elevación · impresora. bob siguió su mirada y se echó a reír. cogió la calavera de la mesa y...

89

Upload: others

Post on 23-Mar-2020

2 views

Category:

Documents


0 download

TRANSCRIPT

Enrecuerdode

RichardMatheson

1

Pérdidadepeso

Scott Carey tocó a la puerta de los Ellis, y el doctor Bob (que era como losresidentes de Highland Acres seguían llamando a Bob Ellis a pesar de quellevabacincoañosretirado)leinvitóaentrar.—Bueno,Scott, pues aquí estás.A las diez en punto.Dime, ¿enquépuedo

ayudarte?Scotteraunhombrecorpulento,demetronoventaytresdescalzo,quehabía

empezadoaecharbarriga.—Noestoyseguro.Alomejornoesnada,pero…Tengounproblema.Espero

quenoseagrave,peropudieraser.—Ynoquiereshablarlocontumédicodecabecera,¿no?—Ellisteníasetenta

y cuatro años, cabellos plateados que raleaban y una leve cojera que no leentorpecíaen lapistade tenis.QueeradondeélyScott sehabíanconocidoydondesehabíanhechoamigos.Quizánoíntimos,peroamigosalfinyalcabo.—Bueno,yafuiaverlo—replicóScott—ymehizounchequeoquellevaba

un tiempopostergando.Análisisde sangre,deorina,depróstata…,elpaquete

completo,vamos.Todobien.Tengounpocoaltoelcolesterol,perodentrodellímite normal. Era la diabetes lo queme preocupaba. El portalmédico onlineWebMDsugeríaqueeralomásprobable.Hasta que descubrió lo que sucedía con la ropa, claro. Lo de la ropa no

aparecíaenningunaweb,nimédicanideningúnotrotipo.Desdeluego,noteníanadaqueverconladiabetes.Ellisloguioalasaladeestar,dondeungranventanaldominabaelgreendel

hoyocatorcede lacomunidadprivadadeCastleRocken laquesumujeryélvivían ahora. El doctor Bob hacía el circuito de vez en cuando, pero preferíasobretodoeltenis.LamujerdeEllis,porelcontrario,disfrutabajugandoalgolf,y Scott sospechaba que ese era el motivo por el que residían allí, cuando nopasaban los inviernos en una urbanización similar de Florida, de aquellasdotadasdeinstalacionesdeportivas.—SibuscasaMyra—dijoEllis—,estáenunareunióndelgrupodeMujeres

Metodistas.Oesocreo,porquepodríaserunodeloscomitésmunicipalesdelosque formaparte.Ymañana viaja aPortland a una conferencia de la SociedadMicológica de Nueva Inglaterra. Esa mujer para menos que un pollo en unaparrillacaliente.Enfin,quítateelabrigo,siéntateycuéntamequéterondaporlacabeza.Aunque estaban a principios de octubre y el tiempo no era particularmente

frío,ScottllevabaunaparkaNorthFace.Aldespojarsedeellaydejarlaasuladoenelsofá,losbolsillostintinearon.—¿Quieres un café? ¿O un té?Me parece que ha sobrado algún bollo del

desayuno,si…—Estoyperdiendopeso—lo interrumpióScottde sopetón—.Esoes loque

me preocupa. ¿Sabes lo gracioso? Que antes ni me acercaba a la báscula delbaño,porqueenlosúltimosdiezañosoasílasnoticiasquemedabanoesquemeentusiasmarandemasiado.Y ahora todas lasmañanasme subo a ella nadamáslevantarme.Ellisasintióconlacabeza.—Entiendo.Paraélsíquenohabíaningunarazónparaevitar labáscula,pensóScott;el

doctoreraloquesuabuelahabríallamado«unaristradehuesos».Sinoseveíasorprendido por algún acontecimiento imprevisto, contaba con muchas bazasparavivirotrosveinteaños.Quizáinclusorebasaraelsiglo.—Comprendoperfectamenteesafobiaalabáscula,esunsíndromequeveíaa

diariocuandoejercía.Tambiénvilocontrario:personasconbulimiaoanorexia

quesepesabandeformacompulsiva.Perotúnodaseltipo.—Seinclinóhaciadelante, con lasmanos entrelazadas entre unosmuslos flacuchos—.Entiendesqueyaestoyjubilado,¿no?Conquepuedoaconsejarte,peronoextenderrecetas.Ylomásprobableesqueteaconsejequevuelvasalaconsultadetumédicoyleexpongastodo.Scottesbozóunasonrisa.—Mi médico me ingresaría en el hospital en el acto para someterme a

pruebas,yelmespasadorecibíunencargoimportante,diseñarunaseriedesitiosweb interconectados para una cadena de grandes almacenes. No entraré endetalles,peroesunchollo.Tuvesuertedeconseguirlo.Esunagranoportunidadparamíy,además,nohacefaltaquememudedeCastleRock.Sonlasventajasdelaeradelainformática.—Peronopodrástrabajarsiteponesenfermo—replicóEllis—.Eresuntipo

listo,Scott, y estoy segurodeque sabesque lapérdidadepesono solo esunindicador de diabetes, sino también de cáncer. Entre otras cosas. ¿De cuántopesoestamoshablando?—Casitrecekilos.—Scottmiróporlaventanayobservóloscarritosblancos

degolfquecirculabansobrelahierbaverdebajouncieloazul.Unafotografíadeesa imagen habría encajado bien en el sitio web de Highland Acres. Estabasegurodeque tendríanuno, todoelmundoestabaen internetenesos tiempos,hasta los tenderetes de carretera que vendíanmaíz ymanzanas, pero él no lohabíacreado;élhabíaprogresadoynoseocupabademinucias—.Demomento.BobEllissonrió,enseñandounosdientesqueaúneranlossuyospropios.—Esunapérdida apreciable, vale, peromeparece quepodrás encajarlo.Te

muevesbienenlapistadetenisparaunhombredetutamañoypasastiempoenlas máquinas del gimnasio, pero el exceso de kilos obliga a hacer unsobresfuerzonosoloalcorazón,sinoatodoelorganismo,delacabezaalospies—explicó.Yluego—:Comoseguroqueyasabes.PorWebMD.—Enfatizólasúltimaspalabrasponiendolosojosenblanco,yScottsonrió—.¿Encuántoestásahora?—Adivínalo—leretóScott.Bobseechóareír.—¿Quétecreesqueesesto,laferiadelcondado?Puessemehanagotadolos

peluches.—¿Cuántotiempoejercistecomomédicodefamilia?¿Treintaycincoaños?—Cuarentaydos.—Puesnoseasmodesto,habráspesadoamilesdepacientesmilesdeveces.

—Scottselevantó,unhombrealtodecomplexiónrobustaquellevabavaqueros,camisadefranelayunasbotasGeorgiaGiantraspadas.Presentabamásaspectode leñador o de domador de caballos que de diseñador de webs—. Adivinaprimerocuántopesoyyatrataremosmidestinodespués.EldoctorBobescrutódearribaabajoloscasidosmetros,contandolasbotas,

deScottCarey.Conojoclínico,prestóespecialatenciónalacurvadelabarrigaquelesobresalíasobreelcinturónya losmuslos, largosygruesos,esculpidospor lasprensasdepiernasy lasmáquinasde sentadillasqueBobEllis evitabaahora.—Desabróchatelacamisaymantenlaabierta.Scott obedeció y dejó al descubierto una camiseta gris con la leyenda:

«UNIVERSIDAD DE MAINE – SECCIÓN DE ATLETISMO». Bob vio un pecho ancho,musculoso,peroqueyaacumulabaesosdepósitosadipososqueloscríoslistillosllamaban«tetasdehombre».—Voyadecir…—Ellishizounapausa,deprontointeresadoeneldesafío—.

Voyadecircientosiete.Comomuchocientonueve.Porloquedebíasdeestarporencimadeloscientoveinteantesdeempezaraadelgazar.Conlobienquetedesenvolvíasenlapistadetenis,hedeconfesarquenosetenotaban.Jamáslohabríaimaginado.Scottseacordódelaalegríaquesintiócuando,aprincipiosdemes,porfinse

armó de valor para subirse a la báscula. Puro deleite, en realidad. El ritmoconstanteconqueperdíapesodesdeentonceserapreocupante,sí,perosolounpoco.Fueelasuntodelaropaloquetransformólapreocupaciónenmiedo.Notenía que consultarWebMD para saber que lo relativo a la ropa eramás queextraño;eraunaanomalíadecojones.Enelexterior,uncarritodegolfcirculabaaltrantrán.Ibanmontadosenéldos

hombresdemedianaedad,conpantalonesdecolorrosaunoyverdeelotro,losdosconsobrepeso.Scottpensóqueaambosleshabríabeneficiadoprescindirdelvehículoyhacerelrecorridoapie.—¿Scott?—llamóeldoctorBob—.¿Siguesahíohasdesconectado?—Sigoaquí—contestóelotro—.Laúltimavezquejugamosal tenissíque

estaba en ciento nueve. Lo sé porque fue cuando me atreví a subirme a labáscula.Decidíquehabíallegadoelmomentodeperderunoskilos,porqueeneltercersetyamefaltabaelaliento.Yestamañanahepesadonoventayseiscomados.Volvió a sentarse junto a la parka (de la que surgió otro tintineo). Bob lo

observabaconatención.

—Amínomeloparece,Scott.Perdonaquetelodiga,perodaslaimpresióndeestarmásgordo.—Pero¿parezcosano?—Sí.—Noestoyenfermo.—No.Almenosnoasimplevista,pero…—¿Tienesbáscula?Apuestoaquesí.Vamosacomprobarlo.El doctor Bob lo meditó por un instante, preguntándose si el verdadero

problemadeScottnoradicaríaenlamateriagrisporencimadelascejas.Ensuexperiencia, eran sobre todo lasmujeres las que tendían a desarrollar neurosisrelacionadasconelpeso,perotambiénlesocurríaaloshombres.—Deacuerdo,loconfirmaremos.Venconmigo.Bob lo condujo a un estudio poblado de estanterías. Había una lámina de

anatomíaenmarcadaenunaparedyunahileradediplomasenotra,peroScottnoapartabalosojosdelpisapapelesquereposabaentreelordenadordeEllisylaimpresora.Bobsiguiósumiradayseechóareír.CogiólacalaveradelamesayselalanzóaScott.—Esmásdeplásticoquedehueso,asíquenotepreocupessisetecae.Fue

unregalodeminieto,elmayor.Tienetreceaños,laqueconsiderolaedaddelosregalosdemalgusto.Venporaquí,averquétenemos.Enelrincónhabíaunabásculamecánicadecolumna,conunbrazometálicoy

dospesasdeslizantes,unademayortamañoquelaotra.Ellisdiounapalmaditaalaparato.—Loúnicoqueconservécuandocerrélaconsultafuelaláminadeanatomíay

esto.EsunaSeca,labásculamédicademáscalidadquesehafabricadonunca.Melaregalómiesposa,hacemuchosaños,ycréemecuandotedigoqueaellanadielahaacusadojamásdetenermalgusto.Nidesertacaña.—¿Esprecisa?—Pongámosloasí:sicompraraunsacodeharinadediezkilosylabásculame

indicara que son nueve y tres cuartos, volvería a la tienda y exigiría quemedevolvieran el dinero.Deberías quitarte las botas si quieres algopróximoa tupesoreal.¿Yporquétehastraídoelabrigo?—Yaloverás.—Envezdedescalzarse,Scottsepusotambiénlaparka,alson

del tintineo que surgía de sus bolsillos. Entonces, no solo completamentevestido, sino ataviado para aventurarse en un día muchomás frío que el quehacía,sesubióalabáscula—.Mételecaña.Bob desplazó el contrapeso hasta el valor máximo de la escala para dejar

margenalasbotasyelabrigo,yluegoprocedióadeslizarloensentidocontrario,empujándolopocoapococoneldedo.Laagujanosemovía,encalladaen los120,yenlos110,yenlos100,cosaqueeldoctorBobhabríacreídoimposible.La ropa y el calzado carecían ya de importancia; Scott Carey sencillamenteparecía pesarmás. Ellis podría haberse equivocado por dos o tres kilos, perohabía tratadoademasiadoshombresymujeresconsobrepesoparacometerunerrortangrave.Porfin,labarrasenivelóen96,2kilos.—¡Quemeaspen!—exclamóeldoctorBob—.Voyatenerquerecalibrareste

trasto.—Yocreoqueno—dijoScott.Sebajódelabásculaymetiólasmanosenlos

bolsillos del abrigo. De cada uno de ellos sacó un puñado de monedas deveinticinco centavos—.Me he tirado años guardándolos en un orinal antiguo.Cuando Nora se marchó, estaba casi lleno. Debo de tener como mínimo doskilosdemetalencadabolsillo,quizámás.Ellispermaneciócallado.Noencontrabalaspalabras.—¿ComprendesahoraporquénoqueríairalaconsultadeldoctorAdams?—

Scott devolvió las monedas a los bolsillos, que emitieron el alegre tintineohabitual.—Quieroasegurarmedequeloheentendidobien—dijoElliscuandorecobró

lavoz—.¿Obtuvistelamismalecturaencasa?—Hasta la última décima de kilo.Tengo una báscula de bañoOzeri, puede

quenotanbuenacomoestabelleza,perolahecalibradoydamedidasprecisas.Ahora, mira esto. Normalmente me gusta algo de música sensual cuando medesnudo,pero, yaquenoshemosdesvestido juntos en losvestuariosdel club,supongoquepodrépasarsinella.Scott se quitó la parka y la colgó en el respaldo de una silla. Luego,

apoyándoseprimeroconunamanoyluegoconlaotraenelescritoriodeldoctorBobparanoperderelequilibrio,sesacólasbotas.Despuéssiguióconlacamisadefranela.Sedesabrochóelcinturón,sequitólospantalonesyseplantódepieencalzoncillos,camisetaycalcetines.—Podría quedarme en pelotas —dijo—, pero creo que así bastará para

enseñarte loquequieroenseñarte.Porque,verás, estoes loquemeasusta.Loquesucedeconlaropa.Poresoqueríahablarconunamigoquesepamantenerlabocacerradaynoconmimédicodecabecera.—Señalólasprendasylasbotasenelsuelo, luegolaparkadebolsillosabultados—.¿Cuántocalculasquepesatodoeso?

—¿Con las monedas? Siete kilos por lo menos. Puede que ocho o nueve.¿Quieresquelaspese?—No—respondióScott.Se subiódenuevoa labáscula.Nohubonecesidaddeajustar laspesas.La

barranosedesniveló;continuabamarcando96,2kilos.Scottsevistióyregresaronalasaladeestar.EldoctorBobsirvióunacopadeWoodford Reserva para cada uno y, aunque eran poco más de las diez de lamañana,Scottnolarechazó.Selatomódeunsolotragoyelwhiskyleencendióun fuego reconfortante en el estómago. Ellis le dio dos delicados sorbitos, amododepájaro,comoparacatarsucalidad,yluegosetrasegóelresto.—Sabesque es imposible, ¿no?—dijomientrasponía el vasovacío enuna

mesitadecentro.Scottasintióconlacabeza.—OtromotivoporelquenoqueríahablarconeldoctorAdams.—Porquelointroduciríaenelsistema—señalóEllis—.Tendríaquefiguraren

tu historial. Y, sí, habría insistido en someterte a una batería de pruebas paraaveriguaracienciaciertaquéteocurre.Aunque no lomanifestó en voz alta, Scott consideró que «insistir» era una

formamuysuavededescribirlo.EnlaconsultadeldoctorAdams,laexpresiónque había asomado a sus pensamientos había sido «poner bajo custodia». Fueentonces cuando decidió mantener la boca cerrada y hablar con el médicojubiladoamigosuyo.—Parecesrondarloscientodiez—comentóEllis—.¿Tesientesasí?—No exactamente.Cuando pesaba ciento diez,me sentía un poco…, eh…,

«plomizo».Ignorosiesapalabraestábienutilizadaasí,peronosemeocurreunaformamejordedescribirlo.—Creoquecaptolaidea—dijoEllis—,tantosieldiccionariolarecogecon

esaacepcióncomosino.—No se trataba solo del sobrepeso, aunque sabía que influía. Era eso, y la

edad,y…—¿Eldivorcio?—preguntócondelicadeza,almáspuroestilodeldoctorBob.Scottdejóescaparunsuspiro.—Claro,esotambién.Meensombreciólavida.Ahoralascosashanmejorado,

yomismomeveomejor,perolasombrasigueahí,novoyamentirte.Detodosmodos, en ningún momento llegué a encontrarme mal físicamente, seguía

haciendoejerciciotresvecesalasemana,nuncamequedabasinalientoantesdeltercerset,pero…,bueno…,eso:quemesentíaplomizo.Ahorano.Onotanto,almenos.—Tienesmásenergía.Scottlomeditóyluegonegóconlacabeza.—Noexactamente.Esmáscomosilamismaenergíameduraramás.—¿Letargos?¿Fatiga?—No.—¿Inapetencia?—Comocomouncaballo.—Unaúltimapregunta,yperdóname,perotengoquehacértela.—Preguntaloquesea.—No será ningún tipo de broma, ¿no? No estarás vacilando a este viejo

matasanosjubilado,¿verdad?—Porsupuestoqueno—replicóScott—.Mefiguroquenoservirádenada

preguntarte si conoces algún caso similar, pero ¿has leído sobre algo que separezca?Ellisnegóconlacabeza.—Me pasa lo mismo que a ti, no dejo de darle vueltas a la ropa. Y a las

monedasdelosbolsillos.«Bienvenidoalclub»,pensóScott.—Nadiepesalomismodesnudoquevestido.Esunhechoestablecido,como

lagravedad.—¿Conoces portales médicos que puedas visitar para ver si existen otros

casoscomoelmío?¿Omásomenossimilares?—Sí, y los buscaré, pero ya te aseguro que no encontraré ninguno.—Ellis

titubeóporuninstante—.Estonoesqueescapeamiexperiencia,afirmaríaqueescapa a cualquier experiencia humana. Joder, me gustaría decir que esimposible.Siempreycuando,claroestá,tubásculaylamíaseanfiables,peronotengo razones para creer lo contrario. ¿Te ocurrió algo, Scott? ¿Cuál fue elorigen? ¿Recibiste..., qué sé yo, radiación de algún tipo? ¿Es posible queaspirarasunabocanadadeinsecticidabarato?Piensa.—Le he dadomil vueltas. Hasta donde recuerdo, no ha pasado nada. Pero

tengounacosaclara:mehasentadobiencontárteloynoseguirrumiándoloyosolo.Scottselevantóycogiósuabrigo.—¿Adóndevas?

—Acasa.Tengoquetrabajarenunaspáginasweb.Esunasuntoimportante.Aunquehedeadmitirqueyanomeloparecetantocomoantes.Ellisloacompañóhastalapuerta.—Dicesquehasnotadounapérdidadepesoconstante.Lenta,peroconstante.—Correcto.Mediokiloaldía,másomenos.—Ynodependedecuántocomas.—No—dijoScott—.¿Ysicontinúa?—Cesarápronto.—¿Cómopuedes estar seguro si esto escapaa la experienciahumana?—El

doctorBobcarecíaderespuesta—.Guardaelsecreto,Bob.Porfavor.—Nohablarésimeprometesquememantendrásaltanto.Estoypreocupado.—Descuida.En la veranda, los dos hombres permanecieron uno al lado del otro,

contemplandoeldía.Eraunavisiónagradable.Elfollajeotoñalseacercabaasumáximoapogeoyelcolordelashojasincendiabalascolinas.—Cambiandode lo sublimea lo ridículo—dijo el doctorBob—,¿cómo lo

llevas con tus vecinas, las señoras del restaurante? He oído que has tenidoproblemas.Scott no se molestó en preguntarle a Ellis cómo se había enterado; Castle

Rock era un pueblo pequeño y la gente chismorreaba. Y suponía que loscotilleossepropagabanrápidocuandolamujerdeunmédicojubiladopertenecíaatodasuertedecomitésmunicipalesyparroquiales.—SiMcCombyDonaldson teoyeran llamarlas«señoras», teañadiríanasu

listanegra.Pero,dadamisituaciónactual,mehabíaolvidadodeellas.Una hora más tarde, Scott se encontraba sentado en su estudio, parte de unabonitacasade trespisosenCastleView,quedominaba laciudadpropiamentedicha.Unaviviendaconunpreciomásaltodelqueélhabríapodidopagarcondesahogo,peroNoralahabíaqueridoatodacosta,yélhabíaqueridoaNora.YahoraellavivíaenArizonayélsehabíaquedadoconunsitioqueerademasiadograndeinclusoparadospersonas.Máselgato,porsupuesto.Sospechabaqueaella le había resultadomás duro abandonar aBill que abandonar a sumarido.Scott reconocía que esa idea destilaba un poco de mala leche, pero pocasverdadesestabanexentasdemaldad.En el centro de la pantalla de su ordenador, destacaban las palabras

HOCHSCHILD-KOHNMATERIALBORRADOR4enletrasgrandes.Hochschild-Kohnno

era la cadena para la que trabajaba, esta había echado el cierre hacía casicuarenta años, pero, con un encargo de la entidad de aquel, no estaba demásandarprevenidoconloshackers.Deahíelseudónimo.Cuando Scott hizo doble clic, apareció la imagen de una antigua tienda de

Hochschild-Kohn(alfinallareemplazaríaporunedificiomuchomásmodernoquepertenecíaa laverdaderacompañíaque lohabíacontratado).Debajode lafotoseleía:«Túponeslainspiración,nosotroselresto».En realidad, había conseguido el encargo gracias a ese lema pergeñado

rápidamente.Eltalentocomodiseñadoreraunacosa;lainspiraciónyelhallazgode eslóganes ingeniosos era otra; cuando se fusionaban, se generaba algoespecial.Élmismoeraespecial,teníaantesílaoportunidaddedemostrarloynopensaba desaprovecharla.Más adelante se vería obligado a colaborar con unaagenciapublicitaria,loasumía,yretocaríansustextosygráficos,peronocreíaque cambiaran el eslogan. La mayoría de sus ideas básicas resistirían lasrevisiones.TeníanfuerzasuficienteparasobreviviraunpuñadodepecesgordosdeNuevaYork.Volvióahacerdobleclicyenlapantallaseabrióunsalón.Estabatotalmente

vacío;noteníalámparasniapliques.Alotroladodelaventanasedivisabaunapraderaque casualmente formabapartedel campodegolf deHighlandAcres,dondeMyraEllishabíajugadonumerosasvueltas.Algunasveces,elcuartetodeMyra había incluido a la propia exmujer de Scott, que ahora vivía (y era depresumirquetambiénjugabaalgolf)enFlagstaff.BillE.Gatoentróenelcuarto,soltóunmaullidosomnolientoyselerestregó

contralapierna.—Ahorateechodecomer—murmuróScott—.Esperaunminuto.—Comosi

ungatocomprendierael conceptodeunminutoenparticular,odel tiempoengeneral.«Como si yo lo comprendiera», pensó Scott. «El tiempo es invisible. A

diferenciadelpeso».Ah,peroesoquizánofuesecierto.Unosentíaelpeso,sí—cuandosecargaba

con mucho, uno se volvía plomizo—, pero, en esencia, ¿acaso no se trataba,como el tiempo, de un constructo humano? Las manecillas de un reloj, losdígitosdeunabásculadebaño,¿noconstituían tan solouna formade intentarmedirfuerzasinvisiblesqueproducíanefectosvisibles?¿Unesfuerzovanoporconfinar una realidad mucho mayor que la imaginada por los simples sereshumanos?«Déjatedehistoriasoacabaráscomounachota».

