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ENSAYO: LA CRISIS DEL SUJETO: ¿QUÉ QUEDA DEL SUJETO?
JOAQUIN DARIO HUERTAS RUIZ
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¿Qué sucedió con la utopía del hombre libre, autónomo, racional y capaz, que esperaba la
modernidad? Podemos afirmar que la Ilustración produjo un ser humano que posee todas las
posibilidades para ejercer la subjetividad pero sin embargo, su resultado es un individuo que
no obra de acuerdo al proyecto moderno, como una criatura ajena a la identidad que se le dio,
sin poder alcanzar lo que se proyectó sobre ella.
Desde el momento en que la racionalidad triunfó como criterio de conocimiento, se esperaba
que los hombres prontamente pudieran evidenciar que la proclama cartesiana cogito, ergo
sum, fuera una realidad tan verdadera como si fuera una demostración matemática de la
realidad. La confianza en la ciencia y en el poder de la razón, que desplazaron a los mitos y
las creencias religiosas gracias a la explicación de los fenómenos naturales, iniciaron la
conformación de un nuevo hombre para la nueva.
La confianza en este proyecto hizo pasar desapercibidas algunos aspectos que al ser
fundamentales en la constitución del sujeto, produjeron la imposibilidad de su realización: se
le añadieran atributos que provenían de regiones humanas ajenas a la composición epistémica
establecida inicialmente debido al dominio alcanzado por la racionalidad, asumiendo
también el imperativo evangélico “la verdad os hará libres” y que los hombres, formados
adecuadamente, alcanzarían la paz perpetua y un mundo a mejor con el poder de su
pensamiento, el cual se entiende desde entonces como voluntad. Tenemos entonces un sujeto
de la modernidad que ha sido compuesto por partes cosidas bajo una racionalidad fallida por
su parcialidad y relatividad impuesta por la cultura de occidente y forjada a la fuerza bajo el
criterio de la posibilidad de la universalidad.
En este ejercicio buscamos analizar cuáles son los aspectos de que nos muestran la crisis del
sujeto y cómo este termina yendo hacia la creación de un hombre que no alcanzó tal condición
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convirtiéndose en un individuo diluido, borroso, el cual, si bien se entiende a sí mismo como
sujeto, no actúa como tal, ni obedece a sus atributos, sino a principios atribuidos a la idea
inicial de la subjetividad respondiendo entonces a metas y objetivos ajenos a la idea misma
de sujeto.
Se planea responder a este planteamiento, tratando los siguientes aspectos:
1. Exponer los aspectos en los que la idea de sujeto se desdibuja y pierde su identidad
siguiendo el análisis por Nietzsche en “Más allá del bien y del mal” y en “Crepúsculo
de los ídolos”.
2. Evidenciar la crisis del sujeto desde la construcción de éste a partir de distintas partes
que lo componen y le dan las características que ahora posee y por los que está en
crisis: Siguiendo a Gil (2009), podemos observar cómo al sujeto le ha sido asignado
el uso eficaz de la razón, añadiéndose una moral derivada de la religión junto a la
presunción de la existencia de una idea de sujeto clara y distinta, la cual es
esencialmente un relato.
1. La idea de sujeto en Nietzsche: ilusión y error.
Para este trabajo se consideró el textos de Friedrich Nietzsche: De los prejuicios de los
filósofos en “Más allá del bien y del mal” de 1886 y Los cuatro grandes errores, en
“Crepúsculo de los Ídolos” de 1889. Nietzsche dirige sus esfuerzos a denunciar la ficción del
sujeto; nos permite reconocer el aparataje sobre el que se ha montado este personaje, o si se
quiere, las partes de la maquinaria integradas para hacer este gran cuerpo monstruoso que es
el sujeto.
