eloy hulero

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Narrativa rural andina

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Estas pginas son el fruto de la pluma de una autor oriundo de la Provincia. En su memoria han sido publicadas por el Proyecto de Desarrollo Rural Integrado de Snchez Carrin, dentro del Programa de celebracin del aniversario del Centenario de la Batalla de Huamachuco.Huamachuco, Julio 1983

Portada e ilustraciones: Aristteles Cruz Ledesma

PRESENTACIN

Los escritos de Eloy Hulero constituyen un valioso testimonio de la realidad andina. Son esencia misma de las quebradas, los valles, los ros, los hombres y los mismos cielos de Huamachuco. En sus relatos ello se proyecta a travs del cristal de una exquisita sensibilidad, que vibra por todas las cosas de su tierra.Estas pginas son un plido testimonio de algunas de las caractersticas ms destacadas de su autor: su aguda capacidad de observacin, su pasin profunda por lo vernculo y su caudal enorme de ternura que saba volcar con tanta fluidez sobre las criaturas que lo rodeaban.Su amigo

Alfredo Ibarluca A.

Huamachuco, 8 de Junio de 1983

Don Humberto saba de la historia, de las tradiciones, de las personas, las costumbres y las cosas de Huamachuco. Don Humberto era Huamachuco; encarnaba sus arcanos, sus glorias, sus dolores, sus hechos extraordinarios y su cotidianeidad. Don Humberto estaba en el trabajo de sus campesinos, en sus fiestas y en la cresta de la ola de sus eventos culturales. Don Humberto descansa, no se ha ido de Huamachuco

De El Adis a un Poeta Alfredo Ibarluca Alvarez (La Industria Trujillo 10.03.81)INDICE

PONCHO HABANOSHEBA PAHUANA LA TRAGEDIA DE PURUNLLACTANARRACIONES ESCRITAS Y PUBLICADAS EN LA REVISTA IMPETU (Incluida en esta Segunda Edicin)1. LA AUSENCIA DE CHOCO 2. LGRIMAS EN LA MONTAA 3. COBARDA. 4. LLUVIA.5. SHICAPAQUE6. PERRO SIN DUEO7. EL SEMBRADOR8. LLUVIA9. PRIMAVERA10. TIERRA11. Y EL RBOL FLORECA NARRACIONES INDITASREMEMBRANZAS A WUAMACHUKO1. VESTIGIOS DE UN PASADO GLORIOSO2. LAS CRESTAS DE WUAMACHUKO3. LAS ERMITAS DE WUAMACHUKO4. LOS SILENCIOSOS SOCAVONES5. PUEBLO ANCESTRAL DE ARCAICAS COSTUMBRES6. LA TRILLA7. EL RODEO8. PUEBLO SUPERSTICIOSO9. PASTOREO10. LOS ARRIEROS

EL PONCHO HABANO

1 En la tarde de aquella tempestad que qued en el recuerdo de las gentes por muchos aos, Demetrio Pariamango, veinte aos iniciales de sufrimientos y alegras, de pesares y contentos, y su hermanito Patricio, ocho aos apenas de ser hombre, cruzaban las soledosas punas de Cuajulgunda. Demetrio se cubra el cuerpo con un poncho habano que recin estrenaba; Patricio, con un ponchito oscuro que tal vez perteneci al hermano mayor.Las nubes comenzaron a surgir presurosas por detrs de la cordillera, cual si estuvieran apuradas de cruzar la inmensidad de la puna. De pronto, de las hondonadas y valles o puestos, comenz a correr un vientecito dbil que trataba de retener a las nubes.La fuerza del viento comenz a crecer hasta entablar una tremenda batalla con las nubes oscuras y negras, cargadas de humedad; bajaban hasta lamer las lomas para, remolineando, volver a subir hasta el cielo. Detrs de un velln, otro... y otro... y otro, tratando de vencer al viento que tambin creca en intensidad hasta rugir en un esfuerzo por retenerlas sobre la puna o rechazarlas hasta el lugar de donde surgan.El campo se cubri de sombras y su aspecto era ttrico y terrible. Uiiiif... Uiiiif... Uiiii fff, silba el viento en el pajonal, como un gemido de ultratumba, haciendo ms evidente la soledad tremenda de la jalca.Demetrio busca con los ojos inquietos, una roca, una cueva, algo que sirva para guarecerse, porque presiente que de un momento a otro la tempestad se desencadenar sin darle oportunidad de llegar a su vivienda, que se encuentra an muy lejos.Infinidad de veces cruz estos parajes; los conoce palmo a palmo, por eso es que, con paso presuroso se dirige a una hondonada donde crece una mata de paja dura, cuyas puntas pican y lastiman, pero que por su tamao pueden servir de refugio. Al distinguirlas en el claro - oscuro de la tarde se dirige a dicho sitio cuando comenzaba a caer las primeras gotas de lluvia. De pronto un rayo rubric la oscuridad del cielo, con un estruendo como la rotura de fuerzas acumuladas y contrarias de las nubes y del viento.El aguacero comenz a precipitarse incontenible, cuando ya Demetrio y su hermano se guarecan dentro del pajonal cual dos animalitos asustados.Demetrio cobij a Patricio bajo su poncho para protegerlo ms. Agach el ala de su sombrero de junco, para que resbalara la lluvia; dobl sus manos sobre sus rodillas y sobre ellas apoy la frente, disponindose a recibir ese diluvio que recordaron las gentes por aos de aos, porque los ros crecieron tanto que arrasaron montes, destruyeron sembros y viviendas, desaparecieron animales y hasta se dijo que en el Yurac-yaco alguien vio al cayus.Cuando comenz la tempestad, el viento dej de correr y volvi a agazaparse en las hondonadas de los valles, en las grietas de las altas montaas y en los profundos subterrneos de cerros, donde mora, pero siempre al acecho de las nubes, para no dejarlas pasar. Por eso es que aquella tempestad dur horas de horas, horas infinitas que los hermanos soportaron impasibles, a pesar de quesus ponchos y sus ropas ya no tenan ni siquiera un punto seco.

2El sol cae vertical sobre los cerros.Demetrio - poncho al hombro, su inseparable poncho habano escudria todas las hondonadas y se acerca a todos los matorrales que encuentra a su paso. Desde el da anterior haba echado de menos a su vaca pintada, pero como se le hizo tarde, volva nuevamente con el vago presentimiento de que tal vez se hubiera cado en algn hueco o quizs haba parido y se encontraba con su cra cuidndola de los cndores.Caminaba fuera del camino, pausada y lentamente. Para buscar un animal, saba, no hay para que apurarse.Caminando, caminando, lleg hasta un filo erizado de piedras y al cruzarlo, distingui de pronto, la simptica vivienda de Marcelino, aquel poblador de "Verbena", tan mentado por sus siembras de papas. Justamente distingui en una chacra prxima a la vivienda, un buen nmero de gente cosechando.Cmo se conocan de mucho tiempo atrs, Demetrio no vacil en acercarse. - Gen da don Marshe - salud cordial. - Gen da hom; pasa, llega. Cmo estn tus taitas..? - Todos buenos... Gen da a rsula. - Genos das. Taras jaquecito. Tu mama Justa, t buena...? y las chinas..? - Todos bien felizmente. - Y onde pues ests yendo? - pregunta Marcelino. - Vengo buscando una mi vaca que ayer noms ech de menos: tal vez no ha llegau puaca? - No, ch; nua llegau, pero si a estau preada seguro que sia escondido pa parir. Pero descansa; ya que as llegau a tiempo comeremos las papas de medio da.- Gracias don Marshe. No tieneste un callapsho pa ayudar siquiera un rato..? - Djalo, ya es hora de papeo. A ver cocinera, ya ests lista? Y ante la respuesta afirmativa de la cocinera toda la gente se acerca para apreciar las papas que tienen la fragancia de la tierra y el inconfundible sabor de la comida simple. - Pasa, ch; pasa, sintate nesa piedrita.Demetrio coloca su poncho sobre la piedra y hace honor a las papas, llenas de fragancia y sabrosura.Mientras come, no deja de mirar a la Simona la hija menor de Marcelino, que en el poco tiempo que ha dejado de verla, se ha convertido en una mujer, con toda la picarda en sus ojos negrsimos. Dos hermosas y gruesas trenzas le caen por la espalda, brillantes y lustrosas, cual dos culebras jalquinas.Terminada la comida, Demetrio entrega sus mates con un profundo agradecimiento y se queda en pie, indeciso, no sabe si quedarse o seguir en busca de su vaca; Marcelino lo saca del apuro: - De repente tu vaca se ha metido en el monte de Paja Blanca - le dice. - Verdad, por hay nue buscao. Hoy de regreso ir mirando. - Pero le vas a llevar a tu mama unas papitas por ser de aqu. - Dios se lo pague - contesta Demetrio y colocando su poncho en el suelo, extendido por un extremo se prepara a recibir el obsequio.El regalo es casi una arroba de chuegos. El muchacho voltea el sobrante de su poncho sobre las papas y por en medio del poncho; coge las puntas y por encima hace un nudo, semejando al final de la operacin, como un lado de alforja; lo coloca a la espalda y se despide de toda la gente. Con una elocuente mirada a la Simona, emprende el camino de regreso a su vivienda, contento de llevarles a sus padres aquel regalo de sus vecinos.

