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Enel festín de la civilización: los límites de la hegemonía de los hacendados a comienzos del siglo XX en Colombia 1 Michael F.Jiménez 2 En palabras del Libertador: "Nosotros hemos tratado de arar en el mar. Aquí no hay opción sino la de emigrar. .. Pero hasta eso puede ser demasiado costoso". Gabriel Ortiz Williamson E I 10. de mayo de 1914, Jesús del Corral recomendó a su auditorio de la Sociedad de Agricultores de Colombia (SAC) «alistar- se para el combate y prepararse para asistir 1 Este ensayo se publicó originalmente bajo el título <cAthe Banquet of Civilization: The Limits of Planter Hegemony in Early-Twentieth Century Colombia». Tomado del libro publi- cado por William Roseberry, Lowell Gudmundson y Mario Samper Kutschbach, Cotree, Society and Power in Latin America, The Johns Hopkins University Press, Baltimore, 1995, pp. 262-293. Traducción de Hernando García Bustos. 2 Michael F. Jiménez es profesor en el Departamento de Historia en la Universidad de Pittsburgh. Magíster en Historia en la Universidad de California en Berkeley; obtuvo su Ph.D. Y su licenciatura en Historia en la Universidad de Harvard. Fue instructor en Harvard y profesor en la Universidad de Princeton. Ha publicado escritos sobre historia económica y social de Colombia y de los Estados Unidos en revistas académicas tanto colombianas como norteamericanas. Es al magnífico festín de la civilización-". Esta garantía de progreso reflejaba el optimismo de las élites expor- tadoras aparentemente destinadas a conducir su nación andina hacia el mundo moderno. Los grandes cultivadores de café que tenían empresas en los 50.000 kilómetros cuadrados del valle del Alto Magda- lena, que abarcaba los actuales departamentos de Huila, Tolima, y occidente de Cundinamarca, consti- autor de un libro en prensa titulado Red Viotá: Power, Authority, and Rebellion in the Colombian Andes. El autor aprecia profundamente las sugerencias y comen- tarios críticos de quienes participaron en la conferencia sobre «Café y formación de clase en América Latina antes de 1930", especialmente Charles Bergquist, Catherine LeGrand, Joseph Love, Marco Palacios y William Roseberry. También desea agradecer a colegas y amigos en Princeton y en otras partes por su apoyo y comentarios útiles, inclu- yendo aMare Chernick, Barbara Corbett, Peter Mandler, Michael Merrill, Mary Peniston, Mary Roldán y Eduardo Sáenz Rovner. 3 Jesús del Corral, «Por los siervos de la gleba", Revista Nacional de Agricultura, 9, edición especial, junio de 1914, p.? 113

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Page 1: Enelfestínde la civilización: loslímitesde la hegemonía de

Enel festín de la civilización: los límites de lahegemonía de los hacendados a comienzos

del siglo XX en Colombia 1

Michael F. Jiménez 2

En palabras del Libertador: "Nosotros hemos tratado dearar en el mar. Aquí no hay opción sino la de emigrar. ..Pero hasta eso puede ser demasiado costoso".

Gabriel Ortiz Williamson

E I 10. de mayo de 1914, Jesús del Corralrecomendó a su auditorio de la Sociedadde Agricultores de Colombia (SAC) «alistar-se para el combate y prepararse para asistir

1 Este ensayo se publicó originalmente bajo el título <cAttheBanquet of Civilization: The Limits of Planter Hegemony inEarly-Twentieth Century Colombia». Tomado del libro publi-cado por William Roseberry, Lowell Gudmundson y MarioSamper Kutschbach, Cotree, Society and Power in LatinAmerica, The Johns Hopkins University Press, Baltimore,1995, pp. 262-293. Traducción de Hernando García Bustos.

2 Michael F. Jiménez es profesor en el Departamento deHistoria en la Universidad de Pittsburgh. Magíster en Historiaen la Universidad de California en Berkeley; obtuvo su Ph.D.Y su licenciatura en Historia en la Universidad de Harvard.Fue instructor en Harvard y profesor en la Universidad dePrinceton. Ha publicado escritos sobre historia económicay social de Colombia y de los Estados Unidos en revistasacadémicas tanto colombianas como norteamericanas. Es

al magnífico festín de la civilización-". Esta garantíade progreso reflejaba el optimismo de las élites expor-tadoras aparentemente destinadas a conducir sunación andina hacia el mundo moderno. Los grandescultivadores de café que tenían empresas en los50.000 kilómetros cuadrados del valle del Alto Magda-lena, que abarcaba los actuales departamentos deHuila, Tolima, y occidente de Cundinamarca, consti-

autor de un libro en prensa titulado Red Viotá: Power,Authority, and Rebellion in the Colombian Andes.El autor aprecia profundamente las sugerencias y comen-tarios críticos de quienes participaron en la conferencia sobre«Café y formación de clase en América Latina antes de1930", especialmente Charles Bergquist, CatherineLeGrand, Joseph Love, Marco Palacios y William Roseberry.También desea agradecer a colegas y amigos en Princetony en otras partes por su apoyo y comentarios útiles, inclu-yendo aMare Chernick, Barbara Corbett, Peter Mandler,Michael Merrill, Mary Peniston, Mary Roldán y EduardoSáenz Rovner.

3 Jesús del Corral, «Por los siervos de la gleba", RevistaNacional de Agricultura, 9, edición especial, junio de 1914,p.? 113

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tuían una parte integral de la oligarquía colornbtana-,Junto con otros grupos de élite, habían sacado deldesastre al país al cierre de la Guerra de los Mil Días(1899-1903). Durante varias décadas estas élitessiguieron un proyecto de gobierno bipartidista,reforma administrativa y desarrollo de infraestructura.Los propietarios de las grandes plantaciones sobre-vivieron a los avatares de la Primera Guerra Mundialpara obtener ganancias de las crecientes exporta-ciones de café durante la década de 1920. Entetantoesta facción de hacendados de la clase alta colom-biana se consideró a sí misma como una vanguardiamodernizante, llena de esperanzas, según laspalabras de su principal publicista, Gabriel OrtizWilliamson, de que «un nuevo vigor, energía,propósitos y disciplina ... contribuirán a la formacióndel comerciante, el granjero, el profesor, y el hombrede Estado»5.

El apogeo de una república cafetera creada porlas exportaciones en ascenso, los ferrocarriles y lospragmáticos caballeros-granjeros se convirtió en lapieza central de la historiografía nacional decomienzos del siglo XX. El periodo se ha consideradoesencialmente como una extensión del régimenestatal conservador conocido como la Regeneración(1886-1902), que condujo a Colombia a través delas etapas iniciales de la rnodemización". Las inter-pretaciones de [la escuela de la] dependenciareafirmaron esta visión; Tulio Halperín Donghi tipificóa Colombia como el país donde «la repúblicaoligárquica conservó toda su pureza ... dominada porlas alianzas y los feudos de las grandes familiasbogotanas y provlnclales -". De modo similar,Fernando Henrique Cardoso y Enzo Falettodesignaron a esta nación andina como un casorepresentativo de «un pacto oligárquico ... [donde] apesar de la violencia de la pugna política, una

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4 Para conocer una descripción geográfica de la cuenca delAlto Magdalena, véase Rafael Gómez Picón, MagdalenaRío de Colombia, 7 ed., Bogotá, 1983, parte 1. El Censocafetero de 1932 reveló que los grandes cultivadores deesta región produjeron el 76 % del café en esos departamen-tos, 53 % del café producido por grandes cultivadores anivel nacional, y un quinto del total de Colombia. Boletín deEstadística 1,febrero de 1933, pp. 119-121. Otra compilaciónestadística del periodo, el texto clásico de Diego Monsalve,Colombia cafetera (Barcelona, 1927), también ilustra laconcentración de grandes productores en esta región.

5 «Educación física», Revista Nacional de Agricultura, noviem-bre-diciembre, 1911, p. 219.

6 Robert Dix, Colombia: The Political Dimensions of Change(New Haven, 1967), sugiere la continuidad del desarrollopolítico a finales del siglo XIX y comienzos del siglo XX.

floreciente burguesía agroexportadora trataba deimponer compromisos temporales entre lastacctones-". Según Charles Bergquist, comoresultado del conflicto en el cambio de siglo, «losintereses bipartidistas de exportación e importación»generaron exitosamente «un nuevo orden económicoy político que iría a guiar a Colombia a través de másde tres décadas de estabilidad política y la expansióndel sector exportador-e. Aunque partiendo un pocode estos enfoques estructuralistas, recientes estudiosenfatizan aún la estabilidad social y política de esaépoca. Marco Palacios ha identificado una atmósferade «grandes corrupciones, peculados y cohechos» 10,

mientras Herbert Braun ha narrado magistralmentela construcción de una cultura política «encabezadapor el poder tradicional de los terratenientes» 11.

Pero si Colombia se volvió una república cafeteraen el primer tercio del siglo XX, fue difícilmente unarepública de hacendados. El gobierno de la élite eneste periodo estuvo marcado por disputas internas ydesafiado desde abajo. En particular, los propietariosde haciendas cafeteras del valle del Alto Magdalenaen la parte central de Colombia, que constituían elnúcleo de los agricultores de exportación a granescala de la nación, no podían ejercer control sobreel destino del país. Por el contrario, no tuvieron éxitoen establecerse a sí mismos como la fuerza principaldentro de la oligarquía colombiana ni en crear uninstrumento político coherente y perdurable degobierno de la clase alta, independiente de los parti-dos políticos tradicionales. Además, su mantenimien-to sobre los distritos de cultivo estuvo comúnmentelimitado. Finalmente, los hacendados cafeteros semostraron incapaces de articular, mucho menosrealizar, una visión hegemónica capaz de unir lasdiversas facciones de la élite y cobijar a la extensamayoría de sus conciudadanos. Al igual que los

Salomón Kalmanowitz, Economía y nación: una breve histo-ria de Colombia (Bogotá, 1986), refleja este punto de vistadesde una perspectiva marxista.

7 Tulio Halperín Donghi, Historia contemporánea de AméricaLatina, Ciudad de México, 1970, pp. 351-352.

8 Femando Henrique Cardoso y Enzo Faletto, Dependencyand Development in Latín America, traducción de MarjoryMattingly Urquidi, Berkeley, 1979, pp. 97-98.

9 Charles Bergquist, Coffee and Conflict in Colombia, 1886-1910, Durham, 1978, p. 224.

10 Marco Palacios, El café en Colombia, 1850-1970: una historiaeconómica, social y política, Ciudad de México, 1983, p.280.

11 Herbert Braun, The Assassinatíon of Gaitán: Public Life andUrban Violence in Colombia, Madison, 1985, p. 21.

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cultivadores de algodón después de la Guerra Civilde los EE.UU., los grandes hacendados cafeteros delAlto Magdalena no surgieron como el núcleo deterratenientes de una «clásica coalición conserva-dora» resueltos a lanzar a Colombia en un programade rnodemización".

Región, economía y formación de laélite en la república cafetera

Una década y media después de la invitación deJesús del Corral a los cultivadores de café para queocuparan su lugar en el festín de la civilización, losdistritos de cultivo en el Alto Magdalena fueronbarridos por intensos conflictos sociales y pollticos".Trabajadores portuarios, artesanos y obreros de laconstrucción y de fábricas, al igual que comunalistasnativos, participaron en huelgas, invasiones de tierras,manifestaciones y levantamientos armados a travésde toda la región. A finales de la década de 1920 seunieron militantes izquierdistas con radicales de laclase media y jefes militares del partido liberal en unainsurrección fracasada contra el régimen conservador.Estos movimientos coincidieron con protestas deinvasores, arrendatarios y peones en grandeshaciendas al occidente de la capital del país. Aunquerespondieron severamente a la revuelta, lasautoridades intentaron también arreglar los conflictosen estos distritos cafeteros ricos y estratégicamentesituados, a través de pactos colectivos y arbitraje delgobierno. En enero de 1929, J. R. Hoyos Becerra,director de la Oficina General del Trabajo, recomendóa los hacendados vender sus pertenencias y a cambioinvertir en procesamiento y comercialización delgrano, y en empresas industriales".

12 Steven Hahn, «Class and State in Postemancipation Socie-ties: Southern Planters in Comparative Perspective»,American Historical Review, vol. 95, No. 1, febrero de 1990,pp. 75-98.

13 Para conocer una revisión de la agitación de finales de ladécada de 1920 y la de 1930, véanse Pierre Gilholdes,«Agrarian Struggles in Colombia», en Rodolfo Stavenhagen,compilador, Agrarian Struggles and Peasant Movements inLatín America, Garden City, New York, 1970, pp. 411-421;Miguel Urrutia, The Development of the Colombian LaborMovement, New Haven, 1969; y Ricardo Melgar Bao, El mo-vimiento obrero latinoamericano, Madrid, 1988, pp. 271-282.

14 «El problema del trabajo entre los cafeteros». Circular No.6002-B, enero 4, 1929, Boletín de la Oficina General delTrabajo, agosto de 1919, pp. 7-8.

