fedor ganz - ensayo marxista de la historia de españa

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    Fedor Ganz Ensayo Marxista de la Historia de Espaa 2

    FEDOR GANZ

    ENSAYO MARXISTA

    DE LA HISTORIA

    DE ESPAA

    EDICIONES GRIJALBO, S.A.BARCELONA BUENOS AIRES MXICO,D.F.

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    Fedor Ganz Ensayo Marxista de la Historia de Espaa 3

    1934, FEDOR GANZ1977, EDICIONES GRIJALBO, S.A.

    Primera edicinReservador todos los derechos.

    Printed in SpainImpreso en Espaa

    ISBN:84-253-0846-1Depsito Legal: B. 22.105-1977

    Impreso en ATENAS, A.G. Escorial,135 Barcelona, 12

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    Fedor Ganz Ensayo Marxista de la Historia de Espaa 4

    N D I C E

    INTRODUCCIN

    El pasado revolucionario de la burguesa europea 5

    I. LA BURGESA ESPAOLA

    1. Dios, Patria, Rey 9

    2. Por la senda constitucional 18

    II EL PROLETARIADO ESPAOL

    3. Repblica sin trabajadores 31

    EPLOGO

    4. Revolucin y contrarrevolucin 40

    5. Las postrimeras del capitalismo 53

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    INTRODUCCIN

    EL PASADO REVOLUCIONARIODE LA BURGUESA EUROPEA

    La violencia es la partera de toda vieja sociedad que lleva otranueva en sus entraas.Tambin ella es una potencia econmica.

    (Carlos Marx, El capital, I)

    Revolucin. Mucho se viene hablando de ella en estos das, cuando los antagonismos declase se presentan cada vez ms agudos.

    Hicimos la revolucin poltica exclaman algunos; vamos ahora a la revolucin

    social.Cul es la diferencia? pregunta el oyente ingenuo. Aclaremos sus dudas.

    Una clase oprimida se lanza a la revolucin para sacudir el yugo que le impone la clasedominante, destruyendo su poder estatal. Para merecer su nombre, la revolucin tieneque surgir de las entraas de un pueblo; ser forzosamente social. La revolucin po-ltica a que aluden ciertos teorizantes no es ms que una simple conjura de palaciopara sustituir un monarca por otro, una camarilla por otra y, a lo mejor, un cacique porotro cacique. Apenas alcanza a mover las cumbres, nunca llega a la profundidad.

    Hay quienes tienen inters en hacernos creer que el Estado es una institucin de esencia

    divina, una especie de Espritu Santo que flota muy por encima de la lucha de clases,interviniendo en ella como rbitro imparcial y justo. Pero ya no llegan a engaarnos losdefensores de este mito moribundo. Su Estado sacrosanto no es sino un instrumento delas clases dominantes. De l se sirven para defender sus intereses y mantener su domi-nacin.

    El Estado aparece simultneamente con la divisin en clases. En las comunidades primi-tivas an no se haba producido esta divisin, no exista poder estatal. En la futura so-ciedad sin clases, el Estado habr desaparecido.

    Revolucin es destruccin violenta del Estado, de sus rganos (ejrcito, Polica, justicia,

    etc.) y de su base: el rgimen vigente de la propiedad. En el seno de la vieja sociedad, laclase oprimida se organiza y forma sus rganos de poder. El club de los Jacobinos, elsoviet hacen saltar el viejo molde que los encierra. Revolucin es guerra a muerte entre

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    dos organizaciones: el Estado de la clase dominante y el embrin estatal de la clase do-minada que pugna por su liberacin. Al salir de la Edad Media, la burguesa naciente delas ciudades aspira a realizar su revolucin. El aumento de su fuerza econmica, susansias de poder incrementar libremente la produccin para conseguir mayores benefi-cios la hacen cada da ms incompatible con la persistencia de la dominacin feudal,

    que por medio de los gremios reglamenta y restringe la produccin y competencia eimpide la libre circulacin de las mercancas. La Iglesia catlica es el principal sostndel feudalismo y el ms poderoso de los seores feudales. A sus enormes riquezas, a suinfluencia poltica aade el dominio absoluto sobre las conciencias, que le permite ro-dear los privilegios feudales con el nimbo de la gracia divina encubriendo atropellos yusurpaciones.

    La lucha contra el feudalismo ser en primer lugar la lucha contra la Iglesia. Las prime-ras revoluciones que intenta el Estado llano tienen todas un carcter religioso. En Ale-mania, la Reforma luterana culmina en la sublevacin campesina dirigida por Toms

    Mnzer. En muchos puntos, su programa aparece como una anticipacin del socialismo,pero todas las reivindicaciones son formuladas de acuerdo con los principios del Evan-gelio y adornadas con numerosas citas de textos sagrados.

    En 1648, un siglo despus de fracasar las sublevaciones alemanas, la burguesa inglesa,irritada por los abusos de la monarqua y de las camarillas feudales, tom las armas bajola bandera del calvinismo. En unin de los campesinos libres triunf sobre las fuerzasde la reaccin; el rey Carlos I fue ejecutado. Los puritanos ingleses democratizaron laIglesia. Reconocer el derecho al libre examen no fue posible sin conceder al mismotiempo amplias libertades a los ciudadanos. Muerto el caudillo Cromwell, se produjo lainevitable reaccin, pero el feudalismo qued vencido. La burguesa haba logrado todaslas conquistas que le era posible alcanzar en aquel momento, si se tiene en cuenta elescaso desarrollo de su fuerza econmica. Sobre los escombros del mundo feudal cre-cieron rpidamente la industria y el comercio. El capitalista ingls se lanz a la conquis-ta del mundo.

    Si la revolucin inglesa no pudo ser completa, la gran revolucin francesa, en cambio,representa el tipo perfecto de revolucin democrtica.Ya no disimula su verdadero con-tenido bajo el disfraz religioso, el tercer estado da la batalla en el terreno poltico, susreivindicaciones son abiertamente sociales. Lucha hasta el triunfo final: la destruccindel Estado absolutista, la expropiacin y el aniquilamiento de la aristocracia. La revolu-

    cin surge en el momento ms favorable para el cumplimiento integral de su programa.En la Inglaterra de 1648, la acumulacin de capital es insuficiente, la burguesa no tieneautoridad para imponer todas sus condiciones. La burguesa alemana se levanta en 1848,cuando ya ha principiado la era del maquinismo y de la gran industria. Con asombro vesurgir a sus espaldas un proletariado lleno de ardor combativo, y, arrepentida de su atre-vimiento, se refugia de nuevo en los brazos de los terratenientes prusianos, dejando alprncipe de Bismarck la tarea de cumplir su programa.

    En Francia, la monarqua absoluta se haba impuesto tras largas luchas contra los seo-res feudales. Pero luego se content con restringir su poder; nunca pens en destruir el

    feudalismo, sino que pact con l para oponerse a la influencia creciente de la burgue-sa. La aristocracia mantena la explotacin feudal del pasado, desorganizando la fuer-za monrquica del presente y corrompiendo en su germen al capitalismo audaz que no

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    puede cumplir con su misin, fomentar las energas, multiplicar las riquezas y crear lagran clase obrera que transformar al mundo, cuando no est protegido contra la arbitra-riedad seorial.1 Los terratenientes administraban justicia; exigan de los campesinospobres servicios personales, censos, derechos sobre la venta de sus productos en el mer-cado, contribucin sobre la sal, etc. Las aduanas establecidas a la entrada de cada pro-

    vincia y los derechos de trnsito sobre puentes y carreteras constituan un obstculo parael desarrollo comercial. Las clases privilegiadas, nobleza y clero, que posean cerca delas dos terceras partes del suelo, estaban libres de impuestos.

    A pesar de subsistir en muchos sitios la organizacin de los gremios, la manufactura sedesenvolva rpidamente, al par que el comercio colonial aumentaba en los puertos. De1715 a 1792 cuadruplic el comercio exterior. Entre 1763 y 1778 se construyeron en losastilleros de Burdeos 245 buques, con un tonelaje total de 74.485 toneladas. En 1789, lametrpoli export a Antillas mercancas por un valor de 78 millones; las importacionesde azcar, caf, algodn, etc., sumaron 218 millones; 71 millones se destinaron al con-

    sumo interior, mientras el resto fue exportado despus de una transformacin por lasindustrias nacionales2El comercio de esclavos constitua otra fuente de enormes benefi-cios. Entre los orgenes de laDeclaracin de los Derechos del Hombre figura tambinla riqueza ganada en el trfico de carne humana. Con la fuerza econmica, la burguesade los centros comerciales y manufactureros haba adquirido su conciencia de clase.Estaba cansada de mantener con sus ganancias a los parsitos feudales que integraban elEstado absolutista costoso e inservible. Senta la necesidad de derribar este obstculo aldesarrollo normal de la produccin. Para conseguirlo, patronos y obreros se unieron enun frente comn. El maquinismo an no haba penetrado en la industria del siglo XVIII,predominando, en cambio, la manufactura y el trabajo a domicilio. Muchos obreros po-

    sean pequeas tierras, que les procuraban una parte de su sustento. An no era comple-to el divorcio entre trabajadores y medios de produccin. En la manufactura, cada obre-ro es un especialista insustituible, dueo de los instrumentos de trabajo, mientras que enla gran industria moderna se halla sojuzgado por la maquinaria.

    En la poca de la revolucin, la acumulacin de capital haba progresado lo suficientepara dar a la burguesa una ventaja decisiva sobre el feudalismo degenerado, pero anno haba creado los grandes ncleos industriales, los centros donde se forma la concien-cia proletaria.

    Libre de discrepancias interiores, el tercer estado pudo dar al movimiento toda su ampli-

    tud. Iniciada la ofensiva y establecido el rgimen constitucional, los financieros quesostenan el ala moderada de la burguesa estaban dispuestos a transigir con la monar-qua y las clases privilegiadas, contentndose con una simple limitacin de los privile-gios. Pero a su vez fueron arrollados por los jacobinos, que conquistaron el poder arras-trando las masas pequeo-burguesas. Emplearon el terror revolucionario para destruir asus adversarios y aniquilar la base de su dominio: la propiedad del suelo. La dictadurarevolucionaria de la pequea burguesa, que destroz con furor todas las viejas institu-ciones, fue una necesidad histrica para el desarrollo posterior del capitalismo y asegurla libertad de accin de la misma gran burguesa. La dictadura jacobina desapareci des-pus de cumplir con su misin; y la burguesa encontr el camino despejado para em-

    1 J. J aurs, Histoire socialista de la Rvolution francaise.2 Ibdem.

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    prender la veloz carrera de acumulacin capitalista. El burgus como fantico del au-mento del valor impone sin consideracin a la Humanidad la produccin por la produc-cin misma, y as el desarrollo de las fuerzas productivas sociales, la creacin de condi-ciones materiales de produccin que nicamente pueden ser la base real de una formams elevada de sociedad cuyo principio fundamental sea el desarrollo completo y libre

    de cada individuo.3

    Para realizar este programa, la burguesa tuvo que conquistar el poder y crear el estadodemocrtico, instrumento ms conveniente para el ejercicio de su dominio, pues lasnuevas formas autoritarias y totalitarias del Estado burgus son fenmenos ya de francadecadencia del capitalismo. As se hizo posible un desarrollo ms amplio de la produc-cin, la creacin de la gran industria, que es el crisol donde se forma el proletariado.

