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Ética Periodística (Materiales de lectura) Contenido 3.1. El manejo de rumores ..................................................................................... 1 El rumor: un análisis epistemológico (abstract) ............................................. 1 3.2. Secreto profesional ....................................................................................... 21 El secreto profesional de los periodistas....................................................... 21 3.3.- La vida privada ............................................................................................. 53 Alcances de la protección del derecho a la vida privada y los datos personales de las figuras públicas (Abstract) ............................................... 53 3.4.- Los medios como tribunales ...................................................................... 62 Cuando los medios y los periodistas “arbitramos” ...................................... 62

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Ética Periodística (Materiales de lectura) Contenido

3.1. El manejo de rumores ..................................................................................... 1

El rumor: un análisis epistemológico (abstract) ............................................. 1

3.2. Secreto profesional ....................................................................................... 21

El secreto profesional de los periodistas ....................................................... 21

3.3.- La vida privada ............................................................................................. 53

Alcances de la protección del derecho a la vida privada y los datos personales de las figuras públicas (Abstract) ............................................... 53

3.4.- Los medios como tribunales ...................................................................... 62

Cuando los medios y los periodistas “arbitramos” ...................................... 62

         

 

  1  

3.1. El manejo de rumores

El rumor: un análisis epistemológico (abstract)

Michael Ritter

Introducción

Son omnipresentes y sin embargo intangibles. Envenenan el ambiente pero hasta

los moralistas más radicalizados hacen frecuente uso de ellos. A menudo

molestan sensiblemente y en forma subversiva en la relación social y tienen una

enorme influencia en la bolsa de valores y en la política.

En la competencia por los mercados, los votos y las cuotas de poder, se los utiliza

como armas peligrosas. De hecho han sido y son motivo de más de una guerra y

sin embargo, y a pesar de todo, casi no han sido investigados: se trata de los

rumores. Los rumores recorren toda la sociedad y marcan la realidad social. Por

ellos y en su entorno se crean grupos que los transmiten, regeneran y modifican,

llenan los vacíos de la comunicación, aseguran la cohesión social, el límite hacia

los otros y hacia el poder, y le asignan un sentido a lo desconocido, a lo

incomprensible y a lo misterioso.

A menudo se los pone en escena sin medir sus consecuencias y se multiplican sin

control, en forma caótica. Nada atrae más a la opinión pública que un rumor que

revela algún secreto, interpreta algún dato, relata algo sospechoso o anticipa

algún hecho. Los rumores son difíciles de apagar o evitar. Su vida por lo general

es efímera, llaman la atención, se esparcen como reguero de pólvora y se agotan

prontamente salvo que sean regenerados porque su objeto mismo es la imperiosa

actualidad.

Esto los vincula estrechamente a los medios de comunicación social, los que

igualmente apelan a la atención colectiva y requieren constantemente de anuncios

nuevos y novedosos.

 

  2  

Cuando los canales formales transmiten rumores, hablamos de informaciones o de

noticias falsas, no de rumores, como si la atención de la opinión pública puesta en

los medios estuviera supeditada a leyes totalmente diferentes1. Pese a todo, se

hace difícil diferenciar los rumores de las informaciones, porque éstas como

aquellos se obtienen en definitiva por alguien en quien se confía, el “garante”, sin

poder uno mismo demostrar o comprobar su veracidad.

Hablar de rumores significa por lo tanto más que nada hablar de comunicación, es

decir, de interacción entre las personas. La investigación que ha sido conducida

sobre el rumor es escasa. Es difícil de explicar por qué esto es así. Tal vez el

carácter evasivo y efímero de los rumores y el hecho de que la mayoría de ellos

no son recordados, haya sido la razón por la que los investigadores han orientado

sus objetos de estudio hacia otros polos de atracción. Las primeras

investigaciones realizadas sobre el fenómeno se centraron en los “rumores de

guerra”. Durante el mes de septiembre de 1942, Robert Knapp2 coleccionó y

clasificó un total de 1,089 rumores, los cuales fueron registrados por el

Massachusetts Committee on Public Safety (Comisión de Seguridad Pública de

Massachusetts) con la ayuda de la editorial Reader’s Digest, la que apeló a su vez

a la colaboración de sus lectores para que hicieran llegar a la comisión todo rumor

que hubiesen escuchado ese mes.

Por entonces las fuerzas armadas de todas las naciones beligerantes tenían una

gran preocupación por el efecto desinformante de los rumores. Fue por ello que,

mientras sirvió en las fuerzas armadas de los Estados Unidos, Theodore Caplow3

colaboró en la preparación de un reporte mensual de inteligencia, el que incluía

una sección dedicada a los rumores que estaban en circulación.

                                                                                                               1 K. Young y otros, La Opinión Pública y la Propaganda, Buenos Aires, Editorial Paidós, 1991. 2 Robert H. Knapp, Psychology of Rumor, Public Opinion Quarterly (vol 8 Nº1, 1944) página 22; citado por Terry Ann Knopf, Rumors, Race and Riots, página 11. 3 Theodore Caplow, Rumors in War, Social Forces, vol. 25, Nº3 (Marzo, 1947), págs 298-302; citado por Terry Ann Knopf, Rumors, Race and Riots, página 12.

 

  3  

El análisis de Caplow se refería al contenido, la frecuencia, la precisión y la

veracidad de los trascendidos que se expandían en cada regimiento del ejército

norteamericano.

Otros investigadores que trabajaron en aquel tiempo, focalizando sus estudios en

diferentes aspectos del rumor, fueron Gordon Allport y Leo Postman (el primero

fue un muy renombrado psicólogo norteamericano y Postman su discípulo y

doctorando). Su obra The Psychology of Rumor, cuya primera edición data de

1947, continúa siendo un clásico en la materia, aún a más de 50 años de su

edición.

Sin embargo, años después, otros autores cuestionaron la metodología de los

primeros. En particular criticaron los procedimientos artificiales de laboratorio

utilizados en oposición al proceso natural del rumor que se da en el ejido social; la

cadena arbitraria de emisores y receptores en contraste al flujo espontáneo de

rumores reales; la complicada y violenta naturaleza del objeto estimulador (como

las batallas o motines) y finalmente el perfil de los investigadores, los cuales al

provenir de la psicología, tendieron a tratar el rumor como un fenómeno centrado

en el individuo en lugar de considerarlo centrado en el colectivo. Otro problema es

que los rumores no siempre han sido estudiados en forma sistemática.

En su obra Improvised News, A Sociological Study of Rumors, Tamotsu Shibutani

(1966) examina 60 situaciones en las cuales se desarrollaron 471 rumores. Diez

años mas tarde, Terry Ann Knopf critica en su libro Rumors, Race and Riots la

falta de estandarización de los casos analizados por Shibutani. Sostiene que la

disparidad es el “talón de Aquiles” de su trabajo de análisis. Efectivamente:

Shibutani seleccionó incidentes ocurridos en épocas muy dispares como por

ejemplo en 1789 o 1963, o situados físicamente en lugares tan alejados los unos

de los otros como Hawaii, Hiroshima o Harlem, o eventos tan disímiles como la

masacre de Cromwell en Irlanda, una explosión en Canadá, la ejecución de un

general japonés o la asonada por cuestiones de racismo en Chicago en 1918.

 

  4  

Lo que Knopf ha hecho, elaborando un marco conceptual diferente, es sacar el

fenómeno del rumor del laboratorio, para ubicarlo en el mundo real y

sistematizarlo.

Esto lo ha logrado aislando un tipo particular de rumor, operando durante un

espacio de tiempo y en un contexto determinado. En Rumors, Race and Riots, la

autora se concentra únicamente en el problema del racismo. Directa e

indirectamente, el contenido de los rumores analizados por ella se refiere a

eventos, temas, acciones o actividades de interés y concernientes a individuos,

blancos o de color, como miembros de un grupo racial específico.

Por otra parte, los rumores a los que hace referencia están restringidos al contexto

de los conflictos sociales (civil disorders).

Mientras una gran parte de las investigaciones sobre los rumores se concentraron

fundamentalmente en la psicología de su generación y transmisión, como las de

Robert Knapp (1944), las ya mencionadas de Gordon Allport y Leo Postman

(1947) o las de Theodore Caplow (1947), Melvin De Fleur (1962), M. Gluckman

(1963), Taylor Buckner (1965) o Ralph Rosnow, otras lo hicieron respecto su

efecto social, como las de Tomotsu Shibutani (1966) y Terry Ann Knopf (1975).

Por su parte el rumor organizacional, específicamente su efecto en las empresas

fueron abordados por autores como Keith Davies (1953), Frederik Koenig (1985),

Jean Noël Kaferer (1989) y Jitendra Mishra (1990).

La psicología del rumor

Primero hay que saber que los rumores expresan ansiedades y hostilidades. En el

lenguaje del psicoanálisis, difundir rumores es un mecanismo de defensa. Alivia el

ego al liberar las incómodas presiones de exceso de ansiedad. Esto se logra a

través del proceso de proyección de forma tal que las ansiedades se convierten en

amenazas menores al proyectar deseos o sentimientos inaceptables, que en

realidad son los propios, frente a factores externos.

 

  5  

Las primeras definiciones como la de Knapp, describieron al rumor como una

noticia no controlada, que se suele propagar oralmente y que consiste en la

repetición entre diferentes personas de algo realmente sucedido. Allport y

Postman en cambio definieron el rumor como una proposición específica a ser

creída, originada en las necesidades, los impulsos e intereses del individuo.

Para estos autores la circulación de rumores es siempre un problema social y

psicológico de gran magnitud. Especialmente en momentos críticos. Cuando

quiera que haya tensión en el ambiente social, tórnase realmente virulenta la

difusión de noticias falsas.

La perspectiva gestáltica

Según la Teoría de la Gestalt, tan pronto tiene lugar una percepción cualquiera,

comienzan a actuar fuerzas que tienden a la reorganización del recuerdo. La

Gestalt fue enunciada en la década de 1920 en la escuela de Graz, Austria, por

Alexius Meinong von Handschuchscheim, Carl von Ehrenfels y Sigmund Witasek,

y posteriormente desarrollada con un sentido más radical en la escuela de Berlin

por Karl Koffka, Wilhelm Köhler y M. Wertheimer.

La esencia del gestaltismo se resume en el lema el todo es más que la suma de

las partes (que también sintetiza la Teoría General de Sistemas). Los procesos

psíquicos son considerados por esta escuela como conjuntos unificados y no

como sumas de actividades o elementos separados. Los distintos componentes

de la personalidad están interrelacionados, de modo que las variaciones en un

determinado ámbito entrañan cambios en regiones contiguas.

La teoría sostiene que en el acto inicial de la percepción no alcanzan a

reproducirse todas las características físicas objetivas del estímulo. Desde el

principio, la percepción es de carácter selectivo y tiende a simplificar el mundo que

nos rodea. La memoria se encarga luego de continuar y activar el proceso.

 

  6  

Libre de influencia constrictiva del estímulo presente, la memoria acelera la

formación de buenas configuraciones (gute Gestalten). El cambio tiende a la

simplificación, a la simetría, a la configuración esquematizada.

Basándose en la teoría de la Gestalt, Allport y Postman —de acuerdo a la

influencia recíproca de los procesos cognoscitivos y emocionales que se

manifiestan generalmente en los cambios que sufre el estímulo en el curso de la

transmisión— sostienen haber determinado características de la asimilación

cognoscitiva.

Al preguntarse, por un lado, qué factores gravitan en la eliminación de ciertos

detalles y la exaltación o exageración de otros en el rumor y, por el otro, cómo se

explican todas las transposiciones, los aportes y otras desnaturalizaciones que

caracterizan el curso del rumor, los autores buscaron la respuesta en el proceso

de asimilación, la poderosa fuerza de atracción ejercida sobre el rumor por el

contexto intelectual y emocional preexistente en la mente del receptor.

A todo esto, vale recordar que en sus investigaciones los autores determinaron

que a medida que el rumor corre, tiende a acortarse, a tornarse más conciso, así

como más fácil de abarcar y contar. A través de sucesivas versiones, va

perdiendo palabras y detalles. La curva trazada con los datos de 11

experimentos, les demostró que alrededor del 70% de los detalles se eliminan en

el curso de cinco o seis transmisiones de boca en boca, es decir, a través de

canales informales de comunicación, sin intervalo de tiempo entre sí. El

porcentaje es más alto en las primeras reproducciones.

La asimilación es la característica por medio de la cual los detalles del discurso del

rumor se acentúan o nivelan de acuerdo con las exigencias del motivo principal del

relato y también se deforman de manera de tornar al relato más coherente, más

plausible y más redondeado.

De esta manera se elimina la interpolación de objetos extraños al tema, ya que

éstos no encajarían. Así, se evita la creación de una Gestalt confusa. El relato

queda como debería ser.

 

  7  

Durante el proceso de acentuación y asimilación del rumor, se produce una

tendencia a lograr una conclusión. De ahí que el individuo intente siempre

completar lo incompleto en el terreno del estímulo.

Esta característica es denominada por Allport y Postman buena continuación.

Sobre la base de las diversas características gestálticas de la asimilación, los dos

autores norteamericanos concluyen que la mayoría de los rumores parten del

relato de un episodio real, esto es, de la experiencia perceptual de un

acontecimiento vivido por alguien que lo juzga de interés e importancia suficiente

como para comunicarlo a sus semejantes.

Sin embargo y en virtud de las investigaciones de otros autores como Shibutani,

Knopf y sobre todo Kapferer, habría que aclarar que no necesariamente el relato

debe partir de un hecho real, sino que esa supuesta “realidad” puede haber sido

atribuida a alguien por alguna otra persona.

Un caso típico es el de las leyendas urbanas. Allport y Postman sostienen que,

por lo general, el asunto o tema principal del relato se perpetúa. Un cuento

antisemita permanece antisemita y un relato de horror continúa siendo de horror.

La renuencia al cambio del tema principal fue notada en sus experimentos por

Hans Georg Hartgenbusch (1933), quién constató que la sentencia, como lo

puramente anecdótico de los relatos, fue reproducida —en sus experimentos—

por sucesivos sujetos de edad y educación diferentes. No importa el contenido del

discurso ni quienes sean los individuos que transmiten el rumor, sostiene este

autor. El tema principal será siempre el menos susceptible a los cambios.

Aunque esquematizados y extraordinariamente desfigurados, los relatos

terminales en los experimentos de Hartgenbusch continuaban siempre

relacionados al objeto inicial del discurso del rumor.

 

  8  

La perspectiva freudiana

Para la teoría psicoanalítica freudiana, la generación del rumor puede analizarse

desde la operacionalidad del Yo. Para comprender este abordaje es necesario

primero explicar muy sintéticamente los puntos principales de la teoría de Freud:

Sigmund Freud halló que el análisis de la conciencia no era suficiente para

comprender la motivación del comportamiento humano. Igualó la mente a un

témpano de hielo, donde la porción más pequeña y visible es el área de la

conciencia y la masa más extensa que se encuentra debajo del agua es el área

del inconsciente.

Sostenía que las fuerzas apremiantes residen en el inconsciente y dominan tanto

los pensamientos como las acciones de los individuos. Freud exploró el

inconsciente durante cuarenta años y mapeó la topografía de las relaciones. En

su Segunda Teoría del Aparato Psíquico, concluyó que la personalidad comprende

tres instancias: el Ello, el Yo y el Superyo. Cada una tiene sus propias funciones,

propiedades, componentes, mecanismos y principios operativos. Sin embargo, los

sistemas interactúan entre sí en condiciones de tensión.

El Ello constituye el polo pulsional (la palabra que utilizó originalmente en alemán

es Trieb) de la personalidad. Sus contenidos y su expresión son inconscientes, en

parte hereditarios e innatos, en parte reprimidos y adquiridos. Es el reservorio

primario de la energía psíquica. Desde el punto de vista dinámico entra en

conflicto con el Yo y el Superyo. En el Ello no hay frenos morales, sólo deseos,

impulsos, pulsiones: la pulsión de vida, de muerte, de autoconservación y las

pulsiones sexuales.

El Yo se desarrolla para negociar con la realidad objetiva y externa. Obedece al

principio de realidad y tiene que ver con funciones psíquicas como la memoria, la

atención o la percepción. Uno puede memorizar gracias al Yo, según Freud. Por

otro lado, el Yo tiene tanto aspectos conscientes, como aquello que yo sé o creo

de mí y que puedo expresar a través de conceptos como yo soy una persona de

 

  9  

tales características, como aspectos inconscientes, tales como el sentimiento

inconsciente de culpabilidad.