3Y lleg el tiempo de las cosechas. Felizmente Anastasio se contaba entre los chacareros pudientes: tena sus dos yuntas de bueyes y cuatro vacas para reponer las yuntas; un par de caballos, cinco burros; amn de ganado menor: ovejas, cabras, chanchos. Hay que tener presente que su arriendo, bueno en pastos produca todo lo que la sierra puede ofrecer: en la parte ms baja, maz, ua, trigo, zapallos, chiclayos. En la parte media, cebada, ocas, habas, quinua, y en la parte alta, papas, ollucos y el campo para el pastoreo de su ganado. Por todo, unas ciento cincuenta hectreas, cuya medida ignoraba.Porque haba que hacer ponchos para el viejo, para Demetrio y el Patricio. Alforjas, frazadas y rebozos; amn de los cortes de bayeta para los pollerones de las cuatro mujeres y el corte para los pantalones de los tres hombres. Y vaya que Anastasio los quera muy finos y muy suaves, porque cuando se vuelven viejos, se ponen cashcosos y hacen doler las piernas. - Justa! nenque juntamos el trigo - grita Anastasio cuando ve todo el grano limpio. - Costales yanuay. Esprate quio coser tu poncho viejo. - Aprate que siace tarde.Y all va el poncho usado de Anastasio, cosida la boca y dos lados para servir de costal; el poncho y una frazada rapracha solucionan el problema de estas buenas gentes.Por nuevo, el poncho habano de Demetrio se salvo de ser costal, pero ya le llegar el tiempo en que le sirva para este menester.4Y as va pasando la vida apacible de Anastasio y su familia, sin muchas angustias pero tambin sin grandes ambiciones.De all tambin que no tuviera sosiego en ninguna fecha del ao, porque los cultivos se suceden escalonadamente, lo mismo que las cosechas.En abril cosech las papas. La semilla ya est guardada lo mismo que la que servir para el gasto anual. En Mayo, la cosecha de cebada; en junio y julio, el maz y las arvejas en agosto el trigo.Cuando no tena trojes para los granos, haba que ensacarlos y como el ao haba sido bueno con la bendicin de Dios, todos sus costales disponibles ya estaban repletos y cosidos cada uno en su lugar en el terrado. En viejos y rajados urpos, estaba acondicionada la semilla.Para el trigo faltaban costales, y es que Justa y sus tres hijas: La Perpetua, la Hiplita y la Clorinda, no se abastecan a hilar, hay muy pocas demostraciones de afecto, pero tampoco explosiones de ira. Las muchachas ayudan, cuando el caso lo requiere, en las labores del campo, lo mismo que Demetrio y Patricio y si, acaso, para las grandes labores de siembra o de cosecha faltan brazos, all estn los vecinos dispuestos a participar de sus mingas - proverbiales por su atencin y buen manejo.Entre sus allegados se cuenta justamente Marcelino, sus hijas y sus cholos y cuando hace falta, hasta sus animales; e igual hace la cuenta Marcelino con Anastasio para sus propios trabajos.Verdad es que las casas que habitan ambos an siguen siendo para ellos cmodas y espaciosas a pesar del hacimiento de trastos y de cosas, aperos de labranza, monturas y caronas, y un amontonamiento reparable que choca al hombre del pueblo.No tienen catres, ni bao, ni dormitorio acondicionado, pero tienen todo el aire puro que les hace falta. As ha sido toda su vida, as se han criado desde siempre e ignoran las delicadezas, que por otra parte no les gusta, de la vida de la ciudad.Abundante trabajo y abundante comida y el hombre se siente feliz porque no hace comparaciones de condiciones de vida. Su nico orgullo es, quiz, sus animales, sobre todo sus yuntas y su caballo y tener una ropa mejor tejida o mejor hilada o tener las mujeres, innumerables pollerones colgados en un palo que atraviesa toda una habitacin.Sus casas no tienen ventanas porque no las necesitan, pues prefieren dormir en el corredor cuidando a sus animales, a los que consideran parte de la familia.Anastasio, al pensar sobre esto, se sonre. Recuerda al Sebastin una vez que estuvo en sus copas, abrazando a su burro le deca: "t eres mi tayta y mi mama porque tu traes mi comida".Cuando llega una enfermedad, hay un gesto de contrariedad, pero ninguna expresin de dolor. Precisamente anoche Justa sinti un profundo dolor de estmago y de espaldas; la Perpetua se levant para hervir un poco de agua y darle una infusin de manzanilla; por la maana sigui igual o peor; as sigui todo el da, sin probar bocado. Por la noche volvi a sentir los dolores ms intensamente. Anastasio resolvi que Demetrio fuera al pueblo de Sartimbamba en busca de remedios, que debera recetarle don ureo, tan buen curandero como don Alfonso Sayens en la provincia. Sin demora Demetrio fue en busca de su caballo y se dispuso a ensillarlo, pero al echar de menos una carona, que Patricio haba cogido para dormir, prefiri doblar su poncho en cuatro dobleces y colocndolo sobre un costal como sudadero puso la montura y montando parti al galope haca el pueblo, tratando de recordar los encargos que le haba hecho su padre, aparte de los remedios.5Entre uno y otro afn, Demetrio siente un desasosiego en la sangre. No sabe qu, pero piensa que es algo que le hace falta. No le bastan las atenciones de su madre y sus hermanas. Nada le falta; verdad es que todo lo que tiene su padre, lo comparte sin tasa ni medida; pero quiere tener algo suyo, exclusivo, para s solamente y pensando as se da cuenta que la fiesta de Sartimbamba se acerca, pues aquella se celebra en el mes de mayo.Habla con su padre que piensa ir y Anastasio le da su conformidad y sus consejos: - Anda pu, pero no te emborraches mucho; en la borrachera el hombre pierde el juicio y hace tonteras y va a parar a la crcel. Eso es un mal asunto. Hombre en la crcel es como burro rodau; comienzan a caerle los shingos de un lao y diotro; el escribano, el juez, al abogao, la poleca. Un tirn de aqu, otro tirn de all y el hombre se queda en los huesos. Mal negocio hijo, la borrachera; por eso a m no me gusta ir al pueblo, no faltan los ociosos que no tienen otra cosa que hacer que estar bebiendo de la maana a la noche.Las hermanas, en cambio, se alegran porque piensan encargarle un montn de insignificancias que constituyen el nico placer de su vida: unos aretes de vidrios corrientes; unas cintas; un trapo cualquiera.Y Demetrio parte al pueblo muy de maana, dispuesto a divertirse un poco, contemplando la variada mercadera que por motivo de la fiesta traen mercachifles desde muy lejos para vender en sus puestos improvisados que llenan la placita del pueblo.Grande, inmenso, es el contento de Demetrio cuando se encuentra con la Simona que tambin ha ido a la fiesta. Se saludan ms con los ojos que con las palabras. Saluda a Remigia, ta de la Simona, y pronto los tres se acompaan para visitar la iglesia y despus el comercio.Demetrio se esmer en halagar a ta y sobrina. Comieron y bebieron aloja en un ranchito; acompaaron despus a la procesin y decidieron seguir juntos para presenciar los juegos artificiales.En un momento dado, Demetrio pregunt a las mujeres, como al descuido, dnde tena su posada, a lo que Remigia contest: - En mi comadre Cata, en la Loma del Chisme. Y vos? indag. - Yo no tengo posada, encargu mi caballo en Manzanapata onde unos amigos que me ofrecieron cuidarlo hasta despus de la fiesta. Pensaba quedarme en la casa de mi Patrn Ricardo. - Ton est que te vengas con nosotras, si hay haber sitio. - Gracias, yo tambin conozco a a Catita.Promediaba la noche y despus de los fuegos artificiales se encaminaron a la posada. La duea de casa no puso ningn inconveniente en recibir a Demetrio, pues era muy amiga de sus padre. - Les seal un cuarto y les proporcion algunos costales y pellejos de carnero, as como dos frazadas para que hicieran la cama.Demetrio se acomod no muy lejos de las mujeres y desdoblando su poncho habano como frazada, se dispuso a dormir despus de dar las buenas noches, con todo respeto, a la Remigia.Cerca de las tres de la madrugada, el poncho habano fue levantado suavemente y un cuerpo silencioso y ardiente como una braza, se coloc al lado de Demetrio; sin aspavientos, sin remilgos, en una demostracin sin palabras ni complicaciones. No haca falta el calor del poncho habano ni su suave pelo para abrigar los cuerpos jvenes que se entregaban al amor porque haban llegado al tiempo de su maduracin.

6Cuntas cosechas habrn pasado ya.Anastasio ha envejecido mucho. Justa tambin. Sus rostros semejan papas guardadas de mucho tiempo. En sus manos se han dibujado los surcos que abrieron en la tierra que les dio su sustento. Hasta su pelo lleg la nieve de las altas montaas.Demetrio y Simona van por el tercer hijo. De las hermanas, solo queda la Clorinda; las otras se fueron al otro lado del Maran con sus respectivos hombres.Vinieron aos malos; plagas en los sembros; enfermedades en el ganado; la vida se torn imposible.Hubo gestos de preocupacin, pero ninguna queja sali del corazn de aquellas gentes que, con un "hgase la voluntad de Dios", se conformaban con lo que no tiene remedio.El poncho habano ha perdido su pelo y su color. De tantas lluvias, vientos y serenos defendi a su dueo; los montes y las zarzas arrancaron sus hilos.Cuando naci el ltimo hijo de Demetrio, la Simona lo descosi por en medio para hacer paales para el recin nacido. Al envolver a su hijo, desfilaron por su mente todos sus afanes para hacer el nuevo poncho de su marido. Escoger y preparar la lana. Las ilusiones que se forj cuando hilaba y torca el hilo. Sus angustias al teir las madejas, pensando que podran mancharse o no tomar el color habano claro, como lo quera Demetrio. Podan llegar visitas en el momento preciso y cortar el tinte. Despus su ansiedad para el urdido, que si poda quedar corto, que si poda quedar angosto. Y todas estas preocupaciones provenan de su inexperiencia.Al fin complet su obra. Recuerda que ya terminado el poncho, perchado y ribeteado, debidamente doblado, lo present a Demetrio como una ofrenda de amor.ooooooAs naci el nuevo poncho habano de Demetrio que lo acompaara en todos los instantes de su vida: para protegerlo de las inclemencias del tiempo.Alforja, costal, cama o carona. Para hacer el amor. De pauelo, para secar el sudor que cada da humedece la frente o para recoger una lgrima que de tarde en tarde tambin llega... y, cuando ya est en hilachas, irremediablemente viejo, tal vez sirva an de mortaja o de sudario, acompaando a su dueo en el viaje definitivo y sin regreso...

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SHEBA

Despus de muy poco tiempo. Sebastiana volva a entretenerse, el silencio y el terror de Purpucala. Y es que, en un alma infantil de 5 aos no puede haber un ayer lejano, menos un recuerdo remoto.La primera vez recuerda sucedi sin explicarse cmo. Todas las noches dorma en el regazo de su madre, compartiendo con ella dos cueros de chivo para los pies y uno lanudo, de carnero, para la espalda. A veces rodaba al fro suelo, desde donde era recogida cuando la madre despertaba con el canto del gallo o el ladrido del perro. Pero eso, despus de haber sentido en su cuerpo mucho fro de la puna.Su madre dorma ms all, al otro lado del fogn, sobre otra serie de pellejos y ponchos, e igual suceda con Prudencio, el hermano de 3 aos. La Dionisia y el perro Shapra lo hacan en la choza de la majada.Aquella noche no rod al suelo, fue su madre quien la empuj brutalmente, entre quejidos profundos, mandndola a dormir eb la cama del padre ausente.La vecina Cunshe, que haba llegado la tarde anterior, se levant para atender a su madre que segua quejndose. Al rato oy llorar a una criatura. Tranquilizada su madre segua durmiendo. Entre la Dionisia y doa Cunshe hicieron el almuerzo que alcanzaron a su madre en la cama y despus almorzaron todos. La vecina se despidi luego, para emprender los 8 kilmetros hasta su casa.Despus de dar de comer a los perros. La Dionisia solt la puerta de las ovejas, no sin antes haber quitado la huatana de las cabras. Una vez salido el rebao la hermana le orden llevarlo al pasto. Cuidau que te vayas ms arriba de las piedras amontonadas y ojo con el zorro que para en los montes de Quishuar le haba dicho. Y ella, con sus 5 aos endebles, sus polleroncitos bien apretados, un remedo de rueca con copo de motas, y, un mate de cancha, comenz a seguir tras el ganado. Pero era imposible traspasar la punta con lo rpido que los chivos caminaban. As rebas las piedras amontonadas. Las ovejas se dispersaron por los chaparrales y hondonadas de Quishuar y siguieron subiendo ms y ms. Hacia la falda del tremendo Purpucala donde, segn haba odo decir, vivan duendes y demonios y de cuyas peas volaban en las noches oscuras, batiendo sus alas de metal, el espeluznante cushpio.Huecos profundos en el suelo que traan a la superficie el fragor de aguas subterrneas, cuevas oscuras donde repercuta en forma horrorosa el eco de la voz cambiante del Cansuliaco, en cuya enorme y altsima chorrera se complaca en jugar el diablo. Las piedras mismas adoptaban extraas formas, mientras en las filudas ganchachas era imposible asentar el pie o siquiera cogerse, por lo agudo de sus aristas. All, frente a esa naturaleza solitaria y extraa, inhospitalaria y brava. Shabita derram muchas lgrimas.Al fin los animales se aquietaron. "Mariposa" se cans de seguir rastros de vizcachas y cuyes salvajes, viniendo a tenderse junto a ella. Pero el silencio se haca cada vez ms tremendo desde que ella ya no lloraba a gritos, ni las ovejas balaban por dormir; entonces, para no llorar nuevamente de terror comenz a gritar, para darse nimo; - Mi mama ha tenido un caisha... mi mama ha tenido un caisha... un caisha boichazo...As, de rato en rato, lanzaba su grito sin comprender como es que haba venido el caisha por cuya culpa se encontraba enfrentando al milenario Purpucala. Cuatro das duraron sus angustias, y en esos das su experiencia aument en muchos aos, Descubri un ojo de agua que al correr entre las piedras pareciera que cantara. Acurrucada entre el pajonal, como un animalito, sinti la dulce caricia de un sol tibio mientras que el viento ululante pasaba sin alcanzarla.La madre se levant al quinto da y la Dionisia pudo volver tras la majada. Shabita rog a la hermana que la llevara con ella, ms sta endurecida y conformada ya al ambiente contest mal a la hermana, que se qued llorando en la casa.Pero he all que luego noms sucede otra cosa rara en la casa. Su padre haba llegado de los temples de la Hacienda. Le vieron venir por el caminito en cuesta como cansado; apenas se arrastr a la choza, tena un color amarillo verdoso como la paja de la jalea cuando comienza el verano. La madre le alcanzaba una infusin de ramas amargas. Apenas dur una semana; quien sabe menos, ella no tena idea de la cantidad de tiempo que puede pasar entre un acontecimiento y otro, solo recuerda que el abrigado hueco de brazos y poncho no se le volvi a ofrecer desde la vuelta del padre, como en otros tiempos.La noche anterior la despertaron los gritos de la madre y los hermanos. Se haban olvidado de ella, que dorma recostada a la tulpa del fogn, la cabeza cada sobre el pecho, y grit mucho al ver gritar y llorar a los hermanos. A la maana siguiente lleg gente que nunca haba conocido.oooo

