Ética y negocios para américa latina

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Material seleccionado del libro del Dr. Eduardo SCHMIDT: Ética y Negocios para América Latina (Perú, Universidad del Pacífico, 1995). Material exclusivamente con fines docentes de la cátedra y mientras no se disponga del texto en la Librería de la Universidad. Cualquier requerimiento, dirigirse directamente al autor. 1

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Material seleccionado del libro del Dr. Eduardo SCHMIDT: Ética y Negocios para América Latina (Perú, Universidad del Pacífico, 1995).

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Page 1: Ética y negocios para América Latina

Material seleccionado del libro del Dr. Eduardo SCHMIDT: Ética y Negocios para América Latina (Perú, Universidad del Pacífico, 1995).

Material exclusivamente con fines docentes de la cátedra y mientras no se disponga del texto en la Librería de la Universidad. Cualquier requerimiento, dirigirse directamente al autor.

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LA OBJETIVIDAD MORAL Y LA FORMULACIÓN DE PRINCIPIOS MORALESToda idea bien conceptualizada es la pequeña llama que inicia e ilumina una investigación...

INTRODUCCIÓN

En el primer capítulo se pudo apreciar que diferentes personas prefieren definir “lo ético” en diferentes términos. Son muchos los que reconocen que la mayoría de estas maneras de definir “lo ético tienden a ser subjetivas. Esto es obvio en el caso de la respuesta “lo que está de acuerdo con mis sentimientos de justicia”.

Al notar este peligro de ser demasiado subjetivos, se ha definido lo ético en el Mundo de los negocios como “ una conducta conforme con lo que es la persona humana y conforme con los derechos y las obligaciones de todas las personas afectadas por esta conducta”. Esta definición descriptiva de lo “ético” implica que por el hecho de ser una persona humana, el hombre tiene ciertos derechos y obligaciones que deben ser respetados y asumidos si desea ser realmente feliz y alcanzar el fin por el cual ha sido creado. En el presente capítulo se hará el intento de indicar un camino por el cual es posible percibir en algún grado las exigencias de una moralidad objetiva en el ejercicio de la profesión; es decir, las exigencias de una moralidad o ética basada en la misma naturaleza del hombre y en su finalidad como persona.

LA PERCEPCIÓN DE VALORES MORALES OBJETIVOS, BASADOS EN LA RESPUESTA MÁS ADECUADA POSIBLE A LA PREGUNTA: “¿QUÉ ES EL HOMBRE?”

En la medida que se descubre lo que el hombre realmente es, como persona humana, será posible describir lo que los hombres deben hacer o no para ser felices y alcanzar su fin en esta vida. Por eso, en términos filosóficos, la pregunta clave que habrá que contestar para fundamentar la existencia de una moralidad objetiva, es la siguiente: “¿Qué es el hombre?”.

Si bien es cierto que esta pregunta está formulada en términos filosóficos, para contestarla hace falta el aporte de todas las áreas del conocimiento humano: la filosofía; la sociología; la sicología; y las otras ciencias humanas. Para una persona que es creyente en Dios, también hace falta la teología con una reflexión acerca de lo que Dios ha dicho en respuesta a esta pregunta. Cada ciencia humana completa lo que las otras ciencias descubren acerca de la realidad del hombre. Pero cada una tiene su propia metodología y sus propios límites que deben ser respetados. Por ejemplo, el físico puede descubrir mucho acerca de la estructura de un cristal de sal al examinarlo bajo un microscopio. Pero para descubrir su fórmula química, hace falta el trabajo del químico quién la disuelven en una solución en un tubo de ensayo. De la misma manera, la Revelación Divina y las diversas ciencias y modos humanos del saber apuntan datos que son complementarios acerca de lo que es el hombre. En una reflexión bien llevada, que se respeten los diferentes modos del saber, cada uno con su propia metodología y sus propios límites, no deben existir contradicciones al contestar a la pregunta “¿qué es el hombre?”. La razón es que se está analizando la misma realidad objetiva: el hombre. Si surgen aparentes contradicciones se pone en evidencia que ha fallado una de dos cosas: la metodología de reflexión utilizada en algunas de las ciencias humanas o el modo de entender la Revelación Divina.

Ofrecer una respuesta completa a esta pregunta acerca de la naturaleza del hombre desborda los límites de estos apuntes. Para los fines de este curso, es suficiente notar que los juicios prácticos que se presentarán acerca de lo que es ético, y por lo tanto lo que son las exigencias de una moralidad objetiva, serán expuestos desde la óptica de la tradición judeo–cristiana. Según esta tradición, el hombre ha sido creado por Dios. Dios le ama profundamente. El ,hombre logra su verdadera felicidad mediante una entrega de amor a Dios y a los demás hombres. A lo largo de su vida debe crecer en amor, de tal forma que esté en condiciones de poder compartir una vida de amor con Dios por toda la eternidad. El hombre debe ordenar su vida en función de este su fin último.

Es cierto que esta visión del hombre y de la moralidad objetiva es propia de las personas que comparten esta tradición. Sin embargo, es interesante notar que en el contexto de un curso de ética diseñado para los profesionales en las ciencias económicas y administrativas, casi todas las personas que declaran ateos ,o agnósticos aceptan el contenido que ofrece esta tradición porque refleja valores muy profundos sobre los cuales hay casi un acuerdo unánime en nuestro medio. Lo curioso es que a veces algunos alumnos que se consideran muy católicos no se sienten muy a gusto al escuchar lo que se dice sobre algunos temas. Su incomodidad se debe al hecho de que a veces en su búsqueda de apoyo por parte de la Iglesia para posiciones suyas ya tomadas, tales personas han recibido información parcializada o tomada fuera de contexto referente a la llamada “doctrina social” de la

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Iglesia. Habiendo aceptado esta información como si fuere “palabra de Dios”, creen que la Iglesia Católica afirma algo que en realidad no predica. Les cuesta aceptar que su interpretación de la enseñanza social de la Iglesia no es muy exacta. A pesar de todo, suele haber un acuerdo casi unánime entre los participantes acerca de los valores humanos básicos que un buen profesional en las ciencias económicas y administrativas debe respetar en el ejercicio de su profesión. La presentación de la moralidad objetiva bajo una óptica judeo – cristiana, no suele crear mayores problemas para los participantes en el curso porque en el fondo se está presentando una realidad que no depende de estas tradiciones para su validez a nivel de valores humanos.

EL CÓDIGO OBJETIVO DE LA MORALIDAD.

Aveces se habla de la existencia de un “código objetivo de la moralidad”. Este término no describe algún documento en que se haya laborado un código de comportamiento humano. Más bien describe el conjunto de conclusiones acerca de lo que el hombre debería o no hacer, precisamente por ser lo que es. Es decir, al contestar de la forma más adecuada posible a la pregunta “¿qué es el hombre?”, se podría sacar posteriormente conclusiones acerca de lo que el hombre debería o no hacer para ser realmente feliz y lograr su fin último. Si una persona sabe qué cosa es un automóvil de una marca determinada, sabe que necesariamente tiene que hacer algunas cosas para conservar en buen estado y evitar otras cosas que lo puedan malograr. Pasa lo mismo en el caso del hombre. Una vez que sabemos qué es, podemos comenzar a sacar conclusiones acerca de lo que por lógica debería o no hacer en sus relaciones con los demás y más específicamente, en sus relaciones con otras personas en el ejercicio de sus profesiones.

Factores que limitan nuestra capacidad de percibir las exigencias del código objetivo de moralidad.

Una cosa es afirmar que existe la objetividad moral; otra es hablar de la capacidad que tenga una persona, o un grupo de personas, de percibir sus exigencias. El que una persona no pueda percibir el color rojo no cambia el hecho de que la rosa que tenga adelante realmente sea roja. La rosa es roja; pero ella no la percibe como tal porque adolece de un problema de la vista. De la misma manera, las diferentes personas y grupos de personas pueden tener una capacidad limitada de percibir algunas exigencias objetivas de la moralidad. En cada cultura hay algunos valores que no suelen ser expresados o respetados en forma adecuada por ejemplo: en una sociedad marcada por una organización socialista extrema que se supone que el estado debe ser el dueño de todo, difícilmente se percibirá como un valor el derecho a la propiedad privada. Y en una sociedad que aprecia mucho el valor del individuo es posible que no se perciba como valor el tener que sacrificar lo suyo en favor del bien común.

En cada sociedad se puede hablar de valores objetivos que suelen ser percibidos; otros que se perciben de forma distorsionada; y otros que pasan desapercibidos. En nuestra sociedad felizmente hay muchos valores, tales como la honradez, que suelen ser bien percibidos. Pero lamentablemente se perciben otros valores, tales como la amistad, en forma distorsionada. En nuestro medio se supone que un profesional debe hacer casi cualquier cosa, por irregular que sea, cuando un verdadero amigo precisa de este tipo de ayuda. Para eso están los amigos. Por último un ejemplo de un valor que no suele ser percibido en nuestro medio es la obligación moral de no revelar secretos profesionales. Lamentablemente el secreto profesional en nuestro medio es algo tan confidencial que la persona solo lo revelaría a sus mejores amigos, etc. ¡Casi nadie percibe como sagrado el deber de callarse la boca en determinadas circunstancias!.

Durante el desarrollo de este curso se invitará a los participantes a reflexionar en torno a los valores morales que han asimilado como importantes para el ejercicio de su profesión. Tendrán así la oportunidad de cuestionarse a la luz del marco teórico presentado en estos apuntes y en las clases. Podrán de ese modo fortalecer su propio código personal con miras a su futuro desempeño como profesional.

LA POSIBLE DISTINCIÓN ENTRE “ÉTICA” Y “MORAL” PROFESIONAL.

En nuestro medio profesional se suele usar las palabras “ética” y “moral” como si fueran intercambiables. Sin embargo, sería más preciso hacer una distinción entre estos dos términos:

La ética es el estudio de las razones filosóficas por las cuales las personas deben comportarse de tal o cual manera en el ejercicio de su profesión. Es algo teórico y examina por qué se debe actuar de tal o cual manera: Intenta contestar a la siguiente pregunta: ¿Por qué se debe hacer tal o cual cosa en el ejercicio de la profesión?

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La moral es el estudio de lo que las personas deben hacer en una sociedad determinada como consecuencia de la “ética”. Es algo práctico y se preocupa por saber cómo el profesional debería actuar. Intenta contestar a la siguiente pregunta: A la luz de la ética, ¿Qué es lo que se debería hacer?

Esta distinción subraya la necesidad de insistir tanto en el POR QUE como en el QUE cuando se quiere determinar lo que un buen profesional debería o no hacer. Estas dos dimensiones deben ser parte del proceso mediante el cual un profesional incorpora valores morales conscientemente en la toma de decisiones.

En la práctica, los profesionales no distinguen entre la “ética” y la “moral”. La mayoría de ellos usan estas dos palabras indistintamente para indicar lo que consideran como “correcto” en una situación determinada. Su forma de hacer juicios morales no suele ser reflexiva sino prereflexiva y está basada en buena medida en lo que ellos mismos identifican como sus sentimientos de justicia. Frente a cualquier dilema moral, la gran mayoría de los profesionales no distinguen conscientemente entre el QUE y el POR QUE. Por lo tanto, la distinción entre la “ética” y la “moral” no pasa de ser para ellos una distinción de razón sin mayor importancia.

Es cierto que sería más preciso mantener a lo largo de este curso una clara distinción entre estos dos conceptos: La “ética” y la “moral”. Sin embargo, teniendo presente la forma en que los alumnos suelen hacer sus juicios morales, no es necesario insistir en esta distinción. Con el fin de el curso cuando usan las dos palabras indistintamente. Pero habrá que recordar en tales discusiones que cualquier problema moral debe ser resuelto no en base a sus intuiciones prereflexivas sino en base a principios morales que expresan un contenido tomado propiamente de la “ética” en el sentido estricto de esta palabra. Es decir, habrá que insistir que cuando los alumnos usan cualquiera de estas dos palabras, “ética” o “moral”, dirigen su atención no sólo a lo que se debería hacer (UN ”QUE”) sino también a los “PORQUE” o las razones que fundamentan este modo de proceder.

LO QUE SE ENTIENDE POR “VALOR” Y POR “PRINCIPIO” MORAL

Muchas veces las personas que forman sus juicios morales por intuición reflejan buenos valores morales a pesar de no poder justificar su parecer mediante la formulación de principios morales. Muchas veces sus juicios reflejan valores morales que son muy sanos; sin embargo, si se les pregunta por qué opinan así, difícilmente pueden dar razón. Más bien, responden con una frase como: “me sentiría mal si no lo hiciera así”.

¿Qué es lo que ocurre en tales casos?. Se puede entender este fenómeno con mayor claridad a partir de la distinción que existe entre un “valor” moral y un “principio” moral.

Un valor moral es un concepto que indica algún objeto apreciado como bueno, valioso, o deseable.

(1) Un principio moral es una norma de comportamiento que una persona debe respetar si desea actuar conforme a las exigencias de determinados valores morales.

Las personas que formulen sus juicios morales de una forma prereflexiva manifiestan que han asimilado ciertos valores morales, muchos de los cuales son objetivamente buenos; sin embargo, por no haber tenido la oportunidad de desarrollar su capacidad de formular principios morales en forma reflexiva, difícilmente pueden dar razón de ellos; por lo tanto, se encuentran en apuros cuando otras personas cuestionan sus juicios acerca de lo que es o no es correcto en el ejercicio de la profesión.

El paso de una moralidad prereflexiva en el ejercicio de la profesión a una moralidad reflexiva supone la adquisición de una creciente capacidad de formular principios morales. Al pasar de una moralidad prereflexiva a una moralidad reflexiva, un profesional fortalece su código personal de ética. Tal como se ha visto en el primer capítulo, un buen código personal de ética es la razón principal por la cual las personas respetan la ética profesional. Por este motivo, durante este curso de ética o moral profesional se hará lo posible por ayudar a los participantes a desarrollar su capacidad de formular buenos principios morales para el ejercicio de su profesión.

LA DISTINCIÓN ENTRE VALORES MORALES Y JUICIOS PRÁCTICOS ACERCA DE LOS MEDIOS NECESARIOS PARA PROTEGER Y DEFENDER ESTOS VALORES

Al afirmar la existencia de valores morales objetivos, es importante distinguir entre estos, que tienen carácter permanente, y los juicios prácticos que cada uno puede y debe hacer por lo que se refiere a los medios convenientes o necesarios para proteger y defender determinados valores objetivos. Estos juicios prácticos necesariamente cambiarán según los tiempos y las circunstancias. Dos

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personas que comparten los mismos valores morales pueden estar en desacuerdo acerca de los medios que se deben usar para defender los mismos valores. Por ejemplo, dos economistas pueden aceptar por principio que cualquier trabajador que realiza su trabajo a conciencia debe recibir por lo menos una remuneración que le permitiera cubrir el costo de sus necesidades básicas. Sin embargo, puede ser que estén en total desacuerdo acerca de las medidas económicas que el gobierno debería tomar para lograr este fin. Esto explica por ejemplo cómo un economista de tendencia liberal y otro de tendencia de izquierda pueden compartir los mismos valores morales; incluso, los dos pueden considerarse 'muy católicos' a pesar de las diferencias que existen en sus juicios prácticos acerca de los medios que creen convenientes para enfrentar determinados problemas económicos, siempre y cuando compartan su respeto por los mismos valores morales cristianos.

LA FORMULACIÓN DE PRINCIPIOS MORALES OBJETIVOS EN NUESTRAS PROPIAS PALABRAS.

Para crecer en su capacidad de Integrar principios morales objetivos en la toma de decisiones, cualquier profesional necesita desarrollar un conjunto de principios morales objetivos. No se trata de memorizar una lista de tales principios. Más bien, se trata de involucrarse en un proceso en el que al darse cuenta de quién es, como persona humana, y las exigencias de una moralidad objetiva, logra expresar a nivel de principios los valores que acepta como objetivamente válidos. En este curso se pretende ayudar a los participantes a desarrollar principios morales que tengan las siguientes características:

Que sea expresión de lo que es necesario para salvaguardar valores morales objetivos. Es decir que reflejen las exigencias de un código objetivo de moralidad.

Que sean universalmente válidos. Cualquier principio moral debe ser categórico; es decir, no debe admitir excepciones. Si se prevén posibles excepciones, éstas deben mencionarse en la misma formulación del principio.

Que sean expresado en términos positivos. Desde el punto de vista de la motivación psicológica, para actuar con buena ética en el ejercicio de la profesión, es preferible enfocar los deberes positivos en vez de hacer una lista de todas las cosas que, por principio, una persona no debería hacer. Sin embargo, eso no excluye la posibilidad de expresar algunos principios en forma negativa. Lo importante es que al formular los principios morales se busque un enfoque positivo en la medida de lo posible.

Que sean expresados con sus propias palabras. Los principios morales influyen en el comportamiento de un profesional en la medida que los asimila y los hace suyos; es decir, en la medida en que los acepta como útiles para dar sentido a su vida mediante el ejercicio de su profesión. Poco le vale memorizar una lista de tales principios para fuego aplicarlos como si se tratara de la legislación laboral vigente en el país. Los principios morales de un profesional deben ser expresión de los valores morales más profundos por los que haya tenido que luchar para expresarles en sus propias palabras.

Que sea breve y coherente.

Como veremos en el siguiente capítulo, la formulación de principios morales objetivos es un paso importante en la metodología de análisis de casos que utilizaremos en las discusiones en clase y en los trabajos prácticos asignados a lo largo de este curso.

PREGUNTAS PARA DISCUSIÓN: LA MORALIDAD OBJETIVA

1. ¿Que entienden ustedes por moralidad objetiva?

2. ¿Cómo se puede compatibilizar la idea de moralidad objetiva con el hecho de que las cosas cambian con el correr del tiempo?

3. Con referencia a su futuro trabajo como profesionales, ¿Cómo se podría saber cuáles son las exigencias de la moralidad objetiva?

4. Propongan tres cosas que creen que son exigencias de la moralidad objetiva en el ejercicio de su futura profesión (una específicamente para economistas, otra para administradores, y otra para contadores).

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UN CAMINO HACIA LA INTEGRACION DE VALORES Y PRINCIPIOS MORALES EN LA TOMA DE DECISIONES

En estas páginas se presenta un resumen de la metodología de análisis de casos que el profesor explicará con mayor detalle en clase. La asistencia de los alumnos a esta clase es de suma importancia para poder entender cómo hacer los trabajos prácticos que serán asignados a lo largo del curso.

PRIMER PASO: LA FORMULACIÓN DE INTERROGANTES MORALES QUE EL CASO PLANTEA.

En este primer paso se pretende desarrollar en los alumnos su capacidad de darse cuenta de las dimensiones éticas o morales de los diferentes problemas que pueden encontrar en el ejercicio de su profesión. Al analizar por escrito su trabajo, el alumno debe identificar cada interrogante moral con una letra mayúscula. Por ejemplo:

A) ¿Sería moralmente aceptable pagar la coima en este caso?

Los interrogantes morales son preguntas abiertas que tendrán que ser contestadas a la luz del conjunto de principios morales a desarrollarse en el tercer paso.

SEGUNDO PASO: IDENTIFICACIÓN DE LOS VALORES MORALES QUE DEBEN SER RESPETADOS AL RESOLVER EL CASO.

Tal como se ha indicado en el tema anterior, un valor moral es un concepto que indica algún objeto apreciado como bueno, valioso, o deseable. En este segundo paso se trata de identificar los valores que deben ser respetados al resolver el caso. Es un paso breve que da lugar a la formulación de principios morales en el paso siguiente.

TERCER PASO: LA ELABORACIÓN DE PRINCIPIOS MORALES OBJETIVOS QUE DEBEN SER RESPETADOS AL SOLUCIONAR EL CASO.

Se identifica cada principio con un número. Al fina¡ de cada uno, se debe indicar la letra o las letras de los interrogantes que se podrían contestar a la luz del principio elaborado. Por ejemplo: (A) (B).

Es necesario que cada interrogante tenga por lo menos un principio a la luz del cual puede ser contestado. Pero eso no quiere decir que necesariamente habrá el mismo número de principios como de interrogantes morales porque es posible que un mismo principio puede dar respuesta a más de un interrogante. Los principios morales deben tener las características mencionadas en el capítulo anterior.

CUARTO PASO: LA APLICACIÓN DE PRINCIPIOS MORALES, OBJETIVOS Y OTROS CRITERIOS PROFESIONALES PARA ANALIZAR V SOLUCIONAR EL CASO.

En este cuarto paso se debe analizar el caso y explicar cómo se podría solucionar a la luz de los principios elaborados en el tercer paso y otros criterios profesionales. El estilo de redacción en este cuarto paso es libre. Sin embargo, se debe hacer referencia tanto a los principios desarrollados como a los interrogantes identificados.

No existe una solución única para ningún caso a la que se supone que todos los alumnos deberían llegar porque la solución de un caso depende no sólo de buenos principios morales, sino también de juicios prácticos acerca de la mejor manera de hacer respetar estos principios. Tal como se ha indicado en el capítulo anterior, estos juicios prácticos siempre serán discutibles por motivos que poco o nada tienen que ver con buenos principios morales.

