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  • 8/18/2019 Ensayo Nietzsche

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    ENSAYO: LA CRISIS DEL SUJETO: ¿QUÉ QUEDA DEL SUJETO?

    JOAQUIN DARIO HUERTAS RUIZ

     _______________________________________________________________________

    ¿Qué sucedió con la utopía del hombre libre, autónomo, racional y capaz, que esperaba la

    modernidad? Podemos afirmar que la Ilustración produjo un ser humano que posee todas las

     posibilidades para ejercer la subjetividad pero sin embargo, su resultado es un individuo que

    no obra de acuerdo al proyecto moderno, como una criatura ajena a la identidad que se le dio,

    sin poder alcanzar lo que se proyectó sobre ella.

    Desde el momento en que la racionalidad triunfó como criterio de conocimiento, se esperaba

    que los hombres prontamente pudieran evidenciar que la proclama cartesiana cogito, ergo

    sum, fuera una realidad tan verdadera como si fuera una demostración matemática de la

    realidad. La confianza en la ciencia y en el poder de la razón, que desplazaron a los mitos y

    las creencias religiosas gracias a la explicación de los fenómenos naturales, iniciaron la

    conformación de un nuevo hombre para la nueva.

    La confianza en este proyecto hizo pasar desapercibidas algunos aspectos que al ser

    fundamentales en la constitución del sujeto, produjeron la imposibilidad de su realización: se

    le añadieran atributos que provenían de regiones humanas ajenas a la composición epistémica

    establecida inicialmente debido al dominio alcanzado por la racionalidad, asumiendo

    también el imperativo evangélico “la verdad os hará libres” y que los hombres, formados

    adecuadamente, alcanzarían la paz perpetua y un mundo a mejor con el poder de su

     pensamiento, el cual se entiende desde entonces como voluntad. Tenemos entonces un sujeto

    de la modernidad que ha sido compuesto por partes cosidas bajo una racionalidad fallida por

    su parcialidad y relatividad impuesta por la cultura de occidente y forjada a la fuerza bajo el

    criterio de la posibilidad de la universalidad.

    En este ejercicio buscamos analizar cuáles son los aspectos de que nos muestran la crisis del

    sujeto y cómo este termina yendo hacia la creación de un hombre que no alcanzó tal condición

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    convirtiéndose en un individuo diluido, borroso, el cual, si bien se entiende a sí mismo como

    sujeto, no actúa como tal, ni obedece a sus atributos, sino a principios atribuidos a la idea

    inicial de la subjetividad respondiendo entonces a metas y objetivos ajenos a la idea misma

    de sujeto.

    Se planea responder a este planteamiento, tratando los siguientes aspectos:

    1.  Exponer los aspectos en los que la idea de sujeto se desdibuja y pierde su identidad

    siguiendo el análisis por Nietzsche en “Más allá del bien y del mal” y en “Crepúsculo

    de los ídolos”.

    2.  Evidenciar la crisis del sujeto desde la construcción de éste a partir de distintas partes

    que lo componen y le dan las características que ahora posee y por los que está en

    crisis: Siguiendo a Gil (2009), podemos observar cómo al sujeto le ha sido asignado

    el uso eficaz de la razón, añadiéndose una moral derivada de la religión junto a la

     presunción de la existencia de una idea de sujeto clara y distinta, la cual es

    esencialmente un relato.

    1.  La idea de sujeto en Nietzsche: ilusión y error.

    Para este trabajo se consideró el textos de Friedrich Nietzsche:  De los prejuicios de los

     filósofos  en “Más allá del bien y del mal” de 1886  y  Los cuatro grandes errores, en

    “Crepúsculo de los Ídolos” de 1889. Nietzsche dirige sus esfuerzos a denunciar la ficción del

    sujeto; nos permite reconocer el aparataje sobre el que se ha montado este personaje, o si se

    quiere, las partes de la maquinaria integradas para hacer este gran cuerpo monstruoso que es

    el sujeto.

