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Teoría, Crítica e Historia Hermenéutica José Luis Gómez-Martínez "El discurso antrópico y su hermenéutica" La obra literaria se realiza en la comunicación antrópica, aun cuando el péndulo de la crítica académica haya pasado en las últimas décadas del énfasis en un sentido depositario de la misma a la negación de la posibilidad de un significar transcendente. 1. El discurso antrópico y su hermenéutica. El lenguaje del escritor, como el de cualquier artista, surge siempre en tensión en el seno de una lengua; es decir, de una estructura externa convencional de signos que lo aprisiona, que en cierto modo lo determina, pero a la que también supera y modifica por el solo hecho de contextualizar en ella una práctica creadora. Todo acto de escribir supone, además, un proceso de codificación de un pensamiento: se trata de expresar, exteriorizar, pronunciar una idea a través de un sistema externo de signos, aun cuando convencional y por ello dinámico, es decir, en constante transformación. Pero sucede que dichos signos, en sí mismos, a su vez, son incapaces de significar en el sentido de la estructura que los hace posibles, cuando ésta se enjuicia desde un centro —sistema de codificación— externo a ella. La exterioridad fuerza, resalta, coloca el énfasis en la diferencia que crea el nuevo procedimiento codificador. Como la "diferencia" no satisface nuestro deseo de significar, de atrapar —desde el discurso de la modernidad— lo que suponemos sentido unívoco de la idea, posponemos su pronunciación, pero con ello sólo iniciamos un proceso (teóricamente indefinido) de diferir el acto de significar en una cadena interminable. Tal es la deconstrucción posmoderna del discurso narrativo de la modernidad: Cada significante, se dice, parece ser a la vez significado de otro significante en una sucesión repetitiva/circular que se convierte Teoría, Crítica e Historia http://www.ensayistas.org/critica/teoria/gomez/gomez4.htm 1 de 60 31/08/2014 12:20

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  • Teora, Crtica e Historia

    Hermenutica

    Jos Luis Gmez-Martnez

    "El discurso antrpico y su hermenutica"

    La obra literaria se realiza en la comunicacin antrpica,aun cuando el pndulo de la crtica acadmica haya pasadoen las ltimas dcadas del nfasis en un sentido depositario

    de la misma a la negacin de la posibilidadde un significar transcendente.

    1. El discurso antrpico y su hermenutica.

    El lenguaje del escritor, como el de cualquier artista, surge siempre en tensin en elseno de una lengua; es decir, de una estructura externa convencional de signos quelo aprisiona, que en cierto modo lo determina, pero a la que tambin supera ymodifica por el solo hecho de contextualizar en ella una prctica creadora. Todoacto de escribir supone, adems, un proceso de codificacin de un pensamiento: setrata de expresar, exteriorizar, pronunciar una idea a travs de un sistema externo designos, aun cuando convencional y por ello dinmico, es decir, en constantetransformacin. Pero sucede que dichos signos, en s mismos, a su vez, sonincapaces de significar en el sentido de la estructura que los hace posibles, cuandosta se enjuicia desde un centro sistema de codificacin externo a ella. Laexterioridad fuerza, resalta, coloca el nfasis en la diferencia que crea el nuevoprocedimiento codificador. Como la "diferencia" no satisface nuestro deseo designificar, de atrapar desde el discurso de la modernidad lo que suponemossentido unvoco de la idea, posponemos su pronunciacin, pero con ello sloiniciamos un proceso (tericamente indefinido) de diferir el acto de significar enuna cadena interminable. Tal es la deconstruccin posmoderna del discursonarrativo de la modernidad: Cada significante, se dice, parece ser a la vezsignificado de otro significante en una sucesin repetitiva/circular que se convierte

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  • en un fin en s misma y que nos impide/pospone el llegar al significante original,con lo que la bsqueda se convierte en un juego intelectual, eso s, dialgico, peroque se niega a s mismo valor cognoscitivo. Nuestra experiencia, sin embargo,atestigua la existencia del dilogo y, por tanto, la posibilidad de significar en undiscurso antrpico.

    La falacia del discurso posmoderno se encuentra en la prdida del referente humanoque lleva implcito, en el no querer reconocer la inherente antropocidad de tododiscurso axiolgico. A fuerza de diferir y diferenciar en un progresivo intento deprecisin, pero siempre a travs de un centro gobernante prefijado e inmvil, se velael objeto de la bsqueda. El proceso es, en verdad, ilimitado en el sentido deldiscurso de la modernidad que repudia su propia contextualizacin en cuanto a lalimitacin espacio/temporal que ello implica, pero no lo es porque no llegue aalcanzar el primer "significante", resabio metafsico que atrapa al discurso de lamodernidad, sino porque el referente humano, en lugar de ser un algo hecho, es unestar siendo. Con esto queremos simplemente aplicar una dosis de "realidad" a laabstraccin racional de la modernidad y a la perplejidad del discurso posmoderno:en nuestra experiencia cotidiana no hablamos de "Pedro I" para referirnos a Pedrocuando tena cinco aos y de "Pedro II", cuando tena diez; Pedro no es unaacumulacin de planos yuxtapuestos, cada uno significando un momento en su vida,sino que lo es en su transformacin, en su devenir. La caracterstica radical que loidentifica es la de movimiento. Su comprensin del mundo es, igualmente, unacompresin dinmica, nunca repetida ni repetible. Pero este es el concepto quevamos a ir desarrollando en las pginas que siguen. El ser humano, pues, no puededefinirse en el sentido de una perfectividad, de una estructura unvoca--precisamente por ser un siendo. Este "definirse", que buscaba el discurso de lamodernidad y que se problematiza en la transicin posmoderna, requera unobservarse fuera de s mismo y por tanto dejar de ser. El estar siendo es lo que causaen el proceso deconstructivo posmoderno la serie indefinida designificantes/significados que, por supuesto, dentro del discurso axiolgico de lamodernidad se prolongar tanto como el ser humano mismo.

    El significante original, el primario, el raz, del cual derivan todos los dems, en lacomplejidad significante/significado, es lo humano, cuya esencialidad, de la cualtodos participamos y que fundamenta la posibilidad dialgica, al mismo tiempo queas se reafirma, se pospone en la propia dinamicidad de su antropismo. Es decir, sereafirma en cuanto a su implicacin como posibilidad de significado en un sentidoantrpico y se difiere en cuanto a la imposibilidad de una definicin externa a ellamisma, de poder quedar enmarcado en una estructura con un centro dominanteprefijado e inmvil que significara su perfectividad, o sea, la paradoja de versehecho desde un estar siendo. Durante siglos hemos estado atrapados en la prisin dela razn y el proceso de liberacin, en la reflexin terica, se nos presenta arduo.Hemos convivido con la ilusin de poseer la verdad en el sentido universal yatemporal que nos impona la modernidad; y hemos construido un mundo de

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  • "racionalidad" independiente e indiferente de nuestra realidad humana. Larevolucin en las comunicaciones, la apertura de la "otredad" en nuestro ineludibleproceso de globalizacin, nos conduce en el ltimo tercio del siglo XX a laperplejidad posmoderna: la modernidad, el mundo creado por la razn nos pareceahora insuficiente, pero anclados todava en l nos sentimos incapaces de superarlo.El dualismo explcito entre el mundo "externo" (creacin de la razn), consideradocomo "objetivo", o sea transcendente, y el mundo "interno" (el devenir humano),considerado como "subjetivo", o sea pertinente nicamente al individuo, resulta hoyda postizo. La modernidad se nos queda, pues, pequea, pero buscamos unasubstitucin desde los mismos presupuestos que la hacen insuficiente. Hemosperdido el referente originario y se hace imperativo recuperarlo para encontrar en luna nueva pauta de conocimiento: la posibilidad de dilogo. Y si la ambicinracional se encuentra ligada a esta prdida, es tiempo entonces, como proponeCassirer, de problematizar la definicin del ser humano como animal rationale, yconsiderarle, ante todo, un animal symbolicum (1). En cualquier caso hablamos deun dilogo entre seres humanos, de un algo anterior al smbolo y que como tal locondiciona en su forma ms ntima. Podemos ejemplificar lo que aqu queremosimplicar, y que desarrollaremos ms adelante, con el dicho coloquial que consideralos ojos "reflejo del alma": una mirada de alegra, tristeza, angustia, o un grito depnico, son expresiones anteriores a toda contextualizacin cultural; "simbolizan"estados humanos de un referente raz de su universalidad en el discursohumano, de la posibilidad de la comunicacin que el discurso posmoderno seempea en negarnos.

    Implicamos, por tanto, al ser humano como referente original y necesario; y conello problematizamos la negatividad del pensamiento posmoderno y hacemosposible un discurso cognoscitivo, esta vez en una dimensin antrpica, que superael dilogo depositario de la modernidad (2), pues establece su legitimidad en latransformacin, o sea, en un referente interno y dinmico, aunque eso s, siempreconstreido por la ineludible contextualizacin de todo discurso. Afirmamos, pues,como desarrollamos ms adelante, la esencialidad de la narratividad comointeriorizacin/exteriorizacin del tiempo antrpico. Es decir, la complejidadsignificado/significante deja de ser un fin en s misma para convertirse en unmtodo problematizador que fecunda el dilogo al nivel antrpico. En nuestracondicin de seres humanos todos participamos, pues, de ese primer referente, en elsentido de una contextualizacin matriz que posibilita la codificacin de un discursoque a su vez nos confiere acceso a una primera dimensin en el acto de significar.

    Pero antes de continuar, parece conveniente hacer un parntesis en el desarrollo quevenimos siguiendo, y adelantar aqu aunque de modo esquemtico lo queentendemos por discurso de la modernidad y de la posmodernidad, y lo queproponemos con discurso antrpico:

    Discurso de la modernidad: mi centro como universal.A.

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  • La modernidad se ordena a travs de un centro incuestionable, que seerige en paradigma de todo acto de significar y que se proyecta enimposicin logocentrista: la verdad transciende su contexto y sepresenta como algo transferible. Se puede as hablar de "proponer laverdad", como seala Feijoo en su Teatro crtico universal, para aadir:"Doy el nombre de errores a todas las opiniones que contradigo". Elerror y la verdad en el discurso de la modernidad son algo tangibles eindependientes del sujeto conocedor, o sea indiferente a sucontextualizacin: la modernidad impone significado.Discurso de la posmodernidad: deconstruccin de todo centromientras se busca el centro transcendente con lo que se difiere sudefinicin.La posmodernidad es la duda de la modernidad, es la perplejidad anteel descubrimiento de lo fatuo y quimrico de suponer la existencia deun centro cultural unvoco que se proyecte como referente de todasignificacin, pero se hace sin problematizar el concepto mismo de"centro". O sea, el blanco del proceso es la estructura, la narratividaddel discurso de la modernidad, que ahora, sin el apoyo del centrotranscendente que en un principio la hizo posible, se convierte en fcilblanco de una implacable crtica deconstruccionista proyectada en unaorga destructiva: la posmodernidad difiere el acto de significar, alanhelar y negar a la vez la posibilidad de un significar transcendente.

