el tecnofeminismo: una nueva perspectiva en las relaciones entre género y tecnología
DESCRIPTION
Ensayo presentado en la asignatura "Feminismo: teoría y praxis", en el Máster de Género y Políticas de Igualdad, impartido en la Universitat de València.TRANSCRIPT
UNIVERSIDAD DE VALENCIA
INSTITUTO UNIVERSITARIO DE ESTUDIOS DE LA MUJER
MÁSTER EN GÉNERO Y POLÍTICAS DE IGUALDAD
ASIGNATURA: FEMINISMOS – TEORÍA Y PRAXIS
EL TECNOFEMINISMO: UNA NUEVA PERSPECTIVA EN LAS RELACIONES ENTRE GÉNERO Y TECNOLOGÍA
PROFESORAS: ANA SÁNCHEZ TORRES
DORA SÁNCHEZ GARCÍA
NEUS CAMPILLO
PRESENTADO POR: JÚLIA ARAÚJO MENDES
VALENCIA
JUNIO/2010
ÍNDICE
Introducción.................................................................................................. 2
1. ¿A quién le sirve la tecnología?................................................................ 3
2. Los Feminismos confrontan (encuentran) a la tecnociencia.................... 5
2.1. Una visión más apocalíptica: el feminismo radical, cultural y el ecofeminismo..................................................................................... 5
2.2. La división genérica/sexual y de clases del trabajo: el feminismo socialista........................................................................... 6
2.3. El optimismo utópico cyberfeminista.......................................... 8
3. El Tecnofemismo: redireccionando las relaciones entre género y tecnología..................................................................................................... 13
4. Conclusión................................................................................................ 16
5. Bibliografía................................................................................................ 17
INTRODUCCIÓN
El advenimiento de las nuevas tecnologías de la información y de la
comunicación, la revolución científica de las últimas décadas y los profundos
cambios en las relaciones sociales causados por esas transformaciones
tecnocientíficas son lo que determinan las actuales bases en nuestra sociedad.
La aparición de medios de comunicación capaces de conectar todo el mundo al
instante, el surgimiento de tecnologías que revolucionan las relaciones
reproductivas y la incursión cada vez más extensa de las mujeres en el campo
científico, entorno tradicionalmente dominado por los varones, hace con que
salga a la luz un amplio debate sobre si la tecnociencia es un camino o una
barrera hacia la liberación de las mujeres y al cambio en las estructuras
binarias que determinan las relaciones sociales.
Los estudios feministas, desde la década de 80, vienen aportando importantes
consideraciones sobre el tema, a la vez que las diferentes corrientes del
feminismo van posicionándose contra o a favor de la tecnociencia. Desde los
feminismos radical y cultural y del ecofeminismo, que asumen una postura
completamente contraria a la tecnociencia. Pasando por el feminismo liberal,
que predica que todo es una cuestión de igualdad de oportunidades y por el
feminismo socialista, que apuesta por un control de los medios de producción
científica. Hasta el cyberfeminismo, que apuesta por una ciencia y tecnología
neutras y favorables a las mujeres.
Todas esas diferentes perspectivas han aportado puntos enriquecedores a la
discusión, pero aún no habían llevado en cuenta los procesos sociales que
determinan el desarrollo de las tecnologías, y viceversa, y en como los
estudios feministas pueden favorecer el desarrollo de una tecnociencia
igualitaria si empieza a adentrarse en los estudios de esos procesos y en el
desarrollo de una política feminista cada vez más fuerte. Y es basándose en
esas ideas que surge el tecnofeminismo, ni oponiéndose ni abrazando
2
completamente a la tecnociencia, pero asumiendo una postura crítica desde los
estudios sociales de la misma.
1. ¿A QUIÉN LE SIRVE LA TECNOLOGÍA?
“La historia es un cuento con el que los mentirosos de la cultura occidental
engañan a los demás; la ciencia, un texto discutible y un campo de poder; la
forma es el contenido. Punto final.”, dice Donna Haraway (1995), cuestionando
la supuesta imparcialidad científica. Lo hace de forma contundente y ofrece una
buena pauta para reflexionar sobre “la intencionalidad masculina con respecto
a la tecnología”, discusión propuesta por Judy Wajcman en su libro El
Tecnofeminismo (2006).