BillemitióotromaullidoyScottcentródenuevosuatenciónenlapantalladelordenador.Sobreelyermosalónhabíauncuadrodebúsquedaqueconteníalaspalabras:

«¡Eligetuestilo!».Scotttecleó;«Colonialamericano»,ylapantallacobróvida,no de repente, sino despacio, como si un comprador meticuloso estuvieraseleccionando cada mueble e incorporándolo al conjunto: butacas, un sofá,paredes rosas pintadas con plantillas en vez de empapeladas, un reloj SethThomas, una alfombra de retales en el suelo.Una chimenea con un acogedorfuego. Las lámparas del techo se componían de quinqués sobre ruedas demadera.EranalgodesmesuradasparaelgustodeScott,perolagentedeventascon la que había tratado las adoraba y le había asegurado a Scott que a losclientespotencialestambiénlesencantarían.Podíadeslizarundedoyamueblaruncomedor,undormitorio,unestudio…,

todo en el mismo estilo colonial. O podía regresar al cuadro de búsqueda ydecorar esas habitaciones virtuales en estilo «Garrison», «Craftsman» o«Cottage». Sin embargo, la tarea de ese día era «Reina Ana». Scott abrió suportátilyempezóaseleccionarelementosdeexposición.Alcabodecuarentaycincominutos,Billregresóyserestregóymaullócon

másinsistencia.—Vale,vale—dijoScott,ysepusodepie.Sedirigióalacocina,conBillE.

Gato abriendo la marcha con la cola levantada. Había una cierta elasticidadfelinaenlosandaresdeBill,yquelezurcieransiélnosehabíacontagiadodelmismobrío.VertióunaracióndeFriskiesenelcuencodeBilly,mientraselgatoengullía

lacomida,élsalióalporchedelanteroenbuscadeunsoplodeairefrescoantesderegresaralasbutacasSelby,lossofásWinfrey,lascómodasHouzz,todoconlasfamosaspatasdelaReinaAna.Lerecordabanalaclasedemueblequeunoencontraba en las funerarias, chismes pesados con aspecto ligero, pero paragustossecrearonloscolores.Tuvo tiempodevera las«señoras»,como lashabía llamadoeldoctorBob,

mientrassalíandesupropiedadytorcíanhaciaViewDrive,luciendosuslargaspiernasbajounosshortsdiminutos,azuleslosdeDeirdreMcComb,rojoslosdeMissy Donaldson. Llevaban sendas camisetas con propaganda del restaurantequeregentabanenelcentro,enCarbineStreet.Lasseguíanal trotedosbóxerscasiidénticos,DumyDee.Recordó entonces lo que el doctor Bob había comentado cuando Scott se

marchaba(probablementesinotraintenciónqueponerfinasuencuentroenun

tonomásdistendido),algoacercadeunpequeñoproblemaqueScott teníaconlasdueñasdelrestaurante.Noseequivocaba,aunquenopodíacompararseaunaamarga relación rota ni a una misteriosa pérdida de peso; era más como unherpes labial que se negaba a desaparecer. Deirdre era la que de verdad leirritaba, siempre con una sonrisa de superioridad esbozada en el rostro, unasonrisaqueparecíadecir:«Señor,ayúdameasoportaraestosidiotas».Scotttomóunarepentinadecisiónyseapresuródevueltaalestudio(dandoun

ágilsaltosobreBill,queharaganeabaenelpasillo)abuscarsutableta.Mientrasregresabaalporchealacarrera,abriólaaplicacióndelacámara.Lamosquiteraqueprotegíaelporcheloocultabaenparte,pero,encualquier

caso, las mujeres no le prestaban atención. Corrían por la acera de tierracompactaalotroladodelacalle,lasbrillantesdeportivasblancasacuchillabanelaire, las coletas se balanceaban a su espalda. Los bóxers, robustos, pero aúnjóvenesyatléticos,golpeteabanconfuerzaelsuelosiguiendosuritmo.Scott habíavisitado su casadosvecespor el asuntode losperrosy las dos

veces había hablado conDeirdre, que se había calzado pacientemente aquellasonrisa de leve superioridadmientras le explicaba que dudabamucho que susperros estuvieranhaciendo susnecesidadesenel céspeddeScott.El jardíndeatrás estaba vallado, le había asegurado, y durante la hora diaria que estabanfuera («DeeyDumsiemprenosacompañanaMissyyamícuandosalimosacorrer»)seportabanrequetebién.—Creoquedebendeoler ami gato—había replicadoScott—ymarcan el

territorio.Locomprendoyentiendoquenoquieranllevarlosatadosconcorrea,perolesagradeceríaquerevisaranmicéspedalavueltaycontrolaranlosdañossifueranecesario.—Controlarlosdaños—habíarepetidoDeirdre,sinqueleflaquearalasonrisa

enningúnmomento—.Pareceunpocomilitarista,peropuedequeseacosamía.—Comoquierallamarlo.—SeñorCarey,quizáhayaperrosque,comousteddice,hacensuscosasensu

jardín,perononuestrosperros.¿Oacasoleinquietaotracosa?Noseráquetieneprejuicioscontraelmatrimonioentrepersonasdelmismosexo,¿verdad?AScottlehabíafaltadopocoparaestallarencarcajadas,loquehabríasidoun

gestodediplomacianefasta,incluso«trumpiana».—Para nada. Mi prejuicio es contra los regalos sorpresa dejados por sus

bóxers:nomegustapisarlos.—Una discusión muy instructiva —había concluido ella, aún con aquella

sonrisa(noexasperante,comoquizáellaesperaba,perosídelomásirritante)y,

consuavidadperoconfirmeza,lehabíacerradolapuertaenlasnarices.Apartadadesuspensamientoslamisteriosapérdidadepesoporprimeravez

endías,Scottobservóa lasdosmujeresqueenfilabanensudireccióncon losperrosdandovalerosaszancadasensuestela.DeirdreyMissyhablabanmientrascorrían, riéndose de algo. Sus mejillas coloradas brillaban de sudor y buenasalud.McComberasindudalamejorcorredoradelasdosyaminorabaatodasluces la marcha para que su compañera le siguiera el ritmo. Prestaban nulaatención a los perros, aunque tampoco es que pudiera considerarse unanegligencia por su parte; View Drive no era un hervidero de tráfico,especialmenteen lashorascentralesdeldía.YScott teníaqueadmitirque losperros se mantenían lejos de la calzada. Al menos en ese sentido los habíanadiestradobien.«Hoynopasaránada»,pensó.«Nuncapasanadacuandounoestápreparado.

Aunque sería un placer borrarle de la cara esa sonrisita a la señoritaMcComb…».Pero sucedió. Primero uno de los bóxers se desvió del camino, y luego lo

siguióelotro.DeeyDumseinternaronenelcéspeddeScottyseacuclillaronjuntos.Scottlevantólatabletaysacótresfotosenrápidasucesión.Alanochecer,trasunacenatempranaconsistenteenespaguetisalacarbonarayunaporcióndetartadequesoconchocolate,ScottsesubióalabásculaOzeri,conlaesperanzaquesiempreabrigabaesosdíasdequelascosasfinalmenteseenderezaran. Pero no. A pesar de la comilona que acababa de zamparse, elaparatoleinformódequehabíabajadoa95,6kilos.Bill lomirabadesde la tapadel inodoro,con lacoladiestramenteenroscada

alrededordesuszarpas.—Bueno—le dijo Scott—, es lo que hay, ¿no? Como solía decir Nora al

llegaracasadespuésdeesasreunionessuyas,somoslosarquitectosdenuestrasvidasylaaceptacióneslaclavedelafelicidad.Elgatoselimitóabostezar.—Pero también cambiamos las cosas que podemos, ¿no? Vigila el fuerte.

Tengoquehacerunavisita.CogióeliPadycruzóaltroteloscuatrocientosmetrosqueleseparabandela

granjareformadaenlaqueMcCombyDonaldsonllevabanviviendounosochomeses,desdelainauguracióndelSantoFrijol.Conocíasuhorariobastantebien,de esa forma distraída en que uno llega a conocer las idas y venidas de sus

vecinos, y sabía que ese sería unbuenmomentopara pillar aDeirdre a solas.Missyeralacocineradelrestauranteyporlogeneralsemarchabaparaempezarcon lospreparativosde lacenaalrededorde las tres.Deirdre,queera lamitadvisible de la sociedad, se presentaba a eso de las cinco. Era quien estaba almando, creíaScott, tanto en el trabajo como en el hogar.MissyDonaldson lehabíacausadolaimpresióndeserunacriaturadulcequecontemplabaelmundoconunamezclademiedoyasombro.Másdeloprimeroquedeloúltimo,ensuopinión. ¿Se consideraba McComb la protectora de Missy además de sucompañera?Quizá.Probablemente.Subiólosescalonesdelaentradaytocóaltimbre.Eneljardíndeatrás,Deey

Dumsepusieronaladrar.Deirdreabriólapuerta.Llevabaunbonitovestidoqueleestilizabalafiguray

con el que sin duda deslumbraba a los comensales cuando los recibía y lesasignabasusmesas.Losojosconstituíansumejorrasgo,untonocautivadordegrisverdoso,conlascomisurasunpococurvadashaciaarriba.—Vaya, señor Carey—saludó—.Qué alegría verle.—Y la sonrisa, que la

desmentía:«Quéaburrimientoverle»—.Meencantaríainvitarleaentrar,perohedeirmealrestaurante.Tenemosmuchasreservasestanoche.Turistasdeotoño,yasabe,delosquevienenporelfollaje.—No la entretendré—dijo Scott, calzándose su propia sonrisa—. Solo he

pasadoparaenseñarleesto.—YletendióeliPadparaquepudieraveraDeeyaDumdecuclillasensujardínycagandoentándem.Ellasequedómirandolafotounbuenratoylasonrisaselemarchitóenlos

labios, una visión que no proporcionó a Scott tanta satisfacción como habíaimaginado.—Muy bien —dijo ella al cabo. La cadencia musical de su voz se había

desvanecido.Sinella,sonabacansadayviejaparasuedad,quedebíarondarporlostreintayalgo—.Ustedgana.—No se trata de ganar, créame.—Y, en elmomento en que las palabras le

brotabandelaboca,Scottseacordódeunprofesordelafacultadqueenciertaocasiónseñalóquehabíaquedesconfiarcuandoalguienañadíaun«créeme»alfinaldeunafrase.—De acuerdo, me ha convencido, entonces. Ahora mismo no puedo ir a

limpiarlo, yMissy ya está en el trabajo, perome ocuparé de ello después decerrar.Nohacefaltaquedejeencendidalaluzdelporche.Deberíasercapazdeverlos…residuos…alaluzdelasfarolas.—Noes necesario.—Scott empezaba a sentirsemezquino.A sentir que, de

algún modo, había obrado mal. «Usted gana», había dicho ella—. Ya lo herecogidoyo.Soloquería…—¿Qué? ¿Quedar por encima de mí? Pues, si era su propósito, misión

cumplida.ApartirdeahoraMissyyyoiremosacorreralparque.Notieneporquédenunciarnosalasautoridadeslocales.Graciasybuenasnoches.—Lamujerempezóacerrarlapuerta.—Espereuninstante—lerogóScott—.Porfavor.Ella lo escudriñó a través de la puerta medio entornada, con semblante

inexpresivo.—En ningún momento se me ha pasado por la cabeza quejarme a los de

control de animales por unas cacas de perro, señorita McComb. Mire, soloquieroqueseamosbuenosvecinos.Miúnicoproblemaeraelmodoenquememenospreciaba.Senegabaa tomarmeenserio,yasínoescomosecomportanlosbuenosvecinos.Almenosnoporestoslares.—Oh,sabemosexactamentecómosecomportanlosbuenosvecinos—replicó

ella—.Porestoslares.—Lasonrisadelevesuperioridadhabíaretornadoyaúnlalucíaenelrostrocuandocerrólapuerta.Aunquenosinqueantesélalcanzaraavislumbrarenlosojosdelamujerundestello,quizáreflejodesuslágrimas.«Sabemos exactamente cómo se comportan los buenos vecinos por estos

lares»,pensómientrasdescendíalacolina.¿Quédiantressignificabaeso?El doctor Bob le telefoneó dos días más tarde para preguntarle si se habíaproducidoalgúncambio.Scottlecomunicóquelascosasprogresabanalmismoritmo.Habíabajadoanoventaycuatro.—Es más regular que el demonio. Subirme a la báscula es como ver el

cuentakilómetrosdeuncocheandarhaciaatrás.—Pero¿tusdimensionesfísicassiguensincambios?¿Latalladecamisa?¿La

cintura?—Sigo usando una cuarenta de cintura y una treinta y cuatro de largo. No

necesito apretarme el cinturón. Ni aflojarlo, aunque parezco un leñadorcomiendo.Huevos,beiconysalchichasparadesayunar.Yporlasnocheslobañotodo en salsa. Ingieropor lomenos tresmil calorías al día.Puedeque cuatro.¿Hasinvestigado?—Sí—respondióeldoctorBob—.Hastadondemeconsta,nuncahaexistido

un caso como el tuyo. Abundan los informes clínicos de personas cuyometabolismo funciona a toda máquina, personas que, en tus palabras, comen

comoleñadoresynoengordan,peronoseconocencasosdepacientesquepesenlomismodesnudosquevestidos.—Oh,perohaymáscosas—dijoScott.Volvíaasonreír.Sonreíamuchoesos

días,algoprobablementeabsurdo,dadaslascircunstancias.Perdíapesocomounenfermodecáncerenfaseterminal,peroel trabajomarchabavientoenpopaynuncasehabíasentidotananimado.Aveces,cuandonecesitabaundescansodelapantalladelordenador,seponíamúsicadelaMotownybailabaporelcuartomientrasBillE.Gatolomirabacomosihubieraenloquecido.—Cuéntamelo.—Esta mañana me pesé recién salido de la ducha y en cueros. Noventa y

cuatrokilosjustos.Saquélasmancuernasdelarmario,lasdediez,ymesubíalabásculaconunaencadamano.Yseguíamarcandonoventaycuatrokilosjustos.Silencioalotroladodelalíneaporunosinstantes.—Nomejodas—dijoEllisalcabo.—Bob,quememueraahoramismositemiento.Mássilencio.Yluego:—Es como si te rodeara una especie de campo de fuerza que repele la

gravedad.Séquenoquieresquetetorturenconpinchazosypruebas,peroestoesalgocompletamentenuevo.Yalgogordo.Podría tener implicacionesquenisiquierasomoscapacesdeconcebir.—Noquieroconvertirmeenunmonstruodecirco—dijoScott—.Ponteenmi

lugar.—¿Lomeditarásalmenos?—Lohemeditadomucho.Ynomeapeteceformarpartedelsalóndelafama

del Inside View, con mi foto entre las del Aviador Nocturno y Slender Man.Además, tengoqueterminarel trabajo.HeprometidoaNoraunporcentajedeldinero;aunqueeldivorcioseresolvióantesdequeconsiguieraelencargoestoysegurodequelevendrábien.—¿Cuántotiempotardarás?—Quizá unas seis semanas. Claro que luego vendrán las revisiones y las

pruebas, que me tendrán ocupado hasta el próximo año, pero lo principal loacabaréenseissemanas.—Sielprocesocontinúaalamismavelocidad,paraentonceshabrásbajadoa

setentaycincokilos.—Peroconservaréelaspectodeunhombre imponente—replicóScott,y se

echóareír—.Ahíquedaeso.—Parecesincreíblementecontento,considerandoloquetepasa.

—Porque estoy contento. Puede sonar ridículo, pero es la verdad. A vecespiensoqueestaeslamejordietadelmundo.—Sí—dijoEllis—,pero¿dóndetermina?

Undía,nomuchodespuésdesuconversacióntelefónicaconeldoctorBob,seprodujo el sonido de unos nudillos tímidos llamando a la puerta de Scott. Sihubieratenidomásaltalamúsica—esedíaescuchabaalosRamones—,jamáslohabríaoídoyquizálavisitantehabríadesistido.Seguramentealiviada,pues,cuandoabrió,allíseencontrabaMissyDonaldson,queparecíamediomuertadepánico.EralaprimeravezquelaveíadesdequesacólasfotosdeDeeyDummientras se aliviaban en su jardín. Suponía que Deirdre había cumplido supalabrayquelasmujeresejercitabanahoraasusperrosenelparquemunicipal.Aunque, si dejaban que los bóxers corrieran con plena libertad por allí, searriesgaban ameterse en un lío con el encargado del control de animales, pormuybienqueseportaranlosperros.Lascorreaseranobligatoriasenelparque;Scotthabíareparadoenlasseñales.—SeñoritaDonaldson—saludóél—.Hola.Eratambiénlaprimeravezquelaveíasolaysecuidómuchodetraspasarel

umbralyderealizarmovimientosbruscos.Lamujerparecíaalbordedebajarlosescalonesdeunsaltoyhuiralacarrera,asustadacomouncervatillo.Erarubia,no tanguapacomosucompañera,pero teníaunrostrodulceyojosazulclaro.Había algo frágil en ella, algo que a Scott le recordó la vajilla decorativa deporcelanadesumadre.Resultabadifícilimaginarseaesamujerenlacocinadeunrestaurante,moviéndosedeollaenollaydesarténensarténentreelvapor,emplatandocenasvegetarianasydandoórdenesalmismotiempo.—¿Enquépuedoayudarla?¿Quiereentrar?Tengocafé…,oté,siloprefiere.Ella sacudía la cabeza antes de que terminara de pronunciar las ofrendas

normalesdehospitalidad,contantafuerzaquelacoletaoscilabadeunhombroaotro.—Hevenidoapedirledisculpas.PorDeirdre.—No tiene por qué—dijo él—. Como tampoco tienen por qué sacar a los

perros en el parque. Lo único que pido es que lleven un par de bolsas paraexcrementosyrevisenmicéspedalvolver.Noesmuchopedir,¿no?—No,paranada.InclusoselosugeríaDeirdre.Secabreóunabarbaridad.Scottlanzóunsuspiro.—Lolamento,señoritaDonaldson…

—LlámemeMissy,siquiere.—Bajólosojosyuntenueruborlecoloreólasmejillas,comosihubierahechouncomentarioquepudieraconsiderarsesubidodetono.—Me gustaría. Porque lo único que quiero es que seamos buenos vecinos.

Como lamayoríade lagentequevivimosenCastleView, ¿sabe?Ymeda laimpresióndequeheempezadoconmalpie,aunque ignorocómopodríahaberempezadoconelbueno.Aúnsinapartarlavistadelsuelo,elladijo:—Vivimosaquídesdehacecasiochomesesylaúnicavezquenoshahablado

de verdad, a alguna de las dos, fue cuando nuestros perros le ensuciaron eljardín.TeníamásrazóndeloqueaScottlehabríagustadoadmitir.—Fuiadarleslabienvenidaconunabolsadedónutscuandosemudaron—se

justificóél,aunquesindemasiadaconvicción—,peronoestabanencasa.Supusoquepreguntaríaporquénohabíavueltoaintentarlo,peronolohizo.—HevenidoapedirledisculpasennombredeDeirdre,pero tambiénquería

defenderla.—AlzólamiradaylafijóenlosojosdeScott.Leexigióunesfuerzoevidente(aferrabalacinturadesusvaquerosconlasmanos),perolologró—.Enrealidad no está enfadada…, bueno, sí, pero no solo con usted. Está enfadadacontodoelmundo.VeniraCastleRockhasidounerror.Nosdecidimosporqueel local estaba acondicionado, el precio era razonable y queríamos salir de laciudad…,osea,deBoston.Conocíamoslosriesgos,peroparecíanaceptables.Yelpuebloesprecioso.Bueno,yalosabe,imagino.Scottasintióconlacabeza.—Pero es probable que perdamos el restaurante. Con toda seguridad

tendremosquecerrarsilascosasnotomanunrumbodiferenteantesdeldíadeSanValentín.Eslaúnicarazónporlaquepermitióquelapusieranenesecartel.Nohabladelomalqueestánlascosas,perolosabe.Lasdoslosabemos.—Mencionó algo de los turistas de otoño…, y todo el mundo dice que el

pasadoveranofueespecialmentebueno…—Elveranofuebueno—confirmóella,convozunpocomásanimada—.Y

encuantoalosturistas,hemostenidoalguno,perolamayoríasedirigenaloeste,a New Hampshire. North Conway tiene un montón de tiendas para ir decompras, y más atracciones turísticas. Supongo que en invierno tendremosesquiadoresdepasohaciaBetheloSugarloaf…ScottsabíaquelamayoríadelosesquiadoresevitabanentrarenCastleRocky

tomabanlaestatal2,quelosconducíadirectamentealasestacionesdeesquídel

oestedeMaine,pero¿porquédesmoralizarlamásdeloqueyaestaba?—Soloque,cuandollegueelinvierno,necesitaríamosquelagentedeaquínos

apoyaraunpoco.Ustedsabecómofuncionanlascosasenunpueblocomoeste,seguro.Loslugareñoshacennegociosunosconotrosdurantelosmesesdefrío,loque lesbastaparacapearel temporalhastaquevuelven losveraneantes.Laferretería,elalmacéndemadera, laCafeteríadePatsy…,resistenlosmesesdevacasflacas.PeroalFrijolnovienemuchagentedeCastleRock.Algunos,perono los suficientes.Deirdre dice que no es solo porque seamos lesbianas, sinoporqueestamoscasadas.Detestolaidea…,perocreoquetienerazón.—Estoysegurodeque…—LavozdeScottacabódiluyéndose.¿Dequeno

eracierto?¿Cómodiablos ibaasaberlocuandonisiquierasehabíadetenidoapensarlo?—¿Seguro de qué?—preguntó ella. No en tono arrogante, sino de sincera

curiosidad.Seacordódelabásculadelbañoydelretrocesoimplacabledelosnúmeros.—Enrealidadnoestoysegurodenada.Siescierto,losiento.—Deberíaveniracenarunanoche—lepropusoella.Podríahabersidouna

forma insidiosa de insinuar que sabía que él nunca había comido en el SantoFrijol,peronolocreía.Nocreíaqueesajovenalbergaraniunapizcademaliciaensuinterior.—Iré—aceptóél—.Deduzcoquesirvenfrijoles,¿no?Missysonrióyseleiluminóelrostro.—Oh,sí,demuchasvariedades.Scottledevolviólasonrisa.—Unapreguntaestúpida,supongo.—Tengoqueirme,señorCarey…—Scott.Ellaasintióconlacabeza.—Vale,Scott.Mehagustadohablarconusted.Necesitédetodomivalorpara

acercarmehastaaquí,peromealegrodehabervenido.LetendiólamanoyScottselaestrechó.—Sololepidounfavor.SiporcasualidadveaDeirdre,leagradeceríaqueno

mencionaraquehepasadoaverle.—Deloporhecho—leaseguróScott.

El día siguiente a la visita deMissyDonaldson,mientras terminaba de comer

sentadoalabarradelaCafeteríadePatsy,Scottoyóquealguienenunadelasmesasa suespaldahacíamofade«ese restaurantedecomealmejas».Brotaroncarcajadas. Scott miró la porción de tarta de manzana, aún a medias, y elcucharóndeheladodevainillaqueempezabaaderretirseasualrededor.TeníabuenapintacuandoPatsyselosirvió,peroyanoleapetecía.¿Había oído comentarios similares otras veces y le habían pasado

desapercibidos, como solía sucederle con la mayoría de la chácharaintrascendente (al menos para él) que captaba por casualidad? No le gustabapensarentalposibilidad,peronoladescartaba.«Es probable que perdamos el restaurante», había reconocido ella.

