estudio: los trabajadores del conocimiento ante la crisis

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Estudio (basado en la realización de 4 focus groups) acerca de la percepción de la crisis entre trabajadores del conocimiento (diseñadores, profesionales de las nuevas tecnologías y del marketing, periodistas, ...)

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Índice

INTRODUCCIÓN: ¿qué es esto? ................................................................................................03

RESUMEN EJECUTIVO ............................................................................................................06 I. LAS TRABAJADORAS DEL CONOCIMIENTO ...........................................................................13 A. El trabajo como autorrealización: ‘aspiracionalidad’ y frustración .................................................15 B. El trabajo cognitivo, un trabajo “flexible y etéreo”. .....................................................................17 C. El emprendedor como modelo ..............................................................................................19 II. LA CRISIS ..........................................................................................................................23 A. El ciclo temporal de la crisis..................................................................................................24 B. La responsabilidad y el origen de la crisis ...............................................................................26 C. La especificidad española ....................................................................................................31 D. Las referencias internacionales ..............................................................................................36 E. La vivencia de la crisis .........................................................................................................37 F. Las consecuencias sociales de la crisis ...................................................................................40 III. LOS ACTORES DE LA CRISIS ...............................................................................................44 A. Los  partidos y los dirigentes políticos. ....................................................................................45 B. Los sindicatos y los sindicalistas ............................................................................................51 C. Patronal, intelectuales, medios de comunicación y  funcionarios .................................................55 IV. LA HUELGA DEL 29S .........................................................................................................60 V. EL FANTASMA DE LA CULPA ...............................................................................................72 VI.LAS SALIDAS A LA CRISIS ..................................................................................................78 A. La dificultad para hablar sobre el futuro y la asunción del ciclo económico ..................................79 B. Las salidas de la resignación: individualización y mercado .........................................................80 C.      Las salidas desde el cambio: los modelos alternativos .........................................................82 VII. POSIBLES LINEAS DE TRABAJO ........................................................................................87 Addenda: Sobre el movimiento #15M .......................................................................................92

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La crisis según los trabajadores del conocimiento

Introducción: ¿Qué es esto?

El informe de resultados de un proyecto de investigación destinado a conocer la percep-ción, es decir, los discursos de los trabajadores del conocimiento en relación a “la crisis”. Hemos partido del supuesto de que los trabajadores del conocimiento, como trabajadores de la producción y la distribución de signos, tendrán/tienen un rol particularmente im-portante en la definición social de “la crisis”, de sus orígenes, de los actores implicados y de las posibles salidas, y esto es así en la medida en que dichos trabajadores tienen una mayor capacidad (que los trabajadores de otros sectores) para poner en circulación sus discursos. Hay que señalar que su discurso es, al menos en buena parte, el que nutre de valores y perspectivas el discurso de los medios de comunicación (ya que las trabajadoras cognitivas son las que trabajan en ellos), y por tanto, tiende a tener más eco e influencia.

Además de este motivo de orden teórico, había otro de orden práctico para la elección de los trabajadores del conocimiento como objeto de esta investigación: quienes la hemos realizado también lo somos, de tal forma que esta proximidad “natural” facilitaba algo la tarea de “reclutamiento” de los informantes que finalmente participaron en la investiga-ción.

De forma operativa, hemos entendido por “trabajadores del conocimiento” aquellos tra-bajadores cuya tarea esencial es la distribución de información y la producción de signos. Así, han participado en el estudio editores, periodistas y otros colaboradores con medios de comunicación, diseñadores de interiores, profesionales de la publicidad, el marketing y la comunicación, guionistas, trabajadores del sector de Internet (diseño gráfico, desarrollo web, agencias de marketing online…), profesionales de las artes escénicas, del ámbito de la divulgación científica, del sector de la moda, arquitectos…

De este modo, el presente informe se basa en la realización de:

• Cuatro grupos de discusión con 5-8 participantes en cada uno. Los informan-tes tenían entre 27 y 40 años y eran licenciados universitarios. Se ha diferen-ciando entre dos perfiles:

o Lo que hemos dado en llamar “estables”: además de pertenecer a los sec-tores arriba indicados, tenían ingresos anuales superiores a 25.000€ brutos y contratos indefinidos o, en el caso de los autónomos, ese mismo nivel de ingresos y una línea regular de trabajo.

o Lo que hemos dado en llamar “precarios”: tenían ingresos anuales inferio-res a 25.000€ brutos y contratos temporales (de duración determinada, en prácticas, como becarios, etc.) o, en el caso de los autónomos, ese mismo nivel de ingresos y una línea irregular de trabajo. En ambos casos (autóno-mos y asalariados) se aceptaba que hubiesen desarrollado temporalmente trabajos no cualificados (fuera del sector del “conocimiento”).

Debido a limitaciones de los recursos disponibles, y también a la expectativa

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Introducción: ¿Qué es esto?

de encontrar elementos transversales, no ha sido tenido en cuenta como va-riable en el diseño de la muestra el posicionamiento político (“ideológico”) de los informantes, de tal forma que los grupos de discusión han resultado inter-namente heterogéneos desde este punto de vista. Y, como veíamos, tampoco hemos distinguido entre trabajadores por cuenta propia y cuenta ajena en el diseño de la muestra.

Se han realizado dos grupos de discusión con cada uno de los perfiles. Los grupos fueron de aproximadamente dos horas de duración cada uno y tuvie-ron lugar en Madrid en los meses de octubre y noviembre de 2010.

¿Quiénes somos?

Un grupo de profesionales de la investigación social y de mercados: Fernando Díez, Miguel Gomis, Felipe Romero y Laura Vázquez. La maquetación el presente documen-to ha corrido a cargo de Jorge Correa y Javier Peña. Puedes contactar con nosotros en: [email protected]

El documento se distribuye bajo una licencia Creative Commons Reconocimiento (by)

¿Y para qué lo hacemos?

Por simplificar, diremos que partimos de una perspectiva de izquierda transformadora: nuestra intención es conocer en profundidad la narración y conceptualización de “la cri-sis” por parte de aquellos que tienen capacidad para generar discurso social. ¿Pueden los resultados de este estudio ayudarnos (a esa izquierda transformadora) a intervenir de forma más certera sobre la realidad de la crisis? ¿Puede ayudarnos a elaborar discursos con mayor capacidad de circulación? Con esta intención, en el último epígrafe (“líneas de trabajo”) se presentan algunas sugerencias dirigidas a los diferentes actores de este ámbito de la izquierda transformadora. Quizás dos aclaraciones resulten relevantes:

• El proyecto se ha desarrollado de forma autónoma de cualquier organización.

• Puesto que todo informe de resultados en investigación social (o de merca-dos) está atravesado de la subjetividad de los analistas, su pertinencia reside no tanto en una pretendida objetividad (anhelada, pero inviable) como en el hecho de ser capaz de decir cosas relevantes, significativas: esperamos haberlo conseguido.

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Y una última aclaración con respecto al uso del género en el lenguaje empleado a lo largo del presente informe: para combatir la invisibilidad a la que las nor-mas del lenguaje condenan a las mujeres (100 mujeres y un hombre son ellos), en unas partes del documento se utiliza el género masculino como genérico inclusivo mientras que en otras partes se utiliza el género femenino también como genérico inclusivo, de tal forma que cuando decimos “las trabajadoras del conocimiento” o “las informantes” o “las autónomas” estamos queriendo incluir a hombres y mu-jeres.

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Resumen ejecutivo

Resumen ejecutivo

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La crisis según los trabajadores del conocimiento

Resumen ejecutivo

1. Los trabajadores del conocimiento

Aunque el objetivo del presente proyecto no sea un análisis detallado de la naturaleza de la relación de los trabajadores del conocimiento con el trabajo asalariado, sí resulta de inte-rés destacar algunos rasgos que afectarán al modo en que éstos viven, interpretan y toman posición en relación a la crisis.

• El trabajo (“trabajar de lo mío”) aparece como vía central hacia la autorrealización personal: por tanto, también, no obtener el trabajo deseado es fuente de profunda frustración.

• El trabajo cognitivo se dibuja como un trabajo “flexible y etéreo”, dónde se difumina la frontera entre lo personal y profesional, en el que se exige y se valora como paradigma la creatividad, y en el que Internet aparece como el hábitat natural.

• Cristaliza la figura del “emprendedor” como modelo. No sólo es una salida transitoria a la crisis sino que se constituye como un modelo “ético” deseable, a nivel individual y social, y que se contrapone (riesgo, esfuerzo, incertidumbre) a la figura que aparece como el anti-héroe por excelencia: el funcionario.

2. La crisis

• La crisis financiera se configura como el epicentro de la crisis pero el contexto previo de consumo desenfrenado (apoyado en un crédito fácil) hace que la “culpa” de la crisis se socialice: “todos hemos sido culpables por vivir por encima de nuestras posibilidades”

• Lo político es el gran ausente: ausente por impotente a la hora de jugar un papel distinto al de canalizar la conversión de la crisis financiera en crisis social.

• La crisis ahonda la flexibilidad laboral y vital, empeora las condiciones laborales e incrementa la sensación de inseguridad.

• Los “estables” vivencian la crisis desde el temor (aunque un temor muy vinculado al impacto en el consumo), los “precarios” desde el desánimo (la crisis acentúa el malestar ante una trayectoria profesional insatisfactoria).

• La especificidad española: aunque el origen de la crisis pueda ser internacional, de inmediato se aterriza en la especificidad española, donde la burbuja inmobiliaria y la sensación de “vivir por encima de nuestras posibilidades” surgen con particular

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Resumen ejecutivo

fuerza. Hay un enorme distanciamiento con “lo español”, una enorme desconfianza en la sociedad española, en sus actores públicos, pero también en el conjunto de la ciudadanía.

• La emigración se configura como una opción plausible, disponible y deseable, en particular para los precarios.

III. Los actores de la crisis

• Los partidos y los dirigentes políticos

o Los actores políticos aparecen en el discurso sobre la crisis de forma tardía. Cuando se mencionan, se desarrolla un discurso enormemente consistente y crítico, caracterizado por:

La indiferenciación de la clase política: “todos son iguales”, no en el sentido de la ausencia de diferencias ideológicas sino en el de que comparten un mismo interés, el propio, alejado del de la ciudadanía, agravado por su ineptitud, despilfarro y corrupción.

La percepción de la política como pura puesta en escena, más que como toma de decisiones sustantivas.

Un marco mental claramente delimitado, el bipartidismo, sin apenas referencias a otras alternativas. Este bipartidismo y la sensación de que los dos grandes partidos se parecen mucho entre sí, al menos en lo que a políticas económicas se refiere, delimita un escenario político construido sobre lo previsible; aunque con elementos criticables, resulta “conocido” y genera un marco de inteligibilidad y seguridad. Las opciones políticas minoritarias representarían el disenso, la salida de este marco seguro y previsible.

o Solo entre los perfiles situados más a la izquierda (que con frecuencia comparten también lo indicado con anterioridad) se incide en el carácter injusto de las iniciativas de recorte y la incapacidad de “la política” para operar de forma autónoma respecto a la “economía”.

• Sindicatos y sindicalistas: los sindicatos sólo aparecen al hilo de la huelga, es la huelga la que les hace “aterrizar” en la narración; su presencia en los momentos previos al conflicto es ignorada/invisible. De forma dominante, el acercamiento a los sindicatos se realiza desde la desconfianza, lo que termina por eclipsar cualquier otra consideración. Este discurso tiene varias vertientes (que con frecuencia también se reproducen desde la izquierda):

o Los sindicatos no representan realmente a los trabajadores.

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o De forma más concreta, los sindicalistas como depositarios de privilegios (con frecuencia, sin haber tenido experiencia directa con sindicalistas).

o De manera más débil, un problema en la comunicación de sus mensajes y propuestas.

o Solo desde algunos informantes situados a la izquierda se rescata la figura de los sindicatos, pero más como depositarios de una tradición histórica que por su práctica actual.

• Patronal: las referencias a la patronal no pasan de lo anecdótico (menciones a Gerardo Díaz Ferrán). Sin embargo, es ilustrativo que en contraste con los sindicatos se le atribuye coherencia y honestidad: juegan el rol (defensa de los intereses de los empresarios) que se espera de ellos.

IV. La Huelga del 29S

• De forma general, tanto entre quienes no secundaron la huelga como entre quienes sí lo hicieron, las maneras de referirse a ella son altamente negativas e incluso peyorativas (tomadura de pelo, paripé, cubrir el expediente, sin perspectiva, pitorreo,..).

o Quienes sí secundaron la huelga son muy críticas con los sindicatos y con las maneras y sobre todo los tiempos de la convocatoria. Sin embargo, la apoyan a pesar de todo, “por encima” de los sindicatos, convirtiéndola en un momento y una oportunidad de posicionamiento y explicitación de sus convicciones políticas, más que confiando en forzar la rectificación de la reforma laboral, objetivo que no se considera realista.

o Por su parte, quienes no fueron a la huelga aducen una mezcla heterogénea de motivos y explicaciones de diferentes órdenes, que se solapan entre sí dando lugar a menudo a discursos contradictorios (cabe señalar también que algunos de estos discursos son compartidos también por los perfiles más afines a la huelga y que, de hecho, la secundaron, aún a pesar de estos discursos):

críticas “formales” hacia la convocatoria (esencialmente, inadecuación del momento y convocatoria “obligada”).

con considerable fuerza, el miedo explícito a la pérdida del puesto de trabajo u otras represalias laborales.

la consideración de la huelga como algo ineficaz, en un doble sentido:

• la ausencia de referencias de éxito como consecuencia de movilizaciones colectivas

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Resumen ejecutivo

• el trabajo inmaterial/del conocimiento no “puede” hacer huelga, o al menos el dispositivo convencional de la huelga como “parálisis de la producción” no aplica.

la pérdida de dinero que suponía ir a la huelga.

• En todo caso:

o Emerge un discurso de admiración y respeto ante experiencias de conflicto llevadas adelante con decisión y valentía (Metro de Madrid, Francia)

o Aunque la huelga se describa como inadecuada, ineficaz, mal planteada, desarrollada por actores que no generan identificación, etc. parece existir en última instancia un reconocimiento de la legitimidad de la movilización (incluso entre aquellos que no la secundaron) entendida como una visibilización explícita de un malestar ético de fondo ante la crisis, su origen y sus consecuencias.

V. El fantasma de la culpa

• Un cierto sentimiento o sensación de culpa sobrevuela todo el discurso producido, culpa que aparecería en varios niveles: por “ser español”, por la clase política que tenemos, por los orígenes de la crisis (con el consumo del que todos hemos participado), por “no hacer nada” contra el desarrollo de los acontecimientos políticos e incluso por no haber participado activamente en la huelga. Una culpa que desemboca en la sensación de que “tenemos lo que nos merecemos”.

• Como en el caso del catecismo católico, resulta prácticamente imposible evitar la culpa ya que es imposible no pecar, puesto que se peca de obra (haber vivido por encima de nuestras posibilidades); se peca de pensamiento (haber deseado vivir por encima de nuestras posibilidades, aunque no se haya logrado, como en el caso de las precarias); se peca de palabra (votando a los políticos -que a la vez rechazamos-, que es la forma de expresarnos por antonomasia en democracia); y se peca de omisión (no haber hecho nada contra las medidas injustas, o incluso por haber dejado de consumir)…

VI. Las salidas a la crisis

• El debate sobre la salida a la crisis no se articula alrededor de una reclamación de cambio sino desde la resignación y el escepticismo sobre la posibilidad del mismo. Diferentes elementos dificultan la formulación de “salidas”: por un lado, no se vislumbra un modelo alternativo al que nos ha llevado a la crisis (no los ha habido hasta el momento y ya no se espera que aparezcan). Por otro lado, la interiorización de “la culpa” de la crisis, que bloquea el pensamiento en tanto que hace nos

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merecedores del “castigo” actual y genera una actitud de pasividad. Y, además, se produce una cierta identificación de la salida de la crisis con la situación previa a la misma: se considera que la salida es volver a la situación económica boyante anterior, que ahora se antoja como irreal.

• Así, las salidas “realistas” a la crisis, las que se espera que ocurran, parecen profundizar en la dinámica de individualización y de “mercado”, y ello a varios niveles:

o Salidas individuales: dimensión sobre la que más hablan las informantes. De manera general, domina la idea de que es uno mismo, a nivel individual, el que debe buscar sus propias soluciones para la crisis. Se dan en varias dimensiones: la recuperación anímica (el exigirse optimismo como primer paso), la emigración, la formación como inversión y la creación de empresas.

o Salidas económicas/empresariales: desarrollo de nuevos sectores económicos y empresas (aunque con escasa certeza, concreción y expectativas, ya que se considera que España no dispone de un sector servicios innovador) y la formación de la fuerza de trabajo dentro de las empresas.

o Salidas “políticas”: sólo en tanto que remiten a políticas de crecimiento económico y mejoras de la competitividad de los sujetos como fuerza de trabajo (I+D, apoyo a sectores emergentes y a PyMEs…).

o Es decir, todas ellas, salidas y soluciones que pasan por realizar lo que se espera dentro del momento de crisis del ciclo del modelo económico: actualización y modernización que pasa por dar un peso fundamental a los aspectos individuales, actitudinales y de formación de la fuerza de trabajo. Del modelo, sólo se piensa en la “depuración” (en términos de mercado) de los sectores en crisis, es decir, el sector inmobiliario y, en segundo término, el turismo. Así, las expectativas en relación a “lo esperable” no pasan en ningún caso por un cambio de modelo.

• Como se ha dicho, las posibles salidas “alternativas” aparecen con debilidad. Se enuncian en cuatro sentidos:

o El planteamiento cuestionador global del modelo: presente entre aquellos que piensan en un cambio general de modelo económico que evite reproducir los mecanismos que nos llevaron a la situación actual. Si bien cuando se formula los restantes informantes parecen estar de acuerdo con esta crítica, no genera adhesiones claras, dado el discurso dominante de culpa y resignación.

o El planteamiento de cambio de valores: viene a sugerir un cambio de valores como solución, el establecimiento de vínculos sociales más fuertes, menos individualistas, menos orientados al consumo, más que un cambio global. Suele despertar empatía y cierta “deseabilidad social”, pero mantiene dificultades para articular propuestas concretas.

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o El planteamiento autogestionario: se presenta como el modelo con mayor concreción, vinculado a alternativas colectivas frente a los modos de producción y consumo dominantes, donde se une la autogestión, la pequeña producción con el comercio electrónico y los mercados digitales para pequeñas empresas... Se trata de mantener un vínculo ambiguo con el “sistema”, de convivencia desde un modelo minoritario, sin integración o identificación con el mayoritario, sino más crítico, y apostando por pequeñas soluciones colectivas. No pretende tanto cambiar el modelo como encontrar dentro de él un espacio propio. Despierta cierto interés pero, para la mayoría, resulta algo lejano.

o El planteamiento individualista extremo: emerge puntualmente un discurso individualista extremo: se hacen referencias a “soluciones individuales” frente al modelo dominante pero bajo la expectativa de generar mejores resultados bajo los criterios del modelo actual. Vendrían a señalar que una nueva “vuelta de tuerca” individualista, distanciada de las grandes instituciones, puede ser la mejor solución en los propios términos del modelo actual.

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Las trabajadoras del conocimiento

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I. Las trabajadoras del conocimiento

I. Las trabajadoras del conocimiento

Como avanzábamos, la elección de las trabajadoras del conocimiento como sujeto central de esta investigación ha tenido tanto motivos prácticos (están más próximas a quienes la hemos realizado, lo que facilitaba su reclutamiento de cara a la realización de los grupos de discusión) como motivos teóricos (su papel parece particularmente relevante en la puesta en circulación de los discursos sociales en general y sobre la crisis en particular).

Aunque no es objetivo de esta investigación hacer un análisis en profundad de esta catego-ría de trabajadoras ni del concepto de “trabajo cognitivo” (“inmaterial”, “del conocimien-to”…), sí resulta conveniente hacer algunos apuntes en torno a ciertos rasgos que parecen específicos de estas trabajadoras y que nos ayudarán a entender el resto de su discurso, analizado a lo largo del presente informe. Estos rasgos específicos tienen que ver con:

• El trabajo como autorrealización: ‘aspiracionalidad’ y frustración en las trayectorias vitales.

• El trabajo cognitivo como un trabajo “flexible y etéreo”.

• La cristalización de la figura del “emprendedor” como modelo.

A. El trabajo como autorrealización: ‘aspiracionalidad’ y frustración

Para las trabajadoras del conocimiento el trabajo asalariado no es, o no es sólo ni princi-palmente, supervivencia ni salario, ni mucho menos una “maldición divina”. Bien al con-trario, a la relación con el trabajo se asocian valores como autorrealización personal, vocación y proyecto. Así, “trabajar de lo mío” se convierte en una expresión frecuente y en una aspiración generalizada.

Además, las profesiones de nuestras informantes (periodismo y colaboraciones con medios y editoriales, marketing, publicidad y comunicación, arquitectura de interiores, desarrollo web, mundo de Internet en general, guionismo, teatro, moda, diseño gráfico, divulgación científica…) proporcionan estatus social (al menos, en términos de capital cultural y de reconocimiento social), al ser trabajos altamente cualificados y creativos y/o intelectuales (en el sentido de no manuales).

En buena parte de los casos, esta condición se construye con claridad en relación a la gene-ración anterior, la de los padres (y se trata de una diferencia no sólo material sino también, y quizás sobre todo, simbólica):

“Mi padre es un obrero de toda la vida de Dios (…)”.