1.1. “De los prejuicios de los filósofos”
En la primera parte del libro “Más allá del bien y del mal”, “De los prejuicios de los
filósofos”, se propone un inventario de aquellos supuestos que han delineado el pensamiento
occidental en torno a lo que puede considerarse la verdad, la moral, el mundo y la realidad,
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entre otros y sobre todo, la figura del sujeto como “libre voluntad”. Analicemos algunos
elementos de este apartado que son especialmente significativos para la reflexión:
En los dos primeros aforismos se analizan dos cuestiones relevantes, a saber: la voluntad de
verdad y la dialéctica como posibilidad de conocimiento. Podemos ver la mención al
prejuicio tener verdades establecidas como verdaderas. En el primer aforismo, se alude a la
poderosa imagen del encuentro entre Edipo y la Esfinge, para ilustrar el debate surgido entre
el deseo, el rechazo y el riesgo que entraña la voluntad de verdad que ha impulsado la
construcción de la subjetividad: “¿Quién de nosotros es aquí Edipo?¿Quién Esfinge?”
(Nietzsche, 2007, pág. 23).
El querer saber, propio de la voluntad subjetiva, pronto implica el problema de validar el
saber producido como resultado del quehacer dialéctico, pues, tal como se muestra en el
segundo aforismo la intención de alcanzar la verdad a partir de la dialéctica, no sólo es una
pretensión, sino también un ejercicio que no posee valor epistémico en tanto de la lucha entre
contrarios no puede surgir un elemento más puro, sino el fruto de la retórica que mejor pudo
convencer.
« ¿Cómo podría una cosa surgir de su antítesis? ¿Por ejemplo, la verdad, del error?¿O la voluntad de verdad, de la voluntad de engaño? ¿O la acción desinteresada, del
egoísmo? ¿O la pura y solar contemplación del sabio, de la concupiscencia?(Nietzsche, 2007, pág. 23)
En la dialéctica no está solamente implicada la búsqueda de la idea más pura, sino también
los intereses y pasiones que mueven a la búsqueda de la verdad. Sin embargo, tal búsqueda
está comprometida con su investigador, con sus motivaciones y necesidades, su sistema de
valores y su deseo de establecer “algo que al final es bautizado solemnemente con el nombre
de «la verdad»” (Nietzsche, 2007, pág. 23), situación que debe ser reemplazada por la
capacidad de buscar de otro modo la verdad, caracterizada por una búsqueda que no
comprometa verdades definitivas, sino un constante buscar marcado por la posibilidad y el
placer de la búsqueda, es decir la eliminación de los prejuicios para alcanzar la verdad y la
pretensión de la capacidad de un correcto tratamiento a través del ejercicio dialéctico.
Pese a todo el valor que acaso corresponda a lo verdadero, a lo veraz, a lo
desinteresado: sería posible que a la apariencia, a la voluntad de engaño, al egoísmo
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y a la concupiscencia hubiera que atribuirles un valor más elevado o más fundamental
para toda vida. (Nietzsche, 2007, pág. 24)
Otro prejuicio de los filósofos apreciable en la propuesta de Nietzsche (aforismos 4-6), es la
necesidad de establecer una base interpretativa para construir conocimientos que sesuponen son claros y distintos, a despecho de la realidad de la naturaleza, que se ofrece en
toda su crudeza, falta de lógica y de estructura, en otras palabras, falta de ese cuerpo de
principios inamovibles erigidos como verdad. Como prejuicio, se produce un verdadero
conflicto con los filósofos en tanto su posesión o ausencia determina mucho de los alcances
