enrique ujaldón arbitrismo y mercantilismo en la españa de saavedra fajardo

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    Res publica,19, 2008, pp. 299-312

    Arbitrismo y mercantilismo

    en la Espaa de Saavedra Fajardo

    Enrique Ujaldn

    1. INTRODUCCIN

    En el presente artculo me propongo cuatro cosas. 1. Presentar somera-mente a los arbitristas y al arbitrismo. 2. Argumentar que resulta insuficienteestudiar a estos escritores y polemistas como mercantilistas y desde la clavede la decadencia del imperio. 3. Indagar las posibilidades de una lnea delectura alternativa que se base no tanto en el anlisis de los arbitristas enrelacin con la Hacienda Real y el poder del Estado, como de estudiarlos enrelacin con la defensa de la independencia y fortaleza de las ciudades frentea la competencia exterior y al propio poder del Estado. 4. Por ltimo, defenderque lasEmpresas polticas1de Saavedra Fajardo dedicadas a las cuestioneseconmicas responden mejor que las obras de muchos arbitristas a una lecturamercantilista, entendido el mercantilismo como la poltica de subordinacinde las fuerzas econmicas de la nacin a sus compromisos polticos. Comen-cemos pues.

    El magnetismo de la historia de Espaa durante el s. XVII ha subyuga-

    do a muchos investigadores, espaoles o no, que han indagado en los msdiversos aspectos de este periodo histrico. E1 arbitrismo y los arbitristasrepresentan, en un contexto tan rico, algo indudablemente menor. Es ms,tradicionalmente ambos trminos han tenido connotaciones peyorativas. Lastira cervantina de El coloquio de los perros (1613) es fiel reflejo de ello2.Para Cuartas Rivero, las crticas y las stiras: sacaban a relucir la inquinaque exista en contra de estas personas, en cuyo afn por hallar modos deaumentar las rentas reales se vean perjudicados los que tenan que pagar los

    [email protected] Citaremos por la edicin de FRANCISCO JAVIER DEZ DE REVENGA, Madrid, Planeta,

    1988.2 Vase J. VILAR,Literatura y economa. La figura satrica del arbitrista en el Siglo de

    Oro, Madrid, Revista de Occidente. 1973.

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    impuestos3. Pero, desde el punto de vista de la historia del pensamiento eco-nmico y, con mayor precisin, desde el punto de vista de la historia de los con-

    ceptos polticos, el arbitrismo tiene gran inters. La gran diversidad de escritosproducidos y el hecho de que provengan de personas de formacin muy diferentey de mbitos profesionales y geogrficos representativos de muchos lugares deEspaa, convierten al arbitrismo en una magnfica fuente no slo para estudiar lahistoria del pensamiento econmico espaol, lo que es obvio, sino tambin paraestudiar la historia de los conceptos polticos de ese mismo perodo.

    A pesar de ello, los historiadores de la filosofa han prestado escasa aten-cin a los arbitristas. Tienen una buena excusa para ello, pues sus preocupa-ciones se centraban en la economa poltica, lo que les hace objeto natural

    del inters de los historiadores en general y de los especialistas en la historiadel pensamiento econmico en particular. De hecho, son ellos quienes mshan contribuido a su conocimiento. Pero en el s. XVII la economa no es unadisciplina acadmica establecida. No hay ni un lenguaje tcnico profesionalni un mbito de problemas de los que ocuparse. Esta indefinicin, que consti-tuye indudablemente una debilidad terica a la hora de encarar los problemaseconmicos con los que se enfrentaba Espaa, representa tambin una ven-taja, pues la diversidad de acercamientos a las cuestiones econmicas revela

    mucho de las preocupaciones y de los intereses de los autores, que puedenservir para estudiar las luchas de ideas en las que estaban envueltos.

    2. ELARBITRISMOYLOSARBITRISTAS

    El concepto arbitrio era un trmino tcnico de la Hacienda Real. Ade-ms de los ingresos regulares de la Corona, el rey poda instrumentar algunasmedidas, fiscales o no, que posibilitasen el aumento de los ingresos, siempreinsuficientes, de la voraz administracin imperial. As, por ejemplo, los ingre-

    sos derivados de la venta de cargos pblicos, tierras o hidalguas, se coloca-ban bajo el encabezado de arbitrios. stos dependan de la libre voluntaddel rey, de su libre arbitrio, luego no es extrao que apareciesen en las cuentaspblicas bajo tal ttulo. A partir de 1558, los arbitrios tomaron un carcter ofi-cial en la contabilidad hacendstica. Estas medidas, de carcter extraordinario,no dejaron de crecer, y se convirtieron en recursos fiscales ordinarios4.

    Era costumbre presentar memoriales, solicitados o no, sobre muy diversosasuntos pblicos. Aquellos que tenan corno fin la mejora de la situacin eco-

    3 Cfr. MARGARITACUERTASRIVERO,Arbitristas del siglo XVI. Catlogo de escritos y me-moriales existentes en el Archivo General de Simancas, Instituto de Estudios Fiscales, Madrid,1981, p. V.

