godelier(loidealylomaterial)

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    Lo

    ideal

    y

    lomaterial

    Pensamiento, economas,

    sociedades

    Versin castellana

    de A. J.

    D es mon t

    Donado

    por Dra. J. car

    yforres 2007

    Taurus

    H u m a n i d a d e s

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    ^ LO

    I D EAL

    Y LO

    M A T E R I A L

    1 7

    ^ I. La ap rop iac in mater ia l y social de la na tu ra leza

    1.

    Ecosistemas y sistemas sociales 45

    2.

    Territorio

    y

    sociedad

    en a lgunas sociedades

    pre-

    capitalistas 95

    ^11. L a

    parte ideal

    de lo

    real

    3. La par te idea l de lo real 153

    4. El

    papel

    de l

    p e n sa m ie n to

    en la

    p roducc in

    de

    las re lac iones soc ia les 19 9

    I I I .

    Considerac iones c r t icas pero n o po lmicas

    5 .

    K a r l

    Polanyi y el lu g a r c a m b ia n t e de la

    eco-

    noma

    en as

    sociedades

    20 9

    6. La

    po l t ica

    como

    relacin

    ci

    p roducc in .Di-

    logo con douard

    W i l l

    24 0

    IV .

    Estamen tos , castas , c lases

    7. Estam entos, castas, clases

    26 3

    A P N D I C E

    28 3

    B i B L O G R A F A 93

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    Este

    l ibro parte de un hecho y de una hiptesis.

    El

    hecho:

    al contrario que los dems animales sociales,

    los

    hombres

    no se

    contentan

    co n

    vivir

    en

    sociedad,

    sino qu e

    producen

    la

    sociedad para vivir;

    en el curso de su

    existencia

    inven tan

    nuevas maneras

    de

    pensar

    y de

    actuar sobre ellos

    mismos as

    como sobre

    la

    na tu ra leza

    que los

    rodea.

    Producen ,

    pues,

    Sa

    cul tura

    y

    fabrican

    la

    historia,

    la

    H is tor ia .

    L os

    dems animales sociales tambin

    son sin

    duda p roduc -

    to de una

    historia ,pero

    de una

    historia

    qu e

    ellos

    no han

    hecho ;

    la

    historia

    de la

    naturaleza,

    qu e

    como

    se

    sabe consiste

    en el

    proceso evolutivo de la materia viva, de las especies vegetales

    y animales

    que ha

    engendrado

    la

    naturaleza

    en el

    curso

    de las

    edades

    de la

    t ierra

    y que la

    componen.

    Un hecho, pues, pero en absoluto como los dems, puesto

    qu e

    explicarlo requiere analizar tanto

    la

    evoluc in

    de la na-

    turaleza como la especificidad de l h om bre en el seno de esa

    misma naturaleza.

    Un

    hecho

    que en

    absoluto

    es

    como

    los

    dems , puesto que los dems se sitan a su luz o a su sombra ,

    y

    del que necesariamente ha de pa rt i r el pensamiento en la

    actualidad si

    pretende explicar

    el

    h om bre

    y su

    historia ,

    des-

    arrollar la s ciencias naturales y las h u m a na s .

    Pero cmo pensar

    sobre

    un hecho sin una hiptesis con

    la

    qu e

    interpretarlo? Nosotros tenemos

    la nuestra , qu e

    desde

    luego no es nueva ,

    pero

    que a nuestros ojos sigue conteniendo

    un inmenso potenc ia l de explicacin terica. Esta hiptesis es

    la siguiente:

    el

    hombre tiene historia porque

    transjorma la

    naturaleza. Y

    a s imismo,

    la

    na tu ra leza p rop ia

    de l

    h om bre

    con-

    siste

    en

    tener

    ta l

    capac idad .

    L a

    idea

    esque,de

    todas

    la s fuer-

    zas que

    ponen

    al

    hombre

    en

    m ov i m i e n t o

    y lo

    hacen inven tar

    1 7

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    Lvi-Strauss, poco

    sospechoso de evolucionista , la afirmacin

    de

    que la

    teora

    de las

    superestructuras, apenas esbozada

    po r

    Ma rx y a la cual desea con trib uir , no

    pone

    en tela de

    juicio el principio de orden [que es] el indiscutible primado

    de las

    inf raes t ruc tu ras?

    4

    .

    De ah es de

    donde hemos partido

    tambin nosotros en este libro cuando hemos querido explorar

    las relaciones entre el pensamiento, la economa y la sociedad,

    anal i zando el peso de lo ideal y de lo lo material en la pro-

    duccin de las relaciones sociales, en el desenvolvimiento de

    las sociedades y en su h i s tor ia .

    Todo el mundo puede apreciar la

    dif icultad

    del empeo y

    lo que hay en juego. Se trata de ana l izar cmo y hasta qu

    p u n t o

    la s

    realidades materiales, la s

    de la

    naturaleza exterior

    al

    hombre

    y

    aque l las

    que l

    m i s m o

    ha

    creado

    o

    t r a ns fo rm a d o ,

    actan

    sobre

    la

    organizacin

    de su v ida

    social

    y, ms profun-

    d am en t e , sobre el proceso de produccin de nuevas formas de

    sociedad. Pero qu significa rea l idades mate r ia les? A I exa-

    minar la cuestin, parece que hay que

    d is t ingu ir

    muchos tipos

    yd e

    mate r ia l idad , segn que su exis tenc ia y su ac t iv idad

    impli-

    quen

    o no la existencia del homb re.

    ; En primer lugar, existe esa parte

    in f in i ta

    de la naturaleza

    que se encuentra siempre

    fuera

    del alcance directo o indirecto

    de l hombre,

    pero

    que sin embargo en ningn momento cesa

    de actuar sobre l: el clima, la naturaleza de l subsuelo, etc.

    Luego, est la parte de la naturaleza previamente trans-

    formada por el hombre ,pero de un modo indirecto, sin que el

    hombre

    haya deseado ni

    previsto

    la s consecuencias de su ac-

    'cin: la

    erosin

    de l suelo, las modificaciones de la vegetacin

    ligadas

    al

    repetido

    uso de la

    quema

    de la

    maleza

    con

    vistas

    a la caza, la agricultura, la

    ganadera...

    Tambin

    existe,

    po r

    supuesto,

    la

    parte

    de ia naturaleza

    directamente transformada por el hombre y que, en adelante,

    no puede reproducirse si n ayuda

    de l

    hombre, sin su atencin,

    su energa, su trabajo. Nos estamos refiriendo aqu, ante todo,

    a las plantas y a los animales domsticos que, hasta ayer, cons-

    t i tuan el

    p r inc ipa l e lemento

    de su

    subs is tenc ia . Ais lados de

    los

    h om bre s

    y

    dejados

    a s

    mismos, tales plantas

    y

    tales anima-

    les sobreviviran en condiciones precarias, se asi lvestraran o

    bien seran incapaces de reproducirse y desapareceran.

    Po r l t imo, hayque

    agregar

    otras do s partes de anatura-

    leza

    que el

    hombre

    ha

    transformado

    a

    travs

    de su uso en l

    proceso de produccin de sus condiciones

    materiales

    de vida:

    en

    primer

    lugar, las

    herramientas

    y las armas,

    fabricadas

    a

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    partir

    de

    huesos,

    de

    madera,

    de piedra,

    etc., que-constituyen

    otros tantos rganos exteriores qu e prolongan el cuerpo

    huma-

    no y a

    cuyas fuerzas suman

    la s

    suyas. (Esto

    no

    puede decirse

    de las mquinas, las

    cuales

    no funcionan como prolongacio-

    nes del cuerpo

    humano.)

    A continuacin,

    todos

    los elemen-

    tos de la

    naturaleza que, despus

    de

    haber sido cercenados

    de sta por la accin de l hombre, sirven, en su forma original

    o luego de haber sufrido cambios de f o rm a o de estado, de

    soporte material para la produccin de la vida social en todas

    sus dimensiones:

    la madera, los

    huesos,

    la

    piedra,

    el

    cuero

    o

    los metales que se utilizan para construir sencillos refugios

    o templos suntuosos, escuelas y bancos, estatuas de hombres

    y de dioses. Las herram ientas, las armas, los monum entos y

    toda clase de objetos constituyen los soportes

    materiales

    de

    cualquier modo de vida social . Abandonados por los hombres,

    se

    descomponen en ru inas , en vestigios inertes y mudos qu e

    ofrece la

    historia

    a la

    codicia

    y la

    imag inac in

    de los

    arquelo-

    gos de las pocas posteriores.