    La libre competencia obliga a los capitalistas a perfeccionar la tcnica de la produccinpara no dejarse vencer en la incesante lucha por los mercados; la burguesa tuvo queestimular las ciencias. La industria necesita tcnicos y obreros calificados: el Estado

    burgus tuvo que monopolizar la enseanza y hacerla obligatoria. Los maestros alema-nes nos han vencido, dijeron los burgueses de Francia despus de la guerra de 1870.En la poca feudal, la Iglesia se haba opuesto a la generalizacin de la enseanza, perola sociedad capitalista, que no saba qu hacer con los analfabetos, no tard en darsecuenta que su enseanza obligatoria era un instrumento de idiotizacin colectiva tanpoderoso como la ignorancia obligatoria en tiempos de dominacin frailuna: en el Esta-do burgus, uno de los deberes de la escuela (y no el menor) es la preparacin moral dela carne de can para la carnicera imperialista.

    Pero el capitalismo, como toda formacin histrica, muere de las consecuencias de su

    propio desarrollo. De elemento revolucionario se ha convertido en fuerza representativade la reaccin. En vez de aumentar la produccin, la disminuye. La misma ciencia queimpuls en sus primeros tiempos se levanta contra l y pone de manifiesto sus contra-dicciones, lo incoherente y catico de sus procedimientos. Los ms acerbos crticos dela burguesa (como Carlos Marx) salen de su propio seno. Baado desde su nacimientoen la sangre y las lgrimas de los campesinos expropiados, de los negros deportados yvendidos, sostenindose gracias a la miseria de las masas trabajadoras, el capitalismocrea la clase obrera, instrumento de su propia muerte. El proletariado dar al traste consu sistema.

    En la ltima de las revoluciones clausurar el ciclo milenario de lo que podemos llamarla prehistoria humana, caracterizada por la explotacin del hombre por el hombre y eldesarrollo anrquico e inconsciente de las fuerzas productivas. La clase trabajadora im-plantar la verdadera igualdad entre los hombres y la direccin cientfica de la produc-cin.

    3Carlos Marx, El capital, I

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    I. LA BURGUESA ESPAOLA

    1. DIOS, PATRIA, REY

    Desde 1481 hasta 1788 hubo:

    Condenados quemados en persona.................................. 34.382Condenados quemados en efigie.................................. 317.690Encarcelados, reclusos y despojados

    de casi todos sus bienes ........................................... . 291.450Total de las condenaciones aflictivas

    que forman 1.240 anuales durante 2 y 3/4 siglos....... 343.522

    (Moreau de Jonns: Estadstica de Espaa)

    La Espaa medieval fue la cuna del capitalismo. La piratera se haba adueado de losmares del Norte, en cuyas orillas dominaba el feudalismo, cuando en las costas medite-

    rrneas se inici una nueva era. El florecimiento de los puertos peninsulares coincidicon la prosperidad de Gnova, Pisa y Venecia. Como en Italia, el incipiente capital co-mercial ya haba comenzado a crear manufacturas, cuando en el resto de Europa pre-dominaban las formas precapitalistas de produccin, con su estricta organizacin gre-mial del artesanado. Desde el siglo XIII, la manufactura de tejidos de lana establecidaen Catalua vende sus productos a Inglaterra, Holanda y a las mismas ciudades italia-nas. En el siglo XI los rabes empiezan a elaborar papel en Ceuta. En el siglo XII fun-dan la primera manufactura europea en Jtiva, y en la siguiente centuria esa industria seextiende a Manresa, Alicante y Alcoy. Sevilla posee manufacturas de seda que todavaen 1519 ocupan a unos 130.000 obreros. El movimiento del puerto de Barcelona es in-

    tenso. Antes que en otras regiones florece el comercio en la ciudad condal, gracias, so-bre todo, a una administracin por entonces ejemplar, que siglos antes de constituirse laLiga hansetica del Norte protege eficazmente la libertad del comercio. Desde 1068, elusatje omnes quippe naves garantiza a todos los ciudadanos, sin distincin de nacio-nalidad, el libre acceso del territorio y la proteccin de las naves que vinieren a Barce-lona.

    En el siglo XIII, los mercaderes catalanes empiezan a establecer colonias en las ciuda-des de ultramar y gracias al apoyo consular gozan de un trato de favor. El volumen delas transacciones bancarias que corren al margen de la actividad comercial da origen en1400 a la creacin de la Taula de Cambi, primer banco pblico con garanta de laciudad. Al ao de su fundacin ya cuenta con ms de 500 depsitos.

    Los progresos de la produccin agrcola no fueron menos notables. En una parte del

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    territorio los rabes haban realizado una labor ejemplar y transformado en regadograndes extensiones de terreno rido e improductivo. Esta prosperidad material, la con-vivencia y colaboracin en el mismo territorio de tres nacionalidades distintas, formanla base del florecimiento de ciencias y artes en aquella poca. Espaa fue el primer pasdonde frente a la sociedad feudal se afirmaron fuertes ncleos de poblacin industriosa,

    grmenes de un orden nuevo; la pennsula se haba adelantado al resto de Europa.

    Pero al mismo tiempo se lleva a cabo la Reconquista. En incesantes guerrillas se en-sancha Castilla, es decir, los dominios de los seoritos castellanos. La nobleza consti-tuye el principal poder guerrero; a pesar de la rivalidad existente, el rey en sus expedi-ciones no puede prescindir de su ayuda; estos servicios se pagan: las mejores tierrasarrebatadas a los musulmanes fueron a parar a manos de los seores feudales. Se forta-leci el feudalismo castellano, al mismo tiempo que se dio el primer paso hacia la for-macin de los actuales latifundios.

    Al finalizar la Edad Media se enfrentan en Espaa las mismas tres fuerzas que en otros

    pases europeos: la aristocracia, la burguesa de las ciudades y la monarqua que luchapara cumplir con su misin unificadora y centralizadora y crear el Estado absolutista,fundamento de las naciones modernas.

    En Francia, la monarqua, con la ayuda del estado llano, venci y humill a la aristocra-cia, para luego aliarse con ella y usarla corno un freno contra el avance de la burguesa.Pero la burguesa tuvo la fuerza de arrollar los obstculos y con ellos la monarqua ab-soluta. Igualmente sucedi con la revolucin puritana en Inglaterra. La nueva monar-qua que naci del golpe de Estado de Guillermo de Orange la mal llamada revolu-cin gloriosa estaba ya casi totalmente identificada con la causa del capitalismo,

    como luego la monarqua de julio en Francia. La burguesa adquiere cada da mayorinfluencia en el Gobierno, y paulatinamente la monarqua, como la aristocracia, pasa aser un mero apndice de la sociedad burguesa, una lujosa fachada de autntico estilogtico que la burguesa britnica mantiene con su dinero para ensearla al extranjeromaravillado, pero nada ms que una fachada.

    Los monarcas que ms se distinguieron en la defensa de las instituciones feudales fue-ron los Habsburgo. Las horcas y las hogueras sealan su paso a travs de la Historia;fueron grandes pacificadores del espritu. En Espaa mandaron durante dos siglos. Car-los I subi al trono con el apoyo y los aplausos de los magnates feudales. Aplausos ple-namente justificados por el uso que los Austrias hicieron del poder.

    En su poltica de ayuda al feudalismo y a la reaccin europea, el emperador Carlos de-ba tarde o temprano tropezar con la resistencia burguesa. La fuerza econmica que yahaba adquirido el estado llano le capacitaba para la defensa consciente de sus intereses,y stos estaban diametralmente opuestos al mantenimiento de una corte parasitaria inte-grada por camarillas de seoritos ladrones. La burguesa de las ciudades vea con dis-gusto que el monarca malgastase sus contribuciones en expediciones guerreras a Italia ya Alemania, cuya finalidad no era de satisfacer los anhelos de mercaderes y fabricantesespaoles. Las Cortes votaban los subsidios a regaadientes. El rey tena que valerse deartificios y estratagemas, atar a las oposiciones por medio de promesas para conseguir

    su aprobacin.En 1520, ausente el monarca, las exacciones de la camarilla se hicieron intolerables. Por

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    fin, estall el inevitable levantamiento. La sublevacin de los Comuneros no tuvo en sucomienzo un carcter de clase bien definido. Fuerzas reaccionarias luchaban al lado delos revolucionarios; nobles y caballeros empobrecidos se sumaron al estado llano. EnAlemania combatieron separadamente los hidalgos pobres encabezados por Franz vonSickingen y aldeanos de Toms Mnzer; aqu se juntaron y se pusieron de acuerdo so-

    bre un programa mnimo de lucha contra la camarilla real, compuesta en su mayora pornobles flamencos. Exigan que el rey acordara no dar cargos pblicos a los extranjeros;que no saliera oro ni plata del reino, sino que sirviera para fomentar las industrias na-cionales, y que no se pudiera arrendar el cobro de los tributos. Pero, iniciada la subleva-cin y logrados los primeros xitos, el programa fue evolucionando en un sentido abier-tamente revolucionario. Se aadi la reglamentacin de la Casa Real y sus gastos punto que iba a tener tanta importancia al desencadenarse la revolucin inglesa y seacord proceder contra los que tratasen de alterar las leyes del reino; se manifiesta,pues, la voluntad de resistir a las usurpaciones y atropellos de la nobleza y del poderreal.

    Frente a estas reivindicaciones, Carlos muy hbilmente intenta dividir a los sublevadosfingiendo acceder a las dos primeras peticiones, y los hidalgos, creyendo haber logradosus propsitos, se desolidarizan con el movimiento. Hasta entonces, la grandeza habaguardado la neutralidad frente a la insurreccin, marcando su disconformidad con lapreponderancia de los nobles flamencos en la Corte. Pero no tard en salir de la expec-tativa. Cuando las ciudades reprodujeron sus antiguas quejas, cuando soaron con rei-vindicar los dominios, la nobleza tom las armas y triunf en su provecho y en el de donCarlos. Sus intereses estaban estrechsimamente unidos en esta circunstancia. Todo de-penda de la forma en que Carlos supiera aprovechar la victoria. La nobleza y las ciuda-

    des quedaron en su poder, unos como sus partidarios, otros como rebeldes vencidos.4Carlos de Habsburgo y Borgoa no desaprovech el triunfo, logrado gracias a la astutatctica del divide et impera que, desde los tiempos remotos del emperador Rodolfo,los Habsburgo practicaban tan acertadamente para ensanchar sus dominios, con asom-bro de sus mulos, los dems monarcas absolutos de Europa. La insurreccin de losComuneros, intento sofocado de revolucin burguesa, haba puesto en evidencia el peli-gro que corran las clases feudales y la misma monarqua en cuanto se identificara conellas, al dejar que las ciudades se desarrollasen libremente. Frente a la extraordinariacombatividad del tercer estado, el pnico se apoder de los nimos. La monarqua y la

    aristocracia tenan que estar unidas contra el enemigo comn. Haca falta una ampliaaccin represiva y preventiva, quirrgica y profilctica. Haba que destruir los efectos ylas causas. Desde entonces, la Historia de Espaa es la historia de la represin.