Es el ejecutivo intermediario entre el Ello y el Superyo, que operan

inconscientemente, sin la conciencia individual y niegan, falsifican o distorsionan la

realidad constituyéndose así en los motores generadores de los rumores.

Finalmente, el Superyo se forma por la interiorización de las exigencias y

prohibiciones parentales. Es quien en forma automática e inconsciente nos dice lo

que podemos hacer y lo que no. Lo que está bien y lo que no. Una instancia del

Superyo es la llamada conciencia moral, cuya fórmula representativa sería: así

debes ser.

De esta manera no es otra cosa que la suma de las pautas y nociones acerca del

bien y del mal que transmiten los padres como portadores de las normas y valores

de la cultura. Dijimos que el Yo es el ejecutivo intermediario entre el Ello y el

Superyo. Cuando fallan los métodos racionales, el Yo puede estar forzado a

tomar medidas radicales e irreales para liberar la extrema presión.

En ese caso opera inconscientemente, negando, falseando o distorsionando la

realidad. Este es el mecanismo de defensa con el cual el Yo libera la tensión en

una situación de ambigüedad, de incertidumbre. Cuando frente a una situación

tensa o de crisis, la información es para el individuo insuficiente, insatisfactoria o

ambigua, inconscientemente su fantasía puede recrear —según la teoría

psicoanalítica freudiana— una realidad determinista a la que otorga un alto grado

de probabilidad de ser cierta: en ese momento el rumor toma forma y cobra vida.

La falta persistente de la satisfacción esperada, la decepción, deja lugar a la

satisfacción por medio de la alucinación.

De acuerdo al pensamiento freudiano podemos caracterizar al rumor como la

comunicación masiva y difusa, centrada en la información de un hecho de

características no explicitadas que va a suceder y que tiene un contenido

 

  10  

manifiesto y otro latente, y que puede ser interpretado operativamente como un

sueño4.

El pensamiento freudiano describe, como primer proceso que rige la elaboración

del rumor, un mecanismo al que llama "racionalización", que actúa

permanentemente en nuestra vida psíquica. Asistimos con ella a un doble

proceso —sostiene—, en el que el sujeto deconstruye las piezas de la información

con el propósito de negar los peligros encerrados en el rumor.

Las sentencias razonadas le sirven de instrumento, pero no puede evitar rearmar

la información de acuerdo con el estilo personal, en el que vuelca sus fantasías y

encubre sus deseos siguiendo paso a paso la dinámica de la construcción de los

sueños.

La perspectiva de la psicología social

A diferencia de la visión de la psicología analítica y experimental, la psicología

social, de acuerdo con la definición de Pichón-Rivière, afirma que el rumor es la

comunicación masiva y difusa, centrada en la información de un hecho de

características no explicitadas que va a suceder529, es un mensaje subliminal

susceptible de ser realimentado e intercambiado, que tiene un contenido

manifiesto y otro latente, y que (de acuerdo a Freud) puede ser interpretado

operativamente como un sueño.

La transmisión en cadena que caracteriza al rumor, sostiene Pichón-Rivière, tiene

también como punto de partida un hecho real pero distorsionado. Son situaciones

de tensión, climas de expectativa determinados siempre por factores

socioeconómicos, los que conducen a la modificación de la percepción de un

hecho y a su deformación.

                                                                                                               4 Enrique Pichón-Rivière y Ana Pampliega de Quiroga, Psicología de la Vida Cotidiana, Buenos Aires, Ediciones Nueva Visión, 1985), pág. 47. 5 Enrique Pichón-Rivière y Ana Pampliega de Quiroga, op. cit., pág. 50.

 

  11  

Para el autor de Psicología de la Vida Cotidiana, las estructuras sociales funcionan

como substratos de la situación de crisis, la que se caracteriza por un estado de

anomia o desintegración social. En este marco, la violencia subyacente producida

por la acumulación de frustraciones prepara el clima del cual emerge —sobre un

hecho real pero desplazado y distorsionado— esa pareja transmisor-receptor.

En la medida en que es interpretado como un emergente significativo, el rumor

pierde su condición de irrealidad. En ese sentido es una definición falsa de una

situación que suscita una conducta nueva la que se orienta a convertir en

verdadero un concepto originalmente falso. Algo así como una profecía

equivocada que sin embargo logra autocumplirse a partir de su mismo discurso.

Por su condición de emergente situacional y operacional ningún rumor, afirma la

psicología social, es inocente ya que siempre lleva una carga de intensión y de

sentido.

En la elaboración del rumor tiene lugar un mecanismo descripto por Freud como

racionalización. Este mecanismo actúa permanentemente en nuestra vida

psíquica y se manifiesta por un doble proceso en el que el sujeto desarma las

piezas de la información, la deconstruye, con el objeto de negar los peligros

encerrados en el rumor.

Entonces, las sentencias razonadas le sirven de instrumento pero no puede evitar

reconstruir la información de acuerdo con un estilo personal, en el que vuelca sus

fantasías y encubre sus deseos, siguiendo paso a paso la dinámica de la

construcción de los sueños. Desde el punto de vista social, este mecanismo

aparentemente ingenuo de negación puede absorber otros ingredientes, entrando

entonces en el juego la impostura y la complicidad. Este dispositivo de

racionalización —sostiene Pichón-Rivière— que nos proporciona pretextos

convertidos en razones, sigue precisamente la misma distorsión que con menor o

mayor intensidad sufren la mayoría de los medios de comunicación entre las

personas.

 

  12  

Observando el fenómeno bajo un enfoque grupal, Gluckman (1963) sugiere que el

rumor es un proceso de mantenimiento y perpetuación de un grupo social.

Defiende la tesis de que, en primer lugar, el rumor une al grupo manteniendo su

moral y sus valores y, en segundo lugar, también facilita el control y regula las

disputas internas y las aspiraciones individuales dentro del mismo.

Con respecto del mantenimiento de los valores, la tesis central de este autor es

que la violación de tales valores da motivo y oportunidad para que se establezca,

a través de la circulación del rumor, una especie de juicio al infractor.

Según sus palabras, todo grupo necesita crear y mantener un sentimiento de

historia y de límites. Los grupos, a través de la difusión de rumores, establecen

sus raíces construyendo mitos y folclores que legitiman su sistema de valores

vigentes.

Los límites o fronteras del grupo son mantenidos y defendidos, pues los individuos

de afuera del grupo, al no conocer estos folclores, mitos, lenguajes, jergas,

etcétera y por no participar de sus rumores pueden ser mantenidos a distancia. La

inclusión de un nuevo miembro debe ser realizada por uno o más de los miembros

antiguos y mediante algún tipo de ritual de iniciación, que generalmente contiene

alguna forma de humillación para el candidato: ensuciar a los ingresantes a una

facultad, bañar en aceite a los nuevos pilotos, bromas tales como mandar al nuevo

técnico a buscar el destornillador de la mano izquierda en el depósito, etc.

Además de ser sometido a esa sumisión, el candidato es gradualmente

introducido a los mitos, al folclore y, principalmente, al lenguaje interno del grupo.

En cuanto a la regulación de los controles internos, el autor opina que es natural la

competición interna provocada por la lucha por el status y el prestigio entre los

miembros y facciones del grupo.

Para la supervivencia del grupo, es necesario que esas luchas no destruyan los

valores establecidos, y así los rumores se vuelven un mecanismo de sanción

contra aquellos que violen las normas de comportamiento establecidas.

 

  13  

Así, de cierto modo, el rumor es un guardián de las leyes del grupo, pero también

es, bajo otro enfoque, un arma de batalla contra estas propias leyes. Esta

afirmación permite comprender mejor las múltiples funciones y naturaleza de los

rumores, tanto a nivel del individuo como de los grupos.

En vez de considerar al rumor solamente como una prerrogativa del individuo o un

sistema de control del grupo, mejor sería considerarlo como un proceso interactivo

entre individuos/grupos, tomando en cuenta que tal proceso será afectado y

afectará el ambiente social donde actúe, particularmente en aquellas

organizaciones en donde exista una estructura de poder y restricciones totalmente

formalizadas e establecidas.

Algunos investigadores ven en el fenómeno del rumor simultáneamente un

problema de orden psicológico como uno de orden social. Son los que subrayan

la prevalencia del rumor en situaciones de crisis como el pánico, las epidemias,

guerras, los desastres naturales y los tumultos.

La circulación de rumores es siempre un problema social y psicológico de gran

magnitud. En especial modo lo es en momentos críticos. Cuando quiera que haya

tensión en el ambiente social, tórnase realmente virulenta la difusión de noticias

falsas.

Con todo, la introducción del factor social pone en evidencia ciertas deficiencias

del modelo psicológico del rumor porque, si bien dilucida el rol funcional que el

rumor cumple en situaciones sociales, fracasa al no considerar la situación social

misma en la cual el rumor se genera, tal como el medio ambiente, el marco o las

circunstancias.

La credibilidad del rumor

El rumor resulta interesante porque oscila entre lo creíble y lo increíble. Para

Eliseo Verón la credibilidad está asociada al anonimato de la fuente. Para él, el

rumor “es la voz que habla sin responsabilidad, porque no hay pruebas. Su tono

 

  14  

condicional, anónimo, que nadie enuncia en su propio nombre, circula como

palabra colectiva. Cuando involucra a alguien exige la corrección. Existe un juego

entre anonimato y verdad. El enunciante, cuando transmite un rumor, no se hace

cargo”6.

Mark Twain recomendaba a los aspirantes a escritor: “No alcanza con que un dato

sea cierto; también debe ser verosímil. Puede ser cierto que una mujer tenga

veinte hijos, pero nadie lo creería”. Las relaciones entre lo cierto y lo creíble hacen

equilibrio todo el tiempo en la cornisa de los rumores.

De ahí que para que la difusión de un rumor prospere, su argumento no sólo debe

parecer verosímil sino que, quien lo cuenta, debe ser digno de crédito. La

sociedad no deja preguntas sin respuestas, así como no le interesan respuestas a

preguntas que no se han formulado. Cuando la pregunta existe y la respuesta es

diferida, el rumor toma su lugar. Cuando no hay pregunta, el rumor no prospera.

Como el mito, no es posible fabricar un rumor de cero. No existen rumores de

probeta. En ese sentido, según la socióloga y escritora Beatriz Sarlo7, el rumor es

una verdad ficcional o una ficción verdadera.

Es verdad ficcional porque se trata de una hipótesis más que de hechos

establecidos, ya que cuando los hechos se han establecido, el rumor se convierte

en noticia. Es ficción verdadera porque, independientemente de su verdad, debe

ajustarse a algunas reglas: si el rumor quiere correr y proliferar, tiene que tener por

lo menos algún rastro de verosimilitud.

Algo completamente fantasioso difícilmente pueda convertirse en rumor y se

desvanece mucho antes de comenzar su circuito de reproducción oral. Esto no

quiere decir que el rumor deba ser completamente verosímil. Si lo fuera sostiene

Sarlono tendría forma de rumor, el que siempre incorpora algo exagerado,

inaudito, indecible, peligroso, necesariamente oculto, difícilmente comprobable.

                                                                                                               6 Eliseo Verón, Cuadros de Costumbres. La Paradoja del Rumor. En Página 30. (Año 7 - Nº 79. Febrero de 1997). 7 Beatriz Sarlo, Cuadros de Costumbres. La Paradoja del Rumor. En Página 30. (Año 7 - Nº 79. Febrero de 1997).

 

  15  

Así como no cualquier relato es mítico, no cualquier dicho puede convertirse en un

rumor.

La fuente

La fuente no es siempre “quien habla”, este término esta reservado a quien

expresa y defiende su opinión, incluso si el mensaje es transmitido o repetido por

otra persona. En el caso del rumor, la fuente es atribuida. En este sentido, el

mensaje puede ser atribuido a todo tipo de fuentes: personas individualizadas por

su nombre y conocidas debido a su papel histórico, político, científico, artístico,

jerárquico, etc.; personas cuyo nombre es mencionado o no, pero que ocupan una

función oficial en un conocido periódico, partido político, comunidad religiosa u otra

organización. También puede tratarse de personas que no se nombran, y con

frecuencia poco individualizadas, de las que tan sólo se indica su profesión.

Según estudios realizados por Hovland y Weiss, una fuente es considerada digna

de crédito cuando es juzgada como competente y como digna de confianza. A su

vez, Gremain de Montmollin determinó que debe distinguirse entre competencia

específica en un campo particular y competencia generalizada. Para este

investigador, el juicio de competencia que el receptor hace sobre una persona

experta en un campo determinado puede generalizarse a otros campos del saber:

demostró que un mensaje acerca de los peligros entrañados por el consumo

abusivo de aspirina, atribuido a un médico —competencia específica— tenía un

efecto uniforme sobre la opinión de los individuos seleccionados al azar en la

calle.

Es percibida como objetiva aquella fuente que no parece privilegiar, intencional o

voluntariamente, uno de los aspectos del problema a expensas del otro y que no

despierta sospechas de estar esgrimiendo un rumor para beneficiarse o beneficiar

o perjudicar a un tercero, es decir, para manipular.

La confianza que inspira la fuente es otro factor decisivo: las personas —incluso

sabiendo que quien transmite el rumor “conoce” la verdad— pueden llegar a dudar

 

  16  

de que lo que se dice sea efectivamente la verdad. El receptor sólo otorga su

confianza si la fuente le parece objetiva, desinteresada y sin intención de

manipular o engañar. Es percibida como objetiva aquella fuente que no parece

privilegiar, intencional o voluntariamente, uno de los aspectos del problema a

expensas del otro y que no despierta sospechas de estar esgrimiendo un rumor

para beneficiarse o beneficiar o perjudicar a un tercero.

Más sutil resulta el efecto de la voluntad aparente que posee la fuente para

persuadir a los demás. A la gente no le gusta que se intente influenciarla; cuando

sospecha que la fuente atribuida o el transmisor del rumor tiene intenciones de

persuadirla, se resiste por reactancia a lo que percibe como atentado a su libertad

de opinión.

La mayoría de los rumores comienzan como informe de una experiencia

perceptual que alguien tiene de un evento al que considera de interés e

importancia suficiente como para comunicarlo a los demás. Una vez que este

tema central ha sido aceptado, hay una tendencia a distorsionar las noticias o

eventos subsiguientes a fin de que sean coherentes con el tema central.

El chisme y el rumor

Chisme y rumor no son la misma cosa aunque son parientes cercanos. Ambos,

junto a la difamación y la intriga, existen desde que el ser humano aprendió a

hablar. En tanto el rumor se refiere en términos generales a hechos, el chisme

hace referencia a personas ausentes. El chisme es una forma universal de

comunicación, pero básicamente se diferencia del rumor en que se restringe al

plano de la comunicación cara a cara o a lo sumo en un grupo pequeño de

personas. Al igual que el rumor es de origen funcional, pero a diferencia de éste

raramente resulta socialmente disfuncional, ya que difícilmente puede amenazar la

estructura fundamental de la propia sociedad.

El chisme cumple básicamente una función ligada a las emociones. La habladuría

no comprometida, contribuye a estructurar la relación interpersonal y a generar

 

  17  

autosuficiencia. Es altamente improbable que los individuos que chismorrean,

tomen conciencia durante el diálogo de que lo que hacen es precisamente

intercambiar chismes.

Klaus Thiele-Dohrmann sostiene en su obra Die Scharme des Indiskreten (El

encanto de lo indiscreto) que el chisme es un componente natural en la

comunicación interpersonal y que es muy raro que los individuos tomen conciencia

del hecho de que están chismorreando, del momento en que lo hacen y de lo que

realmente comunican con el chisme. Según el antropólogo social Max Gluckman,

el chisme es exclusividad de determinados grupos. Cuanto más exclusivos sean

éstos, más se chismorrea entre aquellos que los conforman.

La continuidad en el proceso del malhablar sobre las personas, es decir del

chismorreo, actualiza el sistema de normas y valores del grupo y las mantiene

vivas. Esto hace que los individuos se vean en la obligación de participar del

chisme. La hipotesis de que el chisme tiene una función estabilizadora del grupo,

ha sido rebatida tanto Norbert Elías y John Scotson (1965) como por Roger Paine

(1967).

Paine sostiene que no es la sociedad, sino el individuo quien chismorrea. El

interés del individuo en el chisme no está orientado a estabilizar al grupo, sino que

es de carácter personal. Los actores participan del chismorreo porque, por un

lado, desean acceder a informaciones variadas sobre determinados grupos que

son de su interés y, por el otro, desean dar, como generadores de información, su

punto de vista acerca de amigos y conocidos a otros miembros del grupo. Esto lo

hacen para adquirir control sobre el grupo y para imponer sus propios intereses.