15 La posición de los hacendados colombianos contrasta seve-ramente con las élites exportadoras de Centro y Suraméricaen los siglos XIX y XX, tal como lo analiza Anthoriy Winsonen «The Formation of Capitalist Agriculture in Latin Americaand Its Relationship to Political Power and the State»,Comparatíve Studies in Society and History, 25, 1983,pp. 83-104.

El hecho de que un funcionario gubernamentalen Latinoamérica antes de la Gran Depresión hayaaconsejado a los cultivadores ceder poder económico,indica la frágil posición de los hacendados cafeterosen el bloque gobernante de la oligarquía colombianadurante las tres décadas posteriores a 190315.Además, este desafío a un importante segmento delas élites exportadoras sugiere el desarrollo en esteperiodo de las limitaciones a largo plazo sobre supoder y autoridad. Durante las últimas décadas delsiglo XIX, los hacendados cafeteros del Alto Magda-lena, a pesar del extraordinario crecimiento de susempresas, disfrutaron mínima influencia social ypolítica dentro de los gobiernos de la Regeneración.y después de 1903, no obstante sus grandes fortu-nas, su influencia en los principales partidos y elEstado, y su aparente supremacía cultural, estoshacendados cafeteros permanecieron definitivamentevulnerables. En efecto, durante las tres décadasanteriores a la Gran Depresión, este sector de la éliteexportadora colombiana no pudo superar su históricafragilidad económica y política y su limitada autoridadcultural".

A primera vista, la debilidad de los cultivadoreses misteriosa. Después de todo, su fortuna económicahabía crecido rápidamente pasada la Guerra de losMil Días. Incluso frente a precios del café erráticos,altos costos de transporte y constantes dificultadespara obtener acceso a capitales y fuerza de trabajo,las grandes haciendas del Alto Magdalena prospe-raron sobre todo en las tres décadas previas a la GranDepresión", Las variedades de cultivos (conocidascomo Bogotá, Girardot y Tolima) ganaron reputación

16 Esto sigue el argumento de Francisco Leal Buitrago conrespecto a las fuentes regionales y partidistas de la diferen-ciación de élites a finales del siglo XIX en Colombia, perose centra en los aspectos sectoriales de los conflictos de laclase alta en ese periodo y sus consecuencias. «Formaciónnacional y proyectos políticos de la clase dominante en elsiglo XIX», en Leal Buitrago, Estado y política en Colombia,Bogotá, 1984, 2a. edición, pp. 107-150.

17 En Viotá, principal municipio cafetero de la región, los cultivosaumentaron en más de 230% entre 1907 y 1927; casi lamitad de los arbustos de café en ese distrito del suroccidentede Cundinamarca crecían en diez haciendas de más de 500fanegadas (1 fanegada = 1.6 acres); véase Michael F.Jimé-nez, «Travelling Far in Grandfather's Car: The Life-Cycle ofcentral Colombian Coffee Estates. The case of Viotá, Cundi-namarca (1900-1930»>, Hispanic American HistoricalReview, vol. 69, No. 2, mayo de 1989, pp. 205-206. Paraconocer un retrato contemporáneo del distrito, véase elinforme de los botánicos Suizos E. Fuhrmann y E. Mayoren 1910, Voyage d'exploration Scientifique en Colombie, vol.5 de Memories de la Societé neuchateloise des sciencesnaturelles, Neuchátel, 1914, cap. 9. 115

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de excelencia en los países del Atlántico Norte, ymuchas haciendas exportaban sus granos directa-mente con marcas especlales". El éxito de la mayoríade empresas en este periodo provino en parte de lamayor disponibilidad de crédito y una creciente y másasentada población en los centros de cultivo. Lasestrategias empresariales basadas en la diversi-ficación de cultivos y los acuerdos de tenencia detierras proporcionaron también un atenuante contralos sobresaltos del comercio internacional yaseguraron mano de obra disciplinada y barata. Lashaciendas cafeteras servían como pilar importantepara una élite agromercantil con inversiones encomercio, finanzas, bienes raíces e industrias. A lavez, estas élites también avanzaron algo hacia lainstitucionalización de su poder económico. Comofuerza importante detrás del lobby agrícola nacional(la Sociedad de Agricultores de Colombia, SAC) en1904, promovió con éxito la creación de un ministeriode agricultura una década más tarde": En 1927, loshacendados ayudaron a establecer la FederaciónNacional de Cafeteros, una corporación semiau-tónoma que pronto se convertiría en el más importanteguardián de los intereses del principal negocio deexportación del país20• Finalmente, buenos viajerosy educados cada vez más en el extranjero, estosmiembros del Jockey Club y del Gun Club, directoresde sociedades filantrópicas y fundadores de escuelasde élite, se colocaron en el centro de la alta sociedaden la capital, Bogotá.

¿Por qué razón, a pesar de su riqueza, influenciapolítica y alta condición social, los hacendados cafe-teros no dominaron la oligarquía colombiana en esteperiodo? Primero, su posición económica en el bloquegobernante de la nación estaba bastante comprome-tida. Lo más importante fue que comerciantes, finan-cistas y aun grandes cultivadores del occidente delpaís adquirieron gran influencia en estos años,efectivamente opacando a los hacenoados". Durantelas décadas de 1880 y 1890, las mejoras en el

18 En 1914, un observador norteamericano recomendó quelas mezclas de más alto grado incluyeran 25 % de granolavado de la variedad Bogotá; véase Spice Mili, enero de1914, p. 36. La penetración de mercados norteamericanospor granos colombianos está descrita en Charles A.McQueen, «Colornbian Public Finance», Colombian Review,junio de 1928, pp. 360-367.

19 Jesús Antonio Bejarano, Economía y poder: la SAC y el de-sarrollo agropecuario colombiano, 1871-1984, Bogotá, 1985,cap. 3.

20 Bennett E. Koffman, The National Federation of CoffeeGrowers of Colombia, tesis de Ph.D., University of Virginia,1969, capítulo 4.

21 Véanse Roger Brew, El desarrollo económico de Antioquia116 desde la independencia hasta 1920, Bogotá, 1977; y

transporte, un resurgimiento de la minería del oro, yla rápida colonización de la cordillera central estimulóuna notable transformación económica en el corredormontañoso que se extiende desde Antioquia hastael valle del Alto Cauca. Después del cambio de siglo,la comunidad de negocios del occidente colombianose construyó sobre estos cimientos, brindando créditoa los pequeños cultivadores, controlando de cerca lacalidad del grano, y emprendiendo campañas decomercialización en el exterior. Respondiendoexpertamente a la demanda internacional, los finan-cistas y comerciantes antioqueños colaboraron conlos exportadores extranjeros y con los intereses dela banca norteamericana, alemana y británica pararacionalizar y ampliar el comercio del café desde eloccidente colombiano; al final del periodo, esa regiónhabía «llegado evidentemente más lejos hacia laestandarización-". Esta estrategia dio un excelenteresultado. Aunque antes de 1914 las variedades decultivo del Alto Magdalena habían alcanzado preciosligeramente más altos que los granos del occidenteen los mercados de los EE.UU., la suerte se habíainvertido una década más tarde>. Entre 1913 y finalesde la década de 1920, la participación del occidenteen la producción nacional creció del 30 al 70 %»24.

El occidente colombiano opacó de otras manerasa los hacendados del Alto Magdalena. Primero, elcorredor antioqueño acopió la mayor parte de losrecursos para la mejora de la infraestructura a medidaque una ráfaga de proyectos en la década de 1920rebajó los costos de transporte desde las cordillerascentral y occidental a los puertos sobre el Pacífico yel Caribe. Por contraste, los nexos con el mundo exte-rior permanecieron costosos e inadecuados para loscultivadores de Cundinamarca y Toürna>, El trechode 250 kilómetros del río entre Girardot y La Doradaera infranqueable durante meses; cuando las varieda-des del centro de Colombia podían haber logradoprecios altos en los mercados extranjeros no provistospor el café del corredor occidental, montañas de

Fernando Botero Herrera, La industrialización en Antioquia:génesisyconsolidación, 1900-1930, Medellín, 1984.

22 U.s. Department of Commerce, Bureau of Foreign andDomestic Commerce, The Coffee Industry in Colombia,Washington, D.C., 1931, p. 8.

23 Revista Nacional de Agricultura, noviembre-diciembre de1914, pp. 222-225, YRevista Nacional de Agricultura, mayo-junio de 1924, pp. 285-286.

24 Palacios, Op. cit., p. 71.

25 VéanseJ. Fred Rippy, «Dawn ofthe Railway Age in Colom-bia», Hispanic American Historical Review, vol. 33, 1953,pp. 650-663, Y Alfredo Ortega, Ferrocarriles colombianos,1920-1940, Bogotá, 1932.

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granos permanecían estancadas en los muelles delAlto Magdalena26• Además, los cultivadores deloccidente colombiano se volvieron la voz principalen el lobby cafetero del país. Los diversos intentosde los cafeteros del Alto Magdalena para promoverun plan de defensa del café parecido a la valorizaciónde Sao Paulo, fueron frustrados por los inadecuadasrecursos financieros y la falta de apoyo de losprocesadores y exportadores cafeteros del occidentecolombiano, cada vez más ínñuyentes".

La Federación Nacional de Cafeteros, fundada en1927, llegó a ser en buena parte creación de loscultivadores de la región occidental, especialmentelos representantes de Caldas, una región de rápidocrecimiento. Finalmente, estos últimos desafiaron alos hacendados en su propio terreno. Los coloniza-dores y comerciantes del occidente colombiano, y sussocios extranjeros, se mudaron rápidamente a laregión después del cambio de siglo. Hacia 1930, elnorte del Tolima, con su conjunto de cultivos, peque-ñas propiedades, plantas de procesamiento y redescomerciales, había sido llevado a la órbita del interéscafetero del occidente colombiano".

Los cultivadores de café encararon otro desafíoimportante de los hacendados cerealeros y ganaderosde las tierras altas del oriente y del Valle del Caucahacia el occidente que habían sido pilares importantesde la Regeneración29• A pesar de sus empresasgeneralmente descapitalizadas y tecnológicamenteatrasadas (con excepción de varios grandes comple-jos azucareros), estos productores agrícolas domés-ticos se beneficiaron del rápido crecimiento de lapoblación colombiana y de la urbanización en las tresprimeras décadas del siglo. Además, con sus fuertesnexos con el partido conservador, ejercían unaformidable influencia política. Desde la formación dela SAC en 1904, los productores de cereales y azúcary los hacendados ganaderos hicieron causa comúncon los cultivadores cafeteros en la búsqueda demejoras en la infraestructura, crédito para las empre-sas aqrícolas, y nuevas tecnologías para el campocolombiano. Los productores a gran escala paramercados domésticos y extranjeros también compar-tían intereses sobre la protección de la propiedadprivada y el aseguramiento de la disciplina de los

26 P.L. Bell, Colombia: A Commercial and Industrial Handbook,Washington, D. C., 1921, p. 245.

27 «Las labores del congreso cafetero», Revista Nacional deAgricultura, septiembre de 1920, pp. 65-70.

28 Sobre la penetración antioqueña en el Alto Magdalena, véa-se María C. Errázuriz, Cafeteros y cafetales del Líbano,Bogotá, 1986.

29 Francine Cronwshaw, Landownwers and Politics in Colombia,1923-1948, tesis de Ph.D., University of New Mexico, 1986.

campesinos pobres.

Incluso a veces esta alianza sirvió muy poco a loshacendados cafeteros. Los productores de alimentosinsistían en la protección casi ilimitada a lo largo dela mayor parte del periodo. Entre 1904 y 1927, losaranceles altos bloquearon la entrada de arroz, azúcary trigo del extranjero; la recaudación proveniente deestos productos se extendió entre 60 y 100 % porencima del valor del mercado, más alta que cualquierotra en el continente americano durante esos años".Los representantes de los hacendados cafeterosculparon a estas políticas de violar los principios dellibre comercio y de aumentar los costos laborales.También fueron frustrados en sus esfuerzos paraobtener una fuerza de trabajo barata, incapaces dereunir apoyo político a los planes de inmigración yenfrentaron la resistencia de las élites del altiplano asus esfuerzos de reclutamiento entre el campesinadode las tierras altas orientales'". En efecto, lospropietarios de haciendas cafeteras permanecían enuna posición subordinada dentro de los diversossegmentos agrarios de la clase gobernante colom-biana a través de la década de 1920.

Después de la Primera Guerra Mundial, unatransformación económica importante disminuyó aúnmás la posición de los grandes hacendados cafeterosen esta frágil combinación de las élites. Durante ladenominada danza de los millones, capitales norte-americanos y europeos penetraron en diversasregiones y sectores de la economía. Las áreas coste-ras de tierras bajas sobre el Pacífico y el Caribe sevolvieron zonas importantes para el desarrollo decultivos de azúcar y bananos por empresarioscolombianos y extranjeros, y las compañías depetróleo perforaron pozos en la selva en el valle delMagdalena Medio y en muchas otras partes":Mientras los financistas de países del Atlántico Norteextendían su presencia y entraba en el país un pagode 25 millones de dólares de indemnización de losEstados Unidos por la separación de Panamá, eleconomista de Princeton Edwin Kemmerer ayudabaa reorganizar las estructuras fiscal y monetaria de lanación". A la vez, después de la brusca desacelera-ción económica de 1920 y 1921, el control sobre elcomercio de café pasó de las tradicionales agencias

30 Bejarano, Op. clt., p. 138.

31 El Tiempo, abril 26, 1924; Y Cronshaw, Op. cit., pp. 54-62.

32 Un retrato de los intereses de negocios en expansión de losEE. UU. durante este periodo se presenta en Stephen J.Randall, The Diplomacy of Modernization: Colombian-American Relations, 1920-1940, Toronto, 1977.

