héctor ricardo leis

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  • 8/19/2019 Héctor Ricardo Leis

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    Testamento

     Publicado originalmente en TP: http://www.bonk.com.ar/tp/category/leis/

    Índice:

    Introducción

    1 – Terrorismo y Guerrilla (Partes Primera y Segunda)

    2 – Generaciones

    3 – Líderes

    4 – Memoria y Condición Humana (Partes Primera y Segunda)

    Notas

    Introducción

    Bienvenido sea todo juicio crítico científico. Contra los prejuicios de la llamada opinión pública, a la

    que nunca he hecho concesiones, tengo por divisa el lema del gran florentino: Segui il tuo corso, e

    lascia dir le genti!  (¡Sigue tu camino y deja que la gente murmure! (Dante. La divina comedia, El

    purgatorio, canto V, parafraseado.)

    Karl Marx  (1818-1883)

    Nací en Avellaneda, Argentina, en 1943. En los años 60, fui militante comunista y peronista. Esta

    experiencia me llevó a participar en la lucha armada. Estuve un año y medio en la cárcel, fui

    amnistiado en 1973. Fui combatiente de los Montoneros hasta el final de 1976. En el año siguiente

    me exilié en Brasil, donde fui reconocido como refugiado político por el Alto Comisionado de las

    Naciones Unidas para Refugiados. Después de algunas idas y vueltas fijé residencia en Brasil,

    nacionalizándome en 1992. Tengo una maestría en ciencias políticas y otra en filosofía y un

    doctorado en filosofía, fui profesor de relaciones internacionales, ciencia política y también

    interdisciplinar en ciencias humanas. Con sesenta y nueve años me jubilé como profesor en la

    Universidad Federal de Santa Catarina.

    En este trabajo combino elementos analíticos y testimoniales a fin de explicar la tragedia vivida en

     Argentina en los años 70. Para ello abordo la relación entre el terrorismo y la guerrilla, el papel del

    revolucionario, los conflictos generacionales, los procesos históricos de larga duración y la calidad

    del liderazgo. Mirando hacia el futuro del país concluyo con una reflexión sobre la memoria y la

    condición humana, incluyendo temas como el resentimiento, la reconciliación, la verdad, la confesión

    y el perdón.

    Cap. 1 – Terrorismo y Guerrilla

    (Primera Parte)

    El problema ha sido siempre el mismo: los que fueron a la escuela de la revolución aprendieron y

    supieron de antemano que curso una revolución debe tomar. Fue el curso de los acontecimientos.

    (...) Ellos habían adquirido la capacidad de representar cualquier papel que el gran drama de la

    historia les asignara y, si no hubiera otro papel a su disposición que no fuera el de villano, estaban

    más que dispuestos a aceptarlo, en lugar de quedarse afuera. (...) Hay cierta grandiosidad absurda

    en el espectáculo de estos hombres – que se atrevieron a desafiar a todos los poderes y las

    autoridades del mundo, y cuyo coraje no tenía ninguna duda – sometiéndose, a menudo, de la

    noche a la mañana, con humildad y sin siquiera un grito, a la llamada de la necesidad histórica, por 

    [i]

    http://www.blogger.com/blogger.g?blogID=4732493732760625649#_edn1

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    más loco e incongruente que les debe haber parecido el aspecto exterior de esta necesidad. Ellos

    fueron engañados, no por las palabras de Danton, Robespierre y Saint-Just y todos las otras que les

    sonaban en los oídos, fueron engañados por la historia y se convirtieron en los locos de la historia.

     

    Hannah Arendt  (1906-1975)

    La mayor diferencia entre los modelos de acción de las guerrillas urbana y rural está en la cuestión

    del terrorismo. Varios países de América Latina pasaron de un tipo de guerrilla a otro sin darsecuenta del cambio de valores que sigue a este cambio. La idealización romántica de la revolución

    cubana se extendió a ambos modelos, cuando en realidad la urbana es mucho más terrorismo que

    guerrilla. Sus miembros pagarían caro ese error.

    Los guerrilleros urbanos sólo pensaban en el enemigo, ignoraban el poder deletéreo del terrorismo

    para la calidad de la guerra. El terror es la mejor palanca para una escalada a los extremos de

    violencia en los conflictos armados. Carl von Clausewitz, en su conocido libro De la Guerra,

    comprueba que, en general, las guerras no llegan a los extremos de violencia, aunque

    conceptualmente las mismas implican dinámicas en que, para ganar, los dos lados son llevadoshacia los extremos. Según el autor, las razones moderadoras del uso de la violencia son muchas,

    incluyendo la presencia de factores morales, y sobre todo que la guerra siempre se subordina a

    objetivos políticos. En particular, este último aspecto supone implícitamente que los agentes

    conservan a lo largo del proceso un grado relativamente alto de racionalidad. Clausewitz no hace

    referencia a la cuestión del terror, él estudiaba la guerra convencional de su tiempo. Pero aun así es

    fácil ver que, cuando el terror se introduce en el medio de la guerra, la racionalidad de los actores

    tiende a eclipsarse y la importancia de los factores morales y políticos a disminuir, ya que aumenta el

    deseo inmediato de venganza. La cual, paradójicamente, se hace más insaciable cuanto másavanza por el camino del terror. El terror genera sentimientos profundamente negativos como el

    miedo y el resentimiento, que alimentan el círculo vicioso de la venganza de las fuerzas

    combatientes afectadas. Así, el terrorismo lleva la guerra a los extremos del exterminio cruel del

    enemigo, dejando cada vez más lejos a los factores políticos y morales iniciales. Sólo la rendición

    incondicional de uno de los lados, y no siempre, puede evitar este exterminio. En algunos casos,

    como en los estados totalitarios, incluso después de la eliminación del supuesto enemigo, el terror 

    sigue retroalimentándose a lo largo de los años.

    En su conocido manual, La Guerra de Guerrillas, publicado en el calor de los combates en Cuba,Che Guevara receta la guerrilla rural para toda América Latina, rechazando explícitamente el

    terrorismo por considerarlo una acción que dificulta el trabajo político con las masas. Su opinión

    reflejaba el consenso del viejo marxismo, que identificaba al terrorismo tradicionalmente con la

    derecha y repudiaba la atracción que ejercía sobre los anarquistas. Tras el fracaso de los intentos

    de guerrilla rural en los años 60, en América Latina se cambia el curso de la dinámica revolucionaria

    del campo a las ciudades. En este nuevo contexto Carlos Marighella publica, en 1969, el Manual del 

    Guerrillero Urbano, un libro de referencia para los distintos grupos del continente, incluso los

    argentinos. El líder brasileño caracteriza las ejecuciones, los secuestros y el terrorismo en generalcomo modelos de acción legítimos de la guerrilla urbana, concluyendo con énfasis que "el terrorismo

    es un arma que el revolucionario no puede abandonar". Mientras el terror en las zonas rurales era

    visto como contraproducente, en las ciudades era elogiado. El terrorismo dejó de ser patrimonio de

    [ii]

    [iii]  

    [iv]

    [v] 

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    la derecha al final de los 60. Che Guevara murió en 1967, una lástima. Aunque estimuló de manera

    insensata a la guerrilla en América Latina y en el mundo, quizás hubiera sido capaz de impedir el

    giro terrorista en nuestro continente. Era el único que tenía la autoridad moral para hacerlo.

    La historia del terrorismo demuestra que él no está sujeto a una ideología. La acción violenta

    destinada a matar y a producir terror con fines políticos es una práctica que abarca todo el espectro

    de izquierda y de derecha por igual, a pesar de que su nombre no siempre sea reclamado de forma

    explícita, tal como lo hizo el líder brasileño. Durante el siglo 19 y las primeras décadas del 20 elterrorismo estuvo involucrado principalmente a la izquierda anarquista y al nacionalismo separatista.

    Sin embargo, entre las dos guerras mundiales, los principales responsables por actos terroristas

    fueron de la extrema derecha fascista. En el contexto de la Guerra Fría el terrorismo surgió asociado

    a movimientos de extrema izquierda revolucionaria o de tipo nacionalista y/o separatista, abarcando

    tanto a países desarrollados de Europa, como a subdesarrollados de América Latina, África y Asia.

    Por último, en el final del siglo 20 y principio del 21, surgió el terrorismo basado en la religión, como

    el de la organización islámica Al-Qaeda, que atacó las torres del World Trade Center. Este último fue

    acompañado por la Guerra contra el Terror del gobierno Bush, que utilizó el concepto como unaetiqueta para identificar a la mayoría de los enemigos de los Estados Unidos, complicando aún más

    la comprensión del fenómeno. Con respecto al terrorismo de Estado pasa lo mismo, cualquier 

    ideología o mentalidad, ya sea de izquierda, de derecha, nacionalista o religiosa, puede

    acompañarlo. A pesar de sus diferencias, la Alemania de Hitler, la Rusia de Stalin, la China de Mao,

    la Argentina de Videla, la Serbia de Milosevic, la Camboya de Pol Pot, y el Irán de Ahmadinejad,

    entre otros, son Estados igualmente responsables por actos de terrorismo. Los comentarios

    anteriores permiten concluir que el fenómeno del terrorismo no debería ser caracterizado por sus

    objetivos, extremamente variados, sino por su capacidad para "envenenar" los conflictos llevando laviolencia (y la confusión conceptual) hasta los extremos.

    En América Latina, no todas las guerrillas urbanas fueron igualmente terroristas. Los Montoneros de

     Argentina fueron probablemente el grupo que más adoptó este modelo de acción en los años 70,

    mientras que los Tupamaros de Uruguay, los que menos. Por lo tanto, también será distinta la

    responsabilidad histórica de cada grupo por la instalación de la dialéctica de violencia de cada país.