de su pensamiento y se enseña al filósofo a pretender la existencia de alguna verdad
incuestionable o que hay la esperanza de llegar a ella de algún modo:
La tan tiesa como morigerada tartufería del viejo Kant, con la cual nos atrae hacia los
tortuosos caminos de la dialéctica, los cuales encaminan o, más exactamente,descaminan n hacia su «imperativo categórico» - esa comedia nos hace sonreír a
nosotros, hombres malacostumbrados que encontramos no parca diversión en indagarlas sutiles malicias de los viejos moralistas y predicadores de moral. Y no digamos
aquel hocus-pocus [fórmula mágica] de forma matemática con el que Spinoza puso
una como coraza de bronce a su filosofía y la enmascaró -en definitiva, «el amor a susabiduría », interpretando esta palabra en su sentido correcto y justo-, a fin de
intimidar así de antemano el valor del atacante que osase lanzar una mirada sobre esa
invencible virgen y Palas Atenea: - ¡cuánta timidez y vulnerabilidad propias delata
esa mascarada de un enfermo eremítico! (Nietzsche, 2007, pág. 27)
De lo que se sigue, puede comprenderse el prejuicio de necesidad de un sistema de
representaciones o de una escuela que proporcione las bases interpretativas o los principios
bajo los cuales puede oficiarse el ejercicio de la filosofía y con ello, la dependencia a un
canon que finalmente establece verdades y sistemas morales para ser seguidos como normas
de la vida, dejando de lado el devenir de la naturaleza, el cual no se rige por ningún principio,
sea este moral o científico (critica del estoicismo y el platonismo, aforismos 7 a 9 y la crítica
al positivismo, aforismo 10). Se debe considerar también en este conjunto la sátira a Kant
(aforismo 11) y al cientificismo denominado aquí atomismo materialista, el cual se abroga la
verdad desde la perspectiva de un saber constituido desde la evidencia científica, (aforismos
11 a 13), junto a la idea de la dependencia de un saber que encuentra en la fisiología las bases
explicativas de la realidad del hombre (aforismos 14 y 15), desde el influjo de una serie de
principios y leyes que Nietzsche considera inventos, en tanto no hacen relación a ningún tipo
de evidencia verificable.
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El prejuicio de la voluntad, del «yo» y del «yo quiero» en el sujeto, es decir, la capacidad de
este de reconocerse distinto de los otros individuos, es uno de los prejuicios más complejos
tratados por Nietzsche en esta obra, pues se advierte que no sólo compromete una forma de
establecer el conocimiento, desde una entidad atomizada y separada de los otros para conocer
la universalidad y la generalidad del todo, sino algo también comprometido con una suerte
de sistema moral que produce el conocimiento por el esfuerzo del capricho de quien lo busca.
Schopenhauer dio a entender que la voluntad era la única cosa que nos era
propiamente conocida, conocida del todo y por entero, conocida sin sustracción niañadidura. Pero a mí continúa pareciéndome que, también en este caso, Schopenhauer
no hizo más que lo que suelen hacer justo los filósofos: tomó un prejuicio popular y
lo exageró. (Nietzsche, 2007, pág. 40)
Esta volición posee tres características:
…en primer término, una pluralidad de sentimientos, a saber, el sentimiento delestado de que nos alejamos, el sentimiento del estado a que tendemos, el sentimiento
de esos mismos «alejarse» y «tender», y, además, un sentimiento muscular
concomitante que, por una especie de hábito, entra en juego tan pronto como«realizamos una volición», aunque no pongamos en movimiento «brazos y piernas».
