la vista del

espejo, se topó con el muro y cerró sus ojos, pensando que aquello era sólo

producto de su imaginación, cuando volvió a mirar el espejo, ya no había nada,

todo estaba normal.

Quiso estar sólo esa tarde, tenía que aclarar su mente, pensar que iba a hacer de

ahora en adelante. Miró a través de su ventana y contempló las luces de la ciudad.

—¿Por qué la marca brillo cuando vi a Saori? —se preguntó a sí mismo— ¿Qué

significa esto? Cómo desearía que alguien pudiera ayudarme con esto. Ni siquiera

he empezado lo que Acán me encomendó. Soy tan inútil.

Le intrigaba en sobremanera, el que Saori lo haya despreciado tan de pronto, justo

cuando todo parecía ir de maravilla. Había algo extraño en todo aquello, cosas que

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Acán no le advirtió y que parecían tener alguna relación con lo que le pasaba a

Saori.

Luego le llegó a la mente aquel recuerdo de la noche anterior. La forma tan cruel

de cómo atacó al amigo de Saúl en el baile de graduación; era cierto que fue él

quien le propinó ese fuerte batazo en la espalda días antes, pero no fue tan grave

como para querer matarlo, porque justamente eso pensaba hacer. Por alguna

razón, su instinto asesino se había manifestado, pero no fue porque Saúl hubiera

hecho tropezar a Juliette, sino porque no soportaba estar sin Saori. Como fuera, no

había nada que justificara el quitarle la vida a nadie. Y no había nada que pudiera

borrar de su mente el haber tratado tan mal a sus amigos que siempre habían

estado con él.

A la mañana siguiente, lo despertó el sonido de alguien que tocaba a la puerta de

su departamento. Efraín apareció detrás de la puerta

—¿Que tal te fue hermano? Karen me dijo que no muy bien.

—Fue horrible. Estaba ahí el padre de Saori. No me dejó hablar con ella, pero hice

todo lo posible por verla. Inútilmente. Debiste estar ahí< ella no hizo nada en

absoluto.

—Escuché que te golpearon muy fuerte, pero no parece así.

—Ya sabes cómo exageran las mujeres. Sólo fue un pequeño forcejeo.

—¿Puedo preguntarte algo?

—Claro, lo que quieras.

—Últimamente has estado muy extraño. Cambias repentinamente de actitud, y

creo que escondes algo. ¿No crees que deberías visitar a un psicólogo?

—No lo creo.

—Es en serio, quizá puedas volver a ser el mismo hombre alegre y noble que eras

antes de< bueno< de desaparecer.

—Estoy bien, sólo necesito estar sólo, descansar y pensar que haré de ahora en

adelante.

—¿Has pensado sobre el viaje que te propuse?

Alecz había olvidado esa parte, Efraín lo había invitado a hacer un viaje en varias

ciudades del mundo. Era una oportunidad perfecta para realizar su misión para

“El Gran Plan”, le sería m{s f{cil concentrarse en ello. Después de todo, ya no

había nada que lo atara a la ciudad. Primero pensó en comenzar en Chiapas, con el

pequeño que lo había encontrado en la selva. Algo sucedió aquella noche en que se

manifestó el fenómeno luminosos en el cielo, parecía como si se hubiera conectado

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mentalmente con el pequeño, algo que era intrigante y complaciente a la vez, pero

creía que Paco era muy pequeño para comprender la magnitud de la situación, así

que era más factible viajar por distintos lugares, algo tenía que encontrar.

—¿Cuándo salimos?

—Mañana mismo si tú quieres hermano.

—Entonces así será. Iré ahora mismo para avisar a Frank que saldré mañana a

primera hora.

—Bien, alista tu equipaje.

Alecz tenía una esperanza, si se enfocaba a su misión, quizá lograría algo bueno,

quizá no para sí mismo, pero algo que despejaría su mente y su corazón. Saori

parecía estar convencida en lo que quería, sólo deseaba que fuera feliz, sólo eso,

que nunca tuviera oportunidad de arrepentirse.

Cuando llegó con Frank, éste lo recibió como normalmente lo hacía, alegre y con

cariño. Alecz le dijo que a la mañana siguiente saldría en un viaje con su amigo y

se disculpó por que no iba a estar ahí para ayudarle.

—Alecz, como te lo he dicho, eres como un hijo para mí. Yo he recorrido el mundo

alguna vez, y no me complacería nada más que tú también lo hicieras.

—Gracias Frank, eres el mejor.

Así se despidieron. Alecz no sabía si alguna vez iba a regresar, quizá intentaría

olvidar todo en otro país, quizá sería mejor para todos.

Regresó a su departamento y se dispuso a hacer sus maletas, pero llamaron a su

puerta e interrumpió lo que hacía.

Abrió la puerta y vio a su amigo, que no reflejaba en su rostro nada bueno. Su

empatía se activó de momento y percibió en Efraín sentimientos de lástima, de

tristeza< de compasión.

—Adelante, pasa —invito Alecz.

—Gracias.

—Que te ocurre, ¿está todo bien?

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Efraín callo un momento y se preparó para hablar, vio a su amigo a los ojos

fijamente y soltó las palabras con cierta dificultad.

—Eres mi amigo, y debo decirte lo que sé. Pero necesito que me prometas que no

vas a hacer ninguna tontería.

—Est{ bien, sólo dime que pasa< —dijo intrigado.

—Es Saori< —dijo llevándose la mano al rostro, angustiado—, ella< se casará

esta noche, en una hacienda que está en las afueras de la ciudad.

Alecz, se quedó estático, no podía creer aquellas palabras. ¿Cómo podía hacer algo

tan cruel?, si bien era cierto, que ya había terminado con él, no fue sincera para

decir lo que pasaba. Era quizá una broma o era que ella había cambiado de opinión

y no quería vivir con alguien que no tenía nada que ofrecerle. O quizá, su padre la

había obligado a casarse< y no podía permitir que aquello ocurriera.

—No, ella no haría algo así< —dijo con voz tensa.

—Yo tampoco creo que sea capaz de hacer algo así, debe haber algo que la obliga a

hacer esto.

—No permitiré que la obliguen.

—¿Qué haremos?

—Tú, nada. Esto es mi problema.

Tomó las llaves de su motocicleta y se dirigió a la puerta, pero se detuvo, y sus ojos

quedaron en blanco, se sostuvo de la puerta para no caer y su mente se nubló<

una vez más.

—No creo que nos convenga hacer esto Alecz —escuchó nuevamente aquella

extraña voz.

—No me importa lo que tengas que decir. ¡Aléjate de mi cabeza! ¡Déjame en paz!

—Est{ bien, si est{s seguro que quieres hacerlo< te ayudaré.

Y cuando se recuperó Alecz, vio que Efraín lo tomaba del brazo para ayudarlo. Sin

embargo, Alecz era diferente, estaba más tranquilo, daba la sensación de que era

otro.

—¿Estás bien hermano? —Preguntó Efraín sosteniéndolo.

Alecz se quitó la mano de su amigo y se irguió totalmente, su rostro reflejaba

tranquilidad y luego, dibujó en él una sonrisa muy extraña.

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Víctor Chávez | El Sueño de los Tiempos (Parte I) 2012

—No te preocupes Ef —contesto a su amigo—, estoy bien< todo estar{ bien.

—Si hay algo que pueda hacer por ti<

—No ser{ necesario, sólo quiero estar seguro de algo, no te preocupes, ve a casa<

Ehm< sólo una cosa, dame la dirección del lugar.

Efraín le dijo una dirección que Karen le había hecho saber y enseguida salió de su

departamento, tomó su motocicleta y se fue a toda velocidad.

El semblante de Alecz era diferente, parecía seguro, tranquilo, tan silencioso. Era

como si alguien más se hubiera apoderado de su cuerpo y su mente.

—Si es lo que quieres< es lo que tendr{s< Alecz... —dijo para sí mismo, en voz

baja.

Mientras tanto, en una hacienda lujosa a media hora de la capital, se habían

congregado algunas personas para celebrar una ceremonia. Una boda se celebraba

tras el crepúsculo del atardecer.

Había un salón, donde gente guardaba silencio, admirando a los protagonistas de

aquel evento. Aquellas personas parecían ser importantes, habían llegado en

lujosos autos, vestían elegantemente y presumían relucientes joyas.

Más adelante, Saori estaba de pie, junto a un hombre, quizá un par de años mayor

que ella según su aspecto, parecía ser europeo. Aquel hombre era muy silencioso y

tranquilo, y le acompañaban sus tres hermanos, que eran muy parecidos a él.

Aquel que precedía la ceremonia era un hombre viejo y con anteojos, parecía

distraído y nervioso, pero hablaba fuerte y poco titubeante. Era como si quisiera

que aquella reunión se terminara pronto.

—Richard bell —habló el viejo hacia el hombre junto a Saori—. ¿Aceptas a Saori

Milán como tu única y legítimo mujer, para honrarla y respetarla por el resto de tu

vida?

—Por supuesto, nada me haría más feliz —respondió con una voz áspera.

—Saori Milán —dijo el hombre viejo—. ¿Aceptas a Richard Bell como tu único y

legítimo esposo, para honrarlo y respetarlo por el resto de tu vida?

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Víctor Chávez | El Sueño de los Tiempos (Parte I) 2012

Saori tragó saliva, y viendo a su acompañante, dibujó en su rostro una sonrisa muy

extraña.

—Sí, acepto, es lo que he esperado toda mi vida<

De pronto, un silencio aterrador inundó aquel lugar. Solamente se oían unos pasos

firmes sobre el piso brillante. Los invitados voltearon a mirar al recién llegado,

pero por su aspecto, se abstuvieron de decir algo.

—Vaya vaya< —dijo Alecz—. Creo que mi invitación se extravió.

Alecz caminaba lentamente, hacia donde estaba Saori, su semblante parecía

arrogante y soberbio. Richard, no se molestó siquiera en voltear a ver lo que

ocurría.

—Pero< Alecz< —dijo atónita— ¿Qué estás haciendo aquí?

—¿Qué hago aquí? Sólo pasaba cerca del lugar y quise saludarte. Veo que al fin

obtuviste lo que has querido toda tu vida.

Un hombre, que Alecz ya había conocido se puso de pie, dirigiéndose amenazante

hacia Alecz. Era el padre de Saori.

—¡Bastardo! Delincuente, ¿cómo te atreves a interrumpir la boda de mi hija?

Alecz lo ignoró totalmente, cosa que hizo enojar más al hombre, pero Saori lo

controló.

