espacio del poeta

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1 Revista N.º 17 ESPACIO DEL POETA REVISTA LITERARIA DE HABLA HISPANA Abril 2012 Artista Plástica: Raquel Otaño Mandala 1

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Revista Literaria de habla Hispana

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Page 1: ESPACIO DEL POETA

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                   Revista    N.º  17  -­‐    ESPACIO  DEL  POETA                                                              REVISTA  LITERARIA  DE  HABLA  HISPANA   Abril 2012

               Artista  Plástica:  Raquel  Otaño                                                          Mandala                    1  

   

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 España  partida  en  dos  

                 

A mis abuelos paternos León Gil y Francisca Mateo no los conocí. Mi padre tenía diecisiete

años cuando quedó huérfano. La reconstrucción de esa historia familiar la fui haciendo a través

de fotos que mi padre acunó con amor, relatos minuciosos y correspondencia entre hermanos y

paisanos. Sobre ellos todo lo imaginé. Las fotos que él trajo de España me permitieron recorrer

sus pasos, sus vivencias, sus dolores, sus nostalgias y sentir el amor de esos abuelos y tíos

totalmente ausentes en mi vida. A pesar de tanto vacío, abrigué sus caricias, escuché sus voces,

los intuí. Esas imágenes de color sepia me descubrían un abuelo elegante, siempre vestido con

saco, chaleco y camisas de cuellos almidonados. Sus simpáticos bigotes redondeados dando un

toque distinguido a su rostro vacío de sonrisa. Siempre serio, como preocupado. A mi abuela se la

ve exquisita, con cabellos recogidos en prolijos rodetes, vestida con altos cuellos cuadrando un

rostro severo, los ojos renegridos enmarcados por cejas espesas y su cintura bien afinada por la

rigidez de un corsé. A él lo presentí enérgico, taciturno, fascinante; a ella, femenina, sumisa,

frágil.

Aún evoco la voz de mi padre, transformando las palabras en colores que pintaban con magia

a su pueblo, a su gente. Parecía querer convertir en realidad, las palabras que impuso el gran

escritor ruso León Tolstoi: “Pinta tu aldea y serás universal”. Esas tradiciones me fascinaban,

pero a la vez me entristecían. Enhebraban el amor con el dolor y la ausencia.

Él y sus cuatro hermanos, al quedar huérfanos se cobijaron en los afectos de parientes y

amigos, mitigando cada uno a su manera, la desolación de la orfandad. Habían nacido en un

pequeño poblado español de las Vascongadas llamado “Los Arcos”, en la provincia de Navarra,

para ese entonces una villa agreste, impregnada de colores ocres y de laberínticas calles

pedregosas.

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A mi padre le gustaba andar correteando por las calles, sin ligazones, sin planes ni

sometimientos. Entretenía su tiempo acompañando a don Eladio y sus cabras lanudas, todo el día

de aquí para allá, seducido por las manos de ese hombre rústico de mirada hosca y sincera.

Seguía el tambaleo de las ubres jugosas de esos animales, bailoteando al compás del tintineo

rítmico de la campanilla que la mano de ese hombre agitaba como si fuera la batuta de un director

de orquesta. Con su otra mano esgrimía una larga varilla de junco flexible. Nunca les pegaba,

sólo la usaba para enderezar con delicadeza el rumbo de su rebaño por la vera del camino. Manos

crustáceas, delatando el castigo de los aires ásperos y la faena intensa. A los lejos, las suaves

jorobas de las serranías abrazadas por un cielo remoto cubierto por frágiles nubes. En ese paisaje

mi padre soterró sus recuerdos.

Desde muchacho se caracterizó por su rebeldía. La inopia del pueblo lo contrariaba. Sus ojos

veían más allá de las montañas y detrás de ellas sospechaba el palpitar de un mundo promisorio.

Defendía sin disimulos y con vehemencia la igualdad de oportunidades para todos, la libertad de

expresión, la educación y salud como prioridades del estado y nadie podía contenerlo ante una

injusticia. En el pueblo lo apodaron “el rojillo”. Anárquico, aventurero, desafiante, mujeriego, iba

por la vida escudriñando emociones. Ese espíritu de trotamundos lo transportó, al cumplir la

mayoría de edad, hacia Santa Isabel, una colonia española de África, donde vivió experiencias

maravillosas, sumergido en una civilización original y cautivante. En las fotos de esos tiempos se

lo ve en plenitud, con un rifle apoyado en su hombro, al lado de negras de torsos desnudos y

cabellos trenzados. Amó esas tierras destellantes de colores, formas y hechizos. Mas tarde su

soberbia imaginación volcó esa cautivante experiencia en fascinantes relatos. En ellos era el

indiscutible protagonista, el superhombre que cazaba los leones más feroces, lidiaba con los

cocodrilos más hambrientos y apresaba a las serpientes más venenosas. Aventuras contadas con

una impresionante pasión, que recuerdo con nitidez, cautivaron y acunaron mis sueños infantiles.

Al regresar a Los Arcos lo golpeó con fuerza las grandes tensiones que se vivían en la

península. El país comenzaba a dividirse. La derecha soñaba instaurar la Monarquía y la

izquierda soñaba con: “La España del cincel y de la maza…Una España implacable y

redentora…España de la rabia y de la idea”, según la descripción del gran escritor Antonio

Machado en “El mañana efímero”.

La península ibérica se volvió cada día más tormentosa, dividida, en estado de desasosiego,

envuelta en un siniestro presagio. La República tenía escasos cinco años. Fue una época de

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intensificación del clima político. Cada español tomaba una posición y la situación se hacía cada

vez más tensa.

En Los Arcos, los ánimos también estaban inquietos, las ideas políticas dividían, los peligros

se multiplicaban. Los consejos de los bien intencionados, convencieron a mi padre de la

necesidad de tomar distancia con la realidad que se vivía. Su indómito carácter, su defensa a

ultranza de la República, ya le habían ocasionado varios incidentes preocupantes. Fue entonces

que a los veinticuatro años, en mayo de 1936, se embarcó rumbo a Argentina en el buque

Augustus.

Al llegar se cobijó en el cariño de algunos paisanos conocidos de su familia. A dos meses de

su llegada, exactamente el dieciséis de julio, estalla la guerra civil española, que partió a España

en dos, con una furiosa y afilada daga, tiñéndola de rojo y blanco. El rojo de los republicanos y el

blanco de los falangistas.

Mientras Mussolini apoyaba con generosidad la lucha contra la República y Hitler se mostraba

interesado en la estratégica España como llave del Mediterráneo, Pablo Neruda decía:

España desgarró la tierra con sus uñas cuando París era la más hermosa.

España derramó su enorme árbol de sangre cuando Londres cuidaba su jardín y su lago de

cisnes.

Las noticias que llegaban de su patria eran nefastas. España estaba envuelta en luchas

sanguinarias, torturas, fusilamientos, horror, pesadilla… El día diecinueve de agosto el mundo se

conmocionó con la muerte del gran poeta español Federico García Lorca. En el pálido amanecer

de ese día aciago, fue llevado por un solitario camino, a pie y esposado, junto a un maestro de

escuela y dos banderilleros. Los fusilaron vilmente por la espalda, cayendo sus cuerpos junto a un

olivar, uno de los tantos de su amada Granada.

Federico había escrito para despedir los restos de un torero amigo unas magníficas palabras

que debían haberse gritado en toda España en homenaje a él:

Tardará mucho tiempo en nacer, si es que nace, un andaluz tan claro, tan rico de aventura. Yo

canto su elegancia con palabras que gimen, y recuerdo una brisa triste por los olivos.