Y así como hemos de admitir que el sentir, y desde luego un sentir múltiple, es un
ingrediente de la voluntad, así debemos admitir también, en segundo término, el
pensar: en todo acto de voluntad hay un pensamiento que manda; - ¡y no se crea quees posible separar ese pensamiento de la «volición», como si entonces ya sólo quedase
voluntad! En tercer término, la voluntad no es sólo un complejo de sentir y pensar,sino sobre todo, además, un afecto: y, desde luego, el mencionado afecto del mando.(Nietzsche, 2007, págs. 41-42)
El autor alemán nos propone las funciones de la voluntad desde la perspectiva
Toda volición consiste sencillamente en mandar y obedecer, sobre la base, como
hemos dicho, de una estructura social de muchas «almas»: por ello un filósofo debería
arrogarse el derecho de considerar la volición en sí desde el ángulo de la moral:entendida la moral, desde luego, como doctrina de las relaciones de dominio en que
surge el fenómeno «vida». (Nietzsche, 2007, pág. 43)
Deducimos aquí que este sistema de la voluntad es una ilusión, basada en la idea de la
capacidad psíquica de proyectarse, más parecida a una forma de magia que a un modo
legítimo de hacer filosofía, sin que ello opere en la realidad como algo concreto y que permita
la acción individual del hombre. Se le desea atribuir a algo como la voluntad la
responsabilidad sobre las acciones, desde la perspectiva de un poder que obra de juez. En ese
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sentido, es importante preguntarse sobre el valor de las acciones en el sentido moral y en el
alcance que tiene la acción y la voluntad. En este sentido, en los cuatro grandes errores, el
error de la voluntad libre aclara mucho de esta cuestión, en tanto nos proporciona un
panorama de reflexión en donde se expone la confianza en la libre voluntad, la cual no es
sino una forma de producir un individuo que se culpa a si mismo de las acciones y que está
alerta de las consecuencias de sus actos, prohibiéndose, de forma contradictoria su
posibilidad de ejercer la libre voluntad.
1.2. Los cuatro grandes errores
“Los cuatro grandes errores”, hacen parte del libro “El crepúsculo de los ídolos” de 1889. Se
trata aquí de las ideas y principios que delinean las acciones del sujeto, sobre todo desde la
perspectiva moral y la epistémica.
El primer error, Error de la confusión de la causa con la consecuencia, es convertir el sistema
moral en el centro de las acciones humanas, lo cual hace que la vida del hombre esté ligada
a principios que no coinciden con su actuar cotidiano. El ejemplo de Cornaro, quien hace de
la dieta la causa de una vida saludable y no por su constitución física, anteponiendo medios
y accidentes a la esencia de las cosas; Nietzsche parece decirnos que la religión y la moral
deben satisfacer en su punto exacto, no más allá pues el abuso hace daño.
La fórmula más general y que subyace a toda religión y moral reza « ¡Haz esto yaquello, no hagas esto ni aquello; así alcanzarás la felicidad! En otro caso…» Todamoral, toda religión, es este imperativo, – yo lo denomino gran pecado original de larazón, inmortal sinrazón. En mi boca, esa fórmula se transforma en su contraria – primer ejemplo de mi «transvaloración de todos los valores»: el hombre bienconstituido, un «feliz», tiene que realizar ciertas acciones y recela instintivamente de
otras, lleva a sus relaciones con los hombres y las cosas el orden que él representa
fisiológicamente. (Nietzsche, 2002, pág. 68)
El régimen moral se fundamenta en los principios religiosos que, sin tener mayor soporte
racional, ordena: Haz esto y aquello o no lo hagas: mandatos con los cuales se anula el sujeto
y el valor de la existencia en el mundo de la experiencia, donde debe vivir antes que limitarse.
Contrario a lo que dice la moral – ¡abstente! – , la virtud es precisamente la vida activa de los
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hombres, sobre toda ley que obstruye tal felicidad. No debe olvidarse que las normas se
crearon como mediaciones para la armoniosa convivencia de los hombres.
De otro lado, se atribuye la causalidad a principios racionales absolutos y objetivos, a los
cuales el hombre se somete y accede a la verdad. En el Error de una causalidad falsa,
Nietzsche nos advierte de los peligros de someterse a la verdad producida desde un punto de
vista, el cual no siempre está favoreciendo la vida, esto es, la realidad del hombre que le
permite vivir, sino que, al contrario, le sume en un sinsentido vital. ¿Es esto un llamado al
abandono de un tipo de razón? Es evidente que para Nietzsche la vida prima sobre lo demás,
es decir, aquello que no está hecho en función de la medida, pues en últimas lo que nos
podemos encontrar como discurso de la verdad es, en esencia, el fruto de la acción subjetiva
de alguien que se impuso sobre los demás con sus razones.
