esp, global vote in moçambique

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34 Emelda Borrador Lo compré ahorrando el dinero del almuerzo, en vez de comprar comida en la escuela. ¡es maestra y presidenta – Cuando sea adulta, quiero ser una persona que se atreva a exponerse al peligro en la lu- cha por los niños que pasan dificultades. Igual que los candidatos del Premio de los Niños del Mundo, dice la huérfana Emelda Zamam- bo, de 12 años, de Maputo, Mozambique. Pero Emelda no se conforma con esperar a ser adulta para luchar por los derechos del niño. Temprano cada mañana, arma su propia escuela en su casa, para niños que de otro modo no tendrían la oportunidad de ir a la es- cuela. Les enseña a leer, escribir y contar. ¡ 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8, 9, 10!!! Los chicos cuentan juntos en voz alta cuando Emelda señala las distintas cifras en la pizarra negra. – ¡Bien! ¡Una vez más!, dice mientras vuelve a empezar. Son las ocho y media de la mañana y, al igual que todos los demás días de semana, hay unos diez niños sentados en el suelo afuera de la casa de Emelda. Miran atentamente a su joven maestra mientras escribe nuevos números en la sencilla plancha de aglomera- do que es la pizarra de la escuela. Emelda creó su escuela matutina hace casi un año y la mayoría de los niños asiste desde entonces. – Siempre había ayudado a mis hermanas menores con la tarea. Solíamos sentarnos a hacerla frente a la casa. Por lo visto, corrió el rumor de que nos sentábamos allí por las mañanas, pues de repente empezaron a aparecer otros niños que querían ayuda. Al principio eran sólo un par, pero ahora les enseño a doce niños cada día. ¡Gratis, por supuesto!, dice Emelda riendo. Ciertos alumnos de Emelda son niños vecinos que necesi- tan ayuda extra para no atra- sarse en la escuela común.

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World's Children's Prize promotes a more humane world. The program is open for all schools and 57,450 schools with 26.8 million pupils in 102 countries supports it. Every year millions of children learn about the rights of the child, democracy and global friendship through the program. They gain faith in the future and a chance to demand respect for their rights. In the Global Vote, the children decide who receives their prestigious award for their work for the rights of the child. The candidates for the Prize are chosen by a child jury who are experts in the rights of the child through their own experiences. The Prize Laureates become role models for millions of children. The prize money is used to help some of the world's most vulnerable children to a better life. The patrons of the World's Children's Prize include Nelson Mandela, Queen Silvia of Sweden, Aung San Suu Kyi and Graça Machel.

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Emelda

BorradorLo compré ahorrando el dinero del almuerzo, en vez de comprar comida en la escuela.

¡es maestra y presidenta de Global Vote!– Cuando sea adulta, quiero ser una persona que se atreva a exponerse al peligro en la lu-cha por los niños que pasan dificultades. Igual que los candidatos del Premio de los Niños del Mundo, dice la huérfana Emelda Zamam-bo, de 12 años, de Maputo, Mozambique.

Pero Emelda no se conforma con esperar a ser adulta para luchar por los derechos del niño. Temprano cada mañana, arma su propia escuela en su casa, para niños que de otro modo no tendrían la oportunidad de ir a la es-cuela. Les enseña a leer, escribir y contar.

¡1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8, 9, 10!!! Los chicos cuentan juntos

en voz alta cuando Emelda señala las distintas cifras en la pizarra negra.

– ¡Bien! ¡Una vez más!, dice mientras vuelve a empezar.

Son las ocho y media de la mañana y, al igual que todos los demás días de semana, hay unos diez niños sentados en el suelo afuera de la casa de Emelda. Miran atentamente a su joven maestra mientras escribe nuevos números en la sencilla plancha de aglomera-do que es la pizarra de la

escuela. Emelda creó su escuela matutina hace casi un año y la mayoría de los niños asiste desde entonces.

– Siempre había ayudado a mis hermanas menores con la tarea. Solíamos sentarnos a hacerla frente a la casa. Por lo visto, corrió el rumor de que nos sentábamos allí por las mañanas, pues de repente empezaron a aparecer otros niños que querían ayuda. Al principio eran sólo un par, pero ahora les enseño a doce niños cada día. ¡Gratis, por supuesto!, dice Emelda riendo.

