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GEORGE M. HYOE LA POEsíA DE LA CIUDAD !¡ , Pod ría afirmarse que la litera tura modernista na- ció en la ciudad y con Baudelaire, particularmente con su descubr imiento de que soledad y muche- dumb re quieren decir lo mismo y de que las pala- bras 'm ultitud' y ' soled ad ' resultan int erca m bia - bles para un poeta de imagi nación activa y fért il: Multitude, solitude: terme s éga ux et convertibles pou r le poete actif et fécond . Oui ne sait pas neu- plcr sa solitude, ne saít pas non plus étre seul dans une foule affairée.!" LoI cercanía de estos casi-ho mófo nos ('multitu- de '. 'solitudc') nos con vence, gracias a un arabesco de la ac tiva y fértil imaginación de Baudelaire, de qu e las masas son una ab strac ción generalizada del mismo orden que el sustantivo soledad, y aquí se prefigura The Wastc' Land de Eliot. Las ciud ades se vuelven menos reales cuanto más se acer can ,o nucntras lino más se acerca a ellas. Esta pr oposi- ci ón co nstituye un reto ;1 las lc.yes de la per specti va de una maner a carac terística del moder nismo : Jerusal én Atenas Alejandría Viena Londres Irreales. I:n este momento de su poema, el nad ir de la rue- . •o k d;,,!. t ér nunos 'ltlJale, e intercambiables 1','1.' el I "'e l.• ;, Ch '" ) fecundo. Quien no sabe publar su sole- d ... I. 1.. 111 1""; 0 . abe e.• IM ,olu en una muched umbre atureadu. da de la histor ia, Eliot camb ia de dirección:su bús- queda por el punto donde se intersectan lo que está sujeto al tiempo y lo intemporal , toma aquí, abier- tamente, la forma del mito cristiano. La búsqueda del grial es más sustanciosa que las mult itudes ur- banas no redimidas que son, p ara Eliot , especíme- nes de degeneración y esterilidad. Otros importan- tes poeta s modernistas (Crane, Mayakovsky) han explicado lo irreal de la ciudad irreal como una fa- lla del arte más que como una falla humana . Así, profundamente en desacuerdo con las actitudes antidemocrát icas de la generación simbolista, Cra- ne encuentra a Elena de Troya en un tranví a, Ma- yakovsky contempla con júbilo al prole tar iado ur- bano como agente del milenio, y en la obr a de am- bos poetas se renuevan las ciud ades junto con la poesía y se impone una visión antisimbolista del lenguaje como prop iedad del pueb lo y no de una é- lite cultural purificadora. Pero Crane y Maya- # kovsky, arqu itectos del ambiente urb ano transfi- gur ado , cu yos mundos míticos eran dem asiado pe- sados para un solo hombre , también marcan la muerte de la ciudad moderni sta: Cr ane se ahoga en 1923 y Ma yakovsk y se pega un tiro en 1930. El tra- bajo de ambo s muestr a una confusión entre el po - dcr revolu cionario de la poesía y el apoc alipsis, el fin del tiempo histórico. Este dilema se encuentr a implícito en la obra de Baudelaire. Si mult itud y soledad son término s iguales e in- ter cambiables, la ciudad no tiene ninguna real idad o bje tivas. En Les Fenétres, Baudelaire amplía su proposici ón: Cclui qu i regard du' dehor s a travers une ferié tre ouvert e, ne voit jamais aut ant de choses que celui qu i regarde une fenétre fermée. 11 n'est pas d'objet plus profond , plus mystérieux, plus fé- cond, plu s ténébreux, plus éblouissant qu'une fe- nétre éclairée d 'une chandelle*. 2 La p alabrafe cundo aparece aquí en un a po sición crucial: la ciudad es no-poética por excelencia (esta es la actitud básica del romantici smo a pesar del soneto de Westminster Bridge de Words worth, donde el poet a descubre a la ciudad como despre- ven ida , dormid a, sin darse cuent a, en una po stura asombros amente natur al); y sin embargo , la ciu- dad es, por excelencia, el material más poético. Todo depende de cómo se mire. Baudelaire, in- quieto por el prestigio de su proposición y antici- p ando una aguda respuesta del lector, siente que tiene que defender su posición. Esta actitud (defen- siva pero arrogante) se ha convertido en la clásica pose de los escritore s moderni stas, lo mismo que el deb ate con un interlocutor imag inario -que por lo mismo resulta dema siado real- se ha con vert ido • Aquel que se asoma a una ventana abierta nun ca ve tanta s cosas como el que mira una ventana cerrada . No hay ningún objeto más profund o. más misterioso, más fecundo , más tene- broso, más aso mbroso, que una ventana iluminada por una ve- la . " 1 J' I 1, I 73 ILU"RAClONES DE 'ULOAN AOAM. Traducción: Marina Fe