“Mi padre era un señor sacrificado que se iba al alba a trabajar y

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venía por la noche, y era el que traía el pan a casa (…)”

Así, independientemente de cuál sea la respuesta final ante la pregunta que se hacen las informantes sobre si viven mejor o peor que la generación de sus padres (debate que se aborda frecuentemente y sobre el que no hay consenso), lo que resulta claro es la diferen-cia profunda en los estilos de vida y en las expectativas de dichas generaciones precedentes y las suyas propias:

“(…) O sea, nosotros vivimos muy bien, porque viajamos mucho, tenemos buena formación,pero muy poca gente ahora mismo con 25 años puede acceder una vivienda, y mis padres lo hicieron”.

En este sentido, las trabajadoras del conocimiento, ya sean “estables” o “precarias”, de dere-chas o de izquierdas, comparten una actitud vital que podría calificarse como aspiracional, que alberga altas expectativas profesionales, personales y sociales, pero no tanto en tér-minos de un estatus socioeconómico concreto sino de obtener capital cultural y simbólico y autorrealización personal a través del trabajo.

Pero es aquí donde se terminan las coincidencias entre los dos perfiles considerados, “es-tables” y “precarias”. Porque estas expectativas de promoción social ascendente, por un lado, y de autorrealización en el trabajo, por otro, se han visto satisfechas en el caso de las primeras mientras que no ha sido así en el de las segundas:

o En el discurso de las estables no aparecen quejas en relación a su trayectoria y a su situación socio-económica (o laboral, podríamos decir). Cabe suponer, pues, que sus expectativas (vitales) en relación al trabajo se habrían visto satisfechas, al menos razonablemente. Como veremos más adelante, en relación al impacto de la actual “crisis” en sus vidas, las estables describen cambios y ajustes en sus niveles de consumo y tipos de ocio y hablan de un cierto “temor” (de carácter difuso), pero no hay ruptura ni frustración de sus trayectorias vitales.

“La gente ha bajado un escalón en el ocio y en todo, si antes ibas a la montaña pues ahora te quedas aquí, vas a sitios que cuestan la mitad que antes”

“Ahora estamos todos acojonados y no consumimos nada”

o Sin embargo, entre las precarias, el carácter de la queja es de otra naturaleza, pues remite a la frustración de las mencionadas aspiraciones en términos de estatus social y de trayectoria vital. El siguiente fragmento ilustra varios as-pectos de esta problemática: cómo se acepta una situación laboral fuertemen-te precarizada a cambio de un (esperado) futuro mejor; cómo, aún a pesar de que el informante es crítico con esta situación, aparece en él la autoexigencia de flexibilizarse aún más; y cómo lo que está en juego es mucho más que un puesto de trabajo; es un “objetivo vital”:

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“Hay una serie de ciertas cosas que no hay que bajar. Yo reco-nozco que en mi caso [con 35 años y un máster], trabajar de becario a media jornada, aunque era un retroceso, significaba trabajar en un medio potente, a lo mejor, grupo PRISA y tal, aún haciendo una serie de labores que yo sé que podría hacer en otro sitio, a lo mejor en un medio regional, pero el caso es que en medios regionales…. Bueno, igual si me hubiese surgido la oca-sión, igual me hubiese ido de Madrid… Lo que sí yo creo que hay que plantearse dentro de la crisis, o sea, dentro de una tasa de desempleo brutal, es la movilidad, en el sentido de que quizá nos habíamos acomodado, amodorrado demasiado y lo que no hay que perder es: “sí, yo me reduzco hasta aquí, sí, pero hasta cierto punto, o sea, lo que no voy a dejar es que saques el látigo”. O sea, una cosa es que por trabajar cuatro horas una temporada me va a merecer la pena hacer este trabajo pero esto no es mi objetivo vital, quiero decir, es algo temporal. Lo tienes que utilizar como una plataforma o un trampolín, no sé, de alguna manera….”

Los ejemplos de esta expectativa incumplida, de estos objetivos vitales siempre en estado de promesa son numerosos entre las precarias:

(A) “Estudié arquitectura de interiores y ahora mismo estoy en paro. He estado trabajando en eso en Madrid y fuera, en París, y luego he estado trabajando en otras cosas, en Correos, porque como no encontraba absolutamente nada de lo mío, pues me metí en Correos… [Tono de mucho desagrado]”

(B)”Me llamo XXX, tengo 27 años, de Vigo, estudié arquitectura de interiores, también estuve trabajando en París y ahora en el paro, porque en arquitectura… pues muy mal, aquí en España. Y nada, pero muy contento [ironía, risas].

En consonancia con esta frustración de expectativas, la universidad, adquiere una enorme presencia en el discurso de las precarias (no así en el de las estables, donde apenas se men-ciona). Aparece como fuente primordial de todas las “promesas incumplidas”:

“Todos nos creíamos los reyes del mambo, todos o casi todos pro-cedemos de una generación donde nuestros padres no pudieron estudiar una carrera, y nos metieron, y nos metieron en la cabeza que si la estudiábamos seríamos los reyes del mambo y no somos los jodidos reyes del mambo (…)”

“Y los filósofos camareros están a la orden del día y los periodis-tas porteros de discoteca están a la orden del día. Lo que pasa es que nos cuesta un poquito asumirlo y si no hay una movilización real es por desconfianza hacia los demás y por el estado de shock en el que estamos todavía de “ahí va!”.

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Así, la universidad no habría cumplido la función que se le atribuía de manera indiscuti-da: garantizar la promoción social ascendente.

En este mismo sentido de las expectativas vitales y laborales frustradas, ha resultado signi-ficativo el hecho de que las estables señalan de manera explícita el tener o no tener empleo como el factor determinante de cara a la vivencia de la actual crisis…

- “(…) en España es una crisis fundamentalmente de empleo. Es decir, si pierdes el empleo estás en crisis”

- “Sí, sí, estás en crisis”

- “Y en una crisis terrible. Si conservas el empleo…”

- “No estás en una crisis”

- “Puedes tener problemas, pero es otra, es otra cosa. Entonces se establece una brecha absoluta (…)”.

… mientras que en el discurso de las precarias, por el contrario, el trabajo (el empleo) no adquiere esta condición de límite o frontera (de “brecha”): la crisis para ellas tiene poco que ver con “tener” o “no tener” trabajo, precisamente porque la relación que mantienen habitualmente con éste es de por sí intermitente, frágil, cambiante (volveremos sobre esta idea más adelante).

B. El trabajo cognitivo, un trabajo “flexible y etéreo”.

En relación a la naturaleza del trabajo que desempeñan las trabajadoras del conocimiento, las informantes (tanto estables como precarias) conceptualizan el (o al menos su) trabajo como, por un lado, algo que está absolutamente mezclado con su vida personal (“es que mi vida está tan mezclada con mi trabajo”) y con sus relaciones personales y, por otro, como un “impulso” que nace o debe nacer de ellas mismas, impulso que es fundamentalmente creativo, imaginativo. En este sentido, la práctica o la promesa del trabajo “cognitivo” en-garza con la aspiración de autorrealización a través del trabajo señalada con anterioridad.

De esta forma, las informantes diferencian en su discurso (a veces de forma sólo tácita pero no por ello menos clara) entre su trabajo y el trabajo inscrito en la concepción “for-dista tradicional”, según la cual el trabajo sería una actividad que se realiza por definición a cambio de un salario, que no constituye la “intimidad” del sujeto sino, bien al contrario, la “exterioridad del mundo”, en la que el sujeto no desarrolla su iniciativa y su personalidad sino que desempeña tareas encomendadas...

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I. Las trabajadoras del conocimiento

Así, entre el “cognitariado”, su relación con el trabajo se encuentra muy alejada de los pa-rámetros con los que se ha concebido e incluso medido el trabajo tradicionalmente. Por ejemplo, el concepto -tan central en el pasado- de jornada laboral:

“Y luego además hay una falta de cultura empresarial brutal en este país, que va desde la estructura más grande hasta la más pequeña. O sea, desde el concepto éste de comprar tu tiempo. Porque yo se supone que tengo un trabajo creativo y tengo que entrar a las 9 y marcharme a las 7 de la tarde. Y se supone que tengo que ser creativo y crear ideas. Tú me dirás durante ocho horas seguidas quien puede estar generando ideas, tú me dirás! “

Por otra parte, la flexibilidad temporal, los desplazamientos, la indiferenciación de lo per-sonal y lo laboral (trabajo de fin de semana),… quedan ilustrados en el siguiente verbatim, que señala una trayectoria profesional que finalmente “culmina” en la categoría “autóno-ma”, que se traduce de forma casi textual en “libertad”:

“Cuento un poco mi caso… Viví un momento de euforia y ahora estoy en un momento que debería ser pésimo pero no lo es... Os cuento: yo antes trabajaba en una empresa de moda de lujo, muy potente, internacional… Yo tenía el típico trabajo que viajaba en bussiness, hotelazos… O sea, una cosa obscena. O sea, una cosa maravillosa pero... Dios mío… Como si  toda tu vida hubie-ra pasado de turista a bussiness, entera, ¿sabes? Entonces, una temporada... Obviamente tú sabes que eso, bueno, es como un amor de verano: vamos a disfrutarlo.  Y efectivamente, eso terminó. Yo mante-nía digamos un trabajo de fin de semana, yo escribía los fines de semana, etc, etc. Entonces me despidieron de esta empresa, súper de buen rollo porque de hecho sigo trabajando para ellos. Y al día siguiente… bueno, moví ciertas cosas, ya empecé, en teoría de forma muy precaria. Porque yo pasé de tener súper sueldo, súper estatus, súper todo a…. a hacerme autónoma. O sea, de un día para otro. O sea, no tuve ni vacaciones… casi. Pasé a hacerme autónoma, que era el suicidio más grande, dedicarme a escribir y a hacerme autónoma! Me decían: ‘¿vas a buscar tra-bajo?’ Dije; ‘no, no’  O sea, ni muerta. Yo quiero el típico rollo de gestionar mi tiempo y bla y ser libre”

Como se puede intuir, esta concepción y vivencia del trabajo resultan distantes, cuando no refractarias, a las interpelaciones clásicas de las organizaciones de clase, como una convocatoria de huelga (que pretende “parar la producción”) o a las acciones colectivas en general (entre otras cosas, debido a que la creatividad, y en general su desempeño coti-diano, es vivido como un proceso individualizado). Volveremos sobre este punto cuando

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abordemos la vivencia de la huelga del 29S.

Por otro lado, los siguientes dos verbatims nos ponen sobre la pista del modo en que esta concepción y vivencia tienen en las nuevas tecnologías y en Internet su herramienta y su hábitat por excelencia; de que se trata a menudo un trabajo “intangible”; y de que puede y hasta debe hacerse gratis (al menos en un primer momento).

(A) “Hay una filosofía del tema online que es muy, muy”

(B) “Muy democrática”

(C) “Y filosófica, como que antes de ser ingeniero, médico, pu-blicista, periodista, eres persona, hay que dar para recibir, hay que dar primero gratis y ya recibiré, hay que sembrar aunque sea para tener amigos en Facebook, y ya veremos cómo me sirve, cómo me repercuten estas amistades, este networking, pero está claro que hay esa filosofía y por eso a Google le fue tan bien, porque no tenía un plan de negocio hasta cinco años después de crearse; cinco años después era la empresa más grande del mun-do, y le fue tan bien porque empezó dando cosas free, gratis. Yo creo en esa filosofía también. Uno de mis proyectos va por ahí, por dar cosas gratis, ya veré por dónde gano dinero, ya veré. De momento lo hago gratis, servicios gratis, porque creo que tarde o temprano recibiré”

“Yo, si estamos hablando cada uno desde su profesión, pues mira, qué puedo hacer, estoy escribiendo para muchos sitios gratis, para webs que están saliendo, para gente que está haciendo cosas Gratis de verdad, no porque el amo no nos pague (risas). Gente que está montando cosas, y: “tío, que no tenemos un duro, que nos viene guay que hables aquí de cine, de lo que sea”. E ir como creando allí, porque estamos en un sector que es muy etéreo, es el teatro, es la creatividad…”

C. El emprendedor como modelo

El discurso de las trabajadoras del conocimiento hace emerger, de forma constante en todos los grupos y con una considerable fuerza, la figura de “el emprendedor”, de manera común a todos los posicionamientos políticos (de derechas y de izquierdas) y tanto entre estables como entre precarias.

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I. Las trabajadoras del conocimiento

Por un lado, el emprendedor aparece como una respuesta adaptativa ante una situación económica adversa (la crisis). Si el trabajo por cuenta ajena está resultando escaso y difícilmente accesible, se recurre al trabajo por cuenta propia como mecanismo de super-vivencia ante la escasez de recursos y opciones en el mundo de la empresa.

“A mí lo que hizo esta chica me pareció fantástico porque, inde-pendientemente de lo que esté pasando políticamente o lo que sea, ella [después de que la despidieran] vio una realidad, se adaptó, se modificó, se hizo autónomo y empezó a funcionar. Se sacrificó, sobre todo, muchísimo, porque tiene que enviar facturas (…)”

Sin embargo, lo que comienza citándose como un recurso adaptativo ante la incapacidad de encontrar un espacio medianamente satisfactorio en el mundo del trabajo asalariado, termina por desembocar con enorme intensidad en una exaltación del modelo mismo, que pasa a convertirse en una ética, en un “deber ser”: el emprendedor parece condensar de forma paradigmática todos los valores que rodean al trabajo cognitivo, algunos de los cuales ya han sido mencionados: creatividad, iniciativa personal, autorrealización, voca-ción, independencia, continuidad vida-trabajo, flexibilidad…

El concepto “emprendedor” ofrece la promesa de un trabajo personalizado, “customiza-do”, artesanal y moderno al mismo tiempo, adaptado a las metas profesionales de cada microética personal o estilo de vida y donde semejante iniciativa personal se vería amplia-mente reconocida desde un punto de vista social y simbólico. De hecho, el término “em-prendedor”, que tiene todas estas connotaciones, es utilizado con mucha mayor frecuencia que el de “autónomo”. Con menor intensidad, el término “freelance” parece verse también envuelto de este halo de positividad, de forma que es utilizado de forma recurrente para la autodescripción por precarios que no logran generar ingresos suficientes para pagar la cuota de autónomos.

En este mismo sentido, las PyMEs aparecen también como referencias altamente desea-bles (como veremos, las escasas ayudas a las mismas se consideran todo el tiempo uno de los principales problemas estructurales de España): las PyMEs aparecen como el “refugio” del emprendedor, como su hábitat de desarrollo natural; representan aquella estructura material y humana en la que pueden desarrollarse los valores mencionados (y no las “grandes empresas”, cuya estructura jerárquica, a menudo no meritocrática, de relaciones frías e impersonales, no sería favorable a este desarrollo).

Llama la atención cómo este discurso (sostenido, como decíamos, tanto desde la derecha como desde la izquierda) es enormemente distante al que históricamente se ha mantenido desde la clase obrera industrial, para la que trabajar en una gran empresa es siempre mu-cho mejor que trabajar en empresas pequeñas o talleres, en la medida en que se espera que los sueldos y condiciones laborales sean mejores cuanto mayor es la empresa.

“Y creo que para los sindicatos sería un cambio de discurso im-portante empezar a fijarse en las empresas que de verdad crean un tejido social y productivo en un país, que son las empresas pequeñas y medianas; son las que al final soportan los países.

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La crisis según los trabajadores del conocimiento

Porque las grandes multinacionales no soportan los países (…)”

Además, el discurso alrededor del emprendedor se asocia a una serie de valores individua-listas que de forma implícita plantean un distanciamiento, cuando no un abierto enfren-tamiento, con el universo de lo público (con el funcionario como “anti-héroe”). Veamos:

• Un modelo individualista: el emprendedor y las PYMEs, erigidos así como modelos, son los ejes de un discurso que se sustenta en valores individualistas. La iniciativa y las soluciones particulares se dibujan con frecuencia como la receta para “salir de la crisis”, y más aún, para organizar el trabajo y la sociedad en general. El discurso sobre “el emprendedor” se articula sobre valores como individualidad e independencia con respecto al “cuerpo social”, lo que en ocasiones se hace explícito (sobre todo entre autónomos y estables):

“Yo no entro en política, cada uno tiene que ver sus cosas y bus-car sus maneras de sobrevivir”

“Claro que tiene consecuencias [las actuaciones de los poderes públicos], ¿pero tú como solucionas tu propia crisis? Individual-mente tienes que mirar las maneras de…

(A)“Es que yo creo que si no nos movilizamos como sociedad estamos perdidos”

(B) “Pero lo que pase alrededor, si te suben los impuestos…. Yo paso mucho de todo lo que pasa alrededor o de la gente, compañe-ros míos del mismo gremio, que son muy pesimistas, y lo que hay que mirar es cómo, individualmente, uno buscarse las canicas”

• El conflicto con lo público: si “el emprendedor” y la PyME representan una ética y una estética radicalmente individualistas, en pos de un reconocimiento de ser quienes “de verdad” sostienen el sistema, tanto por su sacrificio (inseguridad laboral, impuestos, esfuerzo de gestión…) como por su iniciativa creativa; si esto es así, decíamos, termina por producirse un choque, más o menos latente o evidente según los casos, con ‘lo público’ como modelo.

“Lo que no puede ser es que en este país haya la cantidad de funcionarios que hay, que no se fomente el tema de autónomos. O sea, yo no puedo cotizar en autónomos con las colaboracio-nes que tengo. O sea, hay meses que… o sea, ¿qué pago, enton-ces? ¿Lo que genere lo pago en autónomos? No! Pagas el IRPF y punto. Y si viene Hacienda y te dice: “tienes aquí no sé cuántos pagadores”. Bueno, pues no sé, pues ya veré cómo lo arreglo… esto está my mal montado… y esto, ¿de quién es culpa? Pues de

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I. Las trabajadoras del conocimiento

quien lo ha montado así, te quiero decir… Pero es que no puede ser, es insostenible este sistema. Es insostenible. Y la crisis es una crisis estructural, directamente: demasiados funcionarios. No se fomenta a emprendedores que crean su propia empresa, o sea… ¿qué ayudas hay, realmente?”

Este verbatim (proveniente de un informante posicionado claramente en la izquierda) pone de manifiesto cómo “el funcionario” aparecería como la figura antitética del ‘empren-dedor’, como el reverso de todas sus virtudes, como la categoría sobre la que condensan los valores justamente opuestos al emprendedor: trabajo acomodado y acomodaticio, rutina-rio, poco eficiente, nada creativo, para toda la vida, insertado en una gran estructura... Y también los beneficios del funcionariado (seguridad, trabajo de por vida, mejores condi-ciones laborales….) constituyen el reverso exacto del emprendedor o de la PyME (riesgo, incertidumbre, escasas ayudas…).

Así, el funcionariado (que representa a su vez a lo público en general, al Estado) es denos-tado en la medida en que se sitúa en las antípodas del emprendedor, tanto desde un punto de vista simbólico (estilo de vida) como desde un punto de vista material (condiciones de trabajo). Este discurso se exacerba tanto que, sobre el autónomo, hay toda una serie de creencias, que no se corresponden con la realidad, acerca de su situación dentro del sistema de la Seguridad Social:

“Y pregúntale a los autónomos, que no tienen una puta ayuda, que no tienen paro, que no tienen seguridad social, que no tienen nada...”

Desde la izquierda surge un discurso minoritario que presenta de forma transparente y crítica esta asociación emprendedor-lógica individual, asalariado-lógica colectiva:

“Mi experiencia laboral es distinta a la tuya, tú que eres autó-nomo. Yo soy asalariado y creo que los derechos que yo tengo se han conseguido así, con la negociación colectiva. Lo que dices [que cada cual debe tener iniciativa para solucionar sus propios problemas] tiene todo el sentido del mundo, pero debe haber un equilibrio entre el interés individual y el colectivo”.

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La crisis según los trabajadores del conocimiento

La crisis

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II. La crisis

2. La crisis

En este bloque atenderemos a la conceptualización de la crisis, sus orígenes y consecuen-cias percibidas.

A. El ciclo temporal de la crisis

La secuencia temporal que se construye al analizar la evolución de la crisis establece una descripción con las siguientes fases:

• La pre-crisis: entre los perfiles más identificados con la izquierda se incide en la existencia de indicios indudables de la crisis que estaba por venir en momentos de indicadores macroeconómicos positivos (2004-2005), indicios que eran menospreciados por “catastrofistas”.

(precaria A) “Los bancos prestándose unos a otros, repartiéndose mierda, no sé si los bancos se lo esperaban, pero a los demás nos pilló de sorpresa, esa es la idea con la que me he quedado”.

(precaria B): “de sorpresa,…, permite que discrepe humildemen-te con lo de que pilló de sorpresa. Cuando yo empecé a seguir las movilizaciones de V de Vivienda, las sentadas por Vivienda Digna. Ya en 2004 había gente que iba con globos a las perfor-mance por la Puerta del Sol que decía: “no compréis vivienda, no compréis vivienda. ¿Habéis visto el corralito de Argentina? Os vais a ver con hipoteca y seguramente sin vivienda”. Y en Inter-net recuerdo que se ponía la foto del tío de los globos y decían que era un agorero, que no se qué,..

(estable A ) “Pero la grande es desde el 2008 realmente”

(estable B) “ No estoy de acuerdo, por lo menos desde 2005 2006 se veía venir”

(estable A) “Se veía venir, pero nos ha explotado en la cara”

• La crisis financiera: el epicentro del terremoto. No siempre bien entendida, tiende a ser descrita como de origen internacional en primera instancia, aunque de inmediato se entremezcla con la especificidad española.

