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20 — gastronomíaPichones de sibarita

Consejo editorialJorge Rodríguez GómezFelipe SaldiviaGustavo Borges Revilla

direCtoraMercedes Chacín

editor jefeCarlos Cova

direCtora de arteEdarlys Rodríguez

Coordinador de fotografíaJesús Castillo asesor editorialReinaldo González

Coordinadora 2.0Yanira Albornoz

Web y redesKay Yam Hung Gaizka Orta

redaCCiónNathali Gómez MoscosoGustavo MéridaAnder De TejadaMarlon Zambrano

diseñadores Lisbeth MontellCarlos HernándezVicmairis Aguilera

ilustradorAlfredo Rajoy

fotógrafosMichael MataEnrique Hernández

CorreCtorRodolfo Castillo

logístiCaIdania BracamonteDaniela FernándezEdi Cordero

Colaboran en esta ediCiónClodovaldo Hernández, Ángel Méndez, María Gabriela Blanco,Humberto Márquez, Rodolfo Porras, Víctor Villasmil, Indira Carpio, Jessica Mena, L. “Razor” Balza, Julietnys Rodríguez y Neptalí Segovia. Archivo Ciudad CCS.Fotografía de portada: Jesús Castillo.

impresión Complejo Editorial Alfredo ManeiroImprenta Nacional.

www.epaleccs.info [email protected] @epaleccs @epaleccs

Comercialización y Ventas: 0212-8080323/0426-5112114Distribución: 0212-8085843 Depósito Legal: pp201202dc4166Una publicación de la

Contenido

Revista GRatuita CirCula los domingos Con el diario Ciudad CCs búsCala de lunes a viernes en nuestra sede: esq. san jaCinto, edif. gradillas “C”, piso 1, al lado de la taquilla úniCa de serviCios muniCipales y en la librería-bar el teCho de la ballena, edif. gradillas “a”, planta baja, bulevar del eterno retorno

Premio Nacional de Periodismo “Simón Bolívar”, 2014 y 2015.Premio Municipal de Periodismo “Guillermo García Ponce”, 2014.

02 — perfilEzequiel Zamora

05 — el menjurje Mancheta y demás

07 — Ciudad Caracas tiene el aliento frío

11 — boleros queCuran el alma

14 — miradasUn comandante con tres adjetivos

19 — para vivirNo somos iguales

25 — CrítiCa y mediaCine y televisión

26 — poesíao nada

06 — mitos Gandhi

12 — músiCa Detrás de un gran sonero

18 — sexodiversidadSolicitud de amistad (I)

21 — entrevistaRomán Chalbaud: la conjunción

27 — CruCiCulturaCrucigrama

28 — el rumor de las bolas

29 — la bitáCorade amón-ra

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PERFIL02

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POR CLodovaLdo HERnándEz • [email protected] / IlUSTRacIóN aLFREdo RaJoY

A mediAdos del siglo XiX llegó A ser el grAn líder de lAs mAsAs desposeídAs y estAbA gAnAndo lA guerrA FederAl, cuAndo Fue AsesinAdo. cAsi todos los gobier-

nos, desde entonces y hAstA 1999, se encArgAron de ocultArlo, demonizArlo o ridiculizArlo. bAjo lA revolución bolivAriAnA hA retomAdo su sitio como

vAliente ciudAdAno y generAl de hombres libres, ese rol que hAce temblAr A los ricos

Ezequiel Zamora ha hecho temblar a la oligarquía en dos épocas se-paradas por un abismo de años. En su tiempo, el siglo XIX, lo hizo con su actuación directa en la organización de una poderosa milicia que protagonizó la Guerra Federal; en el siglo XXI, rescatado del ol-vido y de la satanización histórica, volvió convertido en un emblema de las luchas populares.

Con Zamora ha ocurrido más o menos lo mismo que pasó con Bo-lívar: las clases dominantes se encargaron de silenciarlo, ocultarlo, domesticarlo, ridiculizarlo, demonizarlo. Buscaron muchas formas de arrancar su ejemplo de la memoria popular, de distorsionar su herencia rebelde. Durante todo el siglo XX se le caracterizó como un bandido, un cuatrero, un armador de zaperocos. Tuvo que llegar el comandante Hugo Chávez Frías para que la figura de aquel pulpero convertido en centauro retomara el lugar que le correspondía en la historia contemporánea de Venezuela.

La discriminación contra el hombre nacido en Cúa el 1º de febre-ro de 1817 comenzó bien temprano. La historia oficial demuestra cómo se le segregó. Basta ver que los méritos de la Federación se le atribuyeron a su cuñado, Juan Crisóstomo Falcón, a pesar de que este nunca fue un verdadero líder popular ni mucho menos un gran estratega militar, como sí lo fue Zamora, a quien por algo se le cono-ce simultáneamente como el “Valiente Ciudadano” y el “General de Hombres Libres”. De hecho, Zamora, que estaba en el exilio, tardó apenas unos días en incorporarse a los combates tras el llamado Gri-to de la Federación, el 20 de febrero de 1859, hecho protagonizado por Tirso Salaverría en Coro. Mientras tanto, Falcón retornó varios meses después, cuando ya había corrido bastante sangre en la cruen-ta conflagración que habría de durar cinco años.

Y esa no es la única comparación que puede hacerse. Zamora diri-gió los tumultuosos ejércitos de los federalistas de una manera tan

brillante que, a la vuelta de dos años, prácticamente tenía ganada la guerra. A pesar de no ser un militar de carrera (ya se dijo que era bodeguero), la maniobra retardatriz que finalizó en Santa Inés (Ba-rinas) es estudiada en los cursos de estrategia castrense como una muestra de excelencia en la conducción de una batalla. En cambio, Falcón asumió la dirección del Ejército rebelde luego de la muerte de Zamora (ocurrida en San Carlos el 10 de enero de 1860) y, de ma-nera inexplicable, terminó frenando el impulso que las tropas traían para encaminarse hacia la capital y tomar el poder. Al poco tiempo, bajo su conducción, el federalismo estaba en pleno repliegue, en-vuelto en una serie de episodios fallidos, el peor de los cuales fue la batalla de Coplé, donde aquella portentosa fuerza quedó descuader-nada y en huida.

La desaparición de Zamora estuvo cerca de causar la derrota militar de la Federación, que hasta ese momento había sido un ejército co-hesionado por una mística muy particular, encarnada por líderes te-lúricos regionales, entre quienes el tuyero había logrado conquistar el sitio principal. Descabezado, el movimiento insurreccional perdió su empuje, sufrió la ya mencionada debacle de Coplé (el 17 de fe-brero del mismo año 1860) y luego dio tantos tumbos que la guerra degeneró en una sucesión de escaramuzas y pequeñas batallas en las que ninguno de los dos bandos parecía capaz de alcanzar una victoria definitiva.

Una de las causas del frenazo sufrido por los federales luego de la muerte de Zamora fue la sospecha de que el balazo asesino (un cer-tero disparo de fusil que ingresó por un ojo y le destrozó el cerebro), podría haber provenido de sus propias filas.

Los documentos recopilados por los historiadores demuestran que las conjeturas al respecto surgieron de inmediato, pues existe una carta del general Falcón a su hermana Estefanía, la viuda de Zamora,

EzEquiEl zamora HIzo (Y HaCE) tEmbLaR a La oLIgaRquía

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en la que le asegura que “la que lo mató no fue una bala aleve lanzada por un fusil federal, como te han hecho sospechar”.

Había razones para recelar, en verdad. Sobre todo porque el fran-cotirador se ubicó en una zona que había estado durante varios días bajo control de los federales (San Carlos estaba técnicamente sitiada por las tropas de Zamora). Los dedos acusadores apuntaron durante mucho tiempo (en rigor, siguen apuntando) al propio Fal-cón y a uno de sus lugartenientes, un personaje que luego habría de jugar roles muy destacados en la política nacional: Antonio Guz-mán Blanco.

Otras versiones indican que, al margen de quien haya disparado en su contra, a Zamora lo mató el exceso de confianza. La impre-sionante victoria de Santa Inés, los éxitos alcanzados en otras ciu-dades llaneras, como Acarigua y Araure, y el buen resultado que estaba logrando en San Carlos le hicieron creerse invulnerable y desoír las advertencias que algunos de sus más fieles colaborado-res le habían hecho en torno a una posible traición. Una prueba de esta actitud excesivamente confiada sería que minutos antes de ser asesinado estaba tranquilamente almorzando con una familia amiga. De pronto, se disculpó, dijo “ya vengo”, y esas fueron sus últimas palabras.

La polémica se mantuvo soterrada, sin embargo, durante los res-tantes años de la Guerra Federal e, incluso, durante los primeros tiempos del gobierno de Falcón, quien asumió la presidencia tras la firma del Tratado de Coche. Luego, el general federalista Félix Bigotte publicó un libro en el que aseguró que en el lugar de donde presuntamente salió el tiro mortal, junto a unas matas de cambur, se encontró nada menos que el rifle del general Falcón. El aludido, naturalmente, rechazó el señalamiento y dijo que Bigotte hacía esa tardía denuncia por razones políticas. En realidad, el oficial era uno de los tantos federalistas que terminaron descontentos con Falcón, a quien acusaban de gobernar como un godo. Ese descontento pro-vocaría nuevas conflagraciones internas y mucha inestabilidad po-lítica a lo largo de los últimos 40 años del siglo XIX.

