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Reflexiones políticas de Raymond AronTRANSCRIPT
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QU ES UNATEORA DE LAS RELACIONES
INTERNACIONALES?*
POCASpalabras son empleadas tan a menudo por los economistas,
socilogos y politlogos como la de teoria y pocas se prestan a tantos
equvocos. Un libro reciente que desarrolla dos ideas -las virtudes del
no comprometerse y la influencia favorable a la paz que ejercera la
supremaca de las consideraciones econmicas en las sociedades moder-
nas- tiene por subttulo teora general. Una proposicin como: las alian-
zas, fundadas en el clculo de los intereses nacionales, no resisten a la
contradiccin de esos intereses, I es bautizada como teora en ellen-
guaje corriente de la ciencia poltica. De hecho, los autores rara vez
distinguen explcitamente entre conceptos afines pero diferentes, co-
mo los de modelo, de tipo ideal. de conceptuacin y casi hasta de
regularidad empricamente comprobada. Lo que los autores llaman
teora depende ms o menos de una u otra de esas categoras, o tal vez
contiene, en proporciones variables, elementos tomados de una o de
otra.
Esta falta de rigor en el empleo de una palabra clave se explica y tal
vez se justifica por la impaciencia de lograr progresos. Los politlogos
probablemente tienen la sensacin de que su disciplina parece subdes-
arrollada en cuanto se la compara con la economa poltica, para no
hablar de las ciencias de la naturaleza. Importa ms hacer que saber
lo que se hace. La acumulacin de los conocimientos importa ms que
la conciencia crtica de ese saber.
Sin embargo, la querella de los antiguos y de los modernos, de los
tradicionalistas y de los innovadores, de los literatos y de los cientficos
--querella que deploro porque ha venido a aumentar la confusin-
prueba que los especialistas de las relaciones internacionales,llegados
en el curso de los ltimos veinte aos de otras partes, de diversas
provincias de la ciencia, se interesan por la categora episteI1 olgica
de su disciplina. Planteemos pues, con la esperanza de que el anlisis
* Publ icado orig inalmente en inglsenJollrnalo internationalaf airs XXXI,2,1967,
Ydespus en la Revue ranraise de science polit ique XVII,5, 1967.
JRayrnond Dawson y Richard Rosecrann, Theory and Reality, in the Anglo-Ame-
r ican Al li ance , en World Politics octubre de 966 p. 21.
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tendr alguna utilidad, esta pregunta: qu es una teora de las relacio_
nes intemacionales? '
El concepto de teora tiene, a mi parecer, en todo el mundo occidental
un origen doble o, si se prefiere, dos significados, cada uno de los cuales
se deriva de una tradicin. Una teora -como conocimiento contem-
plativo, captacin de las ideas o del orden esencial del mundo-- puede
ser .e9.uiy~ eE ~.~_~ ~ .f losofa. En ese caso, la teora se opone no slo
a la prctica, a la accin, sino al conocimiento que anima la voluntad
de saber para prever y poder . Cuanto menos carcter prctico pre-
sente un conocimiento, menos sugerir o permitir la manipulacin
de su objeto, y ms pasar por terico. En rigor, cambia su propio
sujeto, a saber, el filsofo y aquellos que, por intermediacin de ste,
reciben su luz.
La otra lnea de pensamiento desemboca en las teoras autntica-
mente cie:r:tfic~, cuyo modelo consumado nos ofrecen las de la cien-
cia fsica. En este sentido, una teora es un sistema hipottico-deduc-
tivo, constituido por un conjunto de proposiciones cuyos trminos
eStn rigurosamente definidos y cuyas relaciones entre los trminos (o
variables) las ms de las veces revisten unaJorm~Q: temtic~ Ese
sistema se ha elaborado a partir de una conceptuacin de la realidad
percibida u observada; los axiomas o las relaciones ms abstractas
dominan el sistema y permiten al sabio recuperar por deduccin unas
apariencias en adelante explicadas, o unos hechos captables por medio
de aparatos, si no por medio de los sentidos, que confirman provisio-
nalmente la teora o la refutan. La refutacin obliga a una rectificacin,
y la confirmacin no constituye jams una prueba absoluta de la
verdad.
Dejaremos enteramente de lado el primer sentido, digamos la acep-
cin filosfica del concepto de teora, y nos atendremos al segundo,
que casi siempre sirve de referencia a los modernistas entre los
socilogos o los politlogos. Ninguna ciencia poltica ha alcanzado el
nivel supremo de una teora comparable a la teora einsteiniana de la
relatividad.o a la teora cunt ica?
Dejando aparte el caso particular de la llI gstL~ probablemente
es la econom~Eolt~ la que, de todas las ciencias sociales, ha llevado
ms adelante la elaboracin terica. La economa pura, en el estilo de
Walras y de Pareto, constituye el equivalente de un sistema hipotti-
co-deductivo y se expresa en un conjunto de ecuaciones. Pero, como
QU ES UNATEOlA DE LASRELACIONES INTERNACIONALES? 351
Walras y Pareto fueron los primeros en sealarlo, esta economa pura
constituye una representacin simplificada de la realidad. Se sustituye
la vida econmica efectiva por un mercado artificial en que no se
encuentran hombres de carne y hueso, sino temas cuyos caracteres
determina la economa, que disponen de una informacin perfecta y
que tienen un objetivo nico y definido: maximizar una cierta cantidad
(la intervencin de la moneda hace fci l esta cuantif icacin).
No nos interesa entrar aqu en una controversia ya clsica: los
esquemas de la economa son comparables a la teora de la mecnica
racional, como lo quisieran algunos,2 o deben ser considerados como
tipos ideales, segn la concepcin de Max Weber, es decir, como re-
construcciones racionalizadas y estilizadas de un cierto tipo de con-
ductas y de situaciones? Aunque, personalmente, prefiero la segunda
interpretacin a la primera, la eleccin entre ellas no se impone: la una
como la otra conducen a las proposiciones que deseo recordar.
Los esquemas de la economa pura conllevan enseanzas indispen-
sables (la solidaridad recproca entre todos los elementos del sistema,
la necesidad del clculo econmico con vistas a la asignacin racional
de los recursos, la dependencia de un precio en relacin con todos los
precios, etc.). Los que no han recibido un mnimo de formacin terica
corren siempre el riesgo, si se atienen a la descripcin o a la investi-
gacin emprica, de cometer burdos errores, por ejemplo, de anunciar
la prxima falta de empleos a cada innovacin espectacular de la
tcnica. Pero, en sentido contrario, los tericos no tienen el derecho
de sacar de sus esquemas una doctrina de accin. El hecho de que el
mercado perfecto asegure una reparticion ptima de los recursos no
autoriza al doctrinario a pretender que la ciencia demuestre la supe-
rioridad del liberalismo sobre el socialismo. Aun pasando por alto el
hecho de que esta reparticin es ptima a partir de una cierta distri-
bucin de los ingresos, queda en pie el hecho de que la teora pura
supone el desglose de un sistema definido (el econmico) en un sistema
indefinido (la sociedad global) y la definicin de un actor ficticio (el
horno economicus
muy alejado de los actores reales (no es cierto que
las conductas desviadas en relacin con las de los actores ficticios
desaparezcan en la masa, ni que la conducta media o el resultado final
de las conductas efectivas sean confomles a las previsiones que tuvie-
ran en cuenta exclusivamente la conducta definida por la teora, es
decir, la conducta que apuntara a una cierta maximizacin).