La revolución tecnológica y su impacto social, la convergencia entre las nuevas
tecnologías de la información y la comunicación con los nuevos estilos de vida
mediados por esas tecnologías conforman lo que se tiene hoy como la
“sociedad de la información y del conocimiento”. La sociedad postindustrial
sustituyó la industria manufacturera y de producción fabril por el trabajo basado
en el conocimiento. Lejos de volver a señalar los grandes cambios tecnológicos
que marcaron el último siglo y de remarcar el predominio de la sociedad de la
información, es más conveniente hacer hincapié en el hecho de que dicha
sociedad y las nuevas tecnologías desempeñan un papel crucial en las
relaciones sociales. Nuevos espacios de interacción humana han surgido,
espacios virtuales, espacios que permiten otras formas de asociacionismo y de
intercambio de información. De hecho, son espacios donde la información es
protagonista y los medios de comunicación son las herramientas motrices. Es
un nuevo orden social y que lidera “una nueva sociedad postradicional y
organizada en red” (WAJCMAN, 2006).
Los cambios tecnológicos vinieron con tal fuerza que el dominio de las nuevas
3
tecnologías significa tener mayor implicación y poder sobre el futuro. Y el hecho
de que los campos de la ciencia y de la tecnología eran (y aún lo son)
dominados por los varones trae a la luz la cuestión planteada por este
apartado: ¿a servicio de quién está la tecnología?
La idea de que la ciencia era esencialmente abierta, objetiva y sin sesgos fue
ampliamente aceptada, incluso por el feminismo, en los años 70 y 80. Se creía
que la inserción de la mujer en este ámbito era una cuestión de proporcionarle
las oportunidades adecuadas. Sin embargo, tal como lo presenta Donna
Haraway, las investigaciones científicas no ganan por imparcialidad.
Las mujeres han sido relegadas al ámbito privado y el tipo de socialización y
educación a las cuales están expuestas se distinguen a las de los varones y las
orienta por caminos opuestos a los de las matemáticas y ciencias. “La escuela,
las asociaciones juveniles, la familia y los medios de comunicación transmiten
significados y valores que identifican la masculinidad con las máquinas y las
aptitudes para la tecnología” (WAJCMAN, 2006). Tomemos el ejemplo de los
juguetes y videojuegos diseñados para niñas y niños: para ellas, las temáticas
son siempre relacionadas a la moda, el cuidado y la familia; para ellos, se
abordan siempre los coches, el servicio militar, la construcción y los deportes.
Hay una historia escrita por hombres y una construcción sociocultural
dicotómica que, basada en un determinismo biológico, argumenta que las
diferencias biológicas entre hombres y mujeres trazan las habilidades
supuestamente inherentes a lo masculino y a lo femenino. De tal forma, la
ciencia y la tecnología han sido vistas como campos de dominio masculino y
ofrecen pocas posibilidades a las mujeres para entrar en este mundo. Con base
en la lógica de funcionamiento de estos espacios, seguir una carrera científica
supone una dedicación casi que exclusiva a los estudios y a la investigación,
hecho incompatible con las tareas domésticas y del cuidado, lo que hace con
que una mujer que quiera entrar en esos campos tenga que abdicar de esos
4
aspectos de su identidad de género y asumir un modelo masculino. Tal como lo
plantea Wajcman (2006), por definición popular, la tecnología es masculina,
siempre asociada a la maquinaria industrial y de automóviles y teniendo al
varón como “el prototipo de inventor”.
Aunque han sido muchas las contribuciones de las mujeres al desarrollo
tecnológico, éstas fueron invisibilizadas a lo largo de la historia a servicio del
mantenimiento del actual monopolio del campo por parte de los hombres,
porque, sí, existe una intencionalidad masculina y porque, sí, las mujeres están
delante de una tecnología hecha por y para hombres.
2. LOS FEMINISMOS CONFRONTAN (ENCUENTRAN) A LA
TECNOCIENCIA
2.1. Una visión más apocalíptica: el feminismo radical, cultural y el
ecofeminismo
Si por un lado las feministas liberales creían en la imparcialidad de la
tecnociencia y que a las mujeres se les tenían que proporcionar las
oportunidades de acceso para alcanzar una igualdad de género en el campo,
por otro los feminismos radical, cultural y el ecofeminismo defendían que no
importaba quién detuviera el control a la tecnología, ésta era esencialmente
patriarcal y seguiría siempre siendo un instrumento para perpetuar la
dominación masculina sobre las mujeres y la naturaleza.