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La crisis según los trabajadores del conocimiento

“Que vale, que yo creo que las crisis pueden venir, incluso a lo mejor como algo externo de fuera del propio país, pero si tu siste-ma estructural de base está mal no te vas a poder enfrentar… Al final es como una persona: las cosas te vienen; es cómo te puedas enfrentar a ellas y es evidente que por muy fuerte que tú seas hay cosas que te van a venir que te van a hacer bajar pero si tú tienes una buena base, pues podrás salir más rápido que a lo mejor otra persona que le hunde del todo”

• La crisis social: es el momento presente, resultado de la anterior, cuya vivencia y consecuencias describiremos más adelante. Tiene que ver con el empleo (los altos niveles de desempleo) pero también, en parte, con las acciones de rescate por parte de los poderes públicos, rescate cuyos costes se trasladarían después al ciudadano.

“A mí me parece que hay varias crisis. Está por un lado la crisis financiera, desde hace tres o cuatro años, y por otro la crisis que tenemos ahora, que es el latigazo de la anterior, creo yo... y yo pienso que la crisis que tenemos ahora que es básicamente de empleo, que es la que estamos, digamos, sufriendo más en nues-tras vidas, es causa de haber pagado la anterior... O sea, todos los préstamos que se hicieron a los bancos, o sea todo el salvamento de la banca y de los mercados financieros supuso una deuda para los gobiernos, y ahora precisamente los gobiernos están asumien-do esa deuda y eso lo pagamos los ciudadanos”

Más adelante, en el epígrafe “las salidas de la crisis”, atenderemos a las expectativas sobre la superación de la crisis. En todo caso, es significativo el peso de la noción de “ciclo económico” en la conceptualización de la crisis: si bien como explicación de su origen parece tener una relevancia secundaria, de cara a su superación se convierte en una garantía de salida.

“Obviamente, las crisis son ciclos, y unas van y otras vienen...”

“Sí, dicen que las cuatro fases éstas de los ciclos, según cuando naces te montas en una parte de la ola”

“Yo creo que lo que ha pasado es un ajuste lógico. Cualquiera que tuviera dos dedos de frente y unas nociones de economía de ba-chiller y que supiera mínimamente cómo funcionaban las cosas sabía que tenía que llegar un momento en que (…)”

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II. La crisis

“Es un círculo. Volveremos a subir y volveremos a bajar. Yo espe-ro estar ya muerto para entonces (risas)”

“Es que son ciclos económicos. Durante toda la historia ha habi-do ciclos económicos de sube y baja”

Así, “los ciclos” aparecen como un fenómeno “natural” en la economía, y se depo-sita en ellos la confianza en que de forma también “natural” se logrará superar la crisis. No resulta claro si esto es algo que se cree o que se quiere creer pero, en todo caso, esta narración de los acontecimientos tiene el efecto, intencionado o no, de suprimir o neutralizar la necesidad de una intervención política, una intervención desde fuera de la economía, para superar la crisis o para evitar crisis futuras: si la economía se autorregula, no cabe sino esperar a que tales ajustes se produzcan.

“No sé si es lo que pienso, lo que espero… Al final, siempre ha ha-bido crisis y esta no sé si la peor o no es la peor pero…. [Silencio de duda] Hombre, yo creo que va a bajar el paro; el paro tiene que bajar; o sea, no podemos subir… Pero no sé cómo. La verdad es que no lo sé… Habrá más trabajo (…)”.

B. La responsabilidad y el origen de la crisis

Hemos descrito los momentos que identifican los informantes, los estadios de la crisis. Sin embargo, más allá de la secuencia temporal, es interesante analizar las responsabilidades que se atribuyen en relación al origen, el desarrollo y el impacto de la crisis.

• La crisis financiera: como el punto cero de la crisis, el epicentro desde el que llegarán las ondas expansivas que hoy alcanzan a la sociedad. Una crisis casi indescifrable, basada en el desarrollo de unos productos financieros escasamente comprensibles y que afectó inicialmente a las entidades bancarias.

(Estable A) “Estoy totalmente de acuerdo con que hay una crisis de mercados, de mercado, con unos productos financieros que se inventaron, que no supieron ni cómo se inventaron...”

(Estable B) “¡Que nadie entiende!”

(Estable A) “¡Que nadie entiende y que nadie ha sabido explicar ni tal”

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“De los bancos prestándose unos a otros, repartiéndose mierda, no sé si los bancos se lo esperaban, pero a los demás nos pilló de sorpresa, esa es la idea con la que me he quedado. Un poco me quedo con la explicación de crisis de Leopoldo Abadía, y de que todo eso acaba en paro, crisis es paro”

o Como indicábamos, de inmediato la crisis financiera internacional se asocia con la descripción de una dinámica de acceso fácil al crédito en España, créditos que superaban la capacidad real de los endeudados. Estas dos explicaciones se asocian de forma tan estrecha que acaban por solaparse y no diferenciarse.

“Lo que era una burbuja era que fueras al banco, pidieras para comprar una casa de 80 millones y te dieran 100.

“Y para el coche (risas)”

“Comprabas la casa de 80, pagabas los gastos de 3-4-7 millones, las reforma y el coche, y para tres o cuatro gastos y te daban para todo. Y te dices: ¿pero cómo? ¿Cómo es posible? Parte de esta crisis es culpa del sector financiero, no debían haber dado ese di-nero, si vale 80 en su momento máximo, da 80 a ese señor, no des 100. Si tiene los que tiene que devolver, como te lo va a devolver si eso vale máximo 80”

Es interesante destacar la ausencia de la política (entendida al menos como la intervención de actores políticos convencionales o como la existencia de modelos políticos alternativos); política completamente desaparecida del discurso en relación a este momento de arranque, excepto menciones puntuales referidas a la ausencia de “control” o supervisión del ámbito financiero.

• Si bien en términos temporales la crisis financiera es situada en el origen de la crisis, es descrita como un elemento más dentro un marco social más amplio caracterizado por una dinámica consumista que no fue cuestionada en su momento. Así, lo financiero se asocia al crédito, y el crédito, al consumo: como el consumo, que fue un consumo desbocado en los momentos anteriores a la crisis, es social, la responsabilidad final de la crisis acaba por “socializarse”.

“La crisis, en mi opinión, es que ha venido por la irresponsabi-lidad de todos”

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II. La crisis

“Al final todos hemos vivido muy por encima de nuestras posibi-lidades demasiado tiempo, y eso tenía que llegar un momento…”

“Pero todos conocemos casos de gente cercana que… o sea, el vecino de toda la vida que sabíamos dónde curraba y de repente te aparecía con el Audi, y dices: “y este tío?”.

“O el tío que cada tres años cambiaba de coche o…”

o De este modo, imponiéndose a las explicaciones macroeconómicas, surge una sensación generalizada de haber vivido “por encima de nuestras posibilidades”, de manera que la crisis es “un castigo” que nos lleva “de regreso a la normalidad”.

“Yo creo que hemos vivido como un 30 o 40% por encima de nues-tras posibilidades”

“Pero por debajo de eso… Es que yo no creo que sea miedo, creo que es una caída a la más pura y dura realidad.”

“Si, yo estoy de acuerdo contigo. Yo creo que no hay crisis, que hay realidad y punto.”

o Aparece un discurso de “culpabilización colectiva” y de la crisis como “catarsis”, de correctivo merecido, discurso que ignora o soslaya el carácter internacional y estructural de la crisis, y que hace partícipe al conjunto de la sociedad de haber entrado en una dinámica de consumo, especulación y endeudamiento que se configura como el responsable “real” de la crisis, por encima de la crisis financiera y del acceso fácil al crédito, cuestiones que acaban por ser vistas más bien como la consecuencia de una pauta de consumo y endeudamiento que no resultaba sostenible (y que es éticamente criticable, como veremos). Esta socialización de la culpa (“la culpa la tenemos todos”) da lugar, paradójicamente, a una individualización de la culpa, en el sentido de que son los actos y decisiones individuales, los de cada individuo particular, enfrentado o no a su conciencia, los que son situados como causantes de la crisis, en detrimento de explicaciones y factores de carácter más institucional o estructural.

“Estamos en un país en que mi propio padre se creyó que era rico. Mi padre es un obrero de toda la vida de Dios. Se había comprado

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un piso por 8 millones de pelas hace 25 años y veía que ahora lo podía vender por 40 (…)”

Como veremos más adelante, también en relación a las salidas de la crisis las soluciones individuales van a cobrar una gran centralidad, de tal forma que se produce el efecto de que, si las salidas a la crisis son individuales, es como si sus causas también lo hubiesen sido.

Solo de forma puntual, desde perfiles muy precarizados, o con apuestas claras desde la izquierda de cuestionamiento del modelo productivo, se rechaza este discurso de culpabilización colectiva.

“A alguien le convendría darle ese crédito. No sé muy bien por qué, porque no sé de economía, pero por algo se lo habrían dado. Entonces, que la culpa recaiga tanto sobre el individuo cuando uno tiene la sensación de que estos fallos son absolutamente es-tructurales, me parece un poco…”

Sin embargo, el discurso de la “culpabilidad colectiva” es claramente dominante y apenas genera resistencias (de forma llamativa incluso entre los precarios, cuyas condiciones parecen haber evitado que hayan hecho gala de ese consumo supuestamente excesivo).

• La crisis financiera, nacida en este contexto de consumo desaforado, ha desembocado en una crisis social generalizada de largo y profundo alcance.

o De forma directa, tiende a establecerse una relación directa entre crisis financiera (y los beneficios previos) y su posterior traducción en “sufrimiento social”.

(A) “Vamos a ver, ¿sabemos o no sabemos que hace unos años se daban créditos salvajes, se estaban forrando, hemos estado vien-do durante 5 o 10 años que cuando se entregaban las cuentas anuales de los bancos subían un 50% los beneficios, o sea, burra-das, y de repente, cuando llega el 2008, empiezan los problemas, lo de Lehman Brothers y todo esto, y de repente hay que despedir a la gente? ¿Qué ha pasado con los miles y miles de millones que hemos visto que se han llevado?”

(B) “Que se lo han llevado ellos”

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II. La crisis

(A)“ Eso lo hemos visto todos, han salido en todos los medios de comunicación. El mismo dinero de la gente que están despidien-do”

“Ha habido un boom de construcción exagerado igual, lo que pasa es que los bancos han dado dinero de manera irresponsable, han inflado una burbuja, se han forrado, y ahora en lugar de decir: “es culpa nuestra que hemos dado dinero de manera irres-ponsable, vamos a asumir las consecuencias”; no. Vais a asumir las consecuencias vosotros: bien os vais al paro o bien pagáis con vuestro dinero el rescate para la gente, con lo cual…”

Aunque el contexto no resulta favorable a la movilización colectiva y existe la señalada sensación de culpa colectiva, existe un definido poso de malestar que podría definirse como “moral” o “ético”, identificándose con claridad que el coste de la crisis está siendo asumido de “forma injusta” por quienes no están en el epicentro de su origen.

(A) “Después de lo que ha pasado, que lo hemos visto todos, que no está en los libros de historia, no es el crack del 29, lo hemos visto , todos tenemos claro de dónde vienen los problemas, y aún así, lo hemos visto, te echan a la calle y nos quedamos en casa”

(B) “Es que no nos han educado para responder a las agresio-nes...”

(A) “Es que nos han educado para no responder”

(B)” jaja, es qué, coño, no sabemos responder a una agresión de ese tipo. Si viene un tío y te da una hostia, tú tienes claro que hacer, pero si te roban sibilinamente la cartera, se te queda una cara de gilipollas que dices ¿qué hago?”

“Y algunos desgraciaos’ pensarán que [los recortes] son inevita-bles, como yo”

o De nuevo, la política es la ausente en la construcción de la narración que va de la crisis financiera a la social. Tan solo se cita puntualmente al gobierno/Estado en relación al rescate de las entidades financieras, rescate que no ha derivado en una corresponsabilidad social por parte de éstas.

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La crisis según los trabajadores del conocimiento

“No, ahora siguen dando unas cuentas de beneficios del copón los bancos, y quien lo ha pagado, nosotros, el papá gobierno. Que deberían mentir por lo menos. Se pavonean de una manera”

(B):” El Botín ese es...”

(A):” Es que es dinero lo deberían devolver. Yo te doy mil, ganas 1500 pues dame mis mil, que voy a pagar a los parados los 400 euros por lo menos”.

(C):” Pero es que no es negocio”

C. La especificidad española

Aunque si bien al interrogarse sobre los orígenes de la crisis tiende a señalarse a la crisis financiera internacional como el desencadenante, de inmediato se pone de relieve una sensación de especificidad española y se omite o ignora su origen internacional. La espe-cificidad española en relación a la crisis consistiría en:

• Su gravedad, entendida como particularmente intensa.

• El retraso en la salida de la crisis, que parece demorarse respecto a otros países cercanos.

• Y, sobre todo, por una serie de factores que parecen agravar la crisis: la debilidad de la educación/sistema educativo, la envergadura de la economía sumergida, un tejido empresarial orientado al beneficio rápido, la falta de ayudas a la creación de empresas, la proliferación y duplicidad de administraciones públicas, un discurso peyorativo genérico sobre “lo español” y la que es la especificidad española por antonomasia, la “burbuja inmobiliaria”:

o La debilidad de la educación como responsable “inicial”, en varios sentidos:

En términos de “educación en valores”, la escasa atención a formar en valores que los padres actuales estarían dedicando a sus hijos, y que llevaría a una cultura hedonista y consumista en éstos.

“Hay otra partida que es la de la educación, que dices, qué mode-lo social vas a querer, si ahora mismo no va nadie a las escuelas de padres. Yo voy a un CAF, un centro de atención a las familias, hay muchísimas charlas, gratuitas, y están vacías, desiertas. Los

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II. La crisis

padres no están preocupadas por ser padres, están preocupadas, yo que sé, quizás por sobrevivir económicamente. Hay otros que no, que por tener más no atienden a sus hijos. Esto de las escue-las de padres, que a muchos les parecerá una tontería, a mí no me lo parece, es sumamente importante para trabajar una socie-dad mejor. A los niños hay que darles cariño, hay que educarles, introducirles valores, eso hay que hacerlo desde muy pequeños. Yo creo que la cultura del botellón es consecuencia de esa nula educación, de que los padres no están con los hijos, y luego les compran excesivas cosas, y de que hemos pasado de un mode-lo autoritario a una cultura demasiado permisiva, y hacen así, “quiero esta wii”, y se la compran. Entonces, ¿qué modelo de so-ciedad queremos, una que sea menos consumista, que consuma responsablemente?, y para consumir responsablemente falta esa base educativa”

En términos de “eficacia productiva”, y orientación al mercado laboral. En este caso, centrado en el ámbito universitario (como se ha dicho, muy presente en el discurso de los precarios), se produce cierto debate entre la necesidad de incrementar la relación entre universidad y mercado o bien la relevancia de la autonomía universitaria como espacio independiente orientado a la producción y distribución de saber.

Los cambios sucesivos del sistema y modelo educativo como consecuencia de los cambios de gobierno, que vendrían a debilitar la consistencia de la educación de los jóvenes.

o El peso de la economía sumergida, del dinero negro. Se trata de uno de los rasgos más típicamente españoles y que estarían más extendidos:

(A) “Pero fíjate, ya habíamos conseguido que la economía su-mergida… ya estuviera todo más o menos claro…no sé qué, y otra vez vamos a empezar”

(B) “Nunca estuvo claro”

(A) “Pero todo el tema de las facturas en B”

(B) “Pero eso siempre lo ha habido”

(C) “Eso siempre lo ha habido en todos los sitios”

(D) “Tenemos aquí un empresario, a ver cuéntanos (risas)”

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o Un tejido empresarial orientado al beneficio inmediato, el escaso cuidado de sus recursos humanos y poco interesado en la formación y la innovación.

o Ausencia de incentivos a la creación de empresas: como se ha indicado, es relevante señalar que se trata de una demanda que tiende a ser independiente del posicionamiento ideológico. La “mítica” del emprendedor parece haber superado en buena medida fronteras ideológicas.

o La proliferación excesiva de administraciones locales/autonómicas, al calor de la corrupción urbanística y, en general, el solapamiento entre distintas funciones y administraciones públicas.

“ (…) un ayuntamiento de la sierra que, hace 7 u 8 años tenía 6 ó 7 empleados. De repente, pasan de 600 habitantes a 5000 (…) y pasa de 6 empleados a 50 empleados. Ahora ya han acabado de construir todo, ya no hay ingresos pero tienen 50 empleados. Y no los va a echar, porque son sus primos, sus amigos, del partido, no sé cuánto…”

o Un discurso genérico sobre “lo español”, asociado a conceptos como “picaresca”, dejadez, falta de esfuerzo y escaso compromiso.

“Hay una cultura española de que somos los más listos, de que queremos llegar a este punto en el mínimo tiempo y lo más fácil”

o Y ya de forma más minoritaria, desde posiciones claramente situadas en la izquierda, la limitada presencia del sector público.

o Sin embargo, por encima de todos estos factores, la especificidad española por excelencia reside en la “burbuja inmobiliaria”, entendida como el factor crítico que con más fuerza agrava la situación. Asociada a esta cuestión aparecen:

En términos macroeconómicos, la debilidad en el momento actual de cierta parte de la banca española y la congelación del crédito.

El hiperdesarrollo de un sector económico caracterizado por el beneficio fácil y una captación de mano de obra escasamente cualificada y de difícil reinserción laboral.

“(…)La gente joven se apunta, o se apuntó en aquella época a dedicarse a la obra porque ganaban muchísimo dinero”

(B) “Ganaban pasta!”

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II. La crisis

(A) “Y no les importaba ni estudiar ni formarse en otra cosa. Era una vida fácil, pero hoy en día no tienen ni estudios…”

“Durante casi 10 años, en España hemos dependido de la cons-trucción. Yo he compaginado mi trabajo con la enseñanza regu-lar, soy profesora. Y te ocurría que incluso desde la familia, en bachillerato, cuando un chico, o una chica, pero sobre todo un chico, no iba demasiado bien, el padre o la madre te pedía que le aprobases enseguida, porque tenía un tío encofrador, que ga-naba un dineral, por supuesto todo en negro. Y que iban a poner al chico de encofrador con el tío, que lo facturaba todo en negro. ¿Qué ocurre? Que cuando en un momento dado esto ha hecho crack, hay una bolsa entera de trabajadores no cualificados, que no tienen dónde colocarse”

Y, rememorando las experiencias recientes, la “insensata” concesión de créditos y el precio desorbitado de la vivienda, que llevó, por un lado, al endeudamiento, por otro al retraso de la independencia del hogar paterno, y finalmente, a la aparición de una casta de “pequeños especuladores” .

“A mí como ciudadana que me ha costado conseguir una vivien-da, esa gente me ha afectado mucho más de lo que me ha podido afectar un gran constructor de una urbanización como la de El Pocero, porque era el tipo de vivienda a la que yo quería acce-der para poder quedarme en mi barrio. Creo que esos pequeños especuladores han sido tanto o más dañinos como los grandes especuladores, grandes bancos”

Así pues, la especificidad española alcanza a la totalidad de elementos que caracterizan el nacimiento y el desarrollo de la crisis: desajuste financiero y consumismo ilimitado (con la facilidad de acceso al crédito y la burbuja de la vivienda como caso ejemplar), la incapacidad de lo político (con un distanciamiento absoluto de la totalidad de actores, como veremos más adelante), y un impacto en lo social particularmente intenso (por una serie de rasgos estructurales previos: ineficacia del sistema educativo, ausencia de I+D, debilidad del tejido productivo, etc; diversos aspectos señalados con diferente intensidad, y diferente intención, por los diferentes perfiles).

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En resumen, se incide en acentuar la gravedad de la crisis debido a factores propios. Existe una clara actitud de desvalorización de “lo español” (no en términos de “nación”, sí en términos de “la sociedad española”). Como veremos, no se reconocen espontáneamente organizaciones ni figuras de confianza, adoptándose un tono claro de distanciamiento hacia la totalidad de actores: empresarios, banca, sindicatos, políticos, medios de comunicación,.., pero sobre todo hacia el conjunto de la sociedad española.

Aunque las trabajadoras no hablan sobre ello, como hipótesis desde el análisis realizado, cabe pensar que el cambio de discurso político dado por el gobierno del PSOE (con un momento clave en Mayo del 2010, a partir del cual toman cuerpo las reformas más significativas) junto con una mirada claramente cuestionadora sobre la economía española desde otros países e instituciones internacionales, ha podido contribuir con fuerza a construir esta percepción.

Desde esta desafección hacia el país se anticipa una salida de la crisis aún muy distante y que dará lugar a una menor relevancia de España en la escena internacional.

“Es verdad que España se va a quedar como un paisito así como del montón. Vamos, ya éramos del montón pero ahora más del montón todavía”

Particularmente en el caso de los precarios, desde el distanciamiento sobre la situación española, la ausencia de expectativas en cualquier salida colectiva y el refugio en iniciativas particulares, surge recurrentemente a nivel de discurso la disposición a la emigración.

“Si aquí no hay opciones, pues me tendré que ir fuera, aún a costa de perder a lo mejor tu familia, tus amigos, yo qué sé”

“Y volví a España con el sueño americano para montar un estu-dio, que lo monté con una amiga, y nos empezó a ir muy bien y luego nos fue muy mal y todo se fue al garete. Y para mí, ¿qué es la crisis? Pues para mí la crisis es irme fuera. Yo estoy pensando en irme fuera”

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II. La crisis

D. Las referencias internacionales

Es interesante analizar las referencias que surgen en el contraste con España: se citan dife-rentes países como “prototipos” de otros modelos socioeconómicos y de otras respuestas a la crisis.