Volvi a repetirse la escena de las ovejas pero Dionisia ya no le recomend nada. Siguiendo las huellas de sus animales otra vez estaba aqu frente al impotente Purpucala, pero ahora en vez de llorar se puso a cantar tras sus ovejas: - Mi taita ha muerto... anoche muri mi taita.El agua del arroyo la acompaaba en su canto y ella gozaba haciendo bailar las flores de una chilca olorosa.ooooooo

PAHUANA

Los hombres descansaban al borde de la parva. Haban trillado bien y ahora solo haca falta el viento para aventar el grano. El viento no vena. El aire estaba quieto. - Dicen que la madre del viento es la "Sombra", que vive en las profundas cuevas de los cerros ms altos. Nunca sale de ellas porque da y noche trabaja haciendo la ropa de su hijo; pues el viento se rasga en los montes de todas las quebradas; corre como un loco por las llanuras; se topa con las rocas; salta en las chorreras; juega en las lagunas, y a la tarde todos sus trapos estn desechos. Vuelve cansado a su vivienda y parla con su madre hasta muy avanzada la noche. All le cuenta lo que vio, los lugares y las gentes. De la pastora que sorprendi en una loma y alz arriba, sus pobres llurimpitas. Del viajero al que le quit el sombrero; de la casa que incendi sin querer asustando a la candela. Ah, el viento es traviezso! - termina Hortencio, el ms viejo de los peones.

ooooo

En el rastrojo de maz cercano y en el trigo an intacto, dos palomas, hembra y macho, recogen afanosamente los granos que encuentran para despus llevarlos en el buche a depositar en la grieta ms escondida de las abruptas peas del valle. All, en trojes debidamente separados, tendrn guardado su alimento para la poca de invierno cuando nada se halle para comer en los campos. En el brazo retorcido de un sauco, un "quien quien" se desgaita llamando a su hembra.

ooooo

Cochaz ya est viejo. Enormemente viejo. De toda su familia no le queda sino su nieta, la codiciada y hermossima Pahuana. El cholo Llucurque, holgazn y borracho, no deja de rondar los cerros y hasta se atreve a llegar a la choza de la manada. Pero las coyunturas se han endurecido y no puede correrlo, ni puede enfrentarse a l; se siente tan viejcimamente viejo. Y la china que no ha de saber guardarse: esa es otra. Tal vez el cholo sentara cabeza; se hara l al trabajo. Pero no Acaso no sabe l, que el muy sinvergenza se enred con la india Curpillanga, la hermosa pastora de Cerpaquino? Lo malo es que las chinas lo quieren por palangana y jaranero, no por honrado y trabajador, que no se sabe de l que jams hubiera hecho nada. Las mujeres lo quieren por eso: por sinvergenza, pcaro y bromista. Y en los siglos de sus aos, recuerda que las mujeres siempre han sido as.

ooooo

- Y'asque metieron trabajo los gringos. Han trado aparatos raros y estn alambrando los potreros con pastos y corriendo de sus arriendos a mucha gente. Quin sabe a nosotros tambin nos toque salir. El aire sigue quieto. Hortencio da vuelta a la coca y calea despaciosamente. - Onde nos iremos t'onces - piensa un joven cargado de familia. - El Llucurque se hace guapo en su arriendo. Dice que no sale. - Qu va a poder con esas gentes que hacen la autoridad y tienen la justicia - comenta otro. ooooooooLas palomas han cumplido su jornada diaria. Descansa amorosamente en una rama de guarauya. Al "quien quien" no le contesta an la hembra sigue gritando, ahora rabiosamente.

oooooooooEn la fiesta de Sarn, en la danza de Pallas, lucieron por igual, en elegancia y hermosura, Pahuana, por la banda de Mollan y Curpi - Kkabga por la banda de Cerpaquino. Las bandas se encontraron en la dispareja y poco pintoresca Plaza. Hubo un reto entre las Pallas, saliendo gananciosa Pahuana.Llucurque babeaba de borracho en el hombro de Shuyuque. Desde Cerpaquino, siguiendo a Curpi - Llanga vino el robusto Poc - Poc. Reciedumbre de sol y viento. Amor de planta y de animal; de ciervo en celo; de polen fecundante. No beba.Pahuana era ms hermosa solo por los ojos. Curpi - Llanga era ms bella solo por las trenzas. Pero esta ltima estaba ms lejana del deseo de Llucurque y aunque Pahuana lo quera, l la tena demasiado cerca para amarla. Tambaleando se acerc a la pastora para abrazarla por sorpresa. Rpido como un len, Poc - Poc lo cogi del poncho y lo arroj lejos como si fuera un pullo de papas.Cuando termin la fiesta, se vio subir por cuestas fronterizas dos parejas, Poc - Poc y Curpi - Llanga por la una: Llucurque y Pahuana por la otra. De Gomispamba y Shocoreda se hicieron ambas parejas una sea de amistad.

ooooooo

Al fin por la tarde el viento eligi su camino por el valle. Vena presuroso, hecho jirones, se enredaba en las zarzas; sus harapos se prendan en las espinas de tunales y hualangos.Hortencio finaliz la ventea y llen sus sacos de dorado trigo. Los viejos burros vean llegada la hora de partir desconsoladamente, con lo dulce que haban sido los rastrojos. En ese instante se present un hombre distinto a todos ellos y en un castellano tan difcil como el suyo les hizo comprender que era el ltimo ao que sembraban en terrenos de la Hacienda.oooooooDe la guarauya las palomas alzan el vuelo en direccin a las peas. Las alas de un halcn pasaron silbando muy junto a ellas. El quien quien enmudeci por un momento.

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Al da siguiente al levantarse Llucurque, alto el sol por culpa de un profundo sueo de borracho, se encontr con hombres de su misma raza sumidos y humillados, que abran una carretera por en medio de sus chacras mientras otros tendan alambradas por los linderos de su arriendo. Cogi el palo ms grueso para enfrentarse a todos ellos. Los aparatos seguan avanzando. Se opuso al paso de stos. La mquina rugi pasando por sobre su cuerpo dejando atrs una masa uniforme y sangrienta. Pahuana despert recin, y ech a correr para avisar al pobre abuelo. Alguien le alcanz con un palo. La sangre nubl sus ojos. Sus rodillas se doblaron, pero an consigui reponerse y seguir corriendo. Alcanz al fin la cumbre gritando; "Taita Taita!" pero un balazo la alcanz en media espalda y cay tendida para siempre, desecha su hermosura. El viejo Cochaz que la vio venir, mudo de espanto, sin poderse levantar, se qued muerto como una inmensa mole de granito.

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Lleg el invierno. Un invierno como nunca hubo otro. El viento vena cubierto con un grueso poncho de nubes que bata en todas direcciones. El viento le cont a la "Sombra" esa noche la tragedia de Pahuana. "La Sombra" le cont a Curpi - Llanga y a Poc - Poc, la misma historia; una densa nube de tristeza nubl sus frentes.ooooUn da las palomas se convencieron que en los campos todas las semillas germinaban y no haba ya nada para comer. Emprendieron entonces el vuelo haca las peas del valle para proveerse de sus trojes de reserva. Al llegar a la grieta escondida hallronse con la sorpresa de encontrar vaca su despensa. El "quien - quien" cantaba, cantaba a do con su hembra. El haba sido el ladrn, a semejanza de los hombres y sus organizaciones, en el que el ms vivo y holgazn aprovecha el trabajo de los otros.

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LA TRAGEDIA DE PURUNLLACTA

El da amaneci muy limpio y lleno de sol. La choza se llen de claridad diseando ntidamente el batn blanco y el ovalado chungo azul, trado desde el ro.La choza era redonda, de pirca de piedras. Amplia, para dos personas; estrecha para mayor nmero de familia y pronto sta aumentara con el embarazo de Trinidad, que traa tan contento al robusto "Figenio" como le llamaba toda la peonada. El esperaba que la maana del nacimiento de su hijo, todas las aves cantaran, porque sera varn: o sea, dos brazos ms que yendo los aos, tambin sembraran y en sus sembros habran granos que pallapar.Hacia un ao que a fuerza de ruegos, Efigenio consigui que el patrn le sealara un lotecito de terreno en la jalca. Sitio desolado pero vistoso. Haba que trabajar mucho roturando nuevas chacras, pero al fin se senta en algo suyo: la tierra es de quien la trabaja. No le importaba los quince das al mes que tena que trabajar para la Hacienda. Con sus quince das libres, para s y para su china, tena ms que suficiente. Y como no, cuando de agregado de sus suegros no tena ni siquiera los domingos libres.Precisamente el da anterior haba salido de los trabajos de Hacienda. Encontr la choza sin lea y a la Trine ms ojerosa y ms pesada en el andar. Baj temprano a la quebrada y pronto estuvo de regreso con un buen tercio de palos secos que arrim al fogn. La china con gran esfuerzo haba molido chochoca para el almuerzo. Comieron en silencio y solo al terminar Efigenio pregunt a su mujer si se senta con fuerza para soltar los bueyes y salir con la manada de ovejas, herencia de ambos, a pastorear por los cerros. Como ella le contestara que s, cogi su barreta y su machete y se dirigi al campo a seguir ampliando su chacra. No tardaran en llegar las lluvias y era necesario que lo encontraran listo para abrir barbechos.La Trine dirigi sus animales al cerro cercano desde donde se divisaba el pueblecito del valle. La Hacienda, rodeada de altos eucaliptos. Las invernas manchadas de ganado. Los cerros azules, all muy lejos, muy hondo. El viento silbaba en el pajonal de la jalca solitaria. El sol apenas se senta tibio.Y mirando, mirando tanto mundo, se durmi profundamente. Despert con un gran malestar cuando el sol caa ya haca el ocaso. Los animales no andaban lejos, tambin se sentan muy solos en la inmensidad de la puna. Los reuni a todos y con paso vacilante y lento emprendi el regreso a su choza. Efigenio tambin volva de la chacra por el camino blanquecino que haban abierto sus pasos en la ladera. Vena silbando su tonada favorita.La china se senta muy, muy mal. De rato en rato senta agudos dolores en el vientre; y tener que encender la candela y cocinar para el hombre! Todava tardara en anochecer...........Doblndose en dos Efigenio entr en la choza, mir a su mujer y adivin el padecimiento.Que feo es ignorar las cosas; ninguno de los dos saba cundo llegara esto, y ahora, as, de repente, aislados de todo ser humano a dos horas de la casa ms cercana! - Te sientes mal? - Mucho - Te dejar la candela encendida, con una olla de agua y voy corriendo a doa Eduvige.En efecto, prendi primero unas charamusquitas, luego fue agregando palos ms gruesos hasta que la candela se levant en una alegre llamarada.Cogi su poncho y sali presuroso. All a lo lejos, detrs de los cerros el sol muriente pareca un incendio. Purunllacta se dor por un instante. Se torn lila, amarillo, azul - plido y finalmente la primera sombra dej caer su mancha de tinta sobre la choza. Para la Trine, los dolores se sucedan con ms frecuencia. La mujer se contorsionaba en un rincn de la choza tendida en el duro suelo. Sus quejidos apenas eran perceptibles en la inmensidad del cielo y tierra...ooooEl viento se asom a la choza, primero muy disimuladamente. La mujer lo vio llegar. Lo sinti apenas salido del monte subiendo por la cuesta. Tuvo vergenza por un instante de su desnudez parturienta. Grit para que se fuera, pero el viento pertinaz se sent en la puerta de la choza y comenz a jugar con las ramitas secas, llevndolas y trayndolas con su nudoso bastn. Se acerc un poco ms. Mir a la mujer, despus al fogn. All estaba la candela roja, hermossima; se estiraba, se encoga, llena de lujuria y de deseo. El viento se acerc un poco ms. La candela lo llamaba, avivando su deseo. Ah! - deca el viento - si se callara esa mujer.La mujer no poda ms, senta venir un hijo; el hijo tan esperado por Efigenio. Vio al viento acercarse a la candela. Al principio sta se escondi tras una tullpa, juguetona. Despus se entreg sin reservas al viento. Al fin se unan en un intenso placer de amor, y la candela se retorca y el viento la persegua jadeante. Fue este juego visto por la parturienta, quien quiso gritar, pero no pudo. Un brazo de la candela se estir y agarr de una de las leas dejadas por Efigenio. Pronto comenz a arder. El viento rea como un loco. La llama aument habiendo sido fecundada por el viento. Muda de terror la mujer vio subir la llama a las pajas ms cercanas del techo y de pronto oy el primer vagido de su hijo. Quiso saltar para apagar el fuego, pero ya toda la choza arda. Afuera el viento segua riendo de placer mientras dentro una mujer cubra a su hijo con su cuerpo.

