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Documento de Trabajo No 65 /77 FLACSO Diciembre, 1977 \ FLACSO 1 \ SANTIAGO 1

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Documento de Trabajo No 65 /77

FLACSO

Diciembre, 1977

\ F L A C S O 1 \ S A N T I A G O 1

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A L W A S IIEFERENCIAS EXTERNAS DE LA

POLITICA LATINOAMEXICANA

INTEHVENCIONES MILITARES Y RECT3MEN

FQLITICO

LAS BASES SOCIALES LOS

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L .

P R O L O G O

. .

Existe l a tendencia - muy hmana, @zds - a construir

con bloques y filigranas sistemas tan coherentes y estructura-

dos, tanta esfera y blanco, que hasta los mbs agudos crfticos

encuentran dificultades . Siguiendo de cerca l a concordancia

hegeliana entre raz6n y realidad, no s61o se estructura con-

ceptualmente, s ino que se pretende que esa es l a estructura-

ci6n de l a realidad misma. E l extraño atractivo que ejerce

l a coherencia de un sistema incide fuertemente, tanto en las

generalizaciones de sentido común como en estudios de pedan-

tersa irreprochable, haciendo que en l a descripcibn de una

situación política, econ6mica y social cada pieza encaje

perfectamente en l a estructura, cada acción se explique dentro

del funcionamiento del modelo y cada aparente desviación se

entienda en su vinculación con l a i6gica interna del sistema.

Tal tipo de orientaci6n en l o s estudios no tiene

por qu6 3 i ~ estigmatizada en s í y porque si, podria, incluso,

contar con al& apoyo en. e l h b i t o de l a estética cidsica

griega. Lo que l a debilita es su incapacidad para explicar

e l cambio, l a evoiucich, e l fracaso, e l sentido de proceso,

las direcciones y posibilidades. Y, ante tales problemas,

es que se suele recurrir con cierta frecuencia a la inciden-

cia de factores externos que p r o v a d a n l a transformaci6n

del sistema. 6s as$ como en e l dmbito de una nacih e l

"factor internacionaln puede ser considerado como una variable - - - - - - - . - -

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explicativa de l o s cambios que se produzcan, Cado que e l

mundo queda definido por exciusi6n de l a nación. D e l a

misma manera, e l uso de nociones como "irrupci$n de masasn,

Rmovimientos de contestaci6nw y otros similares pueden pres-

tarse para igual interpretaci6n, en l a medida en que, aunque

no se niegue que son movimientos internos a l a nación geogrg-

ficamente limitada, ta les fenbmenos . . son vistos como externos

a l sistema de relaciones sociales definido, como l a invasi6n

de los bbbaros a l imperio,

Sin embargo, l a soiucibn propuesta termina por no

solucionar nada. S i para entender l a s trrunsfomaciones de

un sistema es preciso recurrir a elementos externos a 61 l a

investigación es realmente una cuesti6n de azx r - conciusi6n

que no d e j a f a de s e r interesante - o un trabajo tan inmenso

como inabarcable - l o que ya no seria interesante, pero s i

tranquilizador, Con l a complicaci6n adicional de que cuando

se estudia sistemas mdia l izados de relacioxes sociales

nuestra única esperanza es el avwrce de l a astronbutica.

Por c ier to que estas consideraciones constituyen. C

una exageración, pero no tienen m&s maidad que l a de sefíalar S

l o s peligros de una. c ie r t a tendencia que, de una u otra ma-

nera, va a i n c i d i r en este trabajo no obstante todas l a s

precauciones que se tomen. Porque nuestra i n t e n c i h es a b

soiutanente contraria. Se pretende indicar ciertas situacio - nes, ciertos ángulos, c ier tas perspectivas desde las niales

puede tomarse pié park in ic ia r e l anh i s i s , no tanto de l a s

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+ coherencias, s ino de l a s incoherencias que presentan l a s 1 relaciones sociales y po l í t i cas en e l ámbito que nos preo-

cupa. S i s e ha de hablar de un sistema, que sea en e l sentido . de d e f i n i r un campo problemático y entender todo sistema .

como un conjunto estructurado de contradicciones cuyo de-

s a r r o l l o conduce a su c r i s i s y transformacibn.

No se t r a t a tampoco de reemplazar e l estudio de

l o s sistemas por e l estudio de l a s incoherencias, pues unos

y o t m s aparecen tan complementxrios que r e s u l t a enteramente

tautológico de f in i r cada cual por l a ausencia d e l otro. Lo

que si nos parece interesante es l a posibilidad de no pr ivi-

l e g i a r necesariamente ninguno de l o s términos, de manera de

poder in ten tar develar su sentido m& como consti tuci6n que

como derivacián, mds causa que resultado, mbs como voluntad

que como objeto. En suma, que ser fa necesario despojarse

de l o s r ígidos encuadres de aná l i s i s que tienden a dar sen-

t i d o a l a s par tes a p a r t i r de una supuesta construcción sis- -- temdtica para, ensayar nuevas articulaciones y desarticula-

? */ 4 ciones que den indicios sobre l a s posibilidades del proceso

.. social . . En ~rn&ica Latina s e recibe con generosidad las

ideas generalizadoras y, aunque Qstas continuamente se mues-

tran como insuf ic ientes , vuelven a recons tmfrse con el mismo

entusiasmo. E l p r iv i leg io de la coherencia, antes ape de l

confl ic to , ha llevado a elaboraciones como Del Estado de

compromiso*, "el popuiismom, e l ''Estado burocrdtico au tor i ta r ion , - - - - - - - - . - - -

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para c i t a r l a s m& recientes, pero su capacidad de comprender %

e l px30ceso social queda disminu$da cn l a medicla que e l todo

arm6nico descrito no conternyla l o s elementos que pueden in- i

c id i r en su transformaci6n. Esto no quiere decir que ta les

elaboraciones carezcan de interés para e l estudio de l a s

sociedades latinoamericanas, pero s i que son insuf?icientes.

En tal sentido, cuando se señala l a sucesi6n de dos s i s t e

mas en e l tiempo ( e l Estado de compromiso de l o s ayos cin-

cuenta y e l OtEstado burocrático-autoritarion de l a 6ltima

década) justmente l o que f a l l a es l a intermediadn.

hando se quiere explicar este paso de uno a ot lo sistema

se acude a l a idea de conflicto social, pero e l conflicto

no aparece incorporado en los sistemas definidos, por l o

cual viene a presentarse cono vna especie de agregado post

factum que se acepta con dificultad para esa secuencia

precisa, pero que nada nos indica desde e l punto de v i s ta de \

l a comprensidn te6rica. E l análisis se presenta a& m&

bien encaminado a describir e l n5zces~nio desarrol-lo de una

línea de acontecimientos que a se2alw las posibilidades

que están en juego en una situaci6n real o c o n s t d d a .

E s necesario apuntar que, junto a estas sistemati-

zaciones exageradas, e x i s t q en ~ m b i c a Latina estudios que

tienden a mostrar precisamente los conflictos y contradiccio-

neg que se generan en estas sociedades, El problema de

ta les estudios radica en que se aborda estos confi'ictos y

:. . c. t radicciones c o ~ o l a otra cara, e l adverso o e l reverso,

del sistema social, Vale decir, el sistema se da por sentado,

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es e l punto de apoyo, es l o que importa, y se v6 en rela-

ción a $1 cuales son los con6iictos que genera, l o s con-

f l i c tos que l o amenazan, los conflictos que hay que solu-

cionar. sí nuevamente ocurre que sólo tiene sentido e l

sistema c o n s t d d o y los conflictos lo tienen s61o en re-

ferencia a &,

Talvez a estas alturas se esté considerando que

l a s apreciaciones que se han hecho constituyen los consa-

bidos exorcisrnos que preceden a l a exposición del *camino

de l a vezdad y l a dichaN. Lejos de eso. Q u i z b s i más

cerca de l a saludable c r i t i ca destructiva. Porque es n e c e

sario reconocer que e l intento de cambiar algunas tendencias

que nos parecen erróneas tiene mbs probabilidades de llevar-

nos a l absurdo que a un descubrimiento. No obstante, l a

petición por un cambio en l a orientación de los an&lisis

viene haciéndose sentir cada vez con m& fuerza y es necesa-

r i o buscar una respuesta a t a l peticián so pena de tener que

callarnos,

En ~in6rica Latina l a necesidad de buscar nuevas for-

mas de mdiisis no corresponde 9610 a c r í t i cas y exigencias

tebricas y metodoi6gicas, pues sucede que, en general, las

interpretaciones que se han hecho sobre l a materia, y que en

su mmento parecieron explicar bien e l problema abordado,

hoy parecen desprovistas de lakcapacidad de hacernos entender

la actual situaci6n latinoamericana y sus proyecciones posi-

bles, coloc&ndonos en condiciones de perplejidad politica. - - - - - - - - -

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Los estudios sobre sistema pol-ftico, empresa?ios, militares,

"clases medj-asw , marginalidad, sector agrícola, entre otros,

parecen perder validez a medida que transcurre e l tiempo, A

l a firme visi6n optimista pos t segunda guerra mundial l e

sucede l a visi6n firmemente pesimista de los años sesenta.

En l o econbmico se pasa del crecimiento a l estancamiento y

hasta e l retroceso en los índices de producción,~ a l pro-

gresivo endeudamiento y renuncia a l a idea de economfa nacional.

En l o social, de l a expansi6n d e l bienestar, expresado en e l

desarrollo y ampliaci6n de l o s denominados sectores medios,

a l a infl&ible bipolaridad de los pocos con mucho y los

muchos con poco que también se hace visible con l a liqui-

daci6n de esos sectores intermedios. En l o político, se

pasa de l a incorporacidn progresiva de nuevos sectores so-

cia les a l ámbito del Estado nacional. - definible, en c ier to

sentido, como ampliación democrática - a m &gimen de auto-

ritarismo excluyente. Y en todo ésto se va haciendo cada

vez m& evidente que algo anda mal en l a forma de analizar ? los hechos que mantiene en permanente rezago a l o s que l o L

'S

estudia1 de los que l o hacen y cada vez l a historia, como ' - 5

'b historiograffa, es l a única recurrencia posible,

t

A l presentar los desarticulados artfculos si-

guientes se ha intentado describir l o que consideramos son

algunos elementos esenciales para un d i i s i s de la situacidn

polí t ica de l a regi6n y en ningún caso se t r a t a de un ensayo

del-nuevo es t i lo de estudios que se reclama, No obstante, l a ,

no sistematizaci6n d e ellos no es casual, sino que obedece

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justamente a l hecho de que las materias abordadas muestran .

con gran claridad que toda sistematizaci6n ser ia a r t i f i c i a l

en tanto no se l a s ponga en reiacibn con una perspectiva %o

realw que l e s dé sentido en orden a comprender cuál es l a

estructura de contradicciones en que se insertan. La misma

ubicacidn de los trabajos carece de intencibn ordenadora

y obedece exclusivamente a l a secuencia en que se realizaron,

de modo y manera que sirven para expresar l a misma perplejidad

del autor.

Por último, es Ú t i l i n s i s t i r que l a idea de

preconizar estudios que insistan en l a s contradicciones e

incoherencias no se sostiene con l a intención de paralizar

toda posibilidad de estudio y toda posibilidad de acci.611,

pues puede pers i s t i r l a idea de sentido ordenador, sentido

ordenador que no se define en pasado n i en presente, sino en

proyecto a futuro. ES en reiacidn a t a l proyecto que e l

conocimiento puede organizarse, pero &te no es sblo l a

construcciÓn mental que pueda buenamente reai izar e l inves-

tigador, es un proyecto social que 61 puede o no comprender,

pero que tiene voluntad de realizarse. En t a l sentido, l a

afirmacidn de que "nada es real s i no se mantiene en una

lucha a mueg con l a s situaciones y las condiciones de su 4" e x i ~ t e n c i a ~ ~ nos recuerda cuál es l a actuai etapa de l a lógica

Marcuse, Herbert: @Raison et revolution. Hegel e t l a naissance de l a théorie socialen. Paris, Les Editions de Minuit, 1968, p.42.

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- v i i i -

a l a que todada no se responde adecuadamente en l a meto-

dologia de las ciencias sociales. Como dice e l m i s m o Marcuse:

"En esta etapa de l a historia, l a situación de l a filoso-

f í a y de todo e l pensamiento cognitivo cambia. En adelante

todo pensamiento que no tenga conciencia de l a falsedad

radical de las condiciones de vida reinantes es un pensamiento

defectuoso. Puesto que hacer abstracción de estas condi-

ciones onmipresentes no es solamente inmoral: es falsom.

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En los intentos de expiicaci6n de l a situacibn a

S latinoamericana, siempre ha estado presente l a s vinculacio- nes que tiene ésta con respecto a l a sihiaci6n mundial y,

. particularmente, con l a ~ a c i 6 n que aparece como dominante o

hegemónica en l a región. Desde que los Estados Unidos ad-

quirieron t a l papel l a referencia a este pais ha constituído

una constante. Sin embargo, esta referencia se ha hecho

cornunmente más en términos econ6micos que políticos, enten-

diendo que aquellos involucraban prsc ticamente a &tos. Las

transformaciones ocurridas en los Ú l t i m o s veinte años, tanto

en l a economía como en l a polftica mundiales, mueven a p lan-

tearse e l problema más propiamente polftico de ta les rela-

ciones, a l a vez que t ra ta r de determinar e l sentido que

tiene l a posible redefinici6n política del área.

Los estudios sobre subdesarrollo, imperialismo y

dependencia han intentado, de alguna manera, señalar l a in-

cidencia que tiene e l factor externo en e l comportamiento

polftico interno de las naciones latinoamericanas. Desde l a s

concepciones más simplistas que consideran que e l "imperia-

lismo norteamericanow determina en forma directa, a trav6s

de mandatarios, l a s po'líticas nacionales, se ha pasado a

f ormulaciones más complejas y m& explicativas en donde e l

factor externo opera como una re£ erencia para l a s posibles

alianzas de clases y fracciones de clase. P m o esta refe-

rencia a l llamado factor externo necesita ser precisada con

alguna claridad a fin de comprender l a actual direccidn del

proceso politico latinoamericano.

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En t a l sentido, parece conveniente e n t r a a

preocuparse de ciertos aspectos, normalmente descuidados

en este problema, y que se refieren a l a s alternativas que e l

propio pafs central puede ofrecer en términos de l a s contra-

dicciones internas que presenta. E n l a actualidad talvez pue-

da verse con mayor claridad las dist intas orientaciones que

adquiere l a política norteamericana en relación a los dife-

rentes actores del proceso interno. Nos referimos, en este

caso, fundamentalmente a las empresas econhicas, los ins-

t i tu tos militares y e l Dspartamento de Estado (tomado como

expresivo de l a polf t ica del Estado'Nacional norteamericano).

L a idea que se pretende lanzar a discusi6n es que

no existe - una línea pol í t ica por parte de l a potencia del

norte, sino que, a& cuando se imponga una de e l las , hay,

por l o menos,tres alternativas que pueden servir como otros-

tanto puntos de apoyo para l o s proyectos que intenten los

grupos sociales latino~riiericanos. Esto debe tomarse s in

exageracibn ninguna, (pues son evidentes las concordancias y

sobredomfnancias que pueden producirse), pero s í como una

posibilidad de buscar nuevos elementos de análisis.

En l a evoiuci6n Última de ~rn6rica Latina, a

p a r t i r de l a década de los sesenta, puede observarse, s i no

direc t a n a t e , a l menos algunas de l a s consecuencias aparentes

de l a existencia de discordancias en l a intervención de los

agentes que se han seiíalado.

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En e l plano económico, l a tendencia a l a mun-

dializacidn de l a economía, que se hace visible fundmental-

mente a través del desarrollo de las empresas multinacionales

y de las economías que no constituían centro . ( ~ a ~ ~ n , Alemania,

Canadá, etc, ) , plantea a ~inerica Latina condiciones diversas

a l a s existentes cuando l a vincuiaci6n de dependencia se hacia

más fuertemente a través de las ernpresas nortemericanas.

D e acuerdo a los datos sobre importaciones

y exportaciones, como asimismo de acuerdo a l porcentaje de l a s

inversiones extranjeras, es posible apreciar que desde 1960

a 1970 se produce una pérdida de importancia relat iva de

~mérica Latina con respecto a USA. Este 6ltimo ~ a í s cana-

l i z a tanto su comercio como sus inversiones hacia los paises

capital is tas desarrollados, Pero esto no significa que ~ m 6 -

r ica Latina quede desplazada del intergs económico de USA,

sino que cambian l a s condiciones de l a reiaci6n. E s asf,

E n un estudio de Anibal Pinto se seña1.a que, a pesar de su incremento en términos absolutos, l a par t ic i~ac ibn de ~ r n b i c a Latina en las inversiones directas de Estados Unidos descendib sensiblemente. A comienzos de 1950 esas inversiones constihuan e l 38% del total , c i f r a que baja a l 16% hacia fines de 1968. Son Canadá y e l Mercado común Europeo los que ganan posiciones relativas de mayor mag- nitua. A su vez, l a participación de ~mérica Latina en las importaciones totales de Estados Unidos se redujo del 24% a l 11% en los &os extremos (1960-1970)~ y e l porcen- t a j e de exportaciones de ~mérica Latina que a b s o d a e l p d s del Norte bajd de poco m&s del 40% a comienzos del decenio 1960, a u n 30% a fines del mismo, Véase Aníbal Pinto, "Las relaciones económicas entre ~rn6rica Latina y Estados Unidos: algunas implicaciones y perspectivas en relaciones políticas entre ~rnérica Latina y los Estados Unidost1. J.Cotler y R.Fagen; Arnorrortu, 1974 pp. 118-124.

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como señala Anfbal Pinto, que l a regibn mantiene su impor-

tancia en relación a, por l o menos, catorce productos b h i -

cos para l a metrbpoiis, es decir, mantiene una determinada

. importarxia estratégica. 'A l mismo tiempo, es e l nivel de

l a s importaciones que realiza ~mérica Latina desde E E W l o

permite a este país'financiar su balanza de pagos, En

consecuencia, se podria decir que decae bastante e l interés

norteamericano en l a industrializacibn de l a regibn, para

recuperar su visión como mercado y como proveedor de deter-

minados insumos. Pero, a ésto habría que agregar que ha

crecido considerablemente l a deuda externa y su servicio

gravita fuertemente en l a balanza de pagos, en virtud de l o

cual EEXü retiene su capacidad de manipulación económica de

los regímenes de l a regibn.

A l producirse e l reordenamiento de Am6rica

Latina, en términos de los cambios operados en l a economia

capital is ta mundial, surgen diferencias entre l o s intereses

de l a polí t ica nacional norteamericana y los intereses de

las empresas.

~ o d r f a pensarse que e l relativo reemplazo de

las empresas nort eamericmas por l a s transnacionales llevarsa

a un alejamiento de l a intervenci6n norteamericana. en de-

fensa de sus intereses econbmicos, ya que tales empresas,

*por su propio cardcter transnacional, tienen menos posibi-

l idades de presionar o de identificar sus intereses con e l

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inter6s global de E E m W O n M& aún, podrfa niponerse que C

en l a medida que se internacionaliza, e l capitzl puede llegar

a tener intereses divergentes con los de l a economia nacional

del ~ d s centro. Pero tales perspectivas habría que rela-

cionarlas con los intereses propiamente politicos de l a po-

tencia hgem6nica. AS$, los datos econ6micos de una retira-

da relativa de USA de ~rnérica Latina parecen correr parale-

lamente con un repliegue político a nivel internacional a

posiciones menos conflictivas y desde l a s cuales pueda cons-

t rui rse una base sólida pa ra e l mantenimiento y eventual am-

pliación del sistema capital is ta mundial lideralizado por

este pazs. Gmpero, ambos repliegues no tienen e l mismo sig-

nificado, pues, mientras e l econbmico puede significar hasta

una mayor capacidad expansiva del capitalismo internacional,

polít ico puede significar e l planteamiento de una contra-

dicción de intereses que entra5a su desarrollo. ~demfis, e l

repliegue político internacional de EEUU puede traducirse en

u n mayor control de zonas de seguridad, como ser ía definida

~m&ica Latina,

A comienzos de l a &cada del sesenta se produce

una de l a s primeras expresiones del cambio político, a l nivel

del Estado Norteamericano, a l formularse l a doctrina Kamedy

de l a coexistencia ~ a c i f i c a que, para ~rnerica Latina, se tra-

duce en l a Alianza para' el Progreso, En sus l h e a s fundamen-

tales, este proyecto pretendia combinar e l desarrollo econbmico

Aníbal Pinto ibidem p. 133

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con e l desarrollo de l a democracia formal ap03yada econó-

micamente y orientada ideolÓgic,mente por los E E W . En :

cier to sentido, l a Alianza para e l Progreso fu6 mirada como

l a respuesta de este país frente a l a evolución Cubana y r i

a l a insurgencia que l e s iguió en varios países de l a re-

gión. .La lógica de l a Alianza habria que buscarla en l a

idea de que un desarrollo econhico y una ampliación de l a

democracia quitarsan las bases a l movimiento revolucionario

y conducirían a los países del &ea a situaciones similares

a las europeas en cuanto a estabilidad política y capitalismo

econ6mic0, con las modificaciones menores que fuera menester.

Las condiciones en que se da esta "respuestam

hacen que e l abanico de posible alternativas que se pudo

elegir un. e l momento sea bastante limitado para l a poten-

c ia , no sólo por su propia situación interna, sino que tam-

bién por l a de los países en que se preteniiÓ a p l i c a . A

l a inversa de,.lo que ocurre tradicionalmente en los estudios

sobre América Latina, en que se pone e l acento activo en

USA y e l pasivo en aquella región, los estudios relativos a

este punto especifico suelen poner cas i todo e l énfasis en

l a s condiciones de los paises subdesarrollados y no en e l r

~ a s s central. Talvez sea c ier to que gransparte del fracaso

de l a Alianza para e l Progreso se deba a las digicultades

encontradas en l o s pafses donde intentó aplicarse, pero no , .

es menos cier to que e l propio planteamiento del proyecto y

los impedimentos para empujarlo firmemente radican en gran

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parte en problemas de 1s propia metrbpoiis. A l efecto se

puede decir, en forma muy general, que l o s cambios de

orientación del capitalismo en esa época - que agudiza su

internacionalizaci6n - y l a situación polftica internacional,

que implica su intervención en e l Sudeste asidtico y e l

apoyo a reghenes de derecha en e l Africa, difícilmente l e

permiten otra alternativa. dem más, independientemente de

los buenos deseos, USA desconfía de l a capacidad de con-

t r o l político de los Estados latinoamericanos frente a l

creciente descontento que producen e l ~ubdes~irrol lo y l a

dictadura, pero, a la vez, no cuenta con capacidad de

movilización propia (salvo en casos muy calificados) que

no agudicen e l sentimiento antinorteamericano y puedan lle-

var a l a intervención indirecta del bloque socialista.

paralelamente a los esfuerzos de l a Alianza

para e l Progreso se plantea toda una estrategia de trans-

formación y penetración en l a s fuerzas armadas de los paises

de l a región. Los objetivos de esta eszrategia son clara-

mente dos: otorgar una preparacidn técnica eficaz a los

ejércitos del &ea a f i n de que puedan controlar los brotes

insurreccionales de izquierda; y ndemocratizar a l a oficia-

lidad" como una forma de impedir perturbaciones en e l pro-

yecto democratizante que se impulsa. Estos objetivos se

traducen en e l reemplazo de l a doctrina de l a "agresi6n ex-

ternan por 'la de l a "seguridad internan, que en e l decenio

de los sesenta conduce a l cambio del equipamiento b&lico, a

l a s escuelas de antiguerrillas y a l a idea del enemigo interno.

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T a m b i h adquiere

e l entrenamiento

especial importancia en esta estrategia

de oficiales latinomericanos en Estados

Unidos y, l o que l e permite a l a potencia un mayor con-

t r o l ideoi6gico sobre los lideres militares y una mayor

homogeneidad en e l pensamiento de l o s altos jefes. Lo

paradbgico del asunto resulta del divorcio que se produce

en cuanto a una de las finalidades expresas de t a l entrena-

miento, esto es, servir de apoyo a regímenes democráticos,

pues l o s resultados objetivos de t a l entrenamiento parecen

demostrar que, durante e l mismo periodo, l o s militares tien-

den m& a intervenir en política directamente, aswniendo

e l poder, que a garantizar e l juego democrAtico.

. . Resulta particulamente significativo que este

intento de l a Alialza para e l Progreso, que pareciera per-

fectamente coherente tanto en e l cmpo econ6mic0, como en

e l m i l i t a r y en e l político, sirva para revelar las profun-

das contradicciones que se plantean a l interior mismo de

l a potencia hegemónica. De hecho l a Alicuza fracasa en los b

objetivos fundamentales que se habría propuesto: no se pro- - duce e l desarrollo econbmico y aumenta e l autoritarismo po-

i i t ico . Por c ier to que este Pracaso es tambi6n expresivo de - =

las dificultades con que se encuentra l a Alianza en e l inte-

r i o r de las sociedades latinoamericanas, donde resulta difi-

ciX encontrar aliados para t a l proyecto entre l o s grupos so-

cia les que pueden disputar e l poder. Pero l a s dificultaifes ,

que p r ~ v i ~ e n de l a metrbpoiis no dejan de incidir en estos

resultados y son indicativas de las diferencias que venimos

Horacio L. Vereroni, "Estados Unidos y las Fuerzas Armadas de &&rica Latina*, Periferia 1971, Buenos Aires p.25,

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señal~ndo. ~con6micm1ente las inversiones no alfuyeron

se* l o programado, bdsicmente po r l a renuencia de los

invers~res privados nortemericanos que mantuvieron niveles

decrecientes de inversión ( las inversiones directas de

EEUU en América Latina fueron los siguientes: ~~$399.300.000

en 1360; US$288.900.000 en 1961; US$265.000.000 en 1962,

se& CEPAL) .4/ Militamnente, l a preparaci6n de oficiales

latinoamericaños puso mucho mayor' énfasis en e l anticomu-

nismo que en las necesidades de l a democracia, resal tó l a

importancia del papel de las fuerzas armadas conduciendo a l

militarismo. ~oliticamente, y dadas las dificultades que

se plantean en e l terreno económico y m i l i t a r , Estados Uni-

dos careció de una ~ o s i c i d n clara y coherente y tuvo que

presentar una heterogeneidad de respuestas ante l a situaci6n

latinoamericana. Algunas veces y en determinadas situaciones

def endi6 l a democracia f ormai, otras resuit6 apoyando a l

m i l i t a r i s r f l o y, en alguna ocasión, tuvo que jugarse en l a

intervención m i l i t a r directa o indirec tú . Esto podría

servir de ejemplo de l a dispariedod de intereses y cr i ter ios

c que pueden presentar l o s t res sectores sflialados: l a s em-

presas, las fuerzas armadas y e l gobierno.