Tanto el ecofeminismo cuanto los feminismos radical y cultural tendían al
esencialismo, fuera por asumir que la tecnociencia no presentaba otro carácter
sino el patriarcal, fuera por ignorar la idea del femenino como producto cultural
y considerar las diferencias de género sin posibilidades de cambio y que las
mujeres eran, por su naturaleza, cuidadoras y pacifistas. Tanto que la
preocupación fundamental de esos movimientos era con relación a que, con las
5
nuevas tecnologías, los hombres ejercieran un control total sobre el cuerpo/la
sexualidad de la mujer. Por lo que sus críticas iban dirigidas, principalmente, a
las tecnologías reproductivas. Defienden que la reproducción y la maternidad
son las fuentes de poder de las mujeres y que las tecnologías reproductivas
vienen para dar a los varones el control sobre este proceso, consolidando, de
una vez, la dominación masculina sobre la naturaleza y sobre la mujer. Con lo
cual, la única respuesta posible era la construcción de una tecnociencia
feminista, basada en la fecundidad de la mujer, en la intuición femenina y en el
cuidado como formas de cambiar la relación de explotación establecida entre
humanidad y la naturaleza.
Sin embargo, esa visión apocalíptica con relación a la tecnociencia pudo
fomentar un debate muy positivo sobre las relaciones entre género y
tecnología. Wajcman (2006) pone de manifiesto que dichos “planteamientos
eran una enérgica afirmación de que los intereses y necesidades de las
mujeres eran distintos de los de los hombres”, corroborando el hecho de que
“las tecnologías actuales no siempre están a servicio de las mujeres”.
2.2. La división genérica/sexual y de clases del trabajo: el feminismo
socialista
Por otro lado, el feminismo socialista se centró en la relación entre la tecnología
y el trabajo de las mujeres. El desplazamiento del empleo desde las fábricas
hacia la industria de los servicios y las oficinas y el advenimiento de las
tecnologías informáticas trajo cambios estructurales sobre el acceso de las
mujeres al mercado laboral, que se vio transformado no solo por la feminización
de la mano de obra pero también por el abaratamiento de la misma. Y aunque
varios puntos de vista defendían que los cambios en las formas tradicionales de
trabajo supondrían una exigencia por mano de obra más cualificada, veían a
este hecho como algo liberador, pues proporcionaría a las mujeres una mejora
en las oportunidades laborales.
6
No obstante, la mayoría de las feministas socialistas creían que este proceso
de implantación de las nuevas tecnologías servían al mantenimiento de la
economía capitalista, barateando y descalificando la mano de obra,
sometiéndola a un mayor control y maximizando los beneficios en el proceso de
acumulación de capital. La crítica feminista era de que esos procesos no
ocurrían indiferentes al género, sino que la “la división del trabajo que
caracterizaba los empleos remunerados constituía una jerarquía sexual”,
excluyendo a las mujeres del acceso a las nuevas tecnologías, esas bajo el
dominio masculino así como los puestos de trabajo más cualificados. Tal como
las técnicas anteriores a la revolución industrial también, en su mayoría, eran
dominadas por los hombres, éstos estaban en una posición privilegiada para
mantener el monopolio de las nuevas habilidades surgidas con la introducción
de las máquinas. De esta forma, si los trabajadores no podían impedir que los
empleadores insertarán a las mujeres en las nuevas esferas de producción,
ellos se organizaron para retener el derecho sobre las tecnologías, resistiendo
activamente contra la entrada de las mujeres a sus negocios. Así que esta
división genérica del trabajo resultaba en que la maquinaria era diseñada por
hombres y para hombres, de forma que la tecnología industrial, desde sus
orígenes, reflejaba el poder masculino así como la dominación capitalista
(WAJCMAN, 1991).
Wajcman (1991), además, señalaba que las nuevas tecnologías suelen
emerger del proceso de modificación y combinación de otras tecnologías
preexistentes. Con lo cual, el acceso al conocimiento tecnológico formal por si
solo no es suficiente para proporcionar a las mujeres los recursos necesarios
para la invención de nuevas tecnologías, ya que esto depende del acceso
también a las tecnologías claves preexistentes. Mientras que ese acceso se les
niega y el papel contributivo de las mujeres a las tecnologías es invisibilizado
históricamente, esta carencia y limitación de experiencia inventiva de las
mujeres hace con que las nuevas tecnologías sigan siendo hechas por y para
hombres, perpetuando la división sexual/genérica del trabajo.