En todo tiempo se ha creído saber que es una causa: más ¿de dónde sacábamos
nosotros nuestro saber, o, más exactamente, nuestra creencia de tener ese saber? Del
ámbito de los famosos «hechos internos», ninguno de los cuales ha demostrado hasta
ahora ser un hecho. (Nietzsche, 2002, pág. 69)
En este mismo error, encontramos cuestionada la voluntad; es un fuego fatuo, fruto de la idea
del poder de la conciencia. La voluntad nos mueve, pero no nos garantiza que haya una
vivencia del mundo, en tanto los referentes morales y cognitivos se proponen desde la
relatividad de los actos internos (de la conciencia).
Al igual que la voluntad, la imaginación actúa en el hombre para aportar nociones
distorsionadas de la realidad, sobre todo cuando nos percatamos del carácter insustancial de
las ideas y acciones motivadas por la dimensión onírica, de esto trata el Error de las causas
imaginarias: “Para partir del sueño: a una sensación determinada, surgida, por ejemplo a
consecuencia de un lejano disparo de cañón, se le imputa retrospectivamente una causa (a
menudo toda una pequeña novela, en la que precisamente el que sueña es el protagonista)”
(Nietzsche, 2002, pág. 71). El disparo de un cañón, un evento ajeno al que lo oye, se incorpora
como parte de la fantasía e inclusive se hace parte de un sueño, pero de la misma manera la
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imaginación será fuente de algunas ideas que el hombre da por verdaderas. Nos desviamos
de las cosas y les atribuimos causas que no existen o no tienen un sentido de suyo, pues son
ajenas a todo conocimiento y valor: las representaciones que fueron engendradas por una
situación determinada fueron concebidas como causas de ella.
En el error de la voluntad libre, Nietzsche observa que a pesar de ser la subjetividad un
movimiento secular, mantiene los mismos ejes morales del cristianismo y sobre todo, con
mayor poder porque se ha investido de la asepsia de una moral sin dios, cuando este dios está
oculto o es una mera marioneta de los teólogos, moralistas y demás, quienes regulan su
mundo. Se es sujeto, porque se asume una culpa diseñada para el común de los mortales y
sobrepasada por los sacerdotes, quienes se igualan a los dioses al ejercer de jueces del destino
de todos los hombres: condenan o salvan, según su voluntad, pues no es la observancia de la
regla lo que nos salva, sino el criterio de sus ministros.
(…) la doctrina de la voluntad ha sido inventada esencialmente con la finalidad decastigar, es decir, de querer-encontrar-culpables. Toda la vieja psicología, la psicología
de la voluntad, tiene su presupuesto el hecho de que sus autores, los sacerdotes colocadosen la cúspide de las viejas comunidades, querían procurarse a sí mismos o bien a Dios,
ese derecho. A los seres humanos se los imaginó «libres», para que pudieran ser juzgados, castigados, – para que pudieran ser culpables; en consecuencia, había queconcebir cada acto como acto volitivo, el origen de cada acto como situado en la
consciencia (…) (Nietzsche, 2002, pág. 75)
De allí podemos asumir que el actuar del hombre estaría movido por causas equivocadas: la
moral imperante orienta erróneamente porque se instituye desde condicionamientos
imaginados o creados sin correspondencia con la realidad. Los condicionamientos implican
que el comportamiento se basará en meras ilusiones y en consecuencia el sujeto también será
una ilusión de lo que debe ser un hombre sometido a los requerimientos morales de la religión
cristiana. Podemos pensar que el proyecto de ser feliz, libre y autónomo se frustra al estar
sometido a las reglas con las que ha sido creado.
2. Crisis del sujeto y educación.
Fernando Gil Cantero en su escrito “educación y crisis del sujeto”, analiza el modo en que la
subjetividad moderna ha entrado en crisis, asociada a la emergencia de la posmodernidad,
junto a la disolución de cualquier certeza de carácter universal. Según Gil, la crisis del sujeto
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se identifica en tres cuestiones fundamentales: la racionalidad, el lenguaje y su carácter
moral.
