hambre de pan… de verdad y de respeto- grr- (notas)
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(NOTAS)
HAMBRE DE PAN… DE VERDAD
Y DE RESPETO
GRR GRUPO DE REFLEXION RURAL
-Una historia de los transgénicos que no pasa
por las transnacionales
-La “sintonía fina” del modelo sojero
Cristina Kirchner, Rockefeller, Monsanto
y la nueva oligarquía agroindustrial
HAMBRE DE PAN… DE VERDAD Y DE RESPETO
GRR GRUPO DE REFLEXION RURAL
06 de ENERO de 2014
Respaldamos absolutamente al Papa Francisco en cuanto a que, resulta inmoral e inadmisible, que haya
quienes sufran hambre. Estamos convencidos de que el hambre en el mundo es un flagelo provocado por el
capitalismo globalizado, tanto como por la codicia humana, y creemos como tantas personas preocupadas
por esta situación, que debemos esforzarnos para que pueda ser erradicado. Compartimos, asimismo, de
modo vehemente sus conceptos emitidos en la jornada por la paz mundial:
“En particular, el sector agrícola es el sector primario de producción con la vocación vital de cultivar y
proteger los recursos naturales para alimentar a la humanidad. A este respecto, la persistente vergüenza
del hambre en el mundo me lleva a compartir con ustedes la pregunta: ¿cómo usamos los recursos de la
tierra? Las sociedades actuales deberían reflexionar sobre la jerarquía en las prioridades a las que se
destina la producción. De hecho, es un deber de obligado cumplimiento que se utilicen los recursos de la
tierra de modo que nadie pase hambre. Las iniciativas y las soluciones posibles son muchas y no se limitan
al aumento de la producción. Es de sobra sabido que la producción actual es suficiente y, sin embargo,
millones de personas sufren y mueren de hambre, y eso constituye un verdadero escándalo. Es necesario
encontrar los modos para que todos se puedan beneficiar de los frutos de la tierra, no sólo para evitar que
se amplíe la brecha entre quien más tiene y quien se tiene que conformar con las migajas, sino también, y
sobre todo, por una exigencia de justicia, de equidad y de respeto hacia el ser humano. En este sentido,
quisiera recordar a todos el necesario destino universal de los bienes, que es uno de los principios clave de
la doctrina social de la Iglesia. Respetar este principio es la condición esencial para posibilitar un efectivo y
justo acceso a los bienes básicos y primarios que todo hombre necesita y a los que tiene derecho”.
Como grupo humano y activista movido por fuertes motivaciones sociales y especialmente morales, como
Grupo de Reflexión Rural de la República Argentina que se propone generar nuevos pensamientos,
proponemos que la Iglesia, y particularmente el Vaticano, establezca los debates necesarios acerca de
cómo combatir el hambre en el mundo a partir del pensamiento inspirado de Francisco, pero
recomendaríamos que esos debates sean encarados a partir de análisis críticos sobre las causas sistémicas
que lo generan, y que se eviten las miradas urbanas y superficiales, cuando no meramente académicas, que
son las que pareciera, suelen primar cada vez que el tema sale a debate.
Comencemos reconociendo que, en el mundo globalizado, los alimentos que el hombre necesita para vivir
y desarrollarse han devenido en francas mercancías. Su producción y comercialización corresponden cada
vez más, a gigantescas empresas guiadas tan sólo por el lucro y la ganancia que han terminado
apoderándose de la mesa familiar y de todo lo que comemos. La antigua capacidad de cada uno de proveer
a su propia alimentación ha sido gradualmente reemplazada por entidades e instituciones encargadas
de “dar de comer”. Así, de esa manera, lo que en el mandato bíblico pudo ser una situación absolutamente
excepcional, se ha convertido en atribuciones propias del mercado, cuando no también, de los mismos
gobernantes que utilizan esta capacidad del Estado de dar de comer para generar políticas que
asistencializan e invalidan a los necesitados y les expropian el poder que tuvieran alguna vez, cuando
fueron autónomos en proveer a su propia alimentación o a una parte significativa de ella.
Esos alimentos mercancías son hoy gracias a las empresas corporativas que guían los mercados, objetos de
procesos de escala gigantesca. A la producción masiva de animales en encierro, sometidos a una crueldad
funcional inaudita, se le suma la alimentación con balanceados industriales y el uso intensivo de fármacos,
hormonas y antibióticos de todo tipo, de tal manera que, más que alimentarnos terminan enfermando a
quiénes los consumen. Lo mismo ocurre con los cereales, con las legumbres y en general con todos los
frutos de la tierra producidos ahora, en escala industrial y abrumadora mediante brutales procesos de
agriculturización que deterioran y envenenan los suelos con ingentes cantidades de agrotóxicos. Este
sistema es guiado por visiones cada vez más tecnocráticas, con fertilizantes químicos y semillas
genéticamente modificadas. Que el hambre en el mundo no vuelva a ser excusa para alimentar
nuevamente desde estrados académico religiosos el hambre insaciable de ganancias de los nuevos poderes
corporativos Biotecnológicos…
Creemos, asimismo, que no es propicio abordar el tema del hambre comenzando con ilustraciones sobre
las nefastas consecuencias del consumo desproporcionado de comida en algunos lugares del Planeta en
que la norma sería la disipación y el desenfreno. Esa mirada a fuer de sesgada y urbana, pone siempre el
énfasis en el desperdicio en destino e ignora o invisibiliza los modos de producir y los desperdicios en
origen. Y con esto nos referimos a la ruralidad en desmedro de cosmovisiones urbano fabriles cada vez más
hegemónicas. Una perspectiva semejante basada en los desperdicios, más allá de que aquellas situaciones
de hiperconsumismo impliquen explícitas profanaciones y desprecio por los seres humanos y por el trabajo
del hombre en general, podrían colaborar a sugerir soluciones a partir de mejores distribuciones de las
mercancías producidas por los grandes conglomerados corporativos. Estamos convencidos de que esa
mejor distribución, aún de poderse lograr, tampoco solucionaría el problema del hambre y de la
desnutrición que enfrenta la humanidad. El crimen del mundo globalizado es la industrialización masiva de
alimentos, su creciente encarecimiento, el que obligue a la ingesta inexorable de comida chatarra, el que
conduzca a la apropiación de las materias primas y de los territorios, al uso generalizado de publicidad y de
packaging suntuario, y al concepto de valor agregado, cuando en definitiva, lo que se agrega son solamente
costos y precios por gastos de energía y enormes traslados que, al fin y al cabo, sólo garantizan la
monopolización de la producción de alimentos en manos de la agroindustria, pero nunca una mayor calidad
nutricional ni ecológica.
Por todo ello, pensamos que será consecuente con nuestras creencias religiosas y o sociales, tanto como
con nuestros intereses de poder comer alimentos sanos y nutritivos, si en el debate de la Iglesia, y de
Caritas particularmente, se encara a los alimentos como productos de la Cultura, frutos del trabajo y de la
correspondencia humana con el mundo natural que, en definitiva, refiere al milagro de la Creación. Así
entendido, salta a la luz que hasta aquellos que tienen más dinero para consumir e inclusive, que pueden
permitirse desaprovechar los alimentos que compran en exceso, guiándose por las publicidades y el afán de
consumir y que eligen por las marcas aquellos alimentos industrializados que proveen los supermercados
suelen sufrir, también, las epidemias modernas propias del consumismo y de la ingesta de comida chatarra.