7
De la misma forma, la labor doméstica está determinada por la división sexual
del trabajo, según las feministas socialistas. Y si en algún momento se pensó
que la tecnología del hogar serviría para liberar a las mujeres de la reclusión
doméstica, se ha visto que no. Y la lógica reside en el mismo sistema antes
mencionado: si a las mujeres se les niega el control de las tecnologías claves,
también se verán afectadas las desarrolladas para el hogar, pues no responden
a las necesidades femeninas y sí a una lógica masculina.
2.3. El optimismo utópico cyberfeminista
El término cyberfeminismo se origina de la fusión de “cyberespacio” y
“feminismo” y fue utilizado por primera vez en 1992, de forma independiente,
tanto por la teórica cultural inglesa Sadie Plant cuanto por el grupo de artistas
australianas VNS Matrix. La definición de lo que viene a ser el cyberfeminismo
son muchas, o ninguna, como lo han acordado las feministas presentes en la
Primera Internacional Cyberfeminista, en Alemania, en 1997. En cambio,
decidieron escribir las 100 AntiTesis, es decir, lo que no es el cyberfeminismo:
“(...) 4. cyberfeminism is not ideology (...) 12. cyberfeminism is not an institution (...) 14. cyberfeminism is not complete (...) 22. cyberfeminismo no es una frontera (...) 40. cyberfeminism is not essentialist (...) 69. cyberfeminism is not romantic (...) 100. cyberfeminism has not only one language”. (Primera Internacional Cyberfeminista, Alemania, 1997)
Sin embargo, la idea de lo que suponen las nuevas tecnologías y, en concreto,
el cyberespacio, para las mujeres, la tienen bastante clara todas las que
apuestan por el cyberfeminismo. Y es que en las relaciones sociales
redefinidas a través del cyberespacio y de la Internet, lo que antes no había
sido conseguido en el espacio exterior fue visto como posible en este nuevo
dominio, aparentemente abierto a las masas, sin la “tiranía de la carne”, sin
divisiones de clase, etnia, raza, género o sexualidad. Las feministas vieron en
este espacio un ámbito liberador para las mujeres de las “limitaciones de su
sexo” (WAJCMAN, 2006).
8
Esa revolución social con base en las relaciones interconectadas a través del
cyberespacio puede ser vista tanto como la solución cuanto como la
ocasionadora de la “desintegración social”. Sin embargo, la idea que se
comparte por las cyberfeministas es de que “las comunidades se basan en
intercambios sociales más que en un emplazamiento físico” (WAJCMAN, 2006).
Así que la Internet es vista como potenciadora social, ofreciendo la posibilidad
de relaciones independientes de distancia, libres de jerarquía y de gobiernos.
En su interpretación del cyberfeminismo a través de la obra de Sadie Plant,
Ceros + Unos, y de movimientos como el de grupo australiano VNS Matrix,
Wajcman (2006) señala la importancia de ver al cyberfeminismo como una
reacción al fatalismo tecnológico y a la tecnofobia de las feministas de los años
80. El cyberfeminismo cree que, en el contexto de las redes digitales como un
espacio efectivo de cambio, los valores lineares, jerárquicos y patriarcales son
sustituidos por la horizontalidad, por lo impredecible en vez del control, por la
fluidez de las identidades, marcando una desarticulación de las identidades
binarias en las que se ha basado el pensamiento occidental. La tecnología de
la informática “abre las puertas a un futuro postpatriarcal”.
En contradicción a una de las 100 AntiTesis, “cyberfeminism is not romantic”,
Plant llega a tener una visión romántica de las tecnologías informáticas para las
mujeres, llegando a considerar la Web como un medio esencialmente femenino
y de un potencial liberador sin igual. Para la autora “los ordenadores y las redes
que integran funcionan en líneas bastante ajenas a las que en otro tiempo
mantuvieron a las mujeres en el hogar” (PLANT, 1997).
Las cyberfeministas del VNS Matrix, por otro lado, se posicionan de una forma
que se asemeja más al feminismo liberal, en una apuesta por la Red como una
herramienta emancipadora en potencial, habiendo que apropiarse (las mujeres)
de ese espacio. En su Manifiesto de la Zorra Mutante (1996), el grupo, en un
lenguaje mezcla de poesía, términos informáticos y provocación, manifiesta
9
“Somos el accidente maligno que cayó en tu sistema mientras dormías. Y
cuando despiertes, terminaremos con tus falsas ilusiones digitales,
secuestrando tu impecable software”.