    1.1. “De los prejuicios de los filósofos” 

    En la primera parte del libro “Más allá del bien y del mal”, “De los prejuicios de los

    filósofos”, se propone un inventario de aquellos supuestos que han delineado el pensamiento

    occidental en torno a lo que puede considerarse la verdad, la moral, el mundo y la realidad,

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    entre otros y sobre todo, la figura del sujeto como “libre voluntad”. Analicemos algunos

    elementos de este apartado que son especialmente significativos para la reflexión:

    En los dos primeros aforismos se analizan dos cuestiones relevantes, a saber: la voluntad de

    verdad y la dialéctica como posibilidad de conocimiento. Podemos ver la mención al

     prejuicio tener verdades establecidas como verdaderas. En el primer aforismo, se alude a la

     poderosa imagen del encuentro entre Edipo y la Esfinge, para ilustrar el debate surgido entre

    el deseo, el rechazo y el riesgo que entraña la voluntad de verdad que ha impulsado la

    construcción de la subjetividad: “¿Quién de nosotros es aquí Edipo?¿Quién Esfinge?” 

    (Nietzsche, 2007, pág. 23).

    El querer saber, propio de la voluntad subjetiva, pronto implica el problema de validar el

    saber producido como resultado del quehacer dialéctico, pues, tal como se muestra en el

    segundo aforismo la intención de alcanzar la verdad a partir de la dialéctica, no sólo es una

     pretensión, sino también un ejercicio que no posee valor epistémico en tanto de la lucha entre

    contrarios no puede surgir un elemento más puro, sino el fruto de la retórica que mejor pudo

    convencer.

    « ¿Cómo podría una cosa surgir de su antítesis? ¿Por ejemplo, la verdad, del error?¿O la voluntad de verdad, de la voluntad de engaño? ¿O la acción desinteresada, del

    egoísmo? ¿O la pura y solar contemplación del sabio, de la concupiscencia?(Nietzsche, 2007, pág. 23)

    En la dialéctica no está solamente implicada la búsqueda de la idea más pura, sino también

    los intereses y pasiones que mueven a la búsqueda de la verdad. Sin embargo, tal búsqueda

    está comprometida con su investigador, con sus motivaciones y necesidades, su sistema de

    valores y su deseo de establecer “algo que al final es bautizado solemnemente con el nombre

    de «la verdad»”  (Nietzsche, 2007, pág. 23), situación que debe ser reemplazada por la

    capacidad de buscar de otro modo la verdad, caracterizada por una búsqueda que no

    comprometa verdades definitivas, sino un constante buscar marcado por la posibilidad y el

     placer de la búsqueda, es decir la eliminación de los prejuicios para alcanzar la verdad y la

     pretensión de la capacidad de un correcto tratamiento a través del ejercicio dialéctico.

    Pese a todo el valor que acaso corresponda a lo verdadero, a lo veraz, a lo

    desinteresado: sería posible que a la apariencia, a la voluntad de engaño, al egoísmo

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    y a la concupiscencia hubiera que atribuirles un valor más elevado o más fundamental

     para toda vida. (Nietzsche, 2007, pág. 24)

    Otro prejuicio de los filósofos apreciable en la propuesta de Nietzsche (aforismos 4-6), es la

    necesidad de establecer una base interpretativa para construir conocimientos que sesuponen son claros y distintos, a despecho de la realidad de la naturaleza, que se ofrece en

    toda su crudeza, falta de lógica y de estructura, en otras palabras, falta de ese cuerpo de

     principios inamovibles erigidos como verdad. Como prejuicio, se produce un verdadero

    conflicto con los filósofos en tanto su posesión o ausencia determina mucho de los alcances

    de su pensamiento y se enseña al filósofo a pretender la existencia de alguna verdad

    incuestionable o que hay la esperanza de llegar a ella de algún modo:

    La tan tiesa como morigerada tartufería del viejo Kant, con la cual nos atrae hacia los

    tortuosos caminos de la dialéctica, los cuales encaminan o, más exactamente,descaminan n hacia su «imperativo categórico» - esa comedia nos hace sonreír a

    nosotros, hombres malacostumbrados que encontramos no parca diversión en indagarlas sutiles malicias de los viejos moralistas y predicadores de moral. Y no digamos

    aquel hocus-pocus [fórmula mágica] de forma matemática con el que Spinoza puso

    una como coraza de bronce a su filosofía y la enmascaró -en definitiva, «el amor a susabiduría », interpretando esta palabra en su sentido correcto y justo-, a fin de

    intimidar así de antemano el valor del atacante que osase lanzar una mirada sobre esa

    invencible virgen y Palas Atenea: - ¡cuánta timidez y vulnerabilidad propias delata

    esa mascarada de un enfermo eremítico! (Nietzsche, 2007, pág. 27)