Mi padre muy solo, muy lejos, muy angustiado, vivió los avatares de esa feroz guerra entre

hermanos con su cuerpo en Argentina y su corazón en España. Atemperó el dolor compartiendo

sus sentimientos, miedos y ansiedades con un gran número de paisanos e inmigrantes de otros

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países, unidos por los mismos ideales. Fue un activo integrante de la Asociación de Ayuda a

España.

Para esa misma época las mujeres de la familia Palladini, mi abuela Marietta, mi madre

Almerina y mi tía Ada, inmigrantes italianas expulsadas de su país por la ignominia del fascismo,

integraban la Comisión Central Femenina de ayuda a los niños españoles refugiados.

Una tarde de lluvia impetuosa y fría que caía a latigazos de un tremendo cielo negro, mis

padres se encontraron en el baile danzante que esa Asociación había organizado para recaudar

fondos.

El destino, ese caprichoso camino que de forma aleatoria nos designa un rumbo, los enlazó en

un alegre y entrañable pasodoble hasta el final de sus días.

Estaba escrito que la historia de amor de mis padres se escribiría en Rosario, provincia de

Santa Fe, una hermosa ciudad con nombre de mujer, recostada sobre el imponente río Paraná,

pintada con los colores de los jacarandás en flor.

Ada Gil- Rosario -Argentina

                                                       

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Certeza

Podría decir que

hace una eternidad

no me preguntas nada

Circulamos por los mismos lugares

transcurrimos en tiempos simultáneos

Espacios siderales nos alejan

aunque naveguemos en la misma cama.

El amor verdadero

es consulta incesante

sobre el uno y el otro.

Como ya no preguntas

tengo la respuesta:

¡Tú no me amas!

             Ana Unhold-La Plata-­Argentina

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ESPEJO RETROVISOR     Tiembla un albor a mi espalda

repitiendo la roída huella

viajada y engullida

por un castillo de ayeres.

El trajinado retrovisor va perdiendo

jirones de días bordados

en su camisón de invierno.

Retrocede en su estampa el azogue

de un tiempo anochecido.

Por mi ruta flanqueada de preguntas

se aduerme la luz

en su cojín de pausas.

Cuando ¡ por fin ! refulja la mañana

juntaré mis pedazos y abriré

nuevamente / mi maleta sueños.  

 

 

 

Belkis Larcher de Tejada- Coronda -Argentina                

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     Tu perdón Te hiciste nube

en el viento de mis labios,

me hice lluvia

en la albufera de tus ojos,

fuimos la nostalgia

de un sombrero oscuro,

fuimos el olvido

anidando insomnios

un otoño escarchado,

fuimos niños

abrigados

por un sol fetal

que amanecía perfiles

de una cordillera

en silencio

Fui Gólgota en oración

aguardando duelos

coronado con las espinas

de un engaño.

Encarcelé a Platón

con grilletes

de una pasión insólita

y Ghandi arrodillado

en ofrenda de abstinencias

clamaba

por mi indulgencia

Cuando la nieve reinaba

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en el sur de la vida

la marca de los pasos

reorientaron mi norte…

y allí recibí

el bálsamo de tu indulto

en pulsos de merced.

Y volviste a ser nube

en el viento de mis labios

volví a ser lluvia

en la albufera de tus ojos

volví a latir

descosiendo anacronismos

resucitando a tu vida

en la atadura

de mi cruz.

Carlos Alberto Giménez-Ushuaia-Tierra de Fuego- Argentina                                          

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         SILENCIO  BLANCO           a  mi  nieto  Pau  Monzonís        

 

 

 

 

No  pasa  nada,  

no  abundes  en  llanto  

¡Vendrá!  

Lo  esperamos  los  dos.  

 

Silencio  blanco.  

 

No  está  perdido,  

sólo  tiene  secretos  

sólo  es  su  tos.  

 

Hay  ruiseñores  

siempre  a  su  alrededor  

y  con  ello  le  dan  amor.  

 

Su  cuerpo  sin  huella  

juega  con  agua  

y  también  se  baña  

pero  no  oye  el  viento.  

 

Sólo  juega...  

juega  que  juega.  

 

Ríete,  sí...  

ríete  mucho.  

Está  escondido    

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dentro  de  ti  

el  muy  intruso  

pon  pastas  y  el  café  

y  en  tu  vientre  yo  pondré  

una  mano  sin  descuido  

y  dirá.  Eres  papá,  

¡Soy  tu  hijo!  Antonio  Monzonís  Guillen-­Valencia-­  España  

       

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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TRANSMUTACIÓN  

 

El cuerpo ajado

que acaricias

por los bordes

de la rutina

Encallas

Centro

terso

imponente

Y absorbes

útero.

 

 

Ana  Romano-­  Buenos  Aires-­  Argentina  

                                   

                 

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 Dos  meses   Porque  la  luna  en  mi  vereda  tiene  

una  tristeza  de  plata  que  me  envuelve  

te  siento,  presente  en  mi  vereda.  

   

 Porque  el  sol  entre  las  nubes,  todo  el  día,  

mostróme  su  esfuerzo  por  brindarse  en  calor  

te  siento,  corriendo  por  mis  venas.  

   

Porque  las  flores  de  mi  ventana  

esperan  con  ansias  las  gotas  que  calmen  su  sed  

te  siento,  amando  la  vida  hasta  el  fin.  

   

 Porque  los  grillos  callan,  expectantes,  

cuando  acerco  mis  pasos  al  verde  rincón  

te  siento,  en  el  silencio  de  una  despedida.  

   

 Porque  mi  almohada  muerde  la  oscuridad  

para  no  contar  mis  secretos  a  los  gritos  

te  siento,  música  en  mis  sueños.  

   

 Porque  el  río  recupera  paisaje  en  la  bajante  

mientras  corre  saltando  entre  las  piedras  

te  siento,  invisible,  sonriente  y  cercano.  

   

 Porque  las  calles  aturden  

con  sus  voces  y  su  música  (son  ruidos)  

te  siento,  armonía,  melodía  de  ausencia.  

   

 Porque  no  te  veo,  no  te  oigo,  no  te  encuentro  

en  mi  casa,  en  mi  pueblo,  en  mi  gente,  hoy  

te  siento  como  nunca...y...¡cómo  duele!  

 

 Hilda  González-­Concordia-­  Entre  Ríos-­  Argentina    

 

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   Creí   Creí  que  había  aprendido  a  vivir  con  mi  casa  vacía.  

Creí  que  había  aprendido  a  llorar  por  entre  los  poros  de  mi  piel.  

Me  creí  capaz  de  elegir  miradas  libres  de  maldades.  

Creí  que  había  aprendido  a  vivir  más  o  menos  sin  dolor.  

   

Nací  en  un  mundo  de  flores  que  adornaban  mis  espacios  

trepando  y  balanceándome  de  las  ramas  de  los  árboles,  

a  cinco  centímetro  mínimo  de  esta  tierra  de  olvido,  

cinco  centímetros  o  miles  de  metros  de  la  ubicuidad  de  los  aromas.  

   

Y  crecí  en  la  creencia  de  la  verdad  infinita.  

Con  la  verdad  aparente  sangrando  por  el  cauce  de  mis  venas.  

Con  la  realidad  desangrándose  en  lo  profundo  de  mi  pecho.  

Con  el  orden  de  los  factores  a  favor  de  los  vientos.  

   

Creí  que  nunca  caería  por  este  mundo  de  sombras  en  el  que  estoy.  

Que  no  podía  caer  hacia  abajo  hasta  rodar  por  el  arroyo  

y  que  una  escala  del  uno  al  diez  no  regiría  mi  caída,  

pero  no  se  puede  seguir  cayendo  eternamente,  no,  no  se  puede.  

   

Y  no  se  puede,  porque  la  escala  de  la  gravedad  

solamente  atiende  a  dos  verdades:  

La  verdad  de  la  vida  interior  sin  que  lo  externo  la  toque  

Y  la  auténtica  realidad  de  que  ahora  caigo  más  de  prisa.  

