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Historia de VenezuelaTRANSCRIPT
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Un por qué, una razón de serEnsayo de Juan Carlos Eurea
La singularidad de la historia de Venezuela gira primero en el hecho primigenio
de cómo nació el país, lo cual fue un acontecimiento paradójicamente común
en aquellos años, si bien no en América (donde, vale decir, Venezuela fue la
pionera como iniciadora de movimientos independentistas; superada sólo por
EEUU y luego Haití, en otros procesos igualmente particulares). Ese génesis
venezolano tiene una marca dura, pues no se trató de una guerra entre un país
naciente contra un imperio (independencia de EEUU) o la rebelión de hombres
esclavos contra sus opresores (Haití); sino que se trata de una pelea
sangrienta entre hermanos que se disputaban no la libertad o el sueño de tener
una tierra propia, sino la ganancia de mejores beneficios, la limpieza de sangre,
la ascensión a tronos imaginarios designados en los papeles reales que
elevaban a estos ¿Luchadores? A una nueva estirpe aún más pura.
El hecho es aún más extraño si se verifica que estas familias que iniciaron,
lideraron y luego desataron hasta el paroxismo del absurdo bélico la guerra
(civil) de independencia, ya eran de rancio abolengo cuyo nombre pesaba
incluso en la metrópoli y en las capitales europeas. No hay que olvidar que
Bolívar, el famoso héroe convertido gracias a la alquimia de la política populista
en héroe de los desposeídos sedientos de justicia histórica, frecuentó los más
exclusivos círculos europeos, Madrid y París le fueron tan familiares como el
ingenio de San Mateo o la casa del centro de Caracas (aunque la historia
sostiene que allí El Libertador no vivió). De hecho, la esposa de Bolívar vino de
uno de estos círculos, de gente tan delicada y poco acostumbrada a los rigores
de incluso el clima, que aquella mujer no soportó ni el clima ni los mosquitos
venezolanos y murió al poco tiempo de llegar.
Las cosas se complican aún más cuando estos hombres decidieron tomar los
rumbos de la historia en serio. Pero sin conciencia. Ellos nunca abandonaron
su sistema de castas (¿Y cómo podrían? Algunas de esas familias descendían
de los mismos conquistadores) entonces fue necesario inventar un discurso
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creíble para todos pero a todas luces falso o que no atacaba los problemas de
fondo, como dice Vallenilla Lanz:
Conceptos como los de “soberanía”, “pueblo”, “constitucionalidad” no definen en sí nada más que una mitología demagógica: el trasplante estéril de fórmulas y de instituciones que, de por sí, no cambian una realidad social, sino que, más bien, contribuyen a fomentar frustraciones y anarquía. (Vallenilla Lanz, 1991: XXXI)
Bolívar fue el iniciador de la larga y desgraciada tradición de las instituciones
políticas venezolanas. Cargadas de buen nombre, pero con hechos más
familiares a los de la fantástica historia contada por George R. R. Martin en su
serie de novelas Games of Thrones. Y estos hechos familiares tienen que ver
con la sucesión de guerras civiles que hubo en Venezuela hasta inicios del
siglo XX y la sostenida violencia criminal que ha progresado desde la segunda
mitad del siglo XX hasta la presente fecha. Palabras como “soberanía”,
“pueblo” y “constitucionalidad” pasan a formar parte del conjuro que son las
declaraciones, pronunciamientos, con que los caudillos, revolucionarios y
políticos de turno declaran su juego por el trono venezolano.
Aquí no se afirma que la causa independentista venezolana sea infame; lo que
se cuestiona es el por qué. Por más que las proclamas del libertador hablaran
de un nuevo orden, de libertad y lucha contra la tiranía; tanto él como los suyos
también estaban luchando por mantener la parte del viejo orden que
continuaba preservando su “buen nombre y hacienda”. Entonces, el
venezolano no se convirtió en un guerrero de convicción liberal, como el
norteamericano; sino que sus convicciones estaban centradas en prevalecer
primero y luego ver qué ocurre. Esto se conecta con una de las grandes
premisas de la sabiduría popular criolla: “como vamos viniendo, vamos viendo”.