«Necesitaríamosquelagentedeaquínosapoyaraunpoco».Habíausadoelcondicional,comosienelSantoFrijolyacolgaraunletrerode

SEVENDEOALQUILAenlaventana.Selevantó,dejóunapropinabajoelplatodelpostreypagólacuenta.—¿Notehaspodidoacabarlatarta?—preguntóPatsy.—Parecequeteníamássitioparaellaenlosojosqueenelestómago—dijo

Scott, aunque no respondía a la verdad. Sus ojos y estómago conservaban sutamaño habitual, solo que pesaban menos. Lo sorprendente era que ya no leobsesionaba, ni siquiera le importaba demasiado. Quizá sufriera un trastornoinaudito, sí, pero en ocasiones abandonaba su mente por completo. Se habíaolvidadodeellomientrasaguardaba,tabletaenmano,paracazaraDeeyDumevacuandoensujardín.Yseolvidódeelloeneseinstante.Suspensamientossecentrabanahorasoloenaquellaperlasobrelascomealmejas.Había cuatro individuos sentados a lamesa en cuestión, tipos fornidos con

ropas de trabajo. Una hilera de cascos engalanaba el alféizar. Los hombresllevabanmonosdecolornaranjaconlasletrasOPCRestampadasenellos:ObrasPúblicasdeCastleRock.Scottpasóasuladodecaminoalapuerta,laabrió,entoncescambiódeideay

se acercó a lamesa ocupada por la cuadrilla. Conocía a dos de los hombres,habíajugadoalpóquerconunodeellos,RonnieBriggs.Gentedelpueblo,igualqueél.Vecinos.—¿Sabéisunacosa?Esoquehabéisdichoesrepugnante.Ronnielevantólamirada,perplejo;luegoreconocióaScottysonrió.—Eh,Scotty,¿cómoteva?Scottnolehizocaso.—Esasmujeresvivenenmicalle.Sonbuenaspersonas.—AlmenosMissy.

PorMcCombnohabríapuestolamanoenelfuego.

Unodeloshombres,fornidoyanchodeespaldas,secruzódebrazosymiróconfijezaaScott.—¿Hablábamoscontigo?—No,pero…—Exacto.Asíquepírate.—…perohetenidoqueoírlo.El localerapequeño,pero siempreestabaatestadoa lahorade lacomiday

bullía de cháchara. En ese momento las conversaciones se acallaron y elatareado rechinar de los tenedores sobre los platos se detuvo. Las cabezas segiraron.Patsy se encontrabaapostada juntoa la caja registradora, alertapor sisurgíanproblemas.—Te lo repito una vez más, colega, pírate. Lo que hablemos no es asunto

tuyo.Ronnieseapresuróalevantarse.—Oye,Scotty,¿porquénosalgoafueracontigo?—No hace falta—replicó Scott—.No necesito escolta, pero primero tengo

que decir una cosa. Si coméis en su restaurante, estáis en vuestro derecho decriticarlacomidatodoloquequeráis.Enlodemás,cómodecidanesasmujeresvivirsuvidanoosincumbe.¿Quedaclaro?Elhombrequehabíapreguntadosiestabainvitadoalaconversacióndescruzó

los brazos y se puso de pie.No era tan alto comoScott, pero símás joven ymusculoso.Teníaelcuelloanchoyenrojecido,elcolorleinflamabalasmejillas.—Mástevalecerrarlabocazaantesdequetelareviente.—Deesonada,deesonada—intervinoPatsycondureza—.Scotty,deberías

irte.Saliódelrestaurantesinrechistaryaspiróunaprofundabocanadadelfríoaire

de octubre. A su espalda oyó un golpe en el cristal. Se giró y vio al señor«Cuellotoro», que lo observaba. Estiró un dedo, como instándole: «Espera unmomento». La ventana de la Cafetería de Patsy estaba empapelada con todasuertedeanuncios.Cuellotoroarrancóunodeloscarteles,sedirigióalapuertaylaabrió.Scottcerró lospuños.Nosehabíaenzarzadoenunapeleadesdeel instituto

(unabatallaépicaquehabíaduradoquincesegundosyenlaquehabíalanzadoseispuñetazos, cuatrode ellos fallidos), pero sedescubriódeprontodeseandoiniciar otra. Se sentía liviano, más que preparado, ágiles las piernas. Noenfadado;feliz.Optimista.«Flotacomounamariposa,picacomounaabeja»,sedijo.«Venga,machote».

Sinembargo,Cuellotoronoparecíadispuestoapegarse.EstrujóelcartelylotiróalaaceraalospiesdeScott.—Ahítienesatuamiguita—leespetó—.Llévateloparaquepuedaspajearte

en casa, anda. Porque,menos si la violas, es lomás cerca que vas a estar defollártela.Volvióadentroysesentójuntoasuscompañeros,congestosatisfecho:caso

cerrado.Conscientedequetodoslosparroquianosloobservabanatravésdelaventana,Scottseagachó,recogióelcartelarrugadoysealejócaminandohacianinguna parte en particular, tan solo para escapar de las miradas. No seavergonzabanisesentíaidiotaporhabermontadounespectáculoenlacafeteríadondecomíamediopueblo,perotodosaquellosojosinteresadoslemolestaban.Le indujo apreguntarseporquéquerría nadie subirse a un escenario a cantar,actuarocontarchistes.Alisólaboladepapelyenseguidaleacudióalamentealgoquehabíadicho

MissyDonaldson:«Eslaúnicarazónporlaquepermitióquelapusieranenesecartel».Porlovisto,sereferíaalComitéOrganizadordelaCarreradelPavodeCastleRock.El centro de la hoja lo ocupaba una fotografía deDeirdreMcComb.Había

máscorredores,lamayoríadetrásdeella.Llevabaungrannúmero19prendidoala cinturilla de sus pantalones cortos azules, y una camiseta con las palabrasMARATÓN DE NUEVA YORK 2011 en la delantera. En su rostro se percibía unaexpresiónqueScottjamáshabríaasociadoconella:radiantefelicidad.Laleyendarezaba:«DeirdreMcComb,copropietariadeSantoFrijol,lanueva

experienciagastronómicadeCastleRock,acercándosea la líneademetade laMaratón de Nueva York, en la que acabó CUARTA dentro de la CategoríaFemenina. Ella ya ha confirmado su participación este año en la Carrera delPavodeCastleRock.¿YTÚ?».Losdetallesse facilitabandebajo.LacarreraanualdeAccióndeGraciasde

CastleRocksecelebraríaelviernes siguientea la festividad,consalidaen lasinstalaciones del Departamento de Parques y Recreo en Castle View, yfinalizaciónenelPuentedeHojalata,enelcentrodelaciudad.Lainscripción,enlasmismasoficinas,estabaabiertaatodaslasedadesycostabacincodólarespara losadultos residentes, sietepara los forasterosydospara losmenoresdequinceaños.Al contemplar el rostro exultante de la mujer de la fotografía—la euforia

endorfínicadelcorredorenestadopuro—,ScottcomprendióqueMissynohabíaexagerado sobre la esperanza de vida del Santo Frijol. Ni un ápice. Deirdre

McComberaunapersonaorgullosa,conunaltoconceptodesímisma,queseofendía a lamínima;demasiado susceptible, enopinióndeScott.Permitir queutilizaransuimagendeesaforma,seguramentesoloporlamenciónde«lanuevaexperiencia gastronómica de Castle Rock», debía de obedecer a una tácticadesesperada.Cualquiercosa,loquefuese,paraatraeraunospocosclientesmás,aun cuando estos solo tuvieran el propósitode admirar aquellas largaspiernasjuntoalatrildelamaître.Doblóelcartel,seloguardóenelbolsillodeatrásdelosvaquerosycaminó

despacioporMainStreet,fijándoseenlosescaparatesdelastiendasporlasquepasaba.Habíacartelesentodosellos:cartelesdecenascomunitariasdealubias,carteles del gran rastrillo anual en el aparcamiento del circuito de Oxford,anuncios de una fiesta en la iglesia católica y de un picoteo en el parque debomberos.Vioelcartelde laCarreradelPavoenelescaparatedeunnegocio,Servicios InformáticosCastleRock, pero nadamás, hasta que llegó alRincóndelLibro,undiminutoedificioalfinaldelacalle.Entró,curioseóunpocoyalcabopescóunlibrodefotografíasdelamesade

saldos:MueblesdeNuevaInglaterra.Noesperabaencontrarnadaquelesirvieraparasuproyecto—afindecuentas,estabacercadeculminarlaprimerafase—,peronuncasesabía.MientraslepagabaaMikeBadalamente,eldueñoyúnicoempleado,hizouncomentariosobreelcartelde laventanaymencionóque lamujererasuvecina.—Sí,DeirdreMcComb fueunaatletadestacadadurantecasidiezaños—le

contóMikemientrasmetía el libro en una bolsa—.Habría participado en losJuegosOlímpicosde2012 si no sehubiera roto el tobillo.Mala suerte.Tengoentendido que ni siquiera llegó a intentarlo en 2016.Me figuro que ya estaráretiradadelaaltacompetición,peromemueroporcorrerconellaesteaño.—Esbozóunaampliasonrisa—.Tampocoesquevayaaaguantarleelritmomuchoratounavezquesedéelpistoletazodesalida.Notendrárival.—¿Nihombrenimujer?Mikeseechóareír.—PoralgolallamabanelRelámpagodeMalden,colega.Maldeneslaciudad

dondenació.—HevistouncartelenlaCafeteríadePatsy,otroenlatiendadeinformáticay

eldetuescaparate,peronoenmássitios.¿Cuáleselmotivo?AMikeseledesdibujólasonrisa.—No es nada de lo que enorgullecerse. Ella es lesbiana. Seguramente no

habría causado ningún revuelo si se lo hubiera guardado para sí, a nadie le

importaloquepasatrasunapuertacerrada,perotuvoquepresentaralacocineradel Santo Frijol como su esposa.Mucha gente de por aquí lo ha interpretadocomoungestodedesprecio,parafastidiar.—¿Y por eso los negocios no anuncian la carrera, aunque la recaudación

beneficiaráalaciudad?¿Soloporqueaparecesufoto?En vista de cómo había reaccionado Cuellotoro, arrancando el cartel de la

CafeteríadePatsy,aquellasnisiquieraeranpreguntasreales,sinotansolounamanera de aclarar sus propias ideas.En cierto sentido le embargaba lamismasensaciónquecuando,alaedaddediezaños,elhermanodesumejoramigoloshabía sentado a los dos para explicarles de dónde venían los niños.Ahora, aligualqueentonces,Scotthabíacaptadounavaganocióndelconjunto,perolosdetallesespecíficosnodejabandesorprenderle.¿Deverdadlagentehacíaeso?Puessí,yparecíaquetambiénhacíaestootro.—Van a sustituirlos por unos nuevos —reveló Mike—. Resulta que estoy

enterado porque pertenezco al comité. Lo propuso el alcalde Coughlin. Yaconoces aDusty, el rey del compromiso.Los nuevosmostrarán un puñadodepavos corriendo por Main Street. A mí no me gusta y voté en contra, peroentiendosusmotivaciones.ElayuntamientoledaalDepartamentodeParquesyRecreounamiseria,dosmildólares.Noessuficienteparamantenerelparque,muchomenosparafinanciarlasdemásactividadesqueorganizan.LaCarreradelPavorecaudacasicincomil,perotenemosquedarlepublicidad.—Asíque…soloporserlesbiana…—Una lesbiana casada, lo que para muchos es un factor determinante. Ya

conoces el condado de Castle, Scott. ¿Cuánto tiempo llevas viviendo aquí?¿Veinticincoaños?—Másdetreinta.—Ajá,sonrepublicanosde la ramadura.Yconservadores.En2016, tresde

cada cuatro eligieron a Trump y creen que ese gobernador nuestro que tienepetrificado el cerebro camina sobre las aguas. Si esas mujeres hubieranmantenido sumatrimonio en secreto, les habría ido bien, pero no. Ahora haygentequepiensaqueintentanenviaralgúntipodemensaje.Yomismocreoqueellasobien ignorabancuál es el climapolítico aquí, obien son idiotas, lisayllanamente.—Hizounapausa—.Perotienenbuenacomida.¿Hasestadoallí?—Todavíano—respondióScott—,perotengoplaneadoir.—Bueno,noesperesdemasiado—leaconsejóMike—.Elañoquevienepor

estaépocaesmuyprobablequehayaunaheladeríaensulugar.

2

ElSantoFrijol

En lugarderegresaracasacomoerasu intención,Scottdecidiódarunpaseohasta el parquemunicipal para hojear su nueva adquisición ymirar las fotos.Mientras caminaba por la otra acera de Main Street, descubrió lo que ahoradenominabaelCarteldeDeirdreunavezmás,enlatiendadelanasylabores.Enningúnotrositio.Mikenohabíadejadodedecir«ellas»y«esasmujeres»,peroélalbergabasus

dudas.TodogirabaentornoaMcComb.Ellaeralamitadagresivadelapareja,laprovocadora.SospechabaqueMissyDonaldsonhabríaestadoencantadadenodivulgar su relación. Esa otra mitad de la pareja pasaría serios apuros paraespantaraunamosca.

«Peroleechóagallasparaveniravermeycontarloquecontó»,pensó.Sí,yporellolehabíacaídobien.DejóelMueblesdeNuevaInglaterraenunbancodelparqueyempezóasubir

y bajar los escalones del quiosco de música. No era ejercicio lo que ledemandabaelcuerpo,solomovimiento.«Soyculodemalasiento»,pensó.«Pornomencionarelrestodemicuerpo».Subía, más que al trote, a saltos, como si tuviera muelles en los pies. Lo

repitió media docena de veces y luego regresó al banco, donde constató coninterésquerespirabasindificultadyquesuspulsacionessehabíanelevadosololevemente.SacóelteléfonoyllamóaldoctorBob.LoprimeroquequisosaberEllisfue

supeso.—Noventaydosymedioestamañana—respondióScott—.Escucha,¿has…?—Conqueaúnsigue.¿Hasmeditadolodetomárteloenserioyahondarenel

asunto?Porqueunapérdida de casi veinte kilos, kilo arriba o abajo, es grave.TengocontactosenelHospitalGeneraldeMassachusettsycreoquesometerteaunabateríacompletadepruebasnotecostaríaniuncentavo.Dehecho,puedequehastatepagaran.—Bob, me encuentro bien. Mejor que bien, la verdad. Te llamo para

preguntartesiyahascomidoenelSantoFrijol.Hubo un momento de silencio mientras Ellis digería el cambio de tema.

Entoncesdijo:—¿Elrestaurantedetusvecinaslesbianas?No,todavíano.Scottfruncióelceño.—¿Sabesunacosa?Seguroquesuorientaciónsexualnoes loúnicoquelas

define.Vamos,creoyo.—Relájate. —La voz denotaba un repentino desconcierto—. No pretendía

herirtusensibilidad.—Vale.Esque…hubounincidenteenlacomida.EnlaCafeteríadePatsy.—¿Quéclasedeincidente?—Unapequeñadiscusión.Porellas.Noimporta.Escucha,Bob,¿ysisalimos

unanocheacenaralSantoFrijol?Yoinvito.—¿Cuándo?—¿Tevienebienhoy?—Estanochenopuedo,peroelviernessí.Myraseiráapasarelfindesemana

acasadesuhermana,enManchester,yyococinodepena.—Puestenemosunacita—dijoScott.

—Una cita entre hombres—convinoEllis—.Lo siguiente será proponermematrimonio.—Cometeríasbigamia—replicóScott—,asíquenotetentaré.Solotepidoun

favor:encárgatetúdelareserva.—¿Siguesamalasconellas?—AEllisparecíadivertirle—.¿Noseríamejorir

aotrositio?HayunbuenitalianoenBridgton.—No.Semehaantojadocomidamexicana.EldoctorBobsuspiró.—Deacuerdo,harélareserva,aunque,siloqueheoídodeesesitioescierto,

dudoqueseanecesaria.Elviernes,ScottpasóarecogeraEllis,porquealdoctorBobyanolegustabaconducirdenoche.Eltrayectoalrestauranteeracorto,perobastóparaqueBobtuvieratiempodecontarleaScottelverdaderomotivodehaberaplazadosucitaentrehombreshastaelviernes:noquería reñirconMyra,queeramiembrodevarios comitésmunicipales y parroquiales que sentían un nulo aprecio por lasdos mujeres responsables de expandir la experiencia gastronómica de CastleRock.—Estásdeguasa—dijoScott.—Pordesgracia,no.Myraesunapersonasinprejuiciossobrelamayoríade

lostemas,perocuandosetratadepolíticasexual…,digamosquelaeducarondeuna ciertamanera. Tal vez habríamos discutido, incluso con rencor, de no serporqueconsideroquelaspeleasagritosentremaridoymujeraciertaedadsonpocodignas.—¿Le contarás que has visitado el antro vegetariano-mexicano de vicio y

perversióndeCastleRock?—Si me pregunta dónde cené el viernes por la noche, sí. De lo contrario,

mantendrélabocacerrada.Igualquetú.—Igualqueyo—prometióScott.Aparcóenunade lasplazasenbatería—.

Puesyaestamosaquí.Graciasporacompañarme,Bob.Esperoquesearreglenlascosas.Lascosasnosesolucionaron.Deirdre se encontrabaenel atril de lamaître, peroesanocheno llevabaun

vestido, sino una camisa blanca y unos pantalones negros estrechos que

realzaban aquellas admirables piernas. El doctorBob entró delante de Scott yellalerecibióconunasonrisa,nodesuperioridad,conloslabiosapretadosylascejasarqueadas,sinodeprofesionalbienvenida.EntoncesvioaScottylasonrisase esfumóenel acto.Loescrutó fríamente conaquellosojosde colorverdeygris, como si estudiara un bicho en un portaobjetos, y luego bajó lamirada ycogióunpardecartas.—Permítanmequelesenseñesumesa.Mientras los guiaba hasta ella, Scott admiró la decoración. Decir que

McComb y Donaldson se habían dejado la piel era quedarse corto; la obradestilabaamorporloscuatrocostados.Enlosaltavocesdeltechosonabamúsicamexicana (creía que del estilo que llamaban texano o ranchera). Las paredes,enyesadas de unamanera tosca para conferirle la textura del adobe, se habíanpintadodeunsuaveamarillo.Loscandelabroserancactusdecristalverde.Aquíy allá colgaban largos tapices que mostraban un sol, una luna, dos monosdanzarines y una rana con ojos dorados. La sala duplicaba en tamaño a laCafetería de Patsy, pero los únicos clientes eran cinco parejas y un grupo decuatropersonas.—Estaes—lesindicóDeirdre—.Esperoquedisfrutendelacomida.—Seguro que sí —dijo Scott—. Me alegro de estar aquí. Confío en que

podamosvolveraempezar,señoritaMcComb.¿Locreeposible?Ellalomiróconcalma,perosinunasomodecordialidad.—Ginalesatenderáenunmomentoyleshablarádelasespecialidades.Ysemarchósinmás.EldoctorBobsesentóysacudiósuservilleta.—Compresascalientes,aplicadascondelicadezasobrelasmejillasylafrente.—¿Perdón?—El tratamiento para los sabañones. Me parece que te ha alcanzado una

ráfagadeairegélidoenlacara.AntesdequeScott pudiera replicar, aparecióuna camarera; laúnica, por lo

visto.Al igual queDeirdreMcComb, llevaba pantalones negros y una camisablanca.—BienvenidosalSantoFrijol.¿Deseanloscaballerosalgodebeber?Scott pidió una Coca-Cola. Ellis optó por una copa de vino de la casa y

entoncesseajustólasgafasparaobservarmejoralajoven.—TúeresGinaRuckleshouse,¿no?Debesdeserlo.Tumadrefuemiauxiliar

médicocuandoyoaúnteníalaconsultaenelcentro,alláenelperíodojurásico.Teparecesmuchoaella.

Lajovenrespondióconunasonrisa.—AhorasoyGinaBeckett,perosí,asíes.—Encantadodeverte,Gina.Dalerecuerdosatumadre.—Descuide. Ahora vive en Dartmouth-Hitchcock, se ha pasado al lado

oscuro.—Se refería a NewHampshire—.Vuelvo enseguida para decirles losespeciales.Cuando regresó, acompañaban las bebidas unos platos con aperitivos, que

dejóenlamesaconuncuidadocasireverencial.Olíandemuerte.—¿Quéesesto?—inquirióScott.—Bocaditosdeplátanoverdefrito,conunasalsaabasedeajo,cilantro,lima

yunapizcadechileverde.Cortesíadelachef.Tienemásdecomidacubanaquedemexicana,peroesperaqueesonolesimpidadisfrutarla.CuandoGinasemarchó,eldoctorBobseinclinóhaciadelante,sonriendo.—Parecequealmenostehasganadoalacocinera.—Quizáelfavorecidoseastú.GinapodríahaberlesusurradoaMissyaloído

queesclavizabasasumadreentuclínicaclandestina.Sinembargo,Scottsabíalaverdad…Oesocreía.Ellisagitólascejas,greñudasyblancas.—ConqueMissy,¿eh?¿Qué?¿Yaosllamáisporvuestronombredepila?—Venga,Doc,déjalo.—Vale,perosiprometesnollamarmeDoc.Nolosoporto.Mehacepensaren

MilburnStone.—¿Quiénesese?—BúscaloenGooglecuandolleguesacasa,hijomío.Cenaron,ybiencenados.Losplatosnoconteníancarne,peroeranexquisitos:

enchiladasconfrijolesytortillasqueeraobvioquenoprocedíandeunpaquetede supermercado.Mientrasdabanbuena cuentade la comida,Scott le contó aEllissurifirrafeenlaCafeteríadePatsyyelasuntodeloscartelesconlafotodeDeirdre McComb, que pronto se sustituirían por unos menos controvertidos,protagonizadosporunabandadadepavosdibujados.LepreguntósiMyrahabíaformadopartedeaquelcomité.—No,aesefaltó…,peroestoyconvencidodequehabríaaprobadoelcambio.YentonceslaconversaciónviróhacialamisteriosapérdidadepesodeScotty

elhechoaúnmásenigmáticodenohabersufridoningúncambiofísicoaparente.Y, por supuesto, lo más inexplicable de todo: cualquier cosa que se pusieraencimaoconlaquecargara,porpesadaqueenteoríaresultara…,noafectabaasupeso.