   

 

Caigo  más  deprisa  porque  peso  más  y  mi  sufrimiento  también  pesa.  

Así  que  debo  pensar  en  reunir  fuerzas  para  desangrarme  en  el  infierno,  

lejos  de  esta  vil  desidia  que  me  nubla  los  sentidos.  

Lejos  de  este  amago  de  felicidad  que  siempre  se  queda  a  las  puertas  de  mi  vida  sin  tocarme. Rosario Bustos Cruz-Sevilla-España  

     

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El  espacio  vacío  Aquí  la  vida  es  pormenor:  hormiga,  

muerte,  cariño,  pena,  piedra,  horizonte,  río,  luz,  espiga,  

vidrio,  surco  y  arena.    

                                                                                                                                                                                                                                                                     Miguel  Hernández    

Hay palabras breves, sonidos digo sí, vos, no sé, pero, yo. ¿cuál es el alma?, es lo breve, el espacio v a c í o el que intento en vano llenar de ruidos y sólo lo breve puede conmigo. Dicen mucho, escucho mas sólo puedo oír las palabras BREVES las que desvisten la verdad, y dicen todo las que me atreven leo fechas, citas, números, busco la raíz blanda y BREVE que me lleva al alma que busco y leo entre las letras leo en el intersticio un estribillo de mi niñez, la espera. Vos decí que sí. Es breve y tal vez lo hagas de forma breve Tal vez no y llegará a mí de igual manera porque yo sólo puedo leer el medio, leer el pliegue.        Diana  Bravi-­Rosario-­Argentina    

             

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                                                                                                                           DESTINO                    RETOÑITO PERDIDO

DE PALOMA MONTERA,

QUE ALLÁ POR LO ESTEROS

LLEGO CASI EN SECRETO

POR LA NOCHE LUNAR;

AL CALOR DE LA TIERRA

ATADITA ENTRE SUEÑOS

SUS GRANDES OJOS NEGROS

¿QUE DESTINO TENDRAN?

SON COLOR DE LA VIDA

QUE NO PIDE PERMISO

QUE SE ENTREGA AL DESTINO

SIN PEDIR NADA MAS.

 

 

   Susana Hayes, diciembre 2011.- City Bell- Buenos Aires- Argentina

                         

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Soñarte            

Quisiera encontrar las palabras

antes de mi muerte

para lograr el poder de tenerte eternamente

o vivir un día más para

soñarte

Poder guardar en mí el sonido de tu voz

Y el contacto de tu piel

Fundiéndote a mis sentidos

o vivir un día mas

para soñarte

Quisiera darte la ternura

que calmara todos tus pesares

Llenarte de risas, de gustos de vida

y mostrarte el lugar donde estaré

para eternamente poder

soñarte

Quisiera fundir el tiempo en un abrazo

Abandonarme en tu cansancio

y perderme en ti eternamente

Para poder soñarte

 Rafael Serrano Ruiz    7-­‐8-­‐2011  

           

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CLAROSCURO       Realismos complejos

desprovistos de sus pieles

cacarean albores

de asíndeton sentenciado.

Cotejo de logros y abismos

escalados; credencial

del tuétano del sueño

y la materia huera

de las cosas.

Y, hacia allá vamos… (rebaño de luz,

auguro de vida entre tanta muerte)

¡Dejémoslo correr como sangría

del campo de batalla!

-difuntos de claridades,

visionarios de la oscuridad-

Begoña M. Bermejo.-Guadalajara- España

                         

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El  hombre  de  negro  

 

 

 

 

 

 

 

De  regreso  de  la  barbería,  aprovecho  para  caminar,  son  las  13:00  horas  de  un  día  domingo,  

subo  y  bajo  una  pasarela,  hago  ejercicio  también  no  crean  que  no,  los  buses  y  el  humo  y  las  

personas   abordándolos.  Ah   transporte  público  nacional,  mientras  pasan  unos   lustradores  

ofreciendo   sus   servicios,   una   venta   de   llantas,   un   pinchazo,   una   farmacia,   un   centro   de  

entrenamiento   de   artes   marciales,   una   iglesia   -­‐y   que   hay   en   cada   esquina,   ya   parecen  

tiendas  de  barrio-­‐  (católicos  y  protestantes  han  gobernado  y  cogobernado  y  dividido  más  al  

país,  ¡cómo  si  de  religiones  se  tratara!).  Una  ferretería,  la  calle  y  el  asfalto  parchado,  el  humo  

de   las   camionetas,   esto   ya   lo   dije,   un   nuevo   supermercado   y   sus   entradas   aún   no   están  

habilitadas  para  uso  peatonal  sólo  para  carros  y  que  al   final  sin  necesidad  de  conocer   los  

planos   quedará   así:   solamente   ingreso   cómodo   para   carros;   mientras   los   transeúntes  

buscan  ofertas   o   donde  distraerse   y   alejarse  de   la   rutina  que   carcome  y   conocer   el   lugar  

ante   la   escasez   de   espacios   públicos   de   recreación,   deportes   y   cultura   y   la   maldita  

inseguridad  nacional  y  enfrente  otro  centro  comercial  que  cierra  el  paso  peatonal  apoyado  

por  la  bien  ponderada  y  bendita  publicidad  que  nos  persigue  por  todos  los  lugares  posibles.  

 

Bueno,   dije   que   es   día   domingo   y   veo   rostros   de   seres   humanos   que   ante   el  

abandono  de  la  democracia  electorera,  convierte  a  las  personas  cuya  esperanza  se  ha  ido  en  

un   hijo  migrante,   decía,   en  mendigos   o   delincuentes,  mientras   enero,   febrero,  marzo   y   el  

resto  de  los  meses  vendrá  a  saber  con  qué  cosas.  

 

La   sombra   que   el   sol   proyectó   fue   de   una   persona   cuya   mano   derecha   extendía  

pidiendo  limosna  y  en  la  izquierda  llevaba  su  herramienta  de  trabajo,  una  caja  de  lustre,  era  

un  limpiabotas  como  les  dicen  en  otros  países.  

 

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Lo   vi   venir   como   también   a   otras   cuatro   personas   que   caminaban   delante   de  mí,  

haciendo  diz  que  ejercicio,  como  lo  evidenciaba  la  hija  adolescente  cuya  falda  color  celeste  y  

blusa  de   igual   color   con  un  gran  escote   en   la   espalda  y   su   caminar   coqueto,  moviendo  el  

culo,  acompañado  por  seguro  era  su  señora  madre  con  pants  deportivo  azul,  blusa  corinta  y  

visera  azul  y  tenis  blancos,  detrás  de  su  hija  que  llamaba  la  atención  de  los  hombres.    

 

Más  allá,  pero  sin  dejar  de  cuidarlas,  el  papá  y  el  hermano  mayor  de  la  muchacha  que  

se  movía  pura  moto  en  desfile,  sólo  que  sin  bocina,  ellos  con  ropa  casual  azul  y  blanco  y  con  

sus  anteojos  contra  el  sol,  lo  vieron,  miraron,  antes  que  yo  y  el  papá  le  indica  al  hijo  que  le  

dé   una   moneda,   mientras   hurgaba   en   lo   que   fue,   hacía   mucho   tiempo,   una   tenería   que  

sacaba  unos  olores  de  tragante  y  que  se  quedó  en  terreno  baldío.  

 

Lo  había  visto  en  otras  ocasiones,  sólo  que  en  el  Centro  Histórico  llegar  al  momento  

que  almorzaba  donde  doña  Orfa,  señora  que  tiene  una  voz  de  lora  aguda  cuando  dice:  “¡ya  

tenía  días  de  no  venir!”,  pues  claro,  dicen  con  la  mirada,  ya  le  conocemos  el  sabor  a  lo  que  

cocina,  me   está   engañando   como   si   buscando  mujer   estuvieran   los   comensales,   luego   de  

hacer  cola  y  cancelar  y  buscar  asiento  ante   la  mayoría  de  personas  empleados  públicos  y  

privados  y  que  con  sus  voces,  risas,  y  a  veces  gritos,  se  comunicaban  unos  a  otros,  como  si  

estuvieran  en  una  discoteca  o  estadio  o  bar  o  esos  conciertos  de  absurda  espera.  

