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UNIVERSIDAD DE LOS ANDES
DR. PEDRO RINCÓN GUTIÉRREZ
DEPARTAMENTO DE CIENCIAS SOCIALES
CÁTEDRA: ORGANIZACIÓN DEL ESPACIO
Espacio Rural En Venezuela
San Cristóbal, Diciembre de 2006.
INDICE
• Introducción.
• La Agricultura En América
• La Agricultura Prehispánica En Venezuela
• La Agricultura En Los Siglos XVI XVII XVIII
• La Tierra Como Factor De Producción
Ø El Repartimiento
Ø La Composición De Tierras
Ø La Compraventa
Ø La Encomienda
Ø La Esclavitud
• El Uso De La Tierra
Ø La Ganadería
Ø La Agricultura
Ø La Hacienda
Ø La Plantación
• La Fundación De Los Pueblos Y La Distribución
De La Población
• Organización Espacial En La Venezuela
Colonial
Los Centros Poblados En La Colonia
§ Los Cultivos Y El Poblamiento
Ø Producción de Cacao
Ø La Compañía Guipuzcoana De
Caracas.
Ø Producción de Café
Ø Consecuencias Del Movimiento
Independentista.
§ Siglo XX Venezuela Agroexportadora
Ø Periodo (1900-1935)
Ø Periodo (1936-1957)
Ø Periodo (1958-1978)
Ø Periodo (1978-1983)
Ø Periodo (1984-1988)
Ø Periodo (1989-1993)
§ Siglo XXI Desarrollo Rural/ Desarrollo
Sostenible.
§ Bibliografía.
INTRODUCCIÒN
Si bien el hombre fabricó artefactos desde hace
más de un millón de años, las primeras plantas y
animales domesticados tienen una antigüedad que
escasamente sobrepasa los diez mil años. Con la
domesticación, el hombre logro controlar el
ambiente físico modificándolo y adaptándolo a sus
propias necesidades. La especialización
alimenticia que se produjo a través de la
domesticación no sólo trajo consigo un aumento
considerable de la cantidad de alimentos, sino una
mayor estabilidad en su suministro y esto
frecuentemente permitió el aumento poblacional.
La agricultura forma parte del medio ambiente en
el cual se practica, y por ello, los diversos
sistemas agrícolas, ya sean cultivos primitivos
(paleotécnicos) o modernos (neotécnicos), son
tipos distintivos de ecosistemas modificados por
el hombre. Se ha pensado que el surgimiento de la
agricultura se relaciona con los grupos
recolectores, cazadores y pescadores, quienes
subsistían con base en la explotación de una
variada gama de plantas y animales terrestres y
acuáticos. Dadas las características de su
explotación alimenticia, estos grupos deben haber
sido más sedentarios, lo que pudo haber permitido
un mejor conocimiento de su medio ambiente,
favoreciendo de esta forma los experimentos
hacia la domesticación. Así mismo se ha deducido
que las zonas más propicias para la invención de la
agricultura hayan sido las áreas marginales de
transición, como por ejemplo las zonas limítrofes
entre selva y sabana, o entre tierras altas y bajas,
ya que las mismas generalmente tienen una alta
productividad así como una mayor variedad y
disponibilidad de especies; también algunas zonas
costeras del mar, río y lagos, donde la explotación
de peces y otros animales acuáticos pueden
mantener un modo de subsistencia más sedentario
del que permite la caza de pequeños mamíferos.
La aparición de la agricultura llevo aparejada una
mayor sedentariedad, lo cual posibilitó un
aumento poblacional y de relaciones sociales más
complejas.
LA AGRICULTURA EN AMÉRICA: Belén Olivo de
Landaeta (1979). Desde la época prehispánica han
existido en la agricultura americana dos sistemas
agrícolas bien diferenciados: la vegecultura y la
agricultura de semillas. La primera depende de la
reproducción vegetativa (por estacas) y
representa uno de los sistemas agrícolas más
desarrollados en las tierras húmedas bajas
tropicales, no sólo de América, sino de África de
sureste asiático. En la América indígena los
cultivos básicos de este sistema fueron: la yuca
(Manihot esculenta), la batata (Ipomea batatas) y
el ocumo (Xantosoma sagittifolium). La vegecultura
tropical americana tuvo una extensión hacia
tierras templadas y frías de los Andes
suramericanos a través del cultivo de la papa
(solanum tuberosum), la cual se combino en los
lugares más altos de los tubérculos de importancia
secundaria como la oca (oxalis tuberosai), la
racacha (arracacia Xantorrhiza), el ulluco (Ullucos
tuberosus) etc., la agricultura de semillas, en
cambio, caracteriza a los trópicos secos y a las
regiones subtropicales.
En la agricultura aborigen Americana la
combinación de maíz – fríjol fue particularmente
importante dado que ambas plantas se
complementan desde el punto de vista nutricional.
Independientemente de la naturaleza de los
cultivos básicos, ambos sistemas, el de vegecultura
y el de agricultura de semillas, son policulturales,
ya que además de proveer los productos
alimenticios, generalmente suministran toda una
gama de plantas que sirvan para satisfacer otras
necesidades de la vida cotidiana (por ejemplo,
depósitos, venenos, plantas medicinales, fibras,
estimulantes alucinógenos, etc.). Antes de la
llegada de los europeos al continente, los indígenas
americanos ya habían domesticado y estaban
cultivando más de cien plantas, entre las cuales se
cuentan muchas que tienen actualmente
importancia internacional por ejemplo: aguacate,
tabaco, la Coca, el Cacao, la piña, el tomate y el
algodón (todas las variedades comerciales
modernas de algodón tuvieron como base las
variedades americanas) Estas plantas
domesticadas originarias de América, constituyen
en la actualidad el 40% de la producción mundial
de alimentos.
Las chinampas aztecas o las terrazas de cultivo andinas, utilizadas aún hoy
en día, son un claro ejemplo del aprovechamiento racional de los recursos
que proporcionaba el suelo americano. El transcurso del tiempo es testigo
de la armónica relación que los nativos establecieron entre sus sistemas de
producción y el medio ecológico.
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LA AGRICULTURA PREHISPANICA EN
VENEZUELA: Hace aproximadamente 3.000 años
empieza a desarrollarse la agricultura en varias
zonas del actual territorio venezolano. La
intensificación de los cultivos de yuca, maíz, papa y
otros vegetales no hizo desaparecer del todo la
recolección itinerante, ni menos aún eliminó la caza
y la pesca, pero, a partir de aquella época, la
agricultura se convirtió cada vez más en el medio
de subsistencia básico de la mayoría de los grupos
indígenas venezolanos y contribuyó a su
asentamiento permanente o semipermanente; bajo
la forma, en este último caso, de un nomadismo
circunscrito a una zona más o menos extensa. En la
región oriental, en Guayana y otros lugares el
cultivo de la yuca en conucos que son abandonados
cuando se agota la vitalidad del suelo (generando
así el ya mencionado nomadismo) se basa en la tala
y sobre todo, la quema, que parece haber sido
general en el período prehispánico y ha durado
hasta nuestros días; es el procedimiento
denominado «barbecho largo». En el occidente,
especialmente en los Andes y en su piedemonte,
donde se ejecutan la tala y la quema, los cultivos
alimenticios más notables son el maíz y la papa, el
primero de los cuales se extiende luego por toda
Venezuela. En los Andes el trabajo colectivo de
los pobladores prehispánicos construye terrazas
artificiales (andenes), acequias y estanques, para
hacer más eficientes los cultivos y hacer mejor
uso de la tierra. Las herramientas de trabajo
suelen ser de madera o combinan la madera con la
piedra. El concepto de la propiedad individual de la
tierra, tal como fue implantado luego por los
europeos, no estaba en uso entre los indígenas.