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Cuando a la luz de la luna, Efigenio lleg con Eduvige, perlados de sudor y jadeantes al sitio de la choza, no encontraron sino un montn de cenizas. La luna viajaba por un cielo sereno. Ninguna brisa mova las pajas y la puna pareca un profundo vaco.oooooooGLOSARIO

HABANO : Color ladrillo, tradicional en la serrana.JAQUE : Bien de salud. PUACA : Por ac. CHO : Muchacho CALLAPSHO : Palo para sacar la mala hierba. CHUEGOS : Papa grande de la cosecha. TROJES : Sacos para granos. URPOS : Vasija para guardar chicha. CASHCOSOS : speros NENQUE : En que RAPRACHA : Deshilada, vieja SHINGOS : Gallinazos MAIPOSA : Mariposa CAISHA : Nio, beb TULLPA : Piedra que sirve para sostener las ollas (en el fogn) COYUNTURAS : Caderas PULLO : Manta para recoger papas. CHUNGO : Piedra ovalada para moler. PIRCA : Muro de piedras. PALLAPEAR : Recoger granos que quedan despus de la cosecha. CHARAMUSCA : Hojas secas que hacen de lea. URDIDO : Lana torcelada. POLLERON : Falda de lana, de tejido grueso.

NARRACIONES ESCRITAS Y PUBLICADAS EN LA REVISTA IMPETU

ELOY HULERO

LA AUSENCIA DE CHOCO

En el profundo silencio de la tarde que muere, se oye el ronco ladrido de un perro. Pedro sentado en el corredor desolado y en ruinas, vuelve los ojos sorprendido y se sorprende ms an, al distinguir sobre la joroba de la loma fronteriza, la silueta de "Choco", que vuelve de sus acostumbradas citas de amor, disfrazadas con una exagerada guardiana de la pequea hacienda Hualanga.En voz muy baja y mirando siempre el sol que muere, avecinando una noche ms de insomnio musita muy bajo, con ternura infinita, como si se tratara de un nombre de mujer, Choco... Choco"....Pronto la cabeza del perro descansa sobre sus rodillas, gimiendo por las caricias que nunca le faltaron y la mano de Pedro recorre suavemente la cabeza del animal, mientras el Sol se hunde, tambin suavemente como una caricia, por el lejano horizonte de las montaas."Choco" lleg a Hualanga a lomo de caballo y muy bien abrigado en el poncho de Pedro. l no recuerda de donde vino, ni de sus padres, ni de la otra hacienda donde naci. Slo recuerda como comenz su vida en Hualanga, junto a la inquieta "Huanca tan cuidadosa y noble, Pedro viva muy solo, cuidado por una viejita pachaashca", la Shanto, a la cual slo haba que respetar pero no querer, por cuanto slo la comida vena de sus manos; los bocados y los mimos venan de Pedro y los grandes juegos, de "Huanca".La casa era muy pobre y quedaba en el vrtice de dos caminos; por tanto "Huanca" se haba impuesto el deber de ladrar y morder a cuanto ser o animal pasara por ellos, sobre todo por el camino alto que llevaba a las cumbres."Choco" aprendi la obligacin y algo ms: que las mujeres en su cobarda, ocultaban piedras bajo el rebozo, para tirrselas a l o a "Huanca". Esto lo indujo a odiarlas a todas, excepto, claro est, a las que venan a la Hacienda. Una cosa que mortific mucho a "Choco", fueron las continuas andanzas de Pedro. No saba a dnde iba. A veces volva tarde ya de noche, y como conoca el paso de Petizo" sala a recibirlo lleno de gozo. Pero jams se le permiti salir de los linderos de Hualanga. No; una vez tendra ocho meses, tuvo que correr parejo con "Petizo por un camino largo, muy largo, hasta una hacienda donde viva el hermano de Pedro. Mal sitio. Haba unos perros enormes que slo el mirarlos daba miedo, tanto y tan grande miedo que an las caricias de uno de los nios no bastaban para dar seguridad. Y vuelta a regresar el mismo da, por el mismo camino tan largo y tan lleno de piedras! Gimiendo su temor y su cansancio obtuvo que Pedro lo alzara como cierta vez ya casi olvidada, Todo eso sera el mando? Quin sabe!"Huanca" muri de una pedrada traicionera lanzada por una mujer. Desde entonces "Choco" se agazapaba en el camino y zaas! de un salto caa sobre alguna china desprevenida. Eso s, Slo atacaba a las que llevaban quipe.Un buen da, sabe Dios porqu, Pedro decidi cambiar de casa, refugindose en un rincn tranquilo y solitario de la Hacienda y vino un gato a ayudarle en la labor de cuidar la casa; bueno el gatito!, no rasguaba, no armaba camorra, se viva en paz."Choco", ya era un seor "Choco" que impona su opinin y autoridad entre todos los perros de Hualanga. Haba tenido que conocer a un montn de hombres y mujeres que trabajaban en la Hacienda a los cuales no se deba molestar. Pero obligacin de querer... a nadie ms que a Pedro. Las largas conversaciones tenidas con l en este mismo corredor, la dulce obligacin de volver para dormir en gran pellejo al pi de la ventana y entrar por las maanitas a su cuarto para saludarlo y recibir sus caricias, cosas estas que no disfrutaba el gato, lo cual le envaneca.Un buen da lleg con Pedro una mujer, bonita y joven. Ah acabaron las caricias y conversaciones entre los dos, tarde tras tarde, luna tras luna.Sera por eso que Pedro se emborrach con "Choco" meses antes, y l, pobre animal, gema y no saba qu hacer? Nunca haba sucedido tal cosa. Por qu Pedro beba ahora de esas botellas y no le miraba como sola hacerlo siempre?, El no lo poda evitar.La casa haba sido ms o menos arreglada, caramba, pero esto no lo haba pensado nunca, tener que querer a otra persona, estaba fuera de sus clculos y l no haba querido a nadie jams. Ni siquiera haba contrado compromisos formales por all, por sus correras guardiando, pues fuera quien fuese "ella", siempre volva a su grueso pellejo y a su obligacin de dormir al pi de la ventana.Pero y esta seora?.. Comenz por seguirla en sus trajines. Poco caso le hacia ella. Y mal lo miraba a "Choco". Pedro lo vea. Pero tanto y tan frecuentemente le haca cario a la seora, que "Choco" comenz a pensar que sera bueno hacer las paces y quererla tambin un poco, nada ms, solo un poco en vista de que se manejaba en la casa igual que Pedro. Algunos das despus, ste se ausent y "Choco pens que no haba para que salir de correra teniendo que cuidar a la persona a quien tanto cuidaba su seor. Pero al da siguiente, cuando volvi, deshicieron la casa y trasportaron todo a un raro artefacto. "Choco" fue puesto en el camin junto con las cosas. Anduvieron todo el da y a la tarde se encontraron en otra hacienda mucho ms grande que Hualanga.Haba que ser muy guapo para vivir en aquella hacienda, donde hombres y perros vivan en continua lucha. All naci "Kopeck", nico hijo que "Choco" reconoci y cri, pero es que "Huachafa fue a la nica que trajo a su casa y con la nica que comparti su mesa. El resto fueron pasatiempos y ganas de pelear y ser valiente. Recin all le abri su corazn a la mujer de Pedro, pues de sus largas e inveteradas correras sola volver con un pedazo de oreja menos, con muchos ojales en el pellejo o tremendos desgarrones en las costillas, y haba que ver como esa seora lo curaba; claro, Pedro tambin ayudaba, pero como siempre se ausentaba de la casa y en cambio ella no, pues haba que quererla, por dos motivos: porque era buena y porque Pedro la quera. Tampoco se acab all el mundo. Otra vez cargaron las cosas sobre un carro y regresaron a la ciudad. Al principio se le mand a pie con hombres de la casa, pero a medio camino, alcanzados por el camin, gimi, ladr y se desesper tanto, que se le hizo subir sobre las cosas. Pobre Choco", jams pens que una cosa as que caminaba y que evitaba caminar a uno mismo lo atropellara y le rompera brazo y mandbula. Pero as fue. Gracias a tan terrible fatalidad "Choco" adquiri el convencimiento de cuanto lo queran Pedro y su mujer.Casi se acab el mundo, pero no fue as. Vuelta a caminar, y ahora si ms lejos, a una ciudad enorme a donde llegaron despus de dos das. All no saba donde salir y cuando sala no se poda regresar a casa. Tampoco daban muchas ganas de regresar, porque era muy reducido el espacio para dormir bien, estirarse y roncar.Qu enorme cantidad de gente! Y ninguna mujer siquiera con quipe. Y de esos carros que aplastaban haba infinidad. Muchas veces volvi en ellos muy campante a su casa, despus de haberse perdido dos o tres das.Conoci muchas miserias y muchas desgracias. En su vagabundeo entr en casas donde la gente viva peor que l.Cmo aoraba ahora sus montaas, su vida errante por las campias, su regreso por las noches a la casa!Un da, viendo llorar a su seora, estuvo a punto de volverse loco. Cuando lleg Pedro, le ladr, gimi, le dijo en su idioma todas las barbaridades y malas palabras que aprendiera entre los chacareros; y por ms que Pedro extremaba sus caricias con la seora, sta que ya no lloraba, sino finga y esto enloqueca ms a "Choco".Una sonora carcajada de ambos puso punto final, a su angustia. Ahora, vindolos all abrazados, frente al mar, en el pequeo jardn de la casa, "Choco" se tiende a sus pies y comienza a ladrar en sueos a mujeres, que pasan con quipe por el camino junto a la casa.En la quietud de la noche canta un gallo. Pedro se despierta aterido de frio. Deben ser las tres de la maana, se dice. Busca a tientas su cuarto en la solitaria casa de Hualanga y se deja caer sobre el camastro, decidido a pasar el resto de la noche despierto, sin la esperanza de seguir soando.Al pie de la ventana en el pellejo sola dormir Choco, sigue aguardndolo.

