HABÍA UNA VEZ UN CUENTO DEL REVÉS, QUE UN DÍA FUE CONTADO

Y NUNCA MÁS SE SUPO DE ÉL.

RESULTÓ QUE HABÍA UNA PRINCESA, QUE DE ENVIDIOSA Y MALCRIADA,

ERA LA QUE TODOS LOS PUNTOS SE LLEVABA.

- ¡Quiero un dragón! Grande, verde y que de fuego...

¡eche un montón! - Pero hija mía,

ni con todo el dinero del mundo podría yo comprar ese animalón!

¿No preferirías un gorrión? - ¡¡Noo!! ¡Consíguelo! ¡Róbalo!,

- ¡Mañana lo quiero en mi habitación!

Tanto es así que un día color carmesí,

le pidió a su padre: -¡¡¡Padreeee!!!

-Dime hija mía, amor de mis amores,

vida de mi vida.

Y así fue como la princesa Isabel (que así era como se llamaba)

consiguió su capricho de la noche a la mañana.

Claro está que la gente no lo entendió y cuando pasaban por la calle y lo veían en

su habitación, gritaban despavoridos: - ¡Que alguien salve a la princesa del

dragón!

Tal era el escándalo que llegó a oídos de príncipes y vándalos.

Pero ninguno se atrevía de verdad a rescatarla del mal.

Inocentes ciudadanos si supieran que el afectado

no era la princesa, sino el dragón

¡Ansioso de ser rescatado!

Pues es bien conocido que la princesa era caprichosa

y le hizo al dragón mil millones de cosas.

Le puso rulos, le pintó las uñas y los ojos…

incluso mandó diseñar un enorme vestido rojo.

Resultó que Ésta historia llegó a oídos de un apuesto caballero:

- San Jordi, encantado de conoceros.

A veces, jugaban a las palomitas. Ella tiraba una mazorca de maíz

y ordenaba al dragón echar fuego por la nariz.

Era tal el estruendo que la princesa armaba cuando las palomitas explotaban,

que la gente del pueblo pensaba... ¡que el dragón se la zampaba!

- ¡Ayúdela caballero! Si no ese vil dragón ¡se la acabará comiendo en el puchero!

- ¡No os preocupéis bella dama! ¡Yo te salvaré de esa bestia inhumana!

Cual grande fue la sorpresa del caballero cuando vió a la princesa agarrando al

dragón por el cuello, intentándole poner un sombrero

muy fiestero.

- ¡Tú! ¡Sí, tú! ¡Ayudame con esto! ¡Que el señorito ha decidido hoy ser un

tormento!

Ya os podéis imaginar la cara del caballero que sin rechistar la ayudó con el sombrero.

- ¡Tengo una idea!! Dijo la princesa, - Ya que estás tú aquí, ¡podríamos jugar a

lucha en el jardín!

Cuando el caballero quiso contestar la princesa le mandó callar y en un periquete

lo había puesto ya frente al dragón preparado para luchar.

- Damas y caballeros, con todos ustedes e aquí el gran duelo.

¡Lucha a muerte entre el dragón

y el caballero!

Al ver la princesa que San Jordi no reaccionaba se acercó a él y cogió su espada.

- ¿Es que los caballeros de hoy en día sois tontos?

!!Así!! ¿¿Ves??

Pero sin darse cuenta y sin querer la empuñó con tal fuerza

que al dragón atravesó la piel.

Cuando el cuerpo del dragón cayó armó tal escándalo que todo el pueblo acudió.

Al ver la princesa que los ciudadanos se acercaban le encasquetó a San Jordi la espada. Y haciéndose muy bien la disimulada hizo su papel de víctima rescatada.

El pueblo realmente creyó que San Jordi había matado al dragón.

Y así fue como cada año, por esas fechas, recordaban al caballero con una gran

fiesta.

¡Que viva San Jordi, que viva el caballero,

que consiguió salvar a la princesa

de aquel dragón tan feo!

Y cuento explicado, que si no es mentira,

me lo habré inventado.