Ciertos alumnos de Emelda son niños vecinos que necesi-tan ayuda extra para no atra-sarse en la escuela común.

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PunteroMe lo dio mi tío, que es carpintero.

TizasLa abuela me las compró como regalo porque le pare-cía muy bien que ayudara a otros chicos.

Una vieja plancha de aglome-rado que encontré en la zona.

¡es maestra y presidenta de Global Vote!El Globo en la escuela matutina– Ir a la escuela es una de las cosas más importantes que hay. Así uno tiene más chances de conseguir tra-bajo más adelante en la vida y puede ocuparse mejor de su familia. Si uno no recibe educación, hay un gran riesgo de ser siempre pobre y tener una vida muy difí-cil. Y una de las cosas más importantes que se puede aprender en la escuela es sobre los derechos del niño. Así podemos aprender a protegernos y a no ser usa-dos tan fácilmente. Por eso utilizo El Globo en mi escuela matutina, dice Emelda.

Otros son tan pobres que no tienen medios para ir a la escuela.

Le dispararon al papá– En verdad odio ver niños pobres que no pueden ir a la escuela y que nunca tendrán una oportunidad en la vida. A menudo han perdido a sus padres y acaban en la calle porque no hay nadie que se ocupe de ellos. Allí los niños se ven obligados a buscar comida en la basura y beber agua sucia para sobrevivir. Muchos tienen que trabajar. ¡Es tan cruelmente injusto!, dice Emelda.

Las injusticias la hacen enojar mucho, y ella sabe muy

bien que podría haber sido uno de esos niños excluidos. Cuando Emelda tenía seis años, unos ladrones mataron a su papá de un disparo, y apenas meses después murió su mamá de malaria.

– Se arruinó todo. Creí que nada volvería a estar bien. Estaba aterrada de quedar

sola y acabar en la calle. Pero a pesar de todo lo terrible que ocurrió, tuve una suerte increíble.

La abuela y la familia del tío materno de Emelda la recibie-ron con los brazos abiertos. Le dieron un lugar donde vivir, comida, ropa y la posi-bilidad de ir a la escuela.

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– Ante todo, tuve una fami-lia que me ama. Me abraza-ron y me dijeron que pertene-cía a su familia. Que ellos iban a cuidarme y que todo se iba a solucionar. Y así fue en verdad. Ahora soy la hija de mi tía y de mi tío, y mis pri-mos son mis hermanos y her-manas. Tengo la oportunidad de llevar una buena vida, y de algún modo quiero compar-tirla con otros que lo necesi-ten. Es por eso que tengo mi escuela, dice Emelda.

El Globo en la escuelaA las once, Emelda despide a sus alumnos y dice que los verá la mañana siguiente.

Entra en la casa a ponerse su uniforme escolar. Después del almuerzo, Emelda ya no es más maestra, sino alumna. Le encanta ir a la escuela y en los últimos tiempos es aún más divertido que de costumbre. Se han preparado para la Votación Mundial leyendo mucho la revista El Globo.

- ¡En seguida sentí que los relatos de El Globo en reali-dad se tratan de nosotros, los de Mozambique! Los relatos sobre niños pobres que pasan hambre, sufren abusos, pier-den a sus padres a causa del sida y por eso terminan en la calle y tienen que trabajar, perfectamente podrían ser de

El castigo físico, prohibido en 30 países

¡El castigo físico, prohibido en la escuela de Emelda!

– ¡Uno puede aprender mucho de las páginas de El Globo que descri-ben todos los derechos que tiene un niño! Por ejemplo, antes no sabía que según la Convención de los Derechos del Niño de la ONU, los niños que viven en la calle en reali-dad tienen derecho a tener un hogar, a ir a la escuela y a vivir una buena vida, dice Emelda.