Los progresos de la ciencia econmica resultan de una
~
2Jacques Rueff, Des sciences de la nature aux sciences sociales
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ENTRE LOS ESTADOS
incesante entre la teora la em .. La teora hoy convertida en
ope ante ha sido pro ndamente marcada por la influencia de Keynes,
cuya teorla general presentaba, en comparacin con las teoras clsicas,
varias part icularidades: directamente macroeconmica, determinaba
seis variables, consideradas unas de ellas como independientes Yotras
como dependientes (al mismo tiempo, sugera una tcnica de manipu-
lacin); consideraba el equilibrio al nivel del pleno empleo como un
caso particular; describa a un empresario diferente del sujeto econ-
mico de la teora tradicional, empresario que tomaba decisiones de
inversin en funcin de la ganancia esperada (por ese medio, la psico-
loga de los individuos, el clima psicolgico de la colectividad y otros
aspectos similares de la realidad psicosocial entraban en el esquema)
y, por ltimo, postulaba la falta de elasticidad de los salarios nominales
(tambin ah, se trataba de un hecho social integrado al esquema
econmico).
Se podra discutir sobre el nombre que ms con:vendra a la teora
keynesiana. Se trata de una teora general o de un modelo vlido para
dar cuenta de las fluctuaciones a corto plazo y para dominarlas en un
periodo histrico caracterizado por ciertos factores extraeconmicos?
No entablaremos aqu esta discusin, que exigira un desarrollo exce-
sivo, por lo dems intil para los objetivos de este breve estudio. En
efecto, los anlisis anteriores nos sugieren las proposiciones siguien-
tes, cuyas enseanzas puede utilizar la disciplina de las relaciones
internacionales.
Para elaborar la teora de un subsistema social, es necesaria una
p -- --------..
definicin de ese syb~i~ema que, al mismo tiempo, permita su delimi-
tacin y suespeclficacin-:Cules son las caractersticas propias de
las acciones interrelacionadas que constituyen un conjunto relativa-
mente definido.. y cuya lgica implcita la teora se esforzar por des-
cubrir?
2. El progreso de la ciencia supone un vaivn de esquemas simpl fi-
cados y observaciones renovadas. El esquema keynesiano tiene actores
~s-alejaros d~k>s ~ctores concretos que los esquemas de Walras.
Al mismo tiempo, Keynes se fija por hiptesis ciertos hechos histri-
co-sociales, quiero decir, hechos ajenos al dominio especfico de la
economa (como la imposibilidad de disminucin de los salarios no-
minales).
3. Hasta el esquema keynesiano resupone la constancia de hechos
que, en realidad, no lo son; teniendo por o ~e s uctuaciones a cortb
plazo, Keynes no toma en consideracin los cambios tcnicos.
4. Los progresos del saber econmico en el curso de estos ltimos
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treinta aos se han debido, en gran medida, a los est~os empricos,
estadsticos y descriptivos. Es el estudio emprico y estadstico el que
os hacecobrar conciencia de fenmenos esenciales, como el creci-
miento a largo plazo y la transformacin de las relaciones de precios
entre los bienes de diferentes sectores en funcin de las tasas desiguales
de crecimiento de la productividad. Es la compatibilidad nacional,
mucho ms que la teora, la que ha dado a los gobernantes los medios
de dominar mejor las fluctuaciones econmicas. L~s modelos de crisis
-las configuraciones de variables consideradas como indicadores de
crisis- han causado mltiples decepciones, y no se ha demostrado,
hasta hoy, que las situaciones de crisis sean siempre las mismas.
Puede ser que cada crisis sea singular o, si se prefiere, tenga una
historia; el propio rgimen, por su estructura, incluye posibilidades de
crisis.
5. Los progresos del conocimiento econmico no han suprimido ni
l~s conflicto e doctrina ni las incertidumbres de las prevfsionesa
corto o a mediano plazo, ni l. it imensin pol tic .(es decir , part idarista)
de las decisiones tomadas por los gobiernos (las decisiones que afec-
tan de diversas maneras los intereses de las distintas capas sociales). En
suma, ni los conocimientos tericos ni los conocimientos empricos
autorizan al economista a dictar, en nombre de la ciencia, una accin
determinada a un gobernante, aunque a menudo puedan darle conse-
jos con vistas a evitar los. males temidos por toda la colectividad, y a
veces predecirle las consecuencias probables de sus actos. En pocas I
palabras, no se pasa directamente de la teora-ciencia a la teora-doc-
(
r ina de accin.
De estas proposiciones se desprenden los problemas que quisiera yo
plantear a propsito de la teora de las relaciones internacionales.
Es posible, y cmo, delimitar y definir el subsistema de las
relaciones internacionales?
2. Cul es la relacin de esta teora con el estudio emprico, del sub-
sistema en elcontexto social? Esta teora, es histrica o suprahistrica?
(Esta pregunta constituy, como es sabido, el tema del debate econ-
mico entre los marginalistas y los historicistas a finales del siglo XIX.)
3. Cules son las relaciones de la teora con la doctrina o, para
retomar un trmino que ha sorprendido a tantos lectores, de la teor~
con la praxeologa?
~
Encontramos as las anttesis clsicas que determinan el sentido de
la teora: ~alid d y teoria~empiria (his~9~
~
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Se puede determinar de dos maneras el campo propio de las relaciones
internacionales. O bien se hace un esfuerzo por captar lo que da la
[email protected]~~i l~t~d~
de ese campo entre los campos sociales;
o bien, se parte de cronceptos que se aplican a otros do.. . , iosdist intos
del de las relaciones internacionales. En la primera hiptesis se intenta,
en primer trmino, circunscribir lo que diferencia las relaciones entre
las colectividades polticamente organizadas de todas las dems rela-
ciones sociales. Esta oposicin no retoma, en absoluto, la de los tradi-
cionalistas o de los modernistas. Hans J. Morgenthau es un tradicional
y K. Boulding un moderno, y, sin embargo, uno y otro comienzan por
dos conce tos e eral es, no especficos, de las relaciones internacio-
nales:potencia
power
y confl ict
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4Los elementos no son equivalentes, pero fcilmente se deducen uno del otro.
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forma como se puede demostrar una ecuacin de la fsica terica al
menos provisionalmente), por su acuerdo con los datos experimenta-
les; tampoco se la puede refutar, pues, suponiendo que un da, prximo
o lejano, en la sociedad internacional se instaure un monopolio de la
violencia legtima, diremos simplemente que el dominio especfico de
las relaciones interestatales, tal como lo ha sido en el curso del periodo
llamado histrico de algunos miles de aos, ha desaparecido como tal. ..
Pero una definicin terica de esta ndole incluye mltiples confir-
maciones, directas o indirectas. Simplif icando, dir que esas confirma-
ciones sern aportadas por la respuesta a las preguntas siguientes: 1.
Permite esta definicin hacer la
discrimin cin
del subsistema con-
siderado? 2. Permite deducir o comprender otros elementos del sub-
sistema? 3. Permite recuperar, pero esta vez explicados, los hechos
inmediatos a partir de los cuales se ha operado la elaboracin terica?
A la primera pregunta, la respuesta me parece en general positiva:
no l1;iegolas dificultades. La delimitacin real es a veces ms difcil que
la delimitacin conceptual. En las sociedades arcaicas, a veces cuesta
trabajo encontrar la instancia que detenta la autoridad suprema. A falta
de entidades poltica y territorialmente organizadas, sigue siendo in-
cierta la distincin entre las diversas clases de conflictos, ms o menos
violentos, entre los grupos. Segn los casos, el grupo de referencia, el
actor colectivo que se reserva el derecho de violencia contra otros
actores colectivos, parece ms o menos grande: aldea, clan o tribu. Pero
la dificultad de discriminacin de los subsistemas en las sociedades ar-
caicas, utilizando conceptos elaborados a partir de las so~iedades com-
plejas, se encuentra en la economa poltica tanto como a propsito de
las relaciones internacionales. Por qu vamos a reprochar a la teora
lo que es imputable a la naturaleza misma de su objeto?
