fredric brown - los geezenstacks

Upload: veliger2009

Post on 08-Oct-2015

17 views

Category:

Documents


1 download

DESCRIPTION

Cuento de ciencia ficción

TRANSCRIPT

  • 1

    LOS GEEZENSTACK Fredric Brown

    Una de las cosas extraas era que Aubrey Walters no poda considerarse una nia extraa. Era tan normal como su padre y su madre, que vivan en un apartamento de la calle Otis, y jugaban al bridge una noche por semana, salan otra noche a cenar fuera, y pasaban tranquilamente las dems veladas en casa.

    Aubrey tena nueve aos, el pelo bastante lacio y muchas pecas; pero a los nueve aos nadie se preocupa por tales cosas. Se desenvolva bastante bien en el colegio privado no demasiado caro al que sus padres la enviaron, hizo fcilmente amistad con otras nias, y reciba lecciones de violn, instrumento que tocaba abominablemente.

    Su mayor defecto quiz fuera su predileccin por quedarse levantada hasta altas horas de la noche, aunque, en realidad, esto era culpa de sus padres por dejarla quedarse levantada y vestida hasta que tena sueo y quera acostarse. Incluso a los cinco y seis aos, casi nunca quera irse a la cama antes de las diez de la noche. Y si, durante una poca de preocupacin maternal, se la acostaba ms temprano, nunca se dorma antes de esa hora. As que, por qu no dejarla quedarse levantada?

    Ahora, a los nueve aos, no se acostaba hasta que sus padres lo hacan, lo cual ocurra generalmente hacia las once las noches normales y ms tarde cuando tenan la partida de bridge o salan a cenar fuera. Entonces era ms tarde, pues solan llevarla con ellos. Aubrey se diverta, fuera adonde fuese. Permaneca inmvil como un ratn en el asiento de un teatro, o les contemplaba con infantil seriedad por encima de un vaso de limonada cuando ellos tomaban uno o dos ccteles en un cabaret. Asimilaba el ruido, la msica o el baile con grandes ojos admirados y disfrutaba cada minuto de ellos.

    A veces el to Richard, hermano de su madre, les acompaaba. Ella y to Richard eran buenos amigos. Fue to Richard quien le regal las muecas.

    - Hoy me ha ocurrido algo curioso - haba dicho -. Pasaba frente a Rodgers Place, ms abajo del edificio Mariner, ya sabes, Edith, donde el doctor Howard tena su consulta, y me pareci or un ruido justo detrs de m. Me vuelvo, y veo este paquete en la acera.

    Este paquete era una caja blanca algo mayor que una caja de zapatos, y estaba curiosamente atada con una cinta de color gris. Sam Walters, el padre de Aubrey, la observ con inters.

    - No est abollada - dijo -. No puede haber cado de una ventana muy alta. Estaba atada de este modo?

    - Tal como la ves. Volv a ponerle la cinta despus de abrirla y mirar lo que haba dentro. Oh, no quiero decir que la abriera all mismo y en aquel momento. Lo nico que

  • 2

    hice fue detenerme y levantar la mirada para ver si se le haba cado a alguien..., esperando ver a alguna persona asomada a una ventana. Pero no vi a nadie, y recog la caja. No pesaba demasiado, y la caja y la cinta parecan..., bueno, daban la impresin de que nadie poda haberla tirado expresamente. As que segu mirando hacia arriba, pero, como no apareci nadie, sacud un poco la caja y...

    - Est bien, est bien - interrumpi Sam Walters -. Ahrrate los detalles. No averiguaste quin la tir?

    - De acuerdo. Sub hasta el cuarto piso, preguntando a todos los que tenan ventanas sobre el lugar donde la recog. Dio la casualidad de que todos estaban en casa, y nadie haba visto la caja en su vida. Pens que podra haberse cado del alfizar de una ventana, pero...

    - Qu hay dentro, Dick? - pregunt Edith.

    - Muecas. Nada menos que cuatro. Las he trado para Aubrey; si es que las quiere.

    Desat el paquete, y Aubrey exclam:

    - Oooh, to Richard! Son..., son preciosas!

    Sam observ:

    - Hum. Parecen ms maniques que muecas, Dick. Por la forma en que van vestidas, quiero decir. Deben costar varios dlares cada una. Ests seguro de que el propietario no las reclamar?

    Richard se encogi de hombros.