    Pero en esa época nadie pensaba que una organización revolucionaria, aun cuando pusiese

    bombas y matase personas inocentes, pudiese ser terrorista. Igual que mis compañeros, yo era un

    terrorista de alma bella. La verdad es difícil de aceptar no sólo para aquellos que fueron guerrilleros,sino para la mayoría de los argentinos. Algunos autores sostienen que durante la dictadura militar,

    desde Onganía hasta Lanusse, el actor principal de la lucha revolucionaria fue la guerrilla y no el

    terrorismo, el cual aparecería progresivamente a partir de 1974, con el gobierno constitucional de

    Isabel Perón. Esta interpretación intenta dividir la lucha armada en dos fases, pero ocurre que en el

    caso de Montoneros la lógica e intencionalidades del terrorismo estuvieron presentes desde su

    primera acción pública: el secuestro y ejecución del general Aramburu, en 1970. Este debate es

    fundamental para la comprensión de las responsabilidades en el proceso de violencia que causó

    diez mil muertes trágicas – cuya autoría, en una cuenta aproximada, fue de mil (1.000) por la Triple A, mil (1.000) por las organizaciones revolucionarias y ocho mil (8.000) por las fuerzas militares de

    la dictadura de Videla. Cuenta que, en la defensa de la dignidad de la historia argentina, se tendría

    que haber hecho con precisión y consenso público hace mucho tiempo. Mostrando falta de

    [vi]

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    coherencia y bies ideológico, esta cuenta no está en la lista de las reivindicaciones de los

    movimientos o de los organismos estatales que se ocupan de los derechos humanos en la

     Argentina.

    En la Argentina hubo guerrilla y terrorismo superpuestos casi desde el comienzo de la violencia

    revolucionaria. El terrorismo se presentó con un rostro bien definido en la ejecución del sindicalista

    peronista Vandor en 1969 (figura principal de la Confederación General del Trabajo - CGT -,

    colaboracionista con la dictadura de Onganía y adversario de Perón), del general Aramburu en 1970(arquitecto de la Revolución Libertadora que derrocó a Perón y presidente del gobierno de facto de

    1955 a 1958), del sindicalista peronista Rucci en 1973 (secretario general de la CGT y aliado muy

    próximo de Perón), y del ex-ministro Mor Roig en 1974 (político ajeno al peronismo que como

    ministro del gobierno del general Lanusse articuló el pacto que permitió el retorno de la democracia

    en 1973). Todas las operaciones fueron realizadas por comandos Montoneros (o que se integrarían

    después en la organización, como en el caso de Vandor). Los dos últimos asesinatos fueron

    perpetrados a pesar del país estar bajo un régimen democrático, varios años antes de la llegada de

    la dictadura militar. Entre otras cosas, el uso del terrorismo fue facilitado entre los Montoneros por laamalgama de componentes ideológicos contradictorios que impedían pensar en estrategias políticas

    realistas y coherentes. Al mismo tiempo, estos grandes gestos terroristas eran funcionales para el

    crecimiento de la organización, permitiendo sumar militantes de diversas corrientes ideológicas.

    Ellos podrían venir tanto del catolicismo nacionalista de derecha, como de la teología de la liberación

    marxista, del peronismo revolucionario de derecha como del comunismo, y otras variantes de la

    izquierda. Los Montoneros surgieron y consolidaron su organización en el culto a la violencia. Ellos

    fueron capaces de matar a todos los que se cruzaron por delante de su voluntad política, sin

    importarles su condición, ya sean peronistas o antiperonistas, militares, políticos o sindicalistas.Sin embargo, soy testigo de que nuestra motivación era noble. Conservo todavía un recuerdo feliz

    de mi vida en aquellos años. Fueron sombríos pero también llenos de desprendimiento, alegría y

    amor. Yo sé que nuestra intención no era hacer el mal por el mal en sí mismo, pero la astucia de la

    razón, irónica y perversa, pudo convertir hombres buenos en malos, sin darnos tiempo para tomar 

    conciencia. El retorno de este camino sería extremamente difícil para la mayoría, casi imposible.

    Los Montoneros ocultaron su ambición de poder por detrás del liderazgo de Perón, pero cuando se

    dio su retorno, y él no les entregó la dirección del movimiento peronista como esperaban, no

    dudaron en matar a Rucci para llamar la atención del líder sobre sus demandas, pero sin reconocer públicamente su autoría. Creían que la condición de revolucionarios les otorgaba el patrimonio de la

    historia, por ser dueños de la verdad se permitieron mentirles a sus contemporáneos – en el otro

    extremo del espectro político argentino la situación seria semejante, la historia mundial está llena de

    ejemplos de este tipo. Del mismo modo, años antes habían matado al general Aramburu para ser 

    reconocidos como peronistas por Perón y por las masas. Así como intentaron ocultar la verdad de la

    muerte de Rucci, en el caso de Aramburu intentaron hacer desaparecer su cuerpo, con la supuesta

    intención de cambiarlo en el futuro por el de Eva Perón – secuestrado durante el gobierno de

     Aramburu.Como Eva Perón murió de muerte natural, la saga de las desapariciones de personas asesinadas

    con intencionalidad política en la Argentina del siglo 20 no la incluye. Según mi conocimiento, esta

    triste saga comenzó en 1930 con el anarquista Penina, durante el gobierno del general Uriburu;

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    siguió en 1955, con el comunista Ingalinella, en el gobierno del General Perón; continuó en 1962 con

    el peronista Vallese durante el gobierno provisional de Guido (que asumió tras el derrocamiento de

    Frondizi por los militares); hasta llegar al cuarto de la lista, el general Aramburu, cuyo cadáver

    permanecería desaparecido un mes y medio. El imaginario de los autores de la larga lista

    desaparecidos que vendría después se construyó con base en estos antecedentes.

    Debido a que el asesinato de Rucci provocó una acelerada ascensión a los extremos de violencia,

    "envenenando" el gobierno de Perón en plena democracia, este atentado debería considerarsecomo el mayor acto terrorista de la guerrilla argentina en los años 70. Sin embargo, por ser un

    magnicidio, otro que convocó igualmente a los demonios fue el de Aramburu. Su cuerpo demoró

    para descansar en paz. Además del desaparecimiento sufrido después de su muerte, cuatro años

    después de enterrado en el Cementerio de la Recoleta volvería a pasar por lo mismo. Los

    Montoneros repitieron la hazaña para continuar insistiendo en la devolución del cadáver de Eva

    Perón. La trágica ironía de este último hecho es que el cuerpo de Evita había sido entregado a

    Perón en España tres años antes, en 1971 – era el general vivo que no lo querría traer de vuelta al

    país, no el general muerto! Si la primera desaparición del cadáver de Aramburu podía reivindicar alguna legitimidad, la segunda no tenía ninguna razón mas que insultar la memoria de los militares

    argentinos. En favor de los Montoneros se podría decir que la falta de respeto a los muertos tiene

    una larga historia en la Argentina – el cadáver de Perón tampoco se salvó y tuvo sus manos

    mutiladas en 1987.

    El escenario terrorista argentino de los años 70 tuvo todas las combinaciones posibles de terrorismo,

    uno más vinculado a los movimientos de la sociedad civil, otro más a los organismos estatales, y

    casos intermedios, como la Triple A. Todos se retroalimentaron entre sí. Obviamente, no todos los

    miembros del estado o de la sociedad civil fueron terroristas de la misma forma a lo largo de lahistoria. Sin embargo, hubo complicidad en diversos niveles del Estado y la sociedad civil con el

    terrorismo producido por los gobiernos de Lanusse, Perón, Isabel Perón, Videla, Viola y Galtieri. Así

    como hubo complicidad con el terrorismo de las organizaciones guerrilleras en distintos niveles de la

    sociedad civil y del Estado (especialmente en el gobierno de Cámpora y de algunos gobernadores

    provinciales en 1973).

    Soy testigo de las complicidades ocurridas en 1973. El 9 de junio se hizo un acto de recuerdo en

    José León Suárez de los fusilamientos de diversos militantes peronistas ocurridos en un basural de

    esa localidad en 1955, por la dictadura militar que derrocó a Perón. Durante la ceremonia hubo unfuerte enfrentamiento a tiros entre grupos peronistas antagónicos. Por un lado, los sectores

    revolucionarios nucleados alrededor de los Montoneros, y por otro, diversos grupos de derecha y 

    agrupaciones sindicales. El enfrentamiento dejó un muerto y algunos heridos, todos de la derecha

     peronista. El tiroteo fue provocado por una razón trivial no premeditada, lo sé porque yo fui quién lo

    detonó. Como es habitual, después el evento adquirió aires de conspiración, pero mi intención fue

    simplemente rescatar a una compañera que me recordaba a Mónica Vitti – de quién me apasioné en

    los años 60, cuando miré las películas de Antonioni -, que pasando por donde no debía fue rodeada

     por cuatro o cinco militantes de la derecha. Ellos la estaban molestando, pienso ahora que no debíaser nada que no pudiera resolverse de otra manera, pero en aquel momento no hesité, me les fui 

    encima y los puse para correr mostrándoles el revolver 38 que llevaba en la cintura. El recuerdo de

    mi vieja pasión se salvó, pero yo había pisado el hormiguero. De repente la calle se llenó de

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    militantes armados de ambos grupos. No fui yo quien inició el tiroteo, pero respondí inmediatamente

    a la primera bala y en pocos segundos se generalizó. Lo demás es historia. A pesar de las pocas

    bajas, en comparación con lo que estaba por venir, el evento ganó importancia por ser el acto

    inaugural de la violencia política en el período democrático iniciado el 25 de mayo de 1973.