Asimismo, se podra objetar que en las sociedades de tipo feudal, por
razn de la dispersin de los medios d~ combate, se dificulta la discri-
minacin de la violencia inter e intraestatal. Tambin por ello, a partir
de cierto punto, las guerras civiles, por ejemplo las de secesin, se
diferencian poco de las guerras extranjeras. Y tambin el derecho
internacional ha tenido en cuenta esos casos marginales. Cuando un
Estado pierde el monopolio de la violencia legtima y dos bandos
disponen de fuerzas armadas y organizadas, los no beligerantes suelen
tratar a los dos bandos como si cada uno de ellos constituyera un
Estado. Tambin ah, los casos marginales no constituyen una obje-
cin al rigor de la definicin inicial.
Me parece que la respuesta a la segunda pregunta es la que ms
justifica el punto de partida elegido. En efecto, al existir una sociedad
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1962, nos da la misma enseanza. Federico 11 confiaba a sus juristas
la labor de justi ficar ,
posteriori
la conquista de Silesia, que apenas
se propona emprender. El presidente Kennedy encontr juristas para
formular en trminos aparentemente legales la cuarentena de Cuba.
Pero todas las sutilezas jurdicas no podran disimular un hecho in-
contestable: los Estados Unidos no dejaron de aplicar el principio de
que cualquier gobierno tiene el derecho de solicitar la ubicacin, en su
territorio, de las fuerzas armadas de otro Estado si considera que ese
concurso exterior es necesario para su seguridad. Cuba, segn ese prin-
cipio, tena tanto derecho a establecer en su territorio las rampas
soviticas de cohetes de mediano alcance como Turqua de colocar
rampas de lanzamiento norteamericanas. Por fortuna, el presidente
Kennedy no se dej arredrar por esas consideraciones jurdicas. Como
Federico, puso su confianza en sus juristas para la legitimacin apa-
rente de la necesidad. Todo el mundo le ha quedado reconocido por
haber reforzado, en unos cuantos das, la eficacia de la disuasin ms
de lo que lo habran hecho centenares de libros o discursos en una
docena de aos. Al mismo tiempo, esta crisis, resuelta sin prdida de
vidas humanas, constituy un giro de la posguerra, aceler la liquida-
cin del asunto berlins y dio un contenido nuevo a la convivencia
pacfica entre los dos Grandes. La opinin pt1blica mundial salud con
agradecimiento la prioridad dada a las exigencias del equilibrio de las
fuerzas nucleares sobre los derechos soberanos de un pequeo pas.
Ms sabia que los idelogos, tuvo en cuenta las circunstancias y las
intenciones ms que la ley.
Ese rasgo especfico -ausencia de tribunal y de polica, el derecho
de recurrir a la fuerza, la pluralidad de los centros de decisin autno-
mos, la alternancia y continuidad de la paz y de la guerra-4 puede
servir de fundamento para una teora cientfica, aunque sea inmedia-
tamente perceptible a los propios actores y aunque pertenezca a la
sociologa o a la ciencia poltica espontnea de los actores? No debe
sustituir la ciencia los conceptos vulgares por conceptos elaborados
por ella misma? Me parece fcil responder que nada impide plasmar
en una frase o en una frmula ms satisfactoria para los dentistas
la idea anterior. Como es sabido, Max Weber defina el Estado como
el monopolio de la violencia legtima . Nosotros podemos decir que
la sociedad internacional se caracteriza por la ausencia de una ins-
tancia que detente el monopolio de la violencia legtima .
Una definicin terica de esta ndole no puede ser demostrada en la
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sin monopolio de la violencia legtima, compuesta por actores colecti_
vos cada uno de los cuales cede a una instancia, en el interior de s
mismo, el monopolio de la violencia legtima, se dan, al mismo tiempo
e implcitamente, las variables principales necesarias para la explica_
cin de los sistemas y de los acontecimientos. En efecto, la pluralidad
de los factores colectivos implica por dos razones el espacio geogrfico:
el territorio sobre el cual se ha establecido cada uno de esos actores
colectivos y el bando en el cual se anudan las relaciones entre los
actores. Forman parte de un mismo sistema los actores que tienen
entre s unas relaciones tales que cada cual tiene en cuenta a todos los
dems en los clculos que preceden a las decisiones. A falta del mono-
polio de la violencia legtima, cada actor vela por su propia seguridad
mediante sus propias fuerzas o combinando sus fuerzas con las de sus
aliados. De ah resulta que la configur cin de l rel cin de fuerz s
bipolar, pluripolar) define una de las variables principales de cual-
quier sistema internacional. Como cada actor colectivo obedece, en
sus relaciones con los otros actores, a la instancia que detenta el
monopolio de la violencia legtima, es decir, a los pocos hombres que
asumen la responsabilidad, los regmenes interiores de los actores
colectivos constituyen una de las variables del sistema internacional,
y la homogeneidad o la heterogeneidad del sistema depende de la
afinidad o de la oposicin entre los regmenes interiores de los diversos
actores.
Semejante anlisis, debe ser llamado
teor
o
conceptu cin
Es
la exposicin de una teora, o la confesin de qu~ es imposible hacer
una teora general? Todo depende de lo que se espere de una teora,
del modelo de teora, fsica o econmica, al que se refiera. Este anlisis
conceptual me parece que presta algunos de los servicios que se pueden
esperar de una teora: definir la especificidad de un subsistema, ofrecer
una lista de las variables principales y sugerir ciertas hiptesis relativas
al funcionamiento de un sistema segn sea bipolar o pluripolar, ho-
mogneo o heterogneo.
Tiene, adems, un mrito suplementario: facilita la discriminacin
entre teora e ideologa, o tambin, si se prefiere, entre las seudoteoras
y las teoras. Tomemos, por ejemplo, la frmula, a veces presentada
como terica, segn la cual los Estados actan en funcin de su inters
nacional , frmula tan vaca de significado como aquella de La Roche-
foucauld que discerna el egosmo tras las conductas aparentemente
ms desinteresadas. Para dar la razn a La Rochefoucauld basta pos-
tular que el Beauchamp de Meredith, que se ahoga tratando de socorrer
a un nio, encuentra mayor satisfaccin en sacrificar su vida que en
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salvarla aceptando la muerte de otro. Asimismo, cualquiera que sea la
diplomacia de un Estado, nada nos impide afirmar que es dictada por
la consideracin del inters nacional , mientras no se haya dado una
definicin rigurosa de ste.
En realidad, la teora llamada del inters nacional o bien sugiere
una idea tan indiscutible como vaga --cada actor, en el campo inter-
nacional. piensa primero en s mismo-, o quiere oponerse a otras
seudoteoras, por ejemplo aquella segn la cual la conducta exterior
de los Estados sera dictada por la ideologa poltica o los principios
morales. Pero cada una de esas seudoteoras no halla su sentido, pobre
en s mismo, sino en comparacin con otra. Decir que la Unin Sovi-
tica conduce sus asuntos exteriores en funcin de su inters nacional
significa que no obedece exclusivamente a consideraciones ideolgi-
cas, a la ambicin de difundir el comunismo. Concluir de ah que los
dirigentes de una Rusia gobernada segn otros mtodos, que se adhi-
rienm a otra ideologa, habran practicado la misma diplomacia entre
1917 y 1967 es simplemente absurdo. La tarea del estudio emprico de
las relaciones internacionales consiste precisamente en determinar la
percepcin histric
que ordena las conductas de los actores colectivos,
las decisiones de los jefes de esos actores. La teora saca a la luz la
diversidad de los intereses de los conflictos entre los actores colectivos
y la diversidad de los fines que pueden proponerse.