    4 Ibdem, p. 1.

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    nmica del reino pasaron a ser denominados arbitrios, y a sus autores, arbi-tristas. Muchos de ellos presentaban anlisis sesgados y soluciones simplistas,

    cuando no puramente delirantes. La diversidad de perspectivas y la variedadde propuestas y anlisis que ya hemos sealado hacen imposible una re-duccin simplificadora5. Se suele considerar que el arbitrismo comenzara conel Memorial de Luis Ortiz a Felipe II y terminara, de forma mucho menosprecisa, en el reinado de Carlos III, ya transmutados en proyectistas. Dossiglos de historia de Espaa. Luis Perdices de Blas cree que el hilo conductorque permite vincular a tantos autores tan alejados entre s es la investigacinde las causas y la naturaleza del atraso econmico espaol6. Una investiga-cin que parece poner la obra de Adam Smith ante el espejo para ser leda al

    revs. Desde este punto de vista, el esquema resultante es difcilmente ataca-ble: los arbitristas denuncian la despoblacin de Espaa, proponen el fomentode la creacin de riqueza que sirva tanto para frenar la prdida de habitantescomo para mejorar la Hacienda Real, objetivo que se presuma con raznque era el que ms preocupaba a la Corte y el que poda servir como mayoracicate para poner en prctica las reformas propuestas. Creo que esta lnea deinvestigacin propuesta por Perdices de Blas es demasiado rgida, y puedenser exploradas otras que, sin que nieguen en todos los casos la importancia del

    tema de la decadencia, revelen con mayor precisin y justicia la riquezaoculta en los memoriales y propuestas de los arbitristas.Los intereses que motivan sus diversos escritos eran formalmente los mis-

    mos, pero las intenciones de sus propuestas diferan notablemente de unosautores a otros. Aunque las reflexiones teolgicas no faltan en sus obras, hayalgunos de ellos como los que han sido agrupados como miembros de laEscuela de Salamanca que se ocupan de las cuestiones econmicas en tantoque stas involucran cuestiones morales. En el s. XVI tenernos las obras deMartn de Azpilcueta (1493-1586), Toms de Mercado (1525?-1575), Fran-

    cisco Surez (1548-1617) y Luis de Molina (1535-1601), entre otros. En el s.XVII, objeto aqu de mi inters, el gran nombre de esta tradicin es el de Juande Mariana (1536-1623), quien con su libro De monetae mutatione(Colonia,

    5 Adems del libro de MARGARITACUARTASRIVEROya citado, tenemos otros catlogosque recogen los trabajos de los arbitristas. Vase M. COLMEIRO, Biblioteca de los economistasespaoles de los siglos XVI, XVII y XVIII, Real Academia de Ciencias Morales y Polticas, Madrid,1954, reedicin de la publicada en 1861, y en E. CORREACALDERN,Registro de arbitristas, econo-mistas y reformadores espaoles (1500-1936), Fundacin Universitaria espaola, Madrid, 1981.

    6 LUISPERDICESDEBLAS,La economa poltica de la decadencia de Castilla en el siglo

    XVII. Investigaciones de los arbitristas sobre la naturaleza y causas de la riqueza de las nacio-nes, Sntesis, Madrid, 1990. Puede encontrarse un resumen de esas mismas tesis en PERDICESDEBLAS, El florecimiento de la economa aplicada en Espaa: arbitristas y proyectistas (siglosXVI, XVII, XVIII), en ENRIQUEFUENTESQUINTANA(Dir.),Economa y economistas espaoles,2. De los orgenes al mercantilismo, Galaxia Gutenberg, Barcelona, 1999.

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    1609), entra en la polmica sobre las sucesivas depreciaciones de la monedade velln llevadas a cabo por Felipe III.

    Sancho de Moncada (1580-1638) fue tambin telogo e importante arbi-trista. Su figura nos permite presentar al gran grupo de los arbitristas, aquelloscon preocupaciones fundamentalmente econmicas, ya se ocupen en sus es-critos de temas generales o de cuestiones especficas. Pueden ser agrupadosde distintos modos pero, atendiendo al ncleo de sus propuestas, los agraristasseran Arrieta, Miguel Caxa de Leruela o Lpez de Deza, los partidarios dela promocin de la industria seran Uztriz, el ya citado Sancho de Moncadao Martnez de Mata; y entre los que centraban sus propuestas en las polticasfiscales pueden citarse a lvarez de Toledo, Alczar de Arriaza o Centani. Sin

    olvidar a Martn Gonzlez de Cellorigo o Fernndez de Navarrete. Es curiosoel hecho de que aquellos que proponan medidas liberalizadoras, los menos,tienen orgenes extranjeros, de los cuales podemos citar a Struzzi y Dormer.No es casualidad, como veremos ms adelante.