    - No s cmo iba a hacerlo. Como te he dicho, sub cuatro pisos, preguntando. Por el aspecto de la caja y el ruido que hizo al caer, dudo que hubieran podido tirarla desde tan arriba. Y cuando la abr, bueno..., mira... - Cogi una de las muecas y la sostuvo en alto para que Sam Walters la inspeccionara -. Cera. La cabeza y las manos, quiero decir. Y no tienen ni una sola grieta. Como mximo, debieron de caer de un segundo piso. Incluso as, no s como... - Volvi a encogerse de hombros.

    - Son los Geezenstack - dijo Aubrey.

    - Qu? - pregunt Sam.

    - Las llamar los Geezenstack - explic Aubrey -. Mira, ste es pap Geezenstack y sta es mam Geezenstack, y la pequeita..., sta es..., es Aubrey Geezenstack. Y al otro seor le llamaremos to Geezenstack; el to de la nia.

    Sam se ech a rer.

    - Como nosotros? Pero si to - uh - Geezenstack es hermano de mam Geezenstack, tal como to Richard es hermano de mam, no puede llamarse Geezenstack.

  • 3

    - Es igual - replic Aubrey -. Todos son Geezenstack. Pap, me comprars una casa para ellos?

    - Una casa de muecas? Pues... - Se dispona a decir Pues claro, pero sorprendi una mirada de su esposa y record que el cumpleaos de Aubrey era la semana siguiente y no saban qu regalarle. Se apresur a cambiar la frase -. Pues, no lo s. Lo pensar.

    Era una casa de muecas preciosa. Slo tena un piso de altura, pero estaba muy cuidada en todos los detalles, con un tejado que se levantaba para arreglar los muebles y trasladar a las muecas de una habitacin a otra. Estaba muy bien proporcionada con los maniques que to Richard le haba trado.

    Aubrey se entusiasm. Todos sus dems juguetes fueron arrinconados y las actividades de los Geezenstack ocuparon desde entonces todos sus pensamientos.

    No transcurri mucho tiempo antes de que Sam Walters empezara a fijarse, y a pensar, en el extrao aspecto de las actividades de los Geezenstack. Al principio, con una sonrisa ante las coincidencias que se sucedan.

    Y despus, con una desconcertada expresin en los ojos.

    No fue hasta al cabo de un tiempo cuando se decidi a hablar con Richard. Los cuatro acababan de volver de una partida. Se lo llev aparte y le dijo:

    - Oye, Richard.

    - S, Sam?

    - Esas muecas, Dick. Dnde las encontraste realmente?

    Richard le mir con sorpresa.

    - Qu quieres decir, Sam? Ya te lo expliqu.

    - S, pero... no estaras bromeando, o algo as? Quiero decir que quiz las compraste para Aubrey, y pensaste que nos opondramos a que le regalases algo tan caro, as que..., uh...

    - No, te aseguro que no fue as.

    - Pero, maldita sea, Dick, es imposible que cayeran de una ventana, o alguien las tirara, y no se rompieran. Son de cera. No pudo ser una persona que anduviera detrs de ti..., que pasara en un coche o algo as...?

    - No haba ni un alma por los alrededores, Sam. Ni un alma. Yo tambin me lo he preguntado algunas veces. Pero si hubiera querido mentiros, no me habra inventado una

  • 4

    historia tan complicada, no crees? Os habra dicho que las haba encontrado en el banco de un parque o en el asiento de un cine. Pero por qu me lo preguntas?

    - Pues..., yo..., por pura curiosidad.

    La curiosidad de Sam continu acrecentndose.

    Fueron detalles sin importancia, la mayora de ellos. Como el da en que Aubrey dijo:

    - Papa Geezenstack no ha ido a trabajar esta maana. Se ha quedado en cama, enfermo.

    - De verdad? - pregunt Sam -. Y qu le ocurre a ese caballero?

    - Me imagino que le ha sentado mal algo que comi.

    Y al da siguiente, durante el desayuno.

    - Cmo est el seor Geezenstack, Aubrey?

    - Un poco mejor, pero el mdico ha dicho que tampoco vaya a trabajar. Maana, quiz.

    Y al da siguiente, el seor Geezenstack volvi a trabajar. Eso sucedi el da que Sam Walters regres a casa indispuesto, como resultado de algo que haba comido al medioda. S, estuvo dos das sin ir a trabajar. Era la primera vez, en varios aos, que faltaba al trabajo por estar enfermo.

