ensayofinal ruben melendez

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Rubén Meléndez Magallanes Producción Científica Contemporánea Reflexiones Sobre la Producción Científica Toda especie en el planeta ha desarrollado, a lo largo de su historia, una serie de ventajas evolutivas que le permiten desenvolverse en el medio que le rodea. Las que pierden dichas ventajas terminan por sucumbir ante depredadores, competidores, o el medio mismo, extinguiéndose y formando parte de una historia que sigue escribiéndose, de manera activa, con las especies restantes. Todo lo que vemos en el mundo vivo, incluida la muerte, ya sea que hablemos de bacterias o de grandes mamíferos, funciona bajo esa lógica, o por lo menos es lo que indican las evidencias de aquellos que estudian la evolución. Pues bien, pareciera que, bajo esa lógica, la ventaja evolutiva que ha desarrollado la especie humana es precisamente eso: registrar lo histórico de su acontecer para de una u otra forma dar pie a avances posteriores. Algo así como conocer las posibilidades del presente, desde la experiencia del pasado, para avanzar hacia el futuro. Se habla de historia y pre-historia. Lo anterior al registro y lo que se llego a registrar, que aunque no lo es todo, ayuda a dar fe de su tiempo. Es ahí, tras el descubrimiento de la agricultura, que el ser humano se vio forzado a una lógica más allá de lo instintivo, y que finalmente terminaría por volverse parte de su instinto, pues pareciera que la curiosidad y la necesidad de saber, por lo menos en edades muy tempranas, es innata y característica de nuestra especie. Si esta curiosidad encuentra suelo fértil, por la conjunción de circunstancias tan diversas como contextos podríamos imaginar, llegará a concretizarse en algo que probablemente se propagará y causará distintos niveles de impacto en donde resulte útil, como lo han hecho todos los conceptos, técnicas y teorías que fundamentan nuestros modos y estilos de vida actuales. La ciencia, desde hace tiempo, tiene una historia muy difícil de ignorar. Igual la tecnología, aspecto que si bien hoy en día se relaciona enormemente con la ciencia, durante mucho tiempo se mantuvo al margen de la misma, como algo aparte. Filósofos griegos que son referentes de los inicios de la ciencia se mostraban renuentes hacia el cálculo por ejemplo, por que este requería del uso de las manos para manipular cuentas de mármol, y la utilización de dichas partes del cuerpo quedaba restringida a los trabajadores y esclavos. No se podía ver a un gran filosofo-científico haciendo cuentas por que, ahora sí que, ¡imagínense el escándalo! Sin embargo, hoy nos sería imposible imaginar una gran cantidad de procesos sin el cálculo de maquinas avanzadas, en las que se tienen que usar las manos por lo menos para introducir los datos requeridos por dichas operaciones. Por otro lado, la cultura se desliga por error de la ciencia. Pero resulta difícil comprender la evolución de esta última, nuestra evolución finalmente, sin su inserción en la cultura y nuestras maneras de vivir, esfuerzo necesario para

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Rubén Meléndez MagallanesProducción Científica ContemporáneaReflexiones Sobre la Producción Científica

Toda especie en el planeta ha desarrollado, a lo largo de su historia, una serie de ventajas evolutivas que le permiten desenvolverse en el medio que le rodea. Las que pierden dichas ventajas terminan por sucumbir ante depredadores, competidores, o el medio mismo, extinguiéndose y formando parte de una historia que sigue escribiéndose, de manera activa, con las especies restantes. Todo lo que vemos en el mundo vivo, incluida la muerte, ya sea que hablemos de bacterias o de grandes mamíferos, funciona bajo esa lógica, o por lo menos es lo que indican las evidencias de aquellos que estudian la evolución.

Pues bien, pareciera que, bajo esa lógica, la ventaja evolutiva que ha desarrollado la especie humana es precisamente eso: registrar lo histórico de su acontecer para de una u otra forma dar pie a avances posteriores. Algo así como conocer las posibilidades del presente, desde la experiencia del pasado, para avanzar hacia el futuro. Se habla de historia y pre-historia. Lo anterior al registro y lo que se llego a registrar, que aunque no lo es todo, ayuda a dar fe de su tiempo. Es ahí, tras el descubrimiento de la agricultura, que el ser humano se vio forzado a una lógica más allá de lo instintivo, y que finalmente terminaría por volverse parte de su instinto, pues pareciera que la curiosidad y la necesidad de saber, por lo menos en edades muy tempranas, es innata y característica de nuestra especie.

