encomienda y hacienda rural

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Historia de Jujuy

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  • Encomienda, hacienda y orden ruralen el norte argentino: Jujuy 1850-1900

    Gustavo L. PazUniversity of Nebraska

    El presente trabajo estudia la relacin entre la hacienda y la encomienda en el nor-te argentino (Jujuy) y el establecimiento del orden rural por parte del estado en la segundamitad del siglo XIX. Si bien las encomiendas haban sido abolidas en Argentina por la legis-lacin republicana a comienzos de ese siglo, en Jujuy se dio un interesante y anacrnicodebate sobre la continuidad de la encomienda y los derechos que otorgaba a la propiedadde la tierra. Este debate fue resuelto por la justicia federal, que abri la posibilidad alEstado provincial de ejercer su autoridad sobre vastas regiones rurales y, eventualmente,obtener recursos de la venta de tierras fiscales. La poltica estatal benefici la reconstitu-cin de las haciendas y, con escasas excepciones, fren el acceso de los campesinos a lapropiedad de la tierra.PALABRAS CLAVE: Hacienda-encomienda-campesinos-orden rural.

    This paper is aimed at studying the relationship between large rural estates (hacien-das) and encomiendas in northern Argentina (Jujuy) and the establishment of order in thecountryside by te State in the second half of the nineteenth century. Even though encomien-das had been abolished in Argentina by Republican legislation at the beginning of that cen-tury, an interesting and anachronistic debate developped in Jujuy on the continuity of enco-mienda and the rights it bestowed upon land ownership. This debate was resolved by theFederal Justice which gave to the provincial State the chance of exerting its control on vastrural areas as well as benefitting from the eventual sale of fiscal lands. The States policiesfavoured the reconstitution of haciendas and, with few exceptions, hindered the peasantsaccess to land ownership.KEYWORDS: Large estate-encomienda-peasants-rural order.

    Introduccin

    A mediados de la dcada de 1870 se desarroll en la Argentina unspero y bastante anacrnico debate acerca de la naturaleza y relacin de lahacienda y la encomienda. El caso particular era la disputa por la propie-dad de la finca y ex-encomienda Casabindo y Cochinoca que, con unas200.000 hectreas de superficie, se ubicaba en la puna de la nortea pro-vincia de Jujuy, en la frontera con las repblicas de Bolivia y Chile. Esteacalorado debate se despleg en las pginas de dos peridicos rivales deBuenos Aires, La Nacin y El Nacional, entre 1875 y 1877, lo que dio

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  • al asunto una dimensin nacional. Los argumentos, provenientes de lalegislacin colonial espaola, contraponan las posiciones que postulabanuna continuidad entre la encomienda y la propiedad de la tierra y aquellasque separaban jurdicamente a ambas. El contexto inmediatamente previoa la disputa fue un violento levantamiento de los campesinos indgenas dela puna en contra de los terratenientes, cuyo origen estaba en un fuertecuestionamiento de los ttulos de propiedad de la ex-encomienda, para ellosilegtimos. Finalmente intervino la Suprema Corte de Justicia, que en 1877sentenci que la propiedad de la hacienda pasara a la provincia de Jujuy alavalar la postura de que la encomienda no otorgaba propiedad de la tierra.

    La decisin de la Suprema Corte permiti a las autoridades provincia-les consolidar su control sobre una vasta rea rural, a la par que las prove-y de recursos (por arrendamiento y finalmente venta de tierras fiscales)para financiar sus gastos. En la dcada de 1890 la provincia desarroll unapoltica de venta de tierras fiscales que result en la reconstitucin de lastradicionales haciendas de campesinos arrendatarios en la puna de Jujuy.Slo en casos de excepcional descontento y actividad poltica campesina elestado provincial promovi la creacin de un sector de campesinos peque-os propietarios, con quienes confiaba garantizar el orden en lejanas zonasfronterizas. Esta estructura agraria se modificara slo en la dcada de 1940con las reformas introducidas por el primer peronismo.

    Campesinos, tierras, arriendos e impuestos

    Los distritos de la puna constituan el caso ms notorio de concentra-cin de la propiedad de la tierra en la provincia de Jujuy en el siglo XIX.Eric Boman, un arquelogo sueco que recorri la puna hacia 1900, descri-be acertadamente la situacin de la tenencia de tierras en esa zona. La punadice Boman

    est dividida entre un pequeo nmero de propietarios, de los que casi todos habitanen la ciudad de Jujuy. Cada propiedad tiene una enorme extensin y est poblada poruna o varias centenas de indios que deben dar al propietario la mayor parte del pro-ducto de sus rebaos y, adems proveerles su trabajo personal cuando ellos lo requie-ran. La mayor parte de los propietarios no han visitado jams sus dominios de laPuna; ellos se contentan con enviar peridicamente un encargado para requerir losarriendos y resolver los litigios que pudieran surgir entre los indios.1

    1 Boman, Eric: Antiquits de la rgion Andine de la Republique Argentine et du DesertdAtacama, Imprimerie Nationale, Paris, 1908, II, pg. 472.

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  • Esta situacin no haba cambiado en absoluto a lo largo del siglo XIX:una decena de grandes propietarios monopolizaba la propiedad de la tierra.Entre ellos el ms importante era Fernando Campero, heredero del ex mar-quesado del valle de Tojo (Bolivia), propietario de varias grandes fincas enla puna de Jujuy. Entre ellas se destacaban la finca Cochinoca y Casabindo,que abarcaba la totalidad del departamento de Cochinoca, y la de Yavi que,con una extensin de 100.000 hectreas y valuada en 50.000 pesos, com-prenda la mayor parte de las tierras del distrito homnimo. En los otroscuratos de la puna (Rinconada, Santa Catalina) dos o tres terratenientes serepartan la totalidad de las tierras. (Cuadro I)

    CUADRO IPROPIEDADES RURALES Y PROPIETARIOS EN LA PUNA, 1860

    Departamento Propietario Propiedad Valor ($B)Cochinoca Fernando Campero Cochinoca

    y Casabindo ?Rinconada Candelaria Brcena Rinconada 9.012

    Sra. Torres Oros y Merco* 2.569Pastora Ramos San Juan, San Len

    y Granadas* 3.000Santa Catalina Fernando Campero Yoscaba ?

    Jos M.Apaza Cienega? 700Wayar y Aramayo Santa Catalina ?A. Marquiegui Tafna y Toquero ?

    Yavi Fernando Campero Yavi 50.000Jos F.Quispe Quiaca 1.000Celedonio Bargas Rodeo 225Antoln Alvarado ? 150A. Marquiegui Cerrillos ?