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Page 1: GEORGE M. HYOE LA POEsíA DE LA CIUDAD · al colapso de la jerarquía naturales). :1conspi cuo desgaste de la arquitectura de Hau smunn es una parodia de la ciudad clá icu de critu

GEORGE M. HYOE

LA POEsíA DE LA CIUDAD

!¡ ,

Podría afirmarse que la liter atura modernista na­ció en la ciudad y con Baudelaire , particularmenteco n su descubrimiento de que soledad y muche­dumbre quieren decir lo mismo y de que las pala­bras 'm ulti tud ' y 'soledad ' resultan int erca m bia ­bles para un poeta de imagi nac ión activa y fért il:

M ult itude, so litude: termes égaux et co nver tiblespou r le poete actif et fécond . Oui ne sait pas neu­plcr sa solitude, ne saí t pas non plus étre seuldans une foule affairée.!"

LoI ce rcan ía de estos casi -ho mófonos (' m ultitu­de ' . ' solitudc' ) nos con vence, gracias a un ara bescode la ac tiva y fértil imagi nación de Baudelaire , dequ e las masas so n un a a bstracción generalizada delm ismo or de n que el susta ntivo soledad, y aquí seprefigura The Wastc' Land de Elio t. Las ciudades sevuelven menos rea les cua nto más se acercan, onu cntra s lino más se acerca a ellas. Esta proposi­ci ón co nstituye un reto ;1 las lc.yes de la perspecti vade un a manera característ ica del modernismo:

Jerusal én Atenas A leja ndríaViena LondresIrreales.

I:n este momento de su poe ma, el nad ir de la rue-

• ~ I Il Il , l u d . •o k d;,, !. t ér nunos 'ltlJale, e intercam biables1','1.' el I"'el.• ;, Ch '" ) fec undo . Quien no sabe publar su so le­d ... I. 1.. 111 1"";0 . abe e.• IM ,olu en una muc hedumbre a tu readu .

da de la historia , Eliot cambia de dirección: su bús­queda por el punto donde se intersectan lo que estásujeto al tiempo y lo intemporal, toma aquí, abier­tamente, la forma del mito cristiano. La búsquedadel grial es más sustanciosa que las multitudes ur­banas no redimidas que son, para Eliot, especíme­nes de degeneración y esterilidad. Otros importan­tes poetas modernistas (Crane, Mayakovsky) hanexplicado lo irreal de la ciudad irreal como una fa­lla del arte más que como una fa lla humana. Así,profundamente en desacuerdo con las actitudesantidemocráticas de la generación simbolista, Cra­ne encuentra a Elena de Troya en un tranvía, Ma­yakovsky contempla con júbilo al proletariado ur­bano como agente del milenio, y en la obra de am­bos poetas se renuevan las ciudades junto con lapoesía y se impone una visión antisimbolista dellenguaje como propiedad del pueblo y no de una é­lite cultural purificadora. Pero Crane y Maya-

# kovsky , arquitectos del ambiente urbano transfi­gurado, cuyos mundos míticos eran dem asiado pe­sados para un solo hombre, ta mbién marc an lamuerte de la ciudad modernista: Crane se ahoga en1923 y Ma yakovsky se pega un tiro en 1930. El tra­bajo de ambos muestra una confusión entre el po ­dcr revolucionario de la poesía y el apocalipsis, elfin del tiempo histórico. Este dilema se encuentraimplícito en la obra de Baudelaire .

