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ESQUEMA TERESIANO PARA UNOS EJERCICIOS ESPIRIWALES Decir Ejercicios teresianos es lo mismo que decir: espiritualidad tere-, siana que pretende hacer vivir-no sólo enseñar-al alma ejercitante; con ello queda excluída del ámbito específico de estos Ejercicios cualquier otra espiritualidad, por elevada y magnífica que sea; ya sabemos que las distintas escuelas de espiritualidad no se distinguen precisamente porque tengan dive1'sos elementos de santificación (sería absurdo), sino por la diversa sistematización que dan a los elementos de santificación que son común patrimonio cristiano, conglutinados y armónicamente ordenados por el fin peculiar que persigue esa espiritualidad. Este fin tampoco es exclusivo de tal o cual escuela, puesto que es for- zosamente uno de los fines. próximos cristiimos; pero es un fin cariñosa- mente seleccionado y preferido entre los muchos que pueden llevar a la perfección de la caridad; y este fin, cariñosamente seleccionado, es el que a su vez sirve de centro de atracción, de elemento aglutinador, de seleccionador de tales o cuales medios evangélicos, y por tanto comunes, que hagan más fácil y lleven más directamente a la consecución del fin particular preestablecido. Así se podrá dar, y se da de hecho, que los medios de perfección pues- tos en primera línea por una escuela, sean dejados un poco en la penum- bra por otra que persigue un fin distinto (nunca hablamos del fin común, que es la santificación, naturalmente). Espiritualidad teresiana será, por lo tanto, una sistematización peculiar de los medios de santificación, la pre- ferencia dada a unos con relación a otros, en orden a la consecución pron- .ta y perfecta del fin peculiar que Santa Teresa persigue entre los diversos que se hallan en la Iglesia de Dios. Y Ejercicios teresianos serán aque- llos ·en que se intenta, con medios específicamente teresianos, dar posesión al alma del fin específicamente teresiano. Por ser Ejercicios necesitan seguir al Santo patrono de todos los ejer-

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ESQUEMA TERESIANO PARA UNOS EJERCICIOS ESPIRIWALES

Decir Ejercicios teresianos es lo mismo que decir: espiritualidad tere-, siana que pretende hacer vivir-no sólo enseñar-al alma ejercitante; con ello queda excluída del ámbito específico de estos Ejercicios cualquier otra espiritualidad, por elevada y magnífica que sea; ya sabemos que las distintas escuelas de espiritualidad no se distinguen precisamente porque tengan dive1'sos elementos de santificación (sería absurdo), sino por la diversa sistematización que dan a los elementos de santificación que son común patrimonio cristiano, conglutinados y armónicamente ordenados por el fin peculiar que persigue esa espiritualidad.

Este fin tampoco es exclusivo de tal o cual escuela, puesto que es for­zosamente uno de los fines. próximos cristiimos; pero es un fin cariñosa­mente seleccionado y preferido entre los muchos que pueden llevar a la perfección de la caridad; y este fin, cariñosamente seleccionado, es el que a su vez sirve de centro de atracción, de elemento aglutinador, de seleccionador de tales o cuales medios evangélicos, y por tanto comunes, que hagan más fácil y lleven más directamente a la consecución del fin particular preestablecido.

Así se podrá dar, y se da de hecho, que los medios de perfección pues­tos en primera línea por una escuela, sean dejados un poco en la penum­bra por otra que persigue un fin distinto (nunca hablamos del fin común, que es la santificación, naturalmente). Espiritualidad teresiana será, por lo tanto, una sistematización peculiar de los medios de santificación, la pre­ferencia dada a unos con relación a otros, en orden a la consecución pron­.ta y perfecta del fin peculiar que Santa Teresa persigue entre los diversos que se hallan en la Iglesia de Dios. Y Ejercicios teresianos serán aque­llos ·en que se intenta, con medios específicamente teresianos, dar posesión al alma del fin específicamente teresiano.

Por ser Ejercicios necesitan seguir al Santo patrono de todos los ejer-

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C~ClOs espirituales en una cosa: en la construcción y utilización de una técnica ascética, que prepare la acción de la gracia y ayude en la con­secución de un cambio decidido de la voluntad en el servicio de Dios; cierto que esta técnica o trama del proceso ejercita torio no puede conse­guirse de ningún modo con el simple hecho de dar desordenadamente una plática tras otra; ésos serán cursillos, charlas, pero no Ejercicios. En tal sentido, sería facilísimo construir un esquema teresiano para Ejercicios; mirando el índice de unas Concordancias teresianas, se deducirá en segui­da que la Santa da tema para meses enteros de pláticas distintas y pro­vechosas; pero eso no soluciona nada. El libro del P. Gabriel de J e­sús, OCD (1), el más trabajado de la M. María del Smo. Sacramen­to, OCD (2), el reciente del también recientemente fallecido P. Severino de Santa Teresa, OCD, Prefecto Apostólico de Urabá (3), han dejado intacto el secreto teresiano por no haber procurado construir un método que, incluso a costa de prescindir de muchos temas teresianos, pudiera suplantar al ignaciano y lograr la efectividad intrínseca de éste en almas para quienes, sin embargo, éste es ineficaz o incluso contraproducente, a veces.