 

Vestía  pantalón  esta  vez  de  color  negro,  playera  del  mismo  color,  caja  de  lustre  color  

negro   y   zapatos   seguro   número   42   ó   10   medida   extranjera   o   más,   y   sus   rasgos   no  

evidenciaban   etnia   indígena,   sino   incluso   apariencia   de   ser   extranjero   por   su   estatura   y  

porte,  pidiendo,  solicitando  una  limosna  por  favor.  

 

  Recordar   puede   ser   y   es   en   nuestras   sociedades   un   castigo   maligno,   por   la  

impunidad  legalizada  que  existe  como  si  fuera  asaltante,  por  eso  vi  hacia  el  otro  de  la  calle  y  

los  árboles  llenos  de  humo,  sobrevivientes  naturales,  un  salón  de  belleza,  una  clínica  dental  

de  un  excuate  bromista  y  que  fingía  que  jugaba  basquetball  sólo  porque  rebotaba  la  pelota  y  

me  daba  jalón  al  campo  donde  cada  domingo  nos  reuníamos  con  otros  amigos  y  por  cierto  

ya  no  veo  desde  hace  mucho  tiempo  y  sigo  caminando,  antes  del  final  de  la  calle  un  predio  

de   carros   y   sus   rótulos   y   sus   precios   de   ganga   para   el   que   tiene   o   se   endeuda,   luego   un  

semáforo  detiene  a  los  vehículos  y  sus  marcas  y  mirar  hacia  todos  lados  posibles  por  si  no  

sale  un  bendito  piloto  de  moto,  bicicleta  o  camionetero  violando  el  orden  y  peligrar  uno  y  

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dudar  si   sigo  en   línea  recta  para  acortar  el  camino  o  cruzo  a   la   izquierda  y  entrar  en  una  

zona  que  fue  también  exclusiva  para  clase  alta  donde  hubo  sitios  arqueológicos  y  los  que  no  

pudieron  tapar  las  constructoras  los  cuidan  dicen,  pero  solo  con  verlos  se  da  uno  cuenta  la  

mentira  que  es,  pero  no,  sigo  de  frente,  claro  sin  marchar,  sino  caminando  sin  prisa  pero  sin  

pausas   y   disfrutar,   tengo   derecho   de   hacer   ejercicio   y   lucir   mis   zapatos   tenis   que   me  

regalaron   hace   dos   años   y   pantaloneta   típica   que  me   gusta   ponerme   como   cuando   hacía  

baloncesto  y  ver  un  colegio  tipo  garaje  de  esos  que  abundan  sin  ser  supervisados  por  nadie  

y  otros  que  los  esquivo  con  la  vista  y  que  cada  año  anuncian  cosas  que  seguro  no  cumplen,  

luego   una   venta   de   pupusas   salvadoreñas   y   sus   viernes   y   sábado   del   recuerdo   donde  

hombres  y  mujeres  asisten  a  gritar  y  llorar  y  reír  y  bailar  y  gozar  mientras  recuerdan  que  

alguna  vez,  fueron  más  jóvenes  que  hoy  y  que  se  reúnen  aunque  sea  para  contarse  sobre  las  

dietas   que   se   inventan   para   adelgazar   y   poder   mover   la   cintura   cuando   bailan   y   gritar  

Azúcar  de  la  difunta  Celia  Cruz  y  esconder  su  panza  ecológica  con  el  pajarito  escondido.  

 

Adelante   un   choque,   menos   mal   que   no   sufren   daños   físicos   los   vendedores   de  

cohetillos  instalados  casi  en  las  calles  y  un  anuncio  publicitario  dañado  y  la  bendita  policía  

municipal  y  la  nacional,  esta  vez  sí  están  presentes,  y  una  niña  es  abrazada  por  su  hermana  

mayor,  mientras  un  papá  se   lleva  a  sus  hijos  en  su  moto  y   la  esposa-­‐vendedora  recoge  su  

venta,  dando  gracias  a  Dios  que  no  le  pasó  nada  y  dudando  si  el  próximo  año  se  coloca  en  el  

mismo   lugar,   aunque   no   pague   derecho   de   lugar   porque   la   vida   hay   que   ganársela  

cotidianamente   y   si   no   el   gasto   apenas   seguirá   alcanzando   en   este   país   de   la   eterna  

primavera,  osan  decir  los  que  tienen  derecho  por  herencia  colonial  a  viajar  y  vacacionar  en  

playas  extranjeras,  mientras  el  piloto  que  chocó  espera  a  no  sé  quién  y  sigo  caminando,  ni  

modo  que  me  voy  a  quedar  como  guanaco  a  ver.  

 

De   lejos  parecía  el   caballero  de   la   triste   figura  y  de  cerca  el  hombre  de   los  dientes  

llenos   de   caries   y   sonrisa   de   película   de   terror,   que  más   bien   hacía   alejar   la  mano   de   la  

conciencia   y   decirle   no   tengo  dinero   ni   nada   que   darte,   apenas   pude  pagar  mi   almuerzo,  

claro,  mentalmente,  porque  si  no  qué  dirían  los  otros  pisados  que  tampoco  le  dieron  nada.  

 

Marco   un   número   y   llamar   ya   no   recuerdo   a   quién   y   no   contesta,   dejo   mensaje,  

mientras  se  acerca  este  hombre   larguirucho,   flaco,  de  caminar  rápido,   casi   saltando  como  

atleta  olímpico  y  mi  conciencia  en  un  acto  surrealista  le  dicta  a  mi  mano  y  saco  una  paloma,  

moneda   conmemorativa,   aunque   el   quetzal   es   la   moneda   nacional,   y   se   la   entrego   y  me  

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sorprendo   cuando   me   dice:   feliz   año   nuevo,   en   un   tono   tierno,   melancólico   pero,   claro,  

esperanzador   y   que   mis   dedos   sienten   al   momento   de   terminar   de   escribir   y   pensar   si  

tendré   trabajo   este   año,  mientras   seguro   él   sigue   caminando   hacia   otra   calle   hacia   otros  

transeúntes,  sólo  que  ahora  con  la  caja  de  lustre  en  la  mano  derecha  y  extendido  el  brazo  

izquierdo.  

 

 

Daniel  Alarcón  Osorio.  -­-­  Guatemala  

                                                                             

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Balada del hombre que camina por el aire    

 

 

Paso  a  través  de  paredes  de  niebla  

y  a  través  de  cortinas  de  luz  palpable  

como  el  maravilloso  péndulo  que  un  reloj  vivo  

le  da  vida  estando  muerto.  

 

Danzando  voy  por  el  cielo  sin  otra  esperanza  ni  otro  camino  

que  la  graciosa  curva  que  recorren  mis  pies  en  el  aire  

en  un  caminar  saturado  de  estrellas.  

 

Cosecho  en  el  día  las  aves  que  a  mí  se  aferran  con  sus  ojos  muertos.  

En  la  noche  

juego  con  estrellas  distantes  y  lejanas  que  ya  no  fatigan  mis  ojos.  

En  las  tardes  despido  al  día,  y  en  las  mañanas  

soy  como  otro  pájaro,  que  abiertas  sus  alas  en  celeste,  

estrena  su  graciosa  danza.  

 

Danzando  voy  sin  otra  esperanza  ni  otro  camino  

que  el  que  recorren  mis  pies  en  el  aire.  