Como veiamos anteriormente, e l negocio de las ,

empresas, muchas de e l las ~ransnacionalizadas, tendió a

desplazarse hacia los paises desarrollados en sus inversiones

9 CEPAL, nEstudios ~condmicos para ~m&ica Latinan, 1963, p. 256. ~ambi6n Aníbal Pinto, op.cit.

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y en su comercio, de manera Gue no cumplió l a s espectativas

de l a Alianza, A su vez, y set2alando una posible nucva de-

finición de l a región para l a s empresas, dentro de América

Latina las inversiones se canalizaron fundcmentalrnente hacia

los países que ofrecícm oportunidades inmediatas de buenas

ganancias, como es e l caso de Venezuela.

En cuanto a los milit.xres, resulta d i f i c i l pensar

we l o s encwgaclos de su adiestramiento no hayan podido pre- ver que l a instrucci6n que se les otorgaba en los centros de entrenamiento de USA no resultcvía inequívocmente u n

apoyo a l a democracia formal. E s m h probable que los ins-

t i tu tos militares de l a potel?cia hayan tenido su propia lfnea

respecto a las fomas del control político. Lo c ier to es

que 12 preparación de líderes uniformados m Estados Unidos

acrecentó l a capacidad de ingerencia institucional de las

fuerzas armadas y, dentro de éstas, aumcnt6 e l desprecio

por l a civilidad y l a npolitiquerfa", contribuyendo a for-

mar una-ideología autoritaria y fuertemente canticomunista

que, posteriormente, se orden6 de acuerdo a los primeros

proyectos del nuevo tipo de regímenes autoritarios. ~ m b i 6 n

es necesario señalqr que e l fracaso del desarrollismo y e l

creciente *desordenn que provocaban en e l Estados l o s m d -

mientos de orientaci6n'popuiista o izquier<-lista contribuyeron

a reforzm l a idea de l a Yntervencibrr m i l i t a r necesariaw.

Por $!.timo, quibn tenia que d a l a i h e a politica

en l a metrbpoiis, tuvo v e revisar profundamente sus plan-.

teamientos frente tanto a los conflictos externos (SuGeste

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asiático, Medio Oriente, hfrica) como a l a c r í t i c a interna

que se tradujo socialmente en un a l to índice de protesta y

que se expres6 ins t i tuc iona lm~te desde e l Congreso ( r e

ducciones presupuestarias de defensa, contra1 de las rela-

ciones exteriores, Watergate) . La situación s&alacla,de l a s graves diferencias

que se producen entre l o s actores internos de l a ~ o l í t i c a

norteamericana, conducen en l a década del sesenta a cr+-

cientes dificultades de USA en l a región y contribuyen en

gran medida a l fracaso de l a línea política y económica de

l a Alimza para e l Progreso. E s posible pencar que aquz

también habrb que buscm e l gérmen de l a actual situacidn

latinoamericana y l a relación que Estados Unidos tiene con

e l la ,

E s necesario también tener en cuenta que l o s

movimientos de l a polí t ica en torno a l tema que nos interesa,

se producen dentro de dos condiciones que son b&icas y per-

manentes en las relaciones entre USA y Am&ica Latina, En

primer lugar, ~mérica Latina ha sido siempre definida desde

e l punto de vis ta político y estratégico como una zona de

control directo de la potencia del norte por l o que un.

cambio político e l &ea es absolutamente rechazado y no

negociable. En segundo lugar, "en ninguna de l a s regiones

Edy Kaufman, "Los Estados Unidos y l a ~ n i 6 n ~ o v i 6 t i c a en &&rica Latina y en Europa Centraln, Aportes No 24, e . .

A b r i l 1372, Paris . . -

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del mundo donde se proyecta l a polftica norteamericana,

l a influencia de sus negocios privados tiene una gravita-

ción comparable a l a que tiene en ~rndrica Latina." En

este contexto se plantea e l programa de l a Alianza, teniendo

en cuenta los intereses politicos (configuracibn de regí-

menes políticos estables y orientados ideol6gicaniente por

USA) y los intereses econÓr,licos de las empresas (aumento

de l a s inversiones privadas en l a regi6n y participacibn

en los beneficios de l a iilianza) , Esto indica que mbos

aspectos tienen que ser contemplados en todo proyecto que se

plantee sobre l a regi6n, aunque después l a oposición de ellos

l o haga problemático, En e l caso que nos ocupa, las dif i-

cultades que encuentra terminan prácticamente con este pro-

yecto, pero siempre siguen pendientes esas dos condiciones

generales que obligan a una nueva forma alternativa de

control de l a zona.

Las nuevas £ornas de control que comienzan a'

gestarse en l a segunda mitad de l a década del sesenta ( ~ r a s i l

1964, Rrgentina 1966) y que parecen afirmarse en los años

setenta, no corresponda a l ideal político definido expre-

samente por e l norte, pero si enfrentauno de los problemas

cruciales para l a potencia: e l control polftico del brea,

Estados Unidos tendrá que adaptar su estrategia a l o s movi-

mientos internos en 3.0s países latinoamericanos a fin:de

mantener en &.los una incidencia significativa,.

o/ M b b l Pinto, opacit. p.138

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Plantecv e l problema en términos de que es l a

potencia del norte l a que dirige l a constituci6n de los,

nuevos regímenes autoritarios en ~mérica Latina con l a s ca-

rac teds t icas y l a dirección que ellos presentan, resulta \

tan equivocado como pretender p e es totalmente ajena a ellos

y que se opone terminantemente a los excesos en que puedan

incurrir en l o s pizaos ~ o i í t i c o , econ6inico y social. ES

c ier to que e l peso norteamericano es suficientemente grande

como para que l a s posibilidades de alcanzar e l poder y per-

manecer en 61 dependan todavía en gran medida de su apoyo o

rechazo. Sin embargo, es necesario que tenga una gran fle-

xibilidad pcwa mantener su contyol, pues no siempre puede

actuar dircctamentz en e l curso de los acontecimientos, sino

que mucfias veces tiene que adaptarse a acontecimientos que

no puede d i r i g i r . En tales circmstancias, l a heterogeneidad

de l h e a polí t ica que pueden presentar los dist intos sectores

decisivos en USA plantea a los grupos sociales latinoameri-

canos diversas posibilidades de ali'mza tanto internamente

como con reiaci6n a l a potencia hegemónica.

Inmediatamente despuds de lanzarse l a Alianza

para e l Progreso, se suceilen en &&rica Latina s i e t e golpes

militares (hrgentina 1362, P& 1962, Guatemala 1963, Ecuador

1963, Rep .Dominicana 1963, Honduras 1363, Byasil 1964) &n

contra de gobernantes legalmente elegidos que son reemplaza-

dos por militares. Estas intervenciones atentan directamente

Ed~sin Lieu~ven, "Generales contra Presidentes en ~rnérica Latinan, Ediciones Siglo XX, Buenos Aires, 1965.

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contra e l espfritu de l a Aiisrza y l a línea J-emocratizante

de Kennedy. E l Gobierno y e l Congreso norteamericanos pre-

sionar a ? 3s mevos gobernantes de facto para que vuelvan

a l sistema democrático, pero éstos parecen apoyarse directa-

mente en e l ~entágoz~o y en los intereses de l a s grandes em-

presas morioy;Ól~.ca~ que se apresuran a garüntizar. Esto pue-

dz ser expresivo del. proceso de internacionalización del

capital que no s610 implica mayor autonomia de l a s empresas

en relaci6n a l Estado, sino que también puede incidir en

una c ier ta desintegraci6n estatal donde los inst i tutos ar -

mados también se autoqomizan crecientemente del poder pol i -

t ic0 formalizado.

En l a medida que las empresas se separan de su

centro de origen y se desnacionalizan, ya sus intereses ge-

néricos no pasan a ser representados por e l Estado norteame-

ricano, sin9 por e l apmato institucional supranacional que

70gra-t crear o por e l control directo que puedan ejercer

sobre las pequeñas nacionalidades. ~ x i s t i r f a una tendencia %

a l a s z p ~ ~ x i ~ i entre l a organización burocratica y poli- I

t5xa del Estado, que seilala las l h e a s generales del man-

tenimiento y desarrollo de 1a.sociedad capitalista, y los *

intereses particulares inmediatos y definidos de c ier tas m- ' .

presas. Aunque l as directivas gubernamentales y 'estatales

pretendan formular e implementar ciertas líneas politicas , carecen de los elementos capaces de darle eficacia. La

polftica se hace vacilante, - .-. . .

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Algunos aspectos de l a situaci6n brasileña y

chilena de los Últimos tieinpos pueQen i l u s t r ? ~ e l plantea-

miento reseñado,

E l gobierno de Estados Unidos pr&ticamente no

oculta que alguna ~ a r t i c i ~ a c i 6 n tuvo en e1 derrocamiento de

Goulart y se apresura a reconccer a l nuevo gobierno en c i r -

cunstancias que aquEi permanecía aún en terr i2orio brasi-

leño como presidente constitucional. Enseguida vienen las

declaraciones de apoyo a l gobierno que supuestanente s e ins-

taur6 pcma detener el comuiiisrno y recuperar l a s formas cr is-

t iana y dernoci5ticas tradicionales en el Brasil, A l comien-

zo todo p~vece func ion ,~ de acuerdo a los Loseos expresos

del Departamento de Estado: se real iza una limpieza de

comunistas, se in s i s t e en l a temporalidad de 15. situación y

se prometen prontas elecciones presidenciales r rimero para

octubre de 1965, después para octubre de 1966). Sin embargo.

en l a medida que e l grupo en e l poder logra r e s a l t , ~ la

importancia estratégica Pe su posici6n anticoriunista en re-

iaci6n a l res to de l a región y que puede mostrar l a s posibi-

lidadqs econhicas de su viiicuiaci6n a l a s -transnacionales .

(muchas de e l l a s con sede Alemania y J'apÓn antes que norte-

americanas), s e reafirma e l régimen m i l i t a r au tor i tar io (a

p a r t i r de 1968) y se c ie r ra e l proceso de democratizacidn

prometido. La de Estado de USA t iene que reconocer

l a nueva situación y reorientarse de a c u d o a e l la .

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La reciente situaci6n chilena tmbi6n nos podria

indicar l a s dificultades que encuentra e l Estado norteame- V '

ricano para l o g r a imprimir a1 proceso político l a direcci6n

más acorde con sus intereses polftico nacionales. N o obs- p =

tante las sucesivas censuras, sanciones y ~econendaciones

provenientes de l a esfera oficial de l a potencia del norte,

e l rQgimen chileno ha mantenido su l h e a , haciendo s61o con-

cesiones de menor importzncia. Por otra parte, parece claro

que e l actual régimen no se habrfa podido mantener sin mo-

dificaciones si no contara con al& t i p o de reconocimiento

por parte de sectores de importancia en Estados Unidos,

~ q u f t a m b i h podrfa encontrarse, aunque con alteraciones,

que e l régimen es reconocido, de alguna manera, por los

intereses militares estrat&gicos de USA y por los inte-

reses empresariales, L a reiacidn con las grandes empresas

(que empiezan a volver a Chile: General Motors, F i r s t

National City Bank, Firestone, OPIC, etc,) tiene su primera

expresibn cuando a comienms dcl actual gobierno se reconoce

e l derecho a indemnizaci6n a las granGes compañías de cobre

expropiadas en el regimen anterior, anunciándose su pago en

circunstancias de grave emergencia econ6mica y s in presi6n

aparente, E l estrechamiento de l a s relaciones militares se

expresa tanto en e l cuidado puesto para mantener, no obstante

l a censura oficial , e l equipamiento m i l i t a r , como en l a visi-

t a de al tos jefes militares de Estados Unidos a Chile'en

circunstancias que los politicos evitan deliberadamente a

este país en sus giras,

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E s necesario tener presente que esta breve re-

ferencia a Brasil y Chile, m& al15 de mostrar situaciones

particulares, nos permite tener un indicador de los cambios

ocurridos en las relaciones entre l a potencia y l o s países

del área. E l triunfo de l a ~evoiuci6n Cubana y sus intentos

de expansi6n a través de diversas vías han producido una

profunda transformación en e l panorama politico latinoameri-

cano. En términos muy generales, es posible afirmar que e1

*problema comunistan ha pasado a ser considerado seriamente

en l a región a p a r t i r de l a década del sesenta., Ante estos

cambios Estados Unidos tiene que t ra ta r de orientar su accidn

política, pero creemos que t a l acci6n no corresponde a l a vo-

luntad directa de sus dirigentes, sino a l juego combinado de

otros factores interfios a l a potencia en relación a l a diná-

mica propia de las sociedades latinoamericanas,

E l exánien de los Últimos acontecimientos poli-

ticos nos muestra diferencias apreciables con e l ~ e r f o d o

anterior a l a evolución Cubana. N o se t ra ta de que l a

S izquierda haya tenido un avmce sensacional o que ponga en

peligro serio a l o s del &ea, pero s í debe reconocerse . que l a coniprensión de l a política se hace cada vez mds d i f í c i l

en América Latina s i no se considera a l a izquierda y, dentro

de ésta, a l o s movimientos marxistas. Y 6sto no es casual

n i espontáneo, sino que se debe a l a doble incidencia del

triunfo de l a ~evoluci6n Cubana y e l fracaso de l a Alianza

para e l Progreso. A su vez, esta,doble incidencia adquiere

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importancia en l a configuracibn de l o s nuevos regímenes PO-

l i t i cos , pues e l fracaso politico de los intentos de democra-

tizaci6n robustece el autoritarismo y l a presencia cubana l e

otorga suficiente realidad a l "peligro marxistaw como para

entender e l amplio y profundo anticomunismo de estos nuevos

regímenes.

E l fracaso de l a Alianza hay que t ra ta r de cap-

ta r lo en toda su significaci6n, en cuanto a que es e l fracaso

de una polí t ica norteamericwa p s a los países del área, un

fracaso cuyas raíces se encuentran en l as sociedades latino-

americanas, e l poder de l a s grandes empresas y l a autonsmia

de las fuerzas armadas.

ni reiacibn o las sociedades lat inomericanss~

proponía una alianza de clases dirigida por l a burpesia na-

cionai. que, o no encontr6 t a l burguesia nacional con fuerzas

suficientes como para acabezar e l proyecto O, a l desconocer

l a s contradicciones de clase que intentaba oivolver l a alianza,

termina por pueüar sepultaaa por e l estallido de tales contra-

dicciones. E n cuanto a su reiacibn con l a s grandes empresas

monopbiicas, no Pue capaz de interesarlas en e i proyecto eco-

ndniico propuesto n i tuvo fuerza sobre e l las a l avanzarse su

proceso de desnacionalizacibn. A Qsto se agregs que las

consideraciones estratégicas de l a s fuerzas armadas norte-

americanas l a s colocan en predisposici6n de apoyar a los

reghenes autoritarios que aparezcm como capaces de eliminar

desde e l peligro de insmección socialista macla hasta l a

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influencia izquierdista, bastaxlo para l a mtua identifica-

cibn que se plantee un anticornunisno militante.

En las c iycuns t anc ias descritas resal ta l a im-

portancia de tener presente que no existe una coordinaci6n

precisa entre ac d a - . t ro del desarrollo del capitalismo ri~undial, sino que, a l a

inversa, se producen mÚltiplcs y agudas contradicciones, E s

e l sentido y alcance de tales contradiccimes l o que nos

permitir6 comprender no s61o e l modo de funcionamiento del

sistema, pues, además, nos señala las posibilidades y direc-

ci6n de su cambio,

E s e l propio desarrollo del capitalismo e l que

conduce a esta contraCicci6n entre l a s necesidades del Estado

capi ta l is ta metropolitano y las empresas capital is tas mundia-

lizacas, a l a vez que permite que 70s inst i tutos amilados

puedan aC0pta.r decisiones discordantes. A cu vez, son estas

contradicciones las que pormiten entender en parte l a s rela-

ciones reales y posibles entre e l centro capi ta l is ta y su

periferia,

D e acuerdo a l o anteriormente señalado, no nos

parece acertada l a visión olímpica de ciertos análisis sobre

l a s líneas de desarrollo de la economfa y l a pol i t ica mundia-

les. En su versión más reciente describen e l proceso de mun-

dializaci6n de l a economía capitai is ta y deducen de ahí l a

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absolescencia de los Estados nacionales, previendo enseguida

(y visualizando ya algunos rasgos) l a formación de un sis-

tema politico de nivel mnpraiacional que se corresponda con

l a s necesidades de l a nueva economia. S e t?ataría pues de

un sistema que se desarrolla s in dificultades o con dif i-

cultades perfectamente previsibles y ~ u p ~ a b l e s . En t a l

perspectiva no se ve, pues, ninguna posibilidad de cambio,

sino Ü e mantención y desarrollo del sistema. Por nuestra

parte creemos qye a l mostrar algunas de las referencias

externas de l a polí t ica latinoamericana, p a r t i ~ u l a ~ ~ c n t e de

l a incidencia en 6sta de las diferentes orientaciones que

operan en la definición de l a potencia del norte, es d i f í c i l

encontrar l a coherencia supuesta, sino mbs bien elementos d e

f inibles en términos de conClicto.

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En &,16rica Latina a nadie e:::¿r&ía que e l cambio

de gobierno se produzca. a t ~ a v é s de l a intervención m i l i t a r ,

Por e l contrario, t a l procedimieato aparece como nomal en

l a regibn, no ~ 6 1 0 en el siglo pasado, plagado de caudillis-

mos, sino que también en e l presente, cuaiizclo l a s Fuerzas Ar-

madas, lograda su na6urez ins'citucional, intervienen corno

cuerpo en e l control del poder, E l factor que desplazd a l

caudillismo m i l i t a r y que l e di6 más fuerza, coherencia y

unidad a las Fuerzas Amadas BUZ, precisaiente, esta insti-

tucionalidad alcanzada, l a que constituye, acleinifis , uno de

los fendmenos m a s relevantes del cmbio de carácter que ha

experimentado l a intervención mnacia. Al coiizienzo parecid

que t a l cambio apuntaba, fun¿imentalmente, a e r ig i r a las

FFM en garantes d e l orden denocrático, saneadores de l a

corrupción administrativa y contralores del abuso de poder.

Este es e l sentido en el que parecían inscribirse las inter-

venciones militares que terminaron con l o s goFiernos dic tato-

r ia ies o suíziclictatoriales de ~ e r b n en Argentina, ~ é r e z ~im&nez

en Venezuela y Rojas PiniLla en Colonibia, llcg&dose a hablar

de una corriente democratizante, en l a que se comprendería

también, en c ier to sentido, l a expuisi6n de Batista en Cuba,

Sin embargo, no creemos que estas apreciaciones, bastante ex-

tendidas, se ajusten fielmente a l a realidad.

A nuestro entender, los movimientos militares

de l a década del 50 (aunque tengamos que referirnos s61o a

sus aspectos más visibles) tienen un sentido diverso, L a

forma institucionai que asumen l a s intervenciones armadas

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tienden a oscurecer e l contenido de el las, ya que se visua-

lizan como l a acción de una organización del estado contra

e l arbi t r io personal de un dictador, s in precisar l a s carac-

terfst icas específicas de cada caso. En efecto, l a inter-

vencidn m i l i t a r argentina en 1955 no puso f i n simplemente

a l a dictadura personal de ~ e r ó n , sino a un régimen de corte

populista, bajo e l cual nadie niega los avances obtenidos

por l as masas populares que apoyaban decididamente a su g&

bierno. L a exclusión del peronismo en los ensayos electo-

rales que sucedieron a l golpe serviría para ra t i f icar que

no se t ra ta aqyf de una mera depuración con carácter demo-

Por otra parte, l a expulsión de Rojas Pinil la

del poder en 1957, tc.mpoco puede señalarse como una pura

reacci6n antidictatorial de las fuerzas armadas colombianas.

Rojas Pinil la accede a l poder en 1953, como una forma de do-

m b a r l a s sangrientas guerras campesinas entre conservadores

y liberales y de controlar los brotes de insurreccih po-

pular que habia promovido e l asesinado l íder Eliecer ~ a i t h .

Desde e l poder, intenta crear su propia base de sustenta-

ci6n mediante algunos avances de pop7*ilimo que l e signifi-

caron el apoyo de pobladores urbanos. Fue, en este caso,

l a visibilidad del peligro que representaba para sus propios

intereses l o que promovib e l acuerdo de liberales y con-

servadores para in ic iar l a arremetida contra "el dictadorw

hasta culminar con su derrocamiento por intervencih directa

de las Fuerzas Armadas. De l a popularidad de Rojas Pinilla

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- 23 -.

da bueria cuenta e l hecho de'que, cuando se 1 2 permiti6 pre- %

sent , i r~e a l a zlecci&n presi2aiclal en 1970, logró una al-

tísima votaci6n (discuti6ndose a& l a veracidad de su de-

r rota c mnos del oficialismo). Esta s i t u x i 6 n nQs hace

pensar que e l hecho de que algunos dictadores hayan obtenido

amplio respaldo popular no puede, en general, ser explicado

en razbn de l a O'mala memoriz del puebloa o de su inciinaci6n

psicoidgica al autoritarismo, pues, l o que suele ocurrir

es que' se confunde e l rechazo visible de las ruidosas Va-

pas mediasw (estudiantes, ~omerci~mtes y profesionales) con '

l a posici6n de los sectores m& numerosos y populares. ES.

caso del ibañismo en Chile, derrocado por u n movimiento

"popu1~lr1' en 1931, y que mantiene presencia polí t ica duran-

te veinte ailos hasta lograr su elección presidencial en

1952, es un ejemplo mds en este sentido.. Es posible que

un análisis menos superficial de l a gestión de estos dicta-

dores y l o que e l lo significd para l o s distintos grupos so-

ciales, puedU, resultm m& explicativo.

En Paraguay, Stroessne se instala f im@mente en .

e l poder en 1954, organiz,zndo todo im aparato de continuidad

basado en e l ejército, con l o que da por finalizados los

intentos progresistas del partido febrerista, as$ como cier to -. paternaiismo popular esbozado por sus inmediatos antecesores.

\

~ q u f también e l movimiento del ejérci to 'es W i a la. derecha, . . .

aunque en este caso no hay apariencia democratizante como . . t en Colombia o Argentina.

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ki Guatemala en 1954, l a s Fuerzas h a d a s ponen

t6rmino a la gestidn del presidente Arbeiis mediante una 4 *

acci6n m i l i t a r concertada con una invasión organizada desde

afuera y apoyada directamente por USA y l a fuerza m i l i t a r . =

interna. A pesar de l a s acusaciones de "tencencia comunistaw

hechas a l gobierno depuesto, l a verdad es que éste más bien intent6 una modernizaci6n czpitai is ta en l a que, e l verdadero

"peligron parece haber radicado en l a rnovilizaci6n de masas

que habia comenzado a desarrollarse, En este caso, tam-

poco se trataba de l a destitucibn de un gobierno de facto

para reemplazarlo por uno deniocrático representativo con

l a garantfa de l a instituci6n armada, sino que se destituyd

un gobierno iegai p a a sust i tu i r lo por u10 de facto,

Por otra parte, es en este mismo período que se

produce l a revoiucibn boliviana y l a cubana. En e l caso de

l a primera, se uiicia en 1952 con la dcstmcción del e j b

c i t o a manos de l a s milicias, pero l a reorganizaci6n de a 4 1

corre paralela con e l enfriamiento del proceso boliviano

hasta que en 1964 e l ejército pasa a transformarse en e l

principal actor político, E n Cuba, l a revoiuci6n triunfa

derrotando a l ejército de Batista y, en sep ida , toma un

decidido munbo socialista que implica, en e l punto que nos

interesa, un control politico del e j & x i t o y l a existencia

masiva de milicianos. Es a p a r t i r de esta revoiucidn tritm-

Pante que se producen los cambios m a s profundos de régimen

político en Arnhica Latina.

Torres Rivas, wNotas sobre l a c r i s i s de l a domi- nación burguesa en ~m&rica Latinan, Inst i tuto de Investi- gaciones Sociales de l a Universidad Nacional ~ut6noma de ~ é x i c o , Oaxaca de Jumez, 1973, mimeo, pp. 51-57.

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E l anterior cuadro no pretende simplemente d e

mostrar que las intervenciones militares de l a década del

cincuenta tuvieron funhtnentalmente una orientación ant i

populista y ant i izquierdista, sino que sirve para desvirtuar

algunos mitos respecto a l a "corriente de democratizaci6nw

impulsada por los "capas mediasw y que contó can e l apoyo

m i l i t a r . Terminada la Segunda guerra mundial, e l realinea-

miento del mundo y l a entrada en l a guerra fria

incidieron de modo muy directa un l a política latinoamerica-

na, incidencia que se manifiesta principalmente en e l desa-

r rol lo del anticomunismo y en l a adopción de una linea di-

rectamente vinculada a los intereses políticos de USA, L a

creación de l a OEA, l o s pactos de asistencia m i l i t a r y l o s

numerosos tratados interarxericanos que ratificaron l a iden-

tidad ideolÓgica entre América Latina y USA son l a expresi6n

más visible de este reordenamiento. Sin embargo, son los

tiempos en que todavía es posible oponer a1 ntotalitarismo

comunistag' l a "democracia occidentalw, movilizando contra

e l marxismo l a c r i t i c a hacia e l totalitarismo nazi reciente-

mente clerrocado, En t a l sentido, no resulta e x t r d o que l a s

intervenciones militares pudieran, en algunos casos, reempla-

zar una dictadura (Colombia y ~enezuela) por un régimen de

representaci6n democrAtica. Lo que hubiese sido en realidad

extraño es que e l cuerpo m i l i t a r pretendiera reemplazar un

régimen pro norteamericano por uno con inclinaciones socia-

l i s t a s ,

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Interesa destacar que de estas intervenciones

militares en l a polí t ica resultan regimenes muy dispares.