    Y algunas cosas fueron ms rpidas que sta, y otras ms lentas. No se poda acertar con slo decir:

    - Bueno, si a los Geezenstack les ha ocurrido esto, nos ocurrir a nosotros dentro de veinticuatro horas. A veces transcurra menos de una hora. Otras veces hasta una semana.

    - Mam y pap Geezenstack se han peleado esta maana.

    Y Sam trat de evitar pelearse con Edith, pero no lo logr. Haba regresado muy tarde a casa, aunque no por su culpa. Haba sucedido a menudo, pero esta vez Edith se enfad. Sus conciliadoras respuestas no pudieron apaciguarla, y al final, l tambin se enfad.

    - El to Geezenstack se va de visita a casa de unos amigos. - Haca aos que Richard no sala de la ciudad, pero a la semana siguiente les comunic la decisin de ir a Nueva York a casa de Pete y Amy, ya los conocis. He recibido una carta suya en la que me piden que...

    - Cundo? - pregunt bruscamente Sam -. Cundo has recibido esa carta?

    - Ayer.

  • 5

    - As pues, la semana pasada no tenas... Te parecer una pregunta tonta, Dick, pero la semana pasada no tenas intencin de ir a ninguna parte?

    - Dijiste alguna cosa a..., a alguien respecto a la posibilidad de ir a ver a unos amigos?

    - Claro que no! Haca meses que ni siquiera me acordaba de Pete y Amy, hasta recibir su carta ayer. Quieren que est una semana con ellos.

    - Regresars al cabo de tres das..., quiz - le haba dicho Sam. No quiso explicarle nada, ni siquiera cuando. Richard volvi al cabo de tres das. Le pareca una necedad decir que saba cunto tiempo permanecera fuera Richard, porque ste era el tiempo que el to Geezenstack haba estado ausente.

    Sam Walters empez a observar a su hija, y a hacer conjeturas. Naturalmente, era ella quien obligaba a hacer lo que quera a los Geezenstack. Era posible que Aubrey tuviera alguna extraa intuicin preternatural que, inconscientemente, la llevara a predecir algunas cosas que sucederan a los Walters y a Richard?

    Evidentemente, l no crea en la clarividencia. Pero era posible que Aubrey fuera clarividente?

    - La seora Geezenstack piensa ir de compras. Se comprar un nuevo abrigo.

    Esto incluso pareci algo planeado de antemano. Edith sonri a Aubrey y despus mir a Sam.

    - Esto me recuerda, Sam... Maana ir al centro, y hay rebajas en...

    - Pero Edith, estamos en poca de guerra. Y tu no necesitas un abrigo.

    Discuti tan apasionadamente que incluso lleg tarde al despacho. Discuti de manera forzada, porque l poda permitirse la compra de un abrigo, y haca dos aos que Edith no se compraba ninguno. Pero no poda explicar que la verdadera razn por la que no quera que se lo comprara era que la seora Geezen... Vamos, era una tontera demasiado grande, incluso para l mismo.

    Edith se compr el abrigo.

    Era extrao, pensaba Sam, que nadie ms se fijase en estas coincidencias. Pero Richard no estaba siempre en casa, y Edith... bueno, Edith tena la costumbre de escuchar el parloteo de Aubrey sin or nueve dcimas partes de l.

    - Aubrey Geezenstack ha trado las notas del colegio, pap. Tiene noventa en aritmtica; ochenta en ortografa, y...

    Y al cabo de dos das, Sam telefone al director del colegio. Desde un telfono pblico, naturalmente, para que nadie le oyera.

  • 6

    - Seor Bradley, tengo que hacerle una pregunta - uh -, bastante inslita, aunque importante, y sta es la razn por la qu me he decidido a llamarle. Sera posible que una alumna de su colegio supiera por adelantado exactamente qu calificaciones...?

    - No, no sera posible. Ni los mismos profesores las saban hasta encontrar la media, y eso no se haca hasta el mismo da de enviar las calificaciones a casa. S, el da anterior por la maana, mientras las nias estaban en el recreo..

    - Sam - le dijo Richard -, no tienes buen aspecto. Preocupaciones de negocios?. Escucha, las cosas irn mejorando y, de todos modos, no tienes que preocuparte por tu compaa.