    3. ELMERCANTILISMO

    Los arbitristas han sido considerados tradicionalmente como parte del

    mercantilsimo espaol, una poca que suele datarse desde finales de la EdadMedia al nacimiento del liberalismo. En el caso espaol, Manuel Martn Ro-drguez lo sita entre 1479 hasta 18127. Desde la subida al trono de Fernandode Aragn a las Cortes de Cdiz. Martn Rodrguez considera a Luis Ortiz elprimer mercantilista espaol y al mercantilismo como una corriente que, ennuestro caso: se caracterizara por haberse ocupado fundamentalmente de ladecadencia econmica de Espaa8, de este modo Marn Rodrguez extiendela clave interpretativa de Perdices de Blas a un perodo todava ms extensode nuestra historia. Son lmites cronolgicos demasiado amplios e imprecisos

    como para poner fin a las preguntas. Alguien podra pensar que esta propuestasignifica explicar lo oscuro por lo oscuro, pues el concepto de mercantilis-mo ha sido objeto de un arduo debate en el pensamiento econmico. Si bienel trmino no lo inventa Adam Smith, pues ste lo toma de los fisicratasfranceses, es posible que su tratamiento del mercantilsimo en La riqueza delas naciones haya determinado el debate posterior9. Los fisicratas designan

    7 Cfr. MANUELMARTNRODRGUEZ, Subdesarrollo y desarrollo econmico en el mercan-tilismo espaol, en FUENTESQUINTANA(Dir.), o. c., p. 359.

    8 Ibdem, p. 361.9 Sobre los usos del trmino mercantilismo en Adam Smith y sus crticas, vase SALMIRASHID, Economists, economic historians and mercantilism, en Southern Economic Journal,90. pp. 493-503 y Adam Smiths interpretation of the history of economics and its influence inthe 18th and 19th centuries, en Quaterly Review of Economics and Business, 17, pp. 56-69.

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    con l a todo aquello a lo que se oponen. El mercantilismo permite nombraral enemigo con el que desean batirse. Los fisicratas forjan as su propia

    identidad frente a lo otro, que es construido a la vez que se construye la propiaidentidad. No es extrao que algunos estudiosos, como Coleman hayan argu-mentado que el mercantilismo no es ms que una invencin historiogrfica10.Sin embargo, creo que es posible usar el concepto de mercantilismo comogran etiqueta para rotular un amplio perodo histrico si somos conscientes deque ello no es ms que la puerta de entrada a la investigacin de la diversidadhistrica, que no puede ser la misma a comienzos del s. XVI que a finales delXVIII, en Inglaterra que en Espaa. No se trata, entonces, de utilizar el con-cepto como un descriptor un designador rgido, que dira Kripke que nos

    sirva para identificar al menos doscientos aos de pensamiento econmico. Esmejor considerar el concepto de mercantilismo como una etiqueta puramenteclasificatoria de una gran cantidad de obras y autores, cuyo rasgo esencial encomn era que sus preocupaciones econmicas giraban en torno al poder delEstado y para los cuales slo en relacin con ste, entraban en consideracinel bienestar de los ciudadanos.

    Adam Smith dedica prcticamente la totalidad del Libro IV de suRiquezade las Nacionesal anlisis del que denomina Sistema comercia o mercan-

    til, cuya primera caracterstica sera la de considerar que la riqueza consisteen dinero o en oro y plata11. La conquista de Amrica y las prohibiciones deexportacin de metales preciosos tendran los mismos objetivos: acumularla riqueza que suponen los depsitos de tales mercancas. El mercantilismoespaol, de acuerdo con Adam Smith, era bullonista, pues identificaba la ri-queza con los metales preciosos y centraba su preocupacin en que aumentasela cantidad que de ellos se atesoraba. No es cierto. Los tericos espaoles eranlos suficientemente sofisticados como para no confundir los medios de pagocon la riqueza misma e incluso algunos de ellos consideraban que las remesas

    de oro americano eran las culpables de la decadencia de la industria espao-la12. Lo que s es cierto es que la poltica comercial era una de las preocupacio-nes bsicas de los arbitristas y todas las medidas proteccionistas, reguladorase intervencionistas estaban dirigidas a convertir al comercio exterior en uninstrumento al servicio de los intereses del Estado que, en general, crean quecoincidan con los de la generacin de riqueza en el interior del pas.

    En general, en el debate sobre el mercantilismo tras los estudios de la Es-cuela Histrica alemana y todas las consideraciones acadmicas de la primera

    10 Cfr. D.C. COLEMAN(ed.),Revisions in Mercantilism, Methuen, Londres, 1969.11 Investigacin sobre la Naturaleza y Causas de la Riqueza de las Naciones. Traduccin

    de Juan Carlos Collado Curiel y Antonio Mira-Perceval Pastor, Oikos-Tau, Barcelona, 1987, aquLibro IV, cap. 1, 1, p. 480.