    De lo que se sigue, puede comprenderse el  prejuicio de necesidad de un sistema de

    representaciones o de una escuela que proporcione las bases interpretativas o los principios

     bajo los cuales puede oficiarse el ejercicio de la filosofía y con ello, la dependencia a un

    canon que finalmente establece verdades y sistemas morales para ser seguidos como normas

    de la vida, dejando de lado el devenir de la naturaleza, el cual no se rige por ningún principio,

    sea este moral o científico (critica del estoicismo y el platonismo, aforismos 7 a 9 y la crítica

    al positivismo, aforismo 10). Se debe considerar también en este conjunto la sátira a Kant

    (aforismo 11) y al cientificismo denominado aquí atomismo materialista, el cual se abroga la

    verdad desde la perspectiva de un saber constituido desde la evidencia científica, (aforismos

    11 a 13), junto a la idea de la dependencia de un saber que encuentra en la fisiología las bases

    explicativas de la realidad del hombre (aforismos 14 y 15), desde el influjo de una serie de

     principios y leyes que Nietzsche considera inventos, en tanto no hacen relación a ningún tipo

    de evidencia verificable.

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    El prejuicio de la voluntad, del «yo» y del «yo quiero» en el sujeto, es decir, la capacidad de

    este de reconocerse distinto de los otros individuos, es uno de los prejuicios más complejos

    tratados por Nietzsche en esta obra, pues se advierte que no sólo compromete una forma de

    establecer el conocimiento, desde una entidad atomizada y separada de los otros para conocer

    la universalidad y la generalidad del todo, sino algo también comprometido con una suerte

    de sistema moral que produce el conocimiento por el esfuerzo del capricho de quien lo busca.

    Schopenhauer dio a entender que la voluntad era la única cosa que nos era

     propiamente conocida, conocida del todo y por entero, conocida sin sustracción niañadidura. Pero a mí continúa pareciéndome que, también en este caso, Schopenhauer

    no hizo más que lo que suelen hacer justo los filósofos: tomó un  prejuicio popular y

    lo exageró. (Nietzsche, 2007, pág. 40) 

    Esta volición posee tres características:

    …en primer término, una pluralidad de sentimientos, a saber, el sentimiento delestado de que nos alejamos, el sentimiento del estado a que tendemos, el sentimiento

    de esos mismos «alejarse» y «tender», y, además, un sentimiento muscular

    concomitante que, por una especie de hábito, entra en juego tan pronto como«realizamos una volición», aunque no pongamos en movimiento «brazos y piernas».

    Y así como hemos de admitir que el sentir, y desde luego un sentir múltiple, es un

    ingrediente de la voluntad, así debemos admitir también, en segundo término, el

     pensar: en todo acto de voluntad hay un pensamiento que manda; - ¡y no se crea quees posible separar ese pensamiento de la «volición», como si entonces ya sólo quedase

    voluntad! En tercer término, la voluntad no es sólo un complejo de sentir y pensar,sino sobre todo, además, un afecto: y, desde luego, el mencionado afecto del mando.(Nietzsche, 2007, págs. 41-42)

    El autor alemán nos propone las funciones de la voluntad desde la perspectiva

    Toda volición consiste sencillamente en mandar y obedecer, sobre la base, como

    hemos dicho, de una estructura social de muchas «almas»: por ello un filósofo debería

    arrogarse el derecho de considerar la volición en sí desde el ángulo de la moral:entendida la moral, desde luego, como doctrina de las relaciones de dominio en que

    surge el fenómeno «vida». (Nietzsche, 2007, pág. 43)

