fibonacci tenía un gato que se llamaba secuencia

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fibonacci tenía un gato que se llamaba secuencia rodrigo españa

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libro publicado de manera artesanal en noviembre de 2013, ésta es su versión digital. el autor no considera válidas las leyes que atribuyen algún derecho de alguien sobre una obra. por lo tanto ésta puede ser compartida, reproducida o desechada las veces que el lector así lo desee.si hay algún problema, chiflen: [email protected]

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fibonacci tenía un gato que se llamaba secuencia

rodrigo españa

saltalandia - noviembre 2013

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a seth putnam

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no se haga drama, fotocopie tranquilo y reparta a dónde sea. cualquier cosa: [email protected]

la venganza del cabo churata

al cabo manuel segundino churata lo conozco una mañana desayunando frente a la terminal de bermejo. se para a mi lado mientras yo revolvía la sopaipilla en un café con leche aguado, barato pero efectivo, y me dice: buenos días padre, soy el cabo manuel segundino churata, vengo a confesarle algo que me está comiendo por dentro.

esa madrugada estaba en bermejo decidiendo qué mierda hacer porque justo por ese tiempo tenía una especie de romance entrecortado por la distancia que a ella y a mi nos separaba, por eso nos juntábamos en un lugar neutral, casi al medio de todo, un poco más cerca de ella, casi siempre un poco más cerca de ella; pero al final no importaba nada porque entre bermejo y orán la diferencia no era tanta, un tanto porque parábamos en lugares baratos, similares, habitaciones de 20 mangos la noche en las que nos la pasábamos tomando cerveza, fumando

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bastante y riéndonos de las pelotudeces que la gente dejaba escritas en las paredes.

la mañana que conozco al cabo churata es la mañana que todo entre ella y yo comenzaba a terminarse, o al menos la mañana que me había dado cuenta que todo ese ida y vuelta ya no daba para más.

había una neblina del carajo y a más de dos metros no se veía nada. mientras pensaba qué hacer ese día, si quedarme, partir para tarixa a buscarla o volver a salta esa misma tarde, se aparece tambaleante de entre la espesura blanca el cabo churata, y parado como un estatua de cera bajo cuarenta grados de calor, medio torcido para un lado y mirando para abajo me dice eso de la confesión. al principio no sabía si me hablaba a mí, pero al darme con que no había nadie más en las tres mesas de la vereda estaba seguro que sí se dirigía a mí.

tampoco sabía, en un primer momento, si me decía padre porque me confundía con un cura o me confundía con su viejo. entonces era mejor no decir nada y esperar a que se fuera, pero estaba parado ahí, constante e insistentemente

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callado luego de saludarme, como esperando a que le diera mi aprobación para hablar. luego me doy cuenta que yo tenía puesta ropa negra y con una campera que, en efecto, me hacía parecer un cura. pasamos un par de minutos en silencio, el cabo churata mirando al piso, como los niños que intentan organizar una exposición ante una maestra jodida, y yo pensando en la anita, si debía ir a buscarla para decirle algo, pero no se me ocurría nada para decirle, porque podía ser cualquier cosa: que no me deje, que es una hija de remilputa o que la amo y debemos ser libres, pero para decir esto último no necesitaba ir a ningún lado y era mejor pasar un par de días en bermejo porque ya que tenía esos días de vacación era medio al pedo volver para salta.

escuchaba una y otra vez su mensaje de voz grabado esa misma madrugada: “no te voy a ver, estoy mejor sola, ya lo he decidido, no podemos seguir así, te voy a extrañar, te quiero mucho, ni se te ocurra venir para aquí porque te mando a la mierda”, mientras el cabo seguía parado.

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en ese momento tal vez lo mejor era decirle al tipo que yo no era cura y que se buscara una iglesia para hacer la confesión que tanto parecía necesitar, pero estaba más preocupado en el mensaje de voz que en lo que me rodeaba, y antes de que me diera cuenta lo tenía sentado a mi lado: le invito una leche de tigre padre, necesito sacarme esto del pecho; mejor lo conversamos en otro momento, ahora estoy un poco apresurado; por favor padre, son sólo cinco minutos de su tiempo. a ese punto me daba lo mismo estar con el cabo churata o con quien sea, en realidad quería estar con la anita, pero ella no quería verme, no quería verme nunca más. ya estaba jugado y le digo a mi compañero de mesa. bueno, da igual, qué es lo que le pasa don churata.

entonces el tipo pide dos tazas de leche de tigre, la doña sale refunfuñando algo de entre la neblina que estaba más espesa que nunca y nos pone dos tazones en la mesa, luego trae una jarrita con leche caliente, olor a canela y en la otra mano una botella de singani sospechosamente sin etiqueta, hace la mezcla y nos deja dos tazas de espumeantes de leche de