    La frontera entre

    la

    na tu ra leza

    y la

    c u l t u ra ,

    la

    distincin

    entre lo material y lo ideal t ienden, por otra parte , a borrarse

    cuando

    se ana l iza la fraccin de la na tu ra leza que ha sido

    sometida d i rec tamente

    al

    hombre , p roduc ida

    o

    rep roduc ida

    por el

    hombre (animales

    y

    p lantas domst icos ,

    utensil ios , ar -

    m a s , ropas...). Esta na tu ra leza ex te r ior al h om bre no esexte-

    rior a la cultura, a la sociedad, a la histo ria. Es la parte de

    la

    naturaleza t ransformada por la accin, y por lo tanto por el

    pensamiento , de l hombre . Es una rea l idad mate r ia l y almismo

    t iempo una realidad ideal, o por lo menos debe su existencia a

    la

    accin consciente

    de l

    hombre sobre

    la

    na tu ra leza ,

    accin

    qu e

    no puede existir ni reproducirse sin que in te rvenga ,

    desde

    el

    pr imer m om e n t o , no slo la conciencia, sino toda la realidad

    del pensamiento, consciente e inconsciente,

    individual

    o co-

    lectivo, histrico

    y

    ahistrico

    5

    .

    Esta parte

    de la

    naturaleza

    es

    4

    Claude Lvi-Strauss, La pense sauvage,

    Pars ,

    P i n , 1962, pg. 179.

    5

    C/.

    captulo 4: El papel del pensamientoen la reproduccinde las

    relaciones

    sociales.

    20

    21

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    naturaleza apropiada, huma nizada, conver tida

    en

    sociedad:

    la

    historia inscri ta en la naturaleza .

    A s

    pues,

    ha y

    cinco clases

    de

    mater i a l idad cuyo conoci-

    miento,

    cuyo eventual control

    po r parte de l hombre , si el

    hombre logra adquirirlo, y en cualq uie r caso cuyos efectos

    sobre

    el

    hombre

    nopueden se r

    idnticos. Porque

    la

    naturaleza

    no cesa jams

    de

    actuar sobre

    el

    h o m b r e ,

    si

    bien

    no de

    idntico

    modo segn

    que l la

    conozca

    o no, la

    domine

    o no.

    stos

    son los

    problemas

    qu e

    abordamos

    en la

    pr imera par te

    de

    esta

    obra, d onde analizamos las dist inta s form as de apropiacin ma-

    terial y social de la naturaleza , t ra t ando de descubr i r , en la

    organizacin de los dist intos sistemas econmicos y sociales, el

    efecto

    de las

    constricciones materiales impuestas

    por las con-

    diciones

    de

    reproduccin

    de los

    ecosistemas naturales

    en que

    se

    hal lan inmersas

    las

    sociedades

    qu e

    actan sobre ellos

    co n

    objeto de reproducirse.

    ; La nocin de adap tacin designa de hecho las dis t in ta s

    estrategias inventadas por el hombre para explotar los

    recur-

    sos de la

    n a t u r a l eza

    y

    para hacer

    f ren te

    a las

    cons t r i cciones

    ecolgicas

    qu e

    pesan tanto sobre

    la

    reproduccin

    de los re-

    cursos como sobre

    su

    propia reproduccin. Adaptarse

    es a la

    vez someterse a las constricciones, tenerlas en cuenta y am-

    pliar los efectos posi t ivos para el hombre, as como atenuar los

    negativos, mediante

    la

    reglamentacin,

    po r

    e jemplo ,

    de la mo-

    vi l idad

    de los individ uos y de los grupos, l im itan do sus efec-

    tivos, inve ntand o medios para a lmacenar

    lo s

    a l imento s , e t c . ,

    en

    s u m a ,

    oponiendo un a

    prctica material

    y

    social

    a las

    cons t r i c -

    ciones

    mater i a les

    de la

    n a t u r a l eza .

    Desde luego,

    las

    especies

    que nos

    rodean tampoco

    ha n

    podido sobrevivi r

    ms que

    adaptndose has ta

    un

    cier to punto

    a los

    recursos

    y a las

    constricciones

    de su

    m ed i o am b i en t e .

    Pero

    n i n g u n a e s

    capaz

    de hacerse cargo, consciente y

    social-

    mente ,

    como hace

    el

    hombre ,

    de una

    par t e

    de las

    condiciones

    objetivas

    de su

    ex i s t encia .

    Es

    i n d u d ab l e

    que los

    procesos

    de

    adaptacin

    de los

    hombres

    so n

    co n t r ad i c t o r i o s ;

    y

    t ampoco

    so n

    esiables

    si no es

    dentro

    de

    ciertos

    lmites qu e mani f i es tan a la

    vez el contenido de sus relaciones con la naturaleza y de sus

    relaciones sociales, relaciones stas cuyas caracterst icas

    nopro-

    ceden de su voluntad ni de su consciencia. Pero, al mismo

    tiempo, en el caso del homb re los procesos de ada ptac in im-

    plican desde un principio la elaboracin de represen taciones

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    ,:

    '

    .' / : ( | '. '.

    :

    e

    interpretaciones

    de la

    naturaleza

    qu e

    comparten todos

    lo s

    miembros de cada concreta

    sociedad,

    y la organizacin dedis-

    t intas formas de intervencin individual y colectiva sobre la

    natu ra leza b asadas en dichas rep resentaciones e interpretacio-

    nes. Parece necesario, pues, analizar

    po r

    separado

    lo s

    efectos

    que

    t ienen

    sobre

    la organizacin de la

    vida

    social y

    sobre

    el

    proceso de produccin de la sociedad esas material idades

    pro-

    fundamente dist intas, de las que unas t ienen su

    origen

    fuera

    del hombre, en la naturaleza anterior al hombre, mient r a s

    que otras proceden de ste, de su historia, y tienen su origen

    dentro de una form a part icu lar de sociedad que dan por

    pre-

    supues ta .

    Po r supuesto, todas estas distintas materialidades estn vincu-

    ladas entre s , puesto que las que proceden de l hombre ha n

    sido inventadas

    para

    actuar

    (volver a actuar)

    sobre

    las qu e

    proceden

    de la

    naturaleza. Pero

    el

    problema, nada

    f c i l ,

    con-

    siste entonces en saber cules son las relaciones que existen

    entre la s fuerzas materiales (e ideales ) que el hombre

    inven ta

    en una poca determinada y las relaciones sociales qu e s i rven

    directamente de marco y de sostn a su accin sobre la natu-

    ra leza .

    O

    b ien ,

    po r

    emplear

    el

    vocabular io

    de

    M a r x , en cules

    seno

    de un determinado ecosistema y las

    relaciones

    sociales qu e

    intelectuales existentes en una sociedad que se reproduce en el

    seno

    de un

    determinado

    cosistema y las

    relaciones

    sociales qu e

    f unc ionan en dicha sociedad como relaciones de

    produccin .

    L a d i f i cu l tad proviene de que n u n ca ha h ab i d o ninguna .

    sociedad que exista a medias o en f ragmentos : una sociedad

    existe siempre como un todo, como un conjunto art iculado de

    relaciones y funciones todas las cuales so n simultneamente

    necesarias para que la sociedad exista como

    tal,

    pero cuyo

    peso sobre

    la

    reproduccin

    es

    desigual . Esto

    es lo que

    hace

    que la

    reproduccin

    de tal o cual

    tipo

    de

    sociedad

    no pueda

    proseguir m s al l de determinadas variaciones o al teraciones

    de las relaciones

    sociales

    que las

    componen

    y de la

    base mate-

    rial sobre la que se apoya.