La obsesin por el espacio , caracterstica de la ambicin japonesa
o hitleriana entre las dos guerras, se ha disipado. La ideologa marxis-
ta-leniista de un conflicto inexpiable entre los dos bandos, el del
capitalismo o del imperialismo por una parte, y el del socialismo y de
la paz, por la otra, que tampoco ha dictado las decisiones tomadas da
tras da por los hombres del Kremlin, pero que ha estructurado su
pensamiento y su visin del mundo, parece en vas de erosin. La
diplomacia del Kremlin se transforma al mismo tiempo que su visin
del mundo. .
Esta teora puede ser presentada como un fracaso o como un lmi-
te de la teora. En efecto, si tomamos como referencia la economa pu-
ra de Walras y de Pareto, no puede hablarse de una teora pura de las
asociaciones internacionales , as como no hay una teora pura de la
poltica interior , porque no se les puede atribuir a los actores ni a
travs de los siglos ni a un sistema dado un objetivo nico, la voluntad,
consciente o inconsciente, de una cierta maximizacin. Los que supo-
nen la voluntad de maximizar la potencia ni siquiera cobran concien-
cia del equvoco del trmino que emplean.
Si nos referimos al modelo keynesiano,la separacin entre la teora
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guen-as revolucionarias, de 1792 a 1815, parece mucho ms imputable
al factor ideolgico que a los otros elementos de la coyuntura interna-
cional. Clausewitz escriba que hay una doctrina de la tctica ms que
de la estrategia, porque el estratega debe decidir en funcin de una
situacin singular, y cada situacin presenta demasiados rasgos sin-
gulares para que una deduccin hecha apartir de generalidades pueda
sustituir la intuicin, el buen sentido debido al genio del jefe de guen-a.
No siempre es la ignorancia, tambin es a veces la materia misma la
que fija lmites a la teora.
En cambio, de la definicin terica que hemos adoptado tampoco
se puede deducir todo o parte de lo que llamar el comercio p cfico
entre l s colectivid des ya se trate de relaciones inter individuales (entre
compradores y vendedores pertenecientes a dos entidades polticas) o
de relaciones interestatales (cient f icas, econmicas, intelectuales, tu-
rsticas, etc.). No est prohibido intentar hacer una definicin de la
soci~dad internacional a partir del estado de paz y no a partir del riesgo
de guen-a, considerar las pruebas de ~erza y la competencia militar
como las situaciones de excepcin y no comoJa esencia de las relacio-
nes internacionales. Se nos podra objetar que hemos confundido las
relaciones internacionales con las relaciones interestatales, y que nues-
tra definicin se aplica, cuando mucho a estas ltimas y acaso slo en
los momentos de crisis. La sociedad transnacional (o transestatal)
representara la verdadera sociedad. internacional que las organizacio-
nes suprallacionales reglamentaran progresivamente, mientras que
la competencia militar entre los Estados perdera poco a poco su
virulencia y su alcance. .
Deseo que as ocun-a tambin maana. En lo tocante a los milenios
de historia de las sociedades complejas, la definicin terica que he
elegido me parece ms cercana a la realidad, ms conforme a la expe-
riencia, ms instructiva y ms fecunda. Toda definicin que no reco-
nociera el carcter especfico de las relaciones internacionales debido
a la legitimidad del recurso a la fuerza de parte de los actores, descui-
dara por completo un hecho constante de las civilizaciones -cons-
tancia cuyos efectos han sido inmensos en el curso de la historia- y
la importancia humana de la actividad militar. Los expertos en esta-
dstica que, como Richardson, cuentan los hechos de violencia o de
homicidio sin distinguir entre los asesinos y los soldados, nos recuer-
dan oportunamente que las cifras por s solas no significan nada. Tal
vez algunos modernistas me echarn encara que la definicin terica
se une por s misma a la experiencia vivida, que los hombres de Estado,
los juristas, los moralistas, los filsofos han percibido a travs de los
econmica y la teora de las relaciones internacionales se vuelve menos
grande, pero subsiste. No hay, en el sistema internacional, el equiva-
lente ni de las igualdades contables (inversin = ahon-o) ni de la dis-
tincin entre variables independientes y variables dependientes. El
sistema internacional es an menos homeosttico que el sistema con-
cebido por Keynes: aunque este ltimo admita equilibrios sin pleno
empleo, los mecanismos espontneos o manipulados tienden ya sea a
re-crear los equilibrios, ya a provocar movimientos alternados de ex-
pansin y contraccin. Ningn sistema internacional, sea homogneo
o heterogneo, bipolar o pluripolar, cuenta con un mecanismo de
restauracin asegurada. Rara vez todos los actores estn interesados
en mantener el sistema. Innumerables son los factores que, en el
interior de los Estados o en las relaciones entre ellos, tienden a modi-
ficar la situacin del sistema o a provocar el paso de un sistema a otro.
A la ltima pregunta slo se le puede dar una respuesta positiva a
medias, sin que, empero, sea condenada la eleccin terica. Los siste-
mas y los acontecimientos sociales son indefinidos en el sentido epis-
temolgico del trmino: tal como son vividos por los sujetos y obser-
vados por los historiadores o los socilogos, no son divididos por elios
mismos en subsistemas definidos, ni reducidos a un pequeo nmero
de variables, capaces de ser organizadas en un conjunto de proposi-
ciones inten-elacionadas. La definicin que hemos adoptado permite
construir semejante conjunto, pero de ninguna teora se podra dedu-
cir como consecuencia necesaria el asesinato industrial de millones de
judos por los hitlerianos. El anlisis del sistema europ~o de 1914
permite comprender por qu la primera guerra tom un carcter
hiperblico, aunque los intereses en juego, en el punto de partida, no
parecieran ilimitados: en efecto, parece verosmil la proposicin si-
guiente: Un conflicto entre dos sistemas de alianza que interese un
sistema internacional ntegro y cuyo resultado determinar la posicin
jerrquica de todos los actores principales, tender normalmente a ser
llevado hasta su extremo, es decir, hasta la victoria completa de uno
de los dos bandos . Pero semejante proposicin, suponiendo que las
palabras empleadas sean lo bastante precisas para que se apliquen a
. muchos otros casos, deber ser confirmada por estudios histricos.
Adems, habra podido ser desmentida si el curso de los acontecin: tien-
tos militares hubiese sido otro en el otoo de 1914. Asimismo, el factor
decisivo, de 1914 a 1918, parece haber sido lo que en otro lugar he
llamado la sorpresa tcnica (ninguno de los estados mayores se haba
preparado para una guerra larga ni haba previsto la movilizacin por
personalidades civiles en ambos bandos). En cambio, el periodo
e l s
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ENTRE LOS ESTADOS
siglos la esencia de las relaciones internacionales all mismo donde yo
veo el punto de partida de la teora. En ese punto, yo no reniego de la
tradicin.
III
Las relaciones de semejante teora con el contexto social o, si se
prefiere, con la sociedad global no pueden ser las mismas que las de
la teora econmica walrasiana, paret iana o keynesiana con ese mis-
mo contexto. Ciertamente, los economistas no se ponen de acuerdo
sobre el mejor mtodo de combinar la conceptuacin econmica y la
sociolgica. No se pasa sin dificultad de una teora del reparto entre
los factores de produccin a una teora de la distribucin del ingreso.