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tigre. por suerte ya me había comido dos sopaipillas, porque sino eso en ayunas era bastante peligroso. a la anita le gustaba ir a comer sopaipillas a la terminal y tomar café con leche para el desayuno cuando parábamos en el residencial del frente, decía que eran las sopaipillas más ricas que había probado y se reía porque las doblaba para metérselas en la boca. el mensaje era una mierda, “no te voy a ver”, y yo no sabía si estaba enojada por algo o si estaba saliendo con otra persona y no tenía ganas de verme o simplemente ya no me quería. de todos modos era una mierda no poder tomarme un café con ella y luego irnos al residencial. en cambio tenía al cabo churata que miraba su taza y revolvía su interior con una cucharita: sabe padre, mi vida es una cagada, perdone por la palabra, a ella la amo pero no la puedo ver, ahora me tengo que ir lejos, bien lejos, no puedo volver para allá; y de qué se anda escapando, si se puede saber; a eso voy padre, la historia es medio larga; así son algunas historietas, no hay vuelta que darle; bueno, la cosa es que yo era chico, ¿sabe?, mi tata era minero y trosko, como le dicen, a mi mamá ni la he conocido, mi tata me

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decía que ella estaba en otro lugar, que no podía vivir con nosotros, que nos teníamos que cuidar entre los dos. yo no sé qué hacía mi tata, a veces se juntaban en la casa con otros mineros y hablaban bajito, yo no entendía nada, después por mi tío es que me entero todo, pero ese es otro cuento, lo que sí me acuerdo es que las últimas noches él andaba muy nervioso, hasta nos cambiamos de cuarto un par de veces, y al final nos pasábamos casi el día entero encerrados, esperando no se qué, pero mi tata decía que pronto nos íbamos a ir de viaje, a chile. entonces una de esas noches escuchamos un lío en la entrada de la casa, gritos y golpes, cosas que se caían y mi tata me dice metete en ese baúl y no salgas por nada, entonces me escondo, yo tenía 7, 8 años ¿sabe?, y un miedo que ni le cuento, en el baúl escucho más golpes y veo por uno de los agujeritos cómo tres policías lo sacaban a mi tata, y yo ahí, duro del miedo, congelado, no me podía mover, entonces se lo llevan hacia la puerta y veo que lo vuelven a meter todo ensangrentado y le dicen que saque lo que tiene, mi tata les dice que no tenía nada, que no sabía por qué se lo llevaban si él no hacía

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nada, después le pegan un palazo en la nuca y ahí nomás se cae de jeta al piso, desmayado. uno de los policías le dice al otro, a estos subversivos hay que cogerlos a todos. le baja el pantalón a mi tata y le comienza a meter el bastón en el culo, una y otra vez mientras el otro pobre estaba desmayado en el piso, así, y se reían los dos policías hijosdeputa, después no me acuerdo más, pero desde ese día he jurado venganza, para honrar la muerte de mi padre.

a ese punto de la historia del cabo churata yo no sabía si salir corriendo del lugar, agarrar el primer taxi que pase y largarme para tarixa a buscarla a la anita o simplemente aprovechar la espesura de la neblina y huir hacia otro lado para no escuchar cómo seguía la historia de churata. “estoy mejor sola, ya lo he decidido” me decía la anita y me dejaba clavado en bermejo con el compadre delirante ese de la historia del viejo sodomizado por canas, que muy descabellada no era, pero no venía al caso. nada venía al caso, yo la extrañaba y punto. ese rato pensaba que seguro estaba saliendo con alguien y por eso no quería viajar y justo se

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viene a arrepentir a último momento. mi única esperanza era que todo se le pasara a las semanas, dándole un tiempo en una de esa nos veíamos luego en orán, o en padcaya. padcaya nos gustaba mucho, ahí sí era lindo todo. alquilábamos una casita, una pieza, en realidad, bastante grande y dividida en partes, por un par de pesos al día y teníamos el río cerca, hasta que se murió la dueña y la casa es ahora una chichería.

padcaya era hermoso, el vino era barato, y comprábamos pan con queso, vivíamos a plan de bollos, queso y vino. nos pasábamos las tardes enteras en el río, caminando, mojando las patas, durmiendo, comiendo, cogiendo, todo en el río. y si no la podía volver a ver más a la anita, la iba a extrañar, o por lo menos sabía que iba a extrañarla en esas tardes del río.

el cabo, mientras tanto seguía contando su historia, pero ya era demasiado y le digo: en realidad, don churata, no soy sacerdote, yo trabajo en un corralón, ni siquiera soy católico, me parece una lástima lo de su padre, esos milicos son unos hijosdemilputas, han hecho cosas atroces, horribles, pero ahora ya no se si

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sean tan así, en una de esas sí hay algunos que son bastante hijosdeputa, pero la situación es distinta, a lo mejor usted no tiene que buscar venganza, ¿me entiende don churata? el problema es que uno debe convivir con esos hijosdeputa, porque si no son los hijosdeputa de los milicos son los hijosdeputa de la policía o cualquier otro tipo de hijodeputa. estos lugares están llenos de hijosdeputa. yo vivo en salta y el lugar está lleno de hijosdeputa de la policía.