Si mult itud y soleda d so n términos iguales e in­tercambiables, la ciud ad no tiene ninguna realidado bje tivas. En Les Fenétres, Baudelaire amplía suproposición:

Cclui qu i regard du ' dehors a travers une feriétre ouverte, ne voit jamais autant de choses quecelui qu i regarde une fenétre fermée . 11 n'est pasd 'objet plus profond, plus mystérieux, plus fé­cond, plus ténébreux, plus éblouissant qu'une fe­nétre écla irée d'une chandelle*.2

La palabrafecundo aparece aquí en un a po sicióncrucial: la ciudad es no-poética por excelencia (estaes la actitud básica del romanticismo a pesar delsoneto de Westminster Bridge de Wordsworth,donde el poeta descubre a la ciudad como despre­ven ida , dormida, sin darse cuenta, en una posturaasombrosamente natural); y sin embargo, la ciu­dad es, por excelencia, el mater ial más poético .

Todo depende de cómo se mire . Baudelaire, in­quieto por el prestigio de su proposición y antici­pando un a aguda respuesta del lector, siente quetiene que defender su posición. Esta actitud (defen­siva pero a rr ogante) se ha convertido en la clásicapo se de los escritores modernist as , lo mismo que eldeb ate con un interlocutor imaginario -que por lomismo resulta demasiado real- se ha convert ido

• Aquel qu e se asoma a una venta na abierta nun ca ve tantascosas como el que mira una ventana cerrada. No hay ningúnobjeto más pr o fund o. más misterioso , más fecundo, más tene­broso , más aso mbroso, que una ventana iluminada por una ve­la .

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73ILU"RAClONES DE 'ULOAN AOAM. Traducción: Marina Fe

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gar de la plasticidad vita ldelcrecimiento natu ral.Laciudad y su vida estaban dominada por la ideologíade la burguesía. lo que hizo inevita ble quesurgieran elementos disidentes en ella y contra ella.El poeta pertenecía literal y simbólicamente a lasbuhardillas y desvane que ocultaban las enormesfachadas; todavía no soña ba con una ciudad trans­figurada o un nuevo orden ino que trataba de en­tender por qué estaba necesariamente condenadoen una sociedad tan egura de su salvación. El des­tino de Evgeny, en el poema de Pushkin El j inetedebronce, prefiguraba esta condición corno sin dudatambién prefigurabu la grandes novelas urba nasde Dostoyev ky. E geny, el cmpleaducho. atrapa­do entre la inundación ( engunza de la naturalezasobre el hombre por su hibris ale nstruir la ciudaden contra de su designios) y el ri rido monumentodel déspota ilustrado que fundara ' :In Pctcrsbur­go, se vuelve loco. u hubiiuci ón ser á ocupada porun poeta empobrecido, u re tu ccumcntc Pushkin.En esto radica la diferencia con Uiudcluirc )' la raezón de que, u pesar del re .onocldo lugar que ocupaa la cabeza de la ficción rus I del siglo XIX, no noparezca tener un I sensibilid Id moderna. Pu hkinvio a San Peier bur o en t érminos hegeliano ,como la encurnnci ón de la ide I de libertad. uspremoniciones respecto a la tirnnlu que surgir;a dela inclemente sujeción de lo n uur 11 (incluyendo alhombre) a los dictados de II ldcu encarnada, im­pregnan a un arte que en el fondo es upollnc , gr 1­