    B.

    Discurso antrpico: definicin en la transformacinLa antropocidad implica una abstraccin del concepto de "centrocultural" que aporta la modernidad (de todo centro que se proyectecomo transcendente), para colocar en primer plano la "estructura"misma. El centro antrpico es un centro dinmico, mvil, un centrosujeto a la continua transformacin propia de todo discurso axiolgico.Es un centro que slo se concibe en el proceso dinmico de sucontextualizacin y como ncleo de constante re-codificacin de dichacontextualizacin. Aunque ms adelante desarrollamos estosconceptos, podemos anotar aqu un ejemplo que site a los tres enperspectiva. Consideremos el lugar de la "otredad" en las tres etapas: 1.Desde el discurso de la modernidad la "otredad" era juzgada desde micontextualizacin y en funcin a mi contextualizacin: no se considerala existencia de un discurso de la "otredad". 2. La deconstruccinposmoderna reconoce el derecho de la "otredad" a su propio discurso,pero no cuenta con l: ambos discursos se erigen como independientes.3. En el discurso antrpico, la "otredad" pasa a ser un punto ms en lacontextualizacin de mi discurso y, como tal, esencial en el momentode pronunciarme: el discurso antrpico asume la "otredad" como pasoprevio al acto de significar.

    C.

    Coloquemos ahora estas afirmaciones en perspectiva a travs de un doble

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  • desarrollo: en la primera parte, mediante una reflexin sobre la estructura de lamodernidad que nos permita superar la fase negativa de la reaccin deconstructivade la posmodernidad; en la segunda parte trataremos de fundamentar una nuevaaproximacin al texto literario de acuerdo con una estructura dinmica previamenteestablecida y que corresponda a la ineludible antropocidad del discurso axiolgicoque surge del derrumbe de las estructuras de la modernidad.

    2. Hacia un discurso antrpico

    La problematizacin (deconstruccin) de la modernidad, que ha caracterizado hastaahora al discurso posmoderno (discurso de transicin) siempre se ha hecho desde lapretensin de un "centro" inmvil (transcendente a su propia contextualizacin), yasea interno o externo a la estructura que problematiza o deconstruye, aun cuandofueran precisamente las implicaciones de dicho centro el origen del cuestionar. Tales el caso del discurso inicial de Derrida y tal es la razn de sus limitaciones:deconstruye la modernidad, pero lo hace desde la misma modernidad. Es decir,desde una estructura considerada tambin esttica (busca igualmente significar enun sentido perfectivo: un significar vlido en s mismo), aun cuando su peculiaridadsea la de fundamentarse en un centro externo a la estructura que deconstruye; ello lepermite resaltar lo convencional, lo efmero, de cualquier discurso axiolgico, a lavez que persiste en la validez, en la universalidad, de su propio discurso, ya que sucuestionamiento no afecta al centro mismo que lo sostiene.

    Pero antes de proceder con nuestro desarrollo, se hace necesario deslindar dostrminos que venimos usando y que la crtica hispnica actual utilizaimpropiamente como sinnimos; parte de la intencin de estas consideracionestericas es, justamente, la de amojonar nuestro camino reflexivo con unaterminologa ms puntual. Me refiero ahora a los trminos "deconstruccin" y"problematizacin"; el primero nos llega del ingls aun cuando lo generalizaraDerrida, el segundo proviene del pensamiento iberoamericano de la liberacin. Elproceso deconstructivo asume un centro inmvil, semejante al de la modernidad,pero externo a la estructura que "deconstruye". La "problematizacin" sugiere uncuestionamiento reflexivo interno a la estructura, pero considerada sta comocontextualizacin convencional y por lo tanto dinmica. La "deconstruccin" esproyeccin de un logocentrismo "excntrico", como dijimos, a la estructura que"deconstruye" y, por ello, pospone el acto de significar. La "problematizacin" partede un antropismo filosfico que libera el acto de significar del constreimiento queimpona la rigidez esttica del discurso de la modernidad; significar es, en eldiscurso antrpico, un acto de contextualizar en la dinamicidad de un estar siendo,de una constante re-codificacin.

    La modernidad, pues, como hemos sealado ya, se ordena a travs de un centroincuestionable, que se erige en paradigma de todo acto de significar y que seproyecta en imposicin logocentrista: la verdad transciende su contexto y se

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  • presenta como algo transferible. Se prescinde, por tanto, al dar cuenta de la realidadde la inevitable condificacin convencional y dinmica del discurso antrpico, y sepuede as hablar de "proponer la verdad", como seala Feijoo en su Teatro crticouniversal, para aadir luego: "Doy el nombre de errores a todas las opiniones quecontradigo" (101-102).(3) El error y la verdad en el discurso de la modernidad sonalgo tangibles e independientes del sujeto conocedor, o sea, indiferente a sucontextualizacin. Tal es la posicin logocntrica de Feijoo, por ejemplo, y suensayo "El no s qu", un modelo claro y explcito del funcionar de dicho discurso.El mtodo cartesiano el anlisis de "el qu de los objetos simples, y el por qu desimples y compuestos" proporciona a Feijoo la va inquisitiva en el proceso deapartar una a una las capas de "ignorancia" que mantienen velada la "verdad", paraluego afirmar categricamente su presencia autnoma en el discurso de lamodernidad: "Si yo oyese esa misma voz, te dira a punto fijo en qu est esa graciaque t llamas oculta" (384).

    La posmodernidad, como sealamos ya, es la duda de la modernidad, es laperplejidad ante el descubrimiento de lo fatuo y quimrico de suponer la existenciade un centro unvoco que se proyecte como referente de toda significacin; es decir,como modelo de significacin. Se inicia as, es cierto, una problematizacinantrpica del centro, pero en la proyeccin posmoderna se da nfasis nicamente ala deconstruccin de los pretendidos cdigos de significacin, sin referencia alconcepto mismo de "centro" que los determina; o sea, el blanco del proceso es laestructura, la narratividad del discurso de la modernidad, que ahora, sin el apoyo delcentro transcendente que en un principio la hizo posible, se convierte en fcilblanco de una implacable crtica deconstruccionista proyectada en una orgadestructiva. En casos extremos, esta "posmodernidad" se convierte en un juegoconfuso de nuevos trminos para referirse nicamente a la forma como unageneracin reacciona ante el legado de la anterior. As se expresa Lyotard: "Unaobra slo llega a ser moderna si es primero posmoderna. Comprendida de estemodo, la posmodernidad no implica el fin de la modernidad sino su inicio, y estarelacin es constante" (4).

    Lo ms frecuente, sin embargo, es que se confundan los trminos de modernidad yposmodernidad en la perplejidad que sentimos ante las transformaciones radicalesque en nuestros das se aceleran a travs de los medios electrnicos de informacin:la globalizacin confonta el pensamiento de la modernidad con la omnipresencia dela "otredad". As, cuando nos habla Octavio Paz, empeado l mismo en unadeconstruccin personal de la modernidad, de que "el tiempo comenz a fracturarsems y ms" (5), se refiere con ello a la rapidez con que en la actualidad seconstruyen y deconstruyen las estructuras de la modernidad que todavafundamentan nuestras instituciones sociales. La accin deconstructiva de lamodernidad produce, en efecto, esa ilusoria impresin de una "fracturacin deltiempo", sin que se repare en la contradiccin que los mismos trminos implican.Por lo dems, el desconcierto a que hace referencia Octavio Paz es bien real: "Por

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  • primera vez en la historia los hombres viven en una suerte de intemperie espiritual yno, como antes, a la sombra de esos sistemas religiosos y polticos que,simultneamente, nos opriman y nos consolaban. Las sociedades son histricas,pero todas han vivido guiadas e inspiradas por un conjunto de creencias e ideasmetahistricas" (10). Lo que Paz califica de creencias "metahistricas" son lasestructuras de la modernidad que todava nos gobiernan. La problemtica actual esque el centro que las justifica, antes ntimamente unido a los lentos y en ciertomodo predecibles esquemas generacionales, es ahora inestable; o sea, parecensurgir incesantemente centros procesos de codificacin que originan nuevasestructuras desde las que se deconstruyen las reglas prevalecientes de los anteriores.Anclado en la modernidad, Paz duda ahora incluso de su realidad: "Qu es lamodernidad? Ante todo, es un trmino equvoco: hay tantas modernidades comosociedades [es decir, tantas estructuras regidas por centros estticos diferentes comosociedades]. Cada una tiene la suya. Su significado es incierto y arbitrario" (7). Yafirma ms adelante: "En los ltimos aos se ha pretendido exorcisarla y se hablamucho de postmodernidad. Pero qu es la postmodernidad sino una modernidadan ms moderna?" (7). Pero el proceso deconstructivo con que se cuestiona lamodernidad no es caprichoso. Aunque no desarrollaremos este aspecto hasta msadelante, conviene ya anotar desde ahora, que el fenmeno actual proviene de unaaceleracin del proceso de contextualizacin que nos presenta en movimiento loantes percibido como esttico. Todo intento de comunicacin supuso siempre unacontextualizacin en estructuras convencionales. Hoy se acelera la transformacinde dichas estructuras de tal modo que, anclados todava en la comunicacindepositaria de la modernidad, "metahistrica" dira Paz, nos encontramosdesconcertados en cuanto a los cdigos que debemos aplicar en nuestracomunicacin. Las estructuras de la modernidad fueron eficaces cuando todava sepodan asimilar las inevitables transformaciones y por lo tanto se parta de unconsenso general en el cdigo que determinaba todo proceso de contextualizacin.En la actualidad se impone la dimensin antrpica que antes pareca inconsecuente.La decodificacin se desplaza de un centro inmvil a uno dinmico: la antropocidadde todo discurso se traslada a un primer plano.