los policías son todos unos hijosdeputa, eso es cierto padre, se lo digo yo que he sido policía por un buen tiempo, yo soy el primer hijodeputa del mundo, del MUNDO, ¿me entiende, padre?

en ese momento comprendo que el delirio a veces suele perseguirme. un imán para los delirantes, eso es lo que a veces creo que soy. debe ser la cara de pelotudo que tengo o una especie de karma universal legislado por alguna entidad oscura que siempre desea verme en esas situaciones. con el tiempo uno aprende a abrazar al delirio, dejar que fluya y se conjugue en el mantra pedorro del sonido humano. entonces lo mejor era terminar la

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leche de tigre que estaba espesa, pedir una sopaipilla gigante para el camino y partir hacia algún otro lado. pero no, el mantra me llamaba desde las profundidades del cabo churata que en ese momento lanzaba un eructo que me hacía volver a su relato.

…con mi tío, que era bueno, casi nunca me hablaba de él, salvo cuando se emborrachaba y se le venían los recuerdos, eran mellizos, ¿sabe?, no muy parecidos, pero mellizos al fin. yo no hablaba mucho con mi tío, no hablaba mucho con nadie, siempre era callado, porque sabía que algo raro tenía. algo dentro, algo como un dolor, pero no me dolía, era una cosa rara. hasta que de grande me doy cuenta que era la venganza, ¿me entiende padre?, era la venganza que me estaba explotando adentro, necesitaba vengarme, hacerlo por mi tata, entonces qué hago, me vuelvo policía. no ponga esa cara padre, ya sé que parece raro, pero deje que le siga contando, me hago policía para poder estar cerca de los hijosdeputa…

“no podemos seguir así” me viene a decir la anita y el cabo churata se hacía una figurita chiquita, medio borrosa. en medio de la neblina

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de la vereda, la leche de tigre estaba arañándome la panza y ella decía que no podíamos seguir así, no se a qué se refería con el así, ¿era la distancia?, no, no era eso, porque no estábamos tan lejos. tampoco era la intermitencia con la que nos veíamos, porque eso a ambos nos agradaba, yo tenía mis cosas en un lado, ella las suyas en el otro, eso era lo lindo, cuando nos veíamos éramos sin nada en un lugar vacío, no éramos nuestros cuerpos que estaban en otros lados, éramos los cuerpos que nos armábamos para el viaje, para una semana, para un par de días hasta desgastarlos, desgastarnos y no tener ganas de vernos por un tiempo.

…después de eso no he tenido más problemas con el suboficial, por poco y se va todo a la mierda padre, por poquito, pero después las cosas eran distintas, yo ya era otra persona, ¿sabe?, tenía como al diablo metido en la tripa, me sentía otro, no sabía de dónde sacaba tanto coraje, ya lo tenía todo, sólo faltaba animarme, ya tenía el gas, ya los tenía marcados a los más hijosdeputa, marcaditos. ya sabía dónde vivían,

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qué hacían, sólo faltaba largarme y comenzar la venganza.

casi no lo hago, al principio tenía mis dudas, como usted dice eso de que ahora las cosas son diferentes. pero no me convencía eso y ya lo había dejado pasar un par de noches, hasta que un día siento que algo me brotaba de adentro y lo veo clarito a mi tata, yo no sé si estaba soñando o alucinaba, pero lo veo ahí, tirado en el piso, con el bastón de policía metido en el culo y me dice: venganza, venganza. eso me ha dado valor. entonces no quedaba otra que ir por el primero, villegas, el más hijodeputa de todos los hijosdeputa, lo tenía marcado desde el primer día.

al final meter el gas en la casa no era lo más difícil, vivía solo el villegas. y lo hago, le meto el gas, espero un rato como me había dicho el veterinario y luego entro por la ventana, despacito, hasta su cuarto y primero me quedo ahí, mirando cómo respiraba, babeando, no me puedo olvidar de la baba blanca que tenía al costado de la boca, me daba asco, eso era lo que sentía, un asco enorme. entonces voy y saco el palo, le doy la vuelta a villegas y se lo

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meto hasta el mango, una vez, dos veces y villegas ni respondía, estaba nocaut por el gas, y yo le seguía metiendo el palo hasta que me doy cuenta que había sangre por todas partes: en el palo, en mis manos, en las sábanas, por todos lados. ese día me bauticé, perdón por la blasfemia padre, pero es así. ahí yo ya era otro, ¿sabe?, como que eso que me había sacado un poco la angustia de adentro. eso era lo que necesitaba…

ya no tenía marcha atrás, el cabo churata había pedido otras dos leches de tigre, no sabía si decirle que me quería ir a la mismísima mierda en ese momento porque no creía en nada de lo que me decía o porque en realidad sí creía cada parte de su relato y lo mismo me quería ir a la mierda. de todos modos poco importaba lo que este hombre hubiese hecho o no, si le metía un palo en el culo a un cana, ese no era mi problema. hay mucha gente loca en este mundo y no me interesa andar corrigiendo el rumbo de nadie.