Nos parece importante enfatizar que las miradas que se aferran a las consecuencias inmediatas y que
desconocen las causas profundas del hambre en el mundo, como aquellas otras que se engañan creyendo
que la incorporación de tecnologías que prometen aumentar al infinito las actuales producciones, podrían
resolver el problema, resultan ser, a corto plazo, absolutamente funcionales al sistema implantado y no
hacen sino agravar la situación de aguda desprotección y vulnerabilidad alimentaria en que permanece
sumergida gran parte de la población del Planeta.
Recordemos el modo en que Caritas Argentina respondió a la angustiante hambruna vivida en el país a
partir de la debacle económica de finales del año 2001. Luego del saqueo de los supermercados, y cuando
el hambre era un fantasma que recorría insomne las periferias urbanas de indigencia, en los comedores de
Caritas Argentina se distribuía como alimento para los pobres y desesperados la misma soja transgénica
que se exportaba para los cerdos de China y de Europa. ¡Qué paradoja tan siniestra aquella! Esa misma soja
que necesitada de territorios vacíos, que forzó los desplazamientos indígenas y campesinos, que contribuyó
a su pobreza, a su hambre y a su dependencia de políticas asistenciales, se distribuía entonces entre ellos,
como único alimento… Y se distribuyó, además, de manera porfiada por años y bajo justificaciones
caritativas, pese a que públicamente numerosas voces incluso oficiales, denunciaran la indiscutida
peligrosidad de la ingesta de Soja, especialmente por parte de menores, de embarazadas, de ancianos y de
sujetos con defensas disminuidas, como los enfermos.
Esas bolsas de soja GM las donaban los productores agrarios para apagar las llamas del desorden social,
pero ocurría que, era la misma soja causante de la catástrofe que se vivía, tanto del desempleo masivo en
la agricultura, cuanto del despoblamiento de enormes sectores rurales obligados a emigrar a los cordones
urbanos de extrema pobreza. Ese daño no solo no ha sido revisado, sino que permanece en la oscuridad de
lo que no se menciona, de lo que se prefiere olvidar... Pero no es barriendo bajo la alfombra lo que nos
avergüenza el modo en que podremos aportar a resolver el hambre en el mundo. Todo lo contrario, el
silencio sobre aquellas actividades benéficas que daban por cierto que los OGM podrían ser una comida
válida para los pobres y hambrientos de la Argentina en estado de emergencia, se encuentra avalada
todavía por prominentes miembros de las Academias Pontificias que, lamentablemente, están convencidos,
pese a las repetidas evidencias de lo contrario, de que las propuestas de la ciencia empresarial y de las
Corporaciones Biotecnológicas, podrían resolver los problemas alimentarios de la Humanidad.
Para aclarar nuestra reflexión sobre cómo encarar el debate del hambre, proponemos indagar críticamente
al libre comercio y a la creciente especulación financiera sobre el precio de los alimentos, así como a la
aparición de fondos buitres en las Bolsas de Cereales y comodities, que desvirtúan terriblemente el poder
de compra de los países periféricos. Deberíamos considerar los riesgos a que nos someten las
Corporaciones Biotecnológicas con los OGM nunca suficientemente investigados. Nos debemos un debate
acerca de la actual agricultura química adicta al derroche de agua y de petróleo, al patentamiento de las
semillas, al acaparamiento empresarial de tierras o landgrabbing, la especulación de mercado y al rol de
las instituciones transnacionales como las causas del hambre y de otras tales como el éxodo a las periferias
urbanas y la megalopolización compulsiva del planeta. No quedan fuera de estas consecuencias, el tráfico
de seres humanos, las epidemias de obesidad y otras enfermedades propias del llamado Progreso, la
aceptación generalizada de la explotación humana sobre otros humanos y el imperio de la diversidad sobre
la certeza de cuanto nos es común como seres humanos. Y para concluir esta penosa lista de situaciones
atroces y como si no bastara con lo expuesto, se suma el Cambio Climático y la devastación creciente de la
Naturaleza por parte de las Corporaciones transnacionales...
Debemos volver a sistemas de agricultura natural, debemos revisar de manera radical los criterios de
urbanización así como contemplar el retorno de las sociedades a una necesaria ruralidad como camino para
la recuperación de lo humano con arraigo a la tierra, a una Cultura con mayúscula y a la producción de
alimentos sanos. Necesitamos repoblar los campos con familias y multiplicar los mercados de cercanías,
mercados dónde no exista un descarte que no sea inmediatamente reciclado de manera ecológica,
mercados a granel y sin packaging, y en un mundo dónde el petróleo se termina o encarece, sin cadenas de
frío, largos costosos transportes, ni mayores gastos energéticos. Necesitamos que cada ser humano
recupere su capacidad e inventiva para producir al menos una parte mínima de lo que consume, que
podamos recuperar los patrimonios culturales, tanto como las antiguas tradiciones culinarias y las especies
alimentarias autóctonas, que podamos rescatar los herbarios medicinales y las semillas locales. Debemos
lograr que la Agricultura y los alimentos salgan de la OMC. y dejen de ser mercancías para la
especulación... Alguna vez San Pablo expresó: “Que por eso naciste desnudo y con dos manos para que
cubras tu desnudez con el trabajo de tus manos y te procures la comida con tu inventiva eficaz. El trabajo
será también tu baluarte”.
Vivimos horas decisivas para la humanidad. Los Cambios Climáticos producidos por el afán inagotable de
poder y de ganancias, la creciente contaminación, las crisis financieras y las guerras multiplican cada día, las
amenazas globales. No tendremos demasiadas oportunidades de modificar nuestras prácticas erróneas, ya
que los procesos ecológicos que nos sostienen como humanidad amenazan con escapar a toda posibilidad
de ser encauzados. No debemos entonces, volver a equivocarnos. El mundo confía en que la autoridad
moral de los líderes religiosos ponga freno a esas amenazas y abra nuevos horizontes de esperanza para
una humanidad angustiada, no solamente por el hambre de alimentos, sino también por la necesidad de
arraigo y de vivir en comunidad. No la defraudemos.
GRR GRUPO DE REFLEXION RURAL
06 de ENERO de 2014
FUENTE: http://www.grr.org.ar/documentos/hambre%20de%20pan.htm
9 de enero
"El inicio de la transgénesis vegetal en la Argentina no tiene que ver con las grandes multinacionales sino
con investigadores formados en la Argentina, que de alguna manera vuelven al país después del exilio,
con la idea de lograr un desarrollo tecnológico que tenga una utilidad local."... Esto solamente se había
expresado timidamente desde el Programa Horizonte Sur... que el setentismo procubano fue quién
implantó en la Argentina el agronegocio y la sojización transgénica compulsiva... Que cada uno saque las
consecuencias que este aserto tiene... y ello al margen del autor que se propone fundamentar la
posibilidad de una industria biotecnológica nacional, que haga lo mismo que Monsanto pero que lo
desplace... propuesta qué, probablemente, podria ser aplaudida por gran parte de la izquierda...
