grecia como cuna de la civilización occidental. un análisis heterodoxo

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Este ensayo, plasma algunas de las ideas y pensamientos que surgieron ante el estudio del dialecto griego ático antiguo y su relación con la idea de la antigua Grecia y la actual civilización occidental.

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Page 1: Grecia como cuna de la civilización occidental. Un análisis heterodoxo

Universidad Nacional de Colombia. Septiembre 24 de 2012. Asignatura: Griego electivo I.

GRECIA COMO CUNA DE LA CIVILIZACIÓN OCCIDENTAL.

UN ANÁLISIS HETERODOXO.1

Al hablar sobre la civilización occidental, son frecuentes las afirmaciones que remiten a pensar que

ésta ha sido históricamente construida dentro de un amplio territorio, habitado por una gran

población que comparte un conjunto de características comunes que se expresan en una identidad

cultural unificada.

Por ejemplo, es frecuente identificar pilares de la civilización occidental como la organización política,

cuya máxima expresión es la democracia, o características compartidas como las relaciones de poder

y de género fácilmente identificables en el patriarcado o en factores tan simples y cotidianos como la

vestimenta, siendo ésta básicamente la misma en América del Norte, América del Sur y Europa. Sin

embargo, no es extraño reconocer en esa misma civilización organizaciones políticas tan variadas

como la monarquía parlamentaria o las guerrillas, o relaciones de poder y de género diferentes como

el matriarcado, y modos de vestir tan característicos de un tipo específico de comunidad como las

ruanas y las alpargatas de campesinos suramericanos o las faldas de los escoceses. Partiendo de los

ejemplos mencionados, es posible admitir que esas categorías que concebimos como comunes y

homogéneas pueden presentar variaciones, por lo que puede ser viable pensar que aquello que

llamamos “occidental” no es tan común y uniforme como se presume.

Considerando la posibilidad de la existencia de variaciones, es preciso tener en cuenta que al interior

de la llamada civilización occidental convivimos cantidades muy diversas de comunidades, grupos y

expresiones culturales reflejadas en diferentes cantos, ritmos, danzas, costumbres, vestidos, comidas,

relaciones sociales, creencias y valores morales típicos de regiones y culturas diferentes; que además

pueden compartir algunas características que son fruto de interacciones y transformaciones sociales.

Por lo anterior, es factible pensar que las características comunes y la identidad cultural unificada,

propias de la civilización occidental, pueden ser tan diversas y variadas que sería interesante repensar

la connotación de la categoría "civilización occidental".

De la misma manera, es necesario tener en cuenta que las civilizaciones y las culturas han vivido

cambios y transformaciones que derivan de dinámicas históricas y relacionales entre diferentes

grupos humanos, y que dichas dinámicas no implican la pérdida total o la supresión de expresiones

culturales (como en el caso de las lenguas), por ello, en los idiomas del territorio que hoy llamamos

occidente (América y Europa) es común encontrar raíces griegas, árabes, latinas y germánicas, así

1 Este ensayo fue presentado como un requisito para la asignatura arriba mencionada. Inicialmente, no asigné ningún

título debido a que se respondía a la pregunta planteada por la docente del curso: Siendo los griegos la cuna de la

civilización occidental, ¿cuáles de los factores sociales y culturales hacen parte de sus intereses personales, y de qué

manera le aportan a su desarrollo profesional - personal?

Sin embargo, para su publicación en internet, asigné el título que allí aparece.

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como variaciones y secuelas lingüísticas que evidencian vivos retratos de grupos étnicos que

habitaron y/o habitan nuestros actuales estados-nación.

Por esta vía, sería posible afirmar que la idea de civilización occidental responde a una interpretación

cultural que se ha hecho en base al imaginario del predominio y la supremacía de algunos procesos

históricos y culturales sobre otros. Tal supremacía se expresa en la misma categoría de “civilización”,

poniendo de presente un juicio de valor que jerarquiza, uniforma o diferencia (según sea el caso)

organizaciones sociales categorizadas bajo etiquetas valorativas como: los civilizados y los no

civilizados (también, salvajes).