lo hecho, hecho está, decía la anita cuando yo me mandaba una cagada, y yo casi siempre me mandaba una cagada tras otra, pero nada

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serio, todas estupideces de las que nos podíamos reír. “te voy a extrañar”, me decía en el mensaje. yo también la extrañaba, quería verla, darle un beso, contarle que había dejado de fumar, que tenía un perro que se llamaba narigueta, que le había enseñado un truco con un hueso, quería decirle que la había extrañado durante todo ese tiempo, que se tome un taxi enseguida y que la iba a esperar en el residencial villazón, como siempre. eso era lo que tenía que hacer, llamarla. ir, pagar, discar y hablar. pero me termino quedando con el cabo churata, no sé ni muy bien por qué. entonces me pierdo un rato mezclando al tigre lácteo. blanco, todo blanco. la neblina, la leche y las tetas de la anita.

…pero como esta ya era la tercera vez ya estaba un poco más practicado, ya no iba a meter la pata de nuevo, aunque a diferencia de los otros dos, gonzález tenía familia, pero, le juro padre, no le he tocado un pelo a esa gente. no, la venganza no era contra ellos, contra los civiles, digo, sino contra los hijosdeputa de la policía, por eso me ha costado un poco con gonzález, porque pensaba en sus hijos, tenía

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dos, chiquitos. la esposa me importaba muy poco, pero los niños no tenían la culpa, pensaba en ellos, le juro padre, mientras le metía el bastón en el culo a gonzález, un rato hasta me asusto porque se me hace que tenía a uno de los chiquitos detrás mío, mirando cómo yo le hacía a su tata lo que otros como su tata le habían hecho al mío, y me largo a llorar, ahí, en medio de la faena, como un pelotudo. pero bueno, así son las cosas, uno puede estar endiablado pero tampoco es de piedra.

después de gonzález he parado un buen tiempo, no podía dormir por las noches, soñaba con niños que me perseguían armados con palos, me alcanzaban y comenzaban a acariciarme con ellos, con los palos, cada caricia era como de fuego, yo gritaba y me retorcía, y los niños ahí, jugando a una ronda, acariciándome con esos cosos que estaban al rojo vivo.

no podía dormir padre, siempre era el mismo sueño, no sabía si me estaba volviendo loco o era mandinga que se había apoderado por completo de mi cuerpo y mis sueños. por eso había dejado la venganza por un tiempo. hasta

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me había conseguido una novia, la marcela, linda chica, cómo la quería, era una buena compañera, pero no viene al caso…

“te quiero mucho” me decía en el mensaje. nunca me había dicho que me quería en todo ese tiempo, una vez creo que sí, pero estaba borracha y triste, se le había muerto la madre y me llama llorando, me dice que estaba camino a orán, que quería verme y tengo que hacer mil malabares para poder zafar del trabajo, le termino inventando cualquier cosa al pelotudo del encargado para escaparme, voy a vender la radio nueva con reproductor de emepetrés para poder comprar el pasaje y llevarle un regalo a la anita.

la semana entera en orán con 45 grados de calor y los dos encerrados en un hotel, ella deprimida hasta las patas y yo tomando cerveza como bávaro en octoberfest. de una manera bastante pelotuda la comencé a querer por esas tardes. ahí fue que creo me dijo que me quería, me lo dijo bajito, al oído, como para que nadie escuche mientras esperábamos a que llegue el remis que la llevaba hasta aguas blancas.

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…sánchez no se da cuenta, pero yo estaba escondido justo detrás del macetón ese gigante que tenía en el patio, el perro ladraba para otro lado, luego se meten los dos a la casa, ahí es que recién puedo mandarles el gas, perro y dueño terminan roncando, y el dueño es el que termina cobrando, aunque yo ya sabía que la cosa se estaba poniendo peligrosa, ¿sabe padre?, por esos días yo andaba muy perseguido, veía sombras en todas partes. con las pastillas que me habían dado podía dormir bien, pero lo que me perseguía no estaba en los sueños, no, estaba ahí, en algún lado, yo lo presentía. cada vez que estaba solo se me hacía que me vigilaban. después del problema con rodríguez que le decía, como que todos habían quedado un poco asustados, aunque yo sabía que nadie tenía nada en mi contra, yo era del que menos se podía sospechar. algunos decían que era puro ajuste de los narcos, que estaban involucrados en el caso colpari, ese que era famoso y hasta salía en la tele. porque yo había tenido mucho cuidado con lo que hacía, no le contaba nada a nadie. el único que podía joderme era el veterinario, pero lo mismo creo que a esas alturas ya ni siquiera el veterinario