    Demostró que las armas seguían engatilladas, que era fácil llevar al nivel militar la confrontación

     política que existía en el gobierno peronista, en donde los Montoneros dividían puestos e influencias

    con los sindicatos y la derecha. Esta confrontación parecía enseñar que la violencia era una formade romper el impase en la ausencia de Perón, que aún no había regresado al país de forma

     permanente. A los Montoneros les gustó el resultado de la confrontación, pero no imaginaron que

    habría una reacción tán rápida. Días más tarde, el 20 de junio, Perón regresaba al país y se

    esperaba que hablase en un enorme palco erigido en Ezeiza, cerca del aeropuerto. Los Montoneros

    comparecieron con una gran cantidad de militantes de todas partes del país, pero al llegar con sus

    carteles cerca del palco fueron recibidos a tiros. Todavía no hay una lista de bajas de este

    enfrentamiento, los cálculos estimados son de ochenta muertos y cuatrocientos heridos, la mayoría

    del lado de los Montoneros. A nivel personal, José León Suárez me dejó un legado difícil de evaluar.Por el lado de las ganancias, ascendí dos grados en la jerarquía de los Montoneros, de aspirante fui 

    directamente a oficial primero. Por el lado de las pérdidas, el día siguiente al tiroteo mi foto ilustraba

    una nota en un diario de gran circulación. Yo aparecía con la pistola en la mano, el subtítulo me

    acusaba de ser el asesino. El diario pasó la foto a la policía de la Provincia de Buenos Aires y a

    varios grupos de derecha y del sindicalismo peronista que juraron vengarse. Eso no me preocupó

    tanto como la posibilidad de que mi foto fuera identificada por terceros y los diarios publicasen mi 

    nombre - con el tiempo descubrí que no habían sido pocos los amigos que me identificaron. Estaba

    afligido por mis padres, recién había salido de la cárcel y pensarían que ya estaba complicadonuevamente. Pero el subjefe de la policía, por casualidad uno de los pocos sobrevivientes de los

    fusilamientos de José León Suárez, también era Montonero. Nos encontramos y me dijo para no

     preocuparme, él se había encargado de hacer desaparecer a toda la investigación policial,

    incluyendo las fotos. No volvería a verlo, la Triple A lo mataría un año más tarde. Nadie fue

     procesado por los acontecimientos del 9 de junio de 1973, prueba pequeña pero convincente de la

    complicidad que existía en la época entre algunos sectores del Estado y las guerrillas peronistas,

    especialmente con los Montoneros.

    (Segunda Parte)Es falso afirmar la existencia de un "terrorismo de Estado", como si fuera una entidad pura y

    separada del resto de la sociedad, tal como pretenden las organizaciones de derechos humanos y el

    gobierno de los Kirchner. No existe un terrorismo más o menos terrorista en función de su origen,

    sino de su contribución a la dinámica de terror dentro de una comunidad política. Si un movimiento

    terrorista, venga de donde venga, pretende exterminar un grupo aislado e indefenso, ya sea

    nacional, étnico, racial, religioso, cultural o identitario - como, por ejemplo, armenios, bosnios, tutsis,

    gitanos, homosexuales, indígenas, judíos, musulmanes, cristianos, etc. – eso constituye el peor 

    terrorismo imaginable, lo que el derecho internacional llama un crimen contra la humanidad. Sinembargo, el terrorismo ejercido en un contexto de guerra o de conflicto por el poder entre grupos

    armados (de manera regular o irregular), no constituye un crimen contra la "humanidad" – a pesar 

    de lo que digan los juristas -, sino contra el colectivo en el que se insertan los beligerantes. En el

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    caso argentino, tanto el terrorismo que venía del estado, como de la sociedad civil, eran ejercidos en

    contra de la comunidad política argentina. Por lo tanto, a pesar de que los crímenes individuales

    puedan ser diferenciados por sentencias y puniciones legales mayores o menores, con relación al

    terrorismo, el de los Montoneros, la Triple A y la dictadura militar son igualmente graves, ya que

    contribuyeron solidariamente para una ascensión a los extremos de la violencia.

    No existe la "humanidad" como categoría empírica, social, religiosa o política. Un europeo y un indio

    de la Amazonia tienen, en cualquier nivel, más diferencias que similitudes. La humanidad es sólouna convención moral que, en todo caso, podría identificar a aquellos grupos pasivos e impotentes

    frente a la violencia, pero nunca a los que participan activamente en los conflictos armados, como

    pasó en el caso argentino, donde hubo, sí, víctimas inocentes y ajenas al conflicto, pero que no

    fueron el objetivo principal del terror, ni de un lado ni del otro. Para ocultar el hecho de la

    beligerancia compartida los "museo de la memoria", construidos durante el gobierno de los Kirchner 

    registran solamente a las víctimas de un lado, pero no del otro. Y para intentar una mejor 

    construcción del supuesto crímen contra la humanidad de los militares, sus víctimas son

    transformadas en inocentes sin cualquer tipo de identificación o vínculo con las organizacionesguerrilleras. En algunos casos, este vínculo puede no existir, pero cuando existe, en nombre de los

    derechos humanos el gobierno está suprimiendo la identidad revolucionaria de los "compañeros". No

    se hace justicia a la historia, ni con el compañero o la compañera, que se recuerde como estudiante

    o empleado a quién, por ejemplo, enfrentó a la muerte con el grado de oficial de los Montoneros.

    En resumen, la víctima puede ser una persona, pero el terrorismo se ejerció a través de ella en

    contra de su comunidad política. Aunque en menor grado, todos aquellos que colaboraron de una u

    otra manera se convirtieron en sus cómplices y, por lo tanto, también deberían ser procesados

    legalmente. Me pregunto entonces, ¿cuántos deberían estar en el banquillo de los acusados por lalucha armada estallada en los años 70 en Argentina? Ciertamente, muchos más de los que están.

    Los argentinos que fueron testigos de aquella época saben que una proporción significativa de la

    población, especialmente los jóvenes de la generación de los años 60, apoyaban a la guerrilla, así

    como otra parte no menos significativa, sobre todo de la generación anterior de los años 40, hacia lo

    mismo con los militares. Preguntémonos también cual es el peor terrorismo del punto de vista

    conceptual e histórico. ¿Es peor aquel realizado en nombre del asalto al poder o en nombre de la

    defensa del Estado? No hay ninguna legitimidad del terrorismo al servicio del asalto al poder en un

    contexto democrático, como ocurrió en el período de 1973 a 1976, en el que las organizacionesguerrilleras continuaron comportándose casi de la misma manera que antes con la dictadura. Para la

    guerrilla no peronista nada había cambiado con la llegada de la democracia. Aunque la guerrilla

    peronista declaró una suspensión de sus operaciones armadas, en el caso de los Montoneros la

    tregua fue más aparente que real. Como vimos en José León Suárez, la violencia surgia casi

    espontáneamente. Formalmente, la tregua concluiría en septiembre de 1974, pero las ejecuciones y

    las grandes acciones de los Montoneros empezaron de manera deliberada un año antes.

    Incluso contra una dictadura el terrorismo no tiene ninguna legitimidad, si lo que quieren sus

    ejecutores es hacer una revolución para imponer nuevas reglas de juego. En este caso, como biendeclaró Thomas Hobbes, el fundador de la teoría política moderna, en su libro Leviatán (1651), la

    legitimidad se logra solamente cuando el grupo revolucionario o subversivo toma el poder, nunca

    antes. Esto no es reaccionarismo, sino una obviedad histórica y constitucional, el cambio de las[viii]

    http://www.blogger.com/blogger.g?blogID=4732493732760625649#_edn8

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    reglas del juego, especialmente en un sentido revolucionario, no tiene a priori  cualquier legitimidad o

    legalidad, en ningún tipo de régimen político o ideología política – esto vale tanto para el Estado

    liberal, como para el socialista, ya sean democráticos o autoritarios. La principal obligación del

    Estado es defender su existencia con los medios a su alcance. Como afirma Georg F. W. Hegel en

    su Filosofía del Derecho (1821), el Estado, aunque imperfecto en su realización particular, sigue

    siendo la institución superior de la historia humana civilizada. El terrorismo contra el Estado es tan

    peligroso porque fomenta fuerzas anti-estatales en su seno que lo degradan rápidamente en ladirección de la barbarie. Paradójicamente, la única alternativa que resta a los grupos subversivos y

    terroristas de izquierda para ganar legitimidad, antes de la toma del poder, viene de la mano del

    liberalismo que ellos tanto desprecian. John Locke, fundador reconocido de esa corriente y cuyas

    ideas fundamentan las concepciones de derechos humanos y democracia moderna desde el siglo

    17, justifica claramente la revuelta de los ciudadanos contra el abuso de poder de los gobernantes.

    En el Segundo Tratado sobre el Gobierno Civil  (1690), Locke afirma que los hombres tienen

    derechos naturales antes de la existencia del Estado, lo que hace posible la rebelión cuando ellos le

    son negados, a fin de recuperarlos .En otras palabras, la revolución solamente es legítima para restaurar los derechos perdidos, no para

    imponer nuevos derechos u obligaciones. Volviendo al caso argentino, la legitimidad de la lucha

    armada se agotó el 25 de mayo de 1973, en el momento que todos los presos políticos fueron

    liberados después del general Lanusse haber entregado el mando presidencial a Cámpora, un

    presidente civil elegido en elecciones limpias, aceptadas por todos los partidos después de casi

    veinte años de proscripciones. A partir de ahí la ilegitimidad de los grupos guerrilleros fue total.

    Fueron ellos los primeros a llevar el terror a la nueva democracia, respondido enseguida de la

    misma forma por la Triple A apoyada desde el gobierno. Terrores que generaron el estado deanarquía que justificaría el golpe militar de 1976. Intervención que fue deseada por los Montoneros y

    otras organizaciones, imaginando que la salida del gobierno constitucional traería al campo

    revolucionario un mayor número de fuerzas. A pesar de la dictadura militar instalada en 1976 haber 

    decidido avanzar con ímpetu asesino contra aquellos que habían asumido la lucha revolucionaria, la

    legitimidad acumulada por la guerrilla, en la lucha contra la dictadura militar anterior, había

    desaparecido por completo debido a su lucha contra el régimen democrático constituido en 1973.

    Por lo tanto, la lucha de guerrillera contra la nueva dictadura militar no fue solamente suicida, sino

    también ilegítima. A pesar de demoníaca e ilegal a extremos que la guerrilla nunca llegaría, la luchade la dictadura contra la subversión fue legítima. Este juicio no es una mera opinión, por detrás está

    la tradición política y democrática occidental. La Argentina de esos años no tuvo combatientes, ni

    héroes. La lucha convirtió a todos en víctimas y victimarios recíprocos. Hubo más víctimas en un

    lado que en otro, pocos inocentes y muchos culpables. Sin embargo, hubo sentencias solamente

    para los de un lado.