    Deducimos aquí que este sistema de la voluntad es una ilusión, basada en la idea de la

    capacidad psíquica de proyectarse, más parecida a una forma de magia que a un modo

    legítimo de hacer filosofía, sin que ello opere en la realidad como algo concreto y que permita

    la acción individual del hombre. Se le desea atribuir a algo como la voluntad la

    responsabilidad sobre las acciones, desde la perspectiva de un poder que obra de juez. En ese

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    sentido, es importante preguntarse sobre el valor de las acciones en el sentido moral y en el

    alcance que tiene la acción y la voluntad. En este sentido, en los cuatro grandes errores, el

    error de la voluntad libre aclara mucho de esta cuestión, en tanto nos proporciona un

     panorama de reflexión en donde se expone la confianza en la libre voluntad, la cual no es

    sino una forma de producir un individuo que se culpa a si mismo de las acciones y que está

    alerta de las consecuencias de sus actos, prohibiéndose, de forma contradictoria su

     posibilidad de ejercer la libre voluntad.

    1.2. Los cuatro grandes errores

    “Los cuatro grandes errores”, hacen parte del libro “El crepúsculo de los ídolos” de 1889. Se

    trata aquí de las ideas y principios que delinean las acciones del sujeto, sobre todo desde la

     perspectiva moral y la epistémica.

    El primer error, Error de la confusión de la causa con la consecuencia, es convertir el sistema

    moral en el centro de las acciones humanas, lo cual hace que la vida del hombre esté ligada

    a principios que no coinciden con su actuar cotidiano. El ejemplo de Cornaro, quien hace de

    la dieta la causa de una vida saludable y no por su constitución física, anteponiendo medios

    y accidentes a la esencia de las cosas; Nietzsche parece decirnos que la religión y la moral

    deben satisfacer en su punto exacto, no más allá pues el abuso hace daño.

    La fórmula más general y que subyace a toda religión y moral reza « ¡Haz esto yaquello, no hagas esto ni aquello; así alcanzarás la felicidad! En otro caso…» Todamoral, toda religión, es este imperativo,  – yo lo denomino gran pecado original de larazón, inmortal sinrazón. En mi boca, esa fórmula se transforma en su contraria  –  primer ejemplo de mi «transvaloración de todos los valores»: el hombre bienconstituido, un «feliz», tiene que realizar ciertas acciones y recela instintivamente de

    otras, lleva a sus relaciones con los hombres y las cosas el orden que él representa

    fisiológicamente. (Nietzsche, 2002, pág. 68)

    El régimen moral se fundamenta en los principios religiosos que, sin tener mayor soporte

    racional, ordena: Haz esto y aquello o no lo hagas: mandatos con los cuales se anula el sujeto

    y el valor de la existencia en el mundo de la experiencia, donde debe vivir antes que limitarse.

    Contrario a lo que dice la moral –  ¡abstente! – , la virtud es precisamente la vida activa de los

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    hombres, sobre toda ley que obstruye tal felicidad. No debe olvidarse que las normas se

    crearon como mediaciones para la armoniosa convivencia de los hombres.

    De otro lado, se atribuye la causalidad a principios racionales absolutos y objetivos, a los

    cuales el hombre se somete y accede a la verdad. En el  Error de una causalidad falsa,

     Nietzsche nos advierte de los peligros de someterse a la verdad producida desde un punto de

    vista, el cual no siempre está favoreciendo la vida, esto es, la realidad del hombre que le

     permite vivir, sino que, al contrario, le sume en un sinsentido vital. ¿Es esto un llamado al

    abandono de un tipo de razón? Es evidente que para Nietzsche la vida prima sobre lo demás,

    es decir, aquello que no está hecho en función de la medida, pues en últimas lo que nos

     podemos encontrar como discurso de la verdad es, en esencia, el fruto de la acción subjetiva

    de alguien que se impuso sobre los demás con sus razones.

    En todo tiempo se ha creído saber que es una causa: más ¿de dónde sacábamos

    nosotros nuestro saber, o, más exactamente, nuestra creencia de tener ese saber? Del

    ámbito de los famosos «hechos internos», ninguno de los cuales ha demostrado hasta

    ahora ser un hecho. (Nietzsche, 2002, pág. 69)

    En este mismo error, encontramos cuestionada la voluntad; es un fuego fatuo, fruto de la idea

    del poder de la conciencia. La voluntad nos mueve, pero no nos garantiza que haya una

    vivencia del mundo, en tanto los referentes morales y cognitivos se proponen desde la

    relatividad de los actos internos (de la conciencia).