    Antes de continuar con el hilo de estas reflexiones, detengmonos por un momentopara considerar la preocupacin que exterioriza Octavio Paz. Nos habla de que "eltiempo comenz a fracturarse ms y ms". Paz, por supuesto, se refiere a que las"narrativas" que caracterizan a la modernidad permanecen en vigor duranteperiodos de tiempo cada vez menores; le parece como si las reglas del juegocambiaran antes de haber sido asimiladas. Nota que las narrativas portadoras de la"verdad" se desplazan unas a otras con tal rapidez, que nos causa una sensacin deorfandad porque se nos escamotean los paradigmas con los que antes juzgbamos la"verdad" de nuestra realidad. Lo que sucede, como desarrollaremos ms adelante,es que los conceptos de tiempo y de narratividad han experimentado una rupturaradical, pues no dependen ya de los tradicionales procesos de codificacin: seconceptan ahora desde una nueva dimensin que supera, a la vez que asume, la

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  • dualidad cartesiana. Hablamos hoy de un tiempo antrpico, cuya esencialidad es laintimidad de un sentirse siendo (o la conciencia de un saberse siendo); y que searticula bien a travs de la estructura convencional, simple y objetivadora de untiempo lineal, bien mediante la complejidad de un intento mimtico, a travs de uncontrovertido tiempo histrico. Pero antes de proceder al desarrollo de estosconceptos, conviene explorar con ms detenimiento lo que implica la modernidad yla deconstruccin pos-moderna.

    La popularidad del discurso deconstructivo en el que est ahora embarcada nuestrasociedad la crtica literaria es apenas una manifestacin acadmica se asienta,precisamente, en que por primera vez se le entrega al individuo una herramienta quele permite sentirse superior en la negatividad implcita en toda aproximacindeconstructiva. Me explicar. En el momento presente de globalizacin de lasestructuras sociales, polticas, econmicas, educativas, etc., de instantneo acceso alos sucesos globales, se diluye hasta desaparecer la ilusin de significar desde uncentro unvoco. Es decir, antes de haber tenido tiempo de problematizar lamodernidad en su totalidad, o sea, en cuanto un discurso, en cuanto una estructuraque se proyecta como independiente de su antropocidad y que erige sulogocentrismo como referente de toda conceptualizacin de la realidad, se destruyeel centro como punto de referencia unvoco, para luego entrar a saco con laestructura misma. Destruir el "centro" no significa, en esta primera etapadeconstructiva, liberarse de l en cuanto a su imposicin logocentrista. Al contrario,en lugar de problematizar la "estructura" por ignorar su antropocidad, por pretenderque su realidad sea independiente de una contextualizacin en esquemasconvencionales, se la critica, se cuestiona su validez, pero se hace a travs de uncentro de codificacin externo a ella (as el caso de Lyotard en la cita anterior). Porsupuesto, la exterioridad del centro no se debe a una superacin de laconceptualizacin esttica de la modernidad; en la faceta del proceso deconstructivose trata de nuevo de una posicin logocentrista, pues su discurso pretende otra vezsignificar desde un centro dominante a la vez que indiferente e independiente de supropia narratividad; o sea, desde el nuevo centro se deconstruye todo aquello quecae fuera de su mbito de dominio. Se trata, naturalmente, de una maniobraparadjica mediante la cual se niega la posibilidad de proyectar significado almismo tiempo que se reafirma el acto mismo de significar, aun cuando sea en sudimensin negativa de rechazar su propia contingencia.

    Entre los escritores que ms han influido en la problematizacin de la modernidaden las letras occidentales, destaca Jorge Luis Borges (6). Su obra puede servirnostambin a nosotros para ejemplificar los lmites de la pos-modernidad: ladeconstruccin de la modernidad desde la misma modernidad. He escogido entrelos escritos de Borges la reflexin que desarrolla en "La Biblioteca de Babel"(1941), donde se expone con extraordinaria intuicin y claridad lo que en la dcadade los sesenta se empezara a conocer como pensamiento posmodernista. Elpensamiento de la modernidad se equipara aqu con la bsqueda del Libro o, como

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  • aclara Borges, "acaso del catlogo de catlogos" (7). La razn se presenta as comocapaz de conquistar la ignorancia, de acceder al "catlogo de catlogos" enproyeccin transcendente. De ah que, nos dice Borges, "cuando se proclam que laBiblioteca abarcaba todos los libros, la primera impresin fue de extravagantefelicidad. Todos los hombres se sintieron seores de un tesoro intacto y secreto"(90). "Tambin se esper entonces la aclaracin de los misterios bsicos de lahumanidad" (91). Pronto, sin embargo, contina Borges, "a la desaforada esperanza,sucedi, como es natural, una depresin excesiva. La certidumbre de que algnanaquel, en algn hexgono encerraba libros preciosos y de que esos librospreciosos eran inaccesibles, pareci intolerable" (91). Se empez a dudar de laexistencia de "un libro que sea la cifra y el compendio perfecto de todos los dems"(92). Este proceso de deconstruccin lleva a considerar la aplicacin de los signos,de los smbolos, como casual, y en situacin extrema, a afirmar que "los libros nadasignifican entre s" (86), que "hablar es incurrir en tautologas" (94). Se llega as aleptome de la posmodernidad, a creer que en realidad se trata de una "Bibliotecafebril, cuyos azarosos volmenes corren el incesante albur en cambiarse en otros yque todo lo afirman, lo niegan y lo confunden como una divinidad que delira" (93).Borges, inserto l mismo en la modernidad que deconstruye, siente la perplejidadque provocan sus propias reflexiones, por lo que sus palabras finales establecentambin el paradigma desde el cual se construye el discurso de la posmodernidad (elpos se construye desde la modernidad que pretende "dejar atrs", pero que sin ellano tiene sentido). La solucin de Borges es paradjica; cierra un crculo cuyo finales as su vez imprescindible comienzo. Anclado en la modernidad se ve forzado adiferir el acto de significar: "Yo me atrevo a insinuar esta solucin del antiguoproblema: La Biblioteca es ilimitada y peridica. Si un eterno viajero la atravesaraen cualquier direccin, comprobara al cabo de los siglos que los mismosvolmenes se repiten en el mismo desorden (que, repetido, sera un orden: elOrden). Mi soledad se alegra con esa elegante esperanza" (95). Esta es la apora delpensamiento de la posmodernidad. Se busca significar en el sentido de lamodernidad: pronunciar el "Orden" con el cual Borges detiene su reflexin.

    El resultado de este proceso deconstructivo, quizs necesario como primer pasopara lograr una toma de conciencia de la artificiosidad del discurso de lamodernidad, ser siempre en s mismo confuso, negativo, mientras no se d un pasoms. Lo fundamental del discurso de la modernidad, lo que la posmodernidad poneen entredicho, no es la estructura del discurso, pues, como hemos ya sealado, todointento de comunicacin supone una contextualizacin en estructurasconvencionales, lo que ahora se rechaza es la imposicin logocentrista de lamodernidad. Es preciso liberarse de ese centro esttico que basa su postura regidorade significado en la pretensin de transcender toda contextualizacin, y es necesarioproblematizar su existencia para comprender lo que en verdad significa el nuevopensar, el antropismo que comienza a definir el discurso de la humanidad. Hagamosuso de una analoga para establecer as un primer punto de apoyo que nos faciliteavanzar en nuestro desarrollo. En una primera aproximacin podramos decir que la

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  • duda posmoderna, su insistencia deconstructiva, proyecta hacia un discursoantrpico que problematiza y supera el discurso de la modernidad en el mismosentido que el discurso cientfico de Einstein problematiza y supera el discursocientfico de Galileo y Newton. Pero recordemos que lo fundamental de la teora dela relatividad no es el haber anulado un centro, ni siquiera el haberlo desplazado,sino el haberlo trasladado a una nueva dimensin: de una exterioridad esttica a unainterioridad dinmica. Algo semejante es lo que se pretende al reconocer laantropocidad de todo discurso. No se trata, pues, de desplazar el centro: hacerlopersonal y negar as la posibilidad de un discurso axiolgico del estar; no se tratatampoco de anular el centro: hacer del intento de significar un ejercicio ldico,camino a que conduce la institucionalizacin del proceso deconstructivo de la dudaque implica la posmodernidad. Se trata, justamente, de trasladar el centro a unadimensin antrpica, que haga posible forjar una nueva narrativa dependiente ahorade una interioridad dinmica.

    Si oponemos, pues, el concepto de la antropocidad al de la modernidad es porquecon ello implicamos algo diferente, que en trminos de la analoga anteriorpodemos por ahora expresar como el paso a una nueva "dimensin". Y con eltrmino "nueva-dimensin" queremos sealar, en efecto, que el centro quefundamenta el nuevo discurso es de un signo radicalmente diferente al quecaracteriz el discurso de la modernidad. En todo caso, hablamos desde elcomienzo de un "centro", pues el discurso antrpico, como cualquier otro discurso,que por ello mismo implica ya una contextualizacin en una estructuraconvencional, posee un centro que lo fundamenta; y es precisamente a travs de lacomprehensin del antropismo de dicho centro como llegaremos a formular sudiscurso. Conviene recordar, aun cuando lo venimos sealando desde el comienzo,que con el trmino "centro" hacemos referencia al "cdigo" o procesos decodificacin que fundamentan las estructuras que hacen posible todo discurso.Veamos en esbozado lo desarrollamos ms adelante la diferencia queimplicamos cuando hablamos de un centro (proceso de codificacin) en el discursode la modernidad, de la posmodernidad y del discurso antrpico. Por ejemplo, elcentro de la lengua espaola, en el discurso de la modernidad, es aquel que se fijaen la Gramtica de la lengua castellana que publica la Real Academia Espaola.All se detallan las reglas que fijan la estructura del espaol. Todo departir seconsiderar error o forma dialectal. La posmodernidad descubre lo quimrico depretender fijar el idioma espaol y apunta a que tanto Nebrija con su Gramtica dela lengua castellana, como en el primer diccionario de la Real Academia en el sigloXVIII, buscaron igualmente fijar el idioma espaol, y ambos casos difierennotablemente de las gramticas actuales. Si en la modernidad se pronunciaba encada caso la estructura del idioma espaol con sentido transcendente (indiferente asu localizacin en el espacio y en el tiempo), el discurso de la posmodernidad buscaigualmente esa gramtica que pueda incluir todas las gramticas, por lo que difiereen acto de pronunciarse. En el discurso antrpico hablamos de un centrocontextualizado; es decir, de un centro (cdigo) que slo lo es en el tiempo y en el

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  • espacio, tanto individual como social. Lo es individual en cuanto lo es en m y enun estado de permanente transformacin; lo es social en cuanto proceso decodificacin convencional, igualmente en constante transformacin, pero externo ala intimidad de mi cdigo personal. El cdigo personal se encuentra en constanteforcejeo con el cdigo social, lo transgrede a la vez que se encuentra limitado porl; pero la codificacin social, en cualesquiera de sus formas deja de ser paradigmade lo "correcto" para reconocerse de nuevo en su razn de ser: estructuraconvencional creada para facilitar, posibilitar la comunicacin. No tiene sentidoahora, pues, hablar de error, ni es necesario posponer el acto de significar. Deja deser pertinente hablar de que la modalidad lingstica de una persona o de un grupoest en error (discurso de la modernidad), ni que la pltora de diferenciasindividuales o regionales nos impida establecer "el cdigo" del idioma espaol(discurso de la posmodernidad). Desde un discurso antrpico se reconoce lalegitimidad de lo individual y de lo regional; tambin se parte de que el objetivo delidioma es facilitar la comunicacin entre la multitud de individuos (o decomunidades). El cdigo externo (en cuanto a un individuo o comunidadparticular), se asienta de nuevo en su realidad convencional en constantetransformacin; se trata de un centro mvil que se define precisamente en latransformacin de su constante presente. La Gramtica de Nebrija representa, eneste sentido la exteriorizacin social del cdigo de la lengua espaola en unpresente de 1492.