Salvo que el profesor haga alguna indicación en contra, se entiende que los alumnos deben desarrollar sus trabajos en forma independiente, sin leer el trabajo de sus compañeros. Se puede discutir los casos antes de desarrollarlos. Pero cada persona debería realizar su propio trabajo.

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LA PROFESION COMO UNA VOCACION DE SERVICIO

LA OPCIÓN FUNDAMENTAL: FUENTE DE LOS VALORES Y LOS PRINCIPIOS QUE LA PERSONA ACEPTA COMO IMPORTANTES PARA DAR SENTIDO A SU VIDA.

Desde los primeros años de su vida, cada persona va asimilando, consciente e inconscientemente, una serie de valores éticos y morales. En su infancia y su juventud este proceso suele ser inconsciente y acrítico. Al madurar, cada persona suele tomar una postura más consciente frente a la vida. Escoge aceptar determinados valores y deja de lado otros. A lo largo de los años, establece una jerarquía o escala de valores que es la base de su personalidad moral. Este conjunto de valores constituye lo que se suele llamar la opción fundamental de la persona. Todo lo que pasa en su vida tiene sentido en la medida en que responde a los deseos que brotan de su opción fundamental.

Toda persona que ha alcanzado el uso de la razón tiene una opción fundamental. Sin embargo, en nuestra sociedad son relativamente pocas las que actúan en base a principios morales claramente formulados a nivel intelectual. En el ejercicio de su profesión en las ciencias económicas y administrativas, la mayoría de las personas dependen más bien de sus Intuiciones para determinar lo que está bien o lo que está mal. Han hecho suyos muchos valores, y por lo tamo tienen una opción fundamental. Pero por lo general, cuando se trata de determinar si se debe o no hacer algo en el ejercicio de su profesión, sus valores se manifiestan como intuiciones y no mediante la elaboración de principios morales. Si la opción fundamental de una persona es sana, la mayoría de sus intuiciones morales son buenas a pesar de que difícilmente puede explicarlas a nivel intelectual. En tales personas, la opción fundamental se manifiesta como el motor afectivo de su vida. Empujadas por sus sentimientos más profundos, eligen lo que creen que les va a hacer felices en la vida.

En la medida que una persona siente la necesidad de dar razón de sus juicios morales, surge la necesidad de expresar sus valores mediante la formulación de principios morales. Desea actuar reflexivamente en base a principios que ha hecho suyos. De esta manera, pasa de una moralidad pre–reflexiva, basada en sus intuiciones, a una moralidad reflexiva, basada más bien en sus principios morales. Este proceso de transición de una moralidad pre–reflexiva a una moralidad reflexiva suele ser un proceso gradual. Algunas personas nunca sienten la necesidad de lograrla; otras la sienten pero no saben cómo formular a nivel intelectual sus principios. Una de las finalidades de cualquier curso de ética o moral profesional es ayudar a las personas a aprender cómo efectuar esta transición, sobre todo con referencia al ejercicio de su profesión, lo cual les permita enriquecer su propia opción fundamental.

LA RELACIÓN QUE EXISTE ENTRE ACTOS, HÁBITOS Y LA OPCIÓN FUNDAMENTAL.

La opción fundamental de una persona da lugar a la formación de ciertos hábitos o modos de actuar. Estos hábitos explican por qué una persona actúa de tal o cual manera frente a algún dilema moral que puede surgir en su vida. Si su opción fundamental es básicamente sana, suele desarrollar hábitos buenos. Es decir, suele cultivar virtudes en su trato con los demás. Pero si su opción fundamental no es sana, los hábitos que desarrolla suelen ser más bien viciosos. Una persona que ha cultivado virtudes suele actuar éticamente en el ejercicio de su profesión. En cambio, una persona que ha desarrollado una serie de vicios suele actuar contra las exigencias de la ética profesional.

Por lo general, le es fácil a una persona actuar conforme a sus hábitos y su opción fundamental. Por ejemplo, una persona con una opción fundamental sana suele cultivar como virtud el no tomar lo que no le corresponde. Si se le presenta la tentación de tomar dinero de la caja de su empresa, la rechaza. Pero una persona con una opción fundamental moralmente mata suele tener el vicio de apropiarse de lo ajeno. Si se le presenta esta misma tentación, se apropia del dinero.

Hay una relación recíproca entre la opción fundamental, los hábitos y los actos de una persona La opción fundamental da lugar a la formación de hábitos y se expresa mediante actos. Pero 1 acciones de una persona también influyen en sus hábitos y su opción fundamental. Cada vez que un persona actúa conforme a su opción fundamental y los hábitos que ha desarrollado, fortalece las dos cosas. Es decir, “confirma” sus hábitos y su opción fundamental. Sin embargo, por tener libertad, siempre le es posible actuar contra su opción fundamental y sus hábitos adquiridos. Por ejemplo, es posible que una persona buena, a pesar de ser buena, decida tomar dinero de la caja de su empresa. La primera vez le costará mucho tomar esta decisión porque choca contra su manera de ser. Pero la segunda vez le será más fácil, y así sucesivamente. La razón es que cuando actuamos contra nuestra opción fundamental y nuestros hábitos adquiridos, corremos el riesgo de minar y eventualmente cambiar las dos cosas. Lo mismo puede decirse en el caso de una persona que tuviera una opción fundamental

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moralmente mala. Por tener libertad, puede resistir a la tentación de tomar dinero que no le corresponde y así comenzar un proceso de 'conversión' de persona mala a persona buena. Se usa el término 'conversión' tanto para referirse al proceso mediante el cual se cambia una opción fundamental buena por una opción mala como para referirse al proceso contrario. 'Convertir' quiere decir 'cambiar una cosa por otra'.

Nuestros actos en el ejercicio de la profesión son importantes no sólo por la moralidad de cada acto. Son aún más importantes por el impacto que tienen en nuestros hábitos y nuestra opción fundamental. En parte, la actual crisis de valores morales en e¡ mundo de los negocios se explica por el hecho de que son muchas las personas que han ido minando sus virtudes y su opción fundamental mediante una serie de acciones que en un primer momento percibían como 'malas' pero que con el tiempo ya han aceptado como 'normales' y por lo tanto 'buenas.'

LA OPCIÓN FUNDAMENTAL DE LA PERSONA SE DESARROLLA CON EL CONTEXTO DE NUESTRA RELACIONES CON LOS DEMÁS.

Cada persona desarrolla sus hábitos y su opción fundamental dentro de¡ contexto de sus relaciones con los demás. Por este motivo son importantes los amigos con quienes se asocia. Asimila con mucha facilidad los valores y los vicios de estas personas. Se nota esta tendencia de una manera especial en el mundo profesional. Sus compañeros de trabajo suelen jugar un papel muy importante en su comportamiento en el trabajo.

La transición de una moralidad pre–reflexiva a una moralidad reflexiva en el ejercicio de la profesión supone que la persona tenga la capacidad de tomar una postura crítica frente a los valores de sus amigos. En nuestro medio, este proceso de tomar distancia crítica suele ser la causa de romper efectivamente con otras personas. Sin embargo, si una persona desea desarrollar su propia personalidad, basada en una opción fundamental que realmente es suya y no una copia de lo que te dicen los demás, es necesario que asuma este riesgo.

LA PROFESIÓN COMO EXPRESIÓN DE LA OPCIÓN FUNDAMENTAL.

La opción fundamental de una persona suele encontrar expresión en todas las áreas de su vida. Salvo el caso de un profesional que escoja ser amoral en el ejercicio de su profesión, la manera con que una persona realiza su trabajo es una expresión de su opción fundamental. Además, los criterios que ha usado para escoger su profesión suelen reflejar en algo su propia escala de valores.

Hay dos maneras distintas de enfocar el ejercicio de una profesión. Para algunos profesionales, su profesión es simplemente la manera en que se ganan la vida. Partiendo de este supuesto, no les es tan difícil tomar decisiones contrarias a la ética profesional cuando es cuestión de ganar más dinero. En cambio, para otros profesionales su profesión es sobre todo una vocación de servicio a los miembros de la sociedad. Saben que en la medida que ofrecen un buen servicio, recibirán como recompensa lo que necesitan para satisfacer sus propias necesidades en la vida. Por lo tanto, no sienten con tanta frecuencia la tentación de faltar a la ética simplemente para poder ganar más dinero.

Los profesionales que enfocan el ejercicio de su profesión corno una vocación de servicio, reconocen que tienen la obligación de contribuir de alguna manera a la satisfacción de las necesidades de bien común en la sociedad. No se sienten contentos por el mero hecho de “ganar bien”. Mediante su profesión, desean contribuir a la sociedad, lo cual les permite sentirse más realizados como personas.

DEFINICIÓN DEL BIEN COMÚN.

El término 'bien común' suele usarse en nuestro medio para referirse a lo que hace bien al mayor número de personas posibles. Como hemos visto anteriormente, esta manera de definir “lo ético” tiene seria, dificultades. En un intento de comprender lo que se debe entender por este término, podemos definir el bien común como “el conjunto de condiciones en la sociedad que ofrece a cada individuo la posibilidad de vivir una vida digna, gracias a sus propios esfuerzos."

Cuando se habla de un “conjunto de condiciones”, se refiere a las estructuras socio–econ6micas, políticas, etc. en un país. La frase “ofrece a cada individuo” implica que se debe ofrecer a todos por igual la posibilidad de “vivir una vida digna”. Esta “vida digna” se logra cuando las personas pueden ganarse la vida “gracias a sus propios esfuerzos”

Un ejemplo de algo que atenta contra el bien común en la actualidad es el problema de la falta de trabajo. Frente a este problema, el profesional en las ciencias económicas y administrativas que

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enfoca su profesión como una vocación de servicio, se preocupa por contribuir en la medida de sus posibilidades a la creación de puestos de trabajo, el pago de sueldos y salarios dignos, etc. En cambio, – el profesional que enfoca su profesión simplemente como la manera de ganarse le vida corre mayor riesgo de tomar decisiones para maximizar su propia ganancia a costa de los trabajadores o a costa de no crear nuevas fuentes de trabajo.

Es cierto que ejercer una profesión como una vocación de servicio exige un esfuerzo especial. Sin embargo, en el momento actual, a la larga suele ser "rentable” tomar esta actitud. La razón es que por la crisis de valores morales que se vive en el país, existe cada vez mayor demanda de personas que hacen las cosas bien; y cada vez menos oferta para satisfacer esta demanda. Como dicen los economistas, cuando la demanda por un bien o servicio aumenta y su oferta disminuye, el precio de este bien o servicio sube notablemente. Por este motivo, el momento actual es una buena coyuntura para ejercer una profesión en las ciencias económicas y administrativas como una verdadera 'vocación de servicio'. Es verdad que no es éste el camino más corto para hacerse rico; pero no es menos verdad que es posible defenderse económicamente al asumir este enfoque.

Cada persona es responsable por el desarrollo de su propia opción fundamental y la expresión de ella mediante el ejercicio de su profesión. Poder vivir en paz C. la sana tensión que experimenta al darse cuenta que siempre queda mucha distancia entre sus ideales como profesional y las metas concretas que puede realizar a corto plazo es signo de madurez en un profesional. Sus ideales como profesional son importantes, no porque sean realizables a corto plazo sino porque le dan dirección y orientación moral en su vida y le inspiran a seguir adelante en un camino correcto. Abandonar los ideales porque no son realizables a corto plazo es perder de vista el verdadero papel inspirador de ellos. Y exigir que estos ideales se hagan realidad en forma Inmediata es signo de inmadurez y falta de realismo en el ejercicio de la profesión.

Hoy en día, más que nunca, hace falta la presencia de profesionales con una opción fundamental

sana, que ven en su profesión una verdadera vocación de servicio a la sociedad. Sólo basándose en tales personas se podría hablar de la posibilidad de lograr una verdadera moralización en el mundo de los negocios en el país.

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LA CONCIENCIA MORAL DE LA PERSONA

Al tratar el tema de la moralidad objetiva, se hizo notar que una cosa es establecer que existe tal cosa y otra es determinar hasta qué punto cada persona sea capaz de percibir sus exigencias. Esta capacidad depende de cómo cada uno haya desarrollado su conciencia moral a lo largo de su vida. Con referencia a su modo de actuar en la vida profesional, depende, además, de la manera en que la persona enfoca el ejercicio de su profesión, sea como una vocación de servicio a los demás o simplemente como la manera en que se gana la vida.

DEFINICIÓN DE LA CONCIENCIA MORAL.

Se puede describir la conciencia moral como la capacidad que tiene la persona de enjuiciar sus actos y los actos de los demás como moralmente buenos o malos, a la luz de los valores morales que ha hecho suyos. Su conciencia moral hace posible que una persona evalúe su propia responsabilidad moral por las cosas malas que hace y las cosas buenas que deja de hacer, existiendo la obligación moral de hacerlas.

Todas las personas tienen una conciencia moral; pero no todas son capaces de dialogar reflexivamente con su conciencia. En personas que manifiestan una moralidad pre–reflexiva, su conciencia moral suele manifestarse mediante sentimientos de justicia o intuiciones acerca de lo que se debería o no hacer. En cambio, en personas que manifiestan una moralidad reflexiva, basada en principios morales claramente formulados, su conciencia moral suele manifestarse mediante un proceso racional en que la persona entra en diálogo consigo mismo.

Cuando una persona no ha pasado de una moralidad pre–reflexiva a una moralidad reflexiva en algún área de su vida (como por ejemplo, en el ejercicio de la profesión). su conciencia moral formula juicios en este área en base a valores morales que percibe en forma global como intuiciones o sentimientos de justicia. Es decir, la persona experimenta la voz de su conciencia como una 'intuición' o un 'sentimiento' acerca de lo que debería o no hacer frente a una determinada situación. A pesar de no presentar razones claras, su conciencia formula juicios morales que son expresiones de los valores que ha asimilado a lo largo de su vida.

En la medida que una persona pase de una moralidad pre–reflexiva a una moralidad expresada mediante principios morales en esta área de su vida, su conciencia moral llega a ser una voz cada vez más clara al formular sus juicios de valor.

FUNCIÓN Y FORMACIÓN DE LA CONCIENCIA MORAL.

La función de la conciencia moral es presentar a la voluntad de la persona juicios de valor moral. Por ser libre, con voluntad propia, cada persona puede aceptar o pasar por alto lo que le dice su conciencia.

La formación de la conciencia moral es un proceso continuo que ocurre a lo largo de la vida. Cada vez que una persona entra en una nueva área de actividad, se enfrenta con la necesidad de formarse para formular juicios de valor más complejos. Por ejemplo, cuando un niño sale de¡ ambiente de su familia para asistir al colegio, su conciencia moral tiene que formarse para enfrentar los problemas que surgen en sus relaciones con otros años, sus maestros, etc. Y cuando una persona ingresa al mundo profesional, también precisa de mayor formación de su conciencia moral para poder enfrentar las nuevas situaciones que encuentra en su trabajo. Si el profesional cuenta con la ayuda apropiada, puede formar su conciencia moral para enfrentar estas nuevas situaciones. En cambio, si no recibe este apoyo, corre el riesgo de aceptar en forma acrítica, como normas de comportamiento, lo que se acepta como normal en su nuevo ambiente. De allí la importancia de un curso de ética o moral profesional que ayude a los actuales y futuros profesionales en las ciencias económicas y administrativas a formar su conciencia para la difícil tarea de integrar valores morales en la toma de decisiones.

CUALIDADES Y ESTADOS DE LA CONCIENCIA MORAL.

La conciencia moral es segura de si misma cuando no duda de un juicio moral que emite referente a un acto determinado. Cualquier persona tiene la obligación moral de seguir el parecer de su conciencia cuando ésta se presenta como segura de si misma. En cambio, la conciencia es dudosa cuando no logra percibir con claridad la moralidad de un determinado acto. La persona tiene la obligación moral de resolver su duda lo mejor que pueda, antes de actuar.

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Se considera que la conciencia moral de, una persona está bien formada cuando le revela correctamente la moralidad de una acción, de tal forma que su voluntad puede aceptar lo que es bueno y rechazar lo que es malo. Tal como se ha dicho anteriormente, esta revelación puede hacerse mediante sentimientos e Intuiciones o mediante principios claramente elaborados. En cambio, se considera que la conciencia moral de una persona está deformada cuando no logra percibir lo bueno como 'bueno', o lo malo como 'malo', debido a uno o más defectos en su formación.

DEFORMACIONES DE LA CONCIENCIA MORAL QUE PUEDEN PRESENTARSE EN DETERMINADAS ÁREAS DE LA VIDA DE UNA PERSONA.

Lo ideal sería que cada persona tuviera su conciencia moral bien formada frente a todas las áreas de su vida. Sin embargo, con frecuencia se producen deformaciones que afectan su capacidad de ver y aceptar las exigencias de la moralidad objetiva. Estas deformaciones pueden afectar todas las áreas de su vida, o pueden ser selectivas. Por ejemplo, es posible que frente a los clientes, un profesional tenga su conciencia moral bien formada con respeto a su obligación de darles valor por valor recibido. En cambio, frente a sus obreros, es posible que tenga alguna deformación que le impida ver su obligación de pagarles lo que es justo a cambio de su trabajo. A continuación se presentan algunas de las deformaciones que se dan con cierta frecuencia en nuestro medio.

Puede ser que por falta de oportunidad, o por falta de interés, una persona no desarrolle oportunamente su conciencia moral: es decir, en algunas áreas de su vida se demuestra inmaduro e incluso infantil en las decisiones morales que toma. De allí el nombre de esta deformación: la conciencia inmadura o infantil. A veces esta deformación afecta los juicios morales en todas las áreas de su vida; pero con cierta frecuencia, se manifiesta en sólo algunas de ellas. Se ve un ejemplo de esta deformación en personas que, siendo mayores de edad, dependen totalmente de¡ parecer de sus padres al formular sus juicios morales en una o más áreas de su vida. A veces la persona que sufre dé esta deformación no es consciente de su situación. En tales casos no es moralmente responsable por adolecer de este defecto, siempre y cuando no sea el resultado de su propia negligencia. Pero si al darse cuenta de su inmadurez, rehusa tomar los pasos necesarios para madurar, se hace moralmente responsable por su falta de crecimiento. Cuando una persona logra darse cuenta que adolece de esta deformación de su conciencia moral, puede superar esta dificultad con relativa facilidad, siempre y cuando tenga la voluntad de dar los pasos necesarios.

Una de las deformaciones más frecuentes en nuestro medio, sobre todo en el mundo profesional, es la conciencia laxa o de manga ancha. Con cierta frecuencia una persona se da cuenta que no debe hacer algo y a pesar de todo, lo hace o por lo menos desea hacerlo. Busca, entonces, alguna manera de justificarse, aunque sea sólo delante de si mismo. Usa argumentos tales como: “Todo el mundo lo hace”; “Hay muchas personas aquí que hacen cosas peores”; “¿Qué se va a hacer?”... ¡Así son las cosas!” Una persona que actúa de esta manera, intentando justificarse al actuar contra lo que le dice su conciencia, es moralmente responsable de sus actos. Sabe lo que debe hacer; pero por no querer hacerlo, intenta justificarse de alguna manera. No es fácil superar esta deformación de la conciencia moral porque es un reflejo de una escala de valores y una opción fundamental que la persona debe revisar. Sólo en la medida que acepte este cuestionamiento le será posible superar esta dificultad.

La persona que padece de una conciencia voluntariamente ciega rehusa examinar la moralidad de sus actos, en una o más áreas de su vida. Cuando alguien cuestiona la moralidad de sus actos, su reacción es: “Esa pregunta, no se pregunta”. Rehusa examinar la moralidad de lo que hace o propone hacer. Se disculpa de tener que formular juicios morales en algunas áreas de su vida, alegando que todo eso es muy complicado y/o poco necesario. Al tomar sus decisiones en la vida profesional, se limita a preguntarse si tal o cual decisión va a ser efectiva para lograr sus fines. En el fondo, sabe que su modo de proceder no está bien; pero por temor a tener que cambiar muchas cosas en su vida, rehusa examinar la moralidad de sus actos. Es responsable por haberse cerrado a un cuestionamiento moral que debería enfrentar. No es nada fácil superar esta deformación de la conciencia moral porque es consecuencia de una opción fundamental y una escala de valores personales que no son muy sanos. Sólo un cambio profundo en la persona misma puede hacer posible superar esta deformación conocida como la conciencia voluntariamente ciega.