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LGRIMAS EN LA MONTAA

En el plido rostro de la maana, el lucero del alba brill como una lgrima. Los cerros emponchados de nubes, parecan otros tantos indios atisbando el horizonte lejano, por donde venan siempre las lluvias. Esas pocas nubes se desvanecieron sin saber a donde fueron ni en qu momento. Y en un cielo desanudo volvi a brillar el sol como todos los das; como hacia muchos, muchsimos das.Los hombres haban perdido ya la cuenta de los das que haban pasado desde que arrojaron la semilla de maz al surco y desde entonces las nubes se ausentaron, al parecer para siempre. Por las tardes al buscar en vano una nube en el horizonte la vista chocaba con el gran lucero rojo, que semejaba un cogulo de sangre, prendido en la herida de un cielo destrozado.Yo volva de la ciudad, de la gran ciudad, ms dolorido que nunca, ms desengaado que de mi viaje anterior. Pregunt a los hombres que encontr primero, por las siembras; todos me contestaban: "Las comiditas estn sufriendo macho por el verano". Si, era cierto; las plantas sufran no slo sed; sufran la inclemencia de un cielo siempre plido. Sus fuerzas parecan agotadas; su color tornbase plomizo como bajo el peso de una fiebre maligna.Al amanecer, sin embargo, se vea que hacan un esfuerzo y reverdecan tal como un enfermo, que despus de una noche de agona, con la luz del nuevo amanecer parece que recobra nuevas fuerzas. As las plantas; resucitaban, pero nuevamente un sol de fuego las traa por tierra, mustias, opacas, muertas. "Que haremos patrn... que haremos" Exclamaban llenos de angustia los hombres y daban en recordar, otras sequas en pocas de sus abuelos, o de los padres de sus abuelos.Slo en los cerros altos, an quedaban vestigios de nieve, pero cada da empequeeca ms la mancha blanca; se deshaca poco a poco, y eran sus gotas, las lgrimas de la montaa, que reemplazaban a las lgrimas de los hombres.Las pocas vertientes se agotaron y parecan la cuenca obscura de una calavera donde ya no hay llanto.El viento arrastraba las hojas secas de los arboles, que coda da se fueron quedando mas desnudos y esquelticos.Los animales buscaban afanosamente con que llenar su estmago; lo hacan con pencas y tunas sin importarles el dolor que deban causarles las espinas.Se esperaba con verdadera ansiedad el cambio de luna, pues es sabido que para entonces llueve.Verdad que aquel da aparecieron otra vez algunas nubecillas pegadas a los cerros, como una bufanda. Pero a poco de salir el sol se desvanecan y con ellas la esperanza de la lluvia.En el rostro de los hombres, a pesar de su angustia, se reflej entonces todo el estoicismo de una raza que aprendi a sufrir no por das, sino por siglos. As pasaban los das. As cambiaba la faz cadavrica de la luna.Se levant un viento que aullaba en los brazos de los rboles sin hojas.Nunca jams en ningn otro ao, por la misma poca, soplaron vientos tan fuertes ni tan animados de maldad, pues pareca, que tan pronto presagiaba formarse una nube, cuando de los valles, de las hondonadas, de no se sabe dnde, apareca rugiendo el viento como un monstruo y arrastraba las nubes hasta perderlas detrs de la dentada cordillera infinita.En realidad, slo haban pasado algunos meses pero pareca una eternidad.Era la poca que en otros aos veanse las chacras repletas del verde obscuro del maz y frescas aun cada da una nueva chacra las del recin sembrado trigo. Podra hablarles de Basilio y de su numerosa prole hambrienta. Hacer dialogar a Pascual y Hrmenes, para hacerles ver basta donde llega la resignacin. Decirles por ejemplo,...pero no.El pobre Gernimo muri por subirse a una pea para arrancar un poco de pasto verde para sus bueyes con la esperanza de que algn da tuviera que llover y volvera a arar la tierra. Pis en falso y rod al abismo.De caridad se reunieron algunos puados de maz para el velorio.Pero son tragedias que hemos vivido juntos. Fue una angustia que nos traspas por igual a todos y trascendi hasta la capital y lo supo el gobierno.Los diarios hablaron mucho de la sequa y de la obligacin de ayudar a los afectados por tan tremendo mal Esto sirvi para que los organismos estatales movieran su tremenda mquina; URGENTE: Informe del S. R. de A. deca el telgrafo . I el informe iba ilustrando con cuadros estadsticos y cifras y ms cifras.Pero nosotros seguamos sufriendo la inclemencia del cielo. Al fin se dio la R S. nmero tantos, ordenando que la direccin tal, movilizara los vveres necesarios para la regin azotada.Pero nosotros ramos muchos, muchos pobres indios diseminados entre las arrugas ms profundas de la envejecida madre tierra.Y... aquella ayuda se filtr como se filtraba el agua por sabe Dios que grietas.Al fin pas el ao maldito, pero de l los que sobrevivimos no nos olvidaremos jams: fue una marca de fuego que qued en nuestro pecho. Los lacrimales de mi raza se haban atrofiado, de lo contrario, habran llorado tanto hasta humedecer los caminos. Una tarde, de aquellas de angustia inolvidable me dirig a casa de Anastacio, cuya mujer muriera hacia pocos das. Encontr al hombre frente a su chocita, envuelto en gemidos y suspiros. Le toqu la espalda. Volvi su arrugada faz hacia m, y slo dijo Patrn como si no hubiera dicho nada. Me sent a su lado silenciosamente. El comenz a monologar, buscando semejanzas entre agua y mujer, entre lluvia y cario. En lo que signe, nada hay de la belleza y ternura con que Anastacio hablaba. No se escucha el fuerte latir de su corazn ni se ven correr sus lgrimas, porque en la ausencia irreparable de lluvia y de mujer, el campesino encuentra su mayor tragedia.He aqu una plida traduccin de lo que Anastacio dijo aquella tarde con palabras suyas, con su voz ronca escupiendo coca y masticando dolor.Hay una lluvia mansa, suave, humilde y silenciosa. Es apenas una leve caricia. Es un beso apenas rosado. Es una msica de sordina. Es una lluvia lenta que sacia la sed de la tierra recalentada. Es la nica que penetra hasta la obscuridad donde seguramente abre su boca sedienta la raz casi agotada. Es una lluvia que cae de una nube igualmente mansa, baja, inmvil, repleta como el seno de una madre campesina.Esa lluvia es como la amada tierna que apenas habla, pero adivina nuestros deseos. Que apenas nos mira y si lo hace nos descubre en sus ojos una mirada de paz y felicidad. Que apenas nos acaricia, pero que en el roce de sus manos hay una ternura incomparable.Hay una lluvia voluntariosa, alocada, devastadora. Bulliciosa. Inquieta. Viene de nubes altas, negras y blancas. Nubes que corren de un lado a otro y dejan caer un poco de agua aqu y otro poco ms all. Revientan truenos, hasta que al fin donde menos se espera, descarga una granizada que asusta a los hombres, encoge a los animales y destroza a las plantas.

Es la amada autoritaria que en un arrebato nos besa para despus insultarnos; es la querida caprichosa que slo conoce de sus deseos. A cambio de su seor inquieto, apasionado nos ha quitado paz y felicidad. Y hay una lluvia que no llega nunca, que pasa silenciosamente en una nube hasta perderse detrs del horizonte blanco de los cerros nevados.Es la mujer que vimos alguna vez. Que nos mir y la miramos. Pero que pasa y no la volvemos a ver jams. De tarde en tarde, recordamos su rostro y forjamos ilusiones. Agua inmaculada de los lagos andinos. Agua pursima de las cumbres nevadas. Hoy que nos haces falta en todas formas, hoy que no vienes, ni como torrente ni como lgrima, te imploro que vengas, como esa amada humilde y silenciosa, que apenas nos besa, que apenas nos acaricia o apenas nos habla.Y las lluvias llegaron. Los hombres no dijeron nada. Se pusieron a trabajar. Si no saban llorar, no saban rer tampoco.

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COBARDA

Bajo los cascos del caballo, el rostro de la luna se rompi en mil pedazos, en las chacras de la puna solitaria. El poncho oscuro del jinete semejaba la sombra viajera de una nube o se confunda, al inmovilizarse de trecho, en trecho, con otra piedra ms de las que manchaban las lomas.La aurora volc sus tesoros de cofres invisibles. Y como perlas y granates, sus diamantes y esmeraldas, sus zafiros y rubes, se derramaron por todo el mbito de la cordillera infinita.El reflejo de sus oros cay en el rostro enjuto del viajero. El bronce de su rostro y el abismo de sus ojos, devolvi el reflejo a la inmensidad.Nada alegra en la puna el nacer de un nuevo da. Las pocas aves que existen son demasiado tristes; su canto es lgubre, lento su vuelo.Las aguas corren bajo la tierra silenciosamente, cristalina, como la tristeza escondida de los indios. En el pajonal vibran angustias y en las grietas de las rocas, que labran vientos y lluvias, gimen lamentos.Y, si acaso, surge el agua y se forma un lago, en ese lago se retrata el cielo, como si el azul de arriba, se vertiera hacia abajo sin solucin de continuidad.Un grupo de buitres, de blancas espaldas, como si transportaran un retazo de nube, alz el vuelo de unas peas cercanas.El jinete dirigi su cabalgadura en direccin a las rocas y al volver hacia una hondonada, descubri sus dos yuntas de bueyes, que gozaban de tibio amanecer, rumiando despaciosamente, con su calma hereditaria.All estaba la yunta de mulatos...y el negro junto al comarro. Buen viaje. Feliz madrugada. El resto de la puna quedara ignorada como si no existiera.Acerc el caballo a donde dorman los animales. Ellos lo miraron casi con splica en los ojos, como si le dijeran que no les quitara la dicha de gozar del sol y de rumiar su pobre pasto puneo. Con un dulce fer-fera los hizo levantar y comenz a encaminarlos hacia su lejana casa. Era el tiempo de comenzar los barbechos de cuaresma y el tiempo estaba bueno.Despus de dos horas de viaje, desde una cumbre rocosa distingui el grupo de sus casitas, y de la cocina brotando el humo, promesa de un caldito caliente.Sujet su caballo. Los bueyes comenzaron a pastar en el abundante trenchir que creca entre las piedras.Y pens, con infinita tristeza, si todo no sera en vano. Si otra vez su siembra la papa slo servira para pasto de las plagas. Primero las mosquillas y despus la nube o el relmpago o sabe Dios como se llamara esa plaga que chamuscaba a las pobres plantas.Record haber odo hablar de una cierta oficina que sus paisanos decan: La Oficina de Agricultura donde dizque proporcionaban abonos y remedios. Pero, no saba que haba que decirse ni cmo solicitar todas esas cosas.No haber ido nunca a la escuela. No saber leer ni escribir. Como senta la falta de todo eso, ahora que tena que alimentar a tanta criatura.La tierra seguramente se haba agotado. Ya no eran los aos de antes. Tal vez sera bueno ir, suplicar, pedir. Pero no. Su completa ignorancia y su absoluta cobarda no le dejaran ir nunca.Con paso lento e indeciso volvi a reunir sus bueyes que una lgrima de dolor y desconsuelo brillara en el bronce de su rostro.No volvera a sembrar papas. Era imposible hablar. No haba a quien clamar por un favor, si Dios se haba olvidado de los hombres.Algn tiempo despus viajando por Pampa de Sesos el mismo jinete encontr a un arrendador que sembraba papas sin haberse dado el trabajo de mudar quinchas.Se qued un rato a mirar maravillado. El sembrador lo invit a la minga. El vea que junto con la semilla se sembraba el abono de unos grandes montones que se erguan como inmensos hormigueros al extremo de la chacra, un muchacho le daba manizuela a un aparato que dejaba caer una nube de polvo de medicina en el mismo surco.En un momento de descanso se acerc al arrendador para preguntarle cmo haba conseguido todo eso, a lo cual el otro respondi:- Yo no s cmo ser, pa nosotros los pobres es dificilenque, pero pal patrn no hay nada imposible. El ha pedido todo esto y m a enseau a usalo. Eso es todo.- Ud. no es arrendador? - No seor, tengo un mi terrenito. - Vengase puac, si quiere, pa sembrar papas al partir. - Ojal que diera aunque seya un pedacito...- Como no; anmese nom. Pero jams volvi. Una tremenda cobarda. La cobarda de dejar su lugar de donde era piedra y raz le impidi mudar de querencia.