“Hay una historia de los transgénicos que no pasa
por las transnacionales” Pablo Pellegrini
DIALOGOS › EL INVESTIGADOR PABLO PELLEGRINI, OTRA MIRADA SOBRE LA AGRICULTURA
GENETICAMENTE MODIFICADA
Es biotecnólogo y doctor en Ciencias Sociales y Filosofía del Conocimiento. En su último libro propone
despojarse de las habituales consignas y urgencias con las que se debate sobre transgénicos. Aquí, explica
por qué es una discusión compleja y polémica. Los intereses en juego, el papel de Monsanto, los
movimientos sociales, lo que puede hacer la ciencia local.
Por Verónica Engler
La Argentina fue uno de los primeros países en el mundo en adoptar los cultivos transgénicos, en 1996, y se
ubica desde entonces entre los que mayor cantidad de hectáreas le dedican a esta agricultura, después de
Estados Unidos y Brasil. Son varias las controversias que este tipo de cultivo ha despertado desde sus
inicios. Por un lado, está el tema de la producción monopolizada por unas pocas multinacionales. Y, por
otro, existe cierta sospecha: desde diferentes sectores se alega que el consumo de transgénicos podría
dañar la salud humana y el medioambiente, aunque el debate científico en torno de este tema fue saldado
en buena medida. Entre estas dos cuestiones, se abren camino otras tantas que complejizan aún más el
panorama. Hay laboratorios multinacionales, científicos, instituciones gubernamentales, productores
agropecuarios y movimientos sociales. Cada uno de estos actores tiene algo para decir. Pero no se trata
simplonamente de estar a favor o en contra de los transgénicos. Por lo menos, así lo considera el doctor
Pablo Pellegrini, autor de Transgénicos. Ciencia, agricultura y controversias en la Argentina. “Creo que el
debate sobre los transgénicos se puede enriquecer mostrando que existen historias distintas a las de los
transgénicos producidos por las grandes multinacionales”, señala Pellegrini al comenzar la entrevista. “Por
eso me parece importante poder entender los procesos, los actores, los intereses que están involucrados
en la producción y el uso de las tecnologías, y cómo eso también puede ser modificado y abrirse a nuevos
escenarios.”
–En el libro Transgénicos usted analiza las controversias científicas que se abrieron y señala un momento de
clausura en la discusión científica en torno de los transgénicos.
–En realidad, en la ciencia, como en cualquier otra actividad humana, nunca hay consensos absolutos en
nada, y siempre se pueden encontrar posiciones distintas sobre los temas más diversos. En ese sentido, lo
que se puede ver al analizar las controversias en torno de los transgénicos es que hubo un momento, sobre
todo alrededor del año 2000, en el que todavía en revistas de cierto prestigio académico se publicaban
ensayos que daban cuenta de cierta ambigüedad o de ciertos riesgos vinculados a los transgénicos, que
fueron muy discutidos. Pero esto dejó de aparecer en las revistas de mayor impacto. En ese sentido, se
puede hablar de cierto consenso en la comunidad científica sobre la ausencia de esos riesgos que se
manifestaban en torno de este tema. Pero en otros ámbitos no es así, hay otro sentido que se les da a los
transgénicos.
–La discusión en torno de los transgénicos se traslada a otros ámbitos, no científicos, en los que prima la
idea de riesgo. ¿Por qué?
–Sí, pero creo que responde en cada contexto a situaciones muy distintas. Por ejemplo, en Europa son muy
habituales los discursos masivos respecto del riesgo de los transgénicos. No casualmente en Europa tienen
una agricultura que es muy poco competitiva, y esto obliga a la Unión Europea (UE) a subsidiar fuertemente
su agricultura, y todo aquello que de alguna manera suponga medidas que restrinjan la llegada de
productos agroalimentarios de otros países es un alivio para las políticas europeas. Y si además de medidas
arancelarias y paraarancelarias disponen de un público consumidor que no quiere esos productos que
vienen de afuera, es también una forma de contribuir a una producción agropecuaria europea. Entonces,
hay cierta funcionalidad entre esos discursos (sobre el riesgo de los transgénicos) y la propia matriz
productiva de la UE. Además tiene que ver con la estructura social que se da en la producción agropecuaria
en Europa, pero también en otros países como Brasil, donde la pequeña producción campesina, familiar, es
bastante importante. Los transgénicos que actualmente circulan en el mercado son producidos por seis
grandes multinacionales, requieren de cierto capital para acceder a ellos, para comprar las semillas, las
maquinarias y los insumos asociados para que sea más rentable la producción. Todo ese paquete hace que
no cualquiera pueda acceder a eso, con lo cual las formas de producción agrícola más pequeñas tienen un
acceso más difícil a esa tecnología. Entonces, ahí donde la producción agrícola es más pequeña,
obviamente los transgénicos generan mayor resistencia.
–¿La noción de riesgo tiene que ver sólo con cuestiones relacionadas con la estructura productiva de cada
lugar?
–No, ésa es una forma de entender en parte a qué responden ciertos intereses vinculados con la idea de
riesgo. Pero la idea de riesgo en sí misma es bastante polisémica. Los riesgos que se les adjudican a los
transgénicos pueden ser de lo más diversos. Algunos hablan de riesgos específicos, de que pueden causar
alergia, otros señalan un riesgo más vinculado con cierta incertidumbre general, de no saber qué puede
ocurrir en el futuro por ser algo nuevo. Los transgénicos están muy asociados a grandes multinacionales
porque son las que han producido y comercializan al día de hoy los cultivos transgénicos que circulan en el
planeta. Y eso también incide en el modo en que se perciben los transgénicos, porque el emblema de estas
multinacionales es Monsanto, que tiene una trayectoria particularmente destructiva. En Estados Unidos es
habitual que Monsanto lleve a juicio a agricultores y los destruya financieramente. Tiene políticas muy
avasallantes, y además está vinculado, por ejemplo, a la producción de químicos para ser usados durante la
guerra de Vietnam. Es decir, tiene un historial de prácticas indefendibles. Pero, precisamente, uno de los
riesgos al hablar de transgénicos es que se haga una ecuación de igualdad entre transgénicos y Monsanto. Y
eso es parte de lo que ocurre cuando se habla de la soja resistente al glifosato, que fue desarrollada por
Monsanto o el glifosato mismo, que fue históricamente un desarrollo de Monsanto. Ningún investigador en
general quiere salir a opinar sobre esos temas porque no quiere quedar asociado a la imagen de Monsanto.
El problema es cómo abrir un debate.
–¿Y cómo se abre ese debate?