¿SE PUEDE HALLAR UN ESQUEMA TECNilCO TERE'SIANO?

Digamos en primer lugar que un esquema técnico doctrinal, es decir, el engarce ordenado y escalonado de un número determinado de pláti­cas, instrucciones, etc., que se piden unas a otras y se presuponen mutua­mente secundum prius et posterius, no puede ser una táctica de Ejerci­cios que logre el proceso ejercitatorio. La técnica se logra con el conjun­to de todos los elementos. San Ignacio no concibe los Ejercicios como tra­ma ordenada de temas doctrinales; él es el que establece también los de­más detalles ambientales, etc., que contribuyan a la efectividad ascética de la~ meditaciones, instrucciones, que, desde luego, son el nervio de unos Ejercicios.

Cabría preguntar si Santa Teresa nos puede proporcionar un esque­ma técnico ambiental, asentado dentro de un ambiente, calentado y hecho vivo dentro de un ambiente, al que un ambiente hace más fácilmente asi­milahle. Podemos concluir lo siguiente: la Santa proporciona y posee una técnica ambiental pe1jecta para unos Ejercicios teresianos. Se trataría en éstos de vivir en la intensidad de unos días el proceso espiritual del alma,

(1) GABRIEL DE JESÚS, O. C. D., Ejercicios Espirituales de San Ignacio y Santa Teresa, para religiosas. Madrid, Gregario del Amo, 1913, XVI + 528 p.

(2) MARíA DEL SSMO. SACRAMENTO, O. C. D., Retiro espiritual con Santa Teresa. Madri.d, REVISTA DE ESPffiITUALIDAD, 1951, XVI + 288 p.

(3) SEVERINO DE SANTA TERESA, O. C. D., Ejercicios Espirituales para Carmelitas Descalzos y Descalzas según el espíritu y doctrina de Santo! Teresa y San Juan de la Cruz. Vitoria, El Carmen, 1962, 636 p.

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tal como a lo largo de toda su obra lo concibe la Santa; luego se trataría también lógicamente de vivir en la intensidad de esos días el ambiente ideado por la Santa como el más apto' para conseguir tal proceso espiri­tual. Como ella nunca tuvo el pensamiento, o al menos no lo realizó, de sis­tematizar todo el proceso de la vida espiritual de tal forma que pudiera ser agotado en unos Ejercicios de seis u oGho días, tampoco tuvo la idea de fijar un esquema ambiental para tal objeto; pero puesto que en nues­tros días hay tentativas por lograr una sistematización que ella no hizo, y para ello se usan sus libros doctrinales, es totalmente lógico que para el elemento ambiental se eche mano de su obra: la vida de la Carmelita.

Toda la trama, incluso material de la vida de la Carmelita Descalza, el horario, la línea sobresaliente de la mortificación, el tono de silencio, la dedicación diaria, exactamente medida, el examen de conciencia y la oración, etc., están concebidos expresamente como elementos coadyuvan­tes, como medios, sencillamente, para conseguir el ideal de perfección te­resiano, que se pretende inyectar vitalmente en los días de Ejercicios; ya se sabe el efecto que produce el sacar a la planta, por muy robusta que sea, de su ambiente, y plantarla en un ambiente extraño.

Nadie dudará de la maravillosa eficacia que en sí contienen esos ele­mentos ambientales de la vida cuotidiana del convento teresiano; las Constituciones teresianas serán siempre modelo de prudencia y sensatez, y no lo serían de tales virtudes si no hubieran producido el único fin para que fueron redactadas: la intimidad divina. La vitalidad sobrenatural que en este momento histórico, como en los pasados, alienta en cada con­vento de Carmelitas Descalzas, son la mejor prueba de la intuición ascé­tico-psicológica de Santa Teresa. Por eso, ante la pregunta ¿qué esquema teresiano ambiental habría que adoptar en unos Ejercicios teresianos? me parece fácil y única la respuesta: el horario completo, en la medida de lo posible, de un convento de Carmelitas; es fácil prever que un sistema de vida diaria que rezuma por todas partes, en todos sus elementos mate­riales, oración verdadera y mortificación, desasimiento profundo y alegre de criaturas (es quizá muy importante psicológicamente este tono teresia­no de alegría), cause un importante iinpacto espiritual, un shock utilí­simo al contraste con la vaciedad cristiana, la agitación material y egoísta de la calle, Sabemos de una experiencia alemana parecida en la Orden benedictina, y con buenos resultados: grupos de hombres pasan unos días en los monasterios para vivir Íntegramente como un monje cualquiera, y salir después a la calle impregnados de vida monacal que, experimentada sólo unos. días, siempre dej a un recuerdo profundo, y que sirve de respiro espiritual y recuerdo de realidades más espirituales en medio del ajetreo y negocios inevitables de la vida.