    Por lo tanto,

    slo

    mediante la abstraccin puede el pen->

    samiento separar

    la s

    distintas partes

    de un

    todo,

    la s

    fuerzas

    productivas de las relaciones de produccin, y separar

    estas

    do s

    real idades tomadas conjuntamente

    (queen

    adelante

    lla-

    maremos po r cos tumbre in f raes t ructura) de l resto de las

    relaciones sociales

    (que

    pasarn

    a ser las

    superestruc tu ras ) .

    22

    23

    fV l

  • 8/11/2019 godelier(loidealylomaterial)

    8/17

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    R e p a r e m o s d e pasada en' que

    in f raes t ruc tu ra

    y superes t ruc-

    t u r a s

    son una

    mala t raduccin

    de los

    t r m i n o s Grundlage y

    bcrbuu

    u t i l i zados

    po r

    M a r x ,

    El berbau es la cons t rucc in ,

    el ed i f i c io que se levanta sobre lo s c imien tos , Grundlage. A h o r a

    b ien , se v ive en la casa y no en los

    c imientos .

    De m an e r a q u e ,

    lejos de r ed u c i r la s s u p e r e s t r u c t u r a s a una

    r ea l idad

    empobre-

    c i da ,

    o t ra t raduccin

    de

    Marx hubie ra

    podido poner

    el

    acen to

    en su

    im p o r t a n c i a . . .

    En

    c u a l q u i e rcaso, cu an d o m ed i an t e

    la

    abstraccin

    el

    pen-

    sa m ie n to

    separa las partes de un todo y trata de analizar sus

    relaciones, lo que pretende es reconstruir la operacin de la

    pr imera pues ta

    en

    contacto

    de las

    p a r t e s

    qu e

    f orman

    es e

    todo

    para saber

    si tal

    proceso

    se l imi t a ser una

    correspondencia

    im p u e s t a

    de

    a lguna manera desde

    el

    ex ter io r ,

    un

    ajuste rec-

    proco

    de elementos de la prctica social en principio extraos

    lo s unos a los

    otros,

    o bien si, por el con t rar io , el

    proceso

    fu e

    algo

    ms que

    todo eso:

    la

    creacin s imul tnea

    de

    elementos

    de la vida social que desde un princ ipio man tienen una rela-

    cin de recproca correspondencia

    in te rna ,

    debido todo a una

    puesta

    en

    m o v i m i en t o

    de la

    sociedad

    qu e

    t iene

    su

    o r igen l t imo

    en la accin del hom bre sobre la natu rale za.

    Es ev i d en t e q u e ,

    en la

    h i s to r i a ,

    las dos

    versiones posibles

    no se exc luyen , correspondiendo l a pr imera , sobre todo , a l as

    respuestas de una sociedad sumisa a las presiones, es decir, a

    la s i n t r u s i o n es de l ex t e r i o r , y la segunda a una s i tuacin de

    presin in te rna , a una d inm ica endgena de a sociedad. Asi-

    m ism o es evidente que, en el primer caso, la produccin de

    nuevas relaciones sociales

    es en un

    cierto sentido

    un a

    produc-

    c i n s ecu n d a r i a , d e r i v ad a : el efecto de l encuent ro (que puede

    se r ab s o l u t am en t e acc id en t a l) y del a jus te de real idades ya

    presentes

    y

    heterogneas,

    lo

    cual impl ica

    la

    existencia

    de

    rela-

    ciones

    de

    compatibi l idad parcial entre

    esas

    real idades.

    E n

    cuan-

    to al

    segundo

    caso,

    de

    a lguna manera

    no s

    si ta

    f rente

    a los

    mecani smos

    de la

    propia produccin original

    de

    nuevas rela-

    ciones sociales, frente al mecanismo primario de la produccin

    de la

    sociedad.

    Sera por lo menos necesario que tal mecani s -

    mo exist iera. Precisamente en haber hecho de esta pi ttesis el

    hi lo conductor de su pensamiento se basa

    la

    originalidad y la

    im p o r t a n c i a , tan vigente hoy como ayer, de Marx para el des-

    arrol lo de las ciencias sociales y del conocimiento del hombre.

    Pero hay que

    apreciar c l aramente

    en qu se

    convierte

    la

    24

    :

    his to r ia

    segn

    el

    pensamiento tome part ido

    por una u

    otra

    de

    \.

    las dos vers iones , o bien por las dos a la vez. En el

    pr imer

    caso, la

    par te

    del azar parece imponerse a la parte de la ne-

    cesidad

    en el

    proceso

    de

    fabricacin

    de la

    sociedad

    y de

    la ,

    puesta en movimiento de la historia. En el segundo ocurre lo

    contrario. Y en real idad, puesto que am bas ve rsiones no se

    exc luyen ,

    la historia no se reduce a n i n g u n a de las dos. Surge

    de su combinacin , de su concurrencia.

    Lo que vara en la real idad es la parte que corresponde

    al azar y a ^ a necesidad en las circunstancias de l nacimiento y

    de l manten imien to , e f mero o

    duradero,

    de las nuevas

    formas

    de prctica social, de los nuevos modos de organizar la so-

    ciedad. Pero lo que est presente en todos lo s casos, constitu-

    yendo de a lguna manera el mnimo de necesidad intencion l

    que acta en toda sociedad y

    sobre

    el la misma, que fabrica la

    historia y la impele, es la accin misma de las caractersticas

    de sus

    relaciones sociales,

    co n

    desiguales capacidades para sur-

    gi r

    ydesaparecer. Desde luego, es la

    accin

    de los hombres

    lo-*

    qu e hace

    nacer

    y desaparecer su s

    relaciones sociales,

    pero las

    caracterst icas

    de

    estas relaciones

    y su

    capacidad para

    repro-

    ducirse dentro de ciertos lmites no procede de la vo lun tad ni

    de la conciencia de loshombres. Y es la necesidad insoslayable

    de tener qu e someterse a esas caracterst icas lo que

    pone

    en

    marcha y gua los

    procesos

    de erosin, de destruccin,

    de

    ajus-

    te s

    recprocos,

    que hacen en lt imo trmino compatibles la

    presencia

    y la

    accin

    de las

    relaciones sociales

    surgidas por

    separado o a la vez dentro de una nica total idad social , es

    decir, de una sociedad local sometida a las constricciones m a-

    teriales

    de la naturaleza que la rodea, del ecosistema donde

    est inmersa, s in que jams dejen de actuar tales constric-

    ciones.

    Pero si no todos lo s

    componentes

    de la vida social tienen

    el

    mismo

    peso

    en el

    proceso

    de

    produccin-reproduccin

    de

    la

    sociedad, s existe un a jerarqua entre la srelaciones

    sociales,

    segn

    la o las

    funciones

    qu e

    asuman dent ro

    de ese proceso,

    si bien las relaciones materiales- ideales de ios hombres con la

    naturaleza y las relaciones de los hombres entre s , que sirven

    precisamente de sostn, de marco de su accin mater ia l sobre

    la naturaleza, pesan ms que los dems elementos de la prc-

    tica social en el proceso de produccin de lasociedad, en suma,

    si

    existe, po r decirlo en palabras de Lvi-Strauss, un

    indis\

    25

  • 8/11/2019 godelier(loidealylomaterial)

    9/17

    ;

    1

    1

    cutible primado de lias infraestructuras, entonces

    ha y qu e

    concluir

    qu e ,1a parte que corresponde a la necesidad dentro

    de la

    historia

    no se

    reduce

    a;I

    mnimo

    de

    necesidad aintencional

    qu e

    acta

    en toda y

    sobre toda sociedad, sino

    que lo desborda

    ampliamente, s in nunca suprimir , no obs tante , la existencia y

    el pape l de l azar y de la

    contingencia

    dentro de la h i s tor ia .

    Si

    la historia es

    ante todo

    la

    gnesis

    de

    nuevas formas

    de pen sam iento o de sociedad y el paso de una forma de so-

    ciedad o de pensamiento a otra, si ,

    j u n to

    a los accidentes del

    azar

    y las transiciones forzadas, existen asimismo gnesis si-

    mul tneas de elementos diferenciados de la prctica social que

    se corresponden entre s porque responden a un mismo impulso

    procedente de l interior de la propia sociedad, no creados e

    impuestos

    por el

    exterior,

    y si en

    todas

    las

    pocas

    se

    ejerce

    algo as

    como

    un

    p rimado

    de las

    in f raestruc tu ras , entonces

    pa -

    rece

    difcil afirmar que la historia slo es, en todos los casos,

    un efecto de l azar y una irreductible

    contingencia.