EntraronvariaspersonasmásylarazóndequeMcCombvistieradecamarerasehizomanifiesta: ella también atendía lasmesas, almenos esanoche.Quizátodaslasnoches.Elhechodequedesempeñaraunadoblefunciónreflejabaconclaridadlasituacióneconómicadelrestaurante.Losrecorteshabíancomenzado.Ginalespreguntósiqueríanpostre.Ambosrehusaron.—Nopodría comerni unbocadomás, pero felicite a la señoritaDonaldson

porunacenaexcelente—lepidióScott.EldoctorBoblevantólosdospulgares.—Sealegrarádesaberlo—dijoGina—.Lestraerélacuenta.El restaurante sevaciaba con rapidez, soloquedabanunpardeparejas, que

bebíanasorbitosunascopasdesobremesa.Deirdredespedíaa losclientes, lespreguntaba si les había gustado la comida y les agradecía la visita. Repartíasonrisasaraudales,peroningunaparalosdoshombressentadosalamesabajoeltapizdelarana;nitansiquieraunamiradaensudirección.«Comosifuéramosapestados»,pensóScott.—¿Y seguro que te encuentras bien? —inquirió el doctor Bob por quizá

décimavez—.¿Hassufridoarritmias?¿Vértigo?¿Sedexcesiva?—No,nada.Todolocontrario.¿Quieresoírunacosainteresante?LecontóaElliselepisodiodelquioscodemúsica,cuandoempezóasubiry

bajarlosescalones,aligerandoelpaso,casicomosirebotarasobreellos,yquedespuéssehabíatomadoelpulso.—Teníamenosdeochentapulsaciones,pocomásqueenreposo.Además,no

soymédico,peroconozcomicuerpoynohayatrofiamuscular.—Notodavía,encualquiercaso—apostillóEllis.—Nocreoque seproduzca.Mepareceque lamasa sigue siendo lamisma,

aunqueelpesoquedeberíairasociadoaellaestádealgúnmododesapareciendo.—Esaideaesridícula,Scott.—Nopodríaestarmásdeacuerdo,peroasíestánlascosas.Definitivamente,

la fuerza que la gravedad ejerce sobre mí se ha atenuado. ¿Y quién no sealegraría?AntesdequeeldoctorBobpudieraresponder,Ginaregresóconelrecibode

la tarjeta. Scott lo firmó, añadiendo una generosa propina, y repitió que todohabíasidoestupendo.—Esoesgenial.Vuelvanotravez,porfavor.Yrecomiéndenloasusamigos.

—Se inclinó hacia delante y bajó la voz—. La verdad es que necesitamosclientes.

Cuando salieron, DeirdreMcComb no se encontraba en el atril de la maître;aguardaba en la calle, a los pies de los escalones, ymiraba distraída hacia elsemáforodelPuentedeHojalata.SevolvióhaciaEllisylebrindóunasonrisa.—Me pregunto si me permitiría tener unas palabras con el señor Carey en

privado.Soloseráunminuto.—Faltaría más. Scott, te espero en la otra acera, voy a inspeccionar el

escaparatedelalibrería.Tocaelclaxoncuandoestéslistoparamarchar.EldoctorBobcruzóMainStreet (desierta, comoacostumbrabaaestar a las

ochodelanoche;elpuebloserecogíatemprano)yScottsevolvióhaciaDeirdre.Lamujer,eclipsadasusonrisa,dejabaentreversuenfado.ÉlhabíaconfiadoenquelascosasmejoraríanyendoacomeralSantoFrijol;sinembargo, lashabíaempeoradoporalgúnmotivo.Ignorabacuál,peroelresultadoestabaclaro.—¿Lepreocupaalgo,señoritaMcComb?Siesporlosperros…—¿Cómovanaserlosperrossiahoralosllevamosacorreralparque?Olo

intentamos,almenos.Lascorreasterminansiempreenredándose.—Pueden sacarlos por View Drive—propuso él—. Ya se lo dije. Solo es

cuestiónderecogersus…—Olvídese de los perros. —Aquellos ojos gris verdoso prácticamente

desprendíanchispas—.Esetemaestázanjado.Loquesítenemosquesolucionares lorelativoasucomportamiento.Nonecesitamosqueustedsalgaennuestradefensa en un antro grasiento de pueblo y que se reanuden un montón dehabladuríasqueyahabíanempezadoaextinguirse.«Sicreesqueestabanextinguiéndose,entoncesnohasvistoquépocastiendas

hanpuestotufotoensusescaparates»,pensóScott.Sinembargo,loqueexpresóenvozaltafue:—LaCafeteríadePatsynoesningúnantrograsiento.Nadamás lejosde la

realidad.Puedequeallínosirvancomidadesuagrado,peroelsitioestálimpio.—Da igual que esté sucio o limpio, esa no es la cuestión. Si hay que

defenderse,yameencargaréyo.Nonecesito,nonecesitamos,quejuegueasersirGalahad.Paraempezar,esustedunpocodemasiadoviejoparaelpapel.—Recorrió con los ojos la pechera de la camisa de Scott en un reconocimientofugaz—.Y,además,estáunpocodemasiadogordo.Habida cuenta del trastorno que sufría Scott, la pulla erró por completo su

objetivo, pero que se la hubiera lanzado le provocó una cierta sensación deamargo regocijo;ellahabríaenfurecidoaloíraunhombremanifestarqueunamujer era un poco demasiado vieja y estaba un poco demasiado gorda para

interpretarelpapeldeGinebra.—Entiendo—asintióél—.Tomonota.Poruninstantepareciódesconcertadaporlotempladodesurespuesta,como

sihubieraintentadoasestarungolpeaunblancofácilyselashubieraapañadoparafallarestrepitosamente.—¿Hemosacabado,señoritaMcComb?—Unaúltimacosa.Noquieroqueseacerqueamiesposa.DemodoquesabíaqueélyDonaldsonhabíanhablado,yahoraletocóaScott

elturnodetitubear.¿LehabíacontadoMissyaMcCombquehabíadadoellaelprimer paso o, tal vez con el fin de mantener la paz, le había mentido? Sipreguntaba,searriesgabaameterlaenunlío, loquenodeseabaqueocurriera.No era ningún experto matrimonial —su propia experiencia lo certificaba—,perointuíaquelosproblemasdelrestauranteyaintroducíansuficientetensiónenlarelacióndelapareja.—Deacuerdo—dijoél—.¿Ya?¿Hemosacabado?—Sí.—Y,comoalfinaldesuprimerencuentro,cuandolecerrólapuertaen

lasnarices—:Unadiscusiónmuyinstructiva.Laobservómientrassalvabalosescalonesdelaentrada,esbeltayágilensus

pantalonesnegrosycamisablanca.Laimaginósubiendoybajandolosescalonesdel quiosco demúsica a la carrera, amuchamás velocidad de la que él seríacapazdealcanzaraundespuésdeperder casiveintekilos,y tan ligeradepiescomounabailarinadeballet.¿QuéhabíadichoMikeBadalamente?«Memueroporcorrerconella;tampocoesquevayaaaguantarleelritmomuchorato».Dios la había bendecido conun cuerpoprodigioso para correr, yScott rezó

paraquepudieradisfrutarlo.Suponíaque,enaquellosdías,bajoaquellasonrisadesuperioridadsuya,DeirdreMcCombsesentíaafligidaamenudo.—¿SeñoritaMcComb?Ellasevolvió.Aguardó.—Lacomidaestabamuyrica.Deveras.Ningunasonrisaenrespuesta,nidesuperioridadnideningunaotraclase.—Estupendo.Me figuro que Gina le habrá trasladado el mensaje aMissy,

pero con mucho gusto la felicitaré de su parte. Y ahora que ya ha venido ademostrar que pertenece al bandode los ángeles políticamente correctos, ¿porquénosiguefielaPatsy?Creoquetodosnossentiremosmáscómodosasí.Entró en el establecimiento. Scott permaneció en la acera un momento,

invadidoporunsentimientode…¿dequé?Eraunamezclataldeemocionesquesuponíaquenoexistíaunaúnicapalabraparadescribirla.Deescarmiento,sí.De

diversión,tambiénunapizca.Decabreo,unpoco.Pero,sobretodo,detristeza.Ahítenía,unamujerquerechazabaunaramadeolivo,aunqueélhabíacreído—con cierta ingenuidad, por lo visto— que todo el mundo deseaba que leofrecieranuna.«Seguramente el doctor Bob tenga razón y me esté comportando como un

niño»,pensó.«Joder,nisiquieraséquiénesMilburnStone».Enlacallereinabaelsilencioylepareciódesconsideradoperturbarloincluso

conunbocinazocorto,demodoquecruzóyseplantóalladodeEllisfrentealescaparatedelRincóndelLibro.—¿Lohabéisresuelto?—preguntóeldoctorBob.—Noexactamente.Mehapedidoquedejeasumujerenpaz.EldoctorBobsevolvióamirarle.—Entoncestesugieroquelohagas.Llevó a Ellis a casa y, por suerte, durante el trayecto, el doctor Bob no

importunóaScottparaque ingresaraenelHospitalGeneraldeMassachusetts,enlaClínicaMayo,enelHospitaldeClevelandoenlaNASA.Encambio,alapearsedelcoche,lediolasgraciasporunaveladainteresanteylerecordóquesiguieraencontacto.—Descuida—dijoScott—.Ahoraestamosjuntosenesto,másomenos.—Entalcaso,mepreguntosiquerríasveniracasaeldomingo,porejemplo.

MyranohabrávueltotodavíaypodremosverelpartidodelosPatriotsarribaenvez de en mi pobre sucedáneo de guarida masculina. Además, me gustaríatomartemedidas.Paramantenerunregistro.¿Quémedices?—Sí al fútbol, no a lasmedidas—respondió Scott—.Almenos por ahora.

¿Vale?—Deacuerdo,respetarétudecisión—seresignóeldoctorBob—.Laverdad

esquelacenaestabamuyrica.Noheextrañadolacarneparanada.—Yotampoco—dijoScott,peronoeradeltodocierto.Cuando llegó a casa, se preparó un sándwich de salami conmostaza india.

Despuéssedesnudóysesubióalabásculadelbaño.SehabíanegadoaqueeldoctorBobletomaramedidasporqueestabasegurodequetambiéninsistiríaenpesarlocadavezqueexaminaraladensidadmusculardeScott;además,lehabíaasaltado un presentimiento —o tal vez se tratara de un conocimiento físicoprofundo de símismo—que resultó ser acertado. Esamañana estaba en 91,2kilos. Ahora, después de una buena cena seguida de un generoso tentempié,habíabajadoa90,3.Elprocesoseaceleraba.

3

Laapuesta

ElfinaldeaquelmesdeoctubreenCastleRockfueglorioso,unasucesióndedías con cielos azules y temperaturas cálidas. La minoría política progresistahablaba de calentamiento global; la mayoría conservadora hablaba de unveranillodeSanMartínexcepcionalcomopocos,alqueprontoseguiríaeltípicoinviernodeMaine;todos,encualquiercaso,disfrutarondelbuentiempo.Enlosporches de las casas brotaban las calabazas y en las ventanas danzaban gatosnegrosyesqueletos;enlaescuelaprimaria,seinstruyódebidamentealosniñospara lagrannoche, se les recordóquepermanecieranen las acerasyque soloaceptaran dulces y caramelos con envoltorio. Los adolescentes se disfrazaronparaelbaileanualdeHalloweenquesecelebrabaenelgimnasiodelinstitutoy,

paralaocasión,unabandaderockdelalocalidad,BigTop,serebautizócomoPennywiseylosPayasos.En las dos semanas posteriores a la cena en el Santo Frijol, Scott continuó

perdiendo peso a un ritmo que se aceleraba demanera gradual. Estaba ya enochentaydos, loquesignificabaundescensototaldeveintisietekilos,peroseencontraba bien, en plena forma, como una rosa. La tarde de Halloween, seacercóalnuevocentrocomercialdeCastleRockycomprómásgolosinasdelasque probablemente necesitaría. Los residentes de View Drive no recibíanmuchosvisitantesdisfrazadosenesos tiempos (habíandisminuidodespuésdelderrumbamiento de la Escalera de los Suicidios unos años atrás), pero ya seencargaría él de dar buena cuenta de lo que no rapiñaran los pequeñospedigüeños.Unodelosbeneficiosdesupeculiarsituación,apartedelaenergíaextra, era que podía comer lo que le apeteciera sin ponerse como una bola.Suponíaquelasgrasaspodríancausarestragosensusnivelesdecolesterol,perotenía la impresión de que no le afectarían. Jamás en su vida había tenido unamejor condición física, a pesar del engañoso michelín que le caía sobre elcinturón,ysuestadodeánimonohabíasidotanbuenodesdelosdíasenquesunoviazgoconNoraKennerflorecíaentodosuesplendor.Pararematarlo,susclientesdelosgrandesalmacenesestabanencantadoscon

su trabajo,convencidos (erróneamente, temíaScott)deque losmúltiplessitioswebquehabíadiseñadomarcaríanunpuntodeinflexiónparasustiendasfísicas.Habíarecibidonohacíamuchounchequeporvalorde582.674,50dólares.Lofotografióantesdeingresarloenelbanco.Asíqueallíestaba,instaladoenunapequeñaciudaddeMaine,trabajandodesdeelestudiodesucasa,yalaspuertasdelariqueza.HabíavistoaDeirdreyaMissysolodosveces,ydelejos.Corriendoporel

parque,DeeyDumatadosconlargascorreasynomuycomplacidos.Cuandoregresódesuexpediciónalcentrocomercial,Scottempezóarecorrer

elcaminohastalacasayentoncessedesvióhaciaelolmodeljardín.Lashojashabíanmudadoelcolor,pero,graciasalcalordeaquelotoño,lamayoríaaúnnose habían desprendido y susurraban suavemente. La rama inferior quedaba apocomenosdedosmetrossobresucabezayparecíaretarlo.Dejóenelsuelolabolsaconlasgolosinas,levantólosbrazos,flexionólasrodillasysaltó.Seasióalaramaconfacilidad,algoquenohabríalogradoniporasomounañoantes.Losmúsculos no se habían debilitado; aún creían que soportaban un peso de casicientodiezkilos.Leacudieronalamemoriaantiguasgrabacionesdetelevisiónenlasqueseveíaalosastronautasquehabíanaterrizadoenlalunadandopasos

degigante.Sedejó caer al césped, recogió la bolsa y se dirigióhacia los escalonesdel

porche.Envezde subirlosdeunoenuno,volvióa flexionar laspiernasy lossalvódeunbrinco.Sinesfuerzo.Yaencasa,depositólasgolosinasenuncuencojuntoalapuertaprincipaly

entróenelestudio.Encendióelordenador,peronoabrióningunodelosarchivosdetrabajoesparcidosporelescritorio,sinoque,ensulugar,abrióelcalendarioyavanzóhastaelañosiguiente.Losnúmerosdelasfechasestabanennegro,salvoparalosfestivosylosdíasreservados,quesedestacabanenrojo.Scottsoloteníaprogramada una cita para el próximo año: el 3 demayo. La nota, también enrojo,constabadeunasolapalabra:CERO.Cuandolaborró,el3demayovolvióaponerse en negro. Seleccionó el 31 demarzo y escribió CERO en el recuadro.Calculaba que ese sería el día en que se quedaría sin peso, a menos que lavelocidad de pérdida continuara creciendo.Lo que cabía dentro de lo posible.Entretanto,sinembargo,pretendíadisfrutardelavida.Selodebíaasímismo.Alfinyalcabo,¿cuántaspersonasconunaenfermedadterminalpodíanafirmarque se sentían perfectamente? A veces se acordaba de un aforismo que Norahabía adoptado de sus reuniones de Alcohólicos Anónimos: «El pasado eshistoria,elfuturoesunmisterio».Dadasusituaciónactual,parecíaencajarlecomounguante.

Recibióalosprimerosvisitantesdisfrazadosaesodelascuatro,yalosúltimosjusto tras lapuestadesol.Había fantasmasyduendes, superhéroesysoldadosimperiales. Un niño se había vestido de buzón de correos, con un divertidoatuendoazulyblanco, losojosasomandopor la ranura.Scottdioacasi todosdoschocolatinas,peroelbuzónseganó tres,porque leparecióelmejor.A losmás pequeños los acompañaban sus padres. Los rezagados, un pocomayores,rondabanensumayoríasolos.Laúltimapareja,unchicoyunachicaquepretendíanser—quizá—Hansely

Gretel,sepresentópocodespuésdelasseisymedia.Scottentregóacadaunounpardegolosinasparaevitarservíctimadeunatravesura(connueveodiezañosde edad, no parecían especialmente traviesos) y les preguntó si habían visto aotrosporelvecindario.—No—respondióelniño—.Creoque somos losúltimos.—Lepropinóun

codazoalachica—.Ellahatardadounaeternidadenarreglarseelpelo.

—¿Quéoshandadocallearriba?—seinteresóScott,apuntandohacialacasaen la que vivían McComb y Donaldson—. ¿Algo rico? —Se le acababa deocurrir que quizá Missy hubiera elaborado algunos dulces especiales deHalloween,palitosdezanahoriabañadosenchocolateoalgosemejante.Laniñalomiróconojosgrandesyredondos.—Nuestra madre nos ha dicho que no vayamos, porque no son señoras

simpáticas.—Sonlesbienas—añadióelniño—.Esodicepapá.—Ah—se sorprendióScott—.Lesbienas.Yaveo.Chicos, tened cuidado al

volveracasa.Nobajéisdelasaceras.Prosiguieronsucamino,cargandoconsusbotinesdegolosinas.Scottcerróla

puerta e inspeccionó el cuenco. Estaba medio lleno. Calculó que le habíanvisitado dieciséis o quizá dieciocho pedigüeños. Se preguntó cuántos habríantenidoMcCombyDonaldson.Sepreguntósihabríantenidoalguno.Se dirigió a la sala de estar, puso las noticias, vio un reportaje sobre la

celebracióninfantildeHalloweenenPortlandyapagólatele.«Nosonseñorassimpáticas»,pensó.«Lesbienas.Esodicepapá».Seleocurrióentoncesunaidea,delmodoenqueavecesleveníansusideas

más geniales: casi formada por completo, a falta nadamás que de unos levesajustesyunacapadebarniz.Las ideasgenialesno teníanporqué serbuenas,naturalmente,peroaquellaseproponíaexplorarlayaveriguarenquéresultaba.—Trucootrato.—Pronunciólaspalabrasenvozaltayseechóareír—.Date

elcapricho.Dáteloantesdequetesequesytedesvanezcas.¿Porquéno?¿Porquéhostiasno?ScottentróenelDepartamentodeParquesyRecreodeCastleRockalasnuevedelamañanasiguienteconunbilletedecincodólaresenlamano.Sentadostrasla mesa de inscripciones de la Carrera del Pavo se encontraban MikeBadalamenteyRonnieBriggs, el empleadodeObrasPúblicasquehabíavistoporúltimavezenlaCafeteríadePatsy.Detrásdeellos,enelgimnasio,sejugabaunpartidoinformaldebaloncesto:camisetascontratorsosdesnudos.—¡Eh,Scotty!—saludóRonnie—.¿Cómoteva,colega?—Bien—respondióScott—.¿Yati?—¡Atope!—exclamóRonnie—.Comosiempre,aunquemehanrecortadolas

horasdelcurro.Porcierto,nohasidoúltimamentealatimbadepóquerdelosjueves.

—Heestadomuyliado,Ronnie.Conunproyectoimportante.—Bueno, ¿sabes qué? Sobre lo que pasó en el local de Patsy…—Ronnie

parecíaavergonzado—.Tío,losiento.EseTrevorYountesunbocazasynadiese atreve a callarle cuando se pone a despotricar sobre algo. Si lo intentas, tearriesgasaacabarconlanarizrotapormolestarle.—Nohay problema, ya es agua pasada.Oye,Mike, ¿puedo apuntarme a la

carrera?—Yalocreo—dijoelotro—.Cuantosmás,mejor.Podráshacermecompañía

en la cola del pelotón, junto con los niños, los ancianos y los fofos. Este añotendremoshastaunciego.Dicequevaacorrerconsuperroguía.Ronniese inclinósobre lamesay ledioaScottunaspalmaditasenelbulto

quelesobresalíadelvientre.—Y no te preocupes por esto, chaval, habrá técnicos sanitarios cada tres

kilómetrosydosenlameta.Sisetecalaelmotor,telovolveránaarrancar.—Esbuenosaberlo.Scott pagó los cinco dólares y firmó un documento mediante el cual

exoneraba de toda responsabilidad a la ciudad de Castle Rock ante cualquieraccidente o problema médico que pudiera sufrir durante el transcurso de lacarrera.Ronnielegarabateóunrecibo;Mikeleentregóunmapadelrecorridoyunatarjetaconunnúmero.—Esadhesiva.Antesdelacarrera,telapegasenlacamiseta.Preséntateauno

delosjuecesparaqueverifiquentunombreenlalistayacorrer.Sefijóenquelehabíanasignadoelnúmero371,apesardequeaúnfaltaban

másdetressemanashastalagrancarrera.Lanzóunsilbido.—Habéisempezadoconbuenpiesitodoslosinscritossonadultos.—Notodos—precisóMike—,perosílamayoría,ysilascosasvancomoel

añopasado tendremosal finalochocientosonovecientosparticipantes.Vienende toda Nueva Inglaterra. Dios sabrá por qué, pero por alguna razón nuestraridículaCarreradelPavosehahechofamosa.Mishijosdiríanquesehavueltoviral.—Elpaisaje—indicóRonnie—.Losatraeelpaisaje.Ademásdelascolinas,

sobretodoladelCazador.Y,cómono,elvencedorpodráencenderelárboldeNavidadenlaplazamayor.—ElDepartamento posee todas las concesiones a lo largo de la ruta—dijo

Mike—.Enloqueamíconcierne,eslamejorparte.Hablamosdeunmontóndeperritoscalientes,palomitas,refrescosychocolatecaliente.—Peronadadecerveza—selamentóRonnieconamargura—.Esteañohubo

unavotaciónylatumbaron.Igualqueelcasino.«Yalaslesbienas»,pensóScott.«Laciudadtambiénvotóencontradeellas.

Solo que no en las urnas. El lema de la ciudad parece ser: si no puedesmantenerloensecreto,entoncesveteconvientofresco».—¿TodavíaplaneacorrerDeirdreMcComb?—preguntóScott.—Notequepaduda—aseguróMike—.Yvaalucirsuantiguonúmero.El19.

