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BOLETÍN DEL CONVENTO SAN ALBERTO MAGNO Año de la Misericordia |Jubileo Dominicano 800 Años AÑO 11/ N°95/02 OCTUBRE 2016 | XXVII ORDINARIO [email protected] MANEJO DE LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN EN LA FAMILIA: N° 275. En este tiempo, en el que reinan la ansiedad y la prisa tecnológica, una tarea importantísima de las familias es educar para la capacidad de esperar. No se trata de prohibir a los chicos que jueguen con los dispositivos electrónicos, sino de encontrar la forma de generar en ellos la capacidad de diferenciar las diversas lógicas y de no aplicar la velocidad digital a todos los ámbitos de la vida. La postergación no es negar el deseo sino diferir su satisfacción. Cuando los niños o los adolescentes no son educados para aceptar que algunas cosas deben esperar, se convierten en atropelladores, que someten todo a la satisfacción de sus necesidades inmediatas y crecen con el vicio del «quiero y tengo». Este es un gran engaño que no favorece la libertad, sino que la enferma. En cambio, cuando se educa para aprender a posponer algunas cosas y para esperar el momento adecuado, se enseña lo que es ser dueño de sí mismo, autónomo ante sus propios impulsos. Así, cuando el niño experimenta que puede hacerse cargo de sí mismo, se enriquece su autoestima. A su vez, esto le enseña a respetar la libertad de los demás. Por supuesto que esto no implica exigirles a los niños que actúen como adultos, pero tampoco cabe menospreciar su capacidad de crecer en la maduración de una libertad responsable. En una familia sana, este aprendizaje se produce de manera ordinaria por las exigencias de la convivencia. En el contexto de este año jubilar dominicano, nuestra Orden nos invita a que recemos el Santo Rosario pidiendo por la paz de nuestro mundo, sobretodo en las circunstancias mundiales en las que nos encontramos: El Rosario se ha propuesto muchas veces como una oración por la paz. Las graves dicultades que vive nuestro mundo nos hacen pensar que sólo una intervención de lo alto, capaz de guiar los corazones de quienes viven en situaciones de conicto y de aquellos que guían el destino de las naciones, podría darnos razones para esperar un futuro mejor. El Rosario es en sí mismo una oración por la paz ya que nos invita a contemplar a Cristo, el Príncipe de la Paz, aquel que es «nuestra paz» (Ef 2,14). Todo aquel que medita el misterio de Cristo -y claramente, este es lo que busca el Rosario – aprende el secreto de paz y hace de él un proyecto de vida. Además, gracias a su carácter meditativo, a la sucesión tranquila de Avemarías, el Rosario tiene un efecto pacicador en el que ora, disponiéndole a recibir y experimentar en lo más profundo de sí mismo la paz verdadera, que es un don del Señor Resucitado y a irradiarla a su alrededor. ¡Viva, María!, ¡Viva el Rosario!

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Page 1: Es domingo 02 octubre

BOLETÍN DEL CONVENTO SAN ALBERTO MAGNO

Año de la Misericordia |Jubileo Dominicano 800 Años

AÑO 11/ N°95/02 OCTUBRE 2016 | XXVII [email protected]

MANEJO DE LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN EN LA FAMILIA:N° 275. En este tiempo, en el que reinan la ansiedad y la prisa tecnológica, una tarea importantísima de las familias es educar para la capacidad de esperar. No se trata de prohibir a los chicos que jueguen con los dispositivos electrónicos, sino de encontrar la forma de generar en ellos la capacidad de diferenciar las diversas lógicas y de no aplicar la velocidad digital a todos los ámbitos de la vida. La postergación no es negar el deseo sino diferir su satisfacción. Cuando los niños o los adolescentes no son educados para aceptar que algunas cosas deben esperar, se convierten en atropelladores, que someten todo a la satisfacción de sus necesidades inmediatas y crecen con el vicio del «quiero y tengo». Este es un gran engaño que no favorece la libertad, sino que la enferma. En cambio, cuando se educa para aprender a posponer algunas cosas y para esperar el momento adecuado, se enseña lo que es ser dueño de sí mismo, autónomo ante sus propios impulsos. Así, cuando el niño experimenta que puede hacerse cargo de sí mismo, se enriquece su autoestima. A su vez, esto le enseña a respetar la libertad de los demás. Por supuesto que esto no implica exigirles a los niños que actúen como adultos, pero tampoco cabe menospreciar su capacidad de crecer en la maduración de una libertad responsable. En una familia sana, este aprendizaje se produce de manera ordinaria por las exigencias de la convivencia.

En el contexto de este año jubilar dominicano, nuestra Orden nos invita a que recemos el Santo Rosario pidiendo por la paz de n u e s t r o m u n d o , s o b r e t o d o e n l a s circunstancias mundiales en las que nos encontramos: El Rosario se ha propuesto muchas veces como una oración por la paz. Las graves dicultades que vive nuestro mundo nos hacen pensar que sólo una intervención de lo alto, capaz de guiar los corazones de quienes viven en situaciones de conicto y de aquellos que guían el destino de las naciones, podría darnos razones para esperar un futuro mejor.

El Rosario es en sí mismo una oración por la paz ya que nos invita a contemplar a Cristo, el Príncipe de la Paz, aquel que es «nuestra paz» (Ef 2,14). Todo aquel que medita el misterio de Cristo -y claramente, este es lo que busca el Rosario – aprende el secreto de paz y hace de él un proyecto de vida. Además, gracias a su carácter meditativo, a la sucesión tranquila de Avemarías, el Rosario tiene un efecto pacicador en el que ora, disponiéndole a recibir y experimentar en lo más profundo de sí mismo la paz verdadera, que es un don del Señor Resucitado y a irradiarla a su alrededor.