—¡Padre! Este asunto es mio, y no quiero que te entrometas<

Y así lo hizo, su padre al escuchar estas palabras tan firmes, obedeció y tomó

asiento, susurrando maldiciones entre dientes.

—Por favor, vete Alecz, esto no tiene que ver contigo.

—¿Retirarme? Por su puesto, creo que esta gente no quiere entre ellos a un<

huérfano que no tiene clase, ni familia, ni modales< pero, antes dime< ¿Es tan

falsa esta boda como tus palabras?

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Víctor Chávez | El Sueño de los Tiempos (Parte I) 2012

Saori se petrificó, no contestó absolutamente nada. Richard lanzó una mirada a sus

hermanos que estaban en los asientos más cercanos a él, y ellos se levantaron,

quizá para sacar a Alecz de la boda.

De pronto, se oyó un severo golpe. Saori había abofeteado a Alecz, estaba muy

enojada, tanto que una lágrima escurrió por su fino rostro. Alecz recuperó su

actitud normal, y se dio cuenta de lo que había hecho, Saori arrancó de su cuello

una delgada cadena de oro, donde portaba aquel anillo, que Alecz le había

regalado antes de que ocurriera la tormenta eléctrica, esa que simbolizaba un

compromiso de unión entre los dos. Saori tomó la sortija con la S y se la aventó a

Alecz, que estaba arrepentido de lo que hizo, vio a sus pies la sortija y su arrogante

sonrisa se borró.

—Tú no puedes darme nada, no eres nadie y nunca lo ser{s< ¡l{rgate! Y nunca

vuelvas a molestarnos a mí y a mi esposo.

Sintió entonces, que su empatía le hablaba, le decía lo que Saori experimentaba,

sentía mucho miedo, mucho sufrimiento, estaba muy furiosa y además, estaba

triste, probablemente por sus hirientes palabras, y sintió que ya nada valía la pena,

él había logrado que ella le temiera, ya no quería estar más con él, era definitivo, se

casaría, porque era lo que ella había decidido, sin que nadie la obligara, pensó que

sería mejor irse y desaparecer de su vida.

Los presentes susurraban cosas, insultos, lo humillaban a voces bajas, pero a Alecz

no le importaba, lo único que le importaba, ya era algo que no podía recuperar.

Los hermanos de Richard, tomaron asiento, pero no dejaban de ver a Alecz

amenazantes.

—Yo< lo siento —dijo Alecz—, no quise< perdóname.

Y salió con el corazón destrozado del salón, mientras una su rostro se humedecía

por las lágrimas que nadie vió. Tomó su motocicleta y se alejó.

—¿Era eso lo que buscabas? —dijo la voz en su cabeza—. Ahora ¿Qué piensas

hacer?

Alecz se detuvo en un paraje solitario, y descendió de su moto. Sus emociones lo

desequilibraron y no sabía que pasaba en él mismo.

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—Maldición —dijo entre sollozos—, Saori< te odio< ¡te odio!... Oh, por Dios<

cómo te amo.

—Pero ella se burló de ti y te hizo menos, te destruyó, ese siempre fue su plan.

—¡Cállate! Demonio vil y estúpido, sal de mi cabeza, déjate ver, te juro que te

mataré.

—Ese instinto asesino< creo que debes controlarlo.

Alecz comenzó a golpear fuertemente una roca que estaba cerca, gritando de furia.

Sus manos comenzaron a sangrar, se estaba volviendo totalmente loco. Su cabeza

le comenzaba a doler demasiado, su empatía se descontrolaba, su corazón se

aceleraba cada vez más.

—Para ella nunca has sido nadie< —dijo fríamente la voz.

Su desesperación lo hizo derrumbarse y se tiró al suelo, a la vez que sentía como si

algo frío recorriera cada parte de su piel. Golpeó el suelo con furia, como si así

aliviara el dolor que su alma sufría.

En su mente, un recuerdo lejano se hizo presente. Una tarde gris, la primera vez

que Alecz y Saori habían reñido. Alecz decidió alejarse de ella para no herirla con

estúpidas discusiones, caminó bajo la fuerte lluvia, dejándola a sus espaldas, se

resistió a voltear; pensó que era mejor así, aunque la amaba, no quería nunca

hacerle daño. De pronto oyó su nombre, era Saori que corría detrás de él, lo detuvo

y lo abrazó fuertemente mientras le dijo “No quiero que te vayas nunca, quiero que

siempre estés conmigo< te necesito< perdóname”.

Aquel recuerdo era uno de los más preciados que tenía, era el que había sellado el

amor que Saori le había regalado y ahora, nunca volvería a escuchar su voz de

nuevo, nunca volvería a pedirle que estuviera siempre con ella, ya no había nadie

que lo detuviera y le dijera que lo necesitaba, todo era un vacío< dolor.

—¡Aaaaaah! ¡Te odio! —gritó con una voz desgarradora.

En aquel paraje solitario, un resplandor se manifestó por una par de segundos,

como un relámpago. Alecz no se percató de él, pero sintió de pronto tranquilidad,

era como si hubiera dejado salir todo aquello que lo torturaba en su cabeza y la voz

no se oía más.

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Cuando recuperó la tranquilidad abrió sus ojos. Se levantó aún aturdido y vio a su

alrededor.

—Oh, por Dios< ¿Qué est{ pasando?

Era como si una bomba hubiese explotado ahí, cerca de él. El lugar estaba hecho

trizas, la roca que golpeaba estaba hecha pedazos, y el pasto del suelo era ya

cenizas; había humo alrededor.

—¿En qué me estoy convirtiendo?... no puede ser.

Tenía miedo, miedo de sí mismo y del daño que podía hacer a los demás. Así que

se montó de nuevo a su motocicleta y tomó el camino de regreso.

Pensaba, que lo que le sucedía era culpa de aquellos quienes se lo llevaron. Ellos le

habían hecho convertirse en un monstruo, eran los culpables de que Saori y él se

separaran. Pero más era culpa de él, al aceptar el pacto, por algo que quizá era

inevitable.

Se sentía muy mal, sentía vértigos, la ansiedad le consumía, temblaba mucho y

hablaba en voz baja muy rápido, parecía desequilibrado mentalmente. Creía que

dentro de él había un monstruo.

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Capítulo XIV.- Locura

Llegó a su departamento muy alterado. Se sostenía de los muros para caminar,

chocaba con los muebles y las puertas. Comenzó a lanzar todo lo que estaba cerca,

rompió los muebles, cuadros y fotografías de Saori y él.

—¡Te odio! Quisiera jamás haberte conocido.

—Sí, la odias —seguía insistiendo la voz en su cabeza—. Ahora, utiliza tu poder en

algo grande, algo que valga la pena.

—¡Déjame! Tú no eres nada, no puedes conmigo, aunque te escuche en mi cabeza.

—Por favor, sólo soy un amigo que quiere ayudarte a hacer cosas maravillosas.

—Maldito seas, tú eres la principal causa de mis delirios, ¿Por qué no me dejas de

una vez por todas?

—¿No ves que eres tú quien no me deja ir?

—No sé de qué hablas< te lo ruego aléjate de mí, me has hecho mucho daño.

Alecz desistió< se arrodilló, luego se refugió en un rincón de su habitación, abrazó

sus piernas y comenzó a sollozar. Mientras tanto, alguien llamaba a su puerta.

—¡Alecz! Hermano, abre la puerta —gritó Efraín.

—¡Vete de aquí!

—No me iré. Sé lo que pasó, Karen me llamó.

—Comprende, no soy bueno< no quiero hacer m{s daño

—Abre< te ayudaré hermano. Sólo tranquilízate y abre por favor.

—No lo haré< no insistas. ¡Lárgate!

Alecz no quería ver a nadie, sentía que era un peligro, no quería herir a nadie.

—Anda, es tu amigo —dijo nuevamente la voz—, deja que entre, sólo quiere

ayudarte.

—¡No! —gritó desesperado— ¡Ya basta! ¡Sal de mi mente! O yo mismo te sacaré.

—Jajaja ¿Cómo harías eso? —dijo la voz, retadora—. Te ves tan mal.

Alecz se enojó tanto que comenzó nuevamente a golpear y a arrojar cosas contra el

muro, gritando maldiciones fuertemente, sin control.

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Efraín al escuchar tanto alboroto, decidió entrar. Retrocedió un par de pasos para

arremeter después contra la puerta, la cual se abrió al instante. Al entrar vio un

total desorden, y el silencio se hizo presente de pronto.

—Alecz, ¿dónde estás? —preguntó mientras recorría las habitaciones del

departamento—. Hermano< contesta por favor.

Efraín estaba angustiado por su amigo. Sabía por lo que había pasado esa noche y

creyó que había afectado su lucidez. Entonces lo encontró nuevamente agazapado

en un rincón.

—Por Dios< hermano, ¿est{s bien?

—Si< si —respondió muy alterado—, estoy bien< no< ser{ mejor que te vayas.

—Vamos, tenemos que llevarte con el Doc.

—No< no comprendes, debes alejarte de mí< ¡vete ahora!

—De ningún modo te dejaré en el estado en que estás. Vamos, te ayudo.

—Será mejor que no te entrometas imbécil< —dijo Alecz con una expresión

extraña— no querrás hacernos enojar.

—¿De qué estás hablando? Te has vuelto loco.

—Ef< —dijo Alecz con su voz natural— por favor, ayúdame< ¡No! ¡Vete! ¡No

seas estúpido y aléjate!

Efraín sintió una enorme pena por su amigo. Lo vio totalmente desequilibrado,

loco. Lo único que podía hacer era llamar a un equipo médico para que lo llevaran

al hospital rápidamente. Sacó su teléfono móvil y marcó para pedir ayuda.

—No te metas en esto —dijo nuevamente Alecz con otra voz—, ya me harté de ti<

Efraín se acercó a su amigo y lo ayudo a levantar. Notó que la temperatura de

Alecz era muy alta, ardía en fiebre y el sudor era muy abundante.

—Tranquilo hermano —dijo Efraín sosteniéndolo— Ya pedí ayuda.

—Por favor, no lo hagas vete<

—Nunca te dejaré.

Alecz miró a Efraín fijamente y rió desquiciadamente. Se jaló con fuerza y le dio la

espalda a su amigo. Comenzó a susurrar cosas que Efraín no entendía.