    Al igual que la voluntad, la imaginación actúa en el hombre para aportar nociones

    distorsionadas de la realidad, sobre todo cuando nos percatamos del carácter insustancial de

    las ideas y acciones motivadas por la dimensión onírica, de esto trata el  Error de las causas

    imaginarias:  “Para partir del sueño: a una sensación determinada, surgida, por ejemplo a

    consecuencia de un lejano disparo de cañón, se le imputa retrospectivamente una causa (a

    menudo toda una pequeña novela, en la que precisamente el que sueña es el protagonista)” 

    (Nietzsche, 2002, pág. 71). El disparo de un cañón, un evento ajeno al que lo oye, se incorpora

    como parte de la fantasía e inclusive se hace parte de un sueño, pero de la misma manera la

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    imaginación será fuente de algunas ideas que el hombre da por verdaderas. Nos desviamos

    de las cosas y les atribuimos causas que no existen o no tienen un sentido de suyo, pues son

    ajenas a todo conocimiento y valor: las representaciones que fueron engendradas por una

    situación determinada fueron concebidas como causas de ella.

    En el error de la voluntad libre, Nietzsche observa que a pesar de ser la subjetividad un

    movimiento secular, mantiene los mismos ejes morales del cristianismo y sobre todo, con

    mayor poder porque se ha investido de la asepsia de una moral sin dios, cuando este dios está

    oculto o es una mera marioneta de los teólogos, moralistas y demás, quienes regulan su

    mundo. Se es sujeto, porque se asume una culpa diseñada para el común de los mortales y

    sobrepasada por los sacerdotes, quienes se igualan a los dioses al ejercer de jueces del destino

    de todos los hombres: condenan o salvan, según su voluntad, pues no es la observancia de la

    regla lo que nos salva, sino el criterio de sus ministros.

    (…) la doctrina de la voluntad ha sido inventada esencialmente con la finalidad decastigar, es decir, de querer-encontrar-culpables. Toda la vieja psicología, la psicología

    de la voluntad, tiene su presupuesto el hecho de que sus autores, los sacerdotes colocadosen la cúspide de las viejas comunidades, querían procurarse a sí mismos o bien a Dios,

    ese derecho. A los seres humanos se los imaginó «libres», para que pudieran ser juzgados, castigados,  –  para que pudieran ser culpables; en consecuencia, había queconcebir cada acto como acto volitivo, el origen de cada acto como situado en la

    consciencia (…) (Nietzsche, 2002, pág. 75)

    De allí podemos asumir que el actuar del hombre estaría movido por causas equivocadas: la

    moral imperante orienta erróneamente porque se instituye desde condicionamientos

    imaginados o creados sin correspondencia con la realidad. Los condicionamientos implican

    que el comportamiento se basará en meras ilusiones y en consecuencia el sujeto también será

    una ilusión de lo que debe ser un hombre sometido a los requerimientos morales de la religión

    cristiana. Podemos pensar que el proyecto de ser feliz, libre y autónomo se frustra al estar

    sometido a las reglas con las que ha sido creado.

    2.  Crisis del sujeto y educación.

    Fernando Gil Cantero en su escrito “educación y crisis del sujeto”, analiza el modo en que la

    subjetividad moderna ha entrado en crisis, asociada a la emergencia de la posmodernidad,

     junto a la disolución de cualquier certeza de carácter universal. Según Gil, la crisis del sujeto

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    se identifica en tres cuestiones fundamentales: la racionalidad, el lenguaje y su carácter

    moral.