En cada sociedad o cultura algunas obligaciones morales no suelen ser percibidas con facilidad. Por ejemplo, si una persona hubiera vivido en Europa en el momento de la revolución industrial, difícilmente hubiera percibido muchas obligaciones relacionadas con los derechos de los trabajadores. En el caso de nuestra sociedad actual, con frecuencia no se logra percibir la obligación moral de guardar el secreto profesional. Cuando una persona no logra ver correctamente sus obligaciones en algún área de su vida, no porque rehusa examinar la moralidad de sus actos, sino

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porque existen valores distorsionados en la sociedad que le rodea, adolece de una deformación de la conciencia mofa¡ que se llama la conciencia cegada por valores morales distorsionados en la sociedad. La persona que sufre de esta deformación no es moralmente responsable por su situación. Sin embargo, al darse cuenta de su error, no puede seguir justificando su modo de proceder con el argumento de que 'las cosas son así... hay que actuar según ¡acostumbre establecida'. Este argumento sería típico de una conciencia laxa o de una conciencia voluntariamente ciega. Si la persona tiene una opción fundamental sana es relativamente fácil superar esta deformación, siempre y cuando desee hacerlo y se le presente la oportunidad de darse cuenta de su error.

Si bien es cierto que no se da con mucha frecuencia en el mundo de los negocios, una persona puede adolecer de una deformación de su conciencia moral que es lo contrario a la conciencia laxa: esta deformación se llama la conciencia escrupulosa. La conciencia moral de una persona es escrupulosa cuando inventa o exagera obligaciones morales que en realidad no existen. La persona que adolece de esta deformación no es moralmente responsable por su condición. Al darse cuenta que es así, su obligación moral es buscar la ayuda de una persona competente y seguir lo consejos recibidos a pesar de sus escrúpulos. Con el correr del tiempo, es posible que supere esta condición.

Una deformación de la conciencia que ocurre con poca frecuencia es la conciencia enfermiza. Se trata de una deformación relacionada con enfermedades mentales. No suele implicar responsabilidad moral por parte de la persona. Sólo es posible superarla con un tratamiento profesional adecuado.

Una persona que adolece de una conciencia errónea percibe algo que, según la moralidad objetiva es “malo” como si fuera moralmente “bueno” o viceversa. Siempre actúa de buena fe. Es sincero en su deseo de saber lo que debería hacer. Se esfuerza al máximo de su capacidad por saber lo que es correcto. Sin embargo, no llega a una conclusión moralmente aceptable. Es importante no confundir esta deformación con la conciencia laxa ni con la conciencia cegada por valores distorsionados en la sociedad. Es decir, la conciencia errónea supone mucho más que un error de juicio moral. Sólo existe esta deformación cuando se cumplen las siguientes tres condiciones:

1. El egoísmo de la persona no está influyendo en la decisión tomada.

2. La persona ha agotado los medios a su disposición para poder saber lo que debería hacer. Normalmente, al tratarse de decisiones en el mundo profesional, esto incluye consultar con un sacerdote, profesor de ética, u otro Profesional con valores morales claros y cierta experiencia en este campo.

3. Además, la debe mantenerse abierta a la consideración de nueva información que pudiera cambiar su parecer en el futuro. Si no se mantiene abierta a esta posibilidad no es sincero en su búsqueda de la verdad y por lo tanto no adolece de una conciencia errónea.

Es muy importante saber lo que es y no es la conciencia errónea porque según la opinión de Santo Tomás, la persona que de verdad adolece de esta deformación tiene la obligación moral de hacer lo que le dice su conciencia. Sin embargo, hay que notar que esto no quiere decir que cada persona debería hacer lo que mejor te parezca. Esta actitud sería más bien típica de una conciencia laxa. Por tratarse de un punto difícil de comprender y que fácilmente es mal entendido, se tratará este tema con mayor amplitud en clase.

SE COMETE UNA FALTA MORAL EN EL EJERCICIO DE LA PROFESIÓN CUANDO SE ACTÚA CONTRA LAS EXIGENCIAS DE LA CONCIENCIA BIEN FORMADA.

Cada persona tiene la obligación moral de dejarse guiar por su conciencia bien formada en el ejercicio de su profesión. Comete una falta moral cuando actúa en forma contraria a estas exigencias. En términos generales, hay dos maneras en que puede faltar a su deber profesional al no escuchar su conciencia: cometer un acto que no debería hacer; o, dejar de hacer lo que debería hacer en función de su cargo. Cuando un profesional hace algo que no debería hacer (por ejemplo, conceder el visto bueno para un contrato a un amigo cuando debería concederlo al mejor postor), esto constituye lo que se llama una “falta cometida”. En cambio, si deja de hacer algo que por su cargo debería hacer (por ejemplo, si por flojera un ingeniero no controla bien la calidad de la producción), esto constituye lo que se llama “una falta por omisión”. Las dos cosas constituyen faltas morales en el ejercicio de su profesión.

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LA DISTINCIÓN ENTRE EL RESULTADO DE UN ACTO MALO Y LA CULPABILIDAD O LA RESPONSABILIDAD MORAL DE LA PERSONA QUE HIZO ESTE ACTO.

Es importante distinguir entre el resultado de un acto que es contrario al deber profesional y la responsabilidad o la culpabilidad moral de la persona que realiza tal acto. La responsabilidad moral de la persona no depende del resultado de su acto sino de las siguientes cuatro factores:

a) La seriedad del acto cometido u omitido. Es decir, la gravedad del acto (pensamiento, etc.) que hizo la persona.

b) El conocimiento que tuvo la persona acerca de su deber moral en el momento de actuar. Es decir, hasta qué punto la persona sabía que lo que iba a hacer era malo. Para que exista algo de responsabilidad moral, es suficiente que esta conciencia haya sido una intuición.

c) La intención de la persona cuando hizo el acto. ¿Qué pretendía hacer? Tener una buena intención no es una justificación válida para usar un medio moralmente malo para lograr un fin bueno. Sin embargo, en algunos casos, una buena intención puede mitigar en algo la responsabilidad moral de la persona.

d) El grado de libertad con que la persona actuó. Es decir, hasta qué punto actuó libremente, por voluntad propia.

A modo de ejemplo. podemos comparar la culpabilidad moral de tres choferes que han causado la muerte de un peatón en un accidente de tránsito.

El primer caso es de un chofer que está manejando de noche, con el debido cuidado, por una carretera poco iluminada. De repente un hombre ebrio sale a la pista. El chofer no tiene tiempo para frenar su carro. Como resultado de este accidente, muere una persona: el hombre ebrio. En este caso el acto que hizo el chofer era manejar con el debido cuidado. Tuvo conocimiento de su deber moral y se estaba esforzando por cumplirlo. Su intención era simplemente llegar a su destino. Y usó su libertad para tratar de evitar el accidente, pero lamentablemente, no había nada que hacer. Al examinar estos cuatro factores, se ve que el chofer no tiene nada de culpa moral por la muerte del hombre ebrio.

El segundo caso es de un chofer que está participando en una fiesta un domingo por la tarde. Al querer subir a su carro, sus amigos le advierten que por los tragos que ha tomado no sería conveniente que manejara porque podría causar un accidente. A pesar de esta advertencia, decide manejar su carro para llegar a su casa. En el camino sale un niño, corriendo detrás de una pelota. En circunstancias normales, el chofer hubiera podido parar su carro a tiempo. Pero por los efectos de los tragos, sus reflejos le fallan. Como resultado de este accidente, también muere una persona: un niño. En este caso el acto que hizo el chofer era manejar en estado etílico. Tuvo conocimiento de su deber moral y al decidir manejar su carro en estado etílico, no hizo caso a lo que debería hacer. su intención era llegar a su casa. Si bien es cierto que en el momento de subir a su carro no tenía pleno uso de su libertad (por estar bajo la influencia de los tragos), tuvo plena libertad en el momento tomar, sabiendo que tenía que manejar su carro para llegar a su casa. Debería de haber usado esta libertad para no tomar o para pedir de antemano a otra persona que le lleve a su casa después de la fiesta. Al examinar estos cuatro factores, se ve que la responsabilidad moral del chofer por la muerte del niño ciertamente existe; pero el grado de esta responsabilidad tendría que determinarse según el caso.

El tercer caso es de un chofer que odia a su vecino porque el perro de éste ladra mucho cada noche lo cual le quita sueño. En una noche oscura este chofer está manejando su carro. Ve a su vecino caminando con su perro por la vereda. Decide que va a ver un “accidente” de tránsito y sube a la vereda con su carro. Como resultado de este accidente, muere el vecino y el perro. En este caso el acto que hizo el chofer era manejar en forma irresponsable, al subir a la vereda, poniendo en peligro la vida de una persona. Tuvo pleno conocimiento de su deber moral y decidió actuar contra este deber. Su intención era matar a su vecino y el perro. Y actuó con pleno uso de su libertad. Al examinar estos cuatro factores se ve que en este accidente el chofer tiene máxima responsabilidad moral por la muerte del vecino.

En el mundo de los negocios es importante tener presente la distinción entre el resultado de un acto inmoral y la culpabilidad moral de la persona que hizo tal acto. Cualquier sanción debe aplicarse no sólo en función del resultado malo de este acto, sino teniendo presente la culpabilidad moral de la persona.

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Cada profesional tiene la obligación moral de seguir formando su conciencia para poder enfrentar con mayor sentido de justicia y moralidad los diferentes problemas que surgen en el ejercicio de su profesión. Esta formación continua es la base sobre la cual se puede construir para apoyar el proceso de moralización en el país.

CASO DE LA AGENCIA DE VIAJES “VUELO ALTO, S.A.”

La Srta. Ana. González trabaja como Alta Funcionaria en la Agencia de Viajes “VUELO ALTO, S.A.”. Esta Agencia atiende sobre todo a viajeros internacionales. Gracias a su facilidad para idiomas, Ana se encarga de arreglar los detalles de viajes para diplomáticos extranjeros que son clientes de la Agencia

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LA AMISTAD COMO UN VALOR EN EL MUNDO PROFESIONAL

Uno de los valores que se suele percibir en forma distorsionada en nuestra sociedad es la amistad. Es cierto que la amistad es un valor, algo que debe tener importancia en nuestras vidas. También es cierto que nuestros amigos nos ayudan a dar sentido a nuestras vidas al entregarse a nosotros y al exigir de nosotros una entrega personal. Sin embargo, también es cierto que no debemos hacer cualquier cosa por un amigo aún a costa de sacrificar nuestros principios morales.

Como bien se sabe, son muchas las veces que un profesional favorece en forma indebida a sus amigos en vez de defender los legítimos intereses de su empleador. En vez de conceder contratos al mejor postor, da el visto bueno a un amigo., Y en vez de contratar a una persona realmente competente para un determinado puesto, contrata al amigo o a una persona que ha sido "recomendada”. En muchos sitios, funciona el llamado “tarjetazo” para casi todo, sin respetar los principios morales. Todo eso está mal. Los profesionales que creen que tienen el deber sagrado de favorecer a sus amigos por encima de los principios morales, manifiestan una conciencia cegada por valores distorsionados en la sociedad frente al tema de la amistad.

No es fácil ayudar a los profesionales a superar este tipo de problema a nivel de su conciencia moral. Sin embargo, donde hay buena voluntad y el deseo de aprender, mucho se puede hacer. Las siguientes páginas pretenden ser un aporte para las personas que realmente desean comprender el verdadero papel de la amistad en el mundo profesional y los límites de sus obligaciones frente a sus amigos.

CARACTERÍSTICAS DE LA VERDADERA AMISTAD.

Cuando existe una verdadera amistad, los amigos comparten un conjunto de valores que son para ellos importantes para dar sentido a sus vidas. Tal como se ha indicado al tratar el tema de la objetividad moral y la formulación de principios morales, un valor es: “Un concepto que indica algún objeto apreciado como bueno, valioso, o deseable”. Los valores pueden compartiese tanto a nivel pre–reflexivo como a nivel reflexivo. Es decir, los amigos pueden compartir sus valores mediante sentimientos compartidos o también mediante ideas y principios claros.

Las personas que manifiestan una moralidad pre–reflexiva suelen expresar sus valores principalmente mediante sus sentimientos. Para tales personas, la amistad es sobre todo algo que se siente. Para que exista entre ellos una amistad, no es necesario saber si el amigo acepta o no sus principios morales. Lo importante es que su amigo sienta lo mismo frente a lo que ocurre en la vida. Una amistad con estas características es buena hasta donde llega. Sin embargo, adolece de una gran deficiencia: por ser pre–reflexiva, no suele exigir que los amigos examinen sus principios morales. Todo queda a nivel de sentimientos compartidos. Además, personas cuya moralidad es pre–reflexiva suelen aceptar en forma acrítica los valores morales de sus amigos. Cuanto más fuerte sea la amistad, más se nota esta tendencia.

Las personas que manifiestan una moralidad reflexiva suelen expresar sus valores principalmente mediante sus ideas y principios morales. Para estas personas, la amistad existe cuando las personas comparten las mismas ideas y los mismos principios morales. Los sentimientos son importantes; pero mucho más importantes son los principios morales porque para estas personas, estos principios son la expresión de los valores que los amigos comparten.

Cuando una persona comienza a sentir la necesidad de avanzar de una moralidad pre–reflexiva hacia una moralidad reflexiva, para poder así dar mejor sentido a su vida, muchas veces surgen roces entre el y sus amigos. Lo que produce estos roces es el hecho de que algunos de sus amigos no sientan este mismo deseo. Prefieren seguir basando su amistad en sentimientos compartidos. Pero este tipo de amistad ya no satisface a la persona que ha entrado en transición hacia una moralidad reflexiva. Lo que suele pasar en tales casos es que la persona que siente la necesidad de avanzar, necesariamente tendrá que dejar de lado a algunos de sus amigos. Si no se siente muy seguro de si mismo, le puede parecer un precio demasiado alto. Incluso, puede estancarse en su propio crecimiento como persona por no querer perder la amistad de personas que no desean avanzar.

Sin embargo, al avanzar hacia una moralidad más reflexiva, como la manera de dar sentido a su vida, una persona comienza a expresar sus valores mejor a nivel de ideas y principios morales. Cuando tiene la oportunidad de expresarse a este nivel, delante de otras personas, descubre nuevos amigos. Pero ahora, su amistad se basa en ideas y principios compartidos; no se queda a nivel de sentimientos. Cuando dos o más personas se dan cuenta que comparten ideas y principios, muchas veces surgen sentimientos de amistad. Pero estos sentimientos ya no son simplemente el resultado

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de valores compartidos en forma pre–reflexiva. Surgen más bien de la experiencia de compartir valores a nivel intelectual. Lo que fundamenta este tipo de amistad no son los sentimientos sino los principios compartidos. Si dos personas que han sido amigos descubren en forma reflexiva que ya no comparten los mismos principios, sus sentimientos de amistad suelen disminuirse o incluso pueden desaparecer.

Cualquier verdadera amistad implica un sentido de responsabilidad por el bienestar del amigo. El grado de responsabilidad depende de grado de amistad; pero en todo caso, tiene límites. En nuestro medio, la mayoría de las personas creen que esta responsabilidad va mucho más allá de lo que exige la moralidad objetiva. Por este motivo, fácilmente sacrifican sus principios morales frente a lo que sienten como una obligación sagrada de ayudar a sus amigos, sea como sea. Como es obvio, este riesgo es mucho mayor en personas cuyos valores morales se expresan sólo a nivel pre–reflexivo. Si no se logra que tales personas avancen hacia una moralidad basada en principios, no se puede superar esta visión distorsionada de la amistad. Es verdad que la amistad es un valor. Pero no es menos verdad que los principios morales de uno mismo no deben ser sacrificados en nombre de supuestas obligaciones con los amigos que en realidad no existen.

LA AMISTAD EN LA SELECCIÓN DE PERSONAL.

De lo dicho anteriormente, se podría llegar a una conclusión equivocada en el sentido de que la amistad nunca debería influir en la selección de personal. Para cualquier cargo, se debe escoger a una persona idónea que reúna las cualidades y las habilidades necesarias para desempeñarse bien en el puesto. No es moralmente aceptable dar a un amigo o a un recomendado un puesto para el cual no está preparado. En la selección de personal, cualquier profesional tiene la obligación moral de defender los legítimos intereses de su empresa o institución.

Cuando una empresa o una institución tiene un procedimiento claramente establecido, tal como puede ser un concurso abierto, la persona encargada de la selección de personal debe regirse por las normas establecidas. Cualquier excepción tendrá que ser autorizada por la autoridad competente que a su vez tiene la obligación moral de vigilar por los legítimos intereses de la empresa o institución.

Si se trata de buscar una persona para ocupar un cargo de confianza, es posible que la amistad juegue un papel en el proceso de selección. Si se supone que varios candidatos reúnen las cualidades y las habilidades necesarias para ocupar un cargo de confianza, y si se supone que sea más fácil integrar a un amigo al equipo y exigir que cumpla bien sus funciones, precisamente en nombre de la amistad, no hay inconveniente en dar algo de peso al factor “amistad”. Sin embargo, habrá que tener mucho cuidado al proceder así porque la experiencia indica que la mayoría de las veces es más difícil exigir cumplimiento de un amigo que de una persona que no goza de nuestra amistad. Lo importante es tomar la decisión que mejor favorezca los legítimos intereses de la empresa o la institución.

¿Que se puede decir acerca de la moralidad de contratar a familiares para cargos vacantes? En pequeñas empresas familiares, si un familiar realmente reúne las cualidades necesarias para desempeñar bien un determinado cargo, no hay inconveniente en dárselo. Sin embargo, si no puede atender a las necesidades de los clientes, no se le debe ofrecer el puesto por familiar que sea. Por lo general, con un poco de entrenamiento, se puede subsanar esta falta de idoneidad al tratarse de una pequeña empresa. Si se trata de una empresa o una institución grande, el asunto es mucho más En tales casos se aplican las mismas normas señaladas en el párrafo anterior. Pero la experiencia indica que por lo general, es muy difícil exigir buen cumplimiento a los familiares que están bajo las órdenes de uno mismo. Por este motivo, son muchas las empresas y las instituciones que tienen como política no contratar a parientes de sus empleados, por lo menos no para trabajar en la misma sección o bajo las órdenes de éstos. Esta política representa un juicio práctico acerca de un medio necesario o conveniente para defender un valor. Por lo tanto, no debe ser considerado como un principio moral.

LA AMISTAD Y CONTRATOS CON PROVEEDORES.

¿Un profesional debe contratar a sus amigos para proveer de bienes y servicios a la empresa cuyos intereses representa él?. La respuesta a esta pregunta es la misma que en el caso de contratar a sus amigos como empleados. Al conceder un contrato, su obligación moral es vigilar por los legítimos intereses de su empresa o institución. Puede ser que en nombre de la amistad le sea más fácil exigir el cumplimiento oportuno de un contrato. Pero también puede ser que su amigo intente aprovecharse de una amistad, mal entendida, para no cumplir. Lo importante es que se tome la decisión que mejor favorezca el cumplimiento del contrato en cada caso que se presente. Sin embargo, la experiencia

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indica que la mayoría de las veces es más difícil exigir cumplimiento a un amigo que a uno que no goce de nuestra amistad.

RESUMEN

Ciertamente, tanto en el mundo profesional como en el mundo privado de cada persona, la amistad es un valor. Sin embargo, es un valor que se suele percibir en forma distorsionada en nuestra sociedad. Este problema se da con mayor frecuencia en personas cuya moralidad es pre–reflexiva. Al pasar de una moralidad pre–reflexiva a una moralidad reflexiva, es probable que sea necesario prescindir de algunas amistades basadas en sentimientos compartidos; pero éstas serán reemplazadas por otras basadas más bien en ideas y principios morales compartidos. Para evitar abusos de la amistad en el mundo profesional, es necesario que las personas desarrollen su capacidad de dar prioridad a sus principios morales frente a sus sentimientos del deber para con sus amigos. Sólo así podrán percibir, con una conciencia moral bien formada, el valor de la verdadera amistad en el mundo profesional y las obligaciones y los derechos que corresponden a esta amistad.

PREGUNTAS PARA DISCUSIÓN:

1. ¿Qué es para ti la amistad?

2. ¿Qué buscan en un amigo?

3. ¿Qué están dispuestos a hacer por sus amigos?

4. ¿Que no están dispuestos a hacer por sus amigos?

5. ¿Cree Ud. que la amistad debe influir en el mundo del trabajo como profesional? Por favor, explique su respuesta.

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LA OBLIGACION MORAL DE COMUNICAR LA VERDAD

Con frecuencia los profesionales que trabajan en el mundo de los negocios se encuentran frente a situaciones en que, según ellos, se ven forzados a mentir a los demás. Los argumentos que usan para Justificar su modo de proceder Incluyen:

“Todo el mundo lo hace... ya es costumbre”.

“Mi jefe me ha dicho que debo decir eso”.

“Si no lo hago, pierdo el negocio, o peor aun, me botan del trabajo”.

“Sé que el otro me está mintiendo, así que le pago con la misma moneda”.

“Si le digo la verdad a la primera, no me va a creer”.

La mayoría de estos argumentos, y otros parecidos, son típicos de personas que adolecen de una conciencia laxa frente al tema de la comunicación de la verdad en la vida profesional. Sin embargo, a los profesionales no les falta algo de razón al querer justificar su modo de hablar. Si bien es cierto que cualquier profesional tiene la obligación moral de comunicar la verdad en forma oportuna a las personas que tienen el derecho de saberla, no es menos cierto que la comunicación de la verdad en el mundo de los negocios ocurre mediante un proceso bastante complejo que tiene sus propias reglas de juego. En este capítulo se examinan algunas de estas reglas. La pregunta que se intenta contestar es: ¿cómo suelen lograr comunicar la verdad los profesionales que trabajan en el mundo de los negocios en nuestro medio? Con el enfoque que se ofrece en este capítulo, que será complementado con la discusión de un caso en clase, se espera ayudar a los profesionales a darse cuenta de otras maneras en que ellos mismos pueden comunicar la verdad en su propio trabajo.