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Víctor Chávez | El Sueño de los Tiempos (Parte I) 2012

Efraín tomó a su amigo de nuevo para tranquilizarlo, pero algo sucedió en ese

momento. Alecz se dio la vuelta y con un solo movimiento lanzó con fuerza

extraordinaria a Efraín contra el muro, quien azotó fuertemente, y al caer golpeó su

cabeza contra la esquina de un pequeño mueble, derramando sangre al momento.

Alecz, recuperó nuevamente la cordura, volvió en sí mismo al ver lo que había

hecho. Su único amigo, el que se preocupaba por él, aquel que quería como si fuera

su hermano; ahora estaba ahí, tirado en el suelo, estaba inerte. La sangre formó

rápidamente un charco que reflejaba la tenue luz nocturna que se filtraba.

Se acercó a su amigo y lo sostuvo en sus brazos, que se mancharon de sangre.

—Ef< hermanito< por favor< perdóname. ¡No! Por Dios< ¿Qué he hecho?

En ese preciso instante, alguien entró por la puerta, contemplando el acto y el

lugar.

—¡Alto ahí! No se mueva.

Alecz miró a la detective Barthlay, quien le apuntaba con su arma de fuego.

—Detective< —dijo Alecz lamentándose— Por favor< ayúdelo, no quise hacerle

daño<

—¡Déjalo en el suelo y retrocede! —ordenó con voz fuerte.

Alecz dejó a su amigo en el suelo suavemente, luego se puso en pie y levantó las

manos, alejándose hasta la ventana que estaba cerca.

La detective, se agachó sin dejar de apuntar a Alecz, llevó sus dedos de la mano

libre a la yugular de Efraín y presionó.

—No tiene pulso —sentenció—. Creo que encontré al asesino múltiple.

—Pero< no puede ser, yo jam{s le haría daño. Jam{s le haría daño a nadie<

—Mejor guarda silencio, y no intentes nada.

Alecz no sabía qué hacer, no le importaba que le apuntaran con un arma, le

importaba su amigo, le importaba que viviera.

—Déjeme ayudarlo< se lo ruego.

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Víctor Chávez | El Sueño de los Tiempos (Parte I) 2012

—No puedes ayudar a los muertos< no puedes ni siquiera ayudarte a ti. Coloca

las manos sobre el muro y no te muevas.

Pasaban por su cabeza muchas imágenes rápidamente, recuerdos bizarros y

extraños. Veía el rostro de su amigo y la sangre derramada por todas partes,

deliraba en ese instante, pero no hacía ningún movimiento, estaba estático.

La detective se acercó con cautela para esposar al muchacho, pero en un veloz

movimiento, Alecz la tomó por el cuello y la llevó contra el muro, haciendo que el

arma cayera al suelo.

—Señorita Barthlay< —dijo la extraña voz de Alecz— Es un placer conocerla.

—Ba<ja<me< —dijo apenas ella con dificultad.

—No tengo planes de ir a prisión< tengo un objetivo mucho m{s grande.

—No te< saldr{s< con la tuya.

Alecz la vio fijamente, mientras ella trataba de soltarse de su mano.

—Es usted muy linda señorita, ¿no cree que sería menos peligroso si se busca una

pareja y se dedica a criar niños?

Ella no podía moverse y estaba a punto de perder la conciencia, pues no podía

respirar. Pero alguien más arribó a la escena.

—¡Déjala maldito loco! —gritó alguien con enojo.

Era el compañero de la detective, Sergio, quien al ver a su colega en peligro no

dudó en disparar su arma contra Alecz, que recibió el impacto en la parte superior

del pecho, entre el corazón y el hombro.

Alecz, herido, se dirigió hacia la ventana y se lanzó por ella. Sergio ayudo a su

compañera quien aún estaba consciente, entonces se dirigió a la ventana. Pensó

que una caída de esa altura, debía de costarle la vida a cualquier persona. Pero no

fue así, al ver por la ventana no vio nada más que unas pequeñas manchas de

sangre, sólo eso.

De pronto, escuchó un rugido de motor y al instante salió disparada una

motocicleta a toda velocidad, la cual era tripulada por Alecz.

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Víctor Chávez | El Sueño de los Tiempos (Parte I) 2012

—Levántate —dijo a su compañera—, llamaré a una unidad médica, pero tenemos

que seguirle la pista, él es el asesino serial que buscamos y si no lo detenemos hará

más daño.

—Sí< claro —respondió reincorporándose—, parece que es un enfermo mental.

—Debemos detenerlo.

Mientras tanto, Alecz recorría las calles de la ciudad a toda velocidad en su

llamativa motocicleta.

—Bien hecho< —dijo la voz—, has hecho un excelente trabajo, ahora eres un

fugitivo.

—¡Maldito! ¿Cómo puedes hacerte pasar por mí? ¿Por qué no eres hombre y te

muestras frente a mi?

—¿En verdad es lo que quieres?

—Ya no me importa, he perdido las cosas m{s preciadas que tenía en mi vida< Te

odio, quien quiera que seas.

Alecz, herido y totalmente deshecho, dejó su motocicleta oculta en un oscuro

callejón, el cual estaba cerca de un alto edificio. Su sangre no dejaba de brotar,

pensaba muchas cosas a la vez y aquella voz no dejaba de susurrar.

Entró al edificio por la puerta trasera, el guardia de turno dormía, así que no se

percató que un intruso, tomaba el elevador para llegar hasta el último piso.

Y ahí estaba él, sólo, escuchando la voz en su cabeza, torturándose con imágenes

de muerte y de dolor. Podía verse desde aquel edificio toda la ciudad.

—¡Ya basta! —dijo fuertemente— ¿Dónde están? ¿Por qué me hicieron esto?

¡Malditos! Los odio por engañarme y quitarme lo que más amaba. Quizá desde

esta altura, al fin pueda acabar con este monstruo.

Se apoyó y subió al borde del enorme edificio, dispuesto a arrojarse, para acabar

con su sufrimiento y con la amenaza que tenía dentro. Pero su sangre se había

derramado tanto que no tuvo fuerzas y cayó.

—Quiz{ es lo mejor< —pensó— este mundo no necesita m{s dolor< no me

necesita a mi<

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Víctor Chávez | El Sueño de los Tiempos (Parte I) 2012

Y se dejó vencer, cayó al suelo espaldas arriba y sólo esperaba el momento de su

óbito. Tenía los ojos abiertos, contemplando el suelo que lo vería morir. Vio su

sangre que estaba acumulada de una manera muy extraña.

En ese momento, ocurrió algo maravilloso y a la vez escalofriante. Aquella sangre

derramada se acumulaba por sí misma, cada gota se movía como si tuviera vida

propia, hasta lograr reunirse toda en una sola unidad.

Alecz sólo veía lo que pasaba, asombrado, pero sin energía para moverse, sólo

contempló la maravilla. La sangre comenzaba a expandirse, creando una masa

rojiza y oscura. Se moldeaba con la silueta de un hombre y comenzaba a cambiar

de color, se convertía en piel. En cuestión de segundos, aquella masa oscura se

había convertido en un hombre, pero no cualquier hombre.

Agonizando, sintió mucho miedo. Era un hombre exactamente igual a él, con su

mismo pelo, con sus mismos rasgos, pero, al ver su rostro, vio algo muy extraño,

sus ojos eran oscuros, pero dejaba notar un intenso color púrpura. Era un clon

perfecto de él mismo y sin embargo, podía sentir todas las emociones que tenía

dentro aquel nuevo ser.

—Oh, qué bien se siente salir al mundo< —dijo el clon—, lástima que ahora que

llego, tú te vas<

Al oír su voz, se percató que era la misma que escuchaba en su cabeza, aquella que

le había hecho comportarse diferente, la que le había vuelto un asesino. Pero su

cuerpo ya no respondía, así que su vista se borraba mientras su homónimo le daba

la espalda y se retiraba. Lo último que vio fue un extraño símbolo en la mano

izquierda, uno que nunca había visto. Un nuevo hombre había nacido de su misma

sangre.

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Capítulo XV.- Sed de Venganza

El valle mexicano, estaba cubierto totalmente por un cielo nublado, que impedía se

filtrara la luz solar. El caos vehicular y la multitud de transeúntes eran tan

ordinarios como siempre. Nadie se imaginaba, que aquél sería un día que

cambiaría el futuro de muchas personas, sino es que el de todo el mundo.

—Andy. Creo que debemos pedir apoyo al equipo especial —dijo Sergio.

—De ninguna manera, ese desgraciado es mío.

—Pero es muy peligroso ir nosotros solos por él.

—Lo tenía, sólo me confié demasiado.

—Cómo digas —dijo en tono apático.

Esperaban escuchar en la radio de la policía algún indicio que los llevara a su

presa. Al parecer, la detective Andrea Barthlay, se había tomado muy personal su

confrontación con Alecz, tanto que quería ser ella la que lo atrapara, y entonces, él

pagaría por su osadía de engañarla en su primera entrevista.

—Llamé a López —dijo Sergio—, dijo que él ya se había hecho cargo del cuerpo en

el departamento.

—¿Mencionó nuestros nombres? —preguntó ella.

—No, sólo reporto un asesinato más. Otra posible víctima del asesino serial. Ya es

asunto del forense.

—Es mejor así, de otro modo, nos quitaría tiempo declarar y responder preguntas.

—Ese pobre muchacho, por lo que me dijo López, era hijo de un influyente

empresario. No parará hasta encontrar al culpable.

—Seré yo quien lo atrape como a un perro.

II

Así transcurrió aquella mañana. En un lugar no muy lejos de donde estaban,

alguien apenas despertaba.

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Víctor Chávez | El Sueño de los Tiempos (Parte I) 2012

Al levantarse, tenía un leve dolor de cabeza, sin embargo, sentía una inmensa

calma en su espíritu. Cuando estuvo totalmente de pie, miró a su alrededor. Estaba

en el techo del edificio, podía ver la ciudad y el cielo nublado. Miró a su alrededor

y todo parecía normal.

—Quiz{< todo fue un sueño< —dijo para sí mismo.

Se llevó la mano a su pecho, donde había recibido el impacto que le propinó el

detective, pero ya no había herida alguna, ni siquiera cicatriz, lo único que había en

su lugar era el agujero en su chaqueta que atravesaba hasta su espalda.

—O quiz{ no todo<

Era obvio que los agujeros en su ropa, eran por causa del disparo. Por lo que la

única respuesta coherente para él era que tenía el poder de curarse a sí mismo.

—Por supuesto, todo encaja —dijo sorprendido—. La vez que me golpearon en el

estacionamiento, los golpes que recibí en la Residencia Milán, el disparo. Todas

esas heridas y lesiones sanaron casi al instante.