    * Compradas por A. Estopin y C. Esquibel en 1860 por 2.000 $ B y 8.000 $ B respectiva-mente (AHPJ, Jujuy, 16 y 19-8-1860)

    Fuente: Estadstica de las propiedades urbanas y rurales y enfituticas registradas por laComisin Reguladora (ATJ, Legajo 109, Exp.3752, 1855).

    Con la excepcin de unos pocos comerciantes y mineros, los casi12.000 habitantes de la puna eran arrendatarios (arrenderos se les llama-

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  • ba localmente) que pagaban renta a los propietarios de las tierras quienes,por lo general, vivan en Jujuy (en el caso de Campero en Tarija, Bolivia).

    Las fincas estaban divididas en parcelas ocupadas por familias cam-pesinas que las aplicaban al pastoreo de sus ganados (sobre todo ovejas yburros, y unas pocas vacas) y subsidiariamente a sus cultivos (maz, quinoa,papa, alfalfa). Los arrenderos pagaban una renta anual en dinero y a vecesen trabajo (conocida como arriendos y pastajes o arriendo y obligacio-nes) a los propietarios de las fincas por el uso de esas parcelas, calculadade acuerdo con el nmero de cabezas de ganado y los cultivos que poseancada uno de ellos. Los administradores cobraban los arriendos dos veces alao, en junio y en diciembre, pero adems stas aumentaron a mediados dela dcada de 1850, cuando la provincia fij un impuesto a la propiedadinmueble (llamado contribucin territorial) pagado por los propietarios.Este gravamen del 5 por mil sobre el valor fiscal de la propiedad fue tras-ladado por los dueos al costo del arriendo.2

    Adems de los arriendos los campesinos puneos pagaban al estadoprovincial desde 1855 un impuesto llamado contribucin mobiliar, por elque se cobraba a cada familia un 5 % sobre las cras y las cosechas anua-les (por eso era llamado localmente medio diezmo). El impuesto se apor-taba en dinero o en especie y los mtodos de cobro eran dos: la presenta-cin voluntaria por el campesino o el recuento de ganado y cultivos queorganizaba el cobrador. El estado delegaba la recaudacin de este impues-to en particulares, quienes generalmente eran los comerciantes asentadosen las cabeceras de los departamentos que, a la vez, actuaban como autori-dades locales, jueces de paz y comisionados municipales. Este sistema detax farming daba lugar a mltiples abusos, frecuentemente denunciados alas autoridades provinciales por los campesinos.3

    La cuestin de las tierras y la rebelin campesina (1872-1875)

    Desde comienzos de la dcada del 1870 las tensiones entre campesi-nos y lites locales derivaron en un conflicto ms complejo y profundo.

    2 Un estudio detallado de la tenencia de tierra, los arriendos e impuestos en la puna de Jujuy amediados del siglo XIX se encuentra en Madrazo, Guillermo: Hacienda y encomienda en los Andes. LaPuna de Jujuy bajo el marquesado de Tojo, siglos XVII-XIX, Buenos Aires, Fondo Editorial, 1982, y Paz,Gustavo L.: Resistencia y rebelin campesina en la puna de Jujuy, 1850-1875, Boletn del Instituto deHistoria Argentina y Americana Dr. Emilio Ravignani, III-4, Buenos Aires, 1991, pgs. 43-68.

    3 Estudio estas protestas en Paz, Resistencia y rebelin..., pgs. 43-58.

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  • Hasta entonces las protestas rurales se alzaban contra los abusos cometidosen la recaudacin de impuestos o en un excesivo cobro de arriendos. A par-tir de este momento los campesinos comenzaron a poner en entredicho lalegitimidad de la propiedad de las tierras de la puna.4

    Esta cuestin fue planteada a fines de 1872 mediante una denunciapresentada ante el gobernador de la provincia por arrenderos de la fincaCochinoca y Casabindo. En ella sostanan que esas tierras estaban ilegti-mamente en manos de la familia Campero, herederos de los marqueses deTojo, quienes no contaban con los debidos ttulos de propiedad.Publicaciones peridicas locales recordaban que el marqus, como toda-va se le llamaba, era el ciudadano boliviano que haba liderado la invasinboliviana a la puna de Jujuy durante la guerra con la ConfederacinPeruano-Boliviana (1837-1839). El gobierno provincial acogi favorable-mente la denuncia y, en definitiva, decidi traspasar la propiedad de estasfincas a la esfera provincial por decreto, luego de comprobar la endeblez delos ttulos de propiedad de Fernando Campero.

    Esta decisin oficial, y el xito de la demanda campesina, impuls alos arrenderos de otras fincas de la puna a denunciar a su vez las tierras quehabitaban como fiscales, al mismo tiempo que mostraban una marcadarenuencia al pago de los arriendos a sus propietarios. Durante 1873 la pro-testa se manifest con una creciente violencia en toda la puna, en particu-lar en Yavi, donde los campesinos sitiaron el pueblo cabecera del departa-mento en dos oportunidades, con el fin de que su denuncia por esas tierrasse hiciera efectiva. No es vano recordar que Yavi era la hacienda ms exten-sa y rica de la puna jujea, propiedad tambin de la familia Campero. Elpueblo de Yavi era sede de las autoridades locales y de la casa de la hacien-da a la vez, y la principal autoridad del departamento cumpla al mismotiempo la funcin de administrador de la finca. El sitio del pueblo por loscampesinos significaba no slo una presin a las autoridades sino sobretodo constitua un abierto desafo al propietario de la hacienda y al odiadoy cada vez ms oneroso sistema de arriendos.

    Durante la primera mitad de 1874 se hizo evidente que las autorida-des provinciales no podan controlar a los habitantes de los distritos rurales

    4 El relato sobre la rebelin campesina est basado en Rutledge, Ian: The Indian PeasantRebellion in the Highlands of Northern Argentina, 1872-1975, The Journal of Peasant Studies, IV-2,1977, pgs. 227-237; Madrazo, Hacienda y encomienda en los Andes..., pgs. 164-176; Bernal, Irma:Rebeliones indgenas en la Puna, Bsqueda-Yuchan, Buenos Aires, 1984 y sobre todo en Paz,Resistencia y rebelin..., pgs. 77-99.

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  • de la puna. Las cabeceras de los Departamentos estaban aisladas en unmedio rural hostil, recorrido por bandas armadas de campesinos que seenfrentaban en espordicas escaramuzas con las escasas patrullas militaresenviadas por el gobierno de la provincia en ayuda de esas poblaciones.