Según el artículo 19 de la convención sobre los dere-chos del niño de la ONU, tienes derecho a ser prote-gido de toda forma de vio-lencia, descuido, maltrato y abuso. Por eso puede decirse que el castigo físi-co es una violación de los derechos del niño. Pese a esto, cada año 40 millones de niños sufren maltratos tan crueles que necesitan atención médica. Sólo en 30 países del mundo se han prohibido todas las for-mas de castigo físico a los niños, y por lo tanto sólo 4 de cada 100 niños del mundo están totalmente protegidos por ley de la vio-lencia. El último país en

prohibir el castigo físico fue el país más nuevo del mun-do, Sudán del Sur. Muchos países permiten el castigo físico en la escuela. En Mozambique se permite golpear a los niños tanto en el contexto familiar como en la escuela. ¿Cómo es en la escuela en tu país? ¿Te atreves a indi-car a tus maestros, padres, políticos y otros adultos que el castigo físico es una violación de los derechos del niño? Cuéntanos lo que les puede ocurrir a ti y a tus compañeros de la escuela. Comparte tus experiencias y opiniones sobre el casti-go físico a través de www.worldschildrensprize.org.

– Uso el puntero sólo para enseñar cosas, ¡nunca para gol-pear con él! En casi todas las demás escuelas de Mozambique es común que los maestros golpeen a los alumnos con el puntero en la palma de la mano o en la espalda. ¡Me parece increíblemente mal! En lugar de eso, los maestros deberían explicar y mostrar bien si hay algo que no entendemos o si no nos comportamos como debe-ríamos. Creo que a los chicos nos resulta más fácil apren-

der cosas si no nos golpean, si no tenemos miedo. Uno aprende mal cuando está asustado. Después de leer El globo, ¡además sé que va en contra de nuestros derechos golpear a los niños!

Convención de los Niños en El Globo

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Emelda Zamambo, 12

aquí. Antes sentía en mi inte-rior que todo eso era injusto y malo. Ahora que leí El Globo, sé que además viola nuestros derechos.

Emelda fue uno de los alumnos que más se involucró con El Globo y los preparati-vos de la Votación Mundial en la escuela.

– Me pasaron muchas cosas adentro al trabajar con esto. Tenía tantos pensamientos y sentimientos que hasta me costaba dormirme.

Presidenta de Global VoteUn par de noches antes de la Votación Mundial, Emelda estaba acostada leyendo en El Globo sobre los derechos de los chicos de la calle. Sintió

La directora tomó en serio lo que decía Emelda y escuchó sus ideas. No podía prometer nada en seguida en lo relativo a los chicos de la calle, pero aún así quiso asignarle a Emelda una importante misión.

– La directora dijo que veía que me apasionaban los dere-chos del niño y que eso la ale-graba mucho. Por eso se pre-guntaba si a mí me parecía bien ser la presidenta de la Votación Mundial y ser res-ponsable de toda la votación de nuestra escuela. Primero me puse muy nerviosa, pero luego me alegré mucho. Como opino que los relatos de El Globo son tan impor-tantes, ¡hasta tuve el valor de

que la escuela en verdad debía hacer algo por todos los niños que no tenían la oportunidad de recibir educación. La mañana siguiente se apresuró a ir a la escuela más temprano para hablar con la directora sobre sus ideas.

– Le expliqué que había leí-do en El Globo que todos los niños, incluso los chicos de la calle, tienen derecho a ir a la escuela. Le propuse que los que estábamos un poco mejor quizá podríamos aportar algo de dinero para que los chicos que viven en la calle pudieran comprar el uniforme escolar y almorzar aquí. Para que pudieran estar satisfechos y poder aprender cosas tran-quilos.

dar un pequeño discurso de bienvenida, a pesar de que éramos más de 300 alumnos reunidos en la escuela ese solemne día!

Los candidatos inspiranY los que han inspirado a Emelda a ser valiente cuando se trata de los derechos del niño son los candidatos al Premio de los Niños del Mundo.

– Quiero ser médica, y al igual que los candidatos quie-ro ser una persona que se atreva a exponerse al peligro en la lucha por los niños que pasan dificultades.

Pero aún falta un tiempo para que Emelda pueda empezar a estudiar medicina y hay al menos doce personas que se alegran por ello. Sus alumnos. Mañana temprano, a las ocho y media, van a esperar que la escuela matuti-na de Emelda se ponga en marcha. Como siempre.