Ello, permite pensar que la civilización occidental, es entonces una convergencia de múltiples

características culturales que hacen parte de procesos históricos y transformaciones que dan lugar al

surgimiento de una sociedad emergente, que bajo una mentalidad dominante y colonizadora

promueve la idea de universalidad, de solidez y de unicidad cultural e identitaria.

El concepto de “civilización occidental” tiene muchos puntos débiles para definir lo que

territorialmente abarca, aun así, si aceptamos llamar a el territorio en cuestión bajo ese nombre, se le

suelen atribuir a manera de raíces culturales la antigua Grecia y el Imperio Romano. Para este caso,

nos ocuparemos a continuación del grado de influencia que pudo tener la cultura de los hablantes de

los dialectos de idioma griego clásico, en eso que llamamos civilización occidental.

Si se intentase identificar algún tipo de influencia griega en la “civilización occidental”, no resultaría

complicado, teniendo en cuenta que la Grecia clásica legó a nuestras culturas una amplia gama de

herencias que pueden ser fácilmente reconocidas en distintos ámbitos. Por ejemplo, no resulta

descabellado afirmar que las columnas que sostienen la fachada del Capitolio Nacional de Colombia

en Bogotá, evocan las grandes columnas jónicas características del Erecteión en Atenas y que además,

el Capitolio como espacio político de reunión, cercano al pueblo, simboliza la democracia, también

heredada por los griegos; o que La Estatua de la Libertad en Nueva York representa el ideal de

libertad del hombre pregonado por los griegos en la época clásica. O que la enseñanza de la

aritmética en escuelas y colegios del mundo occidental se desprende de un vasto legado del estudio

de griegos como Platón, Pitágoras y Diofanto (entre otros). Así pues, con pocos ejemplos podemos

observar que es innegable la influencia y la relación entre “civilización occidental” y los avances

realizados por la población griega.

No obstante, tampoco es innegable que aquello que llamamos civilización occidental también ha sido

permeado por innumerables herencias provenientes de culturas tan diversas como la población

misma. Por ello, no es extraño notar la influencia y la permanencia de la arquitectura colonial

española en municipios como Villa de Leyva, Tunja y Popayán en Colombia, o la fortaleza de la cultura

latina reflejada en las oraciones de cultos religiosos católicos de la mayoría de regiones americanas y

europeas, o permanencias de costumbres prehispánicas como el consumo de chicha en Suramérica o

en la preparación de recetas específicas ancestrales como las arepas de maíz y el uso de las hojas de

platanillo al interior de diferentes regiones colombianas, o el uso de condimentos tradicionales

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propios del territorio como la infinidad reconocida de diferentes usos del ají en México y en América

en general, y así, los ejemplos podrían continuar.

De esta manera, es importante revalorar a la antigua Grecia como cimiento único de la llamada

civilización occidental porque al desconocer la gran cantidad de influencias y la diversidad de culturas

que dieron origen a las dinámicas de nuestras sociedades actuales, estaríamos negando parte de

nuestra identidad y de nuestras raíces. En ese sentido, es importante darle valor a la amplitud de la

herencia griega en nuestra “civilización”, pero también es de suma importancia visibilizar todas

aquellas características que provienen de territorios y culturas diferentes y que componen nuestras

actuales expresiones culturales.

Por otra parte, es necesario analizar los orígenes de la “civilización griega” para reconocer que ésta,

no se levantó de la nada, ni se desarrolló de manera lineal y preconcebida. Por ello es necesario

reconocer que la cultura griega clásica tiene historia y deriva de múltiples procesos e interacciones

que dieron lugar a lo que se conoció como la antigua Grecia, de la misma manera en que esa antigua

Grecia con influencia de otras culturas y múltiples procesos históricos, como el extenso recorrido de

Alejandro Magno por Oriente, se convirtió en lo que hoy llamamos Grecia, un Estado Nación en el que

incluso, el griego clásico sufrió modificaciones reflejadas en la pronunciación y en la semántica. Por

esta razón, no es difícil hallar relaciones claras entre diferentes lenguas y el griego clásico, porque

justamente, dicha lengua deriva de otras que a su vez son transformaciones de unas más antiguas: “el

griego pertenece a la gran familia de lenguas derivadas de una lengua primitiva común conocida con

el nombre de indogermánico o indoeuropeo. Constituyen esta gran familia lingüística, como lenguas

hermanas oriundas de una misma lengua madre, el sánscrito, el persa, el armenio, el albanés, el

griego, el latín, el celta, el germano y el baltoeslavo” (Berenguer, 1994:11)