    Si n embargo,

    es lo que dice Lvi-Strauss cuando escribe, a propsito de l

    mi lagro

    griego

    y del

    paso

    de l

    pensam iento mt ico

    a la

    f i l o -

    sofa

    en la

    Grecia

    antigua, que lo que

    all sucedi

    no fue ms

    que una ocurrencia histrica que no tiene m s significacin

    que el haberse producido en aque l lugar y en aquel momento,

    pues to

    que ni

    aqu

    ni

    all

    er a

    necesario

    el

    paso,

    y si la

    his-

    toria le

    reserva

    un puesto en primer plano, es ella la que

    otorga legalidad a la contingencia

    i r reduc t ib le

    6

    . Se dira que

    la idea del primado de las

    in f r aes t ruc tura s ,

    tomada de Marx ,

    queda amputada de una pieza indispensable, lo que le resta

    lo

    esencial

    o

    poco menos

    de su

    alcance. Volveremos sobre este

    punto ,

    pero

    antes necesitamos precisar lo que nosotros

    enten-

    demos por la distincin entre infr aestru ctura y superestruc-

    turas .

    La

    cuestin no es

    sencil la;

    ha acarreado numerosos desba-

    rajustes en el pensamiento e incluso en la accin. Recordemos

    que, hace bien pocos aos, determinados discpulos de M a rx ,

    co n

    A l t h u s s e r

    a la

    cabeza , organiza ron

    un

    gran revuelo alre-

    dedor

    de

    esta pareja

    de

    conceptos

    a los que

    hicieron

    da r

    unos

    pasos

    de bailes forzados, por no decir burlescos, dentro de una

    teora que desplegaba una

    ab u n d an t e ; ab s t r acc i n filosfica

    y

    6

    C laude Lvi -St rauss , Du miel aux cendres . Pars, Pi n, 1965, pgi-

    nas

    407-408.

    que, debido sin duda a ese hecho, provocaba intimidacin y

    propagaba la confusin' en el nimo de los especialistasen dis-

    ciplinas

    m s empricas, y tal vez

    tambin

    en el de los

    hombres

    de

    accin.

    Poco apoco, bajo la

    et iqueta

    de Marx, hemos visto

    lanzar al terreno de juego de las

    c iencias

    sociales un modelo

    que representaba a la sociedad como una especie de

    pastes

    compuesto de

    capas

    superpuestas y

    desiguales,

    de las que la

    m s du ra (l a

    infraestructura)

    sostena a las dems ( la s su -

    perestructuras); stas iban perdiendo co nsistencia a medida qu e

    se acercaba uno a la capa superior, compuesta por todas las

    ideas

    e

    ideologas

    qu e

    tienen

    los

    hombres

    en la

    cabeza

    y que

    reflejaran, de manera parcial y de formada , a la vez el interior

    y

    el exterior de su sociedad.

    Se supona que

    estas

    deformaciones no nacan nicamente

    del azar, del error o de la ignorancia. En una gran p arte , se

    consideraban impuestas por la

    necesidad,

    presente en todas

    as

    sociedades

    y

    tomada

    a su cargo por el

    pensamiento,

    de egi-

    imar a ojos de cada individuo el lugar que l ocupa en la

    sociedad y en el universo, hacindolo de tal modo que cada

    individuo contribuya desde su puesto, inferior o superior al

    de

    otros,

    a reproducir sus relaciones

    sociales

    y, en stas, el

    conjunto del edificio social.

    De ah que la

    produccin

    y la

    asuncin compartida

    de

    estas

    representaciones deformadas-deformantes sobre

    los

    hombres,

    su

    sociedad y la naturaleza que los rodea, se consideraran los agen-

    tes que insti tuan inmediata y necesariamente, entre cada in-

    dividuo y sus condiciones reales,

    infraestructurales,

    de vida,

    toda una serie de relaciones imagin arias que lim itaban y se-

    cuestraban el progreso del pensamiento y de su accin.

    Nada haba de verdaderamente nuevo en

    esta

    teora ni

    tampoco era del

    todo falsa. Quien haya frecuentado,

    po r

    poco

    qu e

    sea,

    la

    historia

    o la

    antropologa,

    o

    sencillamente haya

    ,

    observado

    la

    vida cotidiana,

    no

    ignora

    que los

    individuos

    pueden mantener

    relaciones

    imaginarias

    con sus

    condiciones

    de

    existencia, luego consigo mismos

    y con los

    dems.

    Y

    todo

    el mundo sabe que las ideas tambin pueden servir para legi-

    timar un orden social, hacer aceptar la s relaciones de domina-

    cin

    e

    incluso

    de

    opresin entre

    los

    estamentos,

    la s

    castas

    y

    las

    clases

    qu e

    pueda haberse

    en ese

    orden social,

    o

    bien

    se r

    todo su fundamento.

    Pero un a

    teora

    tambin debe tener en cuenta el hecho

    26

    27

  • 8/11/2019 godelier(loidealylomaterial)

    10/17

    L

    de que esas relaciones

    imaginarias

    rio son tales para

    quienes

    la s creen

    y

    actan

    en

    consecuencia,

    o

    b ien

    el

    hecho

    de que las

    ideas que ha n servido para legit ima r: un orden social pueden

    volverse maana cont ra

    l

    y

    servir

    para des t ru i r lo . Aunque no

    todo era falso

    en

    es a teora, s resul t aba fa lsa f rente a los

    hechos dist intos

    o

    contrarios

    qu e

    dejaba

    de

    l ado .

    Po r

    nuestra parte,

    nosotros

    habamos elegido

    un

    camino

    dist into

    un a

    decena

    de

    aos antes.

    En

    contacto

    con los

    t raba-

    jos de los antroplogos y de los historiadores, en especial los

    de la Ant igedad y de la ^ Edad Media , no s haba parecido

    imposible retomar tal cual las nociones de infrae struc tura y

    superestructuras.

    D os

    hechos,

    sobre todo, no s

    hicieron exami-

    nar con

    mayor detal le

    la s

    real idades

    qu e

    designaban esos tr-

    minos ,

    y ese examen nos oblig siempre a plantearnos la mis-

    ma pregunta: qu parte

    corresponde a las

    ideas,

    a lo ideal,

    en el

    funcionamiento

    de las

    relaciones sociales? Qu par te

    corresponde

    al pensamiento en la produccin de la sociedad

    y

    en su

    reproduccin?

    7

    .

    El primero de estos hechos fue la constatacin de que

    n inguna

    accin mate rial del hombre sobre la naturale za, entin-

    dase ninguna accin intencional , querida por l , puede real i -

    zarse

    si n

    recurrir, desde

    su salbores en la

    in tencin ,

    a las

    rea-

    l idades ideales,

    a las

    representaciones,

    lo s

    juicios

    y los

    pr in -

    cipios

    de l

    pensamiento

    que en

    n ingn caso ser an n icamente

    reflejos mentales de las relaciones materiales originadas f ue ra

    de l e n tendim ien to , an ter io res y ajenas al en t en d i m i en t o .

    Y estas real idades ideales tampoco parecan ser de una

    nica clase. Jun to a represen taciones de l a naturaleza y del

    hombre , encont ramos represen taciones

    de l

    objet ivo,

    de los me-

    dios,

    de las

    etapas

    y de los

    efectos

    que se

    esperan

    de las ac-

    ciones de los hombres

    sobre|

    l a na turaleza y sobre s mismos,

    representaciones que al mismo t iempo organizan una secuencia

    de acciones y legit iman el lugar y el estatus de los actores en

    la sociedad. Representaciones q ue explican quin debe hacer

    algo, cundo, cmo

    y por

    qu.