33 Paul W. Drake, The Money Doctor in the Andes: TheKemmerer Missions, 1923-1933, Durham, North Carolina,1989, capítulo 2. 117

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comisionistas a conglomeradosinterna-cionales como W. R. Grace,Hard and Rand y la American CoffeeCorporation (una filial de A&P fun-dada en 1919), las cuales estable-cieron centros de compra y procesa-miento en el Alto Maqdalena". A suvez, las fuertes conexiones con laeconomía mundial estimularon laurbanización y la expansión de lamanufactura en Bogotá, Medellín yotras ciudades".

Estos notables cambios afec-taron de diversas maneras a lasélites de cultivadores cafeteros.Durante este periodo sus empresaspasaron a soportar creciente pre-sión. Los agentes compradoresextranjeros insistían en que lashaciendas entregaran granos decalidad estandarizada. Además sedaba poco crédito a las empresasagrícolas, no obstante los pagos deindemnización correspondientes aPanamá, la presencia de bancosextranjeros, y las reformas fiscal ymonetaria. Con la declinación de lavieja estructura de las agenciascomisionistas, las condiciones depréstamo se volvieron menosventajosas para los grandescultivadores cafeteros, haciendo que muchos seendeudaran". Algunos obtuvieron acceso desde 1925al recién fundado Banco Agrícola Hipotecario, pero estainstitución concentró sus préstamos en los bienes raícesurbanos y en negocios de vivienda. La marchaacelerada del cambio económico, incluyendo mayoresoportunidades de empleo en manufactura, construccióny obras públicas, condujo a una escasez de mano deobra a lo largo del Alto Magdalena. En 1928, el Bancode la República dio la alarma, indicando que «lacosecha de café es abundante, pero se teme

34 Fabio Zambrano, «El comercio de café en Cundinamarca»,Cuadernos colombianos, No. 11, 1977, pp. 391-436.

35 Jesús Antonio Bejarano, «El despegue cafetero, 19001928",en José Antonio Ocampo, compilador, Historia económicade Colombia, Bogotá, 1987, pp. 173-208.

36 A finales de la década de 1920, Enrique de Narváez (hijo)informó que los costos de transacción habían subidoconsiderablemente y que los plazos de reembolso para losproductores de café se habían reducido de seis a tres meseso menos. Revista del Banco de la República, junio de 1928,pp. 217-219.

118 37 Revista del Banco de la República, julio de 1928, p. 251.

financiamiento insuficiente pararecolectarta-". Aunque la mayoríade las haciendas trataban desobrevivir, y algunas incluso lograronprosperar bajo circunstancias tanadversas, es claro que suspropietarios estaban a la defensiva".

Los cafeteros también estabancada vez más subordinados dentrode la reordenación de la élite de laépoca de posguerra. Los grandesproductores de café, temerosos antela inflación, el aumento de los costoslaborales, y la protesta social, seunieron a los burócratas de filiaciónconservadora, a los financistas eimportadores y a otros grupos deélite urbanos que clamaban por laeliminación de los aranceles pro-tectores a los alimentos". Durantefieros debates en el congreso cafe-tero que tuvo lugar en Manizales(capital de Caldas, el departamentode más rápido crecimiento en eloccidente colombiano), en 1929, elvocero de los hacendados, OrtizWilliamson, de acuerdo con elministro de Hacienda, EstebanJaramillo, mantuvo una dura oposi-ción a los productores domésticos dealimentos, rechazando el clamor de

Pomponio Guzmán, un destacado terrateniente delaltiplano, de «eliminar, por amor a la república, esta leytan dañina para nuestros grandes interesesnacíonales-". Pero los cafeteros no necesariamentese beneficiaron de este movimiento contra sustradicionales aliados latifundistas, como sus socios deotra época entre los comerciantes y financistas deloccidente colombiano que demostraron estar menosatentos a los intereses de los grandes cultivadorescafeteros de la cordillera oriental. Estos últimos tambiénse encontraron en desventaja en la pelea por capital a

38 Jiménez, Op. cit., analiza las respuestas de los grandes pro-pietarios de haciendas en Viotá a las presiones de la décadade 1920, revelando que aunque algunas empresas habíancontraído deudas pesadas, otras pasaban ilesas a travésde los años de crisis, incluso ampliando la producción consi-derablemente en algunos casos.

39 Hugo López, Estudio de la inflación en Colombia: el periodode los años 20, Medellín, 1977, p. 137. Véase también sobreesta materia el escrito de Esteban Jaramillo, ministro deHacienda, La carestía de la vida, Bogotá, 1927.

40 El Tiempo, febrero 18 de 1929.

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HISTORIA EMPRESARIAL

medida que los urbanizadores, industriales y lasgrandes casas comerciales acumulaban áun másinfluencia. Finalmente, las élites regionales, ademásde las cafeteros del occidente del país, que tenían nexoscon la economía global comenzaron a ejercer muchamás influencia en la economía colombiana.

Al final, los grandes cultivadores de café puedenpor sí mismos haber socavado la creación de uninterés distintivo del cultivador dentro de la oligarquíacolombiana. Como ha mostrado Frank Safford,durante las iniciativas de exportación en las zonassemitropicales y tropicales del centro de Colombiadespués de la Independencia, los terratenientescomúnmente se doblaron como comerciantes yfinancistas o estuvieron estrechamente alineados conlos clanes rnercantiles ". Estas estrategias denegocios duraron hasta bien entrado el siglo XX. Uninversionista original en el prestigioso Banco Lópezfue Daniel Sáenz, copropietario de los dos másgrandes y tecnológicamente más sofisticados cultivoscafeteros en el Valle del Tequendama Medio alsuroccidente de la capital. Incluso este descendientede José María Sáenz, el principal barón del tabacode mediados del siglo XIX, también mantuvopropiedades en una planta de cemento, una fábricade zapatos, bienes raíces, y el tren aéreo a Monse-rrate desde el cual se divisa la ciudad capital. Se ledescribió en el documento de fundación bancaria enenero de 1919, no como hacendado ni comoagricultor, sino más bien como comercieme". Así laincómoda posición de los propietarios de cultivoscafeteros que estaban cerca a la cima de la oligarquíapuede haber reflejado su ambivalencia histórica dearriesgar su capital y dedicar sus energías a laagricultura de exportación a gran escala y quizátambién el grado al cual ellos ya habían comenzadoa seguir la recomendación de Hoyos Becerra deconvertirse en otro tipo de élite.

Loshacendados bajo el asediopolítico

En la política también el poder de los hacendadosse cualificó de modo similar. Habiendo ayudado anegociar un fin a la Guerra de los Mil Días, ejercieron

41 Frank Safford, Commerce and Enterprise in CentralColombia, 1821-1870, tesis de Ph. D., Columbia University,1965.

42 Eduardo López, Almanaque de hechos colombianos,Bogotá, 1919, pp. 236-237. Para conocer material adicionalsobre las inversiones de Sáenz, véase Gaceta de Cundina-marca, abril 12 de 1918, p. 8.439; «La industria cafetera deCundinamarca», Revista Nacional de Agricultura, septiem-bre-octubre de 1923, pp. 40-42; «Disolución conyugal deGuillermo Sáenz y Ana Fety de Sáenz», Registraduría deTierras, Libro de registro. La Mesa, vol. 2, folio 202, abril 11

influencia considerable en ambos partidos y mantu-vieron importantes cargos del gobierno durante lastres décadas anteriores a la Gran Depresión. Losgrandes cultivadores cafeteros se unieron a otrosoligarcas en un consenso en el interior de la élite parafrenar tanto la violencia partidista como los clamoresdesde abajo. En el periodo más largo de paz políticaen la historia de la nación, las clases altas seproponían, según palabras de Herbert Braun,«convivir, vivir juntos en un ámbito de poder quesentían idealmente dispuesto para habitar»:", Esteproyecto logró su más concreta expresión políticaen la Unión Republicana, una alianza bipartidista deintereses de exportación que expulsó el régimenautoritario de Rafael Reyes en 1909 y llevó a lapresidencia a Carlos E. Restrepo. La administraciónde cuatro años de este conservador moderadoantioqueño buscó estabilizar las finanzas de la nacióny dirigir el país hacia un vínculo más estrecho con losmercados mundiales". Siguiendo un programa demodernización por encima del conflicto partidista, losunionistas republicanos esperaban remplazar el«rugido del cañón" y la «escuela de agitar la bandera"del siglo anterior por el «silbato de la tocomotora-".

En las tres décadas previas a la Gran Depresión,aparte del lapso de la administración de la UniónRepublicana entre 1910 y 1914, el Estado colom-biano demostró unas veces no congeniar con loscafeteros del Alto Magdalena, y otras veces serabiertamente hostil a ellos. En 1929, el hacendadotolimense Julio J. Dupuy se quejó de que susesfuerzos por exponer las preocupaciones de loscafeteros ante los funcionarios del gobierno eranfrustrados por la «fuerza de inercia, conocida portodos, de las salas de espera de las oficinas públicas ...Uno tras otro, desde todos los ministros de Agriculturay Comercio hasta incluso varios presidentes, yo losfastidié fieramente con mi obsesión constante, y nada,absolutamente nada, fui capaz de conseguir en favordel negocio del caté»:", Hipérbole aparte, hasta elregreso del liberalismo al poder en 1930, la vidapública colombiana estuvo dominada por camarillasde terratenientes, comerciantes, clérigos, oficialesmilitares, burócratas y jefes políticos que se extendían

de 1934. Entrevista del autor con Nicolás Sáenz Dávila,Bogotá, mayo 6 de 1980.

43 Braun, Op. cit., p. 20.

44 Luis Baudillo Bello, El papel del partido republicano en lalucha por el poder entre 1909y 1914, tesis de grado, Univer-sidad Nacional de Colombia, 1981.

45 «El progreso de la armonía», Revista Nacional de Agricul-tura, noviembre de 1906, p. 332.

46 Julio J. Dupuy, Estudio sobre organización y defensa de laindustria cafetera en Colombia, Bogotá, 1929, pp. 9-10. 119

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desde las aldeas más apartadas hasta el palaciopresidencial. Incluso la administración de Restrepo,a pesar de sus esfuerzos para moderar la luchapartidista e implementar una reforma administrativa,se halló atada por las redes conservadoras heredadasde la Regeneración. Además, debido a la enormeinfluencia de la Iglesia Católica, el Estado colombianoparecía casi una teocracia". Y aun en !Jna naciónconsagrada al Sagrado Corazón de Jesús, existíanpoderosos impulsos hacia la modernización econó-mica, el cambio institucional e incluso el mejoramientosocial entre cuadros burocráticos que tenían fuertespretensiones nacionalistas y renovadoras". A pesarde su formidable estatus social e influenciaeconómica, los cafeteros fueron a veces consideradospor las autoridades conservadoras como fuentes deingresos, reclamantes inconvenientes del erario, yobstáculos para los programas de desarrollo delrégimen.

Los impuestos fueron una fuente constante deroces entre esta facción oligárquica y el Estadoconservador. Las disputas se centraban en losimpuestos a las exportaciones a nivel nacional.Después de la Guerra de los Mil Días, los cafeterosse habían desilusionado por la falta de consideraciónde Reyes a este respecto, y presionaron exitosamentepor el retiro de estas cargas. Unidos en el derroca-miento de Reyes en 1909, encontraron en la adminis-tración de Restrepo un escudo ante las exaccionestributarias del Estado. A su regreso al poder en 1914,los conservadores revivieron los impuestos a lasexportaciones y los aumentaron nuevamente en 1921después de la recuperación de la desaceleracióneconómica de la posguerra. Los cafeteros batallaron,no siempre con éxito, en el Congreso y la prensapara frenar esta extracción de fondos de las arcasdel café49• Estos conflictos siguieron hasta 1927cuando la recién formada Federación Nacional deCafeteros comenzó a administrar ingresos prove-nientes de impuestos sobre las exportaciones de café.No obstante, esta fue una victoria pírrica para loscafeteros porque los cultivadores del occidentecolombiano estarían principalmente al mando de este

47 Fabio López de la Roche, «Cultura política de las clasesdirigentes en Colombia: permanencias y rupturas», en Lópezde la Roche, compilador, Ensayos sobre cultura políticacolombiana, Bogotá, 1978, pp. 99-204; Humberto Bronx,Historia moderna de la iglesia colombiana, Medellín, s. f.,pp. 303-342; YAna María Bidegaín de Urán, Iglesia, pueblo,y política: un estudio de conflictos de intereses. Colombia,1930-1955, Bogotá, 1985, capítulos 2 y 3.

nuevo vehículo para defender el rápidamente cam-biante comercio de café.