La mayoría de los gobiernos que se sucedieron, desde Falcón hasta el último de Rafael Caldera, ya en las postrimerías del siglo XX, tomaron la precaución de tratar a Zamora como un material pe-ligroso. Un detalle de ello es que durante varias etapas existió una división político-territorial llamada estado Zamora, pero luego desapareció. Guzmán Blanco, siempre tan astuto, le salió al paso a las maledicencias ordenando llevar los restos del general al Pan-teón Nacional en 1872. Los gobiernos puntofijistas optaron por una conveniente amnesia selectiva, especialmente en sus progra-mas educativos, donde la etapa de la Guerra Federal, en general, y la figura de Zamora, en particular, fueron parcialmente borradas.

Luego de la insurrección del 4 de febrero de 1992, el hombre con cara de cuchillo sale de un largo período de obligada hibernación de la mano de Hugo Chávez, quien plantea la tesis del Árbol de las

Tres Raíces, una de las cuales era la ideología zamorana de igual-dad y justicia social.

Una vez que Chávez llega a la presidencia, en 1999, la oligarquía comenzó a sentir verdadero temor de que el espectro del hombre asesinado en San Carlos apareciera de nuevo, con su caudal de pueblo desposeído y rebelde. La tensión llegó al máximo cuando el nuevo jefe de Estado promulgó un total de 49 leyes, incluyendo entre ellas la muy zamorana Ley de Tierras y Desarrollo Agrario. La historia de este tiempo reseñará al presidente Chávez, el 10 de diciembre de 2001 (en el 142º aniversario de la batalla de Santa Inés), entonando El cielo encapotado, anuncia tempestad y el sol tras de las nubes, pierde su claridad, ¡Oligarcas, temblad, Viva la libertad! ¿Quién puede dudar que era Zamora resurrecto, en plena plaza Caracas?

Allí, las clases dominantes clavaron el hacha de la guerra, una que todavía está clavada.

Kelly Potella, joven integrante de la Red Nacional de Escritores So-ciales, en un trabajo publicado en Aporrea.org, señaló: “Zamora representa el despertar de los pueblos que habían sido sometidos, dominados, esclavizados, explotados, sometidos a tratamientos in-humanos al serles prohibida hasta sus prácticas culturales propias, sus idiomas, sus espiritualidades, el derecho a la tierra”.

Y en su blog Acarigua en Biografías, el cronista Juan Manuel Álva-rez expresa: “Dentro de la memoria del pueblo venezolano siempre se ha recordado a Ezequiel Zamora, quien queda en la Historia como un gran revolucionario, valiente y con mucho ímpetu. Za-mora simboliza, como ningún otro prócer de nuestro país, la igual-dad social y la insurrección armada para lograr esa igualdad, esa justicia entre todos los venezolanos. Ezequiel Zamora es el gran líder y caudillo que impulsó la democracia de nuestro país y el tra-to justo hacia toda la clase humilde y campesina”.

una vEz quE CHávEz LLEga a La PRESIdEnCIa, En 1999, La oLIgaRquía ComEnzó a SEntIR vERdadERo tEmoR dE quE EL ESPECtRo dEL HombRE aSESInado En San CaRLoS aPaRECIERa dE nuEvo, Con Su CaudaL dE PuEbLo dESPoSEído Y REbELdE_

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el menjurje 05

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CinemateCa (Sala MBa)

En celebración del Día Nacional del Cine:

Hoy: Maisanta (Miguel Delgado), 3:30

pm. Travesía (Jesús Rondón), 5:30 pm.

Mañana: 4 esquinas (Jackson Gutiérrez),

1:30 pm. Guerra de Vargas y Mo-rillo (Sandro Sánchez), 3:30 pm. Allende en su laberinto (Miguel

Littín), 5:30 pm.

Caracas es una ciudad tenaz.Las imágenes de Luis Bobadilla lo prueban a través de estas postales desprendidas de ese mural mutante que supone toda ciudad, en particular la nuestra.

Instagram: l.ba2

¡Oligarcastemblad!

«

«

“El águila no solamente no caza moscas sino que deja de

hacerlo con la mássilenciosa majestad”.

(Roque Dalton,Las historias prohibidas

del Pulgarcito, 1974).Ilustración: Gerardo Gómez

Redes soCiales

La discrecionalidad (lo caprichoso) de los operadores de caseta en la venta de boletos del Metro de Caracas.

Que se multipliquen los puntosde venta en locales y ventorrillos

de comida popular.

Cita

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MITOS

un hombrecillo más

El inglés omnipotenteNos rige con mano duraPor su carnívoro dienteQue le da seis pies de altura Antes de ser el Mahatma, Mohania comía carne a escondidas, contrariando la formación hinduista que le habían dado su padre Karamchand (primer ministro de Porbandar) y su madre Putlibai. Había que ser grande para retar a los ingleses... La travesura no le duró mucho: a los 13 años contrajo matrimonio con Kasturbai, de su misma edad y casta, y mientras disfrutaba de los placeres de la otra carne, su padre murió. Le tocó crecer de golpe, pero muy por debajo de la estatura sugerida por aquella canción de la niñez.

Partió a Londres en 1888 para estudiar Derecho y estar en condi-ciones intelectuales de perpetuar la tradición familiar de gobernar Porbandar bajo las leyes inglesas. Antes, juró que no comería carne ni tomaría vino ni tendría relaciones sexuales con otra mujer. Fue en el contexto de la Inglaterra victoriana, con todas las tentaciones occi-dentales en ebullición, que paradójicamente forjó su base moral. Sus nuevos hábitos alimenticios lo llevaron a integrar el comité directivo de la Sociedad Vegetariana de Londres, pero también a participar en acaloradas discusiones entre socialistas, imperialistas, ateos, cristia-nos, musulmanes, hinduistas... la mayoría de las veces como oyente.

A su regreso a la India, en 1891, lo esperaba Kasturbai, pero no el cargo de Primer Ministro ni nada que se le pareciera. Era un abo-gado entre miles, un hindú entre millones, un hombrecillo más... Urgido económicamente, aceptó un contrato de trabajo por un año en Sudáfrica, donde padeció directamente el racismo hacia la diás-pora india. Las aceras eran solo para blancos y los coolies, como les

POR rEInALdO GOnzáLEz d.@OdlanieRØØ

ilUSTRaCiÓn JESSICA MEnA

decían, debían viajar en la tercera clase del tren, junto a los negros. En la innombrable estación de Pietermaritzburg, durante un viaje a Pretoria, Gandhi se negó a ocupar su lugar y fue golpeado y expul-sado del tren. Llegó a describir ese momento como el más “creador” de su vida, una suerte de epifanía sobre su misión.

Transcurría lo que algunos autores clasifican como el período suda-fricano (1893-1914), cuando “forja su método, lo ejerce y lo pone a prueba en pequeña escala”. Lo llamó satyagraha (del sánscrito satya [verdad] y agraha [aferramiento]), es decir, insistencia encarnizada en la verdad. Luego de una primera etapa en Natal, donde fundó el Congreso Indio (1894) y sostuvo el semanario Indian Opinion (desde 1904) para denunciar la discriminación a sus compatriotas y exigir su fin mediante movilizaciones y acciones de no cooperación, trasladó el conflicto a Johannesburgo. Entre 1906 y 1914 estuvo seis veces en la cárcel y fue condenado en cuatro oportunidades, pero casi todas las demandas de los indios finalmente encontraron acep-tación legal en julio de 1914.

Es en la India, a partir de 1915, donde perfecciona el método. Lue-go de la Primera Guerra Mundial, enfoca la no violencia en exigir independencia ante el Imperio británico. Sus acciones más conoci-das: la marcha de la sal, el 12 de marzo de 1930, que desafió el mo-nopolio británico sobre la explotación del mineral; su participación en la Mesa Redonda de Londres, en 1931; y la moción del Congreso exigiendo a los ingleses “Váyanse de la India” el 14 de julio de 1942, abrieron el paso a la independencia definitiva el 15 de agosto de 1947, pero la inmediata división de la nación en dos países (India para los hinduistas y Pakistán para los musulmanes) hizo que su muerte es-piritual precediera a su muerte física, el 30 de enero de 1948, cuando fue asesinado por el fanático Nathuram Jodse.

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CIUDAD

caracas tiene el aliento frío

los caraqueños hemos tenido que salir de nuestroverano eterno para envolvernos en mantas y chaquetas.

son los vientos del norte que nos enfrían el sur

POR nAthALI gómEz • @laesPeRgesia / FOTOgRaFÍas EnrIqUE hErnánDEz

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Los sombreros y abrigos formaban parte de la Caracas que se fue

Era la noche de San Silvestre. Terminaba 1894 y comenzaba 1895. La estatua ecuestre del Libertador pasaba su primer año nuevo en la Plaza Bolívar. Los caraqueños presentes no querían perder ningún detalle tras el rugi-do del cañonazo. El frío tal vez se parecía un poco al que, más de ciento veinte años des-pués, hemos sentido quienes caminamos dis-traídamente, sin pensar mucho en efemérides climáticas, por la misma plaza donde se trazó en papel esa primera Caracas.

La prensa de la época hablaba del “frío po-lar”, según explica el cronista Carlos Eduardo Misle, mejor conocido como Caremis, y las tiendas anunciaban en La Opinión Nacional y El Diario de Avisos sus abrigos, sombreros y sobretodos para hacerle frente a la helada. Esa Caracas afrancesada se ufanaba de poder usar la ropa importada de la ciudad que trataba de emular Guzmán Blanco.

Casi una centuria antes, en 1800, el geógrafo alemán Alexander von Humboldt registró las temperaturas caraqueñas de esa época: iban de 21 a 22 °C en las mañanas de los meses más fríos, y de 16 a 17 °C en las noches, cuenta Vi-cente Gerbasi.

Al subir al Ávila, Humboldt escribió: “La tem-peratura de la atmósfera variaba en el pico de la Silla de 11 a 14 grados, según estuviese en calma el tiempo o que soplase el viento”.