–En rigor, el glifosato ya no es más un producto de Monsanto. A partir del 2000 expiró la patente, lo cual
hace que el glifosato hoy provenga en buena medida de China, y también por eso se difunde mucho más su
uso. Obviamente el glifosato, como todo agroquímico, es tóxico, pero comparativamente resulta menos
tóxico que otros agroquímicos. Pero justo en el momento en el que deja de ser un monopolio de
Monsanto, si se lo llegara a prohibir, probablemente sean las transnacionales las que más se beneficien de
eso. Hoy el glifosato lo puede producir cualquiera, lo que sigue vendiendo Monsanto es la marca, Roundup.
De hecho, una circunstancia particular de Argentina es que la soja resistente al glifosato, en rigor, no es de
Monsanto, es un desarrollo original de Monsanto, pero es otra empresa (Nidera) la que logró producirlo en
Argentina, y también por eso llegó a comercializarse tempranamente en el país. Buena parte del desafío
para abrir un debate más rico en torno de los transgénicos tiene que ver con mostrar la diversidad de
actores y de intereses que están involucrados en este tema.
–Uno de los actores sociales que tienen una posición más ligada a la idea de riesgo es el Movimiento de los
Sin Tierra (MST) de Brasil. ¿De qué manera se produce este posicionamiento?
–El MST históricamente desarrolló una posición contraria al uso de los transgénicos, porque adoptó una
forma de producción en lo que denominan agroecología. Eso tiene que ver, en parte, con que es un
movimiento que se sostiene en base a una pequeña agricultura, en muchos casos de autoabastecimiento, y
toda forma de tecnología implica una necesidad de cierto capital para acceder a eso, que obviamente se le
dificulta a un movimiento como el MST. Brasil, a partir del año 2005, empezó a incorporar masivamente el
uso de transgénicos y hoy es el segundo productor mundial. Sin embargo, recientemente también ha
lanzado proyectos para financiar producciones agroecológicas. Estas producciones, al no utilizar insumos
químicos, resultan en un producto final más caro. Pero, de todos modos, existe un mercado para esos
productos, que es un mercado con cierto poder adquisitivo, como suelen ser las clases medias en Europa.
–Muchos campesinos dicen que les resulta imposible tener cultivos no transgénicos cuando en torno de
ellos se produce con semillas transgénicas, por la contaminación. ¿Cómo pueden convivir ambos tipos de
cultivos?
–En realidad hay formas de evitar o contener las posibilidades de dispersión de polen, la contaminación,
que además depende del tipo de cultivo. Pero también otro de los aspectos con los que se vincula este
énfasis en el riesgo de las tecnologías tiene que ver con demandar mayor control. Lo que se hace es exigir
mayores ensayos para garantizar la inocuidad de los alimentos, y eso lo que produce también es un
aumento en la barrera de entrada de esas tecnologías. Finalmente ahí hay una convergencia muy curiosa
entre el temor a esas nuevas tecnologías y las grandes multinacionales, en el sentido de que, al exigir cada
vez mayores controles, termina siendo muy caro poder producir esas tecnologías, y quienes sí logran
producirlas son las grandes multinacionales, con lo cual indirectamente son las que se benefician de esas
ideas de riesgo vinculadas con la tecnología. Eso no quiere decir que haya que dejar de tener controles,
pero ahí se produce una tensión que hay que analizar en función de los diversos intereses: cómo producir
controles sensatos, racionales, para garantizar ciertos niveles de seguridad y a la vez permitir que diversos
actores puedan producir esa tecnología y no que quede en manos de unos pocos.
–Los grupos que denuncian la peligrosidad de los transgénicos suelen aducir que este tipo de cultivos
requiere del uso de más agroquímicos, lo que supondría un riesgo para la salud.
–Sí, claro, el uso de agroquímicos tiene cierto nivel de toxicidad. Pero no tiene mucho sentido decir que los
cultivos por ser transgénicos implican mayor demanda de agroquímicos. Por un lado hay que distinguir
entre los productos agroquímicos, como herbicidas, y los cultivos transgénicos. No son lo mismo. Se
pueden desarrollar cultivos transgénicos sin que estén vinculados con agroquímicos, que por ejemplo
tengan insertado un gen para una nueva propiedad nutricional. El uso de agroquímicos viene
incrementándose muchísimo desde los años ’60 porque aumenta la productividad agrícola. Obviamente
eso tiene un límite y también tiene consecuencias, y tiene formas de uso que pueden resultar dañinas. Pero
también ahí hay que ver cómo se piensa la idea de riesgo. Por ejemplo, uno podría decir que un obrero de
la construcción tiene más riesgo si está trabajando en un edificio alto que en una casa. Ante esa
constatación se puede decidir que hay que dejar de construir edificios porque son más riesgosos que las
casas, lo cual, a su vez tiene sus consecuencias. Ahora, otra forma de encarar ese riesgo sería ver cómo
desarrollar mayores normas de seguridad y controles, para que se pueda construir sin un riesgo elevado de
caerse, aunque el peligro si se cae sea mayor. Entonces, usar agroquímicos frente a no usarlos implica
mayor riesgo, porque los agroquímicos son sustancias tóxicas. Pero me parece que la disputa no tiene que
pasar por si usar o no usar, sino bajo qué modos, de qué manera, con qué marcos regulatorios, con qué
controles y en beneficio de quién. Por eso me parece que toda forma de pensamiento que determina que
las cosas tienen una propiedad ahora y para siempre son formas de pensamiento más bien conservadoras.
–Es el tipo de pensamiento esencialista que usted le cuestiona a referentes como el Grupo de Reflexión
Rural o a la periodista francesa Marie-Monique Robin (autora del documental El mundo según Monsanto).
–Claro, este tipo de pensamiento sería: “los transgénicos contaminan por su propia naturaleza”, pero
también podría ser lo inverso: “los transgénicos salvan del hambre a la humanidad”. Sea en un sentido
positivo o negativo, cualquier razonamiento que implica adjudicar una característica intrínseca a una cosa
termina siendo conservador porque nos imposibilita ver y entender bajo qué formas se produce esa cosa,
con qué intereses, quiénes pueden apropiarse o no de esos beneficios. Un pensamiento más transformador
está exigido de estar permanentemente reelaborándose. Muchas veces algunas reflexiones que están
teñidas de argumentos esencialistas responden a la búsqueda de consignas, que necesitan condensar
rápidamente una expresión, entonces terminan diciendo “tal cosa es nociva”. Pero eso es problemático
porque termina conduciendo a esa igualación “transgénicos = peligro = Monsanto”. Y la idea de abrir un
debate tiene que ver con mostrar otros escenarios, otros actores y otros transgénicos posibles.
–¿Cuáles serían esos otros escenarios posibles en relación con los transgénicos?