Los hacendados cafeteros también encararon unestado tributario bastante agresivo a nivel local.Tuvieron que reñir continuamente con funcionariosdepartamentales por los avalúos catastrales, llegandoa ser especialmente agudos estos conflictos desdemediados de la década de 1920 a medida que losproductores a gran escala encararon crecientesdificultades económicas. En 1927, Sergio Céspedes,administrador de la Hacienda Costa Rica, en Viotá,reportó a la familia Tamayo, los propietarios, que «lacomisión catastral que vino ayer se encargó de elevarel avalúo. Naturalmente yo les di los datos más bajosque fuera posible, llamando su atención hacia lasdificultades que actualmente tienen las haciendascafeteras debido a la falta de mano de obra y a losaltos [ornales»w. Consideraban que las laborescomunales obligatorias eran especialmente onerosasy socialmente disociadoras. Las obligaciones detrabajo para la construcción de caminos y los deberesmunicipales de policía no solamente sacaban trabaja-dores de las empresas que ya sufrían escasez demano de obra, sino que ocasionaban, según palabrasde un observador, «el espectro de la rebelión entreaquellos obreros oscuros, simples espíritus quesimplemente rompen las cadenas y abandonan laestancía-". De manera similar, los hacendados sequejaban amargamente de los muy acuciosostasadores de impuestos de consumo cuyas medidascontra los contrabandistas de licor y tabaco para loscampesinos casi provocaban una contienda abiertaentre el Estado y los pobres del campo y socavabanla tranquilidad de los distritos de la hacienda".

La burocracia se entremetió también en el tradicio-nal acceso de los terratenientes a las fuentes deingreso público a través de acuerdos de concesión.Buscando deprivatizar diversos sectores de laeconomía después del cambio de siglo, el Estadoconservador chocó con los hacendados. Por ejemplo,los funcionarios de Cundinamarca apartaron a lafamilia Sáenz de dos concesiones rentables. Laprimera fue el puente del Portillo sobre el Río Bogotá,

un preciso retrato del programa modernizador y nacionalistade los gobiernos conservadores en este periodo.

49 Para conocer un resumen de los debates sobre la cuestiónde los impuestos a las exportaciones desde la perspectivade los hacendados, véase Gabriel Ortiz Williamson, La liber-tad de exportación en Colombia, Bogotá, 1925.

50 Correspondencia semanal, Archivo Hacienda Costa Rica,septiembre 21 de 1927.

48 Bernardo Tovar Zambrano, La intervención económica del 51 Revista Nacional de Agricultura, abril 1 de 1908.120 estado en Colombia, 1914-1936, Bogotá, 1984, presenta 52 Palacios, Op. cit., p. 237.

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probablemente la más rentable de estas estacionesen el Valle del Tequendama, operada desde 1891 porJosé María Sáenz y Evaristo de la Torre, otrohacendado importante. En 1915 las autoridades de-partamentales expropiaron el puente, el cual recuperóla familia Sáenz sólo al ejercer influencia al más altonivel para suprimir un decreto del gobierno y un fallode la corte del distrito contra ellos. Sin embargo, losfuncionarios del tesoro persistieron en sus intentospor ganar control sobre esta concesión altamenterentable, obligando finalmente a Guillermo Sáenz en1922 a entregar el puente al departamento". Tresaños después los intereses de negocios de los Sáenzsufrieron otro retroceso. Su monopolio sobre la pro-ducción de licor y el recaudo de rentas en Cundina-marca, mantenido desde comienzos del siglo, fuedesafiado por los conservadores a su regreso al poderen 1914. Encarando la expropiación departamentalde la contribución en el procesamiento y venta delicores destilados, los Sáenz, copropietarios de lamayor planta de aguardiente de la región, en elIngenio San Antonio, en Anapoima, fracasaron endisuadir la toma de posesión por las autoridades deCundinarnarca".

En la década de 1920 los terratenientes del AltoMagdalena también se hallaron presionados porrespuestas oficiales a disputas sobre títulos de tierrasy protestas rurales. En el primer caso, la legislaciónfavoreció a los ocupantes ilegales de enormes áreasque carecían de títulos de propiedad en la Colombiacentral; el asunto llegó a tener más presión a media-dos de la década, cuando fallos judiciales amena-zaron los reclamos de los propietarios sobre zonasgeneralmente no tituladas del distrito del Sumapaz,al suroccidente de la capital del país, y otras áreas".Además de conflictos de tierras, surgieron severosproblemas laborales en los distritos de cultivo duranteestos años. La agricultura de exportación a granescala en Colombia nunca había sido capaz deconfiar en la inmigración patrocinada por el gobiernoni en el trabajo obligatorio impuesto por el Estado, ala manera de los brasileños o los centroamericanos.Así, en 1924, ávidos de apoyo oficial para mejorar lacontratación de mano de obra, los hacendados habían

53 Cundinamarca, Informe del secretario de hacienda, 1915,p. 51; Cundinamarca, Informe del secretario de hacienda,1916, pp. 103-105; YCundinamarca, Informe del secretariode gobierno al señor gobernador del departamento, 1922,p. 101.

54 Cundinamarca, Informe del secretario de hacienda, 1915,p. 93, YAnexo al informe del secretario de hacienda, 1926,p. xxvi.

55 Darío Fajardo M., Haciendas, campesinos, y políticas agra-rias en Colombia, 1920-1980, Bogotá, 1983, pp. 29-34.

aplaudido el establecimiento de la Oficina Generaldel Trabajo dentro del Ministerio de Industrias. Sinembargo, hacia el final de la década, bajo el ataquede ocupantes ilegales, peones e inquilinos, los gran-des propietarios de haciendas estaban consternadospor no recibir el pleno apoyo de los burócratas conser-vadores. Para contener la amenaza «bolchevique»,los representantes de la Oficina del Trabajo recomen-daron que se hicieran contratos claramente definidos,la eliminación de servicios de tenencia o su conver-sión en acuerdos de aparcería, e incluso, comosugería Hoyos Becerra, venta y distribución de lashiciendas a los pobres del campo. Los hacendadosse oponían a lo que consideraban como solucionesradicales a la inquietud rural proveniente de sectoresantipáticos y aun enemigos de un gobierno.

La ausencia de una fuerte base regional pusotambién otros límites a los hacendados. La divisiónadministrativa del Alto Magdalena en los departa-mentos de Tolima, Huila y la porción occidental deCundinamarca, impidió la creación de una entidadpolítica unificada y autónoma similar a la queconstituyeron en el Brasil los hacendados de SaoPaulo en el mismo periodo". La proximidad de laregión a la capital del país hizo insostenible para loshacendados o sus negocios y para sus aliados polí-ticos o de negocios construir una base gubernamentalde poder separada. Ninguno de los pueblos rústicosde la cordillera occidental o de la central ni lasabrasadoras ciudades portuarias de Honda o Girardotservían como capital regional. Por el contrario, losbancos y casas comerciales, escuelas y clubes yoficinas gubernamentales de Bogotá desplazaroninexorablemente a los hacendados hacia la fría capitalen la altiplanicie al oriente.

Las políticas posteriores a la Regeneración de-mostraron ser igualmente molestas para los hacen-dados. El diseño partidista de la competición entre laélite colombiana se había forjado a mediados del sigloXIX en la confluencia de lealtades de familia, desa-cuerdos programáticos, competencia de ideologías,y afinidades regionales, y se había congelado duranteel atrincheramiento conservador después de media-

56 Sobre el Brasil y Sao Paulo en particular, véanse Joseph L.Love, Sao Paulo in the Brazilian Federation, 1889-1937,·Stanford, 1980; Steven Topik, The Political Economy of theBrazilian State, 1889-1930, Austin, Texas, 1987; y MauricioFont, Cortee, Contention, and Change in the Making ofModern Brazil, Cambridge, Massachusetts, 1990. También,el clásico ensayo de Warren Dean, «The Planter asEntrepreneur: The Case of Sao Paulo», Hispanic AmericanHistorical Review, vol. 46, 1966, pp. 138-152. 121

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dos de la década de 188057• Durante la Regeneración,los cafeteros del Alto Magdalena que antes habíanapoyado el programa liberal de libre comercio,descentralización, secularización y apropiación debienes de la Iglesia, se hallaron bastante excluidosde los cargos burocráticos y de representaciónlegislativa. También sobrellevaron gravámenes a lasexportaciones, expropiación de bienes y de capital, ypersecución política por parte de los conservadores.A medida que el país se sumergía en su más mortíferay destructiva guerra civil, a finales de la década de1890, los hacendados todavía liberales en sumayoría, agrupados en la facción partidista dentrode su partido, no podían lograr armonía entre losoligarcas rivales ni contener a los elementos másinsubordinados del liberalismo".

A raíz de la Guerra de los Mil Días, los hacendadosdel Alto Magdalena y otros oligarcas resolvieron evitarel partidismo divisor que consideraban lesivo a susintereses particulares y a la totalidad del país. Fracasóun plan inicial para el establecimiento de un partidoagrario independiente de los conservadores yliberales. Sin embargo, la idea de una alternativa alos bandos beligerantes del siglo anterior sobrevivióentre muchos empresarios del Alto Magdalena yotros". La coalición de intereses exportadores ymoderados de ambos partidos que derrocó a Reyesen 1909 avanzó cierta distancia con la UniónRepublicana en la creación de dicha opción. Alrespecto, a pesar de sus limitaciones y la persistenciade militantes conservadores en el aparato estatal, laadministración de Restrepo se convirtió en la máscercana a hacer de Colombia una república dehacendados durante el primer tercio del siglo. Aundespués de 1914 y hasta su desbandada a comienzosde la década de 1920 luego de casi una década deopaco desempeño electoral, la Unión Republicanano llegó a ser un instrumento unificado y coherentede gobierno de clase bajo el poder de las grandesélites terratenientes exportadoras.

A lo largo de la década de 1920, los hacendadoslucharon una acción de retaguardia contra otras

122

57 Frank Safford, «Social Aspects of Politics in NineteenthCentury Spanish America: New Granada, 1825-1850»,Journal of Social History, 5, 1972, pp. 344-370; Y MalcolmDeas, «Venezuela, Colombia, y Ecuador: The First HalfCentury of Independence», en Leslie Bethell, compilador,The Cambridge History of Latin America, vol. 3, FromIndependence to c. 1870, Cambridge, 1985, pp. 507-538.

58 Helen Delpar, Red Against Blue: The Liberal Party inColombian Politics, 1863-1899, University, Alabama, 1981;

facciones oligárquicas dentro de los dos partidosprincipales. Aunque compartían un terreno común enpolíticas de asuntos sociales y económicos conempresarios antioqueños y latifundistas orientadosa los mercados domésticos en la coalicióngobernante, los resentimientos y diferencias parti-distas con la burocracia estatal sobre diversosaspectos los mantuvieron apartados de los conser-vadores. Lo más importante fue que nunca tomarontotalmente el control del partido liberal, donde teníanque acceder a las facciones de la élite vinculadas alos sectores financieros y comerciales de la economíade exportación así como al desarrollo urbano y de lamanufactura.

Al mismo tiempo, desde comienzos del siglo, losreclamantes de la clase media emergente usaron elsistema notablemente prolongado de política sectariapara desafiar el poder y la autoridad de la oligarquíacafetera". Las oportunidades económicas, la expan-sión de la burocracia, y el creciente acceso a laeducación, generaron cantidades cada vez mayoresde abogados, médicos, periodistas y empleadospúblicos activos en los dos partidos. En Bogotá y otrasciudades importantes, por lo general este grupo esta-ba estrechamente ligado a los grandes cultivadorescafeteros mediante padrinazgo, matrimonio y lealtadde partido. Sin embargo, algunos miembros políti-camente activos de la clase media no compartíantotalmente la visión de los hacendados acerca de unarepública oligárquica que excluía una mayorparticipación y mantenía un enfoque de laissez-faireen la economía, especialmente con respecto alcomercio exterior y a la inversión.

Tal escepticismo hacia los grandes cultivadoresencontró expresión en los esfuerzos de Rafael UribeUribe para revivir el partido liberal en la décadasiguiente a la Guerra de los Mil Días. Hasta suasesinato en las gradas del Capitolio en 1914, esteex jefe de los insurgentes liberales luchó con ferozpartidismo contra los conservadores y con losunionistas republicanos; su programa de «socialismode Estado» proponía la intervención gubernamental

y Bergquist, Op. cit., parte 1.

59 Véase «El Dr. Roberto Ancízary el Partido Agrario», RevistaNacional de Agricultura, abril de 1913, pp. 743-746. Unanálisis de los esfuerzos subsiguientes para fundar un parti-do independiente de las élites del campo antes de 1930 ydespués, se presenta en Olinto Marcucci, La revoluciónagraria en Colombia, Bogotá, 1934.

