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CASACION PENAL No.S.P.270=2009
CERTIFICACION
La infrascrita Secretaria por Ley de la Corte Suprema de Justicia,
certifica la sentencia y resolución que literalmente dicen: “EN
NOMBRE DEL ESTADO DE HONDURAS LA CORTE SUPREMA DE JUSTICIA, en
Tegucigalpa, Municipio del Distrito Central, a los seis días del
mes de abril de dos mil diez, por medio de la SALA PENAL,
integrada por los MAGISTRADOS JACOBO ANTONIO CALIX HERNANDEZ en su
condición de Coordinador, CARLOS D. CALIX VALLECILLO y RAUL
ANTONIO HENRIQUEZ INTERIANO, dicta sentencia conociendo de los
Recursos de Casación por Infracción de Precepto Constitucional,
por Quebrantamiento de Forma y por Infracción de Ley, interpuestos
contra la sentencia de fecha dos de diciembre de dos mil ocho,
dictada por el Tribunal de Sentencia de San Pedro Sula,
Departamento de Cortés, mediante la cual falló: 1. Absolviendo al
señor M. M. R., mayor de edad, casado, médico oncólogo, hondureño
y con domicilio en El Progreso, Departamento de Yoro, del delito
de HOMICIDIO CULPOSO en perjuicio de B. L. C. B.; 2.- Condenando
al señor J. D. N. A., mayor de edad, médico internista, hondureño
y con domicilio en San Pedro Sula, Departamento de Cortés, como
autor responsable del delito de HOMICIDIO CULPOSO en perjuicio de
B. L. C. B., a la pena principal de TRES (03) AÑOS DE RECLUSIÓN,
más las accesorias de INHABILITACIÓN ESPECIAL e INTERDICCIÓN CIVIL
por el tiempo que dure la condena principal.- Interpusieron el
Recurso de Casación por Infracción de Ley, Infracción de Precepto
Constitucional y Quebrantamiento de Forma, los Abogados R. S. L. y
J. M. P. M., en su condición de apoderados defensores titulares y
R. S. B., como defensor sustituto, del señor J. D. N. A.; y el
Recurso de Casación por Infracción de Ley, el Abogado C. D. P.,
actuando en su condición de acusador privado contra el señor J. D.
N. A..- SON PARTES: Los Abogados R. S. L., J. M. P. M., en su
condición de defensores titulares y R. R. S. B., en su condición
de defensor sustituto del acusado señor J. D. N. A.; el Abogado C.
D. P., Apoderado de la parte acusadora como recurrentes-
recurridos; y la Abogada M.E. G. P., Fiscal del Ministerio Público
como recurrida. CONSIDERANDO I.- Los Recursos de Casación por
Infracción de Ley, Infracción de Precepto Constitucional y
Quebrantamiento de Forma reúnen los requisitos exigidos por la
ley, por lo que procede su admisibilidad, siendo procedente
pronunciarse sobre la procedencia o improcedencia de los mismos.
II.- “HECHOS PROBADOS: Valorando las pruebas practicadas en juicio
de acuerdo con los criterios de la sana crítica, este Tribunal
declara expresa y terminantemente probados los hechos siguientes:
Primero: La señora B. L. C. B., de 79 años de edad, previo a su
ingreso el 30 de julio del 2005 al Hospital Del Valle, fue
evaluada cardiológicamente reportando un riesgo quirúrgico grado
II, asimismo, el 11 de julio del mismos año se le había realizado
una tomografía que mostraba la presencia de un bazo aumentado de
tamaño, un riñón hidronefrotico y un posible aumento de ganglios
linfáticos de la cavidad abdominal, con sospecha de una enfermedad
neoplásica de los órganos linfoides, en atención a este
diagnostico es programada una cirugía por su medico tratante
especialista en oncología, doctor M. M. R., realizándose dicha
cirugía por el mismo doctor M., el día 1 de agosto del 2005,
iniciando la intervención quirúrgica aproximadamente a las 14:00 y
concluyendo a las 16:30 extrayendo un Bazo agrandado y riñón
izquierdo en estado hidronefrotico, posteriormente ya en el post
operatorio inmediato, de ese primero de agosto del 2005, a las
20:30 pm aproximadamente, el doctor M. valora el estado de la
paciente como satisfactorio. A las 19:30 estando la paciente en
sala de recuperación y siendo asistida por el medico tratante, el
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internista J. D. N. A., hace la primera evaluación de la paciente
y ordena la administración de suero Hartman por vía intravenosa,
control de la presión arterial y antibióticos intravenosos y y
ordena finalmente exámenes de laboratorio para valorar niveles de
sangre del post-operatorio. Segundo: El doctor N. A. es llamado a
su casa desde la Clínica del Valle el uno de agosto,
aproximadamente a las 22:00 para que se presente a evaluar
personalmente a la paciente Berta L. C. B., acudiendo al centro
hospitalario hasta en horas de la medianoche y comprobando a las
00.30 por el resultado de laboratorio una disminución de glóbulos
rojos en sangre y persistencia en la baja de la presión arterial
debido a una creciente perdida del volumen sanguíneo, razón por la
cual ordena transfundir dos unidades de sangre a la señora C. B..
Tercero: a la 1:50 del dos de agosto del 2005, el doctor N. A.
nuevamente evalúa a la señora B. L. C. B., encontrando la
persistencia en la disfunción arterial y presentando la paciente
un sangrado abundante, ante tal situación ordena su traslado a la
sala de cuidados intensivos intermedios y en la maniobra de
trasladarle de la camilla a la cama se aprecia la expulsión de
sangre por el dreno, llegando a manchar las sabanas, el doctor N.,
consciente de estas complicaciones comenta en las notas de
evolución medica el expediente clínico, que el estado de la
paciente es grave, y sugiere avisar al cirujano para exploración
quirúrgica de emergencia, sin embargo, esta observación, no la
trasladó a las órdenes medicas, y se conformó con ordenar la
transfusión de dos unidades más de sangre, suero Hartman,
aplicarle dopamina y que se realicen nuevos exámenes de
laboratorio. Cuarto: a las 2:30 de la madrugada del mismo día dos
de agosto, el Doctor N.; encuentra a la paciente en estado de
choque, sin mejoría de la presión arterial y con signos que
sugieren una disminución de oxígeno a nivel de piel y decide
aumentar varias dosis de medicamentos y establece en el expediente
clínico llamar al doctor M. M., sin asegurarse personalmente que
tal orden se cumpliera, y ante este actuar poco diligente, la
orden de llamar al cirujano no se cumplió, a pesar de estas
circunstancias críticas el internista abandonó el lugar donde se
encontraba la paciente, mientras la señora entraba en un franco
deterioro de la salud, es decir, en una fase de condiciones
delicadas para su estabilización o recuperación; en estas
circunstancias de falta de cuidado del facultativo especialista,
el internista N., y ante su ausencia, alrededor de las 4:00 de la
madrugada las enfermeras del hospital llamaron al doctor N. vía
telefónica informándole en ese momento y por ese medio la señora
M. P. C., hija de la paciente, el estado agónico en que se debatía
su madre, respondiendo este que salía de inmediato hacia el
hospital, pero no fue si no hasta las seis de la mañana que se
presentó ya cuando la paciente había fallecido, pues según notas
de las enfermeras la defunción de la señora C. B. ocurrió a las
cinco y veinte minutos de la mañana, no obstante el doctor N.
inicio maniobras de resucitación, ante las cuales el cuerpo inerte
y sin vida reaccionó expulsando sangre por el dreno. Quinto: la
señora B. L. C. B., falleció en presencia de su hija M. P. C., y
de las enfermeras Z. C. D. C. y D. R. G. A., estableciéndose como
causa de la muerte una hemorragia interna, consistente en sangre
acumulada en la cavidad abdominal.” III.- Los recurrentes,
Abogados R. S. L., J. M. P. M., como apoderados defensores
titulares y R. R. S. B., como defensor sustituto, desarrollaron
su recurso de casación por Infracción de Ley, Infracción de
Precepto Constitucional y Quebrantamiento de Forma, de la
siguiente manera: “CASACION POR INFRACCION DE LEY MOTIVO UNICO.
Infracción, por aplicación indebida, del artículo 121, en relación
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con el 13, párrafo tercero, y con el 116, todas las disposiciones
citadas del Código Penal. PRECEPTO AUTORIZANTE: Este motivo se
encuentra comprendido en lo que dispone el artículo 360, párrafo
primero, del Código Procesal Penal, en la parte que se lee así:
“Habrá lugar al recurso de casación por Infracción de ley… cuando
dados los hechos que se declaren probados en la sentencia se haya
infringido un precepto penal… de carácter sustantivo,…”
EXPLICACIÓN DEL MOTIVO En el artículo 13 párrafo tercero del
Código Penal se establece que el delito es culposo cuando es
resultado de: a)Imprudencia, b) Impericia, o c) Negligencia. O es
producto de inobservancia de: a) Una ley, b) Un reglamento, o c)
Ordenes, resoluciones o deberes Es importante, entonces, hacer una
análisis de la declaración de hechos probados contenida en la
sentencia que se está impugnando, para determinar si ahí se
declara probada la concurrencia, en la conducta del Doctor N., de
alguno de los elementos que configuran el delito culposo antes
señalados, y si la muerte de la señora B. L. C. B. fue causada
precisamente, de manera directa, por haber incurrido el mencionado
profesional en el comportamiento constitutivo de alguno de tales
elementos, que pudiera haber sido declarado probado en el fallo.
Si se lee detenidamente el apartado correspondiente se verá que en
la sentencia no se declaró probado, de manera clara y terminante,
que el Doctor N. incurrió en imprudencia, impericia o negligencia,
ni, obviamente, se expresa cuál es la conducta que pudiera
considerarse constitutiva de uno de esos comportamientos. Tampoco
se declara probado que él inobservó una ley, un reglamento, u
órdenes, resoluciones o deberes. Por otra parte, no se contiene en
la declaración de hechos probados, que lo fue en el proceso la
relación de causalidad entre la actuación del Doctor N. y la
muerte de la señora C. B., de manera tal que de no haberse dado
ese proceder o si él hubiera actuado en otra forma, ella no
hubiera fallecido. Sí, como se ha demostrado, no se declaran
probados, en manera alguna, hechos en que el Doctor N. pudiera
haber incurrido, constitutivos del delito de homicidio culposo, no
se le pudo haber condenado por un ilícito de esa naturaleza, ni
por ningún otro: por manera que al haberse pronunciado un fallo de
condena en aplicación de los preceptos que se invocan en el
planteamiento de este motivo, resulta evidente que los mismos
fueron infringidos por aplicación indebida. En la fundamentación
jurídica de la sentencia se dice: “PRIMERO: Los hechos probados
descritos anteriormente, en los que ha tenido participación
directa el acusado D. N. A., constituyen delito consumado de
HOMICIDIO CULPOSO tipificado y penado por el artículo 121 del
Código Penal. En su forma más tradicional la tipicidad objetiva
del homicidio culposo requiere que el autor haya infringido un
deber de cuidado, y que el mismo deberá ser imputable a la acción
u omisión, atribuible a la existencia de una necesaria relación de
causalidad entre la conducta imprudente y el resultado, y la
creación de un riesgo no permitido que ocasiona la producción del
resultado. SEGUNDO: El doctor D. N. A. quebrantó la lex artis que
se le imponía como obligación en relación a su paciente, al no
atender los signos de la crisis del postoperatorio y desentenderse
de su paciente, lo que ocasionó la muerte de la señora B. L. C.
B., constituyendo esta omisión el reproche de antijuricidad,
puesto que su preparación profesional le permitía conocer o
prevenir el peligro susceptible de determinar en su momento, y fue
precisamente este incremento del riesgo el que se realiza en el
resultado, en consecuencia, al crear un riesgo jurídicamente
desaprobado es que se le atribuye o imputa la responsabilidad
penal por el homicidio culposo de su paciente. TERCERO:
Concluyendo, podemos decir que la existencia de un fallo técnico
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por infracción de la lex artis del que se deriva un perjuicio
implica la ponderación de si ello se debió a la infracción del
deber objetivo de cuidado como efectivamente sucedió en relación
al Doctor J. D. N. A. al no brindar a la paciente los cuidados
paliativos que como médico especialista y tratante estaba obligado
a proporcionar de forma diligente. Este juicio es realizado a la
luz del cúmulo de circunstancias concurrentes en este caso, para
finalizar determinando que se ha infringido la norma jurídica de
cuidado recogida en el código penal específicamente en el artículo
13, párrafo tercero y consecuentemente en el artículo 121 del
mismo Código”. Sobre el particular, queremos destacar algunos
aspectos que ampliaremos más adelante: no es cierto que la señora
B. L. C. B. fuera paciente del Dr. N. sino más bien del Dr. M. que
fue quien la trató antes y durante la intervención quirúrgica y
estaba obligado a seguirla tratando en el postoperatorio; la
condición en que interviene el Dr. N. es la de especialista
consultor ya que, como en los hechos probados se menciona, fue
llamado para evaluar a la paciente del Dr. M., no para tratarla.
No es cierto, por consiguiente que haya actuado como médico
tratante pues éste fue siempre el Dr. M.. Su obligación, por tanto
no era más que la correspondiente a un médico consultor que opina,
sugiere o recomienda, correspondiéndole al médico de cabecera
decidir y ordenar las medidas que a su criterio corresponda
aplicar, todo de conformidad con lo que al respecto establece la
Ley Orgánica del Colegio Médico de Honduras. Tampoco estaba
obligado a permanecer todo el tiempo al cuidado de la paciente
porque esa es obligación de los médicos intensivistas,
calificación que no corresponde a la condición en que interviene
el Dr. N.. En lo que respecta al contrato de prestación de
servicios que la acusación privada dice que celebró la señora
Marlen P. C. autorizando al Dr. N. y al Hospital del Valle a dar
“tratamiento correspondiente a mi persona”, debe aclararse que el
mismo corresponde al sábado anterior a la intervención quirúrgica
cuando el Dr. N. fue llamado para atender a la difunta por un
fuerte dolor de estómago y como iba a ser operada el lunes por el
Dr. M., le recomendó que se internara en el hospital desde el
sábado. En esa ocasión el Dr. N. anotó en el expediente clínico
“alta por medicina interna” y ”favor avisar a oncología” con lo
cual concluyó el contrato a que la acusación hace referencia. Por
otra parte, debe destacarse que ni los acusadores ni lo miembros
del Tribunal se preocuparon por demostrar que concurrían
plenamente los requisitos del homicidio culposo exigidos por la
legislación hondureña ya que, sin percatarse de la diferencias
sustanciales existentes entre la legislación española y la
hondureña en relación con los delitos culposos que en España
llaman imprudentes, se dedicaron a aplicar doctrina extranjera que
no se adecua en este caso a nuestra legislación. Esta
circunstancia nos obliga a hacer un análisis del caso aplicando
doctrinas que, aunque no hayan sido desarrolladas propiamente en
nuestro país, sí se adecuan a nuestra legislación y nos van a
servir para demostrar que no se probaron durante el juicio los
elementos que indispensablemente debió probarse, error éste que
también se refleja en la sentencia. Lo primero que tenía que
probarse era cuál es propiamente el tipo penal del homicidio
culposo. Aquí encontramos precisamente la diferencia inicial entre
la forma como tipifica el código penal español el homicidio
“imprudente” y como tipifica el nuestro el homicidio culposo. El
artículo 142.1 del Código Penal dice: “El que por imprudencia
grave causare la muerte de otro, será castigado, como reo de
homicidio imprudente, con la pena de prisión de uno a cuatro
años”. El Código Penal hondureño, por su parte, dice en su
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artículo 121, párrafo primero: “El autor de un homicidio culposo
será castigado con tres (3) a cinco (5) años”. La primera
diferencia que se observa es que el artículo 142.1 del código
español es una ley penal completa porque contiene tanto el
precepto o presupuesto (“el que por imprudencia grave causare la
muerte de otro”) como también la sanción o consecuencia (“será
castigado… con la pena de prisión de uno a cuatro años”), en tanto
que el artículo 121 del Código Penal nuestro es una ley penal
incompleta o en blanco ya que contiene sólo en forma completa la
sanción o consecuencia (“será castigado con tres (3) a cinco (5)
años”) y tiene incompleto el precepto o presupuesto ya que al
decir sólo “el autor de un homicidio culposo” no nos dice en qué
consiste y nos obliga por lo tanto, para llenar el blanco, a
remitirnos a otros artículos como el párrafo tercero del artículo
13 que define los delitos culposos. Pero tampoco con esta remisión
al artículo 13 se completa el tipo penal de homicidio culposo
porque todavía no nos dice en qué consiste el homicidio culposo
como lo hace el Código Penal español que dice “el que por
imprudencia grave causare la muerte de otro”. Por eso, en
Honduras, para completar el tipo penal hay que remitirse también
al artículo 116 del Código Penal que describe en qué consiste el
delito de homicidio al decir “Quien dé muerte a una persona”, que
es un requisito común a todos los tipos de homicidio. De esta
manera, el tipo penal de homicidio culposo sería: Quien dé muerte
a una persona (artículo 116) como resultado de imprudencia,
impericia o negligencia o como producto de la inobservancia de una
ley, un reglamento o de órdenes, resoluciones o deberes (párrafo
tercero del artículo 13), será castigado con tres a cinco años de
reclusión (artículo 121). Sobre leyes penales en blanco, ver R. S.
L., Lecciones de Derecho Penal I, 10º Edición, páginas 67 y 68.
Esto significa que para condenar por un homicidio culposo tiene
que comprobarse que el autor mató a otro (el Código español dice
“causar la muerte de otro”) como resultado (en relación de
causalidad) de imprudencia, impericia o negligencia o como
producto (relación de causalidad) de la inobservancia de una ley,
de un reglamento o de órdenes, resoluciones o deberes atendidas
las circunstancias y la situación personal del delincuente. Y aquí
surge otra diferencia trascendental entre ambos Códigos. El Código
español habla sólo de imprudencia en tanto que el nuestro se
refiere a varias circunstancias: imprudencia, impericia,
negligencia, inobservancia de leyes, reglamentos, órdenes o
deberes; por lo tanto, en España hay que comprobar tan sólo la
imprudencia, en tanto que en Honduras debe comprobarse so lo que
hay es imprudencia, impericia, negligencia, etc. y por qué. Esto
significa también que el término imprudencia tiene un significado
distinto en España que en Honduras. Esta diferencia puede
apreciarse también en otras disposiciones del Código español como
el artículo 5 que dice: “no hay pena sin dolo o imprudencia” o el
artículo 10 que dice: “son delitos o faltas las acciones y
omisiones dolosas o imprudentes penadas por la ley”. Puede verse,
así, que, que en España el término imprudencia es sinónimo de
culpa, en tanto que en Honduras la imprudencia es sólo una forma
de actuar que puede dar lugar a la culpa. De allí que en Honduras
el término imprudencia tenga un significado más concreto y menos
complicado, menos amplio, que en España. Otra diferencia
importante entre ambos códigos es que el Código Penal español no
define lo que debe entenderse por delito culposo o imprudente, en
tanto que el Código hondureño define claramente cuando debe
considerarse culposo un delito en el párrafo tercero de su
artículo 13. Esta diferencia es muy importante porque al no
definir el código español la imprudencia corresponde a la doctrina
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y a la jurisprudencia delimitar qué debe entenderse por ésta. De
aquí nace y se impone mayoritariamente en España, tanto en la
doctrina como en la jurisprudencia, la teoría de la infracción
del deber objetivo de cuidado que puede encontrarse en todos los
textos españoles sobre la Parte General del Derecho Penal. Pero en
Honduras no ocurre lo mismo. Como nuestro Código Penal define
claramente cuándo debe considerarse culposo un delito, la doctrina
y la jurisprudencia sólo tienen que precisar cuándo hay impericia,
cuándo hay negligencia o cuándo hay inobservancia de leyes,
reglamentos. Órdenes, resoluciones o deberes y cuándo debe
considerarse que a consecuencia de una o más de dichas
circunstancias se ha producido un resultado típico y para ello no
es indispensable como en España, remitirse a las complicadas
teorías de la infracción de la lex artis o del deber objetivo de
cuidado que lo que hacen es, sustancialmente, detallar cuándo debe
considerarse “imprudente” un determinado comportamiento humano.
Pero para ello no basta con decir que se infringió la lex artis o
el deber objetivo de cuidado, como ocurre en la sentencia
recurrida, sino que es necesario precisar cuál es la lex artis o
el deber de cuidado infringido y, sobre todo, por qué se considera
que han sido infringidos. Debe tenerse en cuenta, además, que la
aplicación de estas teorías ha dado lugar, en los países en donde
se aplican, a disposiciones legales que regulan la lex artis y el
deber objetivo de cuidado que, en muchos países han llegado a
constituir casi un código o un Derecho Médico (por ejemplo en
Uruguay con el Decreto 455/01 “Marco Regulatorio de la Asistencia
Médica” y otros Decretos más, o en España con la ley 41/2002. Ver
Lex Artis y Cuidados Paliativos, Prof. Dr. Guido Berro…), ya que
de otra manera, médicos y pacientes quedarían a merced del
arbitrio de los jueces que se limitan a afirmar que determinada
conducta constituye o no una infracción de la lex artis o del
deber objetivo de cuidado sin ninguna fundamentación legal, como
ocurre en el presente caso. Recordemos, además, que conforme a lo
dispuesto en el artículo 18 del Código Civil: “Cuando el
legislador definiere expresamente las palabras para ciertas
materias, se les dará en estas su significado legal”. Por lo
tanto, para comprobar que se ha cometido un homicidio culposo lo
que debe comprobarse es que concurren los elementos de su
descripción legal que, tratándose de una ley penal incompleta o en
blanco son, como hemos dicho, los contenidos en los artículos 116
y 13 párrafo tercero del Código Penal. En apoyo de todo lo
expresado podemos comparar lo sucedido en España, Colombia y
Honduras en relación con los delitos culposos. En España, como el
Código Penal no define cuándo se da un delito culposo, la doctrina
y la jurisprudencia han tomado a su cargo determinar en qué casos
debe considerarse que un delito es culposo aplicando para ello la
teoría de la infracción de la lex artis o del deber objetivo de
cuidado. En Colombia el Código Penal anterior no definía los
delitos culposos por lo que la doctrina y la jurisprudencia
asumieron la función de determinar cuándo debía considerarse
culposo un delito y aplicaron para ello la misma teoría. Pero el
Código Penal actual ya define en Colombia la culpa en su artículo
23 al establecer que “La conducta es culposa cuando el resultado
típico es producto de la infracción al deber objetivo de cuidado y
el agente debió de haberlo previsto por ser previsible o
habiéndolo previsto, confió en poder evitarlo”, dándole así en
Colombia, un sólido fundamento legal a dicha teoría. Pero en
Honduras esas teorías de infracción de la lex artis o del deber
objetivo de cuidado carecen de esa firme base legal y lo que debe
comprobarse plenamente es la concurrencia de las circunstancias
que menciona expresamente el párrafo tercero del artículo 13
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citado. En Honduras, el Código Penal de 1906 no definía ni el dolo
ni la culpa, por lo que la teoría de la infracción del deber
objetivo de cuidado pudo haberse aplicado con base en la doctrina
y la jurisprudencia, como en España. Pero al definir el Código
Penal actual el delito culposo, de acuerdo con el artículo 18 del
Código Civil arriba citado, el valor jurídico de dicha teoría
queda supeditado al texto del artículo 13, párrafo tercero
(obsérvese la diferencia entre el concepto de culpa que da el
artículo 23 del Código Penal colombiano, basado en la teoría de la
infracción del deber objetivo de cuidado, y el que da el artículo
13 de nuestro Código), de tal suerte que el silogismo en que se
base la sentencia condenatoria por un homicidio culposo debiera
responder, en este caso, a las siguientes premisas y conclusiones:
Que dé muerte a una persona como resultado de imprudencia,
impericia, negligencia, etc. será castigado con 3 a 5 años. X dio
muerte a la señora Z como resultado de negligencia (por ejemplo).
Por tanto, X debe ser castigado con una pena de 3 a 5 años.
Naturalmente la sentencia debe fundamentarse básicamente, en este
caso, en la prueba de la negligencia, de la muerte de la persona y
de la relación de causalidad entre la negligencia y la muerte,
independientemente de la necesidad de comprobar la concurrencia de
otros requisitos a los que más adelante nos referimos. Como puede
verse nada de eso se ha cumplido en el presente caso. Otro aspecto
importante a considerarse es que en este caso, tal y como se
menciona varias veces en la sentencia, el homicidio culposo se
habría cometido mediante un omisión. Cuando se comete un delito
material o de resultado, como es el homicidio, mediante una
omisión se habla de delitos de comisión por omisión y la
existencia de éstos requiere de la concurrencia de muchas
circunstancias que es preciso comprobar que se dan en cada caso y
que en éste no se han comprobado. Como la legislación planteaba el
problema de los delitos de comisión por omisión pero no lo
regulaba expresamente, el Derecho Penal alemán, primero, y el
español después, desarrollaron una seria de teorías o doctrinas
encaminadas a resolver esos problemas; teorías o doctrinas que más
adelante fueron consagradas en los respectivos Códigos de ambos
países. Siguiendo a Santiago Mir podemos decir que los requisitos
que deben darse para que exista un delito de comisión por omisión
son los siguientes: a) situación típica (o sea los requisitos
exigidos expresamente, en este caso, por el correspondiente tipo
penal); b) ausencia de la acción determinada (la que debía
realizarse); y c) capacidad de realizarla. Estos tres requisitos
son comunes para la omisión pura o propia como para la comisión
por omisión, pero en esta última (la comisión por omisión) debe
agregarse otros tres requisitos: 1) la posición de garante; 2) la
producción de un resultado; y 3) la posibilidad de evitar ese
resultado. O sea que para probar (plenamente) la existencia del
delito de comisión por omisión que en este caso sería el homicidio
culposo, se necesita probar: 1) que se da la situación descrita
por el tipo penal; 2) que no se ejecutó la acción que debía
ejecutarse para evitar el resultado; 3) que el autor tenía la
capacidad necesaria para ejecutar esa acción; 4) que el autor
había asumido la posición de garante o se la obligación de evitar
ese resultado; 5) la producción del resultado que debía evitarse;
y 6) la posibilidad que tenía el autor para evitarlo. En el
numeral 1) o sea la situación típica, queda comprendida la
obligación de comprobar, en el caso de Honduras, la concurrencia
de imprudencia, impericia, o negligencia o la inobservancia de una
ley, un reglamento o de órdenes, resoluciones o deberes y la
relación de causalidad que demuestre que el resultado se produjo
debido a la imprudencia, impericia, negligencia…, de tal manera
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que de no ser por cualquiera de esas circunstancias el resultado
no se habría producido. La pregunta obligada es si se comprobó,
plenamente, en el juicio, que concurren en este caos todos esos
requisitos porque sólo así se podía condenar por el delito de
homicidio culposo; en caso contrario se estaría aplicando
indebidamente el artículo 121 del Código Penal. Es obvio que esto
último es lo que efectivamente ha ocurrido en este caso. Ver
Santiago Mir Puig, Derecho Penal, Parte General, 5ª edición,
Barcelona, España 1998, página 305, penúltimo párrafo. Como, a
diferencia de lo que ocurre actualmente en Alemania y España, el
Código Penal nuestro no regula expresamente los problemas a que
pueda dar lugar esta clase de delitos, la forma más segura y
confiable para resolverlos es remitiéndonos a las teorías y
doctrinas desarrolladas al respecto por la ciencia jurídico-penal.
