historia

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apunte NUEVA YORK, ESA VIEJA AMIGA La literatura, el cine y la televisión se han encargado de que conoz- camos muy bien la historia de esta ciudad, protagonizada por seres anónimos pero también por gran- des hombres de la política, la cultu- ra o la economía. Novelas/películas como Gangs of New York, El Padrino, La Ley de la Calle o La Hoguera de las Vanidades son excelentes referencias para saber las cosas que han ocu- rrido aquí en los últimos 200 años. Pero, también, son referencias de la historia de NYC las miserias y glo- rias de los anónimos personajes de Woody Allen o Paul Auster, anéc- dotas sin aparente repercusión que ocurren mientras se retransmiten en directo momentos históricos, co- mo los atentados contra las Torres Gemelas. Toda esta ficción-reali- dad-espectáculo ha dado forma a Nueva York. Para entender lo que ha ocurrido aquí en los dos últimos siglos hay que bucear en los orígenes de la ciu- dad. Giovanni Verrazzano, Henry Hudson, Peter Stuyvesant, George Washington... nombres más o menos ilustres, todos han aportado algo para que esta ciudad sea la encar- nación perfecta del American Dream, el esculpido a base de cultura, to- lerancia, progreso y un poco de la maldad y la picardía de los malos. Verrazzano, italiano y al servicio del rey de Francia, fue el primer euro- peo que vio la isla de Manhattan. duos en sólo 75 años. Los lenapes dejaron en herencia el nombre de Manhattan y el trazado de su principal camino, que hoy se llama Broadway. Todo era fugaz, y lo si- gue siendo, en la ciudad camaleón, incluso su propio nombre: Nouvelle Angouleme, Nieuw Amsterdam, New York, Nieuw Orange y otra vez New York. Hasta hoy. A Stuyvesant no le quedó otra que entregar definitivamente la ciudad a los ingleses que la asediaran en 1674, pero logró para su gente todos sus derechos, incluidos el de libertad re- ligiosa y propiedad, convirtiéndoles, sin saberlo, en las familias más ricas y poderosas del futuro Nueva York (Vanderbilt, Roosevelt, etc...). Precisamente, junto al muro de pro- tección que el inteligente holandés mandó construir al norte de la colo- nia, donde hoy se halla Wall Street, George Washington gestó el naci- miento del nuevo país, ratificando la Carta de Derechos de los EE.UU., el documento que compila las sacro- santas 10 primeras enmiendas de la Constitución Americana. Nueva York fue capital de los EE.UU. solo durante cinco años (1785-1790), pero sin duda resultaron cruciales. A partir de aquí empieza la llegada masiva de inmigrantes por todas las direcciones (afroamericanos del sur, europeos, asiáticos) durante todo el siglo XIX hasta el crack de 1929. Una vez superada la Gran Depresión la ciu- dad empieza una carrera hacia el infinito: explosión urbanística (más y más altos rascacielos), boom económi- co tras la Guerra mundial, auge de Wall Street y sus financieros y, luego, el fin de una época, el 11 S, y vuelta a empezar. José María de Pablo CIMIENTOS DE UNA BABILONIA MODERNA Pistas principales para rastrear el vibrante devenir de la ciudad L os indios lenapes inventaron la palabra Manhattan, que significa ‘isla accidentada’. Y no sólo lo era (y lo es) geográficamente. A juzgar por su historia, en la que participaron exploradores, colonos, gobernadores, inversores, inmigrantes, especuladores, artistas y algún que otro gángster, no pudieron haberla bautizado con más tino. Fue en 1524. Pero pasó de largo. Henry Hudson, británico al servicio de la Compañía Holandesa de las Indias Orientales, fue el culpable de que el país para el que trabaja- ba decidiera poner sus reales en el norte de América. Era 1608 y bus- caba una salida por el norte hacia Asia. No la encontró, pero lo que le llamó la atención fue la enorme po- blación de castores, roedores cuya piel era sinónimo de buen negocio. Hudson dio parte del hallazgo y, sin quererlo, inició la carrera por la explotación del salvaje norte. La leyenda, un poco exagerada, cuenta que el responsable holandés del puesto comercial creado en 1613 en el bajo Manhattan compró la isla a los indios lenapes por unas bara- tijas. Lo cierto es que nadie com- pró nada, simplemente la vida de la ciudad creada por Peter Stuyvesant, director de la colonia, pudo más que la vida tradicional de los nativos, que pasaron de 15.000 a 200 indivi- IZQ.: fotografía tomada en 1931 por Lewis Hine que documenta la construcción del Empire State Building. DCHA.: las torres del Time Warner Center, frente a la estatua de Colón en Columbus Circle, son las nuevas puertas del Upper West Side. L a historia y la diversidad cultural están presentes en casi todas las fiestas de la ciudad. La mayor parte son coloridos desfiles acompañados de puestos callejeros de comida y música. Es el caso del Martin Luther King Day, el tercer lunes de enero, cuando los afroamericanos recuerdan al hombre que acabó con la discriminación racial; Saint Patrick, el 17 de marzo, fiesta de una de las comunidades más poderosas de la ciudad, la irlandesa; el Orgullo Gay, el 28 de junio y la Mermaid Parade, la última quincena de junio, en Coney Island, tal vez las fiestas más desenfadadas; o el Colombus Day, el 12 de octubre, homenaje al hombre que comenzó el sueño americano. El 4 de julio es, lógicamente, la fiesta cívica más importante. Desfile aparte, toda la ciudad celebra el nacimiento de los EE.UU. con fuegos artificiales que parecen explotar sobre la Estatua de la Libertad. La fantasía es el leit motiv de Halloween, casi una semana de eventos antes del 1 de noviembre. El mejor plan es acudir disfrazado a la Catedral de Saint John the Divine, donde se proyecta una película muda de terror acompañada por el órgano y empieza la procesión de los Ghouls (Ghost+Souls, fantasmas+almas), seres terroríficos creados por la imaginación del artista Ralph Lee. Cada 31 de diciembre, Nueva York se reúne alrededor de Times Square para oír el reloj que anuncia el fin del año y el inicio de uno nuevo en el que la ciudad seguirá su imparable camino hacia adelante. La Gran Manzana de Fiesta histórico Nils Preston Schlebusch D.R.