60 Marco Palacios, «La clase más ruidosa», en Estado y clasessociales en Colombia, Bogotá, 1986, pp. 9-86.

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para promover el desarrollo económico y el bienestarsocial". Los uribistas despreciaban a los caballeroshacendados, considerándolos como herederos de unpasado señorial, obstáculos en el camino al progreso,defensores del comercio libre y otras políticas econó-micas que ponían sus intereses privados por encimadel bien público, y vendedores del patrimonio de lanación a intereses extranjeros tras la debacle de laseparación de Panamá. El periódico de Uribe Uribeopinaba que, puesto que bajo el dominio de estasélites el pueblo colombiano «sólo tenía obligacionesque cumplir y ningún derecho para disfrutar, cargaspara soportar y ninguna garantía de la que pudieraestar seguro ... , el gobierno debía asegurar unequilibrio entre las diferentesclases sociales y los partidospolíticos, y la oligarquía debíasacrificar sus privlleqios»:". Mástarde estos temas serían reto-mados en la década de 1920 poruna nueva generación depolíticos y críticos sociales, comoAlejandro López=,

A los hacendados también lesfue mal en la política local. El AltoMagdalena, descrito por JoséMaría Samper en 1861 como «elhogar de los republicanos», teníauna larga tradición de resistenciaa los conservadores y al fuerteEstado central y, de modo másgeneral, a la oltqarqula'". Estavariante popular del liberalismo, nacida en la era demediados de siglo de reforma oligárquica y fortalecidadurante la Regeneración, enfatizaba las libertadesindividuales, la igualdad social y el anticlericalismo;también demostraba una marcada tendencia haciauna política de exclusión y vanguardismo militar,particularmente frente a la reacción conservadora".Después de la Guerra de los Mil Días, el liberalismopopular continuó floreciendo en el Alto Magdalena,escena de la lucha más feroz del conflicto y de ladura represión de los jefes militares liberales y sus

61 Fernando Galvis Salazar, Uribe Uribe, Medellín, 1962, yEduardo Santa, Rafael Uribe; un hombre y una época, 3ed, Bogotá, 1972, presentan esbozos de una vida aún notratada en una biografía completa. Obras selectas, JorgeEastman, comp., 2 vols. Bogotá, 1979, es una compilaciónde sus escritos y discursos, incluyendo su llamado a laintervención gubernamental, "Socialismo de Estado.Conferencia dictada en el Teatro Municipal de Bogotá, enoctubre de 1904", vol. 1 pp. 29 - 47.

62 El Liberal, marzo 20 de 1913.

63 El principal crítico de los grandes terratenientes después dela Primera Guerra Mundial, el ingeniero y economista antio-queño López, consideraba a los latifundistas, categoría en

seguidores a medida que el conflicto llegaba a su fin.Esta oposición de origen doméstico encontró expre-sión en la constante ronda de elecciones locales,regionales y nacionales, donde los hacendados-políticos y sus delegados enfrentaron cada vez mása votantes plebeyos, rudos y exigentes. Estos lealesliberales de clase baja desconfiaban de los esfuerzosde las élites para moderar las rivalidades partidistasy lograr un reacercamiento con la Iglesia Católica, elarchienemigo de los liberales populares. Con ante-rioridad a la Primera Guerra Mundial, los seguidoresde Uribe Uribe derrotaron la reconstitución de lasredes dominadas por los hacendados en la región.Aun después de su muerte en 1914, el legado de

Uribe Uribe se interpuso en elcamino de los esfuerzos de loshacendados para volver a ejercercompletamente el control sobreel liberalismo provincial. Comoresultado, durante buena partede las tres de décadas anterioresa la Gran Depresión, los hacen-dados demostraron su incapa-cidad para tomar plena ventajade un bloque votante conside-rable en el campo del AltoMagdalena. Dado su débil apa-lancamiento sobre el Estadodominado por los conservadores,ellos no podrían brindar ni laprotección ni el auspicio para elclientelismo efectivo. Tanto en elárea rural como en la urbana, los

esfuerzos de los hacendados para rehacer la políticacolombiana a imagen de su muy admirado parla-mentarismo inglés fracasó miserablemente.

La irrupción del liberalismo popular por fuera delos partidos tradicionales complicó luego la políticapara las élites del Alto Magdalena. Previamente, elPartido Obrero que tenía nexos con Uribe Uribe ganóadherentes en una zona importante de operacionesguerrilleras durante la Guerra de los Mil Días, ga-nando las elecciones para asamblea departamental

la cual situaba a los hacendados cafeteros, como el mayorobstáculo al desarrollo económico y el progreso social. Desu extenso trabajo, véase en especial Problemas colom-bianos, París, 1927.

64 José María Samper, Ensayo sobre las revoluciones políticasy la condición social de las repúblicas colombinas (Hispano-americanas), con un apéndice sobre la orografía y poblaciónde la confederación granadina [1861J, Bogotá, s. f., p. 310.

65 Un estudio seminal de este radicalismo de la provincia seencuentra en Malcolm Deas, «Poverty, Civil War and Politics:Ricardo Obeso Gaitán y Su Magdalena River Campaign inColombia, 1885», Nova Americana, 2, 1979, pp. 263-304. 123

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en 1911 en Viotá, aunque sólo para ver que los resul-tados fueron echados abajo por las autoridades. Unadécada después, el recién fundado partido socialistaganó el control de un puñado de municipios medianteelecciones, incluyendo la ciudad portuaria de Girardot,que gobernaron hasta comienzos de la década de1920, enviando organizadores a las áreas ruralescercanas. Hacia finales de la década, en medio decrisis económica y represión oficial, una débil coaliciónde radicales de clase media provincial, estudiantesuniversitarios, artesanos, políticos liberales disidentesy ex insurgentes, formaron el Partido SocialistaRevolucionario (PSR). El ejemplo de la UniónSoviética y el empeoramiento de las condicionessociales a lo largo del país presagiaban un exitosomovimiento revolucionario de amplia base. MaríaCano, una activista obrera antioqueña y otrosmilitantes del PSR, buscaron vincular los esfuerzosde su organización por todo el país a los artesanos yproletarios locales, y a los movimientos campesinosen el Alto Magdalena. Huelgas, invasiones de tierray conspiraciones armadas a lo largo de la regiónculminaron en un fracasado levantamiento nacionalen julio de 1929 cuando los veteranos de la Guerrade los Mil Días se unieron a los insurgentes de laclase baja con la esperanza de derrocar el régimenconservador".

Las acciones del ejército y la policía en la regióndurante los finales de la década de 1920 respondieronenérgicamente a estas revueltas. Firmes apoyado resde la represión contra los activistas del PSR y losmanifestantes de la clase baja, los terratenientesllegaron a una estrecha alianza con los elementosmás reaccionarios del régimen conservador yestuvieron de punta con los grupos de arbitraje de laOficina del Trabajo". Su línea dura también alienóalgunos notables locales y segmentos de la pequeñaburguesía de la provincia que esperaban una reso-lución pacífica de estos conflictos y que, en todo caso,no estaban plenamente incorporados en las redesde la inestable élite política de la región. Al final, elrecurso de la violencia de los hacendados resaltó sufracaso en mantener un clientelismo local efectivo oal menos domesticar la vida pública en esta zona.En la capital o fuera del país, los cada vez más ausen-

66 Sobre el PSR, véanse Ignacio Torres Giralda, Los inconfor-mes, vals. 3-4, Bogotá, 1974-1978; Medófilo Medina, Historiadel partido comunista de Colombia, Bogotá, 1980, pp. 99-156; Julio Cuadros Caldas, Comunismo criollo y liberalismoautóctono, Bogotá, 1938; y José María Rojas Guerra, «Laestrategia insurreccional socialista y la estrategia de conten-ción del conservatismo doctrinario: la década de los veinte»,manuscrito inédito, Cali, 1989.

124 67 Véase, por ejemplo, un memorando enviado al ministro de

tes terratenientes sólo podían ver una región plagadade tinterillos, macheteros, bandidos, campesinosebrios, y ahora «bolcheviques» que amenazaban alos despreciados conservadores y, en general, a laley y el orden.

Las haciendas cuestionadas: rebelióny resistencia cotidianas

Los obstáculos puestos por esta oposición radicala los hacendados indicaban la falta de totalidad deldominio de la gran propiedad en el Alto Magdalena.La hacienda permaneció efectivamente como unapresencia encumbrada, sus propietarios siguieronmanejando las elecciones locales, controlando losconsejos municipales y supervisando las obraspúblicas. En aquello que Jesús del Corral denominara«un verdadero régimen feudal», los barones del caféparecían ejercer dominio casi absoluto sobre lospeones y los arrendatarios". Sin embargo, detrás deesta fachada de poder aparentemente no cualificado,los hacendados se vieron envueltos en una marañade relaciones con sus propios trabajadores y con otrossegmentos de la población sobre los cuales nosiempre tenían el más firme mando. En efecto, suhegemonía estaba bastante fracturada en el mismolugar donde podría suponerse que hubieran estadomás seguros.

Cerca del final de la Guerra de los Mil Días, elliberal Celso Román abogaba para «que cese latempestad para que la gente y las cosas vuelvan aocupar la posición y el nivel que, dados susantecedentes y su conducta, les corresponda-". Casidos décadas después, un funcionario de Cundi-namarca se quejaba de que en los poblados cercanosal puerto de Girardot dominado por los socialistas,«el antiguo y proverbial respeto hacia los patronesestá desapareciendo rápidamente»:", No obstante,parece improbable que allí siempre hubiera habidotal deferencia total hacia los señores por parte de loshabitantes del Alto Magdalena. Desde la conquistaespañola del norte de los Andes a mediados del sigloXVI, el poder y la autoridad de los grandes terrate-nientes habían estado circunscritos significativamenteal nivel local. Ellos al parecer no habían sido capaces

Industria en marzo de 1928 por grandes cultivadores cafe-teros del suroccidente de Cundinamarca cuyas haciendasestaban bajo el asedio de activistas campesinos; ArchivoOlaya Herrera, sección 2, folder 45, documento 123.

68 Del Corral, Op. cit., p. 11.

69 Citado en Bergquist, Op. cit., p. 192.

70 Cundinamarca, Informe del secretario de gobierno al señorgobernador del departamento, 1921, pp. 5-8.

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de ejercer completo control sobre su fuerza de trabajocasi desde el comienzo. Ni el Estado ni la Iglesiaresultaban ser socios muy efectivos para las élitesterratenientes en garantizar la tranquilidad y laconformidad social. V, finalmente, los patricios deBogotá que tenían pertenencias en la región nuncaestablecieron vínculos sólidos con los notables,artesanos' y pequeños comerciantes locales en eselugar apartado.

Hasta mediados del siglo XIX, la frontera apenaspoblada enviaba productos tropicales y ganado a lastierras altas densamente pobladas en el Oriente yservía como zona de tránsito al mar Caribe y alsuroccidente. Un puñado de grandes fincas gana-deras y plantaciones de azúcar, algunas poseídaspor la Iglesia Católica y por rentistas de Bogotá,estaban rodeadas por una multitud de inquilinos,invasores y propietarios independientes. La regiónestaba poblada por descendientes de pueblos indíge-nas diezmados en su mayoría, esclavos africanos yun tenue flujo de migrantes de las zonas de tierraalta circundantes, especialmente del altiplano haciael oriente. «Viviendo aparte de la sociedad», segúnpalabras de un funcionario colonial, «esta poblacióngeneró una extensiva economía subterránea enterrenos silvestres del Alto Magdalena, desafiando alos propietarios y al Estado". Además de invadirtierras ajenas para cazar y pescar y escapar a lasobligaciones del trabajo, los pequeños productoresde azúcar socavaban las grandes plantaciones enmercados regionales con su melaza barata y bebidasalcohólicas; además, las autoridades estabanbastante presionadas para suspender la difundidaevasión del impuesto por los contrabandistas". LaIglesia Católica no pudo hundir raíces profundas enaquellos desolados caseríos donde la población «raravez asistía a misa, poniendo así en peligro sus almasinmortales y exponiéndose fácilmente a los excesosocasionados por su proximidad a la naturaleza, sintemor de ser sorprendldos-". En 1781, cuando loscomuneros de las tierras altas orientales se levantaroncontra la política impositiva española, se desató unasangrienta guerra social y de castas en el AltoMagdalena. Un funcionario imperial que huía informó

71 Francico Antonio Moreno y Escandón, Indios y mestizos dela Nueva Granada a finales del siglo XVIII, introducción eíndices de Jorge Orlando Melo, transcripción de GermánColmenares y Alonso Valencia, Bogotá, 1975, p. 73.

72 Gilma Lucía Mora de Tovar,Aguardiente y conflictos socialesen la Nueva Granada durante el siglo XVIII, Bogotá, 1988.

73 Moreno y Escandón, Op. cit., p. 73.

74 Citado por José Fulgencio Gutiérrez, Galán y los comuneros:estudio histórico-crítico, Bucaramanga, 1939, p. 258.

desde el valle del Tequendama que «la justicia esultrajada y depreciada; y el nombre sagrado de SuMajestad es blasfemado»?'. Mucho después de laIndependencia, la región permaneció en la imagina-ción de la élite como inaccesible y bárbara. «No esposible», escribió con desaliento Emiro Kastos en1852, «por optimista que uno sea, prever para estossitios del interior alguna prosperidad futura-".