Pero todavía hay más. Un elemento de trascendental importancia,
exigido por el propio texto legislativo, es el de la relación de
causalidad, al decir el párrafo tercero del artículo 13 del Código
Penal que el delito es culposo cuando es resultado de imprudencia,
impericia, negligencia, etc. La pregunta es aquí ¿se comprobó
plenamente la relación de causalidad? Como la ciencia jurídica
penal ha desarrollado varias teorías o doctrinas para comprobar la
relación de causalidad que es, por cierto, uno de los problemas
más arduos que plantea el Derecho Penal en ciertos casos, como el
presente, cabe preguntarse a través de qué teoría se comprobó esa
relación de causalidad. La respuesta es también obvia: aunque una
que otra vez se mencionó el término relación de causalidad (la
necesaria relación de causalidad dice la sentencia) puede decirse
que en el juicio se dio por supuesto que se daba y no se demostró
más que con palabras carentes de valor probatorio, la concurrencia
de este imprescindible requisito. Ver R. S. L., obra citada,
páginas 105, 106, 107, 108. Santiago Mir dice al respecto “La
doctrina dominante exige, para la imputación del resultado, que
hubiese sido seguro o prácticamente seguro (“probabilidad rayana
en la seguridad”) que si la acción no hubiese sido imprudente no
se hubiera producido el resultado (in dubio pro reo). Para otro
sector, basta, en todo caso, que la imprudencia elevara
considerablemente el riesgo para que el resultado sea imputable a
la misma (teoría del incremento del riesgo)” Ver Santiago Mir,
obra citada, páginas 284, número 65. Obsérvese que la teoría del
incremento del riesgo, que no es la dominante y que no concuerda
con lo dispuesto en nuestro Código, es la que se maneja en la
sentencia. Sobre relación de causalidad ver Santiago Mir, obra
citada, Lección 10, 1 2. “La causación del resultado típico: la
relación de causalidad”, páginas 218 y siguientes. Entre las pocas
referencias a la relación de causalidad, encontramos en la
sentencia, la siguiente: “y, en conexión con este proceder poco
prudente o diligente es que se da la producción del resultado
muerte de doña B. L. C.”. Obsérvese que no se hace referencia aquí
a imprudencia, impericia o negligencia sino a un proceder poco
prudente o diligente y que, además, no se menciona cómo se ha
comprobado esa conexión (relación de causalidad) entre ese
pretendido proceder poco prudente o diligente y la muerte de doña
B.. Más significativo es todavía lo expresado en la página 22 de
la sentencia al decir: “llegando al extremo de desentenderse de la
paciente con lo cual incrementó el riesgo de su muerte, que
POSIBLEMENTE no hubiera ocurrido de prestarse a la paciente la
atención que de él se demandaba profesionalmente”. Al decir aquí
que esa muerte posiblemente no hubiera ocurrido si no se
desatiende a la paciente, se está reconociendo que no se ha
comprobado plenamente, como exigen la Constitución de la República
y el Código Procesal Penal, la “necesaria relación de causalidad”
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entre la pretendida poca diligencia y el resultado muerte. Carente
igualmente de toda base probatoria es lo que se afirma en la
sentencia en cuanto a que “… al no atender los signos de la crisis
del postoperatorio y desentenderse de su paciente, lo que ocasionó
la muerte de la señora B. L. C. B.” Finalmente y por haberse
citado en el juicio en la sentencia la teoría de la imputación
objetiva, debemos referirnos a ella. Conforme Santiago Mir, la
teoría de la imputación objetiva exige: “a) la creación de un
riesgo jurídicamente desaprobado, b) que se realice en el
resultado. En los delitos que exigen la producción de un resultado
separado, siempre que falte la relación de causalidad con arreglo
a la teoría de la equivalencia de las condiciones, faltará la
imputación objetiva”. Ver Santiago Mir Puig, obra citada, páginas
231, número 46. Como el homicidio culposo exige, como hemos visto,
conforme nuestro Código Penal, un resultado separado (el resultado
muerte del sujeto pasivo del delito), al no haberse comprobado
plenamente la concurrencia de la relación de causalidad, no cabe
como lo expresa muy claramente Santiago Mir, la imputación
objetiva, o sea pues, que en esta clase de delitos si no hay o no
se comprueba plenamente la relación de causalidad no cabe la
imputación objetiva. Pero en todo caso para que procediera la
imputación objetiva debió de haberse demostrado plenamente que se
creó un riesgo jurídicamente desaprobado (no que se haya
incrementado un riesgo ya existente sino que se haya creado, y que
este riesgo sea además suficiente para producir el resultado) y
que ese riesgo, además, se haya realizado en el resultado o sea
que el resultado se haya producido a causa del riesgo creado. Como
dice Santiago Mir, “no toda causa del resultado supone la creación
de un riesgo cuantitativa y cualitativamente suficiente que se
realice en el resultado” (mismo lugar arriba citado). Si bien
Santiago Mir expresa que la relación de causalidad no se exige en
los delitos de comisión por omisión, conforme nuestro Código es
imprescindible en el domicilio culposo, como ya hemos visto, la
relación de causalidad. Podría decirse al respecto que lo que
nuestro Código Penal exige en el domicilio culposo es la relación
de causalidad y no la imputación objetiva que, en todo caso,
podría cumplir una función en nuestro Derecho Penal sin que, en
este caso, pueda suplantar a la relación de causalidad. Pero, sea
como sea, es obvio que no se ha comprobado tampoco, en el caso que
nos ocupa, la concurrencia de los requisitos de la imputación
objetiva. Y para comprobarlos era necesario comprobar previamente
la existencia de la relación de causalidad que es, puede decirse
un pre-requisito de la imputación objetiva. Un aspecto fundamental
que la acusación debió de probar y no lo hizo es el de que, si el
Dr. N. hubiera permanecido siempre al lado de la paciente, si
hubiera hecho constar la orden de que se llamara al Dr. M. y si
hubiera autorizado el traslado a la sala de cuidados intensivos,
la paciente no hubiera muerto; todo ello aparte de la necesidad de
probar que el Doctor N. actuó como médico tratante en el
postoperatorio y que estaba obligado legalmente a efectuar las
acciones cuya omisión se le atribuye. Como puede verse, pues, la
parte acusadora dejó de probar aspectos fundamentales para la
existencia del homicidio culposo y en razón de ello la sentencia
debió de ser absolutoria para el Dr. N.. Es de fundamental
importancia a este respecto, destacar que conforme los hechos
declarados probados en la sentencia, que como se sabe y establece
expresamente el Código Procesal Penal son intangibles, el Dr. N.
fue llamado para evaluar a la paciente (ver inciso Primero,
Segundo y Tercero de los Hechos Probados), no para tratar, manejar
o cuidar a la paciente. Evaluar, visto desde cualquier punto de
vista, quiere decir opinar y es parte de lo que, conforme la Ley
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Orgánica del Colegio Médico, se denomina interconsulta, la cual
debe llevarse a cabo anta la presencia y dirección del médico
tratante que dicha Ley califica como médico de cabecera, tal y
como ocurrió en la primera intervención del Dr. N. y no así en la
segunda por ausencia del Dr. M. (ver Ley Orgánica del Colegio
Médico de Honduras: artículos 49, 50, 62;68,71, 72 inciso C; 74,
77, 79; 85 y 102). Como médico consultor (que es el que sólo
evalúa y opina) el Dr. N. estaba obligado solamente a evaluar y
opinar, lo cual efectivamente hizo, pero sin estar legalmente
obligado hizo más que eso y a pesar de su agotadora jornada diaria
(consultas de 8 a 12 y de 2 a 6, visita de pacientes, etc.) hizo
cuanto pudo hacer dentro de su especialidad y después de sugerir
que se llamara al Dr. M. y se trasladara a la paciente a la sala
de cuidados intensivos, permaneció en el hospital a la espera de
que llegaran el Dr. M. y el intensivista para explicarles
personalmente sobre la situación porque ya él como internista no
podía hacer nada más. Según puede verse conforme todo lo expuesto,
al no haberse comprobado plenamente la concurrencia de todos los
elementos necesarios, conforme nuestro Código Penal, para que se
dé un homicidio culposo, no cabe duda de que, en el presente caso
se ha infringido por aplicación indebida el artículo 121 en
relación con los artículos 13, párrafo tercero, y 116 que
complementan el tipo penal de homicidio culposo, conforme nuestro
Código Penal, ya que sólo comprobando plenamente la concurrencia
de esos elementos se podía aplicar en el presente caso los
artículos que se consideran infringidos por aplicación indebida,
todo ello al margen de que en la sentencia se le atribuye el
incumplimiento de funciones que legalmente no le corresponden.
Pero debemos aclarar que no se trata de sólo un problema de
pruebas sino sobre todo de un problema de justicia. Quien creó un
riesgo típicamente relevante fue el Dr. M., quien debió asumir la
posición de garante es el Dr. M., quien debió de darle seguimiento
a la paciente durante las 24 horas que la lex artis establece como
período postoperatorio o convenir con los familiares su traslado a
la sala de cuidados intensivos es el Dr. M. (porque sólo él sabía
en qué condiciones se había convenido la intervención quirúrgica
de su paciente o el famoso “paquete” a que hacen referencia las
enfermeras) y quien debió estar presente para decidir si era
necesario o conveniente la reintervención quirúrgica era el Dr.
M.. Al Dr. N., en cambio, y tal como consta en los hechos probados
de la sentencia, le correspondía tan sólo la obligación de evaluar
a la paciente del Dr. M. y como médico consultor recomendar las
medidas que consideraba debía adoptarse. Y eso hizo. El decidir si
se aplicaban esas medidas correspondía al médico de cabecera que
era el Dr. M., de conformidad con lo que respecto a las
interconsultas establece la Ley Orgánica del Colegio Médico. A
pesar de que legalmente no estaba obligado a hacerlo, en vista de
la no presencia del Dr. M., el Dr. N. agotó todos lo recursos
médicos a su disposición y permanece en el hospital a la espera
del cirujano y/o del intensivista únicamente para externarles su
opinión, los que no se presentan por causas de ninguna manera
imputables al Dr. N. a quien, sin embargo, se condena injustamente
imputándole responsabilidades que legalmente no le correspondían.
El Dr. N. hizo mas bien más de lo que legalmente estaba obligado y
es por eso totalmente injusto que se le condene por una muerte que
no estuvo nunca en sus manos el poder evitar y que, según la
declaración del Dr. D. C. B., Consultor de la parte acusadora,
nadie hubiera podido evitar porque “nadie sobrevive a ese
sangrado” (ver Acta, conclusiones del “doctor D. B.”, folios S/N.
Durante las famosas cinco horas que según la sentencia del Dr. N.
abandonó a la fallecida señora C. B. (de 7:30 a 00:30), el Dr. N.
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no estaba obligado a permanecer en el hospital. El fue llamado
para evaluar a dicha señora, lo hizo así, dio sus recomendaciones
al propio Dr. M., médico de cabecera, quien como era su obligación
legal se encontraba presente, y él (él Dr. N.) se fue para su casa
a descansar después de cumplir su larga jornada diaria. El Dr. M.
quedaba en el hospital al momento de marcharse el Dr. N.. Cuando
fue nuevamente llamado a evaluar personalmente a dicha señora, el
Dr. N. se encontraba en su casa descansando, dio instrucciones por
teléfono mientras podía acudir personalmente y se presentó luego a
evaluarla, lo cual hizo en cuatro ocasiones (a las 00:30, 1:50,
2:30 y 3:50), dando las correspondientes recomendaciones, entre
ellas las de trasladar a la señora C. B. a la Sala de Cuidados
intensivos a llamar a los cirujanos. En la evaluación de las 3:50
no escribió ninguna orden porque a esa hora él había agotado los
recursos médicos a su disposición para salvar a la señora, no
obstante lo cual permaneció en el hospital a la espera del
intensivista o del cirujano para informarles personalmente de la
situación ya que ellos eran los únicos que podían practicar
algunas maniobras para intentar salvarle la vida. El Dr. N. no
estaba obligado a llamar al Dr. M. ni a vigilar que se le llamara.
Su obligación como especialista consultor era solamente la de
sugerir o recomendar que se le llamara, lo cual hizo
efectivamente. El podía, además, confiar en que se cumpliera su
recomendación, según el “principio de confianza” reconocido por el
propio Tribunal de Sentencia. Conforme las reglas internas del
Hospital del Valle y pudiera decirse de todos los hospitales,
especialmente los privados, los familiares de los pacientes debe
firmar una autorización para que éstos puedan ser llevados a la
sala de cuidados intensivos por dos razones: para garantizar el
pago de esos servicios que, como se sabe, son carísimos, y para
autorizar la práctica de procedimientos invasivos que generalmente
se requieren en esa situación. La autorización general y la letra
de cambio a que se refiere la acusación privada es para el
internamiento en el hospital y no comprende los cuidados
intensivos que requieren una autorización especial. La afirmación
de la acusación privada de que los familiares no se oponían al
traslado no es suficiente ya que ellos debían firmar una
autorización especial. Es, además, ilógico pensar que el Dr. N.,
una vez obtenida la autorización de los parientes, no iba a
ordenar inmediatamente el traslado si de él hubiera dependido tal
traslado. Es oportuno recordar que el Dr. y Abogado M. T. M., tal
y como consta en la grabación del juicio, pero no en el acta,
cerró sus conclusiones relatando lo ocurrido al Fiscal L. J.S.
quien al ser herido fue llevado al Hospital Bendaña, donde después
de la operación dijeron que no se le llevaba cuidados intensivos
moriría pero que para eso se necesitaba una autorización expresa y
que, como en ese momento no se encontraban los familiares, varios
compañeros y amigos del Fiscal, entre ellos según se dice el
Presidente de ese Tribunal de Sentencia, accedieron a poner su
firma, lo que constituye una prueba de que sin la firma de los
responsables un paciente no puede ser llevado a cuidados
intensivos. De todo lo anterior se deduce que no sólo no se probó
la concurrencia de los elementos de la tipificación legal del
delito de homicidio culposo por el que se condenó al imputado sino
que, en realidad no existió la infracción al deber de cuidado o de
la lex artis, como pretende el Tribunal de Sentencia, y menos aún
es de alguna manera cierto que a consecuencia de esa pretendida
infracción, el Dr. N. haya causado la muerte de la señora B. L. C.
B.. Nadie puede, por otra parte, asegurar que el intensivista
hubiera podido estabilizar y sacar de la crisis a la paciente o
que, a esas horas de la madrugada, hubiera sido posible
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comunicarse con el Dr. M., que éste iba a llegar inmediatamente y
que se hubiera podido reoperar con éxito a la paciente o si, como
dijo el Dr. D. C. B., consultor de la acusación privada, en sus
conclusiones, según consta en el acta correspondiente: “nadie
sobrevive a ese sangrado”, lo cual daría lugar, en todo caso, a la
aplicación de la doctrina, ampliamente aceptada en la actualidad,
del “comportamiento alternativo correcto” conforme el cual no
habrá delito culposo cuando el resultado causado por la conducta
culposa se hubiera producido igualmente con una conducta que no
fuera culposa. Ver R. S. L., obra citada, página 150. Obsérvese
que, según lo que pudiera deducirse de la sentencia, la señora B.
L. C. B. murió porque el Doctor N. no se cercioró de que se
llamara al cirujano Dr. M. o no lo llamó el mismo (no estaba
legalmente obligado a hacerlo ya que lo que él sugirió o recomendó
fue que se le llamara), no trasladó a la señora C. B. a la sala de
cuidados intensivos (tampoco estaba legalmente obligado a hacerlo)
y porque abandonó a la paciente en las horas críticas (él hizo
cuanto médicamente podía hacer para intentar salvarla). Aunque,
como hemos dicho, no se demostró que el Dr. N. haya incurrido en
negligencia o cualquier otra de las circunstancias mencionadas en
el párrafo tercero del artículo 13 del Código Penal, debe decirse
que no es suficiente la existencia de la negligencia, como se
demuestra con las siguientes citas: “Por eso, en la doctrina se ha
impuesto como dominante entre los defensores de la teoría del nexo
de la opinión de que ha de probársele al autor que el resultado no
se habría producido con una actuación conforme a lo ordenado. Así,
por ejemplo, dice Welzel: “Ha de comprobarse con una probabilidad
rayana en la seguridad que el resultado se ha producido a causa de
la lesión del cuidado; ¡en otro caso hay que absolver!”. Igual
opina Mezger que “hay que absolver aunque sólo exista la
posibilidad de que se hubiera originado el mismo resultado con una
conducta conforme al deber por parte del autor” Ver Claus Roxin,
problemas básicos del Derecho Penal, traducción Diego M. Luzón
Peña, Reus, S.A., Madrid 1976, página 160. “Sin embargo, los
numerosos intentos… se pueden reducir a una idea fundamental en
común, que se podría calificar de “teoría dominante”. Según ella,
la imputación presupone que entre infracción del deber y resultado
existe un determinado nexo, es decir, que la realización del tipo
se basa en la infracción del cuidado. Si el resultado se hubiera
producido aun con una conducta conforme al deber, faltará el
necesario nexo fundamentador de la responsabilidad y habrá que
absolver”. Ver Claus Roxin, obra citada, páginas 156. De acuerdo
con estas citas, para condenar al Dr. N. tendría que haberse
demostrado que si él no hubiera incurrido en los actos de
negligencia que equivocadamente se le imputan, la señora C. B. no
hubiera muerto, como dice Weizel “con una probabilidad rayana en
la seguridad” RECURSO DE CASACION POR INFRACCION DE LEY MOTIVO
UNICO. INFRACCIÓN, POR APLICACIÓN INDEBIDA, DEL ARTÍCULO 121, EN
RELACIÓN CON EL 13, PÁRRAFO TERCERO, Y CON EL 116, TODAS LAS
DISPOSICIONES CITADAS DEL CÓDIGO PENAL. Argumenta el recurrente,
que en la declaración de hechos probados, contenida en la
sentencia impugnada, no se encuentra acreditada que la conducta
del Doctor J. D. N. A., se encuentre comprendida en alguno de los
elementos que configuran un delito culposo, que de acuerdo al Art.
13 párrafo tercero del Código Penal, puede ser el resultado de a)
Imprudencia, b) Impericia, c) Negligencia, o d) inobservancia de
una ley, reglamento, ordenes, resoluciones o deberes, como para
atribuir al encausado la muerte de la señora B. L. C. B.. Asegura
el recurrente que los hechos probados tampoco establecen la
relación de causalidad entre la actuación del Doctor N. A. y la
muerte de la señora C. B., de manera que no se acreditó de manera
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indubitada que de no haberse dado su proceder o si él hubiera
actuado en otra forma, ella no hubiera fallecido. Reprocha la
fundamentación jurídica de la sentencia, pues el A Quo refiere que
la infracción de un deber de cuidado imputable a la acción u
omisión del Doctor J. D. N. A., (quien se asume quebrantó la lex
artis que se le imponía como obligación en relación a su
paciente), por considerar que no atendió los signos de la crisis
del postoperatorio y por desentenderla, lo que ocasionó la muerte
de la señora B. L. C. B., omisión que constituye el reproche de
antijuricidad al no brindarle los cuidados paliativos que como
médico especialista y tratante estaba obligado a proporcionar de
forma diligente. El recurrente centra su reproche en que la señora
B. L. C. B. no era paciente del Dr. N., sino más bien del Doctor
M., quien la trató antes y durante la intervención quirúrgica y
estaba obligado a seguirla tratando en el postoperatorio. Afirma
que la condición en que interviene el Dr. N. es la de especialista
consultor ya que, como en los hechos probados se menciona, fue
llamado para evaluar a la paciente del Doctor M., no para
tratarla. Tampoco estaba obligado a permanecer todo el tiempo al
cuidado de la paciente porque esa es obligación de los médicos
intensivistas, cualificación que arguye, no correspondía a la
condición en la que intervenía el Doctor N.. Argumenta que el
artículo 121 párrafo primero del Código Penal, donde se establece
que: “El autor de un homicidio culposo será castigado con tres (3)
a cinco (5) años”, es una ley penal incompleta o en blanco, ya que
contiene sólo en forma completa la sanción o consecuencia (“será
castigado con tres (3) a cinco (5) años”) y tiene incompleto el
precepto o presupuesto, ya que al decir sólo “el autor de un
homicidio culposo” no dice en qué consiste y por lo tanto obliga,
para llenar el blanco, la remisión a otros artículos, como el
párrafo tercero del artículo 13, que define los delitos culposos.
Aduce que tampoco con la remisión al artículo 13 se completa el
tipo penal de homicidio culposo, porque no dice en qué consiste el
homicidio culposo. Para completar el tipo penal hay que remitirse
también al artículo 116 del Código Penal que describe el delito de
homicidio al decir “Quien dé muerte a una persona”, que es un
requisito común a todos los tipos de homicidio. Por lo que el tipo
penal de homicidio culposo sería descrito como el comportamiento
de: Quien dé muerte a una persona (artículo 116) como resultado de
imprudencia, impericia o negligencia o como producto de la
inobservancia de una ley, un reglamento o de órdenes, resoluciones
o deberes (párrafo tercero del artículo 13), será castigado con
tres a cinco años de reclusión (artículo 121). Estima que no basta
con decir que se infringió la lex artis o el deber objetivo de
cuidado, como ocurre en la sentencia recurrida, sino que es
necesario precisar cuál es la lex artis o el deber de cuidado
infringido y, sobre todo, por qué se considera que han sido
infringidos. Refiere que para comprobar que se ha cometido un
homicidio culposo lo que debe comprobarse es que concurren los
elementos de su descripción legal que, tratándose de una ley penal
incompleta o en blanco son, como hemos dicho, los contenidos en
los artículos 116 y 13 párrafo tercero del Código Penal. Aduce que
en Honduras las teorías de infracción de la lex artis o del deber
objetivo de cuidado carecen de una firme base legal y lo que debe
comprobarse plenamente es la concurrencia de las circunstancias
que menciona expresamente el párrafo tercero del artículo 13
supracitado. Sostiene que para definir el delito culposo, debe
tomarse en cuenta lo dispuesto por el artículo 18 del Código
Civil, (que como regla de interpretación de la ley prevé que
“cuando el legislador definiere expresamente las palabras para
ciertas materias, se les dará en éstas su significación legal”),de
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tal manera que el valor jurídico de dicha teoría queda supeditado
al texto del artículo 13, párrafo tercero. Agrega que según el A
Quo, el homicidio culposo se habría cometido mediante una omisión,
por lo que se habla de delitos de comisión por omisión y la
existencia de éstos requiere de la concurrencia de varias
circunstancias que no se han comprobado. Cita al penalista español
Santiago Mir Puig, quien refiere que los requisitos de un delito
de comisión por omisión son: a) situación típica (o sea los
requisitos exigidos expresamente, en este caso, por el
correspondiente tipo penal); b) ausencia de la acción determinada
(la que debía realizarse); y c) capacidad de realizarla. Estos
tres requisitos son comunes para la omisión pura o propia como
para la comisión por omisión, pero en esta última (la comisión por
omisión) deben agregarse otros tres requisitos: 1) la posición de
garante; 2) la producción de un resultado; y 3) la posibilidad de
evitar ese resultado. Para probar (plenamente) la existencia del
delito de comisión por omisión que en este caso sería el homicidio
culposo, se necesita probar: 1) que se da la situación descrita
por el tipo penal; 2) que no se ejecutó la acción que debía
ejecutarse para evitar el resultado; 3) que el autor tenía la
capacidad necesaria para ejecutar esa acción; 4) que el autor
había asumido la posición de garante o sea la obligación de evitar
ese resultado; 5) la producción del resultado que debía evitarse;
y 6) la posibilidad que tenía el autor para evitarlo. Expone que
en el numeral 1) o sea la situación típica, queda comprendida la
obligación de comprobar, la concurrencia de imprudencia,
impericia, o negligencia o la inobservancia de una ley, un
reglamento o de órdenes, resoluciones o deberes y la relación de
causalidad que demuestre que el resultado se produjo debido a la
imprudencia, impericia, negligencia.., de tal manera de no ser por
cualquiera de esas circunstancias asume que el resultado no se
habría producido. Afirma que sólo si se comprueba plenamente, en
el juicio, la concurrencia de todos esos requisitos podría
condenarse al acusado Doctor J. D. N. A., por el delito de
homicidio culposo y que en caso contrario se estaría aplicando
indebidamente el artículo 121 del Código Penal. Refiere a que el
Código Penal nuestro no regula expresamente los problemas a que
pueda dar lugar esta clase de delitos, y que la forma más segura y
confiable para resolverlos es la de remitirse a las teorías y
doctrinas desarrolladas por la ciencia jurídico-penal. Aduce que
un elemento de trascendental importancia, exigido por el propio
texto legislativo, es la relación de causalidad, dispuesta en el
párrafo tercero del artículo 13 del Código Penal, que dispone: el
delito es culposo cuando es resultado de imprudencia, impericia,
negligencia, etc. Aprecia que la doctrina dominante exige, para la
imputación del resultado, que hubiese sido seguro o prácticamente
seguro (“probabilidad rayana en la seguridad”) que si la acción no
hubiese sido imprudente no se hubiera producido el resultado (in
dubio pro reo). Indica que referente a la relación de causalidad,
el recurrente encuentra en la sentencia, la siguiente: “y, en
conexión con este proceder poco prudente o diligente es que se da
la producción del resultado muerte de doña B. L. C.”. Refiere que
como el homicidio culposo exige un resultado separado (el
resultado muerte del sujeto pasivo del delito), al no haberse
comprobado plenamente la concurrencia de la relación de
causalidad, no cabe la imputación objetiva, o sea, que en esta
clase de delitos si no hay o no se comprueba plenamente la
relación de causalidad no cabe la imputación objetiva. Pero no se
ha comprobado tampoco, en el caso que nos ocupa, la concurrencia
de los requisitos de la imputación objetiva. Y para comprobarlos
era necesario acreditar previamente la existencia de la relación
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de causalidad que es, puede decirse un pre-requisito de la
imputación objetiva. Un aspecto fundamental que la acusación
debió de probar y no lo hizo es el de que, si el Dr. N. hubiera
permanecido siempre al lado de la paciente, si hubiera hecho
constar la orden de que se llamara al Dr. M. y si hubiera
autorizado el traslado a la sala de cuidados intensivos, la
paciente no hubiera muerto; todo ello aparte de la necesidad de
probar que el Doctor N. actuó como médico tratante en el
postoperatorio y que estaba obligado legalmente a efectuar las
acciones cuya omisión se le atribuye. El Código Procesal Penal
informa que los hechos declarados probados son intangibles. Los
hechos probados de la sentencia describen que el Dr. N. fue
llamado para que evaluara la paciente (ver inciso Primero, Segundo
y Tercero de los Hechos Probados), no para tratar, manejar o
cuidar a la paciente. Evaluar, visto desde cualquier punto de
vista, quiere decir opinar y es parte de lo que, conforme a la Ley
Orgánica del Colegio Médico, se denomina interconsulta, la cual
debe llevarse a cabo ante la presencia y dirección del médico
tratante que dicha Ley califica como médico de cabecera, tal y
como ocurrió en la primera intervención del Dr. N. y no así en la
segunda por ausencia del Dr. M. (ver Ley Orgánica del Colegio
Médico de Honduras: artículos 49, 50, 62;68,71, 72 inciso C; 74,
77, 79; 85 y 102). Como médico consultor (que es el que sólo
evalúa y opina) el Dr. N. estaba obligado solamente a evaluar y
opinar, lo cual efectivamente hizo, pero sin estar legalmente
obligado, hizo más que eso, a pesar de su agotadora jornada diaria
(consultas de 8 a 12 y de 2 a 6, visita de pacientes, etc.) hizo
cuanto pudo hacer dentro de su especialidad y después de sugerir
que se llamara al Dr. M. y se trasladara a la paciente a la sala
de cuidados intensivos, permaneció en el hospital a la espera de
que llegaran el Dr. M. y el intensivista para explicarles
personalmente sobre la situación porque ya él como internista no
podía hacer nada más. Concluye el recurrente que al no haberse
comprobado plenamente la concurrencia de todos los elementos
necesarios, conforme nuestro Código Penal, para que se dé un
homicidio culposo, no cabe duda de que, en el presente caso se ha
infringido por aplicación indebida el artículo 121 en relación con
los artículos 13, párrafo tercero, y 116 del Código Penal que
complementan el tipo penal de homicidio culposo,. Esta Sala de lo
Penal, considera pertinente recordar, que en los delitos culposos,
la acción típica no está determinada con precisión en la ley, en
tanto que ésta solamente refiere que el delito es culposo,
“..cuando es resultado de imprudencia, impericia o negligencia, o
cuando es producto de la inobservancia de una ley, de un
reglamento, órdenes, resoluciones o deberes, atendidas las
circunstancias y la situación personal del delincuente.”. De este
modo, corresponde al Juez fijar el contenido de la acción culposa
como intérprete del ordenamiento jurídico para los efectos de su
aplicación en el caso concreto,. En este sentido, los delitos
culposos son “tipos abiertos”. Ello no comporta una vulneración
del principio de legalidad, ya por la propia naturaleza de las
cosas no resulta posible describir con absoluta precisión en la
ley todos los comportamientos culposos que se puedan dar o
realizar. Lo que si resulta pertinente hacer, es encontrar un
punto de referencia con el que se pueda comparar la acción u
omisión atribuible al acusado, para determinar si ha sido
realizada culposamente. Este punto de referencia lo proporciona el
denominado “deber objetivo de cuidado”. El concepto de cuidado
objetivo es a la vez un concepto objetivo y subjetivo. Es objetivo
por cuanto interesa cuál es el cuidado requerido en el sector
profesional dentro del cual se juzga una conducta determinada.