Era algo que le producía cierta fascinación. Pero de pronto algo asaltó su mente,

provocando un estremecimiento.

—¿Será otro sueño? —pensó— Ese hombre era igual a mí. Pero< no puede ser

posible.

Miró al cielo y por la posición del sol, supuso que era más de medio día. Se dirigió

hacia la puerta para bajar y salir del edificio. Mientras lo hacía, notó que se sentía

totalmente diferente, no había dolor, ni físico ni mental, se sentía como si le

hubieran sacado todas las penas de sí. Sin embargo, seguía recordando la mayoría

de las cosas que habían pasado la noche anterior, la boda, Saori, y después, su

amigo Efraín.

—¿Cómo pude hacer todo eso? —pensó—. Será mejor que vaya a investigar lo que

sucedió.

Su empatía ya no lo torturaba, su mente estaba totalmente clara, y resultaba

extraño que no sintiera tristeza ni miedo, los malos sentimientos le habían

abandonado.

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Víctor Chávez | El Sueño de los Tiempos (Parte I) 2012

Salió del edificio sin problemas, pero cuando quiso ir por su motocicleta, vio que

ya no estaba. Buscó en sus bolsillos las llaves, pero tampoco había nada. Supo

entonces que lo de la noche anterior no había sido un sueño.

—¿Cómo puede ser que haya otro idéntico a mi? Será mejor que trate de buscar la

forma de contactar a Acán. Espero que esto no cause problemas.

Emprendió su camino a su departamento, con cautela, no quería que los detectives

o la policía lo identificaran. Así que tardaría en llegar a pie a su destino.

III

En otro lugar, un hombre extraño caminaba por las calles, el atardecer era frio y

nublado. Su cabello se alborotaba por el viento, pero no le importaba, metió en el

bolsillo de su gabardina negra, las llaves de su vehículo. Esperaba escondido

detrás de un par de camionetas, observaba fijamente el lugar, como esperando algo

que le diera una señal.

No tardó mucho tiempo ahí, pues de la residencia salió un hombre alto que

reconoció al instante, era el sirviente del padre de Saori, e iba con un muchacho, al

cual cubría, por lo cual no pudo ver su rostro. El sirviente y el otro muchacho,

subieron a una lujosa camioneta y encendieron el motor. Algo le decía que los tenía

que seguir para lograr su objetivo. Regresó rápidamente a la calle anterior y montó

la Tomahawk, encendió en motor y emprendió la marcha para seguir a la

camioneta.

Recorrió unos cuantos kilómetros siguiendo la camioneta, hasta que llegaron a un

lugar que estaba en los límites del sur de la ciudad. Dejó la motocicleta aparcada

unas calles antes y se dispuso a seguir investigando el lugar.

Vio que la camioneta entró en una propiedad que parecía grande, pero muy

rústica. Se dispuso, sin demora alguna a trepar por uno de los muros.

Silenciosamente, entró al lugar. Vio dentro una casa grande, la cual tenía sólo un

par de ventanales y una pequeña puerta. Era muy extraño que gente de clase social

acomodada viviera ahí, así que lo más seguro era que hay algo más ocurría.

Rodeó el lugar para analizarlo, pero todo se facilitó cuando notó una escotilla de

madera que estaba oculta en unos arbustos que nacían al borde de la construcción.

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Víctor Chávez | El Sueño de los Tiempos (Parte I) 2012

Se acercó y vio que estaba abierto, sin duda, quienes entraron a esa propiedad,

habían pasado por aquella trampilla. Abrió la trampilla de madera y sin dudar ni

temer, entró sigilosamente.

No había más que la luz que entraba por la escotilla, la misma que se esfumó

cuando volvió a cerrar la escotilla al pasar.

Se concentró un momento, trató de adaptar su mirada a la oscuridad, pero no era

suficiente, no sabía a qué peligro estaba expuesto, aunque no le preocupaba en lo

más mínimo. Levantó su mano izquierda y se concentró nuevamente. La marca

que tenía en la palma comenzaba a iluminar, un fulgor purpureo luminoso se

manifestó ante él, sin mucho asombro.

—Magnífico< —susurró.

Caminó por unas escaleras que descendían, parecía una altura no mayor a diez

metros, así mismo las escaleras se curvaban hacia la derecha como en forma de

caracol.

Agudizó sus sentidos, para anticipar cualquier movimiento. Escuchó un ruido,

eran voces extrañas, parecía como si susurraran secretos, como si estuvieran

ocultando algo. A su voluntad, hizo que el fulgor púrpura desapareciera. Pero no

quedó de nuevo a oscuras, sino que parecía estar iluminado levemente, al avanzar

unos pasos, vio que había antorchas encendidas en los muros, algo que le parecía

sumamente extraño.

Se detuvo y volvió a escuchar. Esta vez se oía una voz áspera y otra que se oía

joven.

—Debes saber que al pisar este lugar, no hay m{s que dos salidas< —dijo la voz

áspera— Una es la hermandad eterna y la otra<

—Lo sé —contestó la otra voz—. La muerte mortal<

—Es satisfactorio saber que estás dispuesto a dar tu vida, y lo cierto es que tendrás

a cambio una maldición, pero también te dará poder, juventud y secretos de todos

los tiempos.

—Nada me daría más placer.

El intruso se asomó cuidadosamente y notó una estancia muy antigua, con muros

de roca sólidos, del mismo tipo que el suelo. En el lugar vislumbro a varios sujetos.

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Víctor Chávez | El Sueño de los Tiempos (Parte I) 2012

Estaba el sirviente que lo recibió en la Residencia Milán, y dos hombres con capas

que les cubrían el rostro, pero también había tres personas, mismas que había visto

en la boda de Saori. Aquello era sumamente extraño. Sólo había antorchas en los

muros, un altar viejo y con manchas que parecían ser sangre, así como unas

extravagantes copas con incrustaciones de joyas rojizas y azules.

—Bien —dijo uno de los dos encapuchados—. Comencemos con la

transformación<

Uno de los encapuchados se llevó las manos a la capucha y la retiró. Dejó ver su

rostro que iluminaba la luz de las antorchas. Era el hombre que se había casado

con Saori.

—Te encontré maldito< —pensó el intruso.

El otro hombre encapuchado se agachó con una rodilla al suelo, agachando la

cabeza. En ese momento, el intruso quiso acercarse un poco más, y al dar un paso,

no vio que había pisado un trozo de roca, la cual crujió, alertando a los presentes.

—¡Hay alguien aquí! —dijo uno de los presentes.

—Será mejor que salgas —dijo el esposo de Saori—, o si no<

El recién llegado no vaciló, se mostró al instante sin miedo, al contrario, parecía

satisfecho de haberlo encontrado. Los presentes voltearon a verlo, incluyendo al

encapuchado, que no dejó ver su rostro.

Miró fijamente a su objetivo, con una sonrisa soberbia.

—¡Vaya! —exclamó Richard— Pero si es el ex novio de mi esposa. No lo traten mal

muchachos, conservemos la diplomacia.

No dijo nada, sólo contemplaba los movimientos de los que estaban presentes.

—Hermano —dijo otro— déjame ocuparme de este< problema.

—De ninguna manera, es mi invitado, yo personalmente me ocuparé de él. Se

merece toda mi atención.

—Entendido< pero ¿Qué hacemos con<?

—Será otro día, váyanse todos, déjenos solos.

—¿No quieres que nos quedemos a<?

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Víctor Chávez | El Sueño de los Tiempos (Parte I) 2012

—¡No! Dije que se largaran todos.

Cuando Richard levantó la voz, al momento todos se fueron. Salieron pasando al

lado del invasor. El encapuchado al pasar a su lado emitió una risa burlona,

arrogante. Al fin quedaron los dos solos.

Richard caminó dando la espalda a su contrincante, quien no había dicho una sola

palabra.

—Supongo que estás aquí por Saori —dijo Richard pero no recibió respuesta—.

¿No vas a hablar? ¿No vas a decirme a que has venido?

—Claro —hablo por fin el clon—. Vine a matarte.

—¿Qué tú vas a matarme? —rió Richard— Eso es algo muy< ridículo. Ver{s, tenía

pensado perdonarte la vida, al menos por unos meses, pero has estado

entrometiéndote en donde no debes niño.

—Entonces creo que tenemos algo en común.

—Tú tienes sed de venganza y yo< sed de sangre.

El clon de Alecz tranquilamente se despojó de su gabardina y sin chistar se

precipitó rápidamente sobre Richard, impulsando su brazo con mucha fuerza para

dar un severo golpe con el puño, pero su objetivo se movió muy rápido, tanto que

casi no pudo verlo. Observó detrás de él, y su oponente estaba del otro lado de la

habitación detrás de él.

Al percatarse de su rapidez, su gesto parecía más serio, pero no preocupado.

—Hay cosas en este mundo que no deberías saber Alecz. Recuerda que la

curiosidad mató al gato.

—¡Ja! Los gatos tienen siete vidas, así que creo que sacrificaré unas cuantas.

—Verás, tu amada, sacrificó su propia vida por ti. A cambio le pedí que fuera mi

esposa y ella es ahora parte de nosotros.

—¿De ustedes?

—Así es, somos inmortales, máquinas asesinas, sólo necesitamos una cosa para

vivir.

—Sangre< ustedes son<

—No hace falta que lo digas. Ahora, si me disculpas, tengo una agenda muy

ajustada así que terminemos de una vez.

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Víctor Chávez | El Sueño de los Tiempos (Parte I) 2012

Richard se movió con una rapidez increíble y en menos de un segundo estaba

enfrente del clon quien parecía sorprendido. Al momento, Richard con un rápido

movimiento lo lanzó por los aires contra el muro, azotando fuertemente. Tardó

unos segundos en incorporarse, pero se puso de pie.

—Eres muy extraño< y fuerte —dijo Richard—. Cualquiera estaría noqueado por

ese golpe.

—Parece que no soy el único monstruo aquí.

El clon se concentró nuevamente en la marca de su mano, pero el resplandor

púrpura ya no aparecía. Eso lo hizo enojar mucho así que se lanzó de nuevo contra

su enemigo, quien esta vez no se movió, dejándose propinar un fuerte golpe en el

rostro. Pero no le hizo ningún daño.

—Jajaja< —rió Richard— Parece que no comprendes. Estás enfrente de una de los

seres más poderosos de la historia del mundo, y será un placer para ti, morir en

mis manos.