Desde sus comienzos en la década de 1840, laagricultura de exportación a gran escala afrontó unaconfiguración similar de productores domésticosindependientes y un frágil aparato gubernamental.Se emprendieron iniciativas en tabaco, índigo, cacao,quinina y café en una zona fronteriza con pueblos yaldeas escasos y diseminados y un Estado que teníapoca presencia y menos autoridad. A medida quelos hacendados se mudaron hacia áreas reciente-mente establecidas o remanentes de latifundioscoloniales, sus experimentos con diversos acuerdoslaborales sólo tuvieron éxito limitado. Las grandesempresas de tabaco del distrito de Ambalema, en lamargen occidental del Magdalena, durante lasdécadas de 1860 y 1870 supuestamente declinarona causa de la inatención de los aparceros a la calidad.En 1871 el ministro de hacienda, Salvador CamachoRoldán, en una carta dirigida a inversio-nistasbritánicos, admitió que había escasa oferta de manode obra porque los trabajadores asalariadossimplemente abandonaban los campos y sitios deprocesamiento para establecer sus propios lotes enlos terrenos selváticos adyacentes". Un personajede la novela costumbrista clásica Manuela declarabaque «algunos arrendatarios tienen un cultivo deplátano, hasta seis mulas de carga, y viven encontienda abierta con los propietarios>".

A finales de la década de 1870, los propietariosde las plantaciones de café recién establecidasbuscaron trabajadores de las tierras altas orientales«donde la población es grande, donde hay granpobreza y bajos salarlos-". Al compararlos con loshabitantes de tierras bajas, como los franceses«dados a diversiones bulliciosas», el geólogo AlfredHettner encontró que la gente del altiplano era

75 Juan de Dios Restrepo (Emiro Kastos) et al., Museo de cua-dros de costumbres, Bogotá, 1886, vol. 1, p. 45.

76 Salvador Camacho Roldán, Escritos varios, Bogotá, 1892,vol. 2, p. 453.

77 Eugenio Díaz, Manuela [1857], Medellín, 1947, p. 79.

78 Carta de Carlos Abondano, noviembre 12, 1878, en Juande Dios Carrasquilla, Segundo informe que presenta elcomisario de la agricultura nacional al poder ejecutivo parael conocimiento del congreso, año deI1BBO, Bogotá, 1880,p.42. 125

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semejante a sus compatriotas alemanes, «serios ytranquilos»:". Antes de 1900, sin embargo, la corrientede migrantes nunca alcanzó las proporciones espera-das por los empresarios agrarios, quienes descubríanen todo caso que esta gente del campo difícilmentefuera tan maleable. Malcolm Deas menciona ladesesperación de un administrador de una haciendadel occidente de Cundinamarca: «Yo no comprendoa esta gente; son bien indios. Ahora que tienen en lacogida buen jornal hay que obligarlos y arrearlos parael trabajo como si se les exigiera el trabajo gratis»80.Además, los ocupantes ilegales competían conganaderos y cafeteros por el control de buena partede la inmensidad sin dueño en el Alto Magdalena.Pequeños propietarios y arrendatarios independien-tes también participaban en una red de mercadoslocales y continuaban batallando con los funcionariosde impuestos. Esta confraternidad entre campesinosy pequeña burguesía de provincia resultó serpartidaria entusiasta del liberalismo popular, despuésde 1850 y durante la Regeneración. Muchosparticiparon como jefes y soldados en las bandas deguerrillas liberales durante diversos brotes armadosentre 1885 y la Guerra de los Mil Días; esta última

126

79 Alfred Hettner, La Cordillera de Bogotá: resultado de viajesy estudios [1888], traducción de Ernesto Guhl, Bogotá, 1964,pp. 312-313.

80 Malcolrn Deas, «Una hacienda cafetera de Cundinamarca:~anta Bárbara (1870-1912}», en Deas, Delpoderylagramá-tice. Y otros ensayos sobre historia, política y literaturacolombianas, Bogotá, 1993, p. 245.

81 Hay una extensa literatura sobre los conflictos civiles delsiglo XIX y en particular sobre la Guerra de los Mil Díasbien resumidos y ampliados en Carlos Eduardo Jaramill~Castillo, Los guerrilleros del novecientos, Bogotá, 1991.

82 Para conocer el análisis de estos acuerdos, véanse Palacios,Op. cit., capítulo 4; Mariano Arango, Café e Industria, 1850-

finalmente convirtió la reglan en el terreno mássangriento de Colombia desde las guerras delndependencia".

Después de 1902 un Alto Magdalena cansado dela guerra se volvía apaciguado a medida que las élitesde los dos partidos buscaban enfriar las pasionespolíticas. Una mayor estabilidad laboral llegaba a lasgrandes haciendas, con el aumento de migrantesdesde el altiplano y la cristalización de un sistemalaboral que combinaba jornaleros estacionales ytrabajadores permanentes sacados de los aparcerosy los arrendatarios". El intercambio de obligacionesde trabajo por derechos de usufructo sobre lotespequeños dio ventajas a los pobres del campo ytambién a los cultivadores. Para los arrendatarios,estos acuerdos brindaban tanto una relativa seguridadeconómica como oportunidades para dedicarse aactividades comerciales de alcance considerable. Losregistros notariales de la época revelan unaabundante inversión de los arrendatarios en víveresazúcar, y aun ocasionalmente cultivos de café, com~también vacas, mulas, y otras clases de ganado. Losarrendatarios particularmente emprendedores sededicaron al procesamiento de azúcar y la producciónde licor. El comercio de derechos de usufructotambién parece haber sido común. Ocupantesilegales, propietarios independientes y arrendatariostrabajaron los mercados locales que podían reunir,según un observador, «de dos a tres mil personas,haciendo transacciones por sumas conslderables-w.Estas localidades generalmente evolucionaron hastaconvertirse en asentamientos más grandes ypermanentes, con tiendas, tabernas, y mataderosconectados con redes comerciales más amplias porvendedores ambulantes y agentes de propietarios dealmacenes de los pueblos cercanos.

Los hacendados también ganaron mediante estesistema. Los incentivos de los lotes de tenencia -asícomo el temor al desalojo- parecieron asegurar unafuerza de trabajo barata y aparentemente dócil. Elafecto paternalista, la reciprocidad y la coacción

1930, Medellín, 1977; Absalón Machado, El café: de la apar-cería al capitalismo, Bogotá, 1977; y varios trabajos de JesúsAntonio Bejarano, especialmente «El fin de la economíaexportadora», en Darío Jaramillo Agudelo, compilador, Lanueva historia de Colombia, Bogotá, 1976, pp. 675-739. EnViotá, una quinta parte de la municipalidad llegó a serocupada por arrendatarios de servicio hacia finales de ladécada de 1920, y las haciendas que más confiaban entales acuerdos -en oposición al trabajo de jornal exclusiva-mente- tuvo la tasa más alta y consistente de expansión dematorrales; véase Jiménez, Op. cit., pp. 204-214.

83 «Cordillera de Subía», Revista Nacional de Agricultura,noviembre de 1906, p. 270.

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consolidaron esta relación económica". La produc-ción de pequeños bienes dentro de la gran haciendabenefició de otras maneras a los hacendados. Laprovisión de vivienda y comida requerida por la tenen-cia para los jornaleros ayudó a reducir los desembol-sos de capital de las haciendas. Los costos deoperación también disminuyeron al subcontratardiversas tareas a los arrendatarios, como el transportede café en recuas de mulas hacia las estaciones delferroccarril y los puertos fluviales. Además, el hogardel arrendatario se volvió una fuente de pequeñascantidades de capital para las haciendas que por logeneral estaban duramente presionadas por gerentesque gravaban a sus dependientes por el movimientode mercancías, cobraban derechos por permisos, eimponían multas por infracción de normas.

Pero esta simbiosis de campesinos y señores nogarantizaba una plena concordia social en el AltoMagdalena con anterioridad a la Gran Depresión. Loscolonos y las élites chocaban furiosamente en laextensa y escasamente poblada franja de la frontera.y los conflictos se volvieron endémicos sobre laspropias grandes haciendas, especialmente hacia elfinal del periodo. Los retrasos, la pérdida y rotura deherramientas, y similares inconvenientes cotidianosde resistencia en el lugar de trabajo, eran comunesen los matorrales de café, los centros de procesa-miento y sitios de despacho. Los arrendatarios másadinerados enviaban a otros en su nombre a cumplirobligaciones de trabajo, relajando sus nexos con lahacienda. Los estancieros luchaban por defender yaun ampliar sus derechos de usufructo. El ingresoen propiedades ajenas y el robo de recursos de lahacienda, como ganado, azúcar, e incluso café,ocurrían con alguna frecuencia y los arrendatariosevadían las exacciones tributarias de la hacienda yotras restricciones sobre su participación en losmercados locales. Después de la Primera GuerraMundial, un campesinado cada vez más activo en locomercial exigió libertad para cultivar café en susparcelas. Hacia finales de la década de 1920, amedida que el forcejeo individual con los adminis-tradores de las haciendas se volvió más colectivo conla presencia de sindicatos y ligas campesinas, elasunto de poder cultivar café en forma independiente

84 Para conocer un análisis de las relaciones de dependenciay deferencia en los distritos de cultivo, véase Michael F.Jiménez, «Class. Gender, and the Origins of PeasantRebellion in Central Colombia, 1900-1930», en ForrestColburn, compilador, Everyday Forms of PeasantResistance, Armonk, New York, 1989, pp. 122-150.

85 El extenso conjunto de escritos sobre la inquietud rural afinales de la década de 1920 y comienzos de la de 1930incluye Hermes Tovar Pinzón, El movimiento campesino enColombia, Bogotá, 1975, y Gonzalo Sánchez, Las ligas

asumió mayor importancia. En algunas áreas, comoel norte del Tolima, la aparcería acalló las protestashasta cierto punto. Pero en la parte oriental de esedepartamento y en Cundinamarca, el decidido recha-zo de los hacendados a acceder ante tales demandasy la aumentada presión sobre los trabajadores en unaeconomía en declive, aumentaron los conflictosconsiderablemente, de tal manera que para los ojosde muchos observadores el centro de Colombia pare-cía estar suspendido al borde de una importanterevuelta rural".

Los enfrentamientos tensos y a veces violentosentre pequeños propietarios y el Estado pusieron enpeligro la autoridad de las haciendas en la región. Larapiña ejercida por los burócratas y tiranos localesconservadores sobre los pobres del campo medianteel tributo en trabajo y otros impuestos fue unaconstante incitación al conflicto en los distritos decultivo. Los trabajadores y arrendatarios de lashaciendas tuvieron que soportar también la colusiónde jefes políticos locales y clérigos; estos últimosexigían pagos onerosos por bautismos, casamientosy entierros, haciendo a veces que los pobres delcampo se marcharan". Las luchas por los impuestosal consumo asumieron una carga especialmentepesada sobre el orden y la tranquilidad en el campo.El esfuerzo efectuado durante siglos por las autori-dades coloniales y después por las republicanas pararecaudar impuestos del activo comercio de tabaco yde las bebidas locales hechas a base de azúcar,guarapo y aguardiente, entró en una nueva fase enestos años, a medida que la burocracia departamentalamplió el poder y alcance de sus oficinas de im-puestos, incluso invitando misiones de supervisiónextranjeras para modernizar sus unidades de super-visión de impuestos. Un funcionario de Cundinamarcadescribió en 1918 a los contrabandistas campesinoscomo «constantemente alerta y preparados para elcombate, bien armados y totalmente resueltos aproteger su oñciov". La detención de defraudadoresdel impuesto y los constantes disgustos por lainjerencia del gobierno en las economías de lospequeños propietarios mantenían a grandes segmen-tos del Alto Magdalena en un constante estado dealarma.

campesinas en Colombia, Bogotá, 1977. Jesús AntonioBejarano, «Campesinado, luchas agrarias, e historia social:notas para un balance historiográfico», Anuario colombianode historia social y de la cultura, No. 11, 1983, pp. 251-304,presenta una revisión completa de la literatura sobre estetema.

86 Jesús del Corral, Op. cit., p. 6.

87 Cundinamarca, Informe del secretario de hacienda algobernador, 1918, p. 44. 127

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Por otra parte, los pobres del campo regularmenteusaron el gobierno, yen particular los consejos muni-cipales, contra los hacendados. Catherine LeGrandha documentado ampliamente las iniciativas legalestomadas por los colonos en el Alto Magdalena y enotros sitios de Colombia para ganar acceso a tierraspúblicas disputadas". Los arrendatarios apoyaron suspeticiones de sembrar café mediante el sistemajudicial también. Registraron además contratos entresí mismos en oficinas notariales, con la esperanzade legitimar su economía familiar. A medida que susreclamos se volvían más colectivos en la década de1920, los arrendatarios inundaron los despachos delas autoridades nacionales, departamentales y localescon solicitudes en que denunciaban a los cultivadoresy exigían contratos formales de trabajo y de tenencia.Así canalizaron sus protestas con gran frecuenciamediante las instancias oficiales, a pesar de tenerque soportar constante corrupción y defraudación amanos de funcionarios locales. Obviamente, por estoslitigios los pobres del campo no podían doblegartotalmente el poder estatal lejos de su relación conlos hacendados. Sin embargo, estos últimos sehallaban amarrados por un campesinado queaprendía con eficacia cada vez mayor a usar losinstrumentos legales del Estado republicano contralos poderosos y adinerados.