–Por un lado, me parece que un aporte es ir hacia atrás y mostrar que hay una historia vinculada con los
transgénicos que no pasa por las transnacionales. Mostrar que tenemos en el país investigadores de
laboratorios públicos que han tenido una búsqueda de desarrollar cultivos en otro sentido totalmente
distinto del de las grandes transnacionales. Eso permite diferenciar y mostrar que no es lo mismo
transgénicos que Monsanto, que hay otras posibilidades, más allá de que luego no se concretaron. Así
como existe actualmente una política general que ubica a la ciencia en un nuevo lugar, es necesario
también generar políticas concretas en distintos estamentos. Por ejemplo, actualmente las grandes
multinacionales producen y comercializan los transgénicos y el control queda en agencias del Estado: el
control de la inocuidad, la seguridad alimentaria, del medio ambiente. Pero se sigue asumiendo aún hoy un
rol de controlador de aquello que producen las multinacionales, pero las propias agencias del Estado no se
pueden asumir como un productor de transgénicos. Con lo cual siguen faltando actores que logren producir
un cultivo transgénico desde otro lugar, por ejemplo que se logre producir desde instituciones públicas. Eso
es importante porque permitiría ampliar los márgenes de apropiación que puede retribuirse a partir de un
cultivo transgénico. No es lo mismo disputar con Monsanto los beneficios que pueden reportar los cultivos
transgénicos que distribuir los beneficios producidos por una institución pública o por un actor local.
–¿Cómo se desarrollaron las primeras plantas transgénicas en nuestro país?
–El inicio de la transgénesis vegetal en la Argentina no tiene que ver con las grandes multinacionales sino
con investigadores formados en la Argentina, que de alguna manera vuelven al país después del exilio, con
la idea de lograr un desarrollo tecnológico que tenga una utilidad local. Los transgénicos como tecnología
recién empezaban a nivel mundial, la primera planta transgénica se obtiene en el año ’83, la primera planta
transgénica resistente a virus se obtiene en el año ’86. Y estos investigadores se ponen a mediados de los
años ’80 a desarrollar un cultivo transgénico, pero con otras características de las que vemos actualmente
en el mercado. La idea era desarrollar una papa que fuera resistente a virus para poder permitirles a los
agricultores que trabajaban con papa, mayormente agricultores humildes, que se vieran liberados de esta
problemática del virus. Y efectivamente lograron producirla, en condiciones de laboratorio. Pero después
hubo una serie de complicaciones a principios de los ‘90 por las cuales las transgénesis fue orientándose
hacia otro rumbo.
–¿Cuáles fueron las complicaciones?
–Por ejemplo, hubo un intento de generar una red de laboratorios latinoamericanos que produjeran este
tipo de cultivos, uno de los más importantes era un laboratorio en México. Pero cuando se inicia esta red
junto con Argentina y otros países, ahí Monsanto, de alguna manera, seduce más al laboratorio de México
que esta red, con lo cual se termina desarticulando un poco el proyecto. Eran los ‘90 y las grandes
multinacionales venían con una trayectoria de la industria química, y se vuelcan a los transgénicos
buscando mayor rentabilidad también en la industria química. La idea que tenían era la de producir una
semilla que era útil en la medida en que usaba al mismo tiempo un agroquímico. Y los investigadores de
Argentina, que habían desarrollado una papa resistente a virus, que vendría a ser una papa que ya tiene
una vacuna, se ven desvinculados también de ese escenario. La idea de mostrar que hay una historia previa
es útil también para mostrar que hay capacidades que son distintas de las de las multinacionales y que
abren otras posibilidades a futuro. Tener un cultivo transgénico que no esté desarrollado por las grandes
multinacionales sino por actores locales permite disputar los beneficios de esas patentes, los beneficios de
esos usos, permite además diseñarlo con otro sentido que no sea solamente vender un agroquímico, y eso
abre la posibilidad de valorizar la producción a través de innovación.
Fuente: Página 12
FUENTE:http://www.pararelmundo.com/noticias/pablo-pellegrini-historia-transgenicos-
transnacionales/
15.01.2013
La “sintonía fina” del modelo sojero
Cristina Kirchner, Rockefeller, Monsanto
y la nueva oligarquía agroindustrial
Jorge Rulli y Maximiliano Mendoza | Grupo de Reflexión Rural
Después de un primer semestre convulsionado por las oscilaciones de los mercados globales, y aún cuando
restan aproximadamente cinco meses para la cosecha de soja transgénica en nuestro país, surgen algunos
datos de relevancia en torno a las proyecciones en el corto plazo de la balanza comercial que, si bien
permanecerá superavitaria, arrojará considerables disminuciones de aprovisionamiento de divisas por
exportación (se estima que ingresarán U$D 4000 millones menos). La crisis del capital internacional,
sumado al notable impacto del descenso de la demanda europea y asiática en el mercado de futuros, hace
que la cotización de la oleaginosa genéticamente modificada en la Bolsa de Chicago esté muy por debajo de
las expectativas proyectadas a principios del año pasado.
En este contexto, la Argentina tomó a lo largo de 2012 una serie de determinaciones en materia de
agronegocios cuyas implicancias consideramos alarmantes. La consolidación de un modelo de desarrollo
extractivo, agro-minero-exportador, productor de materias primas, destinadas a satisfacer la demanda de
los mercados globales, parece ser el objetivo final de todos los planes estratégicos diseñados por el Estado
Nacional.
Para comprobarlo, sólo basta con consignar algunos de los objetivos principales del Plan Estratégico
Agroalimentario y Agroindustrial Participativo y Federal 2010-2020 (PEA2) [1]: incrementar la superficie
sembrada con granos en un 27%, (es decir, aumentar la superficie actual de 33 millones de has. a 42
millones de has.), elevar la producción de soja GM en un 20% (aumentar la superficie actual de casi 20
millones de has. a más de 22 ó 23 millones de has.) y elevar la producción de maíz GM en un 56%
(aumentar la superficie actual de 3,7 millones de has. a 5,7 millones de has.), entre otros objetivos.
Como dato adicional, es importante destacar el PEA2 se sustenta ideológicamente en los Objetivos del
Desarrollo del Milenio de las Naciones Unidas, cuyos mayores promotores a nivel global son el Banco
Mundial, el Fondo Monetario Internacional y la Organización Mundial del Comercio [2]. Es un dato
relevante en términos del análisis del discurso, puesto que la dirigencia oficialista de nuestro país se
caracteriza por el uso de una retórica nacional-popular, enérgicamente antineoliberal, crítica del llamado
“Consenso de Washington”, condenatoria de las ideologías del libre mercado y de la dependencia de los
organismos multilaterales de crédito. No obstante esos discursos, los responsables supranacionales del
diseño macroeconómico de los aciagos años del menemismo parecen seguir presentes en las decisiones
estratégicas de la alianza actual entre el estado nacional, las corporaciones transnacionales y la nueva
oligarquía local.
La discusión en torno a estas cuestiones fundamentales están ausentes del debate político-mediático.
Parecería que la llamada realpolitik y el marketing político impusieron estilos de confrontación en los que
no prevalecen las formas; ya poco importa si se emplean retóricas de izquierda o de derecha, excepto por
aquéllos casos en los que la polarización se presta al uso pragmático de los grupos de poder. Los principales
partidos políticos y los grandes medios de comunicación de la Argentina parten del acuerdo tácito de no
discutir el modelo de desarrollo en vigencia, especialmente en lo que concierne al modelo sojero.
Sencillamente porque casi todos están de acuerdo con él.