Richard sonrió y dejó ver en su sonrisa unos dientes muy afilados y grandes, eran

colmillos. Sus ojos se tornaron del color del fuego y su piel se hizo más pálida de lo

que parecía. Se acercó nuevamente hasta el clon, pero esta vez lo apresó del cuello.

Al verse amenazado, el clon trató de liberarse, poniendo sus manos sobre el brazo

de Richard, y de pronto, sintió un arranque de furia, soltando una fuerte patada

sobre su agresor, lanzándolo unos metros hacia atrás.

—¿Qué? De pronto soy más fuerte —pensó.

—No sé cómo lo hiciste, pero ya me has hecho enfurecer —dijo Richard.

Esta vez, Richard trató de darle un golpe mortal, pero su oponente detuvo el

impacto con sus brazos, sin provocarle daño alguno. Al percatarse de que no le

hizo ningún daño, Richard comenzó a propinar varios golpes, pero el clon los

evitaba con agilidad, respondiendo de la misma manera.

Era claro que las fuerzas se habían igualado, era posible que el clon fuera más

fuerte o que Richard se había hecho más débil. Eso no le parecía muy favorable

para Richard.

—Si bebo tu sangre, sé que será muy interesante —dijo Richard.

—inténtalo.

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Víctor Chávez | El Sueño de los Tiempos (Parte I) 2012

El clon intentó nuevamente concentrarse en la marca de su mano, y esta vez el

brillo emergió rápidamente. Aprovechó el acercamiento de Richard y extendió su

mano, de la que salió una potente ráfaga de luz púrpura, la cual impactó a Richard

volviendo a lanzarlo del otro lado de la estancia. La ignición provocó tal daño que

esta vez, Richard se quejó.

Sabía que estaba en peligro. Y que aquel no era un mortal un hombre normal. Algo

debía de presentir.

—Ya veo, eres uno de esos< “mensajeros” que envían para cazarnos.

—No sé de qué demonios hablas —respondió el clon.

—Ya me habían hablado de seres como tú. Pero siempre creí que eran mitos.

—Lo mismo digo.

Richard rió, confiado y se aventuró una vez más a atacar. El clon quiso

nuevamente lanzar otra ignición, pero nuevamente, falló. Richard aprovechó el

momento y esta vez se posicionó detrás de él, con un brazo lo apresó del cuello y

con la otra mano, forzó a mover su cabeza, dejando su cuello tenso.

—Di adiós< Alecz.

Richard abrió su boca, mostrando su dentadura filosa, disponiéndose a morder a

su adversario. Mientras que él trataba nuevamente de liberarse con sus manos. De

pronto algo ocurrió. Los colmillos de Richard desaparecieron, su piel se volvió más

colorida y sus ojos volvieron a ser del mismo tono que antes. Richard soltó a su

presa y retrocedió, asustado.

—¡Maldito! —gritó Richard— ¿Qué es lo que has hecho?

—No lo sé, pero ya no pareces muy poderoso<

—¿Qué clase de criatura eres? —dijo tratando de incorporarse.

Richard comprendió que su fin estaba cerca, no tenía energía para seguir peleando

con el clon, y tal parecía que éste, estaba dispuesto a asesinarlo. No le quedó más

que resignarse.

—Jajaja —rió— Quiz{ puedas matar mi cuerpo< pero ella ha bebido mi sangre. Es

portadora de mi linaje< Ahora, toma lo que has venido a buscar<

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El clon, no comprendió lo que le decía, pero no le interesaba mucho, se acercó a

Richard y se puso a sus espaldas.

—Pero< —dijo Richard— Te aseguro que no llegarás muy lejos. Él te encontrara

cuando despierte y desear{s no haber existido< Alecz.

—Odio ese nombre.

Tomó a Richard por su cabellera y de un solo movimiento con su mano, cercenó su

cuello, desprendiendo su cabeza de su cuerpo. La sangre que se derramaba era de

un rojizo pero muy oscuro, casi negro como vino, pues era muy volátil y se

disolvía rápidamente.

El clon arrojó la cabeza de su adversario y sintió algo muy peculiar. Se sentía

totalmente inundado de una energía extraña, pero placentera. Notó que su energía

aumentaba cuando tocaba a Richard con la mano donde portaba el símbolo,

descubrió entonces, que había absorbido su energía y era por eso que se debilitaba.

También pensaba en la manera en que no pudo causar una ignición y dedujo que

se debió a que utilizo su poca energía en iluminar su paso al entrar en aquél lugar.

De ser así, había descubierto una fuerte enorme de poder. Aquellos monstruos

debían tener también energía como la de Richard. Así que un pensamiento asaltó

sus sentidos.

—Tengo que encontrarlos< y acabarlos uno a uno. Saori me ayudar{ a

encontrarlos.

Y salió de aquel lugar, notando que no había nadie cerca. Los hermanos de Richard

debían haberse ido de ahí, pero no tardarían en regresar. Seguramente se

enfurecerían al encontrar a su hermano destruido e irían todos a por él. Y pensó

que quizá no tenía el poder suficiente para enfrentarlos a todos a la vez.

Caminó de vuelta hasta donde había dejado su vehículo y se dispuso a regresar al

departamento de Alecz para ver su agenda y tener el número y dirección de los

familiares de Saori.

Él había descubierto en aquel momento que existían seres muy extraños, de los

cuales tenía que cuidarse. Además pensaba que la energía que tenía se acababa

cuando utilizaba su energía, tenía que ser cuidadoso, pues sabía que había iniciado

una guerra contra los bebedores de sangre.

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Capítulo XVI.- Del Amor, el Perdón y el Poder

I

Llegó a su departamento un par de horas después, observó el edificio para ver si

había alguien que lo viera, pero al parecer todo estaba tranquilo. La detective

Barthlay no creería que él se atrevería a regresar al lugar del crimen.

—Tengo que ir a ver qué sucedió con mi< amigo.

Con mucho cuidado, entró al edificio, subió las escaleras y se dirigió a la puerta de

su departamento. Notó, que era raro, que no hubiera nada ahí, ni cintas de

seguridad o que estuviera cerrado. Abrió la puerta sin usar siquiera la llave y vio el

lugar, sin comprender. El lugar estaba ordenado y limpio. Sin embargo, los objetos

que había destrozado la noche anterior ya no estaban, pero tampoco estaba una

sola mancha de sangre de su amigo. Era muy extraño, pero tenía otras cosas que le

ocuparan la mente.

—Sé que ahora est{s en un lugar mejor< hermano —pensó—. Tú no verás las

cosas horribles que pronto sucederán, eres bienaventurado. Espero, cuando

volvamos a vernos en la eternidad, me puedas perdonar.

Sacó de su armario, una maleta grande y comenzó a llenarla con toda su ropa.

Colocó con cierta nostalgia, un álbum de fotografías que Saori le había regalado, en

él habían fotos de sus mejores años de vida, y al recordar, sonrió.

Estaba por retirarse para siempre de aquel departamento, la puesta de sol se

dibujaba por el horizonte. Antes de salir, hubo algo que llamó su atención. Su

teléfono estaba descolgado, cosa que le pareció extraño. Se preguntó si sería

posible que alguien haya husmeado en sus mensajes de voz.

Colgó el auricular y presionó un botón, se repitieron dos mensajes, que al parecer

ya habían sido escuchados por alguien más. El primer mensaje, era del Doctor

Frank.

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Víctor Chávez | El Sueño de los Tiempos (Parte I) 2012

—Alecz, habla Frank —se oía con voz seria—. Es importante que vengas a verme,

no te he encontrado en tu departamento, por favor, en cuanto escuches este

mensaje, sal de inmediato a verme.

Al terminar el mensaje, Alecz pensó, que era justo que se despidiera de Frank, que

tanto le había ayudado en la vida. Se dirigiría de inmediato hasta su casa, pero el

siguiente mensaje, hizo que sus planes cambiaran totalmente.

—Hola< —se oyó una voz débil, una voz de mujer; y su corazón dio un vuelco—

¿Alecz? Soy yo< Saori. Sé que quiz{ no es buen momento, y te pido una disculpa,

pero< necesito verte, creo que tú debes saber algo. Te espero esta noche en Las

Cumbres, ve solo y< te ruego que no faltes.

Estaba intrigado, su voz se oía muy diferente. ¿Qué era lo que Saori tenía que

decirle? Apenas la noche anterior ella estaba enfurecida y le pidió que jamás la

molestara. Quizá había algo detrás de todo esto. Tenía que ir a Las Cumbres, para

desvelar una verdad que ansiaba tanto.

Así, de repente, lo asaltó uno de aquellos sueños, a los que ya se había

acostumbrado. Esta vez la visión fue muy rápida. Aquel clon que había visto,

llegaba en su motocicleta a un lugar solitario y oscuro, reconoció de inmediato el

lugar, luego, vio a Saori, que parecía triste, aquel hombre se acercó a ella y su

mirada diabólica lo hizo estremecer. Despertó de pronto.

—¡No puede ser! Tengo que llegar a Las Cumbre antes que él.

Se asomó cuidadosamente por la ventana a través de la persiana y notó que del

otro lado de la calle estaba estacionado un auto. Observó con atención y vio que en

el interior a alguien sospechoso se asomaba por momentos. Reconoció de

inmediato a la detective Barthlay.

—¡Maldición! —se dijo a sí mismo— No dudar{ en darme un tiro en la cabeza<

¿Qué haré?

De pronto se le vino una idea a la mente. Tenía que engañar a los policías, pero

tenía que poner en pr{ctica una de sus facultades sobrenaturales<

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Víctor Chávez | El Sueño de los Tiempos (Parte I) 2012

Se dirigió al interruptor y encendió las luces del departamento, para alertar a

propósito a los detectives que estaba observando el lugar. Luego tomó su

chaqueta, se amarró el cabello y se dirigió a la ventana. Se quedó viendo hacia el

auto de los detectives a propósito para que ellos supieran que los había visto. Y así

fue, La detective Barthlay, vio que Alecz se había percatado de que estaban

esperándolo, así que ambos policías salieron a su encuentro rápidamente, su

reacción fue tan inmediata que olvidaros poner seguro a los puertas del auto.

Entraron al edificio y en la planta baja la detective Barthlay comenzó a delegar.

—¡Sergio! ¡Quédate aquí y procura que no escape! No le quedará más que bajar

por las escaleras o el ascensor.

—Entendido.

—No dudes, dispara si es necesario. Recuerda que es muy ágil y peligroso.

La detective subió y entró al departamento con el arma lista, buscó en cada rincón

del lugar, pero no encontró nada. Solamente le llamó la atención que el lugar

estaba intacto, como si ahí no hubiera pasado nada, pero no le dio más

importancia, le preocupaba más que escapara Alecz.