Sin embargo, ante esta carencia de ideales superiores, o como se dijo más
arriba, ante la falta de un por qué, el venezolano se convirtió en un formidable
luchador. “Venezuela fue, por causa de aquella lucha formidable, “una escuela
de guerra para todo el continente”. (Vallenilla Lanz, 1991: 23).
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En este sentido, la historia de Negro Primero que relata Vallenilla Lanz, sobre
cómo se convirtió en guerrero es muy esclarecedora; pues no sólo muestra la
formación de un guerrero, sino la aparente promiscuidad ideológica del
venezolano, que aunque hoy en día es predominantemente socialista (a
excepción manifiesta de quien escribe éstas líneas; quien en acto de libertad
individual prefiere siempre excluirse de cualquier mayoría) niega las prácticas
del socialismo y busca las vertientes “más democráticas” para un desarrollo
que no será posible; pero sí sembrando en el camino la semilla de futuras
discordias. Así como el Negro aprendió a sobrevivir en la guerra en un bando o
en el otro, el político venezolano aprende a terciar en la tolda que le toque,
porque, bien hay que decirlo, Negro Primero es uno de los pioneros de la gran
práctica venezolana de cambiar de bando como quien cambia su ropa,
conocida como “el salto de talanquera”.
La mitología señalada anteriormente usa un lenguaje que permite no sólo
formar la visión de mundo, sino identificar a los actores del mismo. De realistas
a Godos, de Godos a Adecos y de allí a escuálidos y de allí a chavistas y de allí
a maduristas y de allí a lo que depare el futuro de la repetitiva y peligrosa
política venezolana. El problema está en que Bolívar inició una práctica de
indultos a antiguos realistas, de manera que el día anterior quienes mataban
ahora eran aliados. Entonces esto produjo una extraña mezcolanza de amigos
que antes fueron enemigos y enemigos que ahora son amigos, lo cual causó
una confusión social y política que todavía está dañando a Venezuela. Chávez,
autoproclamado pobre entre los pobres, perteneció la FAN y sus ancestros,
entre ellos, Maisanta, participaron en estas guerras como candidatos a
sentarse en el trono. Y la aspiración de la casa Chávez se logró. Vallenilla Lanz
describe cómo se gestó este proceso en la independencia:
Nada más natural, nada más humano que aquellos hombres y sus inmediatos descendientes trajeran a las luchas políticas de la patria emancipada, los resentimientos, los odios, las pasiones y venganzas engendrados durante la cruentísima guerra de la Independencia. Porque fue naturalmente sobre los realistas exaltados sobre quienes se descargaron las represalias de los patriotas en los días sangrientos de la guerra a muerte. No solamente españoles y canarios sucumbieron al filo de la cuchilla inexorable de 1814, a pesar de los términos
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precisos del decreto de Trujillo: junto con ellos, que en su mayoría estaban domiciliados y casados en Venezuela, cayeron muchos hijos del país. (Vallenilla Lanz, 1991: 30)
¿Guerra civil, violencia criminal, guerra a muerte? Todo parece un mismo
proceso donde los enemigos no hacen otra cosa sino cambiar de nombre; pero
el mismo móvil prevalece: la lucha de unos por mantener el status quo y la de
otros de arrebatarlo. ¿No será esto un cumplimiento de otro gran desiderativo
criollo: “Quítate tú, pa´ ponerme yo?
Para concluir estas notas, habría que preguntar cuán libre o consciente de su
libertad se piensa el venezolano. No hubo un Voltaire o Adams que redactara
una declaración, no hablando de un estado, de una entidad abstracta; sino de
los hombres, esos que sienten y se ven en el espejo y se preguntan quiénes
son en realidad. Antes de liberar y crear países, debería el venezolano liberar
su mente y crear ideas propias. Antes del venezolano fundar un país, debería
fundarse así mismo.
Referencias
Vallenilla Lanz, L. (1991). Cesarismo democrático y otros textos. Caracas:
Biblioteca Ayacucho.