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emigraciones teatrales. El primer sonido de la castañuela comunicaba á toda la concurrencia un choque eléctrico: yenia en seguida una divertida farsa que figuraba un pro- ceso contra el fandango, y el alegato de las castañuelas ha- ciendo saltar al tribunal sobre su banco, aseguraba el éxi- to del pleito por la entusiasta complicidad de los buenos jueces, y el patio ratificaba de buena fe su fallo, porque sus concurrentes también saltaban al acompasado chas- quido de la castañuela. Todos los teatros quisieron tomar parte en tan bri- llantes resultados. El Gimnasio tuvo su cachucha á tres; el Boulevart del crimen olvidó por un instante el puñal por la castañuela; Napoleón, el mismo Napoleón, el hombre del siglo vencido por la España , cedió el Circo al fandango, y olvidó el puente de Lodi por la jota ara- gonesa. La crotalogia invadió los conciertos ; el salón de Y¡- víenne y el Casino resonaron con sus alegres y acompasa- dos traquidos. Empero ese instrumento que tan fácil pa- rece á primera vista, requiere ser manejado por manos inteligentes é instruidas; tiene sus reglas y su método. Una cosa es sonar bruscamente dos pizarras como lo hacia el piiluelo de París, y otra tocar con gusto y facilidad la graciosa castañuela española que repele el esfuerzo y la brusquería del gesto, y que sin perder un ápice de su vi- vacidad se doblega con molicie bajo un dedo fácil, prestán- dose naturalmente á todas las exigencias de un armonio- so acompañamiento. La castañuela en fin cuenta hoy en París muchos en- tusiastas , pero muy pocos saben tocar este instrumento. Una de las mas bellas actrices del Gimnasio, y en verdad muy buena bailarina , la señorita Natalia , ataba las casta- Suelas al dedo de en medio, y estendiendo hácia arriba los dos de los estremos, lucia al público un ademan tan poco decente como falto de gracia , sin que consiguiese de ningún modo reproducir la facilidad y molicie de las posiciones de Fanny Elssler que colocaba las castañuelas «1 verdadero estilo español. Nos acordamos haber visto en los conciertos Musard ó Julien á uno de los principales músicos encargado del acompañamiento de castañuelas. Atábalas al dedo de en • medio, y volviendo hácia atrás la mano, movia el brazo como nn epiléptico, y solo repetia un sempiterno sonso- nete cuya estrepitosa monotonia fatigaba prontamente el oido. El Casino-Paganini fue mas feliz en este punto: ha- bi'asc asociado á un italiano tan español en punto de cas- tañuelas como el mismo autor de la crotalogia. Nos parece aun estar viendo á aquel hombre sentado en un rincón de la orquesta: alto, seco y nervioso, con su frac verde, sus mangas ligeramente levantadas, y sus castañuelas de'ma- deraóde hierro ocultas enteramente en su ancha mano Una obertura abria el sarao, las castañuelas permanecían «lenciosas. —¿ Quién es aquel extranjero, preguntaban, que solo y ocioso permanece enmedio de aquella animada mul- titud de músicos? Es un inspecior de teatros, un perio- dista curioso, un miembro de alguna sociedad filarmónica que quiere escuchar la mú.ica de cerca, ó un príuc£e r " «o que ha pagado un centenar de rublos porLtarPse por •d;rapc.gantird,a hora al l4do ^siiion --P- vS li.nol0-!?1!!51' emP ezÍ,ba "n ^ \ la vista triste del ita- liano brillaba como el relámpago- su cuerno i *os permanecían descuidadam^^te ^nmTb fs ^ f »os Se movían animadas con una oldi!; P • r / ? Cañuelas resonaban; repentinameo f ^ H^1''^1 «-os., mientras u o ' s t a ^riiat r ^ í f e ia dominando á los cien ioslrumonlos i qnc acompaña- bm arrebatando la atención de los concurrentes, y arran- cando de ellos al terminar el wals repcluhsimns palmadas. Todos entonces á porfía querían ver A aquel hombre quo de un instrumento tan pequero sabia sacar tan ventajoso partido: todos se ponían en puntilla?, y el nombre de Sa'a corría de boca en b^ca. Lo que la señorita Essler ha hecho por la danza es- pañola, aquel hombre lo ha hecho por las castañuelas. Ambos cada uno á su modo han popularizado en Francia las danzas y la música de España, y los dos sin conocer- se, se han en cierto modo complementado en este apos- tolado de artista;. LT señorita Elssler se hace apreciable por la danza; pero cuantas bailarinas en el teatro ó en los saraos han tratado de imitarla, se hubiesen visto im- posibilitadas de realizarlo si el Sr. Sala no hubiese acu- dido á su ausillo enseñándolas á servirse de la indispen- sable castañuela. E l Sr. S.da revelaba todo el poder de aquel instrumento en los conciertos, pero ¿quién se h u - biera acordado de los conciertos con acompañamiento de castañuelas, sí la señorita Elssler no hubiese llamado la atención con su voluptuosa cachucha? El Sr. Sala ha sido y es el maestro de los bailarines y bailarinas de la academia real y de los teatros de París que ambicionan lucirse á la española. En la actualidad se halla instruyendo á una lindísima discípula , la señorita BethoDÍ, que se asegura debe reemplazar á Fanny Elssler que acaba de marchar contratada al teatro de Nueva-York. La propaganda del Sr. Sala ha descendido hasta á los salones; de dos años á esta parte ha instruido numerosos discípulos, y con su escelente método bastan muy pocas lecciones suyas para formarse rivales. Empero cuida de conservar en su modo peculiar de sacar partido de las cas- tañuelas, aquel modo inimitable del artista que constituye su personalidad, y le hace gefe de su escuela. liemos delineado los primeros desarrollos de la casta- ñuela en el teatro y en los saraos de París, Sí en alguno de los de Madrid resonase un instante tan rústico instru- mento bastaría para que toda la concurrencia fashionable tomase sus sehales y sombreros. ¡Cuáa cierta es aquella fabulílla de Iriarle! Que no hay nación alguna que á todo lo extranjero no dé con gusto aplausos y dinero. CRITICA LITERARIA- 1AS POESIAS 2)3E D. JOSÉ BE EiPHOIffCEDA (I). t^H.íi: ¿j'itiT: r."" u"a ,ais,osa agíüdad. iban lalquiera que observe el desarrollo y cre- cimiento de las artes en España de pocos años á esta parte , no dejará de tenerlo por un fenómeno curioso, digno de atento exámen. RJú- sica, escultura y arquitectura se han rebullido súbita- mente comenzando á dar inesperadas muestras de vida-' pintura y poesía se han remontado como de un salto i tal altura, que su repentino progreso tiene sus puntas de maravilloso. ¿Cuál es la mano que ha comunicado seme- jante impulso? ¿Qué causa ha podido producir tan estrt, na mudanza? Eu vano nos lo preguntaríamos, porque (1) Un lomo en 8.° prolongido.-Víndce «t, 1« |;ijreril , t.«c»iiulla, calle de Carrelat, ""rern ae