En algunos casos se constituyen amplias democracias r e p r e

sentativas (~enezuela), en otros se restringen las opciones

(Argentina), en algunos se establece e l monopolio polftico

de un partido Único o de un bipartidismo coludido (Bolivia,

Colombia, respectivamente) y en otros se establece o mantiene

una dictadura n i l i t a r con mfnimas apariencias democr&ticas

(Paraguay, Guatemala). E s decir, en cada situación se con-

t rola e l populismo y e l izquierdismo, pero l a forma de con-

trolarlos es , por decirlo as í , nnacionaln. Los movimientos

progresistas de l a época son nacionales, u1 e l sentido de que

corresponden a caracterht icas específicas en cada país, y

l a forma de enfrentarlos también pc?rece ser particularizada,

A l hablar de movimientos progresistas hacemos.

referencia a wr amplio espectro que abarca f'undamentalmente

movimientos de alianza de clases en los que, de alguna ma-

nera, se considera a los sectores populares (particularmente

obreros) como base ¿ie apoyo; adernbs plantean una c ier ta

independencia frente a l tutelaje de USA. D e esta manera, es

posible señalar que tales movimientos corresponden a una

transf ormaci6n de las sociedades latinoamericanas, no tanto

en térrr.inos de "ascenso de l a s capas mediasw o "incorporaci6n

de masasn, sino más bien de modificaciones de l a s condiciones

de trabajo generadas por e l relativo desarrollo de sus econo-

mias y por l a emergencia de contradicciones internas en e l

seno de los grupos dominantes, E l papel de las Fuerzas Ar-

madas, como garantfa del alorden establecido", tiene una mima

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orientación ideológica impuesta por l a hegernonfa dc USA, 1

pero sin que haya una uni2,lcl de proyecto n i una unidad de

conexión con las Fuerzas Arr;lad?-s del .resto del continente.

De aquí esta aparente diversidad de r e g & n e s que surgen en

l a década del cincuenta como resultado de l a s intmvenciones

militares.

Existe, si, un. caso aparcrternente an6mai0, que

es e l de Venezuela. A& parece operar e l cambio justa-

mente en dirección opuesta a lo señalado anteriormente,

En efecto,. en 1958 es derrocado e l dictador P&ez ~iménez y

en su reemplazo se elige a ~ 6 m 1 o Betcancourt como abanderado

de uno de l o s movimientos progresistas más perdurables en

América Latina: ~ c c i ó n ~emocrdtica. Sin embargo, hay an-

tecedentes que nos inducen a pensar que t a l descr i~cidn es

una simpli~icaciÓn exagerada de los hechos. E n primer lugar,

hay que señalar que en 1958 las Fuerzas &nadas venezolanas

no presentaban una unidad nionolítica, sino que h a b h surgido

en su seno diversas corrientes, tanto de derecha como de iz-

. u quierda, y pxrecia convaiente establecer, ante todo, un

mando unificado que pudiera contrarrestar la posibilidad . - de división. E n segwi¿lo lugar, debe tenerse presente que

l a ' l h a más derechista de las F'uerzas Armadas fuk capaz de

imponer a Betancourt rnodif icaciones en su lfnea partidaria

tanto en l o que se ref iere .a economla como, principalmente,'-,

a un aumento de l a represi6n. Por Último, es notorio que el

derrocamiento de Pérez ~im6nez actuó como desactivador de

un proceso de movilizaci6n popular cuyos alcances eran difi-

c i l e s de prever. En t a l situaci6n, talvez fuera m& conveniente

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permitir e l paso, bajo condiciones, de ~ c c i d n ~emocrdtica

antes que arriesgar una corrida hacia l a izquierda en cir-

cunstancias de que prdcticamente no existia uii p a r t i d o de

derecha en sentido estricto.

Hay dos hechos de importancia que pueden apoyar

este razonamiento. Uno es que en l a s elecciones de 1958

e l respaldo otorgado a l candidato de ~ c c i 6 n ~emocrática no

fue sin contrapeso, ya que e l contralmirante Wolfang ~ar razsba l ,

puien particip6 en l a Junta Militm que reemplazó a frez

~iménez, obtuvo un respaldo popular insospechado, sobre

l a base de una carní,&a electoral '*ligeramulte antinorteame

ricanaw y e l apoyo del P.C. . E l otro hecho significa-

t ivo se refiere a los movimientos internos de l a s Fuerzas

Armadas que sucedieron a l a elección de Betancourt. Primero

fueron los elementos derechistas los que amenazaron a l go-

bierno, tratando de tomar e l control directo del aparato del

Estado a travgs de repetidas conspiraciones e intentos de

promover un golpe m i l i t a r por parte de los oficiales retirados.

En esta elecci6n W. ~arrazábal obtuvo e l 30% de 10s Su- fragios, superando a COPE1 qye logró e l 15% y siendo derrotado por R6mul.o Betancourt, de k c i 6 n ~emocrbtica, con e l 47%. verb'&ntecedentes cuantitativos para e l de- sarrollo de ~m6rica ~ a t i n a t ILPES, Santiago, 1966,p. 64.

-/ mi0 Haiperin Donghi, 'Historia contempor&ea de ~m6rica Latinan, Madrid, Alianza Editorial, 1969, p.423.

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~ e s ~ u é s se produjeron los aiz,mientos ¿Le batallones d e in-

. < fanteria de marina en e l puerto de ~ d p a n o y luego en l a

base naval de Puerto Cabello tratando de inci tar l a insur- P

r gencia popular de irispiraci6n izquierdista, pero siendo r e

primidos violentamente por e l ~ j é r c i t o y la Fuerza'~6rea.

L a c o l m a central de las Fixrzas Armadas pareció, así , ser

capaz de elimhar l a disidencia interna tc.into de derecha

como de izquierda, pero l o cierto es que, 1i6s a l l á del plano

estrictamiente castrense, rnantuvo e l control del poder cons-

titucional obligando en seguida a l presidente a que ordenara

una persecusión masiva de izquierdistas que abuc6 hasta s e

nadores y diputados, a l tiempo que las tropas salieron di-

rectamente a combatir a los elementos más radicalizdos.

"Esta capitulación p m c i ~ l a las presiones rnilitzres fue e l

precio que Betancourt se vi6 obligado a p a g a para poder *

sobrevivir, y para obtener l a supervivencia de l constitu-

cionalismo y de l o s procesos dmocr~t icos . : i/

Ante l o s elementos señalados, resulta d i f i c i l

.. poder afirmar, s in dejar dudas, que l a expulsi6n de ~ & e z

~ i m & e z y e l retorno de A.D. signifiquen meramente l a demo- .- cratizaci6n del sistema. El carácter excepcional que pre-

$9 senta i a evoiucidn poii t ica venc'qoiana no puede negar del . ,

todo, pero también es necesario entrar a un análisis más .

riguroso que, a l parecer, tiende a limitu esa excepciona-

lidad y, en c ie r ta medida, a explicarlo.

Edv~n Lieuwen, "Generales contra residentes en h e r i c a Latinan, Ediciones Siglo =,Buenos Aires, 1965 pp. 129-130.

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E l estudio de las modificaciones politicas pro-

ducidas en l a r e g i h , d a l a intervencidn armada, permite

señalar que l a institucionalizaciÓn de l a s fuerzas armadas

en ~mérica Latina no produce una disminucidn de sa impor-

tancia polftica; por e l contrario, parece acrecentarla, AL

mismo tiempo; como ya dijimos, no significa un cambio en l a

orientaci6n de l a intervención m i l i t a r en términos de salva-

guardar l a democracia y remover los gobiernos de facto para

reemplazarlos por otros que se originen en una legitimidad

democrática, sino que su orientaci6n parece estar dada fun-

damentalmente por l a de£ ensa del orden económico y social

frente a los peligros que implicaba l a apertura del sistema

a otros grupos sociales, en los cuales algunos de los sec-

tores dominantes pretend&m buscar apoyo para l o g r a l a h e g e

moda en cuc disputas con otros de estos sectores. Se puede

hablar, en c ier to sentido, de una recuperaci6n parcial del

poder político por parte de l o s sectores anteriormente domi-

nantes ( a l menos en paises como Argentina, Colonbia, Guate

mala, Paraguay), que comienzan a superar l a c r i s i s que a

pa r t i r de los años 30 se plante6 a su dominaci6n y que se

expresó econ6micmente en l o s esfuerzos de industrializaciÓn

en desmedro del sector agrario, E n los a7os 50, parece que se

vuelve a controlar l a situación en varios de l o s paises que

habtan entrado en c r i s i s , y l a forma M que se consigue es,

fundamentalmente, a travgs de l a actuacidn m i l i t a r directa.'

E l hecho de que estas intervenciones militares -

dieran lugar a reghenes diversos indica, no s61o l a .

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loca l izac i~n de los conflictos, sino l a inexistencia de un *

. p l a n general para ~niérica Latina en l o que a organización

polftica se refiere. La situación cambiará significativa- b .

mente cuando l o s movimientos políticos de los sectores de-

minados dejen de ser controlables y manipulables a nivel

nacional y pasen a plantearse en un sentido que puede

poner en peligro todo e l sistema de dominación latinoame-

ricano si es que llegaran a desarrollarse, Frente a posi-

bilidades dist intas, l a s respuestas son distintas.

Así, en l a década del 60, l o s cambios

de r6gimen adquieren una connotación diversa, Como se ha

señalado repetidas veces, es e l 6xito de l a evolución Cubana

a fines de 1958 y su definición social is ta en 1961, e l punto

de quiebra respecto a l o politico en América Latina. Debe

tenerse presente que las %evolucionesq' en l a región, in-

cluida l a mexicana de 1910 y l a boliviana de 1952, nunca

significaron un cambio tota l en e l sistema político, sino

modificaciones y reformas que pudieron ser integradas en

beneficio del gmpo dominaiite, aún cuando a veces intro-

dujeran problemas en su futuro, L a ~evoluci6n Cubana, en

cambio, produjo una transformación to ta l en e l sistema

politico, económico y social y, además, llevó a l pais a l

"bloque enemigow del sistema democrático occidental y

cristiano en e l cual sienpre se definieron l a s naciones

latinoamericanas. Este solo hecho tendría que a l terar

significativamente el cuaCro político de l a regi6n.

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- 32 -

En los comienzos de l a dkaíla, y no obstante l a

Alianza para e l Progreso de carácter modernizante y democra-

tizante, los militares continbn haciendo sentir su peso en

l a s decisiones políticas. Como señalamos anteriormente, ni

l a s recomendaciones n i l as amenazas del Departamento de

Estado norteanericano heron capaces de irtipedir que se con-

sumaran s ie te golpes de Estado entre 1962 y 1364. En todos

los casos se resta~mÓ, con posterioridad, a l menos formal-

mente, e l régimen democrático y se recurrió nuevamente a l

proceso electoral. Sin embago, e l desenlace de l a inter-

vencibn m i l i t a r parece asumir características muy dist intas

en l o s casos en que hubo una "cmenazat' visible para e l sis-

tema político. Donde t a l amenaza no se produjo, e l cambio

de autoridades se explica más bien como rechazo a l populismo

e incompetencia, raz$n por l a cual se remueve e l obstáculo

a l a "buena adminictraci6nn y se contiii6a e l régimen s in

variaciones de importancia. Donde l a amenaza existib (o

fue definida como t a l por l o s sectores ~on imntes ) e l régizen

sufre ~odificaciones importantes que desvirt6a.n totalmente *

C

e l sentido de .la democracia representativa. En e l p r i m e r L

caso tenemos e l golpe contra Frondizzi en Argentina u? 1962, -=

que desemboca en l a elección de I l l i a en 1963; e l golpe contra

Manuel Prado en ~ e r Ú cn 1962, que c ierra e l paso a l a ratí-

ficacidn electoral de Haya de l a Torre y que se resuelve en

junio de 1963, con l a eieccibn de ~elaÚnde T a n ; e l golpe

en Guatemala en 1963, qixe expulsa a Manuel Idigoras FwSlteS

y desemboca en l a flelecciÓnw de Julio C. ~ h c l e z Montenegro

en 1366; e l golpe de julio de 1963, que derroca a Jul .2~

Carlos Arosemena en Ecuador, para terminar en l a e lecc$h

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2. por l a asamblea constituyente, de Otto Aosemena en 1966; e l

golpe de Octubre de 1363, contra ~am6n Villeda Morales en

Honduras y que se institucionaliza en 1965 con l a elección

de Osvaldo ~ópez , que fue quién l o derrocó. En e l s e w d o

caso tenemos e l golpe de septiembre de 1963, que m t 6 e l

poder a Juan Bosh en l a ~ep6bl ica Dominicana y se institu-

cionaiiz6 con l a elección de ~oaqufn Balaguer en 1966; por

ht imo, e l golpe de marzo de 1964, que 2erroc6 a Joao Goulart

en Brasilycpe £u6 institucionalizado mediante l a elección

del mariscal Castello Br,wco por e l congreso, Tanto en e l

caso de l a ~ e ~ Ú b l i c a Dominicana como en e l de Brasil, hubo

l a de un peligro contra e l sistema imperante en

su conjunto y contra l o s intereses de l a potencia hegem6nica.

L a denuncia que hacen los alzados respecto a l ''peligro co-

munistaql de l o s gobiernos de Bosh y de Goulart va más al13

de l a ret6rica habitual de l o s que se oponen a un gobierno,

sefíalando que esa presencia se percibe como real. M& aún,

en e l caso de l a ~epcbl ica Dominicana, l o s reproches que

tibiamente hace USA a los que derrocan a Bosh en 1963, se esa olvidan totalmente en 1365 cuando, a l producirse e l enfrenta-

miento entre l o s militares comandados por F. Caamaño y los que d

dirige A. Imbert Barreras, se advierte que existen posibi-

lidades que triunfe e l primero, que apoya a Bosh, pero cuyas

proyecciones no son predecibles. E l endo de tropas por

parte de USA es determinante para l a &nposicidn de l a res-

tauraci6ri modernizada del trujillismo, tan criticado a n t e

riormente. En Brasil, e l apoyo de USA a l golpe es también .

evidente; su apresurado reconocimiento del nuevo gobierno es

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su expresión más visible. E l giro que adopta e l régimen

brasileiío en 1968 no tiende precisanente a l a dehocratizaci6n. b

En las otras intervenciones señaladas no hay K .. movilización popular izquierdista, po r 1.0 que persiste e l

.

régimen anterior con modi2icaciones menores tendientes a

evitar desviaciones perniciosas e incapacidad administrativa,

particularrente en l o que se refiere a la represión de los

movimientos de izquierda.

ES interesante destacar, que 0i los dos 6nicos

casos en que no se forinui6 eq~esaniente como justificaci6n

e l "peligro comunistaev, e l retorno a l gobierno c i v i l fue

rZPipido y con nasiva participaci6n electoral. A l a expulsión

de Frondizzi (acusado de no controlar a l peronismo) en 1962,

sigui6 i a elección de i i i i a en 1363; a l a expulsión de Prado

en 1962 "para evitar e l fraude electoral en favor del APEAn,

l e sucedib l a elección presidencial de ~ e l a a ~ d e Terry, en 1963.

E s decir, ya en estos antecedentes parece ex is t i r también

una cier ta relación entre inpcrtmcia del ql-peligro comunistaw

y sobrevivencia de l a democracia formal.

Ante esas consideraciones es que no nos parece

\ adecuado establecer una relación directa m t r e las necesida- ' des de l a profundizaci6n del capitalismo y e l auge del estado

autoritario en ~mérica Latina, se2ialand.o como una variable de

segundo orden, el nivel de l a amenaza ai sistema, Dicho

Guillemo O i ~ o n n e l l , wEstado Y Corporativismo" , Centro de Investigaciones en ~clministracibn PÚblica, Instituto" D i Tella, Buenos Aires, nimeo, 1974.

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en forma más clara: e l avance del peligro comunista sig-

nif ica (aunque sea definido subjetivamente) un ataque a l

nsistema:' frente a l cual &te reacciona mediante una trans-

formaci6ndei nrégimenn Los intentos de vincular

estos hechos a las transformaciones de l a estructura econ6-

mica, en t-nos de los nuevos requerimientos del capitalis-

mo, parecen destinados a resultar, a l menos, ambiguos, en l a

medida que no existe un cambio en e l sistema sino en e l rkgimen.

Y en ésto no se t ra ta de un mero ~roblema sednt ico, pues

t a l distinci6n entender con mayor cualidad los cambios

que e s t h ocurriendo actualmente en América Latina y sus

posibles perspectivas. En este sentido, e l planteamiento

politico de una wvuelta a l a s formas democráticasm, como

medida adecuada para solucionar l a c r i s i s política, no encuen-

t r a e l apoyo que debería encontrar por parte de los llamados

sectores populares, salvo en tanto y en cuanto ta l "vuelta

a las formas democráticasw implique posibilidades de trans-

formaci6n del sistema. Esta interpretacibn, que pudiera

parecer gratuita, adquiere mayor respaldo al analizar los

cambios politicos ocurridos desde l a segunda mitad de l a

ddcada del sesenta hasta l a actualidad.

En estos 6ltimos tiempos parece consolidarse un

proyecto politico común para casi toda ~atinoamérica por

parte de los sectores dominantes: l a ideología es similar,

los reghenes que se instauran son parecidos, las relaciones

entre ellos son amplias, actúan coordixadamente en e l plano

internacional y parecei enfrentar problemas seme jantes. No

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obstante, como ya hemos señalado, no quiere esto decir que

pueda identificarse e l proceso político de cstos países como

correspondiendo a un mismo desarrollo. L a historia de cada

uno y l a s características de su estructura sefiahn particu-

laridad innegables. De t a l manera, l a universalizaci6n del

proyecto poiitico dominante no se establece sobre l a base de

l a similitud de las condiciones en l o s países, sino de l a

posibilidad de coordinaci6n politica de situaciones desigua-

les. Una de l a s características fundxflentales que presentan

los cambios politicos ocurridos en los Últimos diez años es,

antes que l a similitud de cstos regímenes (un "antesn en e l

tiempo y en l a importancia), l a coordinación con que ellos

se establecen.

A l cxaminar anteriormente l a Alianza para e l

Progreso, como un proyecto in~pulsado por USA de reformas eco-

nómicas y politicas que actuaran como respuesta frente a l

desafio de l a evolución Cubana, se pudo apreciar clara-

mente que t a l proyecto no se constituyb como t a l en c i in-

ter ior de América Latina, salvo en casos aislados, .Uno de a

l o s errores b&sicos 6e l a Alianza radicó, justamente, en que ii

h e un intento de homogenizacibn externa que no contd con

agentes internos adecuados. En cambio; pcireciera que e l ac-

tual intento de homogenización ha podido instalarse interna-

mente logrando coordinar l o s centros de poder y permitiendo

un doble refuerzo de l a autoridad, ya que e l control interno

f a c i l i t a l a

f a c i l i t a e l

coordinaci6n externa,. a l a

control interno. Para que

vez que esta Última

haya ocurrido este

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cambio, es necesario que internamente en cada país se haya

constituido un bloque de poder capaz de erigirse en una al-

ternativa viable para l a c r i s i s polí t ica y no, como se p r e

terdi6 en l a Alianza para e1 Progreso, que se intente cons-

t i t u i r desde afuera una alianza de clases inconsultas y, a

veces, inexistentes.

cuando en 1964 se produce l a intervenci6n m i l i t a r

en Brasil, a nadie se l e ocurre mirarla como wi fen6meno

decisivo, n i mucho menos como constitutiva de un modelo, sino

que aparece cono un golpe de Estado más, barajihdose, por

l o tanto, l as alternativas que sobrevendrían despu& que

deszipareciera esta situaci6n "pasajera". Cuando en 1976

es derrocada Estela Martínez de PerÓn en Argentina, son muy

pocos los que se atreven a pronosticar e l rápido alejamiento

de los militares y l a glvuelta a las formas democráticasn.

E s que se ha producido un cam5io en l a percepción del fen&

meno polftico en Am6rica Latina, 'que parece corresponder a

un cambio %ealn que se ha venido produciendo impercepti-

blemente.

F'undmentalrnente, los recientes acontecimientos

ocurridos en Brasil, Argentina, Bolivia, Chile y Uruguay,

que han constituido regímenes autoritarios controlados por

las Fuerzas Armadas, han llevado a una fuerte preocupacidn

acerca de l a s posibilidades de l a democracia y el sentido

del autoritarismo en ~m6rica Latina. E 1 hecho de que las

dictaduras tradicionales en Paraguay, Centro ~mérica y e l

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Caribe, sólo sino que parezcan superado

con éxito las dificultades por l as que atravesaron eri los años

50, y no cuenten en l a actualidad con altemativas viables

a c.orto plazo, sirve para reforzar l a misma

Pero l a s apreciaciones sobre este problema se muestran te-

iíidas por un exagerado optimismo respecto a l o que ha sig-

nif icado ef ectivmente l a experiencia dunocrfitica en ~mérica

Latina,

E s un hecho que se olvida con facilidad que e l

régimen democrdtico representativo comprende sólo a una fn-

fima minoría, tanto en cuanto a l a población que abarca como

en cuanto a los países que l o practican, situación que no

constituye una novedad reciente, sino que ha pemanecido r e

lativamente estacionaria con a l t o s y bajos de c ie r ta importan-

cia. Tampoco se ignora que l a democracia formal se relaciona

muy estrechamente con e l c?esarrollo capital is ta , esto es, que

los paises en que funciona e l régimen dmocr&tico formal son

fundamentalmente l o s países capital is tas desarzlollados. Los

paises occidentales europeos, USA, ~ m a d s , ~ a p 6 n , Nueva Zelan-

dia, son los que, por decirlo as í , concentran e l desarrollo

capital is ta y l a democracia formal. Pero, no obstante estos

conocimientos comunes, es poco l o que se ha hecho p'va estu-

diar en qu& forma y con qué limites puede a c t u a l a democra-

c i a en paises que no cuentan con un capitalismo desarrollado.

~odr%amos decir que e l proyecto de l a Alianza

para e l Progreso reconoce, justamente, esta reiaci6n entre

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- 39 - desarrollo del capitalisno y democracia Pormal y, sobre l a

base de este reconocimiento, intenta promover conjuntamente

el desarrollo económico y e l desarinollo de l a democracia for-

mal. A su vez, l o s movimientos políticos autoritarios ini-

ciados hace diez años, t a n b i e n aceptan t a l relación, pero

no pretenden im.pulsar conjuntamente ambos aspectos pues les

parecen incompatibles, En cambio, buscan lograr primero un

cier to des~arrollo econ6mico para después instaurar un régimen

democrático formal depurado,cuyas características no resultan

del todo claras.

Se podria señalcar .que esta. relación entre ca- - pitalismo desarrollado y democracia formal es suficiente- -- - - - .------- - mente conocida por l o s estudiosos y aplicada po r los p o l f t i -

cos pma que pueda ser olvidada. Sin embargo, l a especifi-

cidad de l a conexión no se muestra claramente, sino que

vuelven a confundirse situaciones. que cuentan con muy pocos

elementos semejantes. A l a pregunta sobre e l t ipo de rela-

ción que l a realidad económica latinoameric,ma, y las situa-

ciones de clase que genera, ~odri,m tener con l a democracia

como régimen político se ha respondido haciendo referencia

a las limitaciones que sobre l a materia imponen los i n t e r e

ses y e l poder de l a potencia hegemónica, Sin embargo, cuando

la potencia hegem6nica se pronuncib por l a dmocratizacibn,

fueron los grupos internos los que desecharon e l planteamiento

(aunque para hacerlo tuvieron que contar con núcleos de apoyo

en l a potencia),

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~ambién ha sido posible ra t i f icar l a reiacibn

entre democracia y desarrollo capi ta l is ta a l examinar l a

situaci6n de l o s diversos paises de l a región; aquí se puede

verificar que los paises m& relativamente desarrollados del

&ea han sido, también, los que han l o p d o una mayor perma-

nencia y profw-dización en e l régimen democrático (Argentina,

Venezuela, Uruguay, ~ 6 n i c 0 , Chile, Costa Rica), mientras

que, a l a inversa, los países m& atrasados económicamente

cas i han carecido de l a experiencia democrstica ( ~ a i t í ,

Bolivia, Honduras, Paraguay, ~epúbl ica ~orninicana) . Esta

c o ~ i m a c i ~ n de l a relación suele l levm a l a visión opti-

mista de que l a democracia se ir5 extendiendo gradualmente

en l a medida que aumente e l dcs2unroll0, vale decir, se ig-

noran los limites estructurales que pudieran ex is t i r en l o s

subdesarrollados para e l desarrollo del &gimen demo-

crático liberal. Actualmente, l a corriente autoritaria, que

cubre, precisamente, a los países de mayor desarrollo democr&

t ic0 previo, parece estar desmintiendo l a visión precedente,

pero ese desmentido no nos <a, tcupoco, l a explicación a con-

trario.