LA DISTINCIÓN ENTRE “DECIR” Y “COMUNICAR” LA VERDAD.

La obligación moral del profesional es “comunicar”, en forma oportuna, la verdad a las personas que tienen el derecho de saberla y están en condiciones de asimilarla. Si bien es cierto que a veces la mejor manera de cumplir con esta obligación es “decir”' literalmente lo que es cierto, hay situaciones en el mundo profesional en que una verdadera comunicación exige mucho más. La palabra “decir” hace referencia sólo a lo que uno mismo hace. En cambio, la palabra “comunicar” implica un proceso mediante el cual dos persona logran entenderse. En este proceso de comunicación los profesionales usan expresiones faciales, gestos, entonación y modismos conocidos por las dos partes para comunicar la verdad dentro del contexto en que están conversando.

A veces, la misma frase puede usarse en diferentes contextos para comunicar dos realidades contrarias. A modo de ejemplo, la frase “sí, si – como no” puede usarse tanto para comunicar una respuesta afirmativa como una respuesta negativa. Si una persona dice esta frase al contestar a su amigo cuando le pide un favor, es obvio que la respuesta es afirmativa. Hay coincidencia entre el sentido literal de las palabras y la verdad que se logra comunicar. En cambio, si un profesor, irritado por la presión de un alumno que le pide cambiar su nota sin ninguna razón válida, responde con esta misma frase y en tono molesto, el alumno entiende que su respuesta es negativa. El mensaje que el profesor comunica es contrario al sentido literal de las palabras, y tanto él como el alumno saben, por el contexto y el modo en que contesta el profesor, cuál es este mensaje: Un enfático ¡NO!

Cada profesional debe aprender cómo se logra comunicar la verdad en su propio trabajo. Sólo así podrá librarse de su dependencia exagerada del sentido literal de las palabras para comunicar la verdad con una conciencia tranquila, sin sentir la necesidad de justificarse mediante argumentos que no tienen validez y que son peligrosos como precedentes en otras áreas de su vida profesional.

Al decir que el profesional tienen la obligación moral de “comunicar” la verdad, se implica que ésta no puede esconderse detrás del sentido literal de las palabras cuando existe la obligación moral de comunicar la verdad a otras personas. En situaciones en que existe esta obligación, debe usar los medios que suelen usarse en su profesión para lograr una comunicación adecuada y oportuna.

LA UTILIZACIÓN DE MODISMOS PARA COMUNICAR LA VERDAD.

En el mundo de los negocios existen una serie de modismos que los profesionales pueden e incluso, en determinadas circunstancias, deben utilizar, para comunicar la verdad oportunamente a las personas que tienen el derecho de saberla. Por ejemplo, cuando una secretaria dice por teléfono que su jefe “no está”, por lo general cualquier persona sabe que la frase “no está” es un modismo que quiere decir que no le va a ser posible comunicarse en ese momento. Puede ser que el jefe esté muy

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ocupado, que no desea conversar con la persona, o que literalmente, no se encuentre presente. Al escuchar la frase “no está”, la persona que llama entiende muy bien el mensaje: no va a poder hablar con la persona a quien ha llamado en este momento y su secretaria le está invitando a dejar un recado que será comunicado oportunamente a su jefe. Pero qué ocurre si la persona que llama insiste, diciendo algo así como: “¿Pero de verdad no se encuentra, Señorita?” En este caso, pide información más específica: ya no se trata de un modismo. Si le secretaria contesta con la misma frase de antes, “no está”, ahora, sí, pretende engañar a la persona. Por este motivo, si bien es cierto que se puede justificar la utilización de la frase “no está” para comunicar en un primer momento que la persona no va a poder conversar con su jefe, sería mejor que responda de otra manera. Puede decir, por ejemplo, que su jefe se encuentra ocupado, que no le puede atender en ese momento, etc. Si la secretaria utiliza el modismo “no está” como manera normal de decir que no va a ser posible comunicarse con su jefe, es importante que comprenda que es una forma de comunicar la verdad y no una “mentira blanca”. De lo contrario corre el riesgo de deformar su conciencia moral, lo cual le puede llevar a cometer faltas más serias en el ejercicio de su profesión.

En la negociación de la compra y venta de cualquier bien o servicio existen una serie de modismos que suelen ser utilizados para comunicar la verdad referente al precio y las condiciones de compraventa. Por ejemplo, si dos personas están negociando la compra – venta de un terreno, saben que el precio “Inicial” no es el precio definitivo. Si una de las dos partes comete el error estratégico de dar como su primera oferta lo que en realidad es su precio definitivo, corre el riesgo de engañar a la otra parte, precisamente por “decir” la verdad. En este ejemplo se ve por qué es tan importante en el mundo de los negocios distinguir entre “decir” la verdad y “comunicar” la verdad oportunamente a las personas que tienen el derecho de saberla.

Se justifica la utilización de un Modismo para comunicarla verdad en el mundo profesional cuando se cumplen dos condiciones:

La intención de la persona que utiliza el modismo debe ser comunicar la verdad en forma oportuna a las personas que tienen el derecho de saberla.

Debe ser razonable suponer que tanto la persona que usa el modismo como la persona que le escucha saben qué quiere decir ese modismo en el contexto en que están conversando.

Estas dos condiciones excluyen la utilización de un modismo con la finalidad de engañar a la otra persona cuando dicha persona tiene el derecho de saber la verdad. Además, implican que pueden existir situaciones en las que no es suficiente “decir” la verdad para cumplir con el principio enunciado.

LA COMUNICACIÓN DE LA VERDAD A LO LARGO DE UN PROCESO DE NEGOCIACIÓN.

Muchas veces en el mundo profesional la comunicación de la verdad es algo que se realiza a lo largo de un proceso. Cuando una persona desea comprar algo, se ha hecho costumbre en nuestro medio “regatear” el precio. En los ambientes en que esta costumbre existe y tanto el comprador como el vendedor sabe de ella, el vendedor tienen el derecho moral de establecer un precio original que le dé la posibilidad de entrar en este proceso. Por ejemplo, el empleado en una tienda de artesanía puede darse un margen para negociar el precio de lo que vende, sobre todo al tratarse de clientes nacionales que saben cómo regatear. Pero para comunicarse con turistas del extranjero que no saben de esta costumbre, debe usar otro procedimiento para comunicar el verdadero precio. Por ejemplo, por iniciativa propia, puede decir al turista que el precio es tanto, pero tratándose de él, está dispuesto en venderlo con una rebaja del 10 %.

La negociación del contrato colectivo de trabajo es un caso especial en el cual se comunica la verdad a lo largo de todo un proceso conocido por las dos partes. Cada empresa y sindicato tienen su propia historia de relaciones laborales que condiciona la manera en que pueden cumplir mejor con este principio moral en un momento determinado. Además, influyen en este proceso el momento que se está viviendo en el país, la situación de la empresa y la situación política dentro del mismo sindicato. En una empresa con una historia tranquila de relaciones laborales, la primera oferta será más cerca a la definitiva que en una empresa que tiene una historia de relaciones laborales turbulentas. La razón es que se prevé que el proceso de negociar un nuevo contrato laboral será más larga y más dura en la segunda empresa. Por lo tanto, las dos partes tienen que darse mayor margen para negociar.

¿Qué ocurre si, sin querer, una de las dos partes no logra comunicar la verdad a la otra a lo largo de este proceso? Supongamos, por ejemplo, que la empresa haya sobre – estimado la fuerza del sindicato en una negociación. Además supongamos que se llegue a un momento en que el sindicato está dispuesto a aceptar un aumento menor de lo que por justicia la empresa debería conceder. Si la

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empresa quiere cumplir con su obligación moral de pagar un sueldo justo, tiene varias maneras de hacerlo. Al cerrar el trato, pueden conceder otros beneficios o el aumento que sería justo como signo de buena voluntad frente al sindicato. De esta manera cumplen con su obligación de pagar un sueldo justo, sin perder imagen frente al sindicato, a pesar del fallo que ha ocurrido en el proceso de la comunicación.

ABUSOS QUE SON FRECUENTES EN NUESTRO MEDIO.

Algunos abusos que se cometen con cierta frecuencia en nuestro medio, con referencia a la comunicación de la verdad son:

Esconderse detrás del sentido literal de las palabras cuando se sabe que la otra persona no va a entender las palabras en este sentido.

Supuestas rebajas que realmente no representan ningún ahorro para el

consumidor.

Tarjetas claves que afirman representar un ahorro cuando esto no es la

verdad.

Publicidad diseñada para engañar al público.

La falta de claridad en los términos de crédito al vender productos a plazos.

Cláusulas oscuras acerca de las garantías ofrecidas con la venta de

determinados productos.

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EL SECRETO PROFESIONAL

Al analizar varías deformaciones de la conciencia moral que se dan con frecuencia en nuestro medio, se habló entre otras de la conciencia cegada por valores morales distorsionados en la sociedad. La persona que adolece de esta deformación no percibe algún valor en algún área de su vida porque a este valor no se le da mayor Importancia en el medio en que vive.

Uno de los valores morales que los profesionales en las ciencias económicas y administrativas en nuestro medio no perciben con la debida fuerza y claridad es la obligación de respetar el secreto profesional, Son relativamente pocos los que se dan cuenta de la importancia de no compartir con otras personas, ni usar en provecho personal, información confidencial. Para la mayoría de estas personas, un secreto es algo que sólo cuentan a sus mejores amigos: y éstos, a su vez, sólo lo cuentan a sus propios amigos. En poco tiempo, la información llega a ser de dominio público en los círculos de personas que tengan interés en saber del asunto.

Una de las razones por las cuales se cometen con facilidad faltas contra el secreto profesional es que se percibe el valor de la amistad como algo tan importante que se supone que entre amigos no debe haber secretos. Según este supuesto, sería faltar a la amistad no contar a un amigo algo que le Podría interesar o ser de utilidad. Este supuesto está lejos de la verdad. Más bien, existe la obligación moral de no revelar, directa ni indirectamente, información confidencial a las personas que no tienen el derecho de saberla. Pero no se trata sólo de un principio moral. Los profesionales que no sepan guardar la necesaria reserva en su comunicación con los demás difícilmente llegarán a ocupar cargos de responsabilidad en sus respectivas empresas.

DEFINICIÓN DEL SECRETO PROFESIONAL

Por definición, un secreto profesional es información confidencial que ha sido comunicada a una persona para que la utilice en su trabajo. Al enterarse de un secreto profesional, cualquier persona tiene la obligación moral de usar esta información sólo por los fines para los cuales le haya sido comunicada. Falta a su deber como profesional si la revela a personas no autorizadas o si la usa en provecho personal.

¿EN QUE SE BASA LA OBLIGACIÓN MORAL DE GUARDAR LOS SECRETOS PROFESIONALES?

La información que es materia de un secreto profesional es en realidad una forma de propiedad privada. Estrategias de mercadeo, información sobre clientes e incluso ciertos tipos de información financiera son objetos de valor para una empresa. Igual que una fórmula para producir algún producto, son una forma de propiedad privada. Tal como se ha visto en otro capítulo, siempre se debe respetar los legítimos derechos de los dueños de cualquier forma de propiedad privada.

Por otra parte, el mismo bien común exige que se respeten los secretos profesionales. El bien común exige que las empresas, tanto privadas como públicas, alcancen sus legítimos objetivos al ofrecer bienes y servicios oportunamente a la sociedad. Pero si los profesionales que Integran estas empresas no pueden confiar en la capacidad de sus colegas de guardar los secretos profesionales, difícilmente pueden lograr que sus empresas cumplan con este fin. La experiencia enseña que cuando no hay un ambiente de absoluta confianza entre colegas, con referencia al secreto –profesional, difícilmente pueden lograrse los objetivos propuestos.

DOS CLASES DE SECRETOS PROFESIONALES

Por fines de análisis, se puede hablar de dos clases de secretos profesionales: secretos explícitos y secretos implícitos.

Un secreto profesional explícito existe cuando se le dice expresamente a una persona que tal o cual información es reservada y que por lo tanto, no debería de comunicarla a otras personas. De esta manera, no queda ninguna duda sobre la obligación de guardar el secreto. La persona que falta a un secreto profesional explícito suele saber lo que debería hacer; pero con argumentos típicos de una conciencia laxa, intenta justificarse al compartir lo que sabe con otras personas o usarla para sus propios fines. Estos argumentos incluyen:

“Pero la persona a quien revelé el secreto es de mi entera confianza. Estoy seguro que no dirá nada a nadie”.

“Claro que usé la información para ganarme alguito. Pero no hice daño a nadie”.

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De Aceptarse el primer argumento, la persona a quién el profesional reveló un secreto profesional podría justificarse usando el mismo argumento al contar a otras personas lo que sabe. De esta manera, se aumentaría rápidamente el número de personas que conocieran el secreto, haciendo de público la información que debería haber sido guardada en reserva. Y en cuanto al segundo si una persona gana “alguito”, siempre es a costa de los legítimos intereses de otras personas. Cuando ocurre un abuso de la información contenida en un secreto profesional, alguien (pero no necesariamente la empresa a que pertenece el secreto) siempre pierde injustamente.

Un secreto profesional implícito existe cuando una persona se entera de información confidencial en el ejercicio de su profesión que, por su naturaleza, no debería ser revelada a personas no autorizadas. No hace falta que le digan que esta información es un secreto profesional. Por su condición de profesional, debe saber que una de sus obligaciones implícitas es guardar este tipo de secretos. En teoría, no debería ser necesario decir a cada profesional todas las cosas que debería considerar como información confidencial Sin embargo, en un ambiente en que hay poca sensibilidad frente a la obligación moral de guardar los secretos profesionales, es conveniente hacer explícito lo que se supone que el profesional debería de saber implícitamente con referencia al secreto profesional.

DEBERES MORALES RELACIONADOS CON EL SECRETO PROFESIONAL

El primer deber relacionado con el secreto profesional es la obligación de guardar silencio frente a las personas que no están autorizadas a recibir la información. Salvo por situaciones en que se va a producir un grave daño al bien común, de lo cual se hablará un poco mas adelante, siempre se debe respetar esta obligación de guardar silencio.

Tal como se ha indicado, la persona que sabe el contenido de un secreto profesional debe utilizar esta información sólo por los fines por los cuales le haya sido confiado. Este es, entonces, el segundo deber moral relacionado con el secreto profesional. Por ejemplo, si una persona es miembro de una comisión gubernamental que controla el precio de bienes de primera necesidad y, en virtud de su cargo, sabe la fecha en que se va a autorizar un aumento de precios, no tiene el derecho moral de aprovecharse de esta información confidencial para comprar estos bienes con fines de ahorrar dinero o con la intención de revenderlos al nuevo precio. El que pierde injustamente en este tipo de negocio es la persona a la que vende los productos, sin saber del nuevo aumento a realizarse próximamente.

El tercer deber de un profesional, con relación al secreto profesional, es evitar situaciones en que, sin darse cuenta, podría revelar información confidencial, traicionado por su comunicación no–verbal. A veces las reacción espontánea de una persona cuando se le formula una pregunta comunica mucho más que sus palabras al contestarla. Cada profesional debe desarrollar sus propias tácticas para no revelar, ni siquiera mediante un cambio significativo de expresión, los secretos profesionales que le hayan sido confiados.

La cuarta obligación que tiene un profesional, con referencia al secreto profesional, es restituir por los daños ocasionados con su falta de discreción. Tal como se ha notado anteriormente, información confidencial es una forma de propiedad privada. Si una persona quita injustamente a otra su propiedad, tiene la obligación moral de restituir por el daño que ha ocasionado. Lo mismo puede decirse en el caso del secreto profesional: dentro de lo posible, existe la obligación de restituir por los daños ocasionados por la indiscreción.

EL SECRETO PROFESIONAL: UN PUNTO CLAVE EN EL CÓDIGO DE ÉTICA PROFESIONAL APROBADO POR EL IX CONGRESO NACIONAL DE CONTADORES PÚBLICOS DEL PERÚ.

En el Código de Etica Profesional aprobado por el IX Congreso Nacional de Contadores Públicos del Perú, se reconoce en tres artículos la obligación de guardar el secreto profesional:

Art. 12 El Contador Público tiene obligación de guardar el secreto profesional y de no revelar por ningún motivo los hechos, datos o circunstancias de los que tenga conocimiento en el ejercicio de su profesión; excepto por las informaciones que obligan las disposiciones legales.

Art. 13 Ningún Contador Público podrá beneficiarse haciendo uso de la información que obtenga en el ejercicio de la profesión, ni podrá tampoco comunicar dicha información a otras personas con Intenciones que aprovechen en igual sentido.

Art. 14 El Contador Público podrá consultar o cambiar impresiones con otros colegas en cuestiones de criterio o de doctrina, pero nunca deberá proporcionar datos que identifiquen a las

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personas o negocios de que se trate, a menos que sea con consentimiento de los interesados.

En estos artículos se ve un reflejo de algunos de los deberes morales mencionados en el acápite anterior. Sobre todo, se ve que los contadores públicos reconocen que sería faltar a la ética “beneficiarse haciendo uso de la información que obtenga en el ejercicio de la profesión”; y que también reconocen que sería una falta “comunicar dicha información a otras personas con intenciones que aprovechen en igual sentido”.

CIRCUNSTANCIAS EN LAS QUE ES MORALMENTE ACEPTABLE REVELAR EL CONTENIDO DE UN SECRETO PROFESIONAL

Existen algunas circunstancias en las que es moralmente aceptable que un profesional revele un secreto profesional. Si la persona que tiene el derecho de exigir que se guarde un determinado secreto dice que esta información puede ser revelada a determinadas personas, o al público en general, se puede actuar conforme con este permiso. o, si de alguna forma un secreto llega a ser de dominio público, deja de ser un secreto y por lo tanto un profesional podría hablar de ello. Sin embargo, no es aconsejable que lo haga porque los que le escuchan pueden pensar que el haya sido la persona indiscreta que diera a conocer el secreto.

Cuando existe un serio peligro para el bien común si se respeta un secreto profesional, el contenido de este secreto debe ser revelado, en forma discreta, a una persona que tenga la autoridad de evitar que se produzca este daño. Por ejemplo, si un químico descubre que la fórmula de una medicina que su empresa produce puede causar cáncer en los pacientes, debe hacer todo lo posible.

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PRINCIPIOS MORALES Y PROPIEDAD PRIVADA

En nuestra sociedad actual, existen tres grandes corrientes ideológicas que han hecho sentir su presencia en la discusión de los derechos inherentes a la propiedad privada. Estas tres corrientes son: El pensamiento liberal clásico; el pensamiento marxista; y el pensamiento social de la Iglesia Católica. Un análisis completo de estas tres grandes líneas de pensamiento desborda los límites de este capítulo. Sin embargo, a continuación se hará una presentación de algunas de sus afirmaciones principales con referencia a la propiedad privada de los medios de producción, con la finalidad de ayudar a los lectores a formar su propia conciencia moral con respeto a un tema que es de mucha importancia en el momento actual.

ALGUNOS PLANTEAMIENTOS GENERALES DEL PENSAMIENTO LIBERAL CLÁSICO SOBRE LA PROPIEDAD PRIVADA

Cualquier pensamiento social que reflexione en torno a los derechos inherentes a la propiedad privada parte de una respuesta a la pregunta: “¿Qué es el hombre?”. Según el pensamiento liberal, en su forma más clásica, el hombre es sobre todo un individuo que debe realizarse a través del libre ejercicio de sus derechos en la sociedad. Para poder realizarse como la persona individual que es, debe tener como propiedad privada lo que necesita en su vida diaria: vivienda, ropa comida, etc. Pero también tiene el derecho de ser propietario de propiedad privada productiva que puede tener diversas formas: una fábrica, una empresa comercial, o una hacienda. Según este pensamiento, una persona que es dueño de cualquier forma de propiedad privada tiene tres derechos: usarla como mejor le parezca, siempre y cuando no interfiera con los legítimos derechos de los demás; gozar de lo que esta propiedad produce; y destruirla o pasarla a otras personas según mejor le convenga.

Si bien es cierto que hay diferentes tendencias dentro del pensamiento liberal actual, el liberalismo clásico, que es su fuente común, considera que el derecho a la propiedad privada es un derecho “absoluto y sagrado”. El respeto de la propiedad privada es la piedra angular de la convivencia en sociedad y como tal, tiene más importancia que la gran mayoría de los otros derechos. El Estado no debe interferir con el libre ejercicio del derecho a la propiedad privada. Uno de sus papeles principales es garantizar que se respeten estos derechos. Se supone que la sociedad ofrece a cualquier persona la posibilidad de ahorrar y usar sus ahorros para convertirse en propietario si así lo desea. Si una persona no tiene propiedad privada, será porque él, o sus antepasados, no supieron ahorrar o no quisieron convertirse en propietarios.