    Despus de la derrota de Villalar se organizan matanzas en masa. A pesar del perdngeneral de 1552 se sigue ejecutando a los sublevados. En Valencia, donde los moriscosse haban levantado contra la gran nobleza absentista, expulsando al virrey, perecieroncerca de 12.000 personas. En Mallorca, el pueblo haba pedido la abolicin de los cen-sos: fueron ejecutados 200 rebeldes. Pero el movimiento revolucionario tuvo conse-cuencias ms profundas que esta represin ocasional: imprimir un rumbo definitivo a lapoltica monrquica.

    4L. Ranke, Espaa bajo Carlos V. Ed. francesa, Pars, 1873.

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    La solidaridad con la Iglesia se hizo cada da ms aparente. Los monarcas organizabancostosas cruzadas contra los herejes, intervenciones armadas contra los rebeldes al or-den feudal y a la Iglesia catlica de Alemania, Pases Bajos e Inglaterra, ayudndo-les el clero mediante la concesin de emprstitos. A pesar de algunas divergencias su-perficiales con el poder real, los grandes seores feudales ya no sufrieron ninguna men-

    gua en sus privilegios. Haba quien conservaba treinta mil sbditos. La renta del duquede Medina Sidonia sumaba unos 130.000 ducados.

    La potencia de las ciudades hallaba su expresin en las Cortes. Se procedi a restringirsu influencia. Por la compra de votos y la coaccin se lleg a convertir las sesiones enuna mera ceremonia para aprobar todo lo que el rey quisiese. Los diputados slo con-servaron el derecho de formular ruegos en la sesin final. Sus deseos platnicos reflejanlas ansias de una clase moribunda que lucha desesperadamente contra el naufragio de sueconoma. Sus quejas vuelven con insistencia; las Cortes nunca dejaron de protestarcontra la venta de hidalguas, practicada para reunir fondos, pero que traa consigo la

    exencin de tributos; contra la venta de jurisdicciones perpetuas; contra las trabas quesufra el comercio con las Indias. Pidieron la reduccin de los gastos de la Casa Real, ladisminucin de conventos y reforma de los abusos en la jurisdiccin de los inquisidores.

    En aquellos tiempos, toda corriente social se traduce por un movimiento religioso. Lahereja es profundamente revolucionaria y antifeudal; se ha dicho que el derecho delibre examen que propugna no sera concebible sin el derecho de libre competencia. Elfeudalismo, en cambio, encuentra su ideologa en el rgido dogma catlico; la Iglesiaromana, con sus jerarquas, es la ms autntica de las instituciones feudales. La solidari-dad entre la monarqua y la reaccin feudal tiene como consecuencia inmediata la iden-tidad de criterios con el clero. De ah la Inquisicin, rgano represivo destinado a extir-par los males de raz. Existi en otros pases, en Italia, en Francia, pero en ninguna partetuvo la misma amplitud ni subsisti tanto tiempo (en Espaa hasta 1834, es decir, 45aos despus de la Revolucin francesa).

    Por primera vez en la Historia se manifiesta el terror organizado de una clase contraotra. La Inquisicin espaola es un instrumento absolutamente perfecto creado por elfeudalismo para aniquilar a sus adversarios moral, fsica y econmicamente; esta vene-rable institucin nada tiene que envidiar a los tribunales excepcionales o de urgencia dela dictadura capitalista y fascismo actuales. La hereja no es ms que una forma de re-belda burguesa, aunque la ms significativa por entonces. Pero el Santo Oficio es om-

    nipotente.Bajo Felipe II, la Inquisicin interviene en los negocios, el comercio, las artes, los im-puestos y la marina. Quin hubiera podido sustraerse a su jurisdiccin, cuando elladeclar hereja el hecho de vender caballos o municiones a Francia?... Este Tribunal,segn sus fines y su significado, es ante todo una institucin poltica. 5

    Adems de su eficacia como instrumento de la dominacin feudal, la Inquisicin resultaun excelente negocio para la Corona. Aparte su inters en conservar la pureza de la San-tsima Fe cristiana, este tribunal no menosprecia tampoco los bienes de este mundo; sibien muestra mucho cario en enderezar por el fuego sagrado las almas de los pecado-

    res, no deja por eso de manifestar la ms cristiana solicitud para con sus haciendas.

    5 Ibdem.

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    Las confiscaciones de bienes pronunciadas por el Tribunal se cumplen estrictamente ysin excluir los donativos que los reos hicieron antes del proceso. En los meses transcu-rridos desde el advenimiento de Carlos I hasta el ao 1522, el Tesoro Real se llev unmilln de ducados que le produjo tan slo la confiscacin de bienes de los que vo-luntariamente haban confesado su hereja.6 El oprobio de la condena recae sobre la fa-

    milia del reo; sus hijos y hasta sus sobrinos quedan incapacitados para desempearcualquier cargo pblico; su casa es arrasada para impedir todo resurgimiento del espritude rebelda. La Inquisicin cumple celosamente con su misin aniquiladora, sin descui-darse de los ms mnimos detalles. Toda la admirable organizacin de la Iglesia se hallamovilizada al servicio del terror; nunca Estado alguno dispuso de polica tan ejemplar.

    La hereja protestante, como expresin de la disconformidad burguesa, no llega a adqui-rir gran importancia en Espaa. Los judos y moriscos, en cambio, constituyen la partems activa de la poblacin. Negociantes, artesanos y cultivadores infieles representan lamejor fuerza del estado llano, los grmenes de la futura burguesa. Los Reyes Catlicos

    haban iniciado la regresin, expulsando a los judos que se negaban a aceptar el cristia-nismo. Salieron de Espaa unos 300.000 (800.000, afirman algunos), llevndose partede sus riquezas; se establecieron en Burdeos, Hamburgo y principalmente en los PasesBajos y contribuyeron al desarrollo comercial de aquellos pases. Quedaban los judosconvertidos a la fuerza y los moriscos. El Estado feudal se haba visto amenazado en susfundamentos y no poda ya detenerse ante estos obstculos. Para los judaizantes querestaban bast el Santo Oficio. Los moriscos, en cambio, formaban ncleos compactosde poblacin, cultivando terrenos frtiles. Su nmero aumentaba al par que su riqueza;constituan un foco de resistencia y una posible amenaza para el orden feudal. ste de-ba necesariamente intentar eliminarlos, aunque fuera a costa de un grave perjuicio para

    la economa, pues tales razones nunca han podido detener a una clase amenazada deperder su dominio. Una clase dominante sea cual fuere, aristocracia o burguesa nose hace el haraquiri, sino que trata de prolongar y salvar su vida por todos los medios. Elfeudalismo espaol se defendi con innegable acierto. Deshechas las Comunidades, sonlos moriscos los que ms atemorizan a los seoritos de la Corte. Les prohiben la tenen-cia de armas y les hacen objeto de un sinnmero de vejaciones. Un decreto de 1566 lesprohbe el uso de la lengua arbiga, les ordena entregar los libros arbigos y tener laspuertas de sus casas siempre abiertas, a fin de facilitar su vigilancia. En 1568 se suble-van los de Granada y son aplastados tras una lucha cruenta. Juan de Austria y Reque-sens mandan ahorcar a los prisioneros, venden como esclavos a mujeres y nios y de-cretan deportaciones en masa. A pesar de esta represin ejemplar subsisti el espritu deinsubordinacin y sigui el miedo de la Corte.

    Finalmente, en 1609-1610, reinando el duque de Lerma y su camarilla, se procedi a laoperacin definitiva, expulsando a la poblacin entera. Arrojaron de la pennsula ms demedio milln de moriscos, que constituan cerca de la dcima parte de su poblacintotal. La expulsin de los moriscos fue la coronacin de la obra destructora de la reac-cin espaola que empez por la instauracin del Santo Oficio y la expulsin de losjudos. Los decretos de 1609-1610 entregaron el sur de Espaa a los seores de horca ycuchillo, de cuyas garras no ha podido librarse hasta hoy da.

    No existe economa que pueda sufrir una amputacin de esta importancia sin desangrar-6 Ibdem.

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    se. Simultneamente, de pas progresivo, Espaa se va convirtiendo en el baluarte delfeudalismo. Mientras en todas partes nace una nueva sociedad, ella sigue envuelta en lasombra medieval. La reaccin internacional busca y encuentra su principal apoyo en elfeudo de las Catlicas Majestades. Detrs de las murallas sombras de El Escorial setraman las intervenciones contra los rebeldes del Norte. Con la riqueza arrebatada a los

    mercaderes y fabricantes de Espaa se construye la Invencible para aniquilar a los deInglaterra, se emprende la guerra contra los sublevados de Holanda y se subvenciona laLiga reaccionaria en Francia. Espaa se haba convertido en sinnimo de reac-cin.

    He aqu el juicio de Marx:

    En todas partes en el siglo XVI creronse grandes monarquas sobre las ruinas de lasclases feudales, la aristocracia y las ciudades. En los dems grandes Estados de Euro-pa, la monarqua absoluta apareci como un centro de civilizacin, como un agente deunidad social. Fue como un laboratorio en el cual los distintos elementos de la socie-

    dad se mezclaron y se transformaron, hasta tal punto, que les fue posible a las ciudadessustituir su independencia medieval por la superioridad y la dominacin burguesas. EnEspaa, por el contrario, la aristocracia cay hasta un nivel extremo de degradacin,sin dejar por ello de conservar los peores privilegios, mientras que las ciudades se ve-an privadas de su poder medieval, sin conservar ninguna influencia. Desde la funda-cin de la monarqua absoluta, estas ltimas vegetaron en un estado de decadenciaprogresiva...