M.M Monsalve (1979). Ha sugerido que la
agricultura prehispánica venezolana ha tenido dos
fuentes: la de los granos (maíz y otros productos
asociados) y la de los tubérculos (yuca, entre
otros) hasta hace pocos años, las evidencias más
antiguas (aproximadamente 3000 años a.c.),
provenían de Rancho Peludo, yacimiento del Estado
Zulia. Lo que se conoce sobre el cultivo de la yuca
en Venezuela Prehispánica, hasta ahora se ha
basado en evidencias indirectas ( hallazgo de
fragmentos de budare, un instrumento destinado a
la cocción de las tortas de Casabe), ya que debido
a las pobres condiciones de preservación ha sido
imposible encontrar restos de la planta. Las
evidencias tempranas relativas al cultivo del maíz
datan de comienzos del primer milenio a.c.,
provienen del estado Barinas. La yuca, en cambio,
fue el cultivo dominante en el Caribe, en el
Oriente y en las regiones selváticas del sur de
Venezuela. En las tierras altas de los Andes
venezolanos, al igual que el resto de los Andes
americanos, los indígenas practicaron la variante
de vegecultura de tierras altas, cultivando la papa,
la oca y el olluco, entre otros. La adopción y/ o
desarrollo de la agricultura por parte de los
indígenas venezolanos debe haber conducido a un
aumento considerable de la población, la cual
requirió en muchas oportunidades de una
intensificación que no solo debió implicar la
aplicación de nuevos procedimientos para
incrementar la producción de los sistemas
tradicionales (por ejemplo; extensión de las áreas
de cultivo, reducción de los periodos de descanso,
entre otros). . Estas formas de explotación
agrícola prehispánica han pervivido hasta el
presente en algunas zonas de la Orinoquia, como la
Gran Sabana, aunque transformadas por los
aportes europeos tales como los instrumentos de
metal y diversos tipos de ganado.
LA AGRICULTURA EN LOS SIGLOS XVI XVII
XVIII Guillermo Morón (1997). En Venezuela
durante los tres siglos coloniales la economía se
basó fundamentalmente en la agricultura:
En el siglo XVI se desarrolló a partir de los
productos indígenas que hallaron en estas tierras
los primeros pobladores españoles. El principal, por
ser el más común y de mayor abundancia el maíz,
que constituyó la base de la alimentación no solo
de los nativos, sino de los mismos europeos que lo
apreciaron desde el primer momento; adaptándose
a su empleo en las distintas formas que solía
usarse en forma de pan, y en adelante se
constituyó en el fundamento de su dieta, tal como
ocurrió en el resto de América, de donde fue
llevado prontamente a Europa.
Desde fines del siglo XVI, florecen y se expanden
las grandes haciendas; estas son principalmente
haciendas de plantación en la zona septentrional y
haciendas de ganadería extensiva (hatos) en los
llanos. Por su parte y algo más tarde, en Guayana
prosperan formas muy características de
tenencia: las misiones. Durante el período colonial
las explotaciones eran principalmente de cacao y
en menor escala, tabaco y otros productos.
LA TIERRA COMO FACTOR DE PRODUCCIÓN
Desde el primer momento, la economía colonial
estuvo orientada hacia la producción agropecuaria,
marcando las pautas para el desarrollo de los
asentamientos humanos a lo largo de nuestra
geografía. Por ello la tierra paso a ser símbolo de
riqueza y base de poder económico.
A partir del siglo XVII la Corona Española
comenzó a impulsar actividades agrícolas que se
desarrollaron sobre dos bases legales: La
propiedad privada de la tierra, basada en el
repartimiento, la venta y composición de tierras; y
la explotación de la mano de obra a través de la
encomienda y la esclavitud. La hacienda de
plantación es básicamente monoproductora y
destina su producción a los mercados externos;
como el trabajo era relativamente concentrado, se
podía vigilar y controlar al trabajador con cierta
facilidad, y como la mano de obra más barata era
la esclava, las haciendas de plantación eran
esclavistas por excelencia.
EL REPARTIMIENTO: Tuvo su origen en la
facultad otorgada por la Corona a los jefes de
expedición para repartir entre los pobladores las
tierras descubiertas. Sin embargo para obtener la
propiedad definitiva, el colono debía cultivarlas y
vivir en ellas por un tiempo determinado. Con el
surgimiento de los poblados, los cabildos pudieron
dotar de solares y terrenos del ejido a los vecinos.
LA COMPOSICIÓN DE TIERRAS: fue una
fórmula usada para legalizar la posesión de tierras
que habían sido usurpadas o anexadas
generalmente, los propietarios ocupaban una
extensión de tierra mayor de la que contemplaban
sus títulos, y con la composición obtenían el
derecho de propiedad sobre ellas. Por la
composición se pagaba una cantidad de dinero,
estipulada por los funcionarios reales; de no
hacerlo, las tierras pasaban a ser propiedad de la
Corona. Este instrumento jurídico contribuyó a la
formación de grandes latifundios.
LA COMPRAVENTA: Las tierras valorizadas que
no eran sometidas a composición o que se
consideraban baldías, se vendían en subasta
pública.
La legislación colonial establecía que los bosques, aguas y pastos eran de uso comunitario.
El delta del río Orinoco Salto Ángel Microsoft ® Encarta ® 2006. © 1993-2005 Microsoft Corporation. Reservados todos
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LA ENCOMIENDA: Consistió en la asignación de
indígenas de cada localidad entre los
conquistadores, quienes estaban obligados a
educarlos y vestirlos a cambio de la obediencia, la
servidumbre y el trabajo gratuito en las tierras
del español, que consistía fundamentalmente en el
cultivo de maíz y algodón. En Venezuela la
encomienda se inicio en 1545 en El Tocuyo, y
pronto se extendió a la mayoría de las ciudades. La
economía agrícola se desarrolló durante los
primeros años de la colonia, con la mano de obra
gratuita de los encomendados.
LA ESCLAVITUD: La explotación de la fuerza de
trabajo indígena se inició en la costa oriental de
Venezuela, donde los aborígenes fueron
capturados y obligados a extraer las perlas de
Cubagua. Los abusos cometidos por los españoles
llegaron pronto a oídos de los reyes de España,
quienes prohibieron la esclavitud indígena en 1542.
A partir de entonces, los nativos fueron
incorporados al proceso productivo de la tierra
por medio de la encomienda; La mano de obra de
origen Africano constituyó la principal fuerza de
trabajo en las minas y en las plantaciones. Los
españoles se interesaron en este tipo de mano de
obra por su resistencia física y por la más absoluta
carencia de derechos para los esclavos, quienes
fueron sometidos a trabajar en condiciones
crueles. Jurídicamente, el esclavo era un animal
doméstico que podía comprarse o venderse de
acuerdo con la voluntad del amo. Vivía en barracas
ubicadas en las plantaciones. De acuerdo con las
leyes de la época, el hijo de una esclava nacía
esclavo, y por lo tanto se le consideraba también
como una propiedad del dueño de la plantación.
EL USO DE LA TIERRA
Durante la colonia hubo dos grandes grupos de
actividades económicas: la ganadería y la
agricultura.
LA GANADERÍA: se desarrolló en los hatos,
donde pastoreaban grandes rebaños de reses al
cuidado de peones. Esta actividad se localizó en la
región de los llanos centro-occidentales. A partir
del siglo XVI se introdujo el ganado vacuno,
caballar y lanar.
LA AGRICULTURA: Se practico principalmente
bajo las siguientes modalidades económicas y
técnicas:
La Hacienda: Caracterizada por una producción
variada de cultivos destinados al consumo directo
de la población. En ella se trabajaban grandes
extensiones de tierra, con tecnología muy sencilla
y numerosa mano de obra en tiempos de siembra y
cosecha.
La Plantación: Dedicada a la producción de un solo
tipo de cultivo, que por lo general se destinaba a la
exportación. El trabajo en la plantación era
intensivo, empleaba técnicas de producción más
avanzadas y requería grandes inversiones. La mano
de obra principalmente esclava, era pequeña pero
sumamente explotada.
En el siglo XVIII las formas de explotación
agrícola sufren una modificación importante. Se
va haciendo preferible que el esclavo, en lugar de
permanecer en las barracas y trabajar
íntegramente en la plantación, trabaje sólo parte
de su tiempo en ésta y parte en una microtenencia
dentro de la hacienda. Era el conuco, de antigua
data aborigen; allí, y con su correspondiente bohío,
el esclavo y su familia (incluyendo párvulos,
ancianos y enfermos), subsistían sin costo alguno
para el hacendado esclavista. Se acentúa entonces
la dualidad macro-microtenencia en la forma de
explotación agrícola. Ahora el esclavo, además de
disponer de un lote de tierra, el conuco, era dueño
de algunos instrumentos de trabajo e incluso de lo
que producía; pero a cambio de eso tenía que
seguir trabajando en la plantación de la hacienda,
ya su adscripción a la tierra lo somete tanto o tal
vez más frente a su patrono, que por su sola
condición de esclavo.