Emelda como… alumna… maestra… …¡y con su ropa favorita!

– Cuando papá y mamá murieron, mi abuelay mi tío maternos me dieron una familiaque me ama, dice Emelda. Emelda ayuda a la abuela a lavar los platos.

AMA: Estar junto a otros y ayudar a los demás.ODIA: Las peleas, la violencia y ver a niños pobres viviendo en la calle.LO MEJOR QUE LE OCURRIÓ: Tener una familia que me ama.LO PEOR QUE LE OCURRIÓ: Cuando perdí a mi mamá y a mi papá.QUIERE SER: Médica y ayudar a otros.SUEÑO: Que todos los niños sean felices.

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Dar de sí– Tengo varios compañeros que son huérfanos y tienen dificultades para arreglárselas. Que son pobres y pasan hambre. Es injusto, me enoja y me entristece. A veces tomo el dinero de mi almuerzo y compro un refresco, jugo, papas fritas o pan a alguien que lo necesita más que yo. Yo tuve la oportu-nidad de tener una buena vida y quisiera ser la voz de aquellos que no tienen esa oportunidad y que no tienen fuerzas para exigir por sí mismos sus derechos. Si hubiera sido al revés, ¡habría deseado que alguien luchara por mí!, dice Emelda.

Buen desarrollo de la Votación Mundial– Es aquí donde todos harán fila cuando vayan a depositar su papeleta electoral en la urna de más adelante. Y nuestra tarea es explicar y ayu-dar a todos para que todo salga bien, dice Emelda al enseñar a los demás funcionarios electorales la zona dedicada a la Votación Mundial de la escuela Unidade 19, de Maputo.

CompartimientoLos niños dan la última mano a la sillaconvertida en compartimiento electoral.

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¡Quiere ser como los nominados!“Me parece muy importante que los de Mozambique participemos y trabaje-mos con el Premio de los Niños del Mundo. Así tenemos la oportunidad de aprender sobre nuestros derechos y sobre cómo deberían tratarnos en reali-dad. Cuando lo sabemos, resulta más fácil protegerse de las injusticias y es algo que en verdad necesitamos saber. Aquí hay muchos niños tan pobres que deben trabajar en vez de ir a la escuela. Muchos de los niños están solos por-que sus padres murieron de sida o por la pobreza. Yo también perdí tanto a mamá como a papá por el sida cuando tenía cinco años. Pero a pesar de eso tuve suerte. Vivo con padres adoptivos

que me aman y me tratan igual que a sus otros hijos. Puedo ir a la escue-

la, tengo qué comer y soy amada. Muchos niños no tienen la misma suerte que yo. Terminan en la calle, donde no le importan a nadie. Me duele cuando veo eso. Pienso que el gobierno y todos los demás adultos tienen la responsabi-lidad de cuidar a esos niños. De ocu-parse de que reciban una educación, ropa, un hogar, asistencia médica y amor. ¡Es el derecho de todos los niños! Cuando leo en El Globo sobre los nominados que luchan para que todos los niños estén bien, me alegro muchí-simo. Siento que también yo quiero ser así. Cuando sea adulta, pienso luchar por los niños que pasan dificultades.”Crescência Eulalia Macave, 15 años, escuela Unidade 19, Maputo

Tintero de coco contra el fraude– Hoy mi tarea fue ocuparme de que nadie votara más de una vez. Todos los que votaban venían después hacia mí y mojaban un dedo en tinta. Nadie con tinta en el dedo puede votar una vez más. ¡Es importante que no haya fraude cuando se trata de algo tan importante como los derechos del niño!, dice Crescência. El tintero está hecho con dos mitades de coco y una vara.

Último vistazoEs difícil elegir, pero ya es hora de decidir a que candidato se va a votar.

Urna electoralEmelda controla que la urna esté en condiciones antes de llevarlaa su lugar.