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emigraciones teatrales. E l p r imer sonido de la cas t añue la comunicaba á toda la concurrencia un choque e l é c t r i c o : yenia en seguida una diver t ida farsa que figuraba un p r o ­ceso contra el fandango, y el alegato de las c a s t a ñ u e l a s ha­ciendo saltar al t r i buna l sobre su banco, aseguraba el é x i ­to del p le i to por la entusiasta compl ic idad de los buenos jueces, y el pat io ratificaba de buena fe su fa l lo , porque sus concurrentes t a m b i é n saltaban al acompasado chas­quido de la cas t añue la .

Todos los teatros quisieron tomar parte en tan b r i ­l lantes resultados. E l Gimnasio tuvo su cachucha á tres; e l Boulevar t del c r i m e n o lv idó por un instante e l p u ñ a l po r la c a s t a ñ u e l a ; N a p o l e ó n , el mismo N a p o l e ó n , e l h o m b r e d e l s i g l o vencido por la E s p a ñ a , ced ió el Ci rco al fandango, y o lv idó el puente de L o d i por la jota ara­gonesa.

La c r o t a l o g i a i n v a d i ó los conciertos ; e l sa lón de Y ¡ -v í e n n e y el Casino resonaron con sus alegres y acompasa­dos traquidos. E m p e r o ese ins t rumento que tan fácil pa ­rece á p r imera v i s t a , requiere ser manejado por manos inteligentes é instruidas; tiene sus reglas y su m é t o d o . Una cosa es sonar bruscamente dos pizarras como lo hacia el p i i lue lo de P a r í s , y otra tocar con gusto y facil idad la graciosa c a s t a ñ u e l a e spaño l a que repele el esfuerzo y la b r u s q u e r í a del gesto, y que sin perder un áp ice de su v i ­vacidad se doblega con molicie bajo un dedo fáci l , p r e s t á n ­dose naturalmente á todas las exigencias de un a rmonio ­so a c o m p a ñ a m i e n t o .