Sobre la base de una investigación empírica, Elías y Scotson determinaron que la

función integradora del chisme es muy relativa. Sostienen que el chisme, a

diferencia del rumor, es la denominación de “algo que simplemente hace la gente”.

Porque no tiene una causa, sostienen, no tiene una función.

 

  18  

Sin embargo, para Thiele-Dohrmann la función del chisme tiene un propósito que

es el de enterarse de los secretos ajenos, para beneficiarse y sacar provecho de

ellos.

Este último autor también sostiene que quien irradia chismes raramente tiene

conciencia de que con ello pone en evidencia también una parte de sus propias

debilidades, ya que durante el proceso de la comunicación del chisme, se

proyectan a otros parte de las características negativas de la personalidad del

emisor que éste no admite como propias. Alrededor del chisme se teje una

madeja de agentes que la sociedad requiere para el control y auto-control.

En esta red están involucrados tanto los hombres como las mujeres. Cada uno de

ellos compite en cierta manera con el otro y se encuentra en la situación de

compararse con su competidor. De ahí que curiosidad mediante cada cual trate

de determinar las fortalezas y debilidades de su oponente. La comparación con el

otro y la curiosidad contribuyen de esta manera a fortalecer la propia identidad.

El lado negativo de la misma moneda es que también genera enemistad, envidia,

celos y temores, atributos que dan lugar al chisme malicioso. Un chisme puede

constituirse en el origen de un rumor y los rumores a su vez pueden dar lugar al

chismorreo.

La credibilidad de ambos depende de la integridad de quien los transmite. Por lo

general sostiene Kapferer el testigo que puede dar fe si bien no está cerca, se

encuentra al alcance de la mano. Así, por ejemplo, el novio de una prima, que

trabaja con un ministro de gobierno constituye una fuente fidedigna aunque

difícilmente pueda ser convocado para la verificación de la información circulante.

De todas maneras, para que la cadena de transmisión funcione, es decir, para

que la gente retransmita un chisme o rumor, debe primero estar dispuesta a

creerlo. Según Rosnow, la situación y el contexto determinan si algo es rumor,

información o chisme. La diferencia entre información y rumor según dicho autor

es que, en el caso de los rumores, no es posible una verificación oficial. La

 

  19  

diferencia entre rumores y chismes es —como ya fuera mencionado— más

compleja.

El rumor es noticia interna con relación a la sociedad en general. Un chisme es

personal e íntimo, mientras que los rumores son impersonales y se refieren a

desconocidos.

El rumor en la prensa

Cuando los medios de prensa transmiten rumores, hablamos de informaciones o

de noticias falsas, no de rumores, como si la atención de la opinión pública puesta

en los medios estuviera supeditada a leyes totalmente diferentes. Pese a todo, se

hace difícil diferenciar los rumores de las informaciones, porque éstas como

aquellos se obtienen en definitiva por alguien en quien se confía, el “garante”, sin

poder uno mismo demostrar o comprobar su veracidad. Sobre todo cuando el

garante es mantenido en el anonimato gracias al “off the record” Como sea, los

medios de comunicación y su crecimiento y penetración galopante han impulsado

enormemente la velocidad de los rumores y con ello también acortado

drásticamente su vida útil. De hecho, algunos medios han institucionalizado sus

columnas de rumores y chismes bajo títulos como “Charlas de Quincho” u otros

eufemismos. Sin embargo, de un periodista profesional serio esperamos que

compruebe la veracidad de las noticias antes de publicarlos y aclare si se trata de

un mero rumor o de una noticia con fuentes comprobadas y cruzadas. Entonces,

¿por qué es tan frecuente la difusión de rumores a través de la prensa? ¿No será

que están en alza porque la línea de demarcación entre periodismo y

entretenimiento es cada vez más borrosa?

La investigación de la información cuesta mucho dinero. Los rumores y chismes

en cambio son de distribución económica y tienen a menudo, en la carrera

competitiva por los “ratings” y las cifras de tirada, un valor de entretenimiento

superior frente a los hechos comprobados y a los análisis de fondo.

 

  20  

En el campo de la teoría económica, la Ley de Gresham es categórica: la moneda

mala desplaza la buena porque ésta última se atesora. Algo similar sucede en el

campo de las comunicaciones. Cuando sobre un hecho de interés no hay

respuestas disponibles o se pretende ocultar información, retacearla por diversos

motivos o diferir su difusión, se choca con la necesidad y demanda informativa del

público. En ese caso, ante la falta de información precisa y confiable, tanto los

medios como los individuos recurren a todas las fuentes a su alcance para ver

satisfecha su necesidad.

En el caso de los medios, los errores, omisiones o falsedades en que pueden

incurrir por falta de fuentes directas se difunden rápidamente. No por mala

voluntad o por intencionalidad. Simplemente porque nadie quiso hablar ni se

ocupó de responder a los requerimientos del periodista. Ésa es la mala

información —el rumor— que como en la Ley de Gresham, reemplaza a la buena,

la que frecuentemente también se atesora por aquello de que “tengo el monopolio

de la información, tengo el poder”. En otras palabras: los rumores son sustitutos.

Sustitutos de la información veraz cuando la demanda informativa es grande y

ésta no se ve satisfecha por las fuentes oficiales".

Los rumores y las teorías conspirativas

¿Qué son las teorías conspirativas? Son historias sobre complots encubiertos a

cargo de grupos con un objetivo específico en mente. El objetivo puede ser legal

o ilegal, pero el término implica acciones que por naturaleza son subversivas. Las

teorías conspirativas se basan en un sistema de creencias que afirma que los

eventos del mundo son controlados en secreto por un grupo de poderosos

titiriteros detrás de la escena, mientras que el ciudadano común —impotente

frente a la conspiración— al menos se siente en la posición ventajosa de haberla

adivinado. En tanto ficción, los rumores sobre conspiraciones son fascinantes. El

problema es que quienes los sostienen proyectan su ficción a otros, a sus familias,

 

  21  

a grupos y organizaciones de la vida real a quienes tratan de convencer acerca de

la conspiración por medio de todos los argumentos a su alcance.

Generalmente, la conspiración argumentada por éstos rumores es por su

naturaleza difícil de desaprobar, ya que después de todo, ¿quién está tan bien

conectado política y económicamente como para decir con seguridad que no

existe una conspiración? Para quienes no la comparten, el dilema es que tienen

que probar que lo esgrimido en la mente del "conspiracionista" no existe, cuestión

harto difícil por cuanto se ha invertido la carga de la prueba".

Las teorías conspirativas son relatos explicativos. Representan los traumas

públicos recurrentes que parecen obsesionar a las sociedades y el rumor es la

expresión morfológica casi natural de ese trauma. El imaginario postmoderno

plasmado en rumores sobre supuestos complots y conspiraciones no tiene límite

alguno y se ha constituido en un modo hiper-real de comunicación e intento

popular por readaptar y redeterminar significados, transformando información

"secreta" en conocimiento accesible al hombre común. Por otro lado, la

popularidad de las creencias conspirativas no hace más que demostrar el colapso

de la distinción entre lo literal y lo metafórico, lo fáctico y lo ficcional, la paranoia y

la persecución; entre el diagnóstico y el síntoma, lo trivial y lo valioso; en definitiva,

entre lo verosímil y lo increíble.

3.2. Secreto profesional

El secreto profesional de los periodistas

Enrique Cáceres Nieto

El derecho de la información constituye una rama del derecho público en proceso

de formación cuyo objeto de estudio es el derecho a la información. Una de las

subcategorías de este derecho es el derecho a comunicar información veraz y

dentro de ella se ubica el secreto profesional de los periodistas.

 

  22  

La adecuada regulación de este último constituye un requisito indispensable para

el cabal ejercicio de la otra parte del derecho a la información: el derecho a recibir

información veraz, cuyo ejercicio es condición indispensable en la configuración

de la opinión pública que puede ejercer el control del Estado y fortalecer la

democracia.

En este trabajo se sostiene la tesis de que el derecho al secreto profesional de los

periodistas forma parte de nuestro derecho a pesar de no encontrarse regulado

explícitamente. Sin embargo, deberá ser objeto de una reglamentación específica

que habrá de considerar el estado de la materia, cuya panorámica pretende ser

esbozada.

I.- El derecho de la información como una nueva rama del derecho público, y

el secreto profesional de los periodistas

Nos encontramos ante el fascinante proceso de gestación de una nueva rama

jurídica: ‘‘el derecho de la información’’. A pesar de constituir un interesante

fenómeno, la literatura especializada ha prestado poca atención a la definición del

neologismo, así como a la sistematización de las categorías conceptuales que

poco a poco han ido emergiendo alrededor del mismo.

Entre los tratadistas que hacen referencia expresa al derecho de la información se

encuentran Jorge Carpizo y Ernesto Villanueva. Para el primero, el término

derecho de la información denota al: ‘‘conjunto de normas jurídicas que regulan y

tutelan las libertades, garantías, facultades y delimitaciones que integran el

derecho a la información. En otras palabras, el derecho a la información es el

objeto de estudio del derecho de la información’’. Carpizo entiende que la

expresión ‘‘derecho a la información’’ denota ‘‘la garantía fundamental que toda

persona posee a: atraerse información, a informar y a ser informada’’.

Para Ernesto Villanueva ‘‘derecho de la información’’ denota ‘‘...la rama del

derecho público que tiene por objeto el estudio de las normas jurídicas que

regulan los alcances y los límites del ejercicio de las libertades de expresión y de

información a través de cualquier medio’’.

 

  23  

A diferencia de lo que entiende Jorge Carpizo, para Villanueva, el significado de

‘‘derecho a la información’’ es de alcances más restringidos, pues lo concibe

como ‘‘el conjunto de normas jurídicas que regulan el acceso del público a la

información generada por los órganos del Estado’’.

En el ámbito nacional, la importancia del derecho a la información en la vida

social ha sido reconocido por la Suprema Corte de Justicia de la Nación en la

‘‘Solicitud 3/96. Petición del presidente de los Estados Unidos Mexicanos para

que la Suprema Corte de Justicia de la Nación ejerza la facultad prevista en el

párrafo segundo del artículo 97 de la Constitución Federal’’, donde dice que el

derecho a la información es una ‘‘garantía social que a través de los diferentes

elementos que se manejaron con motivo de la aprobación de este texto, se debe

interpretar como ‘un derecho básico para el mejoramiento de una conciencia

ciudadana y que contribuirá a que ésta sea más enterada, vigorosa y analítica, lo

cual es esencial para el progreso de nuestra sociedad’’’.

Tal como ha ocurrido con las disciplinas dogmáticas tradicionales, en torno al

derecho de la información están surgiendo estructuras conceptuales que se

reflejan en redes semánticas. Así, de la misma manera que las categorías

conceptuales de la dogmática penal se encuentran organizadas en ‘‘delitos contra

la vida y la salud personal’’, ‘‘delitos sexuales’’, ‘‘delitos patrimoniales’’, etcétera,

cada uno de los cuales acepta subcategorías como el caso de ‘‘fraude’’, ‘‘robo’’ y

‘‘abuso de confianza’’ respecto a ‘‘delitos patrimoniales’’, en el derecho de la

información poco a poco están surgiendo estructuras equivalentes.

Retomando las ideas expuestas por Marc Carrillo, considero que el derecho de la

comunicación comprende el ‘‘Derecho a comunicar y recibir información veraz de

interés público por cualquier medio de difusión’’. Éste se subdivide en dos

subcategorías que son: ‘‘El derecho a comunicar información veraz de interés

público por cualquier medio de difusión’’ y el ‘‘derecho a recibir información veraz

de interés público por cualquier medio de difusión’’. Este último comprende: ‘‘el

derecho a recibir información generada por los órganos del Estado’’ y el ‘‘derecho

 

  24  

a recibir información proveniente de otras vías (entre las que se encuentra la

prensa)’’.

Como se puede ver, el término ‘‘derecho a la información’’ está afectado de

ambigüedad, ya que admite un sentido amplio equivalente al de ‘‘derecho a

comunicar información veraz por cualquier medio de difusión’’ y otro sentido

estricto en el que denota el ‘‘derecho a recibir información generada por el

Estado’’.

De acuerdo con Imer Flores, la distinción entre derecho a comunicar información

y el derecho a recibir información resulta relevante para una adecuada

caracterización de la relación entre el derecho a la información y los derechos

humanos, ya que el primero corresponde a la categoría de los derechos

individuales, mientras que el segundo corresponde a la de los derechos sociales:

‘‘El derecho humano a recibir información es un derecho social a diferencia del

derecho a dar información que es un derecho individual’’.

A partir de esta red conceptual presentada se pone de relieve que la primera de

las definiciones de ‘‘derecho de la información’’ expuestas, define su objeto de

estudio como el conjunto de normas que regulan el derecho a comunicar y recibir

información veraz de interés público por cualquier medio de difusión i.e., como

denotativa de derecho positivo, mientras que la segunda denota a una nueva

rama de la dogmática perteneciente al derecho público. Esto significa que la

expresión ‘‘derecho de la información’’ también está afectada de ambigüedad y

que puede ser definida en dos sentidos diferentes: Primero: ‘‘derecho de la

información’’ significa: la disciplina dogmática que denota al conjunto de estudios

doctrinales realizados sobre el sistema de normas jurídicas que regulan la

comunicación y recepción de información de interés público dirigida a conformar

la opinión pública. Segundo: ‘‘derecho de la información’’ denota: al sistema de

normas que regulan la comunicación y recepción de información de interés

público dirigida a conformar la opinión pública. A partir de estas dos definiciones

se puede construir una omnicomprensiva en los siguientes términos: ‘‘Derecho

de la información’’ denota: la disciplina dogmática que comprende al conjunto de

 

  25  

estudios doctrinales realizados sobre el sistema de normas jurídicas que regulan

la comunicación y recepción de información de interés público dirigida a

conformar la opinión pública, así como al sistema de normas constitutivas de

dicho objeto de estudio. El tema de esta exposición, es decir, el secreto

profesional de los periodistas, queda ubicado como una subcategoría del derecho

a comunicar información, el cual es presupuesto por el derecho a recibir

información, que a su vez es condición indispensable para la conformación de la

opinión pública capaz de controlar el ejercicio abusivo del poder estatal y para el

ejercicio de la democracia.

II.- Democracia, control del poder y medios de comunicación masiva

Una de las propiedades necesarias (aunque no suficiente) que debe ser

satisfecha para que el funcionamiento político de un Estado pueda ser denotado

por el término ‘‘democrático’’ es un adecuado control y equilibrio de los poderes

que en él coexisten. Como se ha dicho anteriormente, dicho control requiere de

una opinión pública fuerte que requiere de un adecuado ejercicio del derecho a la

información (en sentido amplio), el que a su vez presupone un buen régimen de

protecciones para los profesionales de la comunicación. La condición de control

del poder es válida no únicamente para los tradicionales poderes del Estado, sino

también para los poderes fácticos, entre los que se encuentran los medios de

comunicación masiva.

El tema de los medios como poder ha sido brillantemente analizado por Jorge

Carpizo en dos artículos recientemente publicados8, en los que, después de

haber revisado los conceptos de poder ofrecidos por Weber, Hans Buchheim,

Arnold Rose, Russell, Wright Mills, Nicos Poulantzas, Sánchez Agesta, Norberto

Bobbio y Georges Burdeau concluye que ‘‘...el poder es una relación en la cual

                                                                                                               8 Carpizo, Jorge, ‘‘Los medios de comunicación masiva y el Estado de derecho, la democracia, la política y la ética’’, Boletín Mexicano de Derecho Comparado, México, núm. 96, septiembre-diciembre de 1999, pp. 743-764; del mismo autor, ‘‘El poder: su naturaleza, su tipología y lo medios de comunicación masiva’’, Boletín Mexicano de Derecho Comparado, México, núm. 95, mayo-agosto de 1999, pp. 321-356.

 

  26  

una persona, un grupo, una fuerza, una institución o una norma condiciona el

comportamiento de otra u otras, con independencia de su voluntad y su

resistencia’’.

De igual forma, después de analizar la tipología del poder desarrollada por

autores como Aristóteles, Locke, Weber y Wright Mills, concluye la existencia de

las siguientes clases de poder: ‘‘1) El poder originario 2) El poder político 3) El

poder paternal 4) El poder económico 5) El poder ideológico 6) El poder

asociativo’’.

De estas clases de poder resulta relevante para los efectos de este trabajo el

poder ideológico que: ‘‘...es aquel que, a través de la elaboración y proyección de

conocimientos, imágenes, símbolos, valores, normas de cultura y ciencia en

general, ejerce la coacción psíquica, logra que la sociedad, el grupo o una

persona actúe en una forma determinada’’.