• Londres, la huída: particularmente entre los precarios, Londres, o el extranjero en general, aparecen como la vía de escape individual ante una situación de crisis que se entiende que afecta particularmente a España.

• Francia, la lucha: arquetipo de la resistencia (los grupos de discusión tuvieron lugar a la vez que el ciclo de Huelgas Generales en Francia), el ejemplo de quienes luchan. Incluso entre los distantes ideológicamente, Francia aparece como un ejemplo de “deber ser”, de luchas decididas por la defensa de los derechos.

“Aquí no tenemos esa mentalidad, no hemos matado a nuestros reyes, y quizás eso sea lo que nos falte todavía”

• Suecia o Alemania, el modelo. Los referentes, el ejemplo de sistemas que dejan a todos conformes, se posicionen a la izquierda o a la derecha. Coberturas sociales y ayudas para la creación de negocio, respeto por lo público y fomento del I+D…, configuran un modelo que resulta a priori deseable para todos, aunque tiene implicaciones que se da por hecho que no todos aceptan.

(A)“Los españoles, por muchos motivos, porque nunca hay un solo motivo para las cosas, no estamos dispuestos a pagar el pre-cio social, intelectual, que hay que pagar, para ser Alemania, o para ser Suecia”

(B) ”¿Pero qué precio hay que pagar? Yo quiero ser Suecia ma-ñana”

(A) “Sí, pero hay mucha gente que no. Tenemos economía su-mergida porque hay muchos ciudadanos que prefieren cobrar en negro. Cuando hablamos de subidas de impuestos, es cierto que hay que matizar mucho, cómo se van a repartir esos impuestos, en qué se van a gastar las ayudas, es cierto, asumiendo eso, ha-blamos siempre de reducir impuestos y de privatizar servicios pú-blicos y nos encanta echarle la culpa de todo a los funcionarios.

(C) “Alemania tiene más funcionarios, Suecia seguro”

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La crisis según los trabajadores del conocimiento

• Y por último, Venezuela, el outsider: citada puntualmente, aparece como la “salida del tablero”. El que, para bien o para mal, establece sus propias reglas del juego:

“Se equivocarán, pero por lo menos se equivocarán ellos”

E. La vivencia de la crisis

Existen diferencias relevantes en la vivencia de la crisis en función de la trayectoria profesional:

• Entre los estables, se narra una situación económica personal similar a los momentos previos de la crisis, incluso dándose casos en los que la trayectoria profesional es claramente ascendente.

“A mí es que me ha ido bien... Me ha ido mejor que antes”

o De hecho, se describe una pauta de consumo (y el consumo, como posibilidad viable gracias a la continuidad del empleo, es precisamente el gran indicador de la situación personal) que no se ha visto afectada de forma relevante. Si bien se adopta una actitud basada en cierta prudencia y control del consumo, no parecen existir frenos originados en un recorte de los ingresos.

“Si no te toca de cerca o realmente, quiero decir, si a ti lo único que te ha pasado es que no te aumentan el sueldo, pues no debe-ría afectarte, puedes ir a los mismos conciertos”

“Pero si ves en la calle por ejemplo, a mi me parece alucinante, que tu vayas un viernes por la noche a cenar por ahí y no haya sitio en ningún restaurante.

“¿Y en los conciertos? Conciertos de 80 pavos y está lleno”

“Entiendo que hay muchísima gente que no ha perdido su traba-jo y no va a quedarse en su casa metida. No sé, a mi hay un mon-tón de veces que me da la sensación de que ni nosotros mismos somos conscientes de la crisis en la que estamos”

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II. La crisis

o Esta mezcla entre trayectoria profesional mantenida o en ascenso y contexto de crisis acaba por desembocar en un discurso que pivota sobre el temor: aunque la crisis no ha desembocado en un daño a los ingresos y a la situación profesional, “miedo” es el término que surge con más intensidad para describir el estado de ánimo. En todo caso, se trata de un miedo “construido” y más bien “teórico”, en absoluto físico, vinculado en primera instancia a la posibilidad de perder estatus y de ver limitadas las posibilidades de acceso al consumo.

“La crisis para mí es la sensación de miedo, es la sensación de que la gente no se atreve a hacer cosas o que tú mismo no te atreves a hacer algo”

“Ahora estamos todos acojonados y no consumimos nada”

(A) “Sigo teniendo esos mismos miedos. ¿Alquilo una casa más cara o más barata? Más barata, porque… ya no me siento tan va-liente como me sentía hace tiempo, no sé…, y para mí eso es una cosa que se iba contagiando a todo el mundo, también, no sé...

(B)”Es que el miedo es tan poderoso… Es tan poderoso que pare-ce que no tiene nada que ver con lo económico, a veces puede no tener nada que ver con lo económico. Yo [que me va bien en lo económico] puedo tener, a veces, a veces, el mismo dinero o más a cambiarme de casa...”

(A) “¡Pero no lo haces!”

(B)”Pero no lo haces también porque hay un punto de pudor”

o La “liberación” del miedo parece pasar por el distanciamiento respecto al compromiso del crédito.

“También es verdad que yo no tengo hipoteca y entonces no tengo ningún miedo. Me cambio todo el rato de trabajo, me cambio todo el rato de país, me cambio de casa! Yo no tengo ningún mie-do, no tengo hipoteca, no tengo… nada!”

• Mientras, en el caso de los precarios, la actitud dominante es de desazón y desánimo.

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o En primer lugar, la crisis es para algunos más bien un “modelo de vida”: el impacto de la crisis en ocasiones se minimiza al ponerlo en contexto con una trayectoria laboral ya enormemente dificultosa.

(A)”Yo, como siempre he estado en crisis, pues como los argenti-nos, estoy un poco acostumbrado a la crisis”

(B) “Exacto, no es que la crisis no haya afectado, es que lo que no afectó fue la bonanza”

“Yo, como he dicho antes, como siempre he estado en crisis, pues como los argentinos, estoy un poco acostumbrado a la crisis”

“Todo el mundo le echa la culpa a esa otra entelequia llamada crisis, y no sabes muy bien a qué se refieren con ella, pero es que es eso, es que mis condiciones ya eran leoninas, ya eran precarias”

“Es que si te soy sincero, es que en el sector que veo que estamos todos, es que es crítico siempre”

o En este sentido, la crisis se suma a, o acentúa, una trayectoria profesional que no resulta satisfactoria.

“Los últimos 8 años digamos que lo que más he trabajado es en periodismo, pero ahora mismo lo que hago son colaboraciones freelance dentro del ámbito cultural y ahora mismo la cosa está bastante mal, en el ámbito de periodismo, también. He estado en el paro bastante tiempo pero este año ya he empezado a encon-trar curro pero de otras cosas, pero bueno, al menos hay curro; de administrativo, camarero, lo que haga falta… Con tal de sobrevi-vir. Pero vamos, sigo echando curriculums, vaya… conoces gente en el medio… pero es que está muy mal el tema (...)”

o Que, en ocasiones concretas, acaba por desembocar una problematización psicológica.

“Pero también llega un momento, ¿sabes? En que si llevas mucho tiempo buscando trabajo entras en un ciclo de depresión, desáni-mo, pues no busco…”

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II. La crisis

• En ocasiones, desde los medios, se ha indicado que la crisis es una oportunidad para la creatividad o el desarrollo de nuevas iniciativas. En términos generales, este componente positivo apenas surge en el discurso de los informantes: cuando lo hace, muy puntualmente, es más entre los estables y más referido a la necesidad de “agudizar el ingenio” (para ahorrar) que al desarrollo de iniciativas novedosas.

• El resumen de la vivencia acaba por ser una sensación generalizada de malestar,

o Convertido ya en desánimo y ausencia de perspectiva en el caso de los precarios, que engarza con una trayectoria profesional insatisfactoria a la que no se ve salida.

o Vivenciada más como temor entre los estables, temor muy centrado en la limitación de las posibilidades de consumo.

F. Las consecuencias sociales de la crisis

De forma espontánea se identifican una serie de consecuencias inmediatas de la crisis:

• Empeoramiento de las condiciones laborales, incremento de la flexibilidad (entendida, por un lado, como elemento de las condiciones laborales, y por otro, como parte de la vivencia personal en relación al trabajo) y, de forma asociada, la sensación de inseguridad individual. Si bien el marco general de las relaciones laborales de los trabajadores del conocimiento ya se encontraba caracterizado por la flexibilidad y la incertidumbre, la crisis parece acentuar la sensación, desde diferentes perspectivas según perfil:

o En autónomos o aquellos con responsabilidad organizativas en empresas se indica la congelación de presupuestos, las dudas sobre la continuidad de proyectos y las limitaciones en la contratación de nuevos empleados, lo que se traduce en una mayor presión sobre los equipos ya contratados.

o Los que dependen de lo público o grandes organizaciones: el frenazo del gasto se traduce en un retraso o abandono de proyectos en los que participaban.

o Y, particularmente en el caso de los precarios, se destaca que la crisis resulta en una nueva vuelta de tuerca que desemboca en un empeoramiento de sus condiciones de trabajo.

(A)”Yo creo que a la empresa que le va bien, ese sector como por ejemplo, Internet, ahora mismo va bien, aún así, dice, ahora aprovechamos para hacer limpia.

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La crisis según los trabajadores del conocimiento

(B) “Eso es”

(A) “Y además de hacer limpia, cuando buscamos un trabajador, como no tenemos ahora 100 curriculums sino que ahora tene-mos 1000, bajamos también el salario. Al final…

(C) “Las condiciones, las condiciones, muchas veces no es solo una cuestión salarial.

(A)”…y las condiciones, y la gente aguanta mucho más. Te tienes que te quedar más tiempo, te quedas más horas, que hay que ha-cer no se qué ,..La que va mal, va mal, y la que bien, aprovecha”

(D)”El mundo de internet funciona muy bien pero está aprove-chando de que sí hay puestos de trabajo pero con condiciones muy precarias”

“Yo creo que se escudan más, las cosas, por lo menos en periodis-mo ya eran un poco así, pero ahora se escudan más, está como instaurado. Porque tú estás hablando con tus colegas: “Bueno, pero es que estamos en LA crisis….” Y hay que chupar. Lo que hablamos en las conversaciones de café lo saben los directivos. Que si no lo coges tú, esa oferta a la que tú te has presentado y que consideras que si entras vas a estar explotado es que en Infojobs pone que en esa oferta están inscritos 500 personas. En-tonces es un poco…. Yo con la condición humana no me fío mu-cho [pequeñas risas de coincidencia]. Yo no le he dicho a ningún directivo: “te lo hago así porque es que si no viene uno detrás” pero yo me imagino que dicen: “vamos a ofrecer lo peor de lo peor porque de 500 si buscamos a cuatro, cuatro nos lo van a coger”. Entonces se está instaurando que con la crisis hay que chupar y que tenemos que dar las gracias. Porque yo estoy en mi casa quejándome de que me han bajado el sueldo y me dice mi compañero: “no te quejes, que tienes trabajo” ”

o La aún mayor precarización que se anticipa como consecuencia de la crisis tendrá impacto en las trayectorias vitales.

“Y así España va a envejecerse, ¿así quién va a tener hijos? ¿De vuestros amigos quién tiene hijos? De mis amigos sólo los que tie-nen la vida resuelta o encarrilada. ¡Quien no la tiene encarrilada cómo va a tener hijos?! Con un sueldo de 900€”

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II. La crisis

• La intensificación de la desigualdad aparece como otra consecuencia inmediata de la crisis.

“Se abre una brecha cada vez más grande. El que tiene dinero puede vivir incluso mucho mejor durante la crisis”

o Como ya se ha indicado, es interesante señalar que se trata de una consecuencia resaltada particularmente por los perfiles estables, quienes en mayor medida ponen de relieve la diferenciación asociada a poseer empleo. Los estables hacen del desempleo el indicador central de la vivencia individual de la crisis: seguir o no seguir teniendo trabajo es el criterio esencial para sentirse afectado en primera persona.

(estable) “Un día sales de trabajar y te quejas igual pero por lo menos dices, joder por lo menos estoy trabajando”

Sin embargo, en el caso de los precarios, esta centralidad de la dicotomía trabajo/desempleo como indicador de “estar en crisis” desaparece de su discurso, presumiblemente debido al hecho de que, ya con anterioridad a la crisis, su relación con el trabajo era ya tan intermitente y voluble que sirve para trazar fronteras claras.

Por otra parte, y esto es común a estables y precarios, en el discurso se deja entrever la idea de que algunos sectores no sólo no sólo no se han visto perjudicados por la crisis sino que incluso se habrían visto favorecidos. Esto apuntaría a una percepción de desarrollo desigual de la crisis que, sin em-bargo, nunca termina de ser enunciada con claridad (nunca termina de de-cirse de forma concreta a qué sectores o a quiénes les va mejor ahora).

(A) “(…) aquí la gente que nos hemos quedado nos están ma-chacando. Me considero un damnificado de la situación y de los bancos”

(B) “Depende mucho del sector. Porque hay sectores que se sal-van y están muy bien. Me muevo en ciertos sectores en los que hay mucha parte que está muy bien, que parece mentira que les vaya mejor cada año en época de crisis”

o Entre algunos de los informantes posicionados a la izquierda, se prevé una intensificación de la pérdida del vínculo social, un refuerzo de las posiciones más conservadores y un posible rebrote del racismo.

“Yo hace 2 años sí pensaba que esto va a tener una parte bue-

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na, no va a llegar el socialismo ni nada así, pero sí que va a haber unas bases un poco diferentes de cómo está funcionando el mundo. Ahora lo que creo es que vamos a seguir bajando, lo que va a pasar es que va a llegar el PP, lo que está pasando en toda Europa, partidos cada vez más de derechas, con un odio al inmigrante cada vez mayor, yo lo que veo es situaciones cada vez más complicadas”

• Se plantea como “cuestión abierta”, acerca de la que no existe consenso, un posible cambio en los valores, con frecuencia, más como anhelo que como fenómeno que esté teniendo lugar: se abandonaría un modelo “tan consumista” y centrado en el hedonismo y el carpe diem para rescatar “las cosas importantes en la vida”, como trabajo, valores, familia, estar satisfecho con lo que uno tiene o es, ser más moderado en el consumo...

“Pero yo por ejemplo, es un punto de vista muy idealista o ro-mántico, pero hablábamos antes de diferentes niveles o capas, yo creo que la gente, que cada individuo sí va a cambiar algo con la crisis. Yo creo que nuestros valores, en el sentido de no vivir por encima de nuestras posibilidades, de intentar ahorrar porque no sabes lo que te va a pasar mañana, de apreciar más las cosas que tienes. Yo creo que en general eso va a cambiar”

o Sin embargo, lo más habitual es el escepticismo: no se acaba de creer en cambios de actitud o morales, más allá de la (posible) deseabilidad de tales cambios.

“Yo me encantaría, quiero pensar que hemos aprendido cosas, que somos más cuidadosos, que… compramos igual pero pen-samos más antes de comprar…. Que somos más cuidadosos en general, con las cosas y con las ideas y con las personas, etc. ¿La realidad? Yo creo que la vida va a seguir igual, con obstáculos…que saltaremos de un sitio a otro”

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III. Los actores de la crisis

Los actores de la crisis

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La crisis según los trabajadores del conocimiento

3. Los actores de la crisis

Lo que podríamos llamar “los actores políticos” de la crisis (gobierno, partidos políticos, sindicatos y patronal, fundamentalmente) aparecen en el discurso de forma tardía (no así los bancos que, como se ha explicado, aparecen en el epicentro de la crisis): sólo después de un amplio recorrido por los comportamientos “de la sociedad” en los últimos años, que venimos de analizar, dichos actores políticos y los papeles que habrían jugado son traídos a colación al narrar la crisis. Esta “demora” en su aparición en el discurso vendría a demostrar la escasa presencia de la política en la percepción y conceptualización de la crisis.

Además, los distintos actores son tratados de manera muy diferente por las informantes, que a partir de un momento dado producen mucho discurso en torno a “los políticos” y a los sindicatos y prácticamente ninguno en torno a la patronal o a los empresarios (como actor institucional; ya veíamos que los abusos particulares de los empresarios sí aparecen). Comencemos por “los políticos”.

A. Los partidos y los dirigentes políticos.

Si bien “la política” tarda en aparecer en el discurso, cuando lo hace, “prende la chispa”: se desarrolla entre las informantes un discurso muy consistente e intenso en torno a los dirigentes políticos y a la clase política en general. De forma minoritaria y entre los perfiles más de izquierdas aparecen las ideas de que:

• En la actualidad la política ha perdido sus márgenes de actuación en detrimento de la economía (planteado en términos críticos).

“El ámbito y la capacidad de decisión de un gobierno solo ahora mismo es prácticamente inexistente”

“Aunque viniera ese unicornio maravilloso de una alternativa de gobierno, tampoco podría hacer nada”

“Si se analiza un poco más, ver varios medios de comunicación, lo que dicen, dicen lo mismo, realmente no hay diferencia, no hay un gran cambio, son pequeños detalles, pero en lo económico, en lo importante, dicen lo mismo”

• Las medidas de recorte tomadas por el gobierno son fundamentalmente injustas.

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III. Los actores de la crisis

“Primero, para salir de la crisis se recortan las pensiones. O sea, eso es gravísimo, eso es gravísimo. A mí me parece…. Sólo con eso es un motivo de protesta, de escándalo, vergüenza”

Para unas pocas informantes, las urnas serían la vía para demostrar el desacuerdo (si bien esto genera dudas, dada la mencionada percepción de que no hay margen de maniobra ante la economía). En el siguiente fragmento el informante parece estar pensando en opciones políticas minoritarias que, como veremos, quedan casi siempre fuera del repertorio discursivo:

“Existen muchas más soluciones, no solamente una solución fi-nanciera y demás. Y existe una forma fenomenal de cambiarlo, que es: en las elecciones se vota otro modelo”

Sin embargo, se impone con claridad otro discurso, bien distinto, según el cual las críticas se hacen a la “puesta en escena” de los políticos y no al “modo de gobernar”, se presenta a los políticos como “todos iguales” y el bipartidismo se dibuja como el marco irrebasable en el que se inscribe cualquier concepción de la política espa-ñola. Estos discursos son puestos en circulación en algunos puntos también por los perfiles de izquierdas (solapándose de forma ambigua con el discurso sobre “el deseable cambio de modelo”). Veamos:

• “Los políticos son todos iguales”: la clase política es construida como un todo indiferenciado, donde todos sus miembros son culpables de los mismos pecados, sin distinciones de ningún tipo (pero no en términos de sus estrategias o idearios políticos sino por su condición de individuos que persiguen su propio interés y no el de los ciudadanos, como veremos más adelante):

“Yo es que la política… como los políticos me han llegado a caer tan mal, todos… Yo creo que todos son culpables...”

“Si vas a criticar a ese señor [Gerardo Díaz Ferrán, ex-presidente de la patronal] yo creo que habría que proponer que a todos los políticos de concejal para arriba los pusiéramos contra la pared”

Como vemos, esta uniformización de los miembros de la clase política se hace en términos claramente negativos. No obstante, aparecen algunas diferencias en este sentido entre las precarias y las estables:

o Las precarias ponen más énfasis en la ineptitud de los políticos, en su falta de valía “técnica”, casi podríamos decir en su falta de “cualificación” (tal vez por una proyección sobre dicha clase política de lo que a ellas mismas se les exige constantemente en el mercado de trabajo).

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“Yo estoy más por fijarse en el modelo económico que están si-guiendo otros países que hace 3 años vieron la que se avecinaba (...) ¿Cuál es el problema [de España]? Una clase política nefasta, que llevamos teniendo, somos una democracia recién salida del huevo, y veo que hay una falta de… de responsabilidad”.

En este sentido, los partidos políticos y la política institucional en ge-neral aparecen como un sistema claramente no meritocrático, donde no “triunfan” los mejores sino más bien al contrario:

“Ves el gobierno y dices éste me gusta porque parece una persona seria y honesta, y trabajadora, y yo que sé; y tiene un buen perfil político, y una buena carrera política, y luego ves a tres mendru-gos que están por ahí bailando, que dices, ¿y éstos? Me voy a pre-sentar yo a ministro de cultura, que me dan un sueldo vitalicio, voy a trepar para ello, porque vale cualquiera”.

Y también entre las precarias se detecta una queja, hasta cierto punto análoga a la anterior, en relación a la jerarquía dentro de la empresa privada (y sobre todo, de la gran empresa).

“Yo he estado en despachos que alucináis con gente que no sabía mandar un mail, por ejemplo. Y gente que no saben de su propio negocio”.

(B)“Y directivos, seguramente”

“Directores de cadenas de televisión, directores de grandes pro-ductoras… Y dices: “¿cómo este tío ha llegado aquí?” Pues porque hay un sistema que, de alguna manera, no es que se premie, pero se premian determinadas cosas que casi nunca van a través de los méritos. Entonces, que esa gente sea la que tiene que dirigir determinadas políticas y determinadas formas de actuar es lo que después trae consecuencias. ¡Si todos lo sabemos! Porque si hacemos una encuesta nadie confía en los políticos, nadie confía en sus jefes, nadie confía en sus directivos…”

Así pues, entre las precarias aparece una desconfianza genérica hacia las jerarquías (y sus cúpulas), sea en el ámbito público o en el privado, al considerarse sistemas que no premian la “cualificación” (ésa que las precarias tanto han cultivado sin obtener a cambio una respuesta satisfactoria en el mercado de trabajo). En este sentido, tanto la figura del “emprendedor” como las PyMES se dibujan como los entornos que permitirían el establecimiento de marcos de relación más hori-zontales, incluso más “personales” en el ámbito del trabajo, capaces de reconocer la valía individual.