    La rebelin abierta estall a mediados de ao cuando, ante un cambiopoltico en la provincia resultado de una lucha electoral nacional entrefacciones rivales que apoyaban a los dos candidatos presidencialesBartolom Mitre, del partido Nacionalista, y Nicols Avellaneda, del pac-to Autonomista Nacional, el nuevo gobernador, Jos Mara lvarezPrado, decret la restitucin de la finca Cochinoca y Casabindo a la fami-lia Campero el 3 de julio de 1874. De todos modos, por ese mismo acto laprovincia se reservaba el derecho de pleitear la definitiva propiedad de esastierras ante la Suprema Corte de Justicia de la Nacin en Buenos Aires.

    La restitucin de las tierras desencaden la fulminante expansin dela rebelin campesina por toda la puna, a la cual se sumaron algunos per-sonajes de la lite local punea enemistados con la nueva situacin polti-ca provincial. Entre ellos, Laureano Saravia eslabon una alianza con loslderes del movimiento campesino. Hacia fines de 1874 Saravia conducala rebelin, dndole a ese movimiento una cohesin y fuerza mayor de laque haba tenido hasta ese momento. Los rebeldes lograron ocupar casitodos los distritos de la puna y hacerse fuertes en los pueblos cabeceras delos departamentos, de donde la escasa poblacin blanco-mestiza huahorrorizada.

    El choque final con las milicias provinciales, reforzadas con un desta-camento enviado por el gobierno nacional desde la vecina provincia de Salta,se produjo en las serranas de Quera el 4 de enero de 1875, siendo los campe-sinos completamente derrotados por las tropas regulares. Inmediatamentedespus de la batalla las autoridades provinciales y los terratenientes comen-zaron la tarea de imponer nuevamente el orden en la puna.

    La disputa sobre la encomienda y laexpansin de la jurisdiccin estatal

    Poco despus de Quera se produjo un feroz debate jurdico, histricoy poltico sobre la naturaleza, caractersticas y alcances de la encomienday su relacin con las tierras sobre las que se asentaba. Esta controversia seremontaba a la vieja cuestin colonial acerca del derecho que los encomen-

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  • deros tenan sobre las tierras donde se ubicaba la encomienda, pero en rea-lidad lo que estaba en juego era la propiedad de las fincas puneas deCochinoca y Casabindo. El debate se entabl en las pginas de tres presti-giosos peridicos porteos La Nacin, El Nacional y La Prensay luego tambin ante la Suprema Corte de Justicia en Buenos Aires.

    El derecho de propiedad de Fernando Campero haba sido cuestiona-do por las administraciones provinciales de Pedro J. Portal y de TefiloSnchez de Bustamante desde 1872, y desafiado violentamente por loscampesinos de la puna entre 1872 y 1875. Los constantes reclamos deFernando Campero se haban coronado en la restauracin de sus derechospor el nuevo gobierno provincial de Jos Mara lvarez Prado, en virtuddel decreto del 3 de julio de 1874.

    El citado decreto de restauracin haba reservado a la provincia elderecho de iniciar acciones legales ante la Suprema Corte de Justicia paraestablecer con certeza los derechos de propiedad sobre Cochinoca yCasabindo. De acuerdo con la Constitucin de 1853, el caso caa bajo lajurisdiccin federal ya que las dos partes involucradas eran una provincia(Jujuy) y un ciudadano extranjero (Campero era boliviano).

    La cuestin de las tierras de la puna haba adquirido, por tanto, unmarcado cariz poltico. Los seguidores del depuesto gobernador mitristaSnchez de Bustamante alegaban que su rival, el avellanedista lvarezPrado, haba revocado las medidas previas tomadas respecto de Cochinocay Casabindo, restituyndoselas a Campero como recompensa por el efec-tivo apoyo que ste haba prestado en el derrocamiento del gobierno ante-rior. Las acusaciones de los mitristas depuestos llegaban aun ms lejos: elabogado de Campero, el boliviano Eugenio Caballero, era el redactor deldecreto del 3 de julio y quien lo haba entregado al gobernador para supublicacin. El reconocimiento provincial del derecho de propiedad deCampero sobre las fincas de la puna creaba las bases para futuros reclamoslegales. Los seguidores de Bustamante acusaban al gobierno provincial dehaber mantenido reuniones secretas con Campero y su abogado conducen-tes a iniciar acciones legales ante la Suprema Corte de Justicia, con el finde llegar a un arreglo entre las partes por medio del cual la provincia renun-ciara a la propiedad de las tierras a cambio de una suma de dinero otorga-da por Campero, quien recibira los ttulos de propiedad definitiva.5

    5 Snchez de Bustamante, Jose: Cuestin ruidosa. El gobierno de la Provincia de Jujuy conel ciudadano boliviano Fernando Campero sobre reivindicacin. Coleccin de artculos publicados enLa Nacin y El Nacional, Buenos Aires, La Nacin, 1877, pgs. 107-108, 139.

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  • El 12 de julio de 1875 la legislatura de Jujuy autorizaba al gobernadorlvarez Prado a designar un apoderado de la provincia ante la SupremaCorte de Justicia, y a erogar 5.000 pesos bolivianos para cubrir los gastosgenerados por el juicio. Al da siguiente el gobernador nombr a su suegroy factotum poltico Jos Benito Brcena como apoderado ante la Corte. Laprovincia inici el juicio reluctantemente en febrero de 1876, despus deque la transaccin extra-judicial con Campero fallara al haber sido denun-ciada por los mitristas.

    A lo largo de 1876 se desarroll un abrasivo debate. De un lado elabogado Caballero un escritor verdaderamente prolfico representabala posicin de Campero publicando tres panfletos que reunan los artculosaparecidos en el peridico pro-autonomista El Nacional; del otro ladoJos Snchez de Bustamante (sobrino del gobernador depuesto y su delfnpoltico) public una larga coleccin de artculos escritos originalmentepara el diario mitrista La Nacin y en el independiente pero favorable aMitre La Prensa. El debate era un verdadero contrapunto ya que no bienuna parte publicaba un artculo en su peridico, la otra responda con otroen un par de das. Ambos lados se atacaban con una mezcla de informacinms o menos fidedigna, provocaciones polticas y golpes bajos personalesen un apasionado y vitrilico intercambio.

    El tema en debate era la propiedad de las tierras de la puna pero lanaturaleza del rgimen de encomienda era central a la contienda, ya que laprincipal cuestin era si la encomienda implicaba propiedad de la tierra ono. El asunto tena dos lados interrelacionados: legal e histrico. El ladolegal pona en entredicho si la encomienda era una institucin meramenteadministrativa y por lo tanto posible de modificaciones por medio de deci-siones tomadas por el poder ejecutivo, o si por el contrario perteneca alderecho civil y deba ser tratada como una cuestin privada, afectada ni-camente por decisiones judiciales. El lado histrico de la controversia tenaque ver con la manera como los antepasados de Campero haban obtenidola encomienda en el periodo colonial. Como la familia Campero comprlos derechos a la encomienda de Cochinoca y Casabindo a perpetuidad en1705, Fernando Campero consideraba que la tierra de la ex-encomienda leperteneca por derecho de compra. Por el contrario, sus opositores pensa-ban que la concesin haba caducado con la abolicin de las encomiendasen 1813 y que, de todos modos nunca incluy la propiedad de la tierra.Viejos documentos coloniales y las Leyes de Indias fueron ampliamentecitados por la dos partes para sustentar sus contradictorias posiciones.