    Además de lo ya mencionado en Nietzsche, podemos ver que la acción del sujeto puede

     percibirse no sólo a partir del proyecto, también en la incapacidad del sujeto para poder

    afrontar las condiciones de la posmodernidad. Como se incluye también el componente

    educativo, la crisis es evidente en el deseo de formar en un pensamiento racional sólo se

    cumple en la medida en que se ha generado la sensación y el convencimiento que lo pensado,

    lo dicho y lo actuado posee ese carácter. Se lleva al individuo a estar seguro de su razón y a

    no ser capaz de ver más allá de sí mismo:

    La crisis de la razón es una crisis de la razón total, universalista y uniformadora. Es

    una crisis del pensamiento tecnológico posibilista, de la verdad con mayúsculas. Es

    un ataque a un logos engreído, objetivizador e ilimitado. Lo que se trata de recuperaro, si se quiere descubrir, es el otro lado de la razón, la sinrazón del disenso, de la

    subjetividad, de la ocurrencia, de la apariencia, de la imagen, de la metáfora, de lo

    indeterminado, etc. Con la razón moderna el sujeto se atiene y reconoce el ordenestablecido, las secuencias, las consecuencias, los premios y los castigos, las leyes,

    las normas; es un ser autónomo vinculado a un Todo. (Gil, 2009, pág. 48)

    La cuestión está en lo que se ha hecho para concretar a un sujeto que sea sujeto racional, pues

    este no terminó siendo una criatura publica, sino un ente ensimismado en sus propios asuntos,

    lo que contradice la educación racional y moderna requerida para hacer emerger un sujeto:

    alguien con la capacidad de pensar y argumentar en público, con capacidades comprensivas,

    lógicas y críticas a ser usadas en el debate; un hombre educado para ser ciudadano y elector

    de su propio quehacer.

    Parece como si el Sujeto fuese, metafísicamente, la opinión que sustenta, de tal modo

    que se hace difícil cuestionar y, más aún, desacreditar esa opinión sin que se tache deintolerante a quien contrargumenta y descalifica las opiniones de que se trate. (…) Enefecto, allí donde no hay la vivencia de la posibilidad de una certeza, donde no se

    vislumbra una jerarquía de valoración de opiniones y argumentos, las ideas u

    opiniones, cuando se tienen, quedan encapsuladas, idolatradas como bienes escasos yde término, cuyo cuestionamiento provoca una inseguridad existencial insoportable,un hueco, un vacío, un no ser. No importa carecer de opinión sobre ciertos temas,

     pero si se tiene, el sujeto-es-lo-que-piensa. (Gil, 2009, pág. 49)

    En este tiempo hay una tendencia a lo privado, al uso privado de la razón en las redes sociales,

    que no son sociales sino privadas y de vigilancia: lo que se expone en ella no es lo que se

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     piensa sino lo que se cree es agradable para un público que ve lo que se expone, desde el

    falso criterio de propia voluntad que en realidad es una opinión sin fundamento.

    Podemos pensar que en el relato de la posmodernidad el sujeto se lo puede valorar como un

     personaje, convirtiendo a los individuos en actores cumpliendo un papel determinado,

    incluso hasta podemos pensarnos en un sentido todavía más agresivo, como personajes

    creados por nosotros mismos en un ejercicio donde decidimos lo que vamos a ser. Es un

    relato, un texto; la revelación del sujeto se hace por la lectura.

    Cada texto es una realidad en sí misma, diferente de las demás, un mundo de

    evocaciones, de múltiples lecturas e interpretaciones; cada nuevo lector es el

    desencadenante de un nuevo texto sobre el texto original, una nueva interpretación yvisión. El texto no se refiere a la realidad, la configura. Poner al sujeto en crisis como

    ser hablante significa, desde las tesis de la posmodernidad, acentuar su individualidad

     presente hasta la posición de reconocerle autor, poeta de su vida. (Gil, 2009, pág. 51)

    El problema está en el producto resultante el cual no ha pasado por el rigor del debate social

    o el intercambio persuasivo. No puede ser ya un sujeto definido, sino un actor en permanente

     performance.

    La crisis del sujeto también lo es en tanto este ya no tiene referentes morales externos que lo

    limiten, pues es él mismo quien hace las veces de freno, lo cual es evidentemente una ilusión

     promovida a la idea de universalidad. ¿Puede funcionar  un ser humano sin referente moral? 

    En la modernidad, someterse a las leyes sólo era garantía de un premio en el más allá y en la

    visión laica, el rendirse a las leyes garantizan la vida feliz del ciudadano y su protección. Pero

    este modo de proceder, donde no son válidos los principios, ¿no nos enfrenta ante una forma

    de ceguera moral; sucede también una posición nihilista? 