H a pretendido establecerse otra reiaci6n. res-

pecto a las cmacteríst icas de la economía capital is ta y l a

democracia. S e ref iere a los diferentes rasgos que adquiere

e l régimen polftico se& se t r a t e de l a fase competitiva o

monopdiica del capitalismo, Se dice que: l a democracia co-

rresponde a l a l ib re competencia y l a reacci6n.poiítica co-

rresponde a l monopolio, serían las condiciones de wr capitalismo

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competitivo l a s que requeririan del liberalismo eon6mico

y politico, mientms que e l desarrollo de l a concentracibn

capital is ta n e ~ e s i t ~ v í a del autoritarismo como forma política.

En este sentido, los modernos estudios sobre l a "tendencia

a l autoritLmismow, as í cono l o s que sc han hecho respecto a

f enbmenos como e l nacismo y e l facismo europeos tienden a

señalar las características monopólicas que adquiere l a

economfa como uno de los antecedentes de tales situaciones, 13/

CuanGo se pretende extrapolar estas considera-

ciones a1 análisis de l a ~ o l í t i c a latinoamericana las con-

fusiones aumentan. Por una parte e l autoritarismo latino-,

americano aparece como una consecuencia del subdesarrollo,

ya que l a democracia formal s ó l o opera donde hay un capita-

l ismo desarrollado; por otra p a r t e , e l autoritarismo de

latinoam6rica se presentaría como una consecuencia del de-

sarrollo capital is ta , dado que, a l alcanzar l a fase mono-

p6iica, Qste requeriría de un régimen autoritcu'io que despla-

z a r a a l democrdtico. Como l a situación polí t ica de América

Latina puede definirse de acuerdo a l a reiaci6n interna, o

sea por las variables que operan en e l interior del pafs, y

también de acuerdo a l a reiaci6n externa, esto es, por su

determinación externa en manto a l centro capital is ta , puede,

incluso, armonizarse l a aparente contradicci6n señalada. En

efecto, los intereses rnonop6iicos internacionales resu~tarian

contrarios a l a democracia, d e l a misma manera que e l s u b d e

scarrollo interno operarfa como condición limitante de su

'-f;?/ hlanz Neumann, wBehemothw, Fondo de Oultura ~con6mica, México, 1943.

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desarrollo. ~ógicamente, ante t a l perspectiva l a s posibi-

lidades de l a democracia en l a región simplemente no existen,

S i n enbargo, este enfoque peca de un simplismo excesivo, No

se explicaría e l funcionamiento de l a democracia formal en

ninguno Ge los países donde existe, pues, en p a n medida,

corresponde a economías capital is tas de fuerte monopoliza-

ción y, cn algunos casos, ha funcionado eri economías capita-

l i s t a s subdesarrolladas. Por decir una perogrullada, como

no existe actualmente una economía capital is ta de l ib re com-

petencia (y t a l vez nunca haya existido), l a democracia

formal correspondiente tampoco podría exis t i r .

Creemos qye l o s análisis políticos que insisten

en l a correspondencia de instituciones y inovirr.ient os socia-

l e s con l a estructura y cambio <e l a economía se debaten

en un caiiej6n s in salida. Como ya señalamos anteriormente, .i en l a medida en que el centro de estudios no est6 constihúdo

por l a s contradicciones de un sistema, sino por l a bhqueda

penosa de adecuaciones y concordancias internas, se termina

por describir un marco estdtico que no tiene historia n i

cambio. En t a l seultido, e l estudio de l a democracia como una

respuesta del capitalismo a los problemas políticos, para

establecer tanto e l sistema de poder como e l &gimen mds

adecuado a sus necesidades, adolece de ese defecto,

Si se ibandona esta vertiente que busca las

concor¿lancias de l sistema, los estudios de Lelio Basso

..- -

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.. resul tan sugerentes, Dice Basso &: " S i es verdad que z ! l a democracia moderna nace históricamente con e l desarrol lo i

!

d e l capitalismo, aqu6lla nace como a n t i t e s i s d e l capitalismo \ y no como su expresi6n poif t ica . E l capitalismo ascendente

fue de hecho l i b e r a l pero no democrático. ~ u c h b contra e l

absolutismo regio, contra e l pr iv i leg io ar is tocrbt ico, contra

l a t i r a n í a burocratica (aunque s e cre6 o t ra taivez más penosa),

por l a l iber tad econ6mica y, limitadamente, po l i t ic¿) por l a

certidumbre de l derecho, por l a seguridad de l a s relaciones

sociales, Pero no luchó por e l sufragio universal , por

l a igualdad económica, por l a part icipacibn de todos l o s 1

ciudadanos en l a gesti6n de l a cosa pública, por un verda-

dero Estado dcmocráticomw En consecuencia, para e l autor, I !

l a democracia no es l a expresibn po l s t i ca de l capitalismo, 1 s ino que es f r u t o de una larga lucha de l pueblo que, s i apyb

a l a burguesía para des t ru i r el v ie jo régimen, también se

bat id contra l a s nuevas condiciones que anunciaba e l capi-

talismo, o sea, se bat id contra l a consoiidaci6n c a p i t a l i s t a

d e l nuevo régimen, escribiendo en su bandera l a palabra

"igualdadn a l lado de l a palabra nlibertaGn,

E s justamente l a tensión entre l a l iber tad ca-

p i t a l i s t a y l a igualdad popular l o que explica l a exis tencia '

y funcionamiento d e l régimen democrático en l o s paises hoy

desarrollados, D e l a misma manera, é s to se expresarfa en

esos paí ses tanto en las grandes concentraciones de c a p i t a l

de algunas empresas, como en e l constante mejoramiento en l a

distr ibucidn de l ingreso,

Leiio Basso, "11 Príncipe senea scetron, F e l t r i n e l l i Editori , Milano, 1958 p.21.

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En lIm&ica Latina, l o que resulta más interesan-

t e en este aspecto es l a f a l t a he demanaa popular por l a de- mocracia, entendida como régimen p o l ~ t i c o , E s decir, puede

haber y organizarse demanda popular en favor de mejoramiento de salarios, de trabajo, vivienda, salud, en suma, propender

a una mayor igualdad econ6mica, pero no se visualiza e l nexo

existente entre l a s posibilidades del mejoramiento econ6mico

y e l funcionmiento de un régimen democrático. Como

ha tratado de mostrarse anteriormente, l a heterogeneidad so-

c i a l imperante parece ser uno de l o s factores esenciales de

l a comprensi6n de este fenómeno, ya que e1 funcionamiento

del r6gimen democrático sólo puecle aparecer como conveniente

para los sectores políticamente organizados, es dccir,capaces

de expresi6n de un interés general. Sin embargo, ésto no

logra agotar l a explicación, pues, aunque l o s sectores que

carecen de un interés generalizable puedcm servir de base

social a un régimen autoritario, no por eso hacen imposible

e l funcionamiento de un régimen democrático, por muchas i m -

perfecciones que &te tenga,

Parece s e r que l a s posibibidades dc organizacibn

de un régimen democrático en l a regi6n no son equiparables a 2

las que tuvieron los paises capital is tas hoy desarrollados,

En ~rnérica Latina l a lucha por l a libertad econbmica de los

capital is tas enfrenta a demandas de igualdad econ6mica que no

pueden resolverse en una transacción, pues l a Última, para

realizarse mínimamente requiere graves limitaciones de l a

primera y viceversa. La burguesía europea, en su lucha contra

liancien regime tuvo que incorporar a sus filas a los sectores

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populares, de manera que, a sus demanaas de l iber tad (ausen-

-. c i a de pr ivi legios de l a ar is tocracia , ' derechos f r en te a l poder soberano, l iber tad econhica) tuvo que sumar l a s dem~n-

das de igualdad econ6mica de los grupos dominados, a l menos

a nivel ideo1Ógico. Por e l contrario, en América Latina,

no hay una revoiucidn burguesa contra l a a r i s tocrac ia y e l

feudalismo que l leve a e s t e compr~imiso que permita e l hulcio-

namiento democrático. M& a&, l a c r i s i s de l a dominación

oligárquica, que s e s i t ú a por l o s años 30, no ha venido a

s igni f icar un desplazamiento de é s t a por una nueva c l a s e

burguesa. Como se ha se3alado por a lgmos autores, l a

o l i g m d a latinoamericana posee una extraordinaria f lex i -

bi l idad We l a l leva a abr i r se l o necesario para incorporar

c i e r t o s elementos de otros grupos sociales, en t ra r en alianzas

y for ta lecerse l o suf ic iente como para recuperarse de esa y

o t ra s crisis mediante una continua transfomaci6n; es l a

materializaci6n de l a famosa f rase de "E1 Gatopardo". A

és- hay p e agregar que l a concesi6n ideoidgica a l a igualdad,

en l a medida que e l l o s e haga para obtener respaldo popular

para a l+ sector en pugna, adquiere una s ignif icación ente-

ramente d i s t i n t a en e l s ig lo XX, cuando se cuenta con un

bloque s o c i a l i s t a poderoso y con una const~ante agitación po-

l í t i c a a escala mundial. E l n ivel de l a demanda popular

puede, en es tas condiciones, alcanzar a l turas inaceptables.

En términos económicos, e s t a si tuación suele presentarse como

u Jose Medina &havarrfa. n~onkderac ionee sociológicas sobre e l desarrollo econ6mico9~, Ediciones Solar, Buenos Aires, 1364.

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e l dilema entre l a necesidad de acwmlación y l a necesidad

de distribución, que s61o pueden conci l iase cuando los

ingresos son cuantiosos (caso de Venezuela con e l petróleo).

Pero, en términos políticos, e l problema lleva directamente

a revisar l a forma en que se produce este enfrentamiento

entre necesidades, pues esa forma implica, fundamentalmen-

te , I& .&gimen político definido.

Dijimos anteriormente que una de l a s caracterís-

t icas de las intervenciones m i l i t a e s de l a década del 50

es que revekm l a inexistencia ( a l interior de los grupos de

poder) de un plan general p ~ v a América Latina, de manera que

los aonflictos políticos y sus soluciones tienden a ser

nacionales es^. La característica de las intervenciones m i l i -

tares de los Últimos diez años es justamente l a inversa.

Actualmente se puede hablar de un "plan generalw para ~ m é -

r ica Latina, en l a medida que l o s conflictos que se enfrentan I i y l a s soluciones que se imponen son similares; hay una inter- -

7 nacionaiimci6n, en e l espacio latinoamericano, del tipo de

1 rkgirnen político. Pero no es sólo e l cambio hacia un deter-

( minado regimen politico l o que se observa uniformemente, sino

que también hay modificaciones importantes en l a s políticas

econ6micas que tienden del mismo modo a hacerlas semejantes. ' En este santidp, l a configuraci6n dde actuai régimen autori-

t a r io debe hacer referencia a actores políticos que, s i bien

pueden no ser nuevos, actúan en un contexto de coordinación

que les asigna nuevas caracteristicas. Los t h i n o s de l a

contradicci6n polí t ica pueden seguir siendo l a libertad

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capi ta l is ta y l a igualdad p o p u l a ., pero e l significado

determinado de estos conceptos ha experimentado cambios de

importancia. En primer lugar, l a incapacidad del sistema

para proporcionar una transacci6n aceptable mpu ja por

soluciones más radicales, por l o que e l enECrentamiento po-

l í t i c o es más violento. .En segundo lugar, se tiende a r e

basar los marcos del ~stado-nación y se plantea u n régimen

político de validez regional y no sólo nacional (quizás por

no poüer serio), L a forma en que se produce e l cambio de

régimen nos proporciona algunos antecedentes en este sentido.

S i se comparan las intervenciones militares que

se proüucen hasta mediados de l a d&ada del 60 con las ocu-

rridas desde esa fecha hasta l a actuali6ad (quizás con excep-

ción de Perú) se observa claramente e l fenómeno que venimos

repitiendo. Anteriormente pueden establecerse vinculaciones

entre esos movimientos y l a polí t ica de USA. pe ro no se ven

vinculaciones entre el los nismcjs. En cambio, a juzgar por

l o s meros resultados observables de l o s caiiuios ocurridos

en los Ú l t i m o s diez c7ñ3s, actualmente se produce una estre-

cha semejanza entre ellos, no obstante l a escasa visibilidad

que puedan presentar, en algunos casos, sus conexiones con

USA. Ahora bien, resulta claro que l a coincidencia poli-

t i ca no se da en términos de un partido, de un movimiento o

de una organizacibn internacional, sino que se produce en

e l ámbito de l a s Fuerzas Armadas de ~ a t i n o a d r i c a . Son e l l a s

l a s que aparecen controlando y guiando e l proceso político y

econ6mico en una dirección que se presenta de gran uniformidad

en los aspectos esenciales.

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E l problema suscitado por l a evolución Cubana,

como expresión del conflicto pol$tico, tiene fuerte inciden-

c i a en esta redefinición ¿le las intervenciones militares.

La Revolución Cubana es un fenheno que no parece aislado

n i d s l a b l e en e l contexto regional; por e l contrario, se

habla de l peligro de exportación revolucionaria y del "con-

tagio marxistan a que están expuestas l a s ~epcbl icas del &ea.

E l fracasado intento de l a Alianza para e l Progreso tenia

como finalidad disminuir su peligro. Paralelamente, l a docm

t r ina de l a seguridad interna y l a preparacibn antiguerrille-

r a de las Fuerzas Armadas latinoamericanas tendían a l mismo

objetivo. A l fracasar l a Alianza para e l Progreso se recurre

a l énfasis en l a m i l i t a r , pero ésto refuerza l a

concepcibn de que ante un peligro continental, l a defensa

también tiene que ser continental.

Existe, en este aspecto, una modificaci6n impor-

tanto en l a reiaci6n de USA. con las Fuerzas h a d a s latino-

americanas. E n los años 50 USA pone en ejccuci6n su Programa

de Asistencia M i l i t a r (PM) que se realiza a través de tra-

tados bilaterales con cada pais separadamente. En cambio,

cuando, frente a los peligros que seaalaba. l a ~evoluci6n Cu-

bana se transforma l a fwici6n de "defensa externan en l a . de "seguridad internaw, l a relación que USA pretende insta-

rar tambib se transforma en dos. aspectos esenciales: en,

primer lugar,. ya no se conforma con ser una reiacidn entre

Estado en cuanto gobiernos, sino que quiere establecerla

directamente can l as Fuerzas Armadas coino institución (de . .

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a d , l a m t i p i i c a c i b n del adiestramiento m i l i t a r de ofi-

c ia les latinoamericanos en USA). En segundo l u g a r , y con-

cordante con l o anterior, quita énfasis a los pactos m i l i -

tares bilaterales, para proponer una conexidn de USA con una

fuerza armada interamericana.

Oficialmente, desde e l año 1961 Estados Unidos tiene l a aspiración de concretar en e l continente su proyec-

to de constituir una fuerza militar interamericana. E h t a l

sentido se ha venido actuando-persistentemente desde en-

tonces. Al parecer "la política adoptada es l a de ir graduaZ.-

mente formulando una doctrina, estrategia y tsc t ica coordi- - nadas a nivel de las Fuerzas Armadas nacionales, l a s que por

d a de l a doctrina, entrenamiento y equipamiento semejante,

suministrado por los Estados Unidos, deben a r r i b a r a una

uniformidad que, en el mmento oportuno, permita cumplir sin

mayores inconvenientes e l Último paso, e l de su integraci6n S/ to ta l bajo un comando un i f i~ado supranacimalw.

Como mecanismo institucional ha pretendido crear

l a Junta Interamericana de Defensa (JIP) , establecida en

1972 y compuesta por oficiales de l a s Fuerzas h a d a s de

los paises miembros de l a OEA, pero, fundamentalmente, se

puede decir que son l a s Conferencias de Ejércitos Americanos

e l instrumento que mejor se ha prestado a esta labor de coor-

M/ L. Veneroni, "Estados Unidos y las Fuerzas k& madas de ~ m b i c a Latina," Periferia, Buenos Aires, 1971 p . 109.

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En 1965, durante l a c r i s i s dominicana, USA no

pudo echar mano r@ida y eficazmente a l Sistema M i l i t a r

Interamericano (SMI) y decide intervenir directamente en e l

conflicto con sus "marinesn, Sin embargo, posteriormente

logra que l a X ~euni6n de Consulta de l a OEA transforme esta

i n t ervenci6n unilateral en intemenc ibn de "berza armada

latinoamericanaqv. Este incidente también pone en descubierto

otro hecho: que l a dis t in ta ~ o s i c i d n politica (aunque difieran

dentro de ciertos limites) de los gobiernos nacionales dif i-

culta l a adopción de medidas militares; en esa oportunidad

l a posXcidn de Estados Unidos logrd d i f i c i l y dudosamente e l - *\

est r ic to número de votos favorables necesarios,

Existen d l t i p l e s antecedentes respecto a l a fuerza que cobra, a p a r t i r de 1965, l a idea de crear este Sistema

M i l i t a r Interamericano (sMI) , particularmente l a s declara- .

ciones del Comando en Jefe del ~ j 6 r c i t o Argentino, a ra iz

de l a Octava y Novena Conferencia de ~ j é r c i t o s Americanos

(1968 y 1969 respectivamente) y los fondos especiales que e l

Congreso norteamericano votd en 1965, 67 y 68 para l a c r e a c i h -

de l a fuerza m i l i t a r interamericana, pero se carece de

antecedentes que expliquen e l giro que tomó esta coordina-

cidn mi l i t a r . Al parecer, estas reuniones de militares, -

organizadas y dirigidas por USA, tendieron cada vez mbs a

estrechar las relaciones entre l a s fuerzas armadas latinoa-

mericanas a& sin l a mediacih de Estados Unidos. por extraño . .- -- - . - . 1

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que parezca, de estos contactos auspiciados por USA surgi6

un principio de autonomizacidn de l o s militares latinoame

ricanos,

La razón de que pueda ocurrir algo asf radica

fundamentalmente en que los ejércitos de l a regi6n cuentan,

frente a l poder politico nacional, con una posición de pre-

ponderancia antes que de subordinación, de manera que los gu-

biernos diffciliiiente e s t h en condiciones de controlarlos,

mientras que las Fuerzas Armadas están generalmente en posi-

ci6n de desplazar, modificar o inf lui r decisivamente en l a

~ o l f t i c a nacional. En este sentido, puede decirse que los

ejércitos de ~mérica Latina cuentan con mayor peso polftico

en sus respectivos pafses que e l ejérci to de Estados Unidos

en USA,

Por otra parte, no se t r a t a de que se produzca

un antagonismo entre las nierzas Armadas norteamericanas y

l a s latinoamericanas, sino que entre Qstas y e l gobierno de

USA se producen ciertas diferencias, en donde, l a posibilidad

de reivindicar una propia no les significa apartarse

de sus intereses e ideología, sino que incide, de alguna ma-

nera, en l a forma como se organiza e l poder al interior de

sus respectivos pafses,

~ a m b i h es necesario tener en menta que esta

autonoda relat iva que adquieren los militares en relación a

Estados Unidos se expresa. a fines de l a dkada del 60, en

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orientaciones dispares de l a s intervenciones armadas que se

realizan en l a región. Se podrfa decir que, pa~ad6gicamente~

a estas mayores relaciones militares a nivel latinoamericano

corresponde, inicialmente, una c ier ta heterogeneidad nacional

en l a l h e a poli t ica que adoptan. En otras palabras, éstos

adquieren una c ie r ta autonoda de accibn política gracias a

l a convergencia que logran con sus colegas a nivel regional,

pero no existe a& l h e a para todos, por l o que se suce-

den los ensayos. Esto no significa l o mismo que s&al&bmos

para las intervenciones militares de l a primera mitad de l a

década del 60, donde decfamos que, no existiendo a& coordina-

cibn militar, se plantearon soiuciones nnacionaiesn por parte

de l a s Fuerzas Armadas. La diferencia radica en que en aque-

l l a s situaciones se plantearon alternativas de régimen político

(populismo, democracia formal, dictadura militar) mientras

que en los casos m& recientes que examinamos no ocurre l o

mismo. E l régimen poiitico es unosolo, y éste es un regimen

autoritario de exciuci6n o minimizacibn de los mecanismos de

l a democracia polf t ica f ormai. Las discrepancias pueden

plantearse en manto a l a orientación que puede tomar este

r8gimen. En todo caso, t a l orientacidn resulta limitada en

c ie r ta medida por "los intereses generales de l a regibnn, que

excluyen l a soluci6n cubana, aunque al comienzo no se p r e

sente muy homogenizada. Posiblemente l a situación argentina

expresa, en parte, l o coyduso de este proceso, pues los SI+

cesivos golpes militares de los ht imos 20 años han estado

plantearrdo constantemente l

e l problema del r&men polftico y - f i

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e l de su orientacibri. Sin embargo, l a intervencidn m i l i t a r

de marzo de 1976 parece l i a b a puesto las cosas en su lugsr

a l alinear a l a Argentina con l a 91soiuci6n del Cono SurP'.

En este mismo sentido debe t ra tar de entenderse

no s61o "la alternativa peruana", iniciada con e l golpe de

Velasco Alvarado en 1968 y cuyas proyecciones resultan toda-

vía di f ic i les de establecer no obstante su ~desplazmiento"

en 1975 por e l general Morales ~ermddez: también se inscribe

en similar corriente e l régimen de Ornar Torrijos, instaurado -

en in mamá en 1968; e l del general Ovando en 1969 y de Torres,

en 1970-71 en Bolivia; e l del general ~odrfguez Lma en Ecuador,

de 1972 a 1976, aunque en este caso con m6s reservas. Por

Ú l t i m o , t a l vez sea e l debate sobre l a orientación polftica

l o que permit ió l a subsistencia del gobierno izquierdista de

Salvador Allende en Ckile durante casi t res años, pero en este

caso también cobró

discusión sobre e l

orientaci6n.

f Este

.- que deben adquirir

importancia, hasta e l Último momento, l a

régimen poiftico tanto como sobre su

debate ideoldgico acerca de l a orientacidn

los regímenes aritoritarios surgidos desde

mediados de l a década del 60 se inclina, Cecididamente, hacia

una actitud de reacci6n defensiva. Las intervenciones m i l i -

tares en Uruguay y C h i l e en 1973 marcan, puizds, e l punto de

qdebre, pues no tuvieron, prácticamente, aiternativa de opci6n /

polftica diferente. A& l a intervenci6n armada apareciQ

planteada directamente enfrentando a una demdcracia ~ o l f t i c a

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que aparentemente funcionaba y dentro de l a cu5l cobraba

fuerza l a alternativa de izquierda. La orientacibn de los N-

l i tares no p d a ser solamente anti-izquierdista o anti-demo-

, cracia; t e d a que ser l a s dos cosas a l a vez p e s " la amenaza

del comismow estaba en los dos puntos. En Uruguay, e l

f%ncionamientg deniocrdtico era un entorpecimiento en l a lucha

contra l a guerril la urbana de los Tupamaron y permitsa, in-

cluso, un respaldo politico a l a ideologia de izquierda con

l a formaci6n del Frente Amplio. En Chile, fiie e l rkgimen

democrático e l que permitió e l acceso a l Ejecutivo de l a

Unidad Popular y aseguraba su permanencia en e l poder.

Quizs s i e l caso chileno sea e l más claro de una internen-

ción m i l i t a r v e , dados los antecedentes citados, tenia que

ser *necesariamente" anti-izquierdista y anti-democracia

liberal. -

A p a r t i r de 1373, l a fonmilaci6n del nuevo r&

gimen polstico cobra un nivel de coincidencia tan es t reho , '

tanto en e l plano de su orientación como en e l de l a organi-'

zaci6q que resulta sorprendente l a identidad de l a s medidas

adoptadas. Chile. Uruguay y Bolivia entran en l a misma línea

de ,exciusibn explfcita del reginen de elecciones y partidos

p o l ~ t i c k y buscan una nueva f'undamentaci6n ideológica del

poder y una nu& legitim~ci6n. En marzo de 1976, Argentina

se incorpora al mismo cuadro (con algunas especif icidades) . N o cabe duda que e l modelo que se tiene presente. implicita

o explicitamente. en todos los casos, es Brasil. E l éxito

econ6mico (medido se& e l tradicional aumento del ingreso

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per cdpita) y l a wtranquilidad politican (medida se& l a

no visibilidad del conflicto político, como disturbios, huelgas,

guerrilla, publicaciones adversas, etc . ) constituyen l a

base de l a atracción que ejerce e l modelo para los milita-

res latinoamericanos y los sectores de burguesfa en que se

apoyan. D e t a l manera, cuál mfis, cuál menos, a l a corta o

a l a larga, l a tendencia en estos nuevos refrenes es c o n o

t i t d r s e de acuerdo a ese '%mdeloM con las modificaciones y

perfeccionamientos que exija l a "realidad nacionaln.

Como señai~bamos anteriormente, l a uni6n de

estos nuevos autoritarisnos de Brasil, Uruguay, Bolivia, W l e

y Argentina con los autoritarismos tradicionales de los

pdses de entroa amé rica y e l Caribe (exceptuando Costa Rica,

~anamd, las nuevas rep6blicas de habla inglesa y Cuba) y

Paraguay ha creado un sdlido bloque internacional que, no

5610 comparte intereses e ideologías c o m e s , sino que cada

vez interrelaciona mejor las respectivas Puerzas armadas

transf onnadas en poder polftico.