 

Escabel  de  nubes,  almohada  de  luna,  débil  me  despierto  

a  la  rutina  de  un  movimiento  no  buscado  

que  encuentra  en  mí  su  títere  sencillo,  

su  alma  lisa,  

su  liviano  cuerpo  que  sin  cesar  danza  

una  música  solo  por  él  oída.  

 

Danzando  voy  sin  otra  esperanza  

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que  los  graciosos  caminos  que  abren  

mis  pies  en  el  aire.  

 

Tu  que  contemplas  mi  fragilidad  de  cielo,  

¿sabes  que  fui  vivo,  y  que  algún  día  

mis  pies,  como  los  tuyos,  estuvieron  en  la  tierra?  

¿Y  que  tuve  edad  de  amar  y  ser  amado  

sin  otra  condición  que  la  existencia?  

¿Piensas  que  un  alma  sensible  habitaba  

el  abandonado  palacio  que  en  la  altura  juega?  

¿O  crees  que  todo  fue  como  es  ahora,  

que  perdida  la  esperanza  en  esta  tierra  

ya  no  hay  paz  ni  remedio  que  alcanzarle  pueda?  

 

Danzando  voy  por  el  cielo  sin  otra  esperanza  ni  otro  camino  

que  la  graciosa  curva  que  recorren  mis  pies  en  el  aire  

en  un  caminar  saturado  de  estrellas.  

 

Si  no  sale  de  ti  la  piedad  de  una  mirada,  

mira  al  menos  mi  danza,  si  te  alegra.  

 

 

Ezequiel  Feito-­Buenos  Aires-­  Argentina                                    

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ENTRE  VIZNAR  Y  ALFACAR      “Dedicado  a  la  memoria  de  Federico  García  Lorca”  

 

 

Poema  trágico  en  un  acto  y  dos  cuadros  

 

Personajes:  

 

Federico    

Banderillero  1º    

Banderillero  2º  

Profesor  de  escuela  

La  Luna    

La  Muerte  

 

 

 

Acto  primero  

 

 

CUADRO  PRIMERO  

 

Pequeña  habitación  de  un  cuartel  derruido,  deshabitado  y  húmedo.  

 

 

Federico:-­‐  (Caminando  nervioso)  ¿Dónde  nos  han  metido?    

 

Banderillero  lº:  -­‐(Agrio)  ¡No  ves  que  es  una  cárcel!  

 

Federico:-­‐  (Contrariado)  ¡Sí!  Creo  haber  escuchado  rumores  de  cadenas,  botas  

y  fusiles.  

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Profesor  de  escuela:-­‐  Mis  libros  ¿Qué  hicieron  con  mis  libros?  

 

Federico:  (Mirándole)  Tú  preguntas  por  tus  libros;  yo  he  dejado,  tras  de  mí,  

obras,  mil  escritos  y  poemas...  

 

Banderillero  2º:-­‐  (Con  la  cabeza  cabizbaja)  ¿A  quién  le  importan  vuestros  

libros  ahora?  

 

 

 

 

 

Banderillero  lº:  -­‐  ¿Por  qué  nos  trajeron  aquí,  qué  delitos  cometimos?  ¡Eso  es  

lo  que  cuenta!  

 

Federico:  -­‐Supongo  que  por  haber  escrito  demasiado.  

 

Profesor  de  escuela:  -­‐Supongo  que  por  haber  enseñado  muchas  cosas,  que  

otros  las  estimaron  prohibidas.  

 

Banderillero  lº:  -­‐(Azorado)  ¿Y  qué  es  lo  prohibido?  

 

Federico:  -­‐(Levantando  sus  brazos  al  cielo,  como  orando)  ¡Es  un  tizón  

encendido  que  arde  en  mi  pecho  y  que  luego  vomito  a  través  de  mis  palabras!  

¡Verdades,  injusticias  que  me  duelen,  gritos  bañados  de  sangre  que  me  

aplastan  la  cabeza  y  penetran  hasta  el  tuétano  en  la  conciencia  de  los  

bárbaros,  desnudando  sus  miserias;  frases  aromadas  de  lirios,  o  naranjos  

repletos  de  azahares,  que  en  algunas  narices  sólo  huelen  a  estiércol!  

¡Ay  mi  Granada,  ay  mi  Granada!,  presiento  que  mañana,  tu  corazón  y  el  mío  

sangrarán  juntos  al  alba!  

 

(Todos  duermen.  Por  la  abertura  de  una  pequeña  ventana  situada  en  lo  alto  

de  la  habitación,  se  asoma  la  luna.  La  luna  es  una  mujer  delgada  vestida  con  

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ropas  blancas)  

 

Luna:-­‐  ¡Federico,  Federico,  traigo  para  ti  una  nana!  Tú  que  siempre  me  

alabaste  con  excelsas  palabras,  deja  que  un  rayo  de  mi  mano  ilumine  tus  

labios,  porque  al  filo  de  la  noche  serán  mitades  de  un  limón  perdido  y  pálido,  

estucados  con  frío  y  escarcha.  

 

(La  luna  comienza  a  cantarle)  

 

¡Duerme,  duerme  Federico  tu  último  sueño!  

¡Duerme,  duerme  Federico  al  compás  de  mi  nana!  

¡No  sufras  cuando  de  pronto  silben  las  balas  por  tu  espalda!  

¡Duerme,  duerme  Federico  al  compás  de  mi  nana!  

Que  mañana  la  luna  buena  besará  tu  hermosa  cara.  

Y  con  ramitas  de  amapolas,  camelias  y  jaras,  

rescataré  la  flor  perdida  y  amarilla  de  tu  cuerpo.  

¡Duerme,  duerme  Federico  al  compás  de  mi  nana!  

Que  mañana  la  luna  buena  besará  tu  hermosa  cara.  

¡Duerme,  duerme  Federico  al  compás  de  mi  nana!  

Que  mañana  el  olivo  y  el  romero  perfumarán  tu  alma.  

Federico:  -­‐¡Ay  mi  Granada,  ay  mi  Granada!,  presiento  que  mañana,  tu  corazón  

y  el  mío  sangrarán  juntos  al  alba!  

 

 

 

 

Luna:  -­‐¡No  sufras  cuando  de  pronto,  silben  las  balas  por  tu  espalda,  que  

mañana  la  luna  buena  besará  tu  hermosa  cara!  

 

(Se  escuchan  ruidos  de  botas  y  llaves,  ahogados  por  los  gritos  de  unos  

falangistas  que  les  obligan  a  subir  a  un  camión,  que  los  llevará  por  el  camino  

que  va  de  Viznar  a  Alfacar)  

 

Fin  del  cuadro  primero  

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Acto  primero  

 

CUADRO  SEGUNDO  

 

Camino  de  tierra  bordeando  un  barranco  entre  Viznar  y  Alfacar,  en  Granada  

(es  de  madrugada)  

 

(Sobrevuela  a  los  cuatro  condenados  un  misterioso  cuervo  más  negro  que  la  

noche,  más  negro  que  la  muerte.  Mientras  la  luna  ilumina  el  camino  con  una  

suave  luz  mortecina)  

 

 

Luna:-­‐  (Dirigiéndose  a  la  muerte)  ¿Qué  haces  por  este  camino,  muerte  mala?  

¿Acaso  buscas  a  alguien?  ¿Acaso  andas  ávida  de  almas?  

 

Muerte:  -­‐(Con  aire  indiferente)  Andaba  discurriendo  sin  más.  

¡Buscando  un  torso  blanco  y  desnudo  

donde  clavar  mis  dientes  pudiera!  

¡Busco  penetrar  entrañas  y  sentir  

el  dulzor  de  la  sangra  caliente!  

Llevo  un  yelmo  encendido,  

traigo  arena  para  los  ojos  

y  abrojos  para  los  labios.  

