encuentro: integración social a través del envejecimiento activo
TRANSCRIPT
Encuentro: Integración social a través del Envejecimiento Activo IMSERSO ‐ UCM
El Escorial, 16 y 17 de julio, 2012
Reflexiones finales de los directores del Encuentro durante el
acto de clausura
Estas son algunas ideas transversales que hemos escuchado durante estos dos días y
que nos pueden ayudar a plantearnos, como proponía el Encuentro, qué es lo que
tiene que decir el envejecimiento activo a aquellas personas que envejecen en
situación de fragilidad, vulnerabilidad, dependencia o exclusión:
1) Resulta fundamental tener muy presente que, al promover un envejecimiento
activo, trabajamos con personas que envejecen: deberíamos saber ver
siempre, delante de la situación de fragilidad o vulnerabilidad, a la persona, al
individuo, al ser humano que sufre. Tenemos que humanizar el envejecimiento
activo. La atención centrada en la persona es imprescindible y nos exige saber
escuchar. Esta atención nos puede ayudar a escapar del peligro de sustituir la
escucha para saber lo que piensa, siente y desea la persona, por una
intervención en la que la lógica profesional acabe imponiéndose.
2) En momentos en que los mecanismos de contención, de protección de las
personas, se repliegan y la vulnerabilidad aumenta, estamos obligados a
aprovechar al máximo las oportunidades y los recursos, a ser más creativos, a
hacer más con menos, de modo que esta profunda crisis perjudique lo menos
posible a quienes envejecen en situaciones desfavorables.
3) El marco actual de envejecimiento activo, propuesto inicialmente por la OMS,
nos brinda un paradigma innovador a través del cual podemos avanzar si
sabemos aprovecharlo. Pero no debemos utilizarlo de forma ciega: a la vez que
nos abre a nuevas formas de acercarnos al envejecimiento frágil y vulnerable,
también cuestiona nuestras políticas y praxis profesionales. La práctica reflexiva
y la empatía son obligadas. Hay razones, por tanto, para un optimismo
responsable.
4) El envejecimiento activo es una propuesta relacional, que realza las relaciones.
Por tanto, las actividades tienen que ser instrumentos para lograr relaciones de
calidad. Y ello sin atentar contra la autonomía y las aspiraciones de las personas
acerca de cómo desean envejecer. De otro modo, podríamos correr el peligro
de entender que el envejecimiento activo consiste en hacer actividades, en
activar a las personas, cayendo así en un indeseable activismo, contrario a la
naturaleza subjetiva y multi‐dimensional del paradigma que tenemos delante.
5) Nuestras intervenciones deberían potenciar la narración, los hechos y la
escucha de cómo las personas describen la realidad. Asimismo, para ser
integrales tendrían que estar articuladas en torno a cinco dimensiones:
corporal, espiritual, intelectual, emotiva y social. El objetivo último de nuestros
esfuerzos en pro de un mejor envejecimiento debería ser el de generar
comunidad, generar red, generar vínculo.
6) Es necesaria una mejora de la formación específica de las personas que
trabajan con las personas mayores en situación de fragilidad y vulnerabilidad. Y
no es adecuado percibir a estas personas como un colectivo, lo que supone una
indebida categorización.
7) Pongamos más atención a lo que significa envejecer bien en el día a día, en la
vida cotidiana; a veces, lo mejor que podemos hacer por una persona en
situación de fragilidad o de vulnerabilidad no necesita de un gran proyecto sino
de ofrecer el apoyo necesario a esa persona a que pueda vivir su día a día de
una forma satisfactoria para ella.
8) Si logramos visibilizar más a las personas mayores vulnerables, si conseguimos
aumentar sus oportunidades para envejecer mejor y si sabemos respetar sus
deseos y su autonomía, así como su capacidad para gestionar los recursos
propios y los de su entorno, estaremos en condiciones de apoyar un
beneficioso envejecimiento activo, ya sea en hábitat urbano o rural, ya se trate
de personas independientes o en situación de dependencia.