Parece, asf, consolidarse tanto el régimen

polftico m i l i t a r (autoritmio) como l a orientación econhica

y polftica de reaccidoi defensiva. Sin embargo, aún subsiste

limitadamente la otra alternativa de or ien tac ih de este

tipo de régimen. P&, ~anamd y Ecuador mantienen, con

dificultades crecientes, esta orientaci6n diferente. Sin

duda que e l m& importante de todos es e l caso peruano,

que t a m b i h tuvo pretensiones de erigirse en nmodelon, tanto

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a causa de su duración, como por tratarse de uno de los pafses

llgranclesll de ~ m b i c a Latina por su tamaño, su poblaci6n y

produccibn. L a experiencia comenzada en 1968 con e l golpe

m i l i t a r de Velasco Alvarado dura ya ocho años, pero normal-

mente ha permanecido en un equilibrio inestable. S i en e l

terreno m i l i t a r nunca tuvo fuerzas suficientes como para

eliminar l a oposición de derecha e izquierda, en e l terreno

social tambih ha tenido que cnf'rentar l a misma oposici6n

de derecha e izquierda. Durante este tiempo se han realizado

m6ltiples acciones que podrian ser catalogadas de wprogre-

s is tasn ( ~ e f orma A g r a r i a , expropiaci6n de l a prensa privada,

control estatal sobre l a economh, participacibn laboral

en l a gesti6n de empresas, liquidaci6n de monopolios, etc.) ;

sin embargo, como enseña l a expmieilcia chilena, ninguna de

estas medidas es irreversible. E l go3ierno peruano ha tra-

tado de legitimarse popularmerite ¿!efini&dose como naciona-

l i s t a (canti-imperialista) y m t i - o l i g h p i c o , pero tales t&-

minos tienden a perder su cczr6cter atractivo en l a medida

que no logran tener expresión en e l nivel de l a vida coti-

diana. Las consignas globales, como 6 s z ~ , deben poder refle- m

jarse en situaciones vi tales concretas. Las actuales . -. -

discusiones sobre l a realidad de l a redistribuci6n del ingreso

en e l P e r 6 parecen señalar que t a l ref le jo no se produce y

todo e l perfodo transcurrido se ha caracterizado, justamente,

por l a incapacidad del gobierno peruano para movilizar bases

de apoyo popular. Por el contrario, existe una permanente

agitación la5orai que revela e l escaso control sindical de l

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gobierno; a1 mismo tiempo, l o s sectores de c lase a l t a y

media (empleados y pepueña burguesia profesional 6sta Última)

no cesan de manifestar cu enconada oposici6n a l &gimen, sea

a través d e l aparato par t idar io del APRA, sea mediante ex-

plosiones de protesta, como e l wLimazon de febrero de 1975.

L a si tuaci6n s e ha v i s t o siempre como inestable, pero su

duración debe explicarse de alguna manera. En primer lugar,

hay que recordar que e l rbgimen peruano, en cuanto rggimen

pol i t ico , no d i f i e r e en sus l íneas esenciales de l o s deno-

minados regímenes au tor i ta r ios , es to es, exciusi6n de los

part idos pol í t icos y d e l proceso e lec tora l como forma de

de f in i r e l poder público; a l mismo tiempo que l a gesti6n

m i l i t a r se postula como f6rmuia indefinida de control pol í t ico .

S i n embargo, ocurre que, de hecho, s e permite l a existencia

y f 'unciondento de l o s part idos y só lo se reprime con l a

fuerza a l o s movimientos pol i t icos que s e definen en e l nivel

de l a insurrecci6n armada. Así, e l régimn declarado resulta

modificado por e s t a permisividad de l o s movimientos pol i t icos ,

que pueden actuar como elementos de organizacibn y presi6n

de intereses, aunque exclddos de- l a lucha por el control

de l aparato de l Estado. E s decir , l a orientaci6n d e l régimen

pol f t ico resu i ta , t ambih , en una modificacidn de éste.

L a s i tuación es extrañanente parecida a

Ecuador y ~anamQ. En 1970, Velasco Ibar ra da un autogolpe . . .

en Ecuadro, cerrando e l Congreso y asumiendo plenos poderes . .

, - . hasta 1972, &o en que es derrocado por el general ~odr fguez

Lara, quien inicib una p o i i t i c a de co r t e nacionalista

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(principalmente en l o referente a l problema del petrbieo)

y reformista. ~ m b i é n ~odrfguez L a r a pretende instaurar

un m w o regimen que desplace a l a democracia formal de

elecciones y partidos, pero es igualmente "liberaln en ni

permisividad para e l funcionmiento de los movimientos po-

i í t icos .

En panamá, e l golpe que da Boris 1ilarthez en

contra de Arnulfo Arias en 1968 y l a direccitn que imprime

a l proceso e l general Ornar Torrijos tiene, también, múltiples

semejanzas con e l peruano por l o que, en cierto sentido,

puede ser asimilado a este estilo.

Creemos que esta caracterizaci611 de regirnenes

autoritarios de orientaci6n reformista apunta más que a .

una estr2,tegi.a m i l i t a r y coordinación polftica de Fuerzas

h a d a s - que es lo que t ip i f ica a l otro autoritarismo - a una ddinici6n nacional en t6rninos po1;ticos. Esto quiere

decir, que estos regfmenes no entran en l a coordinación

latinoamericana, pues e l sentido nacionalista de cada uno

de ellos les impide l a formaci6n de un bloque internacional

y l e s obliga a buscar un sistema de apoyo interno o a susten-

tarse sobre l a base de l a neutralización de las fuerzas

sociales, l o que hace vacilante su politica. . U n régimen

autoritario de r e a c c i h defensiva puede sustentarse en la

coordinacidin internacional y en e l apoyo de los sectores

econbmcamente poderosos, pero un régimen *ref ormistaw necea

s i t a apoyarse en l a s "masas popularesw precisamente para tener

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l a fuerza de r e s i s t i r a l sector oiigárquico o empresarial.

S i n emb'xrgo, e l poner en acción l a máquina de l a moviliza-

ción popular l e resulta a l régimen tan d i f i c i l de controlar

como a un aprendiz de hecllicero. En ~ d , e l gobierno

m i l i t a r t rat6 de impulsar l a moviiizaci6n de masas en favor

de su prayecto, con e l resuitado de que se activ6 fuertemente

ésta, pero s in que e l gobierno l a mantuviera bajo control

ya que pas6 a ser controlada por l a izquierda marxista.

Mbs a&, aquí n i siquiera puede decirse que e l fracaso de

l a rnovilizaci6n gobiernista se debió que tuvo que enfrentarse

con alguna "mdquinan partidaria montada con anterioridad,

o a l desarrollo simultbneo de una organizaci6n polí t ica que.

monopolizara e l descontento. E l APRA, que era e l Único

partido politico preexistente (sin considerar a Accibn Popular

de ~ela6nde Terry, de fomaci6n reciente y sin que constitu-

yera un verdadero partido), en vez de crecer en l a oposición,

decrece. En cambio, una multitud de nuevas organizaciones

de izquierda son las que aprovechan l a movilización (pro-

chinas, pro-soviéticas, castr is tas, vanguardistas, trotz-

quistas, etc.) , l a llevan mbs a i ib de l a propuesta por e l .

régimen y l a trCmsforman en oposicibn que éste empieza a

reprimir.

La idea corriente en los cfrculos intelectua-

les del P a - 6 durante estos años de régimen militar "refor-

mista" es que gobierno no l o apoya nadien. Los sectores

econhicamente dominantes han s ido heridos en sus intereses

por l a s medidas progresistas del gobierno; las capas medias

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ven frustradas sus espectativas de movilidad social y los

sectores populares no han recibido beneficios notables y han

incrementado sus aspiraciones, Por otra parte, e l aumento

de intercambio comercial con l o s países socialistas y e l

M c i o de equipamiento m i l i t a r soviético l e otorgan l a e n e

mistad de l a potencia hegemdnica en ~mérica Latina, Sin

embargo, es preciso cuidarse de apreciaciones demasiado a p r e

curadas, E l rechazo a l gobierno m i l i t a r no significa l o

mismo en todos los sectores y no acarrea necesariamente e l

cuestionamiento del régimen. Parece evidente que l o s sec-

tores trabajadores han experimentado un aumento de su nivel

de aspiraciones, e l que supera con nmcho a l que e l gobierno

está dispuesto a otorgar, pero también tienen conciencia de

que l a propia movilizaci6n es valiosa y ha sido, no sdlo

permitida, sino que, en muchos casos, inducida por las autc-

ridades (~eforma Agraria, ley de comunidades industriales),

Pero, no se debe conf'undir l a oposicibn que p~esentan los

- sectores de burguesía desplazados con este "apoyo cri t icow

que parecen otorgar los trabajadores. Pareciera ser, justa-

mente, este "apoyo crítico" l o que ha permitido a l régimen

mantenerse a pesar de enfrentar las dificultades que hemos

señalado. dem más, l a debilidad de l a burguesía nacional y

de l a pequeña burguesia l e ha significado una c ie r ta ventaja

para plantear l a nautonomia relativan del Estado en e l

marco de las relaciones sociales.

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En ~ z n a m á existe un antecederite peculiar que

modifica profundanente l a comprensión de su proceso: e l

problema del canal. Esto es l o cpe hace que Torrijos tenga

que modificar su posici6n, fuertmente anti-izquierdista.

cuando toma l a bandera del canal de ~ ~ m a m s . L a Única posi-

bilidad de apoyo interno que fortalezca internacionalmente

su posición radica en l o s sectores populares y, para l o g r a

su adhesión, necesita r e a l i z a una polztica que, de alguna

manera, pueda mwilizarlos. En ~anamá no existe una bur-

guesia propiamente t a l y l a oligarquia tiene demasiados

lazos con USA para servir a cualquier intento nacionalista:

de t a l manera, l a recurrencia a los sectores populares tiene

l a intención de reivindicar un problema nacional como un pro-

blema de clase, invirtiendo, eso s$. l a lógica de l a hegemonía.

E l éxito que logra Torrijos en e l planteamiento del conflic-

t o del canal no lleva, como podria pensarse, a l a unidad

nacional entendida como unidad de clases, sino a l a moviliza-

ción popular de las masas, que empiezan a cnpujar por un

proyecto de reformas que atienda a sus específicos intereses.

E l proyecto político panameño es s i m i l a r a l peruano, pero

l a existencia de un problema nacional, como es e l del canal.

l e otorga mucha mayor capacidad a l régimen en l a reaiizaci6n

de su proyecto, aunque aquí tanbién l a necesidad de moviliza-

ci6n popular se presenta siempre como un peligro pue puede

exceder e l poder de control del gobierno.

De l a compmaci6n de este ??&gimen autoritario

de inclinaciones reformistas o progresistas con e l régimen

autoritario del Cono Sur, resulta imposible caracterizarlos

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cm,io coi.~c5de11tes. CC~I ya decíamos an t e s , a. este punto

? c~xcial ?-a aceTtdci6n o EO d e l juego p o l f t i c o p a r t i - --- C d i s t a . - - - " .' -:?n z .u tml t a r i c de derecha excluye expresa-

w n t e ?. las ~ ~ ~ ~ ~ . r L . ~ ~ . c 1 ~ n ~ s y s ind i ca l e s que ac túan

a l m b c j a i d e l Zs-cadoi En U i~guay , Bol iv ia , Chile y, recien-

k-tr-Ld~lyltc'm~ite ambos t i p o s de ré~imen p o l í t i c o

p m d m .siiz-lit.~.dec; en c u x ~ t o a l a preeminencia m i l i t a r de l

g o b i e x o , p e m y ~ ( f c n o s ve- ~ 6 x 0 i n f l uye l a d i s t i n t a or ienta-

c i h . en l a fíirxa r e s 1 dti fwx5.onainiento p o l f t i c o en cada

caso -,- ~1 21x3 zLz&"y1z.ti.vas q7.e ofrece su desarrollo,

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L a ca i i f icación de dgimen *autoritariott o

régimen mburocratico zutoritmiot' suele ser suficientemente

general como para abzrcar a países como Chile, ~ é x i c o , ~ e d . .. . y Cuba, que a l mismo ti&ipo parecen tan diferentes. Como

ya hemos dicho tantas veces, t a l nivel de generalidad puede

ser válido en e l estudio teórico de los problemas de domina-

ci6n, pero pierden toda utilidad en e l análisis histdrico

concreto, En reiacidn a nuestro problema, parece que l a o-

rientaci6n polí t ica del r6gimen no es ajena a su misma con-

fomnaci6n. A d , aunque desde e l punto de vis ta de su defini-

ción formal estos reghenes se presenten como similares, su

funcionamiento tiene caracterfsticas muy distintas. Tal

vez uno de los aspectos más relevantes en este punto sea

e l que hace referencia a las formas de participacidn y ex-

ciusión, En este sentido, podemos decir que l o s regímenes

autoritarios de reacción Gefaisiva se c,vacteriza.n, funda-

mentalmente, po r ser regímenes de exclusión cle l a participa+

ción popular, pues a1 ex is t i r una definición e l i t a r i a de l a

capacidad polí t ica, sólo aparece l a cúspide jerárquica con t posibilidades de e n t r a en l a decisión. En cambio, en e l \

autoritarismo reformista, l a necesidad de obtener apoyo

popular para forzar l a reforma lleva a l a movilizaci6n po- i pular, moviiizaci6n que, por mucho que se l a t r a t e de manipular,

implica a l g h grado de populm en l a toma de

decisiones. Llevando los casos a l extremo, l a situaci6n cubana

resulta i iustrativa. Sin entrar a l anbiisis de l a orientación

social is ta de su revoiuci6n, resulta evidente que e l r6gimen

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no habrfa sido capaz de r e s i s t i r e l c h u l o de problemas que

se l e han presentado si no hubiera logrado estructurar formas

de apoyo y de participaci6n dicientemente amplias, Para

obtenerlo, e l &gimen cubano no recurrió a i O S mecanismos

cl6sicos de l a democracia formal, pero, no obstante su

cardcter autoritario, creó nuevas formas de participaci6n

que l e han permitido legitimar una polí t ica we se enfrentó

a Estados Unidos y a l a s capas dominantes internas, E s

c ier to que se apoyd para hacerlo en e l bloque socialista,

pero e l lo deriva de su enffentamiento con Estados Unidos y no

de problemas internos. De l a misma manera que los reghenes

autoritarios del Cono S u r , sé ref-erza en su coordinaci6n.

externa, pero no es ésta l a que determina su capacidad de

dominaci6n interna aun cuando pueda coadyuvarla.

Dades las características que señalamos para

los reghenes militares reformistas, es posible indicar los

limites de su desarrollo, L a xcesidad de apoyo c i v i l que

experimenta este régimen implica no s61o organización popular,

sino que moviiizaci6n y presi6n por participaci6ne En tal

sentido, e l nacionalismo no es un mero slogan carente de

sustancia, sino que r e m e r e transformarse en idea movili-

eadora y, por ende, tener expresisn a nivel de los hechos.

L a defensa del canal de Panamá, l a salvaguarda del patrimonio

petrolero en Ecuador, l a s nacionalizaciones m i n e r a s y petro-

leras en Perú, pueden convertirse en shbolos de unificaci6n

y apoy0.a los reghenes reformistas milit&es, pero, a l mismo

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tiempo, llevan a un aunento de l a demanda popular que exige

modificaciones mucho más drásticas para que pueda mantenerse

e l apoyo que se l e sol ici tó por e l gobierno. Parece, pues,

producirse un momento c r í t i co en que e l gobierno tiene que

optar entre l a identificación con l a demanda popular (aunque

no necesariamente con sus expresiones políticas y, segura-

mente, eliminando a varias de el las en p ro de l a eficacia

autoritaria) lanz&ndose de lleno a l proceso revolucionario

o, frenar e l reformisino y e n f r i a e l proceso mediante una

vuelta a l régimen de democracia formal que l e otorgue mayor

peso a l número que al activismo. En o t r a s palabras, s i se

sustrae a l a demanda popular ya no cuenta con apoyo suficiente

como para enfrentar a los grupos sociales m& poderosos n i

afirmarse nacionalmente frente a l a potencia hcgemónica, de

manera que e l mantenimiento del sistema de dominaci6n exige,

en este caso, una ruptura del régimen m i l i t a r reformista y

una vuelta a l a democracia formal como forma de controlar

políticamente e l proceso.

Esta situaci6n viene a ratificar que e l pro-

blema del control del poder no puede rcsolverse exclusiva-

mente desde e l punto de vis ta del aparato m i l i t a r , sino que

Qste tiene que afirmarse en ciertas bases sociales que per-

m i t e n su permanencia y desarrollo. hi e l caso de reghe-

nes milltares reformistas, éstos operan en condiciones de

transición, s in que sea posible que establezcan los requi-

s i tos que permitirían N consolidaci6n. En e l hecho, l a

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necesidad del apoyo popular, ;jor una parte, -7 l a incapa-

cidad para dir igin y controlsr l a s demandas pgpulares que

co~idic;üs~~i -?se apoyo, l o c~nducen a una situaci6n c r i t i c a

que los obligan a optm entre una profundización revolucio-

naria o un r e t m x ~ a l a polftica tradicional como foma de

frenar l a movilizaci6n. Cabe también l a posibilidad de

un giro decididmente a l a derecha por e l propio régimen

m i l i t a r , pero e l lo resulta poco probable (salvo en foma

muy paulatina) desde e l momento que habría que considerar

a m sector m i l i t a r come opuesto y, talvez, como decidida-

mente opuest9, l o qxe ccaryca e l peligro de una guerra c i v i l

ctnyos restiltados y ~royecciones pueden pcrcibirse como dema-

siado inaceptables. E x canibio, l a soiuci6n de volver a l a

democracia formal aparece como l a más f s c i l y cómoda, mdxime

cuando se adoptan l a s providencias ncqesarias para excluir

del nucsTo r6girnen 7.a participación de l o s elementos m&

conf~ict ivos , que peden as5 p a s a a ser reprimidos legit i-

mamen- ix . A d e ~ i k , con esto no sólo se salva e l prestigio

inst i t l~cional , sino que se mantiene la posibilidad de

anular esta soluci6n en cualquier momento, sus t i tuyhdola

por l a que parizca n&s ,idccvada. E l proceso argentino puede

ser ejemplar en c ier to sentido, mostrando que esta salida

opera no s6io como so111ci6n sino como una ampiiaci6n de

l a capactdai de decisi6n. La autonomfa relativa que ha

adquirido e l poder público en relación a l conflicto'social

l e otorga una s a n capacidzd de negociación con los distintos

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sectores .pcara este retorno al régimen electoral, de manera

que- puede f i j a r las condiciones en que ésto m a .

Por su pa r t e , e l régimen autoritario de reacción

defensiva, que aparece apoyado por l o s grupos econ&micamente

poderosos tanto nacional como internacionalmente, s i bien

puede ser m& consistente m cuanto a l a duibmica interna

del bloque de poder, carece de capacidad de maniobra, y sus

posibilidades de modificación provienen, en forma muy

directa, de intereses politicos y econ6micos con los cuaies

no está en situaci6n de negociar n i de imponer condiciones. .

En este sentido adquieren importancia las posibilidades de

coincidencia polí t ica de las fuerzas armadas latinoamericanas,

como una forma de aumentar l a capacidad de naniobra de cada

regimen m i l i t a r en p a r t i c u l a r y otorgarle un mayor grado de

estabilidad, a l mismo tiempo que plantear los problemas de

l a "aperturan o l a "salida* de acuerdo a circunstancias que,

de alguna manera, puedan ser controladas. En realidad, l a

fuerza de este r6gimen autoritario e s t a d a determinada en

gran medida, a l a inversa del autoritarismo reformista, por

sus VinCU1aciones inteinnaciomles, tanto en e l campo econ6mico

respecto a l o s centros capitalistas (y multinacionales),

como en e l campo politico por su capacidad de definir un. .

proyecto poli t ico comh para ~ m h i c a Latina. En este aspecto

es necesario destacar que l a aparente contradiccidn que se

produce entre l a lfnea politica democratizante propugnada .

por USA en cuanto Estado y e l proyecto polftico de los r e

ghenes autoritarios de reacción defensiva, tiende a

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solucion~arse a nivel de dos kuestiones fundamentales, En

primer lugar, por l a coincidencia que presentan estos r e d -

menes con Estadcs Unidos (y e l capitalismo mundial) en

cuanto a 1. poli t ica económica, coincidencia que ambas partes

se apresuran a destacar y sobre l a s cuales se construyen las

armoniosas relaciones entre ellas. En segundo lugar, por-

que l a coordinación i n t erameric ana que presentan las Fuerzas .. .

Armadas, en cuanto prayecto poiitico, fortalece la posici6n

de sus aliados en e l interior de Estados Unidos (y demás

países capital is tas centrales) permitiéndoles imponer su

%omprensi6nff hacia estos reghenes autoritarios en virtud

de l a necesidad de una pol$tica "realistan que tiene que

'reconocer que no está frente a un caso aislado, sino frente

a l a definición polí t ica de toda una regi6n: frente a l a

definici6n pol í t ica de América Latina en su conjunto,

Cuando se revisa l a situaci6n de l o s nnuevos

reghenes autoritarios* en ~rn&rica Latina, resulta nece-

s a r i o considerar como un hecho de primorclial importancia las

posibilidades de las Fuerzas Armadas latinoamericanas para

coincidir en un proyecto politico-econbmico homogbeo; sin

embargo, l a brevedad de l a vigencia de estos reghenes no

permite a& hacer especulaciones repse¿to a su validez,

duracidn y perspectivas, pues l a s bases sobre l a s cuales s e

asientan estdn pementemente sometidas a presiones y anta- gonismos cuya resolución es de d i f i c i l diagn6stico. ~ 6 n

la interrelaci6n misma de l a s Fuerzas Armadas enfrenta

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problemas &a su mantenimiento y profwidizaci6n. Uno de

los más importantes es e l que se refiere a l a redefinicidn

de lac relaciones con USA a p a r t i r de l a coordinaci6n seña-

lada. Como hemos vis to anteriormente, l a idea de crear una

fuerza m i l i t a r interamericana ha sido largamente acariciada

por Estados Unidos ; más s.Ún, e l impulso para que se lle-

gara a l actual nivel de acuerdo provino también de ese

país. S i n embargo, s i l a ccordinaci6n logra pleno 6xito

aumenta e l mdrgen de autonomfa de los Estados latinoameri-

canos con respecto a l a potencia hegem6nica. No es que

esto signifique que estos Estados vayan a oponerse a l a

polftica norteamericana o a l capitalismo en general, pero

si pueden llegar a constituirse en torno a una polftica

independentista que pudiera perjudicar los intereses na-

cionales de USA. Por otra parte, dado e l actual estado

de conflicto que presentan l o s países latinoamericanos,

se hace d i f i c i l pensar que en todos ellos pueda afianzarse

convenientemente e l régimen politico propugnado en l a

actualidad por los militares. A l mismo tiempo l a s si-

% ciones nacionales diversas inciden también en dif icul tar

las posibilidades de un proyecto demasiado homog&neo. ,

Por ht imo, los encontrados intereses y las iiist6ricas 1

disputas entre los paises latinoamericanos hacen extre-

madamente d i f i c i l conciliar nantiguos enemigosw, de ma-

nera que queda subsistiendo l a probabilidad de que pierdan

fuerza internacional. Todo &to no significa que tales

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regímenes no puedan llegar a consolidarse, pero si señala

que para hacerlo tienen que superar un c h l o de problemas e

antes de poder plantearse como l a %nica alternativa

polf t ica para ~ m b i c a Latinan frente a l a otra a1ternativ.a .O

reconocida que socialista. actual

polftica ideológica tiende (extrañamente ahora desde l a

derecha lo que h e siempre e l planteamiento de los sectores.

de izquierda mds radicalizados) a dejar esta3lecido que no '

hay m& que dos opciones políticas en e l mundo contemp-

&neo, otorghdole, así, mayor vigencia que nunca a una

alternativa que hasta ahora sólo los cubanos han conocido

en ~rnérica Latina.

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A p a r t i r de los dos acontecimientos cpe hemos !

a señalado como más s i g ~ i f i c a t i v o s en l a política latino-

americana o, a l menos, como l a mejor expresibn de l o s cam- a

* bios ocurridos en l a regi6n en los Últimos quince años, es 1

posible visualizar un nuevo panorama polftico. En efecto,

a partir del triunfo de l a ~evoluci6n Cub~ina, consolidada

en 1961, y e l fracaso de l a Alianza p c v a e l Progreso, que

es cas i en ente no nato, puede decirse que se instaura un

nuevo ciclo político en ~mérica Latina.

L a intervención m i l . i t L a r brasileña en 19G4 y l a

constituci6n en ese país de un régimen polftico autoritario,

ins titucionalizado y con proyecciones de larga duracib ,

es uno de los signos m& visibles de este cambio. Las

proyeccción de &te se manifiestan en que a l comenzar l a

década del setenta, e l r & i r , i u i brasileiio ha pasado a pre-

sentarse como un "modelo" a l cual pudiera recurrirse en

situaciones similares por actores que tensan intereses pa-

recidos a los que tuvieron y tienen los actores del modelo.

Desde e l golpe m i l i t a r brasileño, y m& p a r t i -

cularmente desde su consolidaciÓ~ en 1968, ha quedado plan-

teado e l problema del autoritarismo como uno de los problemas

m a s cruciaies de l a regi6n. Los acontecimientos ocurridos en

Uruguay, Chile, Bolivia y Argentina en l a presente década

han contribuido a agudizar l a preocupacidn por el tema.

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Respecto a l autoritarismo, parece conveniente

hacer una distinción entre lo que podrhnos l l a m a r l a

c r i t i ca a l a tendencia mundial a l autori t~rismo y e l

problema de l o s regímenes autoritarios en ~m6rica Latina.

Por muy estrechas conexiones que puedan guardar mbos

temas, l o c ier to es que constituyen problemas diversos con

dist into nivel de abstracción y dist into status teórico.

E l problana de l a tendencia autoritaria, como un fen6meno

mundial de las sociec!ades modernas (leyes de concentracibn

del poder, las necesidades tecnológicas y e l control del

conocimiento, l a manipulaci6n a través de los mass media,

l a tendencia a la corporativización) puede, talvez, ayudar-

nos a comprender algxmas características de l o s regímenes

autoritarios, pero ésto s61o a condición de que no se

pretenda subsumir e l f cr6neno determinado, histbrico, de ,

los regímenes autoritarios de ~m6rica Latina. E s c ier to

que puede decirse que, de alguna manera, los regímenes

politicos de Europa Occidental son autoritarios. Y es

cier to que se puede decir que, de alguna m~znera, todo sis- ,l

" tema político es autoritario. Pero t a l tipo de generali-

dades no nos describen n i explican l a manera determinada que

tiene e l autoritarismo latinoamericano y s b l o puede con-

ducirnos a l a mullida comodidad de sent i r que estamos

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dentro de l a tendencia. a En America Latina e l autoritarismo aparece de-

finido genéricamente como ura forma de negaci6n de l a

%topfa democrbticam, es decir como una forma que contra-

dice e l principio en torno a l cual pretenCía legitimarse e l

sistema de dominación, Sin embargo, es conveniente tener

presente dos hechos de importancia: (1) que e l régimen

*de excepciónn ha const i t d d o siempre l a normalidad como

régimen político en e l jyea, tiuito por su extensión como

por su duracibn, y (2) que e l funcionamiento de l a demo-

cracia formal, cn aquellos casos que ha funcionado, es de-

f ic iente en dos aspectos fundamentales: e l sistema de

partidos politicos y l a participación clcctoral.