Creemos que en unos Ejercicios teresianos, si de algún elemento mate­rial de la Carmelita se ha de prescindir, éste nunca debe ser las dos horas de oración. Hay que mantenerlas intactas, aunque esto no quiere decir que hayan de ser acompañadas de un silencio absoluto de una hora; el director sabrá encender el acto de la oración con brevísimas y condensa­das intervenciones, si ello es necesario.

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Existen, creo yo, razones muy fuertes para observar una intransigencia a prueba en el mantenimiento de dos horas de oración. 1) Fué Santa Te­resa la que introdujo en la espiritualidad cristiana la práctica de dos horas diarias de oración mental, y esta intensificación fué uno de los mejores éxitos· de la Reforma teresiana (4). 2) Es un precepto, si no específico, al menos el más típico del Carmelo, que por él se diferencia de las Ordenes propiamente mixtas-oración y acción en el mismo plano-o 3) Es el ele­mento que caracteriza a una Orden en propiamente contemplativa. 4) Los Ejercicios teresianos tienen un fin contemplativo: la práctica de la oración. 5) Santa Teresa no quería que se dejaran jamás las dos horas de oración diarias. Se opondrá a esto que parece excesivamente largo este espacio de tiempo, para personas ajenas a esta práctica; pero se puede responder que taínbién a algunos aparecen exagerados los Ejercicios de San Ignacio, y con muchísima frecuencia son dados a almas poco acostumbradas. Sin embargo, ese conjunto de actos espirituales es lo que consigue mellar por fin la actitud tibia e indiferente del sujeto, e inclinarle a la aceptación de la voluntad de Dios en su vida. (Recordemos también los Rollos de los Cursillos, «desenrollados» durante un número respetable de horas).

Dos consecuencias claras se imponen ante lo que creemos forma el esquema ambiental imprescindible en unos Ejercicios teresianos: 1) que no son para todos, sino para almas que buscan perfección y que, en fin, tienen ya en su vida un contacto con Dios, aunque no lo conozcan sino superficialmente; 2) que deben ser en régimen de internado, si no se quie­ren echar a perder buena parte de sus frutos. Hoy se exige esto para la efectividad de cualquier tipo de Ejercicios o técnicas de conversión, y mucho más se ha de exigir para lograr hacer el perfecto orante, ya que las cosas de oración son muy dificultosas, como diría la misma Santa.

¿SE PUEDE ENCONTRAR EN LA SANTA UN ESQUEM'A TEC­NICO DOCTRINAL?

Surge una seria duda, muy digna de tenerse en cuenta y de resolver­se previamente: los escritos de la Santa no son teológicos, no presentan un desenvolvimiento de la vida espiritual desde la segura raíz de la Reve­lación y la ciencia teológica, sino desde la pura experiencia personal. Con haberla tratado los mejores teólogos de su tiempo, de ninguno recibió una sola idea nueva, que ella no tuviera por experiencia. Así pues, todo lo vertido por la Santa en cuanto a la oración, nervio y eje de toda su doctri­na, piedra de toque y termómetro para medir la solidez y calor de las virtudes, es producto de una ilustración personal. .

Es verdad que el caso teresiano fué aprobado unánimemente por to-

(4) GABRIEL DE SANTA MARÍA MAGDALENA, O. C. D., La espiritualidad carmelitana, en REVISTA DE ESPIRITUALIDAD 7 (1948) 39. .

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dos los representantes de talla en la ciencia divina de aquel entonces; pero ¿pueden elevarse estos escritos, prototipo de la más pura experien­cia psicológico-religiosa, expresión del especialísimo caso de Teresa, a la categoría de camino segu1'O y normal para las almas que se adentran en la perfección? En una palabra, ¿puede hacerse de un caso personal una regla general de perfección cristiana? La respuesta afirmativa sería cuan­do menos temeraria, si no existiera lo que podemos llamar proclamación por parte de la Iglesia de un Doctorado implícito de la Santa al llamarla Maestra de espirituales, y al pedir al Señor en el Oremus de su fiesta, que seamos alimentados con su celestial doctrina. Ello nos obliga ya a mirar los escritos teresianos, no como una larga nota autobiográfica de fenóme­nos místicos producidos por Dios en ella, sino como senda y guía especia­lísima de las almas. Doctrina espiritual católica y doctrina teresiana, son términos convertibles, con sola diferencia de matices.