Además de lo ya mencionado en Nietzsche, podemos ver que la acción del sujeto puede
percibirse no sólo a partir del proyecto, también en la incapacidad del sujeto para poder
afrontar las condiciones de la posmodernidad. Como se incluye también el componente
educativo, la crisis es evidente en el deseo de formar en un pensamiento racional sólo se
cumple en la medida en que se ha generado la sensación y el convencimiento que lo pensado,
lo dicho y lo actuado posee ese carácter. Se lleva al individuo a estar seguro de su razón y a
no ser capaz de ver más allá de sí mismo:
La crisis de la razón es una crisis de la razón total, universalista y uniformadora. Es
una crisis del pensamiento tecnológico posibilista, de la verdad con mayúsculas. Es
un ataque a un logos engreído, objetivizador e ilimitado. Lo que se trata de recuperaro, si se quiere descubrir, es el otro lado de la razón, la sinrazón del disenso, de la
subjetividad, de la ocurrencia, de la apariencia, de la imagen, de la metáfora, de lo
indeterminado, etc. Con la razón moderna el sujeto se atiene y reconoce el ordenestablecido, las secuencias, las consecuencias, los premios y los castigos, las leyes,
las normas; es un ser autónomo vinculado a un Todo. (Gil, 2009, pág. 48)
La cuestión está en lo que se ha hecho para concretar a un sujeto que sea sujeto racional, pues
este no terminó siendo una criatura publica, sino un ente ensimismado en sus propios asuntos,
lo que contradice la educación racional y moderna requerida para hacer emerger un sujeto:
alguien con la capacidad de pensar y argumentar en público, con capacidades comprensivas,
lógicas y críticas a ser usadas en el debate; un hombre educado para ser ciudadano y elector
de su propio quehacer.
Parece como si el Sujeto fuese, metafísicamente, la opinión que sustenta, de tal modo
que se hace difícil cuestionar y, más aún, desacreditar esa opinión sin que se tache deintolerante a quien contrargumenta y descalifica las opiniones de que se trate. (…) Enefecto, allí donde no hay la vivencia de la posibilidad de una certeza, donde no se
vislumbra una jerarquía de valoración de opiniones y argumentos, las ideas u
opiniones, cuando se tienen, quedan encapsuladas, idolatradas como bienes escasos yde término, cuyo cuestionamiento provoca una inseguridad existencial insoportable,un hueco, un vacío, un no ser. No importa carecer de opinión sobre ciertos temas,
pero si se tiene, el sujeto-es-lo-que-piensa. (Gil, 2009, pág. 49)
En este tiempo hay una tendencia a lo privado, al uso privado de la razón en las redes sociales,
que no son sociales sino privadas y de vigilancia: lo que se expone en ella no es lo que se
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piensa sino lo que se cree es agradable para un público que ve lo que se expone, desde el
falso criterio de propia voluntad que en realidad es una opinión sin fundamento.
Podemos pensar que en el relato de la posmodernidad el sujeto se lo puede valorar como un
personaje, convirtiendo a los individuos en actores cumpliendo un papel determinado,
incluso hasta podemos pensarnos en un sentido todavía más agresivo, como personajes
creados por nosotros mismos en un ejercicio donde decidimos lo que vamos a ser. Es un
relato, un texto; la revelación del sujeto se hace por la lectura.
Cada texto es una realidad en sí misma, diferente de las demás, un mundo de
evocaciones, de múltiples lecturas e interpretaciones; cada nuevo lector es el
desencadenante de un nuevo texto sobre el texto original, una nueva interpretación yvisión. El texto no se refiere a la realidad, la configura. Poner al sujeto en crisis como
ser hablante significa, desde las tesis de la posmodernidad, acentuar su individualidad
presente hasta la posición de reconocerle autor, poeta de su vida. (Gil, 2009, pág. 51)
El problema está en el producto resultante el cual no ha pasado por el rigor del debate social
o el intercambio persuasivo. No puede ser ya un sujeto definido, sino un actor en permanente
performance.