Cintas  negras  para  el  cabello  

y  un  puñado  plateado  de  balas,  

que  al  penetrar  en  las  carnes  

abren  labios  rojos  en  los  cueros.  

¡Luna  buena,  luna  llena,  alumbra  ya  sus  venas!  

¡Luna  buena,  luna  llena,  alumbra  ya  sus  pechos!  

¡Que  la  noche  se  acaba  y  estoy  sedienta  de  muerte!  

 

Luna:-­‐  ¡Vete  muerte  mala!  ¡Vete  muerte  infame!  

Que  antes  que  alumbrar  sus  pechos  

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prefiero  ser  luna  de  yeso;  

prefiero  ser  luna  sin  llama.  

 

 

 

 

Muerte:-­‐  Traigo  arena  para  sus  ojos,  

y  abrojos  para  sus  labios.  

¡Luna  buena,  luna  llena,  alumbra  ya  sus  venas!  

¡Luna  buena,  luna  llena,  alumbra  ya  sus  pechos!  

¡Que  si  nadie  muere,  mi  alma  sufrirá  de  pena!  

 

Profesor  de  escuela:  (Caminando  esposado  y  con  paso  lento)    

 

-­‐¡Ay  qué  sudor  de  nieve  trémula  corre  por  mi  sangre!  

¡Ay  qué  cuchillos  encendidos  se  clavan  en  mi  garganta!  

¿Bajo  qué  sol…debajo  de  qué  olivo  

yacerán  mis  cansados  huesos?    

 

Banderillero  lº:    

 

-­‐¡Ay  qué  sudor  de  nieve  trémula  corre  por  mi  sangre!  

 ¡Ay  qué  espinas  y  cardos  ceñirán  mi  cuerpo,  

 cuando  la  malvada  muerte  repose  

 sobre  mis  muslos,  mi  vientre  y  mi  cara!  

 

Federico:  

 

-­‐¡Ay  qué  sudor  de  nieve  trémula  corre  por  mi  sangre!  

Cómo  se  agiganta  la  noche  lateral  de  este  camino,  

en  qué  hondonada  de  adelfas  y  viburnos  

irán  a  morir  mis  pasos.  

Bajo  qué  tierra  de  los  campos  de  Granada  

mi  boca  ya  no  será  nada.  

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Yo  sólo  quise  escribir...  

a  las  flores,  a  la  luna  y  a  los  nardos.  

Al  amor  que  sube  por  las  madreselvas  

trepando  por  las  escalas  con  furia  de  ola  loca  

que  venían  de  un  mar  obstinado  y  hambriento.  

Las  sombras  de  las  balas  ya  me  ciñen  el  pecho.  (Piensa)  

¡Ay  luna,  luna  no  dejes  que  me  muera!  

¡Ay  luna,  luna,  ahoga  el  grito  de  mi  alma  

 cuando,  en  mis  entrañas  de  cobre,  se  detenga  la  maldita  muerte!  

 

(Se  escucha  una  descarga  sorda  y  seca,  todos  los  cuerpos  caen  a  un  barranco  

bordeado  por  el  camino)  

 

Luna:  (Dirigiéndose  a  la  muerte)  

 

-­‐¿Dónde  está  Federico,  dónde  está  su  fino  rostro?  

¡Para  cerrarle  los  ojos  y  besarle  la  cara!  

 

 

 

 

Muerte:  (Haciéndole  señas  hacia  un  campo  de  olivos)  

 

-­‐¡Allí  luna  buena!  

-­‐¡Allí  luna  buena!  

   

Luna:  (Compungida)  

 

-­‐¡Dónde,  dónde!  

 

Muerte:  

 

-­‐¡Allí  luna  buena!  

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-­‐¡Allí  luna  buena!  

 

Luna:  (Desesperada)  

 

-­‐¡Dónde,  dónde!  

 

Muerte:  (Alzando  su  voz)  

 

-­‐¡Allí,...  allí,...  donde  su  sangre  mora!  

-­‐¡Allí,…allí,…donde  el  olivo  llora!  

   

José  Rodolfo  Espasa-­Benidorm-­Alicante-­España    

                                                               

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 No  me  hablen  de  Amor      No  me  hablen  más  de  amor  ni  de  ilusiones,  

prefiero  vivir  la  vida  como  venga  

con  la  triste  realidad  que  me  ofrezca,  

prefiero  la  verdad  de  estar  sola  

a  las  mentiras  que  disfrazan  tiernas  palabras  

que  más  tarde  se  las  llevará  el  viento.  

   

No  entregues  alma  más  dulzura  

porque  solo  recibirás  desdén  y  amargura,  

que  te  toque  beber  de  la  copa  de  la  tristeza  

porque  para  ti  no  existe  la  alegría.  

   

No  me  hablen  más  de  promesas  y  sueños  

que  de  eso  el  corazón  es  un  incrédulo  

que  no  queden  ni  los  recuerdos,  

prefiero  vivir  el  hoy  por  el  hoy  

sin  pensar  en  el  ayer  ni  el  mañana.  

   

Tanto  amor  diste  pobre  alma  en  esta  vida  

y  solo  has  recibido  hipocresía,  

que  no  te  hablen  más  de  otras  quimeras  

si  después  volverás  a  lo  mismo,  

sola  como  ayer  a  tus  amargos  días.  

   

Que  no  me  hablen  más  de  ternura  

que  de  eso  solo  queda  la  hiel  del  desprecio,  

háblenme  de  olvidos  y  silencios,  

háblenme  de  soledad  y  nostalgia,  

donde  el  corazón  llore  hasta  morir  su  mala  suerte.      María  José  Acuña-­Curmaná-­  Venezuela    

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 LA  OSCURIDAD  Y  MIS  PENSAMIENTOS...                Al caer la noche y sumida en el silencio, reflexiono sobre cuanto llevo dentro...cuanto acumulo,

cuanto abandono y cuanto me perdono... Descubrí que las cargas cada vez son mas livianas, que

dejarlas salir le dan paz a mi alma... abandone lo que me limita y me aferre a lo que me da vida.

Me perdone todo cuanto debía, quien no lo hace no tiene oportunidad para la vida. Miro el

mañana cargada de buenos sentimientos y de grandes retos...en mi corazón solo hay espacio para

buenos afectos, el rencor y el odio no tienen acceso ...Vivo cada día dando lo que soy, no espero

nada de quien le doy. Aprendí a protegerme del dolor dando sin esperar nada a cambio... no

porque no merezca recibir lo que doy, sino porque la vida siempre me lo devuelve con creces...

Antes de mis sueños recostar en mi almohada, hice mi balance del día.... he obtenido ganancias

como todos los días... Gracias una vez más a mi señor Jesús que me toma de su mano y me da su

luz...

 

 

 

 

 

María Eugenia Leal- Cali- Colombia ©                                  

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LA  MÁQUINA  DE  COSER

Al  ocultarse  el  sol  detrás  de  la  ventana.  Inés  abrió  la  tapa  dónde  guardaba  su  vieja  máquina  

de  coser,  durante  horas  sus  pies  no  cesaron  de  pedalear,  haciendo  que  la  aguja  cosiese  todo  

lo  que  se  le  pusiera  debajo.  

Inés,   la  heredó  de   su  madre.  La  máquina   tenía  más  de   setenta  años,   era  del   siglo  pasado.  

Negra  y  con  dibujos  en  relieve  imitando  a  los  capullos  en  flor.  

En   casa   de   Inés,   solo   podían   utilizar   la   máquina   las   mujeres.   Pasando   de   generación   en  

generación.  Inés  comentaba  que:  "lo  único  que  sabía  bien,  era  coser"  —.  Puntada  que  daba,  

puntada  que  nunca  se  descosía.  