    La moral es entonces una acción discursiva, donde la exposición es lo que muestra lo bueno

    o lo malo. Quien es anónimo es digno de desconfianza, porque no expone quién es. Si no hay

    una vida evidente, pública, entonces no se puede ser moral: por eso lo que se publica y se

     busca es el escándalo, lo que esconde quien se exhibe es lo inmoral y no importa, antes es

    valioso, lo que es personaje devenido en creación para el medio de comunicación y expresión.

    Si no hay inamovibles, entonces quedan las acciones y el estado de vigencia de estas cosas;

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    no importa su valor como referente moral, sino su condición de visibilidad y de

    discutibilidad. La regla moral deviene entonces en autocomplacencia:

    Al descentrarse («significados flotantes») los términos morales tradicionales, la moralcomo estructura — el hombre es un vagabundo —  y la moral como contenido — todo

    vale si tú lo quieres — , la consecuencia inmediata es el relativismo. Pero unrelativismo vital y existencial: no se trata de que no podamos fundamentar lo buenoen sí mismo y, por tanto, que toda opción esté desarraigada de un factum moral, sino

    al revés, el fundamento de lo bueno lo determina el mismo sujeto en la medida en que

    su opción le valga para vivir. La autoría de la acción que veíamos antes, la

    construcción de sentidos y el pluralismo social inducen a traspasar el protagonismomoral último al sujeto, quien se sitúa así en la búsqueda de umbrales de

    autosatisfacción. La regla moral definitiva hoy es el propio bienestar, la

    autocomplacencia, porque «(v)ivimos en un mundo de aislamiento del individuo en

    su yo y de pérdida del interés por los demás o por la sociedad [...]» (Ortega y Mínguez,2001, 15). (Gil, 2009, pág. 56) 

    Una manera distinta de hablar de la crisis del sujeto moral es que el sujeto narrado, convertido

    en personaje, pretende ser el mismo sobre la anomia de la sociedad, pero también sobre las

    construcciones que hace de él mismo en la acción. El deseo de ser autónomo, no sólo desde

    las ideas de la libertad, la individualidad y demás atributos del sujeto, lo que lo convierte en

    otra construcción diferente a lo establecido: entra en crisis este discurso porque la autonomía

    es una ilusión completamente desfigurada de su sentido inicial: la autonomía contenida se

    convirtió en una forma de nihilismo sin ideas y sin sentido, la libertad no llega a ningún lado.

    Eso implica que los individuos no se reconocen ni se respetan y que cada aparición del

    hombre en la vida, es una construcción bien humana, bien profana, seguramente vulgar y

    carente de sentido y sobre todo, carente de racionalidad y los valores propios de ejercicio de

    la subjetividad.

    Uno de los elementos resaltables de este ensayo es el llamado de atención a la educación

    frente a la crisis del sujeto, desde el punto de vista racional, discursivo y moral. Tal debilidad

    del sujeto evidencia la debilidad de la educación y se puede vislumbrar la crisis de la

    educación moderna ante el advenimiento de la modernidad: nuestra educación también es un

     proyecto que no conduce a la humanidad a enfrentar los resultados de la modernidad y la

    realidad actual, por lo que se requiere una transformación de la institución escolar.

    La crisis de la idea del sujeto-moral se muestra desde una perspectiva pedagógica,

    como veremos, precisamente al reconocer que no nos estamos tomando

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    suficientemente en serio la  profunda mediación valorativa de la educación, con lo

    que, en ocasiones, nos vemos empujados a apropiarnos acríticamente de discursos

    muy llamativos (como el de la crisis del sujeto) y hasta aplaudidos por el entorno

    intelectual y el mundo de los adultos, pero de escaso valor pedagógico para loseducadores y la infancia

    (…) La pedagogía tiene que saber atender con sentido de acogida los plurales deseosde los sujetos por llegar a ser, pero también hace falta ya que con cierta determinación

    no arrogante, muestre, sin claudicar, la difícil pero imprescindible relación entre lo

    que queremos ser y lo que somos. Como señala Magris, es «necesario un pensamiento

    anti-idólatra, un pensamiento fuerte capaz de establecer jerarquías de valores, deelegir y por consiguiente dar libertad, de proporcionar al individuo la fuerza de resistir

    a las presiones que le amenazan y a la fábrica de opiniones y eslóganes [...] sólo Una

     jerarquía de valores puede impedir que el Yo individual pierda su Unidad y solidez y

    se diluya [...]» (Magris, 2001, 287). (Gil, 2009, pág. 58)

    3. ¿Qué queda del sujeto?