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podía decir algo que me incrimine. también me ayudaba que nadie en la fuerza quería que se sepa de los 6 policías que habían amanecido con el culo roto. no, nadie quería ni siquiera hablarlo. pero lo que me había puesto nervioso era que un día se me acerca el subteniente gómez y me mira fijo primero, yo me cuadro y lo saludo, buenos días mi subteniente, entonces el otro me mira a los ojos y me dice, como para que lo escuchen todos los que estaban en el patio…

“ni se te ocurra venir para aquí porque te mando a la mierda”, eso era lo que más me extrañaba del mensaje de la anita, que no quería ni siquiera que vaya para allá, me quería impedir que la vaya a buscar, o, en todo caso, me estaba poniendo a prueba para saber si es que la quería tanto como para mandarme todo el camino a buscarla. aunque pensar eso era también una pelotudez que no cerraba. porque a veces me hacía ese tipo de cosas extrañas, era como un juego para ella, parecía que lo disfrutaba. me decía cosas que, en primera instancia, no debía hacer, y cuando no las hacía me puteaba por no hacerlas, por hacerle caso

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como un opa y no darle la contra. al final había optado por hacer sólo las cosas que me decía con una sonrisa, con una especie de mueca que parecía sonrisa pero no era sonrisa, era otra cosa, era como un guiño de la verdad. porque cuando hacía las cosas que me decía sin tener esa seña en el rostro, todo se iba al carajo. eso había aprendido con el tiempo, a mirarla decir las cosas. casi siempre me resultaba.

pero esta vez no había forma de saber si lo que me decía era o no así, porque escuchaba una y otra vez el mensaje mientras el cabo churata me seguía contando sus delirantes peripecias anales, las que al rato ya había dejado de escuchar, y me concentraba más en imaginar la cara de la anita al decirme ni se te ocurra venir para aquí. podía imaginarme todo, cada detalle de su rostro, los lunares y las verrugas del cuello, el color de sus ojos, la forma de sus orejas, el pelo, la nariz, algunos dientes, la quijada, todo estaba ahí, una y otra vez que escuchaba el mensaje grabado. pero por más que intentaba no podía imaginarme algún gesto, un guiño, que me diga qué hacer.

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…tonces padre, no me quedaba otra, o tal vez sí, en ese momento no sabía quién sospechaba de mi y quién no, pero lo tenía que hacer, ya estaba en el baile y tenía que bailar, pero no todo sale bien, al final me fallan los nervios o algo, no se qué, pero la cosa es que termino mal, internado, no comía, no dormía, tomaba pastillas y no me hacían nada. estaba, como quien dice, loco, pero loco de remate, veía cosas, escuchaba voces, y al final me termino escapando del hospital. luego me encuentran no se dónde, me llevan a mi casa, me ponen un custodio y todo. ahí es cuando las cosas empeoran…

disculpe, don churata, tengo que ir un segundito al baño, en seguida regreso y me termina de contar su historia; pero no me deje así, padre, espere que tengo que contarle algo más; en seguida vuelvo, no me tardo nada; lo espero padre, lo espero, vaya tranquilo.

aprovecho la neblina para irme directo hasta el residencial donde había dejado la mochila, la dueña me pregunta si no me voy a quedar, le digo que he tenido un percance y tengo que volver en seguida a salta. salgo caminando por

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la calle paralela a la terminal para no encontrarme de nuevo a churata que seguramente estaba revolviendo la leche de tigre y esperando a un cura que no soy yo para que le absuelva los pecados. pero eso me importaba poco, tenía que llegar como sea hasta el puente.

ni un puto auto en la calle, algunas personas sí. esa neblina no parecía normal, era una cosa de locos, de un momento a otro no sabía dónde estaba parado, si en la vereda o en la calle, mucho menos en qué dirección tenía que ir para llegar hasta el puente, hasta que llego a una esquina y escucho una moto. la neblina era tan espesa que podía escuchar el motor a mi lado y no veía nada. me acerco tanteando hasta que toco algo, era un tipo, que al sentir mi mano se asusta un poco. me disculpo y lo saludo, le pregunto si no sabe dónde puedo tomar un taxi para el puente, me dice que con este clima de londres no hay forma que salgan los autos, que está difícil encontrar un taxi, pero que si quiero por 15 bolivianos me lleva hasta el puente.

