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ELLSWORTH TIFFANY THAYER
(1 Marzo 1902 - 23 Agosto 1959)
Este curioso personaje, masculino, pese a encontrarle
frecuentemente feminizado en internet (Tiffany era
su segundo nombre, por el que era más conocido), fue
editor y cofundador de la Fortean Society en Nueva
York en 1931, y de la Revista “Doubt” (Duda), perte-
neciente a la misma sociedad, dedicadas a la obra y
memoria de Charles Hoy Fort (1874-1932), el gran
referente norteamericano en la investigación de lo
desconocido y maestro de maestros, como lo conside-
raba el mismísimo H. P. Lovecraft. Muchos fans de
Fort reconocerán algunas de las ideas y especulacio-
nes “forteanas” en las novelas de Stephen King.
Tras su muerte en 1932, más de 60.000 notas de su
archivo, pasaron a manos de la Biblioteca Pública de
Nueva York según sus deseos. Pero mientras langui-
decía por la leucemia que padecía, sus amigos y se-
guidores fundan, en 1931 y sin el beneplácito de Fort, la Fortean Society cuyo primer Presidente fue Theo-
dore Dreiser (amigo y editor de su primera obra “El
Libro de los Condenados”); y la Revista Doubt, cuyo
primer editor fue Tiffany Thayer.
Ellsworth Tiffany Thayer nació en Illinois, pero vivió
en Chicago, Detroit y Cleveland ejerciendo distintos
trabajos tratando de conseguir su sueño de ser actor.
Trabajó en un único papel en el cine en la comedia
musical “The Devil on Horseback” (Crane Wilbur,
1936), en el que interpretaba a Wilbur Hitchcock, pe-
ro ejerció de actor teatral desde los 16 años cuando
realizó una gira como el héroe adolescente en la Gue-
rra Civil en el drama “The Coward”. En 1924 conoció
a Charles Fort y se convirtió en su seguidor dedican-
do cada vez más tiempo a escribir. Tenía 22 años
cuando enviaba escritos las pulp magazines (como la Detective Story Magazine) y a diversas revistas de
ficción de Nueva York bajo el pseudónimo de Elmer
Ellsworth Jr. (el nombre de su padre), o John Doe. En
1930 publicó su primera novela “Trece Hombres”
un drama sobre un jurado en el que cada capítulo
trataba de la vida de cada uno de sus miembros y el
último estaba dedicado a un monólogo del propio ase-
sino juzgado. Se convirtió en un Best-Seller.
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También escribió guiones de cine, como el de “Call
Her Savage” (John Francis Dillon, 1932) junto a Ed-
win J. Burke quien acababa de ganar un Oscar por el
guion de “Bad Girl” (Frank Borzage, 1931). Obtuvo
algún reconocimiento de la crítica al estar nominado
en 1950 al Premio Edgar Allan Poe, junto a Warren
Duff, quien adaptó el guion de su novela “One Wo-
man” (“Chicago Deadline”, Lewis Allen, 1949), inter-
pretada en la gran pantalla por Alan Ladd y Donna
Reed y conocida en España por “El Misterio de una
Desconocida”. Otras obras suyas adaptadas al cine o
la televisión fueron: “Strangers of the Evening” y
“Thirteen Women” (1932); una contribución sin acre-
ditar en el guion de “Sueño de Amor Eterno” (1935);
“King of Gamblers” (1937); y “Una Mujer” (filmado
para la televisión como “Fame Is the Name of the Ga-
me”, 1966). Cuando empezó a ser rechazado por los
estudios, llegó a quemar una comedia sobre una colo-
nia nudista que había escrito para Cecil B DeMille.
Una verdadera lástima.