Bajó por las escaleras y miró en cada piso, pero no notó nada sospechoso. Hasta

que llegó de nuevo hasta la planta baja. Miro a su colega, pero no hubo novedad.

—Ese bastardo escapó —dijo ella.

—Debe haberse escondido en algún lugar.

Salieron de pronto del edificio y Sergio se dirigió hacia detrás del edificio y vio una

escalera de emergencia llegaba hasta el piso donde estaba el departamento de

Alecz. La puerta estaba abierta.

—Escapó por la escalera de emergencia —dijo Sergio.

—¡No puede ser, vamos al auto!

Salieron del edificio a toda prisa y abordaron el auto. Sergio sacó las llaves de su

chaqueta y se dispuso a poner en marcha el auto.

—Buenas noches —dijo de pronto una voz en la parte trasera del auto.

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Víctor Chávez | El Sueño de los Tiempos (Parte I) 2012

Alecz estaba en el asiento trasero. En sus manos tenía un arma, con la cual

apuntaba hacia los detectives. Andrea intentó sacar su arma, pero no tuvo

oportunidad, Alecz acercó el arma hasta su nuca.

—Ni siquiera lo piense detective —dijo Alecz— Sé que no le importaría si arriesga

su propia vida con tal de matarme, pero< ¿y si arriesga la de su compañero?

Alecz dirigió el arma a la cabeza de Sergio, quien se sentía tan imbécil, pues no

había notado cuando Alecz lo despojó de su arma. Andrea hizo un gesto de

angustia, y llevó sus manos al frente.

—Muy bien detectives —dijo Alecz—. Sólo hagan lo que les indico y nadie saldrá

lastimado.

—¿Por qué te creeríamos? Eres un asesino y un demente.

—Bueno, creo que hay muchas cosas que ignoran, pero, no soy un asesino. En

cuanto a lo demente< creo que aún tengo dudas. Como sea, no tienen otra opción.

Ambos lleven lentamente las manos hacia enfrente.

Los detectives obedecieron las indicaciones de Alecz, pero Andrea estaba muy

nerviosa, parecía que en cualquier momento haría un movimiento.

—Ahora detective Barthlay. Con su dedo meñique izquierdo va a tomar su arma y

me la va a entregar. Pero tenga cuidado, cualquier movimiento puede terminar en

una desgracia para su colega.

Y así lo hizo, le dio el arma y volvió a poner sus manos en el tablero del auto,

agachando la cabeza.

—Bien —continuó Alecz—. Gracias por cooperar. Verán, necesito su ayuda.

—¿Para que? —preguntó Andrea con sarcasmo— ¿Para asesinar a más inocentes?

—Comprendo su posición Agente, pero debe saber que no soy yo el asesino,

tenemos que llegar con él antes de que asesine a otra persona.

—¡Ja! —exclamó ella— ¿Crees que vamos a creerte? Estás totalmente loco. No

tienes escrúpulos.

—Si fuera un asesino sin escrúpulos, ya estarían ambos muertos. Ahora, va a

dirigirse a Las Cumbres. Apaguen el radio de policía y vayan discretamente, no

queremos que escape.

—No vamos a caer en su juego.

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Víctor Chávez | El Sueño de los Tiempos (Parte I) 2012

—Sé que sonará loco, pero están sucediendo cosas extrañas. Si no me creé, quizá

pueda convencerla con un método poco ortodoxo.

—¿Y como harías eso?

—Yo< tengo una capacidad sobrenatural, para ver hechos pasados y futuros,

quizá pueda saber algo de usted.

—Estás totalmente chiflado.

—Bien, veamos, nunca lo he hecho a voluntad, pero lo intentaré. Con el único fin

de que confíen en mi.

—No podemos confiar en ti mientras nos estés apuntando con esas armas.

—Eso< es por precaución.

Alecz se concentró sin cerrar los ojos, miró por el retrovisor los ojos de Andrea y

casi al momento unas imágenes vinieron a su mente.

Era una pequeña, tenía aproximadamente 9 años, estaba con su padre y su madre,

y había otro niño más pequeño, parecía ser su hermano. Era de noche y al parecer

por los adornos de las calles, era navidad. Había luces de colores, gente con regalos

en los brazos y abrigos. Ella caminaba de la mano con su madre y el otro pequeño

con su padre. De pronto, alguien a sus espaldas, eran dos hombres atacaron por la

espalda a su madre, para despojarlo de sus pertenencias. Su padre y los hombres

forcejearon y uno de ellos sacó un arma de fuego y le disparó en la sien, al ver esto,

la mujer quiso hacer algo por su esposo, pero igualmente recibió un impacto en el

pecho, justo en el corazón. Andrea y su pequeño hermano estaban muy asustados,

comenzaron a llorar. El cuerpo de su padre estaba ya inerte, pero su madre estaba

agonizando. Andrea la sostuvo en sus manos, llorando con mucho miedo.

Personas acercaban a ver lo ocurrido y alguien salió corriendo por ayuda. Su

madre tomó las manos de sus dos pequeños y una lágrima escurrió por su mejilla.

—Andrea< mi princesa, no olvides que< los amamos, cuida mucho< a < tu

hermano<

Una vez que dijo esto, murió. La policía llegaba al lugar y apartaron a los

pequeños. Alecz al volver en sí, dejó escapar una lágrima. Vio a la detective que

estaba agachada, no habían pasado más que unos segundos.

—Ahora sé< o me imagino el porqué eres policía.

—¿Qué dices? Estás loco.

—Sé lo de tus padres y lo de tu hermano<

—¡Cállate! Tú no sabes nada.

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Víctor Chávez | El Sueño de los Tiempos (Parte I) 2012

—Está bien. Creo que es algo que no debo mencionar.

Alecz pudo sentir las emociones de Andrea al escuchar aquello. Pensó que sería

prudente enfocarse en el problema, pues el reloj corría. Su clon iba a encontrarse

con Saori. Creía que si era una parte de él mismo, no le haría nunca daño alguno a

ella. Aún no sabía si el clon era maligno o que intenciones tenía, pero no quería

arriesgarse.

—Hay< otro hombre idéntico a mi —dijo Alecz seriamente.

—¡jaja! —se burló Sergio— Ahora resulta que tienes un gemelo y es culpable de

todo ¿no?.

—La verdad, es que no tengo idea de quién sea, o si es culpable, pero, temo que si

no me apresuro, pueda pasarle algo malo< a< Saori.

—¡Eureka! —dijo Andrea— La señorita Milán es tu objetivo ¿cierto? Sólo nos

utilizas para llegar a ella.

—No, de ningún modo, jam{s le haría daño. Yo< la< amo. Por favor detective, no

quiero herir a nadie, créame, si fuera así, los habría asesinado y me llevaría su auto.

Pero no les ahría daño, a menos que no tenga alternativa.

—Okay —dijo por fin Sergio— Te llevaremos.

—¿Cómo que lo llevaremos? También te has vuelto loco.

—No, en absoluto —dijo Sergio—. Pero, no tenemos muchas opciones.

—Has lo que quieras, pero, esto no es por voluntad mía.

—Vayan discretamente a Las Cumbres, por la vía más rápida. No tenemos mucho

tiempo.

Sergio emprendió la marcha hacia el lugar mencionado. No sabían que esperar,

pero sí estaban seguros que habían cosas muy extrañas. Andrea simplemente,

suspiró.

II

Mientras tanto, en Las Cumbres El viento comenzaba a arreciar sobre los árboles

del lugar. No había personas ahí, más que una extraña joven, que estaba

contemplando el cielo nublado, sin duda sabía que se aproximaba la lluvia.

Saori, estaba varada. Su semblante era extraño, muy tranquilo. No parecía

angustiada ni impaciente, era como si el tiempo para ella le fuera indiferente. Su

mirada parecía totalmente vacía, no expresaba nada, era como si su alma no

viviera ya en su cuerpo, como si no fuera ella misma.

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Víctor Chávez | El Sueño de los Tiempos (Parte I) 2012

El rugido de un motor la alertó. La lujosa Tomahawk, donde vio llegar a Alecz la

noche de la graduación se detuvo a unos metros. Ella se viró quedando de frente a

él. El recién llegado sonrió al verla.

El cielo lanzó un bramido, que anunciaba una lluvia con relámpagos. Una gota de

lluvia, acarició la piel blanca de Saori, que no llevaba abrigo. Él descendió de la

motocicleta, su cabello suelto danzaba con el fuerte viento. Caminó hacia Saori, sin

decir una sola palabra.

—Gracias —dijo Saori con una voz melódica—. Sabía que vendrías< a pesar de

todo.

Él no dijo nada, se limitó a escuchar lo que ella tenía que decirle, no quitaba su

mirada de los ojos de ella.

—Bien< —continuó ella— Te preguntarás que es lo que sucede. Y creo que hay

muchas preguntas que necesitan respuesta. Y yo creo que es lo menos que puedo

hacer por ti.

Saori caminó hasta quedar sólo un par de pasos de él. Lo miró fijamente a los ojos,

pero su expresión vacía seguía siendo la misma. Sus ojos color miel centellearon.

—Alecz< ¿recuerdas la vez que estuvimos en Petal Road?

Él asintió.

—Esa vez, te dije que nunca olvidaras, que pasara lo que pasara, nunca olvidaras

una sola cosa< que siempre te amaría. Yo< lamento todo el daño que te he hecho.

Todo lo que he hecho, tiene una razón. No te pido tu perdón, porque no lo

merezco. Pero< mi deseo es que no sufras m{s.

—¿Cómo lograrías eso? —habló por fin.

—Poco a poco, pierdo mi humanidad< mi alma. Pronto no sentiré amor, ni

felicidad. Por eso, quise pasar esta noche contigo.

Él no dijo nada, se limito a verla. Mientras ella se acercaba más y más, hasta que lo

abrazó. Él se quedó ahí, sin moverse, con la mirada distante< indiferente.

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La lluvia, en ese momento comenzó a caer más y más. El lugar apenas se podía ver,

por la luz del faro de la motocicleta. Saori pensaba muchas cosas en ese momento,

mientras lo abrazaba con pasión, su rostro estaba justo en el cuello de su

acompañante. Él sentía el cuerpo de Saori, que era muy frio y parecía tener mucha

fuerza, entonces recordó las palabras de Richard.

—Alecz< Busca la felicidad< —dijo ella con un suave susurro—Perdóname por

lo que haré.