Reconozcamos, no obstante, que por el carácter concreto,· práctico, psicológico de los libros de la Santa, muchos elementos que adquirían hoy día un lugar no sólo preeminente, sino primero y principal, en un tra­tado teológico de la vida espiritual, aparecen en sus obras solamente di­luídos o supuestos (en .realidad ignorados por ella): así, por ejemplo, los dones del Espíritu Santo, concebidos al modo tradicional escolástico. No es de lamentar, sin embargo, esta ausencia, y más bien es de aplaudir que sus afirmaciones no dependan de una teoría de los dones tan vacilante y tímida dogmáticamente, a pesar de tantos siglos de esfuerzo por aqui­latar la naturaleza de estos hábitos sobrenaturales. No se podrá decir, por el contrario, que aparezca en la penumbra lo que hay de verdaderamen­te dogmático: la intervención sobrenatural de Dios moviendo directamente al alma y produciendo en ella la más pura pasividad mística; lo que hoy se llama el «sobrenatural teresiano» es siempre el trasfondo de todas sus páginas, y en la mayor parte de ellas el material directo de su pluma. Suponemos, pues, asentada la validez universal del magisterio teresiano.

ESCRITOS DE LA SANTA MAS APTOS PARA CONSTRUIR UN ESQUEMA DE EJERCICIOS.

1) El más apto, a nuestro parecer, es el libro de las Momdas. a) Es su libro más logrado; había llegado ya al matrimonio espiritual y tiene una visión más unitaria, perfectamente unitaria y clara, del desarrollo de la vida espiritual. b) El símbolo del «castillo» es el más claro y apropiado para exponer su concepto de la oración.

2) Le sigue en importancia, según mi criterio personal, el Camino de Perfección; material hay en él más que en las Momdas, que es propia­mente un tratado de mística, en el que la parte ascética es pasada a vuelo. El Camino de Perfección es el libro propiamente ascético de la Santa,

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escrito expresamente para enseñar a sus monjas la oración y sus funda­mentos morales; es un Camino-trabajo-esfuerzo-actividad del alma, para llegar al Castillo. Preferible el Camino B (autógrafo de Valladolid), más pensado y mejor trabado. .

3) . La Autobiografía, también de carácter doctrinal, puede dar sin embargo la impresión de más personal. Es su primer libro-tiene muy poco rigor lógico-, no deja de ser una cuenta de conciencia con grandes temo­res aún de la legitimidad de las mercedes que recibía de Dios. Aunque esto, probada hoy con creces la legitimidad de tales mercedes, no resta ni un ápice a su posible valor doctrinal, todo lo que en ella dice se encuen­tra en los otros libros más ordenado. Sin embargo, es un precioso ele­mento para evidenciar los frutos de la oración en la vida y las hecatom­bes espirituales por la ausencia práctica de la oración.

4) Las Fundaciones en algunos capítulos, sobre todo en el quinto, en que declara en qué está la sustancia de la perfecta oración.

ALMlAS QUE CABEN DENTRO DEL ESQUEMA DOCTRINAL TERESIANO.

Recordemos que dado el esquema ambiental teresiano excluíamos a la masa. Lo mismo más o menos concluíamos del esquema doctrinal. Pode­mos distinguir un sujeto directo y un sujeto indil'ecto.

Sujeto directo o propio es el alma que vive habitualmente en gracia,de Dios, pero que no tiene práctica de oración, y por tanto no tiene práctica de virtudes. El apostolado específicamente carmelitano es de selección. Las obras de sus Santos Doctores fueron escritas directamente para reli­giosos. «Ni es mi intención hablar con todos, sino con algunas personas de nuestra Sagrada Religión, a quien Dios hace merced de meter en la senda de este Monte», escribe S. Juan de la Cruz (5); y la Santa escribe el Camino de Perfección para enseñar a sus hijas el camino de la contem­plación, las Mot'adas «para desatar aJgunas dudas de oración», y la Vida para dar cuenta de las mercedes que"''Dios le hacía.

Cierto que el apostolado del Carmelita se extiende a todos los cam­pos, y le son muy familiares los de misión entre infieles; pero para eso tendrá que acudir a otras técnicas probadas de la Iglesia. Podría recordar­se aquí lo que el Santo dice de los directores espirituales: «No cualquiera que sabe desbastar el madero sabe entallar la imagen, ni cualquiera que sabe entallarla sabe perfilarla y pulirla, y no cualquiera que sabe pulirla sabrá pintarla, ni cualquiera que sabe pintarla sabrá poner la última mano y perfección» (6).

Lo mismo se ha de decir de los métodos de conversión de las almas;

(5) Subida, Pról. (6) Llama, 3, 3.

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unos serán directamente adaptados para una primera conversión de malos a buenos, y. otros para una segunda conversión de buenos a mejores. Pero no por ser buenos han de serlo para todos, aunque esto no quiere decir que sean malos; por eso dentro del esquema teresiano de lo que pu­diéramos llamar conversión del alma a la perfección, pueden caber tam­bién, indirectamente, almas habitualmente en pecado mortal. Los temas teresianos pueden llamar más la atención de un pecador y causar más impresión en su corazón que la primera semana ignaciana; esto mismo está pasando en los Cursillos de Cristiandad, montados para producir la primera conversión-de pecado mortal habitual a gracia habitual, si se permite la expresión-, a base de disertaciones sobre la gracia, el Cuerpo místico, etc. Pero no se trata de eso en la trayectoria teresiana; veremos en seguida que la Santa intenta desde el primer momento convertir a la oración mental, y éste es un ejercicio pl'Opio de la vía purgativa, y la vía purgativa es una etapa de la pe1'fección cristiana, que por lo mismo supo­ne el principio de la vida sobrenatural: la gracia.