Global Vote en Maputo

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Yúminaembelleció la Votación Mundial“Para la Votación Mundial, mis amigos y yo hicimos una alfombra que repre-senta la bandera de Mozambique. Fabricamos la bandera atando tiras de tela de un modo especial. Aprendemos cómo hacerlo en manua-lidades. Utilizamos ropa y telas viejas y gastadas y hacemos bonitas cosas nuevas. Hicimos la bandera para que la Votación Mundial fuera hermosa y solemne. Amo a Mozambique y pienso que nuestra bandera es muy hermosa. Hermosos colores y hermoso dibujo. También nuestro país es hermoso, pero lamentablemente los niños tienen muchos problemas aquí. Hay muchos niños abandonados que tienen que vivir en la calle, por ejemplo. No tienen padres ni hogar. A los chicos de la calle les falta todo. Al leer El Globo y participar en la Votación Mundial, aprendemos que también los chicos de la calle tienen derecho a tener una buena vida. También aprendemos a ayudar a otros, a cuidarnos mutuamen-te. Pienso que todo el que puede, debe ayudar al que lo necesita.Yúmina Rui Balate, 12 años, escuela Unidade 19, Maputo

Todos esperan su turno en la fila.

Los árboles amigos de Náid en Global Vote Una vez por semana, todos los chi-

cos plantan un pequeño árbol aquí en la escuela. Entonces a menudo trai-go de casa distintas clases de semillas para plantar. Y cada recreo suelo regar las plantas aquí en el patio de la escue-la. Es una vez a la mañana, una vez en el almuerzo y una vez a la tarde antes de ir a casa. Me encanta trabajar con las plantas y probablemente yo sea el que más está en el jardín de la escuela. Veo a los árboles y a las plantas como nues-tros amigos, pues verdaderamente nos dan oxígeno. ¡Casi me parece igual de divertido estar con mis amigos árboles que con mis demás amigos y jugar al fútbol y esas cosas!

Hoy que es la Votación Mundial, decoramos el camino hacia las urnas con pequeñas hojas del limonero del jardín de la escuela. Como es una fiesta por los derechos del niño, ¡tiene que estar hermoso! Pero también es bueno tener muchos árboles alrededor cuan-do uno va a votar, ¡para tener mucho oxígeno y poder tomar la decisión correcta al llegar a la urna!

Cuando sea grande, quiero ser diplo-mático y vivir en París, la capital de Francia. La diplomacia es una profesión importante, pues uno trabaja por la paz.”Náid Fi-Yen Bangal Nequice, 11 años, escuela Unidade 19, Maputo

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Un niño – ¡Un árbol!Desde 2006, todas las escuelas estatales de Mozambique participan en el proyecto “Un niño – Un árbol”, para acabar con la tala, la erosión y la desertización en el país. Pero también para que la población tenga para comer alimentos nutritivos y para embellecer a Mozambique. En el jardín de la escuela de Náid hacen crecer naranjos, limoneros, papayas, aguacates y mangos, además de caña de azúcar. Generalmente se venden las plantas y el dinero se utiliza en la actividad escolar.

Emelda, a la izquierda, y sus amigos, cuidan las urnaselectorales.

Pusieron limoneros junto a los postes que marcanel camino de la fila para votar.

Los árboles amigos de Náid en Global Vote

Votan las mejores amigas huérfanas

Voté para que los niños estén bien. Las personas

que votamos luchan por los niños de distintas formas y me sentí muy bien al poder ayudar. También aquí en Mozambique hay muchos niños que pasan dificultades y necesitan ayuda. Muchos son huérfanos como yo. Mi mamá murió cuando yo ape-nas tenía dos años y papá murió el año pasado. Ahora vivo con mi abuela. La amo, pero nos resulta difícil salir adelante. A menudo no hay dinero para el uniforme esco-lar y no tenemos suficiente comida. Extraño a mamá y a papá todo el tiempo. Es muy difícil, cuenta Alice.

A menudo se siente triste y diferente. Pero por suerte tie-ne a Celina.

– Si estamos tristes, nos consolamos la una a la otra. ¡Y también nos reímos jun-tas!, dice Alice.

Celina Langa, de 11 años,

está sentada a su lado y está de acuerdo.