L a c a s t a ñ u e l a en fin cuenta h o y en P a r í s muchos en ­tusiastas , pero m u y pocos saben tocar este ins t rumento . Una de las mas bellas actrices del Gimnasio, y en verdad m u y buena bailarina , la s eño r i t a Natal ia , ataba las casta-Suelas a l dedo de en m e d i o , y estendiendo hác ia arr iba los dos de los estremos, l u c i a al p ú b l i c o un ademan tan poco decente como fal to de gracia , sin que consiguiese de n i n g ú n modo rep roduc i r la faci l idad y molicie de las posiciones de F a n n y Elssler que colocaba las c a s t a ñ u e l a s «1 verdadero estilo e s p a ñ o l .

Nos acordamos haber vis to en los conciertos M u s a r d ó J u l i e n á uno de los principales m ú s i c o s encargado del a c o m p a ñ a m i e n t o de c a s t a ñ u e l a s . A t á b a l a s al dedo de en • m e d i o , y volv iendo hác ia a t r á s la mano , movia el brazo como nn e p i l é p t i c o , y solo repetia un sempiterno sonso­nete cuya estrepitosa monotonia fatigaba prontamente el oido.

E l Casino-Paganini fue mas feliz en este p u n t o : h a -bi'asc asociado á un i ta l iano tan e s p a ñ o l en pun to de cas­t a ñ u e l a s como el mismo autor de la crotalogia. Nos parece aun estar viendo á aquel hombre sentado en un r i n c ó n de la orquesta: a l t o , seco y nervioso, con su frac verde, sus mangas ligeramente levantadas, y sus c a s t a ñ u e l a s de 'ma-d e r a ó d e h ie r ro ocultas enteramente en su ancha mano Una ober tura abria el sarao, las c a s t a ñ u e l a s p e r m a n e c í a n « l e n c i o s a s . — ¿ Qu ién es aquel ext ranjero , preguntaban, que solo y ocioso permanece enmedio de aquella animada m u l ­t i t u d de m ú s i c o s ? Es un inspecior de teatros, un pe r io ­dista cur ioso , un m i e m b r o de alguna sociedad filarmónica que quiere escuchar la m ú . i c a de cerca, ó un p r í u c £ e r " «o que ha pagado un centenar de rublos porLtarPse por

•d;rapc.gantird,a hora a l l4do ^ s i i i o n - - P - v S

l i . n o l 0 - ! ? 1 ! ! 5 1 ' emPezÍ,ba "n ̂ \ la vista t r is te del i t a ­liano brillaba como el r e l á m p a g o - su cuerno „ i *os p e r m a n e c í a n descuidadam^^te^nmTb fs ^ f » o s S e m o v í a n animadas con una o l d i ! ; P • r / ?

Cañuelas resonaban; repent inameo f ^ H ^ 1 ' ' ^ 1 « - o s . , mientras u o ' s t a ^ r i i a t r ^ í f e

ia dominando á los cien ios l rumonlos i qnc a c o m p a ñ a -b m arrebatando la a t e n c i ó n de los concurrentes, y a r r an ­cando de ellos al terminar el wals repcluhsimns palmadas. Todos entonces á por f í a q u e r í a n ver A aquel hombre quo de un ins t rumento tan pequero sabia sacar tan ventajoso p a r t i d o : todos se p o n í a n en punt i l l a? , y el nombre de Sa'a co r r í a de boca en b^ca.

Lo que la señor i t a Essler ha hecho por la danza es­p a ñ o l a , aquel hombre lo ha hecho por las c a s t a ñ u e l a s . Ambos cada uno á su modo han popularizado en Francia las danzas y la mús ica de E s p a ñ a , y los dos sin conocer­se, se han en cierto modo complementado en este apos­tolado de art ista; . LT s eño r i t a Elssler se hace apreciable por la danza; pero cuantas bailarinas en el teatro ó en los saraos han tratado de i m i t a r l a , se hubiesen visto i m ­posibilitadas de realizarlo si el Sr. Sala no hubiese acu­dido á su ausillo e n s e ñ á n d o l a s á servirse de la indispen­sable c a s t a ñ u e l a . E l Sr. S.da revelaba todo el poder de aquel ins t rumento en los concier tos , pero ¿ q u i é n se h u ­biera acordado de los conciertos con a c o m p a ñ a m i e n t o de c a s t a ñ u e l a s , sí la s eño r i t a Elssler no hubiese l lamado la a t e n c i ó n con su voluptuosa cachucha?