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no me quedaba de otra, porque sinceramente no sabía dónde estaba parado. le digo que sí y subimos los dos en la moto, le pregunto si no es peligroso que vayamos con esta neblina, me dice que él se conoce bermejo de memoria, que anda en moto todo el día porque es repartidor y ya tiene sus rutas que las puede hacer con los ojos vendados, además me dice que siempre sale a trabajar cuando hay neblina, no como esta pero neblina al fin. cosa que, salvo por un par de baches un tanto grandes que nos hicieron saltar, era cierta, el tipo manejaba prácticamente a ciegas porque yo no veía un carajo.

llegamos hasta el puente y le pago la tarifa pactada, veo que hay un taxi esperando un par de pasajeros para completar y salir rumbo a tarixa. el chofer se me acerca para preguntarme si voy. faltan dos, me dice. no respondo y sigo de largo, esquivo migraciones del lado boliviano y llego justo al medio del puente, ahí donde las dos banderitas se juntan.

no pasa nadie a esa hora. se escucha el río abajo, con fuerza, parece que está llegando o por llegar. no puedo ver nada, ni para un lado

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del puente ni para el otro, mucho menos para abajo. la neblina parece un algodón que cubre todo menos el sonido. pienso en la anita, intento escuchar de nuevo el mensaje pero el sonido del río está a todo volumen. no sé si irme o volverme, no sé si quedarme. entonces me doy cuenta que sí, está llegando el río porque se escucha cómo rompe contra el puente con toda fuerza y todo tiembla un poco. del otro lado hay un taxi que me espera, del otro lado no está la anita.

me quedo escuchando un rato más cómo llega el río.

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cogote en el espacio sideral

anoche soñé nuevamente con él (o por lo menos sospecho que era él), estábamos los dos en un lugar blanco, brillante y sin paredes, era algo así como estar dentro de un tubo fluorescente infinito. tenía los labios cosidos y gesticulaba con las manos, tal vez intentando decir algo que me costaba entender porque el brillo del lugar me obligaba entrecerrar los ojos para poder ver algo. la imagen, que en un principio dudaba si era la suya, se acercaba para transformarse de un punto a una figura humana.

a cogote lo dejamos de ver por el barrio hace como un par de meses, y para la mayoría de los vecinos, a pesar que nunca lo aceptaron, esto era casi un alivio.

es cierto que de vez en cuando se chupaba un par de vinos y deambulaba interceptando gente conocida para monedear la siguiente caja, a veces se ponía un poco cargoso, pero en general era un tipo amable y charlador, sobre todo cuando tenía un par de animanazos

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encima. hasta que, de un día para otro, pasó de ser el borrachín tranquilo de la cuadra a ser el paranoide apocalíptico abducido por extraterrestres. así, sin previo aviso ni razón aparente, al menos para los que no sabían o no estaban interesados en las historias estrafalarias de mi amigo cogote.

una tarde antes de su desaparición lo encuentro en la esquina de la cancha mirando para arriba, directo al sol que pegaba con todo a esa hora, concentrado como quien escruta un crucigrama en coreano. paso por su lado y saludo sin obtener respuesta alguna. cogote seguía absorto y colorado, con los ojitos chinos en dirección al sol sin inmutarse.

esa misma noche me dan ganas de tomar una cerveza y salgo a comprarla al kiosco de la vuelta. al pasar por la cancha cogote seguía mirando en dirección al cielo, salvo que ahora miraba como contando las estrellas con un dedo. cuando paso por su lado le ofrezco tomarse una fría conmigo, sin esperar su respuesta. como en la tarde paso junto a él, pero esta vez, al escucharme, baja la vista y me dice que ha dejado el escabio hace rato,

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regresa los ojos hacia arriba y sigue contando estrellas.

cuando vuelvo con la cerveza en la mano cogote sale de la oscuridad como una aparición fantasmal para decirme que los treminoides están cerca y que la huida es irreversible. ahí comprendo la razón del alejamiento de todos los vecinos cuando cogote hacía su entrada en escena.

la noche era tranquila y hacía calor, así que no había necesidad de volver con la cerveza bajo el techo de chapa que calentaba como la puta madre en verano y decido quedarme con cogote para rematar esa cebada y ver qué onda. además me gustaba grabar algunas cosas que hablaba con él y con otros pichis que siempre estaban cerca de las torres de alta tensión. los grababa con el celular, no sabía bien para qué, algún día, pensaba, podría hacer una especie de rejunte con relatos de los compadres madrugados, enternecidos, doblados, quebrados, que nunca negaban una charla, tampoco un trago, aunque al final había abandonado las grabaciones por el bien de mi hígado y porque había conseguido un trabajo

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que me tenía ocupado durante la noche y durmiendo durante el día.

cogote, en el fondo, no había cambiado tanto. seguía siendo amable cuando te charlaba, aunque ahora se tomaba más pausas para hablar y era notorio el cambio de temas dentro de su conversación. si antes, al pararte en la calle para preguntar si no tenías una moneda, primero te hablaba de los resultados del fútbol el fin de semana o si no te parecía una locura el precio del vino, ahora te hablaba de la ley de elusividad cósmica, los viajes temporales y el control mental que ejercían ciertas facciones reptilianas sobre nosotros, el resto de la población mundial que todavía no ha despertado a la granverdá, así lo decía él: la granverdá.

todo esto lo digo a partir de lo que a continuación trataré de resumir aunque varios detalles no los pude recuperar del audio porque tenía el celular en el bolsillo y la charla fue larga, amortiguada por un par de humos que se contorneaban entre los caños del tanque de agua vacío y los cables de alta tensión.