    - No es eso, Dick. Es..., quiero decir que no estoy preocupado por nada. No exactamente. Quiero decir que... - Y tuvo que salir del atolladero inventndose una o dos preocupaciones para que Richard le dejara tranquilo.

    Pensaba mucho en los Geezenstack. Demasiado. Si, por lo menos, hubiera sido supersticioso, crdulo, no habra sido tan horrible. Pero no lo era. Por esta razn, cada nueva coincidencia le afectaba ms que la anterior.

    Edith y su hermano lo notaron, y hablaron de ello cuando Sam no se encontraba presente.

    - ltimamente se ha portado de un modo muy raro, Dick. Estoy..., estoy muy preocupada. Hace unas cosas tan... Crees que podramos convencerle para que fuera a ver a un mdico o a un...?

    - A un psiquiatra? Hum, no s si querra. Pero no resisto verle as, Edith. Algo le est carcomiendo; he intentado sonsacarle, pero no me ha dicho nada. Vers..., creo que algo relacionado con sas condenadas muecas.

    - Muecas? Te refieres a las muecas de Aubrey? Las que t le regalaste?

    - S, los Geezenstack. Se sienta delante de la casita y la mira sin pestaear. Le he odo hacer preguntas a la nia respecto a eso, y hablaba muy en serio. Me parece que se trata de alguna mana o algo parecido.

    - Pero, Dick, eso es... espantoso.

    - Mira, Edith, Aubrey ya no se interesa tanto por ellas como antes, y,.. Hay alguna cosa que desee particularmente?

    - Las lecciones de baile. Pero ya estudia violn y no creo que pudiramos dejarla...

    - Crees que si le prometieras tomar lecciones de baile, a condicin de que se olvidara de las muecas, aceptara? Creo que debemos llevrnoslas del apartamento. Y no quiero dar un disgusto a Aubrey, as que...

    - Bueno..., pero qu le diramos a Aubrey?

  • 7

    - Dile que conozco a una familia muy pobre con nios que no tienen absolutamente ninguna mueca. Y... creo que ceder, si t insistes.

    - Pero, Dick, qu le diremos a Sam? El no se creer esta excusa.

    - Dile a Sam, cuando Aubrey no pueda oros, que te parece que Aubrey ya es demasiado mayor para jugar con muecas, y que... Dile que demuestra un inters enfermizo por ellas, y que el mdico aconseja... esa clase de cosas.

    Aubrey no se mostr muy entusiasmada. No estaba tan encaprichada con los Geezenstack como cuando se las regalaron, pero acaso no poda tener las muecas y las clases de baile?

    - No creo que tuvieras tiempo para ambas cosas, cario. Por otra parte, has de pensar en esas pobres nias que no tienen ninguna mueca para jugar; deberas compadecerte de ellas.

    Y Aubrey cedi, finalmente. Sin embargo, la escuela de baile no abra la inscripcin hasta al cabo de diez das, y quiso conservar las muecas hasta que pudiera iniciar las clases. Hubo una discusin, pero fue intil.

    - Est bien, Edith - le dijo Richard -. Diez das es mejor que nada, y... bueno, si no renuncia voluntariamente a ellas, tendr una pataleta y Sam se enterar de lo que planeamos. No le habrs mencionado nada, verdad?

    - No. Pero quiz se sintiera ms tranquilo al saber que...

    - Yo no lo hara. No sabemos por qu causa le fascinan o repelen de ese modo. Espera a colocarle ante un hecho consumado para decrselo. Aubrey ya ha renunciado a ellas. El podra oponerse o querer conservarlas. Si yo las saco antes de casa, no podr.

    - Tienes razn, Dick. Y Aubrey no se lo dir, porque le he dicho que las lecciones de baile seran una sorpresa para su padre, y no puede decirle lo que pasar con las muecas sin decirle la otra parte del trato.

    - Magnfico, Edith!

    Habra sido mejor que Sam lo supiera. O quiz todo hubiese ocurrido igualmente, aunque Sam hubiese estado enterado.

    Pobre Sam! Pas un mal momento por la tarde del da siguiente. Aubrey llev a una amiga del colegio a jugar con ella y le ense la casa de muecas. Sam las observaba, tratando de parecer menos interesado de lo que estaba. Edith haca punto y Richard, que acababa de llegar, lea el peridico.

    Slo Sam escuchaba a las nias y oy la sugerencia.

    - ...podemos hacer un funeral, Aubrey. Supongamos que una de ellas est...