    La generación de los años 60 desafió a la omnipotencia de Perón y de las fuerzas armadas. Pero la

    tragedia que provocó no era resultado de cualquier desafío. Perón, que sabía calificar a sus

    adversarios, los llamó "imberbes" cuando expulsó a los militantes Montoneros de la Plaza de Mayoen 1974. Perón siempre supo la importancia de las generaciones en la historia política, al llamarlos

    de imberbes los encuadró deliberadamente en este contexto. Cuando estos "apurados" – otra de las

    caracterizaciones de Perón – un año antes le habían tirado el cadáver de Rucci, el viejo líder supo

    [ix]

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    http://www.blogger.com/blogger.g?blogID=4732493732760625649#_edn10http://www.blogger.com/blogger.g?blogID=4732493732760625649#_edn9

  • 8/19/2019 Héctor Ricardo Leis

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    de inmediato que ellos deseaban su muerte, querían ocupar su lugar.

    En el mismo día en que nacía mi hija, el martes 4 de septiembre de 1973, estaba participando de un

    encuentro regional de los Montoneros en el nivel de conducción de columnas. Era en la ciudad de La

    Plata, en un parque infantil estatal llamado Ciudad de los Niños, controlado por los Montoneros. Tal 

    vez por la influencia astral de ese nacimiento, fue un día de suerte para mí. El encuentro era para

    discutir un documento elaborado por la conducción nacional de los Montoneros, que justificaba a las

     posiciones de derecha de Perón en función de un supuesto "cerco" creado a su alrededor, que leimpedía tener contacto directo con el pueblo, o sea con nosotros. La principal línea de acción para

    romper dicho cerco y atraer al líder para nuestro lado era "tirarle algunos muertos", según la frase

    de un miembro de conducción de columna, que debía estar repitiendo lo que escuchara antes en un

    nivel superior. O, como tradujo alguien que estaba al lado mío, "Perón tiene que saber que podemos

    matar a cualquiera." Nunca me olvidaré de las expresiones y las caras de algunos de estos

    compañeros, hablaban de matar con una facilidad que parecía forzada. Matar para hacer justicia era

    algo que aceptaba, pero matar para convencer a Perón de que nosotros éramos los buenos y ellos

    los malos, me parecía un delirio. Me di cuenta entonces de que la mayoría de los que estaban en lareunión eran más jóvenes que yo, sin mucha experiencia política anterior a su ingreso a los

    Montoneros. Confieso que en la época mi juicio no era moral, hacia tiempo que no sabía lo que era

    eso, el error me parecía gravísimo, pero solamente en el campo político. De todos modos, mi suerte

    fue haber dicho públicamente lo que pensaba, por cuenta de mis críticas sería rebajado en dos

    grados, poniéndome así en un segundo plano del festival de muertes que se venían – en los

    Montoneros se ganaba el ascenso por acción militar y el descenso por acción discursiva, los grados

    que gané a los tiros en José León Suárez los perdí hablando cinco minutos en la Ciudad de los

    Niños. Hoy sé que la conducción de los Montoneros no sabía hacer política, solamente sabía usar laviolencia con fines políticos – que es la mejor definición de terrorismo que existe. Cuando las armas

    sustituyen a la política quedan a la vista el terrorismo y las inconsistencias programáticas. ¿Cómo

    era posible imaginar que, después de tener como objetivo máximo el retorno de Perón al país, los

    Montoneros quisiesen hablar con él del mismo modo que con los militares de la dictadura, por medio

    de las armas? Todavía me acuerdo de mi intervención, pocos estuvieron de acuerdo conmigo. Dije

    que si realmente queríamos heredar de Perón el movimiento peronista, tendríamos de quedarnos

    quietos, en lugar de atacarlo, dejando que las masas hicieran su experiencia crítica para entonces

    respaldarlas. Eran las masas que tenían el derecho de criticar primero a Perón después de tantosaños de espera, hacer lo contrario seria des-respetarlas. Pero había algo más que inexperiencia

     política en la conducción de los Montoneros. En ese momento, la conducción de los Montoneros ya

    estaba planeando la ejecución de Rucci, más que abriendo un debate, nos estaban informando lo

    que venía por delante, queriendo saber cuales eran los oficiales fieles a su línea – años más tarde

    me preguntaría quien estaba más cercado, si Perón o la conducción nacional, en función de su

    absoluto centralismo y autoritarismo organizativo! 

    Cap. 2 - Generaciones

    ¿Quién no desea la muerte de su padre?-¿Está usted en su juicio? -exclamó el presidente (del tribunal).

    -Sí, estoy en mi juicio, un juicio vil como el de ustedes, y como el de todos esos...papanatas.

    Se había vuelto hacia el público al decir esto. Irritado y despectivo, añadió:

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    -A lo mejor, han matado a sus padres, y ahora se fingen aterrados y se miran unos a otros haciendo

    aspavientos. ¡Farsantes! Todos desean la muerte de sus padres. Los reptiles se devoran unos a

    otros...

    Fedor Dostoiewski  (1821-1881)

    Tratándose de peronistas que se atrevían a matar a los amigos de Perón, atentar contra la vida de

    los militares parecía una cosa natural para los Montoneros. Los oficiales superiores de las fuerzas

    armadas vivieron con miedo el surgimiento de los guerrilleros en el espejo mágico de lasgeneraciones. Reconocían en ellos las caras de sus hijos. El terror les confirmó que no eran los hijos

    deseados, ellos querían matarlos y ocupar sus lugares. Sin embargo, nosotros fuimos aprendices de

    parricidas. Admitiendo eso quizás los militares se animen a admitir también su barbarie, atroz y

    demoníaca no por haber sido hecha desde el Estado, sino porque satisficieron plenamente su deseo

    filicida. Para quien dude de la realidad de estas metáforas generacionales les sugiero que piensen

    sobre el caso de Sergio Schoklender y Hebe de Bonafini. Ni Dostoiewski podría imaginar que el

    mayor parricida de la historia criminal argentina fuese adoptado públicamente por la más notable

    madre de la historia política del país, la presidenta de las Madres de Plaza de Mayo – entidadicónica en la defensa de los derechos humanos en los años 70. Entre Sergio, que matara a sus

    padres de forma violenta, cumpliendo severa condena por su crimen, y Hebe, que perdiera dos hijos

    en manos de los militares, existió un amor declarado de madre e hijo durante varios años, que

    acabó sorpresivamente en 2011, cuando el hijo adoptivo, acusado pela justicia de enriquecimiento

    ilícito, lavado de dinero, desvío de recursos públicos y asociación ilícita, apuntó a su madre adoptiva

    como responsable por todo.

    El conflicto que asoló los argentinos y degradó sus instituciones se debe a múltiples factores, la

    mayoría bastante conocidos. Pero existe uno, en particular, cuya importancia resulta difícil depercibir, debido a los preconceptos reduccionistas que en el siglo 20 colonizaran primero a las

    ciencias sociales y después al sentido común de los ciudadanos. Dicho factor permite entender 

    mejor el comportamiento extremamente bárbaro de algunos actores en los años 70, cuestión que

    hasta ahora resiste a una explicación convincente. El mismo no ayuda a captar las motivaciones

    racionales, ni las causas materiales de la dinámica política argentina de aquellos años, pero puede

    contribuir de forma significativa para la comprensión de la subjetividad de los actores, en especial de

    sus motivaciones inconscientes y de su traducción en sentimientos y emociones negativas. Sabemos

    que explicar objetivamente comportamientos crueles en la vida pública es una de las tareas máscomplejas del análisis. Hombres y mujeres de comportamiento normal y respetuoso en su vida

    privada, bajo ciertas condiciones pueden transformarse en monstruos. Hannah Arendt se refirió a la

    “banalidad del mal” para explicar el comportamiento de Eichmann, el jefe de Auschwitz que después

    de la guerra encontró refugio en la Argentina de Perón. Por los testimonios de los sobrevivientes de

    los campos de concentración nazistas y comunistas se sabe que la barbarie crece

    proporcionalmente a la negación del otro, a la incapacidad para aceptar y entender los valores y

    motivaciones del otro. ¿Pero que podría existir entre los argentinos que los aproximase a eso? Las

    ideologías políticas existentes eran antagónicas y sus aristas totalitarias bien podrían explicar lasatrocidades cometidas, pero existía un plus que aumentaba los resentimientos de las ideologías, de

    la lucha de clases y del pasado violento del país. Ese plus pocas veces se presentó con la nitidez

    que tuvo en la Argentina de los 70, un país donde los problemas raciales, étnicos o religiosos no son

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    tan significativos como en la mayoría de los países de la región. Lo que arreció los conflictos fue la

    existencia de una tremenda lucha generacional con reverberaciones en el inconsciente de los

    individuos. Ese contexto hizo que la lucha armada transformase a los individuos en personajes de

    una tragedia. En Homo Sacer , Giorgio Agamben afirma:

    “Durante mucho tiempo uno de los privilegios característicos del poder soberano fue el derecho de

    vida y muerte.” Esta afirmación de Foucault al final de La Voluntad de saber  suena perfectamente

    trivial; pero la primera vez que en la historia del derecho nos encontramos con la expresión “derechode vida y de muerte”, es en la fórmula vitae necisque potestas, que no designa en modo alguno el

    poder soberano, sino la potestad incondicionada del pater sobre los hijos varones. (...) la vitae

    necisque potestas recae sobre todo ciudadano varón libre en el momento de su nacimiento y parece

    así definir el modelo mismo del poder político en general. No la simple vida natural, sino la vida

    expuesta a la muerte (la nuda vida o vida sagrada) es el elemento político originario.

    Mi generación fue llevada a creer que los militares eran los padres de la Patria. Y lo eran de verdad,

    cuando festejé mi 40ª aniversario la Argentina había vivido durante 30 años bajo el mando de

    presidentes de extracción militar. La guerrilla desafió ese supuesto, en el cual los militares creíanmás que nadie. Cuando el terror los amenazó, la ceguera se transformó en resentimiento y delirio. Al

    contrario de los militares golpistas anteriores, que traían en sus mochilas proyectos relativamente

    estructurados para gobernar el país, los que acompañaron a Videla en 1976 subordinaron todo a la

    venganza, eran animales heridos dispuestos a exterminar sin piedad a aquellos que los habían

    desafiado en su proprio territorio existencial, el de la violencia de las armas. Aún después de

    derrotar a la guerrilla, esos militares no consiguieron refrenar su pulsión de muerte e intentaron una

    guerra contra Chile en 1978 – abortada por la mediación papal – y otra contra Inglaterra, por las

    Islas Malvinas/Falklands, que llevaron hasta las últimas consecuencias en 1982, pero cuyos planesde acción habían sido ejecutados por la Marina también en 1978.