– Confío totalmente en Alice y puedo contarle todo. Perdí tanto a mi mamá como a mi papá cuando tenía un año. Ahora vivo con mi abue-la y pasamos dificultades por-que ella es anciana y pobre. A menudo me siento triste y preocupada cuando estoy en la escuela, pero hoy fue un poco diferente. Ayudé a hacer nuestras hermosas urnas antes de la Votación Mundial. Me sentí como todos los demás, como si mi vida fuera normal y buena. En el futuro espero que la vida en verdad sea así. ¡Entonces sería maes-tra!, dice Celina.

- Mi sueño es trabajar en el aeropuerto de Maputo. También sueño con poder ver otros países y conocer perso-nas nuevas. ¡Imagina poder ir a Brasil! Pienso que es un lugar muy bonito, dice Alice mientras abraza a Celina.

– Celina es mi mejor amiga y la amo. Ella tam-bién perdió a sus padres, así que nos entende-mos totalmente, dice Alice Zacarias, de 13 años.

Hoy tanto Alice como Celina votaron por los derechos del niño en la Votación Mundial de la escuela Unidade 19, de Maputo.

Alice Zacarias y Celina Langa hicieron las urnas de Global Vote.

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Se violan los derechos del niño

– Antes de leer El Globo, no sabía que es una vio-lación a los derechos del niño no ser registrado al nacer. Ocurre todo el tiempo. Y es algo serio, pues si no estás registrado ni tienes un nombre, es difícil

poder ir a la escuela y recibir atención médica. Sé que Mozambique firmó la Convención de los Niños, así que ahora debe solucionar esto, ¡pues

viola los derechos del niño!, dice Cecilia.

Defendemos los derechos del niño¡Todos los chicos deberían participar!Es un día soleado y el mar resplandece cuando los chicos de la escuela Catembe, de Mozambique, realizan su Votación Mundial en la playa. Los que ya votaron juegan a la pillada o a la pelota, o se bañan en el Océano Índico. Hoy es el día de los niños y Cecilia Carlos Magaia, de 13 años, está feliz:

Hacia laVotación Mundial.

Es larga fila para votaren el compartimiento de sillas.

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Global Vote en la playa de Ladislau

Defendemos los derechos del niño¡Todos los chicos deberían participar!

Tengo que pescar para poder ir a la escuela. No

tengo padres, sino que vivo con mi abuelo paterno. De otro modo, nunca podríamos pagar la escuela, dice Ladislau.

Los padres de Ladislau vivieron en Sudáfrica mien-tras lo esperaban, pues su

mamá era de allí. Cuando Ladislau nació se pusieron muy contentos, pero no llega-ron a vivir juntos como una familia, pues el papá de Ladislau murió en un acci-dente de tránsito camino a la maternidad.

– Mamá era muy pobre y entendió que no iba a poder

ocuparse de mí totalmente sola, por lo que quiso dejarme en un orfanato. Pero mi abue-lo no lo aceptó, así que fue a buscarme y me trajo a Mozambique.

Esto ocurrió hace tiempo, pero Ladislau aún se deprime cuando piensa en ello.

– Extraño a mis padres, a la vez que estoy muy agradecido con mi abuelo. Ahora quiero ayudarlo, pues él me ayudó en ese momento y aún se ocupa de mí. Es por eso que pesco.

Primero, la escuelaLadislau se despierta a las cin-co cada mañana para ir a la escuela. Se lava, pero a menu-do no desayuna, porque no hay nada para comer. Luego va a la escuela hasta las doce.

que, sino en todo el mundo!Antes de votar leímos aten-

tamente la revista El Globo tanto en la escuela como en casa. El Globo habla de nues-tros derechos y de los proble-mas que tienen los niños en el mundo. Antes de leer la revis-ta, creía que sólo los niños de África pasaban dificultades. Ahora sé que es así en todas partes y eso me entristece mucho. Siento que quiero hacer algo por esto. Mi sueño es construir una gran casa donde poder darle a los chicos que perdieron a sus padres un nuevo hogar lleno de amor,