Otra dualidad de simbiosis entre macro-
microtenencia era la llamada haciendilla o
arboledilla. El hacendado asignaba una parcela de
su hacienda al esclavo para que la pusiera en
producción, bajo la promesa de manumisión. Hasta
que entraba en producción (de 4 a 7 años si era
cacao), el esclavo subsistiría en ella por sí solo y a
partir de entonces, la mitad de la parcela quedaba
en propiedad del esclavo, ahora libertado, y la otra
mitad engrosaba la plantación del hacendado
esclavista. La fundación era similar pero, en lugar
de quedarle la mitad de la parcela al esclavo, se le
garantizaba la libertad y un jugoso jornal como
mayordomo o mandador libre en la hacienda; la
totalidad de la parcela quedaba para el esclavista.
Así pues, desde fines del siglo XVIII se observa
una tendencia a permitir, y a obligar también, que
el esclavo se auto sustente, aun a costa de
concederle la libertad, si tales mecanismos
permiten que continúe trabajando a menor costo
en la plantación de la hacienda, e incluso a veces
con sus propias herramientas.
LA FUNDACIÓN DE LOS PUEBLOS Y LA
DISTRIBUCIÓN DE LA POBLACIÓN
Hasta fines del siglo XVIII aproximadamente, la
fundación de pueblos estuvo impulsada por dos
factores: Primero, por las necesidades derivadas
del propio proceso expansivo, es decir, la
subsistencia y la constitución de una base
agropecuaria; y segundo, por la actividad de los
misioneros, quienes fundaron numerosos pueblos
en el sector oriental y en los llanos de Venezuela,
donde el proceso de poblamiento fue lento, debido
a la resistencia indígena. En poco tiempo, estos
pueblos se transformaron en centros de
explotación económica.
Según el Historiador Federico Brito Figueroa
(1963). En el siglo XVIII se configuró
definitivamente la población tanto en su
concentración y distribución regional como en sus
características étnico-culturales.
La zona costero-montañosa concentraba el 80% de
la población, en tanto que en los llanos habitaba el
18%, y en Guayana apenas el 2%. Estos cálculos
excluyen los aborígenes de las zonas marginales y
el área poblacional de negros cimarrones.
Los factores geográficos y socioeconómicos
influyeron en la distribución de la población
durante el período colonial. La concentración de la
mayor parte de la población en las áreas norte y
occidental del territorio, es decir, en las costas y
en las laderas y valles de la cordillera de la costa y
de los Andes, fue estimulada por el relieve, el
clima típico y los recursos de estas regiones.
Los colonizadores tendían a fundar los pueblos y
ciudades tomando en cuenta la facilidad de acceso,
los recursos naturales y las posibilidades de mano
de obra nativa.
El desarrollo de la economía y de las actividades
productivas condicionaron el proceso de
poblamiento y le imprimieron características
distintivas.
La Pesca De Perlas determinó el poblamiento de
Cubagua y Margarita, y como actividad productiva
constituyó un elemento de integración
demográfica.
La Explotación De Metales Preciosos tuvo
limitada significación en el establecimiento de los
centros poblados, pero las actividades
agropecuarias si representaron un factor muy
importante en el poblamiento del espacio
venezolano.
La ganadería fomentó el poblamiento de los
llanos. Alrededor de los hatos se formaron
numerosas poblaciones y algunos hatos llegaron a
constituirse en caseríos y pueblos.
La agricultura, por su parte, estimuló aún más el
poblamiento debido, a que ella representó la
actividad productiva más importante durante el
periodo colonial. El poblamiento de Guayana, en
cambio, fue lento. Aunque el río Orinoco favorecía
el poblamiento por ser una importante vía de
comunicación con su salida al mar, las selvas
adyacentes representaron un obstáculo para el
poblamiento.
ORGANIZACIÓN ESPACIAL EN LA
VENEZUELA COLONIAL
La organización del espacio estuvo dada
inicialmente por la división del territorio en
provincias o gobernaciones, pero fue la dinámica
económica la que determinó tal organización,
siendo la Provincia de Venezuela o de Caracas la
que alcanzó mayor desarrollo en este sentido.
Las actividades productivas, vinculadas a la
organización étnico-social de la Colonia,
determinaron la mayor o menor densidad de
población en las diversas áreas, de modo que en la
organización espacial encontramos ciudades, villas,
pueblos y caseríos.
Caracas, capital de la Capitanía General de
Venezuela, además de concentrar la mayor
cantidad de población, era la sede principal de los
sectores dominantes de la sociedad y de las
instituciones político-administrativas. Los puertos
de la Guaira y Puerto Cabello operaron con
extensión de la capital al convertirse en puntos de
confluencia del comercio exterior, por donde
entraban y salían los productos de importación y
exportación.
LOS CENTROS POBLADOS EN LA COLONIA:
La población urbana propiamente dicha se
localizaba en ciudades como Caracas, Maracaibo y
Cumaná, que para 1810 tenían unos 42000
habitantes. La población de las villas era menor
porque las actividades productivas y su comercio
tenían un carácter más limitado. El espacio se
organizó en pequeños pueblos que se integraban en
redes conectadas a pueblos mayores. Los pueblos
y los caseríos se formaron alrededor de los
hatos. Su desarrollo estaba limitado a la
agricultura de subsistencia, eran aislados y
estaban poblados por las familias de los
trabajadores del hato.
LOS CULTIVOS Y EL POBLAMIENTO
Las plantaciones de cacao establecieron las bases
para formar áreas de población negra en la costa
caribe, en los valles centrales y en el lago de
Maracaibo; facilitaron el poblamiento de Barinas,
la Grita, Tapatapas, Orituco, Cumanacoa y Upata
en Guayana. Asimismo, el añil favoreció el
poblamiento de los Valles de Aragua. El café
propició el poblamiento de las estribaciones de las
cordilleras de la Costa y de los Andes. El trigo, por
su parte, estimuló el poblamiento de las altas
laderas que bordean los páramos andinos.
PRODUCCIÓN DE CACAO:
El fruto más importante y sobre el cual se fundó
toda la economía colonial venezolana, fue el cacao
(Teobroma) que según diferentes testimonios,
siendo oriundo de América, existió silvestre en
algunas regiones de Venezuela. Los primeros
pobladores españoles encontraron abundantes
arboledas en la región de Mérida, cuyos
aborígenes extraían del grano aceite para
encender lámparas votivas en homenaje a sus
dioses, atribuyéndole también cualidades
medicinales; pero también preparaban la conocida
infusión que tomaban endulzándola con miel de
abeja. Las plantaciones de cacao comenzaron a
desarrollarse en la región central de la provincia
de Venezuela desde fines del siglo XVI. Las zonas
productoras de cacao más destacadas fueron
Choroní, Ocumare, Chuao, Turiamo, Guaiguaza,
Caucagua, Capaya, Curiepe, El Guapo, Cúpira,
riberas del Aroa, Barquisimeto, Güigüe y Orituco.
Para el siglo XVII, el cultivo de cacao se extendía
a Trujillo, Maracaibo, y a la Provincia Oriental de
Nueva Andalucía. El cultivo de cacao fue
estimulado por la corona española, al conceder
exoneración de los derechos de almojarifazgo para
las exportaciones con destino a España o a México,
y por el comercio de contrabando con los
holandeses. Una de las consecuencias de su cultivo
fue la apertura del tráfico marítimo entre la
Guaira y Veracruz (México), en 1620, el cual se
hizo permanente e intenso y propicio la
organización, desde mediados del siglo XVII, de
una flotilla dedicada exclusivamente al comercio
con México. Lo que trajo como consecuencia la
decadencia del uso del trueque como medio de
intercambio y su sustitución por monedas de oro y
plata. Esta relación se mantuvo hasta las primeras
décadas del siglo XVIII, cuando se creó la
Compañía Guipuzcoana.