Los años pasaron y el valle se fue poblando. Esa brisa gélida que llegaba en diciembre y se quedaba hasta Carnaval fue desapareciendo, al igual que los sombreros, los guantes, la levi-ta y los faldones que solo dejaban ver los tobi-llos. Caracas, la igual que el resto del planeta, perdió árboles, quebradas, ríos, lagunas y ver-dor y ganó concreto, población, vidrio y calor.

En medio del vapor y del imperio del aire acondicionado los caraqueños usaban abrigos y ropa lanuda para sobrevivir en sus lugares de trabajo.

En los noticieros y en nuestra piel comen-zamos a sentir los rayos solares inclementes

que causaron sequía, embalses casi vacíos, calima y calorones desconocidos para los caraqueños. También fuimos víctimas de las intensas lluvias que dejaron a miles de venezolanos sin hogar en 1999 y entre 2010 y 2011. Todo este desbarajuste se debe al cambio climático.

“Las calamidades que sufrimos con estas inclementes y prolongadas lluvias son una muestra más de que estamos, de nuevo, ante la injusta y cruel paradoja planetaria (...) los paí-ses más desarrollados de forma irresponsable quebrantan sin medida el orden ambiental, en su afán por mantener un modelo de desarro-llo criminal, mientras la inmensa mayoría de los pueblos de la Tierra padece las más terri-bles consecuencias”, dijo el Presidente Chávez

¿OLA POLAr CArAqUEñA?Un largo viaje de 200 años nos trae de nue-vo a las frías mañanas en Caracas. La razón, explica el Instituto Nacional de Meteorología

EL DESCEnSO DE tEmPErAtUrA ES hAbItUAL En EStOS mESES y SE UnE COn “LA DECLInACIón SOLAr ALEjADA AL hEmISfErIO SUr y OtrOS fACtOrES mEtEOrOLógICOS COmO LOS EvEntOS nOrtES y vArIAbLES CLImátICAS COmO LA nIñA” —

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e Hidrología (Inameh), es el desplazamiento de una masa helada que proviene del Nor-te y que bajó la temperatura habitual hasta 14 °C en nuestro valle.

La página web Meteovargas explica que el descenso es habitual en estos meses (di-ciembre, enero y febrero) y que se une con “la declinación solar alejada al hemisferio Sur y otros factores meteorológicos como los eventos nortes y variables climáticas como La Niña”. En pocas palabras, pasa-mos de la sequía causada por El Niño al frío producto de La Niña. La infancia juega con nosotros.

Sin embargo, no hay que entrar en pánico al ver imágenes de caídas de nieve y de un zorro congelado en Alemania, pues “a pesar del frío que se ha sentido, los valores registrados en la mayoría de las estaciones meteorológicas del Servicio de Meteorología de la Aviación no han superado sus registros mínimos históri-cos”, reseña Meteovargas.

Y por si aún quedan dudas, una “ola de frío” (a veces también llamada “ola polar”), por el contrario, es el repentino e intenso descenso de la temperatura, cuya variación puede llegar a ser de 20 a 30 °C en 24 horas. Puede propa-garse con extraordinaria rapidez y atravesar todo un continente en tan solo dos días”, re-mata Meteovargas para decirnos que no exa-geremos con el pacheco, pues la temperatura más baja que se ha registrado en la capital es de 8 °C, a pesar de que sintamos que es mu-chísimo más baja por estos días.

¡brrrrrr!Si bien no veremos caer nieve, los caraqueños hemos desempolvado la “ropa de invierno” que compramos alguna vez quién sabe para qué. Si hacemos el ejercicio de ver imágenes de gente caminando por alguna plaza o bu-levar en diferentes épocas del año, será una constante ver franelas, camisas manga corta y, en general, ropa fresca. Un eterno verano. Sin embargo, estos días hemos presenciado un desfile de bufandas, suéteres peludos, gorros

y guantes. Venimos de días de sol intenso y puyúo que nos obligó a usar bloqueador en la ciudad y a sacar la sombrilla para evitar los rayos UV. Era el imperio del fenómeno climá-tico El Niño.

En nuestra mente quedaron las imágenes del Guri desértico —cuyo nivel de agua dismi-nuía cada día para decirnos que el apocalipsis estaba cerca—, de los cortes de agua y luz, de cosechas perdidas por achicharramiento, de incendios que pintaban de naranja y negro al Ávila y de no recordar bien qué era una garúa, incluso en nuestros meses de invierno. Si no era el infierno terrenal, se parecía mucho.

Ahora sentimos ganas de tomar chocolate caliente, de quedarnos por más tiempo acu-rrucados en la cama y de tener que apurar el paso por las tardes porque la brisa helada nos golpea en la cara.

Quienes quieren escapar del frío, paradóji-camente, suben al Ávila, escribió alguien en

Las fuertes lluvias de 1999 afectaron dramáticamente al estado Vargas

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internet. Allá arriba, en su cima, la neblina impide dar un paso sin temor a una caída, es posible hablar y ver el aliento condensado y la gente hace cola para tomar chocolate caliente. Las fotos de un cielo plagado de nubarrones con agrio rostro gris colman las pantallas de los teléfonos y las redes.

La lluvia hace que haya una mezcla del olor a tierra o cemento mojado con el de mandari-na recién abierta. Esta sorpresa del “desplaza-miento de masa helada” nos ha hecho amane-cer con un cielo inexpresivo y blanco, un Ávila secuestrado por las barbas de neblina, sentir la inclemencia del sol de mediodía, mojarnos a media tarde con un pertinaz aguacero y ca-minar casi al trote para huir de los lanzazos de hielo que sentimos en las costillas cuando andamos de noche por la ciudad.

EL PAChECO qUE SE fUEAl escribir sobre la Caracas que se le fue a Aquiles Nazoa en las primeras décadas del siglo pasado, durante su niñez, recuerda lo siguiente:

“Caracas era muy fría entonces; ya desde fines de octubre el exquisito frío tan tónico y juve-nil que invadía la ciudad por el área de Catia, imponía el uso de los abrigos, sobretodos, ro-mantones, bufandas y franelas largo tiempo guardados. Flotaba en el ambiente un olor a vetiver procedente de los baúles. Nunca supe de dónde le viene a ese frío en particular el nombre de ‘Pacheco’ que le da el pueblo cara-queño, ni si fuimos nosotros los primeros en usarlo, o los chilenos que también nombran así a los vientos de otoño”.

Esta vuelta de las bajas temperaturas nos tomó por sorpresa. Algunos se envuelven en la nos-talgia de la ciudad que se fue y otros aprove-chan para abrigarse y sentir que sin moverse están en otra ciudad. El valle, a veces amable, sabe que en sus lugares más elevados guarda un corazón gélido, que espera derretirse en Carnaval. Mientras tanto, ansiamos tomarnos una bebida caliente y dejarnos habitar por la calidez del frío caraqueño.

Desempolvar las capuchas para afrontar los vientos del Norte

Las bufandas, los abrigos y las chaquetas de piel salen a dar la cara

Un cafecito caliente para bajarle dos al frío

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BOLEROS QUE CURAN EL ALMA

A Dranis y Clau

El pegajoso estribillo Me importas tú, y tú, y tú, y solamente tú, y tú, y tú es la referencia del bolero “Piel Canela” de Félix Manuel Rodríguez Capó, mejor conocido como Bobby Capó, editado por el propio compositor con la Sonora Matancera el 1º de abril de 1952. Su letra poética es de una belleza inusita-da y evoca el dolor de perder el amor de una linda morena de ojos negros con el universo como referente: Que se quede el infinito sin estrellas / o que pierda el ancho mar su inmensidad / Pero el negro de tus ojos que no muera / Y el canela de tu piel se quede igual es apenas una de sus estrofas, pero de inmen-sa contundencia sentimental, un bolero para cantar al amor o, peor aún, a la posibilidad de perderlo... Si perdiera el arco iris su belleza / Y las flores su perfume y su color / No sería tan inmensa mi tristeza / Como aquella de quedarme sin tu amor. Nunca me voy a perdonar no haberle preguntado a Bobby la historia de su “Piel Canela”. Lo conocí junto a Manuel Felipe Sierra en un sitio nocturno de Las Mercedes que, por la can-tidad de años, no puedo recordar. Sé que era aledaño a lo que hoy es la plaza Alfredo Sadel. Manuel Felipe era director de El Diario de Caracas y yo un estudiante de Letras que colabo-raba en el periódico. “Juntos, en un night club de moda en Las Mercedes, Bobby Capó nos contó con precisión cronológica su vida de excepcional de compositor y cantante”, reseñó Sierra en el prólogo de “Boleroterapia”. Hoy me pregunto si esa noche le pregunté la vaina... solo Dios sabe adónde fue a parar esa entre-vista. Yo era un carajito. Aparte de la grabación original de Bo-bby Capó con la Sonora, existen las versiones de Eydie Gorme con Los Panchos y del trío aparte. Las de Celia Cruz tienen su toque personal. Dignas de mencionar las versiones de Antonio Machín, Gilberto Monroig y José Feliciano. Clásica la de Nat King Cole con su español agringado. Muy bella la de Natalia Lafourcade, porque le da un toque contemporáneo muy espe-cial esta hermosa intérprete. Pero la que a mí más me gusta es la de la orquesta Old Cuban Music, que por ahí quedó reseñada en uno de mis poemas. Solo me queda decir... Me importas tú, y tú, y tú / Y solamente tú, y tú, y tú / Me importas tú, y tú, y tú / y nadie más que túúúúú... jajajá.

