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  • CULTURA

    JAVIER GOM LANZN 7 JUL 2012 - 00:23 CET 3

    PENSAMIENTO

    El relativismo es belloEs necesario desacralizar el espacio pblico y devolver sus verdades a una deliberacin racional

    Archivado en: TizianoTiziano LiteraturaLiteratura EspaaEspaa CulturaCultura

    Si la figura de Juan el Bautista vox clamantis in deserto produjofortsima conmocin entre los judos piadosos de su poca se debia que con l, tras largos siglos de silencio, pareca haber regresadoa Israel el espritu de Dios. La profeca haba abundado antes,durante e inmediatamente despus de la deportacin de los judos aBabilonia (siglo VI antes de Cristo), pero en una etapa ms tarda sehaba apagado la llama de esa inspiracin y haba sido reemplazadapor un legalismo casustico. El profeta genuino no se caracteriza porpronosticar el futuro, como de ordinario se cree, sino por la denunciade los abusos y las corruptelas de los poderosos. El poderambiciona siempre obtener obediencia y, como tiende a expandirsey ocupar todo espacio disponible, su pretensin ltima es hacersepoder absoluto y conseguir una sumisin tambin absoluta. El mayorrefinamiento del poder, su autntica obra maestra, se consumacuando logra suscitar en sus sbditos no ya obediencia, sino sinceroamor, el edificante espectculo de los siervos enamorados de suscadenas y mirando con arrobo a sus carceleros. Para ese propsito,nada mejor que inventarse un mito legitimador que habilite al poderpara reducir a los ciudadanos al estado de menores de edad y atutelar sus vidas como si estuvieran incapacitados paraadministrarse a s propios.

    La funcin de esos dichos mitos polticos es convertir lo pblico en un espacio sagrado yhacer que las leyes no solo reglamenten la libertad exterior de las personas, sino que susmandatos vinculen tambin a sus conciencias, e inversamente, que los incumplimientos de lasleyes, adems de merecer castigo jurdico, sean reputados adicionalmente profanacin,sacrilegio o hereja. Por supuesto, el poder ha utilizado explcitamente la coartada religiosapara el sometimiento poltico, pero incluso ahora, en una poca secularizada, bien establecidala separacin entre los mbitos civiles y religioso, cunde la sacralizacin de lo pblico. Yo, queme considero un hombre religioso, estoy totalmente a salvo de esa supuesta nostalgia de loabsoluto que los crticos del relativismo imaginan en la naturaleza humana; es ms, estimoque nada hay ms nefasto para la convivencia que ese absolutismo que diviniza y, por tanto,expulsa de la discusin determinadas verdades que advienen desde ese momento intangibles.Como escribiera Pseudo-Dioniso, uno de los grandes de la llamada teologa negativa oapofntica, si crees saber lo que es Dios, es que no es Dios. Por consiguiente, nada msoportuno que el retorno de un cierto don de profeca a este Occidente rutinizado. No invoco aun profeta que nos augure un porvenir terrorfico de esos tenemos en abundancia y lamayora trabaja en los medios de comunicacin, sino a uno que clame con potente vozcontra la idolatra que nos imponen los poderosos de este mundo para sojuzgarnos y nosrecuerde que no es Dios aquello a lo que adoramos y rendimos culto: las mercancas, losEstados, incluso la cultura. En su Novum organum (1620), Francis Bacon puso las bases de

    'San Juan Bautista' (hacia 1542), de Tiziano, en la Galera dela Academia de Venecia.

  • El mayorrefinamiento delpoder, su obramaestra, seconsuma cuandologra suscitar ensus sbditossincero amor

    una instauratio magna que tena como presupuesto el derrumbamiento de los dolos que nostiranizan, siendo el primero de ellos los idola tribus, aquellos inherentes a la condicin humanaque tan sabiamente usan a su conveniencia quienes desean ser obedecidos. Voz profticaser hoy aquella que desacralice el espacio pblico, desdivinice los principios que loconstituyen, devuelva sus verdades a una deliberacin racional y, en todo lo ataedero a lavida colectiva, propicie un sano relativismo. Porque el relativismo es bello, me atrevera a deciremulando el clebre eslogan de un modisto espaol.

    No puede ser casual que el triunfo del denostado relativismo en Occidente coincidacronolgicamente con la entronizacin social de la paz como bien supremo y con laconsolidacin contempornea de la democracia. A los integrismos partidarios de lasverdades ltimas y necesarias subyace siempre alguna forma de elitismo autoritario. Lasdemocracias, en cambio, se edifican sobre el suelo firme de las verdades penltimas ycontingentes, y su xito consiste en equilibrar el carcter incondicional de la dignidad de losindividuos con la pluralidad de sus intereses, los cuales, al ser muchos y diversos,mutuamente se relativizan. Suele argirse que el relativismo conduce a un nihilismo del todovale, pero esto no es cierto. Que todo lo humano sea histrico y provisional no implica que lamoralidad se diluya en una multiplicidad infinita de posibilidades de igual valor y mrito. Alcontrario, la historia muestra que en el curso de milenios el hombre ha sido capaz de alumbrarun nmero escaso y manejable de ideales morales y es el relativismo precisamente el quepermite comparar a posteriori entre esas diferentes opciones en pugna y, a la vista de talconfrontacin, acordar entre todos qu es lo bueno, lo noble y lo justo para nosotros. Solo siconcedemos a las ideas un peso relativo nos est permitido discutir sobre ellas, juzgarlas,revisarlas y, en su caso, rechazarlas, de manera que el relativismo es la condicin deposibilidad de una conciencia crtica, prerrequisito a su vez de la deseable emancipacinciudadana.

    Necesitamos, pues, un profeta que nos recuerde a cada instante algo tan sencillo como que lohumano es humano y no divino. El remedio ms recomendado contra la idolatra y, en estesentido, de una eficacia proftica punzante y sin parangn es, a mi juicio, el sentido delhumor, que desdramatiza cualquier pretensin humana excesiva (hybris): por eso lo detestanlos totalitarismos de toda laya y se apresuran a perseguirlo. Ahora bien, como el profeta, por lohabitual, declara sus denuncias de una forma demasiado insolente y spera, el importunosuele pagar el atrevimiento con la muerte. Eso le pas al pobre Juan el Bautista, cuya cabezafue rebanada por Herodes a instancias de la lbrica Salom. Me dicen que en un lugar deAsturias se venera la pequea cabeza de Juan el Bautista, nio. Pena que no pudiramosconseguir la del profeta ya adulto, con sus melenas hirsutas y barbas severas.

    EDICIONES EL PAS, S.L.