cioso y Severo como II iud Id misrn l . S 111 Peier •burgo, imitación con cicntc de ciudndc de cci­dente como Arnstcrdum y en pleno crecimientocomo una totalidad urm ón ic , r I ion ti durante elsiglo XVIII, equivale, en la piedra. u la urbanidaddisciplinada del verso de Pu: hkin. El P IriSde Buu­delaire presenta, por el e ntrurío, sólo el ir I e ti •mo del claci i mo: sus fu hudu. esconden inmudi­cial (quizá fue iempre así. pero sólo uhoru puedeversedebido a la disolución de las forma o ialesyal colapso de la jera rq uía naturales). :1conspi­cuo desgaste de la arquitectura de Hau smunn esuna parodia de la ciudad cl á icu de critu por Au­den en su ensayo El poeta y la ciudad' . donde lasinstituciones garantizan la libertad y la vida públi­ca expresa las facultades má elevada del hombre.La uniformidad de estilo y estructura que algunavez fuera radiante testigo del hecho de que loshombres civilizados hablaban un mismo lenguaje,amenaza ahora con encerrarlos en el duro capara­zón de hipocresla del Segundo Imperio. El spleenes sobre todo un sentimiento de eocierro (el temapredomina en la poesía urbana de Blake) y la liber­tad toda es ahora interior. La poesla urbana deBaudelaire no está marcada por una radical inno­vación formal (aunque a veces, como en Cr épuscu­le du Soir, trabaja con el alejandrino desde dentro ,aprovechando su equilibrio formal para yuxtapo­ner material 11rico y sórdido), pero su obra expresaya los problemas que llevarían a las innovacionesformales del modernismo. Estas surgen de la pro-

! '\* .Me dirán quizá: '¿Estás seguro de que esta leyenda sea laverdaderat'<Qué importa lo que pueda ser la realidad fuera de

"ml si me ha ayudado a vivir, a sentir que yo soy y lo que soy.

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en el modo de existencia de muchas obras de artemodernistas ('Let us go then, you and 1'). De una

.dialéctica clásica en élcasode Baudelaire, se vuelvenerviosa y de autci:escarnio en el caso ~e Laforguey.reverbera vibranternente en Prufrock y.The Was­te Land. Múchas veces es tanto diálogo con unomismo como diálogo con otro y parece vincularsecon la'enfermedad característica delas civilizacio­nes modernas, la esquizofrenia. El,mismo Baude­laire, por .supuesto.tes de hecho su propio interlo-cutor: .; (, ,, ' , ' . ~.. , ,.-- '

\ " .Pe~t~etre ~e direz-vó~s: 'Es-tu siír que cette lé-. gendesoit I ~ vraie?" Qu'importe ce que peut étre.r la-réalité placée hors de moi si elle m'a aidé a

. -sentir que je suiset ce que je suis.*3'· 2,' , .

.' Este soÜpsismo encuentra en Eliot un triste eco:'Estos,fragmentos arrastré contra mis ruinas' y ha­

.brá de servir como introducción a otro aspecto del" modernismo queencuentra sus metáforas más ade­· r. cuadas en imágenesde ciudades: el tema de la rela-

' ci ón del talento individual y la tradición literaria,de mi raza.y -yo,'de mi raza y su pasado.. Laciudad dondeescribía Baudelaire era el París ·

. del,Segundo. Imperio, en plena expansión; la es-, pléndída ciudad de Hausmannque sugería un resur-gimientede-lasglorias de la antigua Roma. Pa­rís aparecía corno la flor tardía de la Ilustración yadquirió las rígidasfrornasde una immortelleen lu-