    La monarqua absoluta, hallando como hall en Espaa un material opuesto por sunaturaleza al centralismo, hizo todo cuanto dependi de ella para entorpecer el aumen-

    to de los intereses sociales, que trae aparejada consigo la divisin nacional del trabajoy una circulacin industrial mltiple, y as suprimi la nica base sobre la cual podaser fundado un sistema unificado de gobierno y de legislacin comn. He aqu por qula monarqua absoluta espaola puede ms bien ser equiparada al despotismo asiticoque comparada con los otros Estados absolutistas, con los cuales tiene muy poca ana-loga. Espaa se convirti, lo mismo que Turqua, en un conglomerado de provinciasmal gobernadas, con un soberano nominal al frente. En las provincias, el despotismotom distintas formas, subordinadas al modo como virreyes y gobernadores interpreta-ban arbitrariamente las leyes. 7

    La monarqua espaola no dio, como otras monarquas, el primer paso hacia la desapa-ricin del feudalismo, sino que ambos se aliaron frente a un tercer estado precoz, y lamonarqua se convirti en el mejor instrumento de gobierno de los seores feudales.Espaa, primer pas en iniciar su unin nacional, se halla luego incapacitada para llevar-la a cabo. Como se ha visto, es el tercer estado que ha de pagar esta estabilizacin feu-dal. Por la amputacin de sus mejores miembros y las quemaduras repetidas que la In-quisicin produce en su cuerpo, se ve privado de todos sus medios de ataque y de defen-sa; ya no puede intentar alzarse contra el feudalismo, se halla esposado e impotente paraoponerse a la opresin. No puede acumular nuevas fuerzas para reconstituir lo perdido,porque sobre l, exclusivamente sobre sus espaldas, pesa todo el aparato estatal parasita-

    rio, la carga abrumadora del feudalismo explotador; no se le permite desarrollarse, ape-7Carlos Marx, La revolucin espaola (1854). Madrid, 1929.

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    nas llega a vegetar.

    Las dificultades que en la Francia prerrevolucionaria existan para la industria y el co-mercio y que finalmente motivaron el estallido de 1789, no son comparables a las quetenan que soportar en Espaa.

    Toda clase de impuestos hacan imposible el establecimiento de nuevas industrias: lacirculacin de mercancas estaba sujeta a derechos de entrada y de trnsito por los lmi-tes de las provincias y al impuesto sobre los mercados percibido por las corporaciones yadministraciones municipales; el vendedor tena que pagar un 10 % de derecho de alc-bala por toda mercadera vendida o cambiada.

    En 1650, los derechos de aduana eran del 10 % y frecuentemente haba muchos quepagar para hacer llegar las materias primas o los productos de una provincia litoral hastael interior del reino...

    La seda pagaba un 14 % de su valor en la entrada de la ciudad de Sevilla, y otro tanto

    de la primera venta en telas. En Granada era del 60 % antes de estar tejida. 8De los 16.000 telares de seda que en 1519 contaba Sevilla, apenas quedaban unos 405en 1673. Valencia, que antes de la expulsin de los moriscos reuna 100.000 casas, en1787 tiene 100.000 habitantes.9 Al comienzo del siglo XVIII no quedan en Espaa msque siete millones de habitantes. Las vas de comunicacin se hallan totalmente aban-donadas. El rey Felipe V necesita 25 das para efectuar el viaje de Irn a Madrid. Laflota mercante, antes de 3.000 buques, se reduce a menos de la tercera parte. Al lado dela ms tirnica represin contra la industria nacional reina libertad absoluta para las in-dustrias extranjeras. Los comerciantes extranjeros tienen sus lonjas (por ejemplo, en

    Barcelona), mientras a los espaoles se les niega este privilegio. Holandeses, ingleses yfranceses se hallan, pues, doblemente favorecidos, por estar ms libres de impuestos,pesquisas, inspecciones y confiscaciones de toda clase. Los productores y negociantesprotestaron con frecuencia. Pero como ya no representaban ningn poder econmico,todas sus protestas fueron intiles; les faltaba la fuerza indispensable para imponer sucriterio. Los humildes ruegos y peticiones que las Cortes, desposedas de toda influen-cia, an osaban someter al monarca, nunca tuvieron ninguna consecuencia. Fue en Cata-lua donde se conservaron los ms importantes restos de industria y comercio. Pudieronmantenerse ms tiempo gracias a la incompleta centralizacin de la monarqua espaola,que les dej una ficcin de autonoma. Una diputacin de catalanes contest debida-

    mente al ministro de Felipe IV, conde-duque de Olivares:Para remediar nuestros males, los espaoles deberamos quedarnos en nuestra propiacasa, repoblar el reino, cultivar nuestros campos, fortificar nuestras ciudades, abrirnuestros puertos al comercio y restablecer nuestras fbricas. En esto deberamos em-plear los tesoros de Amrica y no en guerras insensatas y vergonzosas. Para qu per-petuar en Alemania una lucha mortfera a costa de nuestra sangre y de nuestros teso-ros? Qu provecho sacamos de la guerra de los Pases Bajos, de ese pozo insaciableque engulle nuestros soldados y nuestras fortunas?.10

    Contra la poltica reaccionaria de los reyes espaoles luchaban todas las fuerzas progre-

    8Moreau de Jonns, Estadstica de Espaa. Barcelona, 1835.9 Ibdem.

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    sivas de Europa, anunciadoras de un orden nuevo. Era natural que en esta lucha no pu-diera vencer la causa antihistrica que en el mundo representaba Espaa, pese a susenormes esfuerzos, pese a su derroche de tesoros y a su menosprecio de las vidas huma-nas. La Invencible tena que sucumbir ante los ingleses. Y sus mejores provincias, malincorporadas y asimiladas por la incapacidad centralizadora de una monarqua entregada

    al feudalismo, tenan que desprenderse de ella, como las ratas abandonan el buque queempieza a hundirse. El malestar perifrico, uno de los sntomas ms caractersticos de ladecadencia espaola, cobra cada da mayor extensin. Contra la regresin que re-presenta el poder central se alzan Flandes, Portugal y Catalua, menos afortunada, don-de los segadores no logran conquistar su independencia. Ms tarde sigui Amrica. Seha querido dar a la guerra de independencia sudamericana el sentido de una revolucinburguesa-democrtica, parecida a la guerra que los Estados Unidos sostuvieron con In-glaterra. Si esto fuese verdad, por qu hoy da la mayora de los pases hispanoamerica-nos carecen de capital y de industria para transformar sus materias primas, hallndose,en cambio, bajo la frula de los financieros de Wall Street y sus acorazados? Induda-blemente porque hubo diferencias fundamentales entre los mtodos de colonizaciningls y espaol. Los colonos que salieron de Inglaterra a apropiarse de las tierras nor-teamericanas eran buenos ciudadanos britnicos libres; libres sobre todo de escrpulos,cuando un negocio o una empresa les prometa algn beneficio. Vendedores de negros,exterminadores de indios, piratas (merchant adventurers, como deca entonces) y mstarde industriales, siempre mostraron la misma actividad, el mismo espritu de lucro,admirable por su perseverancia y que fue un gran vehculo de la civilizacin. El Godde los puritanos, como el de los judos, difiere mucho del Dios espaol; cuando elloshablaban de God, pensaban plus vala, y a la nueva Inglaterra le dieron el orgulloso

    nombre de Gods own country; queran decir que en esas tierrras iba a nacer la mayorpotencia capitalista del mundo.

    La colonizacin espaola, en cambio, impuso al nuevo continente la estructuracin feu-dal de la madre patria, con todos sus defectos, su caciquismo, sus tribunales de Inquisi-cin. Mientras los puritanos fundaron industrias y emprendieron obras pblicas, los es-paoles construyeron un sinnmero de iglesias y de conventos. Hubo en Amrica, y loshay todava, los mismos frailes, monjas y seoritos que en Espaa, un poquito ms bru-tos quiz. Probablemente, la guerra de independencia sudamericana no fue ms que lamanifestacin de la rivalidad entre la aristocracia criolla y los funcionarios del rey; oli-garqua contra oligarqua.

    Siempre y en todas circunstancias, colonizacin significa robo. Pero en Inglaterra elproducto de los robos sirvi para aumentar la fuerza productiva del pas, estimular eltrabajo y acelerar la acumulacin capitalista. Con el oro arrebatado a los indgenas mar-tirizados se funda la gran industria inglesa. El algodn de las colonias entra en las fbri-cas de Manchester para ser hilado.

    En Espaa sucedi todo lo contrario. Gran parte de las riquezas producidas por el robocolonial salieron de la circulacin, y con ellas se sostuvieron las clases feudales, se enri-queci la Iglesia y aument sus joyas la grandeza. Se puede decir que la mayor parte delos gneros y metales que producan las colonias sirvi para pagar los productos manu-facturados importados del extranjero. En vez de ser un estmulo para la industria nacio-10Manuel Pugs, Cmo triunf el proteccionismo en Espaa. Barcelona, 1931.

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    nal si a sta no se la hubiese aniquilado, la produccin colonial espaola no enri-queci sino a los fabricantes franceses e ingleses. Ms de las tres cuartas partes de lasmercancas consumidas en Espaa en el siglo XVIII eran de fabricacin extranjera ycon frecuencia elaboradas con materias primas espaolas.

    Las estadsticas muestran este aniquilamiento de las fuerzas productivas. Segn Madoz,la poblacin productiva en 1803 era de 6.650.000 habitantes, y la improductiva, de3.617.000. La nobleza la componan 1.440.000 individuos; el clero, 203.298. La socie-dad feudal espaola despreciaba el trabajo, como una cosa indigna. Reservaba todos susfavores a los hidalgos (hoy seoritos), primitivamente unos ladrones armados querepresentaban la fuerza guerrera feudal, pero paulatinamente perdieron esta funcin,para no ser ms que unos perfectos parsitos, cuya vida daba a los dems el ejemplo dela pereza. Al mismo captulo pertenece la extraordinaria extensin de los conventos,contra la cual las Cortes protestaron repetidas veces. A fines del siglo XVIII, la rentaanual del clero sumaba 600 millones de reales (sin contar el diezmo), que corresponden

    a un capital igual a la cuarta parte del capital territorial total de Espaa. Pero en 1760juzgaba Moncada que tres millones de espaoles no llevaban camisa, por no tener dine-ro para comprarla.11

    Como consecuencia del aniquilamiento econmico, la cultura haba cado a su nivel msbajo. En el curso del exterminio organizado contra el espritu no conformista, el peligroque constitua la penetracin de las ideas europeas en Espaa no haba escapado a lasagacidad inquisitorial de Felipe II. La Pragmtica de 1559 prohbe a los jvenes espa-oles ir a estudiar en las universidades extranjeras. Espaa se qued sola con su dolor ysu ignorancia. Los Pirineos constituan una barrera ms infranqueable que cualquierdesierto sahariense. Como en los tiempos de antao, en las universidades espaolas seenseaban todas las ingeniosidades de la escolstica medieval. Los descubrimientos delas ciencias, las innovaciones de la tcnica pasaron inadvertidos; no se notaba su ausen-cia, pues no haba industria ni ramo alguno de la produccin donde aplicarlos.