En este artículo enunciamos una serie de acontecimientos en materia de agronegocios cuya importancia
para el modelo de desarrollo impulsado por el Estado Nacional y las corporaciones son decisivos para los
años venideros, y que seguramente configurarán nuevos y extraordinarios escenarios de luchas y
resistencias sociales.
Bioceres, Gustavo Grobocopatel y la soja resistente a la sequía: la ciencia empresarial como política de
estado
En febrero del año pasado, durante una videoconferencia organizada en la Casa Rosada, en simultáneo con
Tecnópolis, la presidenta Cristina Fernández de Kirchner anunciaba junto al actual Ministro de Ciencia y
Tecnología, Lino Barañao, el descubrimiento de un gen cuya implementación permitiría incrementar la
producción de soja, maíz y trigo en contextos de sequía. El anuncio fue realizado junto a las autoridades de
la empresa Bioceres S.A. y la Dra. Raquel Lía Chan, directora del proyecto nacido a la luz de un convenio
público-privado firmado en 2004 entre dicha empresa, el CONICET y la Universidad Nacional del Litoral [3]
[4].
Bioceres es una empresa cuyos accionistas son a su vez destacados miembros de AAPRESID (Asociación
Argentina de Productores en Siembra Directa) y cuyo director titular es nada más y nada menos que el
llamado “Rey de la Soja”, Gustavo Grobocopatel.
Durante dicho encuentro, Cristina Fernández de Kirchner consideró que “si se adapta esta tecnología en
todo el mundo, con tan sólo los cultivos de soja se obtendrían unos 2500 millones de dólares en concepto
de regalías por campaña” y que “se trata de uno de los descubrimientos más importantes en términos de
mejorar la calidad de las semillas, la producción y lo que va a significar en materia de regalías para el
Conicet, para la Universidad del Litoral, para la empresa asociada; además del crecimiento en la producción
agrícola del país” *5+.
Por su parte el ministro Lino Barañao, expresó que “este caso permite demostrar que hemos instalado en la
Argentina algo que es la norma de los países desarrollados: se invierte en investigación, se protege
adecuadamente la propiedad intelectual y luego se comercializa a través de canales adecuados para que
ese rédito se efectivice. También me parece importante destacar que la seguridad alimentaria, es decir, la
seguridad de provisión de alimentos, es tal vez el mayor desafío que tendrá la humanidad en las próximas
décadas”.
Con un financiamiento de $3.750.352 aprobado por la Agencia Nacional de Promoción Científica y
Tecnológica en 2008 (según consta en la resolución Nº 034/2008 del Programa Áreas Estratégicas) [6] ,
dicho proyecto “logró el aislamiento y la caracterización de un gen de girasol (el ya patentado gen HAHB-4)
cuya función estaba relacionada con la respuesta natural de la planta a condiciones de estrés abiótico, tales
como sequía y salinidad. Según concluyeron, el incremento de la productividad de esta nueva tecnología
oscilará entre el 10% y el 100% dependiendo del tipo de cultivo, la calidad del mismo y el lugar donde se
produzca así como también de los factores climáticos”. Todo parece indicar que, además de permitir
sortear eventualidades climáticas, el objetivo último de la introducción de estas nuevas tecnologías apunta
a extender el cultivo de soja GM hacia áreas de estrés hídrico como la región cuyana, lugar donde hoy sus
poblaciones ya padecen el terrible flagelo de la megaminería.
Cabe destacar que el patentamiento de dicho descubrimiento es de propiedad conjunta del Estado
Nacional, a través de la titularidad del CONICET y la Universidad Nacional del Litoral. Sin embargo -y en
absoluta consonancia con la antigua tradición liberal estado bobo/ empresas prebendarias- se otorgó a la
empresa Bioceres S.A. su licencia para uso y explotación durante veinte años.
En tal sentido, Bioceres S.A. anunció el nacimiento de Verdeca, una joint-venture conformada junto la
empresa estadounidense Arcadia Biosciences, para el desarrollo y la comercialización internacional de
eventos transgénicos utilizados para la obtención de semillas GM. En su página web ya se pueden apreciar
los anuncios de su nueva soja resistente a la sequía, lanzamiento estimado entre los años 2015 y 2017 [7] .
En teoría, las empresas participantes del acuerdo invertirán durante los próximos cuatro años U$D
20.000.000 para el desarrollo de la tecnología y su introducción en nuestro país y los mercados globales.
Monsanto, el Consejo de las Américas y el poder global: la nueva soja Intacta RR2 PRO, la propiedad
intelectual y la nueva fase del agronegocio
El 14 de junio del año pasado 2012, pocas horas después de su aclamada intervención por la soberanía
argentina sobre las Islas Malvinas ante el Comité de Descolonización de la ONU, Cristina Fernández de
Kirchner participó de una reunión en el Consejo de las Américas junto a diversos representantes de las
corporaciones transnacionales más poderosas del mundo [8]. Entre ellos, por supuesto, se encontraban los
directivos de Monsanto Company.
Durante el encuentro, la presidenta anunció algunas de las medidas que favorecen a su filial en Argentina y
que hoy mantienen en estado de alerta a muchos movimientos sociales de todo el país: la inversión de casi
2000 millones de pesos para la construcción de dos “centros de investigación y desarrollo” en la localidad
de Islas Malvinas (Córdoba) y en Tucumán; el lanzamiento comercial de la nueva soja “Intacta RR2 Pro” *9+ -
que agrega mayor resistencia al glifosato y repelencia a lepidóteros-; la aplicación de nuevas tecnologías
aplicadas al maíz transgénico para incrementar su productividad; el futuro “respeto por las patentes” sobre
las modificaciones genéticas de Monsanto -que posiblemente se traduzca en un nuevo esquema legal sobre
las semillas con el fin de asegurar su tributación por parte de los productores-; la importancia de las
inversiones de dicha empresa en el marco de los objetivos del Plan Estratégico Agroalimentario y
Agroindustrial Participativo y Federal 2010-2020 (PEA2) y la posibilidad de extender la frontera
agropecuaria hacia la Patagonia.
Tampoco ahorró elogios para el trabajo del Ministerio de Ciencia y Tecnología y sus casi 900 científicos
repatriados. Y repitió una vez más la cantinela favorita de las corporaciones globales de la agroindustria: “la
producción de alimentos con métodos tradicionales es insuficiente para alimentar a la humanidad, por lo
que se hace fundamental la intervención de la ciencia y la tecnología”. En suma, Cristina Fernández de
Kicrhner considera que lo fundamental radica en el negocio de las corporaciones transnacionales de la
agrobiotecnología en aras de consolidar el dominio global de la especulación alimentaria.
Un dato clave respecto de esta reunión: estuvo organizada por una amiga íntima de la presidenta: Susan
Segal, CEO del Consejo de las Américas, territorio del magnate del petróleo y las finanzas David Rockefeller
(accionista de Monsanto junto a George Soros y Bill Gates, entre otros) y del tristemente célebre John
Negroponte, aquel oscuro diplomático quien en su momento fuera un aliado fundamental del genocida
Henry Kissinger para la ejecución de la Operación Cóndor en América Latina [10].