    Antes de avanzar ms en el desarrollo de estas reflexiones conviene puntualizar dostrminos de uso frecuente en la crtica actual, pero que sin un anlisis ms precisocorren el peligro de hacerse inoperantes. Me refiero al uso de los adjetivos"interior" y "exterior" cuando hablamos de un centro. Es obvio que en una primeraaproximacin, el concepto de centro es sinnimo de punto interior equidistante. Eneste sentido todo centro es forzosamente interior. Cuando hablamos de un centroexterno a una estructura, hacemos uso de un proceso elptico mediante el cual se dapor sobreentendido que se trata del centro de una estructura que no corresponde a laprimera, pero desde la cual sta es juzgada. Precisados de este modo, ambostrminos han sido usados para hacer referencia al discurso de la modernidad y paraproyectar la duda deconstruccionista de la posmodernidad. Este primer nivel deconceptuacin es, sin embargo, insuficiente, pues con ello se hace referencia tantoal centro que una vez constituido reniega de su origen en la contextualizacin de undiscurso axiolgico del estar, como a aquel otro centro que se reconoce en sudimensin antrpica. En el primer caso, el del centro que se comporta como sihubiera trascendido su ineludible contextualizacin en un discurso axiolgico delestar, podramos hablar con propiedad de un "centro externo", en cuanto se imponecomo independiente de toda narratividad. Tal es el fundamento y a la vez prisinmetafsica de la modernidad, que hoy se pone en entredicho en este proceso detransicin que denominamos posmodernidad. En el segundo caso, el del centro quese constituye en su dimensin antrpica, es un centro dinmico que se reconocecomo tal nicamente en el discurso axiolgico del ser, aun cuando ste slo pueda

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  • formularse en el contexto de un discurso axiolgico del estar. Este centro decarcter antrpico, que podramos denominar "interno", funciona de un mododiametralmente opuesto al de la modernidad: El centro del discurso de lamodernidad es un centro dominante que establece el paradigma que hace posibleuna verdad transcendental: no ofrece lazos de reflexin, sino proyecta una verdaddepositaria. El centro del discurso antrpico es un centro reflexivo, que se reconoceen su dinamicidad; o sea, es un centro dialgico que proviene y a la vez posibilita lacontextualizacin necesaria en todo acto de comunicacin; pero como centro rigenicamente en el devenir del discurso axiolgico del ser. Basten estas reflexionespara establecer una primera precisin de estos conceptos que iremos desarrollandoen las pginas que siguen.

    El mismo discurso de la modernidad, que se caracteriza en un principio por eldiscurso de la razn terica y que despus encuentra apoyo en la razn cientfica, nose ha mantenido inmutable. Ha sido, muy al contrario, un proceso dinmico encuanto a problematizador de su propia realidad, as la razn vital orteguiana, que alllegar en nuestros das a sus ltimas consecuencias, permite ahora la radicalizacinde su mismo cuestionar. Y es precisamente a travs de esta radicalizacin delcuestionar cmo el discurso de la modernidad se libera a s mismo, al asumir surealidad antrpica.

    Pero antes de considerar el proceso de dicha problematizacin, regresemos denuevo a nuestra posicin fundamental que consiste en conceptuar el discurso de lamodernidad como una estructura que consigue su narratividad a travs de un centroque se autodefine como independiente; es decir, se presenta como ajeno a su propiacontextualizacin, pues borra las huellas de su origen y as transciendeconvenientemente la temporalizacin y las fronteras espaciales, que haranimposible establecer paradigmas de verdad dentro del discurso de la modernidad.Ello permite que la estructura de la modernidad, en un momento dado, se puedaproblematizar mientras se mantiene el valor unvoco del centro que posibilita elacto de significar; es decir, el concepto, la "estructura" de la verdad puede cambiar,y as ha sucedido a lo largo de la historia humana, pero en ningn momento secuestiona, en el discurso de la modernidad, la existencia del centro como algoinmutable, como algo independiente, o sea, la posibilidad de pronunciar la verdad(como suceda en el ejemplo anterior de Borges). Ejemplifiquemos lasimplicaciones que ello conlleva a travs de la problematizacin del concepto de"Hombre" que desarrolla el filsofo mexicano Leopoldo Zea. Desde el umbral de lamodernidad, nos dice Zea, al descubrir Europa el continente americano y "tropezarcon otros entes que parecan ser hombres, exigi a stos que justificasen su supuestahumanidad. Esto es, puso en tela de juicio la posibilidad de tal justificacin si lamisma no iba acompaada de pruebas de que no slo eran semejantes sinoreproducciones, calcas, reflejos de lo que el europeo consideraba como humano porexcelencia" (8). Es decir, el europeo haba forjado el discurso de su humanidadreconstruyendo y contextualizando en l una imagen de s mismo, como en realidad

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  • corresponda al referente necesario que fundamentaba su quehacer. Pero el discursoque desplegaba desde su modernidad corresponda a una estructura que proyectabasu "centro" proceso de codificacin fuera de su propia contextualizacin, loconceba transcendente; o sea, que no adquira conciencia de que la "humanidad"que desplegaba era una imagen de su humanidad y no la esencialidad de la"Humanidad". Instalado as el europeo en la "Humanidad", toda diferencia era unanegacin de dicha "Humanidad": tal el caso de los habitantes "descubiertos" en elnuevo continente. Al eximir el europeo al centro que gobernaba el discursoaxiolgico de su estar de la contingencia circunstancial que lo origin, le concedauna autonoma que borraba, que transcenda su origen en una contextualizacinconcreta en un espacio y en un tiempo tambin europeos. Este discurso de lamodernidad europea permita construir una narrativa "artificiosa", pero que se erigacomo paradigma de toda narrativa, lo que implicaba, por supuesto, negar la realidadde la "otredad". Ms adelante nos detendremos en el concepto de narratividad.

    El proceso de problematizacin que hizo posible el paso de la "estructura de laIlustracin" a la "estructura del Romanticismo", puede servirnos para comprender lacomplejidad de la etapa deconstructiva de nuestro momento actual. Laproblematizacin de la Ilustracin se inicia en su mismo seno en un constanteanuncio del Romanticismo, pero mientras la problematizacin misma se asentaba enla "estructura" de la Ilustracin, se negaba a s misma el llegar a una comprensinde lo que el Romanticismo aportaba. La analoga con nuestro momento detransicin posmoderna es apropiada, pues el proceso de deconstruccin en el quenos hallamos instalados cuestiona igualmente la modernidad desde la mismamodernidad. As podemos interpretar el ensayo de Feijoo "El no s qu", y sureflexin sobre el concepto de la "ignorancia" implcito en dicha expresin. Feijooinicia su problematizacin desde el discurso racionalista de la modernidad, parademostrar que slo "por ignorancia o falta de penetracin se aplica el no s qu". Suproceso deconstructivo, sin embargo, le conduce, a pesar suyo, a problematizar supropio discurso racionalista al reconocer que "hay un cierto no s qu propio denuestra especie", que l hace depender del "genio, imaginacin y conocimiento delque lo percibe". Pero como el "centro" del discurso de Feijoo se halla instalado enla Ilustracin, no llega a penetrar en el nuevo orden: la "estructura romntica" queapuntaba su proceso deconstructivo. Ve los lmites de la razn, pero lo hace desde larazn misma que le imposibilitaba reconocer, por ejemplo, la funcin de lasemociones, de lo irracional en el quehacer humano. No percibe, en otras palabras, yhaciendo uso del lenguaje metafrico que caracteriza a ambos momentos, que delorden mecnico del reloj se estaba pasando al orden orgnico del rbol: del ordenimpuesto desde afuera (desde un centro que transciende su contextualizacin), a unorden que se construye desde adentro. Es precisamente esta nocin romntica la quese radicaliza ahora y al hacerlo entra en crisis y da paso al periodo de transicin quedenominamos discurso de la posmodernidad. Se trata ahora de eliminar el ltimosoporte que le queda a la razn de la Ilustracin: lo ilusorio de pretender laexistencia de un referente que transcienda su origen en la contextualizacin de un

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  • discurso axiolgico para erigirse como paradigma de significacin que permita elapoyo en los universales.

    En efecto, en la actualidad el referente transcendental se quiebra, se deconstruye;pero cuando Derrida, por ejemplo, problematiza la posibilidad de una estructurafundamentada por un centro que transcienda su contextualizacin, lo hace l mismodesde un referente externo, igualmente trascendente aun cuando pertenezca a unnuevo discurso axiolgico, por lo que, al mismo tiempo que posibilita su procesodeconstructivo, difiere el acto de significar: el apoyo externo (el "centro" quepermite su concepcin) es tambin el blanco de su cuestionar, pues el mismomtodo deconstructivo que se aplic a la primera estructura, se emplea ahora con lasegunda desde una tercera, y as en cadena indefinida. Por ello, al mismo tiempoque Derrida posibilita la problematizacin, suspende el acto de significar alcolocarlo bajo tachadura desde un nuevo centro, igualmente externo e igualmentetranscendente, que en proyeccin indefinida ser a su vez de nuevo problematizado.Destruye as la posibilidad de significar en el sentido del discurso de la modernidad,al demostrar lo arbitrario de las estructuras que dependen de un centro unvoco ytranscendente a su original contextualizacin; pero no llega l mismo a superar laetapa deconstructiva, cuyas races se encuentran todava en el discurso de lamodernidad: "La ausencia de un significante transcendental proyecta/postpone elespacio y el acto de significar ad infinitum" (9). Es decir, se sigue buscando, comoen el ejemplo anterior de Borges, el libro "compendio perfecto de todos los dems",el "Orden". Derrida defiende igualmente su radical poner en suspenso la posibilidadde una estructura: "... pero no veo por qu yo deba renunciar o nadie deba renunciara la radicalidad de un trabajo crtico bajo el pretexto de que con ello ponga enriesgo la esterilizacin de la ciencia, de la humanidad, del progreso, del origen delsignificado, etc. Yo creo que el riesgo de esterilidad y de esterilizacin ha sidosiempre el precio de la lucidez" (10).