Thayer escribió, y es más conocido por ello, una serie
de novelas con muchos elementos de ciencia ficción y
fantasía, entre ellas: “América necesita a los indios”;
“El Dr. Arnoldi”, sobre un mundo en el que nadie
puede morir y que acaba convirtiendo la superpobla-
da Tierra en “una esfera sólida de gusanos” ; y “Viola-
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da de nuevo”, descrito como un plan para esclavizar a
toda la población mundial. Pero también se atrevió
con obras mayores como una edición de las obras de
François Rabelais para niños, “Rabelais para niños y
niñas”, o “The Greek” (1931) una novela humorística
sobre las relaciones entre hombres y mujeres.
Otras novelas fueron: “The Cluck Abroad” (1935),
“Los Tres Mosqueteros” (1943) y “Mona Lisa: El
Príncipe de Taranto” (1956), uno de sus proyectos
más ambiciosos. Empezó a escribirlo en 1940 y des-
pués de más de diez años obtuvo un ejemplar de
46000 páginas ¡¡escritas a mano!! (si, ¡a mano!). Para
documentarse estudió italiano, investigó exhaustiva-
mente a Napoleón y buscó todo lo que pudo sobre el
siglo XV; pero no consiguió la aceptación del público
ni de la crítica. Para la mayoría, el primer volumen
de su obra (el editado en 1956, los demás se quedaron
en los archivos de Thayer), era “erudito pero con inde-
cencias flagrantes” y a menudo fue calificado de
“tedioso y lleno de verborrea”. Supuso para él una
gran decepción.
Desde el 26 de enero 1931 la revista forteana
“Doubt” (Duda) inicia su andadura con los primeros
6 números elaborados por un miembro diferente de la
sociedad, empezando por Theodore Dreiser.
Los otros fundadores fueron: Booth Tarkington
(ganador del Pulitzer), Ben Hecht (periodista del Chi-
cago Daily News), Aaron Sussman, Alexander Wooll-
cott, Burton Rascoe, Oliver Wendell Holmes, Harry
Leon Wilson, J. David Stern y John Cowper Powys.
La Sociedad quedó definida con las siguientes consig-
nas:
“La Sociedad Forteana es una asociación
internacional de filósofos, esto es, de hombres
y mujeres que no desearían vivir en forma dife-
rente en caso de que no existieran las leyes, de
hombres y mujeres cuya conducta no es conse-
cuencia de reflejos condicionados, sino que re-
sulta del razonamiento o de alguna extravagan-
cia mística interna. Son miembros de esta socie-
dad eminentes científicos, físicos, médicos, lo
mismo que quiroprácticos, espiritistas y cristia-
nos, y aún un sacerdote católico…”
“La Sociedad lucha por las causas perdidas, la
mayoría de las cuales –de no ser por nuestro
apoyo- debieran estar extintas. Todos nosotros
abrazamos la única doctrina, el Forteanismo,
que suspende todo juicio y acepta el eterno
cuestionamiento”.
Thayer se hace cargo entonces de la dirección edito-
rial de la Revista ejerciendo un control extremo sobre
ella. Empezó a llenar el boletín con artículos escritos
por él mismo, y tuvo problemas con la dirección de
San Francisco, al parecer el grupo más grande y acti-
vo de la sociedad, a quien se le prohibió usar el nom-
bre de Forteana, después de los desacuerdos.
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Durante la Segunda Guerra Mundial, Thayer utiliza
todos los números de la Revista para mostrar sus ide-
as políticas. Celebró la huida a Inglaterra del perse-
guido por el Comité de Actividades Antiamericanas,
Gerhart Eisler (1897 – 1968, político austriaco-
alemán, de origen judío, miembro temprano del parti-
do comunista alemán y la Internacional Comunista) y
nombró a Garry Davis (1921 – 2013) Miembro Hono-
rario de la Sociedad tras renunciar a su ciudadanía
estadounidense y fundar el Registro Internacional de
Ciudadanos del Mundo en París en enero de 1949
(por los problemas de conciencia que le produjo con-
ducir un bombardero durante la guerra), donde se
habían registrado más de 750.000 personas. Davis se
convirtió en la primera persona en utilizar el Pasa-
porte Mundial, el primer documento de viaje interna-
cional basada originalmente en la ciudadanía mun-
dial. Nunca cesó en su afán por la libertad del hom-
bre creando, a los 90 años, un programa de radio para
difundir su mensaje.