    En

    suma,

    en el

    corazn

    de las

    7

    Una pr imera formulacin de nues tras reflexiones sobre este tema fu e

    objeto de un ar tculo aparecido en l H omme en 1978 y ti tulado La par t

    idelle

    du

    rel.

    En la

    segunda par te

    de

    esta obra,

    qu e

    incluyeas imismo

    el cap tulo a que hemos alu dido un poco antes sobre el papel del pen-

    samiento en la

    reproduccin

    de las relaciones

    sociales , presentamos

    al

    lector una versin ampliada y reelaborada de ese texto.

    28

    relaciones materialesde l hombre con la naturaleza, aparece uha

    v

    f ^

    p a r t e

    ideal

    d o n d e

    se

    ejercen y' se mezclan

    la s

    tres

    f unc iones

    J

    ' ' " .

    de l

    pensamiento :

    represen tar , o rgan izar y

    legi t imar

    la s rea-

    ;\

    cones de los

    h o m b r es ' en t r e

    s y con la

    naturaleza.*"

    ? ; , ; ,

    La demo s t racin hecha a propsito de las

    ac t iv idades

    m a- :

    te r ia les de los

    hombres puede repet i rse as imismo para todas

    la s

    d em s

    ac t iv idades

    h u m an as , p ar a

    cua lquie r

    otra relacin social ,

    de paren tesco , de autor ida d, e t c . Puen en toda relacin social . .. ,

    ex is te un a par t e ideal qu e aparece a la vez como una de

    la s

    condic iones propias de l n ac i m i en t o y la reproduccin de esa

    relacin

    y como su esquema de o rganizacin in terna , como un a

    par te de su

    a r m ad u r a , com o

    la

    par t e

    de esa

    re lacin

    que

    existe

    , ..

    en el

    p en s am i en t o

    y

    q u e ,

    por eso mismo,

    fo rma par te

    de l

    pen-

    samiento ,

    Pero adelan tmo nos en seguida a los contrasentidos y la s

    f

    f

    |

    acusaciones de mala fe. Porque decir que toda relacin social

    existe al mismo t iempo en el pensamiento y

    f ue ra

    del pensa-

    m ie n to

    no

    impl ica

    en

    absoluto

    qu e

    toda

    la

    relacin

    se

    reduzca

    al

    pensamien to de donde se deduce. S lo quier e deci r que e l

    pensamien to no existe como

    ins tanc ia

    separada de las rela-

    ciones sociales, como una s upe restru ctura donde iran a refle-

    jarse a posteriori y deformados los dems componentes de la

    real idad

    social,

    de una

    real idad nacida fuera

    de l

    pensamiento

    y

    al m a r g en de l pensamiento , y sobre la que ste

    so

    ejercera

    un a accin retrospectiva, accin tanto menos ef icaz cuanto que

    par t i r a de representaciones m uy d e f o r m ad as de lo real .

    De todos modos, lo dicho no impl ica tampoco que en el

    pensamien to

    todo se reduzca a las condiciones sociales e his-

    tricas

    en que se

    ejerce,

    ni por lo

    t an to t ampoco

    su

    con ten ido ,

    como se deducira en caso contrario. Porque el pensamiento del

    hombre

    no

    consiste

    en

    abso luto

    en el

    hecho

    de que el

    h o m b r e

    tenga un cuerpo y un cerebro, gracias a los cuales t ambin

    tiene la capacidad de aprehender y de construir relaciones,

    relaciones entre las relaciones, etc., en suma, la capacidad de

    pensar. Siempre hay en el ejercicio de l pensamiento algo qu e

    desborda el momento h i s t r i co y las condiciones materiales y

    sociales

    de

    este ejercicio, algo

    qu e

    remite

    a

    otra real idad

    y a

    otra

    h is tor ia

    d i s t in ta

    de la del

    hombre, alguna cosa

    qu e

    remite

    a la historia de la naturaleza , an ter ior y exterior,

    pero

    al m i s m o ;'

    t i empo in ter io r ,

    a la del

    hombre , pues to

    que lo ha

    do tado

    de

    ;

    un

    organismo material (el cuerpo) y de un rgano (el cerebro)

    29

  • 8/11/2019 godelier(loidealylomaterial)

    11/17

    : .

    -

    ..:"

    :

    l

    . : i

    :

    :

    ,

    h

    i

    , .i" 'I

    ^

    1

    'i i

    ' :

    '

    los

    calusa d Florida se hin encon trado j e ra rqu as soc ia les

    estables en forma de t tulos, rangos e inc luso , en tre lo s ca lusa ,

    castas , en la c u m b r e de las;

    cuales

    la s a r is tocrac ias do m i n a n

    a las gentes de l comn , l lamadas perros pestosos, hasta el

    punto de tener derecho de vid'a y muerte sobre los e s c l av o s " .

    Pero la arqueologa no s in fo rma a n ms, puesto que nos

    p e r m i t e a d i c i o n a l m e n t e s i tuar en el

    t i e m p o

    y

    loca l izar

    en el

    espacio

    lo s

    lugares

    y las

    pocas donde

    se han

    desar ro l lado ,

    no

    slo a s

    p r imeras soc iedades

    de

    c lases , s ino

    la s

    p r imeras fo rmas

    \

    de Estado : e l an t iguo Egipto, Mesopo tamia , Mesoamr ica , Ind ia

    septen t r iona l , Ch ina . Todo estos espacios, anteriorm ente poco

    hab i tados

    o

    deshab i tados , s lo pudieron

    se r

    puestos

    al

    servicio

    de los hombres y de los dioses mediante un considerable es

    :

    f ue rzo

    mater ia l y soc ia l ,

    fuera

    de l

    alcance de las primeras so-

    ciedades agrarias o agropastoralcs del neoltico. Yall esdonde

    aparecen

    la s

    p r imeras c iudades

    12

    , constru idas como

    lo s

    pobla-

    dos neolt icos

    alrededor

    de un

    centro ceremonial

    donde

    residen

    y viven los dioses a los que sirven permanentemente los

    sacer-

    dotes, los artesanos, los criados y los

    esclavos,

    en suma, una

    pob lac in seden ta r ia

    y en

    ade lan te espec ia l izada

    en las

    tareas

    idea les

    y mater ia les qu e

    g lor i f i can

    a los dioses y

    benef ic ian

    a

    lo s homb res , man ten id a po r e l t raba jo de la comun idad agrcola

    o ag ropasto ra l , qu e v ive den tro de la c iudad o en los alrede-

    dores

    y

    q u e

    se

    iden t i f i ca

    co n

    el

    dios o

    el

    rey que reina. Ah es

    donde se realiz la separacin de

    funciones

    y de clases entre

    sacerdotes,, guerreros y los que ac tua lmen te l lamar amos t ra -

    bajadores

    agricul to res ,

    ganaderos, artesanos,

    comercian tes;

    y

    esta

    misma separacin

    hace

    necesario

    el

    Estado para volver

    a combinar , en o tro p lano , lo que ha quedado separado , para

    u n i f i c a r lo que se ha dividido, para mantener cada estamento,

    cada casta y cada clase en su lugar dentro de la j e ra rqu a

    de las cosas v i s ib les e

    invis ib les

    que componen e l un ivers o .

    sta

    es la razn de que

    el

    Estado, en sus orgenes, pertenezca

    al m u n d o de lo sagrado y de que qu ienes lo encarnan o lo go-

    biernan sean dioses qu e viven entre los hombres , como el fa-

    11

    C .

    John

    M .

    Goggin

    y

    W il l iam Sturie rant , The

    Calusa,

    a

    Stra t i f ied,

    non Agricu l tura Socie ty, en W.

    ;

    Goodenough (ed. ), Explorations

    in

    Cultural An thropology ,

    Nue va Yo rk , Mc G ra w

    H i l l ,

    1964, pgs. 179-220.

    12

    Cf .

    la obra clsica de Ro be r t Ada m s

    Th e

    Evolution of Urban

    Socie ty . Early Mesopotamian and Prehstoric Mxico, Londres, Weisen-

    feld and Nicolson,

    1966.

    3 4

    f

    i

    .'