LA COMPAÑÍA GUIPUZCOANA DE CARACAS
El 25 de septiembre de 1728 se le otorgaron los
privilegios a la Real Compañía Guipuzcoana de
Caracas. Con el objeto de ejercer el monopolio
comercial entre España y Venezuela. Para ello, se
comprometia a luchar contra la pirateria, el
contrabando y la evasión de los impuestos en las
Provincias de Caracas,Cumaná, Margarita y
Trinidad. A partír de 1730, esta compañía se
instaló en Venezuela y abrio sus locales en La
guaira y Puerto Cabello, a donde llegaban dos
barcos al año cargados de productos que se
vendian a precios elevados. Tambien, intervino en
la agricultura, estimulando la producción de cacao,
tabaco, caña de azúcar, añil, café, que luego
compraba para su exportación. Durante su
permanencia en Venezuela, se dedicó a perseguir
el contrabando en todo el territorio mediante la
creación de grupos armados que recorrian las
costas y registraban las casas y los barcos
sospechosos. Como controlaba la totalidad del
comercio colonial, tenia la facultad de fijar los
precios de los productos, así obtuvo grandes
ganancias a costa de los hacendados. Finalmente,
la Compañía salio de Venezuela en 1785, despues
de 50 años de actuación.
Durante el siglo XIX la agricultura venezolana
reafirmó rasgos que ya se advertían desde la
segunda mitad del siglo XVIII, entre los cuales
debe destacar; la vocación monoproductora, su
orientación predominante hacia el mercado
externo y su dependencia de éste, así como las
dificultades para mantener rendimientos
crecientes. Circunscrito a un ámbito geográfico de
escasas proporciones en relación con la
disponibilidad de tierras, Las relaciones
esclavistas de producción se deterioran desde el
mismo apogeo del período colonial y más
aceleradamente durante la primera mitad del siglo
XIX, hasta su abolición formal en 1854. Las
relaciones esclavistas en las formas de explotación
agrícola desembocaron en formas de servidumbre.
Se pretendía que el campesino dispusiera de una
parcela de tierra del hacendado, en la cual
subsistiría con su familia, y por la cual pagaría una
renta trabajando en las tierras señoriales de la
hacienda. En caso de que el campesino no
dispusiese de una microtenencia, de todas maneras
estaba compelido a trabajar en la hacienda por
mecanismos de endeudamiento a través de la
pulpería; esta vieja institución de estirpe colonial
era de alguna manera controlada por el hacendado.
Las deudas contraídas se pagaban con trabajo en
la hacienda: peonaje. Las relaciones de
servidumbre y peonaje existieron desde los inicios
del período colonial en los hatos llaneros, ya que el
trabajo no era concentrado como en la plantación.
No era posible someter como esclavos a los
indígenas campesinizados que se desplazaban a
galope de caballo controlando los dispersos
rebaños en las vastedades llaneras; el hato es por
lo demás, una constante en la historia agraria de
Venezuela. Sin embargo, el pago de la renta de la
microtenencia en trabajo, lentamente pasa a ser
complementado por el pago en especie cuando las
partes lo encuentran más conveniente. Incluso se
da el pago de la renta en dinero cuando el
productor campesino vende su cosecha a un
circuito mercantil simple (ocasional y local) y
dispone de dinero; empero, lo predominante fue el
pago de la renta de las microtenencias y o deudas
en trabajo. Con el transcurso del siglo XIX se
generalizan y amplían diversas formas de pequeñas
explotaciones agrícolas, la mayoría de las cuales
estaban vinculadas por mecanismos específicos a
las macrotenencias; así la movilidad de la tierra, y
con ella, la del trabajo campesino, se va ampliando
lenta pero persistentemente; se van vislumbrando
entonces nuevos horizontes en las formas de
explotaciones agrícolas. Si con la desaparición
legal de la esclavitud desaparecen las haciendillas,
subsistirá sin embargo la fundación, aunque ahora
con una variante: el campesino recibía una parcela,
la ponía en producción por sus propios medios, y el
propietario le compraba después lo fundado, es
decir, el fundo. Subsistiría igualmente el conuco.
Otros tipos de convenio se difunden durante ese
siglo. Por ejemplo, el contrato de aparcería,
mediante el cual el campesino conviene con el
propietario o arrendatario de una parcela, el pago
de una determinada porción de lo producido, en
especie o en dinero, que podía ser la mitad
(medianero) o un tercio (terciero). Claro que
muchas de las formas mencionadas no se dan
químicamente puras, pues en el caso de la
aparcería, por ejemplo, la proporción de lo pagado
por el productor era variable de acuerdo con lo
que se conviniese; incluso la medianería constituye
en muchos casos, una categoría aparte de la
aparcería, cuando el productor de la parcela, si es
de plantación, es propietario de la mitad de las
matas existentes. Y ya que hemos mencionado al
arrendatario, nos referiremos también a esta
forma de explotación agrícola. El contrato de
arrendamiento, y a veces subarrendamiento,
establecía que el arrendatario pagara un canon
anual fijo, generalmente en un lapso de 50 años
renovables, al propietario. Existían también los
contratos de enfiteusis, donde el enfiteuta
dispone de una parcela de por vida y usualmente
hereditable, mediante un pago anual que es para el
propietario titular más simbólico que crematístico.
Además quedaban otras formas como la ocupación,
generalmente temporal, de tierras públicas o
privadas y aceptada por sus propietarios; las
pequeñas propiedades privadas, trabajadas por sus
titulares y en fin, formas confusamente híbridas.
Para la primera década del siglo XIX la
agroexportación afianzó su predominio en el
cuadro de la producción, bajo el liderazgo del
cacao y con la participación de otros bienes, como
el tabaco, el café, el añil y los cueros de res. Con
la desorganización de la base productiva como
consecuencia de la Guerra de Independencia, esta
expansión se frenó y la agricultura entró en una
situación de estancamiento de difícil y lenta
superación hasta los años de 1870, cuando, al
atenuarse los factores críticos, se produjo una
nueva expansión de la producción que mantuvo su
impulso hasta el cierre del siglo.
PRODUCCION DE CAFÉ
El cultivo del café se extendió a San Antonio, Las
Minas y los valles de Aragua a partir de 1784,
pasando luego a las provincias de Carabobo y
Barcelona. En 1776 se observaron cultivos en
Cumaná y Río Caribe. En 1780 el cultivo se
extendió al occidente, difundiéndose en tierras
andinas: en Mérida, donde a pesar de una
temprana introducción, probablemente antes de
1777, comenzaron a fundarse plantaciones después
de la Guerra de Independencia; en Táchira,
gracias a la iniciativa de Gervasio Rubio, quien lo
introdujo en 1794 a la hacienda La Yegüera, en las
inmediaciones de la población que más tarde, en
1855, sería llamada Rubio.
En Trujillo, probablemente introducido por
Francisco de Labastida en 1801, y siguiendo por los
Andes tachirenses, el cafeto continuó su viaje
hasta Colombia, penetrando por Cúcuta y Salvador
de las Palmas. Hacia 1809, según José Domingo
Rus, en su descripción geográfica de la provincia
de Maracaibo, en Mérida abundaba el café, en
Táchira se daba mucho, y en Trujillo ya había algún
café.
Poco a poco el café fue desplazando al cacao como
el principal rubro de exportación de la economía
venezolana. El cacao, que había reinado casi
solitario en la escena económica nacional entre la
segunda mitad del siglo XVII y la primera mitad
del siglo XVIII, declina visiblemente en su
predominio desde principios del XIX. Hacia 1890,
la sustitución del cacao por el café ya es un hecho
que se expresa por un doble desplazamiento: el del
cacao, que se traslada desde el centro al
occidente y, particularmente, al oriente del país,
convirtiendo a Carúpano en el principal puerto de
exportación de cacao en Venezuela y en una de las
plazas comerciales más importantes del país; y el
del café, del centro a los Andes, valorizando a las
laderas, dinamizando económica y políticamente a
las tierras andinas, especialmente al Táchira, y
dando un enorme impulso al puerto de Maracaibo,
que actuaba como la salida natural de las
exportaciones cafetaleras de la región andina y
del departamento colombiano del Norte de
Santander.