La escuela histrica en Alemania o la escuela institucionalista en los
Estados Unidos han tratado de definir, con ms o menos rigor, los con-
textos sociales expresin inevitablemente vaga en los cuales actan
los mecanismos propiamente econmicos. Se afirma que la guerra es
un factor exgeno en relacin con la coyuntura econmica, pero la
percepcin del sistema econmico que incitaba a los gobernantes de
Europa y los Estados Unidos a buscar el equilibrio presupuestario en
los periodos de deflacin, es o no es un factor exgeno? Son exgenas
las decisiones monetadas o presupuestarias? La querella actual sobre
_
elsistema monetario internacional, la capacidad de los Estados Unidos
para tener durante ocho aos un dficit anual de la balanza de pagos
de mil a tres mil millones de dlares sin verse obligados a modificar
una poltica interior expansionista ilustra, por si an hace falta, la
imbricacin del subsistema econmico, en su funcionamiento efecti-
vo, en el sistema social en su conjunto, particularmente en el sistema
poltico. Las relaciones de fuerza lo que no quiere decir de fuerzas
armadas influyen en las relaciones de produccin y de intercambio.
La teora de las relaciones internacionales no incluye, ni siquiera en
abstracto, una discriminacin entre variables endgenas y variables
exgenas. En efecto, la especificidad de la conducta de los actores en
sus interrelaciones se debe a la ausencia de tribunal y de polica, la cual
los obliga a entregarse a un clculo de fuerzas y, en particular, de las
fuerzas armadas disponibles en caso de guerra. Ninguno de ellos po-
dra excluir la hiptesis de que el otro alimenta contra l intenciones
agresivas y, por tanto, tiene que preguntarse con qu fuerzas, las suyas
y las de sus aliados, puede contar el da de lo que Clausewitz llamaba
el desenlace de las operaciones a crdito, el pago de contado y la prueba
QUESUNATEORADELASRELACIONESINTERNACIONALES? 363
de fuerzas. 5Ahora bien, ese clculo de fuerzas supone tener en cuenta
el espacio que ocupan los actores, la poblacin y los recursos econ-
micos de unos y otros, el sistema militar o la capacidad de movilizacin
caracterstica de cada quien y la naturaleza de sus armas. Los sistemas
militares y las armas son, a su vez, la expresin de los sistemas polticos
y sociales. Todo estudio concreto de las relaciones intemacionales se
vuelve, pues, un estudio sociolgico e histrico; elclculo de las fuerzas
remite al nmero, al espacio, a los recursos, a los regmenes militar,
econmico, poltico y social ; esos elementos, a su vez, constituyen lo
que est en juego en los c~nflictos entre Estados. De nuevo, el propio
anlisis terico revela los lmites de la teora pura.
He querido dar un sentido particular a los adjetivos sociolgico e
histrico El primer trmino, sociolgico se opone, segn los casos, a
econmico a terico y a histrico Pareto remita a la sociologa las
acciones no lgicas, mientras distingua, en las acciones lgicas objeto
propio de la ciencia econmica diferentes niveles de abstraccin o de
esquematizacin; la ciencia econmica era tanto ms terica cuanto
ms avanzada estaba la esquematizacin o mayor era la simplifica-
cin. Pero simultneamente la sociologa, ciencia de las acciones no
lgicas, se opone a la historia porque va en busca de relaciones gene-
rales y no apunta ni a la comprensin de las singularidades ni al relato
de los acontecimientos.
Todo estudio concreto de las relaciones internacionales es, a mis
ojos, sociolgico en el sentido en que Pareto opone la sociologa a la
economa n es posible aislar un sistema de relaciones internaciona-
les porque la conducta de los actores, impuesta por clculos de fuerza,
queda determinada por variables econmicos, polticos y sociales . En
Paix et guerre
yo opuse
sociologa
a
historia
como la bsqueda de las
regularidades a la comprensin de las coyunturas singulares. Henry A.
Kissinger ha considerado paradjico que yo llame historia a la parte
de mi libro consagrada al anlisis del sistema planetario en la edad
termonuclear
Tal vez, al elegir ese ttulo, tuviese yo una intencin
irnica. Tampoco imaginaba yo que la oposicin weberiana, clsica,
entre sociologa e historia parecera paradjica o ininteligible a los
lectores.
La intencin del historiador puede definirse de cuatro maneras
diferentes: se interesa en el pasado y no en el presente; se interesa en
los acontecimientos ms que en los sistemas; narra la historia en lugar
5E n la era atmica, el pago al contado tal vez 110 sea ya la guerra, sino la crisis. Al
menos as ha ocurri do has ta la actuali dad. He analizado esa transferencia en
Le Gmnd
Dbat
cap. v.
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364 ENTRE LOS ESTADOS
de analizarla, o enfoca las singularidades ms que las generalidades.
La primera definicin me parece, en todo caso, carente de importancia:
aquello de que se habla ya pertenece al pasado en el momento en que
se habla de ello. El sistema planetario, tal como lo describ, ya no era
el mismo en el momento en que se public mi descripcin. En efecto,
al historiador del presente le faltan archivos, le falta la perspectiva que
desata los nexos entre el observador y su objeto y, sobre todo, el
conocimiento de las consecuencias. Una historia del presente6 servir
de documento al historiador del porvenir. La ciencia histrica procede
por acumulacin del saber, pero tambin por una incesante reinter-
pretacin de las interpretaciones anteriores. De la historia del presente
escrita por un contemporneo a la historia del mismo periodo escrita
en el siglo venidero, la parte de reinterpretacin probablemente ser
ms grande que de la historia romana de Mommsen a una historia
romana escrita a mediados del siglo xx, pero la diferencia me parece
ms de grado que de naturaleza.
Tampoco la segunda definicin me parece vlida. De hecho, el his-
toriador profesional. por razn de la formacin que ha recibido y de
su tradicin, presta ms atencin a los accidentes que el socilogo o el
economista. Pero el historiador de hoy, el que se interesa en los datos
demogrficos, econmicos o sociales, se esfuerza, tambin l, por
reconstruir los conjuntos significativos que han ido marcando el curso
del devenir humano, que se han constituido poco a poco antes de
disolverse unos despus de otros. Si el historiador, en efecto, se interesa
ms en los acontecimiento~ que el socilogo. es en la medida en que
narra lo que ha ocurrido, dicho de otro modo, que pone en su lugar los
acontecimientos, o los sistemas concebidos como acontecimientos, en
su orden de sucesin y discierne, inmanente en este orden, una inteli-
gibilidad perdida en todos los dems mtodos de reconstruccin. Ve-
nimos a parar as a las dos definiciones legtimas.
El historiador o bien narra, o bien apunta a la singularidad de una
cultura, de una sociedad, de un sistema internacional. Tucdides narra
la guerra del Peloponeso, y J. Burckardt, tratando de hacer comprender
el conjunto nico del siglo de Constantino o del Renacimiento italiano,
tambin es un historiador. El anlisis del sistema planetario en la poca
termonuclear depende de la historia, aunque no incluya un relato. Tras
la bsqueda de generalidades o de regularidades tiene por blanco un ob-
jeto singular: la extensin a todo el planeta, por vez primera, de un
solo y mismo sistema internacional. la existencia de dos Estados,
6Desde ahora es posible hacer una historia de la Guerra Fra.
QU ES UNATEORA DELASRELACIONES INTERNACIONALES? 365
nicos poseedores de las armas decisivas, y las diversas especies de
heterogeneidad entre los Estados.
Debo admitir que he dado la impresin de que la investigacin
sociolgica no conduce a ningn resultado. Pero tal no era mi idea.