    Todava en 1808 (treinta aos despus de la Revolucin francesa) se vea en las puertasde las iglesias la lista de obras prohibidas por la Inquisicin; entre ellas figuraban, natu-ralmente, las obras de Pope, Locke, los enciclopedistas y... el Informe sobre la ley agra-ria, de Jovellanos. Se calcula en poco ms de 600.000 personas sobre 10.350.000 lasque en 1803 haban recibido una educacin regular.12

    La monarqua espaola poda gozar de su triunfo, que nadie ya era capaz de arrebatarle:el divorcio entre Espaa y la Historia era patente. No entra en nuestros propsitos anali-zar si tal fue el deseo consciente de los reyes; los personajes que rigen nuestra prehisto-ria humana, raras veces tienen conciencia de sus actos; son instrumentos ciegos de fuer-zas que desconocen. Quisieran o no, los reyes espaoles, ponindose prematuramente alservicio de la reaccin feudal, convirtieron un pas lleno de esperanzas en un conglome-rado de cbilas ms o menos mseras, ms o menos pintorescas, pero al fin cbilas.

    11Moreau de Jonns, ibdem.12 Ibdem.2.

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    2. POR LA SENDA CONSTITUCIONAL

    Feudalismo de un nuevo gnero, cien veces ms repugnante que elfeudalismo guerrero de la Edad Media, y por virtud del cual se escon-de bajo el ropaje del Gobierno representativo una oligarqua mez-quina, hipcrita y bastarda...

    (Azcrate)

    Gobernar contra la Historia, a la larga, es imposible. Aun la ms fuerte muralla de Chinano resiste los caonazos del progreso material. La civilizacin industrial se impone seacomo fuere, a latigazos o a golpes de emprstito.

    El capitalista se halla en busca constante del mayor beneficio; es el nico principio quelo rige, la nica ley que reconoce. Por esta misma ley, los beneficios constantementetienden a igualarse. El capital siempre ha de estar movilizado para invadir las posicionesmenos defendidas; o concretamente: los capitales de un pas fuertemente industrializadodonde hay abundancia de capitales buscan y encuentran colocacin de mayor provechoen pases de menor desarrollo industrial. El capital emigra, se internacionaliza; el siste-ma capitalista se parece a una mancha de aceite que pronto cubre el globo terrestre. Lacodicia del capitalista no conoce lmites; para satisfacerla, atraviesa las ms altas mon-taas, cruza los ms extensos ocanos y alegremente enva a la matanza a sus propios

    hijos cuando as lo exigen sus intereses. Pero el capitalista no arriesga sus capitales sintener las debidas garantas. Las fbricas del pas industrializado producen los caonesms eficaces, aviones de gran precisin, potentes acorazados y submarinos. El capitalis-ta que coloca sus capitales en pases lejanos, sabe perfectamente que en momentos depeligro no le han de faltar los medios coercitivos y que su gobierno aguarda sus rdenesy no vacilar en emplear a fondo toda la gama de instrumentos, productos de su indus-tria pesada. Tampoco lo ignora el agraciado indgena al que se trata de civilizar. Elimperialismo, sin ms ni ms, expropia a las tribus primitivas de frica y las hace traba-jar bajo el ltigo de sus sargentos, mientras a las razas cristianas que se han retrasadolas amonesta, les coloniza industrialmente el territorio de la metrpoli y les impone di-

    plomticamente un derecho de excepcin a favor de sus nacionales, que es decir de loscolonos.13Ejemplo: la casi totalidad de las repblicas americanas y Portugal.

    Al principio, en el siglo XIX, la economa espaola destrozada se encuentra en un esta-do de absoluta inferioridad. Al lado de Espaa, el mismo Portugal aparece como un pasprspero: produce ms y mejor, tiene menos analfabetos.

    Sin embargo, en la Espaa actual se notan cambios importantes. Sobre todo el desarro-llo parcial de su capacidad productiva, debido no nicamente a la intervencin de capi-tal imperialista y, por consiguiente, la presencia de todas las condiciones objetivaspara dar el paso decisivo hacia el establecimiento de un nuevo rgimen: el de las masas

    trabajadoras. De pas feudal, Espaa se ha convertido en pas semicapitalista y no ha pa-13 Joaqun Costa, Oligarqua y caciquismo.

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    sado a ser feudo exclusivo de ninguna potencia imperialista, sino que ha conservadohasta cierta autonoma poltica. Al observador de la Historia no se le permite ser dema-siado simplista: la Espaa de hoy no es Francia, pero tampoco, como lo creen algunos,se puede equiparar a Portugal, a pesar de la coleccin de Gibraltares que adornan sucuerpo.

    Durante siglos, la monarqua aliada del feudalismo se dedic a gobernar contra la Histo-ria que reconoce la necesidad del desarrollo capitalista, y, sin lograr su aplastamientodefinitivo, logr contenerlo, entorpecindolo.

    El capitalismo espaol, que empieza a manifestarse en el siglo xix, no es producto es-pontneo de la providencia, sino consecuencia muy tarda en verdad de una seriede hechos que se vinieron produciendo desde siglos atrs. Finalmente logra imponersepor encima de una poltica retrgrada que quiere perpetuar en Espaa el estado de cosasdel siglo xv. Esta serie de hechos forman lo que se puede llamar la prehistoria del capi-talismo, durante la cual se crean las condiciones necesarias a la produccin capitalista.

    En la primera parte deEl Capital, Marx hace un anlisis de esta acumulacin origina-ria. Son dos los elementos indispensables para la produccin capitalista: 1, el propie-tario de dinero, medios de produccin y de subsistencia que quiere incrementar los valo-res que posee, comprando la fuerza de trabajo ajena; 2., el trabajador libre. El tra-bajador libre no forma parte, como el esclavo y el siervo, de los medios de produccin,no se halla bajo ninguna tutela feudal, tiene entera libertad de elegir su domicilio, perotambin se encuentra libre de toda propiedad, no posee ningn medio de produccin,ningn instrumento de trabajo; se diferencia, pues, fundamentalmente del campesinopequeo propietario. El trabajador libre es el hombre desligado de todo y desnudo, tallo pari la naturaleza, listo a ser echado a la hoguera de la explotacin: es el proletario.La prehistoria capitalista (la acumulacin originaria) se reduce a la separacin del pro-ductor y de los medios de produccin y se caracteriza por la abolicin de la servidumbreen el campo, la transformacin gradual de la soberana feudal en propiedad privada delsuelo, la destruccin de la preponderancia de los gremios en la ciudad y, sobre todo, porla expropiacin de grandes masas de campesinos que, privados de sus medios de pro-duccin, forman la base del futuro proletariado y, separados de los medios de subsisten-cia, son los ms importantes consumidores del mercado interior de la joven industria.

    Marx estudia el transcurso de este prceso en Inglaterra, donde en el siglo xv predominaan el rgimen feudal de la propiedad. Los pocos jornaleros son al mismo tiempo pe-

    queos propietarios, o por lo menos disfrutan de las tierras comunales. Al principio delsiglo XVI florece la manufactura lanera en Flandes. La aristocracia inglesa, integradapor elementos nuevos, despus del exterminio de la nobleza en las anteriores guerrasciviles, tiene ya un espritu de lucro tpicamente burgus; para realizar mayores benefi-cios transforma en pasto de ovejas los terrenos cultivados y expulsa a los campesinos.La Reforma, a su vez, expropia los bienes de la Iglesia y de los monasterios, que habansido el principal baluarte de la propiedad feudal. Ricos burgueses y favoritos de la cortereal adquieren las tierras. Durante el siglo XVII desaparecen los yeomen (campesinoslibres) y son reemplazados por arrendatarios a corto plazo. En 1800 acaba la liquidacinde la propiedad comunal, que culmina en los Bills of inclosure of Commons, trans-formando la primitiva propiedad comn del suelo en moderna propiedad privada delterrateniente. Por ltimo, el famoso Clearing of Estates (siglos XVIII y XIX), que

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    permite destruir las viviendas de los campesinos en los latifundios y expulsar a los habi-tantes. As, la duquesa de Sutherland, en Escocia, mand a la fuerza pblica que desalo-jase a 1.500 cultivadores para transformar en pasto 794.000 acres de tierra cultivada,que desde antiguo pertenecan al clan entero.

    Al iniciarse en el siglo XVI la expropiacin y expulsin de las masas campesinas, laindustria de las ciudades no haba alcanzado el volumen suficiente para poderlas asimi-lar. El pas se llena de una multitud de vagos y maleantes, contra los cuales los reyesdictan medidas seversimas. Una ley de Enrique VIII los amenaza con el ltigo, lesmanda cortar una oreja en caso de reincidencia y ahorcarlos cuando son sorprendidospor tercera vez. Eduardo VI agrava las penas y ordena que el vagabundo sirviera comoesclavo al que lo denuncie. Transcurre ms de un siglo hasta que, roto por la revolucinel rgimen feudal del campo y el gremial de la ciudad, el capital usurero y comercialprimitivo puede transformarse en capital industrial; el paso de los campesinos despo-jados al proletariado se hace menos difcil: ha comenzado la era capitalista.

    Referimos tan detenidamente el anlisis de Marx porque el proceso de acumulacinoriginaria en Espaa, aunque de ms duracin, no se diferencia fundamentalmente de loacaecido en Inglaterra. Empez ms temprano y, en parte, an no ha concluido.

    La raz de la concentracin de propiedades en el sur de la pennsula est en la Recon-quista. En agradecimiento de sus servicios guerreros, los monarcas distribuyeron mu-chas tierras, otorgando a los seores la perpetuidad del dominio y la libre disposicin.Adems se facilitaba la fundacin de mayorazgos, que result el modo ms eficaz devincular los bienes y favorece extraordinariamente la concentracin de propiedades,llevndose el primognito la totalidad de la hacienda. En el siglo XIV ya era frecuente

    que los ricos-hombres y caballeros ocupasen por fuerza las tierras de las iglesias y mo-nasterios o usurpasen lugares pertenecientes a ciudades y villas. Hubo ms: Unos seo-res despoblaban sus lugares, segn decan las Cortes (Burgos, 1377), exigiendo de susvasallos pechos exorbitantes y nuevos, a que no tenan derecho... 14

    No debe sorprender, pues, el gran nmero de vagos que ya corran por el reino en aque-lla poca. Ortiz indag cuntas clases existan de vagabundos en la pennsula y encon-tr 40, designados por otros tantos nombres especficos, consagrados en la lengua espa-ola. Una ordenanza del rey don Pedro mand a los Comunes, en 1351, dieran trabajo alos mendigos, prescribiendo contra stos, si se rehusaban, la pena de azotes. En 1387,una ordenanza real puso los vagabundos a disposicin de los ciudadanos, que recibieronel derecho de imponerles un mes de trabajo. En 1400 prescribi la municipalidad deToledo se cortasen las orejas a los mendigos, y aun se les matase...15 Preciosos ante-cedentes de la Ley de Vagos!