Había enviado un Pasaporte Mundial a Julian Assan-
ge en el 2012 y poco antes de morir, el 24 de julio pa-
sado, envió otro a Edward Snowden cuando se encon-
traba en Moscú.
Volviendo a Thayer, a partir de 1940 cambió de tono,
criticando el lamentable estado del periodismo y la
amenaza que plantean los detectores de mentiras a
las libertades civiles. Postulaba que las Amigdalec-
tomías y la fluoraciáon del agua causaron la polio y la
vacuna de Salk (la primera vacuna efectiva contra la
poliomielitis) fue un “brebaje repugnante”. La socie-
dad tenía estos y otros postulados en du doctrina:
“Una buena proporción de nuestros miembros
cree que la Tierra es plana, son antivacunacio-
nistas, no permiten ser operados, apoyan las in-
vestigaciones parapsicológicas y creen que el
desarme mundial es una buena idea”.
Durante los duros años de la guerra, expresó con fre-
cuencia la oposición a la Defensa Civil, yendo tan le-
jos como para alentar a los lectores a encender sus
luces en desafío de las sirenas de ataque aéreo. Decía
a menudo que ambas Guerras Mundiales eran frau-
des, una especie de conspiración entre los Aliados y el
Eje. Así mismo consideraba a la bomba atómica como
“un engaño del gobierno de los EEUU”, porque los
átomos no existían.
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Su empeño dentro de la sociedad era la promoción de
Charles Fort y sus obras, la preservación de sus notas
y la recopilación de más anomalías. Su misión era
“ampliar el alcance de la investigación Forteana a
todas las fases de la vida... Instar autores, editores y
usuarios de libros de texto a adoptar la práctica de la
enseñanza de la suspensión del juicio final o creencia
dogmática... Para perpetuar la disidencia”. Incluso
ampliando este último objetivo pretendía:
“Proporcionar los medios para la perpetuación de la
disensión de cualquier y todos los dogmas mientras
haya tiempo”.
Algunos de los primeros colaboradores, como Alexan-
der Woollcott abandonaron la sociedad y Thayer se
dedicó a reclutar nuevos “herejes” como Alfred Dray-
son quien postulaba una rotación secundaria de la
Tierra; George Gillette divulgador del Universo Espi-
ral; Iktomi, defensor de los nativos americanos; Al-
fred Korzybski, creador de la Semántica General de
los Pueblos; Henry Clifford Stuart, un excéntrico eco-
nomista… Sin embargo “Doubt” seguía llenándose
con sus artículos y sus propias y subversi-
vas opiniones, como que “el respeto por la
autoridad es el más paralizante, subversi-
vo, degradante, esclavizante, retardanate,
y completamente irrefutable foco de acon-
dicionamiento mental que se puede impo-
ner a los seres humanos”.
Otros nombres afamados salieron, no obs-
tante de sus páginas: Eric Frank Russell,
autor de la novela de ciencia ficción
“Sinister Barrier” (1939, revisada y am-
pliada en 1948); María Winthrop Bonavia
y Gertrude Hills; Vincent Gaddis e Ivan
Sanderson; Abraham Merritt (que se con-
virtió en un afamado novelista de fantas-
ía); Frank Lloyd Wright y Buckminster
Fuller; Caresse Crosby…. “Doubt” sigue
siendo una revista muy leída, y Thayer
era muy cotizado en las agencias de publi-
cidad, para las que escribía ocurrentes
anuncios de radio para J Walter Thomp-
son (luego sería la marca de cigarrillos
Pall Mall).