Trat de refutar las explicaciones unilaterales -geogrficas, demogr-
ficas, econmicas- de los fenmenos de paz y de guerra, pero la
consideracin del espacio, del nmero, de los recursos, sigue siendo
evidentemente indispensable para toda explicacin de las relaciones
internacionales, as como la referencia a las caractersticas propias de
los regmenes polticos o de los caracteres nacionales. Ms an, al
refutar la teora en el sentido de explicacin causal) demogrfica o
econmica de las guerras, se hace una contribucin positiva a nuestro
saber: se sacan a la luz los hechos constantes de la sociedad interna-
cional, casi dirase de la naturaleza humana y social, que constituyen
las condiciones estructurales de la belicosidad, y se disipan las ilusio-
nes de aquel los que, modif icando
una
variable nmero de hombres,
condiciones de propiedad, rgimen poltico), esperan poner fin al im-
perio de las guerras; por encima de todo, somos ahora capaces de
comprender en profundidad la diversidad histrica de los sistemas
internacionales gracias a la discriminacin entre las variables que
tienen una importancia diferente de una poca a otra y las variables
que, al menos provisionalmente, sobreviven iguales a las modificacio-
nes tcnicas, por ejemplo el afn de no dependencia y la voluntad de
poder de los actores colectivos que, en favor de su seguridad, su gloria
o sus ideas, rivalizan sin cesar, a veces con violencia, a veces sin ella.
-En un sistema internacional histricamente singular hay lugar para
el establecimiento de modelos todos los analistas de la estrategia
nuclear los establecen), aunque algunos no distingan entre modelo y
teora. Tambin hay lugar para el equivalente de lo que Robert K.
Merton llama
middle range theory.
As, podemos llamar tericas las
proposiciones de diversos autores, por ejemplo: las alianzas son incom
patibles con las armas nucleares o, en forma menos burda, los princi
pales poseedores de las armas nucleares se negarn a mantener su garan
ta a aquellos de sus aliados que exijan poner el dedo tambin ellos en
el gatillo nuclear.
Consti tuyen previsiones que la experiencia histrica
confirmar, refutar o ms probablemente rectificar.
La teora de la estrategia nuclear se asemeja en ciertos aspectos a
una teora econmica ms que la teora general de las relaciones
internacionales. En efecto, descansa en axiomas implcitos: un prnci-
pe racional no desencadenar intencionalmente una guerra termo-
nuclear total; o bien, no correr el
gran riesgo
de la guerra termonuclear
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ENTRE LOS ESTADOS
si no es por un inters
vital
El prncipe racional de la estrategia
nuclear se asemeja al sujeto econmico de la teora de los juegos ms
que al de Walras, pero no hay cuantificacin rigurosa posible ni del
inters
en juego ni del
riesgo
Esta teora de la estrategia nuclear no por
ello deja de ser a la vez histrica y particular. No poda nacer antes que
las armas cuyas implicaciones investiga. Slo se aplica a
un
aspecto de
la conducta de los Estados de nuestra poca; da cuenta, por lo dems,
de s misma, de su propia limitacin. Cuanto mayor es la estabilidad
al nivel superior de las armas nucleares, ms disminuye el peligro de
ascender a los extremos, y menos miedo dan los conflictos armados
que no recurren a las armas nucleares. Esas proposiciones son de
carctr terico o hipottico) porque no tienen en cuenta toda la
realidad. Los Estados Unidos y la Unin Sovitica, en funcin de
argumentos mltiples, pueden, o bien entenderse para imponer
su
paz,
o bien, chocar aqu y all sin la angustia de una destruccin mutua.
Por el momento, el primer trmino de la alternativa tiende a realizarse.
Los dirigentes de los dems Estados se felicitan con cierta reticencia:
es bueno que el afn de evitar la guerra termonuclear triunfe sobre las
dems consideraciones. Ese afn tambin lo dict la actitud de los
Estados Unidos en el curso de la crisis simultnea de Hungra y de
Suez. Se lo podra describir con una frmula clebre: ms vale la
injusticia.que el riesgo de guerra nuclear.
El terico puede aprobar o condenar? Ciertamente, no. Llegamos
as a nuestra ltima anttesis: prctica y teora.
IV
No faltan autores que juzgan severamente la ciencia poltica o la ciencia
de las relaciones internacionales porque no permiten ni la previsin ni
la manipulacin.7 Una ciencia que no permita dominar, modificar o
manipular su objeto, merece el nombre de ciencia? La ciencia econ-
mica es al menos parcialmente operativa, pues ofrece a los hombres
de Estado los instrumentos necesarios para obtener, mediante el im-
puesto, una fraccin definida de los ingresos individuales sin compro-
meter el aumento de la produccin; los ensea a controlar, de un modo
u otro, las incertidumbres de coyuntura, a limitar la amplitud de los
movimientos de contraccin o de inflacin. Me parece indiscutible que
en ese sentido la ciencia poltica y la ciencia de las relaciones interna-
7 Cfr. Osear Morgenstem, Tlte Question o{National Defence
QUES UNATEORADELASRELACIONESINTERNACIONALES? 367
cionales no son operacionales, operativas, y acaso no llegarn a serIo
jams, al menos hasta el da en que haya desaparecido la poltica como
tal, es decir, la verdad entre los individuos y la colectividad para la
determinacin de lo que es bueno en s mismo.
Consideremos exclusivamente el mbito de las relaciones interna-
cionales. No faltan estudios parciales que tienen un carcter estricta-
mente cientfico en el sentido que reviste ese trmino en fsica o en
qumica. Cul es el grado de vulnerabilidad de los silos en los cuales
se encuentran los proyectiles balsticos? Cuntos proyectiles se nece-
sitan, en promedio, dadas la fuerza explosiva de las ojivas termonu-
cleares, su separacin media y la resistencia de los refugios, para
destruir un proyectil enemigo? El modo de anlisis, en semejante caso,
no difiere en nada del que se utiliza en las ciencias de la naturaleza. El
carcter de las armas nuevas ha dado al clculo tradicional de la
relacin de las fuerzas un rigor y una tecnicidad sin precedente. Pero
esos clculos an no bastan para dictar Una
estrategia cientfica
ya se
trate de una decisin singular poner en cuarentena a Cuba), de una
poltica de conjunto impedir la proliferacin de las armas nucleares
y negar toda ayuda a los aliados deseosos de desarrollar su propia
industria nuclear) o de una visin del orden internacional deseable. La
ciencia de las relaciones internacionales y, en particular, el anlisis
de las relaciones entre potencias nucleares) ha influido en el modo de
percepcin de los prncipes es decir, del presidente de los Estados
Unidos, para empezar,
y
luego de los hombres del Kremlin) y ha hecho
de 19Sestratega s el equivalente de los que en el siglo de Maquiavelo se
llamaban los consejeros del prncipe. Y, sin embargo, la teora de la no
proliferacin de las armas nucleares no equivale a una teora cientfica.
Es una doctrina de accin, que muy probablemente coincide con los
intereses de los Estados Unidos y de la Unin Sovitica, y tal vez con
los de todos los Estados que, provisionalmente, no estn asegurados
de ello).
El presidente Kennedy, en el curso de la crisis cubana, aplic una de
las enseanzas que haban sugerido los anlisis tericos: dado que el
peligro mayor, en caso de enfrentamiento entre dos Estados nucleares,
reside en una guerra total ruinosa para todos, la sabidura impone una
accin progresiva a aquel de los dos Estados que quiera imponer su
voluntad al otro. Conviene comenzar en el escaln inferior de la vio-
lencia, mientras se deja ver, mediante actos que son mensajes o men-
sajes que son actos, una resolucin inflexible de llegar tan lejos como
sea necesario para obtener satisfaccin.. As, los duelistas se dan el
tiempo necesario para llegar a un arreglo sin que se produzca lo
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368 ENTRE LOS ESTADOS
ilTeparable: el vencedor --el que finalmente ha alcanzado su meta_
no dejar en ridculo a su rival, pues le habr dejado los medios de una
retirada honorable. Crear deliberadamente la creencia de un acuerdo
en el momento mismo en que se haya llevado la victoria.