De una forma o de otra, tanto Plant cuanto las artistas del VNS Matrix
consideran al cyberespacio como el medio neutro, desprovisto de cualquier
jerarquía y que trajo cambios de los cuales, en palabras de Plant, “son las
mujeres quienes se han visto beneficiadas”. Y, pese a este esencialismo
contrario a las feministas radicales, es bien verdad que las oportunidades que
proporcionan las nuevas tecnologías de la información son muchas y benéficas.
Pero no se puede generalizar ese optimismo y abrazar a esta nueva realidad
de forma acrítica.
Wajcman (2006) presenta el planteamiento de la “tecnología plástica”, es decir,
que una misma tecnología puede tener efectos contradictorios a depender del
contexto y de las relaciones sociales que inciden sobre su utilización. A partir
de este planteamiento, se puede concluir que ni el fatalismo radical, ni la utopía
del cyberespacio, lo que hace falta es un abordaje distinto que lleve en
consideración los diversos y diferentes factores que presenta la revolución
tecnológica.
Tampoco se puede dejar de tener en cuenta a la teoría cyborg de Donna
Haraway, quién, aunque nunca reclamó el término cyberfeminismo, es
considerada por muchas como el embrión del pensamiento cyberfeminista
(SOLLFRANK, 2007). La metáfora del cyborg, el hijo bastardo del militarismo y
del capitalismo patriarcal en un mundo post genérico (HARAWAY, 1995),
simboliza la unión, en un solo ser, de la máquina y lo orgánico; la convivencia
de los dos opuestos; la transgresión de un mundo dicotómico y su
reconstrucción en una figura desprovista de género, el cyborg. “Uno es muy
poco, pero dos son demasiados”, dice Haraway, haciendo una alusión a la
actual estructura binaria. Así como la mujer no es sino el “nootro”, una
10
“construcción artificial”, el reflejo negativo del otro, el cyborg también es ficción,
creación y recreación a través de interacciones sociales, es lo que el otro no es,
el híbrido desgenerado y, a la vez, completamente cargado de valores de una
cultura y de su interpretación sobre la naturaleza. Es su forma de criticar a la
tecnofobia y al determinismo genético, a la idea ecofeminista de la proximidad
espiritual de las mujeres a una naturaleza incontaminada, encontrando ese
punto de vista peligroso y muy próximo al concepto racista y colonialista de
raza pura (WAJCMAN, 2006).
Es bien verdad que cuando Haraway dice que todos somos cyborgs, las
posibilidades y los ejemplos actuales para corroborar este hecho son muchas:
el uso de prótesis en el cuerpo, medicamentos para alteraciones hormonales,
cirugías transgenéricas etc. Lo que no es llevado en cuenta por la autora es
que esos cambios en el cuerpo más bien han servido para reforzar los
estereotipos de género que para transgredirlos (WAJCMAN, 2006): el uso de
prótesis para aumentar el tamaño de los pechos, por ejemplo, como forma de
potenciar la “feminidad” de la mujer, de ser más atractiva a los ojos del otro; o el
uso de esteroides por los hombres, buscando aumentar su masa muscular y
fuerza física, y autoafirmarse como un símbolo de “masculinidad”; ¿y qué decir
de las operaciones de cambio de sexo?, que, al final, no deja de situar a la
persona en una de las puntas de la dicotomía. En el documental Test de la vida
real (2009), de Florencia P. Marano, se puede apreciar una buena crítica, con
base en la teoría queer, a respecto de los tratamientos hormonales y
operaciones de reasignación de sexo. El documental enseña, entre otros
factores, cómo los testes psiquiátricos previos a las operaciones clasifican qué
persona está apta o no a pasar por el quirófano, planteando preguntas cómo “si
ha menudo ha deseado pertenecer al sexo opuesto”, “si le gustaría ser piloto de
competiciones automovilísticas”, “si le gustaría ser militar”, “se le gustan las
novelas de amor”, “si le gustan los deportes bruscos como el fútbol y el rugby” o
“si en algún momento de su vida le ha gustado jugar con muñecas”.