    Durante los siglos de estabilizacin feudal, el proceso de concentracin de la propiedadse hizo ms lento. Carlos I no priv a la Iglesia de sus seoros y de la jurisdiccin enellos. Si bien solicit un breve del Papa, para proceder a la desamortizacin de una partede los bienes eclesisticos, no lleg a aplicarlo. Muchos de estos bienes que haban sidoincorporados a la corona por Felipe II, fueron luego restituidos por Felipe III. Pero si-multneamente se dictan una serie de leyes que deben tener como consecuencia el xo-

    14F. de Crdenas, Ensayo sobre la historia de la propiedad territorial en Espaa. Madrid, 1873.15Moreau de Jonns, ibdem.

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    do de los campesinos. Para proteger la ganadera a costa de la agricultura, se prohiberoturar las dehesas, se ordena devolver para pastos las que estn roturadas y se prohbetomarlas en arrendamiento a quien no tenga ganado.

    Sin embargo, en 1768 los terrenos municipales y los bienes de las comunidades religio-

    sas, cofradas, etc., ocupaban todava una extensin considerable y la riqueza de losmunicipios haca innecesarios los impuestos indirectos. Al jornalero le quedaban algu-nos recursos al margen de su trabajo, hecho incompatible con la produccin capitalista,que necesita que el trabajador sea forzado a entregarse ntegramente y sin reserva aquien lo explote.

    En su informe sobre la ley agraria, Jovellanos pide la reduccin a propiedad particularde las tierras comunales, pero a pesar de la buena voluntad de Carlos III y sus ministros,a pesar de los platnicos decretos de las Cortes de Cdiz, esta fase tan importante en laseparacin entre el trabajador y la tierra no llega a realizarse hasta 1855. Entonces lasleyes de desamortizacin (que corresponden a los Bills of inclosure) ponen en estado

    de venta todos estos bienes, que, naturalmente, fueron a parar a manos de los grandesterratenientes. El proceso de acumulacin se prosigue lentamente a travs del siglo XIX.No falta tampoco el claring of estates; segn dice el mismo Unamuno, los terratenien-tes expulsaban poblaciones enteras, destruyendo las casas, para transformar el pas enuna sola tierra de arriendo y despoblar sistemticamente el campo espaol. En agostode 1902, la aldea de Campocerrado, en la provincia de Salamanca, tena 265 habitantes;perteneca a los Santa-Coloma. Desde tiempos inmemoriales, los habitantes disfrutabande la posesin de las tierras, que los padres transmitan a sus hijos y por las que pagabanregularmente sus censos. Fueron vendidas estas tierras y el nuevo propietario quiso ele-var los censos... Ante la protesta de los campesinos, los despidi y mand desalojarlospor la Guardia Civil.16

    Hoy, unas diez mil familias poseen cerca de la mitad del territorio catastrado de Espaa.En la regin extremea, los grandes propietarios se llevan el 60 % de la riqueza total enla provincia de Badajoz, el 57 % en Cceres y el 49,76 % en Salamanca. En las tresprovincias, 3.867 terratenientes renen 69.685.306 pesetas, mientras 159.355 pequeospropietarios no poseen ms que 23.849.847 pesetas. El terrateniente puede contar con18.000 pesetas anuales por trmino medio, mientras al pequeo propietario le quedan150 pesetas. Las fincas de ms de 250 hectreas ocupan en la provincia de vila el 27% de la superficie, el 42 % en Cceres, el 46 % en Granada, el 53 % en Ciudad Real, el

    50% en Sevilla y el 58 % en Cdiz. En la provincia de Sevilla, los grandes terratenientesson el 5% de los propietarios y renen el 72% de la riqueza total.17Existen propietariosde 15, de 20 y hasta de 40.000 hectreas. En las provincias latifundistas, la poblacinvive alejada de la tierra por no tener acceso a ella, lo que trae como consecuencia laextensin de los trminos municipales (Crdoba tiene 120.642 hectreas; Cceres,176.849) y las enormes distancias entre las poblaciones; se puede caminar 20 y hasta 50kilmetros sin encontrar una aldea. En las fincas, los caseros para obreros son muy de-ficientes. El obrero vive en los pueblos, a gran distancia de las fincas, donde el ganadoha sustituido al hombre.

    16Angel Marvaud, La question sociale en Espagne. Pars, 1910.17Pascual Carrin, Los latifundios en Espaa. Madrid, 1932.

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    Sin embargo, este movimiento de concentracin de la propiedad territorial y la consi-guiente creacin de fuertes ncleos de expropiados hambrientos, futuros proletarios, sehalla lejos de ser uniforme en toda Espaa. An actualmente subsisten 1.646.974 hect-reas de bienes comunales y en el norte de la pennsula se han podido salvar a travs delos siglos, sin demasiadas modificaciones, formas y usos de la ms remota Edad Media.

    Como ejemplo de estas supervivencias feudales se puede citar el sistema catico de fo-ros y subforos y la excesiva divisin y subdivisin del suelo en Galicia, que tambin estierra de eleccin del caciquismo.

    Si en Inglaterra los campesinos fueron despojados de sus tierras, sus hijos o nietos, con-gregados en las ciudades por la naciente industria, no tardaron en hacerse proletarios.En Espaa, tres siglos de desgobierno haban acabado con gran parte de la industria. Loscampesinos, que la concentracin de la propiedad territorial lanz a la miseria, hubieronde estancarse y formar durante largo tiempo una poblacin flotante improductiva. Lomuestran las cifras dadas por Madoz para el ao 1803 y el gran nmero de vagabundos,

    mendigos, contrabandistas, bandidos y frailes que al principio del siglo pasado hacande Espaa el pas pintoresco, encanto de los literatos del romanticismo francs. Sobreuna cifra total de dos millones de trabajadores, apenas 300.000 son obreros ocupados enlas manufacturas, etctera. Aun en 1860 no son ms que 150.000 los obreros industria-les, 26.000 los mineros y 600.000 los artesanos, contra 2.390.000 trabajadores del cam-po. (Zancada.)

    Hasta la poca actual, el desarrollo industrial no ha sido suficiente para atraer a estasmasas; lo prueba el paro endmico de las provincias latifundistas, el hambre ya secularen las aldeas y las cifras de emigracin. Segn Bernis, al iniciarse la ltima guerra mun-dial, la poblacin activa no formaba ms que el 39,1 % de la poblacin total, mientrasque en los otros pases europeos la proporcin era del 42,7 al 51,5 %. Las personas de-dicadas al comercio y a la circulacin (ndice seguro del desarrollo de las fuerzas pro-ductivas) sumaban el 4,2 % de la poblacin activa, contra 7,4 en Italia, 17,3 en Holanday 23 en Inglaterra.

    La potencia econmica fue el principal sostn de la burguesa en su lucha contra la aris-tocracia. Gracias al desarrollo del comercio, la burguesa pudo superar la estrecha pro-duccin artesana de los gremios y fundar la manufactura, embrin de la gran industriamoderna. Como representantes de esta fuerza econmica, suma de poderosos interesessociales, los burgueses lograron influir en las decisiones del poder estatal y hacerlo suyo

    ms tarde. Los reinados de Federico II en Prusia, J os II en Austria y, en general, elllamado despotismo ilustrado del siglo XVIII marcan el momento en que la monar-qua absoluta se ve forzada a transigir con la joven fuerza burguesa.

    A fines del siglo XVIII y comienzos del XIX, la economa espaola estaba en plenadecadencia; el pueblo espaol sumido en la ignorancia. As se explica que Carlos III ysus ministros, educados en la escuela francesa, queriendo con su ensayo de despotismoilustrado imitar a gobiernos de otros pases europeos en situacin muy diferente, nohayan dejado huella duradera. Las revoluciones no se hacen desde arriba ni por mediode leyes; las leyes no sirven sino para sancionar hechos. El pesado edificio constitucio-

    nal de las Cortes de Cdiz estaba construido sobre arena; bast la presencia y el soplodel autntico payaso alumbrado por la gracia divina para hacerlo polvo. Ya lo dijo Lasa-lle; aun la mejor y ms democrtica de las constituciones no es ms que una hoja de

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    papel que el menor viento se lleva cuando no hay en la calle quien la implante y la de-fienda con los puos. Para que viva una constitucin no bastan de ningn modo los dis-cursos de los abogados. Un pueblo de catlicos y apostlicos analfabetos peda las ca-denas, y el rey payaso no vio ningn inconveniente en drselas. Pero el siglo XIX separeca poco al XVI; no era ya fcil cerrar las puertas y ventanas a los capitales e ideas

    extranjeros. Adems, empezaba a manifestarse algo como una opinin mundial.Haba que suavizar los mtodos, porque en el siglo de los ferrocarriles la broma de se-guir quemando herejes hubiera resultado un tanto pesada, cuando en la vecina Francialos obreros empezaban a levantar barricadas. Los desdichados monarcas tuvieron querenunciar a sus deportes favoritos; el ltimo hereje fue quemado en Valencia en el ao1826 (cien aos antes de cruzar Lindberg el ocano), y en 1834 la Inquisicin queddefinitivamente abolida. Al mismo tiempo se disuelven los gremios medievales; en1837 se acaba (por lo menos sobre el papel) con los tributos o prestaciones que deno-tan seoro o vasallaje, y Mendizbal decreta la secularizacin de los bienes del clero,pero Su Santidad amenaza con las huestes carlistas y los concordatos posteriores hacenimposible la aplicacin del decreto.

    No es que la monarqua cambiara de paracer, pues apenas haba variado un poco susmtodos de gobierno. En el siglo XIX ya no era posible oponerse abiertamente al desa-rrollo capitalista. Se reproducan las mismas tendencias que en el pasado, pero con unempuje cada vez mayor; la resistencia hubiera sido intil y contraproducente; haba quesalvar los intereses, no perder el control y tratar de encauzar las nuevas fuerzas por don-de menos dao hicieran al rgimen establecido. Hasta 1868, la monarqua no pasa deensayos tmidos encaminados en este sentido. Aunque sin el lujo espectacular de lashogueras, sigue aplicando la tctica de antao, en pugna demasiado abierta con los nue-

    vos intereses que se van creando. He aqu la causa principal de la inestabilidad poltica,del gran nmero de revueltas, pronunciamientos y guerras civiles que, finalmente, danal traste con la misma monarqua.