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Pistas principales para rastrear el vibrante devenir de la ciudad La Gran Manzana de Fiesta geográficamente. A juzgar por su historia, en la que participaron exploradores, colonos, gobernadores, inversores, inmigrantes, especuladores, artistas y algún que otro gángster, no pudieron haberla bautizado con más tino. Nils Preston Schlebusch D.R.

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apunte

nueva york, esa vieja amigaLa literatura, el cine y la televisión se han encargado de que conoz-camos muy bien la historia de esta ciudad, protagonizada por seres anónimos pero también por gran-des hombres de la política, la cultu-ra o la economía. Novelas/películas como Gangs of New York, El Padrino, La Ley de la Calle o La Hoguera de las Vanidades son excelentes referencias para saber las cosas que han ocu-rrido aquí en los últimos 200 años. Pero, también, son referencias de la historia de NYC las miserias y glo-rias de los anónimos personajes de Woody Allen o Paul Auster, anéc-dotas sin aparente repercusión que ocurren mientras se retransmiten en directo momentos históricos, co-mo los atentados contra las Torres Gemelas. Toda esta ficción-reali-dad-espectáculo ha dado forma a Nueva York. Para entender lo que ha ocurrido aquí en los dos últimos siglos hay que bucear en los orígenes de la ciu-dad. Giovanni Verrazzano, Henry Hudson, Peter Stuyvesant, George Washington... nombres más o menos ilustres, todos han aportado algo para que esta ciudad sea la encar-nación perfecta del American Dream, el esculpido a base de cultura, to-lerancia, progreso y un poco de la maldad y la picardía de los malos. verrazzano, italiano y al servicio del rey de Francia, fue el primer euro-peo que vio la isla de Manhattan.