POR HUMBERtO MáRQUEzILUSTRACIÓN JULiEtNyS ROdRígUEz @jULIeTNyS

“Piel canela”

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MÚSICA

Un sonero no fUnciona si no lo respalda Un bUen coroNo tieNe idea del Número de sus participacioNes como

corista, pero cree que haN sido más de quiNieNtas

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Edición Número Doscientos trece. Año 05. ÉPALE CCS Caracas, 29 de enero de 2017.

POR ángEL MÉndEz • @EPALECCS ⁄ FOTOGRAFÍAS MIChAEL MAtA

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Edición Número Doscientos trece. Año 05. ÉPALE CCSCaracas, 29 de enero de 2017.

Los salseros se vuelven diestros en muchas cosas. Una es aquella en que el verdadero apasionado por la música puede apreciar, a vuelo de pájaro, el sonido de un instrumento en medio de la bullaranga de una orquesta, quizás por eso a mí se me hace fácil aislar las voces de los coristas.

Un factor que permite apreciar las voces de los coristas es que la mayoría de estos profesionales son cantantes solistas y el timbre de voz ya está bien grabado en la mente del melómano. La mayoría de los melómanos los identifica sin problemas. Saben cuando participa un Tito Allen o Yayo El Indio. Se pueden aislar las voces de Ismael Quintana, Adalberto Santiago o el mismísimo Héctor Lavoe, por ello sabemos cuándo Rodrigo Mendoza, Johnny Pacheco, Paquito Guzmán o Gonzalo Martínez se encuentran en el coro de determinada producción.

De Gonzalo queremos ocuparnos en esta oportunidad. Gonzalo de Jesús Martínez, un “sanagustiniano” nacido el 23 de septiembre de 1963 y que viene rodando en la música desde hace más de 30 años.

“Cuando mi vieja hacía los oficios del hogar la música estaba presente en su radio. Ella sintonizaba las emisoras que ponían música alegre para el momento. Te digo que Radio Aeropuerto, Radio Tiempo, YVKE Mundial, Ondas Populares... La hora de la salsa con El Phidias era fijo al mediodía; eso marcó mi gusto musical, amén de que en el barrio la salsa era y es tradición”.

Gonzalo es el menor de doce hermanos. Se inició, musicalmente hablando, en el Taller Cultural San Agustín (Tacusan). Posteriormente se inscribe en la Escuela de Música José Ángel Lamas, donde dio sus primeros pasos en teoría y solfeo, para luego ingresar al núcleo de San Agustín de la Orquesta Sinfónica Juvenil.

—En el plano profesional tuve el privilegio de caminar al lado del maestro Jesús Blanco, quien me invitó a participar en el proyecto Son Marín, donde compartí la tarima con mi hermano Pablo, a quien todo el mundo conoce como Pabloco y quien ha sobresalido en el campo de la composición. La primera producción de Son Marín la

hizo Mauricio Silva y la segunda estuvo bajo la responsabilidad de Joel Uriola y Héctor Velázquez; es allí donde comienzo a tener contacto con estos fenómenos de nuestro género... el caso es que mi voz gustó y comienzo a ser llamado para hacer coros. Manuel Guerra me invita para los coros en la recién formada orquesta de Marianella y también para la agrupación que forma con Mauricio Silva. Al disolverse la orquesta de Silva y Guerra, Manuel me contrata como solista de sus dos primeras producciones: Solo Guerra, en 1992, y Más Guerra, en 1994, donde sonaron duro los temas “Cómo puedo vivir sin tu amor”, “Cuando estés con él”, “Un amor que termina así” y “El hombre que soy”.

—¿Luego te vas a Nueva York?—Eso es correcto. Esa fue una aventura que me salió a la perfección, porque en esa gran ciudad pude ingresar a la orquesta de La India y durante el tiempo que estuve con ella pude alternar con grandes figuras de la salsa. Creo que fue allí donde decidí que en algún momento haría mi propia producción.

—También estuviste con El Klan de Joseíto—Sí. Allí canté el tema “Ya no te escondas más”, que le dio título a la producción. Luego, con composiciones de mi hermano y de mi compadre Cheo Linares, me enserié en mi proyecto y allí está Mi promesa.

—Hay gente que, erróneamente, mira de soslayo el trabajo de corista—Eso es cierto, pero lo que muchos no saben es que un mal coro puede destruir una producción. Estando con La India, ella me confesaba que muchos vocalistas eran más valorados por sus coros que por sus presentaciones. A propósito de los coros que le hice a Gilberto Santa Rosa cuando vino a Venezuela por vez primera sin su orquesta. Él es muy exigente en su trabajo, y te cuento que tuvimos que ensayar cada canción que iba a interpretar. Resulta lógico, porque la gente quiere escuchar la pieza tal y como la ha oído en la radio o en el CD. Un sonero no funciona si no tiene el respaldo de un buen coro. Eso es así.

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un comandante

con tres adjetivos

MIRADAS

"guERRILLERo, PAtRIotA, boLIvARIAno"; no hAy ExCESoS, PoRquE hubo y hAy

otRoS CoMAnDAntES DE LA guERRILLA A LoS quE LES CAbE, En LA MEDIDA

ExACtA, uno SoLo: "tRAIDoR" POR guStAvo MÉRIDA • @gusmeRida1

Irónicamente, en el traslado de los restos de un periodista al Panteón Nacional, a algu-nos periodistas (periodista: persona dedi-cada a tareas de información y de creación de opinión) nos dejaron por fuera. “Pana, tu trabajo es proteger al Presidente (en este caso, al vice), no impedir el mío”. Nunca se lo dije al funcionario de Casa Militar por-que se me acaba de ocurrir, pero allá, ya dentro del Cementerio General del Sur, me quedé pensando en ese absurdo.

Pensé, antes de las 11 de la mañana (no ha-bía otra cosa que hacer mientras se iniciaba el traslado y esa parte, suponiendo que a us-ted le interese, no la puedo contar), que tal vez Fabricio Ojeda hubiese intentado llegar a través de las tumbas para, desde el princi-pio, “contar un cuento que es verdad”, pero los funcionarios de Casa Militar también estaban por allí.

Frente al Monumento que honra a los caí-dos en Tacoa, un par de bomberos en moto se detienen, saludan con la cabeza y siguen, en un acto que homenajea porque recuerda. Lleno de homenajes, recuerdos y canciones de Alí Primera, todo el recorrido, desde el ce-menterio hasta el Panteón Nacional (unos 6 kilómetros), duró unas cuatro horas y media. La avenida principal de El Cementerio, de un kilómetro, se recorrió en doshoras.

Como “consuelo”, que suma a la ironía, me queda que tampoco dejaron entrar a Michel Caballero, de VTV; a Cabeza ‘e Mango, que está gordo (“todavía no se sabe nada del ex-traño robo que me hicieron”); ni a Madeleine García, de Telesur, “entre otros”.

En la avenida principal se incorporó a la mar-cha Jorge Rodríguez y su hermana Delcy, “así como otras personalidades asistentes al acto”,

porque si hay algo que exige dedicación y pa-ciencia es dialogar con ustedes saben quiénes.

Un tipo en una esquina, desde un primer piso, bailaba las canciones de Alí, saludaba y parecía ajeno al banderín en su balcón “perteneciente” a un partido político de oposición tan lleno de violencia que, por la actitud cordial de este opositor, parecía militante de la alegría y no de “Voluntad Popular”.

Y es que a la gente le pasó lo inevitable: al sa-ber que un tipo como Fabricio Ojeda, con su vida, sus decisiones, sus luchas (“Si muero, no importa, otros vendrán detrás que recogerán nuestro fusil y nuestra bandera para continuar con dignidad lo que es ideal y deber de todo nuestro pueblo”) y más de 50 años después de su muerte, causada por miembros de las Fuerzas Armadas de entonces, lo llevaban al Panteón, decidió acompañarle y homenajear-le en una manifestación llena de sonrisas, re-flexiones y empujones; entre apretujones y co-

dos punzantes y sonantes en las costillas, sentí como es la marcha al lado, muy cerca, del “hé-roe cercano”, como le llamó el alcalde, “quien les espetó en la cara la traición”, refiriéndose a los diputados de entonces, muy parecidos a los que ahora se reúnen en eso que llaman MUD.

Las fachadas de los edificios pequeños salu-daban a Manuel Quevedo con entusiasmo: la Gran Misión Barrio Nuevo, Barrio Tricolor podría hacer de este un corredor que sume al bulevar César Rengifo que, dicho sea de paso, antes que se construyera, esta marcha, quizá, no habría sido posible. Es “harto conocida” la historia de un señor que sufrió un infarto y tuvo que esperar más de ocho horas para que los buhoneros quitaran todos sus tarantines del espacio público y la ambulancia pudiera llegar.