    Parte en los años 60, pero sobre todo en los 70, los argentinos asistieron a la lucha sin tregua entre

    la vanguardia guerrillera de una generación más nueva, contra la retaguardia militar de otra

    generación más vieja, con la edad de sus padres. Los jóvenes ansiaban el poder para realizar sus

    objetivos con un espíritu tan intelectual y libertario, como autoritario y narcisista, que creía que podía

    hacer lo que fuese necesario, incluso matar. Los viejos defendían el poder con un espíritu autoritario

    y ciego, sabían que no podían ser derrotados militarmente. En el límite, sus pulsiones inconscientes

    le daban una potestad ancestral e incondicionada sobre sus desafiantes. En los años 60 hubogenerales que antes que matar querían entender lo que ocurría, el límite no había sido alcanzado,

    pero en los 70 la realidad fue otra, y también otros los generales.

    Héctor Jouvé, uno de los tenientes de la fracasada tentativa del Ejército Guerrillero del Pueblo,

    guerrilla rural guevarista que actuó en el noroeste de Argentina, en la mitad de los años 60 – durante

    el gobierno democrático de Illía –, dio una entrevista reveladora del espíritu militar de la represión en

    aquel momento, cuatro décadas después de los acontecimientos. La entrevista se hizo famosa por 

    haber provocado un extenso debate intelectual en la Argentina con relación al derecho de matar, a

     propósito del fusilamiento por motivos banales de dos guerrilleros pela conducción del grupo.Interesa aquí destacar otro aspecto, quizás de menor dramaticidad, pero de alta intensidad 

    heurística, cuando colocado en perspectiva histórica. La entrevista permite afirmar que en 1964

    existían militares consternados frente a los peligros de un futuro golpeado por la lucha armada

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    revolucionaria, cuyo sentido último se les escapaba confusamente. La entrevista muestra que no

    todos eran iguales a los militares que acompañaron a la dictadura de Videla. Jouvé relata que

    después de su detención se encuentra con el general Julio Alsogaray, comandante de las fuerzas

    militares que lo derrotaron – e que seria más tarde comandante en jefe del ejército. El general le

     pregunta: ““¿Y cómo estás?”, me dice. Yo estaba azul, no había piel que no tuviera un color azul,

    violeta. “No quiero saber nada de las actividades – me dice –, no me interesa eso. Usted Jouvé tiene

    un perfil muy parecido al de mis hijos. Hemos hablado con sus profesores de la secundaria, y sabemos que usted era muy buen alumno, muy buena persona, que terminó el bachillerato a los 16 

    años. Fuimos a la universidad, también sabemos que hizo una carrera impresionante hasta que

    entró al servicio militar y ahí paró, que su papá era un tipo muy respetado en su pueblo, un tipo

    recto, laburante, muy estimado, honesto. No me diga que esto es porque su mamá lava ropa”. No,

    no es por eso – le digo –, no es por ninguna de esas cosas. “Bueno – me dice – pero a mí me

    interesa saber por qué entró a la guerrilla, porque mi hijo se parece mucho a usted””. El 

    montonero Juan Carlos Alsogaray, hijo del militar, seria muerto en un enfrentamiento con el ejército,

    en 1976, a los 29 años de edad.No estoy queriendo reducir las muertes y desaparecimientos de los años 70 a una lucha

    generacional. Pero una cosa es cierta, la represión de la dictadura militar de Videla, aun siendo

    espantosa tuvo método, su violencia fue cruel y excesiva pero no indiscriminada, por que sino las

    guerrilleras embarazadas eran obligadas a esperar el parto antes de morir, para después sus bebés

    ser entregados en adopción clandestina. Lo mismo no ocurrió en otras experiencias históricas de

    exterminio – como en el caso de los nazis, por ejemplo, donde se mataba sin cualquier distinción. La

    acción de los militares argentinos tenía la originalidad de las locuras sagradas. Ellos creían que

    estaban condenadas las almas de sus “hijos”, pero no las de sus “nietos”. Frente a esos hechos meparece insustentable la hipótesis de que los militares hayan sido personas intrínsecamente enfermas

    y malvadas, como supone el sentido común vigente. De ambos lados beligerantes se cometieron

    crímenes que deben ser juzgados y castigados de acuerdo con la ley, pero sus autores no son

    criminales patológicos, aunque no dudo que exista un pequeño grupo con trastornos severos de

    conducta. Si la violencia fuese resultado de una patología deberíamos concluir que fue bastante

    contagiosa, ya que afectó a buena parte de la población argentina, que apoyó selectivamente la

    insensatez que venía de uno y otro lado, para finalmente apoyar mancomunadamente, sin distinción

    de credo, a la no menos insensata Guerra de las Malvinas/Falklands. Si existe alguna patología, ellase encuentra en la particular combinación de imaginarios políticos fundamentalistas y resentimientos

    históricos de los actores que, en un momento particular de su dinámica usaron ingenuamente el

    terror, desafiando no apenas personas e instituciones sino a arquetipos del inconsciente colectivo. Ni

    las ideologías, ni las pasiones, explicarían por si mismas el grado de las atrocidades habidas. A

    pesar del tradicional individualismo y narcisismo de los argentinos, las principales motivaciones de

    sus tragedias no son tanto de orden individual, como colectivo. Las responsabilidades por los

    acontecimientos también. Tanto en las fuerzas armadas, como en las guerrillas, hubo hombres

    buenos que dejaron de serlo en determinado momento. Y eso no puede ser explicado por patologíaspreexistentes.

    Los reduccionismos imperantes en el debate público sobre los derechos humanos, derivados

    principalmente del sociologismo y del juridicismo, no ayudan a entender el problema argentino. El

    [xiii] 

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    primero impide la consideración de cualquier factor socio-biológico o psicológico en el análisis de la

    dinámica política; el segundo obtura la percepción de las responsabilidades e intencionalidades

    colectivas, priorizando la justicia en el plano individual a la necesidad superior de reparar el daño

    producido a la comunidad política en cuanto tal. La necesidad de un abordaje interdisciplinar que

    incluya al conjunto de los aspectos afectados por los fenómenos políticos, está presente en la

    mayoría de los pensadores clásicos, desde Aristóteles y San Agustín, hasta Montesquieu,

    Tocqueville y Max Weber, entre otros. Pero en las ciencias sociales contemporáneas casi no existenrastros de categorías que engloben interdisciplinarmente a múltiples factores. Ni clase social, partido

    político, movimiento social, o cualquier otra del vocabulario dominante favorecen esa operación.

    Para peor, cuando aparece alguna categoría de ese tipo, ella es rápidamente difamada y excluida

    por el establishment   académico, que acompaña las modas teóricas con la misma perdida de

    consciencia con que la población acompaña las restantes modas. No sorprende entonces que el

    concepto de generación, uno de los pocos que permite traer para el campo de la política un análisis

    complejo e interdisciplinar, se encuentre ausente de la literatura. Esclarezco que los factores

    biológicos no se reducen al DNA o a cualquier otro tipo de mapa genético de las personas – cuyautilidad, al menos por el momento, se verifica en la perspectiva de las ciencias de la salud. La

    investigación científica comprueba hoy aquello que se sabía desde los tiempos antiguos, que las

    diferencias de orden biológico (hormonales, en particular, pero no exclusivamente), vivencial y

    cultural entre un joven de 20 años y un adulto de 50 explican una parte esencial de sus diferencias

    comportamentales. Precisamente, el conjunto de esas diferencias constituyen a cada generación, en

    contraste con las anteriores. La dinámica de las mismas trae a luz elementos que completan a los

    saberes disciplinares en la busca de la verdad histórica.

    Cualquiera que afirme que los argentinos no se aman como comunidad corre el riesgo de ser acusado de traidor a la Patria, sin que nadie se detenga a pensar si existe algo de verdad en eso. Es

    una pena, la verdad no debiera ser acusada de traición. Aristóteles, en la Ética a Nicómaco, fue

    quizás el primero a relacionar lo que hoy se llaman factores psicológicos, biológicos, sociológicos y

    políticos. Él utilizó el concepto de philia (amor, amistad) para referirse a lo que cimenta la

    comunidad política. En este sentido, la Argentina es un país extremo, son pocas las comunidades

    políticas donde la philia se encuentra más ausente. Esa no es una percepción intuitiva, sino fáctica,

    cualquier observador neutral puede comprobar fácilmente dos cosas: la primera que la distinción de

    amigo-enemigo atraviesa prácticamente cada nano-milímetro de la vida pública y privada; lasegunda que los actores orientan su acción enfatizando mucho más el lado “enemigo” que el

    “amigo”. El conflicto de los años 70 muestra de forma dramática la ausencia de philia expresado en

    el choque entre dos generaciones diferentes. Desde una perspectiva civilizatoria, lo peor de la

    historia argentina de las últimas décadas no fue la catástrofe de los años 70, sino la amplia mayoría

    de los ciudadanos haber pasado por ella sin comprender su sentido profundo, permitiendo así que el

    viento del destino pueda alimente nuevos incendios con sus cenizas nunca apagadas.