Para un cada vez más enfervorizado Tha-
yer las matemáticas eran una estafa y
solo daba validez a los documentos
(“Wypers”) escritos. Contrariamente al
espíritu de su mentor, no creía en la exis-
tencia de platillos volantes, lo que conside-
raba como “una tontería”, un engaño per-
geñado por el gobierno para aumentar el
presupuesto de defensa (decía que no hab-
ía oro en Fort Knox). Muy al contrario,
proponía un “Plan de Paz Perpetua” en el
que se mantendría el nivel de gasto públi-
co de la época de guerra “pero sin matar a
jóvenes de 18 años”. Creó un lema oficial
para este plan “Aún vivo y coleando” (“Still alive –
and kicking”) y una mascota, el Manneken-Pis de
Bruselas.
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Hacia el final de su vida, Thayer defendía ideas cada
vez más extrañas, además de la común de que la Tie-
rra es plana (se sorprendería hoy escuchar a Lawren-
ce Krauss hablar de un “universo plano”) como que
todos los planetas, incluyendo el nuestro, están cre-
ciendo. Postulaba que habría que instaurar un calen-
dario de 13 meses (el último llamado Fort) con inicio
en la fecha de fundación de la Fortean Society (1931),
abogando por un ateísmo activo, lo que encolerizó a
muchos suscriptores.
Se describía a sí mismo como “un ateo, un anarquista
en la Filosofía y un pirronista” (seguidor de los postu-
lados de Pirron de Elis, sabio griego del siglo III a.C,
considerado el primer filósofo escéptico) mientras que
los críticos le calificaban como un escritor
“entretenido”, “de estilo ágil pero de mente sucia”,
“insolente y de prosa excesivamente gruesa” y sobre
todo poseedor de “un profundo desprecio por todas las
instituciones estadounidenses”. Un ejemplo de ello es
que consideraba que las licencias matrimoniales eran
una forma de convertir al Estado en proxeneta y abo-
gaba por abolirlas.
Probablemente nunca se tomó muy en serio a sí mis-
mo. En una entrevista con el semanario literario Sa-
turday Review, en 1956, resumió su carrera de este
modo:
“Este chiste mío ha impedido apreciarse mi
habilidad con las palabras. Escupo sobre los
ídolos más sagrados para el hogar, y yo soy ‘ese
muchacho sucio’. Pero no puedo evitarlo. Soy
incorregible. Me gusta darle a mis amigos una
risa - eso es todo. ¿Literatura? Al diablo con la
literatura.”
En 1959 muere Thayer y “Doubt” dejó de publicarse
después de 61 ediciones. Su legado sigue vigente en
la Organización Internacional Fortean (INFO) creada
en 1960 por Ron Paul Willis (y demás editores de la
revista Anubis) que mantiene hasta hoy una publica-
ción, El Diario INFO y el FortFest, el encuentro
anual de más prestigio en los EEUU sobre la ciencia
y lo desconocido. También en el Sourcebook Project,
un proyecto de recopilación de hechos inexplicables
del escritor estadounidense William R. Corliss. Y
existe una revista y una sociedad Fortean Times, de
creación reciente (años setenta) pero que no enlaza
directamente con las anteriores.
Tiffany Thayer murió en la isla de Nantucket
(Massachusetts) de un ataque al corazón el 23 de
agosto de 1959. Curiosamente contaba 57 años de
edad, igual que Charles Fort cuando murió en 1932.
Y curiosamente, su deceso tuvo lugar el mismo día en
el que Rasputín vaticinó que acabaría el mundo. Solo
que Rasputín dijo que eso sería en el año de 2013,
curiosamente también, el día de hoy, cuando estoy
escribiendo sobre él. Supongo que Thayer apreciaría
la ironía.
AlmaLeonor
Fuentes:
Wikipedia; ForteanTimes (Doug Skinner, junio 2005);
Imdb; Pagina12 (Pablo Capanna, 2000); “¡He descu-
bierto Z!”, Luis Ruiz Noguez (mayo 2006).