CONSECUENCIAS DE LOS MOVIMIENTOS
INDEPENDENTISTAS
El prolongado enfrentamiento bélico que afectó
con mayor intensidad las provincias de Caracas y
de Cumaná contrajo considerablemente la
producción agropecuaria y las exportaciones. El
cultivo del café, cuyo descenso fue menor que el
experimentado por los otros productos de
exportación, alcanzó en 1830 niveles similares a
los de inicios del siglo, logrando desplazar al cacao
en el primer lugar de las exportaciones. Durante la
década de 1830, dichos productos representaron
entre el 50 y el 60% del valor total de las
exportaciones. Aunque incompleta, la información
recopilada por la Sociedad Económica de Amigos
del País en su Anuario de la provincia de Caracas
permite advertir la importancia que en esos años
llegó a alcanzar el cultivo del café, ya que señala la
existencia de 701 granjas de cultivo con 7.364
matas, y 356 de cacao con 7.197 matas en
promedio. Junto con el cacao, cuya producción de
acuerdo con Agustín Codazzi en 1840 alcanzaba a
la mitad del nivel de 1810, la de añil, algodón y
tabaco también decreció en los años que siguieron
a la guerra y el deterioro sufrido a la ganadería
llevó a que, en 1826, se prohibiese la exportación
de caballos, yeguas, mulas y asnos. Igualmente fue
afectada la producción agropecuaria para el
consumo interno, lo cual agravó los problemas de
desabastecimiento sobre todo en la provincia de
Caracas y originó la subida de precios en bienes de
la dieta diaria de la mayoría de la población, como
ocurrió con la carne, el maíz y otros granos.
El desarrollo de la agricultura andina tuvo una
enorme repercusión económica y política en el país:
incorporó a la producción tierras hasta ese
momento inexploradas de la zona montañosa del
nor-occidente, reforzó la pequeña propiedad
agrícola andina, dinamizó una región deprimida,
estimuló los flujos importadores de Colombia,
incorporó al Táchira al escenario político
venezolano, fortaleció la red urbana andina e
indujo cambios en las formas de vida. Y dinamizó
igualmente a la región zuliana, especialmente a
Maracaibo. Hacia 1841 vivían en Maracaibo unos 60
comerciantes alemanes. Algunos se dedicaban a la
explotación y comercio de la madera. Y otros a la
exportación de café, de la que fueron casi
pioneros, junto con otras casas comerciales
extranjeras controlaban la exportación de café
desde Maracaibo, extendiendo sus redes
comerciales por el estado Táchira, otros estados
andinos, y hasta Cúcuta y Bucaramanga. Desde sus
casas centrales en Maracaibo, establecieron
sucursales en San Cristóbal, Rubio, Valera, Sabana
de Mendoza, Motatán, etc. Pero no sólo eran
exportadores, sino también importadores,
almacenadores, transportistas y consignatarios.
Para 1924 el estado Táchira pasó a ser el primer
productor nacional, con un 28,73% del total
nacional, seguido por Lara (13,94%) y Mérida
(12,28%). El estado Trujillo, también andino,
produjo un modestísimo 0,26%, pero para 1937
contribuyó con un 13,86% de la producción nacional
de café. El cultivo había encontrado en los Andes
su tierra de gracia, pero también de drama.
Aunque al redefinirse la agro exportación, esta
vez bajo el predominio del café, se amplio la
frontera agrícola, la persistencia de la carencia de
capitales de la escasez de mano de obra
contribuyeron a mantener sin muchos cambios las
formas de producción. El latifundio se consolidó
como el patrón fundamental de la organización del
espacio agrario, pese a que la producción familiar
amplió su espacio geográfico y su importancia en la
actividad para el mercado externo.
SIGLO XX VENEZUELA AGROEXPORTADORA
PERIODO (1900-1935)
Durante los primeros 40 años del siglo XX
Venezuela, en lo relativo a la actividad económica,
presentaba aún características semifeudales, con
muy escasa población (menos de 2.500.000 h en
1900 y 2.900.000 en 1926) diezmada por las
endemias, con coeficiente de mortalidad de 16 por
1.000 y una expectativa de vida de 38 años, con un
66% de analfabetos y más de 500.000 niños sin
escuela para la última fecha antes citada. La
agricultura no escapaba a esta crítica situación,
asfixiada por el latifundio y el gamonalismo. En
1926, la población rural representaba el 85% de la
población total. La producción agrícola constituía
el soporte fundamental del país y estaba reducida
a un limitado grupo de rubros, con una
preponderancia absoluta por parte del café. Entre
1909 y 1929, los ingresos nacionales obtenidos a
través de la exportación de este fruto se
cuadruplicaron hasta llegar, en el último año, a casi
Bs. 134.000.000 y representaron, a su vez, el 25%
del valor total de las exportaciones. El resto
estaba representado por el cacao, ganado en pie,
carnes, azúcar, tabaco, principalmente y por el
petróleo. Pese a que la vida económica dependía
fundamentalmente de la agricultura, los
productores agrícolas nunca habían ejercido
influencia preponderante en la conducción del país.
Durante el auge cafetero, quienes realmente se
beneficiaban eran los comerciantes exportadores.
Algunas cifras bastarán para caracterizar la
agricultura de esta primera etapa: el producto
agrícola en la primera década del siglo XX
representaba el 70% del producto territorial
bruto (PTB) y el 85% de las exportaciones,
principalmente de café, cuyas fluctuaciones de
precios a nivel internacional afectaban más el
volumen exportado que el ingreso correspondiente.
Las existencias de ganado, en 1922, no llegaban a
2.800.000 cabezas y eran apenas un 33%
superiores a las estimadas por Agustín Codazzi en
1839, es decir que habían crecido a una tasa
interanual de 0,41%, habiendo llegado a disminuir
para el año 1910 hasta 1.500.000. Hasta la
aparición del petróleo, los únicos calificativos que
pueden utilizarse para caracterizar la agricultura
y el país son los de primitiva y paupérrimo,
respectivamente. La munificencia con la cual se
concedieron prebendas y exoneraciones a las
compañías petroleras y la aparición de una nueva
fuente de demanda para alimentar los carros,
aviones y buques para la Primera Guerra Mundial,
hicieron posible que ya para 1926 los ingresos
petroleros superasen al café como principal
producto de exportación. Venezuela había dejado
de ser un país agrícola para comenzar a ser un país
petrolero. La explotación petrolera ocasionó el
aumento de las migraciones que ya había originado
el paludismo, con la consecuente reducción de la
población agrícola y el inicio de la marginalidad en
las ciudades. Casi como único rasgo positivo,
aunque de alcance limitado, está la creación, en
1928, del Banco Agrícola y Pecuario. Otro
elemento que causa importantes modificaciones en
la estructura de la agricultura venezolana es la
gran crisis de 1929, una de cuyas manifestaciones
es la caída de los precios en las exportaciones
agrícolas tradicionales, la cual, a su vez, trae como
consecuencia la ruina de los productores. Las
unidades de producción agrícola y pecuaria van a
pasar, gradualmente, a manos de las casas
comerciales o de particulares que ejecutan las
hipotecas sobre fincas y hatos para tratar de
recuperar los créditos concedidos. Esto acelera el
proceso de concentración del latifundio en manos,
tanto de Juan Vicente Gómez como de la plana
mayor del régimen de la rehabilitación nacional y,
al mismo tiempo, acelera un proceso de
transformación de la agricultura a través del
cambio de uso que se le da a la tierra. Ya no se
habla en términos de agroexportación, sino de
agricultura intensiva o de agricultura al servicio de
la industria y del creciente proceso de
urbanización.