Los comerciantes locales, vendedores y profesio-nales de pequeños pueblos comúnmente prestaronsu apoyo a los arrendatarios y propietariosindependientes contra los hacendados y el Estado.Muchos miembros de la clase media local, porsupuesto, colaboraron con los grandes cultivadoresy sus agentes, cobrando deudas, administrandohaciendas de terratenientes a menudo ausentes, eimponiendo la ley y el orden a beneficio de estosúltimos. Pero incluso los miembros de la clase mediapermanecían económicamente dependientes de laspequeños propietarios, cuyo producido compraban ya quienes vendían bienes manufacturados yprestaban una infinidad de servicios. Así lasautoridades criticaban a la pequeña burguesía de laregión por escudar a los contrabandistas y por tratara los cobradores de impuestos «no como funciona-rios, sino como ciudadanos particulares, e impedirlesejercer su oficio de realizar las investigaciones y

88 Catherine LeGrand, Frontier Expansion and Peasant Protestin Colombia, 1850-1936, Albuquerque, 1986, capítulos 5 y 6.

89 Cundinamarca, Informe del secretario de hacienda al señorgobernador, 1918, p. 44.

90 Revista Nacional de Agricultura, octubre-noviembre de 1918,p.1711.

búsquedas necesartas-". Además, los abogadoslocales eran generalmente una fuente de litigio inter-minable en los campos del Alto Magdalena; rábulasy tinterillos (como se les llamaba) muy poco entre-nados se convertían en instrumentos mediante loscuales la gente del campo usaba el sistema judicialpara su propio beneficio. Como era previsible, estasprácticas legales plebeyas fueron consideradas porlas élites como amenazaa a la propiedad privada,que supuestamente atacaban al campesinasdo ydebilitaban el respeto hacia la autoridad".

Esta conexión con la economía campesinapermitió a la pequeña burguesía constituir bases deriqueza y poder que generalmente eran indepen-dientes de los hacendados y no se rendían fácilmentea las demandas del Estado. Las autoridades sequejaban repetidamente sobre las trampas legales yla autonomía de las maquinarias políticas en estaparte de Colombia después del cambio de sig1091•

«Hay intereses que son difíciles de combatir», expre-saba con disgusto un funcionario de Cundinamarcaen 1919 al reportar al gobernador la falta decooperación de la pequeña burguesía en los muni-cipios al occidente de la capital", Casi una décadadespués, un diario de Bogotá comentaba sobre losclanes políticos de los distritos del Alto Magdalena«cuyos engaños son cada día más desconcertantesy cuyas violaciones del orden legal y constitucionalrepresentan un peligro creciente, que si no es afron-tado por el ministro de gobierno, desafortunadamentepondrá a prueba la paciencia de la gente93».

Esta compleja simbiosis económica de la pequeñaburguesía y sectores de los pobres del campo,principalmente pequeños productores y arrendatarios,también socavaron en el Alto Magdalena la autoridadpolítica y cultural más amplia de los hacendadosprincipalmente liberales y de los representantes delEstado conservador en la región. La evidencia másclara de este desafío fue, por supuesto, el amplioapoyo que el liberalismo popular, dentro del partidoliberal y por fuera de sus filas, recibió de la poblaciónde estos distritos en todo el periodo, en las elecciones,en manifestaciones, en la prensa popular, y enlevantamientos armados. También hubo otras expre-siones de una poderosa cultura oposicionista que eracompartida por las clases medias de la provincia y

el siglo XIX y comienzos del XX, véase Malcolm Deas, «Lapresencia de la política nacional en la vida provinciana,pueblerina y rural de Colombia en el primer siglo de laRepública», en Deas, Op. cit., pp. 175-206.

92 Cundinamarca, Informe del secretario de hacienda al señorgobernador, 1919, p. 226.

128 91 Para conocer una visión interesante de la política local en 93 El Diario Nacional, abril 15 de 1928.

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los segmentos más privilegiados del campesinado, yque desconocía las relaciones de dependencia y ladeferencia, insistía en la igualdad ante la ley, y exigíalibertad de comercio. Por ejemplo, la región era elsitio de disputas constantes con la Iglesia Católicasobre diversos puntos, desde la asignación de losmaestros de escuela hasta la interferencia del cleroen las elecciones; los «misioneros» jesuitas enviadosa la provincia del Tequendama al occidente deCundinamarca fueron criticados severamente porpredicar abiertamente a favor del candidato conser-vador en vísperas de las elecciones". Después delcambio de siglo, cuando los misioneros protestantesviajaron por la región, frecuentemente arrastrarongrandes multitudes a pesar de la prohibición de laIglesia95• En pueblos y aldeas a lo largo de la región,seguidores de la francmasonería y el pensamientoteosófico denunciaban el matrimonio institucional yexpresaban desdén por los valores e institucionestradicionales. Esta cultura oposicionista se nutría através de publicaciones impresas locales, clubessociales, sociedades secretas y conspiracionesarmadas verdaderas e imaginarias, como ha mos-trado vívidamente Gonzalo Sánchez".

Tal resistencia multifacética a las pretensioneshegemónicas tanto de los hacendados como delEstado conservador, como también de sus colabo-radores del clero, tuvo consecuencias importantespara el gobierno de élite en el Alto Magdalena. Segu-ramente las tradiciones del liberalismo popular habíanrecibido una renovada vitalidad determinada en laconfluencia de los conflictos políticos y socialesdespués de la Guerra de los Mil Días, ayudandosignificativamente a desgastar el poder y la autoridadde los hacendados cafeteros en la región. Esteproceso tendió los cimientos para el alzamiento delos peones y arrendatarios a finales de la década de1920 y durante la de 1930, conduciendo finalmentea un agrarismo revolucionario de pleno aliento en laregión a mediados de siglo.

Retirode la hegemoníaLos hacendados del Alto Magdalena afrontaron

importantes obstáculos estructurales, políticos y cultu-rales a su predominio sobre la sociedad colombiana

94 El Liberal, diciembre 16 de 1912.

95 Véanse los Annual Reports of the Board of Foreign Missionsof the Presbyterian Church in the United Sta tes of Americe,Nueva York, 1903-1913.

96 Gonzalo Sánchez, Los «bolcheviques» del Líbano, Tolima,Bogotá, 1976.

97 Jean Jacques Rousseau, The Social Contract, traducciónde Maurice Cranston, Londres, 1960, p. 52.

9B Sobre esta visión liberal, véase Gerardo Molina, Las ideas

en las tres de décadas anteriores a la Gran Depresión.Pero también estaban limitados por su propiaincapacidad y renuencia para imaginar un espaciodestinado a la mayoría de sus siervos colombianosen el «festín de la civilización». Un mando efectivo yperdurable depende de la capacidad, como sugeríaRousseau, de «transformar la fuerza en derecho, yla obediencia en oeber-". Aunque el logro de lahegemonía ha implicado históricamente la conso-lidación de recursos institucionales y económicos,incluyendo la capacidad de coacción, se necesita aúnmás para gobernar efectivamente. Los gruposdominantes han buscado por lo general articular unavisión social que comprenda y supuestamenterepresente los valores y las prácticas de la granmayoría de la gente en sus sociedades, tantomiembros de la élite como subalternos. A lo largo dela historia, el estado incompleto o la fragilidad de talvisión han contribuido a la pugnacidad que va formán-dose dentro de las sociedades, ocasionalmente larebelión abierta y, más raramente, las transforma-ciones revolucionarias fundamentales.

Los comerciantes terratenientes que empren-dieron importantes reformas culturales, políticas yeconómicas y buscaron estrechar los nexos del paíscon la economía mundial durante las décadas demediados del siglo XIX habían articulado un ideal tanamplio para la sociedad colornbiana". Su optimismose asentó en tres temas principales. Primero, lanación, definida en términos de la participación deciudadanos libres e iguales en un conjunto de institu-ciones republicanas, podría brindar el marco políticodentro del cual lograr la modernidad. Segundo, lasociabilidad requerida para la ciudadanía en talrégimen parlamentario sería generada por la libre, ysin obstáculos, operación del mercado. SalvadorCamacho Roldán, en su informe del Ministerio deHacienda en 1872, acentuaba la importancia crucialdel espíritu de «asociación ... que el compromisoespontáneo, natural y libre de las personas es elresultado del funcionamiento natural de las leyesbásicas de organización hurnana-". Finalmente, asu vez, este eterno forcejeo de intereses y deseosindividuales desataría los recursos productivos de lasociedad. De este modo se garantizarían seguros y

liberales en Colombia, 1849-1914, Bogotá 1973. Para cono-cer un interesante análisis de los límites y posibilidades deese episodio de mediados de siglo, véase Marco Palacios,«La fragmentación regional de las clases dominantes enColombia: una perspectiva histórica», Revista Mexicana deSociología, 42,1980, pp. 1663-1691.

99 «Estudios sobre la hacienda pública. Fragmentos de laMemoria de hacienda presentada al congreso de 1872»,en Salvador Camacho Roldán, Escritos varios, Bogotá, 1885,3, p. 234. 129

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amplios retornos sobre la inversión de capital, se daríauso productivo a la tierra, y lo más importante, eltrabajo de todas las clases sociales se convertiría enel principal garante del futuro de la nación.

Sin embargo, durante el primer tercio del siglo XX,el interés del hacendado mantenía poco del opti-mismo y la filosofía incluyente de sus antepasadosliberales. Desde luego, había habido disidentes de laélite durante la era reformista desde la década de1850 hasta la de 1870, tanto liberales como conser-vadores, que dudaban de que los mercados libres yuna forma de gobierno incluyente pudieran promoverla modernidad. En cambio proponían una visiónmucho más paternalista, autoritaria y estatista quefinalmente halló expresión en la Regeneración10o• Através de las décadas de 1880 y 1890, aun aquelloshacendados que permanecían en el partido liberalhallaron suficiente razón para apartarse de su opti-mismo anterior, a medida que la crisis económica, lainquietud social y los implacables conflictos partidistasdesgarraban la nación. Ya pesar de las tres décadasde paz relativa y prosperidad después de la Guerrade los Mil Días, tal inquietud no cesaba. En susoficinas de negocios, salones, clubes, reuniones delobby, y en la administración de las haciendas, y ensus viajes frecuentes al extranjero, los hacendadosvolvían preventivo, temeroso e indescifrable y exclu-sivo el discurso liberal, limitando con ello su capacidadpara constituir un ideal hegemónico para susociedad'?'.

Como era previsible, el uso continuo de la retóricay los símbolos de la nacionalidad y la ciudadanía poreste grupo de clase alta sonaba cada vez menosverdadero. Por un lado, como ha sugerido Eric

130

100 Jaime Jaramillo Uribe, El pensamiento colombiano en elsiglo XIX, Bogotá, 1964, parte 2.

101 Uday S. Mehta, «Liberal Strategies of Exclusion», Politicsand Society, 18, 1990, pp. 427-454, analiza «las específicascondiciones culturales y psicológicas» que son la base parael respaldo de las capacidades universales» dentro del pen-samiento y la práctica liberal, usando como ejemplo la histo-ria de la India del siglo XIX. Los límites sobre las perspec-tivas inclusionarias, liberativas y democráticas del pensa-miento liberal pueden verse en el caso brasileño tan clara-mente analizadas por Emilia Viotti da Costa, The BrazilianEmpire: Myths and Realities, Chicago, 1985, capítulo 3.

102 Eric Hobsbawm, The Age of Empire, 1875-1914, NuevaYork, 1987, capítulo 1.

103 Del Corral, Op. cit., p. 11. El destacado médico bogotanoMiguel Jiménez López, principal exponente de esta ideo-logía racista en este periodo, escribió extensamente sobreesta cuestión, incluyendo Nuestras razas decaen, Bogotá,1919, y La inmigración amarilla, Bogotá, 1923. Véansetambién Gustavo Adolfo Solano, Delincuencia en Colombia,

Hobsbawm, la creciente cosmopolitización de lasélites tropicales en este periodo socavó su anteriorcompromiso con la nación-Estado como la esfera prin-cipal dentro de la cual puede lograrse el proqreso!".Con la distinción entre los mundos «avanzado» y«atrasado» que ganaba terreno entre los miembrosde una clase de hacendados que había viajado yhabía sido educada en el extranjero, llegaron aconsiderar al pueblo colombiano como un vehículocada vez menos idóneo para alcanzar la modernidad.En este contexto, la incursión del racismo científicoen la vida intelectual colombiana socavó el optimismodel ala liberal del patriciado republicano de mediadosdel siglo XIX. Su anterior ideal de las clases más bajascomo plenos ciudadanos dio vía a una visión mássombría de un pueblo «entregado a vicios degra-dantes y lleno de tontas supersticiones» 103. ¿Cómopodría ser posible una democracia liberal entreaquellos «que tenían menor desarrollo espiritualporque son incapaces de apreciar las ventajas de lacivilización y de determinar lo que es mejor paraellos»? Por consiguiente, esta gente necesitaba ser«orientada por personas que son más activas yambiciosaso que ellos» 104.