    El sujeto, como detentador del poder de la razón y poseedor del conocimiento científico y

    filosófico, no ha hecho más que extraviar el camino en pos de la posibilidad de alcanzar

    verdades irrefutables que ningún sentido tienen al reconocer sus verdaderos frutos: no es

     posible aceptar una sociedad que antepone la norma a la humanidad y que dispone del

    conocimiento, no en función de todos los pueblos, sino en tanto responden éstos a las

    normativas impuestas en un doble sentido moral, donde se exalta el sufrimiento pero se

    escoge la comodidad por parte de sus predicadores. Sin embargo, estas imposturas se

    evidencian su debilidad ante la muestra de los cuestionamientos que los pensadores

     posmodernos han hecho de los acontecimientos más recientes y, en la práctica, en los

    resultados obtenidos por la humanidad en los últimos siglos, donde las certidumbres han dado

    lugar a los mayores horrores.

    La idea de sujeto está en crisis porque no se ha experimentado la posibilidad de un sujeto que

    efectivamente posea las cualidades propias de lo que se pensó inicialmente de él: nos

    encontramos ante un algo que no existe en la realidad y es imposible de alcanzar, pues este

     proyecto se ha hecho con partes, las cuales estaban pensadas en función de un objetivo final,

    mas no de la trasformación de un hombre como el que afronta la modernidad, lleno de ideas

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    y creencias que pasan a ser traspuestas y combinadas con las que fueron concebidas para

    seres humanos ideales sin lugar en el mundo material y de las relaciones humanas.

    Aquí queda también abierta, la discusión originada en por la ilusión de autonomía y libertad

    que se ha prometido al sujeto. En el sentido de una creación moderna, podemos ver que este

    individuo es fruto de las fuerzas que levantaron el mundo moderno, pero así mismo es el

    destructor de su propia naturaleza en función del lucro económico, seduciendo con la ilusión

    de la autonomía, pero igualmente depredando lo que puede para convertirse en su dueño. Por

    ello, podemos complementar la figura del nuevo Prometeo, el doctor Frankenstein, quien da

    la vida a una nueva criatura con las partes de otros cuerpos fenecidos, quien en cambio de

    ser un hombre superado, es un monstruo dispuesto a destruir su mundo hasta que es

    consciente de que debe destruirse a sí mismo. ¿Qué nos queda de aquel hombre que se supone

     puede hacerlo todo, pero que está limitado a hacer lo que puede hacer dentro de los límites

    de su actuar? Y así, como en la historia de Frankenstein, el resultado no es más que un

     producto inesperado: una entidad que no es ni humano ni nuevo hombre, sino algo que no es

    ni puede ser lo que se desea.

    Bibliografía 

    Cantero, F. G. (2009). Educación y crisis del sujeto. Teoría de la Educación. Revista

    Interuniversitaria, 13(1).

    Lolas, R. A., & Cabrera, V. (2008). Nietzsche: El pathos trágico de una voluntad afirmativa.

    Observaciones filosóficas, (7), 14.

     Nietzsche, Friedrich. (1993) “Los cuatro errores”. En: Crepúsculo de los ídolos. Madrid:

    Alianza Editorial.

     Nietzsche, Friedrich. (1990) “De los prejuicios de los filósofos” En: Más allá del bien y de

    mal. Madrid: Alianza Editorial.

    Mèlich, J. C. (2001). El ocaso del sujeto (La crisis de la identidad moderna: Kleist, Nietzsche,

    Musil). Educação & Sociedade, 22(76), 47-62.

    Vattimo, Gianni. (1989). El sujeto y la máscara. Barcelona: Península,