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Cuentan que a mediados del siglo XV, Juan de Ladrilleros “cofundador” de Buenaventura a nombre de Don Pascual de Andagoya, según sus manuscritos, fue pionero en atravesar la cordillera que separaba a Santiago de Cali y el mar pacifico por el cañón del río Dagua, guiado dice él, más por el deseo de encontrar la costa y el mar. Ya que en éste lugar pudo observar que los indios Anacona, nativos de ésta región bañada por el rio San Juan, que nace en las cúspides de los Farallones y desemboca en uno de los mayores afluentes portadores de oro: el rio Dagua, consumían sal marina, lo que le entusiasmo, debido a que ello para él evidenciaba el contacto comercial que estas tribus sostenían con otras de la hoy reconocida Costa Pacífica.

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En Dagua, Florece el Amor. Cuentan que a mediados del siglo XV, Juan de Ladrilleros “cofundador” de Buenaventura a nombre de Don Pascual de Andagoya, según sus manuscritos, fue pionero en atravesar la cordillera que separaba a Santiago de Cali y el mar pacifico por el cañón del río Dagua, guiado dice él, más por el deseo de encontrar la costa y el mar. Ya que en éste lugar pudo observar que los indios Anacona, nativos de ésta región bañada por el rio San Juan, que nace en las cúspides de los Farallones y desemboca en uno de los mayores afluentes portadores de oro: el rio Dagua, consumían sal marina, lo que le entusiasmo, debido a que ello para él evidenciaba el contacto comercial que estas tribus sostenían con otras de la hoy reconocida Costa Pacífica.

De esta forma se marcan los inicios del “descubrimiento” de éste paraíso terrenal, llamado Dagua.

Sin embargo, tuvieron que trascurrir cuarenta años y ya para mil quinientos ochenta, otro grupo de exploradores fueron quienes motivados entre otras cosas por el extraño hallazgo de la imagen de la Virgen de los Remedios y las fragancias que desprendían dichas “selvas”, empezaron a generar asentamientos de una nueva civilización en la región que como el Valle del Salado, los cautivo por sus paisajes y su flora; pero especialmente por una planta; al parecer única en su especie: “cavendishia quereme”, de cuya esencia los aborígenes abrogaban la propiedad de curarlo todo.

El Quereme: abundante en estas tierras plagadas por ese aroma que motiva las feromonas que motivan al amor, ha sido por ende una flor considerada como de extrema rareza, especialmente para la ciencia, que encuentra en ella curiosas propiedades medicinales.

La planta de más de catorce variedades no estudiadas aún en profundidad, pertenece a la familia de las ericáceas y, es un arbusto con hojas alternas sin estípula, oblongas, persistentes, de un verde oscuro, distribuidas en grupos más o menos uniformes de a cinco, cuyas flores de un blanco rosáceo están dispuestas en racimos.

Aunque lo que más atrae a muchos del Quereme, especialmente de la flor macho, es su olor penetrante, que dicen se parece a la fragancia de los mejores perfumes, ya que contiene salicilato de metilo y, que cual “escopolamina”, especulan; puede generar “delirios” hacia la persona que se lo aplique.

Eso sí y de acuerdo a las tradiciones familiares, solo a aquellas que se deseen con verdadera pasión.

Son historias, sí, muchas paridas de familias que han salido avante gracias a la producción, extracción de esencias y hasta “venta” de estos secretos Anaconas; para lograr que no solo esa tradición florezca, sino que hasta se mantenga en estos territorios la presencia de la misma virgen, según narran los creyentes.

Dice la leyenda que esa flor; la de la planta del quereme, fue muy apreciada por las tribus Calimas y, no sólo a causa de sus propiedades terapéuticas, que la hicieron preciosa sobre todo en la odontología colonial, donde se empleaba como anestésico o como antiséptico y

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desinfectante, y hay hasta quienes piensan que es mucho más eficaz que el permanganato de potasio o el timol; o por sus otras potencialidades como expectorante de primer orden, por lo cual aún hoy se usa para el tratamiento del asma; sino por su extraña influencia para cuestiones amorosas. Tanto así que la llegaron a venerar como a una deidad, a la que también ellos atribuyeron, de acuerdo a las tradiciones, poderes sobrenaturales.