    Este paso deconstructivo a la Derrida, que caracteriza el proceso de transicin de laposmodernidad, ha hecho de la "estructura", cualquier estructura, el blanco de suinseguridad; al desconocer el "centro", sistema de codificacin que la posibilitaba, omejor dicho, al contextualizar el centro en su propia estructura, se la ve tambalearsecomo paradigma de significado y nos regodeamos, con visin provinciana, de queno d la medida. Por supuesto, se trata de nuevo de "la medida", es decir, unaimplicacin de significar en un sentido transcendente, que ahora se hace coincidircon "mi" medida. En cualquier caso, se sigue deconstruyendo la estructura no slodesde un "centro" externo a ella misma, desde un proceso de codificacin que le esajeno, sino que se hace todava desde un centro que transciende la contextualizacinde la estructura que rige y desde la cual, como punto de referencia, se fundamenta elacto deconstructivo. El paso que se hace ahora necesario es precisamente el deabandonar la pretensin de un centro transcendente, y por lo tanto externo (en losdos sentidos ya mencionados), esttico y unvoco, que rija la posibilidad de unaestructura con significado fuera de su propia contextualizacin, de la creacin de

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  • una narrativa igualmente transcendente. Se impone, con otras palabras, reconocer laantropocidad del devenir humano, desarrollar las estructuras de nuestro discursoaxiolgico en su dimensin antrpica e instalar como encuentro dialgico unsignificar igualmente antrpico, nico capaz de caracterizar al discurso humano.

    La deconstruccin actual de la "estructura" de la modernidad a que predispone lainseguridad posmoderna no surge todava, pues, de un intento de problematizar lalegitimidad de un centro que transciende su propia contextualizacin, sino decontextualizar un discurso en estructuras ajenas a las que en un principio looriginaron, es decir, de decodificarlo a travs de un centro, igualmentetranscendente, pero externo a la codificacin original. En cualquier caso, elprocedimiento deconstructivo posmoderno acelera, en efecto, el proceso decodificacin (y decostruccin) de nuevas estructuras, pero con ello no se llega a "laesterilizacin de la ciencia, de la humanidad, del progreso ...", como crea Derrida,sino que al contrario se muestra cada vez con ms nfasis la ineludible antropocidadde todo discurso axiolgico. La modernidad ha pretendido reconciliar una narrativafundamentada en principios estticos con la realidad esencialmente dinmica del serhumano: se quiso encerrar un proceso histrico el hombre en su estar siendocon estructuras fundamentadas en centros que transcendan su contextualizacin yque eran presentados, por lo mismo, como inmviles; tales estructuras de lamodernidad surgen, en un principio, indiferentes al proceso histrico, aun cuandoluego se vean ineludiblemente contextualizadas en l. La problematizacindeconstructiva que inicia el Romanticismo hace ahora crisis. La posibilidad designificar desde un centro transcendente se pone radicalmente en entredicho. Ladimensin del discurso antrpico que se busca, se encuentra ya implcita en elmismo proceso deconstructivo que caracteriza la crtica de nuestro momento. Sloes necesario para ello un proceso inicial de abstraccin para dar sentido alsinsentido actual. Debemos abstraernos en el discurso antrpico (el discursocientfico, como depositario, tiene implicaciones diferentes) del concepto de"centro" que aporta la modernidad, de todo centro como punto fijo, para colocar enprimer plano la "estructura" misma. Pero antes de proceder con nuestra reflexin,regresemos de nuevo a la problemtica que enfrentamos y hagmoslo esta vezdesde la perplejidad de uno de los exponentes del pensamiento problematizadoractual.

    Jacques Lacan reconoce que "la idea de una unidad unificadora de la condicinhumana ha tenido siempre en [l] el efecto de una mentira escandalosa" (11). Llegaa esta conclusin por haber invalidado previamente, como Derrida, la posibilidad deuna estructura fundamentada en un centro prefijado, inmvil e independiente de supropia contextualizacin. Pero es precisamente esta eliminacin del centro lo que ledeja perplejo: "La vida se desliza por el ro, tocando de vez en cuando una orilla,detenindose por un momento ac y all, pero sin comprender nada y esto es lofundamental del anlisis, que nadie comprende nada de lo que sucede" (12). Bueneptome de una situacin: nos plantea la problemtica y el problema y a la vez

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  • proporciona una analoga vlida para nuestro enfoque. Lacan percibe el fluir de lavida, su dinamicidad, pero la ve pasar desde la orilla (desde mltiples centrosinmviles que se posicionan como si transcendieran su propia contextualizacin enla estructura) y se reconoce incapaz de fijarla: la imposibilidad de definir el rodesde un punto al margen.

    Asentados en la dimensin esttica que proporcionan las estructuras del discurso dela modernidad, precisamente por estar fundamentado en un centro transcendente, sedescubre la imposibilidad de comprender un principio dinmico en su dinamicidad.Toda realidad se convierte en el discurso de la modernidad en una "instantnea" decmara fotogrfica o, como sealamos ms adelante, en una serie de instantesyuxtapuestos; es decir, en un rechazo de su esencialidad: su dinamicidad. Estapostura, quizs apropiada en la comunicacin depositaria del discurso cientfico,resulta insuficiente en la comunicacin antrpica, tanto en el discurso axiolgicodel ser como del estar. Se anula, se niega, en el discurso de la modernidad, ladimensin dinmica por creer que slo se puede significar si se transciende lacontextualizacin del "cdigo" que fundamenta toda posicin logocntrica. En esoconsiste el anhelo de la modernidad: un ansia de poseer, de controlar nuestrarealidad encerrndola en una estructura esttica; o sea, proponiendo una narrativaunvoca que nos confina a existir en esa "instantnea" de la que hablbamos antes, ycon la que se construye, se fija, en el sentido de poder reproducir exactamente, eldiscurso de nuestra "humanidad".

    El proceso deconstructivo de la posmodernidad no es algo original del siglo XX.Ms bien es el contexto social, en su dimensin global, el que ahora nos impone lapresencia de la "otredad", y acelera en nuestros das la problematizacin de losesquemas de la modernidad. La misma reaccin del Romanticismo ante laIlustracin puede servirnos de nuevo para profundizar en la transformacin queahora implicamos; tambin parece apropiado el lenguaje metafrico asociado conambos casos. Desde el orden esttico de la razn asentada en los universales, lamente "racionalista" de la Ilustracin estableci un orden mecnico para explicar sumundo circundante (el ejemplo tradicional del reloj nos sirve todava para explicareste proceso). La ruptura romntica supuso modificar el orden mecnico por elorden orgnico (el ejemplo del rbol nos sirve igualmente). En ambos casos, sinembargo, se establece como punto de referencia un centro transcendente, capaz deposibilitar la comprensin del devenir. Se da cabida al mundo de lo irracional omejor de lo no-racional (la espontaneidad, los instintos, las emociones, el "no squ" feijooniano). Pero no se alcanz entonces a dar el paso definitivo; se siguivalorando el centro como algo indiferente, independiente, del procesocontextualizador que lo haca posible. En lugar de profundizar en la estructura delnuevo discurso, que requera igualmente un centro antrpico, un centro dinmico, osea, un centro sujeto a la continua transformacin propia de la antropocidad de tododiscurso axiolgico, se impuso de nuevo el carcter de la exterioridad atemporal, encuanto se crey necesario transcender el dinamismo temporal de la

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    16 de 60 31/08/2014 12:20

  • contextualizacin del discurso antrpico. De ah que el proceso que se sigui fuerainverso; se pretendi mecanizar, encajar en estructuras transcendentes fijas,aquellos elementos "no-racionales" que en un principio sirvieron de fundamentocataltico de la problematizacin.

    Regresemos de nuevo a la anterior afirmacin de Lyotard: "Una obra slo llega aser moderna si es primero posmoderna". Se hace en ella coincidir la dudaposmoderna con el proceso deconstructivo y en el mejor de los casos con lareflexin problematizadora, pero con eso nicamente se apunta a la transformacindel "discurso axiolgico del estar" por la continua accin deconstructiva(problematizadora) a la que lo somete el "discurso axiolgico del ser"; o sea, elproceso consciente de realizarse en los lmites de la estructura de un discursopreestablecido, que al mismo tiempo que nos contextualiza, la toma de concienciade dicha contextualizacin inicia el proceso deconstructivo de la misma(recordemos que todo intento de comunicacin, de articular nuestra existencia,supone una contextualizacin en estructuras convencionales). Sin duda, latransformacin del discurso axiolgico del estar en un momento dado se radicalizaen la confrontacin generacional. Pero en este caso lo que est sucediendo es undislocamiento ms profundo del "centro" en una determinada direccin; es decir, seest creando una nueva estructura que empieza a ser regida por un centronuevamente proyectado fuera de su contextualizacin, y desde el cual sedeconstruye, haciendo uso de un nuevo cdigo de valores, aquellos esquemas queya no pertenecen a la estructura naciente. Regresamos as de nuevo al concepto de"centro" que fundamenta el desarrollo que aqu planteamos.

    Cuando antes nos referamos a que la modernidad se caracteriza por hallarseinstalada en un centro transcendente, el concepto de "transcendente" implica,naturalmente, el hecho de proyectarse fuera, de ser indiferente, de creerseindependiente de su contextualizacin original, o sea, significa comportarse comofuente de significado de la misma estructura convencional que, paradjicamente, lohace posible. En otras palabras, transcendente slo en cuanto permite la ilusin designificar en un momento dado, en cuanto constantemente se erige como unvoco,como paradigma de significacin. Lyotard, en su perplejidad posmoderna nopretende significar sino deconstruir la estructura implcita en todo discurso. Por ellosu foco de atencin no es el "centro" como fuente de significacin, sino lacontextualizacin del "discurso axiolgico del ser", de naturaleza esencialmentedeconstructiva, inmerso en el proceso dialctico que aporta su historicidad. De ahque vea surgir en dicho discurso axiolgico del ser un pensamiento "posmoderno",cuyo proceso deconstructivo dar luego lugar a un "discurso axiolgico del estar", osea, en su terminologa, a un nuevo discurso de la modernidad. Pero esto no nosexplica el proceso en el que ahora estamos embarcados. Lyotard analiza, con nuevaterminologa, el funcionar de la modernidad. De lo que se trata ahora es dereconocer la insoslayable antropocidad del discurso axiolgico, de aproximarnos alser humano a partir de una ruptura con el discurso opresor de la modernidad.

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  • Pretendemos superar el pesimismo que aporta la etapa deconstructiva: ese sentir deLacan de que "nadie comprende nada de lo que sucede".