    ;

    ran

    13

    y el

    Inca,

    o

    bien hombres

    tan

    p rximos

    a los

    dioses,

    como

    es el

    caso

    de

    los reyes

    smenos , qu e

    todos,

    los

    aos

    se

    u n a n

    en las

    p ro fundidades

    de l

    templo

    co n

    I n a n n a ,.l a diosa

    de l amor, realizando as, con su directa ayuda divina, un rito

    de fe r t i l idad que f ecundaba e l v ien t r e de la s mujeres y multi-

    plicaba las

    cosechas

    y los rebaos'

    4

    .

    Pero nada

    de

    esto

    desborda

    lo que

    para nosotros

    slo

    es la

    parte imaginaria de los servicios que prestaba el soberano. En

    la lista de los deberes sagrados del monarca sumerio , su primera

    ocupacin consista

    en

    de fender

    el

    te r r i to r io

    de la

    c iudad ,

    pa -

    t r imon io d el dios, hacer

    la

    guerra

    y

    proteger

    a sus

    subd i to s ;

    la

    segunda consista en crear, mantener y extender el sistema de

    canales de irrigacin que aportaban al pas fe r t i l idad , prosperi-

    dad y bienestar. La

    l t ima ,

    para terminar, consista en hacer

    re inar

    la

    jus t ic ia ,

    en

    velar

    por que los pobres y los

    dbiles

    no

    f u e r a n

    opr imidos

    por los

    ricos

    y los

    poderosos '

    5

    .

    Su s

    poderes

    sobre e l mundo invisible deban demostrarse, pues, en el m u n d o

    vis ib le donde se desar ro l laba la v ida co t id iana de su pueb lo .

    Esta amalgama

    de servicios, algunos de los cuales hoy nos pa-

    recen

    absoluta ment e imaginarios, pero otros absoluta mente rea-

    les, aportaba

    las

    razones para

    que los

    miembros

    de la

    comun idad

    aceptaran el ejercicio de su poder y su dominacin

    16

    .

    Puede apreciarse hasta

    qu

    pun to

    la

    domesticacin

    de las

    13

    C{ .

    He n r i F ra n c k fo r t ,

    La

    royante

    et les dieux,

    Pars , Payo t ,

    1961:

    E n el Prximo Oriente de la Antigedad se consideraba que la realza

    era la base misma de la Civilizacin. A sus ojos,

    slo

    los salvajes podan

    viv i r sin rey. Pero si se considera la realeza

    como

    un a ins t i tuc in pol-

    tica,

    no s

    colocamos

    en un

    pun t o

    de

    vista

    que los

    ant iguos

    no

    hubieran

    podido comprender. En e fec to , segn nosotros, esto impl ica que la pol-

    t ica

    humana puede ser estudiada en s misma.Pero, a ojos de los anti-

    guos y segn su experienc ia , la vida formaba parte de una vasta re d

    de conexiones qu e sobrepasa la s comunidades loca les y nac ionales, ex -

    tendindose

    hasta las profundidades secretas de la na tura leza y de las

    potencias

    que la gobiernan.

    Todo

    lo que tena una

    significacin

    estaba

    incrustado ,

    inserto

    en la

    vida

    de l

    cosmos,

    y precisamente la funcin

    del rey consist a en mantener la a rmona de esa in tegrac in (pg. 17) .

    14

    C .

    S , N. Kramer,

    Le Mariage Sacre,

    Pars, Bcrg

    I n t e r n a t io n a l ,

    1983.

    Espec ia lmente

    el cap tulo 2,

    pgs. 55-80.

    15

    Ibidem, pg.

    29 .

    16

    C .

    H . F ra n c k fo r t , op. cit.: E pod er del fara n sobre sus subditos

    no

    acababa con la muerte y hay que recordar que tal

    poder

    no era per-

    cib ido como una t i rana , que se aceptaba de buen o mal grado, sino que

    se vea como la relacin que determinaba la funcin y el lugar que ocu-

    pa ba

    en e

    m u n d o cada subdito (pg. 89).

    35

    ;

  • 8/11/2019 godelier(loidealylomaterial)

    14/17

    ~ M

    fov

    plantas y

    los

    animales, el

    'desarrollo

    de nuevos artes y oficios,

    t ransformaron

    las antiguas

    relaciones

    que mantenan las socieda-

    de s preneolticas de cazadores^recolectores con la naturaleza. Si

    tomamos, con todas las

    reservas

    que se imponen, el ejemplo de

    los aborgenes

    australianos

    para esclarecer el funcionamiento de

    esas sociedades desaparecidas hace tanto tiempo,

    se

    constata

    qu e

    en

    esas sociedades, como en las sociedades de castas o de clases,

    no todo el mundo tiene acceso del mismo modo a los

    poderes

    invisibles

    qu e controlan la reproduccin de la naturalezasilves-

    tre y del propio hombre; ciertas secciones o ciertos clanes se

    encargan de actuar sobre

    el

    Sol, mientras que otros lo hacen

    sobre

    la Luna, otros sobre la Serpiente pitn seora de la llu-

    via ,

    e tc .

    17

    . Pero todos

    tienen qu e

    hacer

    su

    par te

    y

    cooperar para

    rep roduc i r e l

    orden

    de l mundo . De l mismo modo, cuando se

    trata de las ceremonias de iniciacin o de los r itualesde ferti-

    l idad,

    todos

    cazan,

    recolectan

    y pescan, no

    para ellos sino

    para

    reproducir su comunidad en tanto que tal comunidad, para co-

    municarse

    con las fuerzas del universo que sustentan la exis-

    tencia. Y ese trabajo material adicional es puesto por todos

    al servicio de

    todos.

    En

    las sociedades de

    estamentos,

    de castas o de clases, las

    funciones estn separadas

    y el acceso a los

    dioses tiende

    a estar

    reservado

    a

    unos pocos.

    El

    t rabajo

    adicional de

    todos para todos

    se convierte

    en

    trabajoae casi todos para los

    qu e

    desde entonces

    encarnan los intereses generales de la comunidad. Queda as

    abierto el

    camino

    para que el

    poder ligado

    a la

    funcin

    se

    con-

    vierta en

    poder

    de

    explotacin,

    y

    para

    que el

    trabajo adicio-

    na l puesto al

    servicio

    de

    todos

    se

    convierta

    en

    trabajo exce-

    dente.

    En tales contextos

    es

    donde aparecieron

    el

    derecho,

    las ma-

    temticas

    y la

    astronoma,

    y

    donde

    a

    veces

    la filosofa

    arrebat

    su

    puesto

    a la teologa y la mitologa

    18

    . Es difcil pensar, como

    afirma

    Lvi-Strauss

    d el

    m undo gr iego ,

    qu e

    tampoco aqu

    era el

    paso necesario. Con lo que en

    absoluto quiere decir

    qu e

    todo

    se a con t ingen te en la o rgan izacin

    in te rna

    de la s sociedades,

    puesto que, para l, dentro de cada una de las estructuras con-

    17

    C/. C . G. Branden tein , T h e M ean i n g of Section and Section

    a m e s ,

    en

    Oceana

    XVI (1)

    ( s e p t i e m br e

    de 1970),

    pgs.

    39-49.

    18

    C/.

    la

    clsica obra

    d e H .

    F r a n c k f o r t ,

    J.

    W i l s o n

    y Th.

    Jacobsen,

    Befare Philosophy, Londres , Pel i can Books , 1949 (1 .

    a

    ed.), reeditada cons-

    t antemente .

    36

    cretas que componen conjuntamente, una sociedad concreta reina

    un

    determinismo estricto,

    el de las

    propias condiciones

    de

    fun-

    cionamiento

    de esa estructura. Y en tre

    estas estructuras

    y las

    dems existen

    relacionesd ecorrespondenciay de

    compatibilidad,

    sin qu e ninguna necesidad interna

    rija

    su copresencia en el seno

    de la

    misma

    sociedad, copresencia qu e

    dependera

    en

    todo caso

    de

    inverificables

    factores

    probabilsticos.

    Para l, la historia

    parece

    servir ante todo de pretexto y de

    ocasin

    para desencadenar

    el

    juego

    de l

    p e n sa m ie n to

    salvaje o

    domstico plante ndole situaciones contradictorias y est ructu ras

    de contrad iccin sobre las que pensar

    ".