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o Entre las estables, en cambio, el énfasis a la hora de caracterizar a los políticos no se pone en su ineptitud (“no saber”) sino en la corrupción y en el despilfarro que protagonizarían (“no querer”, o querer lo contrario a los intereses colectivos). La corrupción es construida además como otro de los rasgos típicamente españoles:

“También creo que al final, uniendo lo de que te roban sibilina-mente, una persona que está en paro, que no tiene perspectivas, pues te deprimes y te metes en tu casa y que le den a todo por ahí, y echas la culpa a los políticos, que también la tienen, porque sólo lo que sale en la tele de gürtel, malaya, no sé qué, no sé cuánto, que dice…, y me da igual el partido; y al final, o tenemos todos, todos los ciudadanos…Y luego la política es una vergüenza, Za-patero es una vergüenza, Rajoy es una vergüenza; todos, a mí me da vergüenza ajena cuando les oigo…”

“Si es que nos da igual, si es que la corrupción está totalmente asumida en España”

• La política como “puesta en escena” más que como “toma de decisiones sustantivas”: en ambos perfiles, y vinculado con el punto anterior, las informantes prestan más bien poca atención a las medidas concretas tomadas por el gobierno o a las propuestas hechas por la oposición, que ocupan la discusión de forma sólo colateral. En consecuencia, apenas hay una petición de responsabilidades en este sentido, sino que las críticas se dirigen principalmente a la “puesta en escena” de los políticos, a la dimensión estética de la política, a lo que puede “verse”:

“Pero, si cambiamos el político, ¿va a poder hacer algo ese político que cambiemos?

“No. Pero hay ciertas cosas que deberíamos exigir: que no sean corruptos, que no dupliquen las administraciones, que todos los coches oficiales pues se vayan a la calle, que tienen que empezar a limpiar, que sean eficientes…”

“De todas maneras, la imagen de los gobiernos… Hay un pueblo en Andalucía que han dicho que no van a poner alumbrado na-videño este año para ahorrarse no sé si 200 o 500.000 euros. Me parece que ese tipo de gestos por parte del gobierno, también que hacen que el pueblo vea que los líderes políticos no van en limu-sina, no van en no sé qué, y dices ‘por lo menos están un poquito al lado del pueblo’”

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“[…] Pues solamente el renting del coche oficial del señor alcalde de esta mierda de pueblo, alcalde que tiene guardaespaldas, pues solamente el renting cuesta 30.000 euros al año. Y el señor va con su coche oficial y con el guardaespaldas, y con el mismo sueldo”.

En esta misma línea aparecen constantemente referencias al exceso de ministerios y de puestos en la Administración como asuntos altamente reprochables al go-bierno, aunque en realidad aquí el discurso se dirige más bien a la estructura del Estado, de forma que se produce una contaminación de lo público en general, de lo público como concepto, desde la gestión política.

“¿Cuántos Ministerios hay que no sirven para nada?”

“Pero sobran puestos por muchos sitios, ¿eh? Que podían empe-zar a dar ejemplo, también, con ese tema, porque….sobra gen-te… por todos laos’. Y al final es un tema psicológico, también, si tú ves que reaccionan, en este caso los que están ahí, pues dices, ‘anda’”

“¿Qué haces poniendo un Ministerio de Vivienda?”

Por otra parte, la crisis aparece en este punto como el fenómeno que ha provocado que semejante estado de cosas (corrupción, ineficacia, abusos, despilfarro…), des-crito como preexistente y casi endémico a la clase política española, resulte ahora más llamativo e indignante que antes.

“Lo mismo es que es la crisis nos fijamos precisamente más en eso, quién está ahí arriba y cómo ha llegado hasta ahí, a lo me-jor, cuando iban las cosas bien, te podía gustar o no pero no te lo planteabas tanto (…)”

• El bipartidismo: aunque las informantes no enuncian esta cuestión de forma explícita, todo su discurso en torno a la política española se construye sobre la premisa tácita, no dicha, de que todas las opciones posibles pasan por los dos grandes partidos nacionales:

“Pero yo no me quiero meter en política (…) No quiero a Zapatero ni quiero a Rajoy”

“ (.. ) Y luego la política es una vergüenza, Zapatero es una ver-güenza, Rajoy es una vergüenza; todos. (...)”

“(…) los que están, no están haciendo nada; los que están por venir, tampoco dicen nada sobre el tema. Entonces, yo estoy más por fijarse en el modelo económico que están siguiendo otros paí-ses que hace 3 años vieron la que se avecinaba (…)”

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“Claro, es que otra cosa que ya se ha señalado es que tampoco hay modelos. ¿Qué otros modelos o alternativas hay? ¿Qué al-ternativa es el principal partido de la oposición al gobierno de Zapatero? ¿Qué alternativa da? No da ninguna alternativa. O sea, seas o no de esa ideología, ¿qué alternativas da?”

Ningún otro partido, más allá de PSOE o PP, ocupa un lugar en la escena. Este marco probablemente profundiza la sensación de tener que “elegir entre un co-rrupto y otro, entre un inepto y otro”. Por otra parte, este bipartidismo y la sen-sación de que los dos grandes partidos se parecen mucho entre sí, al menos en lo que a políticas económicas se refiere, delimita un escenario político construido sobre lo esperable.

Aunque con rasgos criticables, como estamos viendo, resulta un escenario “cono-cido”, que genera un marco de inteligibilidad y seguridad. Sin embargo, las opcio-nes políticas minoritarias representarían el disenso, la salida de este marco seguro y previsible: en la medida en que plantean preguntas para las que en ocasiones no se conocen las respuestas, sus discursos, representados en los grupos por unas pocas informantes, tienen muy poca capacidad de circulación: la contundencia de algunos de sus argumentos no aviva el debate sino que provoca un “cambio de tema”, a menudo brusco, en la conversación.

Por otro lado, el marco del bipartidismo e inmutabilidad del modelo, tiene también como traducción la lectura de que las medidas “de sacrificio” resultan “inevitables”: caen fuera de la decisión política y son descritas como medidas “técnicas” y por tanto, no cuestiona-bles.

“Antes comentaba que yo no apoyé la huelga porque mi sensa-ción es que las medidas que ha tomado el gobierno son medidas técnicas. Las medidas técnicas… para mí, son inevitables y, de hecho, los mercados de deuda así lo han reflejado. Y otros países van a tener que tomar medidas similares. Entonces es un área técnica que es que es de manual. (…)”

En todo caso, ya sea por la ineptitud y/o la corrupción de la clase política, ya sea por la reducción de la política a su puesta en escena, ya sea por la ausencia de alternativas atractivas dentro de un marco de sólo dos opciones semejantes entre sí, aparece un profundo “descreimiento de la política” en palabras de las propias informantes; un alejamiento y una desconfianza enormes que, como decíamos, no establece matices ni diferenciaciones.

“Yo no voto, ¿eh? porque para mí la clase política, de un lado y de

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otro ni me va a solucionar la vida, ni se preocupa por mí, ni me va a dar de comer”.

En ocasiones este descreimiento es vivido también con un cierto sentimiento de culpa (ver más adelante), en la medida en que estaría siendo usado para auto-eximirse de las obligaciones como ciudadanas….

“Al final esa postura que dices de descreimiento de la política, que de alguna manera todos lo tenemos, incluso los que en algún mo-mento hemos pensado que con la política se puede lograr algo, es que es el mayor logro [del poder]. Porque ya estás tan desmotiva-do que dices ‘da igual’. O no votas o votas tan desmotivado que...”

“El efecto neto [de no reaccionar ante los abusos del poder] es que somos idiotas, porque si tú haces una mamonada y nadie viene a lincharte, pues tú dices ‘deben de ser idiotas’ ”

B. Los sindicatos y los sindicalistas

Los sindicatos aparecen en el discurso al hilo de la huelga y de las valoraciones que se hacen sobre ésta (ver a continuación) y nunca en relación a la crisis en su desarrollo anterior. Es decir, es la huelga la que hace “aterrizar” a los sindicatos en el discurso y no el papel jugado por ellos con anterioridad: sus mensajes y movilizaciones, en defi-nitiva, su intervención durante los momentos anteriores al conflicto abierto es prácti-camente invisible/inexistente para las informantes.

Cabe señalar también que las informantes se refieren únicamente a CC.OO y U.G.T, que copan absolutamente la categoría “sindicatos”, de tal forma que otros sindicatos no tienen presencia alguna en el discurso ni en el “mapa mental” de las informantes.

Las referencias a los sindicatos (siempre al hilo de la huelga) suelen darse en clave de crítica o rechazo:

• De forma minoritaria y entre los perfiles de izquierdas aparece la idea de que, independientemente de cómo de criticables sean los sindicatos, la situación exigía pronunciarse claramente ante el conflicto que estaba en juego…

• …mientras que el discurso dominante construye a los sindicatos desde la desconfianza, lo que termina por eclipsar cualquier otra consideración. Este discurso tiene varias vertientes (algunas de las cuales también se reproducen desde la izquierda):

o Los sindicatos no (tampoco) representan a los trabajadores.

o De forma más concreta, los sindicalistas como depositarios de privilegios.

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III. Los actores de la crisis

o De manera más débil, un problema en la comunicación de sus mensajes y propuestas.

Veámoslo en detalle:

o Los sindicatos no representan a los trabajadores: en primer lugar aparece el lugar común según el cual “deberían representarnos pero no lo hacen”. Es éste un discurso genérico y vago pero poderoso, según el cual los sindicatos “van a lo suyo”, a “mantener su propio estatus”, haciendo un mal uso de las subvenciones recibidas y olvidándose de los intereses de aquellos a quienes teóricamente representan (aunque, como se ha explicado, la lejanía de las trabajadoras del conocimiento en relación a los sindicatos es también de orden simbólico).

“Como no te sientes representado por ellos…”

“Sólo piensan en corporativismo, no en el concepto de sindicato. O sea, ‘yo defiendo los derechos del trabajador’. ‘No, no, no. Tú si no eres de mi sindicato, si no eres de mi corporación, a la mierda’ ”

Este discurso es análogo al que existe en torno a la clase política, constru-yéndose un “otros” más o menos abstracto, definido por su “lejanía” con respecto al “nosotros” y que haría negligencia constante de sus obligacio-nes teóricas (defender los intereses colectivos, ya sea de las votantes o de las trabajadoras). De hecho, es habitual enumerar en el habla a “partidos políti-cos” y a “sindicatos” de forma consecutiva, como elementos equiparables:

“Yo no hice la huelga, ¿eh? Y yo no hice la huelga, la verdad, porque vuelvo a decir que… siento que hay que cambiarlos… a todos, y no me apetecía respaldar a una gente que creo que no tiene que estar... Pero ni ellos ni los otros, ni los políticos ni nada en ese sentido (…)”

o Los sindicalistas como depositarios de privilegios: con respecto a los sindicalistas el tono negativo se exacerba al convertirse éstos en el rostro visible, identificable, que encarnaría los “vicios” de los sindicatos como estructura. Se les presenta así a menudo como beneficiarios de una serie de privilegios en relación al resto de los trabajadores, tanto en su labor dentro de los sindicatos...

“O puedes poner las cosas súper fáciles a los neoliberalistas ha-biendo liberados sindicales. Porque se lo estás poniendo a huevo: “mira, ahí está el sindicalista tocándose los huevos!”.

“Pero porque ves que los de los sindicatos viven mejor que tú y que yo. Yo tengo una amiga que trabaja en UGT y te puedo

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La crisis según los trabajadores del conocimiento

asegurar que se pega unos viajes a Buenos Aires, con el sindicato, con todo pagao’, eh? A EE.UU… que yo flipo! Pero digo…”

…como dentro de las empresas:

“Y si estás afiliado tienes más derechos depende de en qué em-presa que si no lo estás”

“Yo cuando fue la huelga estaba todavía en Correos y vinieron de todos los sindicatos a darnos charlas del curro, de los derechos del trabajador y no sé qué, cuando a nosotros nos quitaban dinero y a ellos no”

En la mayoría de los casos este discurso tiene mucho de “discurso social circulante”, al reproducir ideas alejadas de cualquier conocimiento directo (son pocos los informantes que transmiten haber tenido contacto con la acción sindical). Sin embargo, en unas pocas ocasiones sí se mencionan experiencias concretas de conflictos en empresas, vividos en primera persona, en los que los sindicalistas habrían jugado un papel deshonesto o poco alineado con los intereses del resto de trabajadoras. Estas narraciones “canalizan” en buena medida la actitud antisindical.

“En la última empresa en la que estuve estaban muy untados. De repente hubo una revolución que te cagas, pero que te cagas, y de repente se callaron todos. Suave. Y aquí qué ha pasado. Iba a haber reducción de salarios, de gente que iban a echar, un ERE, y de repente se callaron. Que pasa que a 500 o 1000 les quitamos y a vosotros 20 tranquilitos, os firmamos lo que queráis. A mí me da la sensación de que esto está muy enmierdado, y que si te dan la posibilidad de chanchullear y chanchulleas. Este es el país del chanchulleo. Es muy difícil que si te dicen que te van a resolver los próximos 5 años, tú digas no, no, yo solidario. Buf. De ésos cada vez los hay menos”.

“Yo he trabajado en un diario, que era lo más normal llegar a las 3 de la mañana a casa, y te puedo asegurar que a los del comité a las nueve de la noche se les caía el boli. Se levantaban y se iban a su casa. Y cuando dije que me iba del periódico, fui a hablar con ellos: ¿creéis que podré negociar? Y ‘no, no, uy, no’. ‘Bueno, voy a intentarlo por mis propios medios’. Me subí a presidencia, y me fui a dirección, a hablar con el abogado de la empresa, y me dieron pasta”.

Aquí las informantes posicionadas en la izquierda tratan de articular un discurso con una mirada más amplia, que sitúa el rol y el significado de

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III. Los actores de la crisis

los sindicatos y de los liberados sindicales en una perspectiva de más largo alcance, casi podríamos decir “histórica”:

“No estoy de acuerdo con estos sindicatos, hay muchísimas co-sas que tendrían que cambiar. El problema es que si no tenemos sindicatos, que algo hacen mínimamente, entonces nos dan por todos lados. Y ese es el modelo, el futuro es que haya sindicatos de empresa como en otros países, y es lo que llevan queriendo los empresarios ir mucho tiempo y al final lo van a conseguir”

“Corremos el riesgo de perder una serie de derechos si tendemos al modelo que… que predicas tú [el modelo neoliberal]”

“Se decía: ‘no, claro, es que tú vienes aquí a decirme pero es que a ti no te pueden echar’. Se utilizaba eso como argumento contra los sindicalistas: ‘cómo vas tú a luchar por mi trabajo si tú no puedes perder el tuyo’. ¡Pero es que precisamente puede luchar por tu trabajo porque a él no le pueden despedir!”.

Este discurso tiene fuerza desde el punto de vista de los argumentos: en el momento en que es enunciado resulta contundente y no es contestado des-de las posiciones antisindicales sino incluso reconocido, pues nadie cues-tiona el papel histórico de los sindicatos en la consecución de derechos, pero rápidamente pierde fuerza y el argumento se ve sustituido, desplaza-do, por el discurso genérico de la desafección.

• De forma menos intensa aparece una tercera “objeción” hacia los sindicatos, ésta de carácter más “técnico”, que tiene que ver con la comunicación de sus estrategias y mensajes: los sindicatos no habrían sido capaces de “contar” adecuadamente lo que ha sucedido y está sucediendo, de comunicar la verdadera importancia de lo que estaba en juego:

(A) “(…) es que son incapaces de…”

(B) “Comunicar”

(A) “De explicar qué demonios está pasando”

“[tienen un problema] de imagen, de mensaje, de identidad”

Minoritariamente, se incide también en cuestiones “técnicas” de comuni-cación (desaprovechamiento de las posibilidades que ofrecen las nuevas tecnologías):

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La crisis según los trabajadores del conocimiento

“Se insistió mucho en las noticias, porque por supuesto, los me-dios son lo que son, en la pasta que podíamos perder si íbamos a la huelga. Pero qué habría costado hacer un minisite con una aplicación o hacer un reportaje hecho para los medios con: “vale, vas a perder 50 pavos; pero es que si la reforma sale adelante, a lo largo de tu vida vas a perder 25.000 euros”. O sea, es tan evi-dente y es tan fácil de comunicar que no sé en qué cojones están pensando los sindicatos. ¿En la jodía pegatina de UGT?”

También se menciona la visibilidad de la relación sindicatos/políticos como un elemento a cuidar, al menos “de cara a la galería”:

“Y por eso de la imagen que dices tú. Porque luego al día siguien-te de la huelga ya estaba Cándido Méndez con la vicepresidenta con un poco de, un poco de risas, ahí en la radio. ¿Sabes? Un poco de Aunque luego te vayas detrás y pero no puedes decirle a la gente: �mira lo que hace el gobierno, mira tal� y luego estar un poco ahí de de ji-ji-ji ja-ja-ja. ¿Sabes? Contra la persona contra la que te has manifestado el día anterior”.

Entre los perfiles posicionados a la izquierda aparecen quejas también en relación a la escasa movilización sindical antes de que la crisis adquiriese su gravedad actual.

“Esto tenía que haberse hecho hace dos años, cuando había di-nero público”

C. Patronal, intelectuales, medios de comunicación y funcionarios

Pasemos ahora a analizar las menciones a otros actores de la crisis

• La patronal: resulta llamativo lo infrecuentes, casi inexistentes, que son las alusiones a la patronal en el discurso. Las referencias a Gerardo Díaz Ferrán (todavía presidente de la CEOE en el momento de la realización del trabajo de campo) constituyen la excepción a esta norma. En todo caso, estas alusiones tienen que ver con el supuesto fracaso de algunos de sus proyectos empresariales y con sus polémicas declaraciones sobre la productividad (“hay que trabajar más y cobrar menos”), y nunca con su gestión al frente de la organización ni con la orientación de ésta de cara al diálogo y al modelo social. Es decir, no pasan de un nivel anecdótico:

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III. Los actores de la crisis

(A) “Ahora se están aprovechando en temas de trabajo…”

(B) “Sí, yo creo que sí”

(C) “Bueno, no ha dicho el presidente éste de la patronal que tenemos que trabajar más y cobrar menos”

(A) “Sí, el de la CEOE”

(B) “Que hay que aumentar la productividad”

(A) “A mí me parece paradójico toda la situación con este hom-bre. Te podrá caer bien, te podrá caer mal, pero me parece pa-radójico que el presidente de las empresas españolas tenga una empresa en quiebra…”

(B) “Pero hay una cosa en la que tiene razón y es que nosotros no somos competitivos”

(A) “Sí, eso sí, en eso te doy toda la razón, pero luego hay cosas que dices ‘joder’…”

(C) “Dices: ‘me cago en la leche’ No sé si nos lo hemos merecido pero…”

Esta ausencia notoria de la patronal en el discurso sobre la crisis fue puesta de manifiesto en una ocasión por un informante (de izquierdas), y la respuesta recibida es muy signifi-cativa:

(A) “Oigo muchas quejas acerca de los sindicatos, que tienen una parte de culpa y no lo voy a negar. Yo no soy sindicalista, a todo esto. Pero… oigo muchas menos quejas con respecto a la patro-nal, que es una cosa que me asombra, por parte de la masa de los trabajadores”

(B) “Porque ellos hacen lo que se supone que es lo lógico, ayudar al empresario”

Es decir, no es que la CEOE sea bien valorada sino simplemente está haciendo lo que se espera de ella: defender con decisión los intereses de los empresarios. Se trata de un rol que, gustará más o menos pero que, en la medida en que se lleva a cabo con coherencia, no tiene cabida en el discurso (“serán malos, pero son coherentes”, podríamos decir). Sin embargo, como ya hemos explicado, a los sindicatos se les atribuye una “falta”, un incum-plimiento en lo que a su rol esperado respecta (defender a los trabajadores).

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La crisis según los trabajadores del conocimiento

Por otra parte, otro factor puede explicar adicionalmente la falta total de discurso en torno a la patronal: la mayor lejanía de las informantes en relación a la figura de “el empresario” (que es pensado como “el gran empresario”) mientras que los sindicatos son figuras más reconocibles, más próximas, lo que facilitaría la producción de discurso en torno a ellos, en la medida en que es más fácil hablar del que se parece a nosotras:

(A) “[en relación a los sindicatos] no saber llegar con un men-saje claro, no practicar ellos con el ejemplo de los liberados sindi-cales. Te quiero decir, no se puede consentir ciertas cosas. Yo creo que no es la picaresca española, más allá de eso, te quiero decir”

(B) “Pero es volver a lo mismo: la desconfianza de, de, de la ho-rizontalidad, la desconfianza del que es como yo y que se supone que me tiene que representar y tiene que defender mis derechos y siempre estamos con la puta sospecha de ‘seguro que se está tocando los huevos’…”

• Los intelectuales y los medios de comunicación:

Sobre los intelectuales básicamente aparece una queja (de forma minoritaria, puesto que habitualmente no se les menciona en ningún sentido): “están desaparecidos”, incumpliendo el papel de reflexión que habrían tenido en otras épocas.