-3 En conjunto, la opinin pblica tanto en los Estados Unidos como
en el mundo aprob esta conduccin de la crisis, y vio en ella la
expresin consumada del arte diplomtico o de la estrategia de la edad
nuclear. Slo algunos espritus cnicos la han objetado, y han dicho
que si el presidente Kennedy no hubiese tomado tantas precauciones
para no herir el amor propio de los hombres del Kremlin, stos no se
habran dejado provocar, segn la regla de Lenin a la cual las armas
nucleares han dado una renovada actualidad. Evoco el argumento de
los cnicos, no para tomarlo por mi cuenta, sino para mostrar que, aun
en esta coyuntura, la ciencia propone y el prncipe dispone.
Otro ejemplo ilustrar los lmites de la doctrina fundada exclusiva-
mente en las enseanzas del anlisis abstracto. ste muestra, hasta la
evidencia, que cuanto ms monstruosa parece la guerra nuclear, me-
nos verosmil parece la amenaza de desencadenarla. La doctrina de
todo o nada, de las represalias masivas, parece cada vez ms irrazona-
ble y, a largo plazo, ineficaz. De ah resulta que la disuasin por medio
de la amenaza nuclear exija la existencia de armas convencionales en
nmero suficiente: stas impiden al posible agresor obtener ganancias
rpidas a bajo costo, y dan al defensor el medio de aumentar la apuesta
hasta el momento en que el empleo de las armas nucleares se vuelva
verosmil o aun ms o menos inevitable.
El paso de la doctrina de las represalias masivas a la doctrina de la
respuesta flexible responde a la lgica de la reflexin estratgica. Todos
los pases dotados de armas nucleares aceptarn la verdad abstracta
de ese razonamiento desde el da en que tengan los medos de aplicar
sus conclusiones, es decir, desde el da en que ya no sern obligados a
representar, conscientemente o no, la comedia de la irracionalidad a fal-
ta de recursos que les permitieran adoptar otra estrategia. Pero la
doctrina de la respuesta flexible no necesariamente justifica la insis-
tencia norteamericana, a partir de 1961, por obtener un aumento de
las fuerzas convencionales de la OTAN,a acumulacin de armamentos
con vistas a batallas de noventa das entabladas sin recurrir a las armas
nucleares y la evocacin de una pausa, despus de algunos das si no
despus de algunas semanas de batalla, antes del empleo de las armas
nucleares.
Por ltimo, sigue siendo verdad, segn un razonamiento abstracto,
que el reforzamiento de los armamentos convencionales aumenta la
QU ES UNATEORA DE LASRELACIONES INTERNACIONALES? 369
disuasin, ya que aumenta el margen de maniobra del defensor cuando
es vctima de una agresin. Pero esta libertad de maniobra slo es para
el detentador de armas atmicas, es decir, en Occidente, los Estados
Unidos. Adems, la limitacin de la batalla al territorio europeo y al
empleo de las armas convencionales tendra por consecuencia evitar
a los Estados Unidos y a la Unin Sovitica los hOlTores de la guelTa;
por tanto, las objeciones o las sospechas de los europeos, y en particular
de los alemanes, no slo se explican por la incomprensin, como
quisieran hacerlo creer los analistas norteamericanos. Segn el idioma
empleado, segn la interpretacin sugerida, segn la amplitud de los
preparativos, las acumulaciones de armas convencionales parecern
destinadas, ya sea a hacer creble la amenaza de una escalada, y por
tanto, a mantener la amenaza del recurso a las armas nucleares, ya sea
a permitir combates prolongados y costosos en tierra europea. Por
tanto, a retardar si no a suprimir la amenaza del recurso a las armas
nucleares. En un caso, la poltica viene a alimentar el escepticismo
europeo los Estados Unidos no sacrificarn Nueva York o Boston
para salvar a Francfort, Londres o Pars ), en el otro, lo disipa. Pero si
el prncipe no comprende las diversas interpretaciones posibles de su
poltica nuclear, si llega demasiado lejos en un sentido, si no mide sus
preparativos con la amplitud y la duracin previsible de los combates
con armas convencionales, quebranta la alianza que deseaba consoli-
dar. As lo hicieron los dirigentes de los Estados Unidos desde 1961,
partiendo de ideas justas pero vctimas del mayor pecado de los diplo-
mticos o los estrategas: el monoidesrno.
No ocurre otra cosa a la doctrina de la no proliferacin. Admitamos
que todos los jefes de Estado tengan por objetivo supremo evitar la
guerra nuclear. Admitamos que todos ellos suscriben la tesis segn
la cual el riesgo de guerra aumenta con el nmero de poseedores de
esas armas. De ah no resulta, sin embargo, que los jefes de Estado
debieran suscribir racionalmente la doctrina de no proliferacin tal
como rusos y norteamericanos la profesan e intentan ponerla en prc-
tica. Esta doctrina implica una discriminacin entre los Estados, juz-
gados dignos unos de ellos, indignos los otros de poseer tales armas.
Tal vez ponga en peligro la seguridad de los Estados no nucleares, o,
en todo caso, los somete a esa especie de protectorado que los prncipes
tradicionales juzgaban incompatible con la dignidad y la soberana:
no depender de un protector era considerado un valor en s mismo,
aun si la dependencia no comprometa la seguridad.
Entindaseme bien: no digo que rusos y norteamericanos cometan
un error al suscribir la doctrina de la no proliferacin. Acaso
s
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370 ENTRELOSESTADOS
deseable una
entente
implcita o explcita, entre las dos superpoten-
cias. Lo que deseo mostrar es que la doctrina, tomada de un modelo
simplificado que postula que todos los actores tienen un objetivo nico
o supremo, no tiene ningn privilegio de verdad o de cientificidad.
Inspirada por mviles desinteresados o por una voluntad de poder que
se ignora, en esta coyuntura aparece como cnica, con toda certeza, y
tal vez como razonable, ya que tiende a consagrar el reino de los dos
Grandes. En todo caso, se mantiene en el sistema de las relaciones
internacionales, tal como yo he analizado su especificidad: intenta
sustituir el reino de los ms fuertes por un tribunal y una polica que
no existen (o que todava no existen). Lejos de que las armas nucleares
hayan modificado la esencia asocial de las relaciones internacionales,
han suscitado expresiones originales: la solidaridad de inters entre
enemigos ideolgicos y la oposicin de intereses entre aliados. Dado
que el recurso a la fuerza sigue siendo posible en todo momento, los
dos Estados subordinan su rivalidad no a un orden de derecho, sino a
un afn comn por su seguridad (que les impide combatirse directa-
mente).
Si se espera, bajo el nombre de teora de las relaciones internacio-
nales, el equivalente de lo que ofrece a los constructores de puentes el
conocimiento de los materiales, no lo hay ni 10h abr jams. Lo que la
teora de la accin, aqu como en cualquier otra parte, parece capaz de
aportar es la comprensin de las diversas ideologas -moralismo,
juridismo, realismo, poltka de potencia- con ayuda de las cuales los
hombres y las naciones suelen interpretar las relaciones internaciona-
les y se asignan objetivos o se imponen deberes. La teora de la prctica
o praxeologa difiere de esas ideologas por el hecho de pensarlas todas
y de circunscribir el alcance de cada una. Mientras la sociedad inter-
nacional siga siendo lo que es, es decir, una sociedad asocia}. cuyo
derecho se deja, en los casos graves, a la interpretacin de cada actor,
que carece de una instancia detentadora del monopolio de la violencia
legtima, la teora ser verdadera cientficamente en la medida misma
en que no aportar el equivalente de lo que esperan los corazones
nobles y los espritus superficiales, una ideologa sencilla, que aporte
una garanta de moral y de eficacia.