    Si bien estamos de

    acuerdo

    con l en el

    segundo punto,

    no lo

    seguimos

    en el

    pri-

    mero. Puesdnde encontrar , f u e r a

    de la

    m u t c r i a

    y

    de la r iqueza

    de las

    contradicciones,

    fuera de las situaciones y de las estruc-

    turas contradictorias que el

    hombre produce

    al

    actuar sobre

    la

    naturaleza

    y sobres

    mismo,

    la s

    razones

    que

    hacen

    que las

    socie-

    dades

    se

    dividan dentro

    de s

    mismas,

    que el pensamiento se

    oponga

    a s

    mismo,

    en

    suma,

    qu e

    hacen

    qu e

    tengamos

    un a

    his-

    toria ms abundante en necesidad que en azar?

    Regresemos

    al

    punto

    d e

    partida

    de

    estos anlisis, puesto

    q ue

    conviene

    volver a examinar la distincin entre

    infraestructura

    y

    superestructura debido

    a la

    activa presencia

    de l pensamiento

    en el corazn de las actividades materiales del hombre. Las

    relaciones sociales no soncosas. No existen sin la intervencin

    y la accin de los hombres, que las producen y lasreproducen

    a diario , lo que no implica que se reproduzcan cada vez idntica s

    a como eran la vspera o el da anterior. Todas las

    relaciones

    son

    realidades

    en

    f lujo,

    en

    movimien to ,

    y en ese

    movimien to

    se

    deforman en mayor o menor medida , se

    a l te ran ,

    se

    erosionan

    co t id ianamen te ,

    desaparecen o se metamor foseana un ri tmo

    imperceptible o brutal, segn el tipo de sociedad a que

    perte-

    nezcan.

    Pero,

    puesto

    que el

    pensamien to

    no es una

    instancia

    separada de las

    relaciones sociales, puesto

    qu e n inguna

    sociedad

    t iene

    ar r iba ni

    abajo

    ni se compone de capas

    superpuestas,

    te -

    nemos

    qu e sacar laconclusinde que la distincin en t re i n f r a e s -

    t ruc tu ra y

    superest ructuras ,

    si es que

    retiene

    a lgn sentido, no

    es una

    distincin

    d e

    niveles

    o de instancias lo mismo que no es

    un a

    distincin entre

    inst i tuciones. Y

    precis amente este hecho

    h a

    "C. Lvi -St rauss , La Pense sauvage, op. cit.. pgs . 124 y 127.

    37

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    fiflllffl|

    ,. , . .

    i |

    :

    ;

    '

    : ; : . ' . ' : '

    sido el segundo punto

    de

    partida

    de

    nuestra ref lexin sobre

    la

    nocin

    d e

    i n f r a e s t r u c tu r a .

    '

    ,

    No nos extenderemos i

    sobre

    este punto, pues nos parece

    que se han

    logrado

    resultados importantes gracias a lasd iscusio -

    nes de lo s

    antroplogos

    y

    determinados historiadores

    de

    la

    A n-

    tigedad sobre

    lo s

    lugares

    y las

    fo rmas

    de la

    economa

    en las

    soc iedades an t iguas o no occidentales. L a mayor parte de los

    economistas, cualquiera que sea su ideologa, tienen una visin

    p r o f u n d a m e n te

    e tnocn tr ica

    de la

    economa

    que los

    conduce

    a

    buscar es pontn eam ente, en todas las sociedades, la exis tencia

    de instituciones y de relaciones econmicas separadas y

    dife-

    renc iadas de las relaciones sociales, como las que hay en la

    soc iedad cap i ta l is ta occ iden ta l , s iendo

    as que la

    p roducc in

    y

    e l in te rca mbi o de b ienes se desenvuelve en lugares e

    in s t i tu -

    ciones

    qu e

    sirven

    de

    sostn

    al

    f u n c io n a m ie n to

    de las

    relaciones

    de parentesco, de las prcticas religiosas y de las relaciones

    pol ticas

    ( fami l ia ,

    Igles ia, Estado ). Corresponde a K. Pola nyi el

    mri to de

    haber demostrado

    que a

    economa

    no

    ocupa ,

    en las

    sociedades y en la historia, los mismos Jugares y as mismas re-

    laciones sociales, sino qu e cambia de fo rma segn qu e est o

    no

    empo trada

    en el

    f u n c io n a m ie n to

    de las

    relaciones

    de

    paren -

    tesco o de las relaciones pol tico-religiosas. D e todos modos,

    a u n q u e l a

    teora

    de

    Po lany i

    no s

    desp ie r ta

    a lgunas

    reservas

    20

    , el

    resu l tado

    de

    la s

    d iscusione s a que d io lugar ha perm it ido vo lver

    a examinar la noc in de re lac iones soc ia les de p roducc in ,

    que para Marx de f ine la es t ruc tu ra econmica , lo s c imien tos

    (Grundlagc)

    sobre

    los que se

    alza

    el

    ed i f ic io

    (berbau) de

    cada

    sociedad. Hemos

    aislado,

    pues , la s

    relaciones

    de

    produccin

    de l

    con jun to de las

    relaciones materiales

    e

    ideales

    de los

    hombres

    con la na tu ra leza . En una p r imera

    e t apa ,

    hab r a que expl ic i ta r

    la

    de f in ic in

    de

    relaciones

    de

    p roducc in , desembarazndo las

    de

    toda referencia a cualquier sociedad particular. D e este modo

    se hace

    ev iden te

    que las

    relaciones

    de

    produccin

    son las

    rela-

    ciones

    entre

    los hombres ,

    cualesquiera

    qu e

    sean

    en

    concreto ,

    20

    Cf .

    m s ade lan te , cap tu lo 5 . En 1962t u v im o s c o n o c im ie n to de la

    obra de P o l a n y i a t ravs

    de

    la

    po lmica

    que

    haca

    es t ragos e n t r e los an-

    troplogos

    p a r t i d a r io s

    y adversar ios

    d

    su s

    categoras

    economa

    sus tan -

    ; tiva

    y economa fo rmal. Antes que

    nosotros,

    C. Meil la s soux

    hab a

    reci-

    b i d o la i n f l u e n c i a de Po lany i en Estados U n id o s . Fu e m u c h o d esp u s

    c ua n do e n F ra n c i a

    d e b a t i e ro n

    los h is to riadores con los a n t r o p l o go s la

    obra de Po lany i en la revis taAnnales ES C

    ( n o v i e m br e -d i c i e m br e

    de 1974) .

    i

    que asumen

    una,

    o t r a ' b;las

    tres

    func iones s igu ien tes: de te rm inar

    la

    forma social del

    acceso

    a los recursos y

    al control de ,

    la s

    condic iones de la produccin; organiza ' r el desenvolvimiento del

    proceso de t raba jo y ^ is t r ibu ' i r a los miembros de la sociedad

    en ese proceso; y determinar la forma social de la circulacin y

    la red i s t r ibucin

    de los

    p roduc tos

    de l

    t raba jo ind iv idua l

    y co-

    lectivo.

    A

    p a r t i r

    de ah ha sido posible demostrar que en deter-

    m i n a da s sociedades las relaciones de parentesco (aborgenes

    aus-

    t ra l i anos ) ,

    las relaciones pol ticas (Atenas en el siglo v) e incluso

    la s

    relaciones pol tico-religiosas (antiguo Egipto)

    funcionan

    al

    m i s m o tiem po como relaciones de producci n. Este r e sul tado ,

    qu e

    converge

    con las conclusiones de Po lany i ,

    nunca hab a s ido

    ten ido

    seri ame nte en cu enta por los antroplogos y los histo-

    r iado res marxis tas . En el plano terico, cabra resumirlo como

    sigue: la

    d i s t inc in

    en tre

    la s

    relaciones

    de

    produccin

    (ss

    decir ,

    la in f raes t ruc tu ra

    a m p u ta d a

    de las

    fuerzas p roduct ivas)

    y las

    dems relaciones sociales

    (las

    superestruc tu ras) es una d is t inc in

    de

    fu nc in

    y no,

    salvo excepciones,

    un a

    d i s t i n c i n

    d e

    institucio-

    nes. Pero la excepcin existe: la encontramos en nuestro propio

    s is tema

    socioeconmico. Y esta excepcin es la que ha permitido

    al

    siglo

    x ix

    cap ta r con mayor c la r idad la impor tanc ia de las

    ac t iv idades

    mate riales y de las relaciones econmicas en el

    m e c a n i s m o de la produccin y la reproduccin de las sociedades,

    arrojando as una nueva luz sobre toda la historia (pasada y

    f u t u r a )

    de

    la

    h u m a n i d a d .