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Ello comporta a la vez un juicio normativo que surge de la
comparación entre la conducta que hubiere seguido un hombre
razonable y prudente en la situación del autor y la observada por
el autor en la realidad. Dos son los elementos de este juicio
normativo, uno intelectual, según el cual es necesaria la
consideración de todas las consecuencias de la acción u omisión
que, conforme a un juicio razonable (“objetivo”) eran de
previsible producción (“previsibilidad objetiva”); y otro
valorativo, según el cual sólo es contraria al cuidado aquella
acción u omisión que queda por debajo de la medida adecuada
socialmente. Tales reglas de “cuidado” no siempre son fáciles de
precisar, de tal modo que es necesario recurrir a criterios
abstractos como “buen conductor”, “conductor experimentado”,
“hombre de inteligencia media”. Así por ejemplo, para precisar si
en un caso concreto un anestesiólogo ha violado el deber de
cuidado y ha producido la muerte del paciente, el analista debe
indagar como habría actuado un profesional en tal especialidad
técnica, en las mismas condiciones en las que lo hizo el autor. En
algunas ocasiones, las reglas de cuidado que deben observarse
vienen descritos en normas jurídicas de rango legal o
reglamentario, como las reguladoras del tráfico terrestre (Ley y
Reglamento de Tránsito), marítimo, aéreo, los vigentes en ámbitos
de trabajo o encargadas de regular la buena marcha de fuentes de
riesgo (plantas de energía, reactores), etc.., de las que no
necesariamente se pueden derivar infracciones del deber de
cuidado, como sucede con el conductor experto que conduce con la
licencia vencida, o el chofer, que para no atropellar a una
persona que yace herida sobre la vía, irrumpe en el carril
contrario y logra así salvarle la vida al lesionado al actuar,
justamente, con el cuidado debido. Otras veces, para concretizar
las reglas de cuidado hay que recurrir a reglas de experiencia en
el ejercicio de determinadas profesiones (la llamada “lex artis”):
médico, ingeniero, arquitecto. Por otro lado, cabe señalar, que en
la doctrina científica se han elaborado una serie de criterios
destinados a precisar el concepto de culpa con relevancia penal,
uno de ellos es el principio de confianza, que permite, en las
actividades peligrosas en las que participan varias personas,
esperar que también los demás actúen con la diligencia debida. Así
por ejemplo, en el sector del tráfico automovilístico, el
conductor que tiene preferencia, situado en un cruce de calles,
puede confiar en que los otros conductores respeten esa
preferencia, igualmente sucede en los trabajos realizados en
equipo, por ejemplo, una intervención quirúrgica, en los que cada
uno de los integrantes del equipo pueden confiar en que los demás
colegas realizarán la parte del trabajo que les corresponde con la
debida diligencia. Los criterios antes expuestos, valoran, por
tanto, la conducta desde el punto de vista de un observador
imparcial situado en la situación y circunstancias del sujeto que
la realice. Pero también en la culpa concurre un elemento
subjetivo que atiende a la capacidad individual, al nivel de
conocimientos, previsibilidad y experiencia del sujeto. Así, por
ejemplo, en una misma situación, el saber especial de un
individuo, sus deberes profesionales, etc…, pueden servir de base
para valorar su conducta como culposa, mientras que la misma
conducta realizada por una persona sin esos conocimientos
específicos puede ser correcta. Así por ejemplo, el médico que
conoce la debilidad constitucional del paciente debe actuar más
cuidadosamente que el que no la conoce, su imprudencia, respecto a
prescripción de un medicamento contraindicado es mayor. También el
rol que desempeña el sujeto puede ser determinante para la
exigencia de un mayor deber de diligencia. En este sentido se
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puede hablar de un “doble baremo”, en cuanto que primero hay que
establecer un baremo generalizador u objetivo de lo que se
considera imprudente e individualizarlo después con arreglo a las
circunstancias del caso concreto y a los conocimientos y
capacidades especiales del sujeto que interviene en ese caso. Por
ello no puede juzgarse de la misma manera al conductor
profesional, inscrito en el campeonato mundial de carreras de
autos de la llamada Fórmula I, que al ciudadano común cuando guía
su vehículo camino a casa si ambos desencadenan, verbigracia, un
resultado de muerte a título de culpa; o al practicante de
medicina que realiza una complicada operación, si se le comparara
con el profesional de amplia trayectoria. Las acciones imprudentes
sólo pueden ser castigadas, por imperativo del principio de
intervención mínima del Derecho Penal, en la medida que en que
producen determinados resultados. El desvalor de la acción (la
acción imprudente) no es por sí, suficiente para determinar una
sanción penal, sino que es preciso, además, que se conecte con el
desvalor del resultado, es decir, con la producción de un
resultado prohibido. Es por ello que en los delitos culposos de
resultado lesivo debe mediar entre la acción imprudente y el
resultado lesivo, en primer lugar, una relación de causalidad, es
decir, una conexión que permita imputar ya en el plano meramente
causal ese resultado concreto que se ha producido al autor de la
acción u omisión imprudente realizada. Explicado lo concerniente a
la estructura del tipo culposo, resulta importante señalar que a
través del recurso de casación por infracción de ley sólo puede
intentarse una revaloración jurídica del material fáctico descrito
en la sentencia, contenido en la formulación de hechos probados
realizada por el Tribunal de Instancia. A diferencia del
tradicional recurso de apelación, propio del sistema inquisitivo,
que provoca un nuevo examen del caso por parte del Tribunal
revisor, tanto bajo el aspecto fáctico como jurídico, el de
casación por infracción de ley únicamente admite la posibilidad de
que el Tribunal de Casación realice un nuevo examen del objeto
procesal bajo el segundo aspecto, o sea una revisión jurídica de
los hechos declarados probados. A la Sala de lo Penal tratándose
del motivo invocado por el recurrente, sólo le corresponde actuar
como contralor de la aplicación de la ley sustantiva por el
Tribunal de Sentencia. Su misión se limita a la revisión del
juicio de derecho contenido en la sentencia. Todo lo que se
refiera a la determinación del hecho queda fuera de su ámbito
competencial. Por eso se dice con razón que el Tribunal de
Casación al conocer de las alegaciones de infracción de ley no es
un Tribunal de segundo grado con potestad para examinar ex novo la
causa y corregir todos los errores de hecho, que pueda cometer el
sentenciador, sino que es un supremo guardián del derecho
sustantivo, para evitar la inobservancia o errónea aplicación de
la ley sustantiva. El recurso de casación por infracción de ley
tiene por finalidad la revisión por parte de esta Sala de la
interpretación que de la ley hagan los Tribunales de Sentencia
definiendo o valorando jurídicamente los hechos establecidos en la
sentencia y poniéndolos en relación con la norma de derecho que
rige el caso dentro del campo de la consideración puramente
jurídica. Esa tarea de contralor jurídico asignada al Tribunal de
Casación supone el respeto a los hechos fijados en la sentencia
(vid. Art. 360 párrafo primero del Código Procesal Penal). Al
Tribunal de Casación le está vedado penetrar por ese cauce
procesal a la reconstrucción histórica del suceso al cual la norma
de derecho es aplicada. En este sentido, la jurisprudencia ha
sentado de manera reiterada como presupuesto de la casación por
infracción de ley, el principio de intangibilidad de los hechos
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fijados por la sentencia recurrida, estableciendo que el recurso
de casación fundado en ese motivo, solo procede para corregir el
Derecho, de suerte que las cuestiones de hecho escapan al control
jurisdiccional del Tribunal de Casación. De este modo, la regla de
la indiscutibilidad de los hechos fijados por la sentencia y la
finalidad de la casación, aparecen congruentes entre sí y se
complementan mutuamente. Dicho esto, y retomando el análisis de
los argumentos expuestos por el recurrente, éste sostiene que en
los hechos probados declarados como tales por el Tribunal de
Sentencia no se recogen los elementos precisos para encuadrar el
proceder del acusado en el precepto penal contentivo del tipo
penal de homicilio culposo (arts. 121 y 13 párrafo tercero del
Código Penal), faltando la necesaria constatación del nexo causal
entre ese proceder y el resultado. Explicado lo anterior, esta
Sala constata que en la exposición de su motivo, el recurrente se
basa en una interpretación literal del “factum” o relación de
hechos probados de la sentencia, señalando que en esta no se
expresa que el encartado haya actuado con imprudencia, impericia o
negligencia, ni tampoco explica cual es el nexo causal entre el
comportamiento del imputado y la muerte de la señora B. L. C. B.
(vid. Pág. 2, párrafos tercero y cuarto del escrito de
interposición). Frente al primero de los alegatos expuestos cabe
señalar que al Tribunal de Sentencia le está vedado el empleo de
expresiones o frases que comporten una predeterminación del fallo,
de ahí que la afirmación tajante de que el encartado actuó con
imprudencia, impericia o negligencia en el caso concreto, inserta
en la declaración de hechos probados, hubiera dado lugar a un
vicio de la sentencia, al tenor de lo previsto en el artículo 338
del Código Procesal donde se establece “que en párrafos separados
y numerados, se hará declaración expresa de los hechos que se
consideran probados, descritos con claridad, precisión y
coherencia, sin emplear conceptos que, por su exclusivo carácter
jurídico, predeterminen el fallo que haya de dictarse”. Un
análisis exhaustivo del “factum” de la sentencia impugnada revela,
que en ella se hace relación de la asistencia que a eso de las
19:30 del día primero de agosto de 2005, el ahora imputado en su
condición de médico internista tratante llevara a cabo en el
proceso postoperatorio de la entonces paciente B. L. C. B.,
narrando que previa evaluación, el Doctor J. D. N. A. ordenó la
administración de suero Hartman, la práctica de un control de la
presión arterial, el suministro de antibióticos intravenosos, así
como también la práctica de exámenes de laboratorio. Que a eso de
las diez de la noche del día antes citado fue llamado a su casa de
habitación para que acudiera al Hospital, y que no fue sino hasta
la medianoche que atendió tal solicitud, observando a eso de las
doce y media de la noche una baja de la presión arterial y una
pérdida de volumen sanguíneo por lo que ordenó trasfundir dos
unidadades de sangre a la señora C. B.. Posteriormente, a la una y
cincuenta de la madrugada del día dos de agosto de 2005 y al
observar un sangrado abundante, el Doctor N. A. ordena el traslado
de la paciente a la unidad de cuidados intermedios, y consciente
de la gravedad de las complicaciones presentadas hace constar ese
dato en el expediente clínico y sugiere avisar al cirujano para
exploración quirúrgica de emergencia, sin embargo tal observación
no la trasladó a las órdenes médicas y se conformó con ordenar la
transfusión de dos unidadades adicionales de sangre, suero
Hartman, la aplicación de dopamina y la práctica de nuevos
exámenes de laboratorio. En la cronología de los acontecimientos
narrados en la declaración de hechos probados, se afirma que
posteriormente, esto es, a eso de las dos y media de la madrugada
del día dos de agosto de 2005, el Doctor N. A. encuentra a la
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paciente en estado de choque, sin mejoría de la presión arterial
con signos que sugieren una disminución de óxigeno a nivel de
piel, estableciéndose en el expediente clínico que el ahora
imputado considera que debe llamarse al Doctor M. M., sin
asegurarse personalmente que tal orden se cumpliese, y que pese a
las circunstancias críticas en que se encontraba la paciente, el
acusado abandonó el hospital en una fase de condiciones delicadas
para la estabilización y recuperación de la señora C. B.. El
Tribunal de Sentencia continúa expresando en su declaración de
hechos probados, que en circunstancias de falta de cuidado del
ahora acusado, a eso de las cuatro de la madrugada del día cinco
de agosto, las enfermeras del hospital se comunican
telefónicamente con aquel, informándole por medio de la señora M.
P. C., hija de la paciente, sobre el estado agónico de ésta
última, respondiendo que inmediatamente salía para el centro
hospitalario, pero no fue así, ya que hizo acto de presencia hasta
las seis de la mañana cuando la paciente ya había fallecido y por
ende resultando infructuosas las maniobras de resucitación
practicadas por el imputado, concluyendo en el factum que la
señora B. L. C. B., falleció en presencia de su hija y dos
enfermeras del Hospital donde se encontraba interna, a
consecuencia de una hemorragia interna, consistente en sangre
acumulada en la cavidad abdominal. Del relato de hechos probados
sintetizados anteriormente, se desprende que las atenciones priM.s
que requería la paciente, efectivamente fueron prestadas por el
Doctor N. A., no como un mero consultor, sino como un médico
tratante pues tomó control de la situación, al evaluar la paciente
B. L. C. B. y ordenar algunas medidas terapeúticas frente al
cuadro clínico que presentaba, pero también se constata en que
dicho relato que ante el agravamiento progresivo de aquella
dispone que se llame al médico oncólogo responsable de la
operación quirúrgica precedente, pero sin asegurarse que tal
comunicación se hiciera de manera efectiva, como era de esperarse
ante una situación como la antes descrita, añadiendo a una
evidente negligencia de su parte, un plus de antijuricidad como lo
constituye el abandono de la paciente en las circuntancias antes
apuntadas y su retorno al centro hospitalario de manera tardía,
esto es, cuando la paciente ya había fallecido. Esta Sala no
desconoce que son múltiples las actividades humanas creadoras de
riesgos, pero indudablemente el ejercicio de la Medicina, en
cuanto incide directamente sobre la salud y la vida de las
personas, a merced del acierto o desatino de sus profesionales,
conlleva un plus especial de exposición y contingente
peligrosidad; de ahí que la atención, pericia y reflexión han de
prodigarse en dosis mayores que en otros sectores. De esta manera,
del factum de la sentencia se subsume y desde la posición de un
espectador objetivo e imparcial, que el procesado J. D. N. A., un
Profesional de la Medicina, con un alto nivel de conocimientos
especializados en su condición de Médico Internista, incurrió en
negligencia profesional al omitir actos de elemental observancia
como lo es, la comunicación con el cirujano responsable de la
operación quirúrgica previa, para hacerle frente al agravamiento
progresivo de la paciente en el postoperatorio, lo que en una
relación causa efecto se tradujo en la muerte de la señora C. B.,
configurándose así la comisión del delito de homicidio culposo,
tipificado en el artículo 123 en relación con el artículo 13
párrafo tercero del Código Penal. De ahí que en atención a las consideraciones antes expuestas, el motivo de casación que por
infracción de ley ha desarrollado el casacionista, debe ser
desestimado. “CASACION POR INFRACCION DE PRECEPTOS
CONSTITUCIONALES PRIMER MOTIVO. Infracción por violación al
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artículo 82 de la Constitución de la República. PRECEPTO
AUTORIZANTE. El presente motivo se encuentra comprendido en el
artículo 361 del Código Procesal Penal. EXPLICACIÓN DEL MOTIVO El
artículo 82 de la Constitución de la República, que se considera
violado, establece en su primer párrafo: “El derecho de defensa es
inviolable”. En el proceso en que se condenó al señor J. D. N. A.
se violentó el derecho de defensa, término éste muy amplio, que
tiene muchísimos aspectos y no se limita únicamente a la
asistencia técnica que implica la defensa formal en el proceso,
contenida en los artículos 14 y 15 del Código Procesal Penal. La
esencia del aludido derecho consiste en la facultad del encartado
en un proceso penal, de poder desvanecer por todos los medios a su
alcance la imputación del delito que se le hace; lógicamente, este
desvanecimiento se realiza a través de la persona del defensor,
que conforme el artículo inciso “d” de la CONVENCION AMERICANA
SOBRE DERECHOS HUMANOS debe ser elegido libremente por el
inculpado, y no sólo elegido libremente sino que comprende
también, como establece el PACTO INTERNACIONAL DE DERECHOS CIVILES
Y POLITICOS en su artículo 3 inciso b, el derecho “A disponer del
tiempo y de los medios adecuados para la preparación de su defensa
y a comunicarse con un defensor de su elección”. En el juicio oral
en el que se condenó al señor J. D. N., El Ministerio Publio a
través de la abogada A. M. solicitó la suspensión del debate en
vista de los acontecimientos ocurridos al abogado L. J. S. y bajo
la premisa de que no conoce lo que ha ocurrido durante las
audiencias que se han estado celebrando, solicitando asimismo que
se le conceda un término prudencial para poderse preparar. Léase
detenidamente del Tribunal: “después de haber deliberado el
Tribunal de Sentencia Resuelve: Que ha sido muy responsable la
petición de la Fiscal, desean empaparse de lo que ha pasado para
ejercer la representación de la sociedad, igualmente no ha habido
oposición por las partes defensoras y se convoca para el día……”.-
Ahora bien, Honorable Tribunal, el día y hora reprogramado para la
continuación del juicio oral y publico, el Abogado M. T. M.
presentó su renuncia como defensor del Doctor N. en vista de
algunas cuestiones inherentes a la propia defensa, aspectos de
confidencialidad según su propia expresión, ratificado por la
misma expresión a viva voz del imputado J. D. N. quien manifiesta
que lo que ha pasado es que realmente se ha sentido indefenso,
siente que su defensa no ha cumplido con las obligaciones
necesarias, exponiendo que no siente que se le esté defendiendo en
forma correcta.- El Tribunal de Sentencia después de deliberar,
POR MAYORIA (hay un voto disidente del abogado Adán Guillermo
López y dos votos están mayoritariamente a favor de reconocerle el
derecho al imputado J. D. N. A., por las manifestaciones que él ha
expresado de que se siente indefenso) decidió concederle como
plazo razonable la mañana de ese mismo día para que nombre un
nuevo defensor, se reanudará la sesión a las dos de la tarde, para
tomar los testigos que ya están propuestos. Resulta ser que el
Doctor J. D. N. A. solicitó y se le concedió el uso de la palabra
para manifestar: “que no sabe si ese tiempo que le dan para las
dos de la tarde es suficiente para poder tener un nuevo apoderado”
y luego manifiesta: “Que ha estado en pláticas con el Bufete S. L.
en Tegucigalpa, pero ellos están analizando su caso y todavía no
han dicho nada, que él no sabe nada de leyes se comunicó por
teléfono y no tiene ningún datos más” SORPRESIVAMENTE el Tribunal
de Sentencia, “después de haber escuchado a las partes RESUELVE:
la decisión del tribunal por unanimidad es aceptar la reposición
planteada por el señor acusador privado y continuar con la defensa
que va a seguir ejerciendo y se va a continuar con el desarrollo
del juicio, por lo tanto repone el fallo que inicialmente se había
CASACION PENAL No.S.P.270=2009
dado, quedan notificadas ambas partes procesales sin perjuicio de
que el imputado pueda nombrar cualquier defensor que venga a
apoyar a los abogados”. Acto seguido, el imputado J. D. N. A.,
volvió a solicitar la palabra y manifestó: “QUE LO UNICO QUE LE
QUEDA ES REVOCAR EL PODER A SUS DEFENSORES PARA PODER BUSCAR UN
DEFENSOR PRIVADO”.- Nuevamente el Tribunal de Sentencia manifiesta
QUE LA DECISION YA ESTA TOMADA, NO SE ACEPTA LA REVOCACION DEL
PODER POR LAS MANIFESTACIONES Y TARDANZAS Y FALTA DE LEALTAD DEL
IMPUTADO, para luego volver a manifestar el imputado J. D. N. “que
lo considera una injusticia, que tiene derecho a una legitima
defensa, siente que no pueden obligarle que alguien lo defienda,
cuando no quiere que lo defienda, que es su derecho”. Por todo lo
antes expuesto, somos del criterio que al imputado J. D. N. A. no
se le permitió elegir a un defensor de su confianza ni disponer
del tiempo y los medios adecuados para preparar su defensa, ya que
ante la renuncia interpuesta por su Abogado M. T. M. misma que fue
aceptada por mayoría de votos para posteriormente ser revocada, de
que se tuviera por revocado el poder con que actuaba su mencionado
apoderado legal por haber perdido la confianza en él y que en
consecuencia, se le otorgara el plazo necesario para nombrar un
nuevo defensor, el Tribunal de Sentencia resolvió, en flagrante
violación al derecho de defensa que debía respetar: “Continuar con
la defensa que va a seguir ejerciendo y se va a continuar con el
desarrollo del juicio…”, para luego reafirmar a violación al
derecho de defensa al expresar. “El Tribunal manifiesta que la
decisión ya esta tomada, no se acepta la revocación del poder…”
Ver acta de juicio oral, folio sin número. Como se aprecia, el
señor J. D. N. solicitó se le concediera un término prudencial
para nombrar un defensor privado de su elección, pero esto se le
negó, imponiéndole el Tribunal el continuar con un defensor que no
era de su confianza, sin concederle tampoco el tiempo y medios
necesarios para preparar su defensa, conculcándose un derecho que
conforme la Constitución de la República es INVIOLABLE y según el
Código Procesal Penal es, además, IRRENUNCIABLE (tercer párrafo
del artículo 15 de Código Procesal Penal). Consideramos de suma
importancia que la Honorable Corte conozca las razones por las
cuales el imputado, Doctor J. D. N. A., pretendió revocar el poder
a su defensor, Abogado M. T. M., y pidió que se le concediera el
tiempo necesario para nombrar un nuevo defensor y preparar
adecuadamente su defensa. Inicialmente el Dr. N. fue citado para
que compareciera a la Fiscalía no como sospechoso sino como
testigo; por esa razón atendió la cita con toda tranquilidad y sin
ningún Abogado que lo acompañara porque sabía que él había hecho
lo que le correspondía. Distinto fue el caso del Dr. M. M. quien
compareció acompañado del Médico y Abogado M. T. M. que funge como
Patólogo y Asesor Legal del Hospital del Valle. Después, cuando la
Fiscalía lo incluyó en el requerimiento fiscal, el Dr. N. acepta
el ofrecimiento del Hospital del Valle de poner a su disposición
los servicios legales del Médico y Abogado M. T. M.. Como el Dr.
N. estaba seguro de su inocencia, no vio ningún inconveniente en
aceptar dicho ofrecimiento. Durante el transcurso del juicio pudo
apreciar algunas inconsistencias de su defensa, pero como él no es
profesional del Derecho y confiaba, además, en que no habría
problemas para comprobar su inocencia, no le dio importancia a
esos detalles, hasta que unos amigos de la familia, profesionales
del Derecho, le advirtieron que tal y como iba el juicio podían
absolver al Dr. M. y condenarlo a él y le recomendaron que
cambiara de defensor, haciéndole ver algunas inconsistencias que
se habían dado en el juicio. Fue entonces cuando el Dr. N. decidió
consultarnos. Enterados del caso pudimos apreciar sin mucha
dificultad un evidente conflicto de intereses de parte del médico
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y Abogado M. T. M. pues éste había intervenido como patólogo del
hospital en el caso, emitiendo un dictamen sobre la causa de la
muerte de la paciente, que ya en juicio se negó a ratificar dando
lugar a un enfrentamiento con el Tribunal; además, como Asesor
Legal del Hospital del Valle y compañero de trabajo del Dr. M.
mostró en el transcurso del juicio un interés particular por
defender su propio dictamen y por defender y no perjudicar ni al
hospital ni al Dr. M. aunque con ello, consciente o
inconscientemente, perjudicara la causa de su defendido, el Dr.
N.. Esto dio lugar a que se descuidara en el juicio aspectos muy
importantes de la defensa del Dr. N. que sólo podían aclararse
enfrentando al Dr. M., como el de la condición de Especialista
Consultor en que interviene el Dr. N. o el hecho muy importante de
que, en el momento de marcharse del hospital el Dr. M. (cirujano
oncólogo) conocía perfectamente el estado crítico en que se
encontraba su paciente, así como si era cierto que él había
delegado en el Dr. N. el cuidado postoperatorio de su paciente y
si el Dr. N. había sido informado de dicha delegación y había
aceptado la misma. Personalmente le preguntamos al Dr. M. T. M. si
enfrentaría él al Dr. M. en el caso de ser necesario para defender
la causa del Dr. N. y muy sinceramente nos dijo que no y que de
ser así prefería renunciar antes que hacerlo; este conflicto de
intereses afectaba seriamente al Dr. N., por lo que se vio forzado
a continuar con una defensa a la que le había perdido confianza. A
todo esto hay que agregar que la parte acusadora, principalmente
la privada, concentró sus ataques contra el Dr. N. porque el Dr.
M. era médico de la familia de la señora fallecida de la señora
fallecida y como médico amigo no había cobrado honorarios por la
intervención quirúrgica y por esa razón no se debatió en el juicio
aspectos muy importantes como el de si la operación era realmente
necesaria o por qué no se tuvo la opinión de un oncólogo clínico y
si era cierto que la operación había sido exitosa y por qué había
abandonado el hospital sabiendo las complicaciones que sufría su
paciente y por qué sabiéndolo no se había comunicado siquiera con
el hospital para saber cómo evolucionaba. Este conflicto de
intereses era tan obvio que es inexplicable que el Tribunal no
haya reparado en el mismo y aplicado en consecuencia lo
establecido en el numeral 10 del artículo 312 del Código Procesal
Penal. Añádase a esto que según reportes de prensa, el Presidente
del Tribunal había declarado que ése iba a ser “un juicio
histórico”, lo que bien podría interpretarse en el sentido de que
ese caso no iba a quedar impune y como la acusación no se había
empeñado en el caso del Dr. M., la consecuencia lógica tenía que
ser que el Dr. N. sería el condenado, todo lo cual da lugar a lo
que bien pudiera llamarse, una crónica de una condena anunciada.
Consideramos, de acuerdo con todo lo expuesto que el Dr. N. no
contó con una defensa adecuada y que la sentencia condenatoria
dictada en su contra es, precisamente, consecuencia de esa
flagrante violación a lo establecido en el artículo 82 de la
Constitución de la República.” RECURSO DE CASACION POR INFRACCIÓN
DE PRECEPTO CONSTITUCIONAL, FUNDADO EN LA INFRACCION DEL ARTÍCULO
82 DE LA CONSTITUCIÓN DE LA REPÚBLICA, REFERENTE AL DERECHO DE
DEFENSA. Argumenta el recurrente que en el proceso que condujo a
la condena del señor J. D. N. A. se vulneró el derecho de defensa,
contemplado en el Artículo 82 de la Constitución de la República,
Artículos 14 y 15 del Código Procesal Penal, Artículo 8, inciso
“d” de la CONVENCION AMERICANA SOBRE DERECHOS HUMANOS referente a
que “el defensor debe ser elegido libremente por el inculpado”, y
el PACTO INTERNACIONAL DE DERECHOS CIVILES Y POLITICOS, Artículo
3, inciso b, sobre “el derecho a disponer del tiempo y de los
medios adecuados para la preparación de su defensa y a comunicarse
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con un defensor de su elección”. Refiere que la Fiscal A. M.,
solicitó al Tribunal la suspensión del debate debido a los
acontecimientos ocurridos al Fiscal del Juicio L. J. S., para
poderse preparar, a lo que el Juzgador resuelve suspendiendo la
audiencia de debate y convocando a las partes para una nueva
audiencia. Una vez reiniciada la audiencia de juicio el Abogado M.
T. M., defensor del acusado J. D. N. A., pide la palabra y
renuncia al poder conferido aludiendo a cuestiones inherentes a la
defensa, que estima confidenciales. Congruente con la renuncia al
poder conferido, el imputado J. D. N., en uso de la palabra
manifiesta sentirse indefenso, debido a que estima que su abogado
no ha cumplido con sus obligaciones. El Tribunal decide conceder
al acusado como plazo razonable, la mañana de ese mismo día, a
efecto de que nombre a un nuevo defensor, y manda se reanude el
juicio, a las dos de la tarde. El Doctor J. D. N. A., manifestó
“que no sabe si ese tiempo que le dan para las dos de la tarde es
suficiente…”. Ante lo cual el Tribunal resuelve aceptar la
reposición presentada por el Abogado de la parte acusadora
privada, y manda al Abogado continuar con la defensa del acusado y
seguir con el desarrollo del juicio, con lo que repone el fallo
anterior, sin perjuicio de que el imputado pueda nombrar cualquier
otro defensor en apoyo de su Abogado. El imputado J. D. N. A., en
uso de la palabra revoca el poder a sus defensores para poder
buscar un defensor privado, pero el tribunal indica que no acepta
la revocatoria del poder, en atención a las manifestaciones,
tardanza y falta de lealtad del imputado. El imputado J. D. N.
refiere que “considera una injusticia, que tiene derecho a una
legitima defensa, siente que no pueden obligarle que alguien lo
defienda, cuando no quiere que lo defienda, que es su derecho”.
Por lo expuesto asegura el recurrente que al imputado J. D. N. A.
no se le permitió elegir a un defensor de su confianza, ni
disponer del tiempo y los medios adecuados para preparar su
defensa. Alude el recurrente que se ha violentado el derecho de
defensa del acusado al haberse puesto de manifiesto en juicio la
pérdida de confianza del acusado en su Abogado Defensor y no
obstante ello haber ordenado el tribunal continuar con la defensa
y con el desarrollo del juicio. El acusado J. D. N. solicitó se le
concediera un término prudencial para nombrar un defensor privado
de su elección, pero le fue negado, imponiéndole el Tribunal el
continuar con un defensor a pesar de haberle perdido la confianza,
no le concedió tiempo y medios necesarios para preparar su
defensa, lo que conculca la Constitución de la República, que
manda que el derecho de Defensa es INVIOLABLE y según el Código
Procesal Penal es, además, IRRENUNCIABLE (tercer párrafo del
artículo 15 de Código Procesal Penal). Alude a que las razones que
motivaron la revocatoria del poder al Abogado M. T. M., se origina
a consecuencia de que durante el juicio observa algunas
inconsistencias de su defensa, y el conflicto de intereses del
Médico y Abogado M. T. M., que había intervenido como patólogo del
Hospital del Valle, emitiendo un dictamen sobre la causa de la
muerte de la paciente, que se negó a ratificar en juicio, su
condición de Asesor Legal del Hospital del Valle y compañero de
trabajo del Dr. M.. Refiere el recurrente que el Doctor y Abogado
M. T. M., mostró en el juicio un interés particular por defender
su propio dictamen y por defender y no perjudicar, ni al hospital,
ni al Dr. M., aunque con ello, consciente o inconscientemente,
perjudicara la causa de su defendido, el Dr. N., lo que dio lugar
a que se descuidara en el juicio aspectos muy importantes de la
defensa del Dr. N., que sólo podían aclararse enfrentando al Dr.
M., cirujano oncólogo, para corroborar que este efectivamente
conocía el estado crítico de su paciente, si había delegado o no
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en el Dr. N. el cuidado postoperatorio, si el Dr. N. había sido
informado de dicha delegación y si la había aceptado. Aseguran los
recurrentes haber preguntado al Dr. M. T. M., si enfrentaría al
Dr. M., de ser necesario para defender la causa del Dr. N., y les
dijo sinceramente que no, y que de ser así prefería renunciar
antes que hacerlo. Conflicto de intereses que afectaba seriamente
al Dr. N., a pesar del cual se vio forzado a continuar con la
defensa a la que le había perdido confianza. Agregado al hecho que
la parte acusadora, principalmente la privada, concentró sus
ataques contra el Dr. N., porque el Dr. M. era médico de la
familia de la señora fallecida, quien como amigo no había cobrado
honorarios por la intervención quirúrgica, por lo que asegura no
se debatió en el juicio, aspectos muy importantes, como que si la
operación era realmente necesaria, porqué no se tuvo la opinión de
un oncólogo clínico, si era cierto que la operación había sido
exitosa, porqué había abandonado el hospital sabiendo las
complicaciones que sufría su paciente, y porqué sabiéndolo no se
había comunicado siquiera con el hospital para saber cómo
evolucionaba. Manifiesta que es inexplicable que el Tribunal no
haya reparado en el obvio conflicto de intereses y dejado de
aplicar lo establecido en el numeral 10, artículo 312 del Código
Procesal Penal. Agrega que según reportes de prensa, el Presidente
del Tribunal había declarado que ése iba a ser “un juicio
histórico”, lo que bien podría interpretarse en el sentido de que
ese caso no iba a quedar impune y como la acusación no se había
empeñado en el caso del Dr. M., la consecuencia lógica tenía que
ser que el Dr. N. sería el condenado. Concluye que por lo expuesto
el Dr. N. no contó con una defensa adecuada y que la sentencia
condenatoria dictada en su contra es, precisamente, consecuencia
de esa flagrante violación a lo establecido en el artículo 82 de
la Constitución de la República. Esta Sala de lo Penal, no
desconoce que una de las vertientes principales del derecho a la
defensa, que reconocen tanto los instrumentos jurídicos
internacionales de derechos humanos ratificados por el Estado de
Honduras como el ordenamiento jurídico interno, es precisamente el
que le asiste al acusado para elegir un Defensor de su elección.
La confianza que al procesado le inspiren las condiciones
profesionales y humanas de su Abogado ocupa un lugar destacado en
el ejercicio del derecho de asistencia técnica cuando se trata de
la defensa de un acusado en un proceso penal, por ello debe
entenderse que la libre designación de éste viene integrada en el
ámbito protector del derecho fundamental consagrado en el artículo
82 párrafo primero de la Constitución de la República. Sin
embargo, la necesidad de contar con la confianza del acusado no
permite a éste disponer a su arbitrio del desarrollo del proceso
ni elegir, sin restricción alguna, cuándo se retira o se mantiene
la misma, puesto que el ejercicio de la asistencia técnica entra
en ocasiones en tensión o conflicto con los intereses protegidos
por el derecho a un proceso sin dilaciones indebidas, que de
manera implícita se recoge en la garantía genérica del debido
proceso, prevista por el artículo 90 párrafo primero de nuestro
Texto Fundamental. De esta forma es posible imponer limitaciones
en el ejercicio de la posibilidad de designar Abogado Defensor de
libre elección en protección de otros intereses
constitucionalmente relevantes, siempre y cuando dichas
limitaciones no produzcan una real y efectiva vulneración del
derecho a una asistencia técnica, de manera que queden a salvo los
intereses jurídicamente protegibles que dan vida a ese derecho. En
el caso concreto que ahora nos ocupa, el recurrente considera que
formulada la revocatoria del poder conferido por el acusado D. N.