Con el correr de los años el pensamiento liberal clásico ha perdido algo de su vigor. Sin embargo, en la actualidad se escuchan con frecuencia algunas ideas liberales muy marcadas frente al tema de la propiedad privada de los medios de producción. Se ve un reflejo de estas actitudes en afirmaciones tales como:

“Los obreros no tienen ningún derecho a participar en las utilidades de mi empresa. A cambio de su trabajo les doy un salario. Cumplo con pagar lo que exige le ley. Las utilidades corresponden exclusivamente a los dueños de la empresa”.

“¿Reforma agraria? Eso sí es inmoral. Además, es comunista. El Estado no tiene ningún derecho a tocar la propiedad privada de los ciudadanos”.

“Si me conviene enviar mis utilidades a una cuenta bancaria en Miami, puedo hacerlo. Es asunto mío. El Estado no tiene ningún derecho de controlar la salida de mí dinero del país”.

“¡Es el colmo! La Municipalidad quiere expropiar mi casa para poder ampliar la vía expresa. Esta casa es mía y ellos no tienen ningún derecho de quitármela, aun pagándome un precio justo. La casa es mía. Sí la quiero vender, la vendo. Si no, que me dejen en paz”.

ALGUNOS PLANTEAMIENTOS GENERALES DEL PENSAMIENTO MARXISTA SOBRE LA PROPIEDAD PRIVADA

Al hablar del pensamiento Marxista acerca del tema de la propiedad privada, es importante tener presente que no todos los que se consideran marxistas aceptan en su totalidad la teoría de propiedad propuesta por Carlos MARX. Contrario a lo que muchos creen, incluso algunos que se llaman marxistas, Carlos MARX no rechaza totalmente el concepto de propiedad privada. Para él, el hombre es sobre todo miembro de una sociedad dentro de la cual nace y se desarrolla para lograr su felicidad. Para que el hombre pueda ser feliz, según MARX es necesario construir una sociedad en la cual todos sean realmente iguales. La propiedad debe distribuirse de tal forma que se apoye la creación de una sociedad en que todos sean realmente iguales. El régimen de propiedad vigente

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debe favorecer la creación de este tipo de sociedad; no debe ser un obstáculo para la verdadera igualdad entre todos los hombres.

En su análisis, MARX distingue entre dos formas de propiedad privada: “propiedad privada general” y “propiedad burguesa”. Usa el término “propiedad privada general” para referirse a los bienes de consumo que el hombre necesita para vivir. Estos bienes incluyen vivienda, comida, ropa, etc. Según MARX, el hombre debe poseer estas cosas como suyas. Es decir, todos los hombres tienen el derecho de poseer la “propiedad privada general” que necesitan para poder vivir una vida digna. Pero lo que MARX no acepta es la “propiedad burguesa” que es el término que él usa para referirse a los medios de producción. Estos medios de producción incluyen: tierras y lo que la tierra produce, fábricas y empresas en general. La razón por la cual MARX rechaza la idea de que los bienes productivos puedan estar en manos de personas particulares es la conclusión a que llega en su análisis de los efectos negativos de la revolución industrial en la gran mayoría de los ciudadanos. MARX concluye que la historia enseña que cuando se dejan los medios de producción en manos de personas particulares, éstas siempre actúan en forma egoísta, explotan la miseria de las grandes mayorías, y se aprovechan de lo que él llama la “plusvalía”; o sea, las utilidades que el dueño se lleva sin haber tenido que trabajar y gracias a haber pagado salarios miserables a sus obreros. Para asegurar que todos reciban lo que les corresponde por justicia, no queda otra alternativa, por lo menos a corto plazo, que encargar al Estado el manejo de los bienes de producción (la “propiedad burguesa”) a favor de todos los ciudadanos.

Si bien es cierto que en el momento actual el marxismo es cuestionado seriamente en diferentes partes del mundo, sigue influyendo en el pensamiento social de muchas personas. Algunos comentarios que manifiestan su presencia son:

“¿Utilidades? ¡A quién se le ocurre! Si los ricos quieren llevarse algo de dinero, ¡Que trabajen para ganárselo!”

“Los burgueses tienen la culpa de todo. Si no fuera por ellos, todos podremos vivir mejor”.

“La única solución a la crisis económica que vivimos es la lucha de clases. ¡Las grandes mayorías en el país tienen que enfrentarse con sus explotadores! ¡Viva la lucha de clases!”

LA NATURALEZA DE LA ENSEÑANZA DE LA IGLESIA CATÓLICA ACERCA DE LA PROPIEDAD PRIVADA

A lo largo de los últimos cien años, la Iglesia Católica ha desarrollado su doctrina social como una crítica constructiva de estas dos grandes líneas de pensamiento social, a la luz de valores evangélicos. A partir de la encíclica “Rerum Novarum” del Papa León Xlll en 1891, los Papas han ido desarrollando un mensaje social que no pretende ser un tercer camino socio–económico, sino un aporte al proceso de la integración de valores y principios morales cristianos en el pensamiento social de nuestros tiempos. Pero antes de examinar algo del contenido de esta doctrina o enseñanza social, conviene tener presente su naturaleza. De lo contrario, se corre el riesgo de interpretar los documentos mediante los cuales se expresa la doctrina social de la Iglesia fuera de contexto, distorsionando así su verdadero mensaje.

En primer lugar, en su doctrina social la Iglesia Católica enuncia principios morales que siempre deben ser respetados. Estos principios nunca pierden su vigencia. Cuando el Papa León Xlll afirma en "Rerum Novarum' (1891) que el hombre tiene el derecho de poseer propiedad de uso personal y propiedad productiva, enuncia un principio que siempre será válido. Lo mismo puede decirse cuando afirma que la propiedad privada tiene inherente una función social. Esta afirmación también es un principio que siempre debe ser respetado en cualquier régimen de propiedad y en cualquier sociedad. Pero al enunciar estos principios, el Papa no opta necesariamente a favor de ningún sistema socio–político. Simplemente enuncia dos principios que cualquier sistema socio–político debe respetar al establecer su régimen de propiedad.

En segundo lugar, para orientar mejor a los fieles, los Papas expresan en sus documentos sociales algunos juicios prácticos acerca de lo que es o no conveniente en determinados momentos de la historia para hacer respetar estos principios. En algunos momentos critican con dureza algunos elementos del pensamiento Marxista; y en otros, critican con la misma fuerza y vigor algunos elementos del pensamiento liberal clásico. Para comprender la llamada doctrina social de la Iglesia, es necesario distinguir claramente entre los principios morales enunciados y ¡os juicios prácticos formulados dentro de un determinado contexto. Los principios no cambian ni cambiarán. Pero los juicios prácticos necesariamente tienen que cambiar según los tiempos. En un momento determinado

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de la historia, puede ser que el peligro más grande para el hombre sea algún elemento del pensamiento Marxista. En otro momento, puede ser algún elemento del pensamiento liberal.

Esta distinción entre principios y juicios prácticos es de suma importancia para una correcta lectura de la doctrina social de la Iglesia Católica Cuando personas de diferentes tendencias políticas desean manipular la doctrina social de la Iglesia, para llevar el agua a su propio molino, lo que suelen hacer es citar algún juicio práctico fuera de su contexto. Pretenden convertir este juicio, que favorece su posición, en un principio universal de la doctrina social de la Iglesia. Lamentablemente, este abuso es tan frecuente en nuestro medio que es prudente no aceptar a primera vista lo que los medios de ,comunicación social dicen que la Iglesia, el Papa, o los Obispos hayan dicho acerca de tal o cual tema de actualidad. Al tratarse de una noticia presentada por escrito, es conveniente leer más allá de los titulares de los artículos en que se pretende comunicar esta doctrina porque se dan casos en que el titular no concuerda con el contenido del artículo.

La tercera característica de la doctrina social de la Iglesia es que suele ser expresada a nivel de la Iglesia universal mediante constituciones pastorales y encíclicas. A nivel de aplicaciones para cada país, suele ser expresada por las diversas conferencias episcopales que hacen sus aportes mediante cartas pastorales en que ofrecen orientación a sus fieles frente a momentos difíciles que están viviendo. Estas cartas pastorales suelen hacer referencia a la doctrina social elaborada por los Papas. A base de esta doctrina más universal, los obispos formulan juicios prácticos acerca de cómo se podría aplicar los principios en el momento actual. Cada obispo también puede escribir cartas pastorales a los fieles de su diócesis, con el fin de ofrecerles mayor orientación frente a determinados temas de actualidad.

ALGUNOS ELEMENTOS IMPORTANTES DE LA ENSEÑANZA DE LA IGLESIA CATÓLICA REFERENTE AL EJERCICIO DEL DERECHO A LA PROPIEDAD PRIVADA

Una presentación completa de la enseñanza de la Iglesia Católica sobre la propiedad privada precisa de un comentario muy amplio que desborda los límites de estos apuntes. Lo que se ofrece a continuación son algunos elementos de esta enseñanza que tienen especial relevancia en el momento actual. Las personas que desean profundizar en este tema pueden consultar la bibliografía que se presenta al final de este capítulo.

RECONOCIMIENTO DEL DERECHO A LA PROPIEDAD PRIVADA

Según la doctrina social de la Iglesia, “el derecho a la propiedad privada de los bienes, aún de los productivos, tiene valor permanente...”. La propiedad privada es un medio que “debe asegurar los derechos que la Libertad concede a la persona humana y, al mismo tiempo, prestar su necesaria colaboración para restablecer el recto orden de la sociedad.” Estas afirmación cuestionan la posición de MARX en el sentido de que la propiedad de los medios de producción no debería estar en manos de personas particulares. Sin embargo., no deben ser manipuladas para defender una posición liberal extrema en el sentido de que el derecho a la propiedad privada sea un derecho absoluto.

LA FUNCIÓN SOCIAL INHERENTE A LA PROPIEDAD PRIVADA

Es cierto que en su doctrina social La Iglesia siempre ha apoyado el derecho a la propiedad privada de los medios de producción. Pero también es cierto que desde los comienzos ha insistido en la función social que le es inherente a la propiedad privada. En su encíclica “Rerum Novarum” (1891) el Papa León XIII afirma lo siguiente:

“Sobre el uso de las riquezas hay una doctrina excelente y de gran importancia, que, si bien fue iniciada por la filosofía, la Iglesia la ha enseñado también perfeccionada por completo y ha hecho que no se quede en puro conocimiento, sino que informe de hecho las costumbres. El fundamento de dicha doctrina consiste en distinguir entre la recta posesión del dinero y el recto uso del mismo. Poseer bienes en privado, según henos dicho poco antes, es derecho natural del hombre; y usar de este derecho sobre todo en la sociedad de '.a vida, no sólo es lícito, sino incluso necesario en absoluto. Es licito que el hombre posea cosas propias. Y es necesario también para la vida humana. Y si se pregunta cuál es necesario que sea el uso de los bienes, la Iglesia responderá sin vacilación alguna: En cuanto a esto, el hombre no debe considerar las cosas externas como propias, sino como comunes, es decir, de modo que las comparta fácilmente con otros en sus necesidades.”

En su encíclica “Mater et Magistra” (1 961) el Papa Juan XXIII afirma con aún mayor claridad que a la propiedad privada le es inherente una función social:

“Pero nuestros predecesores han enseñado también de modo constante el principio de que al derecho de propiedad privada le es intrínsecamente inherente una función social. En realidad, dentro del plan de Dios Creador, todos los bienes de la tierra están destinados, en primer lugar, al decoroso sustento de todos los hombres, como sabiamente enseña nuestro predecesor, de feliz memoria, León XIII en la Encíclica Rerum Novarum:...."

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“Aunque en nuestro tiempo, tanto el Estado como las instituciones públicas han extendido y siguen extendiendo el campo de su intervención, no se debe concluir en modo alguno que ha desaparecido, como algunos erróneamente opinan, la función social de la propiedad privada, ya que esta función toma su fuerza del propio derecho de propiedad.”

Al reconocer que a la propiedad privada le es inherente una función social, la doctrina social de la Iglesia rechaza la posición liberal extrema que intenta hacer de este derecho un derecho casi absoluto, afirmando en efecto que cada persona puede hacer lo que mejor le convenga con su propiedad. El Papa Juan Pablo II enseña que el mismo derecho a la propiedad privada de los medios de producción es legítimo sólo cuando se respeta la función social inherente en esta forma de propiedad:

“La propiedad de los medios de producción, tanto en el campo industrial como agrícola, es justa y legítima cuando se emplea para un trabajo útil, pero resulta ilegítima cuando no es valorada o sirve para impedir el trabajo de los demás y obtener unas ganancias que no son fruto de la expansión global del trabajo y de la riqueza social, sino más bien de su compresión, de la explotación ¡lícita, de la especulación y de la ruptura de la solidaridad en el mundo laboral. Este tipo de propiedad no tiene ninguna justificación y constituye un abuso ante Dios y los hombres.”

“La obligación de ganar el pan con el sudor de la propia frente supone, al mismo tiempo, un derecho. Una sociedad en la que este derecho se niegue sistemáticamente y las medidas de política económica no permitan a los trabajadores alcanzar niveles satisfactorios de ocupación, no puede conseguir su legitimación ética ni la justa paz social. Así como la persona se realiza plenamente en la libre donación de sí misma, así también la propiedad se justifica moralmente cuando crea, en los debidos modos y circunstancias, oportunidades de trabajo y crecimiento humano para todos."

CRITERIOS PARA INVERSIONES.

El hecho de que por principio le es inherente a la propiedad privada una función social tiene algunas consecuencias de mucha importancia para el momento actual. Por ejemplo, al decidir si se va a realizar una inversión, o en qué se va a invertir un capital, no sería moralmente aceptable utilizar como criterio único buscar la

máxima tasa de retorno posible sobre el capital invertido. Según enseña el Concilio Vaticano II:

“Las inversiones deben orientarse a asegurar posibilidades de trabajo y beneficios suficientes a la población presente y futura. Los responsables de las inversiones y de la organización de la vida económica, tanto los particulares como los grupos o las autoridades públicas, deben tener muy presentes estos fines y reconocer su grave obligación de vigilar, por una parte, a fin de que se provea de lo necesario para una vida decente tanto a los individuos como a toda la comunidad, y, por otra parte, de prever el futuro y establecer un justo equilibrio entre las necesidades actuales del consumo individual y colectivo y las exigencias de inversión para la generación futura. Ténganse, además, siempre presientes las urgentes necesidades de las naciones o de las regiones menos desarrolladas económicamente.”

De cumplirse a nivel macro–económico los supuestos del modelo de competencia perfecta, lo que más hiciera falta en la sociedad sería lo más rentable. Sin embargo, estos son estos no suelen cumplirse en la economía de mercado que vivimos en la actualidad. Esto quiere decir que puedan presentarse situaciones en que, en función de la necesidad de satisfacer algunas necesidades del bien común en el país, exista la obligación moral de invertir en algo que produzca para satisfacer estas necesidades a pesar de que esta inversión tenga una tasa de retorno menor de la que se podría conseguir al invertir en otros proyectos.

Si bien es cierto que a veces hay razones de peso que justifiquen la fuga de divisar del país, según el Papa Pablo VI:

“Desde luego, no se podría admitir que ciudadanos provistos de rentas abundantes, provenientes de los recursos y de la actividad nacional, las transfiriesen en parte considerable al extranjero por puro provecho personal, sin preocuparse del daño evidente que con ello infligirían a la propia patria.”

Lo que el Papa afirma referente a este punto no quiere decir que exista la obligación moral de invertir en un país cuando la tasa real de retorno es en realidad negativa. En tales circunstancias se disminuye el capital, lo cual no contribuye a solucionar las necesidades del bien común. Tanto los ciudadanos particulares como los representantes del gobierno deben esforzarse por crear las condiciones necesarias para que las inversiones que hagan falta para satisfacer las necesidades básicas de la población sean rentables.

TODAS LAS PERSONAS DEBEN TENER ACCESO AL DERECHO A LA PROPIEDAD PRIVADA.

Según la doctrina social de la Iglesia, todas las personas deben tener acceso al derecho a la propiedad privada:

"No basta, sin embargo, afirmar que el hombre tiene un derecho natural a la propiedad privada de los bienes, incluidos los de producción, si, al mismo tiempo, no se procura, con toda energía, que se extienda a todas las clases sociales el ejercicio de este derecho."

"Dios ha destinado la tierra y cuanto ella contiene para uso de todos los hombres y pueblos. En consecuencia, los bienes creados deben llegar a todos en forma equitativa bajo la égida de la justicia y con la compañía de la caridad.

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Sean las que sean las formas de la propiedad, adaptadas a las instituciones legítimas de los pueblos según las circunstancias diversas y variases, jamás debe perderse de vista esté destino universal de los bienes. Por tanto, el hombre, al usarlos, no debe tener las cosas exteriores que legítimamente posee como exclusivamente suyas, sino también como comunes, en el sentido de que no le aprovechen a él solamente, sino también a los demás. Por lo demás, el derecho a poseer una parte de bienes suficiente para sí mismos y para sus familias es un derecho que a todos correspondo. Es éste el sentir de los Padres y de los doctores de la Iglesia, quienes enseñaron que los hombres están obligados a ayudar a los pobres, y por cierto no sólo con los bienes superfluos. Quien se halla en situación de necesidad extrema tiene derecho a tomar de la riqueza ajena lo necesario para sí. Habiendo como hay tantos oprimidos actualmente por el hambre en el mundo, el sacro Concilio urge a todos, particulares y autoridades, a que, acordándose de aquella frase de los Padres: Alimenta al que muere de hambre, porque, si no lo alimentas, lo matas, según las propias posibilidades, comuniquen y ofrezcan realmente sus bienes, ayudando en primer lugar a los pobres, tanto individuos como pueblos, a que puedan ayudarse y desarrollarse por si mismos."

Lo afirmado por el Papa Juan XXIII y por el Concilio Vaticano II se refiere a principios moral. Pero ni el Papa ni el Concilio recomienda algún régimen específico de propiedad privada ni una manera determinada a través de la cual las personas deben necesariamente tener acceso a ella. Los juicios prácticos acerca de la mejor manera de garantizar este derecho para todos los miembros de cualquier sociedad son de competencia de los expertos en las ciencias económicas y sociales, pudiendo existir diferencias de opinión muy marcadas entre expertos que aceptan la doctrina social de la Iglesia. Conviene recordar aquí lo que se ha dicho en los capítulos anteriores referente a la distinción entre los principios morales y los juicios prácticos acerca de los medios necesarios y/o convenientes para defender o garantizar un determinado principio.

TAMBIÉN EL ESTADO PUEDE POSEER BIENES CUANDO ESO SEA NECESARIO PARA ATENDER LAS NECESIDADES DEL BIEN COMÚN.

Por principio, según la doctrina social de la Iglesia también el Estado puede poseer bienes cuando eso sea necesario para atender las necesidades del bien común:

"Lo que hasta aquí hemos expuesto no excluye, como es obvio, que también el Estado y las demás instituciones públicas posean legítimamente bienes de producción, de modo especial cuando éstos llevan consigo tal poder económico, que no es posible dejarlo en manos de personas privadas sin peligro del bien común."

En su enseñanza social la Iglesia apoya el uso de la propiedad para satisfacer las necesidades de toda la sociedad. Cuando no es posible satisfacer en forma adecuada alguna de estas necesidades, se prevé que el Estado puede ser dueño de los medios necesarios para satisfacer tales necesidades. Sin embargo, lo afirmado aquí a nivel de un principio moral, no quiere decir que el Estado debe tener prioridad frente al sector privado porque como también dice el Papa Juan XXIII:

"Nuestra época registra una progresiva ampliación de la propiedad del Estado y de las demás instituciones públicas. La causa de esta ampliación hay que buscarla en que el bien común exige hoy de la autoridad pública el cumplimiento de una serio creciente de funciones. Sin embargo, también en esta materia ha de observarse íntegramente el principio de la función subsidiaria, ya antes mencionado, según el cual la ampliación de la propiedad del Estado y de las demás instituciones públicas sólo es lícita cuando la exige una manifiesta y objetiva necesidad del bien común, y se excluye el peligro de que la propiedad privada se reduzca en exceso, o, lo que sería aún peor, se la suprima completamente.”

Una vez más, a la hora de aplicar un principio moral a una realidad específica, es necesario distinguir entre principios y juicios prácticos acerca de le eficacia de determinados medios como la mejor forma de hacer respetar estos principios. Además, si se ve que sería mejor que el Estado sea dueño de determinados medios de producción:

“... las empresas económicas del Estado o de las instituciones públicas deben ser confiadas a aquellos ciudadanos que sobresalgan por su competencia técnica y su probada honradez y que cumplan con suma fidelidad sus deberes con el país. Más aún, la labor de estos hombres debe quedar sometida a un cuidadoso y asiduo control, a fin de evitar que, en el seno de la administración del propio Estado, el poder económico quede en manos de unos pocos, lo cual sería totalmente contrario al bien supremo de la nación.”