    Catalua, donde se haban salvado importantes restos de actividad industrial y comer-cial, fue la primera en rehacerse. Antes que en otras partes se produjo la suficiente acu-mulacin de capital para suplantar la pequea produccin por la produccin en mayorescala, con aplicacin de maquinaria. Ya en 1841 la industria algodonera representa uncapital de 424 millones y da ocupacin a 102.000 obreros. Tanto la Catalua burguesacomo la proletaria van a ser la pesadilla del Gobierno de Madrid, que teme la hidra

    separatista, expresin del descontento creciente. La poltica real sigue en su afn tradi-cional de poner trabas al progreso industrial. En el real arancel de 1841 se impone a lamaquinaria importada un derecho cuatro veces inferior al asignado a las primeras mate-rias, lo que constituye un obstculo fundamental para el establecimiento de esta indus-tria y la principal razn de su actual retraso. La supresin decretada en 1849 del derechodiferencial de bandera condena al fracaso todos los ensayos de crear una marina mer-cante. Simultneamente empiezan a penetrar los primeros capitales extranjeros, que,claro est, deben gozar de un trato de favor y se emplean en proporcin creciente, porejemplo, en la construccin de ferrocarriles, llevada a cabo con notorio desacierto y enun ambiente de arbitrariedad y corrupcin raras veces superado. Al mismo tiempo se

    fundan los primeros establecimientos de crdito y cajas de ahorro. Los bancos de SanFernando y de Isabel II, que en 1874 se fundirn en el Banco de Espaa, en 1844 sumansolamente una circulacin fiduciaria de 17,5 millones de pesetas. Entre atropellos del

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    poder feudal nace por fin el nio bastardo que es el capitalismo espaol, ya tan raquticocomo ha de permanecer hasta su no lejana muerte.

    Dada la falta de centralizacin y la desagregacin de las dems fuerzas sociales, resulta-do de los siglos de poltica entorpecedora, no quedan en la Espaa del siglo pasado ms

    que dos fuerzas organizadas: la Iglesia y el Ejrcito. El ejrcito espaol no se parece ennada a otros ejrcitos. No es instrumento del Estado, que dispone de l y a cuyas deci-siones se somete sin vacilar. Ni mucho menos. Forma una categora aparte, un organis-mo casi autnomo que tiene su propio criterio y sus propios fines. El Ejrcito de la mo-narqua espaola es el ejemplo tpico de una institucin feudal que, olvidada, ha llegadoa un alto extremo de degeneracin. Para la guerra, naturalmente, es inservible. Ni pen-sarlo! Ah estn las pruebas contundentes de Ayacucho, Cavite, Barranco del Lobo,Annual, etc. La guerra de la Independencia no la ganaron los generales, por muchosgalones que llevasen en sus uniformes, sino los guerrilleros, el pueblo armado, que escosa muy distinta. La guerra escasamente entraba en las atribuciones del ejrcito feudal;

    el robo, en cambio, tena un sitio de honor. El Ejrcito se compona principalmente deoficiales; a cada oficial se le daban por aadidura los necesarios figurantes, algunos sol-dados cuidadosamente escogidos entre los ms analfabetos del reino. El continente ame-ricano formaba un enorme cacicato que ofreca al Ejrcito amplias ocasiones para prac-ticar el robo en todas sus formas, desde la ms primitiva hasta la ms burocrtica (comoluego en Marruecos). Perdidos aquellos virreinatos, no quedaba ya mucho del antiguoimperio colonial, y los militares tuvieron que permanecer en la Pennsula en paro forzo-so. Vieron con disgusto la actuacin de la camarilla imperante, queran su parte en elbotn y, nico medio para lograrlo, se pronunciaron. He aqu un ejemplo clsico deaquella revolucin poltica tan querida por los ilustres tericos del partido socialista.

    Si al principio estos movimientos no fueron ms que luchas puramente personales entrediversos sectores de la clase dominante para lograr puestos mejor retribuidos, a medidaque va avanzando el siglo toman un cariz ms abiertamente social. Las revueltas pura-mente palaciegas y camarillescas, reproduccin curiosa de las luchas feudales de laEdad Media, ya no eran compatibles con el incremento de los intereses sociales y con laformacin de una conciencia en el pas. Los militares sublevados tratan de conquistarla opinin prometiendo reformas y libertades. Los Espartero, ODonell, Prim, etc.,triunfan fingindose liberales, pero cuantas reformas se hubieran intentado, forzosamen-te hubiesen tenido que tropezar con la enemistad de la monarqu, siempre inclinada a lassoluciones ms reaccionarias. La incompatibilidad de grandes sectores del pas con lavieja monarqua se haca cada da ms manifiesta.

    Aumentaba el malestar perifrico en Ultramar, Catalua y Vascongadas. El carlismo,que tena fuerte arraigo precisamente en las dos ltimas provincias, dista mucho de serun movimiento exclusivamente reaccionario y clerical; participaban en l bastantes ele-mentos de rebelda burguesa, que lo consideraban como un pretexto para librarse de ladesastrosa tutela del poder central. Finalmente, dada la imposibilidad de mantener lamonarqua en su forma presente, el general Prim, en su ltimo pronunciamiento, no tuvoms remedio que expulsar a Isabel II.

    En el curso del siglo XIX, la revolucin democrtica haba madurado en Espaa. Cuan-do por fin se produjo el estallido de 1868, el pueblo espaol se encontraba en condicio-nes casi tan favorables como Francia en 1789. La fuerza econmica de la burguesa

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    haba adquirido el suficiente volumen para poder imponerse en medio del desconciertoy la descomposicin de las clases feudales. El proletariado apenas empezaba a desper-tar; en su mayora an no haba adquirido la conciencia de su personalidad propia, sinoque caminaba a la zaga del liberalismo burgus y ste tena su retaguardia protegida.Pero los Pi y Margall y Salmern no tuvieron la inteligencia ni el valor de Robespierre o

    de Marat, que, a pesar de lo que afirm el historiados reaccionario Taine, escondandebajo de su aparatosa oratoria demosteniana un profundo espritu realista y una claravisin de las necesidades polticas. La revolucin francesa dej al Estado monrquico-feudal completamente destruido. Acab con los privilegios de la Iglesia, no se detuvoante la propiedad, modific profundamente el rgimen territorial y lleg hasta el aniqui-lamiento fsico de los representantes de la aristocracia; por fin, arm al pueblo para de-fender las conquistas de la revolucin.

    En las alturas olmpicas desde donde los jefes de la revolucin espaola contemplan lavida prevalece la oratoria pura. La revolucin se har parlamentariamente, en Cortes

    Constituyentes y en medio de los discursos de abogados, o no se har. No se hizo. Fueotro intento vano de emprender una revolucin desde arriba por medio de leyes, cuandola ley no tiene otra misin que la de registrar el hecho producido en la calle. El divorcioentre los jefes y la masa traicionada era patente desde el primer momento. Los campesi-nos tenan un concepto mucho ms justo de lo que deba ser la revolucin; empezaban aincautarse de las tierras, pero de repente se encontraron frente a los fusiles del Ejrcitomonrquico, que ahora lo era de la Repblica. En nombre de esa Repblica y por mediode los mismos fusiles fue ahogado en sangre el movimiento cantonalista y cuanto habade verdadera repblica en Espaa. Despus todo volvi a estar tranquilo; no queda-ban ms que unas cuantas leyes votadas por las Cortes que no haban sido puestas en

    vigor; no fue difcil derogarlas. El hijo del pollo real y de la segunda Isabel, llamadopor su Ejrcito, cuya autoridad haba sido tan eficazmente mantenida y aumentada porlos gobiernos republicanos, pudo sentarse en el trono de los reyes inquisidores.

    He aqu el juicio terminante de Joaqun Costa, uno de los pocos revolucionarios demo-crticos que ha tenido Espaa:

    Lleg septiembre de 1868; ocurri el alzamiento del da 29, tan soado; proclamsela soberana nacional; y en medio del mayor entusiasmo, una Constitucin democrticafue promulgada. Pues lo mismo que si no hubieseis promulgado nada. Se habl de obs-tculos tradicionales, y el trono del monarca fue derribado; pero el verdadero obs-

    tculo tradicional, el trono del cacique, qued inclume, y todo aquel aparato teatral,manifiesto de Cdiz, juntas revolucionarias, destronamiento de la reina, Constitucindemocrtica, soberana nacional, no pas de la categora de pirotecnia: la graduamosde revolucin y no fue ms sino un simulacro de revolucin... Sentamos la opresin,tocbamos sus frutos en las oficinas, en los tribunales, en las corporaciones, en los co-legios electorales, en las crceles, pero no atinbamos con la causa, limitndonos aextraarnos de que las cosas siguieran lo mismo despus que la libertad se haba hechocarne por las Constituyentes en los grandes das, como decamos, de la revolucin: ahestaba cabalmente el error: las cosas seguan como antes porque la libertad se habahecho papel, s, pero no se haba hecho carne. 18

    18 Joaqun Costa, ibdem.

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    La reaccin tuvo en Cnovas un talento de estadista muy superior a todo cuanto podanoponerle las corrientes adversarias. El artfice de la nueva restauracin vio claramenteque no se poda seguir gobernando con los mismos mtodos y en la forma de antes de1868. Aunque fracasada, la revolucin haba mostrado que la estructura social de Espa-a haba cambiado en los ltimos lustros; al lado de las fuerzas tradicionales haba sur-

    gido algo nuevo que hubiera sido temerario ignorar. La monarqua espaola no se modi-fic profundamente como la monarqua inglesa despus de la revolucin gloriosa;segua como antes, estrechamente unida al feudalismo, y defenda con el mismo ensa-amiento los intereses de la aristocracia territorial y los del clero; en el fondo de su almasuspiraba por la Santa Inquisicin, pero no era ya el momento de tales placeres, habaque modernizar los procedimientos. A esto estuvo encaminada la labor de Cnovas.Tap la boca a la burguesa liberal ofrecindole una Constitucin casi democrtica deautntico estilo ingls, con un Parlamento, donde hasta los oradores republicanos, cadada ms fosilizados, podan agitar a su gusto los truenos de papel de su elocuencia. Asse desviaban tilmente las corrientes de oposicin y las instituciones no corran ningnpeligro. Desde el Ministerio de la Puerta del Sol se hacan elecciones qumicamentepuras, concediendo a las oposiciones la dosis oportuna para el mantenimiento de lasapariencias. A estos fines se dispona de mayoras de recambio tituladas conservado-res y liberales, respectivamente, para dar mayor solidez a la ficcin de una segundaInglaterra. Detrs de la fachada britnica, el despotismo oriental, el Estado feudal ensu antiguo esplendor. En las provincias, el cacique de pueblo es el amo de las vidas yhaciendas de sus sbditos. Su autoridad se halla ms bien fortalecida que templada porla del cacique mayor en Madrid. El cacique tiene el poder mstico que sin duda arrancade la gracia divina de imponer o no imponer multas, de cobrar o no cobrar los impuestos

    y, en general, de tolerar o no tolerar irregularidades. Un comercio o una industria nose establecen sin que l lo consienta.

    Pero el capitalismo no puede cumplir con su misin histrica de marcar una nueva etapaen la dominacin de la naturaleza por el hombre, aumentando las fuerzas productivas, nipuede crear la industria que la clase obrera recoger de entre sus manos, sino a condi-cin de estar protegido contra la arbitrariedad feudal. Ninguna clase social ha podidollevar a cabo su misin sin tomar el poder y constituir su propio Estado. El capitalismono se realiza plenamente sino en el Estado burgus. La gran industria creada sobre elterreno de un Estado feudal, probablemente resulta tan artificial y falsa como los gruposescolares de los socialdemcratas vieneses. La produccin capitalista casi siempre sedesarrolla en la democracia burguesa donde un rgimen de liberalismo econmico nopone trabas a la libre competencia. Las nuevas formas autoritarias y totalitarias del Es-tado burgus, como rgano del capital de los trusts y monopolios, marcan ya la deca-dencia del capitalismo: su enfermedad senil.