A. y la coetánea renuncia de su Abogado Defensor, M. T. M., el
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Tribunal de Sentencia debió decretar la suspensión del juicio
oral, al tenor de lo prescrito por el artículo 312 No. 10) del
Código Procesal Penal, donde se dispone que “….el Tribunal de
Sentencia podrá disponer la suspensión del debate por un plazo
máximo de quince (15) días, cuando:….10) Se ponga de manifiesto
que la defensa del imputado resulta ineficiente, a juicio del
Tribunal. Un examen detenido de los antecedentes no revela que al
imputado D. A. N., se le impusiera como Abogado Defensor al señor
M. T. M., ni que en algún momento del proceso se le impidiera una
fluida comunicación con éste, ni que el reo desconociera la doble
condición de Médico Patólogo de su Defensor a quien se atribuye la
emisión de un dictamen presentado en el proceso, ni su calidad de
Apoderado Legal del Hospital del Valle, institución de carácter
privado en la que venían prestando sus servicios, los coimputados
D. A. N. y M. M.. Por otro lado, para que prosperase la pretendida
suspensión del debate, era necesario que en el transcurso del
proceso se pusiera de manifiesto, o dicho en otros términos,
resultara evidente, que el rol desempeñado por la Defensa era de
clara incompetencia e ineficacia, circunstancias que no concurren
sí se hace un análisis objetivo de las actuaciones llevadas a cabo
por el Abogado M. T. M. durante la sustanciación del
procedimiento, tanto en la etapa preparatoria, intermedia como en
la del juicio oral y público. Por otro lado cabe señalar que el
artículo 117 del Código Procesal Penal, en salvaguarda del
principio de concentración, en virtud del cual se trata de poner
remedio a la dilación injustificada del curso del procedimiento
(especialmente indeseable en el proceso penal), concentrando sus
actividades en un espacio de tiempo lo más corto posible,
establece que “…la renuncia del Defensor (que en todo caso ha de
ser justificada) no podrá interponerse inmediatamente antes de una
audiencia o durante el curso de las mismas. En el caso sub iudice,
la pretensión de renunciar a la Defensa acompañada de manera
simultánea con la petición del acusado para que se suspendiera el
debate a los efectos de nombrar un nuevo Apoderado, no fue
resuelta favorablemente por el Tribunal de Sentencia, actuación
que a juicio de esta Sala es correcta, ya que de haber accedido a
tales pretensiones se habría hecho en contravención a lo
establecido en el artículo 117 supracitado, en tanto que ya se
había iniciado el debate propiamente dicho, de tal manera que la
sesión programada para el día jueves once de septiembre de dos mil
ocho, en la que se formalizaron las peticiones presentadas por el
Defensor M. T. M. y el acusado D. N., era la continuación de la ya
iniciada audiencia del juicio oral y público, amen de que
igualmente se habría puesto en precario el derecho de los demás
intervinientes, a un proceso sin dilaciones indebidas, que como
antes queda dicho se enmarca dentro de la garantía genérica del
debido proceso, consagrada en el artículo 90 párrafo primero de la
Constitución de la República. Finalmente y en apoyo de lo que aquí
se expone, resulta oportuno recordar, que al tenor de lo previsto
por el artículo 312 del Código Procesal Penal, “el debate podrá
realizarse en una o varias sesiones que, para todos los efectos,
se tendrán como una sola audiencia”. Por todas las razones
anteriormente expuestas, se puede concluir que el procesado D. N.
A., ha tenido todas las oportunidades de ejercer, por sí y a
través de su Apoderado, el efectivo ejercicio de su derecho
fundamental a la defensa, y que si bien es cierto que la ley en
general le concede el derecho de nombrar un nuevo Defensor, como
efectivamente así lo ha hecho, no es menos cierto que tal
pretensión formulada en el momento procesal arriba aludido, no
debía traer como consecuencia la suspensión de la audiencia del
juicio oral y público ya iniciada, de ahí que el motivo que por
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infracción del artículo 82 de la Constitución de la República ha
desarrollado el censor, debe ser desestimado. “SEGUNDO MOTIVO.
Infracción por falta de aplicación del artículo 89 de la
Constitución de la República. PRECEPTO AUTORIZANTE. Este motivo se
encuentra comprendido en lo que dispone el artículo 361 del Código
Procesal Penal. EXPLICACION DEL MOTIVO El presente constitucional
que se considera infringido debe entenderse no solamente en el
sentido de que toda persona es inocente mientras no se le haya
declarado culpable por autoridad competente, vale decir por el
correspondiente Tribunal en sentencia definitiva, sino que también
debe interpretarse en el sentido de que esa autoridad competente,
en el respectivo fallo, no puede declarar culpable a una persona
si no existen los elementos de prueba que quiebren el estado de
inocencia, o sea que, si no está probado que una persona ha
cometido el delito de que se le acusa, sigue siendo inocente. En
el caso de autos para quebrar el estado de inocencia del imputado
era imprescindible probar dos extremos: 1) Que el Dr. N. incurrió
en una imprudencia, en una impericia, en una negligencia o en la
inobservancia de una ley, de un reglamento o de órdenes,
resoluciones o deberes; y 2) Que como resultado de esa
imprudencia, impericia o negligencia o de esa inobservancia de
leyes, reglamentos, órdenes o deberes se produjo la muerte de la
señora B. L. C. B. Si se lee atentamente la sentencia podrá
comprobarse que no se precisa en forma alguna si lo que se imputa
al Doctor N. es una imprudencia, una impericia, una negligencia o
una inobservancia de leyes, reglamentos, órdenes, resoluciones o
deberes ni en qué consiste expresamente esa imprudencia,
impericia, negligencia, etc. abundándose por el contrario en
términos como debe ser objetivo de cuidado, infracción de la lex
artis, incremento del riesgo y otros no tan directamente ligados a
nuestra legislación penal, como sí lo están los expresamente
mencionados en el párrafo tercero del artículo 13 del Código
Penal. Este solo hecho de no precisar cuál de los elementos
exigidos por el respectivo tipo penal se imputa al acusado y por
qué y cómo se considera comprobada su concurrencia, es de por sí
violatorio del derecho a que se reconozca y respete el estado de
inocencia del imputado; ahora bien, a falta de esa precisión
indispensable, trataremos nosotros de descifrar cuáles de esos
elementos del tipo consideran los juzgadores que concurren en el
presente caso. En el acápite correspondiente a los hechos
probados, la sentencia menciona: “Primero:… a las 20:30 p.m.
aproximadamente el doctor M. valora el estado de la paciente como
satisfactorio. A las 19:30 estando la paciente en sala de
recuperación y siendo asistida por el médico tratante, el
internista J. D. N. A., hace la primera evaluación de la
paciente…” ”Segundo: El Doctor N. A. es llamado a su casa desde la
Clínica del Valle el uno de agosto, aproximadamente a las 22:00
para que se presente a evaluar personalmente a la paciente Berta
L. C. B., acudiendo al centro hospitalario hasta en horas de la
medianoche…” “Tercero: A las 1.50 del dos de agosto del 2005, el
doctor N. A. nuevamente evalúa a la señora B. L. C. B.… ordena su
traslado a las salas de cuidados intermedios… el Doctor N.,
consciente de estas complicaciones comenta en las notas… del
expediente clínico, que el estado de la paciente es grave y
sugiere avisar al cirujano para exploración quirúrgica de
emergencia, sin embargo, esta observación no la trasladó a las
órdenes médicas y se conformó con ordenar la transfusión…”
“Cuarto: A la 2.30 de la madrugada… el doctor N. encuentra a la
paciente en estado de choque… y establece en el expediente clínico
llamar al Doctor M., sin asegurarse personalmente que tal orden se
cumpliera, y ante este actuar poco diligente, la orden de llamar
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al cirujano no se cumplió, a pesar de estas circunstancias
críticas el internista abandonó el lugar donde se encontraba la
paciente… en estas circunstancias de falta de cuidado del
facultativo especialista, el internista N., y ante su ausencia,
alrededor de las 4.00 de la madrugada las enfermeras del hospital
llamaron al doctor N. vía telefónica… respondiendo éste que salía
de inmediato hacia el hospital, pero no fue sino hasta las seis de
la mañana que se presentó cuando la paciente había fallecido…” En
el acápite correspondiente a la valoración de la prueba se dice:
“Primero:… Sin embargo, ese mismo día a las 19.30 el Dr. N.,
médico internista, a cargo de la paciente en la postoperatorio,
anota en el expediente que hay signos de hipotensión, lo que se
refleja por disminución de la presión arterial, frialdad y palidez
cutánea, estimando que esto podía deberse a los efectos
secundarios de los medicamentos o bien a una hemorragia interna…
con estas señales estimamos que se inaugura una situación médica
que empeora en las horas siguientes, estado crítico que se
agudizará y que no será advertido por el médico internista en su
evaluación pues éste abandona el hospital en las primeras horas
del anoche…” “Segundo:… estableciendo la testigo que el Dr. N.
examinó a su madre el 1 de agosto, aproximadamente a las siete y
treinta de la noche cuando ella se encontraba en el
postoperatorio, y que aproximadamente unas horas más tarde el Dr.
M. se hizo presente al lugar donde se encontraba su madre, sin
embargo, tiempo después su madre seguía presentando síntomas de
enfriamiento… por lo que le solicita a las enfermeras que lo
llamen, sucediendo esto aproximadamente a las diez de la noche,
haciéndose presente el médico hasta las 00:30 del 2 de agosto…
siendo significativo que el galeno internista habiendo apreciado
frialdad por disminución de la presión arterial a las siete y
treinta de la noche se haya retirado de las instalaciones
hospitalarias, y que se hiciera presente hasta la medianoche, sin
considerar con prontitud el llamado que se le había hecho dos
horas antes, este comportamiento poco responsable en el cuidado de
la convaleciente, en las horas iniciales del postoperatorio se
aprecia tanto con la declaración precitada como con las notas
médicas del expediente clínico, pues en el mismo aparecen las
notas de las 19.30 y luego la siguiente nota es la de las 00.30,
con lo cual se evidencia que a lo largo de las cinco horas que
separan de la media noche el médico internista se sustrajo a
cumplir con su deber… sin preocuparse en descartar en este período
de tiempo si el cuadro clínico era producto de los efectos
secundarios de la anestesia o bien si otras causas pudieran estar
incidiendo en el deterioro de la salud… con lo cual se refleja ya
en estas horas una infracción a la lex artis en lo que corresponde
al deber de cuidado del médico respecto a una paciente en el
postoperatorio, que por sus circunstancias de edad y de venir
saliendo de un cirugía mayor requería que una situación
particular, es decir, de su seguimiento constante y esmerado”
“Tercero… Por otro lado, en el expediente correspondiente a las
notas de evaluación médica, el Doctor N. apunta que el estado de
la paciente es grave y sugiere avisar al cirujano para una
exploración médica de emergencia, sin embargo, esta observación no
la trasladó en forma de orden médica, ni se preocupó por constatar
si se le había dado seguimiento a la misma… y también la
declaración de la señora M. P., que para la 1.50 de la madrugada
la situación de la paciente ha entrado en una fase crítica, que
requeriría seguramente de decisiones que permitieran una
combinación de medicamentos con un control del cirujano, lo cual
el internista N. parece intuir, sin embargo, aún cuando para él es
previsible la situación de crisis de la señora C., al anotar “que
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el estado de la paciente es grave” y considera “avisar al cirujano
para una exploración médica de emergencia”, no concreta esta
urgencia, ni traslada las observaciones a las órdenes médicas del
expediente clínico, con lo cual actúa de forma poco diligente en
relación a lo que un médico pudiera haber hecho en una situación
semejante, sobre todo ante un cuadro de una convaleciente que
desde las cinco de la tarde del día anterior no sale de la fase
crítica del postoperatorio… pero sin atender la urgencia, el
internista N. se desentiende de lo que exige la lex artis y pasa
por alto llamar al cirujano para una exploración médica, y tampoco
decide sobre el ingreso de la paciente en cuidados intensivos,
justificando esto último en que no tenía autorización de los
familiares para hacerlo, es decir no había un consentimiento
informado adecuado… todo lo cual nos permite concluir que para esa
hora… la hemorragia interna era un hecho que el médico puede
diagnosticar, y que ante ese evento necesariamente debió
asegurarse de la visita del médico cirujano para la exploración
quirúrgica, así también, ante una situación de tanta gravedad era
su responsabilidad decidir no por cuidados intermedios sino por
cuidados intensivos, pues ante una situación de tal gravedad y de
descompensación de la paciente, los aparatos de esta sala pudieron
haber contribuido a estabilizar o permitir un tiempo prudencial
de espera mientras el cirujano tomaba alguna decisión de
reintervención quirúrgica… su proceder desde la perspectiva
objetiva del debido cuidado, en la administración del tratamiento
médico era, en esos momentos, los cuidados intensivos, los cuales
aseguraban su pago con la letra en blanco firmada pos sus
parientes. Concurriendo en esta desaplicación del seguimiento de
la crisis un inexcusable deber de cuidado que quebranta la lex
artis exigible, pues en momentos de tanta urgencia… los cuidados
intensivos debieron administrarse sin más dilaciones, pues no
hacerlo significada conformarse con el resultado muerte, algo que
de ser previsible es inaceptable por un galeno que procurar al
existir recursos técnicos acudir a cuantas formas fueran
necesarias para salvar la vida de sus pacientes”. “Cuarto… el
doctor N. de manera lacónica anota: “avisar a cirujano Dr. M. y
Dr. Bueso”, pero no toma ninguna precaución para que se cumpliera
esta orden ni lo hizo él directamente. Por su parte la señora P.
refiere que en esas horas su madre le decía que tenía frío y que
le dolía el pecho, no obstante estas circunstancias, el Dr. N.
abandona el hospital, según declara la señora P. y no le volverá a
ver hasta las seis de la mañana… con los datos antes mencionados,
es posible arribar a las conclusiones siguientes: Que para esa
hora 2:30 de la madrugada la situación de la paciente es
verdaderamente crítica… sin embargo esto no se corresponde con las
actuaciones del médico internista, quien no se aseguró de que al
médico cirujano se le ponga en conocimiento de la situación ni lo
hace directamente él; también se colige de lo declarado por la
testigo que esta es la última vez que el doctor atiende a su
madre, lo cual al Tribunal le parece creíble por la confiabilidad
que le merece la testigo, además están los indicios de que en las
órdenes médicas no hay anotaciones entre las 2.30 y las 6.15, pese
a que existe una nota de las 3.50 en las notas de evolución
médicas, esta también debió tener correspondencia con una similar
en las órdenes médicas, lo que no ocurre, contrario a todas las
demás, que van alternas y complementarias tanto en las ordenes
médicas con en las de evolución médica, con lo cual se deduce que
el dato a tener en cuenta es el de las anotaciones simultáneas,
pero en todo caso, al tribunal le parece creíble y congruente el
testimonio de la señora P. cuando afirma no le volvió a ver
después de las 2.30, y que al ver el estado agónico de su madre
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por medio de la enfermera consiguió comunicarse con él, poniéndole
en conocimiento de la necesidad de que se hiciera presente a la
clínica y que al preguntarle que donde estaba el respondió “en mi
casa”, descartando de estas aseveraciones algún interés espurio.
Por lo que cabe apreciar que junto a la falta de seguimiento de
las órdenes médicas, que inexplicablemente no se cumplen, se suma
el proceder negligente del internista tratante del postoperatorio,
la falta de responsabilidad para estar con la paciente en las
horas más críticas, abandonándola y dejándola a expensas de un
estado agónico fácilmente previsible… es decir, el estado de
choque, por tanto, es menester concluir que su comportamiento
profesional refleja un menoscabo de lo que la lex artis le imponía
como deber de cuidado.” “Quinto: Respecto a la hora de la muerte
de la señora C. B. si bien el expediente clínico establece que fue
a las 6.15 del día dos de agosto no obstante las notas de
enfermería establecen que fue a las 5.20, esto último se corrobora
con las declaraciones de la señora M. P., quien declaró: “ella
murió entre las 5.15 y 5.30 él (Doctor N.) llegó como a las seis,
y llegó como desorientado…” con lo cual, y a la vista de la
confiabilidad de la testigo, más la nota de enfermería, concluimos
que la hora de la muerte fue aproximadamente a las 5.20 de la
mañana, teniendo en consideración que las notas del expediente
clínico, tanto en este aspecto como en lo referente a las
anotaciones de las 3:50 no son congruentes ni encuentran
corroboración en otros datos, por el contrario en uno y en otro
caso se vuelve contradictorias estas anotaciones o poco creíbles…
debemos concluir que la hora de la muerte…. fue el día 2 de agosto
a las 5.20 de la mañana afirmación que no sólo desvirtúa lo
aseverado pro el internista, sino que pone en entredicho las
anotaciones de las 3.50 y de las 6.15. “Noveno:… De los
testimonios precitados estos sentenciadores aprecian que después
de la intervención quirúrgica, la estabilización de la señora C.
B. se complicó de manera progresiva, pues si nos atenemos a los
signos de enfriamiento… y el estado crítico en que se debate en la
madrugada, podemos deducir que para esas horas era impostergable
que además del tratamiento médico se tomaran decisiones para
contrarrestar los padecimientos que aquejaban a la recién operada,
no obstante el médico internista que en horas de la madrugada,
aproximadamente a las dos de la mañana se encuentra en la clínica
desestima los síntomas y la solicitud de los parientes de llamar
al cirujano diciendo que “él estaba a cargo”, con lo cual
transgrede su deber objetivo de cuidado… Estas conclusiones
añadidas a las que se han expresado supra, corroboran que el
médico tratante y responsable de los cuidados de la paciente
después de la intervención quirúrgica, no dio un seguimiento
adecuado a la situación crítica de la paciente, ni tomó las
decisiones que el caso ameritaba, conformándose con el tratamiento
médico, sin acudir al llamado del cirujano para la exploración que
el mismo prevé en sus notas y sin decidirse por otras medidas
alternativas de tratamiento, como pudieron ser los cuidados
intensivos que era su deber ordenar ante un desenlace posible de
muerte, de esta forma quebranta un proceder acorde con las medidas
que por lex artis debió asumir en aquel momento” “Décimo Segundo:
La defensa del Doctor N. A.…. Llevó al juicio a los testigos Z. C.
C. y D. R. G. A.… Manifestando la primera de ellas que ella entró
en el turno “c” al hospital… A las once llegó el médico, le revisó
el abdomen… de 11 a 12 mejoró pero no era estable, seguían bajando
los signos, se habló con la hija para pasarla a cuidados
intensivos y ponerle respirador artificial. A la una de la mañana
se le trasladó a la sala de cuidados intermedios. A preguntas de
las partes la testigo respondió, que a las diez de la noche
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llamaron al Dr. N. y que éste indicó que le transfundieran una
carga de suero Hartman, luego lo mismo a las 22.30 y que él llego
a las 23.00 y que estuvo hasta las cuatro y treinta… Argumenta que
no fue llevada a cuidados intensivos por falta de autorización…
justifica que no se llamó al Dr. M. porque lo que urgía era
trasladarla a cuidados intensivos… a las 3.50 la paciente entra en
etapa crítica… Por segunda vez el doctor insiste a la hija en la
necesidad de cuidados intensivos. Entró en crisis y falleció entra
las cinco y veinticinco y cinco y cuarenta de la mañana. Afirma
que cuando fallece la paciente el Dr. N. estaba al lado de la
paciente. Por otro lado, la testigo D. R. G. A. declaró, que es
enfermera profesional y supervisora del área crítica. A las 22.00
Z. me reportó que la paciente estaba crítica. El Doctor N. giró
órdenes por teléfono, luego llegó entre las once y las doce de la
noche. A las 00.30 el Dr. N. habló con la hija sobre el estado
crítico de la paciente y le sugirió pasarla a la unidad de
cuidados intensivos (UCI), ella lo rechazó pues parece que entró
con un paquete al hospital… A las cuatro de la mañana en espera de
la autorización para UCI, el doctor N. fue a ver otros pacientes y
a las cinco de la mañana regresó… el doctor llegó como a las 5:00
y aplicó medidas de resucitación, argumenta que no se cumplió con
la orden de llamar al cirujano por que el doctor N. le dijo que
esperara el traslado a UCI para que decidiera el internista.
Respondió que cuando sucedió el paro, a las 5:30 allí estaba el
doctor. A la pregunta de si consignaron por escrito la negativa de
la señora M. P. de que trasladaran a su madre a cuidados
intensivos, respondió que no… y en cuanto a la consideración de
que no trasladarla a cuidados intensivos fue lo que agravó la
situación de la paciente, nos parece que supra se ha razonado que
esta mas que una decisión de los familiares era una
responsabilidad inscribible en el correcto manejo de la lex artis
de parte del médico y de la institución sanitaria en su conjunto.
Pues bien, con todo lo articulado sobre estos testimonios,
concluimos que ambos testigos… no son congruentes ni confiables en
lo que declaran, pues de conformidad a las reglas de la sana
crítica que se apoyan en los datos expuestos, concluimos que la
situación crítica de la paciente se expresa en el profuso sangrado
apreciable desde la medianoche… así también ha sido demostrado que
el Doctor N. internista a cargo de la paciente no solo se ausentó
cinco horas de las 19.30 a las 00.30 sino que además es
comprobable por las notas del expediente clínico y los testimonios
de los testigos que desde las 2.30 hasta las 16:15 abandonó las
instalaciones del hospital con lo cual no puede otorgarse
credibilidad a las testigos cuando sostienen que en el momento de
la muerte de la señora C. B. el médico se encontraba con ella”
“DECIMO TERCERO. También en el desarrollo del juicio se evacuaron
las documentales denominadas EXPEDIENTE CLINICO No. P25930 del
Hospital del Valle, perteneciente a la paciente C. B., y el
EXPEDIENTE CLINICO P06730 del Hospital del Valle, perteneciente al
paciente A. M. F., ambos medios los practicó la defensa del doctor
N. A.. Con esta prueba la pretensión de parte era demostrar que
después de las 2.30 de la madrugada del día 2 de agosto el Doctor
N. se encontraba en las instalaciones del hospital… por el
contrario, la prueba de cargo valorada supra en relación a las
testigos de descargo es concluyente para determinar que desde las
2.30 de la madrugada del día 2 de agosto el Doctor N. A. se
desentendió a su paciente y se le vuelve a ver hasta
aproximadamente las seis de la mañana que es cuando practica las
maniobras de resucitación en el cuerpo ya sin vida de la señora C.
B.…” “DECIMO CUARTO:… Sostuvo que una segunda cirugía es más grave
el riesgo, por ello había que auxiliarse de la Unidad de Cuidados
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Intensivos en función de respaldo médico y de aparatos…” (Opinión
del testigo Cirujano A. B. H. que asistió al Doctor M. en la
operación). “DECIMO QUINTO: Finalmente, a la vista de todo el
elenco de pruebas valoradas, tanto las de cargo como las de
descargo, de forma concluyente apreciamos en este caso que el
médico internista D. N. A., desde que asumió la responsabilidad
como especialista tratante de la paciente B. L. C. B., en la sala
de recuperación del postoperatorio, en el marco de la división del
trabajo y el principio de confianza que ordena la atención médica
en un centro hospitalario, actuó de forma deficiente realizando
controles espaciados no acordes a la gravedad porque atravesaba la
paciente… llegando al extremo de desentenderse de la paciente con
lo cual incrementó el riesgo de su muerte, que posiblemente no
hubiera ocurrido de prestarse a la paciente la atención que de él
se demandaba profesionalmente… recae sobre el internista el
reproche de no proporcionar a la paciente los estudios o exámenes
que el caso exigía, entre ellos los de cuidados intensivos, que
ante la situación de choque era su obligación ponerlos al servicio
de la paciente, lo cual no concreto, por lo que su omisión
perjudicó a la ofendida. Por ello, si el imputado en actitud de
indiferencia quebranta la atención a la víctima y de cuidados
alternativos, y no arbitró lo necesario en orden a evitar el
luctuoso resultado, sea por negligencia o desidia en su
actuación o por no evaluar debidamente los alcances de la crisis
de la paciente, es de considerarlo penalmente responsable del
delito de homicidio culposo, en consecuencia, entender que la
presunción interna de inocencia ha sido vencida o enervada por la
parte acusadora. “DECIMO SEXTO: Respecto al acusado M. M. R.,
estos juzgadores concluyen que el Ministerio Público no ha
producido en su contra prueba bastante y suficiente para derribar
la presunción de inocencia, quedando a salvo su responsabilidad
médica, puesto que en el marco de los principios de confianza y de
división del trabajo que ordenan los servicios médicos en los
centros hospitalarios, el actuó diligentemente como médico
cirujano hasta la finalización de la intervención quirúrgica,
siendo relevado en orden al seguimiento del postoperatorio por el
médico internista, con lo cual su participación en el seguimiento
de la crisis posterior de la paciente es de carácter subsidiario,
y sólo si su presencia era reclamada era una exploración o
reintervención quirúrgica, lo cual no aconteció por ello es de
considerar que al permanecer al margen del manejo posterior de la
paciente, no cabe atribuirle responsabilidad penal por el
homicidio culposo” Finalmente, en el acápite correspondiente a la
fundamentación jurídica, se expresa, entre otras cosas, lo
siguiente: “PRIMERO:… En su forma más tradicional la tipicidad
objetiva del homicidio culposo requiere que el autor haya
infringido un deber de cuidado, y que el mismo deberá ser
imputable a la acción u omisión, atribuible a la existencia de una
necesaria relación de causalidad entre la conducta imprudente y el
resultado, y la creación de un riesgo no permitido que ocasiona la
producción de un resultado”. “SEGUNDO: El doctor D. N. A.
quebrantó la lex artis que se le imponía como obligación en
relación a su paciente, al no atender los signos de la crisis del
postoperatorio y desentenderse de su paciente, lo que ocasionó la
muerte de la señora B. L. C. B., constituyendo esta omisión el
reproche de antijuricidad, puesto que su preparación profesional
le permite conocer o prevenir el peligro susceptible de determinar
en su momento, y fue precisamente este incremento del riesgo el
que se realiza en el resultado, en consecuencia, al crear un
riesgo jurídicamente desaprobado es que se le atribuye o imputa la
responsabilidad penal por el homicidio culposo de su paciente”.
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“TERCERO: Concluyendo, podemos decir que la existencia de un fallo
técnico por infracción de la lex artis del que se deriva un
perjuicio implica la ponderación de si ello se debió a la
infracción del deber objetivo de cuidado como efectivamente
sucedió en relación al Doctor J. D. N. A. al no brindar a la
paciente los cuidados paliativos que como médico especialista y
tratante estaba obligado a proporcionar de forma diligente. Este
juicio es realizado a la luz del cúmulo de circunstancias
concurrentes en este caso, para finalizar determinando que se ha
infringido la norma jurídica de cuidado recogida en el código
penal específicamente en el artículo 13, párrafo tercero y
consecuentemente en el artículo 121, del mismo código… De manera
que estos juzgadores ponderan la actitud del doctor M., que
habiendo operado a la paciente, espera al menos tres horas, en
cuidados post operatorios, y se retira estando la paciente
estable y consciente, y delegando su cuidado al médico internista,
el doctor N.… sin embargo, en el marco del principio de confianza
y la división horizontal de las funciones médicas el
postoperatorio o recuperación, en este caso correspondía al
internista N. A.… “CUARTO: En orden a la individualización de la
imprudencia en el presente caso y para determinar la autoría del
Doctor D. N. A., y atendiendo a que el delito es culposo cuando es
resultado de imprudencia, impericia o negligencia… (art. 13). Y
para su interpretación requiere la realización de una acción u
omisión sin la diligencia debida… y en el presente caso es preciso
reiterar que el internista N. A. actuó con omisión del mínimo
deber de cuidado a que obliga la lex artis, a la que debía de
haber ajustado su actuación, lo que se refleja en el
desentendimiento respecto a la paciente en las horas críticas. Aun
cuando pudo representarse la previsibilidad objetiva y subjetiva
del resultado muerte, desde el punto de vista pronóstico de un
observador medio; y en conexión con este proceder poco prudente o
diligente es que se da la producción del resultado muerte de doña
B. L. C.”. Con estas extensas trascripciones hemos tratado de
resumir aquellas expresiones de las cuales pudiera deducirse las
razones a través de las cuales los sentenciadores llegan a la
conclusión de que concurren en el presente caso los elementos que
tipifican el homicidio culposo, resaltando en negritas algunas
expresiones que merecen la mayor atención. Como puede comprobarse
a través de estas prescripciones, en ningún momento manifestaron
los sentenciadores que había imprudencia por esto, o impericia por
esto, o negligencia por esto o inobservancia de leyes, reglamentos
o de órdenes, resoluciones o deberes por esto, de manera que habrá
que deducir de esas expresiones de cuál o cuáles de todas esas
hipótesis se acusa al imputado. Elucubrando podríamos pensar que
se trata de negligencia por el uso de las expresiones de falta de
cuidado o conducta poco diligente. Podría ser también impericia
por las cosas que se dice que debió o pudo hacerse y no se hizo, o
imprudencia porque el término se menciona varias veces pero en
realidad creemos que su uso se debe a la terminología española que
usa el término imprudencia en lugar de culposo. Continuando con
las elucubraciones a que nos obliga la falta de precisión de la
sentencia, podríamos pensar que la negligencia que discutiblemente
se atribuye al Doctor N. obedece a los siguientes supuestos: 1. Al
atraso con que se dice que acude a los llamados que se le hacen y
a abandonar el hospital desentendiéndose de la paciente; 2. No
haberse cerciorado de que se llamara al cirujano y no haberlo
llamado el mismo; y 3. No haber procedido a trasladar a la
paciente a la sala de cuidados intensivos. 1) En cuanto al primer
punto analizaremos dos aspectos: las horas que se mencionan en la
sentencia y la condición profesional en que interviene el Doctor
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N., para determinar así el grado de su obligatoriedad en atender
esos llamados. La relación del Dr. N. con la señora C. B. se
inicia 48 horas antes de que fuera operada. Ella llegó al Hospital
del Valle con un fuerte dolor de estómago, buscando al Doctor Coto
o al Dr. Ramos pero como éstos no se encontraban en el hospital lo
llamaron a él para que fuera a atenderla. El fue, la atendió y
como iba a ser operada dentro de 48 horas le recomendó que en
lugar de regresar a Progreso mejor se quedara interna desde ya.
Hasta allí llegó esa relación, sin que pueda decirse que por ello
se convirtió en su paciente. Hay que aclarar que el Abogado C. D.
en sus conclusiones hace referencia a un contrato de prestación de
servicios suscrito por la señora M. P. en el que se dice: “por
medio de este documento autorizamos al doctor J. N. y al Hospital
del Valle a dar tratamiento correspondiente a mi persona”, pero
que ese contrato se suscribe de esa manera porque el Dr. N. fue
quien recomendó el internamiento de la paciente porque iba a ser
operada el lunes por el Dr. M. quien, de haber atendido el sábado
hubiera sido quien hubiera autorizado su internamiento. Es
importante destacar que, como consta en el acta, en su declaración
ante el Tribunal de Sentencia el Dr. N. manifestó que en esa
oportunidad él puso en las notas médicas: “favor avisar a
oncología y alta por medicina interna y puse que el manejo era por
oncología”. El 1 de agosto del 2005 el Dr. N. recibió una llamada
de una enfermera del Hospital del Valle diciéndole que el Dr. M.
quería que le evaluara una paciente que estaba en recuperación.