E l S r . Sala ha sido y es el maestro de los bailarines y bailarinas de la academia real y de los teatros de P a r í s que ambicionan lucirse á la e spaño la . E n la actualidad se halla ins t ruyendo á una l ind í s ima d i sc ípu la , la s e ñ o r i t a B e t h o D Í , que se asegura debe reemplazar á Fanny Elssler que acaba de marchar contratada al teatro de Nueva-York .

La propaganda del Sr. Sala ha descendido hasta á los salones; de dos años á esta parte ha ins t ru ido numerosos d i s c í p u l o s , y con su escelente m é t o d o bastan m u y pocas lecciones suyas para formarse r ivales. Empero cuida de conservar en su m o d o peculiar de sacar par t ido de las cas­t a ñ u e l a s , aquel m o d o in imi tab le del artista que const i tuye su personal idad, y le hace gefe de su escuela.

l i emos delineado los pr imeros desarrollos de la casta­ñ u e l a en el teatro y en los saraos de P a r í s , Sí en alguno de los de Madr id resonase un instante tan r ú s t i c o i n s t r u ­mento b a s t a r í a para que toda la concurrencia fashionable tomase sus sehales y sombreros. ¡Cuáa cierta es aquella fabul í l la de I r i a r l e !

Que no hay nac ión alguna que á todo lo extranjero no d é con gusto aplausos y d inero .

C R I T I C A L I T E R A R I A -

1AS P O E S I A S 2)3E D. JOSÉ B E EiPHOIffCEDA ( I ) .

t ^ H . í i : ¿ j ' i t i T : r."" u"a ,ais,osa a g í ü d a d . iban sí

lalquiera que observe el desarrollo y cre­cimiento de las artes en E s p a ñ a de pocos años á esta par te , no d e j a r á de tener lo

por un f e n ó m e n o cur ioso , digno de atento e x á m e n . RJú-sica, escultura y arqui tec tura se han rebul l ido s ú b i t a -mente comenzando á dar inesperadas muestras de vida-' p in tura y poesía se han remontado como de un salto i tal a l t u r a , que su repentino progreso tiene sus puntas de maravil loso. ¿ C u á l es la mano que ha comunicado seme­jante impulso? ¿ Q u é causa ha podido produci r tan e s t r t , na mudanza? Eu vano nos lo p r e g u n t a r í a m o s , porque

(1) U n lomo en 8 . ° p r o l o n g i d o . - V í n d c e «t, 1« | ; i j rer i l , t.«c»iiulla, calle de Carrelat, " " r e r n ae

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222 S O U N A I U O P I N T O R E S C O l ú M ' A N O L

nada en lo esterior seria capaz de satisfacernos. N i la na­c ión ha subido al a l io grado de esplendor en qwe un dia la vio y e n v i d i ó el m u n d o , y desde el cual rellejaba ra ­yos de gloria sobre el genio de sus h i jos ; n i la sociedad ó el gobierno dan á los talentos aquella clase de fomento rea l y posi t ivo que taulo con t r ibuye á fecundarlos y v i ­vif icarlos. Sonrojidos y orgullosos á un t i e m p o , podemos decir que las artes en E s p a ñ a v iven de sí propias y de sus recuerdos, y que de su seno han brotado esas chispas de luz que sin duda p r e n d e r á n en muchos ingenios , y l e ­v a n t a r á n en lo fu tu ro alta y resplandeciente l lama. L o ú n i c o que hasta el dia las ha desarrollado y las mantie­ne es el p r inc ip io de vida que á todas partes l leva consi­go cualquier pensamiento generoso y fecundo, la marcha incontrastable de las ideas y la tendencia i r res is t ible de la é p o c a .