EL nIEto DE FAbRICIoJuan Carlos Garrido Ojeda es titiritero, ju-guetero y un montón de cosas más. Es nieto de Fabricio Ojeda y, por suerte, le conozco. Antes del puente de la Fuerzas Armadas y desde los bomberos, llovió. FOTO JESÚS CASTILLO

Desde Puente Llaguno, luego de la lluvia de flores. FOTO JESÚS CASTILLO

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Y junto con Fabricio, la gente. FOTO JESÚS CASTILLO

Luego de la maniobra, satisfacción. FOTO ENRIQUE HERNÁNDEZ

Desde que salió la marcha y hasta que una señora (que también hizo los seis kilómetros) se le coló a empellones a un piquete de fun-cionarios militares que intentaron impedir-le el paso en el Panteón, el nieto de Fabricio nunca se despegó del féretro y disfrutó el agua que les roció en el bonito homenaje —callejón de honor, despliegue de la bandera de Vene-zuela por dos bomberos, tal vez los mismos que homenajearon a sus compañeros falleci-dos en el cumplimiento de su deber unas tres horas antes, en tirolina y cuatro que bajaron en rapel. Juan Carlos también se llenó de pé-talos y flores en Puente Llaguno, de lágrimas y orgullo al ver tanta gente junta, contenta, sintiendo que uno de los suyos, cercano, va para el Panteón y ahora la Historia tiene que contarlo, a él, su abuelo. Le grito, me saluda, le paso la grabadora a través de otras manos y ahí, cerquita de su abuelo y sin voltear a los la-dos, nos dijo: “Un día de contradicciones; los mismos que asesinaron a Fabricio están hoy en la Asamblea Nacional. Un día de pueblo, de felicidad, de alegría. Comentaba con mi familia que no conocí a Fabricio físicamente, pero cuando lo asesinaron, el pueblo lo llevó en sus hombros hasta el Cementerio General del Sur. Hoy, vivir esa experiencia al lado del pueblo que lo cargó y que desafió la represión de entonces, en esta época diferente en la que el pueblo sale a la calle a dignificar la lucha de los grandes de nuestra historia contempo-ránea, me hace sentir feliz, emocionado, or-gulloso. Méritos hay suficientes y estoy agra-decido con el presidente Maduro por haber tomado esa decisión, valiente, que demuestra que Fabricio es pueblo. Somos consecuencia de todas esas luchas y el gran reto es identifi-car a los verdaderos enemigos”.

Toda la avenida Fuerzas Armadas la cami-né de prisa luego de romper el ritmo que da acompañar y homenajear, que no siempre es lo mismo. Nunca dejé de ver gente. En la es-quina de San Francisco, bajo la ceiba que cui-da la descuidada Asamblea Nacional, el Gru-po Ahora cantó y acompañó a Fabricio Ojeda, un tipo cercano a nosotros que pasó cerquita de ahí, compadre, y de aquellos montes lejos. Ahora está en el Panteón y se lo tienen que enseñar a los chamos de primaria para que más nunca se olvide, porque por aquí, por el casco histórico de Caracas, también pasó, compadre.

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Pacientemente el pueblo lo esperó fuera del Panteón. FOTO M. MATA Ya lo dijo. FOTO M. MATA

LOS QUE NO ENTRARONAllí estaba Haydé, de la Mesa Técnica de Agua de Las Casitas, en La Vega, pelean-do con un jovencísimo Guardia de Honor que pretendía bajarla de uno de los muros que circundan el Panteón. Ella es un mar de amores pero que no la hagan molestar, menos si está intentando con todas sus fuerzas saludar a Tarek, así sea desde lejos. Estaban los muchachos del Frente Francisco de Miranda de Guatire, que llegaron temprano y se agolparon en la entrada del Cementerio General del Sur a esperar el traslado, para hacer el recorrido completo, como correspon-de. Comían mandarinas saludando con entusiasmo a las cámaras de VTV que paseaban en ráfaga haciendo un paneo hacia el Cuartel San Carlos, donde tan-tos “rojos” fueron a dar con sus huesos revoltosos para ser torturados y en algunos casos desparecidos. Bajo un sol cenital que nunca amainó, estaba haciendo gráficas de los rostros sonrientes el fotógrafo Silvino Castrillo, contento porque al fin recibió su aparta-co de la Gran Misión Vivienda Venezuela mientras compagina su tiempo entre la producción agrícola en Territorio Caribe y la distribución de maíz junto a diversos colectivos afanados en la supervivencia, rompiendo las alcabalas especulativas de las cadenas de distribución. Estaban unos waraos enarbolando una pancarta de un CLAP de Tucupita, mien-tras ofrecían una cesta tejida de fibra de palmiche que intentaron cambiar por una gorra tricolor 4 de Febrero que un muchacho de La Silsa vendia en 5.000 bolívares. Por allí se apareció mi primo Antonio, a quien no veía desde hace 30 años, blan-diendo un tricolor de papel lustrillo, del-gado y canoso, pero orgulloso de estar en primera fila durante el acontecimien-to histórico. Me asfixió con un abrazo

y me pidió los teléfonos de la familia para retomar los contactos. Le advertí que esa gente anda más escuálida que nunca y se encogió de hombros con una nostalgia sublime: “Pero el cariño es el mismo”. Vi el celaje apasionado de esa diminuta mujer que desde hace 17 años exhibe sus carteles gritando consignas por la Revolución. Iba veloz, como siempre, con su cartulina al aire y unos bigotes posti-zos de Maduro, que traía desde que salió bien temprano de los Valles del Tuy, tras probar una empanada de carne molida que prepara su comadre Encarnación.De repente llegó, con paso ligero, un moreno trajeado de pantalón de lino azul eléctrico, zapatos de goma blancos, camisa a rayas, paltó de cuadros y una boina de pana vinotinto. Imposible que pasara desapercibido y no aprovechara para contar algo de su pasantía por la guerrilla urbana. Freddy Guzmán venía de Casalta y recordó, cuando se escu-chaba por los parlantes que la caminata iba apenas por Roca Tarpeya, la canti-dad de amigos que perdió en manos de la represión que combatió los ideales de la juventud revolucionaria de la vieja izquierda venezolana. No conoció a Fabricio, pero más de una vez gritó la consigna “luchar hasta vencer” en operativos relámpago, al amparo de la noche entre las veredas de San Martín, siempre asustado, porque la persecu-ción era férrea. Como Mauricio Orta, erguido y solitario con sus 85 años en una esquina diago-nal al busto de Omar Khayyam, el poeta persa de las Rubaiyat que alumbra al Foro Libertador, hasta donde dejaba pasar el severo despliegue de seguridad en los alrededores del Panteón Nacio-nal. Su existencia es casi un milagro. Así se describe mientras recuerda la noche de 1963, en la que el hedor de la

muerte congeló sus instintos, cuando intentó repeler el traquetear ofensivo de la Policía Marina, que usaba FAL a repetición contra los maltrechos fusiles y la carabina del siglo XVIII con los que la unidad que comandada intentó rescatar a unos camaradas apresados en Campo Rico. Había nacido en Upata pocos años antes y junto a su madre y tres hermanos, intentando huir de la pobreza, vino a parar a Caracas con una pasión desenfrenada por los libros y las luchas libertarias, en parte inspirado por un primo, uno de los dos comunistas que había en toda Upata a mediados de los 50, y a consecuencia de ello murió al regresar del presidio perezjimenista en Guasina, maltrecho y tísico, y con un cuaderno de memorias bajo el brazo. Esos papeles hurgados por Orta en su febril adolescencia lo volvieron rebel-de, pasando a integrar las filas de la Juventud Comunista de Venezuela (JCV) desde muy joven. Orta, o Miguel Vargas, como llegó a llamarse por asuntos de seguridad, fraguó varias batallas que lo acercaron temiblemente a la muerte, pero escapó indemne en su accionar en la guerrilla, por una suerte de pacto con el destino que lo llevaría a convertirse, con los años, en un respetado carpin-tero amante de su mujer, cuatro hijos y siete nietos que ese lunes atípico de 23 de Enero no sabían que había tomado un autobús desde la lejana Caucagua para trasladarse a la capital a salu-dar, y despedir, al viejo camarada que ingresaría esa tarde a la necrópolis de los héroes patrios, escoltado por sus familiares, amigos, dirigentes políticos y funcionarios que se adentraron en el hemiciclo al arrancar los actos oficiales y la cadena nacional.

Por Marlon Zambrano

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SOBERANÍAS SEXUALES

Era el último día de un apretado mes extranjero. Le saqué dos al Marley y coloqué la ropa sobre la cama. Mientras en la TV Amanita y su novia se besaban en la serie gringa de las hermanas Wachowski, abrí la maleta, pantalones en las esquinas, camisas en el centro, “llévale esto a mi mamá y a mi papá” envuelto entre el palo y las chaquetas. ¿Dónde está el vaso que compramos en la tienda de la familia famosa que vive en Springfield? En la cocina lo vi anoche, tráeme el mío cuando bajes.

Debería limpiar los platos antes de irme, tomaré una birra primero en el vaso para después guardarlo. Siempre olvido algo en los viajes. Recuerda pedirle al Comalito la chaqueta que dejé en su casa en Vallejo, que te la envíe por correo y luego tú me la llevas cuando regreses a Caracas. Te pago el favor con un ceviche o un pargo frito, ¿plomo? Tengo que ir a Ca-gua cuando lleguemos, pero antes de irme a Quito paso a cobrarte el favor y a ver si agarro un poquito de color en tu playa, que parezco un apio.

Estamos a tiempo, una birra más y reviso las notificaciones. Solicitud de amistad en el carelibro, un amigo en común. Él es panita, a ella no la co-nozco. Se ve bien en la foto. Tiene novio, ¡qué mierda! Sale en varias fotos, sí, debe ser. Si eso es así, por qué la solicitud. Quizás la conocí en una de esas rumbas en El Cocal y no la recuerdo, qué raro yo. La voy a aceptar. Mejor subo para seguir arreglando la maleta, es temprano pero prefiero estar relajada. Este cuarto es un desastre y yo ya casi termino. Las veo len-tas, pajaritas. Me da chance de tomarme otra y terminar de ver la serie. Ya va, me escribió al chat del “feis”. Mírala, Parchi, ¿qué te parece? Es bonita, ¿es bicicleta o cachapa? Creo que ninguna, vamos a ver qué me dice, ca-paz sea hetero y la conocí por ahí. Sí, claro, la más famosa del pueblucho, pues. Gua, somos un pueblo chiquito todavía, pero tenemos semáforos, ¿qué te pasa? Está bien, está bien, no te piques, pero ¿qué te dice?