    Al enfocar nuestra atencin en cmo surge el "centro", problematizamos igualmentesu conceptuacin en un proceso que tambin deconstruye su univocidad. Sedescubre entonces que la humanidad no ha ido ampliando el concepto de centro(posicin omniabarcadora de la Ilustracin), sino que se ha seguido un proceso dedislocacin, unas veces lenta, otras acelerada, pero que en todo caso da lugar no aun "centro" sino a una serie de centros, todos ellos tenidos en su momento comotranscendentes. Es precisamente el reconocimiento de esta realidad lo que precipitala crisis actual. El discurso de la modernidad estaba asentado en el sentido unvoco,atemporal, del centro que fundamentaba su estructura y permita la actitudlogocentrista de proyectar una estructura concreta como paradigma de estructura. Eldescubrimiento de su realidad antrpica y por ello contextualizada, dinmica, iniciatambin su destruccin en la comunicacin humanstica.

    Hagamos uso de nuevo de la analoga del ro para profundizar en los parmetrosque ahora pretendemos establecer. En una esquematizacin del proceso se podradecir que el discurso de la modernidad es aquel que fijo en un punto determinado dela orilla de un ro pronuncia el "discurso" del ro. La etapa de transicin de lo quedenominamos la posmodernidad es aquella que deconstruye la validez de"pronunciar" el ro desde la perspectiva de uno slo de sus puntos; es decir, se tratade una primera etapa en la que se descubre que la realidad del ro es algo ms; cadapunto diferencia del anterior y por lo tanto se hace necesario posponer el actototalizador de pronunciar el ro. Pero este diferenciar y diferir se realiza a s mismoen un proceso ad infinitum, como sealaba Derrida. De la etapa deconstructiva, sehace ahora necesario pasar a la construccin de un nuevo discurso, que tenga,naturalmente, en cuenta, como hubiera dicho Ortega y Gasset, que ya no podemosregresar al esquema de la modernidad precisamente porque ya estuvimos en l. Lanueva dimensin a la que apunta la posmodernidad sigue una pauta diferente, buscaincorporar nuestro discurso dentro de su antropocidad. Supone, pues, una ruptura enel estructurar de nuestro pensamiento en las ciencias humanas, semejante a laruptura que supuso el discurso cientfico de Einstein con relacin a las llamadasciencias exactas. Significa, en una palabra, aceptar la variante que supone incluir el"tiempo" como parte integrante del devenir humano, como elemento constitutivo dela estructura de un nuevo discurso, esta vez antrpico; ello implica tambin laimposibilidad no slo de construir una estructura con un centro que transcienda suantropocidad, sino tambin, y esto es lo significativo, de concebir la existencia detal estructura. Regresemos de nuevo a la analoga del ro. En el discurso antrpico,la nueva estructura posee, por supuesto, un centro, pero un centro que slo seconcibe en el proceso dinmico de su contextualizacin y como ncleo decodificacin de dicha contextualizacin, que se localiza, en nuestra analoga, en elmismo fluir del ro y que se define, o sea significa, precisamente en cuanto fluir, encuanto estar siendo. Pero detengmonos por un momento en este punto; la

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  • conciencia de no querer imponer al "otro" la definicin que proyecta mi imagenparticular: imponer las peculiaridades del agua que acaba de pasar a la que continapasando, sigue siendo una proyeccin del discurso de la modernidad. Tal posicinslo puede ser formulada desde la "orilla" (como espectador del fluir), o sea, desdeuna posicin que transciende el dinamismo de toda contextualizacin, aun cuandose reconozca el derecho del "otro" a su propio discurso. El antropismo, que sedescubre a partir del rechazo del esquema de la modernidad en el discursoaxiolgico y de la deconstruccin posmoderna, supone nuestra contextualizacin enel "ro". Es decir, se define desde su mismo caudal, navegando en su seno y desdeall se reconocer lo accidental y necesario a la vez, de cualquier punto de lamargen; o sea, de nuestro contexto vital con el cual nos comunicamos yreconocemos en el otro. Se muestran de este modo con claridad las tres etapas yamencionadas al comienzo y sobre las que hemos venido reflexionando: a) desde eldiscurso opresor de la modernidad, la "otredad" era juzgada desde micontextualizacin y en funcin a mi contextualizacin (pronunciar el ro desde unpunto fijo en la orilla); b) la deconstruccin posmoderna reconoce el derecho de la"otredad" a su propio discurso, pero como se encuentra ella misma atrapada en lamodernidad, se reconoce la "otredad", pero no se cuenta con ella (conciencia de quedesde distintos puntos se pronuncia de modo diferente el ro); c) en el discursoantrpico, la "otredad" pasa a ser un punto ms en la contextualizacin de midiscurso y, como tal, esencial en el momento de pronunciarme (conciencia de quemi estar siendo slo se articula a travs de los puntos en la orilla). Al mediatizarse,pues, la estructura, unvoca, fija, y por lo tanto opresora, de la modernidad, se abrepaso a una relacin dialgica, nica pauta posible en la dinamicidad del discursoantrpico.

    En repetidas ocasiones hemos hecho referencia a que el Discurso antrpico nostraslada a una nueva dimensin, no en el sentido de anular el discurso de lamodernidad, ni siquiera el de la posmodernidad, sino asumiendo ambos comoherramientas de comunicacin. Antes de pasar a considerar el funcionar de estas"herramientas" a travs de una hermenutica del discurso antrpico, conviene ahoraque nos detengamos en considerar el concepto de narratividad que hemos venidoanunciando, y a la vez posponiendo, a lo largo de estas pginas. Anteriormentesealamos a este propsito, la existencia de un tiempo lineal, un tiempo histrico yun tiempo antrpico. Cada uno de ellos se caracteriza por una peculiar estructuranarrativa. Las estructuras de la modernidad se exteriorizan segn una narrativalineal, aun cuando forzosamente se construyan segn narrativas histricas. Encualquier caso se estructuran segn un crecimiento, un desarrollo o un hacerse, queproyectan la ilusin de caminar hacia una perfectividad. Tanto el modelo mecnicode crecimiento (crecimiento por adicin) como el modelo orgnico (crecimientodesde dentro), son convencionalidades que no responden al discurso antrpico. Elser humano asume ambos modelos, pero no puede quedar limitado a ellos; lohumano es precisamente aquello que queda fuera, que no puede ser contenido enambas formas de narratividad: el ser humano es un estar siendo, un renovado

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  • presente que no responde tampoco, como veremos, a la frmula de un hacerse. Eltrmino presente apunta, pues, a dos vertientes: a) el sentirse siendo del ser humano,y b) el punto de partida de toda comunicacin. El acto de comunicacin se articula,se inicia, necesariamente, desde un presente que, visto desde la exterioridad,aparece como una serie de instantes yuxtapuestos que se definen en sucontextualizacin, o sea, desde una narrativa histrica. El presente vivido, encuanto al ser humano, en cuanto al discurso antrpico, no puede definirse como unasucesin de instantes, de planos yuxtapuestos; tal es la diferencia entre ser y elpensarnos siendo. Somos independientes del concepto de tiempo, pero nospensamos a travs de un antes y un despus. Es decir, si bien como seres humanosactuamos en ese presente vivido, nos pensamos desde dicho presente, a travs de loque denominamos una narrativa antrpica. La narratividad antrpica implica,pues, ese pensarse (sentirse) en y desde el presente: las experiencias humanas sonirrepetibles. Pero se trata tambin de una narrativa que nicamente se puedeexteriorizar a travs de narrativas lineales e histricas. Antes de continuar,ejemplifiquemos esta fase haciendo uso de la clasificacin que nos proporcionaHayden White en el contexto del discurso histrico: "La hermenutica sistemticadel siglo XIX la comtiana, la hegeliana, la marxista, entre otras variedades seplanteaba como objetivo la explicacin del pasado; la hermenutica de la filologaclsica, su reconstruccin; y la hermenutica moderna, la post-Saussure,frecuentemente sazonada con buena dosis de Nietzsche, su interpretacin. Lasdiferencias entre estas nociones explicacin, reconstruccin e interpretacinson ms especficas que genricas, puesto que cualquiera de ellas contieneelementos de las otras" (13).

    Esta clasificacin de White, que describe acertadamente la transformacin de lahermenutica en los ltimos siglos, puede servirnos tambin en nuestro desarrollo.Dijimos anteriormente que la narrativa antrpica se articula a travs de unanarrativa lineal y de una narrativa histrica. La narrativa lineal y la antrpicaresponden a dos realidades concretas: al mundo fsico y al "espiritual"; pero no enel sentido de la dualidad cartesiana, sino en la unidad humana; una, denota larealidad fsica que nos rodea y de la que ineludiblemente nosotros participamos; laotra, el poder del libre albedro que sentimos y mediante el cual transcendemos eldeterminismo que gobierna el mundo fsico. La narrativa histrica es el puente queune las otras dos: la narrativa antrpica, que responde a un constantementerenovado presente individual, conciencia de estar siendo, no puede articularse, nitendra sentido su articulacin en el mundo fsico. Toda articulacin de un discursosupone un intento de comunicacin; es decir, un intento de exteriorizarnos a travsde estructuras externas a nosotros mismos. La narrativa lineal enmarca aquellasestructuras primarias, cuya descripcin o explicacin basta para justificarlas;responde, en otras palabras, a estructuras convencionales tenidas como tales yproyectadas en sentido depositario. Tal es el tiempo que nos marcan los astros al darvuelta "alrededor de la Tierra", tal es el tiempo convencional que nos denota elcalendario o el desgaste y transformacin del mundo fsico u orgnico. En estos

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  • casos la narratividad se construye en un estricto antes y despus y se ajustaexactamente, sin cuestionarlo, al proceso de codificacin que la hace posible. Sepresenta, por tanto, como transcendente, como portadora de valor universal: lasreglas fonticas de un idioma, el sistema mtrico, la estructura del calendario, lacompilacin de sucesos segn un orden cronolgico, la sucesin de reyes en unpas, nuestra adaptacin al paso de las horas en un da, son apenas unos ejemplos delo que deseamos significar con narrativas lineales. Y precisamente porque nuestracomunicacin se efecta en el mundo fsico, aun cuando lo haga desde un renovadopresente, la articulacin de nuestro discurso adquiere la forma temporal con la quenecesariamente tenemos que comunicar lo intemporal de nuestro devenir. Lanarrativa histrica establece ese puente necesario. Por ello su articulacincontrovertida.