Es difícil intentar hacer un esquema técnico doctrinal de Ejercicios teresianos; los escritos teresianos son ciertamente el venero de las más auténtica y subia espiritualidad cristiana; en ellos se siente aletear el Espí­ritu Santo, y el alma purificada· y transformada aparece a nuestros ojos con el embrujo de un Castillo de diamante o muy claro cristal, hecho un haz de luz sobrenatural; pero ahí radica precisamente la dificultad de hallar clara y definida en la Santa una trama ascética de conversión: sus libro') se reducen en la mayoría de sus páginas a describir, como nadie lo ha hecho, las mercedes de Dios al alma que ha pasado ya el estado ordi­nario de la ascética.

La Vida es para describir. a sus confesores las mercedes extraordina­rias de Dios a su alma; en el importante tratado de los grados de oración simbolizados en las cuatro aguas o maneras de regar el huer­to del alma (c. 11 al 22), pasa muy pronto a la segunda agua, que «es ya sobrenatural» (7), la oración de quietud (en las Moradas corregirá más tarde esta visión de la vida espiritua~ e intercalará ya claramente la ora­ción de recogimiento infuso entre el recogimiento adquirido--contempla­ción adquirida-y la oración de quietud).

El Camino de Perfección, el de más técnica ascética, tampoco da una visión completa de la misma, y las Aforadas ya dijimos que emprenden el vuelo hacia las Cuartas Moradas, en que comienza, para no terminal' hasta el final, el estado del alma invadida por la contemplación mística. Cierto que innumerables reglas ascéticas de un valor precioso se hallan esparci­das por las Fundaciones y Cm-tas, principalmente, pero no sé si con ellas se podría construir un verdadero andamio ejercitatorio; un conocedor a fondo de la Santa nos podría dar una respuesta acertada. Intentemos el esqueleto de un esquema teresiano, que se podría amliar rellenándole con otros muchos temas de sus obras, practiquísimos y utilísimos, pero que no caen en la línea directa, o en la espina dorsal de este esqueleto esque­mático.

(7) Vida, 14, 1.

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Un esquema genemlísimo teresiano para Ejercicios podría ser el si­guiente:

1. Dios llama al alma a la intimidad divina en esta vida; esta inti­midad divina lleva consigo normalmente la unión transformante o al me­nos los primeros estados místicos.

2. El camJ.no imprescindible para llegar a la intimidad divina es la oración en el sentido teresiano.

S. Esta oración tiene como fundamento las virtudes morales-a diver­so grado de este fundamento, diverso grado de oración-.

4. Esta oración tiene como acto el progresivamente intenso de las vir­tudes teologales, puesto que la oración teresiana es la experiencia progre­siva de la p1'esencia de Dios en nosotros, y la experiencia progresiva de la presencia de Dios en nosotros se da a medida que se vaya dando el aban­dono del obrar natural de los sentidos externos e internos y de las poten­cias del alma, mediante un movimiento o proceso de interiorización, hasta llegar a hacerse unas con Dios en lo más interior del alma, es decir, en el centro del Castillo, que es ella misma.

Como se ve, el eje del mensaje teresiano al alma espiritual, su único mensaje, es enseñarle que la vida espiritual se reduce a la oración mental (no en la terminología teresiana, que entiende por tal la oración meditati­va). El fin de unos Ejercicios teresianos se conseguirá sólo y siempre que el alma ejercitante salga decidida a la práctica de este ejercicio y lo con­tinúe durante el año, siquiera sea en las primeras y más elementales etapas de la oración meditativa. N o sería todo, pero se habría dado un gran paso en la vida espiritual del alma, perfeccionable en la práctica de suce­sivos Ejercicios; habiendo tenido la feliz experiencia «del gran bien que le hizo no apartarse del todo de la oración» (8), asegura que el alma no se perderá mientras esté asida a esta fuerte columna.

¿Cómo intentar conseguir que el alma ejercitante se decida a practi­car habitualmente la oración mental, suponiendo, naturalmente, la moción divina de la gracia? Ojalá supiera yo adivinar el resorte o dispositivo te­resiano que disparara certeramente y las hiciera caer en esta feliz trampa. Se me ocurre que el esquema doctrinal, dirigido a ayudar a provocar esta decisión (y digo ayudar a provocar porque el efecto ha de ser obra del elem(onto divino y de todo el conjunto de factores), pudiera tener el si­guiente orden (estoy defendiendo que el primer hito inmediato de Ejerci­cios teresianos debe ser conseguir del alma el propósito eficaz y decidido de hacer oración mental habitualmente, antes de buscar la provocación del proceso ejercitatorio por medio de la práctica de los tres momentos substanciales de la oración):

1) Presentación al alma del plan completo de Dios sobre las almas en esta vida: el ideal de intimidad divina. Se intentaría con ello calentar y entusiasmar desde? el principio al alma que viene a esta nueva expe­riencia con ansias de algo que no encuentra en otros Ejercicios, mostrán­dole las riquezas y vida del alma en esa intimidad divina, a la que aspi-

(8) Vida, 8, cfr. todo él.