Tendencia i r resis t ible en v e r d a d , y que po r todas partes deja profundas seña le s y vestigios, ¡ R a r o suceso! Este siglo que ha recogido el legado de d e s t r u c c i ó n del an t e r i o r , que ha encontrado rota y destrozada por el suelo la f á b r i c a de lo que se l lamaban abusos, que ha debido alcanzar y disfrutar por entero lo que entonces se reputaba y tenia por fe l i c idad , es dec i r , el desarrollo de los intereses y medios materiales ; este siglo , decimos, se ha presentado animado de tendencias espintual is t / is , ha dado en ros t ro á los llamados filósofos con la vanidad de su universal panacea , les ha pedido cuenta de las i n s t i t u ­ciones antiguas que des t ruyeron sin reformarlas , del oor-ven i r que le ofrecieron y que no han sabido d a r l e , y por ú l t i m o de la paz y contento de presente que se le ha huido de entre las manos. Del e s p í r i t u de indefinido a n á ­lisis in t roduc ido en todas las cuestiones, del movimiento y c o m p l i c a c i ó n incesante de los intereses , de la pugna y col is ión continua de IHS ideas , solo una ce r t idumbre he­mos venido á sacar hasta el dia , á saber : que el c o r a z ó n humano estaba necesitado de consueles y de l u z , que el alma tenia sed de creencias, y que lodos los esfuerzos de la r a z ó n orgullosa y fr ia , no h a b í a n sido poderosos para desc i f ra r la p r imera p á g i n a del l i b ro de la d icha . E n t o n ­ces por una r e a c c i ó n na tura l nos hemos refugiado en los dogmas y rudimentos mas sencillos de la conciencia , h e ­mos buscado la fuente de la esperanza con el anhelo de los sedientos, y nos hemos sentado á la sombra del á r ­b o l del sentimiento , para pedir al m u r m u l l o de sus h o ­jas inspiraciones con que l lenar el vac ío del c o r a z ó n y t empla r la sequedad y aridez del e s p í r i t u . Sin embargo, como era dificultosa tarea la de reconst ru i r el santuario de nuestros afectos en un terreno de cont inuo removido y socabütlo por la d i s c u s i ó n , estas circunstancias han da­do m á r g e n á infini tas dudas, desconfianzas y tristezas que han llegado á e m p a ñ a r el espejo del alma , produciendo al p rop io t iempo violentas luchas y vaivenes in ter iores . B e aqui dimana el c a r á c t e r vago , indeciso y hasta c ie r to p u n t o cont rad ic tor io que han tornado las arles de im3" i -nacion , s e g ú n que esperaban en lo venidero , lamentnban lo pasado ó se quejaban y mnldechn d é l o presente; pero aun en este desdichado camino , faltos de guia y de luz , el querer l legar á los santos vuelos y religiosa tristeza de M i l l ó n y de León , hemos tropezado en el escepticismo desconsolado de C h i l d e - I I a r o l d y en la e x a l t a c i ó n insa­ciable y apasíon;1(ja j e Rentj Goete , B y r o n , Chateau­b r i a n d , Manzoni y hasta el mismo Beranger , poeta el mas festivo y amable de nuestra é p o c a , han par t ic ipado de esta Unta me lancó l i ca y opaca en que es tá empapada ia fant.Ma de la e d a d presente, que forma por decir io a i su , lp0 i y ie pres,a su c a v á t c r c¡al d ¡ - t ¡n( i

n a óoei- ",tUra ^ ^ e] y "P'-esion de su para Corresponder á w miÚ0Q > g ^ J J * ™ *

tra re t ra te las penas, los temores , las esperanzas y dis-gustoi que si» cesar nos trabajan. De o l i o modo no la comprende riamos.

Ñ o sin p r o p ó s i t o hemos estendido semejantes pre l ioú». nares porque con arreglo á ellos examinaremos el l i b r o cuyo t i t u lo vá por cabeza de este j u i c i o , ya que el n o m ­bre har to conocido d ú a u t o r , y las cualidades que ma­nifiesta , con t r ibuyen á su c r é d i t o y realce, asi por eU fondo de sus creaciones, como por las formas con que.las-viste ; no solo por su variedad, siuo t a m b i é n por su unidad.