***

Dos escriben y una busca la información. Está bien, me meto en internet y ustedes hacen las láminas. Dale. Así me meto un momentico en el “feis”. Mira, si estás ahí aprovecha y ve la foto del portugués que te dije, búscalo. Ven tú y anótalo para ver. Aquí está. Claro que sé quién es, él pasa a veces por mi casa con otros chamos. Sus primos, su tía vive por ahí, pon sus fotos. ¿Y esa chama que sale con él? Su prima, es lesbiana pero es chévere. Yo la he visto, sí, ¿cómo es que se llama? Coye, no me acuerdo pero bús-cala en sus contactos. ¿Tendrá foto de perfil? ¡Es esa! Pídele la solicitud, es pana, en serio. No, vale, qué te pasa, yo tengo novio. Relájate, te da frío o qué, pídesela normal. Yo sé, ella tiene novia, la he visto agarrada de manos en la calle. ¿Entonces? Hazlo. Está bien, lo haré.

¿Cómo es la página que dijo el profe? No sé, pero mira, aceptó, escríbele. Me da pena. Relaja la pelvis, no va a pasar nada. Está bien, lo haré.

POR MARÍA GABRiELA BLANCOILUSTRACIÓN L. “RAZOR” BALZA

Solicitud de amiStad (i)

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PARA VIVIR

Los seres humanos no somos iguales. Existen personas buenas y existen personas malas, pero también como organismos tenemos una individualidad bioquímica, cualidades innatas que hacen que reaccionemos distinto a los alimentos y a su metabolismo.

Unos pocos tienen metabolismo acelerado, metabolizan y nece-sitan más los carbohidratos, no engordan; mientras que el resto tiene un metabolismo lento, metabolizan menos los carbohidratos y engordan fácilmente. Unos organismos reaccionan más a los ali-mentos agresores, creando alergias o enfermando, mientras que otros son más resistentes. Del mismo modo, unos son más volu-minosos que otros y necesitan más cantidad de agua para estar hidratados.

Pero existe una diferencia poco conocida, determinada por nues-tro sistema nervioso autónomo. Este es una red nerviosa que va desde el encéfalo, por la médula espinal, al cuerpo y su objetivo es manejar las comunicaciones cerebrales y controlar nuestras acciones involuntarias. Se divide en sistema simpático y sistema parasimpático. El sistema nervioso simpático está orientado a la acción y a la defensa, nos prepara para huir o pelear, mientras que el sistema nervioso parasimpático está orientado a la digestión y al descanso.

Sucede que entre los seres humanos, así como unos son zurdos o derechos, unos tienden a tener un sistema autónomo donde pre-valece el simpático y otros donde lo hace el parasimpático. ¿Resul-tado? Algunos individuos tienen un organismo activo o excitado que tiende a la acción, mientras que otros tienen un organismo calmado o pasivo que tiende al descanso. Es como si unos funcio-naran con gasolina y otros con gasoil.

¿Consecuencias? Los excitados, o los que tienden al Simpático, tie-nen un pH ácido, por eso le hacen daño las carnes rojas y grasas

POR VíctoR [email protected]

NO SOMOS IGUALES

recomendaciones

no todos somos iguales y por lo tanto no debemos alimentarnos igual. nuestra salud depende de ingerir todos los elementos requeridos para el metabolismo, como tomar abundante agua y comer según el sistema nervioso que tenemos. si te sientes enfermo, ¡empieza a hacerlo ya!

saturadas, ya que lo aceleran y acidifican más. Por esto deben co-merlas menos y, a la vez, consumir más vegetales para alcalinizar su cuerpo. Los que tienen un organismo pasivo, o que tienden al Parasimpático, tienden a engordar más, a tener la tensión baja y un pH alcalino, por lo que más bien deben consumir más carnes rojas y grasas, ya que necesitan más aceleración.

A ambos les hace daño el exceso de carbohidratos, pero cuando el sistema nervioso se les altera por la mala alimentación, comienzan a padecer de enfermedades como diabetes, obesidad, cáncer, hiper-tensión y hongos, esto por la acidificación. La buena noticia es que, restaurando el metabolismo, esta acidificación se puede corregir y, por ende, curar todas las enfermedades consecuentes.

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GASTRONOMÍA

DECIR COPPELIA ES...POR MERCEDES CHACÍN@MERCEDESCHACIN

FOTOGRAFÍAS ENRiquE HERNáNDEz

PlazaBolívar

Esq. deLa Torre

Esq. de GradillasEsq. deSan Jacinto

Coppelia

PICHONES DE SIBARITA

Decir Coppelia es decir Cuba. Decir Cuba es decir Fidel. Decir Fidel es decir Patria Grande. Decir Patria Grande es decir Chávez. Lo dijo Naumy Francisco Guerrero Terán, ayudan-te general tipo 1 de la heladería Coppelia de Gradillas a San Jacinto en el casco histórico de Caracas: “Esta idea es un convenio Cuba-Vene-zuela y es una creación de Chávez y de nuestro comandante Fidel Castro. Esta heladería se les ocurrió a ellos”.

Decir Coppelia en Caracas es decir helado sa-broso y barato. La marca Coppelia tiene unos helados muy ricos (regresan este mes después de una larga ausencia), como ricos son los que suministran Lácteos Los Andes. Este mes tam-bién inició con un punto de venta que les había sido esquivo desde que se inauguró la heladería, pero al fin lo tienen después de casi cinco años de funcionamiento.

Decir helado ahorita en Caracas es también decir frío. La demanda ha bajado porque no es lo mismo comer helado con aquel calorón que con frío, aunque tampoco es que la temperatura sea bajo cero, la verdad sea dicha. Pero eso hace que las colas sean menos extensas.

Decir Cuba es decir viajes. Y revolución y Nue-va Trova. Conocimos la heladería Coppelia, la de La Habana, hace 30 años. Volvimos hace dos y la encontramos casi igual. Con mesitas y sombra para las y los comedores de helados. La de Gradillas a San Jacinto no tiene mesitas porque la vajilla para helados se perdía. Poste-riormente la Armada les asignó un apoyo de la Milicia Bolivariana, que ahora ayuda a ordenar y vigilar.

LOS HELADOS José Gregorio Baptista es el “boleador” (el que los sirve) y también es el encargado actual-mente. Y nos explica: “Los helados se sirven en

barquilla, tacitas y ensaladera. Son dos, tres y cinco porciones de helados con lluvia de co-lores, lluvia de chocolate y lluvia de fresa. La de Gradillas a San Jacinto es la primera hela-dería de 11 que hay en el país. En Caracas hay dos más: una en el Abasto Bicentenario de Plaza Venezuela y otra en Parque Miranda".

Los planes son ampliar la heladería para que se pueda atender a más gente. Ha habido pro-blemas con las máquinas registradoras y espe-ran mejorar con el punto de venta que prefie-ren que sea del Banco de Venezuela, aunque aún no lo han recibido.

La oferta actualmente incluye tres sabores: chocolate, vainilla y fresa. Para este mes esperan la llegada de los helados Coppelia chocolate, fresa con mantecado, fresa con chocolate, vainilla-pasa, rizado de chocola-te y chocomenta.

Jhon Martínez y Reina Montiel están en la heladería desde sus inicios. Reina era per-sonal de mantemiento y ahora es la encar-gada de cobrar. Le ponen amor a su trabajo en Coppelia, pero necesitan más inversión en infraestructura para atender mejor al público y desaparecer la cola, que cuando hay sol es más grande.

Ambiente

Calidad

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Martes a sábadode 10:30 am a 6 pm

Barquilla: Bs. 1.250. Dos sabores Bs. 2.300

“Pote” (900 ml): Bs. 2.900

“Arlequín”: Bs. 1.750 / “Melba”: Bs. 2.850

Efectivo Débito

Cesta Ticket Crédito

✓ ✓

Tarjeta de alimentación

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ENTREVISTA

Román Chalbaud: la ConjunCión

este cineasta es un hombre que narra, pero que parece ser narrado por otro narrador igual a él.

en un apartamento grandísimo lo acompañan cloe—su perra—, sus libros y sus películas

POR ANdER dE TEjAdA ⁄ FOtOgRaFías jESúS CASTILLo

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Hay ciertos personajes a los que, en ocasio-nes, introducirlos está de más. Hacerlo sería ocupar los espacios con información más que publicada y fácil de encontrar. Además, están en el verbo de la gente como en una búsqueda rápida en internet. Sin embargo, lo escribiré rápido: Román Chalbaud es un director de cine, un dramaturgo, un ávido lector de literatura, un observador de pelí-culas y de obras de teatro y un amante de los perros. Nacido el 10 de octubre de 1931, en Mérida, ha dirigido piezas como la acla-mada El pez que fuma (1977), Cangrejo I y II (1982 y 1984) y Pandemónium, la capital del infierno (1997).

Subimos a su apartamento caraqueño y somos recibidos por un trabajador. Nos encontramos con un piso de madera, casi gemelo del techo, que tornaría el ambien-te en una caverna si no fuera por el venta-nal que deja entrar unos seis metros de luz proveniente, nada más y nada menos que, del paisaje de una Caracas casi completa: el Waraira Repano, desde Cotiza hasta El Marqués, el sur y el este de la ciudad. Va-mos al segundo piso, guiados por el señor, hasta un ambiente más claro. A los lados ve-mos cuadros con los afiches promocionales de sus películas, con el nombre de Román Chalbaud en todas las alturas que merece, mientras nos acercamos, cada vez más, a él. Quien nos guía se detiene, se voltea y nos invita a pasar. Las paredes son blancas. No exactamente por la pintura (la pintura no se ve) sino porque es, en su totalidad, una estantería cargada de libros y películas, que las convierten en biblioteca y videoteca.