    El

    anl i s i s

    de las relaciones sociales de produccin, de sus

    lugares,

    de sus

    fo rmas

    y de sus

    efectos,

    nos ha

    permit ido rep lan -

    tear el

    p rob lema

    de lo que se

    l lama

    el

    predomin io

    de tal o

    cua l

    ins t i tuc in

    ( superestruc tu ra )

    sobre

    e l func ionam ien to de l

    conjunto

    de una sociedad. L o

    cua l

    nos ha

    conducido

    a

    oponernos

    a Lou is D u m o n t

    2I

    , pues nosotros pensamos que ha hecho falta

    algo

    ms que la

    religin para

    que la

    religin domine

    la

    vida

    social y modele a s jerarquas sociales como ocurra en laa n t ig u a

    Ind ia de los reinos y del sistema de castas.

    En efecto ,

    si

    bien

    en

    toda

    sociedad

    existen relaciones sociales

    qu e

    o rgan izan el f u n c io n a m ie n to

    d el parentesco, lo s

    mecanismos

    de la

    au to r idad

    y del poder , la

    comunicacin

    con los

    dioses

    y

    con los an tepasados , no en todas predominan la s relaciones de

    parentesco, las relaciones pol ticas ni las relaciones religiosas.

    21

    C/.

    cap tu lo 3.

    ..-,.,

    38

    39

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    '

    ; I

    1

    ' '? > r

    ;

    f l i , ' , ' : ' ' ' ' ''

    :

    Desde un

    cierto

    punto de vista, el concepto

    falta porque,

    en

    la

    realidad,

    son las

    relaciones

    de,

    parentesco

    las que

    asumen

    es a

    funcin en la s

    sociedades cuyo "pensamiento analiza

    Lyi-

    Strauss, y de estas delaciones s que se ocupa en

    otro

    lugar y

    de

    otro

    modo.

    Pero

    tambin trata

    del

    parentesco en su

    funcin

    principal, separada

    de las

    dems

    funciones,

    la s

    econmicas

    y las

    polticas.

    De ah que se

    mantenga

    un a

    visin etnocntrica

    de

    la economa, lo cual no impide el anlisis estructural de l paren-

    tesco

    o de la

    mitologa,

    pero

    limita

    su

    alcance, detiene

    en

    parte

    su desenvolvimiento.

    No se malentienda el sentido de nuestro debate con Lvi-

    Strauss. A l debemos el desarrollo y la aplicacin del mtodo

    es t ruc tu ra l al an lisi s de hechos sociales tan complejos e im-

    portantes como las relaciones de parentesco, las formas del pen-

    samiento y

    las

    formas

    artsticas. En estos

    inmensos campos,

    donde

    a b u n d a n

    l as

    pseudoteoras,

    s usresultados so n

    insust i tu ib les

    y lo s

    admiramos, retomando

    el

    mtodo est ructura l

    po r

    nuestra

    cuenta cuando

    hay que

    avanzar

    en los

    campos

    que no ha

    abor-

    dado

    Lvi-Strauss. Adems, estamos convencidos de que es

    errneo sostener que es el mtodo estructu ral en s lo que detiene

    a Lvi-Strauss

    a

    :

    es l, y no el mtodo, quien detiene su pen-

    samiento ante fenmenos mayores que no figuran en su pro-

    grama

    de l

    momento

    26

    . Pero esta detencin

    no

    carece

    de

    con-

    secuencias,

    que el propio

    Lvi-Strauss

    ha

    querido subrayar:

    . . . al ser

    nuestro objetivo aqu

    ^esbozar un a

    teora

    de las su-

    perestructuras, es inevitable,

    po r

    razones de mtodo, que con-

    cedamos a stas un a atencin privilegiaday que d la sensacin

    de que ponemos entre parntesis, o situa mos en un rango su-

    bordinado , los

    fenmenos mayores

    que n f i g u r a n en

    n u e s t r o

    programa del momento.

    27

    No se le puede reprochar, como

    serva a . . . la historia asist ida por la demograf a , la tecnologa, la geo-

    graf a his t r ica y la e tnografa la tarea de desarro l lar el es tudio de

    la s

    i n f r aes t r u c t u r a s ;

    y,

    refirindose

    al

    efecto

    de

    la i n f r aes t r u c t u r a

    sobre

    la

    mi to loga de los mu r n g i n ,

    escribe

    en la pgina 124: S e co mp r u eb a ,

    pues ,

    en un sentido, el p r i mad o de la i n f r aes t r u c t u r a : la geograf a , el

    c l i ma ,

    su

    repercusin

    en el

    p lano

    biolgico,

    en f r en t an

    al

    p en sami en t o

    indgena a una s i tuacin con t radicto r ia. . . .

    25

    Cf .

    H .

    Lefebvre, L ido logie

    s tructuraliste,

    Pars,

    A n t h r o p o s ,

    1971

    (co leccin Point s ) , s ingularmente Claude Lvi -St rauss y el nuevo eleatis-

    mo, pgs. 45-110.

    26

    La pense

    sauvage, pg. 155.

    27

    Ibidem.

    .

    ,i

    ' ' ' . : : ,

    ' .

    hacen tantos crticos con

    a

    mayor ligereza, que haya elegido

    es a

    parcela dentro

    de

    la divisin intelectual

    de l

    t rabajo qu e

    existe

    actualmente en las ciencias

    hu m a n a s .

    Nuestras

    ltimas palabras sern de agradecimiento a Marie-

    lisabeth

    Ha n d m a n .

    Si los

    lectores encuentran alguna claridad

    en este

    l ibro,

    a lguna

    proporcin

    en la construccin, a ella se lo

    deben en gran medida. Un poco ms de la mitad de esta obra

    haba sido

    y a

    objeto

    de

    artculos aparecidos

    en uno u

    otro

    lugar ;

    el

    resto estaba

    en

    estado

    de manuscri to ,

    donde

    el

    pensamien to

    an no haba acabado de cuajar y el estilo segua siendo el de

    los primeros bosquejos.

    Todos

    los textos han sido vueltos a

    escribir y, con la excepcin del captulo

    2

    sobre la apropiacin

    de la

    naturaleza, todos

    ha n

    sido retocados

    y

    reconstruidos

    te -

    niendo

    en

    cuen ta

    el

    estado actual

    de

    nuestras reflexiones.

    E n

    cuanto a los textos inditos, ha sido menester darles forma,

    reducirlos, pulir los,

    ajustados. En

    cada

    una de

    estas etapas,

    Marie-lisabcth

    Handman nos ha dispensado desinteresadamente

    la

    a y u d a

    de sus

    preguntas ,

    que nos

    ob l igaban

    a

    precisar mejor

    e l

    fondo, y la fuerza de un

    r igor implacable para

    l impiar ,

    c l a r i f i -

    car y e l iminar la s pesadeces de una fo r m a qu e nosotros qui-

    siramos que fuese todo lo lmpida posible, una forma que se

    negara

    a

    buscar

    po r

    adelan tado

    su

    pblico entre

    unOs

    cuan tos

    cmplices, una

    fo rma

    qu e

    slo tuviese

    po r

    ob je to ,

    lo

    cual

    es

    mu y d i f c i l de

    conseguir , presentar

    en

    toda

    su ampl i tud un

    pensamiento

    f ragmen tar io . Q ue

    desde aqu reciba nuestro

    agra-

    decimien to .

    M A U R I C E

    G O D E L I E R

    Pars,

    13 de febrero de 1984

    42

    43