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SHICAPAQUE

Don Toms era todo un indio.Con fama de pendenciero, pleitista y mujeriego, ttulos suficientes para ser en estas tierras: famoso, odioso y fastidioso a quien ostentara tales virtudes.Posea huertas a las orillas del Maran donde sola pasar largas temporadas.En uno de sus viajes por las jalcas de Chugay, conoci a la Pascualita, producto de sabe Dios que entrevero y hasta se deca encontrar cierto parecido con un lejano patrn de la Hacienda. El caso es que era una de esas chinitas que hace recordar aquel refrn los calamares en su propio jugoVerla y desearla todo fue uno en Don Toms; pero la Pascualita no soltaba prenda y el viejo juraba y perjuraba como un condenado, diciendo que haba de hacerla suya antes que ningn shilico de los muchachos que la codiciaban, y antes que el maestro para quien la chinita si tena ms bien algunas miradas tiernas y gestos de coquetera como ese de dejarla acompaar al lejano "puquio", all en una hondonada. Porque ha de saberse que Chugay carece de agua.Cuando esto supo Don Toms pens que lo mejor sera vender el alma al diablo y cargar con la chica quisiera o no. Desgraciadamente al intentar tamaa barbaridad lo nico que sac fue una tremenda paliza de los admiradores unidos de la Pascuala.Peor para la Pascuala. El viejo se encaprich, Y un amigo le habl de brebajes, brujas y no s qu otras cosas.Promediaba una de esas noches negras cuando Don Toms hacia alto frente a la vivienda de la Dorotea Chorrera, la bruja de Collasgn. Un enorme gato negro de ojos fosforescentes, haca guardia en el hueco obscuro de la puerta, sentado sobre una herrada mular.Al agacharse Don Toms para penetrar en la vivienda dio con su frente en un cerripe perennemente verde que penda amarrado a un hilo del techo de la casa. El diablo me conteste si no hay aqu ser vivientebarbot el viejo con su voz ronca y autoritaria. Y qu miserable es el que viene a interrumpir mi sagrada casa? contest una voz chillona de lechuza, desde la obscuridad.Sali la vieja Chorrera, escuch lo que el visitante solicitaba; pasaron ambos al antro infernal y nadie sabe lo que all se dijo ni lo que all se hizo.Pero...ocho das despus. Don Toms, camino del Maran, se lleg a la casa de Pascualita y sin decirle esta boca es ma, sigui viaje con la linda chinita por detrs, en la bestia que para el efecto llevara preparada.Huangalec es un sitio endiabladamente solitario. En las profundas gargantas del Maran, parece que all la naturaleza hubiera sufrido en los lejanos tiempos, un ataque epilptico. En la poca de verano, cuando la atmsfera sin salida, se caldea, parece que fuera un horno enrojeciendo las montaas Algunos rboles de la regin, enormemente corpulentos, hacen ms ttrico y mortuorio el lugar. En las noches lunadas parecen fantasmas con los brazos abiertos, sofocados por el calor almacenado.En ese sitio tena, pues, Don Toms sus huertas, regadas por una profunda quebrada que baja de Sartin. Su plantacin de caa de azcar era excelente All fue a parar la Pascualita y de all se sabe lo ms increble de la historia.Se dice que Don Toms estaba por perder los muchos pleitos que tena y que por consiguiente perdera tambin su fundo de Sayapamba, cuando un da, al atardecer, hallndose reunidos despus de la faena todos los peones; mientras Pascualita preparaba la comida, oyeron que una voz muy rara llamaba a Don Toms por su nombre, La voz repercuta dentro de la casa con toda claridad. Algunos peones salieron para ver de qu se trataba sin encontrar ningn ser viviente en las inmediaciones. Toda la gente se apretuj en un colectivo arranque de pavor.Sbitamente vieron llegar a la puerta de la casa un jinete en una mula blanca muy bien aperada. El jinete era alto con trazas de muy fuerte.Pascualita cuenta que escuch solamente este dilogo con el viajero: Toms, te he mandado llamar y no has contestado. He estado enfermo, seor. Mientes, porque hoy ests mejor que nunca, Y a mi cita del otro da por qu no te presentaste? No pude, seor. Entonces, devulveme el dinero o entrgame el alma que vendiste...Pascualita se desmay de terror al or semejante secreto.Los peones, en cambio cuentan que el viajero hizo salir a Don Toms quin tom el estribo de la bestia mientras aquel montaba. Pic espuelas a su mula y se perdi en un instante en el camino, dejando tras de s un olor a azufre.Al da siguiente, Pascualita y el resto de gente abandonaban Huangalec, dejando al viejo solo, con su plantacin de caa y llorando por la molienda que no podra ya realizar. Atardece. El ro murmura. Los copudos sauces se mecen blandamente. Los pjaros se aprestan a pasar la noche. El sol tie de rojo las filudas rocas y el ambiente va tomando importancia como preparando el escenario para un drama,Por el lado de Chocapamba un jinete en buena mula avanza presuroso, Viene solo. Su silueta se yergue recta y fuerte.Al llegar al ro es casi de noche. Un hombre que sigue playa abajo, es detenido por la potente voz del viajero, quin le pide sujetar su mula mientras baja a tierra y quitando las alforjas que trae vacas se encamina a grandes pasos en direccin a las rocas tenebrosas. El ttrico y gigantesco higuern oculta con su sombra el camino del viajero. All, detrs del rbol se distingue el profundo hueco que lleva a las entraas de la roca. Despus de largo rato vuelve el viajero con las alforjas llenas y pesando ms. Llegando junto a su bestia y extrayendo de la carga un puado de monedas, despide al muchacho con un gesto.Ms tarde, la noticia de que Don Toms se vio con el diablo y recibi dinero, se hace lenguas por toda la comarca. Los pleitos son ganados; las tierras cultivadas por su dueo.Han pasado los aos. Por la misma ruta Shicapaque pasa una larga procesin de indios conduciendo un atad. Don Tomas ha muerto y es llevado a sus propiedades para ser sepultado. El peso del cadver es enorme dada la corpulencia del difunto. Los indios van sudados y tienen necesidad de relevarse a cada instante. De sbito, al pasar frente a las peas de Shicapaque, camino obligatorio de Sayapamba, sienten algo as como una conmocin que obliga a los cargadores a dejar en tierra el atad. Pasado el estupor sin que pudiera explicarse la causa vuelven a emprender la marcha.Es raro, el atad no pesa ya, est liviano, parece vaco; los hombres pueden caminar ms rpido y casi no se relevan, pese a que empiezan a trepar la cuesta.Al fin llegan a la casa de Don Toms, donde la sala mortuoria los espera arreglada.Toda la noche decenas de hombres permanecen despiertos cuidando el cadver. Los perros allan dolorosa y lastimeramente. Pero lo espeluznante es que un macho cabro ronda la casa dando balidos e inundando el ambiente de un olor sulfuroso. Es el diablo se dicen todos y las oraciones se elevan lloronas y rogativas por el alma del difunto.

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PERRO SIN DUEO

Sobre el fondo sinuoso de los cerros se perfila la silueta de un perro. Un perro oscuro, lanoso, de abundante cola y cadas orejas. Un perro chusco; un perro indio no cruza ningn camino por esta puna; ni se distinguen rebaos por muchos kilmetros. Lo probable es que se trata de un perro sin dueo.El animal siente el temor de la inmensa soledad. Mira a uno y otro lado. Olfatea el suelo y ante la tremenda realidad de encontrarse sin huela, se posa en sus cuartos traseros y da comienzo a un aullido tenebroso y lgubre. Las hondonadas y las peas contestan con su profundo eco. Nada ms.

A ver, quin le mand al Basilio bajar al pueblo. A ver y sin conocer a nadie; sin tener siquiera una yanasa donde hacer posada.Pero, a decir verdad, el pedazo de terreno que se reparti con sus hermanos a la muerte del padre, apenas si alcanzaba para una ruin vivienda...Y esto!... Sin pase para el ojo de agua; sin un rbol de donde rebuscar unas chamizas, y finalmente, ni tan siquiera un montn de piedras con que comenzar los cimientos. Irse por all, por las Haciendas malo!, muy malo.No ser dueo de uno mismo: no poder tocar la "caja " hasta cansarse, ni "bujoniar" con las chinas que es tan agradable. No, a las haciendas, no.Claro, con un poco de voluntad, tal vez no sera necesario irse a rodar el mundo. Pero voluntad en sus hermanos no la encontrara jams. l, el menor, siempre estuvo presente en sus trabajos; en los suyos propios nadie lo acompa. El no tener familia, ms que de otra cosa, serva para hacer burlas de l.Levantar casa para qu?; si en todo el contorno no haba china que satisfaciera su deseo.Y segua pensando en cmo resolver la vida. Su mano tosca y callosa acariciaba la cabeza de su perro y record de pronto su infancia y la infancia del animal cuando lleg muerto de hambre hasta la choza, con una mirada de ansiedad y angustia y cmo desde aquel da se hicieron amigos. Tambin aquella vez todos los hermanos se pusieron contra l. El nombre cay como un insulto. "PERRO SIN DUEO"

Quiz en su aullido desahog un poco de dolor. Sin rumbo fijo, el perro emprendi de nuevo la marcha cruzando lomas, faldeando cerros atravesando riachuelos de aguas cristalinas donde saciaba su sed. El barro era una costra pegada al vientre ya los costillares.Las nubes comentaron a correr ms rpidas fustigadas por el ltigo del viento que al atardecer se adue de la puna. El rayo culebre por los cerros. Y el cielo comenz a llorar un tristsimo aguacero.Para mala suerte suya, lo primero que Basilio encontr en el pueblo fue la china cocinera del Sub Prefecto. Al verlo con su aire hurao y admirado de todo, le pregunt de dnde era. Si no hubiera contestado, si se hubiera callado entonces haca doce meses no habra nacido este hijo suyo, ni habra perdido la compaa de su perro Pero la china tena unos ojos y una laya de cuerpo! Santo cielo!Trabajando hoy y haraganeando maana, no le faltaba como ir tirando. De vez en cuando se acordaba de su perro. La china tuvo la culpa por no quererlo dejar entrar aquella noche, de temor al patrn, cuando abri la puerta despacito para darlo posada en su corazn y hasta en su cuerpo. Para qu se comprometera aquella vez ahora no tendra a la polica sobre sus pasos y sabra a donde ir libre de penas y acaso con su china y su hijo. Pero hoy, tena que esconderse en los montes de las quebradas y andar sin rumbo y sin camino. Todo por el delito de haber tenido un hijo en la cocinera de un Subprefecto.La piedra goteaba su humedad como lgrimas. El viento hacia llegar la lluvia hasta donde se acurrucaba el perro. Cuntos das de hambre! Cuntas noches sin sueo! Pero al fin se durmi de hambre y de fatiga.Un gallo cant a deshora.El perro se incorpor de un salto, tenso el cuerpo. Comenz a caminar como en acecho. En el fondo del valle se distingua una ciudad. Tal vez en ella encontrara a su dueo.Y el Basilio?... Y su hijo?... Y la china?... Conocemos acaso el fin de las criaturas que nacen y padecen un mundo de prejuicios y egosmos?