En l a situación seilalada, es preciso plantearse

e l problema del autoritarismo actual no como si se t ra tara

de una ruptura brusca del funcion~m,iento denxrático y,

creemos, n i siquiera como e l deterioro del proceso gradual

de democratización del que tanto se habl6. Por e l contra-

r io , es preciso i n s i s t i r en que nos encontramos frente a l a

emergencia de nnuevas formasw de un autoritarismo politico

que ha sido permanente, Esto ilo debe eiitenderse tampoco

~ambién existen intentos po l igar d o s fenbrnenos, ex- pl.icLmc?o que l a necesidad del au t~ r i t~a r i sno en los . subdesarrollados, p a r a l o g r a r determinados es t i los de desarro113 tipo Singapur, Hong Kong o Puerto Rico, se e% cucntra con los instrumentos que ha ido perfeccionando l a tendencia mundial a l autoritarismo ; medios tecnoidgicos que harían practicmente imposible l a resistencia a l a centraiizaci6n del poder. En este sentido se habla del "aumento de l a eficacia e intensidad de l a represión psicolbgica-social y polftica9' .Ver Jorge Graciarena, "E l Estado y los es t i los politicos recientes en ~mérica La- tina", 1975, mimeo.

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en e l sentido que p d r $ a adquirir en los estudios

sobre l a mtendencia a l autoritarismow, sino como formas S -. detenninadas de impedir l a reaiizaci6n formal de l a democra-

cia. ~ q u f no hay mucho que buscar t ras l a apariencia d e .

mocrática l o s rasgos de l a dictaGura, porque l a apariencia

misma es muchas veces dictatorial. En tal-es condiciones

es necesario establecer c u h s son l a s coxdiciones sobre

l a s que se estructura este autoritarismo permanente, ya

que sobre tales condiciones se coiistruyen las nuevas formas

del autorit,arismo.

Uno de l o s Pcn6mcnos que más Iw llamado l a

atenci6n en los cambios politicos ocurridos en l a Última

década, es e l quiebre de l o s reghcncs políticos que se

presentaban como de mayor desru'rollo democrático en l a regi6n

y, por l o t an to , como excepcionales en comparacibn con los

dem$s, Tal fen6meno resulta pcirticuiamxa~te interesante

cuando se contempla que tales regímenes han sido sus t i tddos

por e l autoritarismo mbs a ~ o y excluyente. La **Suizam y l a

"Inglaterran de América Latina, s e g k define a Uruguay y

Chile e l contradictorio chauvinismo criollo, transformaron

de una plumada l a modernizacibn de ni democracia fonnal en

un autoritarismo moderno, exento de l a improvisaci6n y

colorido típicos de ~mérica Latina, Esta misma visibilidad

del d r b t i c o y dramático cambio tiende a oscurecer l a

comprensibn general del proceso en l a regibn, otorghdole

un lugar privilegiadb al. a n h i s i s de estas situaciones y

tiñendo con estas consideraciones e l estudio d e ' l a globa-

lidad de l a regi6n. Por otra parte, se tiende con facilidad

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a l a idcalizaci6n del pasado de estos paises, sin ver, por

ejemplo, que en e l caso chileno sólo en 1964 se alcanza una

amplia representaci& polítical mientras que en Urmguzy l a s

caracterfsticas del bip~rtidismo oponen serios obstáculos

a l desarrollo de las f~rmas democráticas al di f icul tar l a

emergencia de nuevas alternativas.

Creemos que para poder entender los problemas

políticos de l a regi6n es necesario comenzar por estable-

cer ni. referencia con las bases sociales sobre l a s que se

constituyen. E s decir, es necesario tener presente cuál es

l a situacián de l a s clases sociales en h & i c a Latina y

cuáles son las relaciones que entre e l las se establecen.

A l respecto l a prinera y casi l a hiica propmición c m que

se cuenta es l a que afirma que l a heterogeneidad estructural

de l a región, en cuaiito a l a existencia combinada de dis-

t intos modos de producci6nl conduce tmbi6iz a una hetero-

geneidad en las clases sociales correspondientes a esos

diversos modos de producción. A 6s to suele apegarse que

e l elemento indfgena introduce profundas alteraciones a l

esquema de l a s clases sociales, hasta e l extremo que en

ciertas situaciones una clase social se identifica con una

constituci6n racia l ; t a l podrfa ser e l caso de algunos

países andinos donde e l campesino se identifica con e l

indígena. Pero muy poco se ha avanzado en los estudios sobre

clases sociales en e l continente, no obstante e l reiterado

reconocimiento de su necesidad. Incluso e l nivel descrip-

t ivo no ha sido satisfecho y hasta los m& ortodoxos defen-

sores de l a t&is de l a lucha de clases no hacen otra cosa

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que remitirse a l a tan crit icada categorización en clases

a l ta , media y baja. En los casos que ha pretendido pro-

huidizarse algo esta categorizaci6n, cas i siempre se ha

hecho referencia a las clases y fracciones de clase dominante

o a l desarrollo y papel de las "capas mediosva, cont-hdose

con muy pocas aproximacioxes o1 estudio de los grupos do-

minados. Nuestra intenci6n de estudiar las bases sociales

de l o s regímenes politicos en Anérica Latina nos conduce a

explorar, aunque limitadamente, e l problema de las clases

sociales, para l o cual no nos sirve e l recurso de l a

estratificación gradual cn al ta , media y baja, sino que debe

t ra ta r de obtenerse categorías w e tengan significaci6c

polf t ica y no meramente constituyan conceptos ordenadores.

A l no contarse con estudios sobre l a materia se podrán come-

te r muchos errores, aunque l a intención sea sana.

E n términos cl&sicos, suele decirse que una

clase social se define por la existencia de un conjunto

de inclividuos que ocupan una posicibn determinada en un

modo de producci6n definido. Tal situación de clase no

constituye una comunidad entre los sujetos que l a componen,

pero puede llegar a c o n s t i t d r l a en l a medida que estos' a

toman conciencia de sus propios intereses, de los que CT

se l e oponen y de sus posibilidades de acci6n, organizihdose

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para realizarla. ~ m b i ^ n en términos cidsicos, esta

situaci6n resulta clara en cuanto a las clases sociales que

expresan l a contradiccibn principal en los sistemas capita-

l i s t a s , y se t raducida en l a I.\icha de clases entre l a .

burguesfa y e l proletariado, lucha de clases que incidirfa

en las posibilidatles de oqanizacibn y acción polftica de

cada una.

Sin entrar a considerar aquf los aciertos y co-

rrecciones que suele reconocerse a t a l enfoque, ni a l a

dinámica histbrica real que adquiere en los paises capita-

l i s t a s desarrollados, parcce conveniente mantener dicha for-

mulación genérica como una forma de comprender e l comporta-

miento polftico en sus &veles más amplios. E s t a amplitud.

meramate nos señala que un conjunto de individuos, que

ocupa una posición similar en relación a l a prodacción,

está en condiciones de actuar políticamente como conjunto

en cuanto reconozca sus intereses. Talvez parezca innecesaria

'?/ En este sentidu, entendenos que para que pueda reali- zarse una accibn clasista;. , . . . "debe ser claramente reconocible e l csrác t e condicicnado y l o s efectos de l a situación de clases. Ries s6io entonces puede

e l contraste de las posibilidades de vida ser consi- derado no como algo sencillamente dado y que no hay

- más que aceptar, sino como un resultado de: (1) l a distribución de los bienes o (2) de l a estructura de la organizaci6n económica existente. Contra ésto no se puede reaccionar s d l o mediante actos de protesta tntermitente e irracional, siho en forma de una asocia- ción racional. * Max Weber, conoda da y Sociedadm, Fondo de Cultura ~conómica, ~ & x i c o , 1364, p. G85.

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l a referencia a l a reiacibn de producción p a a definir a

un grupo que pueda actuar polfticamente, Puede decirse que

todo grupo capaz de ac ixu carmwiitarim~ente esta en con-

diciones de actuar politicamente. Grupos religiosos, Ya-

ciales, estamentales, pueden "hacer políticaw, pero e l lo

sera as$ 5610 cuando existan formas de intermediacf6n de

una reiaci6n consistente en comunidades y asociaciones,

que enlacen a los individuos en una acci6n orientada a l a

toma o modificacibn del poder polftico y dentro de los

limites de sus particulares objetivos. Distinto es e l

caso de las clases sociales, cuya sola presencia en cuanto

a comportamiento homogéneo, determinado por su s i t u a c i h ,

incide directamente en las posibilidades del &gimen po-

i f t i c o y cuya accibn poiftica es capaz de producir trans-

formaciones en e l sistema de doninaci6n. E n razón de 6sto

es que creemos que tiene especial importancia este tipo de

determinaci6n social en sociedades como las latinomeri-

Una primera mirada a l a situacibn de l a regi6n .

nos permite constatar que l a burguesfa y e l proletariado

constituyen grupos sociales poco numerosos y relativamente

debiles, no obstante participar en e l modo de producci6n

dominante. La consideraci6n de otros grupos sociales des-

peña un papel fundamental & l a s probabilidades de inclinar

l a balanza a favor de uno u otro bando, En determinadas

situaciones incluso se podria discutir si l a contradiccibn

principal entre capital y trabajo se expresa en l a lucha de

l a burgues$a con e l proletariado, dadas las cmacter$sticac

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peculixres de las relaciones de poducci6n ocistentes.

No obstante, nos interesa

acuerdo a las concepciones s~rialaGas, cuáles son las

bases sociales que posibilitan un determinado régimen po-

Como henos indicado anteriormente, una de las

características de los sistemas políticos latinoamericanos

es l a prepónderancia Cel Estado sobre l a sociedad c i v i l

(exceptuado quizás e l caso de Argentina y ~ o l i v i a ) , prepon-

derancia que puede explicarse, a1 menos en parte, como una

consecuencia de l a heterogeneidad estructural y, por ende,

de clases que presenta la regi6n como uno de sus aspectos

más sobresalientes. Esta afirmaci6n se relaciona, de al-

guna m'mera, con l o s estuclios que se han hecho respecto a

l a c r i s i s de l a dominaci6n olig&quica y l a importancia que

adquieren las "capas rne¿iiasn como agentes polft i c os suscep-

t ib les de democratizar y estabilizar e l régimen político.

Pero e l problema de l a heterogeneidad de las clases sociales

parece estar r~uy lejos cle resolverse vía l a acci6n de las

"capas mediasn, y e l mismo concepto de "capas medias* (siempre

usado entre comillas y con kuchas reservas) ha pasado a trans-

formcirse muchas veces en una especie de cajdn de sastre, cuyo

contenido no es ajeno a connotaciones ideológicas. Pareciera

que una forma de enfocar e l estudio de estos problemas po--

dria ser operar más bien con sectores ocupacionaUis diferen-

ciables que con el conocido Sistema de estratificacidn

funcional.

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Como una manera de ir delir?zit,mdo e l problema,

r e su l t ada adecuado revisar l o s cambios operados en e l &ea

en materia de r6gii;ien político y sistema de dominaci6n en

su relación no s6lo con l a burguesia y e l proletariado, sino

t a m b i h con -el resto" de los grupos sociclles, Este "reston

creemos que no puede ser reducido a l a genérica e imprecisa

denominación de "capas medias1', ya que l o s sujetos no in-

cluidos en las relaciones propiamente capital is tas están

estructuralmente en una que dificilmente podria

entenderse como intermedia.

Una categoria comwunente inclufda en lcs estudios

censales, l o s "trabajadores por cuenta propia", puede tener

una signiEicaci6n mucho mayor que l a que normalmente se l e

asigna, A& se incluyen l o s artesanos, proEesionales,

comerciantes, parceleros, prestadores de servicios y otros

cuya caractcrfstica conh es l a de no depender de un salario

pagado por su fuerza de trabajo, Dadas las condiciones de

América Latina, se puede afirmar que estos sujetos no cons-

tituyen en su inmensa mayorfa l o que se conoce como pequeI'ia

burguesfa, sino que foman una parte importante de los

sectores populares como vendedores ambulantes, muiifundarios,

servicio dom&stico, viejas del mercado, etc, Pero su posi-

ci6n dentro de l o s sectores.populares resulta radicalmente

dis t in ta a l a de obreros y empleados, pues sus intereses y

a r t i c ~ a c i b n ide~lbgica poseen peculiaridades que suelen

sobrepasar l a deteminaci6n gedr i ca como sectores dominados

dentro del sistema,

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La característica fundanental de este grupo

heterogéneo es su f a l t a de representatividad propia. La

incapacidad que tiene para tom'ir conciencia de su situaci6n

de clase, de sus intereses y, po r l o tanto, de estructurar

un proyecto poiitico con l a intencibn de imponerlo en l a so-

ciedad, hace que su actuación en este sentido sea esencial-

mente subordinada, constituy2i?dose en muchos casos en una

"masa de maniobrasn para variados proyectos propuestos por

otros sectores sociales. Pero, s i bien puede ser c ier to

que no forman una clase, de acuerdo a su definición clssica,

no por eso dejan de desarrollar una actividad política y de

incidir fuertemente en las posibilidades del sistema de

dominaci6n y del régimen político. a

En los análisis politicos de &&rica Latina hay

un sistema,de dominación de perfiles claros y rasgos defi-

nidos : l a dorninaci6n olig&quica. Existen abundantes es-

tudios que tratan de describir y explicar esta dominaci6n,

sea en términos de organizaci6n econóiiiica, de vincuiaci6n

con los centros mundiales, de l a s formas de hegemonía

23/ De alguna manera se t r a t a f a aquf de extender las * . consideraciones que se lian hecho sobre e l c,mpesino pár- -

celario a este grupo más heterogéneo, Los ansl is is del bonapartismo francés y e l fascismo italiano pueden ser Útiles en l a revisión de este tema, Sobre este Último véase e l artículo de August Thalheimer en n~ascismo y Capitalismo" de Otto Bauer y otros, Ediciones ~ a r t f n e z Roca S.A., Barcelona, 1972.

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ideológica, etc. podría decirse, pretenciosainente, que l a

dominaci6n oiigárquica es un fen6meno bastante estudiado

hasta fines del Siglo XIX. Los problemas para e l es-

tudio parecen comenzar junto con e l presente siglo, donde se

abre l a discusi6n sobre s i persiste o no 3.a oligarqufa, s i

surgen nuevos cppos sociales, nuevos sistemas de dominacibn,

nuevas situaciones de dependencia, Sobre e l particular re-

sul ta interesante considerar que, no obstante l a abundancia

de l o s estudios, hay un tema que permanece bastante aban-

donado, esto es, e l tema del régimen politico que opera en

t a l sistema de dominaci6n. E l muchas veces señalado - y

aparentemente no solucionado - dilema de l a contradiccidn

entre una dominación o~.ig&quica y l a pretensi6n poiitico-

juridica de constituir un Estado l iberal , es talvez uno de

los aspectos básicos T a r a e l análisis del régimen político

imperante durante e l daomina60 periodo de dominacidn oli-

A l a inversa, en e l análisis de l o s 6ltimos

acontecimientos ocurridos en e l &ea, l a preocupaci6n

principal va dirigida a los cambios en e l r6g-hen político

Entre muchos, s e puede c i t a r dos que presentan carácter m a s genérico: Fernando H. Cardoso y Enzo Faletto, mependencia y Desarrollo en ~rnérica Latinan, ILPES, Santiago, 1967. J O S ~ Medina ~ c h a v a r r h , nConsideraciones socioi6gicas sobre e l desarrollo econbmico, Solar Hachette, -os Aires, 1964.

Francisco Weffort, *Clases Populares y Desarrollo Social. Contribucibn a l estudio del populismon, ELAS, FLACSO, mimeo, 1970.

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como l a mejor forma de expresi6n del sistena p i í t i c o , 23/ Esta por los cambios Gel régimen corresponde

a l a existencia de una moclificaci6n real ex l o s problemas

politicos en l a región. La escasa visibilidad del rdgimen

pol$tico del período oligárquico parece deberse fimdamen-

talmente a l a estabilicad y permanencia del propio sistema

de dominaci6n. e l que permite un menor cuestionmiento del

régimen político, no obstante l a contradictoria afirma-

ci6n de los valores ~cgitimantcs.

Jorge GraciCvena %eiiala que, a l pexler hege-

m o d a y poder l a oligarquía, se puede encon t r ,~ t res ensayos

de constituir sistemas de dominaci6n que, a su vez, se ex-

presan en reghenes polfticos. E s t o s cedan: l a restau-

ración oligárquica, l o s regímenes denocrbtico-burgueses y

Guillermo A. ~ i ~ o n n e l l , wDesarrollo polftico o cambio Buenos Aires, miiqeo, 1375. C r ~ n l o s ~ a r t í n e z More-

no, zl~repÚscuio en Arcadia?' en " U r u g u a y Hoyw. Edito- r i a l S i g l o XXI. Jorge Graciarena, ''El Estado y los es t i los políticos recieiites en América Latina1', mimeo, 1975. Fernando H. C,vdoso, n A L ~ t o r i t ~ l i s m o e Democra- tizacaow, Paz e Terra, R i o de Janeiro, 1975. ~ n i b a l Qui jcuo, wIrnperialisn~o y Telaciones internacionales en América Latiila", y Octavio Imi, 'Diplomacia e imperialismo en l a s relaciones interamericanasIt, en Octavio Ianni, s'Relaciones políticas entre ~rnérica Latina y Estados Unidos7t, Amorrortu Editores, Buenos Aires, 1974.

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los regfmenes populistas. Se& este sutor, l a restaura- -

ci6n oligárquica es sostenida inilitxmentc y recibe e l

apoyo de los sectores rneüios urbanos y burocráticos, ate-

morizados por l a creciente noviiizaci6n y presi6n de masas:

constituye un régimen transicional que fracasa estructural-

mente, Los reghenes democr6tico burgueses se basa1 en una

alianza entre sectores de l a burguesía industrial y comer-

c i a l con sectores medios vinculados a l Estado, profesiona-

les y pequeña burguesía. Sostenida por l a l e~ i t inac ión

electoral, enfrenta dos contradicciones esenciales: inca-

pacidad para llegcar a ser una democracia de masas y, dada

su heterogeneidad de intereses, dificultad pcva fornular e

implementar un proyecto de desarrollo Mdado en politicas

coherentes. Por Ú l t i m o , l o s reghenes populistas sedan un

intento de u t i l i zar las e~e rg fas latentes en masas disponi-

bles, ofreciendo incorporarlas a un movimiento politico li-

derado por l a oligarquía y cent~ado en una nueva concepción

tute lar del Estado. Este se colocaría presuntamente por

encima de los grupos y con un juego polftico limitadamente

abierto a 1s. participación de otros grupos altos y medios,

E l aparato es ta ta l se ampliarfa, convirti&dose en centro

ocupacional y de servicios sociales y, sobre todo, de

organizaci6n de masas, pretendiendo además convertirse en

e l nexo de l a coaiicidn y en e l h b i t r o de los conflictos

internos. E l populismo seria un régimen politico persona-

l is ta, autoritario, que intenta legit imase por medio de

una especie de mística de masas con un liderazgo carismd-

tico,

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Esta c ias i f icx i6n , como toda ciasificacibn,

puede ser crit icada desde d i s t i n t o s puntos de vista, pero.

P creemos que cumple con l a finalidad de s d a l a r , aproximada- * mente, e l panorama general de América Latina luego de l a

llamada c r i s i s de l a dominaci6n oligárquica. Con todo, nos

parece conveniente a p e g a a estos t res ensayos e l "nuevon

régimen autoritario que actualmente parece extenderse por

e l continente, como una manera de completar e l cuadro de

alternativas politicas que se han dado o, a l menos, l a s m&

visibles. Al mismo tiempo, parece necesario prescindir de

l a consideracibn de l a "restauracibn oligbrquica", no porque

carezca de importancia, sino porque tratándose de una res-

tauraci6n requiere de un estudio más serio acerca del r&

gimen político vigente dur'mte la dominacidn olighpuica.

Sobre l a base de estas gruesas líneas es que pueden per-

c ibi rse l a s condiciones sociales que las posibilitan y l a

signif icacibn y perspectivas que en tales circunstancias ad-

quieren los distintos regímenes.

A menudo se señala que, q~ reiaci6n a los sec-

tores dominados, hay dos tipos de movimientos claramente

identificables. Uno es e l de los movimientos integrativos

que luchan por lograr una ampiiacidn de l a ciudadanfa con ' - a 1 1

el objeto de ser incorporados a l a definici6n de l a nacián,

pudiendo participar, de alguna manera, en los beneficios

de l a producción (entendida Qsta en su m& amplio alcance).

Otro es e l de l o s movimientos contestatarios que intentan

destruir ese sistema sin tener interés en incorporarse a 61. Tal disyuntiva es d i f i c i l plantearla en forma tan tajante,

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tanto porque l a lfnes, divisoria entre uno y otro tipo de

movimiento es difusa, como porque involucra l a discutible

idea de que los contestatarios fuesen sujetos que desde

fuera del sistema atentan contra &te. E s t o no quiere

decir que no pueda dicernirse diferencias ideológicas

importantes entre uno y otro (pues l a idea y conducta de

un %eformistan implica radicales diferencias con l a idea

y conducta de un ncontestatarion), sino sostener que los

movimientos de oposici6n a un sistema s d i o pueden compren-

derse como contradiccidn interna del sistema y no como ele-

mentos externos. Ya se ha sefíalado anteriormente que l a

posibilidad de comprender l a d inh ica de un proceso radica

fuertemente en l a capacidad de captar e l juego de contra-

dicciones internas que l o genera, Desde esta perspectiva

es que nos interesa explora2 l a s bases sociales en que se

apoyan los distintos regímenes y l a dinámica que en ta les

circunstancias pueden imprimirle a l proceso. Particular-

mente quisiéramos indagar respecto a las bases sociales

que permiten las t res alternativas que aparecen como de

mayor importancia en l a región: los reghenes democrático-

burgueses, e l populismo, y e l actual régimen autoritario.

~ e g h e n e s democr&tico-burgueses,

Los regfmenes democrático-burgueses o democrático

liberales no se dan en toda mer rica con l a plenitud y p m .

man&cia suficiente como para ser considerados tales, a

excepci6n de algunos países. Fundamentalmente se podrfa

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decir que ellos tienen viguzcia en Chile (1332-1973),

Umguay (1910-1973), Colombia (1953)~ Venezuela y Costa

Rica, aderr.ás de, my relativamente, en M&CO a par t i r de l a

~evoluci6n de 1910.

LOS casos de Chile y U r u ~ a y quiz& sean l o s mbs

típicos y normalmente han servido de ejemplo para sustentar

l a hip6tesis de que l o s regímenes democrAticos pueden desa-

rrol larse en que cuentan con amplias capas medias.

Sin embargo, conio ya se ha dicho, es te concepto de capas

medias resulta extraordixmimente ambiguo y carente de

significación teórica coino para servirnos de elemento ex-

plicativo, E s por esta razón que hemos preferido hacer

referencia a l a relación existente entre trabajadores d e

pendientes y trabajadores por cuenta propia, que parect

ser m& adecuados a l efecto. Naturalmente que aquf t a m b i b

nos mwemos en un terreno de gran anbigudad, pues existen

d i t i p l e s situaciones interiadias en que resulta d i f i c i l

establecer su ciasificaci6n y relevancia, pero creemos que

s i puede contar con mayor capacidad explicativa. A esa b

dificultad debe agregarse otra, no menos grande, que deriva

del hecho de que l a Única referencia que se tiene para

definir empíricamente a estos sectores proviene de datos

censales que só lo con grandes precauciones podrian tomarse

como base de u n estudio sobre l a materia, Las observaciones,

alcances y rectificaciones que podrfan hacerse talvez in-

validen e l intento que se haga, pero posiblemente resultar&

conveniente i n s i s t i r en e l mismo.-.

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La reiaci6n e x i s t a t e entre e i nhero de emplea-

dos y obreros respecto a l n&:ero de trabajadores por cuenta

propia es, en general, de- una proporcibn relativamente baja - -

en comparación con l o s países más desarrollados. Inter-

namente, en ~m6rica Latina, se pueden apreciar s in embargo

diferencias entre los distintos países. As$, en e l caso de

los dos ~ a í s e s recién s&alados, l o relación es l a m& a i t a

comparativanente, llegando a t res trabajadores dependientes

por cada un trabajador por cuenta propia, relación que s61o

es superada por Costa Rica y l a Argentina y cercana a l a

existente en algunos países de Europa Occidental (Francia

tiene una r e i a c i h de 4.3 a 1,e I t a l i a de 3.4 a 1). por

e l contrario, en aquellos paises donde l a relación es

menor (cercana a un 1 a 1) es donde ha sido m6s d i f i c i l l a

impiantaci6n siquiera limitada y temporalmente de l a de-

mocracia liberal. Tal ser ia e l caso de paises como Ecuador,

Guatemala, Honduras, ~ e r Ú y Paraguay.