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el 14 de noviembre del año pasado cogote tuvo su primer encuentro con los seres provenientes de tremín, él lo recordaba bien porque ese fue el día que tomó su último trago, según me dijo luego.

resulta que cogote volvía feliz de una fiesta en el sur, pedaleando despacio y cantándose una del cuarteto mariposa mientras pensaba que al otro día tenía que levantarse temprano para ir a trabajar a chicoana, cuando de repente siente que la bicicleta no avanza más y se fija para ver si era la cadena que había salido. mira para abajo y no, no era la cadena, porque estaba todavía puesta mientras sus pies seguían en un arduo pedaleo inútil.

intenta bajarse de la chiva pero justo en ese rato siente que un vacío lo invade (esto lo dijo así: un vacio que lo invadía desde la punta de los pies a la cabeza) y entonces se pone ligero como pedo de quinceañera y comienza a flotar en medio de la ruta en dirección a una luz azul que venía del frente.

al principio, me contaba como hipnotizado, como regresando en un viaje temporal al

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momento, que entra en pánico y comienza a gritar en todas direcciones, pero el resto de las cosas habían desaparecido: los autos, los edificios, la ruta, hasta él mismo, todo se había convertido en una luz azul.

luego de eso, me dijo, no recordaba nada más, sólo que había aparecido a la mañana siguiente bajo el puente de la caldera sin la bicicleta y sin los zapatos, pero con la mochila y el vino intactos.

ese mismo día cogote decide no tomar un trago más en su vida porque se paniquea y piensa que todo lo de la luz azul y la levitación eran efectos de un mal pedo, de una pepa deslizada en el vinagre o de alguna cagada que le fallaba en la cabeza.

entonces, descalzo y sin bicicleta no le quedaba otra que volver caminando para su casa. en el trayecto, me dice, comienza a pensar en cosas que nunca antes había pensado, pero que, extrañamente, sentía que estaban ahí, en su cerebro, adentro de su cráneo, bullendo, como si las conociera de toda la vida. y a medida que las iba analizando todas

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ellas encajaban como en un rompecabezas intergaláctico (palabras textuales de cogote), donde “todo es un engranaje que hace circular el absurdo en la existencia para darnos la impresión de relatividad ante la impotencia que sentimos al no poder explicar nuestra presencia en éste y todos los lugares, porque la ubicuidad no es sólo de dios, sino también nuestra”, dijo cogote y se quedó mirando hacia el infinito mientras yo trataba de dilucidar a qué hacía referencia mi amigo y me daba cuenta que la cerveza ya estaba caliente y ni si quiera la había abierto.

tras una pausa no tan larga cogote me sigue contando que, a medida que pasaban los días, más y más ideas cobraban forma en sus pensamientos. esto lo llevó al autoencierro durante un buen tiempo por miedo a estarse volviendo loco. aunque no pudo decirme exactamente cuántos días estuvo encerrado, ni dónde. porque, según me explicaba, también había llegado a comprender el tiempo y el espacio de otra manera y la cosa era que si no salía del lugar en donde estaba era porque cada objeto que veía le traía a la mente una

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explicación retorcida de la existencia. además decía que al final no tenía necesidad de salir para poder verlo todo.

todo iba bien en el encierro, al menos para él. hasta que sucede el segundo encuentro, esa vez no con la luz azul, me dijo, que todo fue diferente la segunda vez, en parte porque creía comprenderlo y además porque no había sentido el temor de la primera experiencia.

lo que recordaba era que una noche había visto el calor (sí, dijo que había visto el calor en lugar de sentirlo) que penetraba por debajo de la puerta y se materializaba en una estela de energía pura y ahí nomás escucha una voz indefinible dentro de su cabeza que le decía que no tuviera miedo, que él había sido elegido junto a muchos otros para ser el portavoz en este lugar del planeta para dar el mensaje, para recordarles a todos que uno de los finales está cerca, porque serán varios finales y el nuestro estaba más cerca de lo que pensábamos.

esto último, lo de los finales, me lo decía con la voz temblorosa, como a punto de quebrase

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por la emoción. luego se quedó callado un rato, como pensando qué era lo que venía y guardó silencio.

no fue sino hasta después de ese encuentro que se dio cuenta que todas esas ideas que le retumbaban en la cabeza le habían sido dadas por los treminoides la noche de la luz azul.

desde ese día cogote sabía cuál era su lucha, sabía que su cruzada era contra la ignorancia, para así advertirnos del fin inminente. pero sin notarlo, este hecho fue el que causó que todo el barrio lo tomara por demente.