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  • El comienzo de ambos argumentos era el controvertido decreto delgobernador Pedro Portal de 1872, que declaraba propiedades fiscales a lastierras de Cochinoca y Casabindo luego de constatar que FernandoCampero no contaba con los ttulos de propiedad. Ese decreto se basaba enel argumento de que la encomienda no supona la propiedad de las tierrassino solamente el derecho del encomendero a recolectar el tributo de losindgenas a cambio de adoctrinamiento en la fe y su proteccin. Los indge-nas continuaban teniendo el dominio til de las tierras donde se asentabala encomienda y la Corona era la propietaria de las mismas. En consecuen-cia, luego de la independencia la propiedad de las tierras reverta a la provin-cia. Esta doctrina legal consideraba a la encomienda como una mera institu-cin administrativa que de ninguna manera afectaba los derechos civiles delencomendero, en este caso la familia Campero. Como nunca haban sidodueos de la tierra, el gobierno no vea necesario recurrir a la justicia parahacer valer sus derechos de legtimo propietario por reversin, lo que afirmpor un acto del poder ejecutivo (el decreto del 3 de julio de 1874).

    Esta postura legal fue respondida por el abogado de Campero, quienapel en primer trmino a la historia para resolver la cuestin. En 1874Caballero public un folleto que reproduca los documentos por los que laCorona haba otorgado a los Campero la encomienda de Cochinoca yCasabindo. El 25 de junio de 1705 el rey Felipe V haba concedido a JuanManuel Fernndez Campero dicha encomienda y el ttulo de marqus delValle de Tojo para si y para sus herederos a perpetuidad, a cambio de unpago de 16.000 escudos de plata para garantizar la posesin. El documen-to real otorgaba a Campero el derecho de propiedad y pleno dominiosobre la encomienda y estipulaba que poda disponer de ella como lo haracon cualquiera de sus otras posesiones. Caballero recordaba que Camperohaba sucedido a su suegro como beneficiario de la encomienda, lo que leconverta en el segundo encomendero. Por lo tanto la real cdula de 1705no poda sino otorgarle la propiedad de las tierras donde se asentaba laencomienda de Cochinoca y Casabindo puesto que el beneficio de los tri-butos de los indgenas lo gozaba ya por herencia. El abogado tambin agre-gaba que cuando la Corona decidi incorporar las encomiendas delTucumn a la jurisdiccin real a mediados del siglo XVIII, la de Camperohaba sido exceptuada en virtud de sus derechos de propiedad adquiridos.6

    6 Caballero, Eugenio: Rplica de Eugenio Caballero en la cuestin ruidosa, Buenos Aires,El Nacional, 1876, pgs. 79-84; tambin [Miguel Alvia], Causa clebre. Atentado de gobernadorescontra la propiedad del ciudadano, Salta, La Discusin, 1874, pgs. 19-27.

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  • Caballero refut el decreto de 1872 tambien en base a argumentoslegales ya que contena una interpretacin violenta, pasional e irracionaldel trmino encomienda. Apoyndose en una peculiar lectura de las Leyesde Indias, el abogado afirmaba que el trmino tena dos significados, unoadministrativo y el otro territorial. El primero era el que haba sido consi-derado y aplicado por el gobierno de Jujuy en el decreto de 1872 pero,insista el abogado, era improcedente en el caso de Cochinoca y Casabindodesde el momento que, segn su ya comentada interpretacin, la Coronahaba concedido a Campero las tierras y no la jurisdiccin en 1705. Y comola encomienda era una institucin de derecho civil, por la figura de conti-nuidad jurdica de los estados, su estatus de propiedad privada no poda seralterado por un decreto administrativo.

    Caballero reforz su defensa de los derechos de propiedad deCampero con el significado territorial de la encomienda. De acuerdo conesta posicin, el trmino encomienda implicaba la concesin del tributoindgena al encomendero junto con el territorio donde se estableca la enco-mienda. Para sustentar este argumento Caballero recurri a la figura retri-ca de la metonimia. Desde su otorgamiento por cdula real de 1705 las tie-rras fueron llamadas Cochinoca y Casabindo, creando de esa manera unvnculo indivisible entre territorio y jurisdiccin por el cual

    el territorio le dio a la encomienda su nombre de Casabindo y Cochinoca y a su vezel territorio de Casabindo y Cochinoca toma su nombre de la encomienda de acuerdocon la jurisdiccin que sobre tierra e indios le otorga la encomienda. Este modo deindicar al mismo tiempo el territorio y la jurisdiccin es comn a todas las lenguasdel mundo por medio de una figura gramtica llamada metonimia por la cual el con-tinente es expresado por el contenido y viceversa.7

    De estas disquisiciones retricas Caballero conclua que los derechosde propiedad de Campero eran slidos. La real cedula de 1705 le haba otor-gado la encomienda en perpetuidad, lo que indudablemente (por la figura demetonimia) significaba tanto la jurisdiccin sobre los indios como el territo-rio donde estaba establecida. El decreto del gobernador Portal constituy unabuso de poder contra un ciudadano pacfico, que slo responda a los inte-reses polticos de quien lo dict, aplicando una doctrina legal completamen-te equivocada. La provincia de Jujuy haba cometido un serio crimen al des-pojar a un ciudadano de su propiedad. Slo en un lugar como Jujuy decaCaballero, tan alejado de los vientos de renovacin poltica que soplaban

    7 Caballero, Rplica..., pgs. 44.

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  • desde Buenos Aires y gobernado por una oligarqua despreciativa de todalegalidad, poda concebirse una afrenta al derecho de estas promociones. Lasituacin haba cambiado, agregaba incisivamente, despus de que la fami-lia que haba detentado el poder en la provincia por ms de veinte aos (enobvia referencia a los Snchez de Bustamante) fuera desplazada del poder.8

    La respuesta de Snchez de Bustamante no se hizo esperar. Se basa-ba, como la de su oponente, en argumentos histricos y legales. En primertrmino Campero no haba aportado ninguna prueba documental que sus-tentara su derecho de propiedad sobre las tierras en cuestin. Caballeropublicaba la real cdula concediendo a Campero la encomienda pero nohaba presentado el original a las autoridades ni tampoco el documento cla-ve origen de toda la disputa: el ttulo de propiedad de las tierras.