Por cierto que esta relación está estrechamente

vincuiada con e l vado de desarrollo econbmico alcanzado, ya

que un mayor desarrollo capital is ta tiende a hacer disminuir

e l número de trabajadores por cuenta propia, pero, como son

los hombres los que hacen polft ica y no e l producto bruto

o e l ingreso p e r cdpita, es preciso explorar l a situación

de los grupos sociales. ~ e s & t a as5 que, dentro de esta

misnia perspectiva, . l a em'ergencia de las capas medias de que

tanto se habla y que, supuestamente, t a m b i h se correlaciona

con e l desarrollo económico, puede tener carac ter is t icas

según e l n&luario de estadísticas Be1 Trabajo*, OIT,Suiza, 1975 pp .64 y sgts. , l o s datos serian los siguientes para ~ r n h i c a y algunos europeos escogidos para fines de cornparaci6n:

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P a h Año 1 ) ~ l n ~ l e - 2)~inpleados Traba jo 2/1 adores y Obreros Fani i l iar aprox. T ~ a b a j . (en miles) (mi les ) indep ,

Argentina 1970 1.977 6.380 235 3.2 B r a s i l 1970 10.440 16.193 2.695 1 5 ~anadá 1975 307 8 334 186 10

Colombia 1964 1.703 2.940 420 1.5 Costa R i c a 1973 100 430 35 4.3 Cuba 1970 260 2.324 34 9 Chile 1970 582 1,828 43 3.1 Rep .Domin. 1370 365 474 73 1.3 Ecuador 1962 6 50 721 120 1 Elsalvador 1971 322 637 297 2 Guatemala 1973 605 742 - 1.2 Honduras 1974 246 ' 354 29 1.4 ~ 6 x i c o 1975 5.167 10.343 1.087 2 Nicaragua 1371 151 281 4 1.8 ~an~uná 1970 177 270 23 1.5 Paraguay 1972 335 295 88 0.8 Perú 1972 1.536 1.825 . 191 . 1.1

U m W Y 1963 233 706 16 3 U.S.A, 1974 7.465 84,223 876 11

~ é l g i c a 1974. 434 .3.214 141 6.5 Francia 1974 4,057 17,675 - 4.3 Alem'wia RF 1974 2.448 236375 1 410 9.5 I t a l i a 1975 3.382 13.618 1.168 3.4 Suecia 1974 295 3 O609 58 12.2 R,Unido 1971 1.843 21.889 - 11.8 . .

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opuestas a l a concepción de pequeiia burguesfa. A su vez,

los sectores populares tmbién pudieran adquirir connota-

ciones espec$ficas que no se ha considera60 %*iciente-

mente,

. . S i se piensa en los antecedentes señalados, es

posible afirmar que l a alternativa democrático-burguesa es

una alternativa cuyas condiciones de existencia se dan en

t6rminos de una base social integrada y capaz de represen-

t a r pol$tica&nte sus intereses. ,En l a medida que un grueso

número de l a poblaci6n trabajadora se desempeña en forma

dependiente se generan las condiciones pa ra que puedan re-

presentarse estos intereses c o m e s , sea a trav& de organiza-

ciones sindicales o partidarias. E l regimen democrático

formal se prestarfa para . l a representaci6n y negociaci6n

de aquellos intereses que corresponden a los sectores m&

organizados de l a ~obiaci6n. Este hecho puede ser, posi-

blemente, de c ie r ta importancia en l a comprensi& de l o que

algunos denominan l a c r i s i s de la democracia representativa,.

pues Qsta se concibid como un régimen en que los sujetos par-

ticipaban individualmente en l a gertaci6n del poder como

una forma de negar las institucioqes del viejo orden cor-

porativo, En cambio, l o característico de l a democracia . . .,

moderna radica justamaite M i a importancia que adquieren

las organizaciones como mecanismo para intermediar intereses

en l a esfera política. En tal sentido, l a d a mds adecuada

resulta ser l a parlamentaria, que vendría a expresar de ma-

nera limitada l a s alianzas y pugnas que se dan en l a sociedad.

En nuestra r e g i h , Qsto podría explicar l a vigencia del

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presidencialismo, como una forma de enfrentar l a s di f i -

cultades que se presentan p.ara l a organizacidn de intereses

dada l a heterogeneidad social que se ha señalado.

Por c ier to que no es necesario identif icar los

%eaiesN intereses de grupos sociales con l a organizacibn

polí t ica 'adecuaZant sino visualizar, aÚn =radamente, que

existen intereses comunes que pueden representarse a t r a d s

de una entidad partidaria. E s o y no otra cosa es l o que

permite afirmar que una de las bases fundamentales para

que funcione l a alternativa democrático-burguesa es l a

existencia de una masa laboral incorporada dependiente-

mente a l modo de producci6n capitalista.

E l caso argentino nos ayuda a señalar que e l

factor mencionado actúa como causa necesaria, pero no

suficiente. En Argentina encontranos una de l a s mds a l tas

proporciones de empleados y obreros en reiaci6n a tra-

bajadores por cuenta propia (3.2 por 1) y, s in embargo, e l

régimen democrático burgu6s nunca Iia podido estabilizarse.

En e l presente siglo tuvo d3s períodos en que rigib, en

c ie r to sentido, e l ordenamiento dmocrdtico burgués, pero

en ambos estuvo teñido de un fuerte personalismo que, en

e l caso de ~ e r 6 n , 11eg6 a configurar un regimen tipica-

mente populista. Luego hubo otros intentos que fallaron a

poco andar (F'rondirzi 1958-1962; I l l i a 1963-1966; Perdn

1973-1976). E b estas condiciones, es preciso señalar que

un rasgo característico de l a situaci6n polftica argentina

es que los trabajadores dependientes se expresaron siempre

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mejor a t r a d s del aparato sindical que de los partidos p b

l$ticos. Antes del peronismo s61o e l pa r t i do radical con-

juntamente con e l partido socialista, 1ogr6 cierta r e p r e

sentatividad de los asalariados, pero, e l descrai to de

1; l a democracia formal producto del "fraude patri6ticon, y

l a organizaci6n sindical masiva que logra e l peronismo,

- conducen a l énfasis cn l a representaci6n sindical por

sobre l a politica partidista. Hasta cierto punto podrfamos

\ decir que l a democracia burguesa carec id r de atractivos

para l a gran masa de trabajadores dependientes, pues, al

representarse &tos a traves de su organizaci6n gremial,

no tenfan mayor interés en e l juego ~ o l f tico formal, salvo

como medio de expresar cuantitativamente ni fuerza pol$tica.

se ~ o d r f a comprender l a aparente paradoja que se produce

en el presente s i g l o entre una altisima ~articipaci6n eiec-

toral y e l desconocimiento sistemático de sus resultados,

A l a inversa de los asalariados, los que parecen i n t e r e

sados en l a democracia formal - y eventualmente en un

tipo de democracia formal m& autoritaria - son justamate

l o s sectores que no pueden hacer frente a l a marea sindical;

empleados no organizados sindicalmente y pequaa burguesia

prefieren un sistema polftico capaz de imponerse a los gre-

míos con l a fuerza del poder institucional. Como ya se ha

dicho, el Estado argentino se muestra siempre d6bil en r e

lacibn a l a sociedad civi l , l o que podria incidir en que l o s

sectores no organizados pugnen por e l establecimiento de un

r~gí.men capaz de otorgar fuerza al Estado.

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Puede afimnarse, en t6minos generales, que

l a alternativa democrático-burguesa se apoya no sdlo en

los grupos dminantes w e legitiman electoralmente su

posicibn, sino tambih en los sectores dominados que, de-

bido a su particular posici6n socio-econ&xica, son capaces

de percibir intereses comunes y de representarse en e l

Estado, viendo l a lucha político formal como un terreno

apto para defender y a m p l i a r sus "derechosm. Creemos que

los sectores dominados que alcanzan esta situaci6n son

fundamentalmente aquellos que tienen una situaci6n de

trabajador dependiente d a t r o de relaciones capital is tas

de producci6n. A l a vez, teniendo presente e l caso Argen-

tino, es necesario considerar las modificaciones que expe-

rimenta este comportamiento cuando e l excesivo fortaleci-

miento de l a organizaci6n sindical actúa en desmedro del

partido político, pues p'arecerfa que en este caso l a de-

bilidad del propio Estado conduce a una perdida de interés

en e l funcionamiento democratice p a r a esos mismos sectores.

Los reqhenes populistqs.

Los denominados reghenes populistas parecen

presentar una configuracibn diversa en cuanto a l a s bases . . . . ,

sociales en que se apoyan. E s seme jante al r6ghen re-

cientemente revisado en cu&to también intenta constituir

una alianza de clases de c ier ta amplitud, a l a vez que puede

compa~ibilizarse con un proyecto d e s m o l l i s t a .

Sin embargo, adquiere mucha importancia en su definicidn

tanto su forma de legitimaci6n, fundament;ilmente carismática,

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cano l a amplitud y autonada creciente del aparato estatal,

& e l populisrn(o puede recurrirse o no al sistema electoral

(y generalmente se recurre), pero l o fwidamental es l a ca-

pacidad de movilizar masas en favor de un liderazgo pol<tico

que aparece como independiente y á r b i t r o de los conflictos

internos.

Esta muvilizacidn de masas que ca rac t e

r iza a l populismo, no implica un apoyo generalizado de todos

los trabajadores (particularmente dependientes) a l rggimen

polftico, No obstante e l elemento Dpopularn que parece im-

plicar su denominacibn, lo cierto es que los estudios sobre

l a mat&a son escasos y pr&cticamente se limitan a dar por

supuesta t a l participaci6n. Tampoco se ha aclarado un as-

pecto camplementario a l apayo social, &sto es, cudles son

los sectores sociales que se definen en l a oposicibn a l

populismo, Sin embargo, talvez sea posible hacer algunos

alcances a las ca rac tds t i ca s y probable delimitaci6n de

este apoyo npopular".

En e l caso del peronismo argentino,

podemos constatar que este mwimiento arrasa electoralmente

a part ir del año 1946 hasta que ~ e r 6 n es derrocado m i l i t a r -

mente en 1955 y , despu&s de ser proscrito y perseguido por

mbs de quince años, resurge triunfante en 1973 con abruma-

dora mayoda. Sin embargo, es necesario hacer una ser ie de

precisiones para esclarecer el significado de este apoyo,

En primer lugar, es posible apreciar en los datos electora-

les que no existe, como algunos han pretendido, un traslado

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- 95 - en bloque de una clase obrera con or ien tac ih izquierdista

hacia e l p~pulisr~io peronicta. E s verdad que e l movimiento

social is ta 1ogr6 dominar temprmanente las centrales sindi-

cales obreras, pero su control fue e l i t i s t a y antes de l a

expansidn de l a masa laboral, esto se ref le ja en que l a

participación electoral de los socialistas f'ue poco masiva,

alcanzando entre wi cinco y un nuevo por ciento en sus mejores

&pocas. Por esta raz6n se puede afirmar que e l grueso de

la trabajadora se alineaba junto a l partido radical,

hecho que resulta a6.n más plausible en relación a los emplea-

dos. En segundo lugar, p'vece ser cier to que e l punto de

apoyo en e l desarrollo del peronismo estuvo en los llamados

"cabecitas negrasw, esto es, l a oblación que emigr6 de las

zonas m a l e s y que reci&.se incorporaba a l trabajo indus-

t r i a l ; e l "nuevon proletariado inchstrial que se vefa dis-

criminado en relacibn a l proletariado tradicional.

Como se.f?al$bamos anteriormente, l o s sectores

que aparecen como opuestos a una soluci6i? populista o auto-

r i t a r i a , son aquellos que tienen posibilidades de represen-

tarse a través de un sistema polftico partidario. En Argenl. ,

tina, el descrédito del regimen electoral soinetido a cons-

tante fraude y l a organizacibn sindical masiva de los tra-

bajadores, permiten entender en p a r t e e l respaldo que e l

régimen obtiene en el grueso de l a poblacidn trabajadora

asalariada, A l mismo tiempo, l a ingerencia cada vez. mayor %

de l Estado y su autonomización relativa, aparecen como

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perjudiciales para aquellos sectores que no cuentan en l a

toma de decisiones. La esti-ucturación semi-corporativa del

peronismo afsla aquellos grupos sociales que no son capaces

de expresar gremialmente sus intereses y resal ta l a prepon-

derancia de trabajadores y empresarios organizados como

sujetos del diálogo politico y económico. En tales cir-

cunstancias, e l sector de trabajadores independientes tiene

frente a l regimen una actitud ambivalente que se expresa en

un comportamiento oscilatorio: por una parte se l e opone,

cuanto d s t e no l o integra a l sistema toma decisiones,

pero, por otro lado, adhiere en cumto este poder arbi t ra l

pudiera protejerlo de l a s principales clases en pugna s i es

que logxara independiza~nse de ellas. Parte de este sector

de trabajadores independientes, especialmente intelectua-

les , se constituye en uno de l o s ejes ¿le oposición a l pe-

ronirno, como una especie de reacci6n lógica frente a l

"irracionalismo políticot1.

E l populisnio brasileño, s i bien semejante en

mcho a l argentino, d i f iere en puntos que pcwa nuestra

perspectiva resultan esencial-es. AS^, e l peronismo tuvo

rapidamente expresión electoral (1946) una vez organizadas

las bases del apoyo a travgs del trabajo de ~erbn en e l

Ministerio de Bienestar Social. Por medio de una amplia

y correcta participacidn electoral el regimen iegitimb a

su l ider y se institucionaiizó. En cambio, Vargas, que

asume e l poder en 1930 mediante un golpe de Estado, se

mantiene a l l f hasta 1945 s in elecciones populares. ~ e c i h

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en 1 9 9 es !elegido por sufragio directo y, a& en este

caso, sobre una escasa participaci6n electoral. De estos an-

tecedentes resulta que e l apoyo al varguismo es, a l o menos

formalmente, muy inferior a l que obtiene te~pranamente e l

peronismo. Sin embargo, hay ciertos indicios que permiten

sostener que e l apoyo popular a Vargas provino en buena m e

dida de sectores similares a l o s que apoyaron a ~ e r 6 n , esto

es, los nuevos sectores obreros industriales. Estos obreros

industriales no son preexistentes a l populismo, como sucede

en Argentina, sino qus se desarrollan durante e l periodo

varguista. En Argentina l a in~ustr ia l izaci6n antecede a

Per6n y l e sirve de apoyo; en Erasil se desarrolla con Vagas,

que l a organiza en su beneficio.

S i se tiene en consideración que Vargas es

impuesto por los sectores agrarios más tradicionales (vagas

viene de R ~ O Grande y pretende.,unir a los seztores agrarios -. .

norte y sur en contra de l a hegemonía de San ~ a b l o ) se ten-

dería a pensar que su representación populLar -mbana ser ia

muy escasa. N o obstante, l a organizaci6n desde el aparato . . esta ta l de los sectores popul.ares mediante l a creaci6n tanto

de los partidos politicos (PSD y P T ~ ) como de los sindicatos,

l e permiten posteriormente apoyarse justamente en los secto-

res urbanos mds poblados, como San Pablo y Guanabara, y no en -.

los rurales.

Resulta d i f i c i l establecer l a evoiuci6n que

tuvieron l a s bases sociales del varguismo desde 1930 a 1945.

Como se ha señalado repetidaments, en Brasil no ocurre l o

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mismo que Argentina, donde existe una poblaci6n ya polfti-

camente movilizada, a l menos electoralrizente, que se reorienta

a pa r t i r de los planteantientos peronistas, sino que aquf

se moviliza por primera vez una población que antes no par-

ticipaba (en 1934 los votantes alcanzaban só lo a l 8% de los

electores potenciales). E l éxito del trabajo político reali-

zado po;. Vargas desde 1930 a 1945 parece confirmarse s i nos

atenemos a los resultados, favorables a l o s dos partidos

creados por 61, a pca r t i r de 1945; mds a& s i constatamos l a

eiecci6n del propio V a r a en 1950, reuniendo l a mitad de

los sufragios emitidos. u

Parece ser que l as bases sociales del varguismo

se radican hdamentalmente en l o s grupos asalmiados in-

dustriales. Tal afirmacidn podría confirmarse por e l hecho

de que e l apoyo a l varguismo se establece fundarnatalmente

en l a s grandes ciudades de expansión industrial. E s posi-

ble, aunque de d i f i c i l constataci6n (pues l a participaci6n

electoral manifiesta es baja dado e l requisito de saber

leer y escribir) , que sectores populares no asalariados

también l o hayan apoyado, a& cuando t a l apoyo no pudiera

expresarse electoralmente, pero es más probable que ellos

hayan sido movilizados por e l *populisma de derecham de un

Adhemar de Barros. Esta Última probabilidad se sustenta en

la aparente mayor independencia que puede ofrecer esta al-

ternativa frente a las clases sociales en pugna. Los sectores

populares no asalariados no fueron organizados sindical ni

políticamente (dif fcilmente podrhn haberlo sido, aunque

ILPES, "Antecedentes cuantitativos referentes a l desarrollo de ~mérica Latinam, mimeo, Santiago, 1968 pp. 27-30.

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siempre estd e l ' recurso de l a org,mizaciSn vecinal), raz6n

. @ por l a cual no pudieron identificarse con un movimiento po-

l f t i c o que se basaba esemia l~ente en l a s posibilidades de de- *

I

sarrollo capi ta l is ta inGustria1 y donc?e e l Jefe de Estado

dir igía y organizaba a los sectores claves de este proceso.

Por Úitino, tenmos un intento de r"orrnaci6n

de un gobierno de coyte populista en Chile, durante l a se-

gunda administraci6n de Ccarlos Ibañez del Campo (1952-1958).

Este se des~xro l la en coliCiciones bastante dist intas a las

más típicas y su ciasificaci6n misma como p o ~ u l i s t a puede

prestarse a aclaraciones, aunque por su intencionalidad es

equiparabla a ellos.

En Chile, a diferencia de Brasil y, hasta c ier to

punto, de Argentina, ya existe una clase obrera organizada

tanto sindical cono politicmente, con características de

o r i en tac i6~ ideoldgica y de clase que expresan en gran medida

l a condición de tra5ajzdor minero desde l a cual se produce

m l a organización de los zisalariados. Las priizcipales orga-

a nizaciones sindicales y políticas de los asalwiados son de . izquierda, controladas por e l Partido Socialista y e l Parti-

do Comunista, y cuenta en esa 6poca con alguna experiencia de

copcirticipaci6n en los gobiernos frente populistas que se

instauran en e l país por cerca de diez años a pa r t i r de 1938.

Sin embargo, nada de l o señalado impide que en 1952 1b&ez

sea elegido presidente con una a l t a votacibn (wA) s in contar .

con e l apoyo de ninguno de los partidos tradicionales, a

excepción de un sector del Partido Socialista que pretende

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impulsar desde dentro del gobierno un programa más de i z -

quierda. A l año siguiente e l ibañismo triunfa en las elec-

ciones parlamentarias, pl=teando una aguda c r i s i s a los

partidos tradicionales qce, de derecha a izquierda, son supe-

rados por una verdadera invasión de par t idos , grandes y

pequeños, cuya Única definición de s í mismos era su apoyo a

Ibañez. No obstante, l a mcvea baja con l a misma rapidez que

sube, Los intentos del ibañismo de estructurar organiza-

ciones de apoyo popular básico fracasan rotundamente tanto

en e l frente sindical como en c l polftico. E l Partido Agra-

r i o Laborista, que pretende transformarse en e l partido del

régimen, no logra organizarse como partido de masas y en su

momento de mayor efervescencia apenas logra captar e l 15%

de los votos. Por su parte, el intento de constituir sindi-

catos oficial is tas fracasa aÚn más profundamente y, no obs-

tante l a ilegalidad de l a CUT, l o s sindicatos sobreviven todo

e l periodo siempre controlados fundamentalmente por l o s par-

tidos de izquierda.

Hemos dicho que el ibaiíismo constituye un in-

tento de populismo fracasado. Pero, no obstante su fracaso

(cuyas causas seria conveniente indagar) , esta experiencia

se produce en tanto y en cuanto existen ciertas bases socia-

l e s que l o hacen posible, ~ a m b i h en este caso, a l examinar

l a s manifiestaciones m& visibles de este apuyo a traves

de l a s c i f ras electorales, es posible aventuwar algunas hi- 22/ pótesis.

WAdolfo Aldunate B., "Las provincias de Chile a través de indicadores: una infraestructw^a para los anbiisis causales y de procesosw, CELADE-ELAS, Santiago, 1972.

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En 1952 la iiiujcr participa por @mera vez en

Chile en una eieccidn presidencial y, a l a vez, se duplica e l

nhe ro de votantes c f~c t ivos , Hay una especie de irrupción

electoral que se ir5 acentuando en e l decenio siguiente. Ta-

l e s hechos han sido cor,imente m a l interpretados en e l sentido ,

de que fue e l electorado femenino e l que di6 c l triunfo a I í !

Ibañez, La verdad es dianetraimente opuesta: se puede decir !

que Ibaez ganó a pesar de las mujeres, pues éstas volcaron

sus votos en los par t idos de derecha, como seguirán haciéndo-

l o constantemente hasta l a Última elecci6n que se realizó en

e l país cn marzo de 1973. En este sentido, no puede decirse

i que e l ibaismo se apoyó fwnd,mentalrnente en e l elemento fe-

menino, inexperto poiíticmcnte, escasamente incorporado

it a l sistema productivo capital is ta y de "esperado comporta-

miento irracionaln, La incorporación de l a mujer a l proceso

político electoral fue bastante lenta, y en 1952, a l concurrir

por primera vez a una elecci6n del poder ejecutivo, su p a r t i -

cipación fu6 relativamente escasa: no más del 18% de votantes \ mujeres sobre e l potencial de adultas, En consecuer,cia, l a

irmpci6n masiva que se produce en los electares e l año 1952

está constitufCa por hombres que se incorporan por primera vez

a l proceso formal de toma de decisiones,

Considerada regionalmente, esta maviiizaci6n

populista es mayor en l o s grandes centros urbanos (Santiago,

~ a i ~ a r a i s o , Antofagasta, Concepcidn) , p e son los que l e

posibili tan e l fuerte respaldo nacional, E s importante se-

ñalar que e l ibañisrno no logra arrastrar a los sectores obreros

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ideologizados, pues e l candidato marxista, que con un Partido

Comunista proscrito y e l grueso del Partido Socialista apo-

yando a Ibañez carecia de toda posibilidad de triunfo, logra

mantener ciertas posiciones en los sectores propiamente m i -

neros y de industrias L:&S antiguas. En e l sur agrario l a

moviiizaci6n i b d i s t a es menor y se hace fundamentalmente a

costa del centrista Partido Radical, pues l a derecha tradi-

cional mantiene e l control de l a zona.

De acuerdo a los antecedentes seiíalados, podria

afirmarse que las bases sociales de apoyo a l intento populista

de Ibañez se encuentran en las ciudades, pero aquí parece

superar e l marco de los "nuevos sectores obrerosn y arrastrar

en c ie r ta medida a los trabajadores independientes. Es to se

demostrada por los avances que logra e l ibañismo en e l sec-

to r agrario a pesar del mantenimiento de l a hegemonía de l a

derecha tradicional. E l apoyo agrario que logra Ibañez p a r e

ce provenir fundamentalmente tanto de caciques que pretenden

beneficiarse del nuevo régimen como de campesinos no politizados,

pero capaces de una relativa independencia politica (no mane-

jados directamente por e l patr6n) que l e s permite plantearse

una opci6n propia. NOS parece, y las c i f ras electorales ten-

derian a confirmarlo, que se t ra ta de sectores minifundarios

y marginales a l a actividad agdcola los que apoyan este Yb.

tento populista. N i los grandes propietarios, n i los medianos,

n i e l pe6n agrfcola parecen proclives a este experimento.

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Eh c ier to sentido, e l populisrio ibañista, aunque m 5 s reducido

cuantitativamente en comparaci6n c m e l argentino y e l brasi-

iefio, parece mds amplio cualitativamente, pues, ademds de

contar con l a base de l o s nuevos sectores obreros (que en

Chile no son tantos n i tan disruptivos), parece contar tam-

bi& con sectores de trabajadores independientes populares.

Este hecho se verfa faci l i tado justamente por e l fracaso de

este popuiismo en cuanto a control y organizacibn poiitica.

A l no lograr establecer fomas de organizaci6n sindical y

polí t ica que sirvieran como expresi6n de los actores del

c o d l i c t o , los trabajadores independientes miraron a l a

autoridad como teniendo mayor autonomfa respecto de aquellos

y , por tanto, pudieron inclinarse a apoyarlo como un juez

Unparcial f'rente a sus intereses no generalizables,

A l examinar estas tres rnovilizaciones populis-

tas , s e puede apreciar que su base social de apoyo no está

constihiida por los sectores "popularesw indiscriminadamente,

sino que existen diferencias de importancia dentro de ellos

que dependen fundamentalmente d e l t ipo y grado de organiza-

cidn que hayan alcanzado. C o m e n t e se ha caracterizado e l

régimen populista como un "estado de compromison que serfa

expresi6n de una alianza de clases en momentos en que ninguna

de e l las es capaz de imponerse al resto, h t a l alianza

participaria un sector de l a burguesía (industrial moderna con

mercado nacional), A& cuando fuera acertada l a t d s i s del emc

pate político que f a c i l i t a l a s alianzas de grupos sociales, es

necesario considerar que los términos genéricos del enunciado

Francisco C. Weffort, B I B L I O T E C A

A C S O

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perjudican l a comprensi& real del praceso, p a r t i c ~ l ~ m e n t e

en l o que se refiere a l a posición de l o s sectores sociales

dominados.