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blemática relación del poeta con su público, con suraza con su herencia cultural, con su medio am­biente, con su lector. En un a sociedad que sóloofrece una falsa e hipócrita explicación de cómo seinterrelacionan sus partes, la ciudad es la única me­táfora adecuada mediante la cual se pueden expre­sar estos problemas. Las exigencias del mercadoobligan al poeta a vivir en la ciudad, c?mu un arte­sano, y las presiones de la competencia est~blecen

que tenga que existir en guerra con su sociedad ycon todos aquellos que se disputa,n ~a plusvalía d,ela burguesía emergente que es la UOlC~ en. garant í­zar una base material para el arte. ASI, aislado, elpoeta se vuelve hacia adentro con una introspec­ción distinta a la subjetividad romántica y junta losfragmentos culturales que I~ dan un sentido priv?­do de pertenencia, un sentido de orden por maspersonal que sea.

Le cygne de Baudelaire plantea estos problemasy anticipa los temas.y métodos de .T~~ W~sl.e La~d.Su primera invocaci óna un~ tradici ón clásica viva(transmitida a través de Racine) con~rasta, a la ':lla­nera de Eliot, con un presente reducldo.y co~~tItu.

ye una contribución tempra~a a ese hlstoncls~o

invertido que rechaza las confiadas proclamacio­nes de progreso ahora ree~plaza~o por un? afir­macíón de retroceso, es decir, el mito de la calda, ladeclinación de Occidente. El río es eterno (cf. elNeva en el poema de Pushkin y el Támesis en el deEliot) y las aguas dan vida (fécond, fécon~é) m~en­tras el río evoca otros ríos recordados e imagina­dos y el poeta vuelve a posee~ los fragment?s deuna tradición cultural destruida yuxtapomendoirónicamente lo clásico a lo neoclásico para afir-

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marse, medi ante la fragmentar iedad , ante las tota­lidades opresivas que niegan la fertilid ad :'

Le vieux Paris n'est plus (la forme d'une vílleChange plus vite, hélas ! que le coeur d'un mortel) ."

El cisne del título del poem a es uno de los mu­chos pari as urbanos de Baudelaire y sufre, en pr i­mer lugar , porque ha escapado de su jaula (bonitaironía) y porque el pavimento es puro; pero, a únmás, porque anhela el trueno que trae la lluvia, epi­fanía con la que termina The Wasle Land de Eliol.La estrofa clave aparece vulnerablemente al princi­pio de la segunda parte del poema:"

Paris change! mais rien dans ma mélancolieN'a bougé! palais neufs, échafaudages, blocs,Vieux faubourgs, tout pour moi devient allégo-

rie,Et mes chers souvenirs sont plus lourds que des

roes."

Baudelaire se siente lleno de cierta materia dolo­rosamente cruda que ninguna forma puede abar­car y que, no obstante, es su más preciosa posesión,es la roca de donde se cortan los bloques para cons­truir la civilización, tiene una edad de siglos, es suherencia cultural y la nuestra y es una carga parali­zante para él. En poemas como Le Cygne y LesSept Viellards, las imágenes urbanas llevadas a loque Eliot describía como 'primera intensidad', semoldean en una alegoría que empieza a expresar laescisión trágica del artista moderno y, a través deél, del hombre moderno.

3La poesía de Baudelaire tiene una estatura moralque dism inuye la obra de casi todos sus seguidorese imitadores. La mejor poesía urbana en Inglaterraestá en la prosa de las novelas de Dickens. GeorgeGissing, su seguidor y crítico sensible, aunque ca­recia de la profunda originalidad y humanidad deéste, expresa como su maestro no lo hizo la falta deraíces del individuo sensible que está a merced delas presiones comerciales de la metrópoli . La mis­ma falta de riqueza creativa se suma al pathos de suobra, pues muestra al lector la magnitud de la de­rrota del esfuerzo imaginativo que se requiere paracrear un orden propio a partir del vacío , tal y comotiene que hacerlo el artista moderno. El ~an,tasma

de la comunidad recorre el mundo de Gissing ennovelas como New Grub Street donde toma la bur­lona apariencia de la fe.li.cidad conyug~l, ~e la segu­ridad de la vida en familia, del companensmo entre