cogote era una especie de mesías destartalado que organizaba una especie de mítines públicos a los que nadie acudía, pero a él parecía no importarle en lo más mínimo porque lo mismo se paraba en cualquier calle, en cualquier cancha, en la iglesia metodista, católica, mormona, en medio de los comedores, en todas partes para llevar la revelación que nos iba a salvar, o algo así.

las madres escondían a sus hijos cada vez que cogote aparecía, los pichis escondían el vino y se levantaban para irse, en las iglesias le

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cerraban la puerta aduciendo que su locura era peligrosa y satánica, algunos conjeturaban que cogote había dejado el alcohol para dedicarse a la pipa y que por eso andaba con la cabeza quemada. otros decían que de borracho se había pegado un golpe en la cabeza y que por eso estaba opa y delirante. pero no era así, al menos no desde la perspectiva de cogote. porque al parecer todas las historias que se contaban acerca de él eran falsas, al menos eso decía él y yo prefería creerle. porque nunca faltan las viejas exageradas que siempre agrandan la locura ajena y reducen la propia.

y eso también lo sabía cogote que, sin molestarse por lo que decían a sus espaldas, continuaba advirtiendo a todo el que se le cruzaba. hablaba de la existencia de varios tipos de extraterrestres que hace rato estaban entre nosotros, unos hechos de energía pura y multiforme, otros, los más peligrosos eran reptiles que controlaban el mundo desde las sombras, en apariencia eran humanos pero eso sólo era un disfraz, y debajo de esa piel falsa humanoide estaban las escamas.

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luego me mencionó nombres y sucesos históricos que yo conocía vagamente por algún documental de la televisión, partiendo de la segunda guerra mundial hasta el desastre de wallstreet y los indignados, el terrorismo, los movimientos separatistas, las vacunas, las enfermedades, las plagas, los desastres naturales que, según decía cogote, no eran tan naturales, tinelli y bailando por un sueño, monsanto envenenando al planeta con los transgénicos, la guerra fría y los gobiernos de derecha, centro e izquierda, las religiones, el fútbol y la lista era interminable; pero dentro de la lógica de cogote todo estaba ligado a las fuerzas oscuras que nos gobernaban hacía bastante sin que sospecháramos de ellas.

porque ese es su trabajo, decía con los ojos casi llorosos, embrutecernos y esclavizarnos, darnos la sensación de libertad de acción y pensamiento para que cuando más amansados estemos ellos puedan dominarnos sin coerción alguna, sin que hagamos algo al respecto. por eso, decía cogote ya entre lágrimas, los treminoides me dieron esta misión, porque ese final que es el anulamiento de la reacción

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humana… ya está cerca. y ellos lo saben, y ellos lo saben, repetía cogote una y otra vez. por eso tengo que advertirles a todos antes de que vengan por mí para llevarme a su planeta.

luego se quedó callado y yo no podía entender bien si es que cogote estaba loco o qué. entonces es que decido abrir la cerveza para pasar con un trago toda la información que había recibido esa noche y justo cuando la destapo comienzo a ver unas luces azules parpadeantes que se acercaban en medio de la oscuridad de las canchas.

no eran los treminoides que venían por cogote o por mí, aunque confieso que me asusté, al final era algo peor: era la camioneta de la cana, la famosa 766, que venía por los dos sospechosos masculinos que habían sido denunciados por algún vecino. entonces es que se desata la verdadera locura.

bajan cinco policías del móvil haciendo el sonido característico de las escopetas a manera de saludo. yo con la cerveza en la mano me quedo quieto y trato de actuar tranquilo.la papa estaba segura y alejada. entonces

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pregunto ¿qué sucede oficial? cuando veo que cogote arremete contra uno de los de azul. y, al grito de ¡son todos reptilianos!, se le prende de la cara e intenta arrancarle la piel, como quien intenta sacar una careta de carnaval, tal vez para demostrarme que tenían escamas debajo. trato de sostenerlo en el aire pero se me escapa y recibo un culatazo que me deja quieto. el resto es medio confuso, a cogote se lo llevan en una patrulla y a mí me llevan en otra, amanezco en la alcaida por averiguación de antecedentes y porque mis acciones, según el artículo 72 del código contravencional de salta, pusieron en peligro la tranquilidad y el orden público. a cogote no lo he vuelto a ver desde entonces.

algunos dicen que lo internaron en el ragone. otros, los más sensacionalistas, dicen que intentó comerle la cara a un cana en un acto de locura caníbal y que lo fueron a tirar en medio de la nada, con posterior eliminación de la evidencia. otros dicen que vinieron los familiares de anta para llevarlo de vuelta al pago y que lo encerraron ahí.

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yo sostengo lo que cogote me señaló en sueños. cuando, al acercarse mientras se quitaba los hilos que le cerraban la boca, me dice, en medio de toda la blancura del foco infinito: no estamos en ningún lugar, porque somos la ubicuidad. ya no hay que preocuparse por nada.