11
Por ende, es posible percibir que, desde el surgimiento del cyberfeminismo
hasta ahora, ya ha habido una maduración en la forma como se están
encarando los avances tecnológicos. Temas como la “brecha digital” y la
“democratización de la tecnología” ya son pautas constantes en los debates
cyberfeministas. Activistas como la periodista catalana, Montserrat Boix, de
mujeresenred.net, y Faith Wilding y Cornelia Sollfrank, ambas miembras del
colectivo Old Boys Network, ya traen a la luz críticas más lúcidas con relación a
la incursión de las mujeres en el universo de las nuevas tecnologías de la
información.
Faith Wilding y el colectivo Critical Art Ensemble, en su ensayo Notas sobre la
condición política del Cyberfeminismo (1998), reconoce que el cyberfeminismo
“solo ha dado sus primeros pasos en contestar tecnológicamente a complejos
territorios” y que esos nuevos territorios “habían sido sobre cifrados en un
grado mítico como un dominio masculino” y pone de manifiesto que el territorio
del cyberfeminismo es amplio, y de la misma forma que hace un llamamiento
para la subversión de la actual estructura de clasificación genérica del proceso
tecnológico, también cuestiona esa clasificación excluyente del cyberespacio y
es consciente de que el universo online no está libre de las diferencias y
jerarquías que dictan el universo exterior.
“La capacidad para atribuirse a uno mismo características sociales on line es solamente una coartada para una división del trabajo muy tradicional y explotadora que es representativa de la totalidad del sistema (...) los elementos de estratificación social pancapitalista están reflejados y reproducidos en el cyberespacio.” (WILDING & CRITICAL ART ENSEMBLE, 1998)
12
3. EL TECNOFEMISMO: REDIRECCIONANDO LAS RELACIONES ENTRE
GÉNERO Y TECNOLOGÍA
La obra en la cual se basan los argumentos siguientes es la misma a la cual se
viene haciendo referencia a lo largo de este ensayo: El tecnofeminismo, de
Judy Wajcman (2006). La autora, después de hacer un recorrido sobre las
contribuciones de las teorías feministas a la crítica sobre las relaciones de
género y la tecnociencia, pone de manifiesto que, entre las perspectivas
fatalista pesimista y optimista utópica de los feminismos a respecto de la
tecnociencia, se ha quedado en abierto una teoría que permitiera a las mujeres
involucrarse en el proceso de cambio “como parte integral de la renegociación
de las relaciones de poder genéricas”.
El planteamiento tecnofeminista entiende que hay una relación sistemática y de
retroalimentación entre las innovaciones tecnocientíficas y las relaciones
sociales y de género, es decir, que no sólo la tecnociencia es influenciada por
esas relaciones en su diseño e implementación como sigue recibiendo
influencias una vez insertada en la sociedad, de forma que inciden en su
utilidad. De la misma forma, las relaciones de género tanto inciden en el
proceso de constitución de las nuevas tecnologías como también recibirán
influencias de esas innovaciones. Así que la tecnología es “un producto
sociotécnico, conformado por las condiciones de su creación y uso”, siendo
“sociedad y tecnología mutuamente constitutivas”. De esta forma, Wajcman
expone la importancia de la unión de los estudios sociales de la ciencia y la
tecnología con los estudios feministas.
Wajcman presenta el concepto de “flexibilidad interpretativa” de la tecnología,
de como ésta nunca es un producto completamente acabado. Expone, por
ejemplo, el caso del horno microondas, una tecnología militar inicialmente
diseñada para la preparación de alimentos en los submarinos norteamericanos.
Y cuando el microondas salió del ámbito militar, fue concebido como un aparato
13
direccionado al mercado masculino, que sería especialmente utilizado por los
hombres que vivían solos. De esta forma, fue lanzado como producto de línea
marrón y se vendía junto a los demás productos de ocio y entretenimiento. Sin
embargo, fueron las amas de casa que empezaron a hacer uso del aparato, de
forma que el intento inicial de predeterminar el usuario de dicha tecnología fue
un fracaso. Actualmente, el microondas es vendido como producto de línea
blanca, junto a los otros electrodomésticos.
“La sociedad se coproduce con la tecnología”, dice Wajcman, y propone que el
camino ya no es posicionarse contra o a favor de la tecnociencia, sino que
“implicarse estratégicamente con la tecnociencia” sin perder la perspectiva
crítica. Siempre llevando en consideración el contexto social en el cual los
cambios tecnológicos se están desenvolviendo y, sobretodo, las relaciones
sociales que marcan este contexto. Además de centrarse en qué tipo de
efectos tendrán esos cambios en dichas relaciones.