• El viejo Par ís ya no existe (la forma de una ciuda dCamb ia más pronto. ¡ah! que el corazón de un mort al),

•• ' París cambi a! ¡pero nada en mi melancolíaSe ha

lmovido ! palacios nuevos. anda miajes, bloqu es,

Viejos suburbios, todo para mi se vuelve alegoría,y mis grato s recuerdo s pesan más que las rocas,

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condiscípulos, y consigue que el anhelo de descan­so se parezca mucho al anhelo de muerte. Pero nodebe sorprender que la poesía inglesa de los añosnoventa, que intenta atrapar el movimiento fugaz yla luz caleidoscópica de un medio ambiente, seaparasitaria del verso simbolista francés y de la pin­tura impresionista de los cuales refleja sólo las su­perficies. Dos excepciones notables merecen men­ción: John Davidson , principalmente por su obraextraordin aria Thirty Bob a Week y James Thom­son, por su destart alada obra maestra que es egu­ramente el equivalente literar io más cercano al fal­so gót ico del Londres victoriano: The City 01Dreadful Night, En todo caso, Eliot considerabaque ambos habían contribu ido a la tradición mo­dernista con un elemento inglés nativo que no ha­bía sido imitado de la literatur a continental. Lonativo inglés de Davidson es su cualidad má im­portante : el proletariado urbano le abre el pa o altrabajador británico. la dicción y el ritmo imitan elhabla popular y nos encontramo en el mundo de' los hombres solitarios en manga de camí a' ; e elmundo donde Prufrock se apresura para llegar ulos salones decepcionanles que le dan burlonurnen­le la bienvenida con una fal a cultura, la de la mu­jeres que vienen y van y hablan de Miguel Ang 1.El poema de Davidson es un di álogo con el le torEn esto no'es original. pero re ulla muy perturba­dor su contrarian le tono argumentat ivo, aquel deuna voz disidente en medio de una complacienteasamblea y. asimismo. la forma como convierte allector en participe indulgente de di ha reunión.Por un momento el poeta, portavoz de la alla culotura, ha unido sus esfuerzos a la víctima de laanarquía. Pero aunque Eliot haya aprendido deDavidson la manera de int roducir un habla vivadentro de la poesía. no aprendi ó nunca cómo usarla lírica en el discurso público; no olvidcrno quealabab a equivocadamente a Baudelaire por evitara propósito los asuntos públicos caro al reformi ­ta siglo XIX.

City 01 Dreadful Night de Jame Thom on emás un documento terriblemente aut éntico queuna obr a literaria lograda. Su exten a e tructuraconstituye una ruina gótica deliberada y u filo 0­

fla una extraña perversión del calvini mo. Thorn­son era un libre-pensador . pero el -anunciar queDios ha muerto ante una congregación hambrientaen una enorme catedral no trae consigo una libera­ción de la agonía moral. Thomson e taba muy e­guro de encontr arse entre los malditos y ningunateoría darwinista sobre el origen de las e pecie po­día hacerle dudar; vivía su infierno personal, un re­flector gigantesco dirigido hacia las dudas y e cr ú­pulos victorianos. La eterna sucesión de lo conoci­do es el principio de organización del univer ocomo lo es también de la vida urbana victorianasujeta al tiempo. Quitemos las manecilla al reloj,dice uno de los fantasmagóricos interlocutore queaparecen y desaparecen en el poema, y eguir áan­dando . En lenguaje de estos espectros, e pecial-

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mente en los diálogos en que nada se comunica,prefigura a Eliot. Aqul y en la poesía de Jules La­forgue encontró el habla de Prufrock, e! I~~guajede un hombr e incapacitado por su sensibilidad yfruslrado en sus intento de const ruir un puentehacia el otro :'

y ha vuelto después de todo; has vuelto.Estaba a punto de eguir tu huella.y ha fallado: nuestra chispa de esperanza es neogra .