“¿Dónde están los intelectuales?! ¿Dónde coño están los intelec-tuales que en el 68 aparecían con muchas proclamas, con muchas (…)? ¿Dónde están ahora? ¿Diciendo que no te puedes descargar películas? ¿Dónde está la responsabilidad que tienen ellos social? Están completamente acomodados, comprados (…)”

Y esto aparece vinculado de forma directa con una cuestión que sí está presente en la narración de la crisis y que es expresada con mucha intensi-dad: el papel que estarían jugando los medios de comunicación, a los que se considera manipulados por “intereses ocultos”; intereses que, en todo caso, no son favorables a una hipotética movilización colectiva contra la gestión de la crisis que se ha impuesto sino, bien al contrario, que tratarían de desalentarla:

“No hay modelos en, en, en el pensamiento. Muy pocos pensadores se mojan, filtrados además por los mega grupos que controlan los medios de comunicación (…)”

“De todas maneras, los medios de comunicación son los que ma-nejan la opinión pública. Aparte de que algunos regalen los oí-dos de ciertas tendencias, tanto por un lado como por otro, pero luego, todos tienen...ahora se dedican a informar cada uno como

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III. Los actores de la crisis

quiere, pero no se dedican a convocar a la gente, que te hierva la sangre. No, hay huelga y van a ser cuatro gatos, y tú oyes eso y tampoco te apuntas”.

“Que aparte del desencanto está también la información, que no todo el mundo igual ha detectado realmente lo que está pasan-do… ¿Los motivos de la huelga? Los motivos de la huelga, qué es realmente lo que hay detrás. Porque los medios de comunicación todos sabemos que tienen intereses…”

(B)“Pero es que no es un medio de comunicación, es un medio de propaganda”

Frente a esto aparece un discurso, más bien vago y más voluntarista que conven-cido, de que Internet representa la posibilidad de obtener información alternativa, menos “manipulada”, con la que construirse una idea cabal sobre las cosas.

• Los funcionarios: como ya hemos avanzado, los funcionarios aparecen como una figura connotada muy negativamente. No corresponde aquí hacer un análisis en profundidad sobre las causas de esta cuestión pero sí cabe mencionar que, en relación a la cronología de la crisis y a la convocatoria de la huelga, se construye la idea de que la bajada de sus sueldos fue el punto de inflexión en las estrategias de movilización de los sindicatos, que hasta ese momento se habrían mantenido indiferentes o no suficientemente combativos frente el resto de recortes.

“De repente ‘huelga general’. Pero bueno, si hasta que no les toca-ron los sueldos a los funcionarios pasó de nuestro culo…”

“Se ha tocado un tema tabú que era el de los funcionarios, que les han bajado el sueldo”

Ese hecho los coloca en relación al resto de trabajadoras en una posición de “pri-vilegio” todavía mayor que la que ya ocupan “estructuralmente” (trabajo para toda la vida, buenas condiciones, no tener que rendir cuentas por su trabajo…).

Por momentos se hace una cierta defensa desde la izquierda del funcionariado (como “trabajador público” que desempeña funciones importantes, como un con-cepto que nos acerca a países verdaderamente socialdemócratas y como “el nuevo judío” sobre el que se descargan injustamente todos los males). Sin embargo, ter-mina por imponerse la mencionada imagen negativa, imagen negativa que podría estar aún más acentuada entre las trabajadoras del conocimiento que entre otro

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La crisis según los trabajadores del conocimiento

tipo de colectivos sociales y laborales en la medida en que, como veíamos, el fun-cionario aparece en las antípodas del ‘emprendedor’, esa figura que es construida como el ideal, como la solución, como la aspiración…

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IV. La Huelga General del 29S

La Huelga General del 29S

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La crisis según los trabajadores del conocimiento

IV. La Huelga General del 29S

Como se ha explicado con anterioridad, sobre el discurso de las informantes planea cons-tantemente la idea de que “todos somos responsables de la crisis” (por el exceso en el consumo, por haber vivido “por encima de nuestras posibilidades”…), lo cual no consti-tuye un punto de partida favorable para la movilización colectiva porque, ¿cómo protestar públicamente contra una situación de la que somos, al menos en parte, responsables? En todo caso, la adhesión o no a la convocatoria de huelga del 29 de septiembre y la vivencia de la misma es una cuestión compleja, cargada de matices, ambivalencias e incluso con-tradicciones. Veamos…

De forma general, tanto entre quienes no secundaron la huelga como entre quienes sí lo hicieron, las maneras de referirse a ella son altamente negativas e incluso peyorativas:

“un poco tomadura de pelo”, “paripé”, “para cubrir el expediente”, “no iba a ningún sitio”, “un poco pitorreo”…

Pero vayamos por partes:

• Quienes sí secundaron la huelga: en ocasiones son muy críticas con los sindicatos y con las maneras y sobre todo los tiempos de la convocatoria. Sin embargo, la apoyan a pesar de todo, pese y “por encima” de los sindicatos, convirtiéndola en un momento y una oportunidad de posicionamiento y explicitación de sus convicciones políticas.

“Personalmente pienso que vale, que los sindicatos deberían de mejoraaaar, y tal (…) y toda la historia, pero es que no es mo-mento de… Ése no es el problema. La cuestión, en mi enfoque personal, es que era necesario salir a la calle”.

“[La reforma laboral] son… siglos, si me apuras, de lucha sindical, de protesta, de intentos de defender el derecho del trabajador que se tiran por la borda. Y dices, ‘fíjate, es que los sindicatos no están preparados’. Claro que no, pero ¿¡qué más da!? Es que, solamente con eso… Me parece tan absolutamente grave, desde el punto de vista social, que es que esté más que justificado hacer huelga y dos huelgas y tres huelgas, quiero decir…”

“En ese momento [hace dos años] había que haber hecho una manifestación masiva, y no se hizo. Y ahora parece que no te queda más remedio que hacer una huelga general para cubrir el expediente. Y eso es algo que está muy claro, incluso los que tenemos simpatía a los sindicatos. El problema es que si nadie se

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IV. La Huelga General del 29S

moviliza ante esto, la siguiente vuelta de tuerca va a ser peor, y no va a haber más gente. Ese planteamiento de estar asfixiado, de estar con el agua al cuello y pensar que te van a despedir, lo vas a tener mucho peor dentro de 2 años. Y hay un momento en el que habrá que decir…no. Hace 100 años era mucho peor por-que te jugabas la vida en las manifestaciones. Eso ha quedado como algo histórico, que en una manifestación mataban a 100 personas por defender el pan. Y ahora no bajamos [a la calle] por nada. Mientras tengamos para la tele…”.

De hecho, desde estas posiciones de izquierdas se habla de una “campaña” previa a la huelga según la cual secundar la convocatoria equivalía a apoyar a los sindicatos, planteamiento que es rechazado, defendiéndose la idea de que, independiente-mente de cómo de criticables sean los sindicatos, la situación exigía “hacer algo”.

“A mí me dio la impresión de que las semanas anteriores hubo, sobretodo la semana antes, la campaña de desprestigio, de van a ir 4 gatos, el que vaya a la huelga está apoyando a los sindicatos que mira que mal lo que han hecho. La sensación era ésa de no estoy de acuerdo con que se pisoteen los derechos de los trabaja-dores pero me estáis planteando una situación binaria y el pro-blema no es binario. Si pudiera, los despediría a los dos [patronal y sindicatos]”

Así, hacer la huelga y acudir a las manifestaciones tenía como objetivo fundamen-tal “significarse” políticamente ante una determinada coyuntura, y no tanto “parar la producción” con el objetivo de forzar la rectificación de la reforma laboral, lo que no se considera realista.

“ (…) porque todos los derechos que no se ejercen se van perdiendo”

“Creo que tiene que ver en que si el pueblo está abajo y arriba se tienen que enterar, si no gritamos, no llega”

“Ni representada ni toda la historia pero pensé que era necesario y que mejor que no hacer nada hacer algo. Porque hacer nada seguro que no se cambiarían las cosas”

• Por su parte, quienes no fueron a la huelga aducen una mezcla heterogénea de motivos y explicaciones de diferentes órdenes, que se solapan entre sí dando lugar a menudo a discursos contradictorios (cabe señalar también que algunos de estos discursos son compartidos también por los perfiles más afines a la huelga y que, de hecho, la secundaron, aún a pesar de estos discursos):

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o críticas “formales” hacia la convocatoria

o el miedo a la pérdida del puesto de trabajo u otras represalias laborales

o la consideración de la huelga como algo ineficaz (en un doble sentido)

el trabajo inmaterial/del conocimiento “no puede” hacer huelga

la pérdida de dinero que suponía ir a la huelga

En el caso de las autónomas/empresarias aparecen algunas particularidades. Analicemos en detalle los argumentos desarrollados.

o Críticas “formales” hacia la convocatoria: resultó muy frecuente escuchar argumentos “procedimentales” contra la huelga, como que había sido convocada porque a los sindicatos “no les quedaba más remedio”, que “no explicaron bien por qué deberíamos hacerla” y, sobre todo, el hecho de que “llegaba tarde”, con el decreto de la reforma laboral una vez aprobado.

No obstante, este tipo de explicaciones parecen funcionar en muchos casos como “coberturas” del resto de motivos y actitudes detectados (miedo a represalias en el trabajo, desánimo ante la supuesta ineficacia de la movilización colectiva y, por supuesto, la desafección general hacia los sindicatos de la que ya hemos hablado):

“Ya, pero es que está puesta no sé cuántos meses después, para hacerla coincidir con otra huelga que hay en Francia y en Bélgica y no sé qué… porque a ellos les conviene para dar una imagen internacional de que se unen… Mira, yo para apoyar a sindica-listas…”

“No fui a la huelga porque no estoy de acuerdo. No estaba de acuerdo en este caso en las formas y…”

“Yo no hice huelga porque pensaba que, quiero decir, o la haces y eres proactivo o no haciendo nada y diciendo, ‘bueno, me quedo en casa viendo una tele’ pues… O sea, salir a la calle y mani-festarte y ser…. activo en lo que está pasando. Porque la huelga realmente era, es, ¿no? Eso se tenía que haber notado muchísimo más. No se notó. Luego también pienso que la huelga tenía que haber sido hace bastante más tiempo, entonces han estado ahí tratando de… políticos…, ‘tú me das’, ‘yo te complazco con esto’ y…”

“Es posible que si hubiese sido antes, aunque hubiese sido UGT y

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IV. La Huelga General del 29S

Comisiones, hubiese ido. Si hubiese sido antes de que se aprobase el decreto. ¿Pero ahora, dos meses después? No le veía ningún…. Ni me gusta quien la convoca, pero es eso, si de repente la convo-ca alguien que no me gusta pero parece que es en un momento indicao’ pues hago de tripas corazón, pues a lo mejor hago de tripas corazón y voy. Pero en este caso, ni me convencían los con-vocantes, su manera de convocarla, ni el momento”

Este tipo de razonamientos (en torno a los tiempos y formas de la convocatoria) llegaron a calificarse explícitamente de “excusa” en alguna ocasión…

“Yo tengo sentimiento como de excusa (por no haber ido). Toma-dura de pelo, no sé qué [en relación a la convocatoria de huelga], pero si todo el mundo es como yo…”

… y desde perfiles de izquierdas dichos razonamientos son criticados ocasional-mente de forma muy expresiva:

“Básicamente como que era un problema de timing. Y yo me subí un poco a ese argumento de ‘no es el momento’. Pero bueno, ¿el momento, el momento…? ¿El momento de tener un hijo? Nunca. ¿El momento de hacer huelga? Nunca. ¡Cuando salga!, ¿no? En-tonces como…no sé…”

o El miedo a la pérdida del puesto de trabajo u otras represalias laborales: ésta es una cuestión que ha aparecido con mucha fuerza (entre quienes están trabajando por cuenta ajena, lógicamente, pero por igual entre estables y precarias): a nadie se le escapa que acudir a la huelga implica significarse como trabajadora disconforme, potencialmente conflictiva… lo cual resulta delicado en cualquier coyuntura socioeconómica pero aún mucho más en la actual, no sólo porque hay mucha más gente dispuesta a ocupar el propio puesto de trabajo sino también porque “los jefes” parecen haber adoptado una actitud particularmente “vigilante” y censora. A este respecto las informantes son muy claras:

(A) “Yo creo que la mayoría de gente no fue porque en el curre hay miedo”

(B) “Esa era mi principal razón”

(A) “Ahora que han echado a 5 compañeros: ‘señor, que mañana voy a la huelga’”.

(A) “¿Pensáis sinceramente que un empresario va a despedir a

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La crisis según los trabajadores del conocimiento

alguien por haber hecho la huelga?”

(B) “No, pero te pone la cruz”

(C)“Ese temor lo tienen, la gente lo tiene”

(B) “Yo soy joven, tengo más valentía, pero también entiendo que gente con niños, no. Mi jefe sé que te pone una cruz, y si te pone tres cruces, te echa, él es así, y te tiene en cuenta si has pedido un día para el médico”.

“Es verdad que en mi empresa sí que todo el mundo tenía sen-sación… Yo es verdad que no la hice porque no la entendí y no vi que pudiera solucionar nada, pero es verdad que hubo gente que por miedo; al día siguiente sí que es verdad que el director general mandó un mail a todo el mundo agradeciendo que nadie hubiese hecho huelga”.

“Si se van a quitar a alguien, se van a quitar primero al que ha hecho la huelga. De hecho, hablando con algún empresario me decía que iba a estar atento a ver quién hacía huelga”

o La consideración de la huelga como algo ineficaz, en un doble sentido:

De un lado, aparece la idea de que las huelgas, y también las manifestaciones, no logran sus objetivos, puesto que se carece de referentes de victorias en este sentido. Bien al contrario, los precedentes que se manejan son de luchas que, empleando estos mismos dispositivos de movilización, no alcanzaron nunca sus objetivos, lo que genera una desazón difusa.

“Pero por una parte es verdad que no hacemos nada, pero otra parte, también es verdad que cuando se ha hecho algo tampoco ha valido para nada. También eso quita las ganas”

“Pero es que con lo de Bolonia íbamos allí 800.000, todo el mun-do manifestándose y al final se ha aplicado el Plan Bolonia. Es que yo creo realmente lo que él dice, la forma de manifestarse y de salir a la calle ahora mismo no sirve de mucho”.

“También es muy pronto para decirlo, pero a mí me preocupa mucho las noticias que salían ayer, que está el país desabastecido [Francia], que está todo el mundo en huelga y Sarkozy dice que sigue adelante”

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IV. La Huelga General del 29S

“A mí lo de Francia me parece genial pero no va a servir para nada”

Y aparece también una sensación de impotencia ante la enorme escala de la crisis y la envergadura de algunos de los actores implicados:

“(…) Creo que al final, la solución, la forma de manifestarte, sí, podemos hacer la huelga, como podemos no hacerlo, pero si no sabemos la solución, por mucha huelga que hagamos, o nos quejemos de que no nos pagan las horas extras, si nadie sabe la solución, no veo la relación. No veo que poder, o cómo … El otro día leía a uno en Facebook: “el día que circule el dinero, se acaba-rá la crisis”. Tampoco yo lo terminé de entender mucho, pero no veo las soluciones, o cómo desde nuestro punto de vista o nuestro puesto de trabajo podemos hacer que eso se acabe, lo veo algo tan a gran escala, gobiernos, bancos, que realmente yo no entiendo cómo puedo solucionar eso”.

De otro lado, de forma minoritaria pero significativa se pone en juego un discurso sobre la ineficacia de las huelgas como dispositivo de lucha, al haber quedado “anticuadas” y ser propio de estructuras industriales hoy inexistentes: paralizar la producción un día no dañaría la economía, por lo que la huelga habría perdido su capacidad para ejercer presión. En esta línea, se reivindican otro tipo de movilizaciones (huelgas de consumo, boicots a marcas o productos) como única manera de poder incidir eficazmente en la marcha de la economía.

“Para mí los sindicatos son organizaciones absolutamente ne-cesarias pero que tienen que cambiar de raíz, principalmente eehh… la forma del discurso y la forma de la reivindicación. Yo creo que una huelga como a finales del SXIX no tiene ningún sentido. No sirve para nada, nadie lo nota, ningún empresario lo nota, nada, en absoluto. Es un día… pues festivo y a tomar por el saco. Una huelga de consumo sí. Si tú dices: “vamos a estar una semana sin comprar una puta Cocacola”, la Cocacola se caga en la puta y llama al presidente del gobierno”.

o El trabajo inmaterial/del conocimiento “no puede” hacer huelga

La diferente capacidad de influencia a través de una huelga que tienen los distintos colectivos de trabajadoras según la posición que ocupen en el aparato productivo es una cuestión que aflora recurrentemente en el discurso y resulta llamativo cómo estas alusiones suelen hacerse en un tono de crítica negativa hacia quienes, por ocupar sectores estratégicos (transportes, abastecimiento…) tienen mayor capa-

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cidad para “alterar la normalidad”, aún cuando los motivos de la movilización se consideren legítimos.

(A) “[las trabajadoras del Metro de Madrid hicieron algo “duro”] porque están en un sector que afecta a mucha gente, hay otros sectores que no lo tienen tan fácil. ¿Por qué no le han bajado el sueldo a los de Renfe? Porque paraliza tol’ país. Sin embargo, al resto de funcionarios los han bajao’ a todos y a los de Renfe no y a los de Metro lo intentaron y no han podido. Bueno, han podido pero un poco, el 5% en vez del 10, me parece”

(B) “No, les iban a bajar un 5 y al final les han bajado un 1, creo”

(A) “Bueno, algo así. Les han bajado algo pero no mucho, pero porque están en un sector…”

(A) “Que pueden, ya, eso sí”

(C) “Que pueden”

Más allá de las evidentes “molestias” prácticas que las huelgas de estos sectores pueden suponer, esta aparente contradicción (entre la consideración de los moti-vos para protestar como legítimos y el tono negativo empleado) podría interpre-tarse en clave de una cierta “envidia”: mientras que las protestas y paros de unas son muy visibles y tienen gran capacidad de presión (por ocupar sectores “estraté-gicos”), los paros de las trabajadoras del conocimiento resultarían casi invisibles.

“[en relación a las huelgas] Estás apoyando al que realmente puede hacer más daño porque está en un sector más productivo y más claro, más claramente dañino para la economía”.

(A)“Sabéis que una cosa que pasa en España, cuando necesitas un obrero o técnicos, en el sector audiovisual, cuando tienes un evento y necesitas un cámara o un técnico de sonido, a partir de las 20.0, se les paga un plus de horario. A los ejecutivos que lide-ramos el evento no se nos paga nada, aunque tengamos que estar allí a las 02.00 de la mañana. ¿Por qué?, Porque eso ha sido una sido una reivindicación sindical de los técnicos, y los ejecutivos no tenemos, y ‘¿por qué?’ me dirás”

(B) “Yo sí lo sé, he trabajado en la televisión, y en la televisión los técnicos decían que no hay condiciones adecuadas, y cogen, quitan un cable, y fuera, no se trabaja”

(C)“ Para que haya huelga en Telemadrid hace falta que haga huelga un tío, que es el que da la continuidad”

(A)“Yo he trabajado ahí, y sé cómo funciona, es así, se desenro-

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IV. La Huelga General del 29S

llan los cables, se guarda todo, y ya está”

(B)Al presentador le sustituyen, quiere hacer huelga, y enseguida meten a otro. Te tocó, y te enganchan, y te toca”

o La pérdida de dinero que supone ir a la huelga: este factor aparece principalmente entre las precarias, en ocasiones con mucha intensidad, aunque no suele ser determinante sino añadirse a algunos otros de los factores mencionados y ser algo así como “la gota que colma el vaso”.

(A) “Yo [no fui a la huelga] por lo mismo que él. Me parecía un poco absurdo, cuando ya no había nada que, era un poco tonto. Y luego aparte, bueno, a mí tampoco, nunca, yo ese mes era el que estaba haciendo la suplencia en una portería, a mí tampoco vino un sindicato ni nada ni me explicaron nada. Sólo me enteré realmente de todo el dinero que me quitaban y tal y yo no soy de aquí, yo me tengo que pagar un alquiler, tengo facturas fijas y fue como…. Uf! (…) si me plantease ir, es que al final pagan justos por pecadores; digo: “tengo trabajo”. Tengo trabajo (…) voy a estar perdiendo 120 € por ir a la huelga un día. Y por eso no fui!

(B) “Yo igual: ni apoyaba la huelga y encima cobro poco, así que encima pa’ que me anden quitando…”

Desde posiciones de izquierdas se critica esta actitud en tanto que “cortoplacista”, argumento que una vez expuesto resulta contundente y termina por ser recono-cido por una parte de quienes inicialmente lo aducían, lo que provoca un cierto sentimiento de culpa (ver más adelante).