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ran como fin primario estos Ejercicios. Es ley psicológica que no falla que la presentación de un ideal sublime, aunque se presente como muy árduo, enciende la llama de la acción decidida para llegar a conseguirlo. Por otra parte, parece ser ésa la pedagogía ascética de la Santa; dice en el Camino de Perfección: «¿Para qué pensáis, hijas, que he pretendido de­clarar el fin y mostrar el premio antes de la batalla, con deciros el bien que trae consigo llegar a beber de esta fuente celestial de esta agua viva? Para que no os acongojéis del trabajo y contradicción que hay en el camino, y vayáis con ánimo y no os canséis» (9).

La pericia del expositor deberá darse maña, 'mediante una cuidadosa y trabajosa preparación, para presentar de una manera asequible, con­creta, llamativa, entusiasta y caliente, los atisbos de vida celeste que el alma, por la misericordia de Dios, es capaz de experimentar en esta vida (todo esto supone que creemos que para la Santa es normal, no digo nece­saria, la vida mística; puede darse ésta en todas las almas perfectas y no ser necesaria). No se trata de concretar mucho, sino de dar optimismo sobrenatural proponiendo un alto ideal, al que puede llegar aquel alma concreta que lo está escuchando, si no pone impedimento.

El alma se sentirá fácilmente en el primer momento ilusionada ante tan extraordinarias posibilidades, ante una espiritualidad nueva que le presen­tal el cielo en la tierra al alcance de la mano, y le hace ver, cOmo decía­mos, el plan completo de Dios sobre ella. Se deberá presentar a la Santa, que f'xperimentó las maravillas descritas al alma, como un espíritu eurola­do pLenamente en el plan de Dios, y no como una excepción del plan.

Los lugares más útiles de los escritos teresianos para esta plática, des­tinada a hacer ambiente de elevación y crear una disposición germinal y todavía no concreta de decisión a arrostrarlo todo, podrían ser, sobre todo, los capítulos del Camino de. Perfección que comentan la invitación de Dios a llegar a la misma fuente, las Séptimas Moradas, y la descripción de las cuartas aguas o cuarto grado de oración en la Autobiogmfía (c. 18-21). Ella misma dice en el epígrafe del capítulo 18: «Comienza a declarar, por excelente manera, la gran dignidad en que el Señor pone al alma que está en este estado. Es para animal' mucho a los que tratan de oración, para que se esfuercen a llegar a tan alto estado, pues se puede alcanzar en la tierra, aunque no por merecerlo, sino por la bondad del Señor».

Este tema ambiental es, pues, claramente, de la mentalidad de la San­ta. Siendo por otra parte el elemento místico, las descripciones de las mer­cedes de Dios, lo más característico teresiano, lo más hermoso, lo más va­lioso, ¿por qué cerrar su contenido a las almas que aspiran a1 ideal completo teresiano?

2-3) Esta etapa pediría otra sobre el medio indispensable para andar el camino y llegar a la cumbre propuesta: este medio es la omción en el concepto te1'esiano.

Se puede concebir la oración como un acto especial de vi'l'tud, es decir, conforme a la concepción común de la teología moral, como «un acto

(9) Camino, 19, 14.

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interior de la virtud de la religión», así como hay actos de todas las vir­tudes morales. Y este concepto, junto con la necesidad u obligación moral de practicar la oración en tal sentido, puede muy bien y provechosamente ser e4puesto al alma. Reflexiona sobre la importancia capital de ese deber en la vida cristiana, y se prepara para comprender el contraste entre esa concepción de la oración y la concepción teresiana de la misma.

Se trata de descubrir al alma un concepto más interno, por decirlo así, de la oración, la oración vital, la oración no como un acto de una virtud (la religión), sino la oración como equivalente a virtud, a vida o estado espiritual del alma: «trato de amistad con quien sabemos nos ama». Es el pensamiento exacto de Santa Teresa, que, como dice el P. Tomás de la Cruz, no tenía un esquema que contradistinguiese oración y. virtud. En ella la oración es una función primaria, una floración espontánea e inme­diata, como el fruto de la flor, de la vida espiritual; ésta es invadida y con­dicionada por aquélla, que influye en todas las demás funciones del alma, y en cierto sentido determina el desenvolvimiento. Los grados de oración responden adecuada y directamente a otros tantos grados de vida espi­ritual: los grados de oración son estados del alma, y por tanto la ocupan toda, no sólo un sector de ella o un momento de ella: el de la oración actual.