Los ojos de Saori brillaron en ese instante y cambiaron de color como el fuego.

Abrió su boca y mostró una dentadura filosa y amenazadora, se dispuso a

morderlo.

Un relámpago iluminó aquel solitario lugar e hizo temblar el suelo con su

estruendo. Uno de los m{s temibles sueños de Alecz se había cumplido<

La sangre escarlata se derramaba en el suelo mojado. Un gemido de dolor ahogado

apenas se oía.

—Aghh< —gimió— ¿Cómo<?

Ella lo vio a los ojos, con tristeza y notó un extraño brillo púrpura. Entonces se

sabía que algo aún más extraño sucedía.

La energía corría por todo su cuerpo. Era una energía joven y pura, lo hacía

sentirse extasiado. Saori volvió a su estado normal. Sus ojos volvieron al mismo

color miel de antes, sus colmillos desaparecieron, su cuerpo se sentía un poco

cálido. Y en su vientre, tenía atravesado el brazo de aquel que había intentado

morder. Él había absorbido toda su energía vital a la vez que la asesinaba

cruelmente.

Retiró su brazo, dejando una notable herida en su cuerpo. Ella caía hacía el suelo,

pero él la sostuvo, la tomó entre sus brazos y la deposito suavemente en el suelo,

apreciando como su mirada regresaba a ser como antes.

—¿P-por.. q-que? —dijo ella con dificultad.

—Perdoné tus humillaciones, tu rechazo< Pero no puedo perdonar tu traición

—A<lecz<

—¡No! Mi nombre es< Aleph.

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Víctor Chávez | El Sueño de los Tiempos (Parte I) 2012

Ella comprendió entonces que aquel, no era la persona que esperaba. Era un

impostor, un monstruo diferente, que tenía su forma. No alcanzaba a comprender

lo que sucedía.

El se levantó y la dejó ahí, en un charco de lodo y sangre, agonizando; esperando el

momento del óbito.

III

—Es por aquí —dijo Alecz con el arma en sus manos.

—¿Cómo sabes?

—Aquí fue nuestra< primera cita.

—No vengas con tus cursilerías —dijo Andrea fastidiada.

Ella no acababa de creer la historia que Alecz venía contándoles, así que algo se le

ocurrió para tratar de desenmascarar su farsa.

—Veamos< Alecz. Si todas las tonterías que dices son verdad< Muéstranos tu

pecho.

—¿Por qué haría eso?

—Para confiar en ti. Creo que te quedó la herida de una bala. Aunque es muy

extraño que te veas tan sano.

Alecz recordó aquel encuentro, aunque muy poco. Con una mano seguía

apuntando y con la otra se levantó parte de su ropa, para mostrar el torso.

—No puede ser< —dijo Andrea atónita—. No hay< ninguna herida. Entonces<

—Es difícil de explicar, pero si todo sale bien< les revelaré muchas m{s cosas.

Ahora hagamos lo siguiente.

Bajo del auto e indicó a los detectives que hicieran lo mismo, se acercó a Andrea y

le dio las armas tranquilamente. Ella se quedó pasmada, sin decir una sola palabra.

—¿Porqué lo haces? —preguntó Sergio.

—Quiero que confíen en mí, no sé qué es lo que ocurre. Pero si es necesario,

deberán defenderse. Si con esto aun no creen en mí, lo entenderé, sólo

permítanme< procurar el bien de< ella.

—Haz lo que tengas que hacer< Alecz.

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Víctor Chávez | El Sueño de los Tiempos (Parte I) 2012

—Pero te estaremos vigilando de cerca.—puntualizó Andrea.

Alecz les sonrió con estima. Se dispuso a caminar por una vereda pequeña y algo

llamó su atención. Su empatía estaba al tope, había un huracán de sentimientos.

Tristeza, miedo, angustia, frustración. Alguien estaba ahí cerca< y necesitaba

ayuda.

—¿Saori? —dijo Alecz.

Caminó un poco más. Fue entonces que la pudo ver, bajo la lluvia y los

relámpagos. Su corazón parecía querer escapar de su pecho al verla en aquel

estado. Entonces comprendió que los sueños que había tenido, ahora se hacían

realidad. Recordó la noche que soñó un lugar parecido, vio una lápida con su

nombre. También recordó que había soñado con algo más, la tumba de su amigo

Efraín. Se sintió morir.

Rápidamente se acercó a ella y la tomó entre sus brazos, ella aún vivía, aunque

parecía perder poco a poco la conciencia. Los detectives vieron lo que sucedía y se

quedaron atónitos. Sergio sacó su móvil, pero no tenía señal. Así que corrió hasta

el auto para tratar de utilizar el radio.

—¿A<lecz? —dijo ella con una muy débil voz.

—Sí, soy, yo< P-pero< ¿Qué< te han hecho?

—Yo< lo siento< p-perdóname< s-siempre te amé<

—Te amo<, mi nena de ensueño< siempre lo haré —dijo derramando abundantes

lágrimas.

Ella utilizó su último aliento para acariciar el rostro de Alecz y soltar la última

lágrima cálida. Él, inundado en lágrimas, acercó sus labios a los de Saori y se

despidió de ella con un beso. Aquel instante fue algo que nunca había sentido,

pudo sentir que Saori se llenaba de felicidad, estaba feliz de morir en sus brazos, su

alma irradiaba un inmenso amor, que nunca había sentido. Supo en ese momento

que ella siempre lo amó, quizá más que a cualquier otra cosa en su joven vida. Y

ahora ella tenía que irse.

Su empatía se disolvió de pronto y a su mente hubo una revelación. Tuvo un sueño

como jamás lo había tenido. Pudo ver, lo que Saori había vivido en sus últimos

meses de vida.

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IV

Ella estaba en su habitación una tarde. Su tía le hablaba de los planes que su padre

tenía para ella.

—Él quiere que tengas una familia de buen nivel.

—Pero yo no quiero casarme con ese hombre.

—Ese hombre es un diplomático, muy influyente y acaudalado.

—No me interesa que sea el rey del mundo, es más, sentí miedo cuando lo conocí.

—Es una buena persona, de otro modo, tu padre no lo contemplaría.

—Quiz{ lo sea, pero no puedo comprometerme con él, yo tengo a<

—Ya te he dicho que ese muchacho no es bueno para ti. No tiene familia, ni buena

clase social, no es más que un vago.

—¡Él no es un vago! —dijo Saori ofendida.

—¿No? Sus ropas oscuras y su cabello largo, ¿Qué otra cosa puede significar?

—¡Basta! —dijo Saori y se levantó de su asiento— No lo conoces, y no me importa

lo que piensen de él. A él lo amo por lo que es< no por lo que tiene.

Alecz vio aquel pasaje de la vida de Saori. Sabía que su familia no lo aceptaba por

su condición social, más sin embargo, a ella nunca le importó. Ella en verdad lo

amaba porque sabía que era una persona única y especial, no necesitaba nada más.

Luego, todo el escenario cambió mágicamente. Estaba en Chiapas, dentro del

templo de las inscripciones. Alecz se había desmayado y ella se asustó mucho,

tanto que no pudo contener el llanto. Efraín ayudó a sacarlo de ahí y lo llevaron al

campamento. Alecz pudo ver en su visión, que ella no se apartó de él ni un solo

instante. Lo miraba con tanta pasión y ternura que se conmovió.

De pronto el momento cambió. Apreció el momento, en que Alecz le había

propuesto matrimonio. Pudo sentir con su empatía, todo lo que ella experimentaba

en su alma. Vio cuando ella se quedó sola, buscando entre la oscuridad a Alecz.

Ella vislumbró su silueta y se lanzó tras de él, muy asustada. Él estaba en un trance

y los relámpagos caían alrededor de ella, como queriendo impedir su avance. Pero

a ella no le importaba nada, ni siquiera que un rayo le cayera encima, con tal de

llegar a su prometido. Alecz veía y sentía lo mismo que Saori en aquel momento,

caía una y otra vez, se rasgaba con los arbustos y el miedo la consumía, pero seguía

intentando. Supo, que Saori había presenciado el momento en que estaba con los

Señores de la Luz y cuando desapareció en la nada. Ella sentía morirse en ese

momento.

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Víctor Chávez | El Sueño de los Tiempos (Parte I) 2012

Otro recuerdo se manifestó en su visión. Ella soñaba, algo muy triste, Alecz

caminaba solo por el bosque y ella no podía alcanzarlo, de pronto, ella lo

encontraba pero estaba inerte. Era un sueño que a ella le hacía mucho daño, le

hacía recordar que había perdido a su prometido.

Luego la visión se tornó más preocupante. El siguiente pasaje era cuando Saori

estaba desesperada y recurrió a llamar a Richard, esperando que él pudiera

ayudarle. Ella sabía que Richard era un hombre muy extraño, pero eso era poco

relevante, siempre que pudiera ayudarle a volver a estar con Alecz.

Vio el momento en que ella le dijo que era lo que pasaba. Y lo que había originado

tantos problemas.

—¿Qué darías por tenerlo de vuelta? —dijo Richard.

—Yo< daría mi alma —respondió Saori.

Richard manipulaba el momento, para tener a Saori acorralada. Él la veía como

una joya muy valiosa. Pero la inocencia de ella y su inmenso por Alecz, no le

permitían limitarse.

—Si puedo hacer que regrese< ¿Serías mi esposa? —dijo Richard con malicia.

Ella se sintió como si le oprimieran el corazón, y Alecz podía sentirlo también al

ver esa revelación. Saori no quería dar su vida por nadie que no fuera Alecz, así

que dudó.

—Yo< no estoy segura. Debe haber otro modo<

—Sólo eso. Si está vivo, te aseguro que lo encontraré. Pero si él no lo vale< te

comprendo.

—No repitas eso< —dijo Saori, disgustada— Él es lo único que vale en mi vida.

Así que< lo haré, si lo encuentras vivo< seré tu< esposa.

Richard sonrió burlonamente. Había logrado que Saori cayera en su trampa. Y ella,

sintió, que desde ese momento, había traicionado a su prometido perdido.

Alecz, al ver todos aquellos sucesos, sentía como si le oprimieran el corazón.

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El escenario cambió. Esta vez, estaba Saori hablando con Richard sobre algo que

estremeció su corazón.

—Señorita Milán —dijo Richard—. Es un gusto verle.

—Ehm< si, gracias.

—¡Que te ha contado tu< querido?

—Él< no recuerda nada. Pero est{ sano y salvo. Siempre te agradeceré por esto.