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    mitad del s. XX han tendido a estudiarlo como un sistema de poder que tenacomo objetivo la construccin de un Estado nacional. Una construccin que

    tuvo a la guerra como elemento configurador. Como seala Schumpeter: laagresin o la defensa, que es lo mismo se convirti en el eje de la po-ltica. En aquel mundo en fermentacin la paz no era ms que un armisticio,la guerra era el remedio normal del desequilibrio poltico y el extranjero, eraipso facto enemigo, como en los tiempos primitivos.13

    Los prncipes siempre han deseado aumentar sus ingresos, y han utilizadosu poder para ello. Pero la creacin del Estado moderno dot de posibilidadesinconcebibles en la Edad Media para la intervencin poltica en la economa.Adems, el contexto de guerras internacionales casi permanentes haca ms

    urgente la necesidad de ingresos, pues los ejrcitos absorban todos los recur-sos que acababan diseminados en los campos de batalla de toda Europa 14. Eneste contexto la generacin de riqueza y los impuestos que la gravan adquie-ren un nuevo significado, pues ya no se trata de mantener una elite gobernan-te, que tambin, sino de poner la potencia econmica de un pas al servicio desu poltica exterior. El mercantilismo es, desde este punto de vista, la doctrinaque subordina los intereses de los individuos al logro de determinados objeti-vos polticos y econmicos que pueda plantearse un gobierno en un momento

    dado, incluidos los objetivos militares. No se trata entonces de que no cono-ciesen cmo funcionan los mercados competitivos, aunque en muchos casospoda ser as, sino que el mercantilismo asume que la libertad econmica nosiempre permite satisfacer la defensa del inters nacional.

    Ello, adems, en un contexto donde el comercio internacional se concibecomo un juego de suma cero. Lo que no gana uno, lo gana el otro. Y este otrosuele ser, adems, nuestro enemigo. Y si no lo es ahora puede serlo en el futuro,cuando acumule ms poder. La poltica econmica no slo es un instrumentopara incrementar los ingresos, sino fundamentalmente un instrumento para la

    guerra. No se trata tanto, como algunos historiadores de la economa parecenquerer decirnos, que no se entendiese adecuadamente cmo funcionaba el co-

    12 As, afirma SANCHODEMONCADAENRestauracin poltica de Espaa: El ao de milcuatrocientos noventa y dos las descubrieron los Espaoles, conquista de inmortal gloria, si hu-biera servido slo de llevar el evangelio a tan remotas Provincias, sin que en Espaa se hubieranvisto sus metales. Alicante, Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, 1999. Edicin digital apartir de la edicin de Jean Vilar, Instituto de Estudios Fiscales, Madrid, 1974. Aqu Discurso III,cap. 11.

    13 Cfr. J. SCHUMPETER,Historia del anlisis econmico, Ariel, Barcelona, 1984, p. 187.14 La situacin era la misma en el caso espaol. As, ANTONIODOMNGUEZORTIZ, en El

    siglo XVII espaol: el transmundo del arbitrismo, afirma: Ese estado de guerra casi permanen-te oblig a poner en tensin todas las fuerzas vitales de las naciones..., en FUENTESQUINTANA(Dir.), o. c., p. 409.

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    mercio internacional, sino de que, como seala Schumpeter: [No] hemos deolvidar nunca si es que querernos entenderlos que casi todos estos autores

    [] escribieron siempre teniendo presentes la guerra y la conquista15. El deba-te entre la Escuela Clsica de economa y la Escuela Histrica Alemana sobre lacuestin del mercantilismo en realidad no estribaba tanto en la cuestin de loscontenidos y objetivos concretos del mercantilismo como en la legitimidad deestas polticas. Si bien el debate historiogrfico reciente ha centrado su intersen el estudio de los casos concretos, no ya nacionales, sino sectoriales y regio-nales, pues stos manifiestan una diversidad enorme que muestra las limitacio-nes que implica el hablar del mercantilismo como un fenmeno nico.

    Si nos centramos en el caso espaol, las conclusiones son semejantes. Y

    es por ello discutible que el mejor modo de leer a los arbitristas espaolessea con la clave de la decadencia del imperio, como hemos visto que hacePerdices de Blas o Martn Rodrguez. El Memorialde Luis Ortiz, en plenoapogeo del imperio espaol, no tiene el mismo carcter que aquellos que seescribe en la dcada de 1640, en plena descomposicin poltica del Conde-Duque de Olivares, en la que algunos contemplan la prdida de muchas delas posesiones europeas como una bendicin que nos libra de una carga quese haba hecho ya insoportable, o aquellos que se escriben en torno a 1620,

    en pleno poder imperial, pero envueltos en las sucesivas devaluaciones de lasmonedas de velln.

    4. UNANUEVACLAVEDEINVESTIGACIN: ELARBITRISMOYLASCIUDADES: ELCASODESANCHODEMONCADA

    Los Memoriales de los arbitristas no estaban destinados necesariamente asu publicacin sino a que llegasen a las ms altas instancias del poder, puesall se encontraban los que tenan en su mano la capacidad de llevar a cabo los

    proyectos que en ellos se contenan. La forma y el destinatario de los escritosdeterminan en gran modo el contenido, pues se centran mucho en los interesesdel destinatario. No es que el inters del autor no estuviese presente, pero stedeba o bien estar en consonancia con el del presunto lector, o bien, si eso noresultaba evidente, convencerlo de que sus intereses coincidan con los ex-puestos por el autor. Ello determina que tendamos a leer los escritos desde elpunto de vista del destinatario y no tanto desde el del autor, cuyos verdaderosintereses pueden quedar enmascarados por la retrica utilizada. No es posibleen este trabajo abordar un estudio sistemtico del contenido de los arbitrios

    propuestos. Aqu me centrar en poner aprueba la viabilidad de mi hiptesisde investigacin contrastndola con el arbitrio de Sancho de Moncada.