Esta correspondencia entre oración y virtud se da desde los mismos principios de la oración meditativa; cuanta perfección hay en la oración hay en la vida, y viceversa. Los escritos de la Doctora Mística no son más que la historia de la importancia de la oración en la vida del alma. Con­viene manejar bien y poner ante los ojos las descripciones de la Santa sobre el alma sin oración mental-como un cuerpo con perlesía o tullido, como una estatua de sal, como las bestías y reptiles con quien vive (Pri­meras Moradas)-, es decir, un estado psicológicamente casi idéntico al estado de pecado mortal, aunque ontológicamente a una distancia infinita. El alma sin pecado mortal, pero sin oración, tiene la gracia parada, como encenegada, inconsciente y dormida; no actúa. Tener oración es poner en movimiento el alma o poner en movimiento la gracia, hacerla aumentar -la oración es la puerta para entrar en el Castillo, que es el alma-, es decir, es el principio de la conciencia de la realidad interior sobrenatural del alma, el principio de la mirada hacia el Dios allí presente, y por tanto el principio del caminar hacia El. Por todas partes se deduce la identidad teresiana de oración y virtud o gracia.

El abandono total de la oración pone el marcador del termómetro de la virtud en el punto cero, aunque permanezca la sustancia sobrenatural del alma, que es la gracia de Dios. Y es muy conveniente, y pienso que impresionante, la confirmación de todos estos conceptos con la propia vida de la Santa. Resumo aquí el esquema del P. Tomás de la Cruz en su Cm­notaxis teresiana (10). La vida íntegra de la Santa se divide en tres pe­ríodos, dos antes de la conversión definitiva y total, en 1554, y después de ella.

El primer período tiene las siguientes etapas: comienza el fervor de

(10) Fascículo pro manuscripto. Instituto carmelitano de Espiritualidad de Roma.

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la infancia, crece con las lecturas piadosas, se enciende hasta el anhelo del martirio, de la vida de soledad, llega a formas maravillosas de oración (la compañera inseparable de la virtud); recordemos aquel estar muchos ratos diciendo muchas veces «para siempre», «para siempre», que tiene todo el tono de una oración simplificada; pero decrece el fervor por el abandono de la vida de oración, y llega a la disipación, que ocasiona su reclusión en las agustinas de Santa María de Gracia.

Una crecida del fervor, ocasionada por los remordimientos de con­ciencia por su vida pasada, coincide con la p1;imera experiencia de la oración sobrenatural, «la de recogimiento infuso»; pero una nueva infide­lidad a estas gracias de Dios por una vida semimundana en el monasterio de la Encarnación produce un nuevo bajón en su vida interior, y el aban­dono casi total de la oración marca el punto más bajo de su vida en la misma vida interior-año 1543--. Tras once años de luchas y fluctuacio­nes-red y oratorio-, fluctuación de virtud y oración, llega a la .conver­sión total y definitiva en 1554. Una pirámide, que sube y vuelve a bajar, señala la subida y bajada simultánea de la oración y vida espiritual hasta este año; desde él, aparece una ininterrumpida línea ascendente que pasa por las primeras formas de oración mística, sigue por el desposorio y termina en el matrimonio espiritual.

Muy fácilmente el alma quedará impresionada ante este sentido nuevo,' totalmente nuevo sin duda, con que se le presenta la oración, y se perca­tará de la urgencia suma, capital, irremplazable, que debe tener en su vida.

Sólo se necesita ahora conseguir de ella, también con la Santa en la mano o en la boca, ese leit-motív teresiano, que es la determinada· deter­minación de hacer oración, del capítulo 21 del Camino de Perfección. Puesto que determinarse a hacer oración es sencillamente determinarse a amar, es necesario hacerlo (c. ll, 1 de la Autobiografía); es gran mise­ricordia de Dios que dé gracias para determinarse (ib.); el que se deter­mina tiene andado gran parte del camino (ib., ll, 13). La determinación ha dE: ser a cargar la cruz de Cristo, que son los trabajos y sequedades de la oración; esperar todo lo que el Señor quiera y ayudarle a llevar la Cruz; el ejemplo de la Santa, que vivió veinte años en sequedad, puede servir de inyección para seguir su camino; y la determinación totalitaria y definitiva de la Santa en su tercera y última conversión de vivir la vida espiritual con todo el ímpetu posible, debe ser el ejemplo que redondee y dé fuerza a la determinación que se pretende conseguir.

4) Proceso de la o1'Gción.--Como la oración en el concepto teresiano, . ya consagrado, es la toma de conciencia de la vida de la gracia en nos­otros, el primer peldaño de la nración será procurar vivir la presencia sobrenatural de Dios en nosotros, es decir, será presencia viva de Dios, de Dios vivo y real dentro de mí. La Santa hacía oración así: «Procu­raba lo más que podía traer a Jesucristo dent1'O de mí presente; si pensaba en algún paso le representaba en mi interior» (ll). Si se puede, incluso al

(11) Vida, 4, 7.