  • 8

    Sam Walters dej escapar una exclamacin ahogada y estuvo a punto de caerse al atravesar la sala.

    Fue un mal momento, pero Edith y Richard consiguieron ponerle fin de un modo casual, indiferentemente. Edith se dio cuenta de que era hora de que la amiguita de Aubrey se marchara y, mirando significativamente a Richard, la acompaaron hasta la puerta.

    Ella susurr:

    - Dick, has visto...?

    - Realmente tiene algn problema, Edith. Quiz no debiramos esperar. Al fin y al cabo, Aubrey ha consentido en deshacerse de ellas, y...

    En el saln, Sam todava respiraba entrecortadamente. Aubrey le mir como si le inspirara miedo. Era la primera vez que su hija le miraba de este modo, y Sam se sinti avergonzado. Dijo:

    - Cario, lo siento... Pero escucha, me prometes que nunca hars un funeral a ninguna de las muecas? Que nunca simulars que una de ellas est gravemente enferma o ha tenido un accidente... o algo malo? Me lo prometes?

    - Claro que s, pap. Voy..., voy a guardarlas.

    Puso el tejado de la casa de muecas en su sitio y se dirigi hacia la cocina.

    En el vestbulo, Edith dijo:

    - Ir..., ir a hablar con Aubrey a solas. T habla con Sam. Dile... Mira, salgamos a cenar, vayamos a algn sitio para que se olvide de todo. Pregntale si le apetece.

    Sam segua mirando fijamente la casa de las muecas.

    - Qu te parece si salimos, Sam? Nos hemos quedado todo el da en casa. Nos distraeremos. Sam suspir profundamente.

    - De acuerdo, Dick. Si t lo dices... Supongo que me ir bien tomar el aire.

    Edith regres con Aubrey e hizo un guio a su hermano.

    - Por qu no empezis a bajar y cogis un taxi de la parada que hay en la esquina? Aubrey y yo estaremos listas en seguida.

    A espaldas de Sam, mientras los dos hombres se ponan el abrigo, Richard mir interrogativamente a Edith y ella hizo un signo afirmativo.

    En la calle reinaba una espesa niebla; la visibilidad quedaba reducida a unos pocos metros. Sam insisti en que Richard esperara en la puerta hasta que Edith y Aubrey

  • 9

    salieran, mientras l iba a buscar el taxi. La mujer y la nia bajaron antes de que Sam volviera.

    Richard pregunt:

    - Has...?

    - S, Dick. Iba a tirarlas a la basura, pero al final las he regalado. De este modo, ya no tendremos que preocuparnos ms; es posible que l hubiera querido recuperarlas, y as...

    - Que las has regalado? A quin?

    - Ha sido una verdadera casualidad, Dick. Cuando abra la puerta, una vieja pasaba por el rellano de servicio. No s de qu apartamento deba venir, pero supongo que era una mujer de la limpieza o algo parecido, aunque pareca una bruja; pero al ver las muecas que yo tena en las manos...

    - Aqu est el taxi - dijo Dick -. Se las has dado?

    - S, ha sido muy curioso. Ella ha dicho: Mas? Para m? Para siempre? No te parecen unas frases muy extraas? Pero yo me he echado a rer y le he contestado: S, seora. Para siem...

    Se interrumpi, pues el impreciso contorno del taxi se recortaba junto a la acera, y Sam abri la portezuela y grit:

    - Vamos, en marcha!

    Aubrey cruz la acera y se meti en el taxi, y los dems la siguieron. El automvil se puso en marcha.

    La niebla haba espesado. Era imposible ver nada por las, ventanillas. Pareca como si una pared griscea rodear el taxi, como si el mundo exterior hubiera desaparecido, completa y totalmente. Tampoco se vea nada a travs del parabrisas.

    - Cmo es que va tan de prisa? - pregunt Richard, con una nota de nerviosismo en la voz -. Por cierto, adnde vamos, Sam?

    - Vaya! - exclam Sam -. Ella tampoco lo sabe, me he olvidado de decrselo.

    - Ella?

    - S. Es una taxista. Estn por todas partes. Le...

    Se inclin hacia delante y dio unos golpecitos en el cristal. La mujer volvi la cabeza.

    Edith vio su cara, y empez a gritar.

  • 10

    FIN

    Edicin electrnica de Paul Atreides

    Baha Blanca, Agosto de 2001