PERIODO (1936-1957)
A mediados de la década de 1930 ocurren
acontecimientos importantes para la historia
agrícola del país: el inicio de las obras de
saneamiento antimalárico y el reparto de quinina
entre la población, de la cual una tercera parte (es
decir, 1.000.000 de personas), padecía de
paludismo. La muerte de Juan Vicente Gómez y el
advenimiento de un gobierno, en diciembre de
1935, que consideraba que la creación, en 1936,
del Ministerio de Agricultura y Cría, así como la
creación de las escuelas superiores de agricultura
y veterinaria, el establecimiento de estaciones
experimentales, granjas de demostración,
cátedras ambulantes de agricultura, catastro de
tierras baldías, la política de conservación de los
recursos naturales, la organización y desarrollo de
la pesca, son algunos de los aspectos de esta
transformación. Sin embargo, en 1937 la
agricultura contribuía con sólo el 22% a la
formación del PTB y sus aportes relativos
continuarían descendiendo año tras año. No
obstante esta pérdida de importancia relativa de
la agricultura con respecto a los demás sectores
económicos, después de 1936 comienza un proceso
cuyo balance es positivo tanto en sus aspectos
cuantitativos como cualitativos. El producto
agrícola creció en cifras absolutas y con tasas
superiores al crecimiento demográfico, aun cuando
tal crecimiento no satisfizo la demanda y siguió
siendo necesario recurrir a importaciones en
forma creciente. En este sentido, es oportuno
mencionar que Venezuela, aun desde la época
agroexportadora, era un importador neto de
alimentos: en 1913 se importaba el 20% de los
alimentos que se consumían y en 1936 el 15%. La
campaña antimalárica, iniciada en 1934, pero
desarrollada intensivamente durante los períodos
gubernamentales posteriores a la muerte de
Gómez, es sin lugar a dudas, una de las
contribuciones más importantes para el
crecimiento de la agricultura venezolana, al hacer
posible la incorporación al territorio agrícola de
grandes extensiones de suelos de buena calidad,
especialmente en los llanos. Con la creación del
Instituto Técnico de Inmigración y Colonización
(ITIC), en 1938, comenzó a vislumbrarse la
posibilidad de distribuir algunos de los latifundios
gomecistas entre colonos nacionales y extranjeros.
En 1945 y 1948 respectivamente, se promulgan
sendas leyes de Reforma Agraria y se crea un
Instituto Agrario Nacional (IAN) el cual, sin
embargo, no llegó a funcionar en esa primera
etapa. Los 2 gobiernos que las promulgaron, Isaías
Medina Angarita y Rómulo Gallegos, fueron
derrocados al poco tiempo de haberse sancionado
ambas leyes. En 1949, se dicta un Estatuto
Agrario y se crea de nuevo el IAN, el cual
comenzó a funcionar en 1950. Al amparo de ese
estatuto, se inicia una política de colonización,
cuyos desarrollos más importantes fueron la
Colonia Turén (Edo. Portuguesa) y el sistema de
riego del Guárico. A mediados de la década de
1940, comienza a desarrollarse un programa
azucarero a escala nacional y en 1949, se inicia el
plan arrocero de la Corporación Venezolana de
Fomento en los estados Cojedes y Portuguesa,
abriendo así nuevas zonas que expandieron
significativamente la frontera agrícola. La
incorporación masiva de maquinaria, el uso de
fertilizantes, insecticidas y herbicidas, semillas
mejoradas, entre otros; características de los
cultivos en hileras, iniciaron un sistema de cultivos
anuales intensivos, con poca utilización de mano de
obra y altos requerimientos de capital.
PERIODO (1958-1978)
A partir de 1959 comienzan a adquirir relevancia
los planteamientos que los sectores más
progresistas habían venido haciendo, desde 1936,
sobre la necesidad de modificar la estructura
agraria, poniendo especial énfasis en la
adjudicación de tierras al campesinado y eliminar
regímenes indirectos y por ende, primitivos e
injustos, de tenencia de la tierra. Durante el año
de 1959 se elabora el Informe de la Comisión de
Reforma Agraria y se presenta al Poder Ejecutivo
un anteproyecto de ley. El 5 de marzo de 1960 fue
promulgada la Ley de Reforma Agraria por el
presidente Rómulo Betancourt, en el campo de la
batalla de Carabobo. El cambio de los sistemas de
vida rural, la disminución, tanto de las formas
indirectas de tenencia, como de la dispersión de
los pobladores del campo, el mejoramiento de las
comunicaciones, de la vivienda y de los servicios
básicos, son algunos de los logros de la reforma
agraria, la cual además, hizo posible la expansión
de la frontera agrícola mediante la incorporación
de grandes extensiones de tierras baldías y
ejidos, pertenecientes al Estado o los municipios, y
una menor proporción de tierras de propiedad
privada; como era de esperar, no siempre los
suelos de los predios adjudicados a los
beneficiarios de la reforma agraria eran de buena
calidad, lo cual trajo como resultado la utilización
de tierras marginales para determinados sistemas
agrícolas. Se incrementó el número de pequeños y
medianos productores, muchos de los cuales antes
eran «conuqueros» o hijos de campesinos sin
tierra y constituyeron el germen de una categoría
de profesionales y medianos empresarios en
ascenso. En el lapso 1960-1971 disminuyó
sensiblemente la proporción de productores que
labraban la tierra bajo regímenes indirectos de
tenencia y aumentó la de propietarios. El producto
interno agrícola (PIBA), entre 1959 y 1978,
mostró una leve tendencia a la disminución, al
pasar de 5,6% entre los años 1959-1964, a 4,7%
entre 1974-1979, con una tasa promedio de
crecimiento interanual cercana al 4%, superior a la
tasa de crecimiento de la población. Aunque no es
posible determinar el año de culminación de este
período, se puede inferir, a partir de la proporción
de las asignaciones presupuestarias
correspondiente al IAN respecto a las
asignaciones dirigidas a organismos públicos del
sector agrícola (1959-1963 = 67%; 1974-1978 =
12%), que fue en este último lapso cuando terminó
la etapa que se ha denominado como agraria. En
cuanto a la organización institucional de la
agricultura, es en esta etapa cuando se crea la
mayor parte de los institutos autónomos de
carácter público, descentralizados o no, que tienen
o tuvieron encomendadas funciones específicas en
el sector agrícola: el Fondo Nacional de
Investigaciones Agropecuarias (FONAIAP), los
fondos de Desarrollo Algodonero, del Ajonjolí,
Frutícola, del Café, del Cacao, de Crédito
Agropecuario, la Corporación de Desarrollo
Agrícola, el Banco de Desarrollo Agropecuario y la
Compañía Nacional de Reforestación. En el sector
privado se destaca la creación de la Fundación
Servicio para el Agricultor (FUSAGRI) que tuvo su
origen a principios de la década de 1950 en el
Servicio Shell, creado por la Compañía Shell de
Venezuela. En 1977 nace la Fundación Polar bajo el
patrocinio de Empresas Polar y en cuyas
actividades tiene papel preponderante el apoyo a
la investigación agrícola y el desarrollo de
metodologías para la transferencia tecnológica.
PERIODO (1978-1983)
Constituye una etapa que se inició con los primeros
síntomas que anunciaban el final, inadvertido
entonces, de la economía rentística petrolera, en
la cual el crecimiento del PIBA, presentó un
crecimiento promedio anual de sólo 1,4%, inferior
a la tasa de crecimiento poblacional (3,1%) y muy
por debajo de las tasas de crecimiento del PIBA
durante el período 1958-1978; disminuyó la
superficie cosechada en más de 364.000 ha,
(1978: 1.872.324 ha; 1983: 1.507.722 ha), es
decir, a un ritmo de 4% interanual; disminuyó la
producción primaria agrícola de bienes destinados
a la alimentación (arroz, maíz, caña de azúcar,
oleaginosas, etc.), aunque el abastecimiento
aumentó, al recurrirse a importaciones, factibles
por la sobrevaluación del bolívar hasta 1983 y la
abundante disponibilidad de divisas, lo cual
compensó la insuficiente producción nacional de
alimentos de origen agrícola. Durante el período
ocurrieron cambios importantes de política:
colapsó la Corporación de Mercadeo Agrícola,
creada el año de 1970; se eliminaron los subsidios
a los fertilizantes, con el consiguiente incremento
de los costos de producción; disminuyó el gasto
público agrícola anual en más del 30% respecto al
quinquenio anterior; igualmente se observaron
disminuciones en el monto promedio anual (-26,5%)
de créditos concedidos por la banca agrícola
oficial (Banco de Desarrollo Agropecuario, Fondo
de Crédito Agropecuario e Instituto de Crédito
Agrícola y Pecuario); caída en la inversión agrícola
real (-18,55%). La excepción fue el crecimiento del
subsector agrícola animal (3,8%) producto de la
disminución de los precios internacionales de las
materias primas para la fabricación de alimentos
balanceados para animales, cuyos patrones de
alimentación se basan en productos importados,
mayoritariamente sorgo y soya.