Por lo anterior, afirmar que los griegos fueron la cuna de la “civilización occidental” limita y sesga la

herencia cultural que impulsó el posicionamiento de los griegos en su época y en la actualidad. En ese

sentido, es importante reconocer que nuestra actual “civilización occidental” no sólo es el fruto de

los amplios desarrollos y las impresionantes expresiones culturales de los griegos, sino que dicha

civilización es el resultado de transformaciones, relaciones y procesos históricos que desembocan en

eso que vagamente recibe el nombre de civilización occidental.

Además, resulta interesante destacar que al interior de la antigua Grecia, las expresiones culturales,

las mentalidades y las características sociales, a pesar de ser similares no estaban unificadas y

resaltaban la diversidad que aun hoy puede ser identificada en registros históricos que demuestran la

multiplicidad de dialectos hablados en cada región. Entonces, reconocer que la existencia del jónico,

el eólico, el dórico y el ático como el conjunto de lo que actualmente llamamos “idioma griego

clásico” implica reconocer las diferencias y superar los imaginarios que describen a la antigua Grecia

como una sociedad organizada con características específicas únicas y generales, y que el ático, como

dialecto griego de mayor estudio y expansión, sólo representa una parte de lo que fue la narrativa y la

escritura griega clásica.

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El actual territorio griego, ha sufrido un sin fin de cambios desde hace veinte centurias: invasiones

persas, turcas, eje central en el Imperio Romano de la era de Augusto, último bastión de Roma con el

imperio romano de oriente, parte del Imperio Bizantino (luego Imperio Otomano); solo es hasta 1918,

después de la partición del Imperio Otomano, aliado del Imperio Germano-Pruso (Santo Imperio

Románico Germánico), en la rendición firmada en Versalles, que se crea nuevamente el Estado

Griego, basado en el nacionalismo que remembraba las épocas clásicas, así como, estratégicamente,

un enclave de la Europa más occidental en el extremo oriente del Mediterráneo. El deseo de

rematerializar los antiguos estados no es algo poco común: el imaginario que hay en torno a esas

grandes “civilizaciones” del pasado europeo es, por lo demás, fundamental en la misma identidad

europea, y lo viene siendo aún desde las nombradas épocas oscuras del Medioevo con las

excavaciones de Petrarca en Pompeya. La reminiscencia de lo clásico fue eje fundamental del

denominado “Renacimiento” en las grandes monarquías, y más aún en las épocas de la Ilustración,

adjuntas a los primeros procesos de creación de democracias modernas. Aquéllos hombres y pocas

mujeres que, siendo los ilustrados de su época, tuvieron acceso a la reducida y fragmentada historia

de la cultura griega clásica, por contingencia de la historia, tuvieron como fuentes mayoritariamente a

la vida nobiliaria y de alta gama, como reyes, escritores, pensadores, y por eso mismo la memoria que

reconstruyeron de lo que fue el territorio griego hace 2500 años está sesgada a esas mismas

categorías de información a las que tuvieron acceso; no puede corresponder por lo tanto, esa visión

que nos legó la historia a la totalidad de la cultura griega antigua.2

Por ello, hablar de la civilización griega como la cuna de la civilización occidental, refleja y reafirma el

dominio de una mentalidad sustentada en la colonialidad cultural que a su vez caracteriza los valores,

las ideologías y las pretensiones hegemónicas y universalizantes de nuestra sociedad actual. Con ello,

no quiero decir que las “civilizaciones” griegas no tengan ningún valor ni ninguna representatividad

dentro de nuestras expresiones culturales, por el contrario, considero que hay grandes influencias de

los pensamientos y las culturas griegas en nuestras sociedades, pero no han sido únicamente los

griegos quienes han configurado nuestra actual “civilización occidental”; si no, ¿qué sería de nuestras

expresiones culturales sin la influencia de ancestros árabes, persas, latinos, romanos, ibéricos e

indígenas?