Dicho poder se manifiesta en fenómenos tales como las religiones, la enseñanza,

la actividad de escritores, intelectuales y científicos y, particularmente, los medios

de comunicación que: “...contribuyen en gran parte a fijar las maneras de

pensamiento de la sociedad; a establecer la agenda de los asuntos políticos,

sociales y económicos que se discuten; a crear o destruir la reputación de una

organización, persona o grupo de personas”.

Los medios de comunicación, a través de la coacción psíquica, del conocimiento

o de ambos, obtienen que otro poder, el grupo o la persona se comporten de una

forma determinada. Esto significa que, si bien es cierto que los medios de

comunicación masiva pueden contribuir a auxiliar en el ejercicio del control de los

distintos tipos de poder, especialmente el de índole política, a su vez deben ser

objeto de regulación, no únicamente para ser protegidos, sino también para limitar

la posibilidad de su ejercicio abusivo.

 

  27  

III. La oposición a la regulación de los medios de comunicación masiva

Contrariamente a lo que pudiera suponerse, la idea de que la actividad

periodística esté adecuadamente regulada suele ser rechazada por algunos de

los miembros de la profesión, entre quienes se encuentran aquellos que lo hacen

por creer realmente que con ello están evitando una limitación a la libertad de

expresión y otros, escudados en el mismo tipo de argumentación, por que de esa

forma defienden intereses corporativistas y privilegios derivados de una situación

anárquica.

Esta situación de rechazo se presenta también entre los especialistas, como

podemos constatar con las siguientes referencias al entorno académico español:

En palabras de Juan Luis Cebrián, quizá el más radical opositor a la regulación:

“...una Ley que regule el ejercicio del derecho a informar, nos parece siempre una

amenaza, porque lo que nos parece es que lo que va a regular es cuando el

secreto vale y cuando no vale9. Los deseos de regular la función periodística o el

ejercicio de la Ley de Información mediante leyes positivas, nos parece

enormemente peligroso y pensamos que es infinitamente mucho más eficaz

aunque se cometan también abusos y errores, caminar en un proceso de

autorregulación… nuestra teoría es que la actividad de informar en un Estado

democrático no necesita ningún tipo de legislación especial… una Ley sobre el

secreto profesional nos da la sensación de que lo que va ser es una Ley contra el

secreto profesional...”

En sentido semejante se expresa Teodoro González Ballesteros al decir que: ‘‘En

el mundo de la comunicación hay una desconfianza al legislador que nace de la

experiencia. Siempre que se ha regulado, o se ha intentado, la materia

informativa ha sido para peor’’. Por su parte, Manuel Lombao nos dice: ‘‘no hay

mejor Ley de Prensa que la que no existe’’. En el ámbito francés, Roland Dumas,

refiriéndose concretamente a la regulación del secreto profesional manifiesta que:

si el secreto profesional protegiera las fuentes informativas, la inmunidad del

                                                                                                               9 Cebrián, Juan Luis, El secreto profesional de los periodistas, Madrid, Centro de Estudios Constitucionales, 1994, Cuadernos y Debates, núm. 48, p. 20.

 

  28  

periodista convertiría la información en algo incontrolable y las consecuencias

serían negativas para los derechos de la personalidad y la paz social. Asimismo,

desaparecerían los criterios de distinción entre noticias falsas y verdaderas, y si

desaparece el delito de publicación de falsas noticias... ¿Qué crédito puede

otorgarse a la prensa?

México no ha sido la excepción a la oposición de la regulación jurídica del

derecho a comunicar y recibir información veraz por cualquier medio (derecho a la

información en sentido amplio). Sin embargo, a diferencia de lo que ocurre en

otros países, el rechazo proviene fundamentalmente de los sectores profesionales

y no de los académicos, probablemente por lo novedoso que resulta entre

nosotros el derecho de la información.

En el fondo de dicha oposición suelen encontrarse las complicidades que muchas

veces se establecen entre el régimen y los medios de comunicación masiva

propiciados por la anomia prevaleciente. En este sentido vale la pena referir las

palabras de Raúl Trejo cuando indica que: ‘‘...aún hay sitios como México, en

donde la desconfianza respecto de las leyes —y hay que reconocerlo— cierta

defensa corporativa de privilegios que no reconoce las obligaciones

consustanciales al ejercicio de cualquier libertad han llevado a buena parte del

gremio periodístico a oponerse a la actualización de las leyes para la prensa e

incluso, a considerar lesivos los códigos de autorregulación’’.

En nuestro país, esta defensa gremial ha estado en la base de la oposición a

diversos intentos de reglamentación de la última oración del artículo 6o.

constitucional. Como dice Jorge Carpizo: ‘‘a partir de 1977...han existido varios

intentos por reglamentar la última oración del artículo 6o. constitucional para

hacer efectiva la garantía o derecho humano que el mismo consagra, lo cual no

se ha logrado porque con la careta de la defensa de la ‘libertad de expresión’

algunos intereses políticos, económicos, gremiales y personales han tenido la

fuerza suficiente para detener esos proyectos’’.

 

  29  

Un rasgo peculiar al menos en el entorno español, es que las opiniones a favor de

la regulación provienen básicamente de los juristas, mientras que las reservas a

la misma lo son de parte de los periodistas. Javier Pradera resume así el balance

de un coloquio celebrado en el Centro de Estudios Constitucionales de Madrid

sobre la reglamentación del artículo 20.1.d) de la Constitución española: algunos

significativos portavoces de la profesión periodística, la principal beneficiaria de

los dos derechos (la cláusula de conciencia y el secreto profesional) son

partidarios de mantener la actual indefinición del artículo 20.1.d) por temor a que

cualquier desarrollo legislativo significase un retroceso... sin embargo, la mayoría

de los juristas se mostraron decididos partidarios de desarrollar el mandato

constitucional del artículo 20 y de elaborar una ley reguladora del secreto

profesional.

Como indicaba Juan Luis Cebrián, existe un punto intermedio entre la ausencia

total de regulación y la regulación legislativa mediante códigos deontológicos

producidos por los colegios de periodistas o por los propios medios. A ellos nos

referiremos más adelante cuando abordemos el secreto profesional de los

periodistas.

IV. El secreto profesional de los periodistas

Según Villanueva: ‘‘los antecedentes de esta figura jurídica provienen del

common law y se remontan al siglo XVI a propósito del ‘voto de honor’ basado en

la convicción de que un caballero no debía divulgar las noticias obtenidas en

confidencia por atentar la privacidad de sus comunicaciones’’.

En la actualidad y tal como ha sido indicado anteriormente, el secreto profesional

de los periodistas constituye un caso específico del derecho a comunicar

información veraz de interés público por cualquier medio de difusión. A través de

él, información que de otra forma permanecería desconocida es transmitida por

un informante a un periodista comprometido a guardar su fuente en el anonimato,

para que la dé a conocer públicamente.

 

  30  

De esta manera, se materializa el derecho a la información y se contribuye a la

configuración de la opinión pública que manifestándose a través de las

instituciones conducentes, puede proceder a controlar los abusos de poder

estatal. Entre la información susceptible de ser transmitida mediante la mecánica

descrita, se encuentra aquella que, siendo de interés público, trata de mantenerse

oculta por parte del Estado.

1. Definición

No existe una definición universalmente aceptada del término ‘‘secreto profesional

de los periodistas’’. Algunas de ellas son las siguientes: Definición de Juan Luis

Cebrián: ‘‘El derecho al secreto profesional es el que tienen los profesionales de

la información a no revelar las fuentes de la misma, no declarar ante los Jueces

sobre los hechos que ellos revelen en sus informaciones y no entregar los carnets

personales de notas, cintas magnetofónicas y demás material informativo que

haya utilizado al respecto’’.

Para Ernesto Villanueva: ‘‘...el secreto profesional del periodista puede definirse

como el derecho o el deber que tienen los periodistas a negarse a revelar la

identidad de sus fuentes informativas, a su empresa, a terceros y a las

autoridades administrativas y judiciales’’.

Para Luka Brajnovic: ‘‘...es el deber y el derecho moral del periodista de no

revelar nada que en sí mismo deba ser considerado como secreto o que se

constituye en secreto a causa de la palabra empeñada del periodista de no

descubrir la fuente de las informaciones recibidas en confianza’’.

La definición que más consenso ha alcanzado es la proporcionada por el Consejo

de Europa en 1974: ‘‘...es el derecho del periodista a negarse a revelar la

identidad del autor de la información, a su empresa, a terceros y a las autoridades

públicas o judiciales’’. Algunos aspectos diferenciales de las definiciones

anteriores que vale la pena resaltar son los siguientes: A. Respecto al status

deóntico del secreto profesional de los periodistas, dos lo consideran un derecho,

 

  31  

una un deber jurídico y derecho moral y otra como el derecho o el deber. Como

se verá más adelante, esta falta de homogeneidad es el reflejo de la diversidad de

técnicas de regulación legislativa que tienen lugar en el derecho comparado. B.

Respecto al tipo de acciones deónticamente calificadas, de las diferentes

definiciones se pueden distinguir: a) No revelar la identidad de las fuentes de

información; b) No entregar material informativo que pudiere conducir a la

revelación de la fuente; c) No revelar nada que en sí mismo deba ser

considerado como secreto, y d) No revelar nada que se constituya en secreto por

la palabra empeñada del periodista de no descubrir la fuente de la información.

C. Respecto de los sujetos ante quienes se está facultado a ejercer el secreto

profesional de los periodistas, pueden distinguirse: a) Los jueces; b) Las

autoridades administrativas, y c) La empresa para la que trabaja el periodista y a

terceros.

A partir de la descomposición analítica anterior y aplicando una metodología

sintética, propongo la siguiente definición para ‘‘secreto profesional de los

periodistas’’: Es el derecho u obligación jurídica derivados del derecho positivo o

de los códigos deontológicos por virtud del o la cual el periodista está facultado

para negarse a revelar la identidad de sus fuentes de información y a entregar

material informativo que pueda conducir a la revelación de las mismas y que

puede hacer valer ante la empresa para la que trabaja, ante las autoridades

administrativas y judiciales y en general ante cualquier tercero con las limitaciones

previstas en la ley.

Las razones que subyacen a mantener en secreto las fuentes son básicamente:

a) Protegerla de posibles represalias por haber transmitido la información; b)

Salvaguardar la credibilidad en la discresión del periodista, y c) Garantizar que la

continuidad en el flujo de la información de interés público que es transmitida a los

periodistas para su publicación no se vea interrumpida y con ella puedan verse

disminuidos el ejercicio de los derechos a comunicar y a recibir información.

 

  32  

2. Diferencia con otros secretos profesionales

La diferencia más significativa del secreto profesional de los periodistas con

respecto a otros secretos profesionales como pueden ser el del abogado, el

médico o el cura, radica en el hecho de que mientras en estos casos la

información proporcionada es lo que debe guardarse en secreto, en el caso de los

periodistas la información transmitida es destinada a darse a conocer

públicamente.

El secreto del periodista no recae en la información proporcionada sino en el

anonimato de la fuente de donde proviene. Como dice Javier Pradera: ‘‘los

médicos y los abogados son la estación terminal de las informaciones que le son

comunicadas en secreto por sus clientes. En cambio, el periodista es, respecto a

su fuente, como un alambre de cobre: difunde ese secreto lo más pronto y lo más

alto posible’’.

Siguiendo al mismo autor encontramos que otra diferencia importante estriba en

que mientras en las demás profesiones se presupone una relación de confianza

entre el profesional y el confidente, ello no ocurre en el caso del periodista que,

por ejemplo, recibe un comunicado de parte de una organización terrorista.

Otra diferencia estriba en el carácter pasivo de las demás profesiones respecto a

la búsqueda de la información, en contraste con la naturaleza activa de los

periodistas que en este aspecto se asemejan a los espías. Por último, Marc

Carrillo señala que los bienes jurídicos protegidos en los demás secretos

profesionales son diferentes al del periodista, pues mientras aquellos son el deber

de reserva y el derecho a la intimidad del cliente, el de éste estriba en el derecho

a comunicar y recibir información veraz.

3. El bien jurídico protegido por el secreto profesional de los periodistas

Como ocurre en múltiples aspectos de esta novedosa figura jurídica, los autores

presentan opiniones divergentes: Para Javier Pradera, el bien jurídico protegido

 

  33  

por el secreto profesional de los periodistas es la libertad de expresión: ‘‘el

secreto profesional de los periodistas es un derecho instrumental al servicio de la

libertad de expresión... no es un privilegio gremialista concedido por el legislador

a una corporación poderosa, la cual pudiera esgrimirlo a su capricho para eludir

las leyes que los demás deben cumplir’’.

Según Gabriel Cisneros: ‘‘En materia de secreto profesional... el interés que se

tutela no es el de los profesionales, sino el de los ciudadanos de recibir, a su

través, una información veraz’’.

Como hemos visto, para el profesor Marc Carrillo, el bien jurídico protegido es el

derecho a comunicar y recibir información veraz, idea que se complementa con lo

expresado en su libro La cláusula de conciencia y el secreto profesional de los

periodistas, donde nos dice que: ‘‘...el fundamento del secreto profesional reside,

en primera instancia, en el interés colectivo y la dimensión colectiva de su

contenido, que facilita un ejercicio más integral del derecho a la información’’.

Como se pone de relieve, a pesar de usar distinta terminología, es posible

encontrar una convergencia entre los autores en el sentido de que el bien

jurídicamente protegido por el secreto profesional de los periodistas no radica en

los intereses del gremio sino en la libertad de expresión, libertad de prensa,

derecho a la información, todos los cuáles pueden ser reconducidos a una

terminología más adecuada por omnicomprensiva, empleada por Marc Carrillo: el

derecho a comunicar y recibir información veraz, cuyo beneficiario no es otro sino

el cuerpo social en su totalidad.

4. Sujetos

Igual que acontece con ‘‘secreto profesional’’ no existe una definición

unánimemente aceptada de ‘‘periodista’’. Como indica Teodoro González

Ballesteros responder quiénes son los sujetos directos del secreto profesional (y

de la cláusula de conciencia) implica diversas respuestas que van desde

considerar que el periodismo constituye un oficio que se aprende por el mero

 

  34  

transcurso del tiempo, hasta sostener que es una profesión que requiere titulación

profesional e incluso colegiación obligatoria.

Algunas definiciones legislativas son las siguientes: 1. En el estatuto del

periodismo de Argentina se define a los periodistas como: ‘‘las personas que

realicen en forma regular, mediante retribución pecuniaria, las tareas que les son

propias en publicaciones diarias o periódicas y agencias noticiosas...’’. 2. En

Bélgica los requisitos para ser periodista son: a) tener por lo menos veintiún años

de edad; b) no haber sido privado de los derechos previstos en el Código Penal;

c) ejercer a título principal y habitual, desde hace dos años por lo menos, la

profesión de periodista, es decir, participar en la redacción de periódicos, diarios o

títulos publicados con otra periodicidad, en emisiones de información

radiodifundidas o televisadas, de noticiarios filmados o de las noticias de agencias

de prensa consagradas a la información general; no ejercer ninguna forma de

comercio y, en particular, ninguna actividad que tenga por objeto la publicidad. 3.

En Francia es periodista: ‘‘quien ejerce como profesión principal, habitual y

retribuida, un trabajo informativo en una publicación diaria o periódica o en una

agencia de noticias, y de ella obtiene sus ingresos fundamentales’’.

4. En Italia es periodista: ‘‘quien con una práctica de al menos 18 meses, ejerce

de manera profesional y retribuida el periodismo, ha superado una prueba de

idoneidad y está inscrito en el Ordine’’. 5. En la República de Malí: ‘‘periodista es

aquel que tiene como ocupación principal, regular y retributiva, el ejercicio de su

profesión en una agencia Malí de información o en una publicación pública o

privada, escrita o hablada, diaria o periódica, editada en la República de Malí, y

que de ello obtiene la principal fuente de recursos para su existencia’’. 6. En

México: ‘‘es el trabajador que obtiene información de interés general sobre

eventos o temas de actualidad a través de la observación de hechos, de

entrevistas a personas vinculadas con los mismos, o a personas de interés para

la comunidad. Esta información la ordena, estructura y transmite de manera clara

 

  35  

y expedita a la empresa periodística para su revisión y, en su caso, redacción

definitiva y publicación’’10.