PERIODO (1984-1988):
La agricultura ostenta un crecimiento inusitado: el
PIBA crece a una tasa de 6,7% interanual,
especialmente en los rubros que habían presentado
tasas muy bajas de crecimiento en el período
anterior (maíz, sorgo, caña de azúcar, oleaginosos,
etc.), mientras que el subsector animal mantuvo
una tasa similar a la del período anterior (3,4%).
La política de severas restricciones a las
importaciones, así como las relacionadas con el
tipo de cambio, la restitución de los subsidios a los
fertilizantes y las tasas de interés, hicieron
posible lo que se conoció como «el milagro
agrícola», es decir, aumentó tanto la superficie
cosechada (1985: 1,85 millones ha; 1988: 2,33
millones ha), como la rentabilidad de los rubros
más importantes, aquélla por la incorporación de
nuevas áreas, muchas de ellas con suelos de
calidad marginal, y la rentabilidad por efecto de la
disminución de los costos de producción
ocasionada por los subsidios al crédito y a los
fertilizantes, principalmente. La incorporación de
tierras marginales, a su vez, causó una sensible
disminución de la productividad de la tierra. Como
se vio más tarde, el Estado venezolano no pudo
continuar sosteniendo los elevados niveles de
gasto público que implicaban tales medidas, ni
eliminar las distorsiones estructurales presentes
en la agricultura.
PERIODO (1989-1993):
Las políticas económicas que prevalecieron en la
década de 1980, basadas en un modelo de
acumulación capitalista rentístico, es decir,
soportados por la renta del petróleo y no
producidos realmente por la actividad económica
interna, produjeron grandes desajustes macro y
microeconómicos. Al disminuir sensiblemente los
ingresos provenientes del petróleo, el Estado no
dispuso de recursos suficientes para cubrir las
grandes operaciones requeridas para mantener la
tasa de crecimiento de la agricultura, a la vez que
honrar los compromisos derivados del servicio de
la deuda externa y atender las crecientes
demandas del abultado sector público. Ante esa
situación, el gobierno adoptó una serie de políticas
conocidas popularmente como «el paquete», las
cuales consistieron en liberalizar la economía,
antes sujeta a múltiples controles, así como la
iniciación de reformas comerciales, fiscales y
financieras y de políticas salariales sin
intervención estatal; al mismo tiempo, se
comenzaron a aplicar las reconversiones agrícola e
industrial, con la finalidad de enfrentar la
competencia externa y aumentar las exportaciones
haciendo más competitivo el aparato productivo.
Las consecuencias más importantes fueron: el
estancamiento del producto interno bruto agrícola
(PIBA), la caída del gasto real agrícola anual
(1984-1988: 6.900 millones; 1989-1993: 5.400
millones); el crédito agrícola de la banca oficial
disminuyó en 48% y la formación neta de capital
fijo, a un promedio anual de 67%. Otros impactos
negativos consistieron en la disminución de la
ocupación y la no recuperación de los salarios
reales agrícolas. No obstante, también se
obtuvieron algunos resultados positivos en varios
rubros importantes, como el aumento de la
producción y de la productividad de la tierra y del
trabajo y la racionalización del uso de
fertilizantes, agroquímicos y del capital agrícola.
SIGLO XXI DESARROLLO RURAL/
DESARROLLO SOSTENIBLE
Es necesario discutir y concebir nuevos
proyectos de sociedad rural, que se construyan
participativamente y como un producto colectivo.
Lo que supone darle un nuevo dimensionamiento al
espacio rural. A esos espacios donde el hombre
hace punto de encuentro entre lo político, social,
cultural, económico, productivo, natural. Esos
espacios llamados a jugar un papel estratégico en
el cambio de modelo de los desarrollos nacionales,
relevando aquellas características que responden a
las crecientes e intensas relaciones urbano
rurales, al arraigo cultural, a la organización social
y para la producción, a lo agrícola y no agrícola, así
como al desarrollo de actividades de mayor valor
agregado.
Echeverri (2000), define la ruralidad como
"aquellos territorios que involucran un espacio
geográfico, una población asentada en él, un
conjunto de actividades económicas que les
permite su crecimiento y supervivencia, un tejido
social que define una organización propia y unas
instituciones, una cultura producto histórico de la
tradición, y un sentido político que define el grado
de afiliación de la población a su espacio
territorial".
El territorio rural no se concibe como simple
espacio físico, que lo es, sino como un conjunto de
relaciones sociales que dan origen y a la vez
expresan una identidad y un sentido de propósitos
compartidos por múltiples actores públicos y
privados. Los territorios rurales son entonces
espacios eco-políticos dinámicos expresión de
relaciones de interdependencia y
complementariedad que hacen viable la generación
de desarrollo y bienestar. Esta nueva visión de lo
rural como territorios multifuncionales donde se
interrelacionan muy diversas actividades
económicas, sociales, culturales y ambientales
abren un conjunto de posibilidades para la
población rural basadas en:
• La agricultura: vista en términos
ampliados o sea como cadenas productivas,
prestando atención al acceso a la tierra, el
mercado financiero rural, las innovaciones
tecnológicas apropiadas para mejorar la
productividad de los sistemas agrícolas y la
organización para la producción y el acceso a
los mercados.
• Los recursos naturales: prestación de
servicios ambientales que incluye entre otros,
manejo de cuencas para la conservación de
agua y suelo, preservación de la biodiversidad,
captura de carbono y ecoturismo.
• Las opciones no agrícolas: aunque
generalmente ligadas a lo agrícola, incluye
microempresas rurales, mano de obra
asalariada, artesanías, comercio, turismo y
otros servicios locales.
• La organización social para la participación
ciudadana y para la producción: Instancias
fundamentales para la construcción
institucional que demanda la nueva ruralidad y,
finalmente
• Las relaciones urbano-rurales: fuente de
retroalimentación y desarrollo armónico para
esta -artificialmente separada- gran unidad.
La visión territorial permite visualizar los
asentamientos humanos y sus relaciones en un
continuo rural-urbano capaz de potenciar
formas de desarrollo más armónicas,
complementarias y efectivas.
Para Gómez (2003), Lo rural, comprende un tipo
de relaciones sociales con un componente personal
que a diferencia de las zonas urbanas predominan
en territorios con una baja densidad de población
relativa, y ello se posibilita sobre la base de
relaciones vecinales prolongadas y por la
existencia de intensas relaciones de parentesco
entre una parte significativa de los habitantes.
En estos espacios, temas como la confianza y/o
desconfianza, la reciprocidad, el papel de la
familia, las relaciones afectivas y la importancia
de los padres, son significativos. Ello genera
condiciones para que las relaciones personales
resulten naturales, otorgan sentido a la identidad
con el territorio y adquiere importancia la
memoria rural como expresión de la historia local.
Este tipo particular de relaciones sociales, genera
a su vez, un fuerte control social por parte de las
comunidades sobre las relaciones entre las
personas, crea vínculos, da estabilidad, seguridad,
crea sentido de identidad y por tanto tiende al
fortalecimiento del capital social. Algo realmente
soñado por los que carecen de ello en las zonas
urbanas.
Anteriormente, la ruralidad se relacionaba
fundamentalmente con las actividades productivas
agropecuarias y el modo de vida resultado de esas
relaciones de producción. Hoy sabemos que lo rural
incluye muchas otras dimensiones productivas y
comerciales, múltiples y diversos actores, así como
variables socio-políticas, educativas, culturales,
ambientales que forman parte del proceso de
desarrollo de esos espacios. La nueva manera de
ver los procesos productivos en las áreas rurales,
suponen no sólo las consideraciones de los cambios
en los mercados y en las políticas agrícolas
nacionales, sino también la importancia creciente
de sectores que comprenden actividades
generadoras de ingresos y que pueden constituirse
en dinamizadoras del desarrollo rural. El vincular
la agricultura, por ejemplo, al turismo, a la
artesanía, a la pequeña industria, a la minería, o a
la pesca y el estimular su integración en cadenas
productivas, es un reto que permitirá potenciar el
desarrollo económico-social y el bienestar de las
familias de las zonas rurales.