Susan Segal también es consultora de JP Morgan Partners y fue directora de América Latina para Chase
Capital Partners. Pero los lazos con el poder económico de la Argentina se estrechan: según consta en su
currículum [11] , también fue Directora Titular y Miembro del Comité de Auditoría de CRESUD, una de las
empresas del imperio de Eduardo Elsztain, durante los años 2004 y 2006.
Eduardo Elsztain, uno de los empresarios con mayor llegada a los centros del poder financiero global, es
dueño de numerosos shoppings, edificios, y hoteles en la Ciudad de Buenos Aires y en gran parte del país.
Controla el Banco Hipotecario desde los años ’90, es propietario de IRSA (la mayor corporación inmobiliaria
del país) y de CRESUD, empresa del rubro agroindustrial mediante la cual controla casi un millón de
hectáreas en Argentina, Brasil, Paraguay y Bolivia, destinadas principalmente a la producción de
transgénicos. Este empresario, además de ser uno de las personas más influyentes de la Casa Rosada, es
también uno de los selectos miembros del Comité Asesor Internacional de la Presidencia del Consejo de las
Américas , espacio que comparte junto a otros empresarios de la Argentina como su ex socio Marcelo
Mindlin (Pampa Energía, Edenor y Transener), Alejandro Bulgheroni (Bridas), Woods Staton (Arcos Dorados,
operador de Mc Donald’s para América Latina) y Amalita Amoedo, nieta y heredera de la fallecida
empresaria Amalia Lacroze de Fortabat [12]. Conforme estos datos, resulta a todas luces comprensible el
hecho de que el ex presidente Néstor Kirchner registrara una asistencia casi perfecta a la sede del Council
of Americas cada vez que viajó a Nueva York.
Lo curioso es que al día siguiente de aquella reunión en el Council of Americas, en Paraguay tuvo lugar un
hecho que desataría un vendaval político: la masacre de Curugauty [13], en la que fallecieron 11
campesinos y 6 policías. Como se conoció después, este hecho fue aprovechado por la oposición del por
entonces ya debilitado presidente Fernando Lugo, quienes no trepidaron en iniciarle un juicio político para
destituirlo, algo que lograron transcurridos unos pocos días. Detrás de la trama conspirativa estuvo nada
más y nada menos que Monsanto, quienes junto a los sectores del poder local más reaccionario, tales como
la Unión de Gremios de Producción (UGP) y el Grupo Zucolillo -socios locales de Cargill y dueños del diario
ABC-, iniciaron una intensa campaña de lobby pro transgénicos, tras verse impedidos por los organismos
sanitarios del Estado para imponer nuevas semillas de algodón genéticamente modificado.
Lamentablemente, ni siquiera este golpe mediático-institucional logró hacer mella en la sensibilidad política
de Cristina Fernández de Kirchner, quien a su regreso de Nueva York, se solidarizó con Fernando Lugo y
junto a sus pares de la UNASUR repudió el “golpe de Estado” en el Paraguay luego de haber estado reunida
con la corporación transnacional que lo propiciara.
Sin dudas estas nuevas tecnologías de “segunda generación” anunciadas por Cristina Fernández de Kirchner
y por la empresa Monsanto a mediados de 2012, suponen la apertura de una nueva fase del agronegocio
en la Argentina. Algunas fuentes señalan que dichos anuncios fueron producto de una larga serie de
negociaciones entre el gobierno argentino y Monsanto, operaciones en las que el lobby empresarial se
expresó a través de la Embajada de los Estados Unidos e inclusive mediante la intervención de altos
miembros del gabinete del presidente Barack Obama [14].
A modo de conclusión
El brutal proceso de sojización inaugurado en la Argentina a mediados de la década del ’90, evidencia una
de las continuidades más palmarias de los llamados modelos de desarrollo: tanto el neoliberalismo como el
actual neodesarrollismo de base extractiva, comparten los mismos presupuestos en términos de
acumulación del capital, basada en el despojo de los bienes comunes. Estas intersecciones políticas,
puestas de relieve, demuestran que, visto desde las lógicas de la modernidad, no necesariamente existe un
antagonismo irreconciliable entre neoliberalismo y progresismo.
Desde la aprobación ejecutada por el menemismo en 1996 de la soja RR (Round Up Ready) de Monsanto
hasta la aprobación de la soja “Intacta RR2 Pro” ejecutada por el kirchnerismo, transcurrieron casi dieciséis
años en los que la superficie sembrada con soja resistente a los herbicidas creció prácticamente en un
5000%, pasando de 370 mil hectáreas en 1996 a los 20 millones de hectáreas en la actualidad , lo que
representa prácticamente dos tercios de la superficie cultivada total de la Argentina. A esto debe agregarse
el colosal abuso de la tecnología química: durante el 2012 se utilizaron más de 300 millones de litros
agrotóxicos.
El tutelaje estatal del excedente es fundamental para comprender el fetiche por el crecimiento compartido
por el neoliberalismo y el progresismo: el uso de la agrobiotecnología se justifica por la constante búsqueda
del incremento de la productividad, puesto que a una mayor producción le sigue una mayor recaudación.
Así, las previsiones económicas indican que en la temporada 2012/13 se logrará obtener una cosecha de
soja GM que oscilará entre los 55 y 60 millones de toneladas. De esa manera, el Estado Nacional obtendría
una recaudación de 12 mil millones de dólares en concepto de retenciones (casi el 10% de la recaudación
total).
La Argentina, largamente gobernada por una dirigencia que mixtura progresismo setentista y
neoliberalismo reciclado, consolida de esta forma su estatus de “Republiqueta Sojera”, metáfora que alude
a una de las facetas más perversas del modelo extractivo y neocolonial en vigencia: la agricultura
biotecnológica, productora de granos transgénicos y de agrocombustibles para los mercados globales,
hegemonizada por el capital concentrado transnacional y sus socios locales, aliados a los fanáticos, tanto
públicos como privados, de la ciencia y de la tecnología. Una agricultura desnaturalizada y deshumanizada;
una agricultura sin agricultores, profundamente violenta con el suelo y con los ecosistemas; una agricultura
que considera meros insumos a las semillas y a la biodiversidad.
Los terribles impactos de las fumigaciones, el desmonte, las enfermedades, la falta de alimentos sanos, las
inundaciones y sequías, la pérdida de los suelos y sus riquezas, el desplazamiento de las poblaciones y su
consiguiente hacinamiento en las periferias urbanas asistencializadas, no forman parte de las
preocupaciones gubernamentales, son justificadas por “razones de estado” y configuran la contracara del
jactancioso “modelo de crecimiento económico con inclusión social” machacado por el poder
comunicacional del kirchnerismo.