Por otro lado, como decíamos anteriormente, las autónomas/empresarias viven la huelga de una forma particular:

o En el caso de las posicionadas claramente a la izquierda, apoyan y secundan la huelga (aunque no necesariamente acuden a las manifestaciones) y lo hacen para “significarse” políticamente; pero paran de trabajar “a medias”, lo que enturbia ligeramente su vivencia de la huelga:

“Tengo una empresa, y trabajo solo, no tengo empleados, y cuan-do cierro y cuando abro es muy difícil de medir incluso para mí, porque incluso el ordenador lo encendí por la mañana, y lo apa-gué por la noche [el día de la huelga]. Y el teléfono lo tenía en-cendido todo el día. Hice lo más parecido que a una huelga que puedo hacer que es dejar de hacer una cosa y esa tarde ir a la manifestación. ¿Pero eso es huelga? Yo que sé”

“Bueno, le presto mucho interés [a la política] pero no hice la

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huelga hasta el final. Es decir, no protesté, no ‘no sé cuantos’. Es decir, yo cerré, y como yo tengo mi vida mezclada tanto con mi trabajo, me vi mis películas, me fui al cine, me puse a leer”

o En el caso de las autónomas/empresarias que no pararon de trabajar, ni siquiera de esta forma sui generis, dicha decisión se explica por alguno o varios de los motivos ya expuestos (rechazo hacia los sindicatos, evitar la pérdida de dinero, la consideración de la huelga como algo “que no va a servir para nada”…) pero también aparece el siguiente dilema conceptual:

(A) “También es un enfrentamiento trabajador contra el empre-sario: ‘oye tíos, nos estamos quejando contra el gobierno y el em-presario’. ¿O no? Pero si eres el empresario y eres tú solo; porque si yo currando con uno digo ‘haz lo que te salga de los cojones’, pero yo tengo que seguir currando, por el futuro de la empresa”

(B) “Ya, pero eso es más de concepto, no es que estés tú contra ti”

Es decir, la autónoma (cuando no tiene empleados) no sabe muy bien si es empresaria o si es trabajadora, lo que le coloca en un lugar difícilmente interpelable desde el punto de vista de una convocatoria de huelga y, en general, de los mensajes de cualquiera de los grandes actores políticos en liza (también de la patronal):

(A) “(…) ellos [la patronal] hacen lo que se supone que es lo lógico, ayudar al empresario”

(B) “Depende de a qué empresarios; pregúntale a los autónomos (…)”

Y más allá de los motivos para hacer o no hacer huelga el 29S (las informantes casi nunca emplean la expresión “ir a la huelga” sino la de “hacer huelga”), cabe hacer dos consideraciones adicionales en relación a la construcción discursiva en torno al 29S, relacionadas con el carácter “ejemplar” de ciertas movilizaciones y la ausen-cia de menciones específicas a la naturaleza de la reforma laboral.

o Como ya se ha mencionado, las huelgas de Francia (coincidentes en el tiempo con la realización del trabajo de campo) y el Metro de Madrid son objeto de admiración y se configuran como modelo: es llamativo que en todos los grupos de discusión realizados apareciesen los conflictos del Metro de Madrid y las movilizaciones en Francia contra la política de Sarkozy como referentes deseables, narrados siempre con un tono de admiración, incluso entre quienes tienen posiciones alejadas del 29S y de los sindicatos.

Estas narraciones acerca de ambos conflictos pivotan todo el tiempo en torno a la idea de que se trató de movilizaciones valientes, “duras”, llevadas a cabo con enor-me determinación por sus protagonistas (al contrario de lo que habría sucedido

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IV. La Huelga General del 29S

con la huelga del 29S) y precisamente por eso mismo suscitan admiración, incluso entre quienes a priori no estarían próximos a las posturas políticas de los huelguistas.

“Pero yo si sufro [en relación a los inconvenientes derivados de que se paralice el transporte público en una ciudad], yo si sufro por algo que creo que están haciendo bien… mira, sufro, pero sufro un poco menos. Yo, en serio, en la huelga del Metro de Ma-drid también, tuve que esperar colas, tal… pero dije: ‘olé sus hue-vos, tío, olé sus huevos’. Son los únicos que en estos… dos años, tres años, todo el mundo consciente de que estamos metidos en crisis, son los únicos que han hecho algo. Algo duro; algo duro”

“Es que habría que exigirles. Yo creo que habría que exigir. En Francia por ejemplo se exige y mira lo que pasa”

“En Francia, con la que está cayendo también, la están haciendo y la están haciendo de forma indefinida. Y la cuestión es que aquí no se sabe por qué la hacen, ni de dónde salía, y eviden-temente no iba a ningún sitio, como se ha visto, no ha tenido repercusión ni se ha mantenido. Y en Francia siguen, ahí están dándole, hasta que caiga el más tonto”

“Mira Francia todo lo que está pasando en las calles, que eso si se están tomando en serio… Quiero decir, están poniendo cartas encima de la mesa, aquí… incendios”

Parecería, pues, que plantear iniciativas que impliquen una ruptura importante de la normalidad y, sobre todo, unos niveles de agitación considerables termina por dejar un poso de valor y por obtener el reconocimiento de la determinación, con independencia incluso de cuáles hayan sido los resultados obtenidos (en el caso de Francia se duda de que las movilizaciones vayan a conseguir sus objetivos, pero ello no eclipsa el valor de su significado). Esta actitud es coherente con el tono crítico con el que en realidad se percibe y se narra la “apatía” en la que estarían inmersa nuestra sociedad (ver a continuación).

En resumen, la manifestación expresa de conflicto, abordada de manera inequívoca y decida, parece quedar legitimada en el contexto de crisis.

“Pero es que es a lo que se exponían los sindicatos cuando empe-zaron; a un puro increíble, a irte a la cárcel. O sea, jugar con el límite. Porque obviamente las leyes te ponen un límite tan acota-do que tienes que pedir permiso para hacer la manifestación, vas rodeado de lecheras y es que es casi una visita al zoo”

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o Las referencias a “la reforma laboral” son infrecuentes y fugaces: resulta llamativo lo infrecuentes, casi inexistentes, que son las menciones a la reforma laboral (que motivó la convocatoria de huelga): todo el discurso gira, como hemos visto, en torno a las formas de la convocatoria de huelga, a la valoración de los distintos actores políticos implicados, incluso a si el gobierno tenía o no margen de acción para tomar las medidas que tomó… pero rara vez se habla de forma específica de “la reforma laboral” (expresión que, de hecho, apenas se utiliza) y mucho menos de sus contenidos concretos.

Así, “las medidas del gobierno” tienden a aparecer como un todo más o menos vago e indiferenciado, calificado de “recorte social” por los perfiles más a la izquierda pero donde en todo caso se incluirían -de forma sobreentendida, puesto que casi ninguna medida es explícitamente mencionada-, toda la batería heterogénea de medidas adoptadas (desde la reforma del mercado laboral hasta la bajada de sueldos a los funcionarios, desde la -entonces en trámite- reforma de las pensiones hasta el aumento del IVA, desde la privatización de AENA hasta la supresión del “cheque bebé”).

(A) “Y lo único que están haciendo ahora es esperar”

(B) “No, y medidas de recorte social y privatizar todo y diga-mos… una serie de pérdidas de derechos generales… del ser hu-mano”

“A mí me hubiera gustado que el gobierno hubiera explicado mejor las cosas, de la crisis, por ejemplo. Pero ese no era el leit motiv de la huelga, la huelga era contra los recortes sociales”.

Así, no parece existir la capacidad de generar discurso sobre las diversas medidas por separado ni casi de distinguir entre ellas (por ejemplo, entre las orientadas a reducir el déficit público y las “estructurales”, orientadas a modificar los marcos legislativos y la estructura productiva del país). En particular, en relación a la reforma del mercado laboral, nos aventuramos a afirmar que las informantes no conocen prácticamente nada de sus contenidos concretos ni de los cambios que supone en relación al marco legislativo anterior.

Esta falta de discurso concreto en torno a las distintas medidas puestas en marcha por el gobierno parece estar en relación con la dificultad general para construir una narración completa de lo que ha pasado:

“(…) ¿por qué sólo conectamos con el fútbol?

(B) “Porque el fútbol es trivial, es muy sencillito. Es trivial: tú eres del Barça, el otro es del Madrid y a lo mejor el otro es un…pero la política es muy complicada. Ya lo estamos viendo en esta reunión, que hay muchos matices, muchas historias”

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V. El Fantasma de la culpa

El fantasma de la culpa

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La crisis según los trabajadores del conocimiento

V. El fantasma de la culpa

Como se ha explicado anteriormente, la política en sentido fuerte (entendida como apuesta por un modelo u otro de sociedad, como apelación a la intervención colectiva sobre las condiciones de vida, como petición de responsabilidades al poder en torno a los asuntos del interés común) es la gran ausente del discurso sobre la crisis.

Así, la ciudadanía, cada ciudadana, se queda sola frente a la crisis. Y esta incapacidad o dificultad para narrar, analizar o plantear salidas a la crisis en términos políticos corre de la mano de lo que hemos dado en llamar “la culpa”: un cierto sentimiento o sensación de culpa sobrevuela todo el discurso producido, culpa que aparecería en varios niveles; en relación a “ser español”, a la clase política que tenemos, a los orígenes de la crisis, a “no hacer nada” en general y a no haber ido a la huelga.

• La culpa de “ser español”: ya se ha abordado en detalle el carácter profundamente español que se atribuye a la crisis: a pesar del reconocimiento de su origen internacional, se consagra rápidamente la “españolidad” de la profundidad de nuestra crisis y se hacen comparaciones constantes con otros países, a quienes deberíamos imitar y, sobre todo, haber imitado con anterioridad. Esta connotación negativa de la “españolidad” acaba por filtrarse a todos los ámbitos de la “vida social”.

• La culpa por la clase política que tenemos: también hemos abordado la consideración generalizada de la clase política española como inepta y corrupta. Este discurso, vinculado también con la cuestión de la españolidad de ciertos atributos negativos de esa clase política, desemboca ocasionalmente en una autoinculpación, en la medida en que elegimos a nuestros representantes:

“Esos políticos no salen de la nada, salen de nuestra sociedad, son parte de nosotros, son gente como nosotros y son elegidos por nosotros. No son como digamos, el presidente de, no sé qué decir, el presidente de Microsoft, yo que sé, ha hecho su empresa, le ha ido bien, si quieres currar en su empresa pues curras, él es el jefe, y ya está, y si no quieres currar pues no curras. Pero en el caso de los políticos que tenemos, los tenemos porque los hemos elegido nosotros, y salen de nuestra sociedad, no salen de una isla secreta dónde se crean solo ineptos”.

“Aquí hay mucho de: “yo les voto hagan lo que hagan”, como el que es del Madrid o es del Barça. Además son discusiones del mismo estilo: discusiones de bar donde tú vas a defender a capa y espada una cosa aunque ni tú mismo te la creas. Al final tenemos lo que nos merecemos”

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V. El fantasma de la culpa

• La culpa en relación a los orígenes de la crisis: como se ha explicado, el discurso dominante en torno la crisis localiza su origen y su explicación en el consumismo excesivo que habría sido desplegado por todas en los años previos. Este discurso individualiza la responsabilidad de la crisis, en la medida en que la hace aparecer como consecuencia directa de los comportamientos individuales de cada una de nosotras…

(A) “De todas formas, eso que estáis comentando de una bur-buja de irrealidad de la que ahora nos estamos despertando, no sé si…. ¿nos hace eso a nosotros responsables de la… de crisis? Porque yo, personalmente, no me veo… [tono muy vacilante]… que yo haya sido responsable de la crisis…”

(B) “¿No te fuiste de viaje en los últimos 4 años? ¿Qué coche tie-nes?”

“ (…) Yo creo que eso es una cuestión ya… de cada uno, de lo que compres a tus hijos, lo cultural, lo educacional, es una cuestión personal (…)”

“Es muy fácil que tú la cagues, te compres un Audi y luego digas: ‘es que, lo que me habéis metido en la cabeza’. No tío, tú tienes una responsabilidad”.

…y al mismo tiempo, como veíamos, socializa la responsabilidad de la crisis, puesto que todas aparecemos como corresponsables, y esto es común a todas las posiciones políticas:

“La culpa de estas cosas las tenemos todos los actores económicos, los de arriba y los de abajo, los más poderosos y los que menos”

“Ese modelo ya lo empezamos nosotros, de dejarte la pasta, vive ahora”

“La culpa la tiene todo el mundo. Es una cuestión de intereses creados”

“Nosotros no somos responsables de que quiebren los bancos, se-guramente, pero somos responsables, o sea, padecemos la crisis en mayor medida porque hemos generado parte de nuestra crisis. Hemos vivido en general por encima de…; o no hemos medido”

Y donde decimos “responsabilidad” podríamos decir “culpa”. Así, salvo en posiciones

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situadas a la izquierda, minoritarias y que ponen el énfasis en los marcos institu-cionales…

“(…) yo no creo que sea específicamente o especialmente justo culpar a alguien que le hayan dado un crédito que no va a poder pagar, cuando tenía que haber habido alguien que tenía que es-tudiar si iba a poder pagar ese crédito y le ha dado igual y se lo ha dado igual (…)”

…todo el discurso está atravesado por una autoinculpación colectiva, por la cons-trucción de una culpa en torno al origen mismo de la crisis.

“Pero todos conocemos casos de gente cercana que… o sea, el ve-cino de toda la vida que sabíamos dónde curraba y de repente te aparecía con el Audi, y dices: “¿y este tío?”. O el tío que cada tres años cambiaba de coche o…”

• La culpa por no movilizarse: ya avanzábamos que este marco no es el más favorable para la movilización colectiva, a la que tampoco ayuda la desafección reinante hacia todos los actores políticos y sociales. Sin embargo, y esto es crítico en relación al origen y desarrollo de la crisis, existe un claro enjuiciamiento ético por el que los culpables principales de la crisis están saliendo de ella trasladando los costes al conjunto de la población. Así, a pesar de un marco discursivo que frena cualquier impulso de movilización colectiva, de forma paradójica aparece un cierto sentimiento de culpa en torno a dicha falta de movilización.

Esta culpa es más sutil y menos explícita que en los casos anteriores y es perceptible en los términos connotados negativamente que se emplean para referirse a esa falta de movilización colectiva…

(A) “Porque no vamos a tener pensión nadie”

(B) “Porque todo el mundo traga”

“(…) hay una pasividad interiorizada de muchos años (…)”

“(…) No entiendo lo que hacen los políticos, con lo cual en-tiendo la desidia”

“(…) somos individualistas hasta decir basta”

… crítica hacia la ausencia de movilización colectiva que en unas pocas ocasiones

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V. El fantasma de la culpa

se expresa de forma explícita y autoconsciente:

(A) “Hay una parte de responsabilidad nuestra muy importante. Al final lo que queremos es evitar conflictos y evitar movilizarnos. Porque eso supone conflictos, trabajo, tiempo, esfuerzo... y lo mejor es decir que éste es un corrupto, no sé qué, y me quedo en casa”

(B) “Al final hay un aburguesamiento que te cagas”

(C) “Pero aburguesamiento sin ser burgueses, porque si fuéramos suecos...”

(D) “Hay un aburguesamiento de Burger King”

“Está claro que somos muy cómodos y estamos esperando a que nos lo solucionen y no hacemos nada”

En todo caso, en el discurso queda un poso de culpa, que en ocasiones se traduce en auténtico malestar:

“El efecto neto [de no protestar] es que somos idiotas”

• La culpa en relación a no haber ido a la huelga: un caso particular del anterior es el sentimiento de culpa que en algunas ocasiones se percibe en las informantes por no haber secundado la huelga, y esto es así, paradójicamente, a pesar de todas las críticas y distancias que se expresan hacia la convocatoria:

(A) “¿Y tú por qué no hiciste la huelga?”

(B) [En voz baja] “Porque soy una rata esquirol neocon”

“Yo tengo sentimiento como de excusa. Tomadura de pelo, no sé qué [en relación a la convocatoria del 29S]… pero si todo el mundo es como yo...”

(A) “(…) pero si piensas, confías en que va a servir de algo, aunque no te lo puedas permitir igual aprietas un poco, te aprietas un poco más ese mes o… haces algo. Pero dices: “voy a perder dinero para que no sirva para nada”. Cuando realmente pierdes a corto plazo para ganar a medio yo creo que mucha gente más hubiese ido o se habría acabado el argumento de: “no estoy para perder 50 ó 60 euros”

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La crisis según los trabajadores del conocimiento

(B) “Perdona, pero si mucha más gente hubiese ido a lo mejor habría servido de algo, es que es la pescadilla que se muerde la cola, ¿no? No estoy hablando de esta en concreto, que ya te digo que yo no estaba de acuerdo ni nada, pero yo creo que en España somos un poco vagos, ¿sabes? Para manifestarnos, todo ese tipo de cosas. Y siempre está, pues eso, la excusa del dinero, del no sé qué. Pero al final es eso, es la pescadilla que se muerde la cola: “no, yo no voy porque no puedo perder dinero”. Entonces, como no vas, eres uno menos que va, ¿sabes? Y entonces…. ¿sabes lo que te digo?”

Así, resulta casi imposible evitar la culpa, ya sea por haber vivido por encima de nuestras posibilidades en el pasado o por no movilizarnos en el presente, por ser españolas o por votar (al PSOE o al PP)… Como en el caso del catecismo católico, resulta prácticamente imposible evitar el pecado, puesto que se peca de obra (haber vivido por encima de nues-tras posibilidades); se peca de pensamiento (haber deseado vivir por encima de nuestras posibilidades, aunque no se haya logrado, como en el caso de las precarias); se peca de palabra (votando a los políticos, que es la forma de hablar, de expresarse, por antonomasia en democracia); y se peca de omisión (no haber hecho nada contra las medidas injustas o incluso haber dejado de consumir)…

De hecho, en un tono bromista pero no por ello menos significativo, uno de los grupos de discusión terminó así:

(A) “¿Podemos quedar así todos los martes, es que es como muy terapéutico?” [risas]

(B) “Alivia un poco, en vez del estado del bienestar, el estado de malestar que tenemos todos” [risas]

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VI. Las salidas de la crisis

Las salidas de la crisis

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La crisis según los trabajadores del conocimiento

VI. Las salidas a la crisis

A. La dificultad para hablar sobre el futuro y la asunción del ciclo económico.

El debate sobre la salida a la crisis no se articula alrededor de una reclamación de cambio sino desde la resignación y el escepticismo sobre la posibilidad del mismo. Diferentes ele-mentos dificultan la formulación de “salidas”:

• Por un lado, no se identifica un modelo alternativo al que nos ha llevado a la crisis. No hay expectativas de una reacción social, de un posicionamiento o modelo alternativo, porque no los ha habido hasta el momento y ya no se espera que aparezcan o sean propuestos.

• Por otro lado, la interiorización de “la culpa” de la crisis, que bloquea el pen-samiento en tanto que hace nos merecedores del “castigo” actual, y genera una actitud de pasividad.

• Y además, se produce una cierta identificación de la salida de la crisis con la situación previa a la misma: se considera que la salida es (sería) volver a la situación económica boyante anterior, que ahora se antoja como irreal.

Esto conduce a una paralización del discurso ante la pregunta sobre el futuro, a una inca-pacidad notoria para hablar sobre las salidas a la crisis. En los grupos resultó muy ilustra-tivo el silencio súbito que se imponía cuando se preguntaba a las informantes sobre cómo veían el futuro.

“[tras unos largos segundos de silencio] El silencio es una buena respuesta (risas)”

En la misma línea, aparecían reacciones vacilantes e incluso de incomodidad o bien se respondía simplemente con la negación de una salida.

“Aquí nos quedamos, arreglando el mundo… (risas)”

“No va a haber una salida de la crisis, no vamos a volver a ser lo que éramos”

Sólo al insistir se evidencia que, para las informantes, la solución pasa esencialmente por continuar resignadamente por los ciclos económicos de crecimiento y crisis del modelo: se saldrá de esta crisis, y luego vendrán otras por los mismos motivos que la actual. Más

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VI. Las salidas de la crisis

allá de una actitud voluntarista que quiere creer en un cambio de valores, se asume de forma generalizada que no habrá aprendizaje sobre lo que ha pasado o el funcionamiento del modelo económico, y que nuestros valores y actitudes no cambiarán: estamos casi “condenados” a repetir el mismo proceso, nuestros deseos provocarán nuevos pecados y nuevas culpas.

“Así que me imagino que saldremos de la crisis, tendremos que pedir dinero; entonces viviremos muy bien, estaremos muy bien y cuando tengamos que devolverlo, volveremos a estar otra vez en crisis, yo me imagino que esto será… pues así”.

“Volveremos al corre que te corre, porque hay esa oportunidad, uy los pisos ahora son baratos”

“Se va a volver a repetir”

“Yo creo que son ciclos y mientras que no se desgaste el modelo…”

B. Las salidas de la resignación: individualización y mercado

Como consecuencia de ese punto de vista, de manera dominante en el discurso sólo se consideran como “salidas realistas” aquellas que encajan en el modelo económico vigente. Se dan soluciones de tres tipos: individuales, económico-empresariales y “políticas”.

• Soluciones individuales: dimensión sobre la que más hablan las informantes. De manera general, domina la idea de que es uno mismo, a nivel individual, el que debe buscar sus propias soluciones para la crisis, que se desarrollan en varios planos:

o La recuperación anímica, el optimismo de pensar que uno, a nivel individual, le va a ir bien pese a que las cosas estén mal. Es decir, luchar contra los propios sentimientos de miedo y depresión como una forma de revertir la situación.

“No dejarse obnubilar por el miedo a la crisis, y que de esto no vamos a salir (..), eso ya es importante, positivo, es un primer paso, tener un pensamiento creativo, positivo, constructivo, echa-do para adelante, contagiar a la gente de esa idea de “venga, va-mos, que vamos a salir todos”, de ese positivismo, aunque sea un poco inflado, será mejor estar inflado de eso que de negatividad y de mal rollo”

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La crisis según los trabajadores del conocimiento

o La emigración, marcharse del país, a lugares de mayores posibilida-des económicas, sobre todo entre los precarios (al menos como for-ma de fantasía ante la imposibilidad de cambio).

“A medio plazo me veo fuera de España, buscando trabajo fuera de España”

“Yo tengo 2 hijos, si no los tuviera ya me habría ido”

o Formarse y adquirir más habilidades como inversión para tener res-puestas adecuadas a los cambios del mercado.

“Hay que invertir, el propio ente familiar tiene que invertir para buscar trabajo, tengo poco dinero, lo ahorro. No, joder, gástalo, en un máster para encontrar trabajo, o como quién dice, en un máster, en un curso de técnico de no sé qué”

o Emprender empresas, negocios, tanto por el propio interés indivi-dual como por lo que tienen de aporte a la economía. Como se viene señalando, la figura (y mitología) del emprendedor sale reforzada como consecuencia de la crisis. Aparece como arquetipo de la solu-ción: sólo uno mismo puede resolver sus propios problemas econó-micos, hace falta el valor y las ganas para hacerlo.