Como cualquier persona puede observar, las condiciones actuales en el sector público de la economía está lejos de este ideal propuesto por el Papa Juan XXIII. Sin embargo, no se debe descartar lo que el Papa propone como algo no realista. Conviene recordar lo que se ha dicho en un capítulo anterior acerca del papel de los ideales en nuestra vida. Un ideal no es una descripción de la situación actual que, vivimos; tampoco es una meta alcanzable a corto plazo. Más bien es una visión de perfección que nos sirve de inspiración, nos llama a seguir adelante y nos señala la dirección hacia dónde deberíamos avanzar en nuestro esfuerzo por integrar valores morales cristianos en la toma de decisiones en el mundo profesional.

LA EXAGERADA CONCENTRACIÓN DE LA RIQUEZA EN MANOS DE POCOS ATENTA CONTRA EL BIEN COMÚN.

En su doctrina social la Iglesia reconoce que la exagerada concentración de la riqueza en mano pocos atenta contra el bien común:

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"Ahora bien, no toda distribución de bienes y riquezas entre los hombres es idónea para conseguir, o en absoluto o con la perfección requerida, el fin establecido por Dios. Es necesario, por ello, que las riquezas, que se van aumentando constantemente merced al desarrollo económico–social, se distribuyan entre cada una de las personas y clases de hombres, de modo que quede a salvo esa común utilidad de todos, tan alabada por León XIII, o, con otras palabras, que se conserve inmune el bien común de toda la sociedad."

Según esta enseñanza, por lo menos en principio, se puede justificar el que los trabajadores participen en las utilidades de una empresa. Además, se acepta como moralmente bueno la estructuración de un sistema tributario de tal forma que los que más ingresos perciben paguen un mayor porcentaje de ingresos por concepto de impuestos.

PUEDEN EXISTIR SITUACIONES EN QUE SE JUSTIFICA LA EXPROPIACIÓN DE LA PROPIEDAD PRIVADA POR PARTE DE LA AUTORIDAD COMPETENTE

En su doctrina social la Iglesia prevé que en determinadas circunstancias la propiedad privada puedo ser expropiada por la autoridad competente, lo cual supone que se pague a sus dueños un precio justo:

“El derecho a la propiedad privada no es incompatible con las diversas formas de propiedad pública existentes. La afectación de bienes a la propiedad pública sólo puede ser hecha por la autoridad competente de acuerdo con las exigencias del bien común y dentro de los límites de este último, supuesta la compensación adecuada. A la autoridad pública toca, además impedir que se abuse de la propiedad privada en contra del bien común.... Siempre que el bien común exija una expropiación, debe valorarse la indemnización según equidad, teniendo en cuenta todo el conjunto de las circunstancias.”

En base a lo que se afirma aquí, se puede justificar por principio una reforma agraria, o la expropiación de una casa para construir un autopista. Pero siempre debe haber una justa compensación a favor de las personas cuya propiedad privada se va a expropiar en función del bien común.

LA OBLIGACIÓN MORAL DE RESTITUIR POR DAÑOS HECHOS A TERCEROS

Si un ladrón roba el reloj de pulsera a una persona en la calle y la policía lo captura, todos reconocen que el ladrón tiene la obligación de devolver el reloj a su dueño. Cuando se trata de un fraude millonario también existe la obligación de devolver !o que se ha robado. En el caso de que el autor del robo haya fallecido o no es habido por la policía, se puede embargar su propiedad para poder hacer la debida restitución. Es decir, la obligación de restituir lo robado no desaparece si desaparece la persona que cometió un robo. El hecho de que haya puesto el dinero robado a nombre de otras personas o lo haya invertido en una casa para su familia no cambia la situación: lo que ha sido robado debe ser devuelto a sus legítimos dueños.

BIBLIOGRAFÍA PARA PROFUNDIZAR EL CONOCIMIENTO DE LA ENSEÑANZA DE LA IGLESIA CATÓLICA ACERCA DE LA PROPIEDAD PRIVADA.

Las personas que desean ampliar y profundizar su conocimiento de la enseñanza de la Iglesia Católica acerca de la propiedad privada pueden consultar las siguientes fuentes. Esta pequeña bibliografía está presentada en orden cronológico.

LA BIBLIA: El libro de Génesis: 2,28–30.

LEON Xlll.'Rerum Novarum'– 1891. (Cf. sobre todo: NI. 1–22.).

PIO XII. 'Quadragesimo Anno' – 1931. (Cf. sobre todo: NI. 41–52, 88–90.).

JUAN XXIII: Carta Encíclica Mater et Magistra – 1961. (Cf. sobre todo: Nos. 104–121.).

JUAN XXIII. Carta Encíclica Pacem In Terris' 1963. (Cf. sobre todo: Nos. 21–22).

CONCILIO VATICANO II. Constitución Dogmática Gaudium et Spes 1965. (Cf. sobre todo Nos. 68–72.).

PABLO VI: Carta Encíclica Populorum Progressio 1967 (Cf. sobre todo: Nos 22–26.).

PABLO VI. Carta Encíclica Octogesima Adveniens 1971. (Cf. Nos. 31–37.).

JUAN PABLO II. Carta Encíclica Laborem Exercens – 1981. El trabajo humano. (Cf. sobre todo: No. 14),

JUAN PABLO II: Mensaje al mundo de la cultura y de la empresa (Cf. sobre todo Nos. 8–11). CONSEJO CATOLICO PARA LA CULTURA. Mensaje al Mundo de la Cultura y de la Empresa, 1988.

JUAN PABLO II: Carta Encíclica Centesimus Annus en el centenario de la 'Rerum Novarum'. (Cf. sobre todo Nos. 6, 15, 30–43.).

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JUSTICIA EN LA DETERMINACION DE SALARIOS, SUELDOS Y UTILIDADES

Las personas que reciben un legítimo beneficio económico por su participación, activa o pasiva, en una empresa pertenecen a uno de tres grupos:

Los obreros, que reciben un salario.

Los empleados, que reciben un sueldo.

Y en el caso de las empresas privadas, los dueños o los accionistas que reciben su retribución en forma de utilidades.

El dinero destinado a cada uno de estos grupos afecta al dinero disponible para los otros grupos. Es decir, hay una relación recíproca entre lo que cada grupo recibe y lo que está disponible para los otros dos grupos. Por lo general, cada persona percibe con mucha claridad los derechos de las personas que pertenecen a su propio grupo. En cambio, le cuesta dar su debido peso a los derechos de las personas que pertenecen a los otros dos. El obrero tiene mayor sensibilidad frente al tema del salario justo; el empleado se fija en lo poco que gana, teniendo presente sus necesidades en el momento actual; y el accionista se preocupa por lograr su deseada tasa de retorno sobre el capital invertido. Reconocer este hecho, sin embargo, no implica aceptar la lucha de clases como un medio para resolver los conflictos de intereses entre los diversos grupos sociales. Es simplemente reconocer que, en las palabras del Papa Juan Pablo II, “surgen inevitablemente los conflictos de intereses entre diversos grupos sociales y que frente a ellos el cristiano no pocas veces debe pronunciarse con coherencia y decisión”. Se presenta este capítulo como un aporte para las personas que desean alguna orientación para enfrentar los conflictos de intereses económicos que puedan surgir entre estos diferentes grupos sociales.

EN DEFENSA DE SALARIOS Y SUELDOS JUSTOS

En su enseñanza social, la Iglesia Católica siempre ha defendido el derecho del trabajador a recibir, gracias a su trabajo, por lo menos lo que necesite para cubrir sus necesidades mínimas y las de su familia. Según escribe el Papa León XIII en su encíclica “Rerum Novarum” (1891):

“Trabajar es ocuparse en hacer algo con el objeto de adquirir las cosas necesarias para los usos diversos de la vida y, sobre todo, para la propia conservación: Te ganarás el pan con el sudor de tu frente”. .... En efecto, conservarse en la vida es obligación común de todo individuo, y es criminoso incumpliría. De aquí la necesaria consecuencia del derecho a buscarse cuanto sirve al sustento de la vida, y la posibilidad de lograr esto se la da a cualquier pobre nada más que el sueldo ganado con su trabajo. Pase, pues, que obrero y patrono estén libremente de acuerdo sobre lo mismo, y concretamente sobre la cuantía del salario; queda, sin embargo, latente siempre algo de justicia natural superior y anterior a la libre voluntad de las partes contratantes, a saber: que el salario no debe ser en manera alguna insuficiente para alimentar a un obrero frugal y morigerado. Por tanto, si el obrero, obligado por la necesidad o acosado por el miedo de un mal mayor, acepta, aun no queriéndola, una condición más dura, porque la imponen el patrono o el empresario, esto ciertamente soportar una violencia, contra la cual reclama la justicia.–

Lo dicho por el Papa León XIII en 1891 es la base para la doctrina social de la Iglesia Católica referente al tema del salario y sueldo justo. implica que cualquier persona, aún el más pobre, debe tener la posibilidad de recibir, a cambio de su trabajo, por lo menos lo que necesita para mantenerse dignamente a sí mismo y a su familia. El Papa Pío XI perfecciona lo dicho por León XIII y añade, como ideal, que los sueldos deben ofrecer a los trabajadores la capacidad de ahorrar para sus futuras necesidades:

“Si el obrero percibe un salario lo suficientemente amplio para sustentarse a sí mismo, a su mujer y a sus hijos, dado que sea prudente, se inclinará fácilmente al ahorro y hará lo que parece aconsejar la misma naturaleza: reducir gastos, al objeto de que quede algo con que ir constituyendo un pequeño patrimonio.”

“Hay que luchar, por consiguiente, con todo vigor y empeño para que, al menos en el futuro, se modere equitativamente la acumulación de riquezas en manos de los ricos, a fin de que se repartan también con la suficiente profusión entre los trabajadores, no para que éstos se hagan remisos en el trabajo – pues que el hombre ha nacido para el trabajo, como el ave para volar , sino para que aumenten con el ahorro el patrimonio familiar; administrando prudentemente estos aumentados ingresos, puedan sostener más fácil y seguramente las cargas familiares y, liberados de la incierta fortuna de la vida, cuya inestabilidad tienen en constante inquietud a los proletarios, puedan no sólo soportar las vicisitudes de la existencia, sino incluso confiar en que, al abandonar este mundo, quedarán convenientemente provistos los que dejan tras sí”.

El Concilio Vaticano II se pronuncia sobre el tema de la remuneración justa de los trabajadores en los siguientes términos:

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“...la remuneración del trabajo debe ser tal, que permita al hombre y a su familia una vida digna en el plano material, social, cultural y espiritual, teniendo presentes el puesto de trabajo y la productividad de cada uno, así como las condiciones de la empresa y el bien común”.

Se habla aquí de algo más que el derecho a recibir un sueldo mínimo. Se insiste en el derecho de la persona a percibir una remuneración que le permita vivir una vida digna también en el plano social, cultural y espiritual. Pero se condiciona este derecho a factores tales como el puesto de trabajo y la productividad de cada uno y las condiciones de la empresa y el bien común.

En sus pronunciamientos sobre la remuneración justa de los trabajadores, al proponer un ideal verdaderamente cristiano, El Papa Juan Pablo II va más allá de una mera consideración de lo que cada uno debe percibir en efectivo como sueldo o salario:

“Además del salario, aquí entran en juego algunas otras prestaciones sociales que tienen por finalidad la de asegurar la vida y la salud de los trabajadores y de su familia. Los gastos relativos a la necesidad de cuidar la salud, especialmente en caso de accidentes de trabajo, exigen que el trabajador tenga fácil acceso a la asistencia sanitaria y esto, en cuanto sea posible, a bajo costo e incluso gratuitamente. Otro sector reino a las prestaciones (es) el vinculado con el derecho al descanso; se trata ante todo de regular el descanso semanal, que comprenda al menos el domingo y además un reposo más largo, es decir, las llamadas vacaciones una vez al año o eventualmente varias veces por períodos más breves. En fin, se trata del derecho a la pensión, al seguro de vejez y en caso de accidentes relacionados con la prestación laboral. En el ámbito de estos derechos principales, se desarrolla todo un sistema de derechos particulares que, junto con la remuneración por el trabajo, deciden el correcto planteamiento de las relaciones entre el trabajador y el empresario. Entre estos derechos hay que tener siempre presente el derecho a ambientes de trabajo y a procesos productivos que no comporten perjuicio a la salud física de los trabajadores y no dañen su integridad moral”.

Al leer lo dicho en estos párrafos y pensar en la situación actual en el país, sería conveniente recordar lo que se ha dicho anteriormente acerca del papel de los ideales en la vida de un profesional. Los ideales le son importantes, no porque sean realizables a corto plazo sino porque le dan dirección y orientación moral en su vida y le inspiran a seguir adelante en un camino correcto. Abandonar a los ideales porque no son realizables a corto plazo es perder de vista el verdadero papel inspirador y orientador de ellos. Y exigir que estos ideales se hagan realidad en forma inmediata es signo de inmadurez y falta de realismo en el ejercicio de la profesión.

EN DEFENSA DE UTILIDADES JUSTAS

En su enseñanza social, la Iglesia siempre ha defendido el concepto de una utilidad justa. A lo largo de los años, ha estimado conveniente señalar como un error tanto la posición de los que defienden el derecho a una utilidad exagerada como la posición de los que afirman que cualquier utilidad es de por sí inmoral por ser el resultado de una explotación injusta del trabajador. Al revisar la historia del desarrollo del pensamiento social a partir de la Revolución Industrial, El Papa Pío XI señala el peligro inherente en estas dos posiciones exageradas frente al tema de las utilidades o los beneficios de una empresa:

"Durante mucho tiempo, en efecto, las riquezas o «capital» se atribuyeron demasiado a si mismos. El capital reivindicaba para sí todo el rendimiento, la totalidad del producto, dejando al trabajador apenas lo necesario para reparar y restituir sus fuerzas. Pues se decía que, en virtud de una ley económica absolutamente incontestable, toda acumulación de capital correspondía a los ricos, y que, en virtud de esa misma ley, los trabajadores estaban condenados y reducidos a perpetua miseria o a un sumamente escaso bienestar. Pero es lo cierto que ni siempre ni en todas partes la realidad de los hechos estuvo de acuerdo con esta opinión de los liberales vulgarmente llamados 'manchesterianos', aun cuando tampoco pueda negarse que las instituciones económico–sociales se inclinaban constantemente a este principio. Por consiguiente, nadie deberá extrañarse que esas falsas opiniones, que tales engañosos postulados, hayan sido atacados duramente y no sólo por aquellos que, en virtud de tales teorías, se veían privados de su natural derecho a conseguir una mejor fortuna."

“Fue debido a esto que se acercaran a los oprimidos trabajadores los llamados «intelectuales», proponiéndoles contra esa supuesta ley un principio moral no menos imaginario que ella, es decir, que, quitando únicamente lo suficiente para amortizar y reconstruir el capital, todo el producto y el rendimiento restante corresponde en derecho a los obreros. El cual error, mientras más tentador se muestra que el de los socialistas, según los cuales todos los medios de producción deben transferirse al Estado, esto es, como vulgarmente se dice, «socializarse», tanto es más peligroso e idóneo para engallar a los incautos: veneno suave que bebieron ávidamente muchos a quienes un socialismo desembozado no había podido seducir."

El hecho de que se hable aquí de una legítima acumulación de capital, indica la aceptación del concepto de una utilidad justa. Pero como se verá más adelante, también queda establecido que esta utilidad no pertenece exclusivamente a los dueños de una empresa o a sus accionistas.

Según la enseñanza expresada últimamente por Juan Pablo II, las utilidades (los beneficios) de una empresa son un indicador acerca de la buena marcha de ésta. Sin embargo, no son el único indicador válido:

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“La Iglesia reconoce la justa función de los beneficios, como índice de la buena marcha de la empresa. Cuando una empresa da beneficios significa que los factores productivos han sido utilizados adecuadamente y que las correspondientes necesidades humanas han sido satisfechas debidamente, Sin embargo, los beneficios no son el único índice de las condiciones de la empresa. Es posible que los balances económicos sean correctos y que al mismo tiempo los hombres, que constituyen el patrimonio más valioso de la empresa, sean humillados y ofendidos en su dignidad. Además de ser moralmente inadmisible, esto no puede menos de tener reflejos negativos para el futuro, hasta para la eficiencia económica de la empresa. En efecto, (la) finalidad de la empresa, no es simplemente la producción de beneficios, sino más bien la existencia misma de la empresa como comunidad de hombres que, de diversas maneras, buscan la satisfacción de sus necesidades fundamentales y constituyen un grupo particular al servicio de la sociedad entera. Los beneficios son un elemento regulador de la vida de la empresa, pero no el único; junto con ellos hay que considerar otros factores humanos y morales que, a largo plazo, son por lo menos igualmente esenciales para la vida de la empresa."

FACTORES QUE, SEGÚN LA DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA, DEBEN TENERSE PRESENTES AL DETERMINAR EL SALARIO JUSTO EN UNA EMPRESA.

En los acápites anteriores queda establecido que a nivel de principios morales, la Iglesia, en su enseñanza social, defiende los conceptos de salarlos y sueldos justos y utilidades justas. Reconociendo que estos principios son muy generales, ofrece una orientación más precisa, sobre todo referente a los factores que deben tenerse presentes al determinar el salario justo en una empresa. Según el Papa Pío XI. estos factores son tres: el sustento del obrero y de su familia; la situación de la empresa; y las necesidades del bien común. El Papa Juan XXIII expresa esta misma enseñanza en los siguiente términos:

“En esta materia, juzgamos deber nuestro advertir una vez más que, así como no es lícito abandonar completamente la determinación del salario a la libre competencia del mercado, así tampoco es lícito que su fijación quede al arbitrio de los poderosos, sino que en esta materia deben guardarse a toda costa las normas de la justicia y de la equidad. Esto exige que los trabajadores cobren un salario cuyo importe les permita mantener un nivel de vida verdaderamente humano y hacer frente con dignidad a sus obligaciones familiares. Pero es necesario, además, que, al determinar la remuneración justa del trabajo, se tengan en cuenta los siguientes puntos: primero, la efectiva aportación de cada trabajador a la producción económica; segundo, la situación financiera de la empresa en que se trabaja; tercero, las exigencias del bien común de la respectiva comunidad política, principalmente en orden a obtener el máximo empleo de la mano de obra en toda la nación; y, por último las exigencias del bien común universal, o sea de las comunidades internacionales, diferentes entre sí en cuanto a su extensión y a los recursos naturales de que disponen”.

A continuación se examinan brevemente algunos de los textos principales en que se expresa la enseñanza de la Iglesia sobre cada uno de los factores que deben tenerse presentes al determinar el salario o sueldo justo.

SUSTENTO DEL OBRERO (TRABAJADOR) Y SU FAMILIA.

Según afirma el Papa Pío XI, quien escribió la encíclica “Quadragesimo Anno” en 1931, el obrero debe poder cubrir por lo menos las necesidades básicas de su familia:

“Ante todo, al trabajador hay que fijarle una remuneración que alcance a cubrir el sustento suyo y el de su familia. Es justo, desde luego, que el resto de la familia contribuya también al sostenimiento común de todos, corno puede verse especialmente en las familias de campesinos, así como también en las de muchos artesanos y pequeños comerciantes; pero no es justo abusar de la edad infantil y de la debilidad de la mujer. Las madres de familia trabajarán principalísimamente en casa o en sus inmediaciones, sin desatender los quehaceres domésticos. Constituye un horrendo abuso, y debe ser eliminado con todo empeño, que las madres de familia, a causa de la cortedad del sueldo del padre, se vean en la precisión de buscar un trabajo remunerado fuera del hogar, teniendo que abandonar sus peculiares deberes y, sobre todo, la educación de los hijos. Hay que luchar denodadamente, por tanto, para que los padres de familia reciban un sueldo lo suficientemente amplio para atender convenientemente a las necesidades domésticas ordinarias. Y si en las actuales circunstancias esto no siempre fuera posible, la justicia social postula que se introduzcan lo más rápidamente posible las reformas necesarias para que se fije a todo ciudadano adulto un salario de este tipo. No está fuera de lugar hacer aquí el elogio de todos aquellos que, con muy sabio y provechoso consejo, han experimentado y probado diversos procedimientos para que la remuneración del trabajo se ajuste a las cargas familiares de modo que, aumentando éstas, aumente también aquél; e incluso, si fuere menester, que satisfaga a las necesidades extraordinarias.

Si bien es cierto que algunos de los juicios prácticos acerca del papel de la mujer expresados en este texto podrían ser cuestionados a la luz de cambios en la sociedad actual, sigue válida la preocupación del Papa Pío XI en el sentido de que no debe ser necesario que el padre y la madre trabajen en condiciones tales que sus hijos estén abandonados a su suerte. Además, el punto más importante que se establece en este texto es que se debe tener presente el costo real de vida como un factor de suma importancia al determinar el nivel de sueldos y salarios.