Según aparece en los hechos declarados probados por el Tribunal de
Sentencia “A las 19.30 estando la paciente en sala de recuperación
y siendo asistida por el médico tratante, el internista J. D. N.
A., hace la primera evaluación de la paciente…” Hay que aclarar
que el médico tratante y a la vez cirujano y médico de familia y
de cabecera, es el Doctor M.. Queda claro también aquí que en el
momento en que el Dr. N. evalúa a la paciente ésta está siendo
asistida por su médico tratante, el Dr. M. M., según se expresa en
la propia sentencia. Se deduce de aquí que la condición en que
interviene el Dr. N. es la de médico consultor (ver Ley Orgánica
del Colegio Médico de Honduras: artículos 49, 50, 62; 68, 71, 72
inciso C; 74,77,79; 85 y 102 por ejemplo). En ese caso el Dr. N.
está obligado a atender el llamado del Dr. M. de conformidad con
el artículo 50 de la Ley Orgánica del Colegio Médico que
literalmente dice: “es absolutamente obligatorio para todo médico,
excepto en caso de comprobada imposibilidad, atender un llamado en
los casos siguientes: a) Cuando es otro médico quien requiere la
colaboración profesional”. Obsérvese que esta es la única
situación que podría obligar al Doctor N. a atender ese llamado
porque las otras situaciones no se dan. El Doctor N. nos ha
explicado que conversó con el Dr. M., que hizo su evaluación, dio
sus indicaciones y que le recomendó al Dr. M. prestarle mucha
atención al caso por la edad de la paciente y las condiciones en
que se encuentra, a lo cual le respondió el Dr. M., médico
tratante: “no te preocupés, yo me quedo”. Cumplida la consulta, el
Dr. N. no está obligado a permanecer más en el hospital y se
marcha a su casa. Consta en la sentencia, que el Dr. M. queda en
el hospital después de que se marcha el Doctor N.. Cuando se dice
en el inciso TERCERO del acápite correspondiente a la
fundamentación jurídica”… y delegando su cuidado al médico
internista, el Doctor N.…” se está afirmando algo equivocado ya
que, como en la propia sentencia se dice, lo que se pide al Dr. N.
es que evalúe a la paciente con lo cual queda claro que se le
llama como consultor y no como tratante. En ningún momento le dice
el Dr. M. al Dr. N. que le delega el cuidado de su paciente y en
ningún momento el Dr. N. acepta tal delegación ni se compromete a
CASACION PENAL No.S.P.270=2009
hacerse responsable de dicho cuidado, lo cual, en todo caso, de
ser así debió de comprobarse en el juicio. Por otra parte, sería
realmente injusto que el Dr. M., médico de cabecera y tratante de
la paciente, se fuera a dormir tranquilamente a su casa en El
Progreso, mientras que el Dr. N., según el parecer externado por
los juzgadores, tenía que darle a la paciente un “seguimiento
constante y esmerado”, lo que en todo caso corresponde a un médico
intensivista y no a un médico consultor. Sobre esta primera
intervención del Dr. N., el Tribunal dice en el acápite de la
valoración de la prueba: “… Sin embargo, ese mismo día a las 19.30
el Dr. D. N., médico internista a cargo de la paciente en el
postoperatorio (falso porque quien está a cargo de la paciente a
esa hora y debió de seguir estándolo hasta el final es el Dr. M.)
anota en el expediente que hay signos de hipotensión, lo que se
refleja por disminución de la presión arterial, frialdad y palidez
cutánea, estimando que esto podía deberse a los efectos
secundarios de los medicamentos o bien a una hemorragia interna…
Con estas señales… continúa, estimamos que se inaugura una
situación médica que empeora en las horas siguientes, estado
crítico que se agudizará y que no será advertido por el médico
internista en su evolución pues éste abandona el hospital en las
primeras horas de la noche”. En el mismo sentido, dice la
sentencia más adelante: ”… siendo significativo que el galeno
internista habiendo apreciado frialdad por disminución de la
presión arterial a las siete y treinta de la noche se haya
retirado de las instalaciones hospitalarias, y que se hiciera
presente hasta la media noche, sin considerar con prontitud el
llamado que se le había hecho dos horas antes, este comportamiento
poco responsable en el cuidado de la convaleciente, en las horas
iniciales del postoperatorio se aprecia tanto con la declaración
precitada como con las notas médicas del expediente clínico, pues
en el mismo aparecen las notas de las 19.30 y luego la siguiente
nota es la de las 00.30, con lo que se evidencia que a lo largo de
las cinco horas que separan de la medianoche el médico internista
se sustrajo de cumplir con su deber… con lo cual se refleja ya en
estas horas una infracción a la lex artis en lo que corresponde al
deber de cuidado del médico respecto a una paciente en el
postoperatorio, que por sus circunstancias de edad y de venir
saliendo de una cirugía mayor requería de una atención particular,
es decir, de seguimiento constante y esmerado”. Todas estas
apreciaciones condenatorias resultan totalmente improcedentes si
se tiene en cuenta que el Doctor N. es llamado no para atender a
la paciente del Dr. M. y en sustitución de éste, sino para evaluar
a la paciente como parte de una interconsulta, o sea como
especialista consultor. Es importante destacar la increíble
parcialidad con que el Tribunal enjuició la actitud del Doctor N.
y del Doctor M.. Forma parte de los hechos probados que el Doctor
M. conocía o debía conocer el estado de la paciente al momento de
retirarse del hospital e irse para su casa en El Progreso ya que
la anotación del Dr. N. es de las 7.30 y la misma testigo estrella
del Tribunal (la señora M. P. C., hija de la difunta y cuya
declaración, por cierto, no aparece en el acta del debate) dice
que M. se hizo presente aproximadamente una hora después (se
supone que a las 8:30) y obligatoriamente tenía que haber leído la
nota del Dr. N. y enterarse así del estado crítico a que hace
alusión el tribunal que acepta y hasta que pueda decirse que hasta
celebra aplaude la anotación de M. de que “el postoperatorio
inmediato es satisfactorio”, agregando el Tribunal que “Con estas
observaciones entienden estos juzgadores que la operación ha sido
exitosa y que la paciente evoluciona de manera normal”, pasando
por alto que cuando M. se retira ya conoce o debe conocer la
CASACION PENAL No.S.P.270=2009
anotación del Dr. N. (de 19.30) que tanta críticas provoca por
parte del Tribunal y que era su obligación (la del Dr. M.) como
médico tratante, permanecer al lado de su paciente hasta superar,
de ser posible, la crisis que atraviesa, obligación que no podía
delegar salvo por motivos insuperables. Es increíble la actitud de
los juzgadores que los lleva, en su afán para justificar la
conducta de M. a agregar: “de manera que estos juzgadores ponderan
la actitud del Doctor M., que habiendo operado a la paciente,
espera al menos tres horas, en cuidado post operatorios, y se
retira estando la paciente estable y, consciente, y delegando su
cuidado médico al médico internista, el doctor N.”. La afirmación
de que al marcharse M. la paciente estaba estable se contradice
con lo que se dice en el tercer inciso del acápite correspondiente
a la valoración de la prueba: “… sobre todo ante un cuadro de una
convaleciente que desde las cinco de la tarde del día anterior no
sale de la fase crítica del postoperatorio”. Insistimos aquí en
que N. fue llamado para evaluar a la paciente no para delegarle su
cuidado que es una función indelegable del médico tratante que era
el Doctor M.. Aparte de ello, debe tomarse en cuenta que
tratándose de una interconsulta, el Dr. M. y el Dr. N. (de 19.30)
que tantas críticas provoca por parte del Tribunal y que era su
obligación (la del Dr. M.) como médico tratante, permanecer al
lado de su paciente hasta superar, de ser posible, la crisis que
atraviesa, obligación que no podía delegar salvo por motivos
insuperables. Es increíble la actitud de los juzgadores que los
lleva, en su afán por justificar la conducta de M. a agregar: “De
manera que estos juzgadores ponderan la conducta del Doctor M.,
que habiendo operado a la paciente, espera al menos tres horas, en
cuidado post operatorios, y se retira estando la paciente estable
y, consciente, y delegando su cuidado médico al médico internista,
el Doctor N.”. La afirmación de que al marcharse M. la paciente
estaba estable se contradice con lo que se dice en el tercer
inciso del acápite correspondiente a la valoración de la prueba:
“… sobre todo ante un cuadro de una convaleciente que desde las
cinco de la tarde del día anterior no sale de la fase crítica del
postoperatorio”. Insistimos aquí en que N. fue llamado para
evaluar a la paciente no para delegarle su cuidado que es una
función indelegable del médico tratante que era el Doctor M..
Aparte de ello, debe tomarse en cuenta que tratándose de una
interconsulta, el Dr. M. y el Dr. N. tienen que haber
intercambiado opiniones, como así dice el Dr. N. que ocurrió, y
que por esa razón no puede negarse que conocía perfectamente el
estado de la paciente al momento de abandonar el hospital y
marcharse hacia su casa en El Progreso, diciéndole a las
enfermeras, según declaración de una de ellas, que por cualquier
emergencia le hablaran al Dr. N., cuando lo correcto hubiera sido
que, dado el estado crítico de la paciente según reconocen los
juzgadores, advirtiera a los parientes la necesidad de trasladarla
a la sala de cuidados intensivos o quedarse él a cuidarla
personalmente. Sobre la segunda evaluación practicada por el Dr.
N. a la paciente del Dr. M., la sentencia manifiesta en el acápite
de los hechos probados: “El doctor N. A. es llamado a su casa
desde la Clínica del Valle el uno de agosto, aproximadamente a las
22.00, para que se presente a evaluar personalmente a la paciente
B. L. C. B., acudiendo al centro hospitalario hasta en horas de la
medianoche…” Nótese, por una parte, que no se trata aquí de un
llamado del médico tratante para una interconsulta, como la vez
anterior, sino de un llamado del hospital, por lo que, no
cumpliéndose la exigencia del inciso a) del artículo 50 de la Ley
Orgánica del Colegio Médico que arriba hemos trascrito, el Dr. N.
no estaba obligado a atender ese llamado. En cuanto a las
CASACION PENAL No.S.P.270=2009
instrucciones del Dr. M. a las enfermeras de que por cualquier
emergencia llamaran al Dr. N., está claro que en ese caso no se
trata ya de una interconsulta sino de una sustitución, la que el
Dr. N. no estaba obligado a aceptar ni hay prueba de que lo haya
aceptado en esas condiciones, sino como médico evaluador, como
dice la sentencia, o sea según la Ley Orgánica del Colegio Médico,
como médico consultor. No obstante a ello, el Dr. N. atiende el
llamado y los juzgadores le reprochan haber llegado al centro
hospitalario “hasta en horas de la medianoche”, sin saber los
inconvenientes que pudiera tener un médico que se levanta a las
seis de la mañana, atiende compromisos familiares, pasa visita a
sus pacientes internados en diferentes hospitales, atiende
consultas por la mañana y por la tarde, tiene que almorzar y/o
cenar con su familia, etc. ni a qué distancia vive o si hay
problemas de circulación vial. No hay duda que los juzgadores
sostienen aquí la vieja imagen del médico de pueblo que tiene que
estar a disposición de los pacientes las 24 horas del día. Ignoran
además los sentenciadores, a guiarse por la hora de las notas, que
estas se escriben al final de la visita, por lo que el Dr. N.
sostiene que la llamada la recibió aproximadamente a las 10.30 y
que llegó al hospital aproximadamente a las 11.30. En todo caso,
como hemos expuesto, él no estaba legalmente obligado a atender
ese llamado, pero lo hizo tan pronto como pudo. Pero, por otra
parte, como consta en los hechos probados, el Dr. N. es llamado
“para evaluar personalmente a la paciente a dicha señora que nunca
fue su paciente en el postoperatorio sino la del Dr. M. quien le
solicitó la interconsulta. Y eso fue precisamente lo que él hizo:
evaluó personalmente a dicha paciente del Dr. M. primero a las
7:30 de la noche, luego a las 00:30 y después a la 1:50 según las
horas que aparecen como hechos probados. Como en la primera
ocasión, el Dr. N. después de hechas las respectivas evaluaciones
bien pudo abandonar el hospital, sobre todo porque ya él había
hecho lo que como médico internista le correspondía hacer y había
dado las instrucciones correspondientes para que se hiciera lo
poco que todavía podía hacerse para tratar de rescatar a la
paciente, que era trasladada a la sala de cuidados intensivos bajo
el control y cuidado permanente de un médico intensivista y llamar
al Dr. M. para que decidiera si se podía y era necesaria una nueva
intervención quirúrgica de la paciente. Como de su parte nada más
podía hacerse y no era por ello necesario que él permaneciera al
lado de la paciente mientras se le trasladaba a terapia intensiva
y llegara el Dr. M., el Dr. N. aprovechó para visitar a dos
pacientes que tenía hospitalizados, uno de ellos muy grave en
terapia intensiva y otro con dengue que lo había llamado para
evaluarlo. En eso estaba, dice, cuando recibió la llamada de la
enfermera diciéndole que la señora C. B. presentaba una situación
de arritmia. No es cierto, por tanto, que el Dr. N. haya
desatendido y abandonado a la paciente sino que, por el contrario,
hizo más de lo que legalmente le correspondía hacer tomando en
cuenta que él actuó no cómo médico tratante, que siempre fue el
Dr. M., sino como médico consultor llamado, como expresamente se
dice en los hechos probados, para evaluar a la paciente del Dr.
M.. 2º. En cuanto al reproche de no haberse cerciorado de que se
llamara al cirujano, en la relación de los hechos probados la
sentencia dice: “A al 1:50 del dos de agosto… el Dr. N. consciente
de estas complicaciones comenta en las notas… del expediente
clínico, que el estado de la paciente es grave y sugiere avisar al
cirujano para exploración quirúrgica de emergencia, sin embargo,
esta observación no la trasladó a las órdenes médicas y se
conformó con ordenar la transfusión…” Luego dice la sentencia: “A
las 2:30 de la madrugada… el doctor N. encuentra a la paciente en
CASACION PENAL No.S.P.270=2009
estado de choque… y establece en el expediente clínico llamar al
Doctor M. M., sin asegurarse personalmente que tal orden se
cumpliera y ante este actuar poco diligente la orden de llamar al
cirujano no se cumplió”. Más adelante en la valoración de la
prueba se dice al respecto: “… Por otro lado, en el expediente
correspondiente a las notas de evolución médica, el Doctor N.
apunta que el estado de la paciente es grave y sugiere avisar al
cirujano para una exploración médica de emergencia, sin embargo,
esta observación no la trasladó en forma de orden médica, ni se
preocupó por constatar sí se le había dado seguimiento a la
misma…” También aquí se observa la intención de buscar inculpar
al Dr. N. como sea, ya que primero le reprochan no haber
trasladado la sugerencia a las órdenes médicas, después se dice
que no se aseguró personalmente que tal orden se cumpliera y
luego que no se preocupó por constatar que se le diera
cumplimiento a la misma, llegando incluso a afirmar que él debió
llamar a M.. En lo que no reparan los juzgadores es que si la
interconsulta (evaluación) se hubiera llevado a cabo como manda la
Ley Orgánica del Colegio Médico, el Dr. M., como médico de
cabecera, era quien debía presidir la interconsulta y quien debía
tomar las decisiones. Por eso es correcta la expresión “sugirió”
que utiliza la sentencia ya que el consultor especialista no
ordena, opina, sugiere y es al médico de cabecera a quien
corresponde tomar las decisiones y ordenar lo que deba hacerse. Se
observa, además, que los juzgadores aplican una solución cuando
se trata de la responsabilidad del Dr. M. y otra cuando se trata
del Dr. N.. Así, cuando se trata de eximir de responsabilidad al
Dr. M. aplican el “principio de confianza y la división horizontal
de funciones médicas” diciendo; “Apreciamos dentro del riesgo
permitido el comportamiento con que obró el doctor M., suponiendo
que el médico internista cumpliría con su deber de cuidado, sin
tener en cuenta que el Doctor N. podía hacer su trabajo de forma
descuidada, por lo tanto al no haber sido informado del estado de
deterioro físico de la paciente en el post operatorio… éste entra
dentro de la consideración de riesgo permitido… sin embargo, en el
marco del principio de confianza y la división horizontal de las
funciones médicas, el post operatorio o recuperación, en este caso
correspondía al internista N. A. y no habiendo comunicado al
cirujano de las complicaciones apreciadas y la necesidad de una
nueva exploración, la responsabilidad es imputable al internista
N. A. y no cabe deducir participación de comportamiento imprudente
al Doctor M.…” Aparte del error ya demostrado de considerar que la
responsabilidad del post operatorio o recuperación correspondía al
Doctor N. que actúa sólo como especialista consultor y está
encargado, como en la propia declaración de hechos probados se
reconoce, solamente de la evaluación de la paciente, cabe
preguntarse por qué no se reconoció igualmente que de conformidad
con el principio de confianza y la división horizontal de las
funciones médica, el Dr. N. podía también confiar que las
enfermeras iban a cumplir con la sugerencia de llamar al Dr. M.,
aun cuando, conforme la Ley Orgánica del Colegio Médico el Doctor
M. M. debió de estar presente y presidir personalmente la
interconsulta, tomando él las decisiones y dando las órdenes que
correspondieran. Si se tratara por igual a ambos médicos, los
juzgadores habrían determinado también que el Dr. M. debió de
cerciorarse que el Dr. N. cumpliera con la supuesta delegación y
llamara al menos por teléfono al hospital para cerciorarse de que
lo hacía. 3º En cuanto al reproche de no haber procedido a
trasladar a la paciente a la sala de cuidados intensivos, la
sentencia en uno de sus apartados arriba transcritos dice: “… y en
cuanto a la consideración de que no trasladarla a cuidados
CASACION PENAL No.S.P.270=2009
intensivos fue lo que agravó la situación de la paciente, nos
parece que supra se ha razonado que ésta mas que una decisión de
los familiares era una responsabilidad inscribible en el correcto
manejo de la lex artis de parte del médico y de la institución
sanitaria en su conjunto”. En efecto, ya antes se lee en la
sentencia: “Asimismo, estiman estos juzgadores de manera
concluyente, que aun cuando se ha controvertido por la defensa el
hecho de la necesidad de autorización para brindar cuidados
intensivos en una clínica médica, y que los mismos pueden ser
invasivos, o bien el argumento de la necesidad del consentimiento
informado para estas intervenciones, cosa que no ocurriría en el
presente caso, estos argumentos no se sostienen desde un correcto
proceder de la lex artis pues tratándose de una clínica privada –y
lo mismo sería un hospital público- es responsabilidad del médico
tratante ante situaciones de gravedad decidir por cuidados
intensivos o alternativos para intentar corregir o disminuir
situaciones críticas, y en el presente caso, ese hubiera tenido
que ser el proceder del internista N. para intentar salvar la vida
de su paciente… Su proceder desde la perspectiva objetiva del
debido cuidado, en la administración del tratamiento médico, era,
en esos momentos, los cuidados intensivos, los cuales aseguraban
su pago con la letra de cambio en blanco firmada por sus
parientes. Concurriendo en esta desaplicación del seguimiento de
la crisis un inexcusable deber de cuidado que quebranta la lex
artis exigible…” Siendo breves queremos decir al respecto que como
consultor especialista, al Dr. N. le correspondía solamente
sugerir o recomendar los procedimientos de una sala de cuidados
intensivos, que es lo que él hace, pero no está obligado a
ejecutar y ni siquiera asegurarse de que se ejecute esa
sugerencia. La “decisión” como se dice en la sentencia es
responsabilidad del médico tratante (Dr. M.) aunque ni aún éste
puede ejecutarla porque esto requiere un trámite establecido por
todos los hospitales privados y éste debe ser realizado por el
pariente o persona responsable que sólo excepcionalmente y por
mera voluntad puede ser el médico, sea éste el tratante o
consultor. Basta para comprobarlo indagar el trámite que se sigue
en todos los hospitales privados. En cuanto a la letra de cambio
en blanco firmada por los parientes, debe decirse que no garantiza
el pago del servicio porque éstos sólo pueden cobrarse cuando han
sido autorizados por el pariente responsable y nunca cuando éste
no se ha manifestado de acuerdo con los mismos. Pero en todo caso,
es claro que no correspondía al Dr. N. autorizar los cuidados
intensivos y, mucho menos aun, responsabilizarse por la prestación
de ese servicio. En cuanto al consentimiento informado que los
juzgadores descartan, siempre es necesario y exigido en cuidados
intensivos porque no se puede saber con anticipación si va a ser
necesario practicar procedimientos invasivos y en caso de serlo se
hace necesario contar previamente con el consentimiento del
paciente o de los familiares responsables, aparte de que, como
estos procedimientos pueden ser bastante caros, los responsables
de su pago pueden negarse a hacerlo alegando no haber sido
informados ni haber autorizado su práctica. Ver, además, lo
expuesto en el Motivo Unico de Casación por Infracción de Ley. Por
todo lo anterior podemos sostener que no es cierto que se haya
comprobado que el Dr. N. incurrió en este caso en imprudencia,
impericia, negligencia, inobservancia de leyes, reglamentos,
órdenes o deberes y que al no comprobarse este primer requisito
que exige el Código Penal para la existencia de un delito culposo,
debe respetarse el principio consagrado en el artículo 89 de la
Constitución de la República. Pero hay que decir, además, que en
todo caso no basta con la concurrencia de cualquiera o de varios
CASACION PENAL No.S.P.270=2009
de esos elementos del tipo (imprudencia, impericia, etc.) para que
de por sí exista un homicidio culposo sino que es indispensable,
además, que como resultado de esas circunstancias se haya
producido la muerte de una persona, o sea que exista lo que en
doctrina se denomina “relación de causalidad” entre la
imprudencia, impericia, etc. y el resultado muerte, o sea que la
muerte sea resultado directo de la imprudencia, impericia, etc.
¿Cómo intenta fundamentar la sentencia la existencia de esta
relación de causalidad? Veamos. En el acápite correspondiente a la
fundamentación jurídica, la sentencia dice: “Primero… En su forma
mas tradicional de tipicidad objetiva del homicidio culposo
requiere que el autor haya infringido un deber de cuidado, y que
el mismo deberá ser imputable a la acción y omisión, atribuible a
la existencia de una necesaria relación de causalidad entre la
conducta imprudente y el resultado, y la creación de un riesgo no
permitido que ocasione la producción del resultado”. Y luego
continúa: “Segundo: El doctor D. N. A. quebrantó la lex artis que
se le imponía como obligación en relación a su paciente, al no
atender los signos de la crisis del postoperatorio y desentenderse
de su paciente, lo que ocasionó la muerte de la señora B. L. C.
B., constituyendo este el reproche de antijuricidad, puesto que su
preparación profesional le permitía conocer o prevenir el peligro
susceptible de determinar en su momento, y fue precisamente este
incremento del riesgo el que se realiza en el resultado, en
consecuencia, al crear un riesgo jurídicamente desaprobado es que
se le atribuye o imputa la responsabilidad penal por el homicidio
culposo de su paciente” y luego finaliza así: “Tercero:
Concluyendo, podemos decir que la existencia de un fallo técnico
por infracción de la lex artis del que se deriva un perjuicio
implica la ponderación de si ello se debió a la infracción del
deber objetivo de cuidado como efectivamente sucedió en relación
al Doctor J. D. N. A. al no brindar a la paciente los cuidados
paliativos que como médico especialista y tratante estaba obligado
a proporcionar de forma diligente. Este juicio es realizado a la
luz del cúmulo de circunstancias concurrentes en este caso, para
finalizar determinando que se ha infringido la norma jurídica de
cuidado recogida (¿en qué artículos?) en el Código Penal
específicamente en el artículo 13, párrafo tercero y
consecuentemente en el artículo 121 del mismo Código…” Al margen
de algunos conceptos que ya hemos aclarado como que la señora C.
B. no es paciente del Dr. N. sino del Dr. M., que el médico
tratante es el Dr. M. y no el Dr. N. que conforme la Ley Orgánica
del Colegio Médico no sería más que un especialista consultor y
que él hizo cuanto en su condición de médico consultor estaba
obligado a hacer y no puede decirse por ello que, por lo que los
juzgadores llaman desatención y abandono de la paciente (del Dr.
M.) haya aumentado el riesgo de la muerte de la paciente y que
este incremento del riesgo se haya realizado en el resultado, como
pretenden justificar los juzgadores, debemos preguntarnos ¿han
comprobado los juzgadores en su sentencia que la muerte de la
señora C. B. fue resultado de la negligencia que atribuyen al Dr.
N. o sea, han comprobado y cómo, que concurre en este caso el
elemento típico de la relación de causalidad? Veremos que no. La
relación de causalidad es uno de los problemas más discutidos y
estudiados en el Derecho Penal. Para resolver los difíciles
problemas que en muchos casos plantea la relación de causalidad la
ciencia jurídica penal ha desarrollado muchas teorías, siendo las
tradicionalmente más admitidas y utilizadas las de la equivalencia
de las condiciones o de la conditio sine qua non o condición sin
la cual y la de la adecuación o de la causación adecuada (ver R.
S. L., Lecciones de Derecho Penal I, 10ª edición, páginas 106 y
CASACION PENAL No.S.P.270=2009
107). Conforme la teoría de la conditio, equivalencia de las
condiciones o de la conditio sine qua non que sería la aplicable
para resolver este caso, causa de un resultado sería toda
condición que no puede ser suprimida in mente sin que a la vez
desaparezca o quede excluido también el resultado en su
configuración concreta o sea tal y como sucedió. Para comprobar la
relación de causalidad conforme esta teoría habría que
preguntarse: ¿es cierto que si no se hubiera dado la pretendida
negligencia del Dr. N., la señora C. no hubiera muerto en la forma
en que murió? Probaron esto los acusadores y lo comprobaron los
juzgadores? ¿Se comprobó, por ejemplo, si se hubiera logrado
comunicarse a tiempo con el Doctor M., que éste hubiera venido a
tiempo desde El Progreso, que hubiera reintervenido a la paciente,
y que ésta hubiera tolerado la reintervención y que se hubiera
salvado? ¿Era seguro que a través de los servicios del
intensivista se hubiera logrado vencer al estado de
descompensación de la paciente mientras se le sometía a la
reintervención? Por lo tanto, aunque suprimiéramos mentalmente la
pretendida negligencia del Dr. N., el resultado muerte siempre se
daría, con lo cual se comprueba que la muerte de la fallecida no
fue resultado de dicha pretendida negligencia. Los propios
juzgadores no están seguros que de no ser por esa pretendida
negligencia la muerte de la señora Castor no se hubiera producido
ya que en el párrafo final de la página 22 de la sentencia
manifiestan: “… llegando al extremo de desentenderse de la
paciente con lo que incrementó el riesgo de su muerte, que
posiblemente no hubiera ocurrido de prestarse a la paciente la
atención que de él se demandaba profesionalmente”. Para comprobar
la relación de causalidad habría que demostrar no que posiblemente
se hubiera salvado, sino que efectivamente hubiera sobrevivido a
la crisis. En todo caso puede asegurarse categóricamente que no se
comprobó en el juicio ese elemento demandado expresamente en el
texto del artículo 13 del Código Penal de que la muerte se produjo
como resultado de la pretendida negligencia del Dr. N. o sea que
de no ser por esa negligencia la paciente no hubiera muerto.
Recuérdese además, que como se evidencia en el motivo tercero, esa
prueba tenía que ser plena o sea no “posiblemente” sino que no
dejara duda de que así habría ocurrido, por exigirlo así el
artículo 92 de la Constitución de la República en relación con el
numeral 2 del artículo 297 del Código Procesal Penal, además, lo
expuesto en el Motivo Único de Casación por Infracción de Ley.