Razón más que suficiente para que después de tantos años, las buenas lenguas, argumenten que la flor del Quereme despierta en quienes aspiran su aroma y hasta beben su esencia, los mejores sentimientos de amor.

Y que haya logrado que hoy en los campos de la esotería y de la “brujería popular” se preparen pociones especiales para “amarrar” a aquellas parejas díscolas e infieles.

Es más, existe una tradición oral que siguen cientos de damas, que diluyen sus pétalos y semillas en agua para luego bañarse en ellas y “enloquecer” de pasión a quienes se les acerquen.

Y tal vez por ello, en Dagua se promueve el amor: por la vida, por los otros, por la misma Creación y, hasta argumentan los más fieles a las sanas costumbres, que fue el aroma del quereme el que atrajo a la misma Virgen Santísima, para dejar parte de su luminosidad y esencia, en estos territorios y, por ende así incidir en cientos de vidas con sus milagros y sanaciones.

Dicha aparición de la Virgen se remonta siglos atrás, cuando los Indios Anaconas, promovieron una estatuilla semejante a su imagen, que les dejó ella como un recordatorio, estimulante hoy para infundir la fe y el amor en ésta tierra.

La estatuilla u otra tal vez, se muestra hoy día en la iglesia de Nuestra Señora de la Gracia, en Cali; pero se afirma, que la pieza original, se esculpió sobre una roca, tras varios intentos de trasladarla. Y es por ello que cientos de devotos aceptan que la Santísima Virgen prefirió posarse sobre aquella roca, la cual aún hoy irradia y traslada al peregrino visitante que recorre el extenso sendero para su encuentro; no sólo a revivir todo lo que aconteció en aquellos días, sino a encontrarle un verdadero significado a su existencia y a su fe.

Seguramente por ello Dagua y ésta región del Salado, cuenta con una de las pocas torres mudéjar aún existentes, visitada más que por feligreses, por quienes desean que su matrimonio cumpla con el precepto divino de finiquitarse solo con la muerte de uno de los conyugues.

Y son estas y otras tantas razones las que hacen que Dagua en su conjunto se haya consagrado a la devoción de la Virgen de los Remedios: al amor, y sean ésta algunas de las causas de numerosos testimonios de renovación de proyectos de vida.

Todo gracias al amor que de sus tierras brotan y en las que ella como Madre y el mismo quereme depositaron sus secretos.

Y ya son muchas las personas que por su fe, comprenden que la vida misma es un constante flujo de milagros, siendo para ello el amor su fuente energética.

Y hay por lo tanto, quienes a sabiendas de ello, encontramos en éste territorio la misión de

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hacer de Dagua una región promotora de vida, de amor, sí; de milagros; pues desde aquí se irradia esa energía vital para propios y extraños.

Es por ello que contamos como actuales habitantes de Dagua y para las nuevas generaciones, con esa fuerza del amor, que ha ido desde aquel entonces generando los mestizajes que hacen posible que poetas de la talla de Juan Diomedes Navia, se inspiren para promover con su prosa que cientos de nuevas familias disfruten en sus fincas y parcelas, de la musa que se reproduce en su húmeda brisa: “trinan las aves dulces canciones, cantan las ninfas del manantial y hay en mi pecho palpitaciones, con la fragancia del queremal”.

Dagua, la que colinda con Cali y Buenaventura, cuenta con vías pavimentadas, cómodas y bien coloreadas por la fauna y flora que viste éste cañón y que por su variedad de pisos térmicos se deja envolver de la fría niebla que acoge a todos los seres vivos y en especial a quienes aún no se han dejado limitar en sus sentidos y por ende asumen el reto de imaginarse arropados de tantos encantos que dicha agua evaporada fusionada con quereme impregna, tal vez para contarnos y recontarnos en sí misma y muy sutilmente, la posibilidad de ser parte de una de las tantas historias de amor y pasión paridas en sus suelos cuaternarios; limo arcillosos.