    Bustamante recurri a la autoridad de las Leyes de Indias para apoyarel punto fundamental de su defensa alegando que las leyes coloniales sepa-raban muy claramente las esferas de la encomienda y la propiedad de la tie-rra. El Libro IV, Ttulos 8, 9 y 12 de la Recopilacin de Leyes de Indiasestipulaba que la encomienda no otorgaba propiedad de las tierras dondehaba sido concedida y por lo tanto no engendraba ningn derecho sobrelas mismas. La encomienda involucraba slo el usufructo de los tributos delos indgenas dentro de los lmites fijados por las leyes y los trminos de laconcesin real. Los lmites eran muy claros: los indios gozaban del domi-nio til de las tierras donde se establecan las encomiendas de las que laCorona era propietaria.

    La Corona, recordaba Bustamante, otorgaba tierras mediante otro tipode documento, las mercedes de tierras, que mencionaban explcitamentelos lmites de las mismas. Casi todas las haciendas de Jujuy se haban ori-ginado como mercedes reales durante la colonia, y el gobierno provincialaceptaba estos documentos como legtimos ttulos de propiedad. En su lec-tura de la real cdula de 1705 Bustamante estableca que la Corona habaotorgado a los Campero la posesin de la encomienda pero no la de la tie-rra. El documento difera de una merced en que no provea detalles sobrelos lmites territoriales de la concesin sino slo los nombres de las ubica-ciones de los grupos indgenas encomendados.9

    8 Estudio el predominio y cada de la familia Snchez de Bustamante en Jujuy en Paz,Gustavo L.: El gobierno de los conspicuos: familia y poder en Jujuy, 1853-1875, en Sabato, Hilday Lettieri, Alberto (compiladores): La vida poltica en la Argentina del siglo XIX. Armas, votos y voces,Fondo de Cultura Econmica, Buenos Aires, 2003, pgs. 223-241.

    9 Snchez de Bustamante, Cuestin ruidosa..., pgs. 122, 142-143.

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  • Bustamante recordaba a su oponente que Fernndez Campero sehaba convertido en encomendero mediante su matrimonio con Clemenciade Ovando (heredera del encomendero original), quien haba muerto pocodespus. De este modo se justificaba la cuantiosa suma pagada porCampero para conseguir la confirmacin de sus derechos a la encomiendapor medio de matrimonio y herencia. Agregaba tambin que el hecho deque la Corona les hubiera concedido la encomienda a perpetuidad y nopor una o dos vidas como era costumbre era una rareza, debida sin dudaa que Campero haba pagado 16.000 ducados de plata por ella. El pago, porlo tanto, no se equiparaba a una compra como Caballero sostena sino queconstitua una compensacin por las concesiones de la corona. Bustamanteconclua que

    si la Cedula [de 1705] no cambi, como no poda hacerlo, la naturaleza de la conce-sion de la encomienda, y como la tierra no era parte de esta concesin, queda com-pletamente claro que no poda haber propiedad establecida sobre ellas sino slo sobrela encomienda misma, es decir el derecho de recaudar el tributo de los indios de losdichos pueblos.10

    Por lo tanto, aplicando el principio de continuidad jurdica de los esta-dos invocado por Caballero en sus escritos, Bustamante razonaba que lanaturaleza de la concesin original de la encomienda no haba cambiado enel tiempo: como no haba incluido la propiedad de la tierra en la concesinoriginal tampoco la inclua despus de la independencia. Conclua lgica-mente que, al ser la encomienda una institucin administrativa, era pasiblede ser modificada por un acto del poder ejecutivo.

    De esta manera, de acuerdo con Bustamante, el decreto del goberna-dor Portal de 1872 estaba justificado por la ley y por la historia. Pero tam-bin aduca razones polticas para su conveniencia. Primero, el decreto detraspaso de Cochinoca y Casabindo al fisco redundaba en un beneficio parala provincia ya que los arriendos pagados por los campesinos al terratenien-te pasaran a engrosar las rentas del estado provincial. Segundo, como lasfincas en disputa limitaban con Bolivia y eran reclamadas por un ciudada-no boliviano (que haba tenido una actitud hostil a la provincia en la gue-rra contra la Confederacin Peruano-Boliviana de fines de la dcada de1830), su incorporacin consolidara la integridad territorial de la provin-cia amenazada hasta entonces por los reclamos de Campero.11

    10 Ibidem, pgs. 144-145.11 Ibidem, pgs. 87,94.

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  • La Suprema Corte de Justicia comenz a tratar el asunto a comienzosde 1876. Ambas partes presentaron su caso por medio de sus apoderados.Caballero insisti en su posicin de que la encomienda implicaba propie-dad de la tierra basada en su peculiar lectura de las Leyes de Indias y en suuso de la figura retrica de metonimia. Los derechos de Fernando Camperoa las tierras eran tres: la Corona espaola se las haba concedido en mer-ced a perpetuidad a sus ancestros, por la que pagaron una considerablesuma; haba recibido esas tierras en herencia; todo reclamo del estado sobrelas tierras haba dejado de existir luego de 150 aos de posesin ininte-rrumpida por parte de su familia. Al haber fracasado la negociacin conCampero, el abogado de la provincia, Francisco Uriburu (pariente delgobernador lvarez Prado y del apoderado anterior, Brcena), hizo suyoslos argumentos legales contrarios: separacin de la encomienda y propie-dad de las tierras, y reversin de las propiedades de la Corona a la provin-cia despus de la independencia.12

    La Suprema Corte lleg a una decisin a comienzos de 1877. La sen-tencia apoyaba el reclamo de la provincia y le otorgaba la propiedad indis-cutida de las tierras de Cochinoca y Casabindo. En sus fundamentos laCorte declaraba que

    ni el acusado Fernando Campero ni sus ancestros haban ejercido derechos de propie-dad sobre los territorios ocupados por los pueblos de Cochinoca y Casavindo [sic];que los mismos no han podido prescribir ya que no estn sujetos a prescripcin; queel sistema de encomiendas se haba extinguido como incompatible con el rgimenpoltico de la Repblica; y que la Provincia de Jujuy goza y siempre ha gozado de lapropiedad y jurisdiccin sobre los territorios en disputa, teniendo total poder para dis-poner de ellos como considere conveniente para el Pueblo de la Provincia.13

    La sentencia de la corte suprema combinaba consideraciones legales,histricas y polticas. La Corte apoy la posicin legal de la provincia (sos-tenida por Snchez de Bustamante en la polmica) de que las encomiendaseran instituciones administrativas y no otorgaban propiedad de las tierrassobre las que eran establecidas. En este sentido el decreto provincial de

    12 Caballero, Rplica..., pgs. 66-87.13 Causa XLIV-1877, La Provincia de Jujuy contra D. Fernando Campero, sobre reivindica-

    cin, en Fallos de la Suprema Corte de Justicia Nacional con la relacin de sus respectivas causas,Buenos Aires, Coni, 1878, Tomo dcimo, pgs. 29-40; la cita de pg. 40. La sentencia fue republicadaen Snchez de Bustamante, Jos: Fallo de la Suprema Corte Federal en el litis de la Provincia de Jujuycon el Sr. D. Fernando Campero, sobre las tierras de Cochinoca y Casabindo. A mis comprovincianos,La Nacin, Buenos Aires, 1877.