En la habitación, sentado en una silla de computadora, vemos la sonrisa de Chal-baud dándonos la bienvenida y diciéndole a Jesús, el fotógrafo, que es bueno verlo. Nos sentamos. Todo comienza.

Ya tengo en mente el detonante de la con-versación. Teniendo apenas 22 años, la re-

ferencia de Román Chalbaud es algo que resuena, como una ley que uno no se ha estudiado pero que sabe que está ahí, en los otros. No lo viví, pues, en su época más agi-tada, en proyecciones y obras de teatro.

Recordemos —para otros, como yo, quie-nes más que su obra conocen su nombre—, detalle a detalle, letra por letra, que este es un tipo que se juntaba con Isaac Chocrón y José Ignacio Cabrujas, que se turnaba con ellos las tareas en las obras teatrales que lan-zaban en conjunto: un duro del arte, un tipo con historia y para la historia.

En fin, continuando con lo del detonante, le indiqué que solía habitar un apartamento en el mismo edificio en donde nos erigíamos. Él echó un cuento de varios minutos sobre cómo lo había comprado. Dijo que parecía la historia de una película. Primero, el dinero no estaba. Un penthouse siempre ha sido caro, pero el Banco de Maracaibo, en esa época, es-taba prestando un millón a quien comprara inmuebles. La casualidad, entonces, se volvió muy sospechosa: esa misma noche un vecino tocó el timbre de su pequeño apartamento en Las Palmas, le informó que quería mudar a su madre al edificio y quien quisiera venderle su apartamento recibiría 750.000 bolívares en efectivo. Román hizo la suma. Uno más uno es dos. Dos más 1.749.998 da 1.750.000. Lo que hacía que faltaran, solamente, 500.000 bolí-vares que Chalbaud no sabía de dónde sacar. Pensó en un amigo, Arturo Calderón, actor de muchas de sus películas, y le pidió la plata. Después lo llamaron de Puerto Rico para que hiciera El tormento, una novela que había di-rigido previamente en Venezuela con mucho éxito. Siendo la paga muy buena pudo termi-nar de comprar el apartamento, el inmenso apartamento, la casa en donde más le ha gus-tado vivir, puesto que hay espacio suficiente para toda la historia del cine en DVD y para más de seiscientos libros, todos dispuestos en esa estantería blanca. Cuando uno camina ahí, pues, se pasea por un museo, por una reliquia,

por los pasillos de la casa de un tipo obsesio-nado con el arte.

“Está toda la historia del cine. Tengo a Cha-plin, Buster Keaton, Fellini, los hermanos Marx, Stanley Kubrick. No falta ninguno. La primera fila de arriba son obras de teatro llevadas al cine. Teatro en el cine. Una de las cosas por la cuales me alegro de haber hecho todas esas horribles telenovelas que tuve que hacer es que pagaban tan bien que pude comprar toda la historia del cine. Las fui comprando, en esa época se compraba por internet. En todos los cuartos hay al-gunas. Están las películas más importantes que se han hecho”, explica.

Todo está organizado, todo luce bien. No hay problemas para el momento del antojo:

buscar no es tarea difícil. Los nombres de los directores están escritos en los estantes. Yo le pregunto si las ha visto todas y él asiente.

“Yo tengo dos películas favoritas que son Roma, ciudad abierta, de Rosselini, y Los olvidados, de Luis Buñuel, porque me cam-biaron el concepto del cine, me abrieron los ojos al hecho de que el cine no servía solamente para escapar de la realidad sino también para enfrentarla’’.

Su amor por el séptimo arte, ese que lo lle-vó a armar esa colección, comenzó cuan-do era apenas un niño. Román vivía por el Nuevo Circo, cerca de un cine. Los dueños del establecimiento, al igual que su familia, provenían de Mérida, lo cual funcionó para iniciar una relación amistosa que se tradu-

cía en el regalo más preciado para el Chal-baud infante: entradas gratis a todas las funciones, que aprovechaban su abuela y él para apreciar lo mejor del cine francés, el que más proyectaban. Su abuela no solo fue quien lo acostumbró a ver películas sino quien le inculcó el hábito de la lectura, qui-zás más por una curiosidad de Román que por un mandato de la señora. Él, al ver que su abuela se dormía con un libro apoyado en la mesa de noche, escabullía el cuerpo dentro del cuarto y lo tomaba para sí. La costumbre, dice Román, todavía persiste. Leer es, según él, hacer una película dentro de la cabeza, por eso es tan importante la conjunción entre literatura y cine.

Años después, cuando estaba en bachille-rato, tuvo que elegir una actividad extra

cátedra y fue seducido por el nombre del teatro. Quien le dio clases fue Alberto de Paz y Mateos, un duro del teatro de la épo-ca. Con él montó obras, a esa edad colegial, a las que solían asistir los intelectuales de la época. Después, siendo amante del cine, se enteró de que existía Bolívar Films y de que estaban haciendo películas. Quiso ser asistente de dirección en una película y, por haber sido alumno de Alberto de Paz y Ma-teos, tuvo la oportunidad de dar su primer paso en el rodaje de Luz en el páramo, del mexicano Víctor Urruchúa.

El resto, como saben, es historia.

LoS AmorES“Digo que tengo una esposa y dos amantes: la esposa es el teatro y las amantes son el

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cine y la televisión. Pero no te puedo decir a cuál quiero más’’, dice Román entre risas.

Efectivamente, ya hemos hablado de sus tres amores, sus compañías, solo que no las hemos declarado como tales. Primero está, como una unidad, el cuadrado amoroso en-tre él y el cine, la televisión y el teatro. Pero después aparecen los perros.

Román no puede vivir sin ellos. Apenas se murieron Ámbar (una pastor alemán), La China y El Chino (dos sharpéis) tuvo que conseguir otro. Por ahí está, en algún sitio de la casa. Todavía no lo vemos, solo escu-chamos la descripción del cineasta. Habla de una cachorrita hermosa y simpática, pero que muerde porque apenas le están saliendo los dientes. En una de las vueltas que dimos a la casa, para observar las estan-terías, quedamos al lado de una puerta de vidrio que da hacia una terraza. Román vol-tea y, con una sonrisa, nos avisa que viene la perra. Hace su llegada, entonces, una ca-chorra amarilla que con tan solo un aullido puede abrir las puertas que quiera. No ne-cesita manos y nos lo prueba. Primero ladra y agita la cola. Román le dice que no ladre desde el otro lado del vidrio. Después aúlla,

lo que para ellos, dicen, es un llanto. Román nos avisa, entonces, y le abre la puerta al can, que nos busca para el reconocimiento, se deja acariciar, pero la inquietud la hace moverse un rato hasta volver al dueño.

El amor a los perros, como todos sus amo-res, parecen comenzados —o termina-dos— por los efectos de la narración tea-tral, literaria o cinematográfica. Él habla de las conjunciones, pero toda su vida es una unión accidental de elementos que ejem-plifica aquello de que toda causa tiene un efecto, pero que a veces se vuelve una ensa-

Román baja las escaleras de su casa. Detrás de él, los recuerdos de su arte

lada hermosa que hace pensar en las posi-bilidades del destino innegable. Pasó con el cine, con su amor persistente, su pasión casi novelesca que lo hizo dedicarse en cuerpo y alma al arte, dejando atrás hasta al colegio mismo. Después pasó con la forma en que comenzó a amar desmedidamente a los pe-rros: aquel día en que su primera perrita se escapó de la casa, tras el sonido del timbre y la apertura de la puerta, y fue arrollada por un carro. Y pasó con su abuela, con otro de sus amores, a quien Román solía llamar “Mamaíta” por considerarla su otra mamá. Cuando se enfermó fue Román mismo, con 11 años, quien se dio a la tarea de acom-pañarla por las noches. Por varios días es-tuvo durmiendo en una pequeña cama que guardaba debajo de la cama médica de su abuela. Un día, por razones extrañas, se lle-varon la cama del cuarto. Román vio a sus hermanas llorando. Más tarde su abuela lo llamó. “Me voy a morir hoy’’, le dijo. “Se lle-varon la cama de tu cuarto’’, continuó. No sé qué habrá dicho Román. No sé qué habrá pensado entonces, con tan poca edad, pero así fue, como una película, como un cuento o como una obra estremecedora que quizás se podría llamar así mismo: “La conjun-ción”. Dígalo, señor Román.

“digo quE tEngo unA ESPoSA y doS AmAntES: LA ESPoSA ES EL tEAtro y LAS AmAntES Son EL CinE y LA tELEviSión. PEro no tE PuEdo dECir A CuáL quiEro máS’’—

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TRAS EL DISCURSO

“Culpa” de la esvástiCa. A poco más de siete décadas del fin de la Segunda Guerra Mundial el cine hollywoodense y su máquina generadora de mitos propagandísticos no ha cesado en su afán de instaurar su versión de la Historia, su manido american way of life. Impresiona, por lo anacróni-camente risible, que una industria que ha llevado al paroxismo el arte de la manipulación histórica, gracias a un depurado manejo del lenguaje cine-matográfico, pase por alto la decadencia de un cine bélico en particular: aquel que entroniza el papel de las fuerzas aliadas. Por fortuna, la trilla-da frase “la Historia la escriben los vencedores” resulta insuficiente para justificar esta impostura. De más está decir que, de ninguna manera, el título que precede a estas líneas constituya un alegato frente a los desmanes del Ejército nazi.EL filme Aliados (EEUU, 2016), del director Robert Zemeckis, es un triste ejemplo de lo antes expuesto. Su guión edifica un pastiche intras-cendente con pretensiones de thriller bélico. El mismo expone trillados elementos melodramáti-cos: bella historia de amor contrariado, traición, fidelidad a la causa sobre la lealtad matrimonial. Siendo este último el eje narrativo fundamental de la historia, lo peor que le puede pasar a una pareja de espías: el “cacho” ideológico. Max Vatan es un agente británico que se une, en una peli-grosa misión en Marruecos, a Marianne Beause-jour, miembro de la resistencia francesa. Tras el éxito, deciden casarse y vivir en Londres. Luego de concebir una hija, la inteligencia británica le notifica a Max que su cónyuge es un agente doble, trabaja para los nazis. Obviamente, una relación signada por la sospecha da pie, cinematográfica-mente hablando, a la exposición de recursos muy propios del suspenso, los cuales son presentados de forma muy vaga, casi fatua. El final es de un melodrama convencional. Al querer escapar para ponerse a salvo como fami-lia, son descubiertos y ella opta por inmolarse para que su hija pueda ser criada por su padre. Lo que se traduce como una tragedia donde se evidencia lo estéril de la pugna entre potencias, toda vez que dicha rivalidad las aleja de su objeti-vo común: dominar el planeta y los recursos de lo que habría de llamarse el “tercer mundo”.