Definiciones establecidas en algunos proyectos de ley son: Anteproyecto español

de Ley Orgánica Reguladora de la Cláusula de Conciencia y del Secreto

Profesional de los Periodistas, presentado por el Colegio de Periodistas de

Cataluña, el 28 de septiembre de 1987: ‘‘son periodistas quienes se dedican a

obtener información sobre hechos, asuntos o materias para comunicarlas

públicamente o por cualquier medio de difusión, sea en forma escrita, oral o

gráfica y mediante difusión impresa, radiada, televisada, cinematográfica o

cualquier otra similar, desempeñando esta función en cualquier medio de

comunicación pública como trabajo habitual y retribuido’’.

Propuesta de Ley Orgánica Reguladora de la Cláusula de Conciencia y Secreto

Profesional de los Periodistas, presentada por el Grupo Parlamentario Federal de

Izquierda Unida-Iniciativa per Catalunya, el 7 de mayo de 1996: ‘‘son periodistas

los profesionales que como trabajo principal y retribuido se dedican a obtener y

elaborar información para difundirla o comunicarla públicamente por cualquier

medio de comunicación técnica...’’.

En México: Propuesta de Ley Federal de Comunicación Social, reglamentaria de

los artículos 6o. y 7o. de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos,

elaborada por el profesor Ernesto Villanueva: ‘‘...periodista es toda persona física

que hace del ejercicio de las libertades de expresión y de información su actividad

principal, de manera permanente y remunerada...’’.

Georges Burdeau: ‘‘es periodista el que, como trabajo principal y retribuido, se

dedica a obtener y elaborar información para difundirla o comunicarla por

cualquier medio de comunicación, de forma cotidiana o periódica’’.

Como puede observarse, dos propiedades definitorias de ‘‘periodista’’ sobre las

que hay mayor coincidencia son la regularidad en la prestación del trabajo

                                                                                                               10 Ernesto Villanueva, Régimen jurídico de las libertades de expresión e información en México, Ed. UNAM, México, p. 21.

 

  36  

consistente en difundir información de interés público a través de una empresa de

comunicación y que dicha actividad constituya la principal fuente de ingresos del

profesional.

Como también puede observarse, salvo en el caso de Italia, las definiciones

coinciden en no establecer ninguna exigencia formal adicional como podría ser el

haberse titulado como profesional de la comunicación, haber tenido que acreditar

algún examen o pertenecer a un cuerpo colegiado. Sin embargo, en el derecho

comparado existe divergencia acerca de la exigencia o no de requisitos para

acceder a la profesión los cuales pueden ser ejercidos por órganos del Estado o

por el propio gremio periodístico.

Respecto a la propiedad definitoria consistente en la retribución, el profesor Marc

Carrillo establece que no en todos los casos debe considerarse una condición

necesaria para ser titular del secreto profesional, como ocurre con los

colaboradores de la actividad periodística (por ejemplo realizadores o editores de

programas informativos de TV) los periodistas autónomos, los compañeros de la

redacción, el director de la empresa y los representantes de la misma.

La dinámica de equilibrios que hasta este momento ha sido analizada puede

resumirse de la manera siguiente: En una sociedad democrática, los abusos de

poder del Estado son controlados por la propia sociedad, con base en una sólida

formación de la opinión pública que presupone un sano ejercicio del derecho a

recibir información veraz. La opinión pública es configurada de modo

fundamental por los medios de comunicación masiva quienes son los principales

actores del derecho a comunicar información veraz de interés público, que a su

vez es condición para que el derecho a recibir información veraz sea posible.

El ejercicio de la actividad comunicativa de los periodistas en buena medida es

posible gracias a que terceros les comunican información de interés público que

de otra manera permanecería oculta, para que la transmitan a través de los

medios. El flujo de esta información presupone el secreto profesional de los

periodistas consistente en negarse a revelar sus fuentes.

 

  37  

En muchas democracias avanzadas ese secreto es regulado y protegido

jurídicamente o mediante códigos deontológicos. A pesar de su importante

función social, los medios de comunicación masiva no pueden ubicarse fuera de

cualquier tipo de control, pues ellos mismos constituyen un poder de carácter

ideológico cuyos posibles abusos deben ser controlados.

Dentro del contexto del apartado anterior se ubica una discusión acerca de la

posible regulación del secreto profesional de los periodistas en la que, como

sostiene Salvador Ochoa Olvera, es posible distinguir dos posturas: la de quienes

sostienen que se trata de un derecho absoluto y quienes lo consideran un

derecho relativo.

A. Posturas que defienden el secreto profesional como un derecho absoluto

a. La doctrina

Siguiendo a Ernesto Villanueva, se puede definir esta posición como la que

sostiene el ‘‘derecho de los periodistas a guardar sigilo incondicionalmente sobre

la identidad de sus fuentes informativas ante el director de la empresa, las

autoridades administrativas, las autoridades parlamentarias y las autoridades

judiciales’’.

Entre los autores representativos de esta postura, Ochoa Olvera identifica a los

siguientes: a) Gregorio Badeni, para quien: ‘‘no se puede imponer a un periodista

la violación de su secreto profesional’’. Quien en otra parte, afirma: ‘‘en principio,

el ‘secreto profesional’ tiene carácter absoluto y, como regla general, nadie puede

ser obligado a revelar la ‘fuente’ de su información’’. b) Fidel Isaac Lazzo, quien

expresándolo de modo un tanto retórico sostiene: ‘‘la nobleza del edificio quiere

que el periodista preserve el anonimato de su ‘informante’; en otros términos de

su ‘fuente’ de información...’’. c) Germán Bidart Campos, para quien: ‘‘el ‘derecho

al silencio’ ...resguarda razonablemente, en relación con el ‘derecho a la

información’, el secreto o la reserva sobre las ‘fuentes’ de esa información’’.

 

  38  

b. Legislación

Según Villanueva, recogen el derecho absoluto al secreto profesional los

siguientes países: Alemania, Argentina, Austria, Bolivia, Brasil, Cabo Verde,

Colombia, Estados Unidos (California, Indiana, Minnesota, Nebraska, Nueva

York), Estonia, Finlandia, Francia, Haití, Indonesia, Italia, Lituania, Macedonia,

Malasia, Mozambique, Nigeria, Paraguay, Perú, Portugal, Uruguay, Venezuela y

Yemén.

B. Posturas que consideran que el secreto profesional no es un derecho absoluto, sino relativo

a. La doctrina

Para Marc Carrillo: ‘‘...en el constitucionalismo contemporáneo no tienen cabida

los derechos absolutos...’’. El mismo autor, en otro trabajo, sostiene: ‘‘el derecho

al secreto profesional, al igual que cualquier otro derecho reconocido por la

Constitución, no es un derecho absoluto’’.

Tomás de la Quadra Salcedo: ‘‘Yo adelanto que no creo que el derecho al secreto

profesional sea absoluto’’. Limitación debida a que el periodista sea autor de

delito. Dentro de los mecanismos que equilibran el secreto profesional de los

periodistas se encuentra el hecho de que ellos hayan cometido algún delito en el

ejercicio de su trabajo.

Por ejemplo que hayan incurrido en espionaje, vulnerado el derecho a la

privacidad, haber calumniado, etcétera. a) Para Marc Carrillo: ‘‘el derecho al

secreto profesional expira en el momento en que el periodista es autor de un

delito’’. b) Javier Pradera: ‘‘es evidente que el secreto profesional protege al

periodista únicamente como testigo, nunca como autor’’ (exceptio vertisteis).

c) Un caso de delito particularmente importante por que su realización implica un

abuso notorio de la actividad periodística estriba en la invención de imaginarias

fuentes confidenciales, con el fin de publicar información falsa con la que llegue

confundir a la opinión pública o, peor aún, incurrir en delitos que perjudiquen a

 

  39  

terceros como podrían ser injurias, calumnias, o falsa acusación. Limitación

debida al deber de denuncia de un delito. Marc Carrillo: ‘‘El secreto profesional es

un derecho fundamental referido a las fuentes informativas y de ningún modo

puede alcanzar la acción de esconder hechos delictivos’’.

El mismo autor: ‘‘...otra parcela que no permite la alegación del secreto

profesional en beneficio del periodista debe ser la que se deriva del deber de

impedir la comisión de cualquier delito’’.

Limitación debida a la veracidad de la información: a) Para Javier Pradera:

Cuando un periodista es llamado ante un tribunal como autor de una información,

no puede alegar el secreto profesional. Sólo podrá aducir que su información es

veraz y probarlo. Si lo consigue sin revelar las fuentes, miel sobre hojuelas. Pero

si no pudiera probar la veracidad de la información sin descubrir al tiempo a su

informador confidencial, se enfrentaría al siguiente dilema: o revelar las fuentes

para no ser condenado, con lo que su informante quedaría al descubierto, o ser

condenado por no poder probar la veracidad de su información.

Esto se pone de manifiesto en el ámbito español, cuando el mismo Pradera nos

dice que: ‘‘el artículo 20 de la Constitución protege el derecho a comunicar o

recibir libremente no cualquier tipo de información, sino únicamente información

veraz’’.

Limitación debida a engaño del periodista por parte de sus fuentes. Una

excepción al secreto profesional tiene lugar cuando el comunicante de la

información haya transmitido información falsa y a causa de ello el periodista sea

objeto de una acción judicial. Así lo indica Jesús Fernández Entralgo cuando dice

que: ‘‘...el periodista tendrá derecho a desvelar sus fuentes de información, en

aquellos casos en los cuales sea objeto de una demanda, o de una acusación

penal, por haber transmitido una información de un comunicante desleal. Porque

ese comunicante ya no tiene ningún derecho a la reserva, ni tiene ningún derecho

a la protección de su intimidad, puesto que se ha comportado deslealmente’’.

 

  40  

Limitación debida a que sólo mediante la revelación de la fuente pueda resolverse

una causa penal. No existe opinión doctrinal que destaque esta figura, sin

embargo puede encontrársele en la legislación comparada como es el caso de la

de Albania, en cuyo Código de Procedimientos Penales de 1995, artículo 159 (3)

dice que: ‘‘...en caso de que los datos sean indispensables para un juicio penal y

este pueda resolverse a través de la identificación de la fuente, la Corte puede

ordenar a los periodistas dar el nombre de sus fuentes informativas’’.

Para algunos autores, en el caso del secreto profesional de los periodistas no

opera la obligación de declaración ante autoridad judicial, por ejemplo: Para Juan

Luis Cebrián: el derecho al secreto profesional implica no revelar las fuentes de

información, ‘‘no declarar ante los jueces sobre los hechos que ellos revelen en

sus informaciones y no entregar los carnets personales de notas, cintas

magnetofónicas y demás material informativo que hayan utilizado al respecto’’.

Javier Pérez Royo indica que: el secreto profesional implica una excepción

constitucionalizada en España que: ‘‘se traduce en una exoneración de

responsabilidad penal por no colaborar con la justicia en la búsqueda de la

verdad’’.

Limitaciones derivadas del carácter de la información

Aunque relativamente se le presta poca atención por parte de los autores, en la

legislación comparada es posible encontrar supuestos en los cuales el carácter

de la información, particularmente la que ha sido clasificada como secreta por

razones de seguridad nacional, implica una limitación al secreto profesional de los

periodistas siempre que sea exigida por autoridad judicial. Tal es el caso de la Ley

número 90-07 del 3 de abril relativa a la información, en cuyo artículo 37 se puede

leer: El secreto profesional constituye un derecho y un deber para los periodistas

en los términos de las disposiciones de la presente Ley. El secreto profesional no

podrá ser ejercido ante las autoridades judiciales competentes en los siguiente

casos: En materia de secretos de defensa nacional definidos en la legislación en

 

  41  

vigor; En materia de secretos de estrategia económica: —Cuando la información

pueda atentar a la seguridad del Estado de manera manifiesta; —Cuando la

información sea concerniente a los infantes y a los adolescentes, —Cuando la

información sea concerniente al secreto de la instrucción judicial.

La seguridad del Estado aparece también como excepción en la Ley sobre

Publicaciones y la Edición de 1993, en cuyo artículo 5o., inciso d, indica: ‘‘la

libertad de prensa comprende... el derecho de las publicaciones, de las agencias

de información, de los editores y de los periodistas de guardar el secreto de sus

fuentes de información y de las noticias que hayan recibido, salvo si el órgano

judicial competente decide otra cosa en el curso de un proceso penal a fin de

proteger la seguridad del Estado...’’.

Para finalizar este apartado sobre doctrina, vale referir el resumen de Diego de

Córdoba sobre los casos amparados por el secreto profesional y lo que no cubre:

1) El secreto profesional concierne a la fuente de la información, no a los hechos;

2) No exime de comparecer ante el juez cuando es citado en causa criminal; 3)

No exime de prestar declaración ante el juez; 4) No exime de la obligación de

denunciar un hecho que presente los caracteres de delito o falta aunque lo haya

conocido por razón de su oficio, si bien no estará obligado a revelar la fuente; 5)

No exime de la obligación de entregar los instrumentos que constituyen el cuerpo

del delito; 6) No exime el deber de impedir la comisión de determinados delitos; 7)

No exime del deber de comunicar a la autoridad la inmediata comisión de un

delito.

Legislación sobre el secreto profesional de los periodistas como un derecho no absoluto

En vez de distinguir entre posturas que sostienen que el derecho profesional de

los periodistas es absoluto frente a otras que lo consideran limitado, Ernesto

Villanueva introduce una tercera categoría que denomina ‘‘secreto profesional

calificado’’ y que se caracteriza porque para ellas es un derecho casi absoluto

 

  42  

cuyo ejercicio puede ser declinado en casos excepcionales. En este apartado

consideramos que aunque sea una limitación débil constituye una limitación al

ejercicio absoluto del derecho al secreto y por tanto queda comprendido por la

segunda categoría a que se refiere este epígrafe. Por tanto, reagrupando las dos

clasificaciones de Villanueva en una sola, tenemos que entre los países que han

legislado el secreto profesional de los periodistas con limitaciones, se encuentran

los siguientes: Albania, Algeria, Andorra, Bielorrusia, Ecuador, Egipto, España,

Estados Unidos (Alaska y Georgia), Filipinas, Jordania, Moldovia, Reino Unido,

Rusia y Suecia.

Técnicas empleadas para la regulación del secreto profesional de los

periodistas

Desde el punto de vista de la naturaleza de la regulación es posible identificar la

heterorregulación, de índole jurídica, y la autorregulación.

A. La heterorregulación

Dentro de ella es posible distinguir dos vertientes: la que implica una regulación

únicamente constitucional y la que implica una reglamentación o legislación a

nivel inferior.

La regulación constitucional

Se caracteriza por el reconocimiento del derecho al secreto profesional y

frecuentemente por la referencia a que será reglamentado por la legislación.

Dentro de los países que tienen este tipo de regulación se encuentran: Andorra.

Constitución Política, artículo 12: ‘‘se garantizan las libertades de expresión, de

comunicación y de información. La ley regulará el derecho de réplica, el derecho

de rectificación y el secreto profesional’’.

 

  43  

Argentina. Constitución política, artículo 43: ‘‘...no podrá afectarse el secreto de

las fuentes de información periodística’’. Otros países con regulación en el ámbito

constitucional son: Brasil, Cabo Verde, Colombia, España, Macedonia, Nigeria,

Paraguay y Portugal.

La regulación por vía legislativa

Una de las discusiones que suele ocupar la atención de los tratadistas versa

sobre si el secreto profesional de los periodistas es un deber u obligación, un

derecho e incluso un derecho y una obligación. Así, por ejemplo, Juan Luis

Cebrián se refiere al secreto profesional de los periodistas diciendo: ‘‘...antes que

como un derecho, nosotros lo contemplamos como un deber...’’.

Entre quienes consideran que tiene el doble papel de deber y derecho, se

encuentra Alfonso Fernández Miranda quien citado por Javier Pradera dice que:

‘‘...los problemas en esta materia proceden en gran medida de la doble

interpretación posible del secreto profesional de los periodistas como un deber... y

como un ‘derecho’’’.

Otra postura es la de quienes lo consideran un derecho subjetivo de carácter

permisivo y por tanto renunciable. Este punto de vista es compartido por Tomás

de la Quadra Salcedo quien, refiriéndose a la Constitución española indica: ‘‘...yo

no olvidaría que está concebido primordialmente como un derecho, por tanto, al

que puede renunciar el periodista sin proteger en tal caso a la fuente ni a la

comunicación en general’’.

Partiendo del supuesto de que una de las funciones principales de la dogmática

jurídica consiste en la construcción de categorías generales obtenidas por vía

inductiva a partir de la casuística del derecho positivo comparado, se puede

afirmar que ninguna de las posturas anteriores puede ser aceptada debido a la

diversidad de técnicas legislativas usadas para atribuir status deóntico al secreto

profesional de los periodistas en la legislación comparada.