No se podía confiar necesariamente en que laclase media apoyara la visión de los hacendados deun «gobierno popular y democrático», como se deno-minó a sí misma la Unión Hepublicana!". Los viciossectarios de buena parte de la pequeña burguesíaen la ciudad y en el campo se consideraron comoobstáculo a un régimen constitucional estable. Loshacendados temían a la sensibilidad insurreccionalentre los activistas de provincia cuyas tendenciasliberales populares ellos consideraban como«jacobinas» 106. Pero las preocupaciones de que se

Bogotá, 1923, YAndrés Marín, Sociología criminal, Bogotá,1923.

104 Revista Nacional de Agricultura, marzo de 1924, p. 285.

105 Para conocer una precisa declaración sobre el programade reforma política de los hacendados, véase «Manifiestode la Unión Republicana, mayo 12, 1912», en Baudillo Bello,Op. cit., anexo 4.

106 Por ejemplo, los editores de El Tiempo invocaron «unapolítica abierta y civilizada ... Cualquier cosa en contrarioes un suicidio para la República ... Buscar el regreso a losviejos métodos y aforismos no soló está démodé, sino algomás grave: es antipatriótico» (septiembre 2, 1916). EduardoRodríguez Piñeres, secretario de la Unión Republicana ensu fundación, escribiría luego una historia de la crisis políticade la década de 1890 y la Guerra de los Mil Días en la quetachaba a Uribe y a los liberales en guerra de «jacobinos»cuya rebelión caracterizó como «la aventura más riesgosay absurda jamás emprendida en Colombia»; véase su Diezaños de política liberal, 1892-1902, Bogotá, 1945, p. 128.

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renovara la guerra civil apenas enmascaraban unainquietud más profunda sobre los intentos demovilización masiva por parte de Uribe Uribe antesde su asesinato en 1914. Las élites llenaron deoprobio a su adversario principal en esos años, y sereferían irónicamente a él como «el Papa delliberalismo» 107. Finalmente a los empleados estatalesy los políticos, provenientes muchos de ellos de unaclase media creciente, se los consideró como los quehabían corrompido la vida pública. El vocero de loshacendados Ortiz Williamson lamentaba en 1924 quelas «vigorosas energías de nuestra juventud tenganque asfixiarse en la maleza tropical de nuestraburocracia soberana» 108.

Asimismo, los hacendados se apartaron de suanterior expectativa de que el mercado podría alec-cionar a la gran mayoría de los colombianos sobrelas vías de participación política responsable. Elentusiasmo de Miguel Samper en 1861 en cuanto aque las crecidas exportaciones desde el Alto Mag-dalena convertirían a los colombianos en «ciudadanosdel mundo» tenía ahora poca resonancia entre losgrandes cultívadores'w. Por el contrario, después dela Guerra de los Mil Días, la imagen de las clasesmás bajas entre las élites del Alto Magdalena secondensó en la figura del machetero, un ebrio yviolento veterano de la guerra civil, sin razón nidisciplina, y, según palabras de Jesús del Corral,demasiado susceptible a «levantarse en rebelión» 110.

Bajo estas circunstancias, el mercado pasó aconsiderarse no como un motor de sociabilidad quehalaría a todas las clases sociales hacia el biencomún, sino más bien como un campo de batalla.Así, la «asociación» llegó a transformarse de liga-mento de la sociedad mediante el bálsamo delintercambio comercial, en un imperativo para launidad de la clase más alta frente a las peligrosasórdenes inferiores. En respuesta, las élites tuvieronnecesidad de hacer a un lado sus diferenciaspartidistas y cerrar filas en la Unión Republicana, laSAC y agrupaciones similares. Se exigía una posiciónmilitar en la vida cotidiana, como la sugerida en el

107 El Tiempo, enero 26 de 1912.

loe Revista Nacional de Agricultura, marzo de 1924, p. 285.

109 Miguel Samper, La miseria en Bogotá [1867]. Bogotá, 1969,p.126.

110 Del Corral, Op. cit., 6. La excitación e inquietud con respectoa la supuesta proclividad de la clase baja hacia la violenciaera evidente en el ensayo de un veterano guerrillero de laGuerra de los Mil Días, Nicolás Jiménez, donde más de milespectadores vinieron a observar las actuaciones contrael denominado hombre-fiera acusado de varios homicidios;véase El Tiempo, abril 16-junio 22, 1918.

llamado de Jesús del Corral a los hacendados a«alistarse para el combate». Esta nueva sensibilidadelitista apareció también en los nuevos métodos deenseñanza de la juventud de la clase más alta, queresaltaba la fortaleza, resistencia y disciplinarnental'". En suma, esta visión hobbesiana del mer-cado negaba que el interés personal benigno buscadopor todos los ciudadanos pudiera garantizar el ordeny el progreso.

Finalmente, los hacendados ya no consideraronel trabajo como un terreno común para los colom-bianos. Los hacendados celebraron su fundación delas grandes haciendas durante la segunda mitad delsiglo XIX en el valle del Alto Magdalena. Habiendoarriesgado supuestamente su fortuna, su salud, susseres amados, y aun su propia vida en una luchatitánica por superar la naturaleza en el trópico, estosejemplares «trabajadores de los cálidos campos» sefelicitaban por haber dado un nuevo curso a la

111 "Educación física», 219. Un ejemplo impresionante de lainstitucionalización de estos valores fue el Gimnasio Moder-no, un colegio de élite fundado en 1914 cuyos programasde enseñanza mezclaban viejo valores patricios de respon-sabilidad social y paternalismo con una nueva sensibilidadque enfatizaba la disciplina física e intelectual. Dos ensayosintroductorios a los escritos de quien fuera director delcolegio durante largo tiempo, Tomás Rueda Vargas, ilustranvivamente el ethos del colegio; véanse Alfonso LópezMichelsen, «Prólogo un la obra de Tomás Rueda Vargas»,y Eduardo Carranza, "Obra de Don Tomás Rueda Vargas»,en La sabana y otros escritos de sí mismo, Bogotá, 1977,pp. xiii-lxiL 131

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nación'". Pero en su opinión, la mayoría de los demáscolombianos difícilmente podrían estar a la altura.Nuevamente, los hacendados consideraron a losburócratas y políticos de clase media, cada vez másnumerosos, como los parásitos que se alimentan delos principales productores de riqueza, específi-camente ellos mismos. A diferencia de las haciendas,donde se forjaban hombres de acción, «la sedentariavida de las oficinas» promovía la dispepsia, laobesidad y la neurastenia en vez del vigor, la energíay la disciplina necesarios para lograr prosperidadeconómica en el mundo moderno!". Ellos no seahorraron comentarios sobre otros sectores de la élite,ya que criticaban a sus propios parientes y antiguosaliados entre la aristocracia tradicional de las tierrasaltas por perpetuar ese «antiguo feudalismo español,sumamente lesivo y aplastante para las clasesinferiores» 114. Pero de todas maneras, las «clasesinferiores» difícilmente podrían proporcionar las basespara una sociedad productiva. Los hacendadossimplemente encontraron que era imposible imaginara los solteros, enfermos, violentos y ebrios peoñes yarrendatarios de sus plantaciones en las filas de larepública de «campesinos» y «trabajadores», nom-bres con los que los propietarios de haciendas delAlto Magdalena se referían a sí mismos.

Aunque el nuevo libreto oligárquico del liberalismoseguramente resultó inadecuado para las tareas dela hegemonía, no hubo a mano ninguna alternativaviable para los empresarios de exportación a granescala del centro de Colombia después del cambiode siglo. En la parte occidental del país, las élites de

112 Medardo Rivas, Los trabajadores de la tierra caliente[1899J,Bogotá, 1983, es un collage de anécdotas de la Colombiadel siglo XIX en cuanto a la política, las guerras civiles, lapoesía, y detalladas descripciones de las bonanzas deltabaco, el índigo y el café; el libro se convirtió en piedraangular de esta narrativa histórica sobre las haciendas.

113 «Educación física", p. 219.

114 Del Corral, Op. cit., p. 6.

115 Alberto Mayor Mora, Etica, trabajo, y productividad enAntioquia, 2a. edición, Bogotá, 1985; Charles Bergquist,Labor in Latin America, Stanford, 1986, pp. 277-279; YMaryJean Roldán, «Genesis and Evolution of La Violencia inAntioquia, Colombia (1900-1953»>, Tesis de Ph. D., HarvardUniversity, 1992, parte 2.

116 José Fernando Ocampo, Colombia siglo XX: estudiohistórico y antología política, Bogotá, 1980, parte 2, analizalos elementos de modernización en el partido liberal antesde 1930.

117 Barrington Moore, Jr., Social Origins o,Dictatorship and132 Democracy: Lord and Peasant in the Making o, Modern

terratenientes comerciantes, financistas e industrialeselaboraron un mito social potencialmente más inclu-yente basado en los pequeños propietarios cafeterosque eran supuestamente virtuosos y autónomos'".Pero esta mezcla de nostalgia agraria, catolicismosocial y métodos modernos de gerencia parecenhaber tenido poca atracción para los hacendadosasediados. Además, durante la década de 1920 lasfacciones que buscaban «modernizar» el liberalismomediante una mayor atención a los problemassociales y a la intervención del Estado en la economíaprovocaron inquietud y resentimiento entre losgrandes cultivadores!". Finalmente, las élites del AltoMagdalena no podían apoyar una ideologíareaccionaria plenamente desarrolladaa en un moldecatoníano'". Su cosmopolitismo abierto y su aversiónhacia la acción política de masas se interpusieron enel camino de un agrarismo virulento y nacionalistaque podía haber sido dirigido por ellos mismos yapoyado por considerables seguidores de clasesmedia y baja, especialmente en el campo.

Durante la Gran Depresión y sus resultados, lasconsecuencias de estos históricos límites sobre elpoder y la autoridad de los hacendados en épocasmás tempranas del siglo llegarían a ser trágicamenteevidentes. Mientras los sectores modernizantes dela clase alta colombiana conducidos por AlfonsoLópez Pumarejo emprendieron, aunque tentativa-mente, una importante reestructuración económica,social y política a mediados de la década de 1930,los grandes cultivadores se resistieron'". En alianzacon otros grupos de la élite contra cualquier despla-

World, Boston, 1966, definió el catonismo como una«mitología de la clase alta sobre los campesinos ... la críticade la democracia de masas, las nociones de la autoridadlegítima y la importancia de la costumbre, la oposición alpoder de riqueza y a la sola pericia técnica», p. 495. Paraver un interesante contraste con una élite agraria en EuropaCentral que desarrolló una respuesta cato nista a presionesparecidas a las experimentadas por los hacendadoscafeteros colombianos, véanse Shelley Baranowski,«Continuity and Contingency: Agrarian Elites, ConservatíveInstitutions, and East Elbia in Modern German History»,Social History, 12, 1987, pp. 285-308; Y Hans Rosenberg,«The Pseudo-democratization of the Junker Class». enGeorge Iggers, compilador, The Social History o, Politics:Critical Perspectives in West German Historical Writing since1945, Dover, New Hampshire, 1985, pp. 81-112.

118 Daniel Pécaut, Orden y violencia: Colombia, 1930-1945,Bogotá, 1987, vol. 1, capítulo 2; Alvaro Tirado Mejía, Larevolución en marcha: aspectos políticos del primer go-bierno de Alfonso López Pumarejo, 1934-1938, 2 vols.,Medellín, 1986; y Michael F. Jiménez, «Social Crisis andAgrarian Politics in Colombia, 1930-1946», tesis de magis-ter, Stanford University, 1971, capítulo 5.

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HISTORIA EMPRESARIAL

zamiento del poder hacia la clase obrera o la clasemedia, su estrategia presenta muchas similitudes conlo que David Rock ha llamado una «restauraciónoligárquica» en referencia a la concordancia argentinadurante esos mismos años!". La exitosa contenciónde la reforma desde mediados de la década de 1930y durante la de 1940 envalentonó la reacción dere-chista que condujo en parte a la horrenda revueltasocial y política de mediados del siglo conocida como«la Violencia» 120. Al final, la hegemonía fracturada de

los hacendados cafeteros del Alto Magdalena no tuvocomo su legado una democracia burguesa pluralista,un régimen populista ni un orden oligárquico establesostenido o no por las Fuerzas Armadas. En cambio,la debilidad ideológica, política y económica de loshacendados en esta república cafetera andina antesde 1930 ayudó a introducir las consecutivas yviolentas cofrontaciones al poder, los acomoda-mientos de la élite y los intensos conflictos socialesdel pasado reciente de Colombia. O

119 David Rock, Argentina 1516-1982: From Spanish Coloniza-tion to the Falklands War, Berkeley, 1985, capítulo 6.

120 Gonzalo Sánchez, «The Violence: An InterpretativeSynthesis», en Charles Bergquist, Ricardo Peñaranda, yGonzalo Sánchez, compiladores, Violence in Colombia: TheContemporary Crisis in Historical Perspective, Wilmington,Delaware, 1992, brinda una excelente descripción de este

fenómeno. Un reciente estudio de Eduardo Sáenz Rovner,La ofensiva empresarial: industriales, políticos, y violenciaen los años 40 en Colombia (Bogotá, 1992), presenta unretrato riguroso de la comunidad de negocios y de su rolen la reestructuración económica de mediados del siglo enmedio de la extendida violencia política y la represión delos trabajadores. 133