Bref, j'allai me donner d'un 'Je vou aime'Quand je rn'avi ai non an peineQue d'ubo rd. je ne me po édai pa rnoi­

méme."

i un o, pon iendo una almohada junto a u ca­belólDijera:' o no e para n da lo que qui e decir," 0 no • para nad :

: ro on tod di 1 go entre mantes, intentode e. capar a la pri ión de I que re ulta de la equi­valen ia entre oled d y mull itud . i el hombremoderno e t mutil do e pirituulmente, tien heri­da má. profunda ún en u entro pa ionale •y'de una u otra rnaner I u d tino e I terilidad.De e terilidud e tr' ta The J a te Land, e peciul­mente dond e h' bl del ardiente d eo exual enlu parte ba adu en el errn ón de Fuego de Buda.A l. The Brldg« de rane traza un puente del hom­bre moder no a P ahontas. la prin e. india. ca tapero de unu e uulid d r diunte. En For the Ma­rriagr 01 Faustu: and lielen, e d po un el hombreIau tino de pengler, ujeto al tiempo. y u vi i ónde la belleza etern a. :Iena. ' n ambo p ema ede cubre una gran influencia con iente de Eliot,lo que e manifie ta en lu polémica deliberada quee tablccen con la e pr iones e imágenes de The!Ya I r Land. i bien ' Iiot logra crear un podero oent ido de la ineludible pr enc ía de la tradicione

encarnada en la mente europea gracia a u am­plia per pecti a hi t órica, la ob tinada mitologiza­ción de rane explota lo que del pa ado puede po­ner. e al ser icio de una imaginación ecléctica quecelebra un futuro in trabas . La fina delicia que en­gendra al pen am iento de cuya pérdida e lamen­taba Hopkin en u oneto, o tiene al arte de era­ne (o por lo meno no lo hace creer de maneramuy con incente): u impulso dioni iaco encuen­tra u expresión en un erotismo ba tante ajeno almundo de The Wa le Land, donde la exualidadapa rece solamente como estér il o órdida. La pros­tituta, la de nudi ta y la remilgada virgen de ThreeSongs (quinta parte de The Bridge) pueden estar'equivocada ' pero no como lo e t án la rnecan ógra­fa el joven carbunclo:o de Eliot. Su ineficacia

• En resumen. iba a entregarme con un 'Te amo'Cuando me di cuent a no in penaQue. p' ra empeza r. no me poseía a mi mi mo.

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1. Baudelaire, Le Sp/een de Paris, XII, Les Fou/es. CL WalterBenjamin, Illuminations (London, 1970).2. Baudelaire, ibid, XXXV.3. Baudelaire, ibid,4. W. H. Auden, The Dyer's Hand (London, 1962).5. Baudelaire, Le Cygne.6. Baudelaire, Le Cygne .7. A.H . Clough, "Recent English Poetry: A Review", NorthAmerican Review, vol. lxxii, julio, 1853.8. James Thomson, The CUy of Dreadful Night; Jules Lafor­gue , " Dimanches" ; T . S. Eliot, "The Love Song of J. AlfredPrufrock".9, Sobre esto consultar Alan Trachtenberg, Brook/yn Bridge(New York and London, 1965).

al ferry de Brooklyn de Whitman y comunica nosólo con la isla de Manhattan sino con el cuerpodesconocido del futuro americano. Es interesanteque Eliot sólo haya querido publicar en Criterionuna parte del poema de Crane, la parte dedicada altúnel bajo el puente, ese descenso al mundo subte­rráneo . El ideal engendra su oscura antítesis: tantoen The Tunnel como en Thomson o Eliot se des­ciende igual de profundamente al averno de unahumanidad desconcertada y brutalizada, ese mun­do donde acecha el fantasma de Poe, el hombre alque Crane acusaba de haber 'rechazado el boleto'.Pero el túnel de Crane emerge confiadamente haciala luz del día, el tren subterráneo nos conduce através de este infierno urbano casi sanos y salvos.y sin el culpable sentimiento de complicidad dePrufrock .