Loreservamosespecialmenteparaella.EnAccióndeGracias,ScottcenóconBobyMyraEllis,acompañadosdedosdesuscincohijoscrecidos, losquevivíansuficientementecercacomoparaviajarhastaallíencoche.ScottsesirviódosracionesdecadaplatoyluegosepusoajugarconlosniñosapillarseenelespaciosojardíndelosEllis.—Contodo loquehacomido,comosigacorriendo levaadarunataqueal

corazón—comentóMyra.—Yo creo que no—dijo el doctor Bob—. Se está preparando para la gran

carrerademañana.—Puesyapuedecorrerdespaciolosdocekilómetros,porque,comosefuerce,

estoy convencida de que sufrirá un infarto.—Myra observó a Scott mientrasperseguíaaunodesusnietos,quenoparabadereír—.Atodosloshombresdemedianaedadlesfallaelsentidocomún,telojuro.Scottregresócansadoycontentoacasa,ydeseandoconansiasquellegarala

CarreradelPavodeldía siguiente.Antesdeacostarse, se subióa labásculaydescubriósindemasiadasorpresaquehabíabajadoasesentaycuatrokilos.Aúnnoperdíaunkilodiario,no tanto,pero loalcanzaría.Encendióelordenadorytrasladó el Día Cero al 15 demarzo. Sentíamiedo—lo contrario habría sidoestúpido—, pero también curiosidad. Y algo más. ¿Felicidad? ¿Se trataba deeso?Sí,decididamente.Quizáparecieradescabellado,perosí.Teníalainnegablesensación de que había sido elegido de algún modo. El doctor Bob podríaconsiderarlo una locura, peroScott creía que era lo sensato. ¿Por qué sentirsemalporloquenopodíacambiarse?¿Porquénoaceptarlodebrazosabiertos?Una ola de frío había azotado a mediados de noviembre, lo bastante intensacomo para congelar prados y huertos, pero el viernes siguiente a Acción deGracias amaneció encapotado y cálido para la estación. Charlie Lopresti, elmeteorólogodelcanal13,pronosticólluviaparamástarde,quizáintensa,pero

norepercutióenlagranjornadafestivadeCastleRock,nientrelosespectadoresnientrelosparticipantes.Scott seenfundósusviejospantalonescortosdecorreryseencaminóhacia

lasinstalacionesdeParquesyRecreoalasochomenoscuarto,másdeunahoraantes del inicio previsto de la carrera. Ya se había congregado allí un grannúmero de personas,muchas de ellas abrigadas con sudaderas (que acabaríanabandonadas endiversospuntos a lo largodel recorrido conforme los cuerposentraran en calor). Lamayoría aguardaba turno para registrar su llegada en laparte izquierda, donde los carteles indicaban CORREDORES FORASTEROS. En lapartederecha,reservadaalosRESIDENTESDECASTLEROCK,habíaunaúnicacola,máscorta.Scottdesprendióeldorsodesunúmeroyselopegóenlacamiseta,sobre el bulto de la barriga fantasma.Cerca, la bandadel instituto afinaba losinstrumentos.PatsyDenton,lapropietariadelacafeteríaquellevabasunombre,comprobó

suinscripciónyledirigióhacialalíneadesalida,alotroladodeledificio,dondeempezabaViewDrive.—Alserresidente,podríascolartedelante—leinformóPatsy—,peroporlo

general no está bien visto. Deberías buscar a los otros números trescientos yquedarteconellos.—FijólosojosenelabdomendeScott—.Detodasformas,nocreoquetardesenircorriendoconlosniñosenlacola.—¡Ay!—exclamóél,ylamujersonrió.—Duele, ¿eh? Todas esas hamburguesas con beicon y tortillas con queso

siempre encuentran el camino de regreso para atormentar a un hombre.No loolvidessiempiezasanotarunaopresiónenelpecho.Scott estudió el mapa mientras se acercaba a la creciente multitud de

lugareñosquesehabíanpresentadotemprano.El trazadodescribíaunaespeciede lazo. La bajada desdeViewDrive hasta la carretera 117 constituía los tresprimeros kilómetros. El puente cubierto del arroyo Bowie marcaba el puntomedio del recorrido. Luego seguía por la carretera 119, que se convertía enBannermanRoadunavezquesecruzabaellímitemunicipal.Elkilómetrodiezincluía la colinadelCazador, a veces conocida como laRompecorazones.Eratanempinadaqueamenudolosniñossedeslizabanporellacuestaabajoenlosdíasdenieve, adquiriendounavelocidaddevértigo,pero sin correrverdaderopeligrograciasa losmontículosacumuladosa los ladosde lossurcosabiertos.Losúltimosdoskilómetrosdiscurríanpor lacallemayordeCastleRock,cuyacalzadaestaríaflanqueadaporespectadoresentusiastas,ademásdelosreporterosycámarasdelastrescadenasdetelevisióndePortland.

Todoelmundosearremolinabaengrupos,hablandoyriendo,bebiendocafécaliente o cacao. Todo elmundo excepto, como era obvio,DeirdreMcComb,queparecíainconcebiblementealtayhermosaconsuspantalonescortosazulesyun par de deportivas Adidas blancas como la nieve. Se había colocado sunúmero—el19—arribaenelladoizquierdodesucamisetarojobrillante,conelpropósitodedejarvisible laparte centralde laprenda.Enellahabía impresasunaempanadaylaspalabrasSANTOFRIJOLMAINSTREET142.Era lógico que hiciera publicidad del restaurante…, pero solo si creía que

serviríadealgo.Scottpensabaqueyasehabríadesengañado.Sindudaledebíaconstar que habían sustituido «sus» carteles por otrosmenos controvertidos; adiferencia del tipo que correría con su perro guía (Scott lo divisó cerca de lalíneadesalida,concediendounaentrevista),ellanoestabaciega.Sinembargo,noleextrañabaquenolohubieramandadotodoalamierdayquenosehubierarendido; se hacía una muy buena idea de por qué aguantaba allí. Queríaputearlos.«Porsupuestoquesí»,pensó.«Quierehumillarlosa todos:a loshombres,a

lasmujeres,alosniñosyalciegodelpastoralemán.Quierequetodoelpuebloveaaunalesbiana,paracolmocasada,encendersuárboldeNavidad».Sospechaba que ella asumía que el restaurante ya era historia, y quizá se

alegrara, quizá estuviera deseando largarse de Castle Rock, pero sí, queríaputearlosantesdequeellaysuesposasemarcharan,queríadejarleseseúltimorecuerdo.Nisiquieratendríaquedarundiscurso,lebastaríaconsonreírlesconaquellasonrisadesuperioridadsuya.Laquedecía:«Chupaosesa,pueblerinos,pandadegilipollassanturrones.Unadiscusiónmuyinstructiva».Realizaba ejercicios de calentamiento, primero levantaba una pierna hacia

atrásylaasíaporeltobillo,luegolorepetíaconlaotra.Scottsedetuvoenunpuesto de bebidas (GRATIS PARA LOS CORREDORES, UNA POR PERSONA) y pagó undólarpordoscafés.DespuésechóaandarhaciaDeirdreMcComb.Noteníalasmiraspuestasenella,nianhelosrománticosdeningúntipo,peroeraunhombreynopudoevitaradmirarsufiguramientrasestirabaysedoblaba,todoeltiempomirandoabsortaalcielo,dondenohabíanadaquecontemplarsalvonubarronescolorpizarra.«Concentrándose», pensó. «Preparándose. Quizá no para su última carrera,

perotalvezsíparalaúltimaqueverdaderamentesignificaalgoparaella».—Hola—saludó—.Soyyootravez.Lapeste.Ella bajó la pierna y lo miró. Asomó su sonrisa, tan predecible como el

despunte del sol por el este. Era su coraza. Tras ella quizá se ocultara una

personaheridaademásdefuriosa,peroestabaresueltaaquenadieenelmundolodescubriera.Salvo,talvez,Missy.Dequiennohabíarastroesamañana.—Vaya,sieselseñorCarey—dijoella—.Yluceunnúmero.Ademásdesu

barriguita,quecreoquehacrecido.—Conlisonjasnovaaconseguirnada—replicóél—.Y,oiga,alomejores

quellevouncojíndebajoparaengañaralagente.—Letendióunodelosvasos—.¿Leapeteceuncafé?—No.Hedesayunadounasgachasdeavenaymediopomeloalasseisdela

mañanaynovoyatomarnadamáshastalamitaddelrecorrido.Entoncespararéenunodelospuestosymebeberéunzumodearándanos.Ahora,simedisculpa,megustaríaseguirconmimeditaciónyterminardeestirar.—Deme un minuto —le pidió Scott—. La verdad es que no he venido a

ofrecerleuncafé,porquesabíaquenoloaceptaría.Hevenidoaproponerleunaapuesta.Habíaasidoeltobilloderechoconlamanoizquierdayempezabaallevárselo

alaespalda,peroentoncesbajólapiernaymiródehitoenhitoaScottcomosilehubieracrecidouncuernoenelcentrodelafrente.—¿Dequédiablosestáhablando?¿Ycuántasveces tendréquerepetirleque

susintentospor…,quéséyo…,congraciarseconmigonosonbienvenidos?—Hay una gran diferencia entre congraciarse con alguien y tratar de ser

amable,comocreoqueyasabe.Olosabríasinoestuvierasiempreagazapada,aladefensiva.—Yono…—Estoysegurodequetienesusmotivosparaponersealadefensiva,perono

discutamos sobre semántica. El trato que le ofrezco es sencillo. Si usted ganahoy, jamás volveré a molestarla, y eso incluye las quejas sobre sus perros.SáquelosacorrerporViewDrivetodoloquequiera,y,siseciscanenmijardín,yomismorecogerélascacassinrechistar.Ellapusocaradeincredulidad.—¿Sigano?¿Encondicional?Peroélprestóoídossordos.—En el caso contrario, si hoy gano yo, usted yMissy tendrán que venir a

cenaramicasa.Unacenavegetariana.Nococinomalcuandomelopropongo.Nos sentaremos, beberemos un poco de vino y charlaremos. Para romper elhielo,másomenos,oalmenosintentarlo.Notenemosqueseramigosdelalma,noaspiroaello,esmuydifícilcambiaraunapersonacerradademente…—¡Yonosoycerradademente!

—Peroalomejorpodemosservecinosdeverdad.Ustedpodríaprestarmeunatazadeazúcar,yopodríaprestarleunabarrademantequilla,esetipodecosas.Yencasodeempate,siningunodelosdosgana,lascosasseguiránsucursotalycomoestán.«Hastaqueelrestaurantecierresuspuertasyvosotrasdossalgáisescopetadas

delpueblo»,pensóél.—Aver si lo he entendido bien. ¿Está apostando a que hoy va a ganarme?

Permítamequeleseasincera,señorCarey.Sucuerpomesugierequeesusteduntípico estadounidense blanco, demasiado indulgente y falto de ejercicio. Si sefuerza, se derrumbará con calambres en las piernas, o con un esguince en lacolumna, o con un ataque al corazón.Usted no va a ganarme hoy.Nadiemeganaráhoy.Asíque,porfavor,márcheseyaydéjemeacabarmicalentamiento.—De acuerdo—asintió Scott—. Lo comprendo. Tienemiedo de aceptar la

apuesta.Meimaginabaquepodríaocurrir.Ellayahabíaempezadoalevantarlaotrapierna,perovolvióabajarla.—¡PorDiosbendito!¡Vale!Hayapuesta.Perodéjemeyaenpaz.Conunasonrisa,Scottextendiólamano.—Tenemosque sellarlaconunapretón.Deesemodo, si seechaparaatrás,

podré decirle a la cara que es una rajada y no le quedará más remedio quetragárselo.Lamujersoltóunbufido,peroaccedióylediounúnicoapretónfuerte.Y,por

unmomento—por un luminoso y fugaz instante—, él percibió un indicio desonrisa auténtica. Apenas un destello, pero tuvo la impresión de que, cuandopermitíaqueaflorara,erabonita.—Magnífico—dijoél,yluegoañadió—:Unadiscusiónmuyinstructiva.—Y

echóaandardevueltaalos300.—SeñorCarey.Scottsegiró.—¿Por qué es tan importante para usted? ¿Es porque represento…, porque

representamosalgúntipodeamenazaparasumasculinidad?«No,esporquemoriréelañoqueviene»,pensóél,«ymegustaríaarreglaral

menos una cosa antes.No serámimatrimonio, que está kaput, ni tampoco elportaldelosgrandesalmacenes,porqueesagentenocomprendequesustiendassoncomofábricasdecarruajesenlosalboresdelaeradelautomóvil».Sin embargo, esas cosas no podía expresarlas en voz alta. Ella no lo

entendería. ¿Cómo iba a hacerlo cuando ni siquiera élmismo lo entendía deltodo?

—Esloquehay—respondióporfin.Ysemarchósinmás.

4

LaCarreradelPavo

Alasnueveydiez,consolounosminutosderetraso,elalcaldeDustyCoughlinseplantófrentealosmásdeochocientoscorredoresqueocupabanunaextensióndecasicuatrocientosmetros.Empuñabaunapistoladefogueoenunamanoyunmegáfonoapilasenlaotra.Losparticipantesconlosnúmerosmásbajos,entreellosDeirdreMcComb,estabandelante.Másatrás,enelgrupodelos300,Scottestabarodeadodehombresymujeresquesacudíanlosbrazos,respirabanhondoymasticabanlosúltimosbocadosdesusbarritasenergéticas.Amuchosdeelloslosconocía.Lamujerasuizquierda,queseajustabaunacintadepelo,regentabalatiendademuebleslocal.—Buenasuerte,Milly—ledeseó.

Ellalesonrióylevantóelpulgar.—Lomismodigo.Coughlinalzóelmegáfono.—¡BIENVENIDOS A LA CUARENTA Y CINCO EDICIÓN DE LA CARRERA DEL PAVO!

¿ESTÁISTODOSPREPARADOS?Loscorredoresprofirieronungritodeasentimiento.Unodelosmiembrosde

labandadelinstitutoejecutóunfloreodetrompeta.—¡PUESAHORASÍ!¡ENSUSMARCAS…,PREPARADOS…,LISTOS!Elalcalde,consugransonrisadepolíticopuesta,apuntóconlapistolaalcielo

yapretóelgatillo.Ladetonaciónparecióreverberarenlasnubesbajas.—¡YA!Los corredores de las primeras filas emprendieron la marcha sin

complicaciones.Deirdre se distinguía con facilidad por el rojo brillante de sucamiseta. El resto de los participantes se apretujaban unos contra otros y susalidanoresultó tanfluida.Doso tressecayeronalsueloynecesitaronayudaparalevantarse.AMillyJacobslalanzarondeunempujóncontraunaparejadejóvenesquellevabanculotesdeciclistaygorrasconlaviserahaciaatrás.Scottlasujetóporelbrazoparaevitarqueperdieraelequilibrio.—Gracias—dijoella—.Estaesmicuartavezysiempresucedelomismoen

lasalida.Comocuandoabrenlaspuertasenunconciertoderock.Los tiposde losculotesdeciclistavislumbraronunhueco, secolaroncomo

unabalaentreMikeBadalamenteyuntríodemujeresquecharlabanyreíanapaso lento,ydesaparecieron,corriendoen tándem.Scottsepusoa laalturadeMikeylosaludóconlamano.Mikeserozólafrentealestilomilitar,luegosetocóelladoizquierdodelpechoysesantiguó.«Todos creen queme va a dar un ataque al corazón», pensóScott. «Cabría

suponer que la traviesa providencia que decidió que sería interesante hacermeperderpesomehubieramusculadounpoco,perono».Milly Jacobs —a quien Nora le compró en cierta ocasión un comedor

completo—lededicóunasonrisadesoslayo.—Estoesdivertidolaprimeramediahoraoasí.Luegovieneelpurgatorioyal

llegaralaseñaldelosochokilómetrosesyaelinfierno.Siconsiguessuperaresaparte,encuentrasunpocodevientodecola.Aveces.—Aveces,¿eh?—repitióScott.—Exacto.Esteañotengoesperanzas.Megustaríaterminarlacarrera,sololo

helogradounavez.Mehealegradodeverte,Scott.—Yconesaspalabrasavivóelpasoylodejóatrás.

Para cuando desfilaron frente a su casa en View Drive, el pelotón habíaempezadoaestirarseydisponíademásespacioparacorrer.Semovíaconsolturaa un ritmo constante y rápido. Sabía que aquel primer kilómetro no podíaconsiderarlounapruebarepresentativadesuresistencia,porqueeracuestaabajo,peroMilly no se equivocaba: se divertía. Respiraba sin dificultad y se sentíabien.Lebastabaporelmomento.Adelantó a algunos corredores, pero solo a unos pocos. Hubo más que lo

adelantaron a él, algunos de los 500, otros de los 600 y un demonio de lavelocidad con el número 721 pegado a la camiseta. Era un tipo gracioso, quellevabaunmolinillodevientoenloaltodelagorra.Scottnoteníaespecialprisa,almenos no todavía. Divisaba a Deirdre en los tramos rectos, tal vez a unoscuatrocientosmetrosdedistancia;eraimposiblenodistinguirlacamisetarojaylospantaloncitosazules.Lamujerselotomabaconcalma.Habíaunpuñadodecorredorespordelantedeella,quizáunosveinteoveinticinco,locualnoextrañóaScott.Noeraningunanovatay,adiferenciadelamayoríadelosaficionados,ellahabríaconcebidounplanminucioso.Scottsuponíaqueellapermitiríaquelosdemásmarcaranelritmohastaelkilómetroochoonueve,yluegoempezaríaasuperarlosunoaunoynotomaríalainiciativahastalacolinadelCazador.Alomejor incluso esperaba al descenso para acelerar, solo para darle emoción,aunquenolocreía.Ellaquerríallegaralametaensolitario.Senotóligeroslospies,fuerteslaspiernas,yreprimióelimpulsodeacelerar.

«Túlimítateanoperderdevistalacamisetaroja»,sedijo.«Ellasabeloquesehace,asíquedejaqueteguíe».En la intersección de View Drive con la carretera 117, Scott pasó por un

pequeñoletreronaranja:3KM.Pordelantedeélibanlostiposdelosculotesdeciclista,avanzandoporlacarreteraunoacadaladodelalíneaamarillacentral.AdelantaronaunaparejadeadolescentesyScotthizolopropio.Losmuchachosparecían en buena forma, pero ya les costaba respirar. Cuando empezaba adistanciarse,oyóaunolamentarseentrejadeos.—¿Vamosapermitirqueunviejogordonosdejeatrás?Los adolescentes aceleraron y rebasaron a Scott, uno a cada lado, los dos

resollandoconmásfuerzaquenunca.—¡Chao,nomegustaríasertú!—dijoresoplandounodeellos.—¡Bravo,chavales!Desmelenaos—replicóScottconunasonrisa.Corría con desenvoltura, devorando la carretera con largas zancadas. La

respiración seguía normal, ídem el ritmo cardíaco, y ¿por qué no? Pesabacuarentaycincokilosmenosdelosqueaparentaba,yesosoloeralamitaddelo

que tenía a su favor. Contaba, además, con unosmúsculos desarrollados parasosteneraunhombredecasicientodiezkilos.La carretera 117 describía una doble curva y luego continuaba paralela al

arroyo Bowie, que gorgoteaba sobre el lecho pedregoso, poco profundo,emitiendorisasretozonas.Scottpensóquenuncalehabíasonadomejor,queelairehúmedoquelepenetrabaenlospulmonesnuncalehabíasabidomejor,quelosaltospinosqueseespesabanalotroladodelacarreteranuncasehabíanvistomejor.Percibía suolor, fuerteypicante,verdeyvívido,dealgúnmodo.Cadainspiraciónparecíamásprofundaquelaanterioryseobligabaunayotravezarefrenarse.«Cómomealegrodeestarvivohoy»,pensó.A la entrada del puente cubierto que cruzaba el arroyo, otro letrero naranja

anunciabalos6KM.Detráshabíauncartelquerezaba:¡AMEDIOCAMINODEMETA!Eltronidodepiesqueretumbabaenelinteriordelpuenteera—aoídosdeScott,almenos—tanpreciosocomounredobledeGeneKrupa.Sobresucabeza,unabandada de golondrinas alteradas revoloteaba bajo el techo.Un pájaro llegó alanzárselecontraelrostro,rozándolelafrenteconelala,ysoltóunacarcajada.Alotrolado,unodelostiposdelosculotesdeciclistadescansabasentadoen

elguardarraíl,tratandoderecobrarelalientoymasajeándoseuncalambreenelgemelo.NoalzólamiradacuandoScottylosdemáscorredorespasaronfrenteaél.Enlaconfluenciadelascarreteras117y119,losparticipantesseapiñabanentorno a un puesto de avituallamiento y bebían agua, Gatorade y zumo dearándanosdevasosdecartónantesdecontinuar.Ochoonueve,quesehabíandesfondadoenlosprimerosseiskilómetros,estabandespatarradosenlahierba.SedeleitóalverqueTrevorYount—eltipodeObrasPúblicasdelcuellodetoroconquienScotthabíatenidolatrifulcaenlaCafeteríadePatsy—figurabaentreellos.PasójuntoalaseñalqueindicabaelLÍMITEMUNICIPALDECASTLEROCK,donde

lacarretera119seconvertíaenBannermanRoad,llamadaasíenhonoralsheriffdelpuebloquemástiempohabíaestadoenactivo,untiposinsuertequehabíahalladolamuerteenunacarreterasecundariapocotransitada.Erahoradeavivarelritmoy,cuandoScottrebasóelletreronaranjadelos8KM,metiólasegunda.Sin problema. Un aire delicioso le refrescaba la piel calentada por la sangre,como frotándole con seda, y le gustaba la sensación de su propio corazón—aquel pequeño motor robusto— en el pecho. Ahora las casas jalonaban lacarretera a ambos lados y la gente que había salido a los jardines sosteníapancartasenloaltoysacabafotos.

AllíibaMillyJacobs,aúnencarrera,peroaflojabaelritmo,conlacintaverdedelpelooscurecidaporelsudor.—¿Cómovaesevientodecola,Milly?¿Terecargalaspilas?Lamujersevolvióamirarlo,confrancaincredulidad.—Dios santo,nomecreo…que seas tú—jadeó—.Pensabaque tehabía…

dejadomordiendoelpolvo.—He encontrado un poco de energía extra —dijo Scott—. No abandones

ahora,Milly, esta es la parte buena.—Y un momento después ella se quedóatrás.La carretera picaba hacia arriba, atravesando una serie de lomas bajas, en

continuo ascenso, y Scott empezó a adelantar a más corredores, a los que sehabíanrendidoyalosqueaúnseesforzabanporterminar.Dosdeesesegundogrupo eran los adolescentes que habían apurado la marcha hacía unoskilómetros,ofendidosporelhechodequeloshubieraadelantado,aunsoloporun instante, un gordo demediana edad con unas deportivas demierda y unosviejos pantalones de tenis. Lomiraron con idénticas expresiones de sorpresa.Sonriendoafablemente,Scottdijo:—Chao,nomegustaríaservosotros.Uno de ellos le mostró un dedo. Scott les lanzó un beso y un momento

despuéslesenseñabalostalonesdesusdeportivasdemierda.Cuando Scott inició el kilómetro nueve, el retumbo prolongado de un truenosacudióelcielodeoesteaeste.«Esonopintabien»,pensó.Lostruenosennoviembrequizáfueranpocacosa

enLuisiana,peronoenMaine.Dobló una curva y dio un bandazo a la izquierda para emparejarse con un

hombre flacucho, con piernas y cuello de cigüeña, que corría con los puñosapretados por delante y la cabeza echada hacia atrás. Su camiseta sinmangasdejaba ver unos brazos blancos como vientre de pez, tachonados de tatuajesantiguos.Vestíaelrostroconunasonrisadepasmado.—¿Hasoídoesetrueno?—¡Sí!—¡Vaalloverdelolindo!Menudodía,¿eh?—Yatedigo—respondióScott,riendo—.¡Deputamadre!—Ydespuésabrió

trecho,peronoantesdequeelflacucholepropinaraunbuenazoteeneltrasero.Lacarretera entrabaahora enun tramo rectoy avistó la camiseta rojay los

shorts azules en la laderade la colinadelCazador, tambiénconocida como laRompecorazones. Solo había media docena de participantes por delante deMcComb.Quizá hubiera dos o tresmás al otro lado de la cresta de la colina,perolodudaba.Erahorademeterunamarchamás.Dichoyhecho,y entonces se encontró entre los corredores serios, entre los

galgos.Sin embargo,muchos de ellos o empezaban a desfallecer, o ahorrabanfuerzas para la empinada pendiente. Percibió las miradas de incredulidad quedirigíanal hombredemediana edadque, conunabarrigaque ledeformaba lacamisetasudada,primerosecolabaentreellosyluegosedistanciaba.Amediocaminode lacima,empezóa sofocarse;el airehabíaadquiridoun

saborcobrizoy lequemaba lagarganta.Yanonotaba tan ligeros lospiesy leardíanlosgemelos.Sentíaundolorsordoenelladoizquierdodelaingle,comosi hubiera forzado demasiado algo allí. La segunda mitad de la colina se leantojóinterminable.SeacordódecómohabíadescritoMillylacarrera:primerodiversión, después el purgatorio, por último el infierno. ¿Dónde se encontrabaahora,enelpurgatoriooenelinfierno?Enlafrontera,resolvió.Nunca había imaginado realmente que pudiera vencer a Deirdre McComb

(aunquenohabía descartado la posibilidad), pero sí estaba convencidode queconcluiríalacarreraenlasprimerasposiciones,quelosmúsculosforjadosparacargar su anterior ser,más pesado, le bastarían para lograrlo.Ahora,mientraspasabaaunpardecorredoresquesehabíanrendido,unosentadoconlacabezagachayotrotumbadodeespaldasyresollando,empezabaacuestionárselo.«Quizáaúnpesedemasiado»,pensó.«Oquizáesquemefaltanagallaspara

terminar».Retumbóotrotrueno.Dadoque lacimade lacolinanoparecíamáscerca,bajó lavistaalsueloy

observólosguijarrosincrustadosenelmacadán,quesesucedíancomogalaxiasen una película de ciencia ficción. Alzó la mirada justo a tiempo para evitarchocarconunamujerpelirrojaqueestabaparadaconunpieacada ladode lalíneaamarilla,apoyandolasmanosenlasrodillasyjadeando.Scottlaesquivóaduraspenasydivisólacrestadelacolinaaunossesentametros.Tambiénunodeaquellos letrerosnaranjas:10KM.Clavó losojos en él y corrió, ahorano soloresollando,sinosuccionandoelaire,ysintiendocadaunodesuscuarentaydosaños.Lapierna izquierdaempezóaprotestar,palpitandoensincronizaciónconeldolordelaingle.Elsudorleresbalabaporlasmejillascomoaguacaliente.«Tienesqueconseguirlo.Loconseguirás.Pontodalacarneenelasador».