A b r e n esta co lecc ión diversos fragmentos de un poe­ma é p i c o t i tulado P e l a j o , f ru to de los pr imeros traban jos p o é t i c o s del autor y par le mas bien de su entusiasmo j u v e n i l , que no de la madurez de su i n g e n i o , pues los a ñ o s en que le e sc r ib ió por ser los de la adolescencia an«f tes descubren las flores de la poes ía que no sus frutos sa­zonados y maduros. E n ta l edad mas se presiente y ad i ­vina que en realidad se siente, y de aqui proviene el pre» domin io de la i m a g i n a c i ó n sobre los movimientos mas bon* dos y serios del c o r a z ó n . Fal ta la esperiencia en las pa ­siones, y sobra la fuerza y pujanza en la fantas ía , fuerza: tanto m a y o r , cuanto que la lógica del sentimiento no v i e ­ne á t emplar la n i á d i r i g i r l a . Estos f e n ó m e n o s p s y c o l ó ^ gicos sobrado fáci les de demostrar todav ía se conf i rman con los fragmentos del Pe l ayo . Si se les p iden pasiones; e n é r g i c a s individuales y profundas ; si se buscan rasgos, de aquellos que de una sola plumada dibujan un c a r á c t e r , no acertariamos tal vez á encontrar los en ellos. Mas si lo que se desea son rapios de entusiasmo j u v e n i l , í m p e ­tus hidalgos y caballerescos , pasiones y caracteres ya que no lógicos y cabales , llenos de luz y do efusión ; y final­mente la r iqueza, gala y a r m o n í a de una ve r s i f i cac ión al p rop io t iempo castigada y correcta , lodo esto y aun mas podemos seilalar en este ensayo é p i c o . Y hemos dicho que mas que esto podian os aun m o s t r a r , porque el cuadro del hambre , el de) sueño del r ey , son trozos de una robustez y vigor poco comunes en ve rdad , dado que la i m a g i n a c i ó n abulte alguno do sus pormenores. Fuera de esto la des-s c r i pc ion del se r ra l lo , la p r o c e s i ó n , las quejas del anciano Teusis y la salida nocturna de Sevilla dejan poco que de­sear. E n suma la c r í t i c a severa y fria no de j a r á quizá de echar de menos en esta obra filosofía, madurez y profundi­dad; pero de seguro h a r á j u s l i c i a á las bellas y p o é t i c a s for­mas del decir, á !a c o r r e c c i ó n y castidad que le s i rven de basa, á los ricos dei tel los de imagiuacion que por donde quiera campean , y á la e n t o n a c i ó n pura y bien sostenida q a e e n t o d a ella se ñ o l a . De sentir es que con el p r inc ip io • que llevaba ó con o t ro mas digno de su autor y mas ade­cuado á t a m a ñ a empresa , no haya llegado este poema á g r a n a z ó n y cumpl ido t é r m i n o , porque á nuestro modo de ver , no se e n c o n t r a r á en la moderna h i s t o i í a n i n g ú n asunto mas digno de la t rompa é p i c a que la i nvas ión y conquista de E s p a ñ a por los á r a b e s ; si ya no es que en el estado presente de las ideas y de la sociedad la epo­peya es g é n e r o de dif íci l c u l t i v o , y poco acomodado á la filosofía del sentimiento : op in ión de que no distamos, pues que en nuestro en tender , la ún i ca epopeya compatible con el individual ismo de las naciones modernas es la no­vela , tal como la han entendido W a l l e r S c o l t , Manzúui y a l g ú n ot ro .

Dejando, pues, el Ensayo Ep ico y pasando á Jas poe­s í a s l í r i c a s , diremos que nos pesa de encontrar con el ro ­mance A la noche , porque á csccpcioo de cierta U n í a ap3' gada y m e l a n c ó l i c a que resalla en lodo é l , lo encont 'am03 escaso de estro , n ú m e r o y hasta de na tura l y v i g u oso en­lace ; de modo que solo podemos aceptarlo couio punto de par t ida para conocer el camino que ha andado des­p u é s el au to r , en cuyo caso no vacilamos en aprobar su

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SKMATN'AIUO IMNTOI'.K.SCO Kfl^AííOL. m i n s e r c i ó n . Esta c ompos i c ión debe de sor uno de sús p r i ­meros pasos por el campo de la p o e s í a , y las siguientes confirman esta o p i n i ó n , pues nos recompensan con usura de la flojedad de la presente , y aunque desiguales en m é ­r i t o , todas e s t án á gran distancia de ella. L i m p i a , fáci l , t ierna y Heua de gracia y de frescura nos lia parecido la Serenata : maliciosa, l igera y de buena tonada la t rova del page Jimeno que ya h a b í a m o s leído en el Castellano de Cae l l a r , y apasionada y s o m b r í a , dado qae no tan bien sostenida como las anter iores , la c a n c i ó n de l a C a u -i i v a .

En el bello poemita de Oscar y M a l v i n a no solo imi ta el autor con feliz é x i t o el fondo de vaguedad m e l a n c ó l i c a y apasionada de Chcar , sino que t a m b i é n sus versos e s t án en completa a r m o n í a con aquellas i m á g e n e s descoloridas y suaves, como los rayos de la l u n a , y con aquellos acen­tos l á n g u i d o s y dulces

Como el recuerrlo del amante t r is te de su amada en la tumba.