En muchos sentidos la poesía de Crane es para­lela a la del futurista ruso Mayakovsky quien, enLa nube en pantalones, canta a una ciudad transfi­gurada con una poesía pública que tiene el mismotono profético que la de Crane pero bastante másoratoria política. Lo mismo que en el caso del so­cialista Verhaeren -algunos de cuyos poemas tie­nen un milenario acento mayokovskiano- la ciu­dad no es para Mayakovsky la jungla o el desiertode la imaginería de Thomson sino más bien unacriatura monstruosa, una Ville Tentaculaire (to­mando el nombre de una de las colecciones de Ver­haeren) dotada dela vida alienada de la gente decuya sangre se ha nutrido. Sus instituciones encar­nan las pasiones distorsionadas y exageradas desus menos-que-humanos habitantes, volviéndoseamenazantes hacia sus víctimas, negando la vida yel amor. Así, el poeta se presenta a sí mismo tantocorno profeta corno víctima del sacrificio. Maya­kovsky, quien por una parte realiza la dialéctica dela ciudad con una intensidad que recuerda a Blake,por otra parte nos acerca a la metrópoli del expre­sionismo alemán. Casi un siglo después de Push ­kin, Mayakovsky profiere una reformulación mar­xista de las aspiraciones ilustradas. La ciudad capi­talista debe caer y su lugar ser ocupado por la co­munidad socialista. Todavía ningún artista haconstruido esta ciudad, aunque algunos han satiri­zado (por ejemplo Zamyatin, en We) las matemáti­cas de su anteproyecto,

Notas

co rno im ágenes de [u sexualidad se debe a su unidi­mcn sronnlidnd pues hUI1 sido , usa ndo una fra se del1111\1110 Cr nnc en Fuust us and IIdl·II. 'desenredadospUl cl mu ndu duncnsion al' , scpurudos por cl mun­do mutcrml de la grun tot ulidud a que toda vida as­Plf :1.

l' u dC l1h l ~ uuugrnur lo que Eliot hizo con la bús­qucdu de Cranc de dioses cxrruños. ya que el sistc­11\.\ con ccptuul de 1'111' !Va,lf l' Land, por más per so­na l que ~e ;1, se hasu en una orto doxia austera ; un;\( 10 un puro hil secado las aguus dadoras de vida yLI ucrrn no vo lvcr úallo rcccr hasta que el da ño haya~Ilhl rcp uradu . Es Iücil ver co mo The WClSfe Land- po ema fundado sobre una gran cultura a la quercvalor ó desde la perspect iva del pre sente pero dem.uicr a profundam ente ncgutiva -r tu vo que con s­ll tUIf un reto paru que C rune hicier a real idad el op­urm smo qu e modela ba la historia de los Estados

rudo s y pilril que lo hiciera en los mismos térrni­/lll s de Ehot, haciendo de 1;1 ciudad una parte cen­tra l de su poema y ut iliza ndo como símbolo articu­lado r el ar tific io que no descansa so bre nada: elpuent e suspend ido . Part iend o de Whitman (y porlo tanto tambi én de Emerso n), Crane levanta unaes t ructu ra a érea de met áforas sin cimientos con laforma del puen te de Brook lyn, esa telaraña de ace­ro que Rocbling concib iera y que representa la su­bordinaci ón de la naturaleza a la voluntad heroicadel hombre,' La cslab on uda curva de acero se esta­bili za po r elpeso de la ca rretera y el ferrocarril quesosti ene y, au nq ue cons truir un puente sobre un ríosea un acto q ue simbo liza la confianza exploradorav co lo nizadora, este puente es totalmente urbano ycons tituye una ava nzada hazaña técn ica. Sustituye

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