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  • 1872 que transfiri la propiedad de Cochinoca y Casabindo a la provinciaera una accin legal correcta segn derecho, tomada por el estado en benefi-cio del pueblo de la provincia. La historia estaba tambin en contra deCampero. La Corte recordaba que las encomiendas eran incompatibles conel sistema republicano de gobierno y que haban sido abolidas por laAsamblea del ao 1813.

    No slo las encomiendas eran una institucin anticuada que no corres-ponda a una nacin republicana moderna como la Argentina sino que, enel caso particular de Cochinoca y Casabindo, la sentencia de la CorteSuprema refleja el objetivo del Estado nacional de establecer y controlar suterritorio y sus fronteras. El hecho de que las tierras en cuestin limitarancon Bolivia y de que Fernando Campero fuese un ciudadano boliviano resi-dente en Bolivia tuvo peso en la decisin de la Corte. Su sentencia conso-lidaba la soberana de Jujuy sobre un territorio fronterizo reclamado por unextranjero.14

    La sentencia de la Suprema Corte de Justicia tuvo, por lo tanto,muchos significados. Para la provincia de Jujuy fue una afirmacin de susoberana sobre un vasto territorio que hasta entonces escapaba a su con-trol. Le otorg a la provincia la posibilidad de recaudar los arriendos, debeneficiarse con la eventual venta de las tierras (como ocurrir en la dca-da de 1890) y de ejercer un mayor control sobre la poblacin rural de lapuna, que se haba mostrado renuente a obedecer a las autoridades desde1872. Para los terratenientes la sentencia implicaba la restauracin delorden en la campaa de Jujuy al delimitar el derecho de propiedad y ponerfin al cuestionamiento por parte de los campesinos. Esto les permita reto-mar el cobro de los arriendos legalmente a pesar de la resistencia de loscampesinos indgenas. Para estos la sentencia revesta una importancia fun-damental. Les daba una oportunidad de satisfacer sus deseos de acceder ala propiedad de la tierra mediante una eventual compra de parcelas al esta-do. Mientras tanto seguan con sus tradicionales peticiones al gobernador,toda vez que oficiales estatales y notables locales abusaran de su poder, ypagaban el arriendo a un estado menos demandante que el odiado terra-teniente a quien, gracias a la inesperada ayuda de la Suprema Corte, sehaban sacado de encima.

    14 Ver los comentarios a la sentencia de la Corte Suprema en Portal, Pedro J. y Snchez deBustamante, Tefilo: Nuestra Justificacin. Sentencia de la Suprema Corte Federal en la cuestin dela Provincia de Jujuy con D. Fernando Campero sobre Casabindo y Cochinoca con otros anteceden-tes, Salta, 1877.

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  • Campesinos, Estado y orden rural (1877-1900)

    A partir de la sentencia de la Corte Suprema de Justicia, el Estado pro-vincial fue el rbitro en cuanto a las posibilidades de acceso de los campe-sinos a la propiedad de la tierra en vastos sectores de la puna de Jujuy.Desde entonces el estado comenz a desarrollar una poltica de tierras enla puna, con aplicacin de decisiones diferentes en cuanto se refiere a tie-rras privadas o tierras pblicas que apuntaban a la consolidacin del ordenen las zonas rurales y la obtencin de recursos para el erario provincial.

    Conocida la sentencia judicial, la Legislatura provincial debati dosposiciones con respecto al destino de las tierras fiscales de Cochinoca yCasabindo. La primera sostena la conveniencia del deslinde y subdivisinde las tierras, y su posterior venta. Un proyecto de ley de agosto de 1877estableca la divisin de las tierras en rodeos y su posterior tasacin yventa a sus ocupantes. El proyecto fomentaba la compra por los ocupantesmediante un subsidio fiscal: los residentes compradores pagaban al fisco uncanon por el usufructo de las tierras de la mitad de lo que deban pagarquienes no participaban de la compra. Este arriendo se reduca al ritmo delpago de las cuotas: el 50 % al pago de la mitad de la deuda y en su totali-dad a la cancelacin definitiva. Este proyecto, con escasas modificaciones,fue convertido en ley provincial en marzo de 1879.15

    Un ao despus, una nueva Legislatura derog esa ley y la reemplazpor otra que sostena la conveniencia de la conservacin de las tierras fis-cales de la puna en la esfera fiscal, a la vez que estipulaba que los arrien-dos pagados al Estado por sus ocupantes formaban parte de las rentas pro-vinciales. La ley prevea el deslinde definitivo de las tierras, a fin dedeterminar sus verdaderos lmites. Los arriendos se cobraron a partir de1880 mediante un sistema de recaudadores designados por el Estado, resi-dentes en el pueblo de Cochinoca y sus pendientes en los distritos rurales.16

    A comienzos de la dcada de 1880 los campesinos de la puna comen-zaron a reclamar el deslinde de Cochinoca y Casabindo. En la base de estassolicitudes elevadas al gobierno provincial se hallaba la presuncin y eldeseo de que los territorios fiscales se extendieran ms all del departamen-

    15 Archivo de la Legislatura de Jujuy (ALJ), Carpeta 33. Proyecto de ley, 20-8-1877; ALJ,Carpeta 33, Ley del 19-3-1879. Las diferencias con el Proyecto de ley de 1877 residan en el valor decada seccin, no especificadas en la ley, y en la posibilidad que sta ofrece del otorgamiento del ttulode propiedad con la cancelacin del 50 % del valor de la compra.