Concluyendo: al no haberse comprobado que concurren en el presente
caso los requisitos exigidos en los delitos culposos por el
párrafo tercero del artículo 13 del Código Penal, no se ha
quebrado el estado de inocencia del Dr. N., garantizado por el
artículo 89 de la Constitución de la República, lo que da lugar a
que se produzca la infracción de este artículo constitucional,
base del presente motivo de este recurso de casación, impugnando y
contradiciendo así lo aseverado por los juzgadores al decir: “en
consecuencia, entender que la presunción interina de inocencia ha
sido vencida o enervada por la parte acusadora” ya que, como hemos
expuesto, no se aportó la plena prueba de la concurrencia de todos
los elementos de la tipificación del delito, como exige el
artículo 92 de la Constitución de la República en relación con el
numeral 2, párrafo segundo, del artículo 297 del Código Procesal
Penal. Queda claro, entonces, que el estado de inocencia del
Doctor J. D. N. A. no ha sido aniquilado con la prueba que fue
valorada por el tribunal sentenciador. De manera que al habérsele
condenado por un delito no comprobado con plena prueba, se
infringió, por falta de aplicación y cumplimiento, el artículo 89
de nuestra Carta Fundamental.” RECURSO DE CASACION POR INFRACCION
CASACION PENAL No.S.P.270=2009
DE PRECEPTO CONSTITUCIONAL FUNDADO EN LA FALTA DE APLICACIÓN DEL
ARTÍCULO 89 DE LA CONSTITUCIÓN DE LA REPÚBLICA. El artículo 89 de
la Constitución de la República establece que “toda persona es
inocente mientras no se haya declarado su responsabilidad por
autoridad competente”. El derecho fundamental a la presunción de
inocencia, además de encontrarse expresamente reconocido en
nuestra Constitución y normas legales secundarias (vid. Arts. 1 y
2 del Código Procesal Penal, también lo está en instrumentos
jurídicos internacionales suscritos por el Estado de Honduras,
como son entre otros, la Declaración Universal de los Derechos
Humanos de 10 de diciembre de 1948 (art. 11.1), el Pacto
Internacional de Derechos Civiles y Políticos de 19 de diciembre
de 1966 (art.14.2) y la Convención Americana de Derechos Humanos
(art. 8.2), significa el derecho de todo acusado a ser absuelto
sino se ha practicado una mínima actividad probatoria de cargo,
acreditativa de los hechos en que se funda la hipótesis acusatoria
y de la intervención en los mismos del procesado. En sede de
casación, al alegarse la vulneración de la presunción de
inocencia, la Sala de lo Penal deberá considerar: a) las pruebas
que tuvo en cuenta el Tribunal de Instancia para atribuir unos
hechos delictivos a una persona, b) si las pruebas fueron
practicadas en el juicio con sujeción a los principios de
oralidad, inmediación, contradicción y publicidad, c) si de haber
sido practicadas excepcionalmente en la etapa preparatoria, fueron
introducidas al debate por el cauce previsto por el artículo 311
del Código Procesal Penal, d) si las pruebas se practicaron con
observancia de las normas procesales y respeto a los derechos
fundamentales, y e) si las conclusiones probatorias del Tribunal
sentenciador no resultan arbitrarias. En este sentido, corresponde
al Tribunal de Casación comprobar que el Tribunal de Instancia ha
dispuesto de la precisa actividad probatoria para la afirmación
fáctica contenida en la sentencia, lo que supone constatar que
existió, que se ha realizado con observancia de la legalidad en su
obtención y se practica en el juicio oral bajo la vigencia de los
principios de inmediación, oralidad, contradicción efectiva y
publicidad, y que el razonamiento de la convicción obedece a
criterios lógicos y razonables que permitan su consideración de
prueba de cargo. En el caso que ahora nos ocupa, el recurrente
hace una extensa exposición de los fundamentos fácticos y
jurídicos en que se basa la sentencia impugnada, haciendo una
crítica de los mismos, arguyendo en esencia que el Tribunal de
Sentencia en ningún caso señala en cual de las circunstancias que
configuran una acción u omisión culposa se encuadraría el
comportamiento del acusado (imprudencia, impericia, negligencia,
inobservancia de leyes, etc..). Por otro lado, el Censor hace
hincapié que el procesado únicamente actuó como médico consultor,
de tal manera que el médico tratante y responsable de la operación
quirúrgica practicada a la paciente, esto es, el coimputado, el
Doctor M. M., era el responsable de seguir las incidencias del
postoperatorio, y no el encartado, Doctor D. N., quien actúo con
la debida diligencia, que se mantuvo pendiente de la evolución
seguida por la paciente y que inclusive hizo más de lo que
atendiendo a las circunstancias del caso debía esperarse de él y
le era exigible. El casacionista considera que en el caso sub
iudice no se ha logrado comprobar de manera fehaciente que en el
caso de haberse llamado al responsable principal de la operación
quirúrgica, esto es, al coprocesado M. M. y con ello haberse hecho
efectiva su participación activa en el postoperatorio, o en todo
caso, de haberse sometido a la paciente a cuidados intensivos, el
resultado muerte no se habría producido, con lo cual el Tribunal
Sentenciador no logró constatar la necesaria relación de
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causalidad que cualquier tipo penal de imprudencia exige para su
configuración, al tenor de lo previsto en el artículo 13 párrafo
tercero del Código Penal. Un detenido examen de los antecedentes
revela, que el caso bajo juzgamiento los diferentes medios de
prueba, tanto los aportados por el Ministerio Público como la
Defensa, han sido aportados con arreglo a los principios de
oralidad, inmediación, contradicción y publicidad, sin que se
constate que en la proposición y evacuación de las pruebas de
cargo se hayan inobservado las normas procesales ni tampoco
irrespetado derechos fundamentales. En cuanto al razonamiento
externado por el Tribunal de Instancia para concluir sobre la
responsabilidad penal del acusado D. N., esta Sala no encuentra
que ésta sea contraria a la lógica, ni a las demás normas del
correcto entendimiento humano, al fundarse el mismo en el análisis
crítico de pruebas de carácter documental contenidas en el
expediente clínico, prueba testimonial, particularmente, la
obtenida por la declaración de la hija de la hoy difunta, que
narra lo que pudo presenciar de manera directa sobre el curso de
algunos de los acontecimientos relevantes para el tratamiento de
la causa, en el dictamen médico forense contenido en la autopsia
respectiva en el que se concluye que la causa de la muerte de la
paciente se debió a una hemorragia localizada en el sitio donde se
realizó la extracción del bazo, que la misma debió ser manejada
médica y quirúrgicamente, de tal manera que se constata el
requisito de que sí se ha producido en el proceso una mínima
actividad probatoria de cargo. El recurrente hace especial
hincapié, que el procesado M. M. era el responsable de seguir las
incidencias del postoperatorio, y no el ahora condenado D. N.,
expresando que éste último confió a su Defensor en sede de
casación, que el Doctor M. le expresó que él se haría cargo de la
situación y que no se preocupara, por lo que de ello se concluye
que en ningún momento se produjo una delegación por parte de éste
último en el Doctor N. para que actuase como médico tratante y por
ende responsable de tomar las decisiones médicas correspondientes
en el postoperatorio, y por ende no puede ser responsabilizado por
el resultado de muerte que se produjo en dicha fase. Sobre este
extremo resulta importante destacar que no consta en el proceso,
previo a la interposición del recurso de casación, que el imputado
M. M. hubiese expresado al coimputado D. N., que no se preocupara
por seguir la evolución del postoperatorio ya que él mismo se
ocuparía de ese menester. En este sentido cabe aquí la aplicación
del brocardo jurídico “quod no est in actis non est in mundus” (lo
que no está en las actas no está en el mundo), lo que significa en
el contexto actual de un procedimiento penal garantista, de que lo
que no consta en el proceso, debidamente acreditado, no existe y
por ende no tiene relevancia como prueba, sea de cargo o de
descargo. En cambio lo que si se encuentra probado en el proceso,
es que el Doctor D. N., asume el control del postoperatorio, no
como un mero consultor como lo alega la Defensa, sino como un
médico tratante que no se limita a una mera evaluación sino a la
adopción de las medidas primarias para hacer frente al evidente
agravamiento del estado de salud de la paciente, de tal modo que
el reproche que el Juzgador de Instancia le hace, es que no actuó
con la debida diligencia en todo ese proceso, o lo que es lo
mismo, lo hizo con negligencia, al omitir ciertos actos que un
profesional con la experiencia y conocimientos altamente
especializados como los suyos, le era exigible atendiendo a las
circunstancias que se presentaron en el caso bajo examen. El
recurrente, como antes lo expresábamos, reprocha que no se ha
logrado acreditar en juicio que de haberse ejecutado las acciones
esperadas (desde la perspectiva del Juzgador) y finalmente
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omitidas por el procesado D. N., la muerte no se hubiera
producido. Al respecto, esta Sala considera pertinente señalar que
por razones obvias resulta absolutamente imposible retrotraer los
acontecimientos al pasado, de tal manera que el imputado D. N.
pueda ejecutar materialmente las acciones que según el Tribunal de
Instancia le eran exigibles, y corroborar de esa forma, sí el
resultado se habría producido de igual modo. En opinión de esta
Sala, al sujeto ha de juzgársele fundamentalmente por lo que
realmente aconteció y no tanto por lo que hipotéticamente pudo
ocurrir, y es el caso que de los elementos probatorios de cargo
aportados al proceso se puede inferir razonablemente, tal y como
lo hace el Tribunal de Sentencia, que el encartado D. N. infringió
el deber objetivo de cuidado, que le era exigible en el
seguimiento y control del proceso postoperatorio, con un
incremento del riesgo para la afectación del bien jurídico
protegido por la norma penal, lo que en una relación causa-efecto
se tradujo en el fallecimiento por hemorragia de su paciente, la
señora B. L. C. B.. Por todas las razones anteriormente expuestas
podemos concluir, que en el caso bajo examen, se constata la
evacuación de prueba de cargo suficiente, practicada con arreglo a
las normas procesales, sin menoscabo de los derechos fundamentales
del acusado, seguida de una valoración probatoria del Tribunal de
Instancia que no se presenta arbitraria o irreflexiva, y que
conduce a la enervación de la presunción de inocencia que ha
venido gozando el señor D. N., consecuentemente no se aprecia la
vulneración del artículo 89 de la Constitución de la República, lo
que trae como consecuencia la desestimación del presente motivo
fundado en la infracción de precepto constitucional. “TERCER
MOTIVO. Infracción por falta de aplicación del artículo 92,
párrafo primero, de la Constitución de la República. PRECEPTO
AUTORIZANTE. Este motivo se encuentra comprendido en lo que
dispone el artículo 361 del Código Procesal Penal. EXPLICACION DEL
MOTIVO Según lo establecido en el artículo que se invoca como
infringido, para que pueda decretarse auto de prisión a una
persona es necesario que concurran dos presupuestos ineludibles:
1º Plena prueba de la comisión de un delito que merezca pena de
privación de libertad; y 2º indicio racional de quien sea su
autor. Es de fundamental importancia distinguir en esta garantía
individual consagrada por nuestra Constitución, la clase de prueba
que se exige en cuanto a la existencia del delito y la que se
exige en cuanto a quien sea el autor del mismo, ya que en cuanto
al primer aspecto (existencia del delito) se exige “plena prueba
de haberse cometido un crimen o simple delito que merezca la pena
de privación de la libertad”, en tanto que en relación con el
segundo (quien sea el autor de ese delito) se exige únicamente que
“resulte indicio racional de quien sea su autor”. Queda aquí más
que claro que la intención del constituyente fue la de que, para
dictar auto de prisión contra el posible autor de un delito basta
con la presencia de indicios racionales de que una determinada
persona sea autor de ese delito, en tanto que para acreditar la
existencia del delito no bastan los indicios racionales sino que
es indispensable la plena prueba o sea la absoluta certeza de que,
lo que se ha cometido constituye efectivamente un delito y no un
ilícito de naturaleza distinta a la penal. O sea que al contrario
de lo que ocurre con la participación o autoría, la existencia de
la comisión de un delito no puede probarse, en ningún caso,
mediante simples indicios sino sólo mediante plena prueba o sea
mediante medios probatorios que no dejen ninguna duda de que, en
el caso que se juzga, se ha cometido efectivamente un delito. Como
el concepto de delito es multívoco, para aclarar qué debe
entenderse por plena prueba de la comisión de un delito, el
CASACION PENAL No.S.P.270=2009
numeral 2 del artículo 297 del Código Procesal Penal establece que
para ello debe tomarse como base “la concurrencia de todos los
elementos de su tipificación legal”, lo que significa que en el
presente caso para dictar auto de prisión y más todavía para
dictar sentencia condenatoria por un homicidio culposo, debió de
comprobarse más allá de toda duda (plena prueba) que la muerte de
la supuesta sujeto pasivo del supuesto homicidio culposo se
produjo como “resultado” de cualquiera de las circunstancias a que
se refiere el párrafo tercero del artículo 13 del Código
Penal(imprudencia, impericia, negligencia, inobservancia de una
ley, de un reglamento o de órdenes, resoluciones o deberes), lo
cual no ocurrió en el presente caso ya que ni en el auto de
prisión ni en la sentencia condenatoria se precisa siquiera cuál
de todas las hipótesis comprendidas en dicho párrafo se da en el
mismo y por qué y mucho menos se comprueba fuera de toda duda,
como exige la plena prueba, que la muerte de la supuesta sujeto
pasivo del supuesto homicidio culposo se produjo como “resultado”
de la imprudencia, impericia, negligencia, etc, o sea, que de no
ser por esa imprudencia, impericia, negligencia, etc, la señora B.
L. C. B. no hubiera muerto. Como se expone en otros motivos de
este recurso, algunos de estos elementos esenciales del tipo penal
de homicidio culposo ni siquiera intentó probarse sino que se
dieron por supuestos o se presumieron de manera muy discutible.
Con base a lo anterior, podemos decir amparados en el artículo 92
de la Constitución de la República, en relación con el numeral 2
del artículo 297 del Código Procesal Penal, que para dictar auto
de prisión y todavía con más razón para dictar sentencia
condenatoria en el presente caso, debió de probarse plenamente, es
decir fuera de toda duda: 1º Que hubo de parte del imputado
imprudencia, impericia, negligencia o inobservancia de una ley, un
reglamento o de órdenes, resoluciones o deberes; y 2º Que la
muerte de la señora B. L. C. B. se produjo como resultado de
cualquiera de las circunstancias a que se refiere el inciso
anterior ya que, de acuerdo con lo probado en juicio, de no ser
por la imprudencia, impericia, negligencia, etc. del imputado,
dicha señora no hubiera muerto en la forma en que murió. Al
haberse dictado auto de prisión y, peor aún, sentencia
condenatoria sin haberse comprobado plenamente estos extremos,
resulta más que evidente la infracción del artículo 92 de la
Constitución de la República. Queremos insistir y dejar claramente
diferenciado que conforme el precepto constitucional que
consideramos infringido, debe distinguirse dos grados distintos de
validez de la prueba para acreditar la existencia del delito, por
un lado, y la participación delictiva, por otro: plena prueba en
el primer caso (existencia del delito) e indicio racional en el
segundo (participación delictiva) y que, de acuerdo con lo
establecido en el numeral 2 del artículo 297 del Código Procesal
Penal, lo que debe acreditarse plenamente en este caso para
comprobar la existencia del delito es el hecho de que concurren
todos los elementos de la tipificación legal del delito de
homicidio culposo que, como hemos dicho, son básicamente, la
imprudencia, impericia, negligencia o inobservancia de leyes,
reglamentos, órdenes, resoluciones o deberes, por un lado, y que
la muerte del sujeto pasivo del delito sea resultado de esa
imprudencia, impericia, negligencia, etc., por otro.
Paradójicamente, en el presente caso, de lo que existe plena
prueba es de la participación del Dr. N. en los hechos
relacionados con la muerte de la señora B. L. C. B. ya que no
existe ni la más mínima duda de su intervención como especialista
consultor, pero lo que no se ha probado plenamente, o sea sin
lugar a dudas es que el Dr. N. haya incurrido, en el desempeño de
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sus obligaciones legales, en imprudencia, impericia, negligencia,
etc. y que, como resultado de cualquiera de esas circunstancias se
haya producido la muerte de dicha señora. Hay pues plena prueba de
su participación pero no hay plena prueba de la concurrencia de
todos los elementos de la tipificación legal del delito de
homicidio culposo ya que no se ha comprobado fuera de toda duda
que ha incurrido en imprudencia, impericia, negligencia o
inobservancia de leyes, reglamentos, órdenes y deberes en el
ejercicio de sus obligaciones médicas y que a consecuencia de esas
circunstancias haya resultado la muerte de esa señora. Otra
circunstancia que debe destacarse es que la plena prueba no es
sinónimo de (ni exige tampoco) la prueba tasada como parece
creerse en una anterior sentencia de la Corte Suprema. La prueba
tasada pudiera ser un medio para alcanzar legalmente la plena
prueba, pero una vez proscrita como lo está actualmente la prueba
tasada por el Código Procesal Penal, lo que es procede es llegar a
la plena prueba a través de los principios de la sana crítica como
establece actualmente dicho Código. Lo que si debe quedar fuera de
toda discusión es que, bien a través de los principios de la sana
crítica o de cualquier otro medio, el resultado debe ser la plena
prueba de que concurren en todo caso todos los elementos de la
tipificación legal del delito de que se trate. Por lo demás, el
término plena prueba es más que claro y elocuente: no debe quedar
ninguna duda de que concurren esos elementos porque aquí, más que
en cualquier otro caso, cabe el aforismo de que la duda absuelve.
Cualquier otra interpretación sería violatoria del artículo 92 de
la Constitución de la República. Y en este caso lo que sobre en
relación con esos aspectos son las dudas, tanto en lo que respecta
a si incurrió en imprudencia…, como en cuanto a si la muerte se
produjo como resultado de esas circunstancias, ello precisamente
en virtud de que no se probó plenamente la concurrencia de dichos
elementos de la tipificación legal del delito de homicidio
culposo.” RECURSO DE CASACION POR INFRACCION DE PRECEPTO
CONSTITUCIONAL FUNDADO EN LA FALTA DE APLICACIÓN DEL ARTÍCULO 92
DE LA CONSTITUCIÓN DE LA REPÚBLICA. El artículo 92 de la
Constitución de la República establece que “no podrá proveerse
auto de prisión sin que proceda plena prueba de haberse cometido
un delito…que merezca la pena de privación de la libertad, y sin
que resulte indicio racional de quien sea su autor….” El
recurrente argumenta que para decretar el auto de prisión la
Constitución exige la plena prueba de la comisión del delito, y
que para acreditar la participación en el mismo, únicamente exige
indicios racionales, de tal manera que si para decretar esa
resolución judicial se requiere inevitable y forzosamente la plena
prueba de la comisión del hecho criminoso, con mucho mayor razón
tal exigencia debe predicarse cuando de dictar una sentencia
condenatoria se trata. Añade el censor que el delito únicamente
puede ser acreditado mediante plena prueba y no con indicios,
concluyendo que en el presente caso el Tribunal Sentenciador ha
condenado al procesado D. N., sin que se haya acreditado
plenamente que haya incurrido en imprudencia, negligencia,
impericia, inobservancia de órdenes y cualquiera otra de las
circunstancias que legalmente deben concurrir para configurar el
tipo de injusto culposo, de tal manera que por ello la sentencia
impugnada vulnera el artículo 92 de nuestra Carta Magna. Esta Sala
de lo Penal considera oportuno recordar, que el auto de prisión,
conocido como el auto de formal procesamiento en otras
legislaciones, es una resolución judicial que en el actual código
procesal penal se dicta en la audiencia inicial que tiene lugar en
la etapa preparatoria y que puede ser mantenido en la audiencia
preliminar y por ende en la etapa intermedia, y con ello abrir la
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vía para decretar el auto de apertura a juicio. La exigencia
constitucional prevista en el artículo 92, va dirigida entonces a
evitar la arbitrariedad en las etapas del proceso antes
mencionadas, en cuanto se refieren a esa resolución en particular,
y no a la sentencia definitiva dictada tras la evacuación del
juicio oral y público, que es una fase cronológicamente posterior
a las anteriormente señaladas. Pese a la redacción del precepto
antes mencionado, que exige la “plena prueba” de la comisión del
delito, lo cierto es que una interpretación lógica y sistemática
de la Constitución, nos permite afirmar que la conexión del mismo
con el derecho a la presunción de inocencia, reconocido en el
artículo 89 del mismo texto fundamental, nos lleva a la conclusión
de que para dictar auto de prisión lo que se requiere es la alta
probabilidad razonable de que se ha cometido un hecho tipificado
como delito y la concurrencia de los indicios racionales que
apuntan a la participación en su comisión de una o varias personas
individualizadas, más no la certeza, pues tal estado de
convencimiento solamente es exigible en el momento procesal de
proferirse la sentencia definitiva, tras la celebración del juicio
oral y público en el que se han observado todas las garantías
procesales exigibles en el ordenamiento jurídico. Esta Sala no
coincide con el recurrente, cuando afirma que la comisión del
delito no puede probarse con indicios, pues una pluralidad de los
mismos, debidamente acreditados en una conexión lógica con el
hecho que se trata de averiguar, puede dar lugar a la enervación
de la presunción de inocencia. Lo que sí comparte esta Sala con el
Censor es que para dictar una sentencia condenatoria se requiere
que se haya probado plenamente, es decir que en el juzgador exista
un estado de convencimiento más allá de toda duda razonable, o lo
que es lo mismo de certeza, en torno a la comisión de un hecho
tipificado como delito y de que el acusado es responsable de su
perpetración. En el caso bajo examen, el motivo invocado por el
casacionista no puede prosperar, ya no cabe invocar como
infringido el artículo 92 de la Constitución cuando de una
sentencia definitiva se trata, ya que tal precepto se dirige a
evitar la arbitrariedad en la emisión del auto de prisión,
resolución judicial de carácter hipotético y esencialmente
provisional, que como antes explicábamos se ha dictado en una
etapa anterior ya precluída y contra la cual el ordenamiento
jurídico prevé otro tipo de recursos, tanto ordinarios (reposición
y apelación) como extraordinarios (el amparo). Por todas las
razones anteriormente expuestas, el motivo desarrollado por el
recurente, basado en la infracción del artículo 92 de la
Constitución de la República, debe ser desestimado. “CASACION POR
QUEBRANTAMIENTO DE FORMA.- PRIMER MOTIVO: En la valoración de la
prueba contenida en la sentencia recurrida no se observaron las
reglas de la sana crítica, en abierta infracción a lo que disponen
los artículos 202 (cuya rúbrica es “Valoración de la prueba. La
sana crítica”) y 338 (en el que se contienen los “Requisitos de la
sentencia””), regla cuarta, numeral segundo, ambos del Código
Procesal Penal, en las partes de tales preceptos que, por su
orden, se leen así: “Las pruebas serán valoradas con arreglo a la
sana crítica” y “Seguidamente (después de la declaración de hechos
probados esos hechos, según las reglas de la sana crítica,…”.
PRECEPTO AUTORIZANTE:….Artículo 362, preámbulo y numeral tercero,
en la última parte, del Código Procesal Penal; según el texto que
transcribo a continuación: “El recurso de casación por
quebrantamiento de forma, podrá interponerse cuando la sentencia
recurrida adolezca de los vicios siguientes: ….3) Que….en la
valoración de la prueba no se respetaron las reglas de la sana
crítica”. EXPLICACION DEL MOTIVO: En la valoración de la prueba,
CASACION PENAL No.S.P.270=2009
el Tribunal de Sentencia echó mano de una categoría, que carece de
sustentación legal en el país, como lo es la lex artis. A lo largo
del apartado respectivo, la invoca, tanto para fundamentar la
absolución de uno de los imputados, a quien atribuye el
cumplimiento de la misma, como para condenar al otro, nuestro
defendido, diz que por haberla incumplido. Es importante,
entonces, que veamos en qué consiste la lex artis. D. Giraldo
Lainez, nos da la siguiente explicación: “La expresión lex artis –
literalmente, “ley del arte”, ley artesanal o regla de la regla de
actuación de que se trate se ha venido empleando de siempre, para
referirse a un cierto sentido de apreciación sobre si la tarea
ejecutada por un profesional es o no correcta o se ajusta o no a
lo que debe hacerse.= De forma que si la actuación se adecua a las
reglas técnicas pertinentes se habla de “un buen profesional, un
buen técnico, un buen artesano”, y de una buena “praxis” en el
ejercicio de una profesión. Suele aplicarse el principio de la lex
artis a las profesiones que precisan de una técnica operativa y
que plasman en la práctica unos resultados empíricos. Entre ellas
destaca, por supuesto, la profesión médica, toda vez que la
medicina es concebida como una ciencia experimental.= La
diversidad de situaciones y circunstancias concurrentes en la
actividad médica ha generado una multiplicidad de reglas técnicas
en el ejercicio de la profesión, hasta el punto de que se ha
hablado de que “para cada acto una ley”.= Las singularidades y
particularidades de cada supuesto influyen, pues, de manera
decisiva en al determinación de la regla técnica aplicable al
caso.=… Sobre este extremo, Romeo Casabona, apoyándose en la
doctrina alemana, afirma que la indicación médica y la lex artis
son dos conceptos que se hallan estrictamente vinculados pero
esencialmente distintos.= La indicación terapéutica consiste,
fundamentalmente, en una tarea de valoración, de ponderación de
los beneficios y riesgos objetivamente previsibles del paciente,
que puede entrañar la aplicación de una u otra medida terapéutica;
mientras que en la lex artis se trata de, una vez emitido ese
juicio, aplicar adecuada y correctamente por parte del facultativo
el tratamiento indicado.= La indicación responde al sí del
tratamiento, al procedimiento o método que se ha de seguir. La
realización de una intervención se ajustará a la técnica correcta
y será conforme, por tanto, a la lex artis cuando no sea contraria
a la técnica establecida por la indicación ni al cuidado debido.”
Resulta, pues, claro que hay dos pasos en el tratamiento médico:
primero, determinar cuál es la medida a aplicar; y, adecuar la
actuación del facultativo a las reglas técnicas relativas a la
medida indicada. Pues bien, resulta que en la sentencia que se
está impugnando, se atribuye al Doctor N. A., el no haber
respetado la lex artis, pero el Tribunal se cuida de expresar
cuáles son las reglas técnicas que, de conformidad a ese concepto,
debieron haber sido aplicadas por el indicado profesional. Es
elemental que para expresar, en una valoración, que se han
irrespetado las reglas a que el Médico se debió apegar, deben
señalarse cuáles son esa reglas, exigencia que no es llenada en la
sentencia. Veamos, ahora, cómo el Tribunal maneja la categoría lex
artis: 1. En el ordinal primero del apartado correspondiente a la
Valoración de la Prueba, expresa: “Estas consideraciones el
Tribunal estima que se inscriben en un marco de lex artis acorde a
un diagnóstico responsable y prudente de parte del oncólogo,
justificándose bajo estas consideraciones la intervención que
este prograM. unas semanas después”. Así es que, según el
sentenciador, la “indicación” de que se practicara la intervención
se inscribe en la lex artis cuando ya hemos visto que cabe en el
primer paso, es decir en el que se denomina, precisamente,
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indicación; aquí la lex artis aparece señalando la forma en que se
debería haber llevado a cabo la cirugía. 2. En el ordinal segundo,
se expone: “… con lo cual se evidencia que a lo largo de las cinco
horas que separan de la media noche el médico internista se
sustrajo a cumplir con su deber de brindar atención, vigilar y
resolver los síntomas (habría que preguntarse cómo se “resuelven”
los síntomas) de presión arterial baja que venía presentando la
señora C. B., sin preocuparse en descartar en ese período de
tiempo si el cuadro clínico era producto de los efectos
secundarios de la anestesia o bien si otras causas pudieran estar
incidiendo en el deterioro de la salud de la recién operada, con
lo cual se refleja ya en estas horas una infracción a la lex artis
en lo que corresponde al deber de cuidado del médico respecto a
una paciente en el postoperatorio,… “¿De dónde saca el Tribunal
las reglas comprendidas en la lex artis, que considera infringidas
por nuestro defendido? ¿Por qué no señala el protocolo o escrito
médico en que encontró tales reglas? Además, como se ha demostrado
en otros de los motivos de casación, el Dr. N. no estaba
legalmente obligado a permanecer en el hospital durante las cinco
horas a que se refiere el Tribunal por lo que no cabe afirmar que
“se sustrajo a cumplir con su deber”. 3. En el ordinal tercero, el
Tribunal echa manos, en tres ocasiones, a la lex artis, de la
siguiente manera: a) “… el internista N. se desatiende de lo que
le exige la lex artis, y pasa por alto llamar al cirujano para una
exploración médica,…”: b) “… aun cuando se ha controvertido por la
defensa el hecho de la necesidad de autorización para brindar
cuidados intensivos en una clínica médica, y de los mismos pueden
ser invasivos, o bien el argumento de la necesidad del
consentimiento informado para estas intervenciones, cosa que no
ocurría en el presente caso, estos argumentos no se sostiene a un
correcto proceder en la lex artis,…” y c) “Concurriendo en esta
desaplicación del seguimiento de la crisis un inexcusable deber de
cuidado que quebranta la lex artis exigible,…” Las citas
anteriores nos obligan a plantear la siguiente consideración: No
se exponen, de ninguna manera, cuáles son las reglas de lex artis
que, se sostiene, han sido quebrantadas por el Doctor N.. 4. Se
expone en el ordinal cuarto: “… es menester concluir con su
comportamiento profesional refleja un menoscabo de la lex artis le
imponía como deber de cuidado.” Pero, por Dios Santo, ¿en dónde
aparece ese deber como parte de la lex artis; el Tribunal no lo
dice en manera alguna?. 5. En el ordinal noveno, se lee: “…como
pudieron ser los cuidados intensivos que era su deber ordenar ante
un desenlace posible de muerte, de esta forma quebranta un
proceder acorde con las medidas que por lex artis debió asumir en
aquel momento.” Se impone el mismo interrogante que aparece al
final del numeral anterior. 6. En el ordinal duodécimo, aparece lo
siguiente: “… esta más que una decisión de los familiares era una
responsabilidad inscribible en el correcto manejo de la lex artis
de parte del médico y de la institución sanitaria en su conjunto”.