Cuando   comenzó   la   guerra,   Inés   se  quedó  viuda  y   con   tres  hijos.  Ganaba   el   pan   cosiendo  

gabanes  para  los  milicianos.  Unas  veces  cobraba  dinero  y  otras  le  pagaban  en  especie.  

Blanca  era  la  única  chica  de  sus  hijos.  Los  desvelos  de  Inés  por  enseñarla  a  coser  siempre  

fracasaron:  

—Has  de  saber  Blanca  que  tendrás  que  seguir  la  tradición  familiar  y  que  ocuparás  mi  sitio  el  

día  que  yo  me  muera.  Alimentando  así,  a  tu  familia.  

Blanca  nunca  le  llevó  la  contraria  a  su  madre.  Simplemente  le  seguía  la  corriente:  

—Primero  decía  Inés—,  enhebras  la  aguja  y  pasas  el  hilo  por  detrás.  Pon  especial  cuidado  

para   que   la   tela   nunca   se   tuerza   y   con   ambos   pies   pedalea,   pedalea,   te   gustará   tanto   su  

sonido,  que  cuando  lo  hagas,  una  gran  calma  se  apoderará  de  ti.  

Javier  era  el  más  pequeño  de  los  hermanos.  Al  llegar  del  colegio  se  ponía  junto  a  su  madre  y  

la  ayudaba  a  doblar  la  ropa,  se  entusiasmaba  mirando  como  la  tela  pasaba  por  debajo  de  la  

aguja  hasta  convertirse  en  un  pantalón  o  en  una  chaqueta.  

Inés,  se  quejaba  de  porqué  el  destino  a  menudo    se  equivocaba:  

—Javier,  tú  tendrías  que  haber  sido  mujer  y  la  máquina  de  coser  hubiera  sido    para  ti.  Pero  

hay  que   respetar   la   tradición  y   el  pacto   jamás   se  debe   romper.   Se   lo  prometí   a   tu   abuela  

antes  de  morir.  Ahora,  tu  hermana  tiene  que  cumplir  el  pacto.  

Javier,  preguntaba  una  y  otra  vez,  por  qué  no  podía  ser  él  quién  cosiera  en  la  casa.  Inés,  le  

explicaba  que  solo  las  mujeres  cosían    y  así,  debería  ser.  

Un  día  Inés  se  encontró  tan  agotada  de  tanto  trabajar,  que  cayó  enferma.  Se  quedó  dormida  

apoyada  en  la  máquina  de  coser.  Y  ya  nunca  volvió  a  despertar.  

Los  montones  de  ropa  se  apilaban  a  un  lado  de  la  habitación.  Su  ausencia  enseguida  se  notó,  

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no  había  dinero  y  los  hijos  eran  muy  pequeños  para  trabajar.  

Blanca,  intentó  recordar  las  enseñanzas  de  su  madre.  Unas  veces  el  hilo  se  rompía,  otras  la  

tela  se  torcía,  acabando  la  pieza  siempre  en  el  cubo  de  la  basura.  

Los   tres   hermanos   decidieron   que   había   que   cerrar   la   habitación   dónde   cosía   su  madre.  

Nadie   quería   entrar   allí;   tan   solo   Javier   lo   hacía.   Le   gustaba   acariciar   la   silla   donde   se  

sentaba  su    madre,  y  de  esa  manera  podía  llorar  e  incluso,  la  veía.  

Mientras  miraba  a  la  ventana,  le  pedía  a  su  madre,  que  se  rompiera  el  pacto  y  que  fuera  él  

quien  utilizase  la  máquina  de  coser.  

Una   noche   cuando   Javier   estaba   solo.   Un   soplo   de   aire   frío   inundó   la   habitación,   en   ese  

instante  se  apagó  la  luz,  un  rayo  de  sol  se  coló  por  la  ventana  iluminando  la  vieja  máquina  

de  coser.  Primero,  se  abrió  la  tapa  y  la  máquina  comenzó  a  pedalear  sola.  Fueron  pasando  

piezas   de   tela   cortada,   y   la   chaqueta   o   el   pantalón   salía   cosido.   Javier   abrazó   la   silla.  

Implorando  a  su  madre,  que  fuese  él  quien  debía  coser.  En  ese  instante  la  habitación  quedó  

en  penumbra  y  la  ventana  se  cerró  con  un  golpe  seco.  

Javier,  no  quiso  comentar  nada  a  sus  hermanos.  Después,  fue  corriendo    a  su  dormitorio.    Se  

acurrucó  en  la  cama  y  se  cubrió  con  una  manta.  

Llevaban  varios  días  escuchando  un  extraño  ruido  en  la  habitación  de  su  madre.  Todas  las  

tardes   cuando   el   sol   se   ocultaba,   se   oía   un   pedaleo   que   no   cesaba.   Javier   no   tuvo   más  

remedio  que  contarles  a  sus  hermanos  lo  que  había  pasado,    pero  nadie  le    creyó.  

Una   noche   decidieron   pasar   a   la   habitación,   escucharon   la  máquina   de   coser,   al   abrir   la  

puerta,  vieron  que  en  la  habitación  había  tanta  luz  que  parecía  de  día.  La  ventana  abierta,  

los   rayos  del   sol,   se   reflejaba  en   la  máquina  de   coser,   y   la   silla   estaba   ligeramente  girada  

como  si  alguien  la  ocupase.  El  aire  soplaba  con  tanta  fuerza  que  hacia  frío.  Javier,  se  puso  a  

gritar:  

—Mamá,  rompe  tu  promesa  y  deja  que  sea  yo  quien  cumpla  tu  trabajo.  

Los  otros    hermanos  notaban  la  presencia  de  alguien  que  les  resultaba  conocida.  

Una  pieza  de  tela  voló  en  la  habitación.  Haciendo  piruetas  por  el  aire  y  unas  veces  subía  y  

otra   vez   caía.   Los   tres   hermanos   querían   atraparla   y   no   lo   conseguían   cuando   ya   casi   la  

tenían  cogida.  La  tela  volvió  a  elevarse  hacía  el  techo    serpenteando  de  un  lado  a  otro  de  la  

habitación.  

La  tela,  por  fin,  fue  a  caer  sobre    las  manos  de  Javier.  Blanca  fue  a    la  ventana  y  gritó:  

—Mamá,  desde  hoy  queda  roto  el  pacto,  la  vieja  máquina  de  coser,  será  para  ti  Javier.  

Pilar  Serrano  Rodríguez-­  Madrid  -­  España

 

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ECOS DE AMORES ECOS DE AMORES…¡¡ SILENCIO !!

AMORES QUE VAN QUEDANDO

EN LA ORILLA DEL CAMINO

DEJAN SUS ECOS AL AIRE,

RISAS, DOLOR…DESTINO

AMORES DE LA EXIXTENCIA

QUE VIVIMOS DESDE CHICOS:

ALGUNOS, APASIONADOS,

OTROS, DOLIENTES. AMBIGUOS

ECOS DE AMORES QUE MARCAN

NUESTRA EMOCIÓN. DESATINOS

QUE TRAICIONAN. ATINADOS

QUE EMOCIONAN. SON AMORES…

ECOS QUE SIGUEN ROZANDO

NUESTROS SUEÑOS, CADA NOCHE.

ECOS DE AMORES DE MADRE.

DE HIJOS, PADRES, HERMANOS.

ECOS DE AMIGOS Y AMIGAS

QUE SUS HUELLAS VAN DEJANDO

MARCANDO NUESTRO CARÁCTER.

ECOS DE AMOR.

NUEVAS VIDAS.

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ECOS QUE NACEN Y MUEREN

DEJANDO ENORMES HERIDAS

HUNDIÉNDONOS EN LA MUERTE

DEL DESAMOR Y DESIDIA.

ECOS ESPERANZADOS

EN LA SONRISA DE UN NIÑO.

ECOS DE AMOR ENCONTRADO

CON ACIERTO Y COMPARTIDO.