“¡Qué día maravilloso! En Mozambique no siempre ocurre que los adultos escu-chen a los chicos. Pero hoy es diferente. A través del voto participamos e influimos en cosas muy importantes. ¡Y a través del voto también prote-gemos los derechos del niño! ¡Por eso deben votar todos los niños, no sólo en Mozam b i-

comida, ropa y la oportuni-dad de ir a la escuela. Fue al leer sobre los candidatos en El Globo cuando sentí que tam-bién yo quería hacer algo bue-no por los demás. Los candi-datos luchan por el derecho de todos los niños a ser ama-

dos y atendidos, ¡y es el traba-jo más importante de toda la Tierra! Pues si uno no cuida a los niños, ¿quién cuidará el mundo en el futuro?

Antes de leer El Globo, mi ídolo era Nicki Minaj, la estrella de R&B de EE. UU. Su música es genial y todavía me encanta escucharla. Pero ahora, mis ídolos más grandes son sin duda los candidatos al Premio de los Niños del Mundo. ¡Son mis héroes!”Cecilia Carlos Magaia, 13 años, escuela Catembe

Ladislau, de 15 años, está en la playa de Catembe mirando hacia el mar. Ayer votó en la Votación Mundial y festejó los derechos del niño junto a sus compañeros aquí en la playa. Pero hoy es un día común. Así que la playa y el mar son su lugar de trabajo. Ladislau Militon Nhca es pescador.

Hora de votar en el Global Vote de la escuela Catembeen la playa.

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– Cuando llego a casa, bebo una taza de té y como un tro-zo de pan antes de bajar a la playa. A menudo juego al fút-bol con mis amigos allí antes de que los pescadores regre-sen con la pesca del día. Mi papá era un jugador de fútbol muy bueno y a mí también me encanta jugar al fútbol. Cuando juego me siento totalmente libre. En realidad, juego en tres equipos diferen-tes, participé y traje a casa premios y trofeos para todos mis equipos. La última vez hice cuatro goles, lo que hizo que ganáramos.

Pero cuando llegan a la pla-ya los barcos de pescadores, ya no hay tiempo para el fút-bol y los juegos. Entonces sólo hay trabajo duro.

Trabajo duro– Ayudo a los pescadores a limpiar las redes y a cargar el pescado a la playa. Los fines de semana y los feriados pesco todo el día en el bote de mi abuelo. Salimos al mar ya a las cuatro de la mañana y regresamos a la playa a las doce, justo al mediodía. Pero yo nunca recibo una paga. La recibe el abuelo. El dinero es para mis cuotas escolares, pero aun así no nos alcanza para pagar los libros ni una calculadora. Tengo que pedir-le prestado a mis amigos en la escuela y odio hacerlo. Es

embarazoso. Nadie se burla de mí, pero incluso así es duro no arreglárselas solo.

En el futuro, lo que más querría Ladislau es ser juga-dor de fútbol profesional y tener una vida buena y más fácil. Así que entre la escuela y el trabajo seguirá jugando al fútbol en la playa con sus ami-gos para alcanzar su objetivo. Ladislau adora estar en la pla-ya. Aunque sea el lugar donde también debe trabajar muy duro. Y ayer la playa fue algo

más que de costumbre.– Ayer hicimos la Votación

Mundial en la playa. Yo que-ría mucho votar. Sentí que era importante participar y votar a las personas que ayudan a los niños, pues sentí como si también yo participara y ayu-dara un poco. Como si apoya-ra a otros niños del mundo que pasan dificultades.

Es común el trabajo infantil Al menos 2 de cada 10 niños de Mozambique deben trabajar, igual que Ladislau.

Valiosa pescaEl pescado tiene gran impor-tancia en Mozambique y los camarones son uno de los productos de exportación más importantes del país.

Paga las cuotas escolaresNo podría ir a la escuela si no trabajara en la pesca. Nunca habríamos tenido dinero, dice Ladislau.

Adora el fútbolLadislau adora el fútbol y su ídolo se llama Elias “Dominguez” Pelembe. “Dominguez” es una de las estrellas del fútbol más grandes de Mozambique. Juega en el equipo nacional de Mozambique, “Mambas”, y en el gran club sudafricano Mamelodi Sundowns.