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princJpio, tener por materia de oración el mirar que le mira, callado el entendimiento, es decir, en aprehensión más directa que la que se consigue por medio de la reflexión, hallará grande provecho (12). «Buscar a Dios en lo interior, que se halla mejor que .en las criaturas» (13).

Recordemos la importancia tan enorme que tiene en la evolución espi­ritual y doctrinal de la Santa, la experiencia de la presencia natural de Dios en el alma, para cuya confirmación acudió por cierto a uno, que resulto ser medio letrado, y la engolfó en un mar de incertidumbres e' inquietudes sobre la legitimidad de sus experiencias (preocupación fun­damental de la Santa) al negarle que fuera doctrina católica que Dios estuviera en todas las cosas, y por tanto en el alma humana, por esencia, presencia y potencia; inquietud e incertidumbre que se oonvirtió en bo­nanz-a y grandísima alegría, cuando un verdadero letrado le confirmó su experiencia.

E~ta presencia de Dios, natural incluso, pero mirada sobre todo como sobrenatural, es la base de la alegría del Castillo Interior, es decir, es la base de la vida espiritual, y por tanto es la base de la oración, que con ella se identifica. Comenzar a hacer oración es comenzar a entrar en el Castillo, es decir, entrar el alma en sí misma para presentarse al que allí mora y tramar coloquio de amistad con El. Luego la oración es ent1'al' a la presencia de Dios, y entrar cada vez más en la espesura: un proceso de interiorización, que tiene su grado mínimo en el mínimo grado de oración mental. Como proceso de intet'iol'ízación que es, el alma ha de entrar, como primera medida, más allá de sus sentidos externos, incapaces de captar la presencia de Dios, que no· está en ellos, sino en el alma misma; entrar más allá de los sentidos externos es renunciar a la vida de ellos; mortificación-regalo y oración no se compadecen. Por eso la· mortificación es una de ·las bases indispensables para la oración, puestas por la Santa en el Camino de Perfección. A medida que aumenta la mor­tificación, o el no obrar según el sentido, aumentará la actuación de la fe en la oración y en la vida. .

La oración es acercamiento a la presencia de Dios, movimiento hacia el centro mismo del -alma, como morada de Dios y no como yo mismo; sería un movimiento egocentrista. La legítima marcha hacia el centro de mí mismo como morada de Dios, implica el alejamiento de mí mismo, como morada mía propia y centro mío. Es la actuación progresiva de la esperanza, mediante la purificación y olvido de mi modo de pensar y de moverme por mi propia palanca. Por eso, el fundamento de la humildad puesto por la Santa expresamente en el Camino de Perfección para llegar a la. oración perfecta y repetido hasta la saciedad en todas sus obras como el verdadero fundamento del edificio, incluso en las Séptimas Moradas: conocimiento de mí mismo, que me haga olvidar mis reflejos egoístas, y conocimiento de Dios que me haga aceptar los suyos.

La oración es trato de verdadera amistad-amor desinteresado, que se fija únicamente en los deseos del amigo. De ahí el fundamento tercero

(12) Vida, 13, 11. (13) IV Moradas, 3, 3.

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puesto por la Santa en el mismo Camino de Pe1'fección para llegar a la oración perfecta, o lo que es lo mismo, amistad perfecta con Dios: el amor, desplendimiento de los propios quereres. Este amor verdadero o perfecto, que ha de tener su piedra de toque en el amor cristiano, la caridad de unos con otros, preparará cada vez mejor a la actuación de la caridad con Dios, amistad verdadera, en la vida, y viceversa.

La mortificación nos hace entrar más adentro de nuestros sentidos, nos hace poner en presencia de Dios, siquiera sea lejana: fomenta directa­mente la fe.

La humildad nos hace mover hada el resplandor de Dios en el centro del alma mediante el alejamiento de los falsos resplandores de la soberbia de nuestra razón: fomenta la esperanza, que va hacia lo futuro, hacia el cielo del alma, morada de la Trinidad.

El amor verdadero, desinteresado, al prójimo, prepara el abandono de los propios quereres y dispone, por lo tanto, directamente para recibir el querer de Dios: fomenta la virtud teologal de la caridad, amor perfecto, en el trato de amistad con Dios que es la oración; ayuda a purificar y per­feccionar la amistad, que se convierte en un cambio de mutuos quereres.

Así podría entroncarse de algún modo la oración teresiana, como acto de las virtudes teologales, con la formulación más clara y lógica de San Juan de la Cruz y redondear con nuevos matices el proceso de éste.

y no seguimos: hay muchos elementos de ascética en Santa Teresa, pero, como dijimos, no forman el nervio directo, la línea más recta posible de su concepción dentro de su trama, y esa líBea recta, ese esqueleto lo más limpio posible de adherencias, es lo que hemos· querido presentar; endosar a este esqueleto, y endosar orgánicamente otra multitud de temas eficaces en unos Ejercicios teresianos, será tarea más fácil, y el ambiente concreto de la tanda será el más adecuado inspirador de la selección de tales temas.

SANTIAGO DE SAN JOSÉ, OCD Salamanca