SITUACIÓN DE LA EMPRESA

Siendo realista, el Papa Pío XI reconoce que una empresa no puede pagar salarios tan elevados que al pagarlos, se pone en peligro su propia existencia como empresa:

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“Para fijar la cuantía del salario deben tenerse en cuenta también las condiciones de la empresa y del empresario, pues sería injusto exigir unos salarios tan elevados que, sin la ruina propia y la consiguiente de todos los obreros, la empresa no podría soportar. No debe, sin embargo, reputarse como causa justa para disminuir a los obreros el salario el escaso rédito de la empresa cuando esto sea debido a incapacidad o abandono o a la despreocupación por el progreso técnico y económico. Y cuando los ingresos no son lo suficientemente elevados para poder atender a la equitativa remuneración de los obreros, porque las empresas se ven gravadas por cargas injustas o forzadas a vender los productos del trabajo a un precio no remunerador, quienes de tal modo las agobian son reos de un grave delito, ya que privan de su justo salario a los obreros, que, obligados por la necesidad, se ven compelidos a aceptar otro menor que el “justo”.

El Papa Juan XXIII había en el mismo sentido:

“Es evidente que los criterios expuestos tienen un valor permanente y universal; pero su grado de aplicación a las situaciones concretas no pueden determinarse si no se atiende como es debido a la riqueza disponible, riqueza que, en cantidad y calidad, puede variar, y de hecho varía, de nación a nación y, dentro de una misma nación, de un tiempo a otro”.

En resumen, la enseñanza social de la Iglesia reconoce que nadie da de lo que no tiene. Pero, si una empresa está en una situación muy buena, tiene la obligación moral de pagar más que el sueldo mínimo que exige la ley, porque la situación económica de la empresa es buena gracias al esfuerzo de todos sus integrantes.

NECESIDADES DEL BIEN COMÚN

Por lo general en nuestro medio al negociar un pliego salarial las dos partes piensan en sus propios intereses. De este modo, durante las negociaciones se discuten dos cosas: el costo de vida y la capacidad de la empresa de conceder un aumento. Sin embargo, según la enseñanza social de la Iglesia, hay otro factor que debe tenerse presente, según los casos: las necesidades del bien común. Nadie vive en una isla. Lo que pasa en una empresa puede tener efectos tanto a nivel nacional corno a nivel internacional. Si por conceder un aumento salarial desmesurado, una empresa se ve forzada a cobrar un precio injusto por sus bienes o servicios, este hecho atenta contra el derecho del consumidor de poder conseguir estos bienes o servicios a un precio justo. Y si una empresa poderosa del primer mundo, que tiene un monopolio de un determinado producto, hace lo mismo, a la larga esto puede afectar injustamente la balanza de pagos de países del llamado tercer mundo.

Con respecto a este tema de las necesidades del bien común, el Papa Pío XI afirma lo siguiente:

“Finalmente, la cuantía del salario debe acomodarse al bien público económico. Ya hemos indicado lo importante que es para el bien común que los obreros y empleados, apartando algo de su sueldo, una vez cubiertas sus necesidades, lleguen a reunir un pequeño patrimonio; pero hay otro punto de no menor importancia y en nuestros tiempos sumamente necesario, o sea, que se dé oportunidad de trabajar a quienes pueden y quieren hacerlo. Y esto depende no poco de la determinación del salario, el cual, lo mismo que, cuando se lo mantiene dentro de los justos límites, puede ayudar, puede, por el contrario, cuando los rebasa, constituir un tropiezo. ¿Quién ignora, en efecto, que se ha debido a los salarios, o demasiado bajos o excesivamente elevados, el que los obreros se hayan visto privados de trabajo? Es contrario, por consiguiente, a la justicia social disminuir o aumentar excesivamente, por la ambición de mayores ganancias y sin tener en cuenta el bien común, los salarios de los obreros; y esa misma justicia pide que, en unión de mentes y voluntades y en la medida que fuere posible, los salarios se rijan de tal modo que haya trabajo para el mayor número y que puedan percibir una remuneración suficiente para el sostenimiento de su vida”.

En su Encíclica “Mater et Magistra” el Papa Juan XXIII explica con mayor detalle lo que se entiende por las necesidades del bien común en el contexto de la determinación de salarios y sueldos justos:

“Pero hay que advertir, además, que la proporción entre la retribución del trabajo y los beneficios de la empresa debe fijarse de acuerdo con las exigencias del bien común, tanto de la propia comunidad política como de la entera familia humana”

Por lo que concierne al primer aspecto, han de considerarse como exigencias del bien común nacional: facilitar trabajo al mayor número posible de obreros; evitar que se constituyan, dentro de la nación e incluso entre los propios trabajadores, categorías sociales privilegiadas; mantener una adecuada proporción entre salario y precios; hacer accesibles al mayor número de ciudadanos los bienes materiales y los beneficios de la cultura; suprimir, o limitar al menos, las desigualdades entre los distintos sectores de la economía – agricultura, industria y servicios; equilibrar adecuadamente el incremento económico con el aumento de los servicios generales necesarios, principalmente por obra de la autoridad pública; ajustar, dentro de lo posible, las estructuras de la producción a los progresos de las ciencias y de la técnica; lograr, en fin, que el mejoramiento en el nivel de vida no sólo sirva a la generación presente, sino que prepare también un mejor porvenir a las futuras generaciones”.

Son, por otra parte, exigencias del bien común internacional: evitar toda forma de competencia desleal entre los diversos países en materia de expansión económica; favorece la concordia y la colaboración amistosa y eficaz entre las distintas economías nacionales y, por último, cooperar eficazmente al desarrollo económico de las comunidades políticas más pobres”.

Estas exigencias del bien común, tanto en el plano nacional como en el mundial, han de tenerse en cuenta también cuando se trata de determinar la parte de beneficios que corresponde asignar, en forma de retribución, a los dirigentes de empresas, y en forma de intereses o dividendos, a los que aportan el capital”.

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Sin duda alguna, se propone aquí un ideal que está muy lejos de ser una realidad en nuestro medio. Sin embargo, igual que cualquier otro ideal, éste nos puede servir para indicar hacia donde se debería avanzar si deseamos integrar valores morales cristianos en la toma de decisiones de una manera más perfecta, según las exigencias de la justicia y la caridad.

FACTORES QUE DEBEN TENERSE PRESENTES AL CALCULAR EL BENEFICIO RAZONABLE PARA UNA EMPRESA.

Si bien es cierto que en sus documentos oficiales la Iglesia no suele hallar con tanta claridad de los factores que deben tenerse presentes al calcular el beneficio razonable para una empresa, en base al conjunto de estos documentos, sería razonable tener presente los factores que se mencionan a continuación.

En primer lugar, habrá que considerar el plazo razonable para recuperar la inversión realizada. Lamentablemente, los empresarios en el Perú tienen cierta fama de exigir un plazo muy corto, alegando problemas de inseguridad económica y social. La crisis actual ha exacerbado este problema, pero con todo, no es algo nuevo. Desde hace un buen número de años la visión del inversionista peruano ha sido de muy corto plazo. Esta mentalidad ha contribuido con su granito de arena a la generación de la crisis actual e impide que se logren avances más significativos hacia su solución. Es cierto que hay razones para temer frente a una inversión importante; sin embargo, si los inversionistas no aceptan un plazo un poco más a mediano plazo, difícilmente se podrá sacar la economía nacional adelante. Peor aún, si los inversionistas se limitan a utilizar los incentivos que ofrezca el gobierno de turno simplemente para maximizar sus ganancias a corto plazo, y sacarlas del país, los incentivos ofrecidos no servirán para reactivar la economía. Más bien, serán usados exclusivamente para hacer más ricos a los que ya tienen suficiente dinero como para invertir.

Otro factor de importancia es el factor riesgo: riesgo económico, riesgo del terrorismo, y la posibilidad de inestabilidad política o económica que aumentara inesperadamente la tasa de inflación. Frente al momento actual, es necesario que el gobierno tome las medidas del caso para ayudar a minimizar estos riesgos, en la medida de sus posibilidades. Sin embargo, los inversionistas, por su parte, no deben sobre – estimar lo que es una justa compensación por tomar un riesgo al invertir.

Por último, debe haber una ganancia suficiente como para asegurar la necesaria reinversión en planta y maquinaria. Sin utilidades adecuadas, no existe la posibilidad de renovar el activo fijo de una empresa.

LA RELACIÓN QUE DEBE EXISTIR ENTRE SALARIOS, SUELDOS Y UTILIDADES.

Por lo general, en nuestro medio cuando se considera cómo se va a repartir el dinero que se supone va a ser disponible para salarios, sueldos y utilidades, se suele garantizar en primer lugar la parte que corresponde al dueño o los accionistas de una empresa. Luego se presta atención a los sueldos de los funcionarios y del personal que figura como empleados calificados. Por último, se pagan salarios a los obreros según lo que se cree va a sobrar una vez garantizadas las utilidades y los sueldos. Es decir, al hacer los planes para la retribución de las personas que producen bienes y servicios, se suele seguir el siguiente orden de prioridades: primero, los dueños o accionistas; segundo, los empleados; y tercero, los obreros. El argumento con que se suele justificar este modo de proceder puede resumirse de la siguiente manera:

“Si no hay inversiones, no hay empresa. Si no hay empresa, no hay trabajo para nadie. Si no hay gente capacitada, la empresa no puede tener éxito. En cuanto a los obreros se refiere, son los menos importantes porque siempre habrá quien quiera tomar su lugar”.

Este argumento refleja una realidad muy triste. Tanto en nuestro pensamiento económico como en la práctica, prevalece la ley del más fuerte y no el interés en defender los legítimos derechos del más débil. Esta realidad está lejos del ideal de una economía organizada según buenos principios de justicia social del tipo que proponen los mismos economistas.

Al hablar del problema de la relación entre el capital y el trabajo, y por lo tanto, entre las utilidades y los sueldos y salarios, el Papa Juan Pablo II señala lo siguiente:

“Ante la realidad actual, ... se debe ante todo recordar un principio enseñado siempre por la Iglesia. Es el principio de la prioridad del “trabajo” frente al “capital”. Este principio se refiere directamente al proceso mismo de producción, respecto al cual el trabajo es siempre una causa eficiente primaria, mientras el “capital”, siendo el conjunto de los medios de producción, es sólo un instrumento o la causa instrumental. Este principio es una verdad evidente, que se deduce de toda la experiencia histórica del hombre”.

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En el fondo, el capital ha sido acumulado a lo largo del tiempo mediante el trabajo. De allí la prioridad que se da al trabajo sobre el capital, lo cual no supone que hay que contraponer el trabajo al capital ni el capital al trabajo.

Otro motivo por el cual se da prioridad en la enseñanza social de la Iglesia a la justa compensación del trabajo frente a los derechos del capital es el hecho de que los que suelen tener necesidades primarias urgentes no satisfechas son los que se ven con la necesidad de ganarse la vida como obreros. Supuesto su esfuerzo para ganarse la vida, estas personas deberían poder cubrir sus necesidades básicas gracias a su salario aun cuando esto signifique menos utilidades de lo que los inversionistas desean recibir.

Si se examina el conjunto de la enseñanza social de la Iglesia sobre la prioridad que se debe dar a la retribución de los tres grupos de personas que producen bienes y servicios, se descubre otro orden de prioridades, en contraste con lo que actualmente rige en nuestra sociedad. Sin descuidar a ninguno de los tres grupos, se propone que primero se debe garantizar a los obreros un sueldo que les permita cubrir sus necesidades básicas y las necesidades básicas de su familia. Luego, se debe atender a las necesidades de los empleados calificados. Y por último, se reparten las utilidades disponibles.

La doctrina social de la Iglesia reconoce el derecho de los obreros a participar en las utilidades.

En nuestro medio, cuando se habla de “utilidades”, por lo general se piensa que éstas pertenecen exclusivamente a los inversionistas o los dueños de una empresa. Sin embargo, según enseña el Papa Pío XI:

“... es absolutamente falso atribuir únicamente al capital o únicamente al trabajo lo que es resultado de la efectividad unida de los dos, y totalmente injusto que uno de ellos, negada la eficacia del otro, trate de arrogarse para sí todo lo que hay en el efecto”

Además, el mismo Papa afirma lo siguiente:

“Ahora bien, no toda distribución de bienes y riquezas entre los hombres es idónea para conseguir, o en absoluto o con la perfección requerida, el fin establecido por Dios. Es necesario, por ello, que las riquezas, que se van aumentando constantemente merced al desarrollo económico–social, se distribuyan entre cada una de las personas y clases de hombres, de modo que quede a salvo esa común utilidad de todos, tan alabada por León XIII, o, con otras palabras, que se conserve inmune el bien común de toda la sociedad. Esta ley de justicia social prohibe que una clase excluya a la otra en la participación de los beneficios. Por consiguiente, no viola menos esta ley la clase rica cuando, libre de preocupaciones por la abundancia de sus bienes, considera como justo orden de cosas aquel en que todo va a parar a ella y nada al trabajador; que la viola la clase proletaria cuando, enardecida por la conculcación de la justicia y dada en exceso a reivindicar inadecuadamente el único derecho que a ella le parece defendible, el suyo, lo reclama todo para sí en cuanto fruto de sus manos e impugna y trata de abolir, por ello, sin más razón que por ser tales, el dominio y créditos o beneficios que no se deben al trabajo, cualquiera que sea el género de éstos y la función que desempeñen en la convivencia humana”.

En tiempos más recientes, el Papa Juan XXIII también hace referencia al derecho de los obreros a participar en las utilidades generadas por empresas que son prósperas:

“En este punto hay que hacer una advertencia: hay, en muchos Estados las estructuras económicas nacionales permiten realizar no pocas veces a las empresas de grandes o medianas proporciones, rápidos e ingentes aumentos productivos a través de autofinanciamiento que renueva y completa su equipo industrial. Cuando esto ocurre, juzgamos puede establecerse que las empresas reconozcan, por la misma razón, a sus trabajadores un titulo de crédito, especialmente si les paga una remuneración que no exceda la cifra de salario mínimo vital”.

El Papa Juan Pablo II afirma lo mismo:

“...sigue siendo inaceptable la postura del “rígido capitalismo”, que defiende el derecho exclusivo a la propiedad privada de los medios de producción, como un “dogma” intocable en la vida económica. El principio del respeto del trabajo, exige que este derecho se someta a una revisión constructiva en la teoría y en la práctica. En efecto, si es verdad que el capital, al igual que el conjunto de los medios de producción. constituye a su vez el producto del trabajo de generaciones, entonces no es menos verdad que ese capital se crea incesantemente gracias al trabajo llevado a cabo con la ayuda de ese mismo conjunto de medios de producción, que aparecen como un gran lugar de trabajo en el que, día a día, pone su empeño la presente generación de trabajadores. Se trata aquí, obviamente, de las distintas clases de trabajo, no solo del llamado trabajo manual, sino también del múltiple trabajo intelectual, desde el de planificación al de dirección”.

La aplicación de la doctrina social de la Iglesia sobre sueldos, salarios y utilidades en el momento actual

Lo dicho en las páginas anteriores representa un ideal propuesto por la enseñanza social de la Iglesia para la justa retribución de las personas que producen bienes y servicios. La Iglesia no pretende tener un modelo concreto, propio, para realizar este ideal, porque no es éste su papel. Tal como afirma el Papa Juan Pablo II:

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“La Iglesia no tiene modelos para proponer. Los modelos reales y verdaderamente eficaces pueden nacer solamente de las diversas situaciones históricas, gracias al esfuerzo de todos los responsables que afronten los problemas concretos en todos sus aspectos sociales, económicos, políticos y culturales que se relacionan entre sí. Para este objetivo la Iglesia ofrece como orientación ideal e indispensable, la propia doctrina social, la cual como queda dicho reconoce la positividad del mercado y de la empresa, pero al mismo tiempo indica que éstos han de estar orientados hacia el bien común”.

En un esfuerzo por responder a la necesidad de afrontar los problemas concretos relacionados con el tema de sueldos, salarios y utilidades, a la luz de la doctrina social de la Iglesia, se pueden formular algunas observaciones referentes a la determinación del sueldo mínimo moralmente aceptable en una empresa. En primer lugar, no se puede aceptar como moralmente bueno utilizar como la base de una política salarial la maximización de las utilidades, quedando disponible para los obreros “lo que sobra”. En segundo lugar, cada empresa debe esforzarse al máximo por pagar no sólo el sueldo mínimo legal, sino un sueldo que haga posible que sus obreros puedan vivir dignamente; es decir, un sueldo mínimo con que el obrero puede cubrir el costo REAL de vida para sí mismo y su familia. Ahora bien, puede ser que en algunas empresas no sea posible pagar este sueldo mínimo real. En tales casos, la obligación moral de la empresa es cerrar la brecha, en la medida de sus posibilidades, entre el sueldo mínimo legal y el sueldo mínimo real que un obrero necesita para cubrir sus necesidades básicas. Es verdad que ninguna empresa puede dar lo que no tiene. Pero antes de declarar que no puede pagar más, debe revisar con seriedad la situación REAL de la empresa, que muchas veces no coincide con la situación manifestada por los libros contables. A veces, la contabilidad de una empresa aparentemente demuestra pocas utilidades o incluso pérdidas cuando en realidad la empresa podría pagar mejores salarios; otras veces demuestra ganancias, pero por falta de liquidez la empresa no puede pagar salarios más elevados. Por último, si una empresa goza de buena salud, debe fijar los salarios y sueldos en función de los tres criterios enunciados anteriormente: las necesidades de los trabajadores; la situación en que se encuentra la empresa: y las necesidades del bien común.

En cuanto a las utilidades se refiere, no se pretende negar que debe haber utilidades: sólo se cuestiona la moralidad de una posición cómoda en que se pretende justificar la maximización de utilidades a costo de lo que por justicia corresponde a los trabajadores; o, a costa de un precio tan alto para bienes y servicios que este precio resulta ser injusto, sobre todo en el caso de bienes de primera necesidad.

Bibliografía para profundizar en el conocimiento de la doctrina social de la iglesia acerca de salarios, sueldos y utilidades.

Las personas que desean ampliar y profundizar su conocimiento de la enseñanza de la Iglesia Católica acerca de salarios, sueldos y utilidades pueden consultar las siguientes fuentes. Esta pequeña bibliografía está presentada en orden cronológico.

LEON XIII (RN, 1891) nn. 32–33.

PIO XI (QA ,1931) nn. 53–58, 63–75.

JUAN XXIII (MM , 1961) nn. 68–81.

JUAN XXIII (PT, 1963) nn 18–20.

GS, 1965. (Cf. sobre todo N°67.).

PABLO VI. PP – 1967. nn. 27–28).

PABLO VI. OA 1971. nn. 48–52.).

JUAN PABLO II. LE– 1981. Nn 14 y N°.19.).

JUAN PABLO II. CA – 1991. (N°. 14, 35, 42–43.

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EL PROFESIONAL FRENTE AL SOBORNO: ¿VICTIMA O COLABORADOR DE LA CORRUPCIÓN?

Uno de los problemas morales más serios en los tiempos actuales es el soborno. “La coima” es una realidad que casi todos los profesionales en las ciencias económicas y administrativas tienen que enfrentar con frecuencia en su vida profesional. Lamentablemente, no son pocos los que exigen colmas, tanto en el sector privado como en el sector público de la economía nacional. Es aun mayor el número de profesionales que se ven forzados a efectuar pagos adicionales contra su voluntad si desean conseguir lo que les es debido. Los argumentos que se usan en un intento de justificar la de la coima como un modo de proceder incluyen:

Si me pagaran bien, no tendría que pedir nada a nadie. Pero con el sueldo de miseria que gano...”

“Ya es costumbre, pues. Todo el mundo lo hace”.

“Es el resultado de la crisis económica. Todos quieren ganarse alguito, ¿Qué vamos a hacer?”

Soy víctima de los coimeros. Si no pago, me hacen la vida imposible. Me veo forzado a pagar para conseguir lo que me corresponde por derecho”.

La coima es algo así, como un impuesto directo al usuario. Yo, como funcionario público, debo ganar más. El usuario de mis servicios debe pagar mayores impuestos para que el Estado me pudiera pagar un sueldo más justo. Dado que el sistema tributario en el país no funciona, sólo estoy pidiendo que me den, en forma directa, lo que me corresponde. Así todos salimos ganando: yo tengo un ingreso decente y a fin de cuentas, el usuario paga menos de lo que tendría que pagar por concepto de impuestos para que el Estado pudiera aumentar mi sueldo”.

Algunos de estos argumentos no dejan de tener algo de verdad. ¿Qué actitud debe tomar, entonces, el frente a la llamada “coima”? ¿Hay circunstancias en que se podría justificar que alguien exija el pago de lo que aparentemente es una coima? Y si un profesional paga dinero para conseguir algo, Es una víctima inocente de los “coimeros”, o más bien un colaborador en la corrupción?

DEFINICIÓN DE “COIMA” O “SOBORNO”.

Como punto de partida para contestar a estas preguntas es importante definir con precisión el término “coima” o “soborno”. Además, es necesario distinguir entre el soborno y otros pagos que tienen la ciencia de ser una forma de soborno, pero que en realidad no lo son. Un soborno o una coima es, por definición:

Un pago hecho con la finalidad de conseguir alguna ventaja económica o un privilegio que no le corresponde a uno por derecho moral.