    No es común que los países tengan una generación que deja un registro claro de su paso, para mal

    o para bien. La historia sigue simultáneamente líneas de continuidad y de ruptura, siempre queprevalece más el segundo aspecto hay por detrás una generación en sentido fuerte. Argentina tuvo

    varias generaciones reconocidas públicamente. Las más notables fueron del siglo 19: la generación

    del 37, de Echeverría, Sarmiento y Alberdi; y la del 80, de Julio A. Roca. No entiendo las

    [xiv]

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    generaciones como cronologías regulares en un mundo continuo, sino como momentos de

    discontinuidad histórica en los cuales los individuos ganan una nueva identidad que les permite su

    protagonismo en la esfera pública. Valoro el destaque dado a ese concepto por Ortega y Gasset, a

    pesar de no compartir su énfasis como eje interpretativo general de la historia. Pienso que el

    concepto de generación se usa habitualmente sin observar que en el plano empírico puede tener un

    sentido fuerte o débil. En un sentido débil la generación recorta (con algún grado de arbitrariedad) al

    conjunto de personas que comenzaron a vivir su vida adulta en determinada década, por ejemplo,en los años 60 o 70. Pero en un sentido fuerte se debe reconocer que existió una generación en los

    años 60, pero no en los 70. La generación de los 60 representa una condensación de nuevos

    valores, paradigmas y subjetividades que tuvieran fuerte influencia en la vida política, social y cultural

    del país, de ahí para adelante. No existe una generación propiamente dicha si sus integrantes no

    dejan una marca original en la historia. Existe una generación cuando un grupo humano, de edad

    próxima ente sí, define un antes y un después de forma innegable. Por eso, en sentido fuerte, no

    existió generación de los 70, la de los 60 colonizó esa década – así como las siguientes,

    infelizmente. Esa colonización abre las puertas para la posibilidad de transformar la tragedia encomedia, tal como afirmaba Karl Marx en El 18 Brumario de Luis Bonaparte. La pretensión de repetir 

    la historia por parte de quienes asientan su experiencia sobre bases ajenas engendra frutos

    espurios, que comparados con los anteriores se transforman en comedia. Es el caso de los

    gobiernos Kirchner, que adoptaron valores y objetivos de la generación del 60 con escaso realismo y

    sin ninguna autenticidad – recordemos que Néstor Kirchner nació en 1950 y Cristina Kirchner en

    1953, ambos pertenecen a la “generación” del 70, la mayoría de sus militantes son más jóvenes

    todavía.

    En la guerra revolucionaria/contra-revolucionaria que comenzó en los años 60 y tuvo su apogeo enlos 70 se enfrentaron dos generaciones, la del 40 y la del 60, la última era la que poseía un sentido

    más fuerte. En esa casi guerra civil las victorias y derrotas pasarían de mano varias veces. La

    generación más fuerte sería derrotada militarmente por la más débil, que en ese campo era la más

    fuerte, pero la historia derrotaría a ambas. Habitualmente se reconoce como miembros de

    determinada generación a aquellos nacidos aproximadamente veinte años antes. La generación

    comienza entonces cuando los jóvenes están en condiciones de asumir sus obligaciones sociales,

    políticas, culturales y económicas, nutriéndose del ambiente en que actúan. Así, la generación del 60

    nació aproximadamente de 1940 para adelante. Yo pertenezco a esa generación, nací en 1943. Esel caso también de los líderes guerrilleros, cuya media de nacimientos se sitúa en 1942. Mi

    generación combatió a otra más vieja, nacida a partir de 1920 y madurada en los años 40. La

    generación de los 60 en Argentina fue construida por un espíritu del tiempo revolucionario,

    aventurero y vanguardista, la generación de los 40 se nutrió, en cambio, de las ideologías y

    lamentos de la Segunda Guerra Mundial, dividiendo sus simpatías entre el nazismo, el comunismo y

    el liberalismo. Por causa de esa heterogeneidad los nacidos alrededor de los años 20 no ganarían el

    derecho de ser reconocidos como parte de una generación en sentido fuerte. Sin embargo, en los

    años 60 y 70, frente a la amenaza revolucionaria, las elites militares condensaron las diferencias deorigen de su generación dentro de una visión burocrática-autoritaria cargada de elementos mítico-

    religiosos. La generación que no supo tener una identidad definida en los 40 alcanzó ese triste

    derecho apoyando a los militares en los 70. Aunque por otros caminos, la astucia de la razón

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    preparó también un triste destino para la generación revolucionaria de los 60. Sin cualquier 

    autocrítica, varias décadas después de su catastrófica gesta, numerosos militantes encontraron la

    realización de sus anhelos en las políticas populistas de los gobiernos Kirchner – aprovechando, de

    paso, la oportunidad para ocupar cargos públicos.

    Los nombres y años de nacimiento de los principales líderes guerrilleros, siguiendo un orden

    cronológico aproximada de su aparición en el escenario público: El Kadri (1941), Santucho (1936),

    Gorriarán Merlo (1941), Olmedo (1943), Quieto (1938), Abal Medina (1947), Firmenich (1948),Galimberti (1947). La muestra revela cohesión generacional, en la medida en que los extremos

    (1936-1948) se sitúan bastante próximos de la media (1942). Obsérvese que esto no fue

    necesariamente así en otros países de América Latina. En el Brasil, por ejemplo, la cuestión

    generacional no fue un factor tan relevante. En contraste con la Argentina, el Brasil tuvo líderes

    extremamente importantes, como Marighela (1911), inspirador de la guerrilla urbana en el Brasil y 

    todo el continente, y Amazonas (1912), dirigente máximo del partido comunista pro-chino,

    responsable por la principal guerrilla rural. Ambos lideres revolucionarios eran de la misma

    generación que sus enemigos, como el político Lacerda (1914) y la sucesión de generales queserían presidentes de la dictadura militar: Castelo Branco (1897), Costa e Silva (1899), Medici 

    (1905), Geisel (1907), Figueiredo (1918). Marighela y Amazonas nacieron apenas cuatro o cinco

    años después de la media de sus enemigos (1907. Volviendo a la Argentina, siguiendo también un

    orden cronológico, los lideres militares, políticos y sindicales más destacados que la guerrilla

    enfrentó fueron: Onganía (1914), Vandor (1923), Levingston (1920), Lorenzo Miguel (1927),

    Lanusse (1918), Lopez Rega (1916), Isabel Peron (1931), Videla (1925), Massera (1925). Esos

    líderes mostraban una relativa cohesión en torno de la media (1922), pero de cualquier forma ellos

    representaban una generación débil, que no llegaba ni cerca a la homogeneidad en torno de grandevalores y objetivos que tuvo la generación del 60. Esos líderes ocupaban un lugar que lo habían

    disputado violentamente también en el interior de su generación – a título de ejemplo puede

    mencionarse que en las filas de la generación del 40 se inscriben también figuras como Eva Perón y 

    el Che Guevara, nacidos en 1919 y 1928 respectivamente, ambos a escasa distancia de la media de

    los líderes antes citados.

    Cap. 3 – Líderes

    La libertad exige el vacío para manifestar-se; lo exige y sucumbe a él. La condición que la determina

    es la misma que la anula. Ella carece de bases: cuánto más completa sea, más vacilará, pues todola amenaza, hasta el principio del cual emana. El hombre es tan poco hecho para soportar la

    libertad, o para merecerla, que aún los beneficios que recibe de ella lo trituran, y ella termina

    siéndole tan penosa que a los excesos que provoca él prefiere los del terror.

      Emil Cioran (1911-1995)

    La historia militar argentina esta atravesada por conflictos e ideologías políticas. Únicamente un

    prejuicio maniqueísta podría asemejar a generales como Perón, Lanusse y Videla. Todos fueron

    generales del Ejército Argentino, por lo tanto, golpistas, pero en todo lo demás eran diferentes. El

    primero fue un golpista contra un gobierno constitucional en 1943, en un contexto pro-fascista, eposeía un gran carisma que utilizó de manera populista hasta el fin. El segundo fue un anti-peronista

    visceral, golpista reincidente contra gobiernos civiles y militares, pero de ideología liberal y de

    suficiente convicción republicana como para organizar elecciones libres que le obligarían a pasar la

    [xv]

    http://pt.wikipedia.org/wiki/1995http://pt.wikipedia.org/wiki/1911http://www.blogger.com/blogger.g?blogID=4732493732760625649#_edn15

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    banda presidencial al peronista Cámpora en 1973. Su republicanismo no se detuvo ahí, sino que lo

    llevo a criticar, en varias ocasiones, la dictadura de Videla. En 1976, al comienzo de las

    desapariciones, en Argentina circuló en voz baja que Lanusse se había encontrado con Videla para

    manifestarle su oposición a los acontecimientos de la siguiente manera: “Basta de secuestros,

    general; prisiones, pero no secuestros” – conversación que luego sería confirmada. Luego de la

    caída de la dictadura, Lanusse declaró como testigo contra los miembros de las juntas militares. A

    pesar de las ideologías de Perón y Lanusse ser opuestas, ambos poseían en común algo que estáabsolutamente ausente en Videla. Perón y Lanusse eran maquiavélicos en el buen sentido de la

    palabra, eran generales políticos, tenían noción de los límites de violencia que puede ejercer un

    soberano para instaurar el orden. No eran militares que se conducían por el manual de la

    corporación. Videla, en cambio, era un militar de carrera insulsa, elegido como comandante en jefe

    del ejército por Isabel Perón precisamente por eso, por tener una ficha “limpia” de acuerdo con el

    manual. Isabel no debía saber que también era un fundamentalista, alguien que se sentiría con

    derecho a hacer de todo en la cumbre del poder: secuestrar, torturar, matar, hacer desaparecer a

    los cadáveres y después mentirle a los familiares y a la sociedad sobre esos crímenes.Perón y Lanusse fueron grandes generales, tenían visión de mundo y usaron el ejército para hacer 

    política de acuerdo con sus recursos y circunstancias generacionales, nunca confundieron a la

    política con cualquier otra cosa. Videla fue un general mediocre, se dejó llevar por las circunstancias

    degradantes que lo rodeaban. Por eso mismo sería una injusticia transformarlo, junto al resto de sus

    comparsas, en los únicos responsables por la tragedia, como pretende la memoria histórica

    construida en Argentina. Esos militares eran parte de una estructura de liderazgo del país que hacía

    agua por todos los lados, no apenas el militar. Entender la degradación de las elites argentinas en

    los años 70 es un dato imprescindible para explicar la tragedia que ocurrió. Las fuerzas en choqueestaban conducidas por elites que eran mediocres, además de inmorales. Cada uno en su terreno y

    con los medios disponibles, las conducciones de las Fuerzas Armadas y de los Montoneros

    excluyeron prácticamente a la política de sus agendas para disputar mejor la carrera a favor del

    terror y la muerte – no hablo de otras organizaciones guerrilleras porque no milité en ellas, cada

    uno que ajuste cuentas con su pasado.