—Ha sido muy difícil recuperarlo. Ciertos< enemigos se lo habían llevado y

tenían planeado hacer cosas muy horribles con él. Me alegro de que esté bien.

—Si, ehm< claro. Respecto a lo del compromiso< Creo que no podré.

—Oh, Saori, creo que no entendiste los términos de este convenio. Verás, éste no es

un contrato que puedas romper o anular con un buen abogado. Así que< no hay

otra salida, he cumplido mi parte y espero que cumplas la tuya.

—¡No! —levantó la voz— No puedes obligarme a hacer algo que no quiero.

—Bien, entonces, creo que el bien obtenido, debe ser< eliminado.

—¿Es una amenaza?

—No. Más bien, es una advertencia. Y créeme, cuando digo eliminar, literalmente

es eliminar.

—¿Cómo puedes hacer esto? Lo que haces es inhumano.

—¿Y quien dijo que era humano?

Richard se acercó a ella y vio que su mirada era diferente, sus ojos brillaban y su

mandíbula había cambiado; mostraba unos filosos colmillos. Saori retrocedió

aterrada.

—¿Qué< eres tú?

—Soy alguien que puede hacer mucho por ti, pero igual puedo quitarte todo.

—¡No! ¡Por favor no me hagas daño!

—Tranquila< sólo quería que supieras, que no me gustan los juegos tontos. Haz lo

que te diga y no te haré daño.

—S-sí< haré lo que quieras, pero no me lastimes.

—Si te rehúsas o te pasas de lista, iré primero por ese muchacho que tanto quieres,

luego iré por tu padre, tu tía y tus amigos<

—No les hagas daño< haré lo que me pidas.

—Bien, veo que ahora nos entendemos. Escucha con atención. Primero tendrás que

acabar tu relación con< Alecz. Lo rechazar{s a como dé lugar, ser{ por su propio

bien. Nos casaremos tal como tu padre querría y estarás feliz para no levantar

sospechas. Todo debe ser muy discreto, nadie debe de saber de esto, ni siquiera tu

mejor amiga. ¿Ha quedado claro?

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—S-sí< —dijo ella asustada.

Al instante, los recuerdos se mezclaron. La primera vez que Saori lo rechazó, la

noche en que asistieron al baile de graduación, la forma en que Saori lo vio llegar

con Juliette, el momento en que perdió el control y la arrojó contra los cristales; vio

el momento en que irrumpió en la boda.

La siguiente imagen que le vino a la mente, fue cuando Saori era transformada.

—No va a dolerte mucho< bueno, sólo un poco.

Saori estaba muy triste, además de asustada. Ella sabía que tenía que hacer lo que

le pidieran, siempre que no lastimaran a Alecz y a sus seres queridos.

Richard la sostuvo, tenía una enorme fuerza, fácilmente sostuvo su cabeza para

que ella mostrara su cuello. Él la mordió con sus filosos colmillos, mientras

agonizaba, tanto su cuerpo, como su ya maltrecha alma.

Ella se levantó y vio a su alrededor. Saori se había transformado en un ser maldito.

Su mirada era diferente, era como si estuviera muerta en vida. Alecz vio todo esto

en una sola fracción de segundo.

La vista volvió a la realidad. Las visiones mostraban los hechos que hicieron que

Saori llegara hasta ese punto, que llegara hasta su muerte. Una muerte que Alecz

había presagiado y que no pudo evitar.

Comprendió entonces, todo lo que había sucedido entre los dos. Entendió el

porqué Saori lo rechazaba, el porqué su sentir frente a él. Ella no le tenía miedo a

Alecz, sino que tenía miedo de que algo le pasara, ella no lo odiaba, sino que

quería apartarlo de ella por su propio bien. Ella deseaba con el alma estar al lado

de su verdadero prometido. Ella había deseado dejar su cómoda vida de princesa y

escapar con Alecz a cualquier lugar que él decidiera, pero siempre con él. Sus

últimos días de vida, fueron un total infierno, un sufrimiento indescriptible, un

dolor que quizá nunca hubiera podido borrarse.

La vio, recostada en sus brazos, su hermosura había vuelto a ser la misma de

aquella linda chica de la que se había enamorado, había vuelto a ser humana pero

ya había muerto. Por eso pudo llorar y sentir felicidad, por eso pudo morir

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satisfecha, de haberle dicho a Alecz que lo amaba. Alecz la abrazó a su pecho con

ternura y sintió como la empatía disolvía aquel enorme torrente de sentimiento.

—Espérame —susurro Alecz— un día nos encontraremos< mi princesa.

Sergio regresó y advirtió que el radio tampoco funcionaba, que tenían que llevarla

a un médico. Pero su colega, le hizo saber que ya era tarde. Los detectives

contemplaron a Alecz y el cuerpo inerte de su prometida y se conmovieron.

La lluvia cesó de manera espontánea, casi mágicamente, los relámpagos también

cesaron pero en su lugar, algo se manifestó, para asombro de los presentes.

El cuerpo de Saori comenzó a destellar con pequeñas partículas azulinas, iguales a

las que Alecz había visto ya varias veces. Se iluminó poco a poco hasta cubrirla

totalmente, luego, las partículas se disolvieron en una hermosa danza con el viento

y se elevaron ante la mirada atónita de Andrea y Sergio que no creían lo que

presenciaban. Las partículas, se perdieron entre las nubes y todo volvió a la

oscuridad.

Alecz tenía un gesto de alegría y tristeza. El cuerpo de Saori se había esfumado y

en sus manos, sólo quedó un collar muy fino de plata, el cual tenía un dije muy

peculiar< era el anillo que Alecz le había regalado cuando le propuso matrimonio,

el mismo, que Saori le aventó en la boda< y a pesar de todo, siempre lo conservó.

Alecz apretó el collar y lo colgó el su cuello.

—Gracias Ac{n< —susurró— por favor, llévala a un lugar hermoso.

Alecz se levantó y se enjugó las lágrimas, se acercó a los detectives, que no

parpadeaban, seguían atónitos.

—Lo que les he dicho es verdad, si con esto no me creen< entonces no habr{ nada

que lo haga.

Andrea se tranquilizó y miró a su alrededor. Estaba confundida, pero sabía que

tenía que encontrar al asesino que tanto buscaba.

—Bien< —dijo la detective— Si tú no eres responsable de estos asesinatos<

Entonces ¿Quién es?

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Y al momento, una fuerte explosión hizo que se exaltaran. El sonido provenía sin

duda de donde estaba el auto estacionado.

—¡Vamos! Rápido —dijo Sergio desenfundando su arma.

—¡NO! —intervino Alecz— Si es lo que yo pienso, las armas no servirán de nada.

—Pero< —quiso decir Andrea.

Alecz la tomó del brazo y la vio fijamente.

—Detective, la comprendo, sé lo que siente y cuanto deseas atrapar al asesino, pero

confía en mí. Deja< que yo me haga cargo de él.

—Oh< est{ bien. Pero< te seguiremos de cerca.

—Está bien, pero sean discretos y ocúltense, o quizá ese monstruo no dude en

atacarlos.

Y así, caminó vereda atrás, buscando a quien había asesinado a su amada. Metros

atrás, Andrea y Sergio le seguían, ocultándose entre los árboles.

Alecz llegó a donde estaba el auto, ahora destruido, al parecer había explotado,

pues estaba en llamas, unas llamas muy extrañas que arrojaban pequeñas chispas

púrpuras. Poco más adelante, había otro vehículo, y reconoció la Tomahawk

enseguida.

—¡Ey! —gritó Alecz— Tú< eres un maldito.

El clon, que ya estaba montado en la moto, descendió de ella y miró de frente a

quien le hablaba.

—Hola< —dijo burlonamente—¿Cómo es que sigues vivo? Ehm< cómo sea, creo

que debes irte de aquí.

—¡Imbécil! Dime< ¿Quién demonios eres?

—¿Cómo? Pero si soy tu mismo. Claro, un poco menos patético y estúpido. Así que

para que no haya malos entendidos, ll{mame< Aleph.

—¿Porqué la mataste? No tenías ningún derecho.

—Tengo el mismo derecho que tú. Además, te hice un favor, ella se había

convertido en uno de esos sucios monstruos.

—¿Cómo te atreves a hablar así de ella? Ahora me las pagarás.

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—¿Es así como me agradeces? He terminado con ese tal Richard< él era el

principal responsable. Lo único malo de todo esto, es que los dos estarán juntos

pudriéndose en el infierno.

—¡Basta!

Alecz se precipitó hacia Aleph. De su puño un destello azulino resplandeció. El

golpe que le dio fue increíblemente fuerte. Sin embargo, lo único que hizo fue

hacer retroceder a Aleph un par de pasos.

—Oh, ya veo —dijo Aleph con arrogancia—. ¿Quieres destruirme no? Jajaja<

—Quiero< y lo haré.

—Bien, pues ser{ mejor que vengas y lo intentes de nuevo< seguro que esta vez el

resultado será diferente.

Y fue Alecz de nuevo al ataque, quiso golpear aún más fuerte que la primera vez a

su objetivo. Pero algo cambió, Aleph esperó a que Alecz se acercara lo suficiente y

levantó su mano izquierda.

Alecz sólo pudo ver el resplandecer púrpura del símbolo de Aleph. Esta vez, a

diferencia del ataque a Richard, la energía tomó una forma esférica que cubrió la

mano de Aleph e impactó contra Alecz, quien salió disparado por los aires muy

rápido, estrellándose contra un gran árbol, el cual, al recibir el impacto se vino

abajo.

—Ahora sí< —dijo Aleph para sí mismo— Ya no me preocuparé por ti.

Andrea estaba atónita por lo que acaba de ver. Aquel hombre era exactamente

igual a Alecz. El muchacho no le había mentido.

Al verlo tumbado y e inmóvil en el suelo quiso ir a ayudarlo, pero Sergio la

detuvo.

—No lo hagas —dijo Sergio en voz baja—. Dijo que las armas no le harían ningún

daño.

—Pero< est{ herido< o peor aún<

—Sólo esperemos< no podemos hacer m{s.

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Vieron como Aleph subió a su vehículo y se marchó, dejando atrás el caos

provocado. Luego Andrea corrió hacia Alecz y llevó sus dedos al cuello del

muchacho, que estaba ya inmóvil.

—No< tiene< pulso<

Una luz a sus espaldas los alertó, alguien ya los había visto.

—Ustedes, aléjense de él< —dijo quien los había visto, alterado.

Las miradas de los agentes se clavaron en él< mientras sus corazones, temblaban

de miedo<

Esta historia Continuar{<