Si esta curiosidad encuentra suelo fértil, por la conjunción de circunstancias tan diversas como contextos podríamos imaginar, llegará a concretizarse en algo que probablemente se propagará y causará distintos niveles de impacto en donde resulte útil, como lo han hecho todos los conceptos, técnicas y teorías que fundamentan nuestros modos y estilos de vida actuales. La ciencia, desde hace tiempo, tiene una historia muy difícil de ignorar. Igual la tecnología, aspecto que si bien hoy en día se relaciona enormemente con la ciencia, durante mucho tiempo se mantuvo al margen de la misma, como algo aparte. Filósofos griegos que son referentes de los inicios de la ciencia se mostraban renuentes hacia el cálculo por ejemplo, por que este requería del uso de las manos para manipular cuentas de mármol, y la utilización de dichas partes del cuerpo quedaba restringida a los trabajadores y esclavos. No se podía ver a un gran filosofo-científico haciendo cuentas por que, ahora sí que, ¡imagínense el escándalo! Sin embargo, hoy nos sería imposible imaginar una gran cantidad de procesos sin el cálculo de maquinas avanzadas, en las que se tienen que usar las manos por lo menos para introducir los datos requeridos por dichas operaciones.

Por otro lado, la cultura se desliga por error de la ciencia. Pero resulta difícil comprender la evolución de esta última, nuestra evolución finalmente, sin su inserción en la cultura y nuestras maneras de vivir, esfuerzo necesario para

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comprender nuestra cotidianeidad. La ciencia ha tenido encuentros y desencuentros con otros aspectos de la realidad humana. A Galileo lo amenazaron con una muerte humillante si no dejaba de propagar sus ideas. Siglos después lo homenajeamos como precursor de la física experimental. Las ideas de Einstein dieron lugar al Proyecto Manhattan, el cual matizo una guerra que, si bien fue fría, provoco un despliegue armamentista durante décadas, basado en la tecnología y la ciencia, quizá parecido a lo que paso en la época cámbrica, millones de años atrás, cuando los organismos multicelulares comenzaron a desarrollar medios de defensa y ataque avanzados. Así, pareciera que la evolución, con sus deleites y sin sabores, nos persigue sin tregua.

Esa ventaja evolutiva ha llevado al ser humano a dominar el mundo, o por lo menos gran parte de lo que conoce de él. Desgraciadamente, esto se ha logrado en gran medida a costa del planeta mismo. No soy muy afín a las filosofías de Al Gore, pero algo que recuerdo de su película es cuando presenta una imagen tomada desde el espacio, en la cual se ven las luces de las ciudades durante la noche. Ciertamente nos hemos convertido en una fuerza de la naturaleza, pues de la naturaleza venimos y de su aprovechamiento dependemos. No obstante, esto llega a tener más tintes de abuso y explotación que de sustentabilidad.

La adaptabilidad que logra del medio el ser humano es su principal arma. Sobra mencionar que es un arma de doble filo. Una vez escuche por ahí que el hombre es el único animal capaz de hacer ríos en los desiertos, y desiertos en los ríos. Esto pone en evidencia nuestras capacidades destructivas y constructivas, pues la energía del átomo puede igual ayudar a tratar el cáncer que darle impulso a un submarino nuclear en lo más recóndito de los océanos, listo para lanzar misiles crucero -nucleares si así se necesitará- a la orden de cualquier gobierno bajo cuyo mando se encuentre. La medicina brinda esperanza a la humanidad y, al mismo tiempo, fomenta mercados agresivos que pretenden sacar el mayor provecho económico, importando poco las vidas que podrían salvarse de perseguirse objetivos más nobles. La ciencia, de la mano con la tecnología, se vuelve un indicador de progreso, evolución. Una evolución que no siempre es amable y que da cuenta de un sinfín de carencias que son provocadas por su avance. La ciencia, que en algún momento llego a considerarse casi sustituta de Dios, demuestra no tener todas las respuestas y no solo ello. En ocasiones tiene una imagen perversa que demerita cualquier propuesta derivada de la misma.

De ahí la gran cantidad de supersticiones que siguen rodeando algunos aspectos de la realidad humana, muy probablemente por conveniencia. La ciencia no solo pide evidencias, pide el análisis de las mismas. Este proceso no siempre resulta cómodo para las personas, quienes en ocasiones prefieren integrarse a cosmovisiones fantásticas que hacen más “light” el andar cotidiano, otorgando escalas de valores que probablemente tengan las mejores intenciones. Pero por ahí escuche, en alguna otra ocasión, que el camino al infierno está hecho de buenas