A partir de ese planteamiento, es importante considerar los avances
proporcionados por los últimos 30 años de políticas feministas liberales. Todas
las campañas y políticas que se han hecho (y que se siguen haciendo) para
promover el acceso de las mujeres a la educación y al empleo en los campos
de la tecnociencia han posibilitado a que cada vez más mujeres tomen
consciencia de que los campos de la ciencia y de la tecnología no son ámbitos
exclusivamente masculinos. Ya se pueden encontrar referentes de mujeres en
esos campos y cuanto más mujeres científicas y tecnólogas, mayores son las
posibilidades de un cambio en la estructura binaria en el momento de rediseñar
las nuevas tecnologías. Y esos hechos son lo que hace con que la tecnología
actual proporcione nuevos rumbos a la lucha feminista.
Aunque el tecnofemismo de Wajcman no deja de tener un punto de vista
escéptico con relación a las nuevas tecnologías, tampoco se niega a celebrar
las distintas y positivas oportunidades que éstas abren a las mujeres: la
14
posibilidad de conciliación entre el trabajo del cuidado y el trabajo externo a
través de la Internet, la máquina de fax etc; la oportunidad, entre las mujeres
presas al ámbito privado, a conectarse con redes sociales globales; o la
facilidad de comunicación entre inmigrantes1 y sus familiares en los países de
origen, a través de la Internet. Es, como comentado antes, el concepto de la
tecnología plástica.
El tecnofeminismo pretende, además, una crítica severa a las preocupaciones
esencialmente direccionadas a las cuestiones de las mujeres blancas, de clase
mediaalta y occidentales. En sintonía con las críticas aportadas por los
feminismos negro y postcolonial, recuerda que, para un análisis minucioso de
las relaciones entre género y desarrollos social y tecnológico, es necesario
tener en cuenta la geografía de esas relaciones, llevando en consideración no
sólo las formas en que las mujeres viven y experimentan la tecnociencia pero
también el contexto y el lugar donde se da esa vivencia.
No obstante, Wajcman señala que, pese a todas las diferencias que se debe
tener en cuenta, existe algo que es común a todos los espacios, eso es el
modelo dicotómico y jerárquico en el cual se establece la relación de poder y
opresión entre hombres y mujeres. Así, la perspectiva tecnofeminista propone
descifrar los códigos binarios y genéricamente desiguales que sientan las
bases para el desarrollo de los sistemas técnicos y señalar la conexión entre
esas desigualdades y otras formas de desigualdad que se puedan detectar en
un análisis más profundo de las relaciones de producción y de consumo de
esos sistemas.
La propuesta tecnofeminista no está ni en esencializar la tecnología como
inherentemente patriarcal, ni en asumirla como neutra y transformadora por si
1 Principalmente si se tiene en cuenta el índice cada vez más alto de mujeres que toman la frente del proceso migratorio, en busca de mejores condiciones para mantener a su familia. Ya en 2006, el Fondo de las Naciones Unidas para la Población registraba que un 49,6% de todos migrantes internacionales eran mujeres. Fuente: Dossier Asignatura Género, migraciones e interculturalidad.
15
sola. El tecnofemismo trae a la luz la importancia de se seguir haciendo una
política feminista cada vez más fuerte y que no habrá una tecnología
emancipadora si no hay una política emancipadora y crítica frente a las
relaciones entre tecnología e identidad. Wajcman aboga por un tecnofeminismo
basado en el reconocimiento de que sólo las mujeres pueden liberarse a ellas
mismas, lo que hace con que “la política feminista sea a la vez posible y
necesaria”.
4. CONCLUSIÓN
Wajcman termina su libro insistiendo en que tanto la postura contraria cuanto la
completamente favorable a las nuevas tecnologías pecan por atribuir
demasiada agencia a la tecnología y muy poca a la política feminista. Es
importante no perder de vista que la ciencia y la tecnología están cargadas de
valores sociales e igualmente están aptas a encarnar diferentes valores. De
forma que lo que hace falta es seguir con el fortalecimiento de una política
feminista, que de eco a las voces tradicionalmente excluidas de los discursos
centrales del poder y de deconstrucción de las estructuras dicotómicas
No se puede ignorar tampoco todas las aportaciones de las teorías anteriores.