 

  44  

A partir del estudio realizado por el profesor Ernesto Villanueva sobre la

legislación de 38 países es posible identificar las siguientes técnicas de

regulación del secreto profesional de los periodistas: a) Países que lo regulan

como un derecho subjetivo permisivo. Supone un facultamiento directo que

implica la posibilidad de renunciar al derecho de no revelar las fuentes. Ejemplo

de este tipo de regulación lo encontramos en: Albania, cuyo Código de

Procedimientos Penales, en su artículo 159 (1d) dice: ‘‘Quien ejerza otros deberes

o profesiones reconocidas por la ley, tiene el derecho de no dar evidencia en lo

concerniente al secreto profesional... (3): las previsiones establecidas en el

parágrafo 1 y 2 se aplicarán a los periodistas profesionales...’’ Egipto, Ley número

148 del 2 del Ramadán 1400 H, del 14 de julio de 1980 concerniente al poder de

la prensa, artículo 5o.: ‘‘los periodistas tienen el derecho de obtener

informaciones, documentaciones y estadísticas de las fuentes disponibles. Tienen

además el derecho de publicar y negarse a revelar las fuentes de sus

informaciones...’’.

En ocasiones la concesión del derecho no es tan explícita y se usan fórmulas

indirectas que pueden consistir en sostener que los periodistas no estarán

obligados a dar a conocer sus fuentes, que son libres para hacerlo, o que pueden

negarse a evidenciarlas. Tal es el caso de los textos de: Estonia, Ley de Radio y

Televisión, adoptada por la Asamblea del Estado el 19 de mayo de 1944, artículo

7o.: ‘‘las estaciones de Radio y Televisión no están obligadas a divulgar sus

fuentes en relación con las actividades de recopilación informativa’’.

Francia, Ley del 4 de enero de 1993 que reforma el Código de Procedimientos

Penales, artículo 109 (2): ‘‘todo periodista que aparezca como testigo con relación

a una información investigada por él o ella en el curso de su actividad periodística

es libre de no revelar su fuente’’. Finlandia, Código Finlandés del Litigio, artículo

17, numeral 24: ‘‘un director, un editor o un impresor de una publicación impresa...

puede negarse... a contestar aquellas preguntas que no podría responder sin dar

elementos para identificar al informante’’.

 

  45  

Otros países que recurren a conceder este status deóntico al secreto profesional

son: Alemania, Austria, Bielorrusia, España (proyectos de CDS e Izquierda

Unida), Estados Unidos (Georgia, Nueva York), Indonesia, Jordania, Uruguay y

Venezuela. b) Países que lo regulan como un derecho subjetivo indirecto, reflejo

de la obligación impuesta a otros sujetos normativos. Esta técnica presupone la

existencia de una prohibición para el valor binario opuesto de la conducta

calificada como obligatoria. Ecuador, Ley del Ejercicio Profesional del Periodista,

artículo 34: ‘‘Salvo los casos expresamente determinados en la Ley y en el código

penal, ningún periodista será obligado a revelar la fuente de información’’.

Estados Unidos (Alaska), Estatutos de Alaska 09.25.150-220, artículo 3o.: ‘‘salvo

lo dispuesto en AS 09.25.300-09.25.390, un oficial público o un reportero no

pueden ser compelidos a revelar la fuente de información’’. Malasia, Ley 88, de

1972, sobre secretos oficiales, artículo 24, numeral 1: ‘‘ningún testigo será

obligado a revelar el nombre o domicilio de su informante’’.

Otros países que recurren a esta técnica de regulación son: Alemania, Austria,

Colombia, España, Estados Unidos (California, Indiana, Minesota, Nebraska,

Nueva York) Estonia, Haití, Macedonia, Mozambique, Paraguay, Portugal, Suecia.

c) Países que lo regulan como un derecho y una obligación (lo cual constituye una

contradicción conceptual). Algeria, Ley número 90-07 del 3 de abril relativa a la

información, artículo 37: ‘‘el secreto profesional constituye un derecho y un deber

para los periodistas en los términos de las disposiciones de la presente Ley’’.

d) Países que lo regulan imponiendo a los periodistas una prohibición de revelar

sus fuentes. Estonia, Ley de Radio y Televisión, adoptada por la Asamblea del

Estado el 19 de mayo de 1994, artículo 7o.: ‘‘...las estaciones de Radio y

Televisión no pueden divulgar datos sobre la persona que proveyó la información

si dicha persona no desea que sean revelados’’.

e) Países que lo regulan imponiendo a los periodistas la obligación de no revelar

la identidad de sus fuentes. Italia, Ley número 69, del 3 de febrero de 1963,

artículo 2o.: ‘‘periodistas y editores están obligados a respetar el secreto

 

  46  

profesional sobre la fuente de las noticias, cuando así lo exija el carácter

profesional de las mismas’’. Rusia, Ley de la Federación Rusa número 2124-I del

27 de diciembre de 1991 sobre los medios de comunicación, artículo 41.

Información confidencial: ‘‘la dirección editorial tendrá la obligación de guardar la

fuente de información en secreto y no tendrá el derecho de nombrar a la persona

que suministró tal información...’’.

Como en los demás supuestos, la redacción de los textos puede imponer la

obligación de forma menos explícita como ocurre con Lituania. Lituania, Ley de

Provisión de Información al Público, artículo 7o. Confidencialidad de la fuente de

información: ‘‘el que genera información pública y su tenedor o el periodista no

tendrá el derecho a revelar la fuente de la información, ni tampoco tendrá el

derecho, sin el consentimiento del individuo que suministró la información, a

revelar su sobrenombre, nombre u otros datos identificatorios’’.

Desde luego, la operatividad normativa del secreto profesional de los periodistas

es diferente según la técnica empleada. De nada sirve que una conducta esté

prohibida si no constituye el antecedente de una estructura condicional cuyo

consecuente sea una sanción, ni que una conducta esté obligada si su valor

binario opuesto no es una conducta ilícita prohibida, ni que esté permitida si no

existe la posibilidad de ejercitar una acción ante una institución encargada de

garantizarla.

Autorregulación

Una vía intermedia entre la ausencia total de regulación por parte del Estado y la

regulación jurídica estriba en la generación de códigos deontológicos elaborados

por las propias empresas periodísticas o por los colegios profesionales. Desde

luego, la existencia de este tipo de códigos no es incompatible con la regulación

jurídica. El inconveniente de esta alternativa es que carece de la fuerza

característica de los mecanismos de protección del Estado. El status deóntico

que normalmente corresponde al secreto profesional de los periodistas en los

 

  47  

instrumentos de autorregulación es el de una obligación. De la recopilación

realizada por el profesor Villanueva sobre cuarenta y ocho países se puede referir

la siguiente clasificación: a) Países donde se encuentran códigos deontológicos

con status de obligatoriedad: Alemania, Código de Prensa y directrices para

secciones redaccionales, adoptado por el Consejo de Prensa Alemán, artículo

6o.: ‘‘toda persona activa en la prensa ha de guardar secreto profesional, incluso

haciendo uso de su excusa de testimonio y no revelando la identidad de los

informantes sin su aprobación’’.86 Australia, Código de Ética Periodística,

adoptado por la Asociación Australiana de Periodistas: ‘‘3... En todas las

circunstancias deberán respetarse todas las confidencias recibidas en el ejercicio

de la profesión’’.

Corea del Sur, normas de conducta de la Asociación Coreana de los Editores de

Periódicos adoptada en 1966: ‘‘D. Dignidad. 3... El periodistaha de guardar el

secreto de sus fuentes de información incluso después de haber abandonado la

profesión’’.88 Otros países con códigos que consideran al secreto profesional de

los periodistas una obligación son: Austria, Bélgica, España, Eslovaquia,

Eslovenia, Estados Unidos, Filipinas, Finlandia, Francia, China (Hong Kong),

Hungría, India, Irlanda, Israel, Italia, Letonia, Lituania, Luxemburgo, Malasia,

Malta, Noruega, Países Bajos, Polonia, Portugal, Reino Unido, República Checa,

Singapur, Sri Lanka, Turquía, Venezuela. b) Países donde se encuentran códigos

deontológicos que conceden al secreto profesional de los periodistas el status de

derecho: Brasil, Código de Ética de la Federación Nacional de Periodistas,

artículo 8o.: ‘‘siempre que se considere correcto y necesario, el periodista

resguardará el origen y la identidad de sus fuentes de información’’.

Costa Rica, Código de Ética del Colegio de Periodistas, artículo 9o.: ‘‘los

colegiados tienen el derecho de invocar el secreto profesional sobre el origen de

la información cuando lo consideren necesario’’. Otros países son: Croacia,

Rusia, Serbia. c) Países donde se encuentran códigos deontológicos que

conceden al secreto profesional de los periodistas el status de derecho y

obligación: España, Código Deontológico de la Profesión Periodística, aprobado

 

  48  

por la Asamblea General de la Federación de Asociaciones de la Prensa de

España el 28 de noviembre de 1993: ‘‘10. El secreto profesional del periodista es

un derecho del periodista, a la vez que un deber que garantiza la confidencialidad

de las fuentes de información’’.

Grecia, Principios Éticos, adoptados por la Asociación de Editores de Diarios de

Atenas, el 2 de julio de 1978: ‘‘1) La observancia del secreto profesional y la

confidencialidad de las fuentes de información es considerada como el principal

deber y derecho de los periodistas y de los miembros de la Asociación de

Editores de Diarios de Atenas’’.

En México puede resaltarse el Código de Ética de El Universal por las

características peculiares con que regula el secreto profesional. Como podrá

verse, se tiene una especial cautela en la regulación del mismo: Fuentes

Confidenciales El uso de fuentes confidenciales queda reservado para casos

extraordinarios. Antes de publicar una información de esta naturaleza, los

reporteros de El Universal se empeñarán, por todos los medios a su alcance, en

obtenerla a través de una fuente identificable. Cuando una fuente deba

permanecer sin identificar, el diario explicará las razones a los lectores. El editor

responsable debe conocer la identidad de la fuente antes de la publicación. El

reportero informará de inmediato a su editor responsable sobre tal identidad.

El secreto profesional de los periodistas en México

Contrariamente a lo que acontece en otros países, en el nuestro, el secreto

profesional de los periodistas carece de una regulación expresa tanto a nivel

constitucional como a nivel legislativo. Lo más que tenemos en la máxima

jerarquía normativa es el artículo 6o. constitucional que a partir de la adición

efectuada el 6 de diciembre de 1977 incorpora a nuestro ordenamiento jurídico,

aunque sea de modo tenue, el derecho a la información. El texto es el siguiente:

‘‘artículo 6o.

 

  49  

La manifestación de las ideas no será objeto de ninguna inquisición judicial o

administrativa, sino en el caso que ataque a la moral, los derechos de terceros,

provoque algún delito o perturbe el orden público; el derecho a la información será

garantizado por el Estado’’. A pesar del largo periodo que nos separa de esta

adición y no pocos intentos de reglamentación, el precepto sigue sin ser

desarrollado. Cada vez que ha habido intentos de darle forma legislativa se han

esgrimido argumentos por los que se les ha acusado de propiciar leyes mordaza

que atentan contra la libertad de expresión.

Como se comentó anteriormente, esta argumentación es empleada tanto por

aquellos que consideran estar haciendo una verdadera defensa del derecho a

comunicar información veraz, como por quienes se escudan en ella para impedir

que se vea modificado el estado de privilegios de que disfrutan en el actual

estado de anomia. La reglamentación del 6o. constitucional se encuentra en la

Ley de Imprenta del 9 de abril de 1917. En ella no se hace referencia al secreto

profesional de los periodistas ni directa ni indirectamente, pero aún cuando este

hubiera sido el caso, poco efecto hubiera tenido en la vida práctica, pues su

eficacia es limitada debido a su contenido anacrónico y su dudosa legitimidad,

como resultado de la fecha en que fue expedida por Venustiano Carranza (antes

de la entrada en vigor de la Constitución actual), sin respetar el procedimiento

legislativo previsto en la Constitución de 1857.

Tampoco es posible encuadrar al secreto profesional de los comunicadores

dentro de la regulación general del secreto profesional previsto en los artículos

210 y 211 del Código Penal Federal, cuyo texto dice: artículo 210. Se impondrán

de treinta a doscientas jornadas de trabajo a favor de la comunidad, al que sin

justa causa, con prejuicio de alguien y sin consentimiento del que pueda resultar

perjudicado, revele algún secreto o comunicación reservada que conoce o ha

recibido con motivo de su empleo, cargo o puesto. Artículo 211. La sanción será

de uno a cinco años, multa de cincuenta a quinientos pesos y suspensión de

profesión, en su caso, de dos meses a un año, cuando la revelación punible sea

hecha por persona que preste servicios profesionales o técnicos o por funcionario

 

  50  

o empleado público, o cuando el secreto revelado o publicado sea de carácter

industrial.

Como se puede observar, este articulado toma en cuenta el contenido de la

información y los prejuicios que su divulgación pudiera causar a alguien, pero en

ningún momento alude a la obligación de los comunicadores de no revelar su

fuente de información. Evidentemente, de conformidad con estas normas, los

periodistas incurren en responsabilidad penal cuando dan a conocer información

que por su propia naturaleza es secreta: información reservada, secretos

industriales, etcétera. Por otra parte, tampoco es posible encontrar una regulación

del secreto profesional de los periodistas en la Ley de Profesiones, cuyo artículo

36 indica: ‘‘Todo profesionista estará obligado a guardar estrictamente el secreto

de los asuntos que se les confíen por sus clientes, salvo informes que

obligatoriamente establezcan las leyes respectivas’’.

Como queda de relieve, la norma presupone un tipo de relación cliente-

profesionista que no tiene lugar entre el comunicador y su fuente. A continuación

trataré de mostrar la tesis de que no obstante su ausencia en la Constitución y en

la legislación nacional, el secreto profesional de los periodistas se encuentra

incorporado al derecho mexicano. Para ello seguiré el razonamiento siguiente: el

artículo 6o. constitucional no es el único precepto de derecho interno que regula

el derecho a la información. Siguiendo a Jorge Carpizo y Alonso Gómez-Robledo,

es posible afirmar que por virtud del artículo 133 constitucional diversos tratados

internacionales que se refieren al derecho a la información y han sido ratificados

por México forman parte de nuestro ordenamiento interno en un nivel jerárquico

inmediatamente inferior al de la Constitución. Dichos tratados son: —La

Declaración Universal de Derechos Humanos —La Convención Americana de

Derechos Humanos —El Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales

y Culturales —El Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos.

Una parte importante de la funcionalidad del derecho internacional incorporado a

nuestro derecho radica en el reconocimiento de la competencia contenciosa de la

Corte Interamericana de Derechos Humanos efectuada por México en 1998.

 

  51  

La regulación del derecho a la información por algunos de estos tratados es la

siguiente: Declaración Universal de Derechos Humanos, artículo 19: ‘‘Todo

individuo tiene derecho a la libertad de expresión, que incluye el de no ser

molestado a causa de sus opiniones, y difundirlas por cualquier medio de

expresión, sin limitación de fronteras’’. Pacto Internacional de Derechos Civiles y

Políticos, artículo 19: ‘‘toda persona tiene derecho a la libertad de expresión; este

derecho comprende la libertad de buscar, recibir y difundir informaciones e ideas

de toda índole, sin consideración de fronteras, ya sea oralmente, por escrito o en

forma impresa o artística, o por cualquier otro procedimiento de su elección’’.

Convención Americana sobre Derechos, artículo 13: ‘‘...la libertad de buscar,

recibir y difundir información e ideas de toda índole, sin consideración de

fronteras, ya sea oralmente, por escrito o en forma impresa o artística, o por

cualquier otro medio de su elección’’. Debe destacarse que a pesar de las

semejanzas identificables en los preceptos referidos, los dos primeros hacen

referencia a la parte de derecho a la información consistente en el derecho a

comunicar información, mientras que el tercero comprende adicionalmente el

derecho a recibirla.

Esto significa que de conformidad con la estipulación realizada para ‘‘derecho a la

información’’ al inicio de este trabajo, es la Convención Americana la que

comprende en forma plena el derecho a la información. No obstante que en los

referidos tratados internacionales tampoco se hace mención expresa al secreto

profesional de los periodistas, la regulación del derecho a la información que ellos

consagran, conjuntamente con la contemplada en el artículo 6o. constitucional,

constituyen una base suficiente para sostener que el secreto profesional de los

comunicadores se encuentra incorporado implícitamente en nuestro sistema

jurídico como se muestra a continuación: Si el artículo 6o. constitucional

establece que el Estado ‘‘garantizará’’ el derecho a la información (cuya definición

se complementa con la realizada en los tratados internacionales), debe

entenderse que es su responsabilidad proteger todos los derechos instrumentales

de cuya observancia dependa el ejercicio efectivo de la garantía consagrada.