    Los dos modelos hermenuticos de los que nos habla White, reconstruccin einterpretacin, son partes de un mismo proceso, y ambos son la actualizacinexteriorizacin en un discurso de nuestro devenir. La narrativa histrica eleva aun primer plano "en funcin a qu" se establece, pues en ello encuentra sulegitimacin. Hagamos de nuevo uso de la analoga del ro. La narrativa antrpicaes aquella que es en s misma, en el fluir de las aguas (ntese que no decimos en el"constante" fluir, pues ello podra implicar no ser el fluir, sino observar el fluirdesde un punto inmvil en la orilla). El acto de comunicacin de ese fluir (inclusoel pensarse es un acto de verse desde fuera, verse desde una narrativa histrica), sinembargo, slo se puede establecer en el contexto con las mrgenes. Lo que hemosdenominado narrativa lineal seran, pues, los distintos puntos en el margen con losque me puedo contextualizar; es decir, puntos (estructuras, procesos decodificacin) concretos, fijables en el espacio y en el tiempo. La narrativa histrica,el acto de reconstruir e interpretar mi acto de comunicacin, sera la que da sentidoa la comunicacin misma. La que establece la "funcin bajo la cual" se codifica micomunicacin. Y con esto entramos ya en el dominio de la hermenutica queexponemos a continuacin.

    3. El texto en la comunicacin antrpica

    Las reflexiones que hemos seguido en las pginas anteriores nos han permitidodeslindar el discurso de la modernidad del proceso transitorio deconstruccionista dela posmodernidad, y as iniciar un acercamiento a la ineludible antropocidad deldiscurso humano. El propsito de esta segunda parte es el de considerar lasimplicaciones que ello conlleva cuando se aplica a un discurso particular. Lasreflexiones que siguen intentan establecer esa primera aproximacin al discursoliterario.

    La estructura comunicativa tradicional, aquella que rige en el discurso de lamodernidad, implcita en todo signo, y que supone un emisor, un mensaje y unreceptor, es tambin vlida, con las modificaciones que luego estableceremos, en el

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  • discurso antrpico (es decir, en un discurso que asume y supera la dudaposmoderna, al definirse en la transformacin). La apora que presentaba dichaestructura en el esquema de la modernidad surga por su aproximacin mecanicista;es decir, cuando independiente de la naturaleza del signo y del objetivo que le dioexistencia, se quera primero determinar "cientficamente" las leyes que regulabanlos tres elementos del proceso y establecer una relacin unidimensional einequvoca de causa-efecto. Este primer paso, sin duda necesario en la dimensinsuperficial de una comunicacin depositaria, es siempre mediatizado y marginal enel discurso antrpico implcito en todo texto literario que, al igual que el serhumano se define en la transformacin y que busca una comunicacin humanstica.

    Pero antes de proceder en nuestro desarrollo, quizs convenga primero detenernosen los conceptos de "comunicacin depositaria" y "comunicacin humanstica" paraestablecer con ms precisin sus parmetros. En un primer nivel podemos decir quecomunicacin depositaria es aquella que aporta los signos, los smbolos, la materiaprima (el alfabeto, los nmeros, las frmulas matemticas, los datos geogrficos,etc.), que luego va a hacer posible la comunicacin humanstica (a travs del textoescrito en nuestro caso). En el contexto de la historia intelectual occidental, lacomunicacin depositaria nos refiere tambin al discurso de la modernidad,mientras que la comunicacin humanstica pertenece al discurso antrpico; es decir,la comunicacin humanstica como el principio dinmico que significa en sutransformacin, en su continua contextualizacin; y la comunicacin depositariasimple acto de depositar como la codificacin primaria, esttica, fijada por uncentro que se acepta independiente de su contextualizacin originaria (y que en estesentido si que se pudiera decir que transciende su propia contextualizacin) o poruna estructura fijada en el tiempo, y que por ello mismo transciende igualmente supropia contextualizacin: las transformaciones qumicas, las leyes fsicas, unaecuacin matemtica, las precisiones geogrficas, la fecha de publicacin de unlibro o la atribucin legal de dicho libro a su autor, as como la mismacontextualizacin de todo cdigo (el sistema fontico del castellano), son apenasunos ejemplos que muestran la amplitud de lo que yo denomino, inspirado enterminologa de Paulo Freire, comunicacin depositaria (el uso y significado queatribuimos al sistema arbigo de numeracin, por ejemplo, se proyecta en nuestrosdas independiente de su origen).

    Al interpretar ambos conceptos de este modo, implicamos tambin cierta medida delegitimidad al discurso de la modernidad. En efecto, si bien el discurso de lamodernidad era incapaz de establecer la comunicacin humanstica o de concebir elreferente humano la dimensin antrpica de toda comunicacin, consegua, sinembargo, mediante su concentracin en las realizaciones humanas que caracterizanel contexto mecnico, esttico, depositario, de sus estructuras, establecer un marcopara recoger los actos humanos fijados en el tiempo. Me refiero, por supuesto, aaquellos aspectos del discurso que al pronunciarse, al contextualizarse en unaestructura concreta, lo hacen en una dimensin que si bien es producto de dicha

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  • contextualizacin, se puede proyectar indiferente a la misma; as, por ejemplo,"Miguel de Cervantes Saavedra" nicamente en cuanto nombre de un escritor, o "ElIngenioso Hidalgo Don Quixote de la Mancha" como ttulo de una obra escrita en1605, o la misma fecha de "1605" en cuanto referencia al ao en que se publicdicha obra. Ntese que no hemos dicho, incluso en estos casos que poseen unareferencia denotativa obvia, que puedan transcender a su contextualizacin, sinosimplemente que pueden proyectarse indiferentes a la misma en una comunicacindepositaria. Todo intento de comunicacin supone siempre una contextualizacin enestructuras convencionales, lo que a su vez implica una transformacin dinmica y,por tanto, un continuamente renovado valor connotativo.

    Del mismo modo que la concepcin dinmica de Einstein no anula las teorasestticas de Galileo y Newton, pues nicamente las enmarca, en el sentido deregresar de nuevo el centro a la estructura que rige, o sea, de contextualizarlo enella. De manera semejante, el discurso antrpico, que fundamenta la comunicacinhumanstica, no anula la necesidad de la comunicacin depositaria, nicamentedemarca su dominio en el campo de los datos, de los procesos de codificacin de lasestructuras de que antes hablbamos; es decir, la comunicacin depositaria, con suvalor denotativo, nos permite una primera aproximacin a la decodificacin decualquier estructura en el proceso de pronunciar nuestro discurso. Claro est, ellono impide, como decamos antes, que el dato depositario est ineludiblementecontextualizado en la estructura donde se origin, slo que en la comunicacindepositaria se usa en su simple dimensin denotativa: tal es el caso, por ejemplo,del libro elemental de gramtica que expone las formas del pretrito del verbo ser;tal es el smbolo de la plata (Ag) en un tratado de qumica sin que importe el origenlatino de la palabra; tal es tambin la entrada del diccionario enciclopdico que bajo"Cervantes" nos dice: "Escritor espaol; naci en Alcal de Henares (Madrid) en1547, y muri el 23 de abril de 1616; autor de El Ingenioso Hidalgo Don Quijote dela Mancha". El sentido depositario puede imponerse incluso en situaciones en lascuales la connotacin cultural parece ser la marca que antecede al significadodepositario: sucede as, por ejemplo, cuando hablamos de pies o millas en unmundo en el que domina el sistema mtrico.

    Hagamos uso de nuevo de un ejemplo: dentro del esquema de la modernidad elsistema copernicano sustituy al sistema ptolemaico; ambos sistemas establecieronsu estructura de significado mediante un centro que transcenda su propiacontextualizacin y que, por tanto, se proyect en su da con un sentido unvoco ensu significar; el dislocamiento del centro del primer sistema al del segundo, slosupuso una anulacin del primero al instalarse el segundo en la "verdad". En eldiscurso de la modernidad, simplemente la verdad ptolemaica se sustituye por laverdad coprnica. En el discurso de la posmodernidad, entra en crisis el valorparadigmtico de ambos sistemas, que se colocan ahora en entredicho, a la vez quese les regresa a su propia contextualizacin; es decir, se les niega la transcendenciaque sin duda no tienen, pero, propio del acercamiento deconstruccionista

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  • posmoderno, no se les concede una dimensin afirmativa en la que puedansignificar. En el discurso antrpico, ambos sistemas representan, es cierto,estructuras depositarias, cuya "verdad" depende de los presupuestos convencionalesque sostienen sus centros de significado. Pero a la vez, la historicidad de ambossistemas hace que ocupen igualmente un espacio propio en el discurso antrpico. Esdecir, por una parte proyectan una comunicacin depositaria: se estudia la verdadptolemaica nicamente como un eslabn en nuestro desarrollo intelectual. Por otraparte, una vez contenida la verdad ptolemaica en su propio contexto y por lo tantoanulada su pretensin de trascendencia, descubrimos de nuevo su actualidadantrpica, tanto en la individualidad del discurso axiolgico del ser como en laconvencionalidad del discurso axiolgico del estar. De ah que en la comunicacinhumanstica del discurso antrpico se d cabida a la estructura coprnica al mismotiempo que se puede instalar nuestro devenir en la estructura ptolemaica: ashablamos, por ejemplo, de que sale el Sol, de que avanza, de que pasa, de que estmuy alto, de que se pone, etc., y estructuramos nuestro quehacer cotidiano deacuerdo con su paso "alrededor de la Tierra".

    Al reincorporar, contextualizar, todo centro en el seno de la estructura quedetermina, lo que denominamos pensamiento de la modernidad pasa ahora adesempear una nueva funcin; se renuncia, por supuesto, a que pueda transcendersu propia contextualizacin, por lo que se reconoce en su ineludible conceptuacindepositaria. Su discurso deja, por tanto, de ser un fin en s mismo para convertirseen una herramienta del dilogo: no aporta significado, genera significado. Asentendido, el discurso de la modernidad se constituye en el vehculo del dilogo; esdecir, su estructura depositaria proporciona los medios para la comunicacin.Regresemos ahora de nuevo a la obra literaria para ejemplificar con ella como sedespliega el discurso antrpico.

    En primer lugar, cuando hablamos de una obra literaria hacemos comnmentereferencia a un texto escrito. En el nivel ms elemental nos referimos con ello a undiscurso depositario: una estructura de signos que representan relacionesconvencionales. Se trata, en efecto, de un discurso depositario en el sentido que esdepositario el aprender a leer: el proceso mecnico de aceptar una estructuraconvencional de correspondencias entre signos y sonidos. Es igualmente depositariala clasificacin de una obra como perteneciente a un gnero literario determinado, ola atribucin de dicho texto escrito a su autor legtimo o la mencin del ttulo delmismo, en cuanto dichos datos nos ayudan a su identificacin. Recordemos que aeste nivel del proceso no estamos estableciendo relaciones de significado; los datosanteriores, por ejemplo, nos sirven para diferenciar una obra entre otras (Cien aosde soledad), atribuirla a un autor legal (Gabriel Garca Mrquez), y aadir que porla convencin aceptada en la composicin de su texto, la obra est escrita enespaol. El verdadero acto de significar vendr luego, en la comunicacinhumanstica, que se realiza en el lector en cuanto ser humano y que no dependenecesariamente de un grado determinado de asimilacin depositaria. Aunque

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  • consideraremos al "lector" ms adelante, conviene ya constatar desde ahora estadiferencia radical, desde la perspectiva del lector, entre el propsito de lacomunicacin depositaria del discurso de la modernidad y la comunicacinhumanstica del discurso antrpico que ahora implicamos: la dimensin delsignificar de una obra literaria depende de los datos depositados previamente,aunque el acto mismo de significar pueda ser independiente de cualquier discursodepositario (independiente de cualquier proceso de codificacin). Detengmonospor un momento en esta afirmacin.