    El carácter del liderazgo de los Montoneros se hizo evidente en un programa de asesinatos que no

    era pensado desde la política, sino desde el deseo, transformando al resultado de la acción en una

    ruleta rusa. Las muertes eran producidas no a partir de debates políticos o de análisis rigurosos dela realidad, sino de un cálculo basado en el pensamiento mágico. No se pensaba cuales podrían ser 

    los escenarios posibles como respuesta a una acción, se imaginaba apenas cual sería el mejor y se

    apostaba a eso. Si la realidad no respondía de esa forma, nadie era responsabilizado, la conducción

    no podía estar errada, nunca se hizo cualquier autocrítica pública por los errores estratégicos de su

     política terrorista, se creían infalibles como el Papa. No se importaban demasiado con víctimas

    inocentes, muchos de ellas cayeron por estar en el lugar errado o usar el uniforme errado – como en

    el caso del cumplimiento de las cuotas mensuales de ejecución exigidas por la conducción, lo cual 

    obligaba a veces a los combatientes a elegir sus víctimas en la calle, simplemente porque llevabanuniforme policial, percatándose después cuando los nombres aparecían en los diarios que algunos

    de los muertos eran aliados o simpatizantes. El potencial terrorista de los Montoneros era imposible

    de prever. Existía un cálculo inconfeso de medio millón, entre fusilamientos y prisiones, que debían

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    realizarse en Argentina luego de tomar el poder, para que el socialismo pudiese sobrevivir rodeado

     por un cerco de países capitalistas subordinados al imperialismo – esa cifra me fue dicha de forma

    natural por un miembro de la conducción regional de los Montoneros en 1974, como respuesta a mi 

     pregunta sobre las primeras tareas de la revolución triunfante. El terrorismo no se practicaba

    únicamente en el exterior de la organización, se hizo sentir también entre sus miembros. Hubo

    fusilamientos “ejemplares” de compañeros por trasgresiones de consecuencias mínimas, que

    respondían más a las circunstancias que al carácter de la persona – yo recibí orgánicamenteinformes de alguna de estos “juicios sumarios”, pero infelizmente la lista de los nombres de los

    ejecutados no es reivindicada por nadie, no me espantaría que los mismos estén incluidos en la lista

    de las víctimas de la dictadura. De una crueldad y justificación todavía mas banal fueron las

    “contraofensivas” lanzadas en 1979 y 1981 por los Montoneros, cuando ya estaban derrotados.

    Firmenich declaró en una entrevista alrededor de 1981, publicada en Habana, en una de las revistas

    del régimen castrista llamada Bohemia – leí la revista pero no me acuerdo el número –, que la

    muerte de los compañeros que caían en las contraofensivas era el precio a pagar para mantener 

    viva en las masas la presencia de los Montoneros. Comparó también a los compañeros con los proyectiles de un arma que la organización – esto es, él – disparaba cuando fuese necesario. La

    vida humana era tratada como mercancía (precio) y como instrumento (proyectil). ¡Para un

    revolucionario no podrían haber sido peores las metáforas! Lo cierto es que la mayoría de estos

    compañeros fueron reclutados a prisas, en el exilio, y enviados a Argentina sin demasiada

     preparación, con la promesa de que allá habría una estructura funcionando que le daría soporte

    logístico. Eso no era verdad, a esa altura la organización estaba infiltrada por los servicios de

    inteligencia de la dictadura, que tuvieron poco trabajo en interceptar a los recién llegados. Así,

    centenares de hombres fueron enviados al matadero en nombre de una organización ya derrotada,circunstancia que la conducción no podía ignorar, ya que en el segundo semestre de 1976 los

     principales comandantes salieron del país como consecuencia de la falta de condiciones para su

     permanencia. Con esas contraofensivas la conducción de los Montoneros no puso en evidencia

    únicamente su falta de escrúpulos morales, sino también su mediocridad política. En vez de aceptar 

    la derrota cuando ella llega, renunciando unilateralmente a continuar la lucha armada, para entonces

    retomar la lucha política en mejores condiciones, sumando su voz y el aparato restante a la defensa

    de la vida de los militantes secuestrados y desaparecidos, así como al cuidado de los sobrevivientes,

    insistieron ciegos y sordos en la muerte de más compañeros, no sabían hacer política de otra forma. Aunque hubo algunas tentativas de juicio legal, ninguno de esos líderes fue condenado, ni 

    censurado severamente por la opinión pública. Circulan libremente disfrutando del reconocimiento

     por su militancia pasada de comandantes de la muerte.

    Isabel Perón, peronista colocada en la presidencia por decisión nada menos que de Juan Domingo

    Perón, también baño sus manos en la sangre de los argentinos, por su apoyo e incentivo a los

    crímenes de la Triple A y de las Fuerzas Armadas durante su gobierno (1974-1976). Fue ella quien

    dio la primera autorización oficial para “aniquilar” a los guerrilleros. Su desempeño en el cargo de

     presidente fue de una mediocridad tal que no encuentra parangón en la historia argentina. Sinembargo, nadie la recuerda, ni la critica demasiado, combinación perfecta para continuar disfrutando

    de su libertad y dinero en España. En algunos momentos es forzoso mencionar nombres, pero

    aclaro que estoy lejos de pretender atribuirles responsabilidades exclusivas a unas pocas personas

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    o instituciones. Los dirigentes que secundaban a Videla, Firmenich e Isabel Perón en sus respectivas

    funciones fueron tan mediocres e inmorales como ellos. Los vicios y defectos de los liderazgos de

    aquellos años reflejaban y consumaban los años nauseabundos de la vida política argentina a partir 

    de los años 30 – con la única excepción de los seis años de gobiernos democráticos de Frondizi

    (1958-1962) y de Illia (1964-1966). Lo que se vivió en los años 70 no fue una tragedia provocada

     por individuos, sino por una cultura de violencia y muerte compartida entre las principales elites y las

    masas. Pocos quedarían al margen de esto defendiendo la letra de la Constitución y el Estado deDerecho.

    La Iglesia Católica Argentina es otro ejemplo emblemático de la cultura de esa época. Existieron

    algunos curas que se rebelaron contra las autoridades de la Iglesia, pero sus voces no encontraron

    eco en una institución cuyas jerarquías apoyaban abiertamente la política de la dictadura. Los

    relatos de los sobrevivientes de los campos de concentración argentinos, muestran que en algunos

    casos los capellanes acompañaban las torturas, exorcizando al demonio de la misma manera que se

    hacía en tiempos de la Inquisición. El arzobispo primado de Argentina, el cardenal Aramburu, cuando

    se le preguntaba por los desaparecidos repetía lo mismo que respondía Videla, que no existían, que“los desaparecidos vivían tranquilamente en Europa”. Cuando volvió la democracia al país la Iglesia

     pidió que los militares fuesen perdonados, sin explicar de que o porque. Para sostener esta política

    la jerarquía eclesiástica contó incluso con la ayuda y complicidad del Papa Juan Pablo II, que debe

    haber identificado sus luchas con las de su Iglesia en Polonia contra el comunismo soviético. El Papa

    era un luchador incansable por la libertad en el mundo, pero el contexto de la Guerra Fría lo llevó a

    no dar importancia al tema de los desaparecidos y a concederle al cardenal Aramburu el record 

    nacional de permanencia en el cargo de primado. Descubriría más tarde que Juan Pablo II llegó a

    mentir para proteger la Iglesia Argentina. Cuando él visitó a la Argentina en 1987, conociendo lascríticas que recibía la iglesia local por no haber asumido el tema de los desaparecidos, el Papa

    declaró en un discurso público que la misma siempre lo mantuvo informado sobre esa cuestión, y 

    que sabía de sus esfuerzos frente a las autoridades militares. Fue una mentira inspirada en la

    Guerra Fría, no era piadosa. Los fieles que tuvieron familiares desaparecidos durante la dictadura

    saben que sus quejas y denuncias no eran atendidas, ni tampoco transmitidas al Papa. Yo confirmé

    esto de una fuente directa. Cuando estuve exiliado en Rio de Janeiro formé parte de un comité de

    exiliados. En 1979 decidimos enviar un grupo a hablar con el cardenal Don Paulo Evaristo Arns, en

    San Pablo, para tratar algunas cuestiones relativas a los derechos humanos. Cuando nos recibió, junto al pastor Jaime Wright, pidió que nos presentáramos. En el grupo había más argentinos, pero

    yo fui el primero a presentarme. No puedo recordar ese momento sin sentir otra vez la emoción en

    la piel, Don Paulo Evaristo Arns se me aproximó y me pidió perdón por mi Iglesia. Sorprendido le

     pregunte por qué, me respondió que la Iglesia de mi país nunca le había informado al Papa sobre la

    desaparición de personas, que se informaba de ese tema exclusivamente a través de él. El cardenal 

    franciscano no solo me había pedido perdón, también se había confesado.

     A pesar de todo, el gobierno de Alfonsín (1983-1989), primer presidente elegido democráticamente

    luego de la debacle militar producida por la Guerra de las Malvinas/Falklands un año antes,demostró que la república todavía tenía reservas morales para enfrentar la decadencia anterior.