    15 Ibdem, p. 190.

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    16 Los extranjeros. como ms diligentes que los Espaoles, usan en Espaa casi todos losoficios, de modo que lo poco que ha quedado que trabajar lo trabajan ellos, y con su natural pres-teza han excluido de todo a los Espaoles, ocupando los puestos de ganar de comer que tenan los

    Moriscos, antes que los nuestros se pudiesen entablar en ellos, y gastan mejor que los nuestroslo que labran, o por ms vistoso, y aparente, o por ms nuevo, o por ms barato. Punto muy deconsiderar (adems de lo dicho en el cap. 2 de los apuntamientos), porque los Espaoles andanociosos, y pobres, y enriquecen ellos, y llevan grandes sumas de Espaa, y as importa vedarlesusar artes ni oficios. (Discurso l, cap. VII).

    17 Muchos inconvenientes pueden ofrecerse que allanar ahora. El primero es que vedadossacar de Espaa los materiales, vedarn en otros Reinos sacar de ellos muchos que son menesteren Espaa, como son estao, plomo, cobre, latn, pastel, cristal, acero, seda, cera, corambre,algodn, madera, cerda, camo, lino, colores, drogas y otros materiales. Digo lo primero que Es-paa tiene en casa todo lo necesario, y si no lo tiene, lo puede tener, como camos, linos, y otrascosas, haciendo V. Majestad que se siembre como digo en el discurso 7, cap. I. Y lo superfluo

    mejor es que no entre porque no se gaste ni se use. Lo segundo digo que antes vendrn muchosmateriales en crudo, si V. Majestad los veda traer en mercaderas labradas, como suplicar luego,pues no tendrn otro gasto de ellos, como los llevan a otras naciones. Lo tercero digo que cuandono los traigan, podrn Espaoles ir por ellos, como van a las Indias, y vienen extranjeros a Espaapor los que han menester, como dir en el cap. 18. (Discurso I, cap. IX).

    Sancho de Moncada publica en 1619 Restauracin poltica de EspaaLa fecha es interesante, pues coincide con el ao en el que el Consejo de

    Castilla entreg el informe que el rey haba solicitado el 6 de Junio de 1618.La famosa Consulta para afrontar los males de Castilla tena tambin eco ennuestro autor. Su anlisis puede ser resumido de forma sucinta, y se expone enel primero de los discursos de su obra: el comercio controlado por los extran-

    jeros era la raz de todos los problemas econmicos a los que se enfrentaba,no slo la corona, sino tambin los sbditos16. La solucin tambin es senci-lla: prohibir la exportacin de las materias primas, para que sean trabajadaspor los propios espaoles y tambin la importacin de productos manufactu-rados, para forzar al consumo del producto nacional17. Todo un programa au-

    trquico que fijara la poblacin en el reino, pues sta no tendra que emigrarpor no haber trabajo en sus lugares de origen. Adems, el programa evitarala prdida de plata provocada por el comercio exterior. A partir del discursocuarto, hasta el sexto, dedica su atencin Sancho de Moncada a la HaciendaReal e intenta ganar el favor hacia su propuesta responsabilizando tambina los extranjeros de la disminucin de los ingresos, desechando primero unaserie de causas que se aducan normalmente. De este modo el captulo IV dellibro IV que se titula Verdadera causa de la disminucin de las rentas Reales,

    comienza con la taxativa afirmacin: Digo que son los extranjeros.Una vez acusados de ser los causantes de la prdida de ingresos de laHacienda Real, su propuesta se centra por un lado, como podramos esperar,en gravar no slo los productos extranjeros, sino a los extranjeros mismoscargando un tanto por cabeza a cada extranjero que no sea Embajador o

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    vasallo de V. M., o que venga a negocio til de V. M. o del Reino18. Sanchode Moncada es consciente de que las restricciones al comercio exterior que su

    programa exige supondran una disminucin de los ingresos de la Haciendapor esa rbrica. Cuantos ms altos fuesen los impuestos menos ingresos ha-bra, pues desincentivara la instalacin de extranjeros en el Reino. As quepropone un nuevo impuesto sobre los cereales, que actuara como gravamennico, el cual, segn su criterio, simplificara el cobro y mejorara la gestin,adems de aumentar las rentas. Su objetivo es, adems, suprimir el Serviciode Millones, pues: La experiencia y la comn voz dice los lugares que haperdido y despoblado este servicio, y lastimosos daos; quebrar las piadosasy Reales [41v] entraas de V. M. ver quitar de la boca al pobre jornalero el

    trago de vino, y a la pobre viuda y hurfanos la corta racin de vaca y aceiteque desea para trasnochar, y ganar un pan, y a los ejecutores de ellos echar delas pobres pajas a los miserables, y todo sin tener en qu ganar para pagarlos,como solan cuando los pagaban, porque ganaban para todo.19