¿Ypor qué cojonesno?Si elDíaCero resultaba ser ese día en lugar de enfebreroomarzo,queasífuera.Rebasó el letrero y coronó la colina. El Almacén de Madera de Purdy se

encontrabaaladerecha,laFerreteríadePurdyalaizquierda.Soloquedabandoskilómetros. Vio el centro del pueblo que se extendía más abajo, unos veintenegocios a cada lado engalanados con banderines, la iglesia católica y lametodista enfrentadas cara a cara como pistoleros santos, el aparcamiento enbatería (con todas las plazas ocupadas), las aceras congestionadas y los dossemáforos del pueblo.Más allá del segundo estaba el Puente deHojalata y lalínea demeta, donde se había tendido una cinta amarilla decorada con pavos.Scottcontópordelantedeélaseisosietecorredores.Lamujerdelacamisetaroja era segunda,pero recortabadistancias conelprimero.Deirdre iniciaba sujugada.«No voy a pillarla nunca», pensó Scott. «Me saca demasiada ventaja. Esa

puñetera colina no ha conseguido romperme, pero me ha dejado para elarrastre».Entonceslospulmonesparecieronabrírseledenuevo,cadabocanadadeaire

penetraba más que la anterior. Las zapatillas (no unas deslumbrantes Adidasblancas,sinounasPumaviejasyandrajosas)parecierondesprendersedelacapade plomoque habían acumulado.La anterior levedad de cuerpo lo invadió denuevo.EraloqueMillyhabíallamadovientodecolayloquelosprofesionalescomo McComb sin duda llamaban euforia del corredor. Scott lo prefería.Recordóaqueldíaeneljardín,cuandoflexionólasrodillas,saltóyseagarróalaramadelárbol.Recordósubirybajara lacarrera losescalonesdelquioscodemúsica. Recordó bailar por la cocina mientras Stevie Wonder cantaba«Superstition». Era lo mismo. No un viento, ni siquiera un subidón,exactamente,sinounaelevación.Lasensacióndequeunohabíaidomásalládesímismoyquepodíallegaraúnmáslejos.Colinaabajo,pasóelconcesionarioForddeO’LearyaunladoyelGo-Mart

de Zoney al otro, adelantó a un corredor, luego a un segundo. Se colocó enquinta posición. Ignoraba, y le traía sin cuidado, si se quedaban mirándolomientrassedistanciaba.Todasuatenciónsecentrabaenlacamisetarojayenlosshortsazules.Deirdre lideraba ya la carrera. En ese instante detonaron más truenos—la

pistolaconlaqueDiosdabalasalida—yScottnotóenlanucalaprimeragotafríadelluvia.Luegootraenelbrazo.Bajólosojosyviomásestrellándoseenlacarretera, dondedejabanmarcas oscuras del tamañode unamoneda.Yahabía

espectadores a cada lado deMain Street, aunque aún debía de faltar casi unkilómetro hasta el punto en que comenzaban las aceras y kilómetro y mediohasta la línea de meta. Scott observó que se abrían paraguas como flores enprimavera. Eran preciosos. Todo lo era: el cielo oscuro, los guijarros de lacarretera, el naranja de la pancarta que anunciaba el último kilómetro de laCarreradelPavo.Elmundodabaunpasoalfrente.Delante de él, un corredor se salió bruscamente de la carretera, cayó de

rodillas y se tumbóde espaldas,mirando al cielo, hacia la lluvia, con la bocadibujandounarcotensodeagonía.SoloquedabandoscorredoresentreDeirdreyél.Scottpasócomounaexhalaciónelúltimoletreronaranja.Solounkilómetro

hasta la meta. Había progresado poco a poco, pero ahora, en el punto dondecomenzabanlasaceras—conmultituddeespectadoresanimandoaamboslados,algunos ondeando banderines de la Carrera del Pavo—, era el momento deaveriguar si podía no solo meter una marcha más, sino exprimir el motor almáximo.«Dalecaña,hijodeputa»,sedijo,yapretóelpaso.La lluvia pareció vacilar por un instante, tiempo suficiente para que Scott

pensaraque sedemoraríahasta el finalde la carrera, y entoncesdescargóconuna furia torrencial que empujó a los espectadores a refugiarse bajo toldos yportales.Lavisibilidadseredujoalveinteporciento,despuésaldiez,luegocasial cero.AScott la fría lluvia se le antojómás que deliciosa; se acercaba a lodivino.Superó a un corredor, luego a otro. El segundo era el anterior líder de la

carrera, al que Deirdre había adelantado. Se había frenado y caminaba,chapoteando en la riada de la calle con la cabeza gacha, las manos en lascaderas,lacamisetacaladaypegadaaltorso.Delante, a través de una cortina gris de lluvia, Scott vislumbró la camiseta

roja.Creíaqueaúnlequedabasuficientegasolinaeneldepósitoparaalcanzarla,pero quizá la carrera acabara antes.El semáforo al final deMainStreet habíadesaparecido.TambiénelPuentedeHojalatay la cinta amarilla enel extremomáscercano.TodosedecidiríaentreélyMcComb,amboscorriendoaciegasatravésdeldiluvio,yScottjamássehabíasentidotanfelizensuvida.Soloque«felicidad» era un término demasiado insípido. Allí, mientras exploraba losconfinesmásremotosdesuenergía,existíaunmundonuevo.«Todoconvergeaquí»,pensó.«Aestaelevación.Siasíescomosesientenlos

moribundos,todoelmundodeberíaalegrarsedepartir».

Estaba lo bastante cerca como para percatarse de que Deirdre McCombmirabahaciaatrás,que lacoletaempapada leazotabaelhombrocomounpezagonizando fuera del agua. Los ojos se le ensancharon por la sorpresa al verquiénintentabaarrebatarleelprimerpuesto.Volviólavistaalfrente,agachólacabezayaceleróelritmo.Scott primero igualó su velocidad, luego la superó. Acortando la distancia,

casi lo bastante cerca como para tocarle la espalda de la camiseta, capaz deadvertir los riachuelos de lluvia que le caían por el cuello. Capaz de oír —inclusoporencimadelrugidodelatormenta—susresuellos,extrayendoairedelalluvia.Laveíaaella,peronopercibíalosedificiosporlosquepasaban,nielúltimosemáforo,nielpuente.Habíaperdidotodosentidodelaubicaciónynodisponía de ninguna referencia que lo ayudara a determinar en qué punto deMainStreetseencontraba.Suúnicareferenciaeralacamisetaroja.Entonces ella cometió el error de volver a mirar atrás. El pie izquierdo se

enganchó con el tobillo derecho y cayó de bruces, con los brazos estirados,salpicandoaguahaciadelanteyalosladoscomouncríotirándoseenplanchaaunapiscina.Laoyógruñirmientrasseleescapabaelaire.Scott llegóasualtura,sedetuvoyseagachó.Ellasegiróapoyadasobreun

brazoparamirarlo.Elrostroselecrispóenunamuecaagónicadefuriaydolor.—¡Hahechotrampas!—jadeó—.¡Cabrón!¿Cómoloha…?La agarró. Brilló un relámpago, un fugaz resplandor que le hizo torcer el

gesto.—Vamos.—Lerodeólacinturaconelotrobrazoytiródeella.Deirdrelomiróconojosdesorbitados.Hubootrorelámpago.—Diosbendito,¿quéestáhaciendo?¡¿Quémeestápasando?!Scottprestóoídossordos.Lospiesdeellasemovieron,peronosobrelacalle,

inundada ya por dos centímetros de agua; pedaleaban en el aire. Sabía qué leocurríaa lamujer,yno lecabíadudadequeerasorprendente,peroaélno leafectaba.Ellasesentíaligera,quizáingrávida,peroerapesadaparaél,uncuerpoesbelto que era todo músculo y nervio. La soltó. Aún no veía el Puente deHojalata,perovislumbróunatenuefranjaamarillaquedebíadeserlacinta.—¡Vamos!—gritó,yapuntóhacialalíneademeta—.¡Corra!Ella obedeció y él la siguió. La mujer rompió la cinta y brillaron los

relámpagos. Scott entró detrás de ella, alzando las manos hacia la lluvia,reduciendolavelocidadconformerecorríaelPuentedeHojalata.Laencontróamediocaminosobremanosyrodillas.Sedejócaerasulado,resoplandocomoella,enbuscadeunairequeparecíalíquido.

Ellalomiró,conelaguacayéndoleporelrostrocomosifueranlágrimas.—¿Quéhapasado?¡Cielosanto,cuandomerodeóconelbrazofuecomosi

nopesaranada!Scott se acordó de las monedas que se había metido en los bolsillos de la

parkaeldíaquehabíaidoavisitaraldoctorBob.Seacordódecuandosesubióalabásculadelbañomientrassujetabaunpardemancuernasdediezkilos.—Asíes—dijoél.—¡DeeDee!¡DeeDee!EraMissy,quecorríahaciaellos.Extendiólosbrazos.Deirdresepusodepie

entrechapoteosyestrechóasuesposa.Setambalearonyestuvieronapuntodecaer.Scottalargó losbrazosparasujetarlas,perono llegóa tocarlas.Brillóunrelámpago.EntonceslagentelosencontróyfueronrodeadosporloshabitantesdeCastle

Rock,queaplaudíanbajolalluvia.

5

Despuésdelacarrera

EsanocheScottserecostóenunabañerallenadeaguatancalientecomopodíasoportar,enunintentoporaliviareldolordelosmúsculos.Cuandoelteléfonoempezóa sonar, lobuscóa tientasbajo la ropa limpiadoblada sobreuna sillacercana.«Vivoencadenadoaesepuñeterotrasto»,pensó.—¿Diga?—¿SeñorCarey?SoyDeirdreMcComb.¿Quénochequierequereservepara

nuestracena?Loidealseríaelpróximolunes,porqueeseldíaqueelrestauranteestácerrado.Scottsonrió.

—Creoquenoentendiólaapuesta,señoritaMcComb.Ustedganó,asíqueapartirdeahorasusperrostienencartablancaparapisarmijardín,aperpetuidad.—Los dos sabemos que eso no es exactamente cierto—objetó ella—. De

hecho,sedejóganaraposta.—Ustedselomerecía.Deirdreseechóa reír.Era laprimera risaqueoíaprovenientedeella,yera

encantadora.—Mi entrenador en el instituto se tiraría de los pelos si oyera semejante

sensiblería. Solía decir que lo que uno merece no tiene nada que ver con elpuestoenquesetermina.Sinembargo,aceptarélavictoriasinosinvitaacenar.—Entonces refrescarémisconocimientosdecocinavegetariana.Elpróximo

lunesmevienebien,perosolositraeasuesposa.¿Quétalsobrelassiete?—Perfecto, y ella no querrá perdérsela. Además… —Titubeó durante un

momento—.Megustaríadisculparmeporloquedije.Séquenohizotrampas.—No es necesaria ninguna disculpa—dijo Scott, y no mentía. Porque, en

ciertosentido,síhabíahechotrampas,porinvoluntariasquefueran.—Si no por eso, debo disculparme por cómo le he tratado. Podría aducir

circunstanciasatenuantes,peroMissyafirmaquenohayningunayalomejornoseequivoca.Tengociertas…actitudes…ynomehasidofácilcorregirlas.Noseleocurrióquécontestaraeso,demodoquecambiódetema.—¿Algunadelasdosescelíaca?¿Ointolerantealalactosa?Avíseme,nosea

quepreparealgoqueustedoMissy,laseñoritaDonaldson,nopuedancomer.Ellavolvióareírse.—Nocomemoscarnenipescado,esloúnico.Todolodemáscabeenelmenú.—¿Inclusohuevos?—Inclusohuevos,señorCarey.—Scott.LlámemeScott.—Deacuerdo.YyosoyDeirdre.ODeeDee,paraevitarconfusiónconDeeel

perro. —Titubeó un instante—. Cuando vayamos a cenar, ¿me explicará quéocurrió cuando me levantó? He experimentado sensaciones extrañas cuandocorro,percepcionesextrañas,cualquiercorredorledirálomismo…—Yomismoexperimentéalgunas—asintióScott—.Apartirdelacolinadel

Cazador,lascosassepusieron…muyraras.—Peronuncahesentidonadacomoaquello.Porunossegundosparecíaque

estuvieraenlaestaciónespacialoalgoporelestilo.—Sí,seloexplicaré.PeromegustaríainvitaramiamigoeldoctorEllis,que

yalosabe.Yasumujer,siestálibre.—«Ysiquierevenir»,fueloqueScottse

calló.—De acuerdo. Hasta el lunes, entonces. Ah, y asegúrese demirar elPress

Herald.Lanoticianosaldráenelperiódicohastamañana,claro,peroyaestáeninternet.«Claro»,pensóScott.«Enel sigloXXI, losperiódicos impresos tambiénson

fábricasdecarruajes».—Loharé.—¿Creequefueronrelámpagos?¿Loquehuboalfinal?—Sí—respondió Scott. ¿Qué otra cosa pudo ser? Los relámpagos casaban

conlostruenoscomolacremadecacahuetecasabaconlamermelada.—Yotambién—dijoDeeDeeMcComb.

Sevistióyencendióelordenador.LanoticiafigurabaenlapáginadeiniciodelPressHerald,yScottestabaconvencidodequesaldríaenprimeraplanaenelperiódicodel sábado,quizáenun lugarprominente, salvoqueestallaraalgunanuevacrisismundial.El titular rezaba:DUEÑADE RESTAURANTE LOCALGANA LACARRERADELPAVODECASTLEROCK.Segúnpublicaban,eralaprimeravezqueunresidente del pueblo la ganaba desde 1989. Solo había dos imágenes en laedicióndigital,peroScottsuponíaqueincluiríanmásenlaversiónimpresa.Alapostre, no había habido relámpagos en la meta; había sido el fotógrafo delperiódicoy,apesardelalluvia,habíalogradounaimagenmagnífica.La primera foto mostraba juntos a Deirdre y a Scott, con el semáforo del

PuentedeHojalataalfondo,nomásqueunborrónrojo,loquesignificabaquedebíadehabersecaídoamenosdesetentametrosdelameta.Unbrazodeéllerodeaba la cintura. Los cabellos que se le habían soltado de la coleta estabanpegadosalasmejillas.Ellalevantabalamiradahaciaélconexhaustoasombro,yScotttambiénlamirabaaella…ysonreía.

SIGUIÓADELANTECONLAPEQUEÑAAYUDADEUNAMIGO,rezabaelpiedefoto,ydebajo:«ScottCarey,vecinodeCastleRock,ayudaaponerseenpieaDeirdreMcComb, que sufrió una caída en la carretera mojada a poca distancia de lameta».Enelpiedelasegundafoto,bajolaspalabrasELABRAZODELAVICTORIA, se

nombrabaa las trespersonasqueaparecíanenella:DeirdreMcComb,MelissaDonaldson y ScottCarey. Las dosmujeres se fundían una en la otra.AunqueScott no había llegado a tocarlas, tan solo había levantado los brazos,arqueándolos alrededor de ellas en un gesto instintivo para sujetarlas si caían,

producíalaimpresióndequeseuníaalabrazo.El texto de la noticia mencionaba el restaurante que Deirdre McComb

regentaba con «su compañera» y citaba una crítica gastronómica que elperiódicohabíapublicadoelpasadomesdeagosto,definiendolacomidacomo«cocina vegetariana con aromas de fusión texano-mexicana que ha deexperimentarse;esunviajequemerecelapena».BillE.GatosehabíaapostadoenelsitioenquesolíacuandoScottsesentaba

alescritorio,encaramadoaunamesaauxiliar,yobservabaasumascotahumanaconinescrutablesojosverdes.—Tedigounacosa,Bill—lecomentóScott—.Siestonoconsigueatraermás

clientes,nadalohará.Entróenelcuartodebañoysesubióalabáscula.Lasnoticiasqueledionolo

sorprendieron. Había bajado a 62,1 kilos. Quizá se debiera al esfuerzo de lajornada,peronolocreíaenrealidad.Loquesospechabaeraque,alenchufarleunamarchamásaltaasumetabolismo(yponerloatodamáquinaalfinal),habíaaceleradoaúnmáselproceso.Empezaba a pensar que el Día Cero podría llegar antes de lo que había

anticipado.MyraEllisasistióalacenaconsumarido.Semostrótímidaalprincipio—casiasustadiza—,aligualqueMissyDonaldson,perounacopadepinot(queScottsirvió con queso, galletas saladas y aceitunas) relajó a las dos mujeres. Y,entonces, sucedió un milagro: descubrieron que compartían afición por lamicologíaydedicaronbuenapartedelaveladaahablarsobresetascomestibles.—¡Cuántosabes!—exclamóMyra—.¿Puedopreguntartesiestudiasteenuna

escueladecocina?—Sí.Después de conocer aDeeDee, peromucho antes de casarnos. Fui al

ICE.El…—¡ElInstitutoCulinariodeNuevaYork!—lainterrumpióMyra.Lecayeron

algunasmigas sobre la blusa de seda convolantes que llevaba, pero ni se diocuenta—.¡Esfamoso!¡Quéenvidia,porDios!Deirdrelasmirabaysonreía.EldoctorBobtambién.Asíquetodomarchaba

sobreruedas.ScotthabíapasadolamañanaenelsupermercadoHannaforddelalocalidad,

con un ejemplar de El placer de cocinar (olvidado por Nora) abierto en elasientoparaniñosdelcarrito.Formulómuchaspreguntasy,comosueleocurrir,

la investigación dio sus frutos. Sirvió una lasaña florentina vegetariana contostadasdeajo.Lecomplació—aunquenolesorprendió—verqueDeirdreseapartónounanidos,sino tresgenerosasraciones.Seguíaenmodoposcarrera,atiborrándosedecarbohidratos.—De postre solo tengo bizcocho—anunció Scott—.Es comprado, pero yo

mismohepreparadoelchantillídechocolate.—No lo he vuelto a probar desde que era niño—dijo el doctorBob—.Mi

madre lo hacía en las ocasiones especiales. Los críos lo llamábamos«chococrema».Tráeloparaacá,Scott.—Yunchianti—añadióScott.Deirdreaplaudió.Teníalasmejillassonrosadasylecentelleabanlosojos,una

mujerconcadaunadelaspartesdesucuerpofuncionandoaplenorendimiento.—¡Tráeloparaacátambién!Fueunacenaespléndidaylaprimeravezquesehabíaempleadoalmáximo

enlacocinadesdequeNorahabíalevantadoelcampamento.Mientraslosveíacomeryescuchabasucharla,sediocuentadelovacíaqueparecíalacasadesdequesolodeambulabanporellaBillyél.Loscincoarrasaronconelbizcochoy,cuandoScottsedisponíaarecogerlos

platos,MyrayMissyselevantarondelasilla.—Yalohacemosnosotras—seofrecióMyra—.Túhascocinado.—Deesonada,señorita—dijoScott—.Voyadejarlotodoenlaencimeray

pondréellavavajillasmástarde.Llevólosplatosdelpostrealacocinaylosapilóenlaencimera.Algirarsese

encontróaDeirdreasuespalda,sonriendo.—Siquierestrabajo,Missyestábuscandounsegundochef.—Nocreoquepudieraseguirleel ritmo—reconocióél—,pero lo tendréen

cuenta.¿Quétalelnegocioelfindesemana?DebedehaberidobiensiMissyestábuscandounayudante.—Todocompleto—respondióDeirdre—.Niunamesalibre.Havenidogente

defuera,perotambiéngentedeCastleRockquenohabíavistonunca,almenosenelrestaurante.Ytenemostodoreservadoparalospróximosnueveodiezdías.Escomovolverainaugurar,cuandolagentevaporcuriosidad.Siloquesirvesno está rico, o si solo está regular, lamayoría no repiten. Pero lo queMissypreparaestámuchomásqueregular.Seguroquevuelven.—Ganarlacarrerahacambiadolascosas,¿eh?—Lascosashancambiadograciasalasfotos.Pero,sinti,nohabríansidomás

quelasfotosdeunatortilleratrasganarunacarrera,yavestúquéimportante.

—Estássiendodemasiadoduracontigomisma.Ellanegóconlacabeza,sonriendo.—Nolocreo.Prepárate,grandullón,quevoyadarteunabrazo.Dio un paso hacia él y Scott retrocedió, extendiendo las manos, con las

palmashaciafuera.Aellaselenublóelrostro.—Noesporti—sedisculpó—.Créeme,nadamegustaríamásqueabrazarte.

Losdosnoslomerecemos,perotalveznoseaseguro.Missyestabadepieenlapuertadelacocina,convariascopasdevinoentre

losdedossujetasporelfuste.—¿Quépasa,Scott?¿Teocurrealgo?Élsonrió.—Podríadecirsequesí.EldoctorBobseunióalasmujeres.—¿Vasacontárselo?—Sí—dijoScott—.Enelsalón.

Selocontótodo,ysintióunenormealivio.Myrasoloparecíaconfundida,comosinoterminaradeasimilarlo,peroMissynoselocreía.—Esimposible.Elcuerpodeunapersonacambiaalperderpeso,esunhecho.Scotttitubeóporunosinstantesyluegoseacercóalsofá,dondeMissyestaba

sentadajuntoaDeirdre.—Damelamano.Solounsegundo.Ellalaextendiósinvacilar.Contotalconfianza.«Noleharádaño»,sedijoa

símismo,yesperabanoequivocarse.Alfinyalcabo,habíaayudadoaDeirdreaponersedepiecuandosecayó,ynohabíasufridoefectossecundarios.AgarróaMissydelamanoytiródeella.Lamujersaliódespedidadelsofá,

conloscabellosondeandoalaespaldaylosojosabiertoscomoplatos.Scottlaapresó para evitar que chocara contra él, la levantó, la depositó en el suelo yretrocedió.LasrodillasdeMissyseledoblaroncuandolasmanosdeélcesaronde tocarlayel cuerpo recuperó supeso.Ellaentonces seenderezóy sequedómirándoloasombrada.—Mehas…Yhe…¡Jesús!—¿Cómohasido?—preguntóeldoctorBob.Se inclinóhaciadelanteensu

butaca,conlosojosbrillantes—.¡Descríbemelo!—Hasido…,bueno…Creoquenopuedo.—Inténtalo—lainstó.