La crisis del sujeto también lo es en tanto este ya no tiene referentes morales externos que lo
limiten, pues es él mismo quien hace las veces de freno, lo cual es evidentemente una ilusión
promovida a la idea de universalidad. ¿Puede funcionar un ser humano sin referente moral?
En la modernidad, someterse a las leyes sólo era garantía de un premio en el más allá y en la
visión laica, el rendirse a las leyes garantizan la vida feliz del ciudadano y su protección. Pero
este modo de proceder, donde no son válidos los principios, ¿no nos enfrenta ante una forma
de ceguera moral; sucede también una posición nihilista?
La moral es entonces una acción discursiva, donde la exposición es lo que muestra lo bueno
o lo malo. Quien es anónimo es digno de desconfianza, porque no expone quién es. Si no hay
una vida evidente, pública, entonces no se puede ser moral: por eso lo que se publica y se
busca es el escándalo, lo que esconde quien se exhibe es lo inmoral y no importa, antes es
valioso, lo que es personaje devenido en creación para el medio de comunicación y expresión.
Si no hay inamovibles, entonces quedan las acciones y el estado de vigencia de estas cosas;
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no importa su valor como referente moral, sino su condición de visibilidad y de
discutibilidad. La regla moral deviene entonces en autocomplacencia:
Al descentrarse («significados flotantes») los términos morales tradicionales, la moralcomo estructura — el hombre es un vagabundo — y la moral como contenido — todo
vale si tú lo quieres — , la consecuencia inmediata es el relativismo. Pero unrelativismo vital y existencial: no se trata de que no podamos fundamentar lo buenoen sí mismo y, por tanto, que toda opción esté desarraigada de un factum moral, sino
al revés, el fundamento de lo bueno lo determina el mismo sujeto en la medida en que
su opción le valga para vivir. La autoría de la acción que veíamos antes, la
construcción de sentidos y el pluralismo social inducen a traspasar el protagonismomoral último al sujeto, quien se sitúa así en la búsqueda de umbrales de
autosatisfacción. La regla moral definitiva hoy es el propio bienestar, la
autocomplacencia, porque «(v)ivimos en un mundo de aislamiento del individuo en
su yo y de pérdida del interés por los demás o por la sociedad [...]» (Ortega y Mínguez,2001, 15). (Gil, 2009, pág. 56)
Una manera distinta de hablar de la crisis del sujeto moral es que el sujeto narrado, convertido
en personaje, pretende ser el mismo sobre la anomia de la sociedad, pero también sobre las
construcciones que hace de él mismo en la acción. El deseo de ser autónomo, no sólo desde
las ideas de la libertad, la individualidad y demás atributos del sujeto, lo que lo convierte en
otra construcción diferente a lo establecido: entra en crisis este discurso porque la autonomía
es una ilusión completamente desfigurada de su sentido inicial: la autonomía contenida se
convirtió en una forma de nihilismo sin ideas y sin sentido, la libertad no llega a ningún lado.
Eso implica que los individuos no se reconocen ni se respetan y que cada aparición del
hombre en la vida, es una construcción bien humana, bien profana, seguramente vulgar y
carente de sentido y sobre todo, carente de racionalidad y los valores propios de ejercicio de
la subjetividad.
Uno de los elementos resaltables de este ensayo es el llamado de atención a la educación
frente a la crisis del sujeto, desde el punto de vista racional, discursivo y moral. Tal debilidad
del sujeto evidencia la debilidad de la educación y se puede vislumbrar la crisis de la
educación moderna ante el advenimiento de la modernidad: nuestra educación también es un
proyecto que no conduce a la humanidad a enfrentar los resultados de la modernidad y la
realidad actual, por lo que se requiere una transformación de la institución escolar.