    El Servicio de Millones, como es bien conocido, dependa de la voluntadde las Cortes, lo que les confera cierto poder sobre las decisiones de gasto dela Monarqua. Su supresin sera sentida, afirma Moncada, fundamentalmentepor los mismos procuradores: El inconveniente de esto no se teme sino de

    parte del mismo Reino (digo de sus procuradores) que desean las mercedes dela concesin20. Pero lo que no dice es que no sera mal acogida por las ciu-dades, que se veran libres de una imposicin a la que difcilmente se podannegar. Los beneficios de la concesin del servicio recaan sobre unos pocos,peco sus efectos negativos afectaban a toda la ciudad, pues las ciudades eranlas que deban conseguir el dinero prometido al rey.

    La desaparicin de buena parte del comercio exterior que supona la pro-puesta de Moncada no poda ser ocupada por los productores espaoles pues,como afirma Carmen Sanz Ayn: Como es sabido, en la Espaa del siglo

    XVII no exista un mercado interior o, lo que es lo mismo, no es posiblehablar de un conjunto de oferta-demanda, trfico y precios que tuviesen losmnimos elementos uniformes a escala peninsular. La Monarqua mantuvo lasaduanas de los reinos que la integraban. Las barreras se hacan evidentes noslo en el caso de Castilla con Aragn, Portugal o Navarra, sino que dentro delos propios reinos existan a su vez fronteras comerciales de variado tipo:derechos de trnsito, portazgos o pontazgos que, en definitiva, dificultaban lafluidez del trfico comercial21.

    18 Ibdem, Discurso IV, cap. V.19 Ibdem, Discurso VI, cap. II.20 Ibdem, Discurso VI, cap. III.21 Cfr. CARMENSANZAYN, La decadencia econmica del siglo XVII, en ALFREDOFLO-

    RISTN(coord.)Historia de Espaa en la Edad Moderna, Ariel, Barcelona, p. 398.

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    La autarqua no era, por consiguiente, de carcter nacional, e incluso tam-poco de carcter castellano, pues no hay propuestas encaminadas a crear un

    mercado interior fuerte y cohesionado, mejorando las comunicaciones, la se-guridad del transporte y eliminando las trabas al comercio. El resultado de lasmedidas propuestas por Moncada slo puede ser el fortalecimiento de las ciu-dades corno capitales comerciales de sus reas de influencia. En una sociedadfundamentalmente agraria, los campesinos deban tanto vender sus exceden-tes en la ciudad como comprar en ella los productos que necesitaban. Pero nopueden ser los comerciantes lo beneficiados por estas medidas, pues stos noestn capacitados para extender sus negocios con un mnimo de racionalidadeconmica. La autarqua es un ataque al comercio que persigue el fortaleci-

    miento del pequeo productor. ste, adems, estaba agrupado en gremios ycofradas que controlaban no slo la produccin de la ciudad, sino tambinquines podan ser los productores. Es esta arquitectura gremial que dominalas ciudades la que se beneficiara realmente de las propuestas de Moncada.

    Jess Bravo seala cmo en la poca se produce lo que denomina grfica-mente un cierre gremial protagonizado por los maestros contra oficiales yaprendices. Y sigue de forma casi inmediata: defienden un puesto en el sis-tema productivo y en la comercializacin propugnando una vigilancia intensa

    sobre los talleres y el producto final para evitar la competencia y el trabajolibre. Todo ello en nombre de la calidad y del beneficio del pblico22. Orde-nanzas estrictas y pormenorizadas que suponen imposibilitar el trabajo libre,limitando las formas de produccin y, tambin, el producto final. Hasta lleganal punto de que algunos gremios exigen que la viuda se case con un maestroen el plazo de 16 meses o, en caso contrario, deber vender las existencias yabandonar el negocio. Todo est reglado para mantener la exclusin23.

    Sancho de Moncada perteneca al grupo de Toledo y es curioso queRogelio Fernndez, en su reciente estudio sobre este autor, no repare ms en

    la relacin entre los temas del arbitrio de Moncada con el grupo de Toledo.Una correcta interpretacin de sus propuestas es indesligable de las preocu-paciones de los toledanos por la decadencia de su ciudad y que tenan comoelemento comn el carcter proteccionista de sus propuestas. Su objetivo eraponer trabas al comercio extranjero, pues la importacin de productos textilesestaba hundiendo la produccin toledana24.