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Alma Leonor López
Soy una vallisoletana de la gene-
ración del 63 y de vocaciones
tardías. Mi nombre es Pilar
López Almena, pero adopté un
nombre “mediático” que ahora
me identifica en la red como-
Alma Leonor López.
No puedo decir que “siempre” me
ha gustado la Historia, pero sí,
que he sentido desde niña una pasión por las “historias” que
poco a poco me llevaron a adoptar la mayúscula. Tampoco he
sido una lectora precoz, ni una entusiasta de la literatura. Mi
madre siempre decía que había aprendido a leer con los tebeos.
Lo cierto es que con aquellas troqueladas Joyas Literarias Juve-
niles conocí a Julio Verne o a Charles Dickens, por ejemplo, y la
primera vez que supe de la existencia de los hititas fue con un
ejemplar de El Jabato.
Fui una alumna aplicada, eso sí. Aunque en el entorno obrero
de una señorita de Valladolid no había espacio para veleidades
universitarias. Pero era buena estudiante cuando abandoné las
clases para trabajar. Tuvieron que pasar varios años hasta que
pude matricularme en la Universidad. Por entonces mi única
meta era aprender. Me diplomé en Educación Social y ejercí
como voluntaria en una ONG impartiendo charlas en colegios y
asociaciones y organizando cursos sobre Educación para el De-
sarrollo en el Centro de Profesores y Recursos de Valladolid.
También en alguna clase universitaria sobre comercio justo.
Hasta la fecha es mi única experiencia docente. Para entonces
ya no quería solo aprender, deseaba impartir clases. Fue cuan-
do di un nuevo paso hacia adelante y me matriculé en
la Licenciatura de Historia que estoy a punto de terminar. A
mis 48 años.
No tengo nada publicado. Para no mentir del todo, un querido
amigo de la Universidad de Puerto Rico tuvo a bien publicar en
la revista de su Departamento un artículo mío sobre la victoria
de Obama. Pero eso es todo. Y tampoco tengo nada escrito. Para
no faltar de nuevo a la verdad, sólo lo que publico de vez en
cuando en mi blog HELICON, un lugar de ilusión donde todo
tiene cabida, y en Pa Lo Que Hemos Quedao, un proyecto divul-
gativo y de compromiso social de la red.
El pasado 15 de agosto, respondiendo a una necesidad que sent-
ía desde hace tiempo de contar con un espacio algo más especia-
lizado, puse en marcha TRIBUNA DE LOBOS, un blog de
opinión político-social.
Resulta difícil atribuir todo este cúmulo de vocaciones tardías a
unas influencias concretas. Si que puedo afirmar que hubo pro-
fesores que supieron depositar en mi algo más que unos meros
conocimientos teóricos.Enrique Gavilán (Historiografía)
y Germán Delibes (Prehistoria) fueron los primeros. Su enorme
dedicación y profesionalidad están a la altura de su gran calidad
humana. Pedro Carasa (Historia Contemporánea de España)
y Rafael Serrano (Historia Actual de España) son los últimos,
los que más han propiciado el nuevo cambio de rumbo.
Ahora mi meta es la investigación, un camino de duro trabajo
que no sé cuándo ni cómo, pero que culminaré. En medio de ese
abanico quedan quienes, sin duda, acumularon muchos méritos
para ser mencionados, y otros que quizá no mereciéndolo fue
tan intenso lo que transmitieron que poco importa ya cómo lo
hicieron. A todos ellos pido perdón por no aparecer en esta sem-
blanza. Tal vez aparezcan en alguno de mis artículos.
Porque considero este un camino de inicio.
Como las mariposas de la noche,
hacia la llama iré que tú convocas,
que prefiero quemarme a estar a oscuras.
Poemas de los cinco sentidos de Alcoba del agua, de Jose-
fa Parra