La crisis de la idea del sujeto-moral se muestra desde una perspectiva pedagógica,
como veremos, precisamente al reconocer que no nos estamos tomando
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suficientemente en serio la profunda mediación valorativa de la educación, con lo
que, en ocasiones, nos vemos empujados a apropiarnos acríticamente de discursos
muy llamativos (como el de la crisis del sujeto) y hasta aplaudidos por el entorno
intelectual y el mundo de los adultos, pero de escaso valor pedagógico para loseducadores y la infancia
(…) La pedagogía tiene que saber atender con sentido de acogida los plurales deseosde los sujetos por llegar a ser, pero también hace falta ya que con cierta determinación
no arrogante, muestre, sin claudicar, la difícil pero imprescindible relación entre lo
que queremos ser y lo que somos. Como señala Magris, es «necesario un pensamiento
anti-idólatra, un pensamiento fuerte capaz de establecer jerarquías de valores, deelegir y por consiguiente dar libertad, de proporcionar al individuo la fuerza de resistir
a las presiones que le amenazan y a la fábrica de opiniones y eslóganes [...] sólo Una
jerarquía de valores puede impedir que el Yo individual pierda su Unidad y solidez y
se diluya [...]» (Magris, 2001, 287). (Gil, 2009, pág. 58)
3. ¿Qué queda del sujeto?
El sujeto, como detentador del poder de la razón y poseedor del conocimiento científico y
filosófico, no ha hecho más que extraviar el camino en pos de la posibilidad de alcanzar
verdades irrefutables que ningún sentido tienen al reconocer sus verdaderos frutos: no es
posible aceptar una sociedad que antepone la norma a la humanidad y que dispone del
conocimiento, no en función de todos los pueblos, sino en tanto responden éstos a las
normativas impuestas en un doble sentido moral, donde se exalta el sufrimiento pero se
escoge la comodidad por parte de sus predicadores. Sin embargo, estas imposturas se
evidencian su debilidad ante la muestra de los cuestionamientos que los pensadores
posmodernos han hecho de los acontecimientos más recientes y, en la práctica, en los
resultados obtenidos por la humanidad en los últimos siglos, donde las certidumbres han dado
lugar a los mayores horrores.
La idea de sujeto está en crisis porque no se ha experimentado la posibilidad de un sujeto que
efectivamente posea las cualidades propias de lo que se pensó inicialmente de él: nos
encontramos ante un algo que no existe en la realidad y es imposible de alcanzar, pues este
proyecto se ha hecho con partes, las cuales estaban pensadas en función de un objetivo final,
mas no de la trasformación de un hombre como el que afronta la modernidad, lleno de ideas
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y creencias que pasan a ser traspuestas y combinadas con las que fueron concebidas para
seres humanos ideales sin lugar en el mundo material y de las relaciones humanas.
Aquí queda también abierta, la discusión originada en por la ilusión de autonomía y libertad
que se ha prometido al sujeto. En el sentido de una creación moderna, podemos ver que este
individuo es fruto de las fuerzas que levantaron el mundo moderno, pero así mismo es el
destructor de su propia naturaleza en función del lucro económico, seduciendo con la ilusión
de la autonomía, pero igualmente depredando lo que puede para convertirse en su dueño. Por
ello, podemos complementar la figura del nuevo Prometeo, el doctor Frankenstein, quien da
la vida a una nueva criatura con las partes de otros cuerpos fenecidos, quien en cambio de
ser un hombre superado, es un monstruo dispuesto a destruir su mundo hasta que es
consciente de que debe destruirse a sí mismo. ¿Qué nos queda de aquel hombre que se supone
puede hacerlo todo, pero que está limitado a hacer lo que puede hacer dentro de los límites
de su actuar? Y así, como en la historia de Frankenstein, el resultado no es más que un
producto inesperado: una entidad que no es ni humano ni nuevo hombre, sino algo que no es
ni puede ser lo que se desea.
Bibliografía
Cantero, F. G. (2009). Educación y crisis del sujeto. Teoría de la Educación. Revista
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