    22 Cfr. JESSBRAVO, Polarizacin y tensiones sociales, en ALFREDOFORISTN(coord.), o.c., p. 426.

    23 Ibdem, pp. 426- 7.24 Una larga cita de ROGELIOFERNNDEZDELGADO resume muy bien los nombres y las

    propuestas de los miembros de este grupo: Cabe destacar la propuesta del arbitrista BaltasarElisio de Medinilla de nacionalizar los empleos honorficos y cargos eclesisticos que con lacomplicidad del Rey haban pasado a manos extranjeras. Una propuesta que aparecer en el bien

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    Solamente desde una idea de ciudad que pugna por conservar sus privi-legios frente a la monarqua que haba sido su aliada en la lucha contra la

    aristocracia pueden interpretarse las propuestas econmicas de Sancho deMoncada. Por qu gravar entonces los cereales y no el consumo suntuario,como propone? Desde luego, no parece que le preocupen las cuestiones deequidad fiscal. Su propuesta de que la deuda pblica est en manos de caste-llanos y no de extranjeros va en la misma lnea de refuerzo de los grupos depoder dominantes en algunas ciudades, la alianza de rentistas y gremios. Enrealidad, Moncada aparece no ya como un defensor de la ciudad como tota-lidad poltica, sino especialmente de las elites sociales que las controlaban yque estaban perdiendo poder por la construccin, lenta y dificultosa, de un Es-

    tado centralizado que tenda a concentrar el poder en manos de la monarqua.

    5. SAAVEDRAFAJARDO

    Pero no todos los que escribieron sobre cuestiones econmicas en aquelmomento responden al mismo esquema. No todos pueden ser calificados dearbitristas, aunque la mayor parte puedan ser vagamente caracterizados de mer-cantilistas. Y un buen ejemplo es el que nos proporciona Saavedra Fajardo. El

    escritor y diplomtico murciano no es un arbitrista. Y no principalmente porquerechace tal etiqueta25, ni tampoco porque pueda diferir en los temas centrales

    conocido por Sancho de MoncadaMemorial a la imperial Ciudad de Toledo. Tambin pertenecea este grupo el doctor Garca de Herrera y Contreras y su memorial a la Ciudad de Toledo (1618);le sigue Jernimo Ceballos con dos trabajos: Memorial para suplicar al rey (Felipe III) que seprohba la entrada a las mercaderas labradas fuera del reino y la salida de las lanas y mate-

    riales en que se han de ocupar y trabajar los naturales (1623). Este autor apoyar la interesantepropuesta de Toms Cardona, que pretenda devaluar el real de plata. Una medida que teri-camente afectaba positivamente a la produccin manufacturera toledana. Ceballos mantendr

    coherentemente su postura, a sabiendas que sta perjudicaba a las rentas reales y por tanto a laCorona. [...] Tambin perteneca al grupo el doctor Alonso Narbona y su hermano, el tambindoctor Eugenio Narbona con suDoctrina poltica y civil escrita en aforismos(1604). [...] Cierranel grupo Juan Vzquez, cuyo informe sobre la evolucin demogrfica de Toledo lo utilizar San-cho de Moncada en su trabajo; el doctor Pablo de Moncada y el contador Garcs de Molina. Cfr.suLiberalismo y estatismo en el siglo de oro espaol. Un estudio comparado del pensamientoeconmico de Juan de Mariana y Sancho de Moncada, Unin Editorial, Madrid, 2006, pp. 52-3.Sin embargo Rogelio Fernndez, desde mi punto de vista, no extrae las conclusiones adecuadasde tales evidencias para su interpretacin de la obra de Sancho de Moncada. pues pone el acentoen los beneficios que para Castilla representaran, segn Moncada, sus propuestas. desdeandolas que se derivan para la ciudad, especialmente en el caso de Toledo.

    25 Afirma en la Empresa 69 en relacin con los problemas econmicos de la MonarquaHispnica: [...] sealar aqu brevemente sus causas y sus remedios. No sern stos de quintasesencias ni de arbitrios especulativos. que con admiracin acredita la novedad y con dao reprue-ba la experiencia, sino aquellos que dicta la misma razn natural, y por comunes desprecia laignorancia. (p. 485).

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    26 Cfr. Empresa 67, p. 472.

    27 Cfr. Empresa 68, p. 477.28 Cfr. Empresa 69, p. 488.29 Cfr. Empresa 69, p. 489.30 Cfr. Empresa 69. p. 487.31 Cfr. Empresa 67, p. 471.

    de sus propuestas. Porque, como ellos, Saavedra insiste en los males del excesode tributacin (Empresa 67) y los problemas que plantean los mismos cobra-

    dores: porque a veces hacen ms dao que los mismos tributos26. Saavedra,como la mayor parte de los arbitristas, cree que el comercio exterior nos esdesfavorable: Entregamos a genoveses la plata y el oro con que negocien, ypagamos cambios y recambios de sus negociaciones. Salen de Espaa la seda,la lana, la barrilla, el acero, el hierro y otras diversas materias. Y volviendo aella labradas en diferentes formas, compramos las mismas cosas muy caras porla conduccin y hechuras, de suerte que nos es costoso el ingenio de las demsnaciones27. Adems, es tremendamente duro con la poltica de devaluacindel velln, pues afirma: que le hicieron ms dao [al reino] que si hubieran

    derramado en ella todas las serpientes y animales ponzoosos de frica28. Y,por ltimo, aboga, como ellos, por la moderacin en el gasto: que las rentaspblicas antes excedan que falten a los gastos, moderando los superfluos...29.