Es necesaria una ciencia y una tecnología que respondan, igualmente, a las
necesidades de todas y todos y que no sea un instrumento de perpetuación de
las relaciones capitalistas. Pero el camino hacia esa nueva tecnociencia no es
negarla, sino que cambiar las estructuras sociales que la determinan y que, a la
vez, son por ella determinadas.
Las investigaciones feministas ganan por un análisis social riguroso y esta es la
marcada diferencia del tecnofeminismo, que apuesta por las relaciones entre
los procesos sociales y los desarrollos tecnológicos, siendo a partir de la
transformación de esas estructuras, por medio de una política feminista, que se
16
harán posibles los cambios tan necesarios en la tecnociencia.
5. BIBLIOGRAFÍA
HARAWAY, Donna. Manifiesto para cyborgs: ciencia, tecnología y feminismo
socialista a finales del siglo XX. Eutopías, 2ª Época, Documentos de trabajo,
vol. 86, Ed. Episteme, Valencia: 1995.
_________. Ciencia, cyborgs y mujeres. La reinvención de la naturaleza.
Colección Feminismos, Ed. Cátedra, Madrid: 1995.
PLANT, Sadie. Ceros + Unos. Mujeres digitales + la nueva tecnocultura. Ed.
Destino, Barcelona: 1998.
WAJCMAN, Judy. El tecnofeminismo. Colección Feminismos, Ed. Cátedra,
Madrid: 2006.
_________. Feminism confronts technology. The Pennsylvania State University
Press, Pennsylvania: 1991.
Dossier de la asignatura: Feminismos: teoría y praxis.
Dossier de la asignatura: Género, migraciones e interculturalidad.
Documentos digitales
“100 antitheses”. First Cyberfeminist International, 1997. Old Boys Network.
Disponible en: www.obn.org página accedida en 11/06/2010, a las 00h00min
“Manifiesto de la zorra/mutante”. VNS Matrix, 1996. Traducción: Carolina Díaz
17
Soto. Disponible en – página accedida en 12/06/2010, a las 00h21min
“Las cyborgs. Ciberfeminismo”. 2001, Mujeres en Red. Disponible en:
http://www.nodo50.org/mujeresred/spip.php?article1545 página accedida en
09/02/2010, a las 18h23min
BOIX, Montserrat & DE MIGUEL, Ana. “Los géneros de la red: los
ciberfeminismos”. 2002. Disponible en:
http://www.nodo50.org/mujeresred/spip.php?article297 página accedida en
09/02/2010, a las 18h38min
MARTÍNEZCOLLADO, Ana. “Tecnología y construcción de la subjetividad. La
feminización de la representación cyborg ”. Acción Paralela, nº 5. Disponible en:
http://www.accpar.org/numero5/cyberfem.htm página accedida en 09/02/2010,
a las 18h42min
MASSÓ GUIJARRO, Ester. “Género y ciencia. Una relación fructífera”. Gazeta
de Antropología, nº 20, 2004. Disponible en:
http://www.ugr.es/~pwlac/G20_06Ester_Masso_Guijarro.html página accedida
en 22/05/2010, a las 17h20min
PATERSON, Nancy. “Cyberfeminismo”. Traducción: Esperanza Collado
Sánchez. Disponible en:
http://www.estudiosonline.net/texts/ciberfeminismo.html página accedida en
09/02/2010, a las 18h37min
SOLLFRANK, Cornelia. “La verdad sobre el cyberfeminismo”. 2007. Traducción:
Eva Guil Walls y Remedios Zafra. Disponible en: http://www.2red.net/habitar/tx/
text_cs_c.html página accedida en 06/05/2010, a las 14h21min
WILDING, Faith & Critical Art Ensemble. “Notas sobre la condición política del
cyberfeminismo”. 1998. Traducción: Ana Martínez Latorre. Disponible en: http://
18
www.mujeresenred.net/spip.php?article1547 página accedida en 02/02/2010, a
las 19h52min
Documentos audiovisuales
DOCUMENTAL “TEST DE LA VIDA REAL”. DIRECCIÓN: FLORENCIA P. MARANO. DISPONIBLE EN:
HTTP://WWW.XTVL.TV/WEB/PROGRAMES/DO/PROGRAMES/TESTDELAVIDAREAL.HTML
19