ECOS…

ECOS DE AMORES HUMANOS.

NIEVES  M.ª  MERINO  GUERRA-­    GRAN    CANARIA-­  ESPAÑA 30 – 09- 2011

                                                 

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EL RINCON DE MI JARDIN

 

El rincón de mi jardín donde más feliz me encuentro;

donde pienso más en ti llenando mi pensamiento.

Si estuvieras junto a mí, escucharías los sonidos:

de los jilgueros, los gallos; y en el silencio, los grillos.

Verderones, gorriones, una alondra y mis suspiros

Por no tenerte a mi lado, porque estuvieras conmigo;

aspirando los perfumes, compartiendo los olores,

de madreselva, jazmines, claveles, rosas, y flores,

silvestres por la pradera, de tonos multicolores.

En este rincón tan mío, compartir quiero contigo,

la soledad de mi alma, y susurrarte al oído;

cuánto te quiero y te extraño, ahora más en primavera,

que todo florece y nace, todo brilla y se renueva;  

las aves hacen sus nidos, el sol fecunda la tierra,

el espíritu enaltece, la ilusión recobra fuerza.

Mi rincón me da la vida, es tan íntimo y tan nuestro;

imaginando en la sombra como sería nuestro encuentro.

Entre álamos, palmeras, hiedra, todo como un cuento;

como un cuento o como un sueño que no quiere despertar,

hasta el momento en que vea como se hace realidad.

Marga  Utiel-­  Badajoz-­  España(8-03-02)

Page 39: ESPACIO DEL POETA

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Canto de criatura Quiero un rincón triángulo

para plegarme toda

en contorsión ajena al ruido de las flores,

un ojo catapulta

que lance la mirada

atravesando el tiempo que se perdió en el tiempo

y con cada segundo

huérfano de misterio

rellenar las esquinas con pajas plumas polvo.

El rincón será nido y yo,

cáscara hueca,

tejeré la membrana de otra yo creadora.

 Mayte Sánchez Sempere

 

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EL ARBOL DE JUDEA

Otra vez el insomnio. De nuevo soy el saldo de un sueño inconcluso. Dejo la cama en medio de la

oscuridad de la noche.

-Voy a salir, necesito aire, digo a mi marido. Él duerme sin sueños. Me atrevería a decir que hasta

sin latidos, (si tal hecho fuera posible). No me responde, en realidad no lo hace casi nunca.

Tampoco se si alguna vez me presta atención a lo que hablo. Si sabe de mis ansias, de mis

inquietudes o soledades. Gira su cuerpo dándome la espalda, estirando la manta hasta cubrirse la

cabeza.

Bajo, recorro los pasillos oscuros de la casa, vacios de interés, despoblados de risas, de caricias.

Cruzo el jardín embebido de luna y misterio. A paso lento tomo por las callecitas de tierra a

encontrarme con mi sueño. Lo sueño cada noche. Lo he visto, sé qué lo he visto. Luego, en la

rutina y el silencio de mi casa se desdibuja, me abandona. Busco el sendero que me lleva a la

casona abandonada. Tiene techo de tejas y galería cubierta. Cuando la angustia me apresa, sin

dudarlo corro hacia ella, mi refugio preferido. En el jardín que la rodea está enclavado el arcano

árbol de flores rosas.

Allí, en esa casa, a través de los cristales vacíos lo he visto. En el salón principal, que aún

conserva su color verde pastel, años atrás era el lugar de reuniones y fiestas. Se encendían

entonces las luces insolentes. Su brillantez se escurría en los rostros de los invitados,

advirtiéndose en ellos el goce de una noche divertida.

En un rincón del salón estaba el niño de mis sueños, hermético, infranqueable. Me miraba

extrañado a través del vidrio. Yo no quitaba mis ojos de él. Suponía que en ese instante su alma

y corazón se abrían frescos, transparentes para mí. De regreso a casa lo llevaba conmigo,

entregándome junto a él a jubilosas travesuras. Revivía la ilusión de tenerlo en mi sala y al

atardecer caminar juntos en el jardín purpurado por el poniente.

Me he empeñado en conocer más de ese árbol, el de flores rosas de la casona. Ahora se que se

llama Árbol de Judea. Con su sólo nombre se intuye el milagro, el inefable don de poseer algo

supremo

En las noches me apego a mi marido acariciándolo todo, provocándolo, tal vez . . ., pero su

cansancio puede más que su discreto interés.

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A la mañana me envuelve una tristeza grande, tediosa. Retorno a transitar por las callecitas de

tierra. El olor de sus entrañas hoy húmedas por el rocío agudiza mis sentidos, jadean en mi pecho.

¿Y mi sueño de tener un hijo? Remuevo la impaciencia de mis ansias. Acudo a mi refugio, ahí

está el árbol, con su dilatada copa de flores rosas. Dicen que cuando los chicos tienen conflictos

corren hacia él. Les cuentan sus temores, sus angustias, el porqué de su hermetismo. El Árbol de

Judea en su generosidad los contiene, les cede su cariño y amistad. Ellos sonríen.

Hace tiempo que no veo al niño tras el vidrio. Presumo que vendrá. Espero.

Irremediablemente continúan mis noches de desvelo. Me alucina, lo veo, le tiendo mis brazos,

mis manos. Lo tomo. Sacudo a mi marido. ¡Qué despierte al fin! Que oprima al niño hacia su

regazo y lo bese, y me bese. Se cubre con la manta. Me dice que intente descansar. Mis brazos,

lánguidos, mustios, se abandonan pegados a mi torso.

De inmediato camino apresurada hacia el árbol, me deslizo bajo su tronco erguido. En su ramaje

cada flor es la cara de un niño. Palpita mi corazón de deseo. Me descubro joven, con largos

cabellos, piel tersa y anhelante. No renunciaré a mi ilusión.

Se que él llegará y lo envolveré con mi cariño. Esperaré paciente, inmutable. Adivino mi próxima

felicidad que saboreo dulce dentro de mi boca.

A lo lejos se dibuja, borrosa, la figura del niño acercándose. Tal vez venga a dialogar con el

Árbol de Judea, o quizá en mi búsqueda. Porque ambos nos hemos visto y nos hemos mirado.

Acaso, a oscuras en sus noches, habrá soñado conmigo

Cuando esté muy cerca lo atraparé, con ambición, con risas, bajo la fronda florida del árbol del

amor. Dejaré de ser el saldo de mujer de un sueño inconcluso. Sólo debo aguardar un pequeño

lapso de tiempo, o tal vez lo que reste de mi vida.

                                                                                                                                                                    Irma Sambuelli- Rosario- Argentina

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Lista de Autores Abril    Autor   titulo  

Ada Gil España  partida  en  dos  

Ana Unhold Certeza  

Belkis Larcher de Tejada Espejo retrovisor

Carlos Alberto Giménez Tu  perdón  

A. Monzonís Guillen Silencio  Blanco  

Ana Romano   Trasmutación  

Hilda González Dos  meses  

Charo Bustos Cruz   Creí

Diana Bravi El espacio vacío

Susana Hayes Destino  

Rafael  Serrano  Ruiz Soñarte

Begoña M Bermejo Claroscuro  

Daniel Alarcón Osorio El  hombre  de  negro  

Ezequiel Feito   Balada  del  hombre  que  camina  por  el  aire  

José Rodolfo Espasa Entre  Viznar  y  Alfacar  

M.º José Acuña  No  me  hablen  de  amor  

M.ª Eugenia Leal La  oscuridad  y  mis  pensamientos  

Pilar Serrano Rodríguez La  máquina  de  coser  

M.ª Nieves Merino Guerra Ecos  de  amores  

Marga Utiel El  rincón  de  mi  jardín  

Mayte Sánchez Sempere Canto de criatura

Irma Sambuelli El árbol de Judea