Esta teora, estudio tan objetivo como es posible en las condiciones
en 13s cuales se desarrolla la poltica exterior de los Estados, no es,
empero, intil para la moral o la eficacia de la accin, pues el moralis-
mo, si tiende a la
esinnungsethik
de Max Weber, si no tiene en cuenta
las consecuencias probables o posibles de las decisiones tomadas,
acabara por ser inmoral. En cuanto al realismo, sera irrealista si
QUES UNATEORADELASRELACIONESINTERNACIONALES? 371
considerara insignificantes los juicios morales que los hombres hacen
de la conducta de sus gobernantes y de los Estados, si desconociera el
inters de todos los actores en el mantenimiento de un mnimo de orden
jurdico en sus relaciones recprocas, o la aspiracin de una humanidad
-en adelante capaz de destruirse a s misma- a la reduccin de la vio-
lencia interestatal. Y mientras el terico de la prctica se acuerde ms de
la pluralidad de los objetivos que se fijan los actores del sistema interna-
cional, mayores probabilidades tendr de comprender a sus aliados y sus
enemigos, al comprender la diversidad de las
percepciones del mundo
histrico que rigen la conducta de los actores. La decisin hic et nunc
a propsito de Cuba o de Vietnam no podr ser dictada jams por el
terico. Y tampoco el terico podr dictar, con la seguridad de la verdad
cientfica, la estrategia que conducir a la humanidad ms all de la
poltica de potencia , hacia un monopolio de la violencia legtima.
El curso de las relaciones internacionales sigue siendo suprema-
mente histrico, en todas las acepciones de ese trmino: los cambios
son ah incesantes; los sistemas, diversos y frgiles, sufren las repercu-
sionesde todas las transformaciones, econmicas, tcnicas o morales;
las decisiones tomadas por uno o por varios hombres ponen en movi-
miento a millones y desencadenan mutaciones irreversibles cuyas
consecuencias se prolongan al infinito. Los actores, ciudadanos o
gobernantes, estn sometidos permanentemente a obligaciones en
apariencia contradictorias.
Sera irrazonable asegurar de antemano que los mtodos modernos
de investigacin no nos ensearn nada que no sepamos ya. Vivan,
pues, las computadoras, el dilema del prisionero'y las investigaciones
experimentales sobre los resultados probables de la confianza y de la
desconfianza en las relaciones internacionales Pero, mientras las m-
quinas y los experimentadores instruyen a los estadistas, guardmonos
de olvidar las lecciones de la experiencia iluminada por el esfuerzo de
conceptuacin.
Es para la teora de la prctica un fracaso o un xito encontrar, sin
resolverlas, las antinomias de la existencia humana tales como las han
pensado siempre los filsofos, antiguos y modernos? Fracaso o xito, po-
co importa: an no se le ha dado al sabio la capacidad de transformar la
condicin histnca del hombre.
*
Tal vez, al trmino de este itinerario, estemos capacitados para retomar
aquel de los dos sentidos del concepto de teora que habamos identi-
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ficado, segn el cual la teora y la filosofa se confunden. No es que
hayamos encontrado de alguna manera, en conclusin, lo que haba-
mos resuelto no buscar desde el punto de partida, a saber, la verdad
contemplativa, de esencia superior al conocimiento cientfico. Pero el
conjunto de nuestro trmite, de la determinacin del sistema interes-
tatal, un sistema social especfico, hasta la prudencia del hombre de Es-
tado, pasando por el anlisis de las regularidades sociolgicas y de las
singularidades histricas, constituye el equivalente crtico o interro-
gat ivo de una fi losofa.
Ninguna tcnica de investigacin, ningn mtodo, antiguo o moder-
no, debe ser exaltado o rechazado
a priori
siempre que el investigador
siga siendo consciente del conjunto en el cual se inserta o se integra su
propia empresa. Los diferentes niveles de la conceptuacin, la defini-
cin de la sociedad asocial de los Estados soberanos, la teora o seu-
doteora de las causas demogrficas o econmicas de la belicosidad,
los modelos de las situaciones tpicas entre Estados nucleares, la enu-
meracin de las variables principales de todos los sistemas internacio-
nales, se distinguen por las necesidades de la claridad. La comprensin
de un sistema nico -por ejemplo, del sistema planetario 1949-1960-
se sita en todos los niveles y exige el empleo simultneo de todos los
instrumentos disponibles. En ltimo caso se puede sugerir, sin com-
placerse en la paradoja, que slo la teora hace posible la formacin de
las relaciones personales entre dos hombres -Jruschov y Kennedy-
en la interpretacin del desenvolvimiento de la crisis cubana de 1962.
En sentido contrario, esta crisis aade algo a nuestro saber histrico,
como para recordamos que el historiador debe ser filsofo, yel filsofo
debe ser consciente de aquello que jams se ver dos veces... al menos
cuando la lgica de la accin, y no slo la lgica de los sistemas,
constituye el objeto que se va a conocer.
LAS TENSIONES Y LAS GUERRAS
DESDE EL PUNTO DE VISTA DE LA SOCIOLOGA
HISTRICA *
No FALTANos estudios emprendidos a sol icitud de la UNESCO sugeridos
a investigadores independientes por el proyecto relativo a las tensio-
nes . Nadie pensara en negar el inters que revisten, pero tampoco se
trata de hacer un juicio de valor sobre una bibliografa rica y diversa.
Nos limitaremos a dos comprobaciones que se prestan, si acaso, a la
duda: primera, los trabajos publicados no se relacionan con el anlisis
concreto de las tensiones internacionales capaces de provocar guerras;
antes bien, a medida que transcurren los aos, se ha ensanchado el
tema de las tensiones, se ha vuelto ms vasto y ms vago y la atencin
se ha centrado en fenmenos como las relaciones entre el campo y la
ciudad, las consecuencias del progreso tcnico o de la introduccin de
la civilizacin industrial en los pases llamados subdesarrollados o
de cultura no occidental, fenmenos cuyos nexos con las tensiones
internacionales y con las guerras parecen, por lo menos, indirectos; y
segunda, siete aos despus de aprobado el proyecto, no se bosqueja
an ningn acuerdo sobre los conceptos y los mtodos. -
Dejaremos a los psiclogos el trabajo d~ determinar si -y hasta qu
punto- el concepto de tensin, en su propia disciplina, se presta a una
definicin rigurosa. Los psicoanalistas pueden aunarlo a otros concep-
tos, como los de impulsin, represin o censura. De todas maneras,
pueden percibirse, a grandes rasgos, los fenmenos a los que ese
concepto, as sea vagamente, apunta o designa.
Cuando se pasa de las tensiones en la psique individual a las tensio-
nes en los grupos o entre los grupos, no slo se tropieza con la falta de
una definicin precisa, sino que ya no se sabe ni siquiera de qu se
habla. Si nos referimos a un grupo elemental-una clase del liceo, una
compaa o una escuadra- se pueden discernir las tensiones sociales
observando las tensiones en el sentido psicolgico) en las conciencias
individuales. La ausencia de autoridad del profesor o del teniente se
manifiesta en la angustia del jefe y el descontento de los alumnos o los
* T omado de e la nature des confl its 1957. Estudio preparado para la UNESCOy
reproducido con su autorizacin.