    No son pocas las coincidencias, pero, a pesar de todas ellas, deca queSaavedra no puede ser calificado de arbitrista, fundamentalmente porque nopropone ningn arbitrio, ninguna medida o conjunto de medidas concretasque tengan como fin la mejora de la salud de la economa espaola. Promoverla agricultura y el comercio, vigilar la estabilidad de la moneda que se deben

    conservar puras, como la religin30

    , no gastar ms de lo que se ingresa, no es-quilmar a los sufridos contribuyentes, etc., son medidas econmicas deseablesen la Espaa del siglo XVII y en la del siglo XXI pero, por su generalidad, noconstituyen ningn programa econmico. Y Saavedra es consciente de ello.Tales medidas entran ms en los consejos de prudencia que en los memorialesde los arbitristas. Lo cual es perfectamente coherente con la intencin generalde lasEmpresas polticas.

    En esa lnea est su rechazo a que se grave directamente a la nobleza.Saavedra recuerda que tomaron las armas contra el rey don Alonso el Ter-

    cero, que les quiso obligar a la imposicin de cinco maraveds de oro al aopara los gastos de la guerra31. No nos dice que sea injusta la imposicin, sinoque no parece prudente. E, inmediatamente, aade: No se han de imponerlos tributos en aquellas cosas que son precisamente necesarias para la vida,sino en las que sirven a las delicias, a la curiosidad, al ornato y a la pompa.Con lo cual, quedando castigado el exceso, cae el mayor peso sobre los ricos

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    ypoderosos, y quedando aliviados los labradores y oficiales, que son la parteque ms conviene mantener en la repblica32. La nobleza debe tributar, pero

    de forma indirecta, una propuesta que es justamente la inversa a la de Sanchode Moncada.

    En la misma lnea cabe interpretar lo que podemos calificar de vagueda-des con respecto al comercio exterior. Por un lado, hemos visto que Saavedralo denuncia, del mismo modo que Sancho de Moncada, pues intercambiarnosmaterias primas por productos elaborados. Pero no propone la abolicin del co-mercio, sino su desarrollo. De hecho, la Empresa 68 es una defensa de la activi-dad comercial que en ningn momento pretende que deba circunscribirse a losreinos de la Monarqua Hispnica. En relacin con esta cuestin, recomienda

    los tributos sobre las mercancas que se sacan, porque la mayor parte pagan losforasteros33. Pero no sobre las importaciones, con el convencimiento de questas s las pagaran los sbditos del rey. No se trata de poner de relieve el ab-surdo econmico de la medida, sino la lgica subyacente. Saavedra no pretendeevitar el comercio exterior. No hay referencias que puedan ser relacionadas conuna concepcin de una balanza comercial deficitaria, todo lo ms es un comen-tario, no muy afortunado, sobre una mejor gestin de los impuestos.

    Saavedra Fajardo no elabora un programa de reforma econmica, sino un

    conjunto de medidas de prudencia, ms defendibles unas que otras, con laplena conciencia de que, como afirma: Bien reconozco la dificultad de talesremedios34. Sus propuestas coinciden en muchas ocasiones con algunas delos arbitristas, pero su preocupacin central no es la misma que la de muchosde ellos. Si mi hiptesis de investigacin es correcta, parte del arbitrismo nodebe ser ledo con la clave de la decadencia del imperio, sino de las reformasque restauran o refuerzan el poder de las ciudades, de cuyas elites gobernan-tes proceden muchos de ellos, o al menos estn bien relacionados con ellas.Tampoco las preocupaciones econmicas de otros pensadores, que hemos

    ejemplificado con Saavedra Fajardo, son reductibles a la cuestin de la de-cadencia del Imperio. La Monarqua Hispnica tena que abandonar el sueode gobernar el mundo por la fuerza de su espada, pero an segua siendo unapotencia temible en la Europa barroca. Las empresas centradas en las cues-tiones econmicas estn pensadas desde el punto de vista de la conservacinde la fuerza de la Monarqua Hispnica, para preservar la salud del reino,especialmente la de Castilla, pues: Es el reino de Castilla el que con su valory fuerzas levant la monarqua35.

    32 Cfr. Empresa 67, pp. 471-2.33 Cfr. Empresa 67, p. 472.34 Cfr. Empresa 69, p. 491.35 Cfr. Empresa 69, p. 485.

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    En conclusin, los escritos econmicos de los siglos XVI y XVII debenser reledos desde enfoques menos unidireccionales. En este sentido, el enfo-

    que que proporciona la historia de los conceptos polticos puede iluminar talesescritos y, a la vez, ser enriquecida por ellos. Pues su diversidad nos propor-ciona una visin ms profunda y matizada de nuestra historia comn.

    Recibido: 13 Noviembre 2006Aceptado: 12 Mayo 2007