¡Viva, María!, ¡Viva el Rosario!

Page 2: Es domingo 02 octubre

e aquí una página bíblica, la de Lc H17,5-10, que, por sí, relata las pretensiones de ciertos hombres

actuales, muy pagadas de su suerte: de que si hacemos las cosas que Dios nos manda hacer, Él , por principio de just ic ia conmutativa “do ut des”, “te doy para que en igual cantidad me devuelvas”, tiene el deber de darnos como pago aquello que nos ha prometido y nos promete con insistencia, avalado por el poder de la virtud de la esperanza; de modo que, de no “pagarnos” lo insistentemente prometido por sus voceros proféticos, estaría, en cierto modo, cometiendo toda una injusticia.

Cuando el actuar de Dios no es así, nos dice Jesús en el evangelio de hoy, ¿Por qué? Porque cuanto somos y tenemos nos lo ha dado en forma gratuita, no obligándose para nada por lo que nos da graciosamente.

1° En forma gratuita nos ha creado, vale decir, nos ha sacado de la nada al ser, al existir, a la vida natural y sobrenatural. De modo que esa creación noble y generosa no es producto de nuestros méritos y trabajos inexistentes.

2° En forma gratuita nos ha redimido, con su preciosísima sangre, del poder del demonio, del pecado y de la muerte eterna. De modo que esa redención no es efecto del sacrificio e inmolación personal nuestra, ni de alguien que haya querido ser nuestro sustituto. 3° En forma gratuita nos ha santificado y nos santifica, con el poder de su gracia salvífica, de sus virtudes y de sus dones. De manera que esa santificación no es fruto del poder de nuestra capacidad, de nuestros valores y cualidades, que nada o poco valen ante la valía de las cosas y misterios divinos.

He aquí por qué, para resaltar esa gratuidad y no obligación y deber, nos dice a quienes tenemos nuestras pretensiones, nada ajustadas a leyes de razón y de fe, y no bien llegados del campo, y sin darnos las gracias, por lo que hemos hecho o vamos a hacer: “Prepárame la cena, y disponte a servirme hasta que yo coma y beba; que luego comerás y beberás tú”. Y por qué para resaltar nuestro grado de humildad y anonadamiento, debemos decirnos a nosotros mismos, donde quiera que nos hallemos: “Siervos inútiles somos; hemos hecho lo que teníamos que hacer”.

Y ¿qué es lo que teníamos que hacer? 1° Cumplir los preceptos de Dios, como criaturas, 2° cumplir los preceptos de Dios, como redimidos; y 3° cumplir los preceptos de Dios como santificados.

EditorialFr. Manuel Álvarez Perca, OP

Este 5 de octubre recordamos el día d e l a m e d i c i n a p e r u a n a e n conmemoración de nuestro compatriota Daniel Alcides Carrión quien logró descubrir que la enfermedad de la verruga peruana y la ebre de la Oroya eran dos distintas expresiones de un mismo mal , lo que cons igu ió a l experimentar él mismo la enfermedad luego de inocularse el patógeno causante, con lo que pudo padecer los síntomas y analizar la evolución de dicho padecimiento. Gracias a su sacricio pudo comprenderse mejor esta enfermedad causante de gran mortalidad y se progresó en el hallazgo de un mejor tratamiento y prevención.

En este contexto es un buen momento para agradecer a Dios por todos aquellos quienes día a día ofrendan su vida y dan lo mejor de sí para atendernos cuando nuestra salud decae. Dedicarse a cuidar a

otras personas es una vocación, es un llamado al que los profesionales de la salud responden; pidamos por ellos, para que encuentren siempre el rostro de Jesús en cada persona a quien Él les permite l legar; pidamos también por sus necesidades, por sus familias, y demos gracias a Dios por el don de sus vidas.

Que nosotros nos veamos también motivados a salir al encuentro de quienes más nos necesitan. Estemos prestos a atender a quien necesita una mano amiga, a quien pide nuestro cuidado; siempre podemos dar algo a quien nos necesita, siempre, empezando por lo más sencillo; ¡es increíble lo que una sonrisa puede lograr! Seamos todos transmisores de la misericordia que Dios nos regala y enseña, estemos todos al cuidado de todos.

AL CUIDADO DE MI HERMANO

Fr. José Manuel Salas Mendoza, OP

Nuestra Señora del Rosario en el silencio de este día naciente,

vengo a pedirte la paz, la sabiduría y la fortaleza,

quiero mirar al mundo con ojos llenos de amor

para ser paciente y comprensivo, dulce y bueno como lo es tu corazón.

Hoy quiero ver a tus hijos como tú misma los ves.

Miguel Navarrete

La fuerza de la fe (17,5-6) nos permitirá aceptar con todas sus consecuencias las exigencias del perdón. Al pedir que se aumente la fe no se busca su acrecentamiento cuantitativo, sino un cambio radical para hacerla más genuina. Basta una mínima fe, como el grano de mostaza (13,19), para realizar grandes cosas. La imagen del sicómoro arrancado y plantado en el mar expresa la fuerza de la conanza plena en Dios. Sin el eje central de la fe, la relación rota no se recompone y la comunidad que Jesús desea no se realiza. Nuestra fe debe llevarnos al punto de ser capaces de arrancar de dentro de nosotros la montaña de prejuicios y lanzarlos al mar. Pues así como el amor de Dios se concretiza en el amor al prójimo, así también la fe en Dios se concretiza en la fe en los hermanos, en la reconciliación, en el perdón.

¡SI TUVIERAS FE!Hna. María Raquel Correa, OP