Rodolfo Castillo@magodemontreuil

Martin Esslin escribió en 1961 El teatro del absurdo. Con este nombre bautizó un mo-vimiento teatral, y su contenido caracterizó, describió e iluminó algunas décadas que an-tecedieron al escrito. Esslin adjetivó así el tra-bajo de Samuel Becket, Arthur Adamov, Jean Genet y Eugene Ionesco.

Cada uno en su momento y lugar comenzó a tejer estructuras teatrales con anécdotas, diá-logos, personajes, relaciones que retrataban otra perspectiva de la realidad.

Las grandes guerras, la eclosión del dinero, la tecnología inesperada, el nacimiento del con-sumismo habían aturdido a buena parte de la humanidad. Sobre todo Occidente se había tropezado con estructuras de poder, de orde-namiento y de consumo jamás imaginados.

La forma de comunicarse y de valorar esa co-municación se había trastocado de tal manera que las palabras perdieron el significado habi-tual. Conseguirle otro sentido, o tal vez otor-garle uno, no era tarea fácil, ni siquiera cons-ciente. El teatro de estos autores daba cuenta de este drama. Pero no eran sus escritos, era el mundo quien andaba cabalgando por situa-ciones, valoraciones y pensamientos ajenos a una convencionalidad que, por lo menos durante dos siglos, había variado muy poco.

Una vez más estamos asistiendo al hecho tea-tral alimentándose del espíritu de su época y, al mismo tiempo, caracterizándolo, confi-

riéndole un camino de encuentro con el ser humano común.

Hoy, en Venezuela, estamos inmersos en una dinámica que nos recuerda mucho los pos-tulados que menciona Esslin que, a su vez, se basan en algunos escritos de Albert Camus.

En innumerables momentos nos encontra-mos con situaciones difíciles de asimilar. Los medios de comunicación han alcanzado tal nivel de parcialidad, que nadie se toma en serio lo que allí aparece. Todo adquiere una atmósfera onírica, relativa, incierta. Lo llama-tivo es que ahora la cotidianidad comienza a adquirir los mismos visos. En cualquier cola podemos ver a dos personas intercambiando consignas como si estuvieran conversando.

La Asamblea Nacional declara el aban-dono del cargo del Presidente, para ello se reúne después de un montón de días sin haberlo hecho por falta de cuórum. El Tribunal Supremo de Justicia la de-clara en desacato y dictamina que todo lo que ejecute no tiene validez legal. La Asamblea decide que lo que dictamina el Tribunal no es acatable. Aseguran que el Presidente no es el Presidente, seguida-mente le recriminan que no vaya a rendir cuentas. La cantante calva espera a Godot en la Asamblea, y quien llega es Ubu rey dispuesto a todo.

por Rodolfo porras

LA TRAmA COTIDIAnA

“poR la punta de mi nabo veRde”

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Nadie sabe que maltratahasta que rompe un huesoy aun asílos morados de la piel no saben de [perdoneslas heridas disecadas solo cuentan una [historiaTodo cuerpo supura infiernostodo cuerpo admite quejaexilioNadie sabe que maltratahasta que asesinaNadie sabe que tiene fuerzahasta que aprieta una gargantaluego abandonasale corriendoecha culpasjustifica puñosy huele a sangreTodo cuerpo odia el desgarrotoda ausencia es un primer auxilioNadie sabe que es poco hombrehasta que toca a una mujerpara romperla.

De SantoS López (venezueLa)

De oriette D'angeLo (venezueLa)

—Dónde están mis voces—recuerdo haberlas escuchado con [claridad

ahora solo el pequeñopicoteo de un pájaroencerradoque vive en su visión de vuelo

Quizás he sido diluida entrerostros complacientes

en mi pecho se cierra y se abrela pequeña noche

la que solo pertenecea mí

y me apresura el grito.

María Rondón (Venezuela)

S/T

ARTE POÉTICA

A LOS HOMBRES NO LES GUSTAN LAS MUJERES ROTAS

La poesía es respiraciónY recuerden siempre:Las respiraciones de cada quien están [contadas.

Po

es

ia

@indira_carpioPOR INDIRA CARPIO

S/T (fRAG.)De iDa gramcko (venezueLa)

Nadie escoge su olvido.¿Para qué si la ausenciarecuerda lo que fue y el raudo nidoprosigue sin cesar en la apetencia?

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I

POR NePtalí SegOvia

1. Antepasados de una persona. 9. Compañía Anónima (inic.). 11. Primer rey de los hebreos (inv.). 12. Plano inclinado para deslizarse. 13. Nombre propio femenino. 15. Siglas de universidad venezolana. 16. Símbolo del bismuto.17. Personaje bíblico, madre de Set.

18. Otro nombre de Jacob en la Biblia. 20. Reverenciar, inclinarse, congratular (inv.). 23. Pronombre personal neutro de 3ra persona.24. Abreviatura de Noreste. 25. Cortar un árbol por el pie.26. Símbolos del talio y del azufre. 27. Parte por donde se ase una vasija.

29. Pequeño mono platirrino americano.30. Organismo especializado de la ONU para la alimentación y la agricultura31. Símbolos del roentgen, del poise y del radón. 33. Certificación firmada que da autenticidad y validez (pl., inv.). 36. Quieren, adoran, aprecian.

38. Restos de una construcción hundida (inv.).40. Hablases en público, dieses un discurso. 42. Abreviatura de señora. 43. Palo para enarbolar una bandera (inv.). 44. Listo, avispado, sagaz (f.).47. Violín siamés.48. Puesto de policía o militar.

1. Distribuir alguna cosa entre personas o cosas que se turnan. 2. Estado insular de Venezuela. 3. Símbolos de la centiárea y del radián. 4. Vigésima letra del alfabeto español. 5. Símbolos de la tonelada y del tántalo. 6. Matrícula vehicular internacional de Rumania. 7. Pieza de artillería. 8. Encima, por encima de. 9. Puerto..., ciudad de Venezuela, en el estado Carabobo. 10. Mina de sal (inv.). 14. Esquina de Caracas donde está ubicado el MPPE. 18. El profeta de la esperanza mesiánica. 19. Cierto buscador de internet de la empresa Overture Service Inc. 21. Antigua nota musical do. 22. Planos de sustentación de una aeronave. 28. Tropas de un estado. 30. Término, conclusión, desenlace.32. Cierta agencia aeroespacial estadounidense. 34. Sinónimo de sagrado, inviolable (f.). 35. El Ejército Republicano Irlandés. 37. Símbolo químico del neón.39. Cierto río de Rusia y Kazajstán. 40. San, en portugués (inv.). 41. Cloruro de sodio. 45. Símbolo del escandio.46. Fantasma que mete miedo (inv).

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Aunque la frase “hay tres tipos de mentiras: mentiras, mentiras grandes y estadísticas” es una gran verdad, no hay que perder de vista el dato estadístico que nos arroja en la cara que de cada cuatro minutos que pasamos en internet uno es en las redes sociales. Advertimos que con este minimanual usted no va dejar de meterse en el “feis” ni en “tuiter”, pero al menos habrá perdido unos minutos leyendo esto, para participar en otra estadística sobre el uso inadecuado del tiempo.

1. Detecte el problema: si después de ver Instagram y Facebook cree que todo el mundo es feliz, bello, divertido, inteligente y cosmopolita menos usted, ya podemos seguir al paso siguiente.

2. No crea en las historias que le cuentan las redes so-ciales y hágase preguntas. ¿Para sentirse feliz hay que postearlo? No diré nada más.

3. Mire a su alrededor y vea esos objetos rectangulares apilados en estantes. Seguro había olvidado sus viejos libros por dedicarse a dar “Me gusta”.

4. Vea cómo se le va una mañana o una tarde en nada, cada vez que se mete un ratico al “feis”.

5. No sienta que este minimanual es moralizante. Mientras lo escribo tengo abierto Twitter.

6. No opte por medidas radicales como botar su teléfono o su computadora, solo busque el asombro en las relaciones reales con los demás.

7. No sufra tanto si no tiene dinero para la renta del teléfo-no y de internet. En una semana estará casi curado.

8. Piense en los acercamientos cuerpo a cuerpo (de cual-quier tipo).

9. Guarde las mejores imágenes y sensaciones en usted.

10. Vaya a ver esa notificación que sonó mientras leía esto.

por qué en algunos lugares

de comida nos atienden como si

fuéramos un pelo en la sopa

minimanual para alejarse un poco de las redes sociales

tuit de

¿ ¿ImagInarIo

dale, está bien, ponme el filtro de

@laespergesiaPOR NATHALI GÓMEZ

Ilustración: L. "Razor" Balza

las flores de snapchat

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