Al respecto, nos hacemos la misma pregunta que en los dos
numerales que anteceden. Resulta que, como se ha visto, el
Tribunal de Sentencia invoca esa figura, la lex artis, como si se
tratara de una normativa de lato conocimiento y de obligatoriedad
indiscutible, pero no nos dice cuáles son los protocolos, y dónde
se pueden encontrar, que le sirvieron de base para tomar la
decisión que estamos impugnando. Es lo cierto que la tal lex artis
no forma parte de la lexicología jurídica nuestra; no la
encontramos ni en el Derecho Positivo, ni en la jurisprudencia, ni
en la doctrina nacional. Según nuestro Código Procesal Penal, el
sistema de valoración de la prueba que impera en nuestro país es
el de la sana crítica racional. Y en la sentencia, en vez de
CASACION PENAL No.S.P.270=2009
recurrir a las reglas que configuran ese sistema, se invoca la tan
traída y llevada en el fallo lex artis, sin que se demuestre en el
mismo que ese concepto se inscribe entre la reglas de la sana
crítica (máximas de la experiencia, principios de la lógica y la
Psicología), las que, en definitiva, dejan de ser aplicadas para
la valoración de la prueba, como exige el Código Procesal Penal de
Honduras, dando así lugar al vicio que constituye el motivo que
estamos terminando de explicar. No pudo hacerse antes ninguna
reclamación contra el indicado vicio, porque se produjo en el
pronunciamiento de la sentencia que estamos impugnando.” “RECURSO
DE CASACION POR QUEBRANTAMIENTO DE FORMA AL NO HABERSE OBSERVADO
EN LA SENTENCIA CONDENATORIA LAS REGLAS DE LA SANA CRITICA. El
artículo 362 No. 3) del Código Procesal Penal prevé que “el
recurso por quebrantamiento de forma, podrá interponerse cuando la
sentencia recurrida adolezca de los vicios siguientes….3) Que..en
la valoración de la prueba no se observaron las reglas de la sana
crítica..”. El proceso lógico seguido por el Juez en su
razonamiento al efectuar la valoración de las pruebas está sujeto
al control a través del examen casacional. El Tribunal de
Casación, en consecuencia, realiza un examen sobre la aplicación
del sistema probatorio establecido por el Código Procesal Penal,
salvaguardando de ese modo la aplicación de las reglas de la sana
crítica en la fundamentación, específicamente en la valoración
probatoria. Ello comporta que siendo libre (y por lo tanto no
sujeto a la prueba tasada) el Tribunal sentenciador en la
apreciación de las pruebas que generan su convicción, porque por
mor del principio de inmediación sólo él las ha tenido ante sí, su
juicio de valoración debe ser razonable, es decir, someterse a las
reglas que gobiernan el correcto entendimiento humano, que den
base para determinar cuales juicios son verdaderos y cuáles
falsos. De este modo la motivación lógica debe responder a las
siguientes características: a) Coherencia, y por ende, congruente,
no contradictoria e ínequívoca, b) Fundada en razón suficiente, y
por lo tanto en observancia del principio de derivación, con
arreglo al cual el iter lógico seguido en la valoración de las
pruebas debe sustentarse en inferencias razonables y de la
sucesión de conclusiones que por ellas se vayan formando, c) El
razonamiento debe observar las normas de psicología y las máximas
de la experiencia. En este último caso por ejemplo, el Juzgador
vulneraría las reglas de la experiencia común cuando se basa en
razonamientos que revelen ignorancia pura y simple acerca de una
actividad humana o de un fenómeno natural. En este sentido, el
universo de las posibles hipótesis en que se dé un quebranto de
este tipo es infinito, a los ejemplos ya clásicos que proporciona
la doctrina tradicional, como el cuchillo que no puede atravesar
una pared de concreto o bien el líquido que necesariamente fluye,
etc.., la vida y la realidad cotidianas agregan innumerables
posibilidades. En el caso bajo examen, el recurrente ataca la
sentencia impugnada, expresando que el Tribunal Sentenciador tiene
por acreditadas varias infracciones de la lex artis por el
procesado, pero sin señalar concreta y puntualmente cuales son las
mismas. La expresión lex artis –literalmente, “ley del arte”, ley
artesanal o regla de la regla de actuación de la que se trate –se
ha venido empleando para referirse a un cierto sentido de
apreciación sobre si la tarea ejecutada por un profesional es o no
correcta o se ajusta o no a lo que debe hacerse. A este respecto,
actualmente se acuña por algunos autores, el término de la lex
artis ad hoc como el criterio valorativo de la corrección del
concreto acto médico ejecutado por el profesional de la medicina
que tiene en cuenta las especiales características de su autor, de
la profesión, de la complejidad y trascendencia vital del acto, y
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en su caso, de la influencia de otros factores endógenos –estado e
intervención del enfermo, de sus familiares o de la misma
organización sanitaria -, para calificar dicho acto de conforme o
no con la técnica normal requerida. En la doctrina todavía se
discute si el concepto de lex artis es aplicable a toda la
actividad médica (exploración, diagnosis, pronóstico, indicación y
tratamiento) o si sólo ha de operar estricto sensu en algunos
apartados del ejercicio de la profesión. Ello deriva, obviamente,
en una concepción más amplia o más restringida del concepto y de
su aplicación práctica. Expuesto lo anterior podemos afirmar que
si bien es cierto que actualmente los límites del concepto de lex
artis, en cuanto a que tipo de actividades médicas debe entenderse
aplicable, es objeto de una viva discusión y por lo tanto aún no
concluida, no es menos cierto que para la resolución del motivo de
casación desarrollado aquí por el Censor, -lo relevante es
verificar si el razonamiento seguido en la sentencia por el
Tribunal A Quo para valorar las pruebas de cargo en que se funda
su condena y con ello atribuir al imputado D. N. un comportamiento
negligente que a la postre trajo como resultado la comisión de un
delito de homicidio culposo-, se opone o no a las reglas de la
coherencia, al principio de la derivación, a las reglas de la
psicología o a las máximas de la experiencia común. Un examen
detenido del iter lógico seguido por el Tribunal de Sentencia de
San Pedro Sula, externado al valorar las pruebas que le llevan a
proferir una sentencia condenatoria, no revela que en el mismo
tales reglas del correcto entendimiento humano hayan sido
vulneradas, amen de que el Censor no señala concreta y
puntualmente cuales y en que momento entiende que aquellas han
resultado inobservadas por el Juzgador de Instancia. Atendiendo a
tales consideraciones el motivo por infracción de las reglas de la
sana crítica en la valoración de las pruebas, debe ser
desestimado. “SEGUNDO MOTIVO: En la sentencia se excluyó o dejó de
considerarse prueba de valor decisivo, inaplicando así lo
dispuesto en el artículo 202 del Código Procesal Penal, en la
parte que a la letra dice: “El órgano jurisdiccional formará su
convicción valorando en forma conjunta y armónica toda la prueba
producida”. PRECEPTO AUTORIZANTE: Artículo 362, preámbulo y
numeral segundo, parte última, del Código Procesal Penal, según el
texto que transcribo a continuación: “El recurso de casación por
quebrantamiento de forma, podrá interponerse cuando la sentencia
recurrida adolezca de alguno de los vicios siguientes: … 2. Que…
excluya o deje de considerar prueba de valor decisivo. EXPLICACIÓN
DEL MOTIVO Durante el juicio oral y público rindieron declaración
como testigos las enfermeras Z. C. D. C. y D. R. G. A., por su
orden declararon así: (página 17 de la sentencia, ordinal segundo
del apartado correspondiente a la Valoración de la Prueba): “que
ella entró en el turno “c” al hospital, y que habían dos pacientes
en el área de recuperación –entre ellos la ofendida- y dos en área
crítica, “doña Berta está por ser trasladada a la habitación, pero
tuvo una baja de presión y fue dejada en observación”. A las nueve
y las diez de la noche continuaba delicada. A las once llegó el
médico, le revisó el abdomen y le cambió el apósito, se le
trasfundió otra carga de suero Hartman, una dosis de dopamina y un
transfusión de sangre. De 11 a 12 mejoró pero no era estable,
seguían bajando los signos, se habló con la hija para pasarla a
cuidados intensivos y ponerle un respirador artificial. A la una
de la mañana se le trasladó a las sala de cuidados intermedios. A
preguntas de las partes la testigo respondió, que a las diez de la
noche llamaron al Doctor N. y que éste indicó que le
transfundieran una carga de suero Hartman, luego lo mismo a las
22:30 y que él llegó a las 23:00 y que estuvo hasta la cuatro y
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treinta en el hospital. Argumenta que no fue llevada a cuidados
intensivos por falta de autorización. En cuanto a las manchas de
sangre dice que éstas eran normales, de una combinación de sangre
y agua, y que las sábanas estaban secas, sin manchas, y justifica
que no se llamó al Doctor M. porque lo que urgía era trasladarla a
cuidados intensivos. A las doce se le transfundió sangre otra vez
y después se le puso otra unidad. Es cuanto al estado de la
paciente dice que ella hablaba pero su presión continuaba bajando,
de las 23:00 a las dos de la mañana continuó bajando la presión. A
las 3:50 la paciente entra en etapa crítica, con presión baja,
saturación crítica. Por segunda vez el doctor insiste a la hija en
la necesidad de cuidados intensivos. Entró en crisis y falleció
entre las cinco y veinticinco y cuarenta de la mañana. Afirma que
cuando fallece la paciente estaba al lado de la paciente el Doctor
N. estaba al lado de la paciente”. Así declaró Z. C. D. C., y, la
segunda, D. R. G. A. (página 18 de la sentencia, segundo párrafo
del ordinal décimo segundo del acápite relativo a la Valoración de
la Prueba) declaró: “que es enfermera profesional y supervisora
del área crítica. A las 2:00 horas Z. me reportó que la paciente
estaba crítica. El Doctor N. giró órdenes por teléfono, luego
llegó entre las onces y las doce de la noche. A la 00:30 el Doctor
N. habló con la hija sobre el estado crítico de la paciente y le
sugirió pasarla a la unidad de cuidados intensivos (UCI), ella lo
rechazó parece que entró con un paquete al hospital. Sobre el
estado del dreno y el apósito, respondió que no había sangrado y
que las gasas tenían un color normal mezcla de sangre y agua. A
las cuatro de la mañana en espera de la autorización para UCI el
doctor N. fue a ver otros pacientes, y a las 5:00 de la mañana
regresó. Se autorizó a que entraran los familiares entre las 4:00
y las 4:30, el Doctor llegó como a las 5:00 y aplicó medidas de
resucitación. Argumenta que no se cumplió la orden de llamar al
cirujano porque el Doctor N. le dijo que esperaba el traslado a
UCI para que decidiera el intensivista. Respondió que cuando
sucedió el paro, a las 5:30 allí estaba el Doctor. A la pregunta
de si consignaron por escrito la negativa de la señora M. P. de
que trasladaran a su madre a cuidados intensivos, respondió que
no”. Se trata de las declaraciones de las dos únicas testigos
imparciales, contestes en los hechos y circunstancias esenciales,
sin haber sido tachadas en manera alguna, que estuvieron presentes
a lo largo de todo el período postoperatorio hasta el
fallecimiento de la señora C. B.; y que con capacidad profesional
y la experiencia necesarias la estuvieron atendiendo. Merecen, por
ello, toda credibilidad. No obstante, el Tribunal sentenciador no
les reconoce ningún valor probatorio, fundándose únicamente en la
declaración de la señora M. P. (la que, por cierto, no aparece en
el acta del debate), hija de la occisa, a quien no puede
considerársele una testigo imparcial y a la cual el Tribunal,
inexplicablemente, le da una credibilidad hasta en los últimos
detalles. En algún momento, el juzgador pretende invocar las
reglas de la sana crítica, pero sin expresar de ninguna manera de
cuáles reglas y en qué forma hace uso en la valoración de los
testimonios antes relacionados. Resulta, pues, que en la sentencia
no encontramos el más mínimo fundamento racional para excluir las
indicadas declaraciones. De igual manera, sin razón suficiente, el
Tribunal excluyó la prueba consistente en los expedientes números
P25930 y 906730, de los señores C. B. y A. M. F., respectivamente;
prueba documental admitida sin ninguna objeción del Ministerio
Público, ni de la acusación privada. Mediante notas contenidas en
esos expedientes se prueba que el Doctor N. se encontraba, durante
el período a que se ha venido haciendo referencia, en el Hospital
del Valle. Es realmente reprochable que en la sentencia se excluya
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esta prueba solamente porque los apuntes relativos a la presencia
del Doctor N., “sean las notas penúltimas y que ambos expedientes
se cierran con una anotación más”. La falta de razón suficiente,
principio lógico, que forma parte de la sana crítica, es más que
evidente. Tenemos, pues, que indiscutiblemente en el fallo
recurrido se han excluido medios de prueba que indudablemente son
de valor decisivo, ya que si hubieran sido tomados en
consideración la decisión habría sido otra. No pudo hacerse antes
ninguna reclamación contra el indicado vicio, porque se produjo en
el pronunciamiento de la sentencia que estamos impugnando.”
RECURSO DE CASACION POR QUEBRANTAMIENTO DE FORMA FUNDADO EN QUE LA
SENTENCIA EXCLUYÓ O DEJÓ DE CONSIDERAR PRUEBA DE VALOR DECISIVO,
INAPLICANDO ASÍ LO DISPUESTO EN EL ARTÍCULO 202 DEL CÓDIGO
PROCESAL PENAL, EN LA PARTE QUE A LA LETRA DICE: “EL ÓRGANO
JURISDICCIONAL FORMARÁ SU CONVICCIÓN VALORANDO EN FORMA CONJUNTA Y
ARMÓNICA TODA LA PRUEBA PRODUCIDA”. El presente motivo contiene
dos hipótesis: a) cuando la sentencia excluye indebidamente una
prueba (expresamente la rechaza sin consignar las razones de esa
decisión o se le considere ilícita sin serlo), o la resolución no
la considera (omite toda referencia a ella). El vicio comporta de
ese modo la infracción de varios artículos del Código Procesal
Penal: I) Del artículo 202, que impone al juzgador la obligación
de formar su convicción como producto de la valoración conjunta y
armónica de toda la prueba, II) del artículo 336, que señala que
el Tribunal sólo tendrá en cuenta las pruebas ejecutadas en el
debate, las que serán apreciadas en su conjunto, y III) del
artículo 338 sección cuarta, numeral 2) que manda al órgano
jurisdiccional justificar el valor que haya dado a las pruebas
practicadas durante el juicio. De esta manera, el Tribunal de
Sentencia tiene la obligación de pronunciarse sobre la fuerza de
convicción que le generan las pruebas rendidas, de tal suerte que
si excluye arbitrariamente alguna de ellas o simple y
sencillamente deja de mencionarla y consecuentemente valorarla,
estaríamos ante la presente infracción, ya que en virtud de los
principios de verdad real, de defensa y contradicción, el Juez
debe servirse de las pruebas recibidas en el debate para
fundamentar su fallo. Cabe añadir a lo antes expuesto, que no
basta con el rechazo (exclusión) u omisión de referencia (no
consideración de la prueba), sino que es necesario que la misma
sea de valor decisivo. Ello comporta efectuar una operación de
inclusión mental hipotética, en cuyo caso, de incluirse la prueba
excluida o no considerada en la valoración del juez, junto con las
restantes, las conclusiones de hecho hubieran sido necesariamente
distintas. Un examen detenido de la sentencia impugnada revela,
que al contrario de lo manifestado por el recurrente, las
declaraciones testificales rendidas en el juicio oral y público
por las señoras S. C. D. C. y D. R. G. A., no fueron excluidas
como objeto de valoración por el Tribunal Sentenciador, ni mucho
menos dejadas de considerar para ponderar sobre su fuerza de
convicción, por lo que descartan de ese modo las hipótesis en que
se funda el presente motivo (vid. Acápites DECIMO SEGUNDO y DECIMO
TERCERO, del Apartado referente a la Valoración de la prueba en la
sentencia, a folios 792-794 del Tomo II). Otra cosa es que el
recurrente discrepe de la particular valoración que efectúa el
Tribunal de Instancia sobre tales elementos de prueba, en cuyo
caso, el cauce casacional para impugnar aquella es el que
establece el artículo 362 No. 3) del Código Procesal Penal.
Sentado lo anterior, no es procedente entrar a ponderar el
carácter decisivo de los elementos probatorios antes relacionados.
Por las razones anteriormente expuestas, el presente motivo por
quebrantamiento de forma desarrollado por el censor ha de ser
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desestimado. “TERCERO MOTIVO: Inobservancia de las reglas
establecidas en el Código Procesal Penal para la realización del
juicio oral y público, con inaplicación de los artículos 335,
párrafos primero y segundo, 346, preámbulo y numeral 4, del
ordenamiento jurídico antes citado. PRECEPTO AUTORIZANTE: Artículo
362, preámbulo y numeral cinco del Código Procesal Penal, según el
texto que trascribo a continuación: “El recurso de casación por
quebrantamiento de forma, podrá interponerse cuando la sentencia
recurrida adolezca de algunos de los vicios siguientes:… 5
Inobservancia de las reglas establecidas en el presente Código
para la realización del juicio oral y público”. EXPLICACIÓN DEL
MOTIVO En la celebración del juicio oral y público en el caso que
nos ocupa nos encontramos dos situaciones que implican,
indiscutiblemente, inobservancia de las reglas establecidas en el
Código Procesal Penal, para la celebración de un juicio de la
naturaleza señalada. Pasamos a hacer relación de esas situaciones:
PRIMERO: En virtud que de conformidad a lo establecido en el
artículo 263 del Código Procesal penal, el proceso de
investigación y juzgamiento constará de las fases siguientes: 1)
LA ETAPA PREPARATORIA, 2) LA ETAPA INTERMEDIA y 3) DEBATE O JUICIO
ORAL Y PUBLICO, para luego en los artículos siguientes desarrollar
los actos que forman cada una de esas etapas. Con relación al
Juicio Oral y Público estará formado por los siguientes actos: 1)
PREPARACION DEL DEBATE, 2) SUSTANCIACION DEL JUICIO y 3)
DELIBERACION Y SENTENCIA, de lo que resulta entonces que el motivo
de casación aquí invocado, incluye también la inobservancia de las
reglas establecidas en el Código Procesal Penal para la
realización de la deliberación como un acto integrante del juicio
oral y público. Habiendo establecido lo anterior debemos entonces
determinar que en el título IV, CAPITULO III, SECCION PRIMERA, del
Código Procesal Penal, se encuentran las reglas, de cómo se debe
de llevar a cabo, como acto integrante del debate, LA DELIBERACION
Y LA SENTENCIA, y es así que el artículo 335 establece: “cerrado
el debate el tribunal de sentencia se reunirá DE INMEDIATO para
deliberar, a fin de dictar la sentencia que proceda en derecho. La
deliberación NO PODRA SUSPENDERSE, salvo fuerza mayor o caso
fortuito. La suspensión durará el tiempo estrictamente
necesario”.En el caso de autos consta en el acta de juicio oral y
público, que el día martes dieciséis de septiembre del dos mil
ocho, se reanuda la audiencia de juicio oral y público para el
efecto de que las partes procedan a emitir las conclusiones que
tuvieran a bien, es así que consta en el acta que en el orden
comienza el Ministerio Público, luego el Abogado C. D., en su
condición de acusador privado, luego, ambos defensores comenzando
con el abogado M. T. M. apoderado del señor J. D. N., luego el
Abogado R.M. B., apoderado del señor M. M., hicieron uso de la
palabra la víctima y ambos imputados: habiendo concluido éstos,
establece el acta: “Seguido el tribunal de sentencia después de
haberse agotado toda la prueba, declara cerrado el presente
debate, este tribunal convoca a las partes para el día martes
veintitrés de septiembre del año en curso a las nueve de la
mañana”. De la simple lectura del acta se desprende que el
Tribunal de Sentencia INOBSERVO dos REGLAS, para la realización de
la deliberación y son: 1. Cerrado el debate el tribunal de
sentencias se reunirá de INMEDIATO para deliberar 2. La
deliberación NO PODRA SUSPENDERSE Todo lo contrario a lo que dice
la norma, el Tribunal de Sentencia convoca a las partes ocho días
calendario después de cerrado el debate, no sabemos cuándo
deliberaron pero no fue INMEDIATAMENTE y lógicamente habiendo
transcurrido tantos días esa deliberación se suspendió y no fue
por las causas que exige la ley (caso fortuito o fuerza mayor). El
CASACION PENAL No.S.P.270=2009
Código Procesal Penal, de manera taxativa y obligatoria para los
órganos jurisdiccionales establece esta forma de DELIBERACION, si
bien en otras legislaciones las reglas de las deliberaciones son
distintas y permiten más libertades como las que se tomó el
Tribunal de Sentencia de San Pedro Sula, Cortés, lo cierto es que
de conformidad a lo establecido en el mencionado artículo 355 del
Código Procesal Penal, el Tribunal estaba OBLIGADO a declarar
CERRADO EL DEBATE y retirarse INMEDIATAMENTE A DELIBERAR, tomarse
el tiempo que fuere necesario sin SUSPENDER tal deliberación, y
concluida ésta pronunciar oralmente su fallo. Pero inobservando la
norma procesal el Tribunal de Sentencia no se retiró a deliberar y
convocó a las partes para que OCHO DIAS después regresaran a
escuchar el fallo, circunstancia no permitida por el Código
Procesal penal ya que en su artículo 340 (fallo absolutorio) como
el 342 (fallo condenatorio), establecen: “concluido lo anterior
(la deliberación) el Tribunal se constituirá nuevamente en la
sala” “concluido lo anterior (deliberación) el Tribunal regresará
al salón de de debates…”, de lo que se desprende claramente que el
Tribunal luego de cerrado el debate, se retira a deliberar y
concluida la deliberación REGRESA al salón de debates. SEGUNDO: En
el acápite correspondiente, en la sentencia, a la valoración de la
prueba, se invoca la declaración de una hija de la señora B. L. C.
B., como elemento mediante el cual el Tribunal considera
acreditado los hechos que declaró probados. En efecto, el ordinal
segundo de ese apartado, el Tribunal expone: “En el presente
juicio se evacuó la declaración de la señora M. C., hija de la
occisa…” y a continuación de lo que ella supuestamente dijo en su
deposición. Luego en otro párrafo el Tribunal expresa: “La testigo
en comento la aprecia el Tribunal congruente y creíble en lo que
afirma, y por tanto confiable para establecer la situación por la
que atraviesa la paciente en las primeras horas del
postoperatorio…” para continuar trasladando a la sentencia lo que
al testigo dijo. En el ordinal tercero del mismo apartado, se lee:
“Aprecian estos juzgadores del testimonio de la señora M. P. C.…”
y se hace relación a otros hechos. En el ordinal quinto, siempre
del acápite relativo a la valoración de la prueba, encontramos lo
siguiente: “Respecto a la hora de la muerte de la señora C. B., si
bien el expediente clínico establece que fue a las 6:15 del día
dos de agosto, no obstante las notas de enfermería establecen que
fue a las 5:20, esto último se corrobora con las declaraciones de
la señora M. P., quien declaró: “ella murió entre las 5:15 y
5:20,…” Pues bien, Honorable Tribunal, hemos leído, una y otra
vez, el acta del juicio oral y público, buscando y rebuscando la
declaración que, en la sentencia se dice que rindió la señora M.
P. y C., y nos ha sido absolutamente imposible encontrarla. No nos
atrevemos a suponer que lo cierto es que ella no compareció a
declarar en el debate, pues de haber sido así, el Tribunal no
hubiera invocado la deposición de ella, en la valoración de la
prueba, de la manera en que lo hemos expuesto en los párrafo
anteriores, La única posibilidad que queda es que la Secretaría,
haya inobservado lo que dispone el artículo 346 numeral 4 del
Código Procesal Penal, precepto en el cual se dispone que “el
Secretario dejará constancia en acta de todo lo ocurrido durante
el juicio oral y público, la cual contendrá: “…4) Un resumen del
desarrollo del debate, con mención del hombre y apellidos de los
testigos, peritos e intérpretes, indicación de lo manifestado por
cada uno de ellos y…”. Semejante omisión implica la inobservación
de la regla contenida en el precepto trascrito, que es una de las
reglas que establece el Código Procesal Penal para la realización
del juicio oral y público, constitutivo del vicio a que hace
referencia el numeral cinco del artículo 362 del mencionado
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ordenamiento jurídico, según esa anomalía es, a su vez
constitutiva de motivo de casación por quebrantamiento de forma.
No pudo hacerse antes ninguna reclamación contra el vicio en que
consiste el motivo, porque se produjo en el pronunciamiento de la
sentencia de la sentencia que estamos impugnando.” RECURSO DE
CASACION POR QUEBRANTAMIENTO DE FORMA FUNDADO EN LA INOBSERVANCIA
DE LAS REGLAS ESTABLECIDAS EN EL CÓDIGO PROCESAL PENAL PARA LA
REALIZACIÓN DEL JUICIO ORAL Y PÚBLICO, CON INAPLICACIÓN DE LOS
ARTÍCULOS 335, PÁRRAFOS PRIMERO Y SEGUNDO, 346, PREÁMBULO Y
NUMERAL 4, DEL TEXTO NORMATIVO ANTES MENCIONADO. En el caso que
nos ocupa, el Censor denuncia que desde la fecha en que el
Tribunal de Sentencia decretó el cierre del debate (martes 16 de
septiembre de 2008) a la fecha en que se emitió el veredicto de
culpabilidad (martes 23 de septiembre de 2009) transcurrió un
período de tiempo tan prolongado que el Tribunal de Sentencia hizo
caso omiso de la obligación que le impone el artículo 335 del
Código Procesal Penal que en sus párrafos primero y segundo,
establece que “cerrado el debate el Tribunal de Sentencia se
reunirá de inmediato para deliberar, a fin de dictar la sentencia
que proceda en derecho. La deliberación no podrá suspenderse,
salvo fuerza mayor o caso fortuito. La suspensión durará el tiempo
estrictamente necesario”. De este modo, y siendo que en ningún
momento el Tribunal de Sentencia decretó la suspensión de la
deliberación, el recurrente estima que se ha vulnerado una de las
reglas fundamentales que rigen aquella como fase importante de la
etapa del juicio oral y público, lo que incide en la validez del
fallo que ahora se impugna. Esta Sala de lo Penal considera que si
bien es cierto que la deliberación y votación han de regirse por
los principios de inmediatez y de concentración o unidad de acto,
la inmediatez y continuidad han de ser interpretadas de acuerdo
con el principio de razonabilidad. Es así como la conclusión
tardía del debate puede aconsejar que la deliberación se inicie al
día siguiente; y que por su prolongación, el Tribunal se tome
períodos de descanso para garantizar que la deliberación se
desarrolle y la decisión final se adopte, en condiciones
psicofísicas óptimas. El caso bajo examen, en el que se ha
discutido sobre la responsabilidad penal de dos profesionales de
la medicina y en sus primeras etapas la de dos miembros del
personal auxiliar al servicio del centro hospitalario donde
falleciera la señora B. L. C. B., es por su propia naturaleza un
asunto que reviste una gran complejidad. Tomando en cuenta el
principio de razonabilidad y por otro lado, atendiendo a que el
Censor no indica con precisión que consecuencias negativas para su
derecho de defensa o para la garantía genérica del debido proceso
ha traído el hecho de que tras el cierre del debate, el Tribunal A
Quo haya proferido su veredicto varios días después, esta Sala de
lo Penal considera que en las circunstancias apuntadas dicho
órgano jurisdiccional no ha vulnerado en su esencia las normas
legales invocadas ni mucho menos los derechos fundamentales antes
relacionados, y que por lo tanto debe descartarse que la situación
denunciada por el casacionista haya incidido en una relación
causa-efecto en la validez de la sentencia recurrida. El Censor
por otro lado arguye, que con infración de lo dispuesto en el
artículo 346 No. 4) del Código Procesal Penal, la Secretaría del
Despacho no consignó en el acta del debate la declaración
testifical rendida por la señora M. P. C., infringiendo una de las
reglas básicas establecidas en el Código para la realización del
juicio oral y público, omisión que en una conexión causal habría
incidido en la validez de la sentencia que ahora se impugna. En
torno a este alegato cabe recordar que el Código Procesal Penal en
el artículo supracitado también establece que el acta, pueda ser
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complementada, total o parcialmente por la grabación magnetofónica
o audiovisual, o por otra forma de registro, y que a las partes
les asiste el derecho para solicitar autorización en orden a que
se grabe o filme, total o parcialmente lo que suceda durante del
debate. Finalmente, el artículo 368 del Código Procesal Penal en
la misma línea de salvaguardar la conservación de los actos y
demás diligencias evacuadas en el debate y que deban consignarse
en el acta, prevé que cuando el recurso de casación señale un
defecto de procedimiento y se discuta en la forma en que fue
llevado a cabo el acto, en contraposición con lo señalado en el
acta de debate o por la sentencia, se podrá ofrecer prueba con ese
objeto en el escrito de interposición del recurso, concluyendo que
tal prueba se recibirá en audiencia, de acuerdo con las reglas que
rigen el juicio, en lo pertinente. Ciertamente que a esta Sala no
le consta de manera fehaciente que en el presente caso la
declaración rendida por la señora M. P. C. haya sido reproducida
en alguna grabación magnetofónica o audiovisual, o por otra forma
de registro, pero no es menos cierto, que el Censor, al cuestionar
los términos en que dicho testimonio se habría prestado, ha tenido
la oportunidad de ofrecer prueba en sede casacional y no lo ha
hecho, por lo que igualmente el defecto denunciado al ser
consentido, no puede servir como presupuesto en orden a considerar
vulnerada una regla básica para la realización del debate, y con
ello tener por acreditada una causal para que se declare la
invalidez de la sentencia impugnada. Por todas las razones
anteriormente expuestas, el motivo de casación por quebrantamiento
de forma desarrollado en el presente apartado, debe ser
desestimado. “IV.- El recurrente, Abogado C. D. P., desarrolló su
recurso de casación por Infracción de Ley de la siguiente manera:
“MOTIVO UNICO DE CASACION POR INFRACCION DE LEY La Sala Primera
del Tribunal de Sentencia de San Pedro Sula, Cortés, en la
sentencia condenatoria dictada contra el imputado J. D. N. A.,
cometió infracción de ley violentando directamente la ley
sustantiva, por falta de aplicación completa del artículo 69 del
Código Penal Vigente; vicio que los hizo dictar una pena concreta
de reclusión no acorde con los lineamientos de la ley sustantiva.
PRECEPTO AUTORIZANTE Artículo 360 del Código de Procesal Penal,
por infracción de ley que se expresa así: “…cuando dados los
hechos que se declaren probados en la sentencia, se haya
infringido un precepto penal u otra forma de carácter sustantivo,
que deba ser observada para la aplicación de la ley penal…”
PRECEPTO INFRINGIDO Artículo 69 del Código Penal que expresa: “El
juez determinará en la sentencia la pena aplicable al indiciado
dentro del máximo y el mínimo señalado por la ley para cada delito
y las circunstancias en que el mismo se haya cometido; para ello
tendrá en cuenta sus antecedentes personales, su mayor o menor
peligrosidad, las circunstancias atenuantes y agravantes que hayan
concurrido en el hecho apreciadas tanto por su número, como sobre
todo por su magnitud e importancia y la mayor o menor extensión de
los males producidos por el delito, en particular los de
naturaleza económica…” (Lo recalcado es nuestro) DESARROLLO DEL
MOTIVO DE INFRACCION DE LEY Para comenzar a desarrollar la
exposición del motivo de casación, resulta primordial razonar, que
en el sistema acusatorio la individualización de la pena domina el
perímetro de la Sentencia Penal con respecto a la concreción de la
pena, en consecuencia el legislador proporciona a los juzgadores
el margen de discrecionalidad judicial, a efecto de que de
conformidad al artículo 69 del Código Penal surjan las reglas de
dosimetría penal, que preestablecidas por el legislador resuelven
toda la compleja cuestión de determinación de la pena concreta; de
igual manera, el legislador no solamente fija los criterios
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legales para la determinación judicial de la pena, sino que
también ordena que ese compromiso judicial (sentencia), debe
contener una motivación acorde con lo pretendido por la ley, las
partes y la sociedad, es decir, que esa importancia del deber de
motivar la individualización punitiva, no debe entenderse cumplida
con la simple y genérica alusión a las circunstancias que al Ley
dispone se tengan en cuenta, sino, que el Tribunal de Sentencia
que impone la pena en el nombre del Estado de Honduras, debe dar
una respuesta razonada al imputado, a las víctimas, a los sujetos
procesales y a la sociedad misma, de las razones por las que se
impone a un imputado una determinada magnitud de la pena;
lógicamente, esa tarea va implícitamente relacionada a un factor
que relaciona la ley sustantiva que está intrínsecamente ligado al
artículo 69 del Código Penal infringido, y es la citada
Proporcionalidad de la pena en relación al hecho cometido.