Partiendo de la importancia de las expresiones culturales en la conformación de sociedades

organizadas o “civilizaciones”, para efectos de este ensayo, es pertinente mencionar algunas

relaciones existentes entre lenguaje (como expresión cultural) y mentalidad (como cristalización de

las expresiones culturales). En ese sentido, resulta relevante poner de presente la cuestión de la

identidad ligada al lenguaje, considerando que éste último, derivado de relaciones sociales y

procesos históricos representa un papel fundamental en la formación de la identidad de los sujetos

que están adscritos a una cultura, por ello, las expresiones culturales permean la mentalidad de los

2 Éste párrafo, fue escrito en conjunto con Rafael Robles Cuéllar. Agradezco su colaboración y su aportes sobre datos

históricos.

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sujetos, dando lugar a maneras características de ser, hacer, comprender y relacionarse con el

entorno y con el otro. (Trabajo Social Individual, 2011).3

Para el caso del griego, el reconocimiento de las lenguas como expresión cultural y como factor

formador de identidad, permite hacernos una idea de la importancia del lenguaje en la organización

social de una cultura, de alguna manera, podría afirmarse que la lengua griega tanto clásica como

moderna (en todas sus variaciones), permite a quienes la aprendemos acceder a una dimensión que

posibilita comprender la mentalidad y la cultura que caracterizó y caracteriza a Grecia como “cuna de

la civilización occidental”. Así pues, “algunos rasgos del vocabulario, que subsisten todavía en la época

clásica, son sugerentes a este respecto. El enemigo, ἑχθρóς, se opone al amigo, φίλος, al que su valor

posesivo aproxima al latín suus. El philos es en principio para un individuo su pariente próximo; y el

modelo de la philía se ve realizado en el estrecho círculo familiar donde hijos, padres y hermanos se

sienten en cierta manera idénticos los unos a los otros, perteneciéndose recíprocamente. El enemigo

es el forastero, ξένος; ahora bien, este mismo término de xenos se aplica al huésped acogido en el

hogar para establecer de casa a casa un comercio de hospitalidad.” (Vernant, 2003:23). Así, Jean-

Pierre Vernant proporciona un interesante comentario que permite ejemplificar cómo opera el

lenguaje en la identidad y cómo dicha identidad en niveles macro, permite caracterizar mentalidades

y concepciones culturales frente a temáticas específicas.

Entonces, partiendo del recorrido analítico planteado a lo largo de este escrito, afirmo que los

factores que me motivaron a conocer el griego clásico (en este curso, el dialecto ático) derivan de mi

deseo de empaparme de los orígenes de mi cultura y de valorar, revalorar y reafirmar mi identidad.

Teniendo en cuenta que he planteado que las lenguas son expresiones culturales que representan

partes formadoras de mentalidades e identidades y que el griego clásico es una de las grandes raíces

de mi lengua materna (el español colombiano); con el aprendizaje de este dialecto pretendo conocer

y reconocer una parte de aquello que forma mi identidad cultural, en tanto hispanohablante,

latinoamericana y colombiana. Por ello, también reconozco mi fascinación cuando identifico en mi

dialecto, raíces griegas, latinas, árabes, muiscas y germánicas, porque siento que de esa manera

puedo generar reflexiones que me permiten conocerme mejor a mí misma, visualizar e interpretar las

mentalidades de mis ancestros y comprender, al menos mínimamente, las expresiones culturales de

nuestro actual territorio… de nuestra presente y para mí, mal llamada “civilización occidental”.

3 Si bien en este párrafo se hace alusión a conceptos e ideas abordados en la cátedra mencionada. La reflexión sobre

lenguaje y mentalidad es propia.

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Bibliografía:

- BERENGUER AMENÒS, Jaime. “Gramática griega”. Bosch, Casa Editorial. Trigésima cuarta

edición. Barcelona, Marzo de 1994.

- TRABAJO SOCIAL INDIVIDUAL. Notas de Clase. Universidad Nacional de Colombia, Facultad de

Ciencias Humanas, Departamento de Trabajo Social. Bogotá, Agosto de 2011.

- VERNANT, Jean-Pierre. “Mito y sociedad en la Grecia antigua”. Siglo Veintiuno de España

Editores. Cuarta edición en español. Madrid, Septiembre de 2003.