 

  52  

Dado que el secreto profesional de los periodistas constituye una condición

necesaria para que el flujo de información veraz por parte de sus informantes no

se vea obstaculizado, este es requisito para que el derecho a comunicar

información pueda ejercitarse libremente y dicho ejercicio es condición para la

operatividad del derecho a recibir información, se concluye que el derecho a

conservar en secreto la identidad de las fuentes constituye un derecho

instrumental que es necesario sea garantizado por el Estado. Esta opinión se ve

refrendada en nuestras prácticas jurídicas por las resoluciones de diversos jueces

de distrito que han resuelto a favor del derecho a la información argumentando

que los periodistas no tienen la obligación de revelar sus fuentes.

La necesaria regulación del secreto profesional de los periodistas en México

Conforme a lo que hemos señalado, el secreto profesional de los periodistas ya

forma parte de nuestro sistema jurídico; es decir, es un mal inevitable para

quienes resistían su incorporación a nuestro sistema legal. El siguiente paso debe

consistir en no esperar el lento proceso de definición de este derecho mediante la

sola actividad jurisdiccional. Por el contrario, es necesario emprender un claro

proceso de regulación legislativa coherente con las bases ya existentes. Durante

el mismo habrán de considerarse una gran cantidad de factores: formas en que

ha sido regulado en otras latitudes, técnicas legislativas empleadas, expresiones

que deben ser objeto de claras definiciones legislativas, mecanismos de equilibrio

con otros derechos y/u obligaciones, así como las diferentes posturas doctrinales

relativas a estos problemas.

El objetivo de este trabajo ha sido proporcionar una panorámica de las variables a

considerar al momento de realizar una regulación adaptada a nuestro propio

sistema jurídico, que confiemos ocurra dentro de un futuro no muy lejano como

parte de una adecuada capitalización de las esperanzas de cambio que

actualmente caracterizan a nuestro país.

 

  53  

3.3.- La vida privada

Alcances de la protección del derecho a la vida privada y los datos personales de las figuras públicas (Abstract)

María Guadalupe Evaristo López

I. Los Derechos de la Personalidad: Vida privada

La evolución, el constante cambio y la dinámica social orilla en todo momento a

dejar atrás las miras estáticas de cualquier situación; nuestra era impulsada

principalmente por la globalización y en ese sentido, el gran desarrollo de las

tecnologías hace que el pensamiento, la costumbre, la ideología y en general todo

aquello arraigado se vea superado por el constante cambio que estamos viviendo;

y en algunos casos, dichos cambios traen aparejadas consecuencias de gran

utilidad para la vida actual.

En ese sentido, el concepto de vida privada ha sufrido diversas transformaciones

que se deben al proceso histórico de nuestra sociedad y por el arrastre de las

corrientes ideológicas de aquellos países denominados de primer mundo.

Desde los inicios de la codificación del Derecho han existido derechos

patrimoniales con valor pecuniario y aun cuando los derechos patrimoniales con

valor no pecuniario también han existido, estos últimos no habían sido

reconocidos o legitimados por los ordenamientos jurídicos existentes o

únicamente contemplados por los estudiosos de la filosofía; siendo los únicos

validados por el Derecho aquellos que recogen aspectos económicos.

Sin embargo, con el paso del tiempo y la influencia de corrientes ideológicas

avanzadas, esos derechos patrimoniales con valor no pecuniario se han

incorporado a la legislación vigente en nuestro país, la doctrina los ha

denominado: patrimonio moral. “Se afirma que el derecho romano desconoció

esta clase de derechos, y que la protección de la personalidad funcionaba a

través de la llamada actio iniuriarum, y fue hasta el renacimiento, cuando se

experimentó la necesidad de afirmar estos Derechos de la persona y la

 

  54  

intangibilidad de los derechos humanos, lo cual hizo aparecer 6 construcciones

jurídicas que habrían de ser la base de las modernas teorías sobre esta materia”.

En nuestro país, los derechos de personalidad se regularon de manera indirecta,

primeramente en la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, en los

artículos 7 y 16. En el primero de ellos, se vela el derecho a la vida privada como

limitante de la libertad de expresión y en el segundo se consagra la garantía

individual de seguridad jurídica en la que se establece que: “Nadie puede ser

molestado en su persona, familia, domicilio, papeles o posesiones, sino en virtud

de mandamiento escrito de la autoridad competente, que funde y motive la causa

legal del procedimiento…”.

Aun cuando el constituyente de 1917, tomara en cuenta mencionar los derechos

de personalidad en la Carta Suprema del país, la misma solo tenía efectos cuando

ese derecho era violentado por la autoridad, es decir, se tenía como una defensa

que tiene el gobernado frente al Estado y no frente a otro particular, no por nada

las violaciones al artículo 16 Constitucional son los casos que más abundan como

fundamento de las demandas de amparo en el Poder Judicial Federal.

Cuando la transgresión de esos derechos se da en la actualidad entre

particulares, en materia civil del Distrito Federal, el artículo 1916 considera por

daño moral la afectación a las creencias, decoro, honor, vida privada, entre otros

aspectos más. Para entonces, la vida privada como derecho de la personalidad

no era definido, sino únicamente y como referencia indirecta se tenía lo

preceptuado en el artículo 1 de la Ley sobre Delitos de Imprenta del año de 1917

sin reformas, y que señalaba todo aquello que se consideraba ataques a la vida

privada. Si bien es cierto, la regulación de los derechos de personalidad en

nuestro país durante el siglo XX, únicamente los contemplaban cuando los

mismos ya eran violados, para efectos de la indemnización, ya que no eran

regulados y mucho menos definidos, y como afirma el Doctor Gutiérrez y

González: “se les menciona desde el punto de vista del hecho ilícito de su

violación, ¿pero cómo se va a poder indemnizar algo que no está definido por el

 

  55  

legislador, que no se sabe qué sea, sino que sólo se conoce gramaticalmente y

por su nombre?

Es imposible que un derecho de la personalidad violado, sea en verdad

restablecido a su goce para su titular, y cubierta la indemnización del caso, si no

se dice por el legislador qué es ese derecho de la personalidad”.

Ante esta interrogante hecha por tan distinguido tratadista del Derecho; los

legisladores del siglo XXI, comenzaron a integrar en nuestro cuerpo normativo

algunas precisiones al respecto de los derechos de la personalidad y en orden de

jerarquía, además de tener consagrada la garantía de seguridad jurídica y libertad

de expresión en la Constitución Federal, el derecho de información y finalmente,

el derecho de acceso a la información, estos últimos garantizados por el Estado y

aun cuando anacrónica la Ley sobre Delitos de Imprenta y el artículo 1916 del

Código Civil del Distrito Federal.

Es menester tomar en cuenta que el avance en la regulación de los derechos de

la personalidad no se habría podido en nuestro país si no fuera por los

instrumentos internacionales más importantes en la materia y porque México los

ha suscrito y los mismos son de aplicación vigente en el territorio nacional, de

conformidad con el artículo 133 Constitucional y sus recientes interpretaciones de

la Corte.

Al respecto, Baez de Figuerola establece: “Los derechos personalísimos —

referidos a la existencia, dignidad e integridad del ser humano— tales como el

derecho a la libertad, honor, intimidad e imagen son de rango constitucional y han

merecido el reconocimiento y protección de la legislación nacional e

internacional.”

Algunos autores destacan que la Declaración de los Derechos del Hombre y del

Ciudadano de 1789 y la Constitución Federal de Estados Unidos de 1787 son los

documentos más importantes para el origen del constitucionalismo.

En el primero de ellos se establece que los derechos tienen su alcance y limites

en los derechos de los demás, en estricto orden cronológico esos pactos, tratados

 

  56  

y convenciones se destacan los que a continuación se enumeran: 1.- Declaración

Americana de los Derechos y Deberes del Hombre (Bogotá, Colombia, 1948), el

artículo 5 establece: “Toda persona tiene derecho a la protección de la ley contra

los ataques abusivos de su honra, a su reputación y a su vida privada y familiar.”

2.- Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos. (1966) su artículo 19

establece: “1. Nadie podrá ser molestado a causa de sus opiniones. 2. Toda

persona tiene derecho a la libertad de expresión; este derecho comprende la

libertad de buscar, recibir y difundir informaciones e ideas de toda índole, sin

consideración de fronteras, ya sea oralmente, por escrito o en forma impresa o

artística, o por cualquier otro procedimiento de su elección. 3. El ejercicio del

derecho previsto en el párrafo 2 de este artículo entraña deberes y

responsabilidades especiales. Por consiguiente, puede estar sujeto a ciertas

restricciones, que deberán, sin embargo, estar expresamente fijadas por la ley y

ser necesarias para: a) Asegurar el respeto a los derechos o a la reputación de

los demás; b) La protección de la seguridad nacional, el orden público o la salud o

la moral públicas.” 3.- Convención Americana de Derechos Humanos. (Pacto de

San José, Costa Rica 1969) sus artículos 11 y 14 establece: 9 Artículo 11 “1.

Toda persona tiene derecho al respeto de su honra y al reconocimiento de su

dignidad. 2. Nadie puede ser objeto de injerencias arbitrarias o abusivas en su

vida privada, en la de su familia, en su domicilio o en su correspondencia, ni de

ataques ilegales a su honra o reputación. 3. Toda persona tiene derecho a la

protección de la ley contra esas injerencias o esos ataques.” Artículo 14. “1.

Toda persona afectada por informaciones inexactas o agraviantes emitidas en su

perjuicio a través de medios de difusión legalmente reglamentados y que se

dirijan al público en general, tiene derecho a efectuar por el mismo órgano de

difusión su rectificación o respuesta en las condiciones que establezca la ley. 2.

En ningún caso la rectificación o la respuesta eximirán de las otras

responsabilidades legales en que se hubiese incurrido. 3. Para la efectiva

protección de la honra y la reputación, toda publicación o empresa periodística,

 

  57  

cinematográfica, de radio o televisión tendrá una persona responsable que no

esté protegida por inmunidades ni disponga de fuero especial.”

En cada uno de los artículos mencionados de los instrumentos internacionales, se

resalta la protección a los derechos de personalidad (vida privada, honor y propia

imagen), el derecho de libertad de expresión y el derecho a la información, así

como la armonización de los mismos y sanciones en su caso a la violación de

algunos de ellos.

Ante esa influencia internacional y ante la necesidad de evolucionar y estar en

constante cambio para adaptarse a las nuevas necesidades de la sociedad, en el

ámbito local, es decir el Distrito Federal, el 19 de mayo de 2006 se publicó la Ley

de Responsabilidad Civil para la Protección del Derecho a la Vida Privada, el

Honor y la Propia Imagen, ley que tiene como principal objetivo la armonización

de los derechos de personalidad, libertad de expresión y derecho de acceso a la

información, teniendo como base el patrimonio moral de las personas, en este

caso tan atinado de los legisladores de nuestros tiempos, se protegen los

derechos de personalidad entre particulares, aún cuando contiene una

característica o supuesto importante, los casos en que los servidores y/o figuras

públicas ven agredidos dichos derechos.

Dicha ley ha incorporado las últimas teorías de los países más avanzados en la

materia; se contemplan los derechos de personalidad que son de manera

enunciativa más no limitativa la vida privada, el honor y la propia imagen; al efecto

hay un capítulo exclusivo para definir y englobar lo referente a la vida privada.

Ante esta evolución legislativa en la materia podría quedar respondida y/o

aclarada la interrogante que hace años se planteara el Dr. Gutiérrez y González y

que se citó líneas arriba; y aun cuando nos falta mucho por avanzar en la materia,

este tipo de leyes especiales busca seguir modelos avanzados como los utilizados

en países como Estados Unidos, Argentina, Alemania, Francia e Italia. A pesar

de que este avance se ha incorporado en la legislación actual y es vigente, lo que

ahora sigue es la debida aplicación y conocimiento del orden jurídico actual, sino,

 

  58  

nos estamos enfrentando a lo que en el ámbito jurídico se conoce como “letra

muerta” y aun cuando la teoría es el sustento de la praxis, si la práctica no se lleva

a cabo, a veces esa teoría se vuelve obsoleta, sin embargo, este es un tema para

abordar en otro momento. Para el Gutiérrez y González los derechos de la

personalidad son: “los bienes constituidos por determinadas proyecciones, físicas

o psíquicas del ser humano, relativas a su integridad física y mental, que las

atribuye para sí o para algunos sujetos de derecho y que son individualizadas por

el ordenamiento jurídico”.

Teniendo como referencia el anterior y atinado concepto de derechos de

personalidad, es menester precisar que la vida privada es un derecho de la

personalidad y de acuerdo a la clasificación que el mismo autor hace de los

mismos (parte social pública, parte afectiva, parte físico-somática), la vida privada

se encuentra dentro del rubro de parte social pública.

La vida privada como derecho de la personalidad la podemos incluir como uno de

los elementos que integran el concepto de dignidad, entendida ésta como el

género. Dentro de la dignidad encontramos, de manera enunciativa mas no

limitativa, dependiendo de diversos factores, derechos que pueden excluirse o

aumentar; sin embargo, en este momento algunos derechos de la personalidad

son: el derecho al honor, la propia imagen, la vida privada; pero principalmente la

libertad. Es entonces la dignidad humana un fundamento del “deber ser” como lo

señala la Dra. Perla Gómez al establecer que la “dignidad humana como

fundamento del deber ser, engloba los cuatro valores de la ética pública de la

modernidad: libertad, igualdad, seguridad y solidaridad, que a su vez se

desarrollan en principios de organización del sistema institucional democrático y

como derechos fundamentales de los individuos y de los grupos formados por

éstos, y que tienen como objetivo la realización de dimensiones del individuo que

no puede realizar aisladamente”.

Teniendo el panorama de que la vida privada es un derecho de personalidad,

parte integrante de la dignidad humana, la misma se puede definir de la siguiente

forma: “facultad que tienen los individuos para no ser interferidos o molestados,

 

  59  

por persona o entidad alguna, en el núcleo esencial de las actividades que

legítimamente deciden mantener fuera del conocimiento público”.

De este concepto, se resaltan tres aspectos: 1.- Establece un elemento de no

intromisión, 2. - Elemento de “soledad” (“right to be let alone”) y; 3.- Por exclusión

implica una reserva o secreto.

Se puede establecer que la no intromisión, es la facultad de las personas para

impedir en todo momento o ante ciertas circunstancias, que terceros tomen parte

de su vida privada.

La reserva o secreto es un aspecto trascendental, pues de ahí deriva el

calificativo de privado. Respecto del elemento de soledad (“right to be let alone”)

varios estudiosos de estos temas refieren como punto de partida, la doctrina en

que el derecho a la vida privada, entendido como right to privacy tiene su origen

en 1890, a propósito de un amplio artículo escrito por los abogados Samuel D.

Warren y Louis D. Brandéis en la Harvard Law Review, intitulado precisamente

"The right to privacy".

El artículo en cuestión contiene las bases doctrinales a partir de las cuales se ha

desarrollado el derecho a la vida privada y que establece: “Recientes inventos y

métodos de negocios llaman la atención sobre el próximo paso que debe tomarse

para la protección de la persona, y para asegurar al individuo lo que el Juez

Cooley denominó "el derecho a ser dejado en paz". Fotografías instantáneas y

empresas periodísticas han invadido el sagrado recinto de la vida privada y

doméstica, y numerosos aparatos mecánicos amenazan hacer buena la predicción

de que "lo que es susurrado en lo cerrado se proclamará desde los tejados".

Para sostener la tesis de que el common law reconoce y mantiene un principio

aplicable a casos de invasión de la privacy, no es necesario invocar la superficial

analogía con las injurias sufridas por un ataque a la reputación o por lo que los

civilistas llaman una violación del honor, pues creemos que las doctrinas legales

relativas a lo que se denomina ordinariamente el derecho a la propiedad

intelectual y artística no son sino aplicaciones de un derecho general a la privacy,

 

  60  

que entendido apropiadamente permite un remedio a los males que

consideramos.

El principio que protege escritos y todas las producciones personales, no contra

robo o apropiación física, sino contra publicación en cualquier forma, no es en

realidad el derecho a la propiedad privada, sino el de una personalidad inviolable.