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intenciones. No necesitamos gente buena, necesitamos gente consciente, por más incomodo que les pudiera resultar. Pues finalmente de las decisiones y acciones que tomemos depende nuestro destino. Se habla que en el planeta ha habido cuatro extinciones masivas, entre ellas la de los dinosaurios. Yo un día pensaba en que, sin aviso alguno, un astro viajando a miles de millones de kilómetros, probablemente mucho más rápido que la luz y que estuviera en rumbo de colisión con la tierra, chocara y destruyera el planeta haciéndolo explotar desde sus mismísimas entrañas en una fracción de tiempo tan pequeña que probablemente jamás llegaremos a medir. Pero en realidad, siendo sinceros, las posibilidades de que ello ocurra son mínimas. Evidencia de ello son los millones y millones de años de evolución que se registran en los fósiles del planeta y que son mínimos en comparación con lo que representan: realidades enteras que sucedieron aquí y allá, en otro tiempo pero en el mismo espacio.

En este sentido, una extinción masiva podría definirse como una catástrofe ecológica que elimina el taxón (tipo de ser vivo) predominante, dejando los nichos principales libres para la competencia por parte de los taxones en la periferia. El humano pone por mucho a los mamíferos como el taxón terrestre dominante. Sin embargo, es el principal promotor de una nueva catástrofe ecológica que podría terminar con la extinción de la nuestra y de quien sabe cuántas otras especies. Daria la impresión, siendo estrictos, que somos una especie de parasito -o parasito/especie- con tanta inercia que no pareciera detenerse ni siquiera ante las consecuencias inmediatas que, sobra decir, son muchas y de consideración.

No obstante, la concientización que deriva en esfuerzos por contrarrestar dicho impacto de la raza humana en el planeta viene, en gran medida, de la influencia científica en la cultura. Aun con su imagen autoritaria y escéptica, la ciencia pretende encontrar la mejor manera posible para hacer las cosas a partir de la observación y el registro de evidencias. Esto podría traducirse en vivir mejor, y a mi parecer resulta mucho más esperanzador que cualquier pronóstico proveniente de un predicador místico, pues mientras que él depende de la fe en el misterio, lo científico toma su fuerza de lo que se logra a través de la experimentación deliberada y concisa con lo real. Es de esta forma como nos podemos integrar a la dinámica del planeta, y probablemente hacer real aquella predicción bíblica acerca del dominio armónico del ser humano sobre el mismo.

De esta manera, lo científico ha cobrado, desde tiempo atrás, gran importancia en la realidad humana, pues es por medio de la ciencia que podemos llegar a comprender los fenómenos que acontecen en nuestro planeta e incluso en el universo. Como se ha mencionado en distintas ocasiones, se trata de una sucesión de paradigmas, pues la ciencia es una duda informada que no pretende establecer una verdad. Más bien pretende difundir una actitud crítica y hasta cierto punto escéptica para observar y participar en el mundo que nos rodea.

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En este sentido, esa sucesión de paradigmas se da como una especie de carrera de relevos, pues sin los descubrimientos de antaño no podríamos acceder a los beneficios de la ciencia y la tecnología actuales. Asimismo, los esfuerzos de hoy serán la base de las invenciones y teorías que algún día impulsaran a las sociedades futuras. Los protagonistas de todo esto, además de los conocimientos generados, son hombres y mujeres que se convirtieron en grandes exponentes de sus disciplinas gracias a sus colaboraciones. Estas personas supieron ver a través de las barreras que se le presentaban al saber para llegar más lejos, muchas veces en contra de la corriente, y su legado deja más que entendido que son personas en extremo ingeniosas y valerosas, pues sin sus contribuciones estaríamos muy lejos del lugar que ocupamos hoy en día.

Así que, con todo y todo, el mensaje de la ciencia es claro: hay que ser conscientes. Y existen muchas maneras de adquirir esa conciencia, pues información derivada de nuestra participación en el mundo y sus consecuencias sobra. Lo que hace falta es promover la comunicación y el entendimiento público de la ciencia como modo para lograr sociedades mas democráticas y que funcionen mejor, tanto con el medio que las rodea como al interior de sí mismas. “Necesitamos crear una sociedad de la comprensión que forje el poder de la inteligencia distribuida, para utilizarla en mejorar nuestras vidas.” Los beneficios de la comprensión y la aplicación de la ciencia repercuten en distintos niveles, que van de lo personal hasta lo global. La ciencia puede ser considerada como el principal logro cultural de la humanidad, pues su evolución ha dependido enormemente de ella.

Para finalizar, me parece importante el señalar el papel tan importante que juegan los divulgadores de la ciencia en la actualidad, pues si bien no se trata de formar especialistas y expertos en temas científicos, lo que se intenta es generar un flujo de información constante entre los avances científicos y la sociedad para con ello mejorar nuestra relación con el entorno e incluso con nuestros semejantes.