En Dagua florece el amor, sí: ¡florece la vida!

Y aunque pueda sonar a mitos o leyendas o cuentos de avispados, lo cierto es que muchas otras cosas emergen de ésta región de amor y que por ende se envuelven de otros tantos atractivos, gracias a esa variedad natural casi que aún intacta, que traspira sus encantos con sólo permanecer en su presencia.

Y es que vale la pena advertir que la tierra, los valles y colinas de Dagua, no solo están invadidos de la flor llamada: quereme, sino de variedad de frutas, siendo una la más dulce y tal vez la única de todas las de esta especie de sanos comestibles, que tiene corazón: la piña, de las más arraigadas.

La piña es rica también en propiedades curativas, las cuales se fusionan para ésta región en una curiosa relación que ha hecho que poco a poco se confirme que en Dagua: el Salado, Tocota, el Queremal, el Carmen, Lobo Gurrero, el Palmar, en fin, en esta inmensa extensión territorial ubicada sobre la Cordillera Occidental, florezca el amor; el deseo, la pasión: la vida.

Gracias no sólo a los aromas de la flor del quereme o al dulce sabor de una piña que en todas sus variedades, formas y cocteles, saben producir y trasformar los nativos de éste municipio, sino también a que en sus parcelas, restaurantes, haciendas, hospedajes y fincas típicas, se degusten sabrosos platos de la gastronomía tradicional Vallecaucana, que se combinan mágicamente a una amabilidad sin igual que como la de los Colombianos, nos convierten en potencia eco turística.

En Dagua para dar más ejemplos, en una de sus históricas haciendas: Bono, nació gracias a una familia de ascendencia y linaje persa, una de las tradiciones gastronómicas vallecaucanas más reconocidas y que algunas personas chismorreaban era parida en las calles de San Antonio en Cali; pero que fue realmente en Dagua, en las manos de Genoveva en donde se realizaron los primeros panes del bono, que poco a poco se convirtieron en el “pasa boca” predilecto de los habitantes de la región pacifica y de Latinoamérica entera, por lo

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cual vale la pena aclararle a los historiadores costumbristas que éste elemento característico de la gastronomía Vallecaucana y proveniente del maíz, también es Dagueño. Siendo el Pandebono el “papá de todos los panes”.

Afortunadamente hoy en Dagua todo éste cumulo de bondades naturales nos están uniendo, generando que en éste territorio pacifico descubramos que todo confluye a favor de éste preciado sentimiento fraternal que acompañado de: narraciones orales, cultura, senderismo, cabalgatas, gentes amables, música, un clima sano, que incluso en tiempo de invierno no baja de los doce grados centígrados, se deje acompañar en sus paisajes cubiertos en las tardes de esa espesa neblina de las místicas bondades que invitan a los turistas más que a descansar, a reenamorarse de la vida misma.

En Dagua, el globo terráqueo conspira a favor del amor, tanto que en sus coordenadas se ha consolidado una tradición histórica musical que inicialmente pretendía rescatar la esencia que ha identificado la región; pero que ha desembocado en encuentros de todo tipo de la cultura andina, lo que poco a poco ha fortalecido un festival musical que ha superado las fronteras regionales y nacionales para adquirir connotaciones internacionales.

Dagua, invita a soñar y a invertir en sus potencialidades productivas ya que además se acompaña de un verdadero circuito turístico regional combinado con siete ríos, el mar pacifico, un gran lago en Calima Darién y excelentes vías y medios de trasporte; que motivan a “sospechar” que en todo este recuento, hay también una visión empresarial de la hoy denominada industria cultural, tercer negocio a nivel de importancia en la economía mundial; por lo que es preciso que se dejen tentar y atrapar por las imágenes, fragancias, sonidos, degustaciones y sentires y, así reconozcamos juntos; que el amor por uno mismo, por los otros y por la misma Creación: florece en Dagua.

Diego Fernando Solarte Álvarez Alcalde de Dagua.