Acaso no f a l t a r á quien tache de d e s a l i ü a d o y flojo a l ­guno que otro verso de este t rozo , pero en nuestro en­tender por ventura p a s a r á p la /a de bel lo lo que á otros p a r e c e r á ¡ n c o r r c c c i o n y desmayo, porque si hemos de te­ner en algo la a r m o n í a i n v i t a l i v a , y si en poes ía la gracia y la hermosura resultan de la perfecta concordancia del pensamientocon la espresion , no s e r á gran defecto img ca­dencia lenta y apagada, donde el sentimiento que revelg, descubre á t i ro de ballesta las mismas cualidades.

Tras de los sencillos y delicados tonos del bardo escocés viene el H imno a l S o l , cual si con su i n s p i r a c i ó n a r reba­tada y atrevido vuelo quisiera el autor contrastar las que­jas sentidas de la musa de M o r v e n , y mostrar de este m o ­do la riqueza de su d i a p a s ó n p o é t i c o . Esta escursion por e l terreno de P í a d a r o p a r é c e n o s bien concebida , sus i m á ­genes elevadas, su vers i f icac ión tendida , robusta y a rmo­niosa , la e n t o n a c i ó n grave y sostenida y su conjunto p r o ­porcionado , regular y l leno de adornos. Sin embargo no e s c o g e r í a m o s para modelo esta p o e s í a entre las de nues­t ro joven , pues sin negar las prendas que la abonan , o p i ­namos que bien pudiera haber dado al cuadro una ligera veladura de sent imiento que templase la viveza de los co­lo res , y lo acercase mas al mismo t i empo á aquella des­nudez y candor de espresion que en todos los grandes poe­tas a c o m p a ñ a las creaciones mas altas y peregrinas. A s u n ­tos de este g é n e r o y lodavia mas tremendos y magn fieos se encuentran en diversos lugares de la Bibl ia y sobre todo en el A p o c a l i p s i , sin que por c ier to la sencillez y Cándido a l iño de la frase altere n i menoscabe su efecto; y el autor mismo en su comenzado poema t i tulado E l D i a ­blo M u n d o , l e ído en el Liceo de M a d r i d , ofrece pasages de i m á g e n e s mas fuertes y de pensamientos har to mas som­b r í o s que los del H i m n o al S o l , tratados sin embargo de t a l manera que el c o r a z ó n y la fan tas ía se interesac á la par . No de hemos echar en o lv ido que la poesía loma de día en día un c a r á c t e r mas general y p ro fundo , y que cnanto mas se acerque en sus formas á la verdadera na­turaleza del s e u l í m i e u t o de suyo fácil y modesto en sus a t av ío s , tanto mas derechamente se encamina al t é r m i n o de su viaje.

A l conc lu i r el anál is is de la p r imera subd iv i s ión de las poes ías l í r i cas de este t o m o , nos sentimos descarados del peso mas grave de la c r í t i c a , que sin duda lo es la necesidad de poner tachas y encontrar defectos; y esto lo decimos porque e l crecimiento que desde a q u i I d c l a n -te se nota á pocas enmiendas dá lugar .

N o son nuevas fuera de E s p a ñ a las canciones popula­res , asi como dentro de ella los romances del mismo g é ­

nero forman ona do las mas ricas mimis do gil IÍICIHIU-ra. Sin embargo nadie negin á al p o d a liorangcr la gloii 'a de haber levantado y ennoblecido en la nac ión cercana este linage de p o e s í a , que gracias á su genio , v ib ra en o l dia con lodos los tonos del sent imiento , y presenta sus mas fugaces y delicados matices. La r evo luc ión que de es­te modo ha logrado i n t r o d u c i r en el arte es inmensa en nuestro j u i c i o , pues lo ha conver t ido en ins t rumento de c u l t u r a , de moral idad y de e n s e ñ a n z a . ¡ R a r a t ransfor­m a c i ó n ! La poesía que en los ú l t imos tiempos habia llega­do á ser el pa t i imon io de las clases instruidas y acomo­dadas, ha bajado con la musa de Beranger , semejante á un nuevo evangelio , á la oscura vivienda del pobre , y ha tomado á su cargo con generoso e m p e ñ o el enjugar l á ­grimas-desconocidas, y curar llagas ocultas y acaso des­preciadas. E l dia que la l hizo a c e r t ó á labrarse un p o r ­veni r de g l o r i a , r e c o n q u i s t ó sus perdidos fueros, y pudo con r a z ó n prometerse que cualesquiera que fnesen los yerros y trastornos de la humanidad, su influjo nunca de­jaría de guiarla á manera de estrella benéf ica .