Debemos, por tanto, concluir que los derechos así protegidos, cualquiera que sea

su naturaleza exacta, no surgen de un contrato o de una relación de confianza,

sino que son los derechos contra todo el mundo. Y, como ya hemos señalado, el

principio aplicado para proteger tales derechos no es en realidad el derecho de

propiedad privada, a menos que este término sea usado en un sentido ampliado o

inusual.

El principio que protege escritos personales y cualquier otra producción de la

inteligencia o de las emociones, es el derecho a la privacy, y la Ley no tiene que

formular un nuevo principio cuando extiende esa protección a la apariencia

personal, a las expresiones, actos, y a las relaciones personales, domésticas y

otras cualesquiera.” Se considera que un aspecto importante de la vida privada es

la intimidad, entendida esta última como el contenido del continente que es la vida

privada, aspecto que sin lugar a dudas es más estrecho que el continente. “La

intimidad es el derecho en virtud del cual excluimos a todas o a determinadas

personas del conocimiento de nuestros pensamientos, sentimientos, sensaciones

y emociones.

Es el derecho a vivir en soledad aquella parte de nuestra vida que no deseamos

compartir con nadie, bien sea con la sociedad que nos rodea, con todo el mundo

que nos circunda o bien con una parte de ese mundo.”

Mientras la vida privada guarda su reserva al conocimiento de la colectividad de la

sociedad, desde mi punto de vista deja un estrecho sendero para aquellas

personas que el individuo elige para que conozcan ciertos aspectos de su vida

privada y digo “ciertos” porque los restantes aspectos pertenecen íntegramente a

 

  61  

la intimidad de la persona, entendida ésta como todas aquellas situaciones y

circunstancias personales que se realizan entre la persona y ella misma.

Para Baez de Figuerola, se protege jurídicamente a la intimidad como aquella

faceta de la libertad espiritual consistente en el pleno despliegue de la

personalidad en el campo vital más próximo e interior del individuo, sin

intromisiones que puedan alterar su tranquilidad.”

Además agrega que la intimidad es un derecho innato, vitalicio, extrapatrimonial,

absoluto y relativamente indispensable. Es quizá aquí donde se abre otra brecha

que analizar, ¿solamente la intimidad es parte integrante de la vida privada o más

bien, hay otro aspecto dentro de la intimidad? Esta interrogante se genera

atendiendo a la autora citada y a la definición de Romero Colomba, en el sentido

de que la intimidad puede también estar reservada para el conocimiento de

ciertas personas. Surge esta duda al creer que efectivamente la intimidad se

puede reservar al conocimiento de ciertas personas sin embargo, un aspecto de

esa intimidad como se apuntó líneas arriba es reservada, es decir para uso

exclusivo de la persona con ella misma.

Entonces se puede concluir diciendo que existe:

• Vida privada

• Intimidad

• Intimidad exclusiva.

La intimidad de una persona, o sea la exclusión potencial de acuerdo con su

voluntad del conocimiento y la intromisión de los demás, se refiere al menos a los

siguientes aspectos: rasgos del cuerpo, imagen, pensamientos y emociones,

circunstancias vividas y hechos pasados concretos propios o de su vida familiar;

escritos, pinturas, grabaciones, conversaciones, etcétera.

En ese sentido, la vida privada se excluye de la pública y se deja al conocimiento

de ciertas personas que el titular del derecho elige para que conozcan ciertos

aspectos de esa vida privada.

 

  62  

Así ese derecho se restringe más al llegar al aspecto de la intimidad en el que las

personas elegidas para conocer sobre la vida íntima del titular del derecho son

más restringidos; en este sentido, esta parte reservada de las personas,

establece la ilicitud por parte de quien arbitrariamente se inmiscuya de esos

aspectos, a menos que nos encontremos con la justificación de que por interés

público se deban conocer ciertos aspectos de esta parte.

Continuando, llegamos al punto más estrecho que le hemos denominado

“intimidad exclusiva” en la que únicamente interactúan el titular del derecho, es

decir la persona, con ella misma. Por lo tanto, la intimidad exclusiva es lo más

personal que tiene el ser humano y esta parte no es accesible a nadie y no

existen causas que justifiquen la intromisión pues como se dijo es la esfera entre

el titular del derecho y él mismo.

3.4.- Los medios como tribunales

Cuando los medios y los periodistas “arbitramos”

Marco Lara Klahr

imaginemos este escenario descabellado: un partido de futbol donde los

periodistas, habilitados por nuestros medios, pretendiéramos tomar las decisiones

arbitrales, suplantando a quien está para ello en la cancha. Validáramos nosotros

los goles y determináramos las faltas y sanciones, y al inal, de cuántos minutos

fuera el tiempo de compensación. Y que hiciéramos todo esto, unas veces

directamente, siguiendo las acciones en el terreno de juego, aunque ignorando

ciertas reglas básicas y, otras, desde la distancia del palco de prensa, en medio de

toda suerte de puntos de visión ciegos y distractores que nos impidieran

concentrarnos.

 

  63  

Como en esta situación hipotética desconocemos normas y aun carecemos de los

criterios básicos para definir con precisión, digamos, una jugada en fuera de lugar,

un fault técnico o una falta que amerita tiro penal, opináramos de manera

discrecional según nuestras inferencias o lo que alguien que habría visto la jugada

nos dijo. Y, bueno, en momentos nos tomáramos licencias para vilipendiar a los

jugadores y aun al árbitro.

Entre tanto, si acaso este último intentara hacer su trabajo, resultara infructuoso

en la medida en la que los periodistas diéramos nuestros veredictos antes o por

encima de él, descalificándolo además. Por su parte, el público lo abucheara,

ignorara sus resoluciones y se atuviera con fervor a nuestra verdad, aun que

muchas veces también recelara de nuestra confiabilidad.

Si se nos reprochara por ser parciales, arbitrarios e irrespetuosos con jugadores,

con uno de los equipos, con el árbitro y hasta con el público o falsear y exagerar

las incidencias del partido, respondiéramos cándidamente que “eso es lo que la

gente quiere”, aparte de que “nosotros no inventamos la realidad”, “nos limitamos

a hacer nuestro trabajo de informar”.

Este símil con el periodismo policial y judicial es pertinente. En México, algo

semejante ocurre durante el proceso penal o incluso antes de que éste comience

formalmente. Es habitual que los periodistas, avalados —o azuzados— por

nuestros medios, desarrollemos en las noticias sobre el delito una idea

preconcebida acerca de las personas imputadas y hasta de las víctimas, tantas

veces basados en información parcial, ignorancia de las etapas y garantías

procesales, y prejuicios —incluidos los machistas, racistas, clasistas y

criminalizantes—.

Llegamos a erigirnos en tribunales paralelos, consumando de ese modo juicios

mediáticos inapelables. Es así como el espacio mediático se convierte en

apéndice de la maquinaria echada a andar por el viejo sistema de justicia

inquisitorio en México para justificar cadaaño el encarcelamiento de miles de

 

  64  

personas que son o podrían ser inocentes o cuya culpabilidad no será probada por

la autoridad judicial.

Tanto, que hoy 41.5% de la población penitenciaria del país está presa sin haber

sido juzgada, al dictársele, muchas veces de manera arbitraria e irracional, la

medida cautelar de prisión preventiva.

Esto produce una realidad tan cruda y normalizada que en el argot de las prisiones

del Distrito Federal se llama pagadores a aquellos presos que, se asume de

manera fatal, están ahí sin haber cometido un delito, literalmente, pagando por un

daño que otros hicieron.

Mucho antes de terminar en la cárcel y aun sin ser sometidas a proceso, cientos

de esas personas fueron sentenciadas y condenadas por periodistas, desde el

espacio mediático.

“¡Los periodistas no tenemos el tiempo de esperar a los jueces!” Los periodistas

policiales y judiciales formados en la tradición clásica de la nota roja, imbuidos en

la cultura de los operadores del sistema penal inquisitorio desde el surgimiento del

periodismo industrial en México, en la segunda mitad del siglo XIX, poseemos esta

concepción punitiva de cubrir noticiosamente la violencia y el delito que se nos ha

ido transmitiendo por tradición oral, a través de un sistema de usos y costumbres

que se recrea en las redacciones generación tras generación.

Como el viejo sistema penal, los periodistas y los medios presumimos la

culpabilidad y no la inocencia de los ciudadanos en conlicto con la ley penal —

cuandono establecemos una relación de dependencia con los servidores públicos

que nos proveen la información, garantizándoles un periodismo acrítico y dócil a

cambio de primicias o dinero.

Las fuentes y la industria noticiosa

Además del factor cultural mencionado, otro fenómeno estructural de la industria

noticiosa que produce el tipo de periodismo [erigido en tribunales mediáticos] es el

 

  65  

de la alta dependencia que padecen las empresas noticiosas hacia la in formación

barata, de ínfima calidad y no siempre confiable proveniente, formal o

informalmente, de la policía, el Ministerio Público, la iscalía, la procuraduría y, hoy

cada vez más, de las fuerzas armadas en funciones de seguridad pública —e

igualmente, de organizaciones criminales.

Los directivos de esas empresas omiten este hecho, sabiendo que mucha de la

información proveniente de fuentes policiales-militares y judiciales podría situarse

en el terreno de la icción, ya por ser producida sin normas éticas y profesionales,

ya por ser deliberadamente exagerada o falseada, violando el debido pro ceso

penal, lo cual termina produciendo que las prisiones estén abarrotadas de

pagadores o personas cuyos delitos, por desgracia, nunca podrán ser probados.

Bastan un apodo —que algunas veces no exis tía sino que fue endilgado al

detenido por la policía o por el periodista de acuerdo con un jefe policial o un

fiscal—; un detenido de rostro duro y demacrado, con aspecto desaliñado; la

atribución de cualquier delito grave, y una escenografía que incluya armas —no

pocas veces sin relación con la persona presentada— y vehículos policiales o

militares, para que cualquier ciudadano sea culpable a los ojos de los periodistas y

los medios, y presentado como tal al público. Nunca había sido tan pertinente esta

frase atribuida a Joseph Smith, el fundador de la Iglesia de Jesucristo de los

Santos de los Últimos Días: “No hay nada más fácil que hacer creer a un

periodista lo que quiere creer”.

En un momento en el que poderes fácticos criminales compiten involuntaria o

deliberadamente por la agenda y los espacios informativos, esa dependencia de

información periodísticamente insostenible también ha llevado a la industria

noticiosa lo mismo a reproducir de forma masiva e ilimitada los mensajes

intimidatorios y autoapologéticos de grupos criminales, que a erigir tribunales

mediáticos contra periodistas, echando mano de información que provendría de

esos grupos.

 

  66  

El 1 de diciembre de 2010 ocurrió uno de los casos más dramáticos en este

sentido. Joaquín López-Dóriga ofertó con las siguientes palabras la noticia

principal de su noticiero en Canal 2 de Televisa: “acusan al semanario Proceso de

recibir dinero del narcotráfico para callar información”.

Era un breve reportaje de Mario Torres, narrado en tono estridente, cuya única

fuente era el fragmento de la supuesta declaración ministerial videograbada de un

supuesto narcotraficante que acusaba al reportero judicial Ricardo Ravelo, de

Proceso, de haber recibido miles de pesos de ciertas organizaciones de traficantes

de drogas por no publicar información.

Conductor y reportero daban por válida esa versión, sólo porque salía de los labios

de un tercero y había registro videograbado de ello. No hay duda de que era una

acusación insostenible a la luz del método de investigación periodística.

Pero tampoco que López-Dóriga y su reportero actuaron dolosamente al

reproducir una práctica que ha caracterizado históricamente al semanario Proceso

—lo mismo que al resto de la industria noticiosa que hace negocios con la nota

roja—: la presentación de historias que incriminan a ciudadanos sin más

elementos probatorios que declaraciones de detenidos y testigos, sustraídas de

averiguaciones previas y/o expedientes judiciales filtrados.

En fin, la rentabilidad empresarial a costa de información oficial chatarra, una

cultura en las redacciones simbiótica con el sistema de justicia penal inquisitorio,

la empatía de reporteros y editores con dicho sistema y la corrupción, entre otros

factores, explican por qué el periodismo mexicano es así. El tipo de periodista que

surge de esta atmósfera tiene una especie de confusión identitaria que le hace

visualizarse y comportarse como un híbrido de policía-fiscal-juez que, en

ocasiones, se vuelve cómplice, como lo evidenciaron estupendas historias

periodísticas en el caso Florence Cassez.

 

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Libertad de expresión y debido proceso

La función social de los periodistas y los me dios no es juzgar, demostrar

pericialmente, resolver delitos, condenar o castigar, sino posibilitar el ejercicio

ciudadano del derecho a la información —garantía asentada en el artículo 7º

constitucional—, sirviendo a su comunidad con información contextual, integral y

oportuna, que incorpore de forma equilibrada, en lo posible, las versiones de todos

los actores que protagonizan los sucesos noticiables.

Respetar los derechos de los ciudadanos al informar y asegurarse de que los

operadores institucionales del sistema penal los respeten al cumplir su función de

proveer justicia, no equivale a defender delincuentes.

El Estado democrático de derecho es impensable sin las libertades de empresa,

información, expresión y prensa que reivindicamos de manera justiicada los

medios y los periodistas —sobre todo en situaciones críticas de inseguridad como

la que vive México—, y se le vulnera cuando los ciudadanos no pueden ejercer su

derecho a la información a través nuestro —debido a la precariedad e

inconsistencia de las agendas, enfoques y contenidos noticiosos—, y cuando las

garantías procesales de las víctimas y los imputados son afectadas desde las

instituciones, instrumentalizando para ello a medios y periodistas.

Tal vez nos sirva para decidirnos a no contribuir más a que el Estado siga

produciendo paga dores la siguiente relexión de un magistrado de Costa Rica,

tomada de Retos de la reforma penal: equilibrando la presunción de inocencia y la

seguridad pública, y que si bien él dirige a sus colegas, deja ver lo importante y

perjudicial que puede ser nuestro trabajo periodístico:

Ante la violencia social y delictiva que asola nuestras comunidades

una fuerte tendencia hacia el debilitamiento de las garantías

procesales se puede verificar en muchos de nuestros países […]

Ésta es la situación respecto al narcotráfico, las agresiones sexuales

o crímenes considerados de gravedad. Éste es un lujo que el Estado

 

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de derecho no puede darse, las reglas deben ser generales y las

libertades, garantías y derechos constitucionalmente establecidos no

pueden estarse excepcionando o debilitando sin excepcionar y

debilitar el propio Estado de derecho.

En el contexto de esta polémica está el rol de los medios de

comunicación de masas y la inluencia que puedan tener sobre

nuestros jueces […]

[…] ha de decirse con todas sus letras, esos derechos y libertades

[constitucionales del debido proceso] son del ciudadano y no del

delincuente, como la cultura de la información popular a veces lo

quiere hacer ver; tampoco el proceso existe para condenar, como

parecieran creer los que profesan que una detención o una

acusación bastan para mandar a alguien preventivamente primero y

definitivamente después a una cárcel.

El proceso existe para investigar y averiguar una verdad, dentro de la

legalidad y con requisitos y procedimientos preestablecidos y

rigurosos […]

Al analizar la reforma del sistema penal en Chile, Verónica Venegas y Luis Vial

explican en Justice Initiatives: detención preventiva que el papel de los medios y

los periodistas es determinante para su éxito o fracaso, y ejemplifican con algo

que, sabemos, ha sucedido de manera creciente también en Chihuahua, por

ejemplo: la tensión entre quienes apoyaban el eficientismo y aquellos que

defendían los derechos humanos se hizo evidente al implementarse el nuevo siste

ma. Cuando los jueces aplicaron a los imputados nuevas formas restrictivas que

no incluían la prisión preventiva, rápidamente los medios de comunicación

sostuvieron que tales decisiones eran señal del fracaso del sistema al que

ridiculizaban, considerándolo débil y blando con los delincuentes.

Muchos políticos, especialmente de derecha, comenzaron a utilizar esta supuesta

debilidad del sistema como arma política contra el gobierno, argumentando que el

 

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sistema era deiciente y que la coalición gobernante había abandonado sus

responsabilidades en la lucha contra la delincuencia.

Ante la reforma del sistema de justicia penal, la neutralidad de los medios y los

periodistas se antoja imposible. Podríamos verlo de esta manera: dejemos de

asumirnos como juzga dores, enfocando toda esa energía en empujar desde el

periodismo para que los juzgadores legalmente constituidos y todo el sistema,

dejen de producir daño social con sus prácticas ob soletas, burocráticas y

corruptas, y en verdad provean justicia.