Los viejos modelos de uso de la tierra y de
localización de las actividades agropecuarias que
remitían a un modelo organizado en círculos
concéntricos, jerarquizados en función de la
distancia hacia un polo único, ya no tienen validez.
La difusión de nuevos patrones de consumo y
hábitos de vida, la megapolización de los sistemas
urbanos, los progresos espectaculares de las
comunicaciones y la creciente movilidad de la
población ha modificado radicalmente el patrón de
organización del territorio y tienden a desplazar
las fronteras entre lo rural y lo urbano. (Link
2000).
Bajo el empuje de nuevas expectativas hacia el
campo y el desarrollo de nuevas funciones de las
áreas rurales, la vieja dicotomía entre campo y
ciudad ha dejado de tener sentido. Ha futuro se
espera tener en las crecientes y dinámicas
relaciones urbano-rural, un complejo potenciador
de capacidades y oportunidades para el desarrollo
armónico de estos espacios.
Ese carácter multifuncional, complejo de la
ruralidad han obligado a una importante discusión
teórica y a la búsqueda de abordajes integrales.
En este nuevo marco, el desarrollo rural adquiere
sentido si es adaptado a las nuevas realidades y al
reconocimiento de oportunidades y amenazas que
lo influencian, especialmente las debidas a los
difícilmente predecibles cambios en los escenarios
locales, regionales, nacionales e internacionales.
El desarrollo rural exige de relacionamiento y
complementariedad entre los diferentes actores
del sector rural, el soporte institucional, una
amigable relación con lo ambiental, y una
participación solidaria y necesario control por
parte del Estado. En este punto, como señala
Echeverri, la visión territorial aporta uno de los
factores más importantes de eficiencia en el
desarrollo: El primero es que responde más
acertadamente a la integralidad y sentido holístico
del desarrollo, al incorporar las visiones locales,
desde la perspectiva de sus actores. El segundo es
que la reconocida heterogeneidad de nuestro
sector rural, implica la diferenciación de las
acciones, lo cual se traduce en una altísima
complejidad de política pública, absolutamente
imposible de concebir y gestionar desde centros
de poder y decisión.
Esta consideración conduce a la necesidad de
encontrar mecanismos de alianza y focalización de
política en los entes territoriales, en sus
estrategias de desarrollo como conjunto, de forma
que la política pública sectorial transite hacia una
verdadera descentralización de la gestión del
desarrollo.
La Nueva Ruralidad, concebida sobre una base de
organización para la gestión y mayor participación
propone cambiar el sentido de relacionamiento de
las comunidades con el Estado y con las políticas
sectoriales. Se trata de definir competencias en
el territorio, en la cual, y sin perjuicio de las
necesarias relaciones con los estamentos
regionales y nacionales, se responsabiliza al
municipio y a las organizaciones locales, de las
decisiones y gestión del desarrollo integral local.
El reconocimiento de la importancia de las
realidades locales y de su influencia en los
procesos de desarrollo, han motivado a diferentes
instituciones a generar metodologías, diseñar
políticas y emprender acciones tendientes a darle
una mayor importancia a los procesos de desarrollo
local. Se trata de lograr una mayor participación
de la sociedad civil y de las organizaciones sociales
y productivas, de estimular procesos de
concertación y construcción de consensos entre
los distintos actores de desarrollo rural, así como
la construcción de proyectos participativos para
canalizar recursos que permitan satisfacer
demandas de inversión, según las exigencias de los
pobladores.
En este sentido cabe destacar las estrategias de
"extensión para el desarrollo rural" emprendidas
por la Fundación CIARA en mas de 130 Municipios
del país al inicio de este milenio y la "estrategia de
desarrollo humano local sostenible" adelantadas
por el PNUD en algunas regiones de Venezuela que
buscan fortalecer las capacidades de hombres y
mujeres, organizaciones e instituciones, y
promover oportunidades de desarrollo social,
económico, político-institucional, territorial-
ambiental y cultural.
El desarrollo es un proceso de y para la gente, la
sociedad. Es un proceso de construcción colectiva
que sosteniblemente se nutre de conocimiento,
comunicación, organización, participación,
solidaridad y compromiso. El desarrollo es
principio y fin: es construcción de capacidades y
creación de oportunidades para que el ser humano,
la sociedad en un espiral virtuoso pueda crear
nuevas capacidades y nuevas oportunidades. El
desarrollo, entonces, tiene que ver con la creación
de un capital humano/social emprendedor de
procesos socio productivo, constructor de
bienestar y por ello tiene un sentido global. (Arias
2002).
Sin embargo, para propósitos prácticos y de
permitir la operatividad y utilidad del concepto
podemos y se hace imperativo "calificarlo". Es así
que hablamos de desarrollo rural como vivencia que
ocurre en zonas rurales y que responde a las
características de esos complejos espacios y a sus
no menos complejas relaciones con su entorno. En
este sentido algunos principios básicos a
considerar serían:
§ Hablamos de desarrollo, por lo tanto el
mejoramiento de la libertad, de las
capacidades y oportunidades de la población
es lo fundamental.
§ Es desarrollo en zonas rurales. De ahí que
el carácter multifuncional y las
características específicas, únicas de cada
región determinará, condicionará las
estrategias de desarrollo.
§ En la ruralidad y su desarrollo se
establecen relaciones a lo interno, con otras
localidades, con sistemas urbanos, otras
regiones, el país como un todo y relaciones
internacionales que le dan sentido a ese
complejo sistema.
§ El dinamismo y sentido holístico del
desarrollo rural, exige de enfoques sistémicos
que puedan explicarlo con propiedad.
CONCLUSIONES:
La tierra ya no es un factor de poder como en el
pasado. En la Venezuela pre-petrolera, cuando la
agricultura aportaba la posesión de tierra era la
garantía para el acceso a la riqueza nacional y a la
obtención de divisas. La condición de propietario o
terrateniente era condición indispensable para
tener acceso al poder económico y político del
país. Esta situación, que duró más de trescientos
años, permitió la creación de una clase social que
dominaba el país y cuya fuente esencial de poder
era la magnitud de tierras y explotaciones bajo su
posesión. En la actualidad es el petróleo el factor
fundamental de la riqueza nacional. La distribución
de la riqueza que éste genera y que fluye como
inversión a las diversas actividades de la economía
nacional, en una proporción significativamente
mayor que la de la agricultura, ha provocado que
los grandes centros económicos, financieros y
políticos del país, se hayan desplazado de aquella
actividad a la manufactura; la construcción;
instituciones financieras y de seguros;
electricidad y agua; comunicaciones y otras,
dejando la posesión de tierras como una cuestión
más bien secundaria y en cierto modo como una
referencia social vinculada a la tradición histórica
que ellas representaban. El país no cuenta con un
sistema moderno de identificación de las
propiedades que garantice el otorgamiento de
títulos confiables y evite los frecuentes litigios
entre supuestos propietarios, todo lo cual
contribuye a aumentar la confusión en relación con
precios y transacciones. El mercado de tierras en
Venezuela es complejo y variado, con alternativas
que no sólo incluyen la tierra misma, sino también
formas variadas de derechos y activos. Las
disposiciones jurídicas venezolanas, la forma de
administrarlas, las interpretaciones que de ellas se
hacen y las prácticas, usos y costumbres asociadas
a las mismas introducen un cierto grado de
inseguridad jurídica y un estado de confusión que
genera desincentivas a la inversión en el campo y a
la estabilidad de las relaciones sociales y
económicas en el medio rural. Existen elementos
asociados con la tradición histórica, con la
idiosincrasia de la población y con las prácticas
políticas que dificultan una solución sencilla a la
situación actual de tenencia y explotación de la
tierra. El mercado de tierras venezolano debe
enfocarse en el marco de una ruralidad que vincule
los sistemas agrícolas y las relaciones sociales,
económicas, culturales e históricas que prevalecen
en el campo. Es necesario asumir un programa
coherente de cambios legislativos, institucionales
y administrativos que permitan ajustar la situación
actual del mercado de tierras a las nuevas
condiciones de apertura y globalización, la cual
exige de los productores un enfoque renovado que
le permita enfrentar los nuevos escenarios de
competitividad.
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