    No es de sorprender que el capitalismo espaol, crecido sobre la base del Estado feudal-caciquil, no haya solucionado ni los problemas ms fundamentales de la produccin.Casi todo est por hacer. Mientras la burguesa italiana, falta por completo de carbn,hierro y algodn, ha podido crear las grandes industrias de Miln, Turn, etc., el famosotringulo del Norte que mantiene al resto del pas en una dependencia semicolonial, en

    Espaa, gran parte de las riquezas naturales siguen sin aprovechar.Antes de la guerra apenas se explotaba la sexta parte de las minas. Las compaas de

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    ferrocarriles, que en su mayora se encontraban en manos del capital francs, se negabana toda disminucin de las tarifas, extraordinariamente altas, que les permitan realizarenormes beneficios. Por esto se hizo imposible el aprovechamiento de las minas de hie-rro o carbn que se encontrasen a ms de 150 kilmetros de la costa. El carbn de losEstados Unidos pudo venderse en Barcelona a un precio inferior al coste del carbn de

    Belmez trasladado a Sevilla. El Estado no hizo nada para nacionalizar las minas; por elcontrario, mantuvo el rgimen anrquico de las concesiones, cobrando por ellas anual-mente el canon de superficie. Cuando se descubrieron en Catalua los yacimientos depotasa, el monopolio alemn de la potasa solicit una concesin de algunos millares dehectreas. Si no hubiese sido por la protesta de los catalanes y el consiguiente miedo dela hidra separatista, el Gobierno de S. M. no hubiera vacilado en dar satisfaccin al im-perialismo alemn y condenar a esterilidad perpetua esta fuente de riqueza, para que elmonopolio alemn pudiera mantener los precios de las sales de Stassfurt.

    El Gobierno sueco, por ejemplo, prohibi la exportacin de minerales ricos, para fo-

    mentar la industria metalrgica. En Espaa, esta industria se establece con gran retrasoen las ltimas dcadas del siglo pasado. Sobre una produccin anual de 9,45 millones detoneladas de mineral de hierro se exportan 8,4 millones, es decir, el 90 %. Espaa tieneque importar de Inglaterra maquinaria fabricada con sus propias materias primas. En1883, The Times pudo decir: Por fin hemos hallado lo que nos convena. El Ministe-rio que hoy rige los destinos de Espaa es el Gabinete ms afecto a los intereses britni-cos que en Europa tenemos, incluso los de Portugal y de Turqua... El triunfo obtenidopor nuestra diplomacia es inmenso y nuestros industriales tocarn muy pronto los resul-tados lisonjeros del nuevo orden de cosas establecido en Espaa....19

    La contribucin industrial y del comercio de hecho equivala a una contribucin sobre elejercicio de la industria. De otra parte, el favoritismo practicado por la Administracincreaba arbitrariamente los ms injustificados privilegios por medio de sus exencionestributarias, sus aplazamientos y reducciones de impuestos y por las tarifas especiales deferrocarriles. Los terratenientes y los imperialistas extranjeros se daban la mano paraimpedir toda libertad econmica. Haba unidad de criterio en el Banco Hipotecario, tri-butario de la Banque de Paris et des Pays Bas, y el de Espaa, gran cacicato de losterratenientes usureros, dueo absoluto, con sus 2.600 millones de pesetas, del mercadode dinero. Los terratenientes espaoles son fundamentalmente hostiles al incremento dela industria. Quieren mantener su preponderancia, el estado caciquil que tan eficazmente

    les ampara, y temen la concentracin en los centros industriales de un proletariado cons-ciente, como el que pueden observar en el extranjero. Las masas de campesinos ham-brientos constituyen un peligro menor. El instinto de las revueltas campesinas, con susrepentinas y cortas sacudidas, no basta para sublevar un mundo, dijo Jaurs. Para ellasdisponen de la Guardia Civil, cuerpo muy disciplinado que se desplaza con gran rapi-dez, y, en un pas de comunicaciones tan deficientes, llega a aislar y sofocar con relativafacilidad los diferentes focos de rebelda.

    Hasta la guerra mundial, los terratenientes logran contener el desarrollo industrial. In-cluso en la parte ms capitalista de Espaa, en Catalua, la industria algodonera, falta decrditos, se halla atomizada. Gracias a la insuficiente concentracin de capitales, abun-dan las fbricas pequeas, que por trmino medio no poseen ms de seis mil a ocho mil

    19Manuel Pugs, Cmo triunf el proteccionismo ex Espaa.

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    husos, mientras en Francia son corrientes las de cuarenta mil a cincuenta mil husos.

    Los latifundistas ingleses, que despus de la revolucin gloriosa asumieron el poderjunto con la burguesa industrial, se sealaron por su perfecta identificacin con el capi-talismo; su espritu de lucro y la audacia de sus empresas impulsaron, a su vez, el desa-

    rrollo capitalista. Tambin en Espaa nace con los latifundios un tipo nuevo de propie-dad concentrada que se presta mejor a la aplicacin de los mtodos modernos de pro-duccin en gran escala, empleo de abonos, maquinaria, etc. Pero los terratenientes espa-oles siguen viviendo en pleno siglo xv. Las enseanzas de la produccin capitalista nohan logrado perturbar la calma proverbial de sus catlicas conciencias. He aqu aquellaburguesa agraria de torpes irredimibles que Diego Ruiz caracteriza en su Rabassamorta. Las rentas que los latifundistas obtienen de sus tierras aunque se exploten muyextensivamente, les permiten vivir bastante mejor que el resto de los mortales; no sien-ten ningn estmulo de ganar ms; para ello sera preciso reflexionar, calcular, arriesgarcapitales; y no hay nada que repugne tanto a los feudales degenerados. El espritu de

    empresa que la burguesa mostr en sus momentos de esplendor, les falta por completo:todo lo sacrifican a su ideal de pereza integral, a su indolencia de bajs orientales, conlos que tienen ms de un punto comn. En las provincias latifundistas se siguen apli-cando los mtodos de cultivo de la poca feudal. El riego es netamente insuficiente, yno se aprovechan las posibilidades para mejorarlo. Faltan abonos y estircol. Prevalecenlos sistemas antediluvianos de cultivo al tercio, al cuarto y aun al quinto. El rendimien-to, naturalmente, es muy bajo. Espaa produce por trmino medio 8,9 quintales mtricosde trigo por hectrea;20 Francia, 11,8; Italia, 11,9; Polonia, 13,6, y Dinamarca, 27,6. Lacra de ganado resulta tan poco intensiva como el cultivo; los cerdos se cran en monta-nera, mientras en los dems pases se usa hoy la estabulacin, que, adems de mejorar

    considerablemente la calidad del ganado, permite un aprovechamiento ms racional delestircol. En las grandes fincas se cuenta una oveja por cada sesenta y cuatro reas.Desde el siglo XVIII, la degeneracin de las lanas espaolas es uno de los ms gravesobstculos con que lucha la industria lanera de Catalua. Refiere Costa cmo cierto lati-fundista extremeo, alarmado por la deficiencia del ganado lanar, adquiri en Inglaterraalgunos ejemplares de ovejas. Pero estas ovejas britnicas, cuidadosamente se-leccionadas, producto del esfuerzo secular de los ganaderos ingleses, al pisar tierra es-paola no pudieron soportar el clima; les pas lo que a la britnica Constitucin de1876: murieron o degeneraron completamente. Estos inocentes aunque aristocrticoscorderos, con su martirio y muerte, dieron a los seoritos espaoles una leccin menossevera, pero tan explcita, como la de la Invencible. Qued patente su incapacidad noslo de organizar la produccin, sino de resolver ninguno de sus problemas fundamenta-les. Un economista burgus poda escribir:

    Todo aquello que es excelente alcanza prcticamente valor para las economas extra-as o yace latente por falta entre nosotros de empresa... Lo que es pobre y rinde poco,absorbe a la mayora de la nacin con un aprovechamiento extensivo que asegura auna minora una vida esplndida y mantiene en la pobreza a la gran masa. O la disipa-cin de los recursos brillantes (minerales), o el penoso cultivo de una tierra cada vezms esquilmada. Aquello para los extranjeros, con o sin una colaboracin que parece

    complicidad por parte de una minora de felices espaoles; esto para la holgura, tam-20Durante el quinquenio 1926-30.

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    bin de una minora de espaoles, con el agotamiento y la resignacin de la mayoradel pas.21

    Siguiendo la ley natural del capitalismo, los imperialistas se aprovechan de la situacincreada por la inhibicin del capitalismo espaol. Durante los aos que preceden a la

    guerra, casi todas las industrias nuevas nacen con una fuerte preponderancia de capitalesextranjeros. La industria de aparatos elctricos no es sino una sucursal de las grandescompaas alemanas. La hidroelctrica que suministra la corriente a la industria textilcatalana se halla de hecho monopolizada por los capitales ingleses. En 1914, los 365millones depesetas de la Canadiense constituyen el 8o % de los capitales empleadosen la industria hidroelctrica de la regin. En 1913 fueron creados en el extranjero lossiguientes valores espaoles:

    Nuevas sociedades con domicilio en Francia, francos oro.......................... 18,010.000

    Nuevas sociedades con domicilio en Blgica, francos oro......................... 10,800.000

    Nuevas sociedades con domicilio en Inglaterra, francos oro...................... 39,944.440

    Capitales extranjers cubriendo nuevas emisiones en Espaa, francos oro149,327.000

    Suman ms de 210 millones de francos los capitales extranjeros colocados

    en Espaa durante un solo ao.22....

    Los patriotas del Banco de Espaa pueden estar satisfechos: a la par que dificultaron eldesarrollo de la industria nacional e impidieron el establecimiento de bancos de crdito,han facilitado la conquista de Espaa a los grupos extranjeros y entregado su comercio a

    la banca internacional.Sin duda, la industria espaola hubiera seguido vegetando entre los constantes atrope-llos del Estado caciquil, y, bajo la benvola vigilancia de las grandes potencias, Espaa,lentamente y sin que nadie se enterase, se hubiera convertido en otra repblica sudame-ricana ms, si no hubiese estallado la guerra mundial.

    Por el hecho de la neutralidad espaola, la produccin tan raqutica de este pas, quenunca haba llegado a jugar un papel en el mercado universal, de repente cobra una im-portancia singular. Los pases beligerantes estn dispuestos a pagar cualquier precio porsus primeras materias y manufacturas; los capitalistas espaoles explotan su ne