    Pero esas reservas se agotaron rápido, fueron el canto de un cisne. Lo que vino a partir del gobierno

    de Menem lo demostró de manera cabal. La fiesta de la decadencia de las elites políticas continuó a

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    su ritmo habitual, invitando a las figuras más oportunistas, sectoriales y mediocres disponibles para

    desempeñar los papeles principales. Más allá del debate sobre el sentido del populismo es un dato

    indudable que ni Menem, ni Néstor o Cristina Kirchner, los presidentes más populares de la

    democracia post-dictadura, contribuyeron a la consolidación del Estado de Derecho, muy por el

    contrario – y eso no fue por falta de tiempo, Menem permaneció en el cargo por dos mandatos, de

    1989 a 1999, y los Kirchner van por el tercero, de 2003 hasta la presente fecha (2012). En el campo

    de la sociedad civil fue lo mismo. Los militantes de la CGT de los Argentinos fueron substituidos por los funcionarios públicos oficialistas de La Cámpora. Personas de la estatura moral de un Ernesto

    Sábato, presidente de la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas (CONADEP),

    organismo que publicó en 1984 el relato Nunca Más sobre los crímenes de la dictadura, pieza

    ejemplar de objetividad y equilibrio en el ejercicio de la investigación de la violación de los derechos

    humanos y la construcción de ciudadanía, se desvanecieron en el aire. Fueron remplazadas en el

    espacio público por líderes sin densidad propia, construidos por las circunstancias. El caso

    emblemático es el de Hebe de Bonafini, madre coraje que supo en tiempos difíciles reclamar por los

    desaparecidos, pero cuando las luces de la democracia la encandilaron pasó a defender elterrorismo en su país y en el mundo. Mujer simple pero capaz de realizar lo imposible, subordinó la

    defensa de los derechos humanos a las causas de varios grupos terroristas, como la FARC de

    Colombia, el ETA vasco, el HAMAS palestino y hasta el propio Al-Qaeda de Bin Laden – cuyo

    atentado contra el World Trade Center fue públicamente festejado por ella. Sospecho que si el

    tiempo fuera para atrás, figuras como Máximo Kirchner y Hebe de Bonafini serian reconocidos

    rápidamente como “líderes de los años 70”. Ellos no se quejarían.

    Cap. 4 – Memoria y Condición Humana

    (Primera Parte)La especie humana no soporta mucho la realidad.

    T. S. Eliot  (1888-1965)

    En los años 60 y 70, la democracia no se diferenciaba mucho de la dictadura en la cabeza de los

     jóvenes revolucionarios, ambas eran igualmente "burguesas". Sin embargo, después de la derrota

    política y militar de sus fuerzas, los 80 los conducirían sin mucha reflexión hacia la democracia y los

    derechos humanos. Estos temas, lejanos de sus antiguas preocupaciones revolucionarias, serían

    ahora su vía de acceso al poder. Surgió entonces un oportuno revisionismo histórico impulsado por 

    un conjunto heterodoxo de ex-militantes y movimientos de derechos humanos, primero de maneraingenua y luego con conocimiento de causa. Queriendo darles voz al dolor de las víctimas, estos

    movimientos se atribuyeron el derecho de hablar también en nombre de la verdad histórica. Las

    consecuencias serían nefastas. En particular, el rol del movimiento de las Madres de Plaza de Mayo,

    asociado posteriormente a las estrategias políticas de los gobiernos de Néstor y Cristina Kirchner,

    resultarían en una manipulación tan brutal, como exitosa, de la frágil memoria de los años 70, sin

    duda los más trágicos de la historia argentina del siglo 20.

    Pero las memorias mal resueltas se traducen en resentimientos de fuerte potencial destructivo para

    el futuro de la comunidad política. Victimizando la verdad, las Madres de Plaza de Mayo y losKirchner cometieron un crimen de castigo inexistente, pero tan violento en el plano simbólico como el

    de sus acusados en el plano material. Los militares mataban y borraban los rastros de las personas,

    aunque los movimientos de derechos humanos no matasen a nadie, ellos se mimetizaron con las

    [xvi]

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    intenciones de sus antagonistas al pretender borrar los rastros de una parte de la verdad histórica

    de las víctimas. La supresión del lado "oscuro" del pasado revolucionario fue completa, en los

    altares de la "patria democrática" está ahora registrado que los guerrilleros siempre lucharon contra

    las dictaduras militares y en defensa de la democracia. De la misma manera, está registrado que

    nunca hubo terrorismo de parte de la sociedad civil, solamente del Estado. La construcción de esa

    memoria fue un trabajo fino, facilitado por el hecho de que los militares no son tan nihilistas como los

    revolucionarios con relación a su papel en la historia. Recordando las palabras de Arendt (ver epígrafe del cap. 1.1), los revolucionarios "habían adquirido la habilidad de representar cualquier 

    papel que el gran drama de la historia les atribuyese", los militares no. Las atrocidades de los últimos

    fueron inconmensurables, pero salvo excepciones, la fidelidad con su pasado no fue menor. La

    derrota obligó a los primeros a cambiar, pero la adopción de los nuevos valores de la democracia y

    los derechos humanos no sustituyó a los anteriores de la revolución, apenas los sumó, evidenciando

    deshonestidad intelectual y oportunismo moral. Los antiguos y nuevos valores son contradictorios y

    excluyentes, unos pertenecen al paradigma colectivista del socialismo, los otros al individualista del

    liberalismo.Los discursos actuales de los revolucionarios y los militares que se enfrentaron en los años 70 se

    sostienen en la misma cuerda floja. Los militares dicen que no hicieron lo que hicieron, los

    revolucionarios dicen haber hecho otra cosa de la que hicieron. Que los dioses digan lo que es peor,

    lo que yo sé sobre los revolucionarios es que pensábamos nuestras acciones de acuerdo con una

    filosofía de la historia totalizadora que no nos responsabilizaba por las consecuencias de nuestros

    actos individuales. Paradójicamente, las amnistías políticas tienen supuestos parecidos, sean

    referidas a acciones militares o revolucionarias son de carácter colectivo, por lo tanto no afectan al

    individuo como tal, sino como parte del conjunto. Pero la amnistía en vigor para los años 70 incluyóapenas a los ex-revolucionarios, los militares quedaron afuera a pesar que ellos tenían también una

    filosofía de la historia que los exculpava. Existe una fuerte dosis de cinismo cuando la sociedad juzga

    las acciones de un bando de acuerdo con un presupuesto y a las acciones del bando contrario de

    acuerdo con otro. En otras palabras, dos varas y dos medidas son la peor receta para hacer justicia

    desde que nuestros ancestros salieron de las cavernas. Si hay amnistía debe existir para todos, si

    hay juicios de responsabilidad individual deben existir igualmente para todos. La memoria histórica

    que justifica la aplicación del paradigma marxista-colectivista para disculpar a los revolucionarios y

    del liberal-individualista para culpar a los militares no es inocente, es intencionalmente perversa conla comunidad como un todo.

    En el informe de la CONADEP se afirma que “Durante la década del 70 la Argentina fue

    convulsionada por un terror tanto desde la extrema derecha como de la extrema izquierda” . Esta

    visión, denominada “teoría de los dos demonios”, fue ridiculizada sobre todo por la izquierda

    (peronista y no peronista) por pretender igualar las responsabilidades de los actores involucrados.

    Comenzaron diciendo que hubo más terror del lado de los militares y concluyeron afirmando que

    solo hubo terrorismo de Estado. No concuerdo con la teoría de los dos demonios, y mucho menos

    con la de un único demonio. La CONADEP sugiere implícitamente que se trata de demoniosrelativamente nuevos. Pienso, por el contrario, que los demonios argentinos habitan y se procrean

    en la larga duración del tiempo histórico, son de una jerarquía mayor. Mi hipótesis es que la nación

    fue acunada en una guerra civil que se internalizó en el inconsciente colectivo, que los argentinos se

    [xvii]

    http://www.blogger.com/blogger.g?blogID=4732493732760625649#_edn17

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    acostumbraron a vivir en estado de guerra permanente, manifiesto o latente, que la paz los aburre.

    No existe espacio en un ensayo como este para desarrollar esta hipótesis, ni creo que sea necesario

    para entender lo que ya fue dicho sobre las responsabilidades y confusiones de los años 70. Pero

    aun el lector complaciente con la lectura de los capítulos anteriores quedará con dudas. ¿Se

    preguntará porque las cosas fueron como fueron, si los 70 fueron una anomalía o parte de una serie

    mayor de eventos? Si fuera confirmada, la hipótesis levantada respondería esa pregunta, ya que ella

    se instala en la larga duración de la historia argentina, en el trasfondo del drama de los 70 y de lasgeneraciones que se enfrentaron. Sin esta hipótesis – o alguna otra igualmente instalada en la larga

    duración – se corre el riesgo de interpretar los hechos de los 70 como singulares, algo que “nunca

    más” se repetiría. Pero la historia argentina está repleta de “nunca más” no atendidos. Los años 70

    representan una ruptura singular, pero también son una continuidad del pasado. El drama está

    sobre-determinado por circunstancias en el largo plazo que permiten imaginarlos como expresión de

    ciclos de “eterno retorno”.

    El aspecto más visible para un observador externo de la realidad argentina es la tensión que se

    expresa en la superficie de las relaciones sociales y humanas en sus diversos niveles. Mi hipótesises que detrás de esa tensión existe un resentimiento de larga duración que está presente en la

    mayoría de los argentinos, independientemente de sus diferencias de clase, de corporaciones o de

    ideología política. El origen de ese resentimiento no residiría en las supuestas intenciones perversas

    de determinados actores de la historia reciente, va más allá. Los pueblos no construyen su historia

    de forma consciente o racional, ellos son portadores de valores y sentimientos que sus ciudadanos

    heredan del pasado de la nación, así como de la experiencia de su generación. Los valores y

    sentimientos que los individuos heredan de su familia o grupo étnico-social de pertenencia no son

    capaces, en la mayoría de los casos, de avanzar en la contramano de aquellos que provienen delespíritu del tiempo. A quien piensa lo contrario le pido que, imagine por un instante, los avatares de

    la vida de trillizos, nacidos en cualquier país de Europa a principios del siglo 20, que quedan

    huérfanos en poco tiempo y son dados en adopción para diferentes familias, una de Alemania, otra

    de Rusia y otra de Inglaterra. Si ellos ganan nuevos nombres y nada les permite sospechar que son

    adoptados o extranjeros, el lector será llevado a concluir que el resultado más probable a observar 

    en los años 30 y 40 será que uno de los trillizos habrá ganado el kit de los valores y sentimientos de

    los nazis, otro el de los comunistas y el restante de los liberales.

    Pero a veces ocurre que en un país coexisten dos tradiciones históricas igualmente fuertes yantagónicas. En ese caso la sociedad está expuesta a enfrentar una guerra civil manifiesta o latente.

    Los casos de Estados Unidos, en el siglo 19, y de España, en el siglo 20, son ejemplos de guerra

    civil manifiesta que, independientemente de sus resultados, sus respectivas comunidades supieron

    con el tiempo apagar los rescoldos. Pero no todos los casos son así, Argentina pasó por un extenso

    período de guerra civil en el siglo 19 (1814-