“Ese miedo paraliza. Y entonces te digo por la crisis: lo que yo puedo hacer por la crisis, punto uno, no tener miedo para no es-tar paralizada. Punto dos: si puedo emprender un negocio lo voy a emprender, aunque haya crisis, aunque tenga un montón de cosas en contra de mí, si no juego yo a mejorar mi entorno, pues Zapa-tero ni nadie lo va a hacer por mí. Echarte para adelante, y eso, dentro de lo que pueda, consumir para reactivar la economía, los pequeños sectores que afecten a ese consumo que yo pueda hacer, familiar, turístico, etc. Y seguir pensando que bueno, que hace falta tener un colchón, un ahorro, pero no miedo”

“Es que tengo que hacerlo, no me puedo quedar parado esperan-do a que me contraten”

• Soluciones económicas/empresariales: en dos niveles

o El desarrollo de nuevos sectores económicos y empresas, aunque con escasa certeza concreción y expectativas, ya que se considera que Es-paña no es ni un país industrial ni dispone de un sector servicios innovador.

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VI. Las salidas de la crisis

“El lado naif me dice que inventaremos algo que sustituya la pata de la construcción pero… no sé qué”

o La formación de la fuerza de trabajo dentro de las empresas, a se-mejanza de lo que se señala que ocurre en otros países desarrolla-dos.

• Soluciones “políticas”: sólo en tanto que remiten a políticas de crecimiento económico y mejoras de la competitividad de los sujetos como fuerza de tra-bajo. Estas ideas aparecen más como la crítica a lo que los políticos deberían hacer y no hacen.

o Se dan una amplia gama de vías: fomento de la innovación, la tecno-logía, la creación de empresas, apoyo a sectores novedosos…

o Si bien los políticos son los responsables teóricos para tomar estas decisiones e implementarestas medidas, no se confía en que vayan a ser realmente impulsores.

o Es de destacar que no aparecen referencias a un “papel social” ni de “dirección” del Estado o de la política. El papel de la política se man-tiene diluido bajo las condiciones del modelo económico: aparece más como un apéndice o soporte del modelo que como fomentador de un cambio del mismo.

Es decir, salidas y soluciones todas ellas que pasan por realizar lo que se espe-ra dentro del momento de crisis del ciclo del modelo económico: actualización y modernización que pasa por dar un peso fundamental a los aspectos individuales, actitudinales y de formación de la fuerza de trabajo. Del modelo sólo se piensa en la “depuración” (en términos de mercado) de los sectores en crisis, es decir, el sector inmobiliario, y en segundo término, el turismo, que se ha quedado “reza-gado” frente a la competencia de otros países más baratos. Así, las expectativas en relación a “lo esperable” no pasan por un cambio de modelo.

C. Las salidas desde el cambio: los modelos alternativos

Solo algunas informantes llegan a distinguir entre lo que suponen que va a ocurrir y lo que les gustaría que ocurriera. Esta minoría más abiertamente crítica parte de unos posicio-namientos ideológicos más explícitos (en general, de izquierda, pero puntualmente y en relación a algunas propuestas, de derecha liberal), de una menor culpabilización (aunque

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La crisis según los trabajadores del conocimiento

existente) y de un mayor énfasis en la necesidad de cambios estructurales más que la acti-tud de adaptación o fuerte resignación que se detecta en la mayoría.

Aunque los proyectos de futuro no llegan a pasar de una posición minoritaria, planteada de manera desigual en las diversas reuniones, se recogen varios planteamientos, hetero-géneos entre sí:

• El planteamiento individualista extremo: desde posiciones de derecha libe-ral, emerge puntualmente un discurso individualista extremo, haciendo re-ferencia a “soluciones individuales” frente al modelo dominante pero bajo la expectativa de generar mejores resultados bajo los criterios del modelo actual. Vendría a señalar que cierto individualismo, escéptico de los grandes bancos y mercados, puede ser mejor solución en los propios términos del modelo en funcionamiento.

“Pues yo ahora mismo no tengo plan de pensiones ni nada, pero lo he pensado en el futuro y creo que antes ahorraría dinero que meterlo en un plan de pensiones. Creo que tampoco me fiaría de un plan de pensiones aunque sea privado. O sea, preferiría ahorrar el dinero y cuando tenga 65 años tener equis dinero aho-rrado”

“No es tenerlo [el dinero] ahí guardadito. Por mi experiencia pro-pia, de haberme buscado siempre las habichuelas, de no depen-der ni de una empresa ni de nada, os aseguro que tengo muchí-simos medios y canales para generar, para sacarle productividad sin mucho riesgo y sin vender droga ni nada...”

De manera implícita, este planteamiento pone las bases para continuar una dinámica bajo los mismos criterios que la anterior, solo que añadiendo una mayor desconfianza hacia las instituciones económicas en general, y reforzando la propia vía del individualismo económico. Se promulga la total “independencia”, que parece más bien referirse a la total desvinculación social: no depender de nadie. Es, por tanto, una forma de salida individual crítica que asume el modelo llevándolo a su extremo. Bajo el discurso dominante, genera ciertas simpatías y admiración ya que encaja con la idea de “buscarse la vida”. En su traducción a iniciativas políticas, incide en la demanda de privatización de empresas públicas.

• El planteamiento cuestionador global del modelo: presente entre aquellos que piensan en un cambio general de modelo económico que evite repro-ducir los mecanismos que nos llevaron a la situación actual. Implícitamente alude a la política como generadora del cambio, pero aparece de manera poco articulada, sólo enunciada y sin un contenido específico. Si bien cuan-do se formula los restantes informantes parecen estar de acuerdo con este planteamiento, no genera adhesiones claras dado el discurso dominante de culpa y resignación.

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VI. Las salidas de la crisis

“La cuestión es si mantendremos el mismo modelo, si hemos aprendido algo o no, y si cambiaremos la mentalidad o seguimos avanzando en esa misma mentalidad que teníamos o seguire-mos hundiéndonos en esa misma forma económica y…, en fin, se pondrá un parche y seguiremos con la rueda rota o si vamos a cambiar la rueda, ésa es la pregunta que me hago”

• El planteamiento de cambio de valores: viene a sugerir un cambio de valores como solución, el establecimiento de vínculos sociales menos individualis-tas, menos orientados al consumo, más que un cambio global. Suele despertar simpatía y cierta “deseabilidad social”, pero mantiene dificultades para articular propuestas concretas.

(A) “Claro, es lo que decía yo, el fundamento, de la educa-ción, desde niños Una crisis sirve para salir de allí sabiendo más, es una lección”.

(B) “¿Vosotros pensáis que vamos a salir sabiendo mucho so-bre esto y que no va a volver a ocurrir?”

(C) “Que no puedes pedir un dinero que no puedes pagar, por ejemplo”

(D) “Yo creo que a una generación importante, a los que es-tamos aquí, a la que estamos aquí, se nos va a quitar mucha tontería, no sé si veníamos con mucha tontería a dejar atrás, pero con esta crisis, a mí por lo menos”

(A) “O por lo menos valoro más las cosas”

(C) “Es un buen golpe para recuperar valores”

“Yo creo que una de las salidas, para que todo funcione mejor, es que toda la gente va a tener que colaborar más, socialmente, y trabajar más en conjunto, para que las condiciones sean me-jores. O sea, yo creo que el rollo individualista se acabó. No creo que nuestras condiciones de vida (…) vayan a ser como hace 5 años pero yo creo que hay que cambiar mucho la mentalidad de todo el mundo”

“Yo me encantaría, quiero pensar que hemos aprendido cosas, que somos más cuidadosos, que compramos igual pero pen-samos más antes de comprar . Que somos más cuidadosos en general, con las cosas y con las ideas y con las personas, etc. ¿La realidad? Yo creo que la vida va a seguir igual, con obstácu-los que saltaremos de un sitio a otro “

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• El planteamiento autogestionario: se presenta como el modelo con mayor concreción, vinculado a alternativas colectivas frente a los modos de pro-ducción y consumo dominantes, donde se une la autogestión y la pequeña producción con el comercio electrónico y los mercados digitales para pe-queñas empresas. Despierta cierto interés pero, para la mayoría, resulta algo lejano e incluso transgresor.

(A) “Pero yo creo que no hace falta que venga un gran teórico de macroeconomía que venga a inventarse un modelo. Hay un montón de gente en su casa que ha llegado a la conclu-sión de que sí el sistema no vale, puedes inventarte pequeños microsistemas dentro del sistema. El tema del comercio elec-trónico, pequeños productores, gente que tiene huertas que ha empezado a vender productos a consumidores finales, hay un montón de gente que está diciendo coño, dentro del sistema..

(B) “ La autogestión”

En este planteamiento se trata de mantener un vínculo ambiguo con el “sistema”, de convivencia desde un modelo autónomo y minoritario, sin integración o identificación con el mayoritario, sino más crítico, y apostando por pequeñas soluciones colectivas. No pretende tanto cambiar el modelo como encontrar un espacio propio.

“Ya está, dentro del sistema, pero un poco no voy a depender del sistema, es decir, yo no necesito un banco ni necesito tal porque lo que yo tengo un campo lleno de naranjas y un canal a través del que puedo comunicarme con gente que necesite naranjas. No sé, veo cada vez más una serie de personas que se están planteando cada vez más, como papa estado no va a venir a solucionarme los problemas, me los voy a solucionar yo”

En todo caso, es importante señalar que las diversas posiciones alternativas tampoco creen realmente en el cambio de modelo como opción con visos de realidad. Se trata en todo caso, de deseos y aspiraciones más que de proyectos articulados y estimulantes. Existe también entre los más críticos cierta resignación, lo que refuerza, una vez más, la sen-sación de culpa ya que “se debería estar más informado”, “se debería luchar más”. Si no luchamos, es culpa nuestra, punto de vista que refuerza la apatía y la depresión. A la vez, como se ha dicho, en última instancia se observa un malestar “moral” generalizado en re-lación al origen y transcurso de la crisis (sustanciado esencialmente en la sensación de que “no la están pagando los culpables”), de forma que existe una base de indignación desde lo moral que resulta transversal a cualquiera de los perfiles.

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VI. Las salidas de la crisis

“Pero ya está llegando a límites insospechados. Hace 2 años, tú podías ver a gente que tenía un nivel de vida normal, no de lujo, y ahora están yendo a las 10 de la noche detrás del Mercadona, a las cosas que tiran. Eso es sangrante en una sociedad. En una sociedad que se jacta de evolucionada y de maravillosa. Eso no es Estado del Bienestar, es estado de mierda”

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Posibles líneas de trabajo

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Posibles líneas de trabajo

Abordar un planteamiento de intervención desde la izquierda transformadora en los dife-rentes planos susceptibles de actuación analizados (simbólico, sindical, político,….) des-borda tanto nuestras capacidades como el objeto del estudio. Sin embargo, sí creemos posible apuntar algunas líneas de trabajo alrededor de un perfil de trabajadores que supo-nen un elemento estratégico a ganar para una propuesta de izquierda transformadora a largo plazo. Como hemos señalado inicialmente, su materia prima es la información y el conocimiento, su tarea reside en la generación y distribución de signos (y discursos) y se insertan en las industrias de la comunicación y el conocimiento, siendo por tanto claves en la construcción de los marcos simbólicos del conjunto de la sociedad. No cuesta imaginar que si, desde este perfil de trabajadores del conocimiento, el discurso predominante ante la crisis en vez de estar caracterizado por la resignación, desapego respecto de la política y la búsqueda de salidas individuales, fuese de movilización y apuesta por propuestas co-lectivas, el contexto político y las expectativas de salida de la crisis serían sin duda muy distintas.

Partiendo de esta premisa, hemos de comenzar por aceptar que, dentro de un marco gené-rico de distanciamiento ante los actores políticos y socioeconómicos, para estos trabajado-res los dispositivos clásicos de la acción política y sindical de la izquierda transformadora son, o bien muy lejanos o bien irrelevantes. En particular, la situación es crítica en relación a los sindicatos:

• Si bien se les reconoce a éstos un “capital simbólico” por su lucha histórica en pos de la mejora de las condiciones laborales, actualmente se produce tanto una lejanía de valores como una conceptualización del propio hecho del tra-bajo, que desde la perspectiva de los trabajadores del conocimiento resulta completamente divergente respecto al enfoque sindical, de forma que no se encuentran puntos en común; y el contacto directo en los centros de trabajo sólo viene a confirmar una imagen negativa de los dichos sindicatos.

• Las prácticas sindicales tradicionales (la huelga) y su inserción en el mundo del trabajo a través de la figura de los comités de empresa resultan criticados en sus formas actuales (por ineficiente en el primer caso, por desconocidos o escasamente valorados, en el segundo).

• La perspectiva es que, de continuar la dinámica actual, el distanciamiento resulte ya irreparable cuando no desemboque en abierta hostilidad.

Asumiendo las limitaciones de este proyecto en términos de propuestas, ya que no nos dirigimos a ningún actor definido, algunas posibles líneas de actuación para la izquierda transformadora (partiendo de que cualquier proyecto debe asumir una perspectiva de largo alcance temporal, habida cuenta de la debilidad actual) podrían ser:

• En relación a la narración de la crisis:

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o Un esfuerzo por explicar la crisis en términos que identifiquen res-ponsables concretos, asociados a un modelo económico y una ideo-logía concreta, evitando que la responsabilidad acabe por diluirse colectivamente (por ejemplo, incidiendo en quiénes, como los pre-carios, no se vieron beneficiados por los momentos de bonanza) y evitando que la lectura final de la crisis acabe cristalizando en una “culpa de todos”, lectura que frena cualquier iniciativa movilizadora.

o En ese sentido, subrayar, rememorar, las iniciativas planteadas desde la izquierda que, en los momentos pre-crisis, anticipaban la crisis por venir.

o Incidir en el nefasto papel del crédito fácil como incentivador del consumo, poniendo así en cuestión la culpabilidad asociada al con-sumo. De hecho, pensando más allá del ámbito de este estudio, el carácter vertebrador del consumo hace que su análisis sea una tarea política ineludible.

• En relación a la construcción de salidas a la crisis

o Apoyarse en el sentimiento de indignación moral: el discurso basado en el malestar ético y en la necesidad de recuperación de valores uni-versales (pero incompatibles con el modelo económico actual) opera como un elemento transversal a prácticamente toda la ciudadanía. Es diagnóstico generalizado, por difuso que sea, de quitar el de que “hay algo que no funciona bien”.

o Señalar la insuficiencia del análisis basado en la “teoría de los ciclos económicos”: no sólo desde una perspectiva teórica sino, sobre todo, por lo que tiene de garantía de futuras repeticiones de la crisis.

o La necesidad de engarzar las propuestas de salida de la crisis con un proyecto colectivo de país (no necesariamente entendido como nación): nos encontramos ante una crisis que es, entre otras muchas cosas, una crisis de la autoestima colectiva.

o Encontrar puntos de contacto entre el discurso político de la izquier-da transformadora y el de los trabajadores del conocimiento

Incidir en la necesidad de un nuevo modelo económico ba-sado en parámetros distintos a los actuales (construcción, especulación, crédito fácil y endeudamiento, corrupción,..), proponiendo una alternativa que engarce con cuestiones de relevancia para este perfil: I+D, nuevas tecnologías, forma-ción, teletrabajo, reconsideración de las formas de medir el trabajo y la productividad… En última instancia, se trata de establecer la necesidad de una “alianza” entre los diferentes

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Posibles líneas de trabajo

actores del ámbito productivo versus el financiero/especula-tivo.

Dotar de contenido “social” a la figura del emprendedor, evi-tando su apropiación por una ideología liberal. La iniciati-va y el esfuerzo son valores perfectamente rescatables desde una perspectiva orientada a la construcción de lo común: de hecho, precisamente en el ámbito de Internet existe la posi-bilidad de encontrar elementos que inciden en el valor de lo colectivo (iniciativas colaborativas, crowfounding, co-wor-king,…) a través de los que reapropiarse, desde la izquierda, de lo que no deja de ser simplemente un rasgo del comporta-miento humano.

En sintonía con lo anterior, abordar una defensa decidida de lo público, desde la perspectiva de construcción (y no solo defensa) de lo común: la rentabilidad de ciertas empresas pú-blicas, actividades desde lo público que no se vinculen a la imagen del funcionariado, el rol de lo público en la creación de las condiciones necesarias para las iniciativas particula-res… pueden ser elementos importantes a comunicar.

Ejemplificar, ejemplificar y ejemplificar: aunque sea obvio, no está de más recordar que el grado de exigencia hacia las organizaciones y cargos políticos que dice representar los intereses colectivos es superior al que se exige a quien dice representar sus intereses particulares. En ese sentido, la prác-tica y la comunicación de la izquierda transformadora, tanto desde la perspectiva macro como micro, debe mostrar la au-sencia de disonancias entre el discurso (beneficio colectivo) y determinadas prácticas (beneficio específico de determi-nados colectivos –funcionarios, clase obrera tradicional,..- o incluso particulares – liberados, dirigentes,….) .

o En relación a la presencia sindical:

Resulta imperiosa una actualización total de la práctica y el discurso sindical: criterios de organización más flexibles (quizás no pivotando sólo sobre el centro de trabajo), esfuer-zo de acercamiento específico, estructuras ad hoc en los ám-bitos propios de estos trabajadores (en lugar de inscribirlos en unidades organizativas que les resultan lejanas), otorgar visibilidad a los beneficios de espacios de negociación dis-tantes (convenios), disponer de representantes sindicales con proyección pública cercanos a este perfil de trabajadoras, …

Si ejemplificar resulta imprescindible en cualquier ámbito, en

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este caso más: si ya el día a día de estas trabajadoras, insertas en una dinámica laboral que resulta distante de las estructu-ras sindicales convencionales, las aleja significativamente, el discurso social sobre malas prácticas por parte de sindicatos y liberados les crea además una actitud inicial de desconfian-za.

Existen ciertas temáticas particularmente cercanas a las tra-bajadoras cognitivas: precariedad, horarios extensos, pérdida de espacios personales frente al ámbito laboral…

Es necesario un cambio en los estilos discursivos, más cerca-no a este perfil: el tono/lenguaje sindical tradicional, en sus formas categóricas y sencillas, resulta “pobre” y se entiende que simplificador.

Narrar victorias: existe una generalizada sensación de inutili-dad del conflicto abierto (si bien es respetado), no se recuer-dan/conocen victorias relevantes que ejemplifiquen la utili-dad de la movilización y el conflicto. El ideal es poder narrar una victoria significativa resultado de la acción sindical en un ámbito del trabajo cognitivo.

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Addenda

Addenda: Sobre el movimiento #15M

Finalizamos de redactar este estudio a finales de abril de 2011. Tratando de maquetarlo, se nos fueron las dos primeras semanas de mayo. Y cuando nos dimos cuenta, el movimiento #DemocraciaRealYa se llevaba por delante la campaña electoral, llenaba las plazas de España de energía e ilusión, llenaba de dudas a tertulianos y políticos, y a nosotros nos cuestionaba todo el trabajo de análisis realizado: no habíamos visto en nuestro esfuerzo de análisis la posibilidad de este fenómeno.Nos consolamos pensando que el punto de arranque no estaba quizás en los perfiles que hemos analizado (tendemos a pensar que el perfil de quiénes pusieron en marcha el movimiento es más joven y más militante que el perfil objeto de nuestro estudio, que más bien tendería a sumarse a esta iniciativa, no a ponerla en marcha), nos consolamos pensando que los fenómenos sociales son de difícil pronóstico, nos consolamos pensando que, bueno, en fin, si los tertulianos no lo habían previsto y ganan una pasta....., y tratamos de consolarnos pensando en que, a toro pasado, hay algunas claves del análisis efectuado que aplican aún:

• La sensación de culpabilidad: si algo caracteriza al ambiente de las acampadas es la sensación de autoafirmación, de reconocerse dignos por el mismo hecho de movilizarse. La movilización es sacudirse la culpa (por el consumismo que hemos realizado, por los políticos que tenemos -y hemos elegido-, por el país en que nos hemos convertido). Señalábamos la necesidad de narrar una vic-toria, al menos una lucha de la que sentirse orgullosos, y ya la tenemos: si el movimiento lograrse narrarse como exitoso, desde ahora la movilización ya no queda descartada por entenderse a priori como inútil.

• La desconfianza hacia la totalidad de actores del sistema socio-político, im-plicaba dos consecuencias que han caracterizado los acontecimientos de los últimos días:

• El rechazo hacia los “políticos” como elemento unificador.

• La necesidad de que sea precisamente un movimiento apartidista (que no apolítico) el que activase la dinámica: por definición, un movimiento claramente vinculado a un partido concreto no podría recoger los elementos transversales que lo han caracterizado inicial-mente.

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• El distanciamiento hacia los sindicatos: hablábamos de una barrera casi insal-vable. Su irrelevancia en estos días vuelve a quedar puesta de manifiesto.

• La posible reapropiación desde lo común de lenguajes y herramientas cercanas a los trabajadores del conocimiento: además del protagonismo y utilidad de las redes sociales, no hay mejor ejemplo de creatividad emprendedora y networ-king que la experiencia de las asambleas por todas las plazas.

Por lo demás, sin duda, el informe queda en buena medida desactualizado y pone de re-lieve nuestra incapacidad para el pronóstico. Al menos, esperemos que como ejercicio de arqueología analítica tenga cierto interés.