duos en sólo 75 años. Los lenapes dejaron en herencia el nombre de Manhattan y el trazado de su principal camino, que hoy se llama Broadway. Todo era fugaz, y lo si-gue siendo, en la ciudad camaleón, incluso su propio nombre: Nouvelle Angouleme, Nieuw Amsterdam, New York, Nieuw Orange y otra vez New York. Hasta hoy. A Stuyvesant no le quedó otra que entregar definitivamente la ciudad a los ingleses que la asediaran en 1674, pero logró para su gente todos sus derechos, incluidos el de libertad re-ligiosa y propiedad, convirtiéndoles, sin saberlo, en las familias más ricas y poderosas del futuro Nueva York (Vanderbilt, Roosevelt, etc...). Precisamente, junto al muro de pro-tección que el inteligente holandés mandó construir al norte de la colo-nia, donde hoy se halla Wall Street, george Washington gestó el naci-miento del nuevo país, ratificando la Carta de Derechos de los ee.uu., el documento que compila las sacro-santas 10 primeras enmiendas de la Constitución Americana. Nueva York fue capital de los EE.UU. solo durante cinco años (1785-1790), pero sin duda resultaron cruciales.A partir de aquí empieza la llegada masiva de inmigrantes por todas las direcciones (afroamericanos del sur, europeos, asiáticos) durante todo el siglo XIX hasta el crack de 1929. Una vez superada la gran Depresión la ciu-dad empieza una carrera hacia el infinito: explosión urbanística (más y más altos rascacielos), boom económi-co tras la Guerra mundial, auge de Wall Street y sus financieros y, luego, el fin de una época, el 11 s, y vuelta a empezar. —José María de Pablo

Cimientos de una BaBilonia moderna

Pistas principales para rastrear el vibrante devenir de la ciudad

L os indios lenapes inventaron la palabra Manhattan, que significa ‘isla accidentada’. Y no sólo lo era (y lo es) geográficamente. A juzgar por su historia, en la que participaron exploradores, colonos, gobernadores, inversores,

inmigrantes, especuladores, artistas y algún que otro gángster, no pudieron haberla bautizado con más tino.

Fue en 1524. Pero pasó de largo. Henry Hudson, británico al servicio de la Compañía Holandesa de las Indias Orientales, fue el culpable de que el país para el que trabaja-ba decidiera poner sus reales en el norte de América. Era 1608 y bus-caba una salida por el norte hacia Asia. No la encontró, pero lo que le llamó la atención fue la enorme po-blación de castores, roedores cuya piel era sinónimo de buen negocio. Hudson dio parte del hallazgo y,

sin quererlo, inició la carrera por la explotación del salvaje norte. La leyenda, un poco exagerada, cuenta que el responsable holandés del puesto comercial creado en 1613 en el bajo Manhattan compró la isla a los indios lenapes por unas bara-tijas. Lo cierto es que nadie com-pró nada, simplemente la vida de la ciudad creada por Peter stuyvesant, director de la colonia, pudo más que la vida tradicional de los nativos, que pasaron de 15.000 a 200 indivi-

IZQ.: fotografía tomada en 1931 por Lewis Hine que documenta la construcción del Empire State Building.DCHA.: las torres del Time Warner Center, frente a la estatua de Colón en Columbus Circle, son las nuevas puertas del Upper West Side.

L a historia y la diversidad cultural están presentes en casi todas las fiestas de la ciudad. La mayor parte son coloridos desfiles

acompañados de puestos callejeros de comida y música. Es el caso del Martin Luther King Day, el tercer lunes de enero, cuando los afroamericanos recuerdan al hombre que acabó con la discriminación racial; Saint Patrick, el 17 de marzo, fiesta de una de las comunidades más poderosas de la ciudad, la irlandesa; el Orgullo Gay, el 28 de junio y la Mermaid Parade, la última quincena de junio, en Coney Island, tal vez las fiestas más desenfadadas; o el Colombus Day, el 12 de octubre, homenaje al hombre que comenzó el sueño americano. El 4 de julio es, lógicamente, la fiesta cívica más importante. Desfile aparte, toda la ciudad celebra el nacimiento de los EE.UU. con fuegos artificiales que parecen explotar sobre la Estatua de la Libertad. La fantasía es el leit motiv de Halloween, casi una semana de eventos antes del 1 de noviembre. El mejor plan es acudir disfrazado a la Catedral de Saint John the Divine, donde se proyecta una película muda de terror acompañada por el órgano y empieza la procesión de los Ghouls (Ghost+Souls, fantasmas+almas), seres terroríficos creados por la imaginación del artista Ralph Lee.Cada 31 de diciembre, Nueva York se reúne alrededor de Times Square para oír el reloj que anuncia el fin del año y el inicio de uno nuevo en el que la ciudad seguirá su imparable camino hacia adelante.

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