(Artículo 2-D del Código Penal Las penas y medidas de seguridad
solo se impondrán. Cuando sean necesarios y en forma proporcional
a la gravedad del hecho realizado) (el recalcado es nuestro) este
factor trata de una teoría de origen anglosajón, en la cual se
faculta a los jueces para considerar y adoptar en las sentencias
condenatorias, diversas opciones punitivas, que lógicamente, solo
a una de ellas se puede imponer y es aquella que esté estimada en
relación a la gravedad de los comportamientos humanos que
produjeron el hecho punitivo, por lo que en la búsqueda de la pena
concreta, la pena será adecuada a los fines de la ley, si está
relacionada a la conducta reprochable del autor que produjo la
gravedad de los hechos. Como se puede apreciar la medida de la
extensión de la pena depende directamente de la gravedad de los
hechos de donde surgen las circunstancias agravantes, por lo que,
al ser infringido el precepto penal 69 de la ley sustantiva que
contiene la obligación legal de los jueces de apreciar las
circunstancias agravantes para la extensión de la pena, el
recurrente por intermedio del Recurso de Casación, pretende que se
involucren por parte de los Magistrados de la Sala Penal de la
Corte Suprema de Justicia, los juicios técnicos jurídicos sobre el
fallo dictado por el Tribunal de Sentencia, por ello, el
recurrente señalará con claridad y precisión el error en que
incurrieron los Jueces al violentar directamente la ley sustantiva
y demostrará y acreditará su incidencia en el veredicto dictado, a
efecto de que la Corte Suprema de Justicia provea los correctivos
del caso. La violación directa a la cual me refiero, reitero,
consiste en el desacierto que ejecutó el Tribunal de Sentencia al
no aplicar en forma completa la norma señalada en el artículo 69
del Código Penal en relación a las circunstancias agravantes, a
pesar de haberse referido a este precepto penal como base para la
determinación de la pena concreta. Como se verifica, la Sala
Primera del Tribunal de Sentencia de San Pedro Sula, Cortés, al
emitir la sentencia condenatoria no aplicó lo dispuesto en el
artículo 69 del Código Penal, al dejar de considerar las
agravantes que ocurrieron en los hechos declarados como probados
por el Tribunal, obligación que le impone el legislador para que
fije la pena concreta; por esta circunstancia el recurrente
basándose en lo establecido en el artículo 360 del Código Procesal
Penal, invoca los hechos declarados como probados que contienen
por ley, la gravedad de cómo esos hechos fueron cometidos por el
imputado, con esto se demostrará fehacientemente que los
juzgadores no se Sometieron al imperio de la ley, tal como a
continuación lo acreditaré: En la página 4 de la Sentencia se
consigna como Hechos Probados lo siguiente: “Cuarto: a las 2:30
de la madrugada del mismo día dos de agosto, el doctor N.;
encuentra a la paciente en estado de choque, sin mejoría de la
CASACION PENAL No.S.P.270=2009
presión arterial y con signos que sugieren una disminución de
oxigeno a nivel de piel y decide aumentar varis dosis de
medicamentos y establece en el expediente clínico llamar al doctor
M. M., sin asegurarse personalmente que tal orden se cumpliera, y
pesar de estas circunstancias criticas el internista abandonó el
lugar donde se encontraba la paciente, mientras la señora entraba
en un franco deterioro de salud, es decir, en una fase de
condiciones delicadas para su estabilización o recuperación; en
estas circunstancias de falta de cuidado del facultativo
especialista, el internista N., y ante su ausencia, alrededor de
las 4:00 de la madrugada las enfermeras del hospital llamaron al
doctor N. vía telefónica informándole en ese momento y por ese
medio la señora M. P. C., hija de la paciente, el estado agónico
en que se debatía su madre, respondiendo este que salía de
inmediato hacia el hospital, pero no fue sino hasta las seis de la
mañana que se presentó ya cuando la paciente había fallecido, pues
según notas de las enfermeras la defunción de la señora C. B.
ocurrió a las cinco y veinte minutos de la mañana, no obstante el
doctor N. inició maniobras de resucitación, ante las cuales el
cuerpo inerte y sin vida reaccionó expulsando sangre por el
dreno”. Dado lo anterior, es necesario referirse que para la
individualización de la sanción penal, los juzgadores estaban
supeditados a considerar que la pena a imponer, es la señalada en
el Código Penal, y se entiende que ésta se impone al autor del
delito de Homicidio Culposo, tal cual lo estipula el artículo 121
del Código Penal. De ahí que, en un orden lógico, la operación que
debían llevar a cabo de conformidad a lo establecido en el
artículo 69 del Código penal para imponer la pena concreta era: a)
Determinar en la sentencia la pena concreta aplicable al imputado
dentro del máximo y el mínimo señalado por la ley para el delito
de Homicidio Culposo; b) Determinar en la sentencia las
circunstancias en que el mismo (delito) se haya cometido; c) Tener
en cuenta los antecedentes personales del imputado, su mayor o
menor peligrosidad; d) Tener en cuenta las circunstancias
atenuantes y agravantes que hayan concurrido en el hecho
apreciadas tanto por su número como, sobre todo, por su magnitud e
importancia; y, e) Tener en cuenta la mayor o menor extensión de
los males producidos por el delito, en particular los de
naturaleza económica. Dados los hechos probados anteriormente
mencionados como lo manda el articulo 69 del Código Penal, el
Tribunal de Sentencia estaba obligado con el propósito de
determinar una pena concreta, a considerar las agravantes, tanto
por el número como por su magnitud e importancia que emanaron de
las circunstancias en que el delito fue cometido; función que no
cumplió al dejar de aplicar la norma sustantiva citada, evidencia
de ello, se constata cuando en su sentencia el Tribunal se expresa
en los siguientes términos en la página 26 de la Fundamentación
Jurídica: “SEXTO: Para individualizar la pena, se toma como
referencia legal lo establecido por el artículo 69 del código
penal vigente. Teniendo en consideración que no concurren
circunstancia modificativas de la responsabilidad penal, este
Tribunal tiene como proporcionado imponer a D. N. A. por el delito
de Homicidio Culposo la pena mínima contemplada en el artículo 121
del Código penal Vigente… y a la vista de que no hay
circunstancias para determinar la extensión de la pena, el
Tribunal determina una pena de TRES (3) AÑOS DE RECLUSION…” (Lo
subrayado es nuestro) La Sala Primera del Tribunal de Sentencia de
San Pedro Sula, Cortés, al violentar directamente el precepto
legal del artículo 69 del Código Penal y no actuar como
expresamente tenía la obligación, prescinde de exigencias
elementales del Ius Puniendi, como ser el deber del Juez de
CASACION PENAL No.S.P.270=2009
apreciar las agravantes concurridas en el hecho delictivo;
entonces era necesario que de forma proactiva, enumerara las
agravantes que concurrieron de la circunstancias en que fue
cometido el delito y que el mismo Tribunal consideró en sus Hechos
Probados de la sentencia de mérito. El recurrente expondrá las
circunstancias en que el delito fue cometido, mismas que no son
otras que las reflexionadas por los Juzgadores en los Hechos
Probados de la Sentencia condenatoria y que conforme a la
aplicación del artículo 69 del Código Penal, debían
imperativamente ser razonadas, valoradas y aplicadas como
agravantes para la extensión de la pena, ya que el Tribunal al no
aplicar el artículo 69 del Código Penal vició su fallo,
infringiendo la ley sustantiva por falta de aplicación completa
del precepto penal citado. Veamos: 1. Primera circunstancia
agravante: Obrar por motivos fútiles o abyectos (artículo 27 del
Código Penal numeral 1) El actuar por motivos Fútiles y Abyectos
es una agravante para la extensión de la pena; en primer lugar, es
básico determinar el significado semántico de la palabra fútil, el
más popular es “de poco aprecio o importancia” [1]; o sea el
actuar del imputado dándole a la paciente poca importancia, en lo
relativo a su atención médica; su sinónimo, podemos definirlo el
actuar frívolo o superficial del imputado en relación a la
condición clínica de la paciente. Por otra parte abyecto significa
“despreciable, vil en extremo” [2]; partiendo de lo anterior y tal
como lo establece el artículo 69 del Código Penal, el Tribunal de
Sentencia debió considerar las circunstancia en que el delito fue
cometido, circunstancias que el mismo Tribunal estableció en sus
Hechos Probados, distingamos: El abandono de la paciente a su
suerte, constituye un acto vil e infame (abyecto); de igual forma
haberla abandonado a su suerte y sin motivo aparente, demostró la
poca importancia que el imputado le dio a la condición clínica
sobre la salud de la paciente (fútil); circunstancias estas que
están claramente fijadas en los hechos declarados como probados en
la sentencia, consecuentemente, el Tribunal de Sentencia comete
una violación directa de la ley sustantiva penal, específicamente
al no aplicar completamente el artículo 69 del Código Penal en
cuanto a esta agravante aludida, y ello, a pesar de que si bien es
cierto, el Tribunal hizo una correcta valoración de los medios
probatorios que presentaron las partes en la fase de la
individualización de la pena, dejaron los Jueces de aplicar la
norma jurídica claramente establecida en el artículo 69 del Código
Penal, cuyo texto no ofrece dudas, ya que regula la situación de
que el Tribunal por su obligación de rango Constitucional de
juzgar y ejecutar lo juzgado tiene el deber ineludible de
considerar las circunstancias agravantes en las que el delito fue
cometido, de circunstancias que no son otras que las señaladas
expresamente en los hechos debidamente probados en la sentencia,
aun y cuando el Tribunal haya mencionado la disposición que regula
la situación planteada en este motivo, manifiestamente desconoció
una obligación claramente reconocida en ella; es decir que no
aplicó la norma en forma completa, limitándose a señalar que –no
existían circunstancias modificativas que determinaran la
extensión de la pena--, a sabiendas que de los hechos probados se
desprendían la concurrencia de varias de estas circunstancias
agravantes. En efecto, el vicio casacional denunciado se produce
cuando una disposición explícita deja de ser aplicada al caso
pertinente o cuando se aplica desconociendo un derecho en ella
consagrado en forma perfectamente clara, con independencia de toda
cuestión probatoria, es decir, que el recurrente le impone como
cargo al fallo, la violación directa de la ley sustantiva, debido
a que los jueces dejaron de aplicar al caso controvertido, una
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norma penal sustantiva, desconociendo el derecho que ella consagra
relativo a tener en cuenta las circunstancias agravantes que hayan
concurrido en el hecho y ello que de forma obligatoria y oficiosa
la ley penal infringida les imponía a los Jueces así hacerlo. 2.
Segunda circunstancia agravante: Obrar con abuso de confianza
(artículo 27 del Código Penal numeral 8) El abuso de confianza es
el mal uso que alguien hace de la confianza que el ha sido
depositada, en este caso la relación médico-paciente es una
relación de confianza que constituye la firme esperanza o
seguridad que se tiene de que una persona va a actuar como se
espera, por lo cual se pregunta el recurrente: ¿Cómo esperaba la
señora B. L. C. B. que su médico J. D. N. A. actuara en su
atención médica? Para contestar esta interrogante, reparemos que
la operación quirúrgica que se practicaría en la humanidad de la
señora B. L. C. B. era de riesgo controlado tal como así consta en
el primero de los Hechos Probados de la Sentencia Condenatoria,
“…la señora B. L. C. B., de 79 años de edad, previo a su ingreso
el 30 de julio del 2005 al Hospital Del Valle, fue evaluada
cardiológicamente reportando un riesgo quirúrgico grado II…”
consecuentemente, era de esperar por parte de la paciente, un
actuar de su médico, de acuerdo a las condiciones de riesgo
quirúrgico, esto implicaba que si la operación no era de alto
riesgo, no era óbice para que su Médico la descuidara bajo ningún
sentido, tal cuál fue su conducta acreditada en los hechos
probados: “…el internista abandonó el lugar donde se encontraba la
paciente, mientras la señora entraba en un franco deterioro de su
salud, es decir, en una fase de condiciones delicadas para su
estabilización o recuperación; en estas circunstancias de falta de
cuidado del facultativo especialista, el internista N., y ante su
ausencia, alrededor de las 4:00 de la madrugada las enfermeras del
hospital llamaron al doctor N. vía telefónica informándole en ese
momento y por ese medio la señora M. P. C., hija de la paciente,
el estado agónico en que se debatía su madre, respondiendo este
que salía de inmediato hacia el hospital, pero no fue sino hasta
las seis de la mañana que se presentó ya cuando la paciente había
fallecido, pues según notas de las enfermeras la defunción de la
señora C. B. ocurrió a las cinco y veinte minutos de la mañana…”
Por lo que los acontecimientos que provocaron su muerte conforme a
los hechos probados, también configuran por su gravedad, el abuso
de confianza asumido por el Médico tratante J. D. N. A. en la
persona de su paciente, al no actuar conforme a la confianza o la
firme esperanza o seguridad de B. L. C. B. tenía en su proceder
(relación médico-paciente según lex artis). A pesar de este
concepto de abuso de confianza es mas asociado a los delitos
económicos, no implica exclusividad de los mismos, ya que
constituye un elemento de valoración de la extensión de la pena,
independiente de los tipos penales, en virtud de las múltiples
relaciones humanas de las cuales se derivan acciones típicas y
reprochables donde se puede identificar este elemento. Con
relación a los delitos culposos el Código Penal no hace excepción
del abuso de confianza para su aplicabilidad a la extensión de la
pena, por lo tanto, debe el Juez considerar y valorar, cada uno de
los extremos, así como su magnitud e importancia, por ser
extraíbles de los hechos declarados como probados. 3. Tercera
circunstancia agravante: Emplear medios o hacer que concurran
circunstancias que añadan las ignominia a los efectos propios del
hecho (artículo 27 del Código Penal numeral 10) El legislador
estableció como agravante el actuar de un imputado, de forma tal,
que añada la ignominia a los efectos propios del delito; esta
circunstancia execrable definida como ignominia [3] (afrenta
pública), no es otra cosa más, que aquella conducta humana, que
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habiendo consumado un delito, añada al mismo, actos humanos que
provocan un insulto o afrenta manifiesta, mediante un evidente
desprecio hacia la persona y dignidad humana, no solo de la propia
víctima, sino también de las personas que de un modo u otro
percibieron los efectos propios del delito; estas circunstancias
concurrieron en el caso que nos ocupa, cuando el imputado J. D. N.
A., manipuló los restos mortales de la señora B. L. C. B., ya que
en presencia de enfermeras y de los propios familiares dolientes
de la víctima, el Médico añadió a su conducta culposa, el acto
ignominioso de darle “maniobra de resucitación” al cuerpo ya sin
vida de la señora B. L. C. B., y esto a sabiendas, que su paciente
tenía más de 40 minutos de haber fallecido, situación que no tomó
en cuenta, pues se puso a ejecutar “maniobras de resucitación”
fuera de todo parámetro y procedimiento científico, mismos que
únicamente constituyeron actos grotescos e inhumanos sobre un
cuerpo inerte, que estimularon aun más el sufrimiento y
consternación en los familiares de la difunta que se encontraban
presentes, llegando hasta el extremo el “Medico Tratante” debido a
la violencia aplicaba mecánicamente al cuerpo inerte, de provocar,
que el cadáver expulsara sangre por el dreno, así lo estableció en
sus Hechos Probados el Tribunal de Sentencia: “…alrededor de las
4:00 de la madrugada las enfermeras del hospital llamaron al
doctor N. vía telefónica informándole en ese momento y por ese
medio la señora M. P. C., hija de la paciente, el estado agónico
en que se debatía su madre, respondiendo este que salía de
inmediato hacia el hospital, pero no fue sino hasta las seis de la
mañana que se presentó ya cuando la paciente había fallecido, pues
según notas de las enfermeras la defunción de la señora C. B.
ocurrió a las cinco y veinte minutos de la mañana, no obstante el
doctor N. inició maniobras de resucitación, ante las cuales el
cuerpo inerte y sin vida reaccionó expulsando sangre por el
dreno…” De conformidad a lo establecido en el artículo 69 del
Código Penal, la Sentencia Condenatoria del 2 de diciembre del año
2008, el Tribunal de Sentencia debió imponer la pena concreta de 5
AÑOS DE RECLUSION, efectuando un juicio discrecional a estos
elementos de valoración de la extensión de la pena, pero que
debido a su falta de aplicación, condujo a que la opción punitiva,
según el precepto penal aludido (articulo 69 C. Penal), que impone
apreciar las agravantes entre ellas –de haber empleado medios o
hacer que concurran circunstancias que añadan la ignominia a los
efectos propios del hecho—concurrida en el hecho delictivo, vicie
el fallo, consecuentemente NO se realizó una correcta
individualización de la pena, que es el fin último del legislador,
y por ello sería una práctica incorrecta, que da lugar a
denunciarlo por la vía de la casación por infracción de ley. La
pena mínima de TRES AÑOS DE RECLUSION, fijada bajo la sobre de la
infracción directa del artículo 69 del Código Penal Vigente,
beneficia al reo y deshonra la memoria de B. L. C. B., sus
familiares y de la sociedad misma, ya que esa “PENA” no constituye
ninguna garantía de retribución, en virtud, no solo de la posible
suspensión en la ejecución de la pena de tres años de reclusión y
la accesorias; como galardón a un ciudadano que va a salir a
desempeñarse como Médico; sino al alto grado de desidia en el
cuidado a la vida humana, exteriorizado por el ahora condenado,
dado su proceder fútil, abyecto, abusivo e ignominioso con el que
se desenvolvió en su carrera profesional. Para finalizar, el
recurrente considera imprescindible relacionar que el Ius Puniendo
constituye una de las prerrogativas de la soberanía del Estado de
Honduras y corresponde al Poder Legislativo determinar el ámbito
de lo penalmente ilícito: Artículo 1 del Código Penal: Nadie podrá
ser penado por infracciones que no estén determinadas en una Ley
CASACION PENAL No.S.P.270=2009
anterior a la perpetración de un delito. Artículo 2 del Código
Penal: No se impondrán otras penas ni medidas de seguridad que las
establecidas previamente por la Ley. Artículo 2-D del Código
Penal: Las penas y medidas de seguridad solo se impondrán cuando
sean necesarios y en forma proporcional a la gravedad del hecho
realizado. Consecuentemente corresponde al Poder Judicial juzgar y
hacer ejecutar lo juzgado (art. 314 Constitucional), es decir
determinar en cada supuesto concreto aquel ámbito normativo, donde
la determinación, imposición y en último término ejecución de las
penas, constituyen el capítulo final y más trascendente del
Derecho Penal, de ahí que esta facultad o arbitrio judicial no
está supeditada a la voluntad de los sujetos procesales (salvo en
caso de conformidad artículo 322 del Código Procesal Penal), sino
a los parámetros legales establecidos en el artículo 69 del Código
Penal, que se denuncia por esta vía recursiva su infracción, por
su falta de aplicación completa.” RECURSO DE CASACION POR
INFRACCION DE LEY SUSTANTIVA POR FALTA DE APLICACIÓN COMPLETA DEL
ARTÍCULO 69 DEL CÓDIGO PENAL VIGENTE El recurrente sostiene que en
el caso bajo examen, el Tribunal de Sentencia al momento de
individualizar la pena impuesta el procesado D. N. A., no tomó en
consideración varias agravantes que por su magnitud e importancia
no facultaban al Aquo para imponer la sanción de reclusión mínima
prevista dentro del marco penal abstracto (tres años), y que por
el contrario, debió imponer por imperativo del principio de
proporcionalidad y de las reglas previstas por el artículo 69 del
Código Penal, la pena máxima de cinco años de reclusión. Esta
Sala de lo Penal considera importante recordar que a través del
recurso de casación por infracción de ley sólo puede intentarse
una revaloración jurídica del material fáctico descrito en la
sentencia, contenido en la formulación de hechos probados
realizada por el Tribunal de Instancia. A diferencia del
tradicional recurso de apelación, propio del anterior sistema, que
provoca un nuevo examen del caso por parte del Tribunal revisor,
tanto bajo el aspecto fáctico como jurídico, el de casación por
infracción de ley únicamente admite la posibilidad de que el
Tribunal de Casación realice un nuevo examen del objeto procesal
bajo el segundo aspecto, o sea una revisión jurídica de los hechos
declarados probados. A la Sala de lo Penal tratándose del motivo
invocado por el recurrente, sólo le corresponde actuar como
contralor de la aplicación de la ley sustantiva por el Tribunal de
Sentencia. Su misión se limita a la revisión del juicio de derecho
contenido en la sentencia. Todo lo que se refiera a la
determinación del hecho queda fuera de su ámbito competencial. Por
eso se dice con razón que el Tribunal de Casación al conocer de
las alegaciones de infracción de ley no es un Tribunal de segundo
grado con potestad para examinar ex novo la causa y corregir todos
los errores de hecho, que pueda cometer el sentenciador, sino que
es un supremo guardián del derecho sustantivo, para evitar la
inobservancia o errónea aplicación de la ley sustantiva. El
recurso de casación por infracción de ley tiene por finalidad la
revisión por parte de esta Sala de la interpretación que de la
ley hagan los Tribunales de Sentencia definiendo o valorando
jurídicamente los hechos establecidos en la sentencia y
poniéndolos en relación con la norma de derecho que rige el caso
dentro del campo de la consideración puramente jurídica. Esa tarea
de contralor jurídico asignada al Tribunal de Casación supone el
respeto a los hechos fijados en la sentencia (vid. Art. 360
párrafo primero del Código Procesal Penal). Al Tribunal de
Casación le está vedado penetrar por ese cauce procesal a la
reconstrucción histórica del suceso al cual la norma de Derecho es
aplicada. En este sentido, la jurisprudencia ha sentado de manera
CASACION PENAL No.S.P.270=2009
reiterada como presupuesto de la casación por infracción de ley,
el principio de intangibilidad de los hechos fijados por la
sentencia recurrida, estableciendo que el recurso de casación
fundado en ese motivo, sólo procede para corregir el Derecho, de
suerte que las cuestiones de hecho escapan al control
jurisdiccional del Tribunal de Casación. De este modo, la regla de
la indiscutibilidad de los hechos fijados por la sentencia y la
finalidad de la casación, aparecen congruentes entre sí y se
complementan mutuamente. Dicho esto, y retomando el análisis de
los argumentos expuestos por el recurrente, podemos constatar que
las agravantes que en su opinión se subsumen del factum o relato
de hechos probados en la sentencia, son las siguientes: a) Obrar
por motivos fútiles o abyectos (artículo 27 No. 1) del Código
Penal), b) Obrar con abuso de confianza (artículo 27 No. 8) del
Código Penal y c) Emplear medios o hacer que concurran
circunstancias que añadan la ignominia a los efectos propios del
hecho (artículo 27 No. 10) del Código Penal). La expresión
“motivo” supone una referencia a la voluntad del agente y equivale
a la causa, pretexto, móvil, fundamento o razón que le lleva a
actuar; el término “abyecto” es sinónimo de despreciable, vil en
extremo, ruin, mezquino, miserable, bajo, despreciable, etc… El
concepto de “motivo fútil” alude a una desproporción manifiesta
entre la gravedad del hecho y la intensidad o naturaleza del
motivo que impulsa la acción, como sucede con quien, ante un
reproche inmerecido y moderadamente formulado, reacciona
propinándole una puñalada mortal a quien hace el reclamo, así se
desprende de las equivalencias de la expresión, según las que se
asimila a leve, ligero, liviano, tenue, sutil, trivial, o venial.
Es evidente que tal circunstancia agravante que es propia de los
delitos dolosos, no resulta subsumible en el factum o relato de
hechos probados que contiene la sentencia impugnada. La confianza
es la esperanza firme que se tiene en una persona o una cosa. La
circunstancia agravante de actuar con abuso de confianza tiene
como principal fundamento que el delincuente se aproveche de las
facilidades que su situación le proporciona para la perpetración
del hecho punible. El aprovechamiento de la especial situación del
culpable, representa por otra parte una infracción de los
especiales deberes de lealtad y fidelidad que le ligan con el
ofendido. Cualifica el delito de hurto del artículo 225 No. 1) del
Código Penal, es inherente al de apropiación indebida (art. 242
No. 8 del C.P.) y al estupro (art. 142 párrafo primero del C.P.).
Al igual que en la hipótesis anterior, resulta evidente que la
circunstancia agravante bajo examen que es propia de los delitos
dolosos, no resulta subsumible en el factum o relato de hecho
probados que contiene la sentencia impugnada. En cuanto a la
tercera de las circunstancias modificativas cuya aplicación
pretende el censor para la fijación del quantum de la pena,
podemos afirmar que es una agravante de naturaleza similar a la de
ensañamiento, con la particularidad de que en esta hipótesis el
ánimo malévolo o cruel del sujeto se expresa no en el aumento
genérico del sufrimiento sino, concretamente, en el añadido, a
propósito o intencional, del ingrediente de la ignominia, esto es,
de la ofensa o afrenta pública, del deshonor, del escarnio, de la
humillación y exposición deshonrosa ante los demás, así por
ejemplo concurriría tal agravante en el caso del sujeto que a
propósito viola a la mujer delante de su marido. Como en las dos
hipótesis anteriormente analizadas, cabe señalar que respecto a
ésta última agravante que igualmente es propia de los delitos
dolosos, no resulta subsumible en el factum o relato de hechos
probados que contiene la sentencia impugnada, misma que hace
relación a los elementos constitutivos de un delito culposo,
CASACION PENAL No.S.P.270=2009
caracterizado por la falta de intención o propósito de causar un
resultado lesivo para el bien jurídico protegido por la norma
penal. Por todas las razones anteriormente expuestas, y al no
subsumirse en el factum de la sentencia impugnada las agravantes
señaladas por el recurrente, esta Sala no constata la vulneración
de las reglas penológicas previstas por el artículo 69 del Código
Penal a los efectos de fijar la pena concreta impuesta al
encausado D. N. A.. En consecuencia, el motivo único que por
infracción de ley ha desarrollado el Apoderado Acusador, debe ser
desestimado. POR TANTO: La Corte Suprema de Justicia, en nombre de
la República de Honduras por UNANIMIDAD DE VOTOS DE LA SALA DE LO
PENAL y en aplicación de los artículos 303, 304, 313 atribución 5,
316 párrafo segundo reformados de la Constitución de la República,
1 de la Ley de Organización y Atribuciones de los Tribunales, 359,
360.1, 361, 362.2, 3 y 5, 363 y 369 del Código Procesal Penal.-
FALLA: 1) Declarando sin lugar el recurso de casación por
Infracción de Ley en su único motivo, por Infracción de Precepto
Constitucional, en sus tres motivos, y por quebrantamiento de
forma en sus tres motivos, invocados por los Abogados R. S. L., J.
M. P. M., como Apoderados Defensores Titulares y R. R. S. B., como
Defensor Sustituto, del imputado J. D. N. A.; 2) Declarando sin
lugar el recurso de casación que por Infracción de Ley en su único
motivo, ha interpuesto el Apoderado Acusador, Abogado C. D. P., Y
MANDA: Que con certificación del presente fallo, se remitan los
antecedentes del caso al Tribunal de origen, para los efectos
legales pertinentes.- REDACTO EL MAGISTRADO CALIX VALLECILLO.-
NOTIFIQUESE.- FIRMAS Y SELLO.- JACOBO ANTONIO CALIX HERNANDEZ.-
COORDINADOR.- CARLOS D. CALIX VALLECILLO.- RAUL ANTONIO HENRIQUEZ
INTERIANO.- FIRMA Y SELLO.- LUCILA CRUZ MENENDEZ.- SECRETARIA
GENERAL.-” “CORTE SUPREMA DE JUSTICIA. SALA PENAL. Tegucigalpa,
Municipio del Distrito Central, a los diecisiete días del mes de
mayo de dos mil diez. Los Magistrados JACOBO ANTONIO CALIX
HERNANDEZ, Coordinador, CARLOS D. CALIX VALLECILLO y RAUL ANTONIO
HENRIQUEZ INTERIANO, conociendo el recurso de reposición
interpuesto por el Doctor R. S. L., Apoderado Defensor Titular del
señor J. D. N. A., contra la sentencia proferida por este Supremo
Tribunal de Justicia en fecha seis de abril de dos mil diez,
procede a emitir la siguiente resolución: ANTECEDENTES PRIMERO: En
fecha seis de abril de dos mil diez, este Alto Tribunal emitió
sentencia mediante la cual fallo: “1) Declarando SIN LUGAR el
Recurso de Casación por Infracción de Ley en su único motivo, por
Infracción de Precepto Constitucional en sus tres motivos, y por
quebrantamiento de forma en sus tres motivos, invocados por los
Abogados R. S. L., J. M. P. M., como Apoderados Defensores
Titulares y R. R. S. B., como Defensor Sustituto del imputado J.
D. N. A.; 2) Declarando sin lugar el recurso de casación por
Infracción de Ley en su único motivo, ha interpuesto el Apoderado
Acusador, Abogado C. D. P.” SEGUNDO: En fecha catorce de mayo de
dos mil diez fue notificado el Abogado R. R. S. B., en su condición
de Defensor Sustituto del imputado J. D. N. A., de la sentencia
fechada el seis de abril de dos mil diez. TERCERO: El día de hoy,
lunes diecisiete de mayo de dos mil diez, el Abogado R. S. L. en su
condición precitada, interpuso recurso de reposición contra el fallo
de fecha seis de abril de dos mil diez. FUNDAMENTACION JURIDICA
UNICO: De acuerdo a lo previsto en los artículos 352 y 353 del
Código Procesal Penal, el recurso de reposición como medio de
defensa procesal, se interpone en el acto de notificación o por
separado a mas tardar el día hábil siguiente y dicho recurso sólo
procede contra las providencias y autos proferidos durante el
proceso; por lo tanto, tratándose de una sentencia definitiva que
resuelve un recurso de casación, su interposición es improcedente.
CASACION PENAL No.S.P.270=2009
Por lo anteriormente expuesto y con fundamento en los artículos
303, 304, 313 atribución 5, 316 párrafo segundo reformados de la
Constitución de la República; 1, 80 numeral 1 de la Ley de
Organización y Atribuciones de los Tribunales; 139, 352 y 353 del
Código Procesal Penal. Este Supremo Tribunal de Justicia, en
nombre del Estado de Honduras, por UNANIMIDAD DE VOTOS DE LA SALA
PENAL. RESUELVE: Declarar SIN LUGAR el recurso de reposición
interpuesto por el Abogado R. S. L., apoderado defensor del señor
J. D. N. A., contra el fallo proferido el 06 de abril de 2010.
NOTIFIQUESE.- FIRMAS Y SELLO.- JACOBO ANTONIO CALIX HERNANDEZ.-
COORDINADOR.- CARLOS D. CALIX VALLECILLO.- RAUL ANTONIO HENRIQUEZ
INTERIANO.- FIRMA Y SELLO.- J. RAMON CRUZ FERRERA.- RECEPTOR
ADSCRITO A LA SALA PENAL.-”
Extendida en la ciudad de Tegucigalpa Municipio del Distrito
Central, a los veintiocho días del mes de junio de dos mil diez.-
Certificación de la sentencia de fecha seis de abril de dos mil
diez y resolución de fecha diecisiete de mayo de dos mil diez,
recaídas en el Recurso de Casación Penal con orden de ingreso en
este Tribunal No.S.P.270=2009.
MIRNA LIZETTE ALVARADO
SECRETARIA POR LEY