—Ha sido como cuando en una montaña rusa llegas a la primera cresta yluego te precipitas hacia abajo. Se me subió el estómago… —Se rionerviosamente,conlamiradaaúnfijaenScott—.¡Semesubiótodo!—LointentéconBill—dijoScott,señalandoconlacabezaasugato,queen

esemomento dormitaba tirado en la chimenea—.Se espantó.Me trepópor elbrazoymellenódearañazosensusprisasporsaltaralsuelo,yBillnuncaaraña.—¿Cualquiercosaqueagarressequedasinpeso?—preguntóDeirdre—.¿Es

realmentecierto?Scottlomeditóduranteunmomento.Pensabaenelloamenudoyavecesle

parecía que lo que le ocurría no era un fenómeno físico, sino que estabainfectadoporalgunaespeciedegermenovirus.—Losseresvivospierdenelpeso.Sevuelvenlivianos,pero…—Atitepesan.—Sí.—¿Ylasdemáscosas?¿Losobjetosinanimados?—Unavezqueloscojo…omelospongo…no.Nopesan.—Seencogióde

hombros.—¿Cómo es posible?—preguntóMyra—. ¿Cómo va a ser posible eso?—

Miróasumarido—.¿Losabes?EldoctorBobnegóconlacabeza.—¿Cómoempezó?—inquirióDeirdre—.¿Quélohaprovocado?—Niidea.Nisiquierasécuándoempezó,porquenoadquirílacostumbrede

pesarmehastadespuésdequeelprocesoseiniciara.—Enlacocinadijistequenoeraseguro.—Dije que tal vez. No lo sé con certeza, pero esta clase de ingravidez

repentina podría joderte el corazón…, la presión arterial…, la funcióncerebral…,¿quiénsabe?—Los astronautas están en condiciones de ingravidez—objetóMissy—.O

casi.Supongoque losqueestánenórbitaalrededorde la tierradebendeestarsujetosalmenosaciertaatraccióngravitacional.Y también losquecaminaronporlaluna.—Nose trata solodeeso,¿verdad?—aventuróDeirdre—.Tienesmiedode

queseacontagioso.Scotthizoungestoafirmativoconlacabeza.—Laideasemehaocurrido.Seprodujounmomentodesilenciomientrastodosellosprocurabandigerirlo

indigerible.EntonceshablóMissy.

—¡Tienes que ir a un hospital! Tienen que examinartemédicos que…, quesepandeestaclasedecosas…Su voz se diluyó a medida que reconocía lo obvio: no había médicos que

supierandeesaclasedecosas.—Alomejorsoncapacesdehallarlamaneraderevertirlo—concluyóporfin.

SevolvióhaciaEllis—.Túeresmédico.¡Díselo!—Ya lo he hecho—replicó el doctor Bob—.Muchas veces, pero Scott se

niega. Al principio pensé que era un desatino, que estaba obcecado, pero hecambiado de opinión. Dudo mucho que esto sea algo que pueda investigarsedesde una perspectiva científica. A lo mejor cesa por sí solo…, o puede quehastaremita…,perocreoquenilosmejoresmédicosdelmundopodríanllegaracomprenderloymuchomenosinfluirenello,nipositivaninegativamente.—Y no tengo el más mínimo deseo de pasar el resto de mi programa de

pérdida de peso siendo examinado en una habitación de hospital o en unainstalacióndelgobierno—dijoScott.—Ocomounacuriosidadpública,supongo—añadióDeirdre—.Loentiendo.

Perfectamente.Scottasintióconlacabeza.—Entonces comprenderéis que os pida queme prometáis que lo que se ha

habladoenestahabitaciónnosaldrádeaquí.—Pero¿quéteocurriráati?—estallóMissy—.¿Quéteocurrirácuandonote

quedenadadepeso?—Nolosé.—¿Y cómo vivirás? No vas a…—Miró alrededor con ojos desorbitados y

frenéticos, como esperando que alguien terminara su pensamiento. Nadierecogióeltestigo—.¡Novasaflotarporeltecho!Scott,queyahabíapensadoenunavidaasí,selimitóaencogersedehombros

unavezmás.MyraEllisseinclinóhaciadelante,lasmanosapretadascontantafuerzaque

losnudillossehabíanpuestoblancos.—¿Noteaterra?Debedeasustar,meimagino.—Esa es la cuestión—respondióScott—.No tengomiedo.Al principio sí,

peroahora…Nosé…Medalaimpresióndequenoestanmalo.HabíalágrimasenlosojosdeDeirdre,perosonreía.—Meparecequeesotambiénloentiendo—dijoella.—Sí—afirmóél—.Tecreo.

Pensabaquesihabíaalgunapersonaalaqueleresultaríaimposibleguardarelsecreto,esaseríaMyraEllis,contodossuscomitésygruposparroquiales.Perose equivocaba. Ninguno de ellos habló. Se convirtieron en una especie decamarilla y se reunían una vez a la semana en el Santo Frijol, dondeDeirdresiempre teníaunamesa reservadaparaellos,conunaplacaquedecía:«Grupodel doctor Ellis». El sitio estaba siempre lleno, o casi, yDeirdre explicó que,cuando acabara el año, si las cosas no aflojaban, tendrían que abrir mástemprano y establecer otro turno de comedor. Missy había contratado a unaayudantede cocinay, siguiendo el consejodeScott, optóporunapersonadelpueblo:lahijamayordeMillyJacob.—Esunpocolenta—comentóMissy—,perotieneganasdeaprendery,para

cuandovuelvalagentedelverano,loharábien.Yaverás.EntoncessesonrojóysemirólasmanosalpercatarsedequeScottquizáya

noestuvieraallíelpróximoverano.El 10 de diciembre, Deirdre McComb encendió el árbol de Navidad en la

plaza mayor de Castle Rock. Casi mil personas acudieron a la ceremonianocturna, que incluía la interpretación de villancicos a cargo del coro delinstituto.ElalcaldeCoughlin,vestidodePapáNoel,llegóenhelicóptero.HuboaplausoscuandoDeirdre subióalpodioyun rugidodeaprobación se

elevó cuando proclamó el abeto de nueve metros como «el mejor árbol deNavidaddelmejorpueblodeNuevaInglaterra».Las luces se encendieron, el ángel de neón en la punta hizo piruetas y

reverencias,y lamultitudacompañóalcorodel instituto,quelecantabaalfielabetodeNavidadylabellezadesusramas.AScottlehizograciaveraTrevorYountcantandoyaplaudiendojuntoatodoslosdemás.Aqueldía,ScottCareypesaba51,7kilos.

6

Laincreíblelevedaddelser

LoqueScotthabíadadoendenominar«el efecto ingrávido» tenía límites.Laropanose ledespegaba flotandodelcuerpo.Lassillasno levitabancuandosesentabaenellas,aunque,sillevabaunaalcuartodebañoysesubíaconellaalabáscula,supesonoseregistraba.Siexistíanreglasenloqueestabaocurriendo,no lascomprendía,ni le importaban.Seguíaadoptandounaactitudoptimistaydormíabienporlasnoches.Esaseranlascosasqueleimportaban.Llamó a Mike Badalamente el día de Año Nuevo y, tras intercambiar los

buenosdeseosderigor,lecontóqueestabaplaneandoiraCaliforniaalcabode

unas semanas, a visitar a su única tía viva. Si decidía salir de viaje, ¿seencargaríaéldecuidarleelgato?—Vaya,nolosé—respondióMike—.Alomejor.¿Hacesusnecesidadesen

elarenero?—Siempre.—¿Porquéyo?—Porquecreoquetodosloslibrerosdeberíantenerungatoresidente,delque

túcarecesenlaactualidad.—¿Cuántotiempopiensasestarfuera?—No lo sé. Depende de cómo esté tía Harriet. —No existía ninguna tía

Harriet, por supuesto, y tendría que pedirle al doctor Bob o a Myra que lellevaran el gato a Mike. Deirdre y Missy olían a perro y Scott ya no podíasiquieraacariciarasuviejoamigo;Billyescapabasiseleacercabademasiado.—¿Quécome?—Friskies—dijoScott—.Yelanimaliráprovistodeunabuenacantidadde

víveres.Sidecidoir,claro.—Vale,tratohecho.—Gracias,Mike.Eresunamigo.—Sí,peroesanoeslarazón.Lehicisteaestepueblounpequeñoperovalioso

mitzvá cuando ayudaste a McComb a levantarse para que pudiera acabar lacarrera. Lo que pasaba con ella y su esposa era muy feo. Las cosas hanmejorado.—Unpoco.—Yodiríaquemucho.—Bueno,puesgracias.YfelizAñoNuevootravez.—Lomismodigo,socio.¿Cómosellamaelfelino?—Bill.Bueno,BillE.Gato,enrealidad.—ComoenElcondadodeBloom.Mola.—Cógeloydaleunascariciasdevezencuando.Sidecidosalirdeviaje,claro.

Legusta.Scottcolgó,reflexionósobreloquesignificabadesprendersedelascosas—

sobretododelascosasmáspreciadas,comolosamigos—ycerrólosojos.EldoctorBobllamóunosdíasdespuésypreguntóaScottsilapérdidadepesosemanteníaentresetecientosyochocientosgramosaldía.Scottlerespondióquesí, sabiendo que la mentira no regresaría para atormentarle; tenía el mismo

aspectodesiempre,yesoincluíalabarrigaquelecaíasobreelcinturón.—Conque…¿aúncreesquetequedarássinnadaaprincipiosdemarzo?—Sí.ScottsuponíaqueelDíaCerollegaríaantesdequeterminaraenero,perono

podía asegurarlo a ciencia cierta, ni siquiera podía realizar un cálculofundamentado,pueshabíadejadodepesarse.Nohacíamucho,habíaevitadolabásculaporquemarcabademasiadoskilos;ahoranoseacercabaporlocontrario.Eraconscientedelaironía.Por elmomento, Bob yMyra Ellis no debían enterarse de cuánto se había

aceleradoelproceso;nitampocoMissyyDeirdre.Tendríaquecontárselotardeotemprano,porque,cuandollegaraelfin,necesitaríalaayudadeunodeellos.Ysabíaaquiénrecurriría.—¿Cuántopesasahora?—preguntóeldoctorBob.—Cuarentayocho—mintióScott.—¡Hostiaputa!ImaginabaqueEllisproferiríaalgomásqueun«hostiaputa»sisupieraloque

Scottsabía:querayabamásbienlostreintaydos.Podíacruzarelsalóndecuatrofirmeszancadas,osaltar,asirseaunadelasvigasycolumpiarsealoTarzán.Nohabíaalcanzadoelpesoquetendríaenlaluna,peroseaproximaba.EldoctorBobpermanecióensilenciounmomentoyalcabodijo:—¿Tehasplanteadoquelacausadeloqueteocurrepudieraestarviva?—Claro—respondióScott—.Quizáunabacteriaexóticaquepenetróatravés

deuncorte,ounvirussumamenteraroqueinhalé.—¿Setehapasadoporlacabezaquepudieraserunserconsciente?EstavezletocóaScottguardarsilencio.Porfindijo:—Sí.—Hedeadmitirqueestáslidiandoconlasituaciónextremadamentebien.—Porahorasí—asintióScott,perotresdíasdespuésdescubriólomuchocon

quetendríaquelidiarantesdequellegaraelfin.Unocreíasaberlo,unocreíaqueestaríapreparado…hastaeldíaenquesalíaabuscarelcorreo.EloestedeMainellevabaexperimentandoeldeshielodeenerodesdeeldíadeAñoNuevo, con temperaturas que rondaban los diez o doce grados.Dos díasdespuésdelallamadadeldoctorBobeltermómetrosuperólosquincegradosylosniños regresaronal colegioconchaquetas ligeras.Esanoche, sinembargo,lastemperaturassedesplomaronyempezóacaercelliscaynievegranular.

Scott apenas se percató.Pasóparte de la noche en el ordenador comprandocosas.Podríahaberadquiridotodoslosartículosenelpueblo—lasilladeruedasyelarnésdepechoen laseccióndeostomíade lafarmaciaCVSenelmismocentrocomercialdondehabíacompradolasgolosinasdeHalloween,ylarampaylasbarrasyasasenlaFerreteríadePurdy—,peroloslugareñoseranpropensosadarlealalengua.Yhacíanpreguntas.Esoqueríaevitarloatodacosta.Dejódenevarhacia lamedianocheyeldía siguienteamaneciódespejadoy

frío. La nieve reciente, recubierta de una costra congelada, resplandecía tantoqueobligabaaapartarlamirada.Eracomosielcéspedyelcaminodeentradasehubieran rociado de plástico transparente. Scott se enfundó la parka y salió abuscarelcorreo.Habíacogidolacostumbredenousarlosescalonesybajardeunsaltohastaelcamino.Laspiernas,descabelladamentehipermusculadasparasupeso,parecíandemandaresaexplosióndeenergía.Lohizoahoray,cuando tocaron lacapadehielo, lospies se ledesbocaron.

Aterrizó de culo y se echó a reír, pero calló de pronto al darse cuenta de queempezabaadeslizarse.Descendiólapendientedeljardínsobrelaespalda,comouna bola por la superficie lijada de una pista de bolos, ganando velocidad amedida que se aproximaba a la calzada. Se agarró a un arbusto, pero estabacubierto de escarcha y se le resbaló lamano. Se dio la vuelta y extendió laspiernas,pensandoqueasísefrenaría.Perono.Soloconsiguiópatinardelado.«La costra es gruesa, pero no tanto», pensó. «Si pesara lo que aparento, se

rompería yme pararía. Pero no. Voy directo a la carretera y, como venga uncoche,noledarátiempoafrenar.EntoncesnotendréquepreocuparmesobreelDíaCero».No llegó tan lejos. Chocó contra el poste sobre el que estaba montado el

buzón, con fuerza suficiente para cortarle la respiración. Cuando recuperó elaire, trató de levantarse, pero volvió a desplomarse, despatarrado, en laresbaladiza costra. Apoyó entonces los pies en el poste y empujó. Tampocofuncionó; avanzó poco más de un metro antes de que el impulso muriera yvolvió a deslizarse hasta el poste. A continuación intentó arrastrarse, pero losdedosnoconseguíanaferrarsealacostra.Sehabíaolvidadolosguantesyseleestabanentumeciendolasmanos.«Necesitoayuda»,pensó,yelnombrequedeinmediatoirrumpióensumente

fueeldeDeirdre.Metiólamanoenelbolsillodelaparka,peroporunavezsehabíaolvidadoel teléfono,quedescansaba sobre lamesadel estudio.Suponíaque,alfinal,podríaapañárselasparaalcanzarlacalle,echarsealaverayhacerseñasconlamanocuandopasarauncoche.Alguiensedetendríayleayudaría,

pero ese alguien haría preguntas que Scott no quería responder. El camino deentradaalacasaofrecíaunaperspectivaaúnmásdescorazonadora;parecíaunapistadepatinaje.«Pues aquí estoy», pensó, «como una tortuga tendida sobre el caparazón.

Tengolasmanosentumecidasyprontolesseguiránlospies».Estiró el cuello para mirar los árboles desnudos, las ramas que se mecían

suavementesobreelfondoazuldeuncielosinnubes.Miróelbuzónyvioloquepodríaserlasoluciónasutragicómicoproblema.Sesentó,sujetándosealposteconlaentrepierna,yasiólabanderitametálicaqueindicaquehaycorreosujetaalcostadodelbuzón.Estabasueltaybastarondosfuertestironesparaarrancarla.Despuésutilizóelextremomelladodelabanderitayexcavódosagujerosenlacostra de hielo. Colocó una rodilla en uno y un pie en el otro. Se levantó,sujetándosealposteconlamanolibreparamantenerelequilibrio.Deesaguisaselas ingenióparasalvar ladistanciahasta losescalones;seagachabaprimeropara picar la capa de hielo, avanzaba un paso y luego horadaba de nuevo lacostra.Pasaron un par de coches y alguien tocó el claxon. Scott alzó unamano y

saludósingirarse.Paracuandollegóalosescalones,lasmanoshabíanperdidotodasensibilidadyunalesangrabapordossitios.Laputaespaldaledolíacomouna condenada. Se encaminó hacia la puerta, se resbaló y a duras penasconsiguióasirsealabarandilladehierro,pesealacapadehieloquelacubría,antesdeterminardeslizándosedenuevohastaelbuzón.Noestabasegurodequelequedaranfuerzasparavolverasubirlacuestadelcésped,nisiquieraconlosagujerosquehabíaexcavadoparapisar.Estabaexhaustoyapestabaasudorbajola parka. Se tumbó en el vestíbulo. Bill se acercó a inspeccionarlo—pero nodemasiado—yexpresósuangustiaconunmaullido.—Estoybien—letranquilizó—.Notepreocupes,quetucomidanopeligra.«Sí, estoy bien», pensó. «Como sime hubiera tirado en trineo por el hielo,

perosintrineo.Ahoraescuandodeverdadempiezanlascosasrarasdecojones».Suponíaquealmenoseraunconsuelosaberquelascosasrarasdecojonesno

seprolongaríandemasiado.«Pero tengo que instalar las barras y la rampa cuanto antes. Se acaba el

tiempo».Unlunesporlanochedemediadosdemes,losmiembrosdel«grupodeldoctorEllis» se reunieron para cenar juntos por última vez. Scott no había visto a

ningunodeellosdesdehacíaunasemana,alegandolanecesidaddeenclaustrarsepara terminar el proyecto de los grandes almacenes. Que en realidad habíafinalizado,almenoselprimerborrador,antesdeNavidad.Suponíaquealgunaotrapersonaseencargaríadeaplicarlosúltimosretoques.Pidióquecadauno llevarasupropiacomida,porquecocinar le resultabaya

complicado.Dehecho, todose lehacíadifícil.Subir lasescalerasno leexigíaningúnesfuerzo;bastabantressencillossaltos.Bajarlaseramásduro.Temíaquepudieratropezaryromperseunapierna,demodoqueseagarrabaalabarandillaydescendíaescalónaescalón,comounancianoaquejadodegotayartrosisdecadera. Además, había desarrollado una tendencia a chocar con las paredes,porqueleresultabadifícilcalcularelimpulsoymásaúncontrolarlo.Myralepreguntóporlarampaqueahoracubríalosescalonesdelporche.El

doctor Bob y Missy se mostraron más preocupados por la silla de ruedasaparcadaenelrincóndelasaladeestaryelarnés—diseñadoparapersonasconpoca o ninguna capacidad para sentarse erguidas— que envolvía el respaldo.Deirdrenohizopreguntas,selimitabaamirarloconojostristesyprudentes.Comieron un sabroso guiso vegetariano (deMissy) y patatas al gratín con

salsadequeso(deMyra),todoellocoronadoconunpasteldeángel(deldoctorBob),deliciosopesealosgrumos,solounpocoquemadoenlabase.Elvinoerabueno,perolacharlaylasrisaslosuperaron.Cuandoterminaron,éldijo:—Es hora de confesar. Os he estado mintiendo. Esto va a ir un poco más

rápidodeloqueosconté.—¡Scott,no!—gritóMissy.EldoctorBobasentíaconlacabeza,noparecíasorprendido.—¿Cómoderápido?—Másdeunkiloaldía,casiunoymedio.—¿Ycuántopesasahora?—Nolosé.Heestadoevitandolabáscula.Vamosaaveriguarlo.Scotttratódelevantarse.Losmuslosconectaronconlamesaysaliólanzado

hacia delante, derribando dos copas al extender las manos para intentardetenerse. Deirdre se apresuró a coger el mantel y arrojarlo sobre el vinoderramado.—Losiento,losiento—sedisculpóScott—.Estosdíasnosoyconscientede

mipropiafuerza.Sediomediavueltacontantacautelacomounhombreconpatinesyechóa

andarhacialapartedeatrásdelacasa.Noimportabaelcuidadoquepusieraal

caminar, sus pasos se transformaban en saltos. El peso que aún le restaba loquería sobre la tierra; losmúsculos insistían en que se elevara por encima deella.Sedesequilibróytuvoqueasirseaunadelasreciéninstaladasbarrasparaevitarprecipitarsedecabezaporelpasillo.—Madremía—dijoDeirdre—.Debedesercomoaprenderaandardenuevo.«Deberías haberme visto la última vez que salí a buscar el correo», pensó

Scott.«Aquellasíquefueunaauténticaexperienciadeaprendizaje».Almenosningunodeellosvolvióasugerirlaideadelaclínica.Noeraquela

faltadelapropuestalosorprendiera.Unsimplevistazoasulocomoción,torpe,ridículayalavezextrañamentegarbosa,bastabaparadisiparlaideadequeunaclínicalesupondríaalgúnbien.Ahorasetratabadeunacuestiónprivada.Ellosloentendíanasíyélsealegraba.Seapiñaron todosenel cuartodebañoy leobservaron subirsea labáscula

Ozeri.—Diossanto—musitóMissy—.Oh,Scott.Lalecturaerade13,7kilos.

Desanduvoelcaminodevueltaalcomedorconlosdemássiguiéndolo.Avanzóconlaprecaucióndeunhombrequecruzaseunarroyodepiedraenpiedrayaunasí terminó chocando de nuevo contra la mesa.Missy alargó por instinto losbrazosparasujetarlo,peroél la rechazóconungestode lamanoantesdequepudieratocarlo.Cuandoestuvieronsentados,éldijo:—Nomemolesta.Dehecho,estoyfenomenal.Deveras.Myrateníalacarapálida.—¿Cómoesposible?—Nolosé,simplementeloestoy.Peroestaesnuestracenadedespedida.No

volveréaverosaninguno,exceptoaDeirdre.Necesitoaalguienquemeayudealfinal.¿Loharás?—Sí,porsupuesto.—Notitubeó,selimitóarodearconelbrazoasuesposa,

quehabíarotoallorar.—Solo quería decir…—Scott se interrumpió, se aclaró la garganta—.Solo

queríadecirqueojalánosquedaramástiempo.Habéissidobuenosamigos.—Nohayelogiomássinceroqueese—contestóeldoctorBob.Seenjugaba

losojosconunaservilleta.—¡Noesjusto!—estallóMissy—.¡Noesnadajusto,joder!