Es importante fijarse bien en la finalidad de la coima: es para conseguir algo a que la persona no tiene ningún derecho moral. Nunca es moralmente aceptable que un profesional pague por conseguir algo que no le corresponde. Por lo tanto, siempre es censurable, como inmoral, tanto la exigencia de pagar una coima como el hecho de pagarla, si de verdad se trata de una coima: es decir, si de verdad se trata de conseguir algo indebido.

LA DISTINCIÓN ENTRE “COIMAS” Y PAGOS EFECTUADOS POR CONSERVAR LEGÍTIMOS DERECHOS MORALES.

Con frecuencia ocurre que un profesional se encuentra en una situación en que la única manera de recibir lo que le corresponde por derecho moral es mediante un pago adicional. En nuestro medio, por lo general también se llama este tipo de pago adicional una “coima” o un “soborno”. Sin embargo, si se define “coima” o “soborno” como un pago para conseguir algo que no le corresponde a uno por derecho moral, entonces un “pago adicional para lograr un trato justo” NO ES, propiamente dicho, una coima. Esto no quiere decir que siempre se justifica este tipo de pago adicional; pero queda abierta la posibilidad de justificarlo en algunas circunstancias.

Un ejemplo puede ayudar a esclarecer esta distinción tan importante entre una “coima” y un “pago adicional para conseguir un trato justo”. Si el dueño de una fábrica paga a un empleado en la municipalidad para que autorice el funcionamiento de su fábrica en una zona residencial, contrario a la legislación vigente, este pago es una coima: por lo tanto, es moralmente censurable. En cambio, si se trata de conseguir un permiso legítimo para una zona industrial, dentro del plazo normal para

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realizar tales trámites, y la única manera de conseguir este trato justo es pagar algo extra, se trata más bien de un pago adicional que puede o no ser moralmente aceptable.

¿En qué circunstancias se podría justificar un “pago adicional para conseguir un trato justo”? En primer lugar, se supone que al efectuar dicho pago, la persona no va a conseguir nada a que no tienen derecho moral. Es decir, lo único que va a lograr mediante este pago es conseguir lo que le es debido en el tiempo normalmente previsto para este tipo de trámite. En segundo lugar, la persona tiene que haber hecho todo lo posible por evitar este pago adicional. Si existe la posibilidad de que la autoridad competente controle este abuso, debe denunciarlo oportunamente. Si puede acudir a otra persona que le haga correctamente los trámites, etc., debe hacerlo en vez de pagar a la persona que le está exigiendo este tipo de pago adicional. En tercer lugar, tiene la obligación moral de evitar, en la medida de sus posibilidades, efectuar este mismo tipo de pago en el futuro. Y en cuarto lugar, tiene la obligación moral de hacer todo lo posible por evitar que la persona que efectúe estos cobros siga haciéndolo en el futuro, sea con la persona misma o con otras personas. Por último, debe hacer lo posible para evitar que otras personas, al darse cuenta de este pago, tengan razones para pensar que se está pagando para conseguir algo indebido.

Se puede comparar la situación de una persona que efectúa un pago adicional, habiendo cumplido con estas cinco condiciones, con la de una persona que se ve forzada a entregar su dinero a un ladrón, a punto de pistola. Las dos personas son víctimas de un robo. Ejercen su derecho a la defensa propia, entregando su dinero, contra su voluntad, para no sufrir un daño injusto. Sin embargo, en el futuro, no deben pasar por el mismo sitio, en las mismas circunstancias, sabiendo que por allí los espera un ladrón. Lo que no sería moralmente aceptable por parte del profesional sería una actitud que se podría resumir en la siguiente frase: “Yo no quiero problemas. Pago porque es inevitable. Para mí, es simplemente un gasto más que podré recuperar al facturar a mis clientes”.

Si bien es cierto que se puede justificar en algunos casos un “pago adicional para conseguir un trato justo”, lo mejor, lo ideal, es no efectuar tajes pagos. El hecho de que sea tan fácil cobrar dinero de esta manera contribuye a un deterioro en los valores morales en el mundo de los negocios. Más aún, algunas empresas han descubierto que a la larga, es mejor negocio no pagar dinero adicional a nadie por ningún concepto.

PRINCIPIOS MORALES Y REGALOS DE CORTESÍA.

Al hablar de regalos de cortesía, se refiere a cosas de “poco valor, tales como pequeños regalos de Navidad o muestras de productos que se repartan en forma gratuita como signo de agradecimiento por sanas relaciones comerciales. Es ético dar y recibir tales regalos siempre y cuando se cumplan dos condiciones. En primer lugar, la intención de la persona que ofrece un regalo de cortesía debe ser manifestar su agradecimiento por una relación profesional y/o comercial que es moralmente sana. Es decir, no se debe hacer el regalo para comprar al otro ni pagarle por haber actuado en contra a su deber profesional. En segundo lugar, el valor del regalo debe ser relativamente insignificante para la persona que lo recibe. De esta manera, se minimiza la posibilidad de que esta persona se sienta obligada a reciprocar con un favor indebido.

PRINCIPIOS MORALES Y “PAGOS POR SERVICIOS ADICIONALES”.

A veces funcionarios u otros profesionales ofrecen “servicios adicionales”, más allá de lo que deben hacer por obligación en función de su cargo. Por ejemplo, puede ser que un despachador en la aduana tenga la obligación de atender al público hasta cierta hora. Pero resulta que una persona llega a último momento para sacar su mercadería. Sería imposible despacharlo antes de la hora de salida. Frente a esta situación, el despachador ofrece para realizar el despacho. Se supone en este caso que no hay nada en el reglamento de la aduana que prohiba este modo de actuar.

¿Sería moralmente aceptable pagar algo extra al despachador u ofrecerle algún regalo a cambio de este “servicio adicional”?

Este tipo de “pago por servicios adicionales” es moralmente aceptable siempre y cuando se cumplan las siguientes condiciones. En primer lugar no se le pide a la persona actuar contra su deber profesional; es decir, la intención no es lograr que se conceda algo a que no se tiene derecho moral; por ejemplo, rebajar el arancel contrario a una recta interpretación del reglamento vigente. En segundo lugar, el valor de lo que se paga (o el valor del regalo) no debe exceder el valor de un pago justo por los servicios prestados. De lo contrario, se aumenta la probabilidad de que la persona vea este pago como un pedido a conceder algo indebido. En tercer lugar, habrá que tener cuidado de que este pago no sea interpretado como una coima por terceras personas. La razón es que se debe

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hacer lo posible por evitar que otras personas interpreten esto como un falta contra la ética profesional.

A veces “hay personas que a propósito crean situaciones en que la única salida razonable parece ser efectuar un “pago por servicios adicionales”. Por ejemplo, puede ser que el despachador en la aduana demore su trabajo con la finalidad de que llegue la hora de salida antes de despachar la mercadería. Su obligación era terminar su trabajo a tiempo y lo podría haber hecho, pero, con el afán cl,,, buscarse “alguito”, demoró el proceso. En este ejemplo no se trata en realidad de “un pago por servicios adicionales” sino más bien de “un pago para conseguir un trato justo”. En estos casos, se aplican las normas que se han explicado al tratar ese tema.

PRINCIPIOS MORALES Y “COMISIONES PERSONALES” PARA INCENTIVAR A COMPRADORES.

En algunas ramas industriales, es costumbre ofrecer una comisión personal al Gerente de Compras como una manera de incentivarle a dar el visto bueno para la compra de los bienes y servicios que su empresa necesita. Muchas veces, la comisión ofrecida ascienda al 10% del valor de la compra. ¿Es moralmente aceptable ofrecer o aceptar este tipo de comisión?

Si el producto o el servicio no es lo que mejor conviene a la empresa representada por el Gerente de Compras, de ninguna manera se podría justificar este tipo de pago. Sería una coima porque su finalidad sería lograr que el Gerente– de Compras actúe contrario a los legítimos intereses de su empresa. Pero en un caso en que la compra realmente fuera lo más conveniente para su empresa, ¿Se podría justificar esta comisión?

Si el vendedor va a tomar el dinero de su propia comisión, sin modificar el precio de venta para recuperar este porcentaje, puede hacerlo. El problema surge cuando se va a aumentar el precio de Venta para cubrir esta comisión. En esta situación, el vendedor estaría ayudando al Gerente de Compras a conseguir dinero en forma irregular de su propia empresa. Por lo tanto, este modo de proceder no sería moralmente aceptable.

En teoría, se podría imaginar una situación en la cual la empresa del Gerente de Compras sepa de esta costumbre y la acepta. Es decir, pagan menos a su Gerente de Compras, sabiendo que él va a recuperar este dinero mediante las comisiones que le ofrecen todas las empresas que les venden bienes y servicios. Si eso fuera cierto, muchos moralistas opinan que se justificaría el pago de esta comisión. Sin embargo, en el momento actual que se está viviendo en el país, no es aconsejable que las empresas tomen esta actitud frente a lo que fácilmente se convierte en un abuso contrario a sus propios intereses.

La moralidad de pedir “colaboración económica” de clientes cuando una empresa no paga un sueldo mínimo moralmente aceptable.

Tal como se ha visto al examinar el tema de salarlos y sueldos justos, cada empresa debe pagar un salario mínimo moralmente aceptable. Esta salario se determina en función de una serie de factores que han sido expuestos oportunamente. Supongamos que una empresa “X” no cumple con su obligación moral en este campo: ¿sus trabajadores que no recibieran por lo menos este salario mínimo moralmente aceptable podrían incluso pedir una pequeña colaboración de los clientes de la empresa, como una manera de completar la diferencia entre lo que se les paga y lo que tienen el derecho moral de recibir?

Contrario a lo que la mayoría de las personas en nuestro medio sienten frente a esta pregunta, los moralistas en general contestan que el trabajador que procediera de esta manera en las circunstancias mencionadas no actuaría contrario a la ética. La razón es que los clientes deberían de pagar más para que la empresa le pagara lo justo. Al pedir y recibir algo extra de los clientes, en efecto se ofrece el bien o servicio a un precio justo que asegura los derechos de los trabajadores. Hasta aquí la teoría. Sin embargo, existe un grave peligro de que, gracias a una conciencia laxa, las personas que quisieran aprovecharse de esta opinión de los moralistas intenten justificar cosas que no tienen ningún fundamento moral. Por lo tanto, es necesario proceder con mucha cautela frente a este tema.

En resumen, el problema del soborno debe ser uno de los principales puntos en cualquier agenda de moralización. Sí no se logra controlar esta forma de inmoralidad, será imposible controlar los otros abusos porque las personas encargadas de este control siempre incursionarán en lo mismo: a cambio de una coima, no harán cumplir las medidas necesarias para lograr una verdadera moralización. Todos deben hacer lo que puedan para erradicar este mal de nuestra sociedad.

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CODIGOS DE ETICA PROFESIONAL: ¿.LA CAUSA O EL RESULTADO DE UNA MISTICA EMPRESARIAL?

Como se ha notado al comienzo de este curso, la mayoría de los profesionales opinan que el factor que más influye en su comportamiento ético es su propio código personal de conducta. ¿En qué consiste este “código personal”? ¿de dónde surge? ¿Cuál es la relación entre un código personal de conducta y un código de ética a nivel de un colegio profesional o una empresa? Los códigos de ética: ¿crean una mística personal y empresarial, o más bien son el resultado de la misma? En las siguientes páginas se contestará a estas preguntas al examinar la relación que existe entre mística personal, mística empresaria y los códigos de ética profesional.

MÍSTICA PERSONAL EN EL EJERCICIO DE LA PROFESIÓN EN LAS CIENCIAS ECONÓMICAS Y ADMINISTRATIVAS.

Cuando los profesionales hablan de su “código personal de conducta”, la mayoría de ellos no piensan en un código propiamente dicho. Más bien, hablan de un conjunto de valores que influyen vidas a nivel pre–reflexivo. Es decir, se refieren a sus valores morales, no a un código que contiene normas específicas de comportamiento ético. Tal como se ha visto anteriormente, un valor moral es “un concepto que indica algún objeto apreciado como bueno, valioso, o deseable”.

La mística personal de un profesional es una manera de actuar coherentemente con el conjunto de buenos valores morales que ha asimilado a lo largo de su vida. Es como su “manera de ser” frente a los demás. Una mística personal es la base para la formulación de principios morales y la organización de estos principios en un código personal de conducta como profesional, pero no es lo mismo como un “código” de ética, propiamente dicho. Gracias a su sana opción fundamental, una persona puede tener una mística en el ejercicio de su profesión aun cuando no tenga la capacidad de expresar a nivel reflexivo sus valores ni la capacidad de formular principios morales o normas de comportamiento. Pero sin una mística personal, no puede tener un verdadero código de ética. La razón es que al no tener una mística personal, experimentará las exigencias de cualquier código como algo impuesto desde afuera, no como algo que urge de sus propios valores. Para funcionar como tal, un verdadero código de ética personal debe ser una expresión de la mística personal de la persona.

EL CÓDIGO PERSONAL DE ÉTICA PROFESIONAL

Este curso ha sido diseñado para apoyar a los actuales y futuros profesionales en el proceso de transición de una moralidad pre–reflexiva hacia una moralidad cada vez más reflexiva. El método de análisis de casos, en que los alumnos expresan sus valores y formulan principios morales que deben ser respetados, facilita esta transición. En otros palabras, a lo largo del curso los participantes aprenden cómo expresar su mística personal en términos de principios morales y, por último. mediante un código personal de conducta si desean hacerlo.

¿En qué consiste un código personal de ética profesional? Es un conjunto coherente de principios morales que expresan los valores que una persona acepta y desea hacer respetar Habitualmente en su vida profesional. Al encontrarse frente a cualquier problema que tiene que resolver como profesional, este código personal influye conscientemente en las decisiones que toma.

La manera de formular un código de ética profesional varía de persona a persona. No existe una fórmula única para expresarle. Sin embargo, debe incluir el conjunto de principios éticos que la persona desea aplicar en el ejercicio de su profesión. Cada uno de estos principios debe tener las cuatro características que se han mencionado oportunamente:

Debe ser una expresión de lo que es necesario para salvaguardar valores morales objetivos;

Debe ser universalmente válido;

En la medida de lo posible, es conveniente que se exprese en términos positivos;

Y siempre debe ser expresado en las palabras de uno mismo.

Es importante que los profesionales formulen su propio código de ética corno una expresión de su mística personal. Sin embargo, si deseamos influir en el ambiente ético en general, sin embargo si deseamos en el ámbito ético en general, no es suficiente prestar atención a la mística personal y a los códigos de ética que puedan formular los individuos. También habrá que prestar atención a la mística empresarial y los códigos de ética que pueden formular las empresas y los colegios de profesionales.

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De lo contrario, cada persona corre el riesgo de encontrarse sólo en su deseo de aplicar su propio código de ética en un mundo que no responde positivamente frente a sus valores.

LA CREACIÓN DE UNA MÍSTICA EMPRESARIAL CAPAZ DE PROMOVER UN BUEN COMPORTAMIENTO ÉTICO.

Por “mística empresarial” se entiende una manera de actuar coherente con un conjunto de buenos valores morales que son parte de la cultura ética de una determinada empresa. La mística de una empresa se manifiesta mediante lo que muchos empresarios describen como su “modo de proceder”. La experiencia indica que por lo general una mística empresarial es algo que se siente pero que no se expresa mediante un código explícito de ética profesional. Muchas veces , ni los más altos ejecutivos puedan describir su contenido con precisión. Sin embargo, en las empresas donde existe una buena mística empresarial, todos sus integrantes comparten la misma escala de valores al tomar sus decisiones.

¿Cómo se crea una mística empresarial capaz de promover un buen comportamiento ético?. En los estudios realizados hasta la fecha, hay un patrón común que siempre da buenos resultados. Una buena mística empresarial surge cuando los fundadores de una empresa comparten una buena mística personal desde el comienzo de sus operaciones. Consciente o inconscientemente, contratan a otras personas no sólo en función de su capacidad técnica, sino en buena medida en función de la compatibilidad de su modo de ser con lo que ha llegado a ser el modo de ser o la mística de la empresa.

Contrario a lo que se podría pensar, al crecer una empresa, es relativamente fácil mantener y fortalecer esta mística mediante un proceso que es en buena medida inconsciente. A modo de ejemplo, en una empresa grande, conocida por su mística empresarial, el criterio definitivo para contratar al nuevo personal es una pregunta que no figura en la lista de requisitos: “¿Este candidato es nuestro tipo de persona?”. Si a juicio de los entrevistadores, la respuesta es “NO”, a pesar de las otras cualidades que puede tener, no le contratan.

¿Es posible crear una buena Mística empresarial en una empresa que nunca la haya tenido? En teoría, todo debe ser posible. Sin embargo, hasta la fecha no tenemos conocimiento de empresas peruanas que se hayan preocupado en serio por realizar este tipo de cambio. De querer hacerlo, habría que comenzar por la creación de una mística personal en los ejecutivos de más alto nivel que muchas veces son reacios frente a este tipo de cambio de mentalidad. Luego, Poco a poco, habría que lograr que los ejecutivos comparten este mística con los demás. En este proceso, el ejemplo de los superiores sería de mucha Importancia.

Como se verá más adelante, puede ser posible crear cierta mística empresarial mediante la participación por parte de todos en la creación de un código de ética profesional para la empresa. Sin embargo, un código impuesto desde arriba no sería capaz de crear una verdadera mística en una empresa. Otros medios para crear y fortalecer una mística empresarial incluyen: la explicación de un perfil moral para la selección del personal; la articulación de principios morales que deben aplicarse en la toma de decisiones, y reuniones periódicas para conversar sobre la aplicación de principios morales a casos específicos.

CÓDIGOS DE ÉTICA PROFESIONAL PARA EMPRESAS, INDUSTRIAS Y COLEGIOS DE PROFESIONALES.

Existen en nuestro medio códigos de ética en algunos colegios profesionales, tales como el de Contadores Públicos. Algunas empresas, sobre todo las transnacionales, tienen sus propios códigos de ética profesional Sin embargo, tales códigos sólo son respetados en la medida en que reflejen una mística que comparten las personas que deben respetarlas.

Para que sea capaz de Influir en la vida de los profesionales, cualquier código de ética profesional debe tener las siguientes características:

1. Debe ser preparado por los mismos profesionales que lo tendrán que cumplir. Este proceso de participación es una buena ocasión para explicitar y aclarar los valores detrás de la mística personal que todos deben compartir en el ejercicio de su profesión.

2. Al formular un código de ética profesional, no se debe quedar en generalidades. Tales generalidades sólo sirven como una manera de tranquilizar la conciencia de los profesionales, sin exigirles examinar más a fondo su propio comportamiento. Algunas generalidades pueden ser necesarias como enunciados previos; pero un código debe especificar prácticas consideradas inaceptables.

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3. Sin embargo, un código no debe ir al extremo de ser demasiado detallista. El reglamentismo suele fomentar una actitud legalista poco coherente con una verdadera mística personal y empresarial.

4. Debe haber algún grupo o persona encargado por los mismos profesionales de vigilar por el cumplimiento del código. La experiencia indica que sin esta vigilancia, el código cae en desuso y pronto llega a ser letra muerta.

5. Los mismos profesionales deben establecer las sanciones a que habrá lugar cuando no se respeta el código.

6. El código debe ser revisado periódicamente a la luz de cambios que exijan una nueva aplicación de los principios establecidos. Hay que tener presente la distinción entre los valores morales, que no cambian, y los juicios prácticos acerca a los medios necesarios para proteger y trasmitir estos valores en un mundo que va cambiando.

Un Código de ética profesional que reúne estas características puede apoyar mucho a las personas que desean vivir según una verdadera mística profesional. Sin embargo, su existencia no produce tal mística. Los códigos son efectivos siempre y cuando reflejan la mística personal y empresarial de las personas que se comprometen a respetarlos. Pero por sí, no suelen ser capaces de producir esta mística.

PREGUNTAS PARA DISCUSIÓN

Según su propia experiencia, ¿Los códigos de ética suelen respetarse en nuestro medio? ¿Por qué cree Ud. que es así?

Dada la crisis actual que vivimos, ¿Cómo procedería Ud. para crear una verdadera mística empresarial en una pequeña empresa que no lo tuviera? Sea explícito en cuanto a los pasos a seguirse.

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ACOSO MORAL (Mobbing)La esencia de la grandeza radica en la capacidad de optar por la propia realización personal y con otras personas, en circunstancias en donde otras, optan por la locura

Los especialistas alertan sobre esta nueva forma de agresión contra la persona y que las leyes positivas no contemplan: el síndrome del acoso psicológico. Donde a veces, sólo con gestos, palabras e insinuaciones, los verdugos van minando la autoestima de las víctimas y provocan su destrucción, al formarse en ellos imágenes disociadas de sí–mismo, lo que pueden provocar depresión, fobias sociales o un trastorno obsesivo–compulsivo.

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