Los procesos político-económicos que se profundizan en torno al modelo de los agronegocios, sumado a la
creciente subordinación de las políticas de estado hacia los objetivos económicos de las corporaciones
transnacionales y las necesidades de los mercados globales, se distancian de manera abrupta de las
retóricas épicas que, ilegítimamente, pretenden activar el imaginario social de la tradición nacional y
popular. Una mirada congruente con las complejidades propias de la historia reciente de la Argentina ,
observaría con facilidad la tensión que existe entre la base material y el universo simbólico-ideológico del
actual proceso político, tensión que, sin dudas, el progresismo oficial ha sabido capitalizar en términos
proselitistas: apropiarse de retóricas que apelan a la memoria de las resistencias de nuestros pueblos para
resignificarlas y reconvertirlas en herramientas de dominación simbólica al servicio del capitalismo global.
La resignación y la capitulación de ciertos sectores progresistas y/o de izquierdas (intelectuales,
funcionarios, sindicalistas, etc.), cuando no el posibilismo y la creencia en la gradualidad, dieron lugar a una
legitimación del actual proceso de recolonización cuya contribución al confuso maremágnum conceptual de
nuestra época resulta crucial. Es por ello que en ciertos “relatos” progresistas y hasta de izquierdas, se
encuentran disparatadas interpretaciones históricas en procura de justificar nuestro triste rol neocolonial
de apéndice agro-minero-exportador impuesto por la globalización.
Tenemos que salir de la encerrona racional, urbana e industrial periférica que nos propone la globalización .
Necesitamos desactivar a sus portavoces liberales y progresistas. La fe ciega en el progreso y el desarrollo
material infinitos, nos impide pensar la posibilidad de mundos-otros, e indefectiblemente nos conduce a un
suicidio colectivo.
Es por ello que necesitamos recrear un pensamiento nuevo con ligazón a las sabidurías ancestrales,
orientado hacia nuevos horizontes decoloniales, ecológicos y libertarios. Un pensamiento que nos permita
cuestionar las lógicas de la modernidad de manera radical, convencidos de que el cuestionamiento de sus
presupuestos es el mejor modo de aportar a las luchas contra el capitalismo y el colonialismo.
Luchamos por retomar el derrotero americano del arraigo y recuperar la dimensión sagrada del territorio,
el alimento y la vida en comunidad. En suma: asumir el destino cósmico que nos une a la Madre Tierra.
“Se trata de descubrir un nuevo horizonte humano, menos colonial, más auténtico y más americano. ¿Para
qué? Pues para que desde aquí recién pensemos la necesidad o falta de necesidad de las revoluciones, o
quizás un mundo auténtico donde una revolución podría ser inútil por estar ya todos nosotros desde
siempre en ella, pero en toda su profundidad, con toda nuestra plenitud americana” (Rodolfo Kusch) *15+.
Referencias:
*1+ Datos extraídos del documento “Argentina Líder Agroalimentario. Plan Estratégico Agroalimentario y
Agroindustrial Participativo y Federal 2010- 2020”, disponible en la web oficial del Ministerio de
Agricultura, Ganadería y Pesca de la Nación:http://64.76.123.202/site/areas/PEA2/24-
Argentina%20Lider%20Agroalimentario/index.php
[2+ Un abordaje crítico de los “Objetivos del Milenio” (ODM) con el que coincidimos es el que expresó Eric
Toussaint durante su ponencia del 20/09/2010 ante las Naciones Unidas: http://cadtm.org/Ponencia-de-
Eric-Toussaint-ante
[3] Ver en página oficial del Ministerio de Ciencia y
Tecnología: http://www.mincyt.gov.ar/noticias/noticias_detalles.php?id_noticia=856
[4] Ver en página oficial de Bioceres S.A.: http://www.bioceres.com.ar/es/content/cristina-
fern%C3%A1ndez-celebr%C3%B3-acuerdo-entre-bioceres-y-arcadia-bioscencies-para-comercializar
*5+ Ver Página 12, sección “Economía”, correspondiente a la edición del
29/02/2012:http://www.pagina12.com.ar/diario/economia/2-188569-2012-02-29.html
[6] El documento oficial se encuentra en la web de la Agencia Nacional de Promoción Científica y
Tecnológica:http://www.agencia.gov.ar/IMG/pdf/PAE_financiados_web.pdf
[7] Los próximos lanzamientos comerciales de esta joint-venture pueden verse
en http://www.verdeca.com/technologies
[8] Un parte de prensa oficial del Ministerio de Industria señala en dicha reunión participaron
representantes de : “The Aes Corporation, Bank of America Merrill Lynch, Barrick Gold Corporation, Bridas,
Brightstar, CA Technologies, Cargill, Chevron, Citi, Conoco Philips, Corporación América, Credit Suisse,
Directv, Dow Chemical, Eton Park, Exxon Mobil y Fintech. También hubo representantes de Ford, Fox, GE
Latin America, General Motors, HSBC, IBM, Integra Investment, Intel, J.P.Morgan, JBS Friboi, Johnson &
Johnson, Kroll, LAIG, Lazard Asset Management, Mattos Filho, Microsoft, Monsanto y NEC. Completan la
nómina de participantes NYSE Euronext, Pfizer, Pluspetrol, Procter & Gamble, Riverwood Capital y Wal-
Mart”. La información oficial se encuentra disponible en la página web del Ministerio de
Industria:http://www.industria.gob.ar/encuentro-de-la-presidenta-en-nueva-york-con-empresarios-
confirma-planes-de-inversiones-en-la-argentina/ y en http://www.industria.gob.ar/giorgi-en-el-consejo-de-
las-americas/
[9] El documento oficial de la resolución oficial por la que se otorga licencia comercial a la nueva soja de
Monsanto, está disponible en la página oficial del Ministerio de
Agricultura: http://64.76.123.202/site/agregado_de_valor/biotecnologia/55-
OGM_COMERCIALES/_archivos/RES_446_2012.pdf
[10] En relación a los vínculos existentes entre el poder económico de David Rockefeller y el gobierno
argentino, el periodista y ex diputado nacional Miguel Bonasso ha publicado recientemente un artículo
denominado “El discreto encanto de Rockefeller”, en donde se devela la trama de negocios detrás de la
“nacionalización” de YPF: http://bonasso-elmal.blogspot.com.ar/2012/12/el-discreto-encanto-de-
rockefeller.html
[11] Su perfil laboral se encuentra disponible
en http://investing.businessweek.com/research/stocks/private/person.asp?personId=78079&privcapId=53
90419&previousCapId=23829859&previousTitle=Lignum%20Forest%20Products%20LLP
[12] Información disponible en la web oficial del Consejo de las Américas: http://www.as-
coa.org/about/chairmans-international-advisory-council
[13] Un informe detallado sobre la masacre de Curugaty fue elaborado por Javiera Rulli y Reto Sonderegger
(GRR):http://www.pararelmundo.com/noticias/semana-tragica-paraguay/
*14+ O’Donnell, Santiago (2011). “Argenleaks: Los cables de Wikileaks sobre la Argentina , de la A a la Z ”.
Ed. Sudamericana, Buenos Aires, Argentina.
*15+ Kusch, Rodolfo (1975) “La negación en el pensamiento popular”. Ed. Cimarrón, Buenos Aires,
Argentina.
GRUPO DE REFLEXION RURAL
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso de los autores mediante una licencia
de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.
FUENTE: http://www.1984nwo.net/1984/?topic=13317