    16 ALJ, Carpeta 33, Ley 12-3-1880.

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  • to de Cochinoca y poder remover a los terratenientes que ocuparan indebi-damente tierras fiscales. Esta estrategia no dio resultados positivos pues elgobierno desconoci las notas de protesta de los campesinos. Hacia 1885esas tierras seguan an sin deslindar, y el resto de las haciendas de la punaen manos de sus tradicionales propietarios.17

    A partir de 1890 la poltica gubernamental de tierras fiscales se orien-t hacia la venta de las mismas a consecuencia de la crisis financiera des-atada en Argentina. La provincia de Jujuy, que era fuertemente subsidiadapor el gobierno nacional, se encontr repentinamente sin recursos. La ven-ta de tierras fiscales fue una de las medidas encaradas por las administra-ciones provinciales para cubrir el dficit. Entre 1891 y 1893 la administra-cin provincial formul el marco legal que regul la enajenacin de lastierras fiscales de la puna. En 1892 fue practicado el deslinde de las tierrasfiscales y su divisin en secciones o rodeos. La ley de 1891 daba prioridada los arrenderos en la compra de las tierras pero el decreto de 1893 intro-duca una clusula por la cual los campesinos seran favorecidos slo encaso de una igualdad de ofertas. De esta manera la venta de tierras fiscalesde la puna promovi la restauracin de las haciendas de propiedad privadacon campesinos arrenderos a fines del siglo XIX.18

    Las haciendas de propiedad privada conservaron su territorio y el sis-tema de arriendos intacto. El estado provincial no sigui una poltica de tie-rras activa con respecto a ellas, con la excepcin de dos casos en los queimpuls la venta a los arrenderos ocupantes. El objetivo de esta infrecuen-te poltica lo puso de manifiesto el gobernador Eugenio Tello en su mensa-je a la Legislatura provincial de enero de 1884. A su regreso de una largarecorrida por la puna en 1883 el gobernador observaba:

    Sabeis y consta en documentos que hasta el da en que me encargu del Gobierno, elderecho de propiedad era desconocido en gran parte de la Puna y Quebrada. Comosobre ese derecho reposa el orden social, el constitucional, resultaba que desaparecien-do aquel, esta provincia no estaba en condiciones de Estado Confederado...Puedo decir,que hemos salvado el naufragio, porque ahora los indgenas estn sometidos, recono-cen el derecho de propiedad, respetan el principio de autoridad...Pero para terminar laobra, es indispensable convertir en propietarios a los ciudadanos indgenas de ValleGrande y Yoscaba. All por la situacin geogrfica no es posible hacer sentir fcilmentela accin de la autoridad...hacindolos propietarios sern guardianes del orden.19

    17 Estudi este asunto con detalle en Paz, Gustavo L.: Tierra y resistencia campesina en lapuna de Jujuy, 1875-1910, Andes. Antropologa e Historia, 6, Salta, 1994, pgs. 207-234.

    18 Provincia de Jujuy: Compilacin de Leyes y Decretos, Buenos Aires, 1907, pgs. 286-310.19 Tello, Eugenio: Mensaje del Gobernador de la Provincia en la apertura de las Sesiones

    Ordinarias, 1 de enero de 1884, Jujuy, 1884.

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  • Tanto la hacienda Yoscaba (en el departamento de Santa Catalina)como la de Valle Grande, en el departamento homnimo, eran zonas bas-tante inaccesibles que hacan extremadamente difcil el control de la pobla-cin rural. Durante la violencia campesina de comienzos de la dcada de1870 los arrenderos de ambas fincas (sobre todo los de Yoscaba) se habanmostrado particularmente hostiles a los terratenientes y agentes estatales ysu resistencia a ambos no haba cesado con el restablecimiento del ordendespus de la batalla de Quera. En el caso de Yoscaba se sumaba el hechode que la hacienda limitaba con Bolivia, lo que facilitaba el contrabando,el acceso a armas y la huida de los rebeldes, como haba ocurrido tantasveces antes. El gobernador reconoca que la ausencia de propiedad de latierra haba costado una rebelin e incesantes afrentas a la autoridad deterratenientes y oficiales del gobierno desde 1870. En su mensaje Tello sos-tena que la base del orden social descansaba en el reconocimiento y respe-to del derecho de propiedad. Slo si los ciudadanos indgenas se conver-tan en propietarios podan participar plenamente de ese orden y garantizarsu custodia. Es por eso que impuls ante la legislatura la venta de esas fin-cas a sus arrenderos y su divisin en parcelas de propiedad privada.

    En su viaje por la puna Tello haba constatado la voluntad comprado-ra de los arrenderos. Slo quedaba convencer a los propietarios de la con-veniencia de tal venta. La viuda de Campero, Corina Aroz, decidi ven-der la finca Yoscaba a resultado de la constante accin campesina queimposibilitaba el cobro de arriendos. El propietario de Valle Grande,Rufino Valle, haba fallecido recientemente y sus herederos recibieronfavorablemente la oferta del gobierno.

    Las haciendas Valle Grande y Yoscaba fueron vendidas por sus pro-pietarios a los arrenderos muy poco despus del mensaje de Tello, con lamediacin del Estado. Yoscaba fue adquirida por varios de sus arrenderosen 1886 y deslindada en parcelas de propiedad privada en 1903. ValleGrande sigui el mismo proceso en 1887.20

    Analicemos el proceso de venta de Yoscaba con detalle. Los campe-sinos se organizaron rpidamente y a mediados de 1885 ya haban nombra-do como sus representantes a tres de los arrenderos compradores: JosMara y Eusebio Maidana, y Agustn Gutierrez. Su principal cometido erala recoleccin de los aportes monetarios de los campesinos para completarel valor de la finca. La asociacin de arrenderos consigui efectivizar la

    20 Para Yoscaba, Archivo de Catastro (AC), Santa Catalina, Libro I, pgs. 50-64. Para ValleGrande, Archivo Histrico de la Provincia de Jujuy (AHPJ), Seccin Expedientes, Carpeta I, 409/1885.

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  • compra a comienzos de octubre de 1886. Con la garanta y respaldo delgobierno provincial los campesinos compradores obtuvieron un crdito de11.874,41 $ m/n en la Sucursal Jujuy del Banco Nacional. La venta se rea-liz en 14.000 $ m/n, y la hacienda qued hipotecada hasta la cancelacindefinitiva de la deuda. Jos M. Maidana qued encargado de cerrar estanegociacin.21 A juzgar por su correspondencia privada no fue tarea fcilrecolectar las cuotas de los arrenderos compradores debido a la oposicinde los notables locales, en su mayora comerciantes, quienes pugnabantambin por el acceso a la propiedad de la tierra.22 La hipoteca fue final-mente cancelada en 1903. Poco antes se haba procedido al deslinde y divi-sin de la finca en parcelas de propiedad privada.23

    La venta de la hacienda Yoscaba abri la posibilidad del acceso de ex-arrendatarios a la propiedad de las tierras y la formacin de un sector decampesinos pequeos propietarios que constituy una excepcin a lashaciendas con arrenderos de la puna. La protesta campesina continu has-ta mediados del siglo XX slo en las zonas de tierras fiscales traspasadas amanos privadas y en las tradicionales haciendas con arrenderos mientrasque en Yoscaba imperaba la calma. Los ciudadanos indgenas propieta-rios creados por el estado provincial se manifestaron ms afectos al ordenque algunos de los tradicionales terratenientes y funcionarios locales quie-nes, a comienzos del siglo XX, todava abusaban de su poder en el cobrode arriendos e impuestos.