    La concepcin depositaria del discurso "crtico" de la modernidad, preocupada porestablecer la "verdad" de dicho discurso, se aproximaba al texto escrito de un modomecanicista. Se aspiraba un significar que transcendiera su contextualizacin; de ahque se procediera a travs de una acumulacin de "verdades" parciales que se ibandepositando en el texto como piezas de un rompecabezas, que poco a poco irandescubriendo la "verdad del texto". As era necesario no slo conocer el cdigo queimplica saber el idioma en que la obra est escrita, sino que se requera siempreen nombre de captar la verdad transcendente ser depositario igualmente delcdigo literario poesa, novela, teatro, ensayo, de la contextualizacin cultural,social, poltica, etc. del signo y del significado que se atribua al signo. Por ello eraprerrogativa del especialista el acto de enunciar "la verdad". Es decir, se requera,antes de poderse pronunciar sobre el significado, proceder a una acumulacinmecnica de estructuras depositarias, inagotable en su misma problematizacinsegn descubre el discurso de la posmodernidad, que por ello mismo impedanllegar al acto de significar. La perplejidad ante este proceso es la que ejemplifica laduda posmoderna; pues, a la problemtica que planteaba la imposibilidad deconsiderar todos los cdigos (procesos de contextualizacin) de una estructura, seaade ahora la proyeccin deconstructiva que conlleva la sucesivacontextualizacin desde estructuras siempre diferentes.

    La comunicacin humanstica, por su parte, se puede realizar independiente de lasacumulaciones depositarias. Consideremos una situacin lmite con relacin al textoescrito: el texto jeroglfico de un monumento egipcio o su reproduccin en unmuseo o en nuestra mente, lleva en s mismo la posibilidad de significar en lacomunicacin humanstica del discurso antrpico, con independencia de la "verdad"depositaria (sistema de cdigos) de su sentido arqueolgico o del contenido dedichos signos en cuanto escritura (su posible dimensin esttica o de asociacioneshistricas o ficticias, son apenas ejemplos conspicuos de dicha comunicacinhumanstica). Por eso sealbamos anteriormente que el acto de significar esindependiente de la acumulacin depositaria, aun cuando la dimensin de dichosignificar guarde cierta correlacin con las estructuras depositadas.

    Nos enfrentamos, pues, a un complejo proceso de distanciamiento entre el texto ysus contextos (los diversos planos de codificacin bajo estructuras convencionales,tanto en una proyeccin sincrnica como diacrnica). En el discurso de la

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  • modernidad, texto y significado son inseparables en el sentido de identificar uncontexto que define al texto; el paso que da la posmodernidad consiste en reconocerla historicidad de todo texto y la multiplicidad de contextos que ello conlleva. Perola posmodernidad, como hemos sealado ya en otros lugares, es precisamente eso:"pos-modernidad"; es decir, una crtica de la modernidad sin lograr liberarse de ella:como el discurso de la modernidad, busca pronunciar el texto, pero al no conseguirun contexto omnmodo, se queda nicamente en el plano de la perplejidaddeconstruccionista. El discurso antrpico rechaza el concepto de "verdadtranscendente" de la modernidad, para encontrar la "verdad" en la transformacin.De una "verdad esttica" (tenida por independiente no slo del lector sino tambinde los mltiples planos de contextualizacin), se pasa a una "verdad dinmica"(significado en la mudanza), que lo es precisamente en sus contextualizaciones ypor lo tanto en continua transformacin. En cualquier caso, ni el ser humano en suestar siendo ni el texto, se presentan fuera de un contexto, es decir, fuera deldiscurso axiolgico del estar que supone su existencia en el tiempo; y es justamenteen los sucesivos discursos axiolgicos del estar donde se forja el significado.Convertido as en herramienta, en sedimento, para la comunicacin, todo texto serealiza como acumulacin de estructuras depositarias que fijan un contexto. Y estasestructuras, contextualizaciones, como veremos ms adelante, se asumen y generana la vez en el autor, en el texto y en el lector, incluso independientemente unas deotras. Pero regresemos de nuevo a la estructura tradicional implcita en todo texto,que supone un "emisor" (autor), un "mensaje" (texto) y un "receptor" (lector) ydetengmonos brevemente en cada uno de estos aspectos.

    Antes, sin embargo, conviene problematizar dichos trminos para eliminar de ellosla mscara depositaria que proyectan. En la estructura de la modernidad el nfasisrecaa en el intento de proyectar el significado como exterioridad, como un procesomecnico cosificado en un "emisor-mensaje-receptor". O sea, se equiparaba el actode comunicacin humanstica con el de causa-efecto de las producciones humanas.De ah que se hablara de un: A) "emisor" en el sentido de una mquina que codificaun sistema de signos (como lo hace por ejemplo la computadora en nuestro mundo);B) de un "receptor" en el sentido igualmente de la mquina al otro extremo querecibe la informacin y reproduce (decodifica) de nuevo exactamente el mensajeemitido; C) y por ltimo, de la idea de un "mensaje", es decir, de una decodificacinunvoca que hace coincidir al "emisor" en el "receptor". Sin duda este es el esquemadepositario que podemos observar en la "comunicacin" entre las produccioneshumanas (el telfono, la televisin, las computadoras, son buenos ejemplos de dichaprecisin), pero esta transmisin de informacin (o comunicacin en un sentidometafrico), lo es slo en el plano lineal de la comunicacin depositaria que fija unproceso siempre repetitivo y reproducible (la pronunciacin, por ejemplo, de lapalabra "guio" segn la codificacin del idioma espaol). La comunicacinhumanstica se efecta en un discurso antrpico que reconoce al ser humano comoun estar siendo y por lo tanto inmerso en su propia contextualizacin, cuyascaractersticas, como veremos ms adelante, difieren marcadamente de las

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  • transmisiones mecnicas que tienen lugar entre las producciones, tambinmecnicas, del ser humano: se trata de una comunicacin en la cual la asimilacindel llamado "mensaje" puede ser independiente a su contextualizacin (indiferente alos diversos procesos de codificacin que lo originaron), aun cuando, comosealamos anteriormente, la dimensin de la comunicacin dependa de su nivel decontextualizacin en el lector. La superacin, pues, del discurso implcito en lostrminos de "emisor, mensaje y receptor", me parece fundamental para comprenderla dimensin dinmica, dialgica, de toda comunicacin humanstica. Por ello, en eldesarrollo que sigue hago uso de trminos ms difciles de capturar, de encerrar, enun discurso depositario, y que ejemplifican en s la dimensin dialgica que ahoraimplicamos. As hablaremos de un "autor", de un "lector" y de un "texto", es decir,de significantes que proyectan movimiento, o mejor dicho, que proyectan laantropocidad del discurso axiolgico del ser, al mismo tiempo que transcienden ladimensin mecanicista al aparecer sin significado externamente fijado (o fijable),ms all de la convencin depositaria que los hace posible.

    A) El autor implcito.

    Todo texto se origina en un autor implcito (no importa para nuestros propsitos sies individual o colectivo) y, en casos lmites, con un propsito preestablecido detransmitir informacin depositaria o de estimular, inducir, una comunicacinhumanstica. En el primero de los casos, cuyo objetivo denominamos depositario, sepretende establecer el esquema de una estructura fijada en el tiempo y en el espacioy proyectada como indiferente o independiente de su pronunciamiento, es decir, desu mismo proceso de contextualizacin. Tal es el propsito de la comunicacindepositaria de un libro de geografa fsica, y tal es el sentido de informar, porejemplo, que el ro Ebro est en Espaa y que pasa por Zaragoza; en estadimensin, y en cuanto comunicacin depositaria, se desea nicamenteproporcionar informacin, que no requiere reflexin y que en s no significa, fuerade su estructura, hasta que dicha informacin sea usada para contextualizar un actode comunicacin en un discurso antrpico. O sea, la dimensin depositariaestablece los distintos procesos de codificacin (idioma espaol, ro, Ebro, Espaa,Zaragoza, etc.), que facilitarn luego el discurso antrpico. Ntese que nosreferimos al hecho de "facilitar", pues la insercin del discurso axiolgico del ser(siempre discurso antrpico) en el discurso axiolgico del estar (dimensindepositaria que permite la decodificacin), se realiza en el lector, como luegoveremos con ms detalle, en una gama de matices que van desde la comunicacincon el otro y en funcin del otro, a la actualizacin ntima en el peculiar discursoaxiolgico del ser de un individuo y en un acto de significar independiente eindiferente de los distintos niveles de codificacin.

    En el otro extremo encontramos el acto de pura comunicacin humanstica, que nisiquiera pretende significar en el sentido de contextualizar una estructura bancariaen el devenir humano: un poema lrico, por ejemplo. Tal sera la expresin de una

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  • emocin en la intimidad del devenir de su autor, que se exterioriza ya comoirrepetible (incluso en la manifestacin externa, y en cierto modo mecnica, de sucontextualizacin en un discurso axiolgico del estar, es decir, en un sistemaconvencional de cdigos). Pero, aun en estas situaciones limite, puede al mismotiempo conservar cierta carga emotiva, cualquiera que sea su dimensin en laapropiacin antrpica, al reproducirse en el lector, igualmente como intimidadirrepetible. Gustavo Adolfo Bcquer lo dijo ya con versos que resumen laantropocidad del ser humano y a travs de l de todos sus actos y especialmente elacto de la comunicacin:

    Volvern las oscuras golondrinasde tu balcn sus nidos a colgar,

    y otra vez con el ala a tus cristales,jugando llamarn.

    Pero aquellas que el vuelo refrenaban,tu hermosura y mi dicha al contemplar,

    aquellas que aprendieron nuestros nombressas no volvern!

    En esta posible situacin lmite, repetimos, la nica relacin entre el autor implcitoy el lector, que slo se da en el sentido dinmico del devenir de ambos, es la dehaber vivido una emocin. En esta comunicacin humanstica el ndice o grado dela emocin es inconsecuente, pues slo es comunicacin en cuanto lo es en cadauno de los lectores y en la medida en que lo es en s