E n l o s t res casos seiíalados, es posible a f i rmar

que, a& con notables diferencias, los nuevos sectores asala-

riados constituyen una importante base de apoyo. E l desa-

r ro l lo de l a industrialización incorpora masas trabajadoras

que no sbio carecen de experiencia política y sindical, sino

que de hecho se enCrcntcan con los sectores m& organizados'

de l a misma clase. Los trabajadores más antiguos pueden, a .

través de sus organizaciones, participar de alguna m,mera en

l a toma de decisiones que les afectan, Los nuevos trabaja-

dores dependientes, incorporados masivamente a l a industria-

lización, se identif ic,m f áci lmate con e l movimiento popu-

l i s t a que les ofrece demag6gicamente - y, en c ier to sentido,

p2ikticamente - formas de pa.rticipaciÓn muy s~xperiores a las

alcanzadas por los sectores rnbs tradicionales. Esta situación

se plantea más claramente en e l sector obre~o que en e l de

empleados, pues en este s~g-und.o caso la admisi6n es rnds se-

lectiva, implica un proceso de socializaci6n previo y es m&

controlable por l a máquina de un partido polftico de manera de

permitir l a adhesión polstica a organizaciones alternativas

al populismo. L a persistencia de los llamados "partidos de

clase mediam en Argentina y Chile (partido Radical que en

ambos casos habfa gobernado anteriormente) y ciertos rasgos

dei. bipartidismo propuesto por Vargas p a r a e l Brasil, podrfan

ser expresivos de esta diferenciaci6n del empleado a reiaci6n

al obrero.

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Por su parte, los "trabajadores por cuenta ',

propia", no aswnen una actitud genérica frente a l régimen

propuesto. Como hemos dicho anteriormente, su def inici6n

arranca fundamentalmente de l a posibilidad Ce representarse I

políticamente o de sentirse representados por un poder que

parezca elevarse por encima de las clases sociales como poder

aut6nomo. D e aquí deriva su actitud vacilante £rente a l

populismo argkntino, pues, s i bien hay una aparente fortifica-

ción d e l aparato del Estado y un mayor autoritarismo, resulta

que este se mueve en concordancia con las organizaciones de

l o s grupos sociales mds significativos en e l proceso de

industrializacibn. S i e l pr imer aspecto l o s inclinaría a

apoyar al. peronismo, el segundo los lleva a l a oposici6n.

Esta oposici6n podrá ser en t6rminos de democratizaci6n

formal del régimen, pero ésta s610 constituir5 una soiución

transitoria en tanto se estructuren sólidos movimientos po-

l i t icos . En e l caso chileno, e l apcyo a l i bd i sno que pre-

sentan algunos sectores de trabajadores independientes, d e

r iva fundamentalmente de las posibilidades autoritarias del

régimen dada l a f a l t a de articuiaci6n oficial con partidos

y sindicatos. A ni vez, cuando e l populismo aparece como

una forma de organizar y tomar en consideracibn a l o s secto-

res m& significativos de un praeso de in~ustr ia i izacibn

que es empujado por e l propio Estado, este grupo de t ~ a b a -

jadores aparecerá a l menos ajeno s i es que no en l a oposici6n

a 61.

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E n reiaci6n a l sector a-gsxrio, ~eneralrnente poco

estudiado al respecto, se produce un alineamiento de cense- , S

cuencias diversas, En p r h e r lugar, e l grueso de l a pobla- (i

I

ci6n campesina no es riovilizada -01ftica;nente por e l populismo,

sino que continúa como cuerpo electoral manejado por e l

caudillismo local y directamente controlada por 1.0s terra-

tenientes. Por otra parte, estos terratenientes no son

necesariamente contruios a l proyecto populista en c u ~ ~ n t o

&te no afecte sus bases sociales de sustentación, de manera

que su posición a.1 respecto ser6 determinada tsuito por l a

forma de insercibn de sus intereses directos cono por l a s

posibilidades que su propia posicidn les otorsae para par-

t icipar en l a distribuci6n de beneficios del nuevo régimen.

L a asociacibn de l populismo caz wi proyecto de industria-

lización aparece opuesta a l sectm agrerio en tanto éste no

tenga l a posibilidad de participr dircctmente en esa in-

dustrializaci&. D e aquf que puedan producirse rupturas en'

e l sector agrario dc acuerdo a int2reses y posibilidades

Esta caractcr$stica podria contrj-buir a ex- discord-antes , *

p l k a r en C!ri?.ie l a s bruscas v,u\iaciones de apoyo y rechazo a l

populisrno m. las regiones a ~ r x r i u s . S

En consecinencia, bien podrfa sostenerse que e l

populismo presenta en muchos aspectos e l proyecto polftico

de una burguesia que busca e l apoyo de los sectores populares

para imponerse políticamenxe. Sin embargo, es una burguesia

que no rechaza necesariamente a l a oligarqda, sino a l sector

de e l l a que no es czipaz de inccrporarse a l proyecto de indus-

trialización. Pareciera ser que es e1 carácter y grado del

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apoyo social en que se basa e l regimen l o que determina

las posibilidades de su evolución y alternativas. E l des-

mesurado crecimiento del aparato es ta ta l en este régimen

obedece a l a necesidad de satisfacer prebendariamente l a s

demandas de los sectores populares en que se apoya. Pero,

s i se tiene l a definición de estos sectores, es posible

apreciar que, dadas las necesida6es de su organización, e l

nivel de sus demandas c r e c e r h de t a l manera que e l Estado

tendrfa *e adoptar opciones iads extremas entre los intereses

de los grupos en juego. E l colapso del populismo no se da,

como algunos han pretendido, exclusivamente porque l a bur-

guesía nonop61ica y transnacional desplaza a l a burguesía

nacional como sector dominante, sino que también por l a quie-

bra del apoyo popular a l populismo que hace posible t a l des-

plazamiento. En este sentido, e1 análisis de las posibles

alianzas de clase no puede descuidar e l de las situaciones

de clase cpe l a s posibi l i tm.

Los nuevos regímenes autoritarios.

d e s autori- L a emergencia de l o s nuevos regimo 1

t a r i o s en h é r i c a Latina requiere t a m b i h del estudio de

sus posibles bases sociales de sustentación. como ta les

seg-os entendiendo sus tancialmente l a situación de las

clases sociales dominadas que es l a que permite que nazcan y

permanezcan los regfhenes politicos. Esto no debe con-

fundirse con e l nivel de l a s alianzas de clases que puedan

presentarse como alternativa política, sino con l a ~ o s i c i 6 n

de clase- reiaci6n a determinada conCiguraci6n del régimen.

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Dado que es caracterfstico de es-Los regímenes l a

desmovilizacibn polftica y l a eliminaci6n o control es t r ic to

de l a participacidn electoral, resulta aún ínss d i f i c i l l a

investigaci.611 al respecto, pues se carece de l o s datos e-

lectorales que, con todos los defectos que tengan, permiten

a1g-h grado de aproximaci6n ernphica sobre l a pmticipación

política. Ante este hecho sólo es posible lanzar algunas

consideraciones que tengan un cierto grado de plausibilidad

y que tornen s i p i f icativas las escasas informaciones que se

posee.

Cuando sc revisa l a poli t ica seguida por estos

nuevos regímenes autoritarios, particularmente l a polí t ica

econ6mica, co~izo ocurre en l a situ,-,ci&i brasilefia en 1368

y en l a chilena después de 1973, llana mucho 1.a atención

constatar que t a l poli t ica afecta directamente a gr,undes

sectores sociales que inicialmente apoyaron e l cambio de

rkgirmn. A l respecto cuele enfatizarse e l detericro que

sufren las "capas medias0' a r a í z de l a política iniplurientada

que parece no considerar para nada e l respaldo que esos nis-

mos sectores prestaron a l a actual alternativa. Como una

expiicacibn sobre esta actitud, se ha llegado a señalar que

t a l despilfarro del consenso de grupos que naturalmente pu-

dieron apayar a l nuevo régimen, no es en absoluto sorpreri-

dente s i es que se tiene en cuenta cuales son l a s necesidades

del proyecto econbmico que propugnan l o s grupos dominantes.

Sin embargo, l o que sorprende no es l a g9irracionalidadn de

este ataque a los sectores que pudieron constitufrse en su

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base de apoyo, pues l a idgica del proceso de internaciona-

lización del capital p d r h hacerla comprensible, sino que

l a seguridad que aparenta e l nuevo régimen pcra no hacer

concesiones que l e permitieran, a l menos a l comienzo, sumar

fuerzas.

De acuerdo a los lineamientos de esta polftica

econ6mica, y como se reconoce of iciairnente, l o s nsectores

popularestt no se benefician de ésta a l menos en foma in-

mediata y directa. pues l a disminuci6n de salarios y l a

cesantia son fen6menos que acompañan a l a s medidas p ro -

puestas para sanear l a economía nacional, S i a ésto agre-

gamos l a supresi6n o perdida de poder real de l a s organiza-

ciones sindicales y politicas de esta masa laboral, resulta

que tampoco cabria esperar, ai menos inicialmente, adhesi6n

de estos sectores.

Creemos que l a consideración de "capas medias''

y "sectores popuiccesn, como categorías significativas del

proceso político, tmbi6n s i este caso puede confundir más

que aclmar, Esta confusión se expresarfa en l a idea que

sigue a1 razonamiento anteriormente expuesto, en e l sentido

de que estos regímenes no se sustertan en ningún consenso

social n i l o requieren, pues para mantenerse l e s basta con

e l control monopolizado de l a fuerza, E l desarrollo tecno-

lógico de los elementos de control pasa a const i tuhse en

un argumento explicativo y l a s alternativas poli t icas comien-

zan a barajarse en términos Ce poder de fuego. Estas ideas

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parecen tener l a virtud de encubrir con una apariencia

de smtido cornh problemas bastante más complejos. E n

primer lugar, es necesario se5alar que l a f a l t a de con-

senso no implica necesmiarnente oposici6n, y que no es l a

f a l t a de consenso l o que acarrea m cambio de gobierno, un

cambio de régimen o un cambio Ge sistema, sino que es su

oposición movilizada. E n sepado lugar, este uso de ex-

presiones ambiguas como *capas medias" y "sectores popula-

resn, no sólo se presta a graves confusiones, sino que ade-

más oculta l a actitud que asunen grupos sociales que tienen,

en una situaci6n determinada, intexeses deiinidos que orien-

tan, intermediados ideol6giccu;iente, sus posibilidades de

acci6n. De acuerdo a ésto, nos parece fitil mantener aquf

l a distinci6n entre trabajadoyes dependientes e indepen-

dientes que consideramos juega un papel especial en l a con-

figuraci6n de l a base real o potencial de distintos regí-

menes alternativos. Por 6ltiriio, es conveniente recordar

un aspecto que parece ser decisivo en e l problema que nos

ocupa, esto es, que no s6io puede alinearse a los grupos y t

clases sociales de acuerdo a sus intereses, ya que es impor- a

tante determinar s i estos intereses tienen l a posibilidad *

de plantearse como alternativa politica.

En conformidad a l o que venimos examinando, y a

un -o de razonamiento, es que no puede aceptarse l a

idea de que l o s nuevos reghenes autoritarios de ~ m b i c a

Latina se sostienen exclusivamente en e l poder armado que

involucra l a presencia m i l i t a r . Tal situaci6n ss61o ~ o d r f a

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definirse en esos t h i n o s en condiciones de guerra externa

y ocupación m i l i t a r extranjera, situación en que l a base

de sustentaci6n y de relaciones del cuerpo armado se en-

cuentran en e l exterior. No siendo este e l caso, l a Izece-

sidad de un c ier to grado de 2poyo social, o a l nlenos de

ausencia de oposición, necesita vinculz.rse a gnipos sociales

concretos que tengan t a l actitud,

Nuevamente no nos preocuparenos aquí del aná-

l i s i s de l o s gnipos sociales dominantes en la sociedad, no

tanto porque ya hayan s ido suficientemente estuCiados como

porque no son los mss importantes en reiaciGn a l problema

que nos ocupa. E n canbio, 13 población trabajadora

volveremos a distinguir entre trabajadores dependientes y

los llamados trabajadores por cuenta propia, recordando que

t a l distinci6n parece afectm decisivamente l a posición de

los trabajadores y es fundamental en l a coliriguración de

relaciones capital is tas de producción.

Talvez entre los trabajadores dependientes

pueda esperarse una mayor oposición a los reghenes autori-

tarios, por cuanto &tos han significado deterioro para

sus intereses y para sus posibilidades de defensa. Sin

embargo, es preciso distinguir en este sector, pues hay

agudas diferencias internas se& cier tas czracteristicas

de su ocupación. La hipótesis que aquf nos parece plausible

es que aquellos trabajadores que llegaron a constituir fuertes

organizaciones sindicales o que formaron parte significativa

de algún movimiento político, tienden a transformarse en

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decididos oponentes a estos nuevos reghenes autoritarios=. S

A l a inversa, aquellos de estos trabajadores que no logra- P

ron representarse n i sindical n i politicamente (sea por e l I

tamafio de l a empresa, su heterogeneidad interna u otras

causas) dificilmente pasarán a constituirse en oposici6n a l

producirse e l cambio, pues tienden mds a aceptar un gobierno

de apariencia despolitizado y aut6norno como foma de defen-

der intereses que, a& generalizables en muchos casos, no

han sido capaces de expresmse en l a lucha polftica.

Estos sectores, particularmente empleados y

trabajadores de pequeñas explotaciones agrícolas, indus-

t r ia les o de servicios, no constituyen oposicidn a l régimen,

pero tanpoco l e prestarán apoyo, dado que enfrentan una gran

cantidad de problemas econ6micos Ce d i f i c i l soiuci6n y, l o

que puede eventualmente ser m a s importante, siguen teniendo

una red de intereses generales en conjunto con e l resto de

los trabajadores dependientes. E s t o los hace tener una

c ier ta actitud favorable a sus posiciones y, en momentos de

c r i s i s y de endurecimiento de l a autoridad, podrfan llegar

a superar l a visión negativa que tienden a adoptar frfnte a

la aparente situaci6n de privilegio de esos trabajadores más organizados. Sobre este punto resulta interesante recordar

que, en Chile, durante e l proceso de l a Unidad Popular, e l

sector de trabajadores dependientes de pequeñas empresas

parecen haber adoptado, en reiacibn son la- mwilizaci6n po-

i f t i ca , actitudes diametralmente opuestas y separadas del

curso central de l a rnoviiizaci6n producida en ese entonces.

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En efecto, mientras en a lpnos casos estos trabajadores 9

t cerraron f i l a s en torno a sus patrones, en otros asumieron

&a actitufi de extremisino polí t ico cuyas demandas y reivin- 0

a dicacioncs superabaii 1,vgmcnte a l o s cálculoc de l o s par-

tidos de izquierda tradicionales, Pcveciera que, indepen-

dientemente de otros rnuc?~os factures, esta calidad de sujetos

con intereses generalizables pero no generalizados puede

haber contribufdo a t a l cmportamiento.

En cuanto a l o s trabajadores independientes,

es posible aventurar que su actitud respecto a l régimen es

distinta. E s conveniente record,^ que bajo esta denomina-

ción se comprede una gran vasiedad de sujetos y situaciones,

cuya característica corítÚn es l a de no insertarse en l a s r e

laciones típicas del modo de produccidn capital is ta (menos

a& en su actual etapa inonopÓlica), constituyendo un "residuo1',

mdesviaci6nw o *anomalian de éste, pero permaneciendo como

parte importante de l a formaci6n econóciica y social prevaie-

ciente en los paises de esta región.

La situaci6n de estos trabajadores por cuenta

propia es similar a l a de aquellos asalariados que no han

podido representarse ni sindical n i politicanente, en cuanto

a que no han sido capaces de dar expresión polftica a sus

intereses, pero su situacibn es cuaiitativmente dis t in ta

desde e l momento en que sus intereses no son generalizables

dentro del sistema capital is ta , Esta afirrnacibn no significa

negar e l hecho de que pueden, algunos de ellos, lograr

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establecer c ier tas organizaciones pemiales, pero tales

organizaciones s610 pueden actuar, y muy débilmente, como

mecanismos tangenciales de defensa de ciertos intereses s610

en tanto y en cuanto otros sectores sociales puedan incluir-

los en sus estrategias poli t icas generales. E l artesano, e l

comerciante, e l parcelero, no tienen frente a l a polftica un

inter6s generalizable para todos, pues e l eje del proceso

productivo no pasa por ellos. En l a política aparecen como

sectores subordinados y dependientes generalmente de las

capas dirigentes entre l a s cuales pueden alternar ciertas

opciones. En realidad, l a altemativa de estos sectores

es plantearse en un sistema donde exista to ta l ausencia de

autoridad, y así escapar a l control político de los otros

sectores sociales, o donde l a autoridad se presente como

superior y aut6noma de los grupos en conflicto, teniendo

decisiones propias que no parezcan depender de las presiones

que ejerzan esos sectores sociales.

A menudo se ha sustentado esta idea de l a f a l t a

de capacidad de plantear un proyecto político propio por

grupos sociales distintos a los actores principales del sis-

tema capitalista. ' Sin embargo, es necesario precisar dos

aspectos fundamentales. imer lugar, sobre este punto -- l a referencia ha sido siempre hecha en términos de las po-

sibilidades de las capas medias, de manera que no 9610 s e

introduce una gran con~xsi6n en e l análisis, sino' que se

deja fuera una serie de grupos sociales que escapan a toda

conceptuaiizaci6n y cuya importancia nadie podrfa negar tanto

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nher i ca como estrr~chiralnente . Error que suele agravarse

cumdo e l marco te6rico expiícito o inpiici to no contempla

l a conceptuaiización utilizada, En cambio, l a diferencia-

ciÓr, que aquí hacenos estriba en una conceptualizaci6n que

pretende - sin duda con rmchas limitaciones - ser nás coherente

a l establecer una catcgorfa de personas que se asemejan no

por e l nivel de ingreso y bienes que posee (status) , sino

por su particular posici6n en e l sistema productivo, El

perfe~cion~miento de esta conceptuaiización taivez nos per-

mit ir ía señalar intereses especfficos y las alternativas

políticas en que pueden inse r t a se , En scpndo lugar, nos CC- -

parece conveniente ensayar un cierto t r h s i t o entre las for-

mac iones mayor nivel abstracción, como l a s

refieren a una teorfa de las clases sociales, y e l análisis

histórico concreto. En este sent ido serfa necesario ahondar

m á s e l problema de l a reiaci6n ideológica que parece inter-

medicm ta les esferas.

En términos generales, podemos decir que l a

f a l t a de representatividad coloca a l sector de tra-

bajadores independientes en una posicidn de apoyo a l dgirnen

autoritario, cuando éste tiene l a capacidad de plantearse

aparententente como desligado de las presiones políticas, pues,

en tales condiciones, percibe que sus intereses e s t h en un

p i 6 de igualdad en relación a los.dem&s intereses en juego,

y por l o tanto, resulta protegido por e l Estado, Esto no

significa que este sector sea necesariamente proclive a l

autoritarismo - aunque esta tendencia ser& m& pronunciada en

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momentos a que se sienta amenazado - pues su actitud de-

pender5 en gran medida de l a variable ideológica que, en l a

situaci6n que nos ocupa, los defina como glpobresn o como

~propietariosw, E s muy pmbable que en l a zctual coyuntura

histórica, este sector responda n&s a l a hegemonfa ideol6-

gica de l o s grupos dominantes que a una ideologia de los

dominados que, en su ComulaciÓn actual, no l o s considera

o los considera subordinadamente.

Pero l a correccian idgica del razoncmiento ex-

puesto - en e l caso que la tuvicra - no nos dice nada en

cuanto a su realidad histórica, por l o que es necesario ras-

t rear algunos indicios de ésta,

Uno de los casos que pozrian señalcase al res-

pecto es e l del fascismo italiano, como especie de régimen

autoritario cuyas bases sociales se radiccvon fundamental-

mente en e l campesinado independiente del sur. Asimismo,

suele señalarse que e l nacismo alemán se bas6 en las "capas

mediasn y l a juventud, l o que nos rev iwte tcmbib? a l proble-

m a de. sectores sociales no incorporados estrictamente a las

relaciones capital is tas de producci6n. No obstLmte, l a di-

versidad de los procesos impide extrapolaciones válidas en

tanto no haya estudios comparables,

En ~mérica Latina 'es posible encontrar algunos *

antecedentes que apuntadan en l a d i r e c c i h señalada, Tal

es e l caso de los estudios de opinión hechos en e l B r a s i l

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relacionados con las elecciones generales de fines de 1974. 2i/ En los datos es posible advertir que en e l partido de opo-•

sicibn (MDB) aunque priman las ideas relativas a problemas

econbmicos por sobre las ideas relativas a prdlemas de

participaci6n política, s in m?xxrgo se mantiene fuertemente

l a defensa de l a representatividad polftica, E n cmbio, en

e l AJ?EITA, partido 02 gobierno, los aspectos relativos a l a

reprccentatividad polí t ica alcanzan muy bajo pocentaje, mien-

t ras que es muy elevado e l que se re f ie re a problemas de

participaci6n econ6mica. S i reiacionamos 6sto con otros

resultados del mismo estudio, qye establecen una correspon-

dencia entre e l voto MDB y L a población obrera, es posible

aventurar, no s in ciertos riesgos, que l a población obrera

rechaza con mayor fuerza a l regiraen autoritario que o t r o s

grupos de trabajadores.

En e l caso chileno se cuenta con menos a n t e c e

dentes, s i n embargo, l a radicaiizacibn a l a dcrecha que se

produce inmediatamente antes del pro~uncianiento m i l i t a r por

pa r t e de sectores de campesinos apuntarfa en e l m i s m o sen-

tido (riihime cuando se piensa cpe se habia asistido a una 25 masiva reforma agraria) .JAl mismo tiempo, apunta en esta

direcci6n l a configuración de l o s sectores que mbs directa-

mente propiciaron l a intervenci6n i n i 1 i t a . r y que luego l a

w ~ o l f v a r L a m a u i i e r , Fernando H. Cardoso, 'iOs partidos e as elecoes no Brasilw, Paz e Tema, Rio de Janeiro, 1975,

w ~ o s datos electorales que se han tenido en cuenta respecto a Chile han s i d o extraidos -Fundamentalmente de las publica- ciones de la ~ i r e c c i ó n d e l Registro Electoral y del texto de Adolfo Aldunate citado en l a nota

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apoyaron expresamente: gremios de profesionales liberales,

comerciantes, c d o n e r o s , taxistas, pequeiíos propietarios

agrfcolas, pequeña industria y artesanado, etc. L a certeza

del dato tropieza aquí con l a dificultad de que estos grupos

no dan cuenta de todo e l espectro.de trabajadores indepen-

dientes, pues permanecen invisibles los niQs populares. Sub-

s i s t i r f a entonces l a duda respecto a s i esos sectores se

definieron como pobres o como propietarios. No obstante, en

parte los ihtimos resultados electorales mtes de l a inter-

vención militar y l a misma ausencia de estos sectores en e l

enfrentamiento y posterior consoiidaci6n del nuevo dgimen,

pueden hacer pensar que su actitud se encuadra dentro de l a

que consideramos n16gican. L a corrida hacia l a extrema de-

recha que en los &os 1971 y 1973 experimentzm los sectores

del campesinado que terdan anteriormente una posici6n mds centrista , se& s d a l a n l o s resultados electorales, como

l a misma tendencia observada en l a elección de 197'3 en los

grandes centros urbanos como Santiago y valpmaiso (con

preponderancia de trabajadores por cuenta propia en comercio

y servicios, los quf, dadas l a s caracterfsticas nacionales.

tienen un fuerte componente Npopular't), ~ o d r h servir de

indicadores en t a l siintido.

E s posible señaiar tmbih dos situaciones que

aparentemente apuntan en e l mimo sentido. Una es la produ-

c ida en Bolivia, donde los sectores campesinos, emergidos de

l a reforma a.grar5.a como peweños propietarios, apoyan visible-

mente a l a dictadura de B~rr ientos y muy probablemente a Banzer.

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La otra, quizds de mbs limitados alcances, es l a peniana

después de l a intervencibri m i l i t a r de 1968, En este caso se

puede seFalaz que e l régimen militar peruano ha sido incapaz

de lograr organizar en su apoyo a l a masa de trabajadores

asalariados, que comprenden que no se les busca como e l m e

tos de decisibn, pues e l juego polftico se da institucional-

mente en e l aparato m i l i t a r , sino meramente como apoyo in-

condicional. En efecto, l a CGTP sigue controlada por e l

Partido Oomunista, l a segunda confederacidn en importancia

es controlada por los apristas, mientras que l a conf ederacih

gobianista ha tenido escaso a t o . M& a h , llama l a

atenci6n que una de las organizaciones sindicales control.

ladas fimnemente por l o s gobiernistas sea l a de pescadores,

donde e l predominio del trabajador independiente es aplast-

te,

En consecuencia, cmsideramos que no es aven-

turado afirmar que una de las bases sociales en que se apo-

yan l o s nuwos reglneiies autoritarios estd ccmstituida por

e l denomLi;50 trabajador independiente o por cuenta propia,

es decir, por aquellas personas que, cualquiera sea su nivel

de ingreso y su rama de actixidad, t r a b a j , ~ fuera de las r e

laciones de producci6n tipicamente capitalistas. Su carac-

t d s t i c a fundamental, de carecer de intereses generaiieables

y posibilidad de representarse politicamente, podrfan servir

de base para l a expiicacidn de su compartamiento. Potr otra

parte, l o s trabajadores dependientes que, a h teniendo h

tereses generalizables no han sido capaces de representarse

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sindical n i pol-$ticamente, aunque no es probable que apoyen

directamente a l nuevo régimen, tampoco aparece interesados en

res i s t i r lo , por l o que probabluriente se mantengan a l margen

tanto del apoyo como de l a resistencia. Por úl t imo, creemos

que muy dis t in ta ser5 l a posición de los trabajadores asa-

lariados que fuerm capaces de percibir intereses generaliza-

bles y tuvieron organizaciones de representaci6n sirdical y

partidaria. Los intentos por eliminar tales organizaciones

o reducir drásticamente su funcionamiento, junto con l a po-

l f t i c a econbmica que emprenden estos reghenes, es muy pr-

bable que sitúen a estos sectores en l a oposicibn. E l sig-

nificado y orientaci6n de esta oposici6n no es necesaria-

mente univoco, sino que depender5 de m6ltiples factores

variables en cada situzción nacional y de l a dinámica misma

del proceso polftico.