—Bueno,no—asintióScott—,noesjusto.Peronodejoniñosdetrás,miexesfelizdondeestá,lascosassonasí,yesmásjustoqueelcánceroelalzhéimer,oservíctimadeunincendioenunpabellóndehospital.Imaginoquepasaríaalahistoriasialguienhablaradeello.—Cosaquenoharemos—prometióeldoctorBob.—No—convinoDeirdre—.Nohablaremos.¿Puedescontarmequénecesitas

quehaga,Scott?Podía,yselocontó,detallándolotodoexceptoloqueguardabaenunabolsa

depapelenelarmariodelpasillo.Losdemásloescucharonensilencioynadieexpresóunapalabradedesacuerdo.Cuandoconcluyó,Myralepreguntócontimidez:—¿Quésesiente,Scott?O,mejordicho,¿cómotesientes?Scott se acordóde las sensacionesquehabía experimentado al descender la

colinadelCazador,cuandohabíaencontradoelvientodecolayelmundoenterosehabíamanifestadoenlaglorianormalmenteocultadelascosasordinarias:elcielo,encapotadoyplomizo;cadapiedrecillapreciosaycolillaylatadecervezatiradaalaveradelacarretera;supropiocuerpofuncionandoporunavezaplenorendimiento,cadacélulasaturadadeoxígeno.—Elevado—dijoporfin.MiróaDeirdreMcComb,vioqueleclavabasusbrillantesojosenelrostroy

supoqueentendíaporquélahabíaelegidoaella.MyraengatusóaBillparaqueentraraeneltrasportín.EldoctorBoblollevóasu4Runnery lo aseguró en la parte de atrás.Luego los cuatropermanecieronparados en el porche, entre penachos de vaho en el frío aire nocturno. Scottpermanecióenlapuerta,asiéndoseconfuerzaaunadelasbarras.—¿Puedodeciralgoantesdeirnos?—lerogóMyra.—Claro—asintióScott,peronodeseandooírlo.Deseandoquesemarcharan

sinmás.Pensóquehabíadescubiertounadelasgrandesverdadesdelavida(yquehubierapreferido ignorar): loúnicomásdifícilquedespedirse,kiloakilo,deunomismoeradespedirsedelosamigos.—Hesidomuytonta.Lamentoloqueteocurre,Scott,peromealegrodelo

quemehaocurridoamí.Deotromodo,habríapermanecidociegaacosasmuybuenas y a ciertas personas buenas. Habría seguido siendo unamujer vieja yestúpida.Nopuedoabrazarte,conqueestotendráquevaler.Abrió losbrazos,atrajoaDeirdreyaMissyhaciasíy lasestrechó.Ellas le

devolvieronelabrazo.EldoctorBobhablóacontinuación:—Simenecesitas,vendréalacarrera.—Seechóareír—.Bueno,no,misdías

decorreryaquedaronatrás,peroyasabesloquequierodecir.—Losé—dijoScott—.Gracias.—Hastalavista,viejo.Tencuidadodóndepisas.Ycómo.Scott losobservómientras sedirigíanalcochedeldoctorBob.Losobservó

mientras se montaban. Agitó la mano, cuidándose de asirse a la sujeciónmientras lo hacía. Luego cerró la puerta y se encaminó a la cocina, medioandandomedio saltando, sintiéndose como un personaje de dibujos animados.Que era, en el fondo, la razón por la que le parecía tan importantemanteneraquelloensecreto.Estabasegurodequeparecíaabsurdo,yeraabsurdo…,perosolosiseveíadesdefuera.Sesentóenlaencimeradelacocinaymiróhaciaelrincónvacíoquedurante

los últimos siete años habían ocupado los cuencos de agua y comida de Bill.Permaneciómirándolounratomuylargo.Yluegosesubióadormir.AldíasiguienterecibióuncorreoelectrónicodeMissyDonaldson.Le dije a DeeDee que quería ir con ella y estar allí al final. Tuvimos unadiscusiónmuyfuerteynomerendíhastaquemerecordólodelpieycómomesentíacuandoerapequeña.Ahorapuedocorrer,ymeencanta,peronuncaheparticipadoencompeticiones,comoDeeDee,porquesolosemedanbienlasdistancias cortas, aun después de todos estos años. Verás, nací con pieequinovaro, lo que suele llamarse pie zambo.Me operaron para corregirlocuando tenía siete años, pero hasta entonces caminaba conmuleta y tardéañosenaprenderaandarconnormalidad.Cuando tenía cuatro años, lo recuerdo claramente, le enseñé el pie ami

amiga Felicity. Se echó a reír y dijo que tenía el pie tonto y asqueroso.Despuésdeesonovolvíapermitiranadiequelomirara,soloamimadreyalosmédicos.Noqueríaquelagenteseriera.DeeDeesostienequeesoeslomismo que te pasa a ti. Dijo: «Quiere que lo recuerdes como cuando eranormalynorebotandodeunladoaotrodelacasa,comounefectoespecialcutredeunapelidecienciaficcióndeloscincuenta».Entonces lo entendí, pero eso no significa que me guste ni que te lo

merezcas.

Scott, lo que hiciste el día de la carrera permitió que pudiéramosquedarnos en Castle Rock, no solo porque tenemos un negocio aquí, sinoporqueahoradisponemosde laoportunidadde formarpartede la vidadelpueblo. DeeDee cree que la van a invitar a unirse a la Cámara Júnior deComercio.Seríeydicequeesunaestupidez,peroséqueensuinteriornolopiensa.Esuntrofeo,igualquelosqueganaenlascarreras.Bueno,notodosnosaceptarán,nosoytantonta,nitaningenua,paracreerlo,algunosnuncanos tragarán, pero la mayoría sí. Muchos ya lo han hecho. Sin ti, eso nohabríasucedidojamás,ysinti,unapartedemiamadahabríapermanecidosiemprecerradaalmundo.Ellanolodirá,peroyosí:túlehasarrancadolaespinadelrencorqueteníaclavada.Eraunaespinagrandeyahoravuelveacaminarerguida.Siemprehasidoquisquillosaeirritable,ynoesperoqueesocambie,peroahoraesmásabierta.Vemás,oyemás,puedellegarasermás.Ytúlohicisteposible.Túlalevantastecuandosecayó.Dice que hay un vínculo entre los dos, un sentimiento compartido, y que

poresotienequeserellalaqueteayudealfinal.¿Estoycelosa?Unpoquito,perocreoque loentiendo.Loentendícuandodijisteque te sentíaselevado.Ellaesigualcuandocorre.Eslarazónporlaquecorre.Porfavor,sévaliente,Scott.Yquesepasquepiensoenti.Rezoporti.

Contodomiamor,

MissyP.D.:Cuandovayamosalalibrería,nodejaremosdemimaraBill.

Scottpensóenllamarlayagradecerlequelehubieradichocosastanamables,

pero decidió que sería mala idea. Podría alterarlos a los dos. En su lugar,imprimióelmensajeyseloguardóenunodelosbolsillosdelarnés.Loacompañaríacuandosefuera.

Eldomingosiguienteporlamañana,Scottrecorrióelpasillohaciaelcuartodebaño con unos trancos que difícilmente podrían considerarse pasos. Con cadaunoflotabahastaeltecho,dondeseempujabaconlasyemasdelosdedosparabajarsealsuelo.Lacalderasepusoenmarchayelsoplodeairequebrotódelarejilladeventilaciónloladeóunpoco.Segiróyasióunabarraparaimpulsarseydejaratráslacorrientedeaire.

Enelcuartodebaño,planeóduranteunmomentoyalcaboseposósobrelabáscula.Alprincipiocreyóquenoibaamarcarningúnpeso.Entonces,porfin,escupióunacifra:0,9.Prácticamenteloquehabíaesperado.AlatardecerllamóalmóvildeDeirdre.Nosecomplicó.—Tenecesito.¿Puedesvenir?—Sí.—Fueloúnicoqueelladijo,yloúnicoqueélprecisaba.

Lapuertadelacasaestabacerrada,peronoconllave.Deirdresecolódentrosinabrirladeltododebidoalacorrientedeaire.Encendiólaslucesdelpasilloparadisolverlassombrasyseencaminóalasaladeestar.EncontróaScottsentadoen la silla de ruedas.Se lashabía apañadopara colocarsepartedel arnés, queestabaabrochadoalrespaldodelasilla,perosucuerposeseparabadelasientoyun brazo le colgaba en el aire. El rostro le brillaba de sudor, que también leoscurecíaladelanteradelacamiseta.—Casiesperédemasiado—selamentó.Sonabacomosilefaltaraelaliento—.

Tuvequebajarmehastalasillacomonadando.Abraza,créetelo.Deirdre lo creía. Se acercó a él y se plantó delante de la silla de ruedas,

mirándoloconasombro.—¿Cuántotiempollevasaquíasí?—Unrato.Queríaesperaraqueestuvieraoscuro.¿Yahaanochecidodeltodo?—Casi.—Sepusoderodillas—.Oh,Scott.Estoesmalo.Él giró el cuello a derecha e izquierda, negando a cámara lenta, como un

hombresacudiendolacabezabajoelagua.—Sabesqueno.Losabía.Oesoesperaba.Peleó con el brazo flotante y al final se las ingenió para embocarlo por la

aperturadelchaleco.—¿Puedesintentarabrocharmelascorreasalrededordelpechoylacinturasin

tocarme?—Creoquesí—dijoella,pero,alarrodillarsefrentealasilla,lorozóconlos

nudillosdosveces,unaenuncostadoyotraenelhombro,yenambasocasionessintióquesucuerpoascendíay luegovolvíaaasentarse.Suestómagodiounavolteretaconcadacontacto,quelerecordóacuando,deniña,elcochepillabaunbacheysupadreexclamaba:«¡Aúpa!».O…,sí,Missyhabíaacertado,separecíaaunamontañarusa,cuandolavagonetacoronabalaprimeracresta,vacilabayluegodescendíaenpicado.

Porfinestuvohecho.—¿Yahoraqué?—Pronto saborearemos el aire nocturno. Pero ve primero al armario de la

entrada,dondeguardolasbotas.Hayunabolsadepapelyunrollodecuerda.Nocreoque tengasproblemasparaempujar la sillade ruedas,pero, sinopuedes,tendrásqueatarlacuerdaalrededordelreposacabezasytirar.—¿Estássegurodeesto?Scottasintióconlacabeza,sonriendo.—¿Crees que quiero pasar el resto de mi vida atado a este trasto? ¿O que

alguientuvieraquesubirseaunaescaleraparadarmedecomer?—Bueno,sepodríagrabarunvídeochuloparacolgarloenYouTube.—Yquenadiesetragaría.Encontró lacuerday labolsadepapelmarróny las llevóa la saladeestar.

Scottextendiólasmanos.—Venga,campeona,averdequéerescapaz.Tíramelabolsadesdeahí.Lohizo,yfueunbuenlanzamiento.Labolsatrazóunarcoenelairehacialas

manosextendidasdeél…,sedetuvoaunpardecentímetrosdelaspalmas…yluegoseposódespacioenellas.AllílabolsapareciórecuperarsupesoyDeirdretuvoquerecordarseloqueélhabíadichocuandolesexplicóporprimeravezloque leocurría: las cosas lepesaban. ¿Se tratabadeunaparadoja?Leproducíadolordecabeza,fueraloquefuese,ydetodosmodosnoquedabatiempoparapensarenello.Scottdesgarró labolsayentoncessostuvoen lasmanosunobjetocuadrado

queestabaenvueltoenunpapelgruesodecoradodeexplosionesestelares.Delabasesobresalíaunalengüetarojadeunosdiezcentímetrosdelargo.—Se llama SkyLight. Lo compré por internet en la fábrica de fuegos

artificialesdeOxford.Cientocincuentadólares.Esperoquevalgalapena.—¿Cómovasaencenderlo?¿Cómovasapodercuando…,cuandoestés…?—No sé si podré, pero la confianza es alta.Tiene unamecha de las que se

rascan.—Scott,¿tengoquehacerlo?—Sí—sentencióél.—Quieresirte.—Sí—afirmóScott—.Eslahora.—Enlacallehacefríoyestásempapadodesudor.—Nomeimporta.Peroaellasí.Subióaldormitoriodearribayarrancóeledredóndeunacama

en la que él había dormido—enuna época anterior, almenos—,peroquenoconservaba la impresión de su cuerpo en el colchón ni la de su cabeza en laalmohada.Soltóunbufidoderabia.Luegosellevóeledredónabajoyselolanzócomo

había lanzado la bolsa de papel, y contempló con igual fascinación cómo sedetenía…sedesplegaba…yluegoseposabasobresupechoyregazo.—Arrópatebien.—Sí,señora.Ellaloobservómientrasseenvolvíaeneledredónyluegolemetióbajolos

pies la parte que arrastraba por el suelo. Esa vez la voltereta fue máspronunciada, el «aúpa» un doble salto mortal en vez de uno. Las rodillas sedespegarondelsueloynotóqueloscabellosleondeabanhaciaarriba.Entoncescesó y, cuando las rodillas golpearon las tablas del suelo, llegó a comprendermejor por qué él podía sonreír aún. Se acordó de algo que había leído en lafacultad,deFaulkner,quizá:«Lagravedadeselanclaquenossujetaanuestrastumbas».No habría tumba para este hombre, ni tampocomás gravedad. Se lehabíaconcedidounadispensaespecial.—Enlagloria—dijoélentonosocarrón.—Notelotomesaguasa,Scott.Porfavor.Sesituódetrásdelasillaycolocócontientolasmanosenlasempuñaduras.

Nohizofaltalacuerda;ellaconservósupeso.Loempujóhacialapuerta,salióalporcheylobajóporlarampa.Lanocheerafríay lehelabaelsudorenel rostro,peroelairesabíaadulceyparecía crujir como el primer mordisco a una manzana caída. En el cielobrillabanunamedialunayloqueparecíauntrillóndeestrellas.«Para igualar el trillón de piedras, igual de misteriosas, sobre las que

caminamos cada día», pensó.Misterio en el cielo,misterio en la tierra. Peso,masa,realidad:misteriospordoquier.—Nollores—lepidióél—.Estonoesunpuñeterofuneral.Ella lo empujó hacia el césped nevado. Las ruedas se hundieron veinte

centímetros y se detuvieron. No se habían alejadomucho de la casa, pero losuficienteparaevitarquedaratrapadobajounodelosaleros.«Esosíqueseríaanticlimático»,pensó,yseechóareír.—¿Quétehacetantagracia,Scott?—Nada—respondióél—.Todo.

—Miraallí.Enlacalle.Scottdistinguiótresfigurasabrigadas,cadaunaconunalinterna:Missy,Myra

yeldoctorBob.—Nopudeimpedirquevinieran.—Deirdresesituódelantedelasillayapoyó

una rodilla enel suelo frente a la figura arropadadeojosbrillantesy cabellosapelmazadosporelsudor.—¿Lo intentaste? Dime la verdad, DeeDee. —Era la primera vez que la

llamabaasí.—Bueno…,nomucho.Élhizoungestodecomprensiónyesbozóunasonrisa.—Unadiscusiónmuyinstructiva.Ellaseechóareíryunmomentodespuésseenjugabalosojos.—¿Estáslisto?—Sí.¿Meayudasconlashebillas?Desabrochó las dos que sujetaban el arnés al respaldo de la silla y de

inmediato él levitó, solo retenido por el cinturón del regazo. Ella tuvo queforcejearconesaúltima,puesestabaapretadaylasmanosseleentumecíanporelfríodeenero.CadavezquetocabaaScott,sucuerposeelevabaporencimadelacapadenieve,haciendoquesesintieracomounmuellehumano.Sinembargo,no se rindióypor fin el últimocinturónque lomantenía en la silla empezóaaflojarse.—Tequiero,Scott—dijoella—.Todostequeremos.—Lomismodigo—repusoél—.Daleatuchicaunbesodemiparte.—Dos—prometióella.Entonceselcinturónsedeslizóporlahebillayestuvohecho.

Despegóde lasilladespacio,elevándosepocoapocoyarrastrandoeledredónpordebajodelospies,comosifueraeldobladillodeunafaldalarga,sintiéndoseabsurdamentecomoMaryPoppins,menosporelparaguas.Entoncesunabrisaloatrapóyempezóaascendermásdeprisa.Conunamanoasióeledredónyconlaotra apretó el SkyLight contra el pecho. Vio el círculo menguante del rostrovuelto hacia arriba deDeirdre. La vio agitar lamano, pero él tenía las suyasocupadasynopudodevolverleelgesto.Vioquelosdemástambiénlesaludabandesde su ubicación en ViewDrive. Vio sus linternas apuntando hacia él y sepercatódequeempezabanaarrimarseunosaotrosamedidaqueganabaaltitud.Labrisatratódevoltearloyseacordódecómohabíapatinadodeladoensu

ridícula travesía al buzón por la nieve congelada del césped, pero, cuando sedesenfundóeledredónyloextendióenladireccióndelaquesoplabaelviento,seestabilizó.Quizánoduraramucho,peronoimportaba.Porelmomentosoloqueríamirarabajoyverasusamigos,aDeirdreenelcéspedjuntoalasilladeruedas, a los demás en la calle. Pasó por la ventana del dormitorio, donde lalámparaseguíaencendida.Vislumbróvariosobjetosencimadelacómoda—unreloj, un peine, un pequeño fajo de billetes— que jamás volvería a tocar. Seelevóunpocomás,ylaluzdelalunabrillabaconlasuficienteintensidadcomopara permitirle ver el frisbee de algún niño encajado en un ángulo del tejado,quizáarrojadoallíantesdequeNorayélcompraranlacasa.«Eseniñopodría ser ya adulto», pensó. «Podría estar escribiendo enNueva

York,cavandozanjasenSanFranciscoopintandoenParís.Misterio,misterio,misterio».Atrapó ahora el calor que escapaba de la casa, una corriente térmica, y

empezó a ascender más rápido. El pueblo se reveló como si lo contemplaradesdeundronoaeroplanodevueloraso,lasfarolasalolargodeMainStreetyCastleViewcomoperlasenuncollar.DivisóelárboldeNavidadqueDeirdrehabía encendido hacíamás de unmes y que permanecería en la plazamayorhastaelunodefebrero.Hacía fríoallíarriba,muchomás fríoqueenel suelo,peroesoestababien.

Soltó el edredón y lo observó caer, desplegándose a medida que descendía,frenándose,convirtiéndoseenparacaídas,noingrávido,perocasi.«Todo elmundodebería pasar por esto», pensó, «y tal vez, cuando llega el

final, todoelmundo loexperimenta.Talvez,enelmomentodemorir, todoelmundoasciende».AlargólamanoquesujetabaelSkyLightyrascólamechaconunauña.Nada

ocurrió.«Enciéndete,malditasea.Nohetenidounaúltimacomida,asíque¿nopodría

almenostenerunúltimodeseo?».Volvióarascar.

—Yano loveo—dijoMissy.Estaba llorando—.Seha ido.Tambiénnosotrosdeberíamos…—Esperad—lainterrumpióDeirdre.Sehabíaunidoalosdemásalaentrada

delcaminodeScott.—¿Aqué?—preguntóeldoctorBob.

—Vosotrosesperad.Asíqueesperaron,mirandoalaoscuridad.—Nocreoque…—empezóadecirMyra.—Unpocomás—lesrogóDeirdre,pensando:«Vamos,Scott,vamos,yacasi

has llegadoa la líneademeta,estacarreraes tuya,es laque tienesqueganar,esta cinta tienes que romperla tú, así que no la pifies. No la cagues. Venga,campeón,averdequéerescapaz».Unfuegobrillanteestallómuyporencimadeellos:rojosyamarillosyverdes.

Hubo una pausa y entonces sobrevino una perfecta furia de oro, cascadasrelucientes que llovían y llovían y llovían, un diluvio que parecía que noterminaríajamás.DeirdrecogiódelamanoaMissy.EldoctorBobcogiódelamanoaMyra.Contemplaronelcielohastaquelasúltimaschispasdoradasseapagaronyla

nochevolvióaoscurecerse.Enalgúnlugardelfirmamento,muyporencimadeellos,ScottCareycontinuóelevándose,escapandode lasgarrasmortalesde latierra,conelrostrovueltohacialasestrellas.

KingvuelveaCastleRockconunmensajeparanuestrostiempos.

«Lapruebadequeunmaestroaúnpuedeelevarmássuleyenda.»USAToday

El cuerpo de Scott Carey sufre un extraño fenómeno: pierdepesosinpararperonosevuelvemásdelgado,subásculaledicequecadadía esunpocomás ligero, sin importar si llevaonoropaocómodepesadaseaesta.CastleRockesunaciudadpequeñaenlaquelasnoticiasvuelanyScottnoquieresersometidoapruebasyexperimentos,asíquesoloconfíasusecretoasuamigoeldoctorEllis.

Sinembargo,elmisteriodesuinsólitaenfermedadcausaráefectosinesperadosenlaconvivenciadelapequeñaciudadysacaráalaluzlomejordelagentequelerodea.

Elevaciónesunahistoriafascinanteyconmovedorayunantídotocontranuestraculturaindividualista.

Lacríticahadicho...«Escritaenelcaracterísticoestilo translúcidodeKingyambientadaenunadesus localizacionesmarca de la casa, esta historia atípicamente luminosa es unatrevido llamamientoaelevarnosporencimadenuestrasdiferencias...mágico,oportuno...encantadory,sinembargo,provocador.»Booklist

«Stephen King sigue teniendo el poder de sorprender a sus amados "lectoresconstantes"...Unnarradoraúnenelmejormomentodesucarrera.»AssociatedPress

Sobreelautor

Stephen King es autor de más de cincuenta libros, todos best sellerinternacionales. Sus títulos más recientes son El visitante, Bellas durmientes(con su hijo Owen King), El bazar de los malos sueños, la trilogía de BillHodges(Mr.Mercedes,QuienpierdepagayFindeguardia)yDoctorSueño.Sunovela22/11/63(convertidaenseriedetelevisiónenHulu)fueelegidapor

TheNewYorkTimesBookReviewcomounadelasdiezmejoresnovelasde2011yporLosAngelesTimescomolamejornoveladeintrigadelaño.SuslibrosdelaserieLaTorreOscuraeIthansidoadaptadosalcine.Le han sido concedidos los premios 2018 PEN America Literary Service

Award,2014NationalMedalofArtsy2003NationalBookFoundationMedalforDistinguishedContributiontoAmericanLetters.ViveenBangor,Maine,consuesposaTabithaKing,tambiénnovelista.

Títulooriginal:Elevation©2018,StephenKingPublicadoporacuerdoconelautor,representadoporTheLottsAgency,Ltd.©2019,JoséÓscarHernándezSendín,porlatraducción©2018,MarkEdwardGeyer,porlasilustracionesinteriores©2019,PenguinRandomHouseGrupoEditorial,S.A.U.TravesseradeGràcia,47-49.08021BarcelonaISBNebook:978-84-9129-376-7AdaptacióndelacubiertaoriginaldeWillStaehle/UnusualCorporation:PenguinRandomHouseGrupoEditorial/BegoñaBerruezo.Imágenes de la cubierta: Fuegos artificiales: Baoyan Zeng / Shutterstock; Cielo nocturno: Rvstock /ShutterstockConversiónebook:PunktokomoS.L.PenguinRandomHouseGrupoEditorialapoyalaproteccióndelcopyright.Elcopyright estimula la creatividad, defiende la diversidad en el ámbito de las ideas y el conocimiento,promuevelalibreexpresiónyfavoreceunaculturaviva.Graciasporcomprarunaediciónautorizadadeestelibroyporrespetarlasleyesdelcopyrightalnoreproducir,escanearnidistribuirningunapartedeestaobrapor ningún medio sin permiso. Al hacerlo está respaldando a los autores y permitiendo que PRHGEcontinúe publicando libros para todos los lectores. Diríjase a CEDRO (Centro Español de DerechosReprográficos,http://www.cedro.org)sinecesitafotocopiaroescanearalgúnfragmentodeestaobra.www.megustaleer.com

ÍndiceElevaciónDedicatoria1.Pérdidadepeso2.ElSantoFrijol3.Laapuesta4.LaCarreradelPavo5.Despuésdelacarrera6.LaincreíblelevedaddelserSobreestelibroSobreelautorCréditos