    Conclusin

    La sentencia de la Suprema Corte de Justicia le permiti al estado pro-vincial de Jujuy aplicar una poltica de tierras a fin de obtener recursosmediante el cobro de arriendos y finalmente su enajenacin. La venta detierras fiscales al mejor postor desde 1895 result en la reconstitucin delas haciendas con arrendatarios en la puna de Jujuy. La mediacin estatal afines de la dcada de 1880 entre terratenientes y arrendatarios impuls laventa de dos grandes fincas rurales de propiedad privada ubicadas en luga-

    21 AHPJ, Jujuy, 5-9-1885; AC, Santa Catalina, Libro I, pgs. 4-10. Ver Archivo de losTribunales de Jujuy (ATJ), Protocolos Notariales, Escribana de Melitn Gonzlez, 1886, T.3,pg. 497v.

    22 AHPJ, Documentos Maidana, Carta 11, Pasaje 9-1-1888; Carta 12, Pasaje 26-3-1889.23 AC, Santa Catalina, Libro I, pgs. 50-64.

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  • res inaccesibles y convirti a sus ocupantes en campesinos pequeos pro-pietarios. En estos ciudadanos indgenas descansaba la estabilidad delorden rural en esas lejanas regiones. Hacia 1900 el estado provincial podagarantizar el orden social en las reas rurales.

    Una situacin similar a la de la puna de Jujuy se daba en el mismomomento en el vecino altiplano boliviano. All, a fines del siglo XIX, unaavanzada liberal en contra de las comunidades indgenas amenaz con laextincin de la propiedad comunal de las tierras. La legislacin liberalsobre tierras de los aos 1870 un programa aceptado por todas las fac-ciones de la lite difera slo en la metodologa de la extincin de las tie-rras comunales y sus posibles resultados. En este ltimo punto, una faccinde la lite abogaba por la consolidacin de un campesinado pequeo pro-pietario, tal como ocurri en el caso argentino en Yoscaba. Otra sostenaque las tierras comunales deban pasar a manos de ms eficaces haciendasparticulares con colonos, proceso que en la puna argentina haba ocurridodurante el perodo colonial y reafirmado a fines del siglo XIX en virtud dela poltica provincial de tierras. Esta segunda opcin fue la que prim.24

    La literatura sobre el altiplano boliviano seala dos importantes con-diciones que limitaron el xito del programa liberal de exvinculacin detierras comunales: la resistencia del campesinado indgena y la escasacapacidad del estado boliviano para poner en prctica las leyes. Las estra-tegias de resistencia desplegadas por los campesinos de las comunidadesindgenas ante la legislacin liberal pusieron freno a la privatizacin de lastierras comunales y la expansin de las haciendas a comienzos del sigloXX en torno del lago Titicaca y del norte de Potos, y al menos canalizaronla reestructuracin de la sociedad local de manera que no les resultara tandesfavorable en Chuquisaca.25

    En cuanto a la capacidad de coercin del Estado, esta fue sin dudams limitada en el caso boliviano que en el argentino. Las autoridades boli-vianas encontraron muy difcil la puesta en prctica de la legislacin libe-ral sobre tierras, sobre todo en el altiplano.26

    24 Langer, Eric: El liberalismo y la abolicin de las comunidad indgena en el siglo XIX,Historia y Cultura, 14, La Paz, 1988, pgs. 59-95 (sobre todo pgs. 64-75).

    25 Rivera, Silvia, Oprimidos pero no vencidos. Luchas del campesinado aymara y quechwaen Bolivia, 1900-1980, Ginebra, UNRISD, 1986, pgs. 13-42; Platt, Tristan, Estado Boliviano y aylluandino. Tierra y tributo en el Norte de Potos, Lima, IEP, 1982, pgs. 73-132 y Langer, Eric, EconomicChange and Rural Resistance in Southern Bolivia, 1880-1930, Stanford University Press, Stanford,1989 (en particular captulos 4, 5 y 6).

    26 Langer, El liberalismo y la abolicin..., pgs. 78-81 y 85-87; Platt, Estado Boliviano yayllu andino, pgs. 94-111.

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  • En la puna de Jujuy la capacidad de resistencia campesina a la nuevalegislacin sobre tierras se vio limitada por las caractersticas del desarro-llo local de la comunidad y del Estado. Por un lado, la comunidad campe-sina-indgena en el altiplano jujeo presentaba en la segunda mitad delsiglo XIX una debilidad mucho mayor que las de sus contrapartes bolivia-nas. En Jujuy la comunidad como institucin jurdica propietaria de tierrashaba sido suprimida por las autoridades provinciales en la dcada de 1830;para fines de la dcada de 1860 las autoridades comunitarias que an sub-sistan en la puna fueron suprimidas y reemplazadas por autoridades loca-les designadas por los jefes departamentales. Por otro lado, la extincinlegal de las comunidades en la puna jujea se corresponde con una crecien-te presencia del estado provincial y nacional a partir de la segunda mitadde la dcada de 1860 y con mayor fuerza despus de 1880.27

    A comienzos del siglo XX las condiciones estaban dadas para que lamayora de los campesinos de la puna de Jujuy se integraran al mercado detrabajo que desde 1880 se estaba ampliando con fuerza en el Noroesteargentino en torno de la industria azucarera. Hacia 1920 los ingenioscomenzaron a reclutar al campesinado de la puna como mano de obra esta-cional iniciando un largo ciclo de migraciones, temporarias al principio yms tarde definitivas, desde la puna a las tierras bajas. Slo las reformas alos regmenes laborales y la tenencia de tierra introducidas por el peronis-mo en la dcada de 1940 quebraran este ciclo.

    27 Sobre la formacin del estado nacional en Argentina vase Oszlack, Oscar, La formacindel estado argentino, Editorial de Belgrano, Buenos Aires, 1982. Para la presencia del estado (provin-cial y nacional) en las reas rurales de la provincia de Jujuy vase mi tesis doctoral Paz, Gustavo L.,Province and Nation in Northern Argentina. Peasants, Elite and the State, 1780-1880, EmoryUniversity, Atlanta, 1999, pgs. 318-331 y 403-407.

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