Esta musa que se acercaba á la m u l t i t u d desdichada y menesterosa ya para consolar la , ya para alegrarse, ya para quejarse con ella , hubo de crearse una lengua que sus protegidos entendiesen. Semejante necesidad trajo consigo indispensables mudanzas en cuanto al tono y ex ­p r e s i ó n de la poesía , y su lenguaje se ha hecho sencillo, noble y severo, no bastardo, . chocarrero , n i vil lanesco. De esta suerte ha ganado en grac ia , natural idad y vigor , al paso que su influencia y su c a r á c t e r se han estendido y elevado.

A este g é n e r o pertenecen las canciones del Sr. E s -pronceda , que tenemos por una preciosa adquis ic ión para nuestro Parnaso. E l desenfado, fluidez, casta d icc ión y variada a r m o n í a del P i r a t a , jun to con la 'f i losofía y v e r ­dad de su fondo , la convierten en una l ind ís ima tonada popular , bien acomadada al c a r á c t e r ardiente y aventurero de nuestra n a c i ó n . G r a n conocimiento y mf.eslr ía de la lengua suponen l;:s e s t r a ñ a s rimas que usa .y que tan agradable movimiento i m p r i m e n al tono de la c o m p o s i c i ó n . Esta es una de • las prendas mas aventajadas de esta c o ­l e c c i ó n , porque la a r m o n í a im i l a t i va y la lengua caste­llana han ganado mucho en elasticidad con las difíci les combinaciones m é t r i c a s que el autor ha i n t r o d u c i d o , no solo, en el Pirata, sino t a m b i é n y mas par t i cu la rmente en el Verdugo y ea el E s U i d i a n í e de Salamanca , sin t r o ­pezar siquiera en tan escabroso camino.

La cancicu del Mendigo se separa de todo pun to de la de .Beranger , pues"lejos de= rebosar como ella encono y amargura , lejos do poner crudamente el dedo sóbro esta hedionda llaga de nuestra sociedad, se reduce á bosque­jar la mendiguez descuidada, holgazana, indiferente y en'cierto modo satisfecha con su Vf.gamunda l iber tad y sus poco envidiables goces.'Por lo d e m á s , aunque en nues­t ro entender , sus contornos no sean tan puros como lo& del Pirata, manifiestan la misma mano y or íge «. Las tres restantes encubren cierta iu tencion profunda-y un c a r á c ­ter social mas evidente. E l F m / w g o y cl Zíra de Muer te pertenecen á la escuela amarga, s a r d ó n i c a y desconsola­da de B i r o n , y son hijas de a p e l l a escena doliente y so­l i taria, que menospieciabi los consuelos, y se cebaba en sus propios dolores. E l mismo gi ro hos t i l y s o m b r í o , la misma tendencia rencorosa y d e s e n g a ñ a d a del poeta i n ­glés resalta en la t remenda poesía del verdugo. ¡ Q u é s i ­tuac ión tan bien imaginada! ¡ Q u é fondo de h ié l y de despecho! ¡ Q u é orden y enlace tan lógico de pensamien­tos! ¡ Q u é metro tan acerado y feroz! ¿ D ó n d e encon t ra ­remos una invec t iva mas mordaz contra la pena de muer ­te , donde descubriremos roas á las c lap»* e»a disoiuacia

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224 S E M A N A I U O P I N T O K E S C O E S P A Ñ O L .

tan de bu l lo que manifieslan nuestras leyes y nuestros seot i inienlos , nuestras costumbres y la c iv i l izac ión de que hacemos a la rde , que en eslas palabras del V e r d u g o ?

A l que á muc r l c condena le ensalzan ! . . . . ¿ Q u i e n al hombre del hombre hizo juez? ¿ Q u é no es lioa)bre n i siente el verdugo Imaginan los hombres tal vez?

Y ellos no ven Qae yo soy de la imagen d iv ina

Copia t a m b i é n ! Y cual d a ñ i n a

Fiera á que arrojan un triste animal Que ya entre sus dientes se siente c r u g i r ,

A s i á m í , ¡us lruraenlo del genio del mal Me arrojan el hombre que traen A morir.

Y ellos son justos : Y o soy maldito : Y o sin delito Soy criminal ¡ V e d al hombre

Que me paga una muerte! el dinero Me echa al suelo con rostro altanero,

A m i , su igual!!

{Se c o n c l u i r á )

ENRIQUE GIL.

T E AGES F E O V I N C I A L E S .

I O S C A T A L A N E S .

MADRID; IMPRENTA Üli ü o x TOMAS JORDAN.