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EL SEMBRADOR

480 lunas. 480 lunas, plidas y enfermas que brillaron sobre mis ojos ciegos.Sobre mis ojos apretados como puos; como esos puos que mezquinan una ddiva.480 lunas que corri mi sangre morena y que cay en m, semilla en surco infecundo.Hasta que al fin, una luna cualquiera, oy llorar mi sangre bermeja, en dos pies sobre la tierra.Hoy mis ojos apretados y mis puos apretados, mis ojos como puos, te gritan desde mi obscuridad y te dicen; surco infecundo que mi sangre morena est mirando bajo una luna nueva, y arrullando mi corazn la nica gavilla sollozante de aquel surco que no vi donde naca.Sangre acida, chirle, la suya sangre que mat el germen de toda nueva planta.Sangre que me priv de mi cosecha. Y, sin embargo, yo siempre esper siquiera un brote; una hojita, as pequea, donde cupiera un nidal de trinos y sonriera una flor.Por eso mi sangre morena tuvo que buscar su gleba.

LLUVIA

Es una hojita que tiembla y que se abriga con el fro de 480 lunas viejas. Son dos prpados cerrados que pugnan por abrirse y mirar. Por sonrer siquiera. Son dos puos abiertos y una nube que trepa por los cerros.Aves negras vuelan junto a m. Revolotean. Graznan. Picotean.Informes gusanos que se arrastran y rasguan junto al tallo; y mis ojos sin ver, pero adivino la garra que quiere destrozar mi planta, la boca que quiere destruir mi brote.Si hay heridas es porque hay quien esgrime sus puales.Corro gritando: "Viento! Viento! Viento!... Nube! Nube! Nube!... Shingo! Shingo! Shingo!..."Si hay garras, porque hay fieras. Golpeo con mi razn de ciego: aqu, all, a mi espalda, de frente. Y de frente, sin mi palo, porque mi planta est all bajo la nube y apenas la veo.A fuerza de gritar los ojos se abrieron como puos generosos. Una estrella fugaz vuela en el cielo: Veo!... Veo dentro de m, fuera de m; cerca y lejos. Y al ver lloro de contento: bendita lluvia que cae sobre mi planta florecida, quieta, esttica y callada: mi sangre morena vertical sobre la tierra.

PRIMAVERA

Ya todo est dicho No hay nada nuevo. Si el sol se apagara: eso si sera nuevo. Si el mar fuera a los ros: esto sera nuevo. Si en el da brillaran las estrellas: eso sera nuevo. Si diese caridad el avaro. Si no pidiera limosna el pordiosero. Si viera el ciego, si escuchara el sordo: sera nuevo.Si digo 'Belloncito', no es nuevo. Si digo 'Plantita ma'. No es nuevo.Pero para m s lo es, ya que nunca sembr, ni pude tener una flor azul para verla por mil.Cuando busqu la sombra del gajo que es del mismo tronco de donde yo me desgaj, su sombra me neg. Y la flor del mismo tronco, lejos del cual yo florec en gleba obscura, cuando ya haba muerto, su aroma me ocult.Si digo: Florcita ma Es nuevo para m, pero ya ha sido dicho.En cambio, con mis ojos de ciego, regu el surco ajeno donde otros dejaron caer su semilla sin quererlo.$in embargo de que todo fue dicho, antes de m, despus de m, nadie ha pronunciado ni siquiera lo que siempre se repite, y hasta desearan quitar del surco que sembr, el pobre riego a que tiene derecho.Si diera calidad el avaro!Si pudiera ver el ciego!

TIERRA

Gracias te sean dadas Madre Tierra, porque das una piedra para el que no tiene almohada y suave lana para el que no tiene sueo.Gracias te sean dadas Madre Tierra, por el pan que pones en la mesa del que nunca comparte sus mendrugos.Gracias te sean dadas Madre Tierra, por sustentar tanto egosmo, tantas maldades juntas y tantas cosas buenas: como las flores que nacen en las rocas; como las tierras negras, fecundas, generosas; y como la ternura en el corazn de las fieras.Gracias te sean dadas, por mi surco florecido, por mi gavilla que necea un pan de espiga tierna, un pan de harina blanca, sin saber que apenas tengo pan de harina morena.Gracias te doy, Madre Tierra, porque los ros van al mar y en la noche brillan las estrellas; por mi almohada de piedra; por el sol que no se apaga y nos calienta.Te doy gracias por el caminito de cuesta que ya conocen mis pasos y a cuyo final me espera una planta temblorosa que a nadie pide ni ruega.

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Y EL RBOL FLORECAPara mi hermano Guillermo

El viento que suba lento, sofocante, arranc una semilla del rbol florecido. Era un puntito negro con una como a manera de ala. Revoloteaba; caa, volva a subir, zigzagueaba, segn como respirara el viento al trepar la cuesta.El viento agoniz. La semilla alada, flot por un instante en el aire recalentado, para despus caer suavemente, entre dos rocas, justamente en la sombra de la ms pequea, la que quedaba al borde del precipicio.All qued recostada por mucho tiempo. Ningn pjaro pudo verla. Ningn gusano denunci su presencia.Los hombres maldijeron aquel ao la demora de las lluvias. La se milla no.El caso es que las lluvias llegaron alguna vez. El agua corra por la pendiente. Los flancos de la roca criaron musgo y el musgo lloraba su humedad, gota a gota, sobre la semilla alada.Brotaron dos races primero, que se aferraron a la tierra; despus dos hojitas comenzaron a crecer.Cuando pasaron las lluvias la semilla se haba convertido en tierno arbusto protegido por las rocas.Cuando el sol desvisti a los rboles. Cuando el calor hizo polvo del musgo y ese polvo cay sobre el arbusto, este tuvo la humedad de las rocas y se mantuvo siempre verde.Los animales vagaban por el campo, esquelticos, ansiosos de yerba jugosa. Estiraban sus pescuezos hasta alcanzar las matas an verdes que crecan en lugares casi inaccesibles. Pero al arbusto no podan llegar por que las dos rocas an le protegan.Aquel ao los hombres maldijeron porque las lluvias llegaron demasiado tempranas y demasiado intensas. De alguna brizna de musgo que qued en la roca volvi a extenderle en una grande mancha; otra vez hubo lgrimas junto al arbusto que poco a poco se hizo rbol y floreci de alegra.La tierra donde naci era fecundo por eso creci recto y se hizo frondoso.La roca grande todava poda protegerlo, pero por el lado la pequea sus largos brazos quedaban indefensos.Como las lluvias fueron abundantes, abundaron tambin los pastos, los animales no enflaquecieron.Toros lustrosos mugan llenos de vitalidad y fuerza, buscndose para medir la potencia de sus msculos.Uno de ellos, salvaje, arisco, criado fuera del rebao, ensayaba cornadas contra los rboles, hirindoles, doblndolos, torcindolos como sogas.Y le toc al rbol una de aquellas rabias. El esbelto tallo fue batido. La roca pequea ya no poda protegerlo.As qued lisiada, retorcido,... pero an floreca.Pas el calor. Volvieron las lluvias.As se sucedieron sol y lluvia; lluvia y sol. Las races se profundizaron.El rbol creci ms y ms. Desde su copa vase all, abajo, un campo cultivado y un recodo manso del rugiente ro.En sus ramas anidaron pjaros.Los pjaros le trajeron la hermosura divina de sus cantos.Un enorme siervo lustr su alta cornamenta en su corteza, dejndola una herida, pero el rbol siempre floreca.Los hombres maldecan a la lluvia, al sol, a los mosquitos. El rbol no.Sujetndose a las rocas y a las plantas seguan estacando un camino.Una estaca cay justo a dos metros de la roca ms pequea y el hombre pas a poner otra estaca ms all.Los hombres maldecan al sol, a los mosquitos, a la lluvia y a la tierra brava. El rbol no.Los hombres heran la montaa con sus herramientas abriendo un camino que se retorca como una culebra.Llegaron junto a la roca pequea. Le hicieron primero una gran herida para luego hacerla volar hecha pedazos con dinamita. Se abran paso baca el ro. Las races del rbol quedaron descubiertas en el talud de la carretera; el rbol se dobl. Alguna raz profunda lo sostuvo.Y all qued con su copa hacia el camino, hacia abajo, con sus brazos retorcidos, con su herida en la corteza... Pero an floreca

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NARRACIONES INDITAS

ELOY HULERO

Dios mo!Quin buscar mi voz cuando me vaya?Quin abrir las pginas del libro?Los que debieron ser, todos se han ido,Antes que suba hacia la cruz el Cristo.

(Dios y Hombre Nstor Gastaadui)

Con mucha humildad me he permitido continuar la difusin de la narrativa costumbrista andina del insigne escritor Eloy Hulero. Estuve leyendo los versos de Gastaadui, el cual me inspir profundamente la estrofa que lneas arriba las transcribo. Ese alguien, podra ser yo.Tu hijo Paul Ledesma

REMEMBRANZA A MARCA WUAMACHUKO

ELOY HULERO

VESTIGIOS DE UN PASADO GLORIOSO

Florecida a los sesenta y tres aos de vida, cuando ya no se puede florecer; sin embargo acept esta invitacin por tratarse de visitar de nuevo la tierra de mis mayores, donde vivieron los abuelos de mis ancestros.Llegamos a Marca Wuamachuko cuando surga una maana neblinosa y no se distingua nada de los alrededores.Despus de un desayuno suculento y sabroso, se despej el cielo y entonces nuestros ojos pudieron distinguir a lo lejos, lo que los ojos de aquellos que vivieron antes, seguramente otearon en el horizonte el acercamiento de sus enemigos.

Grandiosas ruinas, pueblo de hombres que supieron construir en roca, para combatir los embates del tiempo y la destruccin de los siglos. Sin embargo se mantienen en pie como el carcter de esa raza que fue despus envilecida, ultrajada, humillada, escarnecida, atropellada y despojada del bien primitivo que tuvieron una simplicidad de vivir sencilla y llanamente.

La imaginacin vuelve a reconstruir aquel pueblo que hoy est por los suelos y que solo quedan algunos muros como vestigio del esfuerzo que realizaron todos; para levantar su ciudad que era una fortaleza. Ya no estn todos los muros, ya no estn cubiertas las ventanas, ni asoma ningn rostro; pero la imaginacin lo supone all frente a su anfiteatro o plaza. Lo supone en las atalayas de las rocas inaccesibles, mirando hacia el horizonte donde seala la rosa nutica; que aquellos desconocieron por otros mtodos y por otros sistemas.

La amplitud del campo que se divisa es tan amplio que es fcil imaginar que aquellos hombres descendientes del cndor y adoradores de la serpiente, debieron tener la vista del guila, para poder distinguir a tan lejanas distancias el acercamiento de tropas enemigas.

Pero al fin, el transcurrir de los tiempos conoce del acercamiento de una tribu ms poderosa. De un imperio ms y mejor organizado, cuyas costumbres difieren de las suyas; porque tienen orden en su trabajo, unidad en sus creencias y un mismo lenguaje que los une. Los invitan a venir a su tierra para modificar sus costumbres que tienen mucho de primitivo y salvaje. Los conquistadores siempre victoriosos, los incas legendarios y soberanos se acercan a Marca Wuamachuko en son de paz; trayendo el beneficio de un gobierno organizado y de una sociedad ms justa y ms perfecta.

Los Wuamachukos as los esperan con los brazos abiertos, dispuestos a modificar su modo de ser como lo esperamos ahora, como tenemos puestas nuestras esperanzas a la modificacin de un porvenir que de nuevo se deslumbra.

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El sol de mis mayores nos alumbra, las nubes cual copos de algodn van pasando de cerro en cerro y descubrindose el azul de nuestro cielo. Ese Dios invisible cuyas obras eran tangibles y palpables, a quien adoraban. Es esplendoroso y abriga nuestro cuerpo que por la maana estuvo aterido.

Pero detrs de l hay un gran Pachacamc!, el creador de todas las cosas. Dios mo! - Pachacamc! Resucita en nuestro espritu aquello que se ha muerto, aquello que parece vencido y has que surja un nuevo esfuerzo por nuestra patria. Aquella patria que antes estuvo tan unida, aquella patria que fue un solo hombre en su esfuerzo por construir canales, por construir templos y palacios, por construir caminos Gran, Pachacamc! vuelve a iluminarnos nuevamente.

Tranquilizada el alma he vuelto a recorrer por segunda vez uno por uno los recintos, las viviendas de ese pueblo glorioso que fue nuestro.

Llegaron decamos, el pueblo poderoso de los incas, y efectivamente dieron una organizacin ms perfecta; sealaron copos de casas para aquella raza que tuvo por suyos todos los animales salvajes y silvestres. Y as surgi Moyn. Sealaron un granero para abastecimiento de sus tropas y de sus pueblos y se llam Serpaquino, pueblo maravilloso, que supo determinar con los nombres las caractersticas ms salientes de una tierra, lo que predominaba y lo que podra dar el nombre inconfundible y perfecto. Determinando su modo de ser y su modo de producir.

Imposible olvidarse de todo el dao que pudo habernos hecho un pueblo al conquistarnos. Una civilizacin que haba alcanzado tan alto grado de desarrollo con una tcnica de irrigacin e ingeniera perfecta; de una agricultura que alcanz niveles muy altos, cuyo pueblo lo primero que tuvo fue la alimentacin, el vestido, la vivienda asegurada y no poda pedir ms; porque eso es cuanto todo hombre ambiciona.

El hecho de ser digno de tener donde trabajar, como trabajar y como realizar obras grandiosas. Yo me imagino que ellos al construir sus canales de irrigacin, al terminar sus templos se sentan orgullosos de pertenecer a un mismo imperio y llamarse hijos del sol e hijos del inti; procedentes al mismo tiempo de un gran creador al que desconocan y cuyo nombre no se atrevan ni siquiera a nombrarlo.

Ahora hablamos de un crucificado y lo que menos hay en nuestro ser es amor, espritu de sacrificio; lo que ms prima es el egosmo, la envidia, la negligencia, la apata, la indiferencia. No hay hombres que nos guen hacia un porvenir, no hay espritus enaltecidos que sepan ser bandera y baluarte para hacernos llevar a nuestra patria al sitio que ocup la antigedad.

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Yo me pregunto ahora: Cmo es que hay gentes que dicen ser dueos de terrenos de este cerro?, De dnde?, Cmo surge su propiedad?, Por qu son dueos?

Si este cerro y sus ruinas pertenecen primero a Wuamachuko y despus al Per. Como es posible que esta gente que ni siquiera ha tenido la delicadeza de imitar los muros que estn a su vista, han levantado unas miserables chozas de tapial trada por los espaoles y de unas tejas que no fueron el tejado que cubri a este pueblo.

Es inconcebible la negligencia de los gobernantes es inconcebible la negligencia de las autoridades es inconcebible la negligencia de todos los peruanos; por no conservar un patrimonio tan rico, tan grande y tan majestuoso.

Todos deberamos conocer Macchu Picchu, pisar alguna vez su suelo y besar sus piedras, como todos deberamos conocer Marca Wuamachuko, Wari, las lneas de Nazca, conservar la ruinas de Chan Chan; porque son otros tantos monumentos de una civilizacin que fue miserablemente ultrajada, slo porque no haba alcanzado a desarrollar un armamento capaz de rechazar a unos invasores que ninguna civilizacin nos traan.

Vuelven a recorrer por mi memoria los versos del poeta Jos Santos Chocano.Aguas del Cusco,piedras de sol chimilco,imperios que han dejadolas huellas de su paso

Es necesario ser del lugar, haber vivido en l. Sentir un amor por la patria, por la bandera y por la tierra. Es necesario estar aqu bajo este da friolento y as poder observar el gran esfuerzo que hicieron nuestros antepasados.

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LAS CRESTAS DE WUAMACHUKO

Yanahuanca, Shulcahuanca, Tucupina, Yanaorco, Mamorco, Cacan, Sasn, Paqchn, Piogn; Entienden mi idioma? Yo dej de aprender, el de mis mayores y quizs no entienden ustedes ahora mi suspiro, mi splica y mi oracin.

Por qu no descubren el misterio de la vida de mi pueblo y de mi gente?Y tu viejo Huaylillas Tambin humillaste la testa y escondiste tus canas venerables? Dime! En una noche de stas de plenilunio tan hermosas Cmo vivieron mis gentes? Dnde fueron a parar los adivinos del orculo de Cumbicus? Seguramente huyeron empavorecidos al ver llegar una nueva raza, nuevos hombres de rostros diferentes que fueron poblando poco a poco la pampa de Purrumpampa.

Construyeron una nueva ciudad, podra decirse, simple e improvisada; porque no tuvieron tiempo para construir en piedra como la construyeron ustedes sus ciudades (imperio inca).

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LAS ERMITAS DE WUAMACHUKO

Y as fue creciendo el pueblo y lo primero que en ella surgieron fueron cinco iglesias: San Agustn (la ms importante), San Francisco, San Jos y la otras dos cuyos nombres no se conservan; pero que debi haber sido de los dominicos, porque fue tambin otra de las rdenes que con la cruz en la mano fueron desbastando pueblos y haciendo desaparecer la vida de mis ancestros.

Los padres Agustinos, posiblemente fue la orden religiosa ms importante, porque cre un convento no slo en Wuamachuko, sino en Chusgn; subsidiarios del convento de Trujillo y del convento de Lima y de la orden de Espaa. Sobre este convento ms tarde se fund el colegio San Nicols; en honor al hombre que lo fund en los principios de la Repblica.

A esta gran extensin de terreno que por aquel entonces estaba poblada por innumerables pobladores contentos y satisfechos. De pronto se sintieron invadidos y hoy en las ruinas mismas de estas, contemplo y me pregunto: Por qu tapiaron sus puertas? A qu incruento sacrifico se obligaron?Murieron dentro de sus muros, huyeron por caminos desconocidos A dnde fueron?... Abandonaron su pueblo o Se sometieron tambin a la nueva invasin de un pueblo diferente? Qu fue de los incas? Ya no tenan derecho para reclamar la vida.Fue as como los espaoles poco a poco su fueron adueando de estas tierras. Cmo lleg a ser el capitn De Mora de Sandoval? Dueo de tan extensos terrenos; fue a los principios de la colonia. Cmo se llam Doa Florencia, la cacica de Wuamachuko?, que se cas con ste capitn espaol. No lo conserva la historia estos nombres, slo sabemos que fue de la nobleza de los Wuamachukos.LOS SILENCIOSOS SOCAVONES

Los campos de pronto se vieron empobrecidos, ya no se cultiv la tierra como antes. Comenzaron a surgir molinetes para extraer el oro de la tierra; Pero cul mina abasteca? El ingeniero Yushtracla alega que fueron las minas de Yanaorco, ricas en plata y oro. Dnde estaban las bocas minas? Quin las tapi? Quin las sepult hasta nuestros das?...

Porque en las faldas del cerro El Toro si se ven an las heridas que buscaron el corazn del cerro que es oro puro.Y siguieron los espaoles ms all del Maran; siguieron siempre en busca del metal, porque lo que les trajo a estas tierras fue una ambicin desmedida y hambre inmensa de riquezas. Ellos nos ensearon el egosmo, la lucha por s mismo y para s mismo. Y as poco a poco la gente se fue formando la idea de que quizs estuvieron equivocados al vivir en una sociedad unidad y comunitaria. Ya no fueron llamados para conservar los canales, nada importaba. No fueron llamados para conservar los represas, el agua no tena importancia, lo que importaba era el oro.

As fue como llegaron, seguramente tambin a Wuamachuko, a Parcoy, Tayabamba y los centros mineros por excelencia de la regin.

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PUEBLO ANCESTRAL DE ARCAICAS COSTUMBRES

Cambiar de idioma, cambiar de creencias y cambiar de costumbres, debe haber significado un inmenso sacrificio que la historia no lo registra, no va a registrar; por el contrario sigue y existe este registro porque de veinte y treinta millones de peruanos que hubieron antes de la conquista, en la colonia apenas s quedaban cinco millones de diseminados entre la costa, sierra y selva. Solamente la imaginacin es capaz de medir la magnitud de esta catstrofe; pero dejemos esto, porque vienen a mi memoria los versos de Abraham Valdelomar:

Mi infancia que fue dulce, serena, triste y sola,se desliz en la paz de una aldea lejana,entre el remanso rumor con que muere una olay el taer doloroso de una vieja campana

Mi infancia no fue junto al mar. Mi infancia fue sellada por la falda de los cerros majestuosos de los andes. Como dice Ciro Alegra, en su obra El Mundo es Ancho y Ajeno: Ande, selva y ro son cosas grandes en mi vida. Efectivamente son cosas grandes Seor, ande, selva y ro.

Contemplar el ande desde esta atalaya de Marca Wuamachuko, recin se comprende la magnitud de este paisaje y recin se entiende la belleza de los riscos.

Yo nac cuando la humanidad estaba convulsionada por la Primera Guerra Mundial; y quizs por eso mi espritu est tan lleno de tristeza, no porque lo heredara del temperamento de mis antepasados, sino porque mis padres sufrieron la catstrofe y la impresin de tan infausta guerra.Los primeros recuerdos que tengo de mi pueblo es que era ms pequeo. De costumbres ms apacibles.Los seores feudales residuos de la colonia en la poca de la repblica ya no eran los que fueron antes. Aquellos grandes seores que entraban a las ciudades al comps del paso de sus caballos finos con sombrero a la pedrada y ponchos de hilos finos. Cuando la gente tena que separarse para darles paso aquellos grandes seores que derrochaban libras en los bailes y saraos que organizaban. Yo no fui testigo de aquellos acontecimientos; he visto si despus la casa donde vivi Snchez Carrin y Bolvar, tanto en esta ciudad como en Angasmarca. He recorrido los mismos caminos que los espaoles recorrieron.

He conocido mi tierra por todos los caminos seguros y precisos que llevan a un determinado lugar. Como he recorrido por caminos inverosmiles que cruzan precipicios, que se hunden en tremendos valles y suben inaccesibles cuestas y all en la falda de todos los cerros y en cada sitio que hay un regato de agua, he encontrado una chipra, una choza de un hermano campesino. De un hombre de aquel que subsiste despus de la conquista. Sus costumbres son sencillas, su modo de vivir es demasiado parco, pero su paciencia muchas veces ruge en un grito de protesta y su indiferencia muchas veces se levanta airada contra aquel que lo oprime en exceso.

He sido testigo presencial del despojo de terrenos por empresas ya ms modernas que requeran de potreros para criar animales y arrojaban a los campesinos para que busquen otros albergues en otras tierras y en otros lugares; sin comprender que el hombre de los andes es piedra y raz del lugar en donde ha nacido.

Es algo que forma el conjunto de esta naturaleza. Algaraba que es incapaz de olvidar su terruo que solamente en estos ltimos tiempos por la exigencia del aumento de la poblacin ha comenzado a inmigrar a la costa, para hacer de nuevo all el mismo ser infeliz que ya no puede subsistir sobre su tierra. Porque est exhausta y envejecida, ya no le da el sustento necesario para su existencia.

Es